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EL HOMBRE Y SU DETERIORO 1

¡CIERRA LOS OJOS, PARATE A PENSAR!

Jeimy Carolina Robayo

Presentado a:

Daniel Arturo Hernández

Universidad Distrital Francisco José de Caldas


Facultad de Ciencias y Educación
Licenciatura en Pedagogía Infantil
Construcción Social de la Infancia
Bogotá, Colombia
2017
EL HOMBRE Y SU DETERIORO 2

¡Cierra los ojos, párate a pensar!

Son muchos los cuestionamientos e interrogantes que nos planteamos a lo largo de

nuestra vida, aún más cuando se trata de nosotros mismos (como personas y seres vivos).

Es mucho lo que decimos y poco lo que podemos contestar alrededor de este tema, ya que

triste y lamentablemente, cada día se hace más difícil reconocernos, al mismo tiempo que a

la sociedad que habitamos; hemos olvidado de dónde venimos y hacia dónde vamos, el

rumbo de la vida se ha vuelto pesado y difícil de afrontar. Es deplorable (pero necesario),

reconocer que de alguna u otra forma hemos contribuido al desprecio y posterior

aniquilamiento de aquello, que tanto trabajo nos costó empezar a construir. De un momento

a otro, se fue deshumanizando todo un proceso, el cual empezaba a tomar aire de pureza y

alivio, sin duda, el progreso de este, no hubiera permitido el nacimiento de una humanidad

tan agobiada, como la que tenemos en la actualidad…Con el transcurrir del tiempo hemos

tenido que ser espectadores de una obra ridícula, dramatizada por hipócritas y payasos, que

hicieron creer que destruir y exterminar, era la forma de llegar a lo más alto del podio; nos

vendieron y tragamos el cuento de supuestamente ser la raza superior, aun cuando en

muchas ocasiones, no llegamos ni a tener un amor propio.

Fueron muchas las etapas, por las que el sujeto tuvo que atravesar, para poder llegar al

proceso de humanización. Trabajo y se desarrolló incansablemente, hasta lograr separarse

de los animales como tal. Obtuvo con grandes méritos, la racionalidad (capacidad humana

que permite pensar, evaluar y actuar mediante el uso de la razón), que por supuesto es digna

de toda admiración y respeto, pero que infortunadamente se fue haciendo a un lado, esto

llevándonos a la perdición, en la que nos encontramos hoy por hoy. Aquello a lo que

llamamos hombre, involuciono, dejando gran frustración y dolor; se convirtió en un animal


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pensante que desde ahora, solo se preocupa por satisfacer sus propias

necesidades…Prácticamente se le olvido que la colectividad, es lo que verdaderamente,

hace grande al ser humano. “Lo propiamente humano es esa potencia de progreso que,

nacida de lo orgánico, constituye lo social”, dice Jean Chateau. Desafortunadamente fue

perdiendo ese impulso, que lo llevaba a ir más allá de las cosas; simple y llanamente saco

de su vida, a esa productividad, que lo hacía pensar en el bien y no en el mal.

Son tantas las cosas por comentar, y tan escazas las palabras que brotan, que se empieza a

formar en nuestra cabeza, la pregunta ¿Quiénes somos en verdad?...Nunca nos conocimos,

ni nos conoceremos por completo, para demostrar lo anterior, que mejor ejemplo que el de

la infancia, así, que hablemos de ella: No fue hasta el siglo XVII, que el termino niño

empezó a tomar su acepción moderna (antes, no se sabía distinguir, entre las diversas

edades), por consiguiente, este, tampoco tenía un papel privilegiado. Fue escasa la

importancia que se le presto a un proceso tan importante (origen y semillero de toda la vida

humana); sin embargo y a pesar de la circunstancias esta etapa (niñez), al final, logro

consolidarse como la más fundamental en cuanto a asentamiento de valores y creencias se

refiere (recordemos que durante dicho proceso se busca la adaptación y rol a un próximo

medio social). Además de que se reconoció que solo la cría del hombre puede y tiene la

capacidad para educarse (debía aprovecharse esta herramienta al máximo).

El niño no es un hombre, pero es un movimiento hacia el hombre (ese es el verdadero

fenómeno humano). El infante nace en el tejido social y ya ocupa un lugar en el, es aquí

donde hablamos de un proceso de adaptación, de cómo ese ser en crecimiento, debe saber

adaptarse a determinados medios, ya que en ocasiones, van a presentarse cambios (es su


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propia experiencia, la que proporciona herramientas para saber manejarlos

satisfactoriamente).

Durante este recorrido, entraríamos a hablar de la domesticación, palabra que en ocasiones

puede ser objeto de discordia… ¿Acaso la infancia se convirtió en un periodo de total

adiestramiento?, ¿Y qué pasa si esto inconscientemente lo vivimos durante todas las etapas

de la vida?, veamos: Durante toda nuestra existencia, vivimos bajo normas y mandatos que

prácticamente se nos imponen desde el momento en que somos concebidos, decimos una y

otra vez que somos seres libres ¿Pero realmente hasta donde llega tal libertad? Nos guste o

no, debemos aceptar que nuestro proceso de desarrollo, se basa en el cumplimiento de las

leyes, que son impuestas por terceros, respecto a la comunidad, en la que nos

desenvolvemos... Es aquí donde nos preguntamos ¿Qué tan autónomos somos?, ¿Acaso lo

anterior son instrumentos para vivir mejor en comunidad, o simples prácticas para suprimir

a ese ser natural que llevamos dentro?

Vale la pena pensar y reflexionar sobre el tema, porque ¿Quién ha dicho que no podemos

ser igual de razonables, en un medio más nativo?, nos hemos dejado llevar por un

consumismo tan maligno, que hemos perdido nuestra esencia, es momento de que nos

alejemos de superficialidades y veamos más interiormente dentro de cada uno. Este es el

preciso instante en que hablamos del texto de Jean-Marc Gaspard Itard (educación), en

donde se nos presenta el relato de un niño (Víctor), próximo a la adolescencia; quien es

encontrado desnudo y recogiendo bellotas, en las afueras de Saint-Servin en la escasamente

poblada provincia de Aveyron en la parte sur central de Francia; al individuo como era de

suponerse, inmediatamente lo tildan de salvaje e indeseable, siendo finalmente sometido a

un proceso de adaptación, en contra de su voluntad.


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De lo anterior, se pueden observar infinidad de aspectos elementales. El pequeño se ve

forzado a abandonar una vida que para bien o para mal le daba placer y satisfacción. Se ve

obligado a tomar un rol social, que no le hace feliz; es claro, que la intención de las

personas que lo condujeron a este proceso de adaptación (supuestamente el correcto y

normal), era buena, pero ¿Hasta qué punto es conveniente inmiscuirse en casos ajenos a

nuestra propia realidad? El joven ya había desarrollado su propia forma de existir, no era

justo privarlo de aquel mundo que realmente lo hacía feliz, esto, en relación con lo que dice

el autor: “Víctor, recordaba con nostalgia y desespero, ese lugar en el que había crecido,

además, de que sus principales alegrías estaban en contemplar la naturaleza”. Básicamente

es hacerle una crítica reflexiva a la sociedad, que se cree con el derecho de arrancar a un

niño o a cualquier otra persona, de una vida libre e inocente, y posteriormente enviarlo a

morir a un manicomio, para hacerle expiar allí la desgracia de haber defraudado la

curiosidad pública (recordemos que fue deplorable el estado, en que algunos de los curiosos

de Paris, vieron al mencionado personaje). Indignante el escarnio, por el que Víctor tuvo

que pasar.

En conclusión, debemos tomar conciencia de que a pesar de que vivimos bajo ciertas reglas

que no son tan buenas (además ser estas mismas, las que nos han llevado a un colapso), es

nuestro deber, salvar lo poco que nos queda, en definitiva, hacer de nuestro hogar, algo

mejor. Debemos reivindicarnos con este mundo que nos ha dado tanto, y que gracias a

nuestra ignorancia hemos descuidado a la vez que despreciado. Que de algo sirva, haber

tenido la oportunidad de vivir…Dejemos huella.

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