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El sedentarismo y como afecta en

la vida de una mujer


I) Que es el sedentarismo
El ejercicio es la mejor forma de combatir el estilo de vida sedentario.

El sedentarismo es el estilo de vida más cotidiano. Incluye poco ejercicio, suele aumentar
el régimen de problemas de salud, especialmente aumento de peso (obesidad)
y padecimientos cardiovasculares. Es un estilo de vida frecuente en las ciudades modernas,
altamente tecnificadas, donde todo está pensado para evitar grandes esfuerzos físicos. En las
clases altas y en los círculos en donde las personas se dedican más a actividades intelectuales,
aumenta la probabilidad de que se presente este hábito

II) Causas del sedentarismo


Las sociedades modernas, por el estilo de vida que se impone sobre todo en los grandes
centros urbanos, son propensas al sedentarismo. El sedentarismo es considerado un problema
de salud pública a nivel mundial. Algunas de sus causas son las siguientes:

Comportamientos sedentarios en actividades laborales y domésticas

Desinterés por practicar algún deporte

Escasa necesidad de realizar ejercicio físico

Dietas ricas en grasas

Uso de medios transporte pasivos

Superpoblación en las grandes ciudades

Ausencia de parques o instalaciones deportivas o recreativas

Pobreza

Criminalidad

Densidad de tráfico elevada

III) Consecuencias del sedentarismo


La ausencia de actividad física trae consecuencias para el estado de nuestro organismo, como
causar (o aumentar las probabilidades de tener) graves problemas de salud. Algunas de las
consecuencias más comunes son:

Obesidad

Cansancio
Estrés

Niveles emocionales bajos

Problemas de cuello y espalda

Pérdida de flexibilidad en las articulaciones

Problemas de sueño

Debilitamiento óseo

Trastornos digestivos

Enfermedades cardiovasculares

Atrofia muscular

Osteoporosis

Hipertensión arterial

Aumento del colesterol

Diabetes

Envejecimiento

IV) ¿Cómo afecta a nuestra salud?


Entendemos el sedentarismo como un estilo de vida carente de movimiento o de actividad
física. Más concretamente, la Organización Mundial de la Salud define como inactivas a
aquellas personas que realizan menos de 90 minutos de actividad física semanal.

Este mal hábito cada vez es más habitual en la población, que reduce su ejercicio físico en el
tiempo de ocio y aumenta el uso de los medios de transporte como el coche o el autobús para
los desplazamientos. Tanto es así que, según señala la OMS, al menos un 60% de la
población “no realiza la actividad física necesaria para obtener beneficios para la salud”.

Además, España es uno de los cuatro países más sedentarios de Europa.

Sin embargo, el hecho de que el sedentarismo sea una cuestión común a gran parte de la
población, no significa que sea positivo. Nuestro organismo necesita movimiento y el hecho de
no proporcionárselo puede acarrear importantes riesgos para la salud. Señalamos algunos de
estos peligros, destacados por la Organización Mundial de la Salud:

La falta de actividad física fomenta un incremento del riesgo de padecer sobrepeso u obesidad.
Este estado físico conlleva, a su vez, numerosos peligros para el organismo y problemas de
salud. La actividad física, en cambio, nos ayuda a mantener un estado físico saludable.

Propensión a enfermedades cardiovasculares. El sedentarismo duplica el riesgo de sufrir


enfermedades cardiovasculares y diabetes tipo II. También de padecer hipertensión arterial.

Las personas sedentarias tienen entre un 20 -30% más de posibilidades de morir de forma
prematura.
Las mujeres sedentarias se ven más afectadas por los efectos de la menopausia.

La vida sedentaria aumenta el riesgo de padecer algunos tipos de cáncer.

La actividad física ayuda también psicológicamente. Tanto es así, que las personas que
practican ejercicio físico de manera regular tienen menos posibilidades de padecer depresión.

v) Cómo combatir el sedentarismo


Lo más aconsejable para evitar tener un estilo de vida sedentario que pueda tener
consecuencias en la salud es la práctica frecuente de actividades físicas, como caminar, correr
o subir escaleras, así como practicar algún deporte, como la natación, el ciclismo, el baloncesto
o el fútbol, solo por nombrar algunos.

La actividad física debe ser regular y metódica, y debe adaptarse al estilo de vida y las
condiciones de cada quien. Lo importante es poner todos los órganos en funcionamiento,
fortalecer los músculos y huesos, y mejorar el sistema circulatorio.

Sedentarismo y actividad física en la mujer

Los niveles de inactividad física son elevados en prácticamente todos los países desarrollados y
en desarrollo. Se ha observado que el sedentarismo es el cuarto factor de riesgo en lo que
respecta a la mortalidad mundial (6% de las muertes registradas en todo el mundo). En la
actualidad varios estudios desarrollados a nivel nacional e internacional, muestran una
prevalecía del 75 al 80% de sedentarismo entre la población general, observándose un
marcado incremento en etapas tempranas de la vida. El 34% de las mujeres a nivel mundial
son sedentarias, superando en un 6% al género masculino.

Según la Tercera Encuesta Nacional de Factores de Riesgo para Enfermedades No


Transmisibles (2013) en Argentina, se observó una prevalencia de actividad física baja del
55,1% mayor a la registrada en la ENFR 2005 (46,2%).

Las mujeres tienen mayores tasas de actividad física baja comparadas con los varones (58,5%
vs. 50,8%). El 49,4% de los que realizaban actividad física lo hacían para mejorar su condición.

Se observó una diferencia en la motivación para ejecutarlas al visualizar que los varones
practicaban actividad física por gusto/diversión (55,3%) y en segundo lugar por razones de
salud (29,4%), mientras que en las mujeres el orden era inverso (por razones de salud 45,8% y
por gusto/diversión 30,3%).

Las mujeres generalmente son más sedentarias que los varones por falta de tiempo libre. Esta
conclusión no es de extrañar si se tiene en cuenta que la mujer hoy cumple con doble jornada:
la del trabajo y la de casa dejando de lado al ejercicio físico. La vida sedentaria genera más
inactividad física propiciando adaptaciones negativas a la inmovilización, entrando en un
círculo vicioso que genera más inactividad de la que cada vez es más difícil de salir.
La obesidad es la consecuencia visible del sedentarismo físico conjuntamente con la reducción
del tamaño y la fuerza muscular (sarcolema), la mayor resistencia a la insulina, la menor
respuesta cardiovascular, las alteraciones en niveles sanguíneos de lípidos y la aceleración de
la pérdida de masa ósea (osteoporosis).

Se estima que el 70% de los trastornos que sufre el género femenino guardan relación directa
o indirecta con la falta de actividad física. Esto porque ella a temprana edad pierde tejido
muscular y gana tejido adiposo, producto de hábitos sedentarios de vida. Se ha demostrado
que las mujeres más activas así como aquellas con entrenamiento físico desarrollan menos
enfermedad coronaria que las sedentarias.

Está ampliamente comprobado que estilos de vida sedentarios son una importante causa de
mortalidad, morbilidad y discapacidad. Se estima que la inactividad física es aproximadamente
la causa del 30% de las cardiopatías isquémicas, del 21%-25% de los cánceres de mama y de
colon1, del 27% de los casos de diabetes.

Además las mujeres sedentarias están más propensas a la depresión, notan más los efectos de
la menopausia, presentan problemas para dormir, son menos productivas y tienen mayor
deterioro cognitivo.

La mujer sedentaria tiene que tomar conciencia que debe moverse y que pasar largas horas
sentada no es la actividad que el organismo requiere. La solución es la ejecución de ejercicio
físico diario, mover la masa muscular lo suficiente como para compensar la que no ha movido
durante horas.

El ejercicio físico es un tipo de actividad física que es planificado, estructurado, repetitivo y


tiene como objetivo recuperar, mejorar y/o mantener la forma física, que es el estado en el
que el individuo logra un apropiado estado cardiorrespiratorio, muscular, articular, de
composición corporal y metabólica. No debe confundírselo con la actividad física que es todo
movimiento corporal producido por el sistema muscular que resulte en un gasto de energía
mayor que el de reposo, sin intensión específica.

La eficacia del ejercicio físico, depende de la dosis y la regularidad del mismo, sus efectos se
producen solo mientras se efectúa su práctica regular y los efectos favorables del mismo se
pierden rápidamente cuando se produce el abandono.

Sólo hace bien el ejercicio actual y no el histórico, no existe límite de edad para gozar de sus
beneficios, tampoco importa cuán largo ha sido el tiempo de sedentarismo, nunca es tarde
para indicar e iniciar el cambio.

Los médicos debemos prescribir el tratamiento del sedentarismo por medio del ejercicio físico,
con el mismo compromiso que indicamos cualquier tratamiento con medicación y/o quirúrgico
buscando un beneficio integral para nuestras pacientes.

Es fundamental que la mujer encuentre un equilibrio entre las actividades cotidianas,


intelectuales y físicas, estimulándola a romper con la rutina cotidiana, invitándola a abandonar
la inactividad física, a ponerse en movimiento para disfrutar de una vida más activa, saludable
y con menos riesgo de enfermedad.
Deportes y Mujer

La participación de la mujer en el deporte es muy reciente, fue en el siglo pasado cuando por
primera vez intervino en los juegos olímpicos de 1928. Sólo a partir de los años setenta
empezó a entrenar y a competir en actividades atléticas asociadas con ejercicio físico intenso,
que habían sido permitidas sólo a los hombres.

Las respuestas y adaptaciones del organismo de las mujeres frente al ejercicio son similares a
las del hombre, pero no iguales, por lo que debemos tener en cuenta los procesos fisiológicos
que los diferencian a la hora de enfrentarse al ejercicio.

Las diferencias entre géneros en las respuestas cardiovasculares al ejercicio son debidas al
menor tamaño del corazón y por consiguiente del ventrículo izquierdo, que determina un
volumen sistólico y un gasto cardiaco menor en la mujer.

La frecuencia cardiaca es mayor a un nivel de esfuerzo sub máximo en la mujer, pero no


existen diferencias en ambos géneros en entrenamientos con trabajos máximos.

En el transporte de oxígeno las diferencias se deben a la menor cantidad de glóbulos rojos y de


hemoglobina en las mujeres, lo que disminuye la capacidad de transportar oxígeno,
aproximadamente un 10% menor que en los hombres.

Debido a las características de las fibras musculares, en el hombre es mayor el rendimiento


neuromuscular en la ejecución de movimientos rápidos, pero la mujer en determinados
eventos deportivos de larga duración, tiene mayor la resistencia muscular

En la mujer el desarrollo de la flexibilidad en las extremidades inferiores es menor que el de las


superiores, estos contrastes no se encontraron en el hombre. Las diferencias en la masa
muscular, la geometría articular y la estructura del colágeno muscular es diferente en ambos
géneros y justifican la mayor extensibilidad muscular en la mujer.

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