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Teoría de los Derechos Humanos II

Unidad I
Consideraciones
Generales en Relación a
los Derechos Humanos
¿Qué son los derechos humanos?, ¿cómo pueden
caracterizarse?, ¿se pueden clasificar en categorías?,
¿qué obligaciones asumen los Estados?, ¿por qué no
toda afectación de derechos implica una violación en
sentido técnico?

Autor-Docente: Federico Di Bernardi.


Docente-Tutora: Lucía
CONSIDERACIONES GENERALES EN RELACIÓN A LOS
DERECHOS HUMANOS.

Presentación.

Comenzaremos la tarea procurando hacer una puesta en común sobre la


noción de derechos humanos, definiendo su concepto, viendo cuáles son y en
qué consisten sus características principales, nos referiremos a las maneras en
las que se han clasificado, y también abordaremos las obligaciones que los
Estados asumen en la materia.

Seguidamente, en esta Unidad temática exploraremos el concepto de violación


de derechos humanos, los compromisos estatales que de ella emanan, y
analizaremos cuándo podemos estar frente a un supuesto de responsabilidad
internacional de un Estado por violación a los derechos básicos. A partir de allí
comenzaremos a introducirnos en los sistemas internacionales de protección
de los derechos humanos, tema al que le dedicaremos el próximo capítulo.

Concepto de derechos humanos.

Entendemos por derechos humanos aquellos derechos propios de hombres y


mujeres, de niños y niñas, derechos que nos corresponden por nuestra sola
condición de personas, sin que nos sea necesario cumplir con requisito o
exigencia adicional alguna.

Con lo expresado quiero señalar que la única condición que nos hace a todos y
todas titulares de los llamados derechos humanos, muchas veces también
denominados derechos básicos, esenciales o fundamentales, es la de ser
personas; no siendo relevante profesar una determinada religión, pertenecer a
uno u otro sexo, contar con determinada edad, conformar una etnia en
especial, ni aún gozar de una determinada nacionalidad.

En este sentido, y tal como lo expresa el preámbulo de la Convención


Americana sobre Derechos Humanos1, éstos no nacen del hecho de ser
nacional de determinado Estado, sino que tienen como fundamento los
atributos de la persona humana.

1
El instrumento fue aprobado en la Conferencia Especializada Interamericana sobre Derechos
Humanos, celebrada en la ciudad de San José de Costa Rica, entre el 7 y el 22 de noviembre de 1969.
Es decir, los derechos humanos no son concesiones graciosas que hacen los
Estados en favor de las personas que habitan en sus territorios. Más aún, los
derechos humanos no son creaciones estatales, por el contrario, desde una
mirada filosófica debe señalarse que los derechos fundamentales nacieron con
el surgimiento de la humanidad, existen desde entonces, y han llegado a ser
reconocidos política y jurídicamente por las naciones, a través de los procesos
de adopción de instrumentos internacionales2 primero, y de la ratificación e
incorporación de ellos en las legislaciones y agendas nacionales después.

La distinción no es menor si se considera que, de creer que los derechos


humanos han sido creados por los Estados, podría considerarse que éstos
pueden disponer libremente de ellos, y hasta incluso avanzar en su extinción.
Sin embargo esto no es posible, quien reconoce la existencia de algo no sólo
admite su pre existencia sino que incluso se ve imposibilitado a futuro de ir
contra sus propios actos: el derecho reconocido ya no puede ser desconocido.

En suma, los derechos humanos hacen a la dignidad de las personas, son


derechos inherentes a nuestras condiciones humanas, que limitan en nuestro
favor el accionar de los Estados. Implican barreras que aquellos no pueden
legalmente desconocer en ejercicio del poder público.

Generalmente se señala que los derechos humanos se ejercen frente al


Estado, esto es así en tanto son los Estado quienes asumen las obligaciones
de respetarlos y garantizarlos. De ellos depende el efectivo cumplimiento de los
derechos fundamentales.

Hasta aquí lo que tiene que ver con la introducción al concepto, más tarde
retomaremos el asunto al referirnos al sentido técnico de la expresión
violaciones a los derechos humanos. Vayamos ahora a explorar sus
características principales.

Características de los derechos humanos.

Los derechos humanos cuentan con una serie de características, como lo son
la universalidad, la progresividad, la irrenunciabilidad y la indivisibilidad.
Veremos los aspectos más relevantes de cada una de ellas.

2
Al referirnos a instrumentos internacionales, y más precisamente a instrumentos internacionales de
protección de derechos humanos, aludimos a textos escritos, que adquieren naturaleza de declaraciones
algunas veces, de tratados otras, en donde se reconocen derechos a favor de las personas y se restringen
los poderes de los Estados.
La universalidad tiene que ver con el propio concepto que señalamos al
comienzo, cuando dijimos que los derechos fundamentales no nacen por ser
ciudadano o ciudadana de tal o cual Estado sino que corresponde a todas las
personas, sin importar donde hayan nacido, donde habiten, ni tampoco a qué
cultura pertenezcan.

Este carácter, el de la universalidad, se opone a la denominada relatividad


cultural, desde donde se ha pretendido la justificación de claras violaciones a
los derechos humanos al considerarlas simples consecuencias de prácticas
culturales.

La cualidad que estamos viendo, tan inherente al concepto de derechos


humanos, fue discutida hasta el año 1993, cuando en el marco de la Segunda
Conferencia Mundial sobre Derechos Humanos3 las representaciones oficiales
de todas las naciones del mundo coincidieron en señalar que los derechos
humanos efectivamente son universales.

La progresividad implica la posibilidad de crecimiento en cantidad y contenido,


es decir que en el futuro podremos encontrar derechos que hoy no están
consagrados como derechos humanos, e incluso el paso del tiempo podrá
dotar de mayores alcances a los derechos existentes. Así, por ejemplo, el
derecho a la vida antes se concebía esencialmente como una protección frente
a la ejecución extrajudicial, ahora se trata de un derecho mas fuerte y complejo,
donde ya no se habla simplemente de vida, el derecho se ha enriquecido
fuertemente, ahora se trata del derecho a la vida digna, para cuya plena
satisfacción se necesita ineludiblemente del disfrute de los restantes derechos
humanos.

Este carácter de progresividad también indica que los Estados están obligados
a avanzar en el nivel de protección de los derechos fundamentales creando
nuevos y mejores mecanismos de tutela. Además, los Estados no pueden
retroceder en el reconocimiento que ya han hecho, como tampoco en los
niveles de disfrute que han alcanzado, es decir que la progresividad es también
prohibición de regresividad.

3
La Segunda Conferencia Mundial sobre Derechos Humanos fue celebrada en Viena, Austria, entre el 14
y el 25 de junio de 2003. Allí, las representaciones de 173 Estados adoptaron por consenso la
Declaración y el Programa de Acción de Viena, en cuyo primer apartado se “reafirma el solemne
compromiso de todos los Estados de cumplir sus obligaciones de promover el respeto universal, así como
la observancia y protección de todos los derechos humanos y de las libertades fundamentales de todos de
conformidad con la Carta de las Naciones Unidas, otros instrumentos relativos a los derechos humanos y
el derecho internacional”, añadiendo a continuación que “El carácter universal de esos derechos y
libertades no admite dudas”.
Por ejemplo, ningún tratado internacional obliga a los Estados a brindar
educación universitaria de manera gratuita, sin embargo, aquellas naciones
que la imparten se encuentran obligadas jurídicamente a sostener ese nivel de
reconocimiento del derecho y consecuentemente a no retroceder en su nivel de
garantía, ya que si lo hicieren estarían vulnerando este carácter.

Finalmente, la progresividad, muy vinculada a los derechos de contenido


eminentemente económico, social y cultural, respecto de los cuales los Estados
en principio no asumen obligaciones de resultado sino de medios4, sirve como
herramienta para medir el nivel de avance y respeto general de los derechos
fundamentales.

La irrenunciabilidad significa que los derechos humanos no pueden


renunciarse, si así fuera, se estaría desistiendo de la propia condición de
persona, lo que resulta imposible. Esto es así porque, recordemos, los
derechos humanos son inherentes a hombres, mujeres, niños y niñas. Por lo
expresado, cualquier pretensión de renuncia, libremente expresada o no, será
nula y no producirá efecto alguno.

Otro carácter tiene que ver con la indivisibilidad, este indica que nos es
imposible gozar de un derecho humano si no se tiene un efectivo disfrute de
todos los demás. Resulta difícil pensar que si uno solo de los derechos
humanos nos es vulnerado estaremos en condiciones de gozar en plenitud de
los restantes.

Un derecho humano que pareciera no ser susceptible de limitación externa es


el derecho a la libertad de pensamiento, se puede creer que el Estado no tiene
cómo vulnerar nuestras posibilidades de pensar libremente, sin embargo la
libertad de pensamiento está directamente asociada a la educación. Cada
quien piensa en base a lo que conoce, e incluso a partir de allí se encuentra en
condiciones de imaginar. Entonces advertimos que hasta el derecho de
ejercicio más íntimo, como puede ser el planteado, se puede ver limitado por el
no acceso a una educación de calidad, y la educación esta condicionada a una
previa y adecuada alimentación, y a su vez condiciona el posterior acceso a un
trabajo digno, y así podríamos seguir estableciendo relevantes relaciones con
otros derechos esenciales.

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Como veremos más adelante, la obligación de medios consiste en el deber estatal de generar
condiciones adecuadas, mediante el diseño, ejecución y control de programas, en la medida de los
recursos disponibles, para alentar el desarrollo y disfrute progresivo de los derechos humanos de
contenido económico, social y cultural.
El ejemplo señalado permite ilustrar la imposibilidad de dividir los derechos
humanos, los que sólo pueden ejercerse y disfrutarse en conjunto, no es
posible hablar de disfrute de algunos derechos humanos mientras otros nos
sean vulnerados. Sin embargo, como veremos seguidamente, a lo largo del
tiempo el conjunto de derechos humanos ha sido dividido en diversas
categorías.

¿Los derechos humanos son clasificables?.

Lo antes expresado indica que todos los derechos humanos poseen la misma
jerarquía, son iguales en importancia, cada uno de ellos resulta indispensable
para disfrutar plenamente de los restantes, y de una vida digna.

Esta idea se vincula fuertemente con la de la indivisibilidad, características que,


como vimos, nos señalan que cada derecho humano se encuentra
directamente relacionado con los restantes, y que entonces cuando uno de
ellos no logra ser gozado tampoco pueden serlo adecuadamente los demás.

No obstante, y tal como anticipamos, a lo largo del desarrollo de la disciplina de


los derechos humanos se nos ha señalado que existen categorías, una de ellas
integrada por derechos civiles y políticos, la otra, por derechos económicos,
sociales y culturales.

La referida clasificación puede facilitarnos el estudio de los derechos


esenciales de hombres y mujeres, y por lo tanto tiene que ser considerada
exclusivamente a los efectos pedagógicos; de ningún modo puede ni debe
usarse para pretender, y mucho menos justificar, superioridades o
inferioridades de unos respecto de otros.

Como afirmamos, las relaciones que se dan entre ambos grupos de derechos
resultan ser tan fuertes que no existen derechos que pertenezcan
exclusivamente a una u otra clasificación; así, los derechos civiles poseen
elementos de naturaleza política, económica, social y cultural y lo mismo ocurre
en sentidos inversos.

Por eso, al hablar de derechos de tal o cual especie nos referiremos a aquellos
que manifiestan caracteres que los hacen principalmente de tipo civil, político,
económico, social y/o cultural.

Entre los derechos eminentemente civiles y políticos encontramos los relativos


a la vida, a la integridad; a la libertad física, de pensamiento, de conciencia, de
religión, de opinión y de expresión; a la igualdad, a la honra, a la privacidad, a
la familia, a la justicia, a la seguridad, a la propiedad, a la nacionalidad, y al
nombre, entre otros. En cambio, entre los derechos económicos, sociales y
culturales encontramos los relativos a la alimentación, a la protección de la
salud, a la educación, a la cultura, al trabajo, a la seguridad social, a la libre
asociación sindical, a la huelga, a la vivienda, a la vestimenta, y otros.

Unos y otros procuran la satisfacción de necesidades básicas que poseemos


las personas por nuestra mera condición de tales, y resultan indispensables
para el ejercicio de una vida digna.

A la teoría que devino en la clasificación de derechos civiles y políticos por un


lado y derechos económicos, sociales y culturales por el otro, le siguió otra que
refirió a derechos de primera, de segunda y de tercera generación. La teoría de
las generaciones vincula a la primera con los derechos civiles y políticos, a la
segunda con los derechos económicos, sociales y culturales y a la tercera con
los llamados derechos en formación, tales como el derecho a la paz.

También la teoría de las generaciones es falsa, todos los derechos surgieron


en un mismo momento y todos ellos fueron reconocidos jurídicamente al mismo
tiempo en el escenario internacional.

Obligaciones de acción, ¿o de abstención?.

Una visión equívoca de los derechos esenciales de las personas, derivada de


las pretendidas clasificaciones de derechos, ha señalado que para cumplir con
ellos las naciones deben asumir sólo obligaciones negativas cuando se trata de
derechos civiles y políticos, simplemente evitando conductas dañosas; en tanto
se ha manifestado que cuando se trata de derechos económicos, culturales y
sociales, alcanza con obligaciones positivas, entendiendo por ello no ya la
omisión sino la acción.

En otras palabras, se ha dicho que para respetar y garantizar los llamados


derechos de primera generación a los Estados les alcanza con no hacer,
mientras que para cumplir con los de segunda generación deben hacer. Ello no
es así, ya que cómo se verá más adelante, unos y otros tornan imprescindibles
tanto las abstenciones como las acciones estatales.

Sin perjuicio de lo manifestado, los derechos económicos, sociales y culturales


se caracterizan esencialmente por ser programáticos, lo que implica afirmar
que son los que necesitan, en mayor medida, de programas que viabilicen el
mas adecuado acceso a ellos por parte de niñas, niños, mujeres y hombres.

Los Estados deben diseñar, implementar y controlar la adecuada ejecución de


los programas que fueren necesarios para hacer posible el goce efectivo de los
derechos mencionados, la sola existencia de una legislación pertinente que los
reconozca no basta, toda la conducta de los tres poderes del Estado tiene que
estar orientada integralmente a permitir el desarrollo progresivo de los
derechos económicos, sociales y culturales de las personas.

De este modo, vemos que para acceder al derecho a la educación es


indispensable que el Estado haya diseñado políticas educativas capaces de
promover el pleno desarrollo de la personalidad humana, y para ello deben
asumir tareas tales como el diseño de planes y contenidos curriculares
pertinentes; la elaboración de materiales y otros recursos pedagógicos; la
formación, selección, contratación y actualización de docentes y personal
asociado a la función; la construcción, equipamiento y mantenimiento de tantos
establecimientos educativos como fueren necesarios; el control y la supervisión
del correcto ejercicio de las funciones de los trabajadores y las trabajadoras de
la educación; entre otras acciones.

De igual manera, la protección del derecho a la salud depende de la formación,


selección, contratación y actualización de profesionales con aptitud suficiente
para el ejercicio de sus funciones; la edificación y adecuado equipamiento de
establecimientos sanitarios en cantidad y ubicación geográfica pertinente; la
producción, distribución abastecimiento de medicamentos; el desarrollo de
programas preventivos; la promoción y concientización de la población en favor
del ejercicio de una vida sana; la programación y puesta en marcha de seguros
de salud; el control y supervisión de las funciones del personal sanitario y el
vinculado a éste; y otras medidas similares.

Complementariamente a todas los deberes de acción señalados, el respeto y la


garantía de uno y otro derecho exigen de la no discriminación en el acceso y
ejercicio de los derechos por parte de todas las personas sometidas a la
jurisdicción de cada Estado, entre otras obligaciones negativas. De nada
serviría hacer todo lo relatado en los dos párrafos previos si luego la autoridad
pertinente va a condicionar a tal o cual característica de la persona su
posibilidad de ingreso a los aludidos establecimientos, sean estos públicos o
privados.
Una mirada adecuada sobre las obligaciones estatales.

Todos los derechos humanos imponen a los Estados las obligaciones


generales de respeto y garantía. Podríamos decir que el compromiso jurídico
del respeto se traduce en el deber de abstenerse de incurrir en conductas
dañosas, en tanto el de la garantía genera la obligación de adecuar todo el
aparato estatal para que los derechos humanos puedan ser disfrutados por
cada una de las personas que habitan en el territorio de cada Estado.

Aquí debemos destacar una diferencia central en los niveles de exigibilidad de


derechos. En materia de derechos civiles y políticos, los Estados se obligan en
términos de resultado, mientras que en lo atinente a derechos económicos,
sociales y culturales, como ya anticipamos, asumen obligaciones de medio,
debiendo arbitrar todos los mecanismos que se encuentren a sus alcances
para alentar de manera progresiva el desarrollo de los derechos de esa
naturaleza.

Expliquemos mejor el asunto planteado: podemos decir que los Estados


asumen los deberes jurídicos de satisfacer de manera inmediata, y sin importar
las condiciones del contexto, los derechos civiles y políticos, en tanto se
comprometen a tomar todas las medidas a su alcance, asignando el máximo de
los recursos disponibles, para alcanzar el desarrollo progresivo de los derechos
económicos, sociales y culturales.

En un caso la obligación es llegar a la meta, en el otro hacer todo lo posible


para alcanzarla. La diferencia es importante, aún así veremos más adelante la
gran diversidad de compromisos que surgen de las obligaciones de medios, y
en consecuencia observaremos los modos estatales de cumplir -y nuestras
formas de hacer cumplir- los derechos sociales, con frecuencia postergados en
muchos de los países de la región.

Concepto de violación de derechos humanos.

Ahora, habiendo efectuado el recorrido temático precedente, podremos retomar


aquella idea que señalaba que los derechos humanos se ejercían, y ejercen,
frente al Estado, para avanzar en apreciaciones centrales para nuestro curso.

Antes de continuar con la lectura de los párrafos que siguen, resulta importante
generar un momento de reflexión, invitando a indagar en nuestras ideas en
relación a las violaciones a los derechos humanos, ¿podríamos señalar cuando
estamos frente a ellas?
Si ya pensamos, podemos seguir la lectura. Para arribar una respuesta
adecuada debemos tener presente que no basta con que el derecho vulnerado
tenga reconocimiento como derecho humano para hablar técnicamente de una
violación a derechos humanos, es necesario que esa violación venga como
consecuencia de una acción o de una omisión estatal, es decir que además del
derecho de que se trate, resulta necesario evaluar la condición de la persona
agresora.

Como señalé antes, son únicamente los Estados los sujetos que asumen
obligaciones jurídicas en materia de respeto y garantía de todos y cada uno de
los derechos humanos a favor de todas y cada una de las personas que
habitan circunstancial, temporal o permanentemente en sus territorios, y por
esta razón sólo ellos pueden incurrir técnicamente en lo que se llama violación
de derechos fundamentales.

El punto por el que estamos atravesando en este momento puede generar


controversia, pero el asunto es más sencillo de lo que parece: sólo puede
incumplir una violación quien la contrajo previamente. Y en materia de
derechos humanos las obligaciones han sido, y continúan siendo, asumidas por
los Estados, toda vez que desde la disciplina se procura, centralmente, limitar
el ejercicio del poder público: el poder estatal.

Por esta circunstancia, podrán ahora encontrarse pensando que si bien todos y
todas somos titulares de los mismos derechos humanos, no todos y todas, con
aquello que hagamos o dejemos de hacer, podremos producir violaciones a los
derechos básicos. Esa idea es correcta, ya que la violación en sentido técnico
solo puede venir como producto de una acción o una omisión estatal,
reprochable a un agente público.

Habrá una violación por acción cuando el Estado, mediante un funcionario o


funcionaria, haga aquello que debía no hacer; en cambio, la violación por
omisión estará dada por aquel supuesto donde el Estado deje de hacer aquello
respecto de lo cual estaba obligado jurídicamente. Es decir, hacer lo indebido o
no hacer lo debido.

Debe advertirse que cuando se habla de funcionario o funcionaria del ámbito


público nos referimos a la totalidad de empleados y empleadas estatales, tanto
del poder ejecutivo, como del legislativo y judicial, tanto del nivel nacional,
como de los provinciales y comunales, en todos los casos personas que
mediante su conducta positiva o negativa pueden dar lugar a una violación de
derechos humanos. Allí, por ejemplo, nos encontramos los y las docentes.

La violación podrá ser directa o indirecta. Será del primer caso la violación a los
derechos humanos en la que un agente público de lugar al acto de agresión
violatorio de derechos fundamentales por sí mismo; y será indirecta cuando no
provenga de un funcionario o funcionaria, sino de un particular actuando bajo
las órdenes, aquiescencia o tolerancia del Estado.

Delito y violación de derechos humanos.

Podemos procurar aclarar lo expresado mediante ejemplos. Uno de los tantos


derechos humanos es el derecho a la vida, si una persona atenta contra la vida
de otra provocándole la muerte habrá cometido un delito, el de homicidio,
contemplado y castigado por el derecho penal, concebido en todas nuestras
legislaciones internas.

Hasta allí no podemos saber si ese delito de homicidio debe, además, ser
considerado como una violación del derecho humano a la vida. Aquí, las
personas menos familiarizadas con el tema podrán pensar que estamos frente
a un absurdo, o al menos ante una situación preocupante, sin embargo ya
veremos que no es así. Existen razones para que algunos casos, como el
arriba planteado, constituyan violaciones a los derechos humanos, y otros, muy
similares, no.

La calificación del hecho, como violatorio o no de derechos humanos en


sentido técnico dependerá de la calidad del agente agresor, y eventualmente
de las circunstancias del caso.

Si quien produjo el hecho que acabó con la vida de un tercero fue un particular,
entonces se tratará sólo de un homicidio; pero si quien lo hizo fue, por ejemplo,
un agente policial excediendo las funciones a su cargo, entonces sí, ese delito
de homicidio podrá y deberá ser considerado además como una violación del
derecho humano a la vida. Allí estaríamos frente a un supuesto de violación por
acción y cometido en forma directa.

Ahora bien, si el homicidio lo hubiera practicado un particular, pero valiéndose


de un dejar hacer estatal, imaginemos que el hecho ocurre frente a la mirada
del policía del caso anterior, que estando en condiciones de intervenir decide
no hacerlo, también estaríamos frente a una violación de derechos humanos,
pero no por lo que el particular hizo, sino por lo que el funcionario policial no
hizo debiendo hacer. El caso sería de violación por omisión.

Lo mismo sucedería si el particular actúa bajo las órdenes estatales, en cuyo


caso la violación se cometería de modo indirecto.

Lo expresado no significa que la vida de una persona es de mayor valor en un


caso que en otro, en ambos la vida es idénticamente valiosa y la conducta
homicida igualmente reprochable. Lo que sucede es que cuando el hecho
proviene de un funcionario público o una funcionaria pública, revela mayor
gravedad porque allí quien actúa lo hace en representación del estado y de la
sociedad en su conjunto, generalmente valiéndose de una mayor cuota de
poder.

Con esto he querido señalar que no basta con que se trate de un derecho
humano vulnerado para hablar técnicamente de violación derechos humanos.

La responsabilidad estatal y la lucha contra la impunidad.

Hemos visto, entonces, que no toda acción u omisión lesiva de un derecho


humano será considerada como violación de derechos humanos, veremos
ahora que toda violación de derechos humanos generará responsabilidad del
Estado infractor.

Cuando el Estado incumple su deber inicial de respeto y/o garantía de los


derechos humanos, dando lugar a la violación de derechos básicos de las
personas, surge una nueva serie de obligaciones estatales respecto del hecho
ocurrido, estas obligaciones son las de investigar lo sucedido, sancionar a la
persona o a las personas responsables y reparar los efectos de la violación en
favor de la víctima, y/o sus familiares.

De modo que, frente a una violación a los derechos humanos ocurrida en un


Estado, es el propio Estado el primero que debe ser llamado a resolver los
efectos de esa violación, a través de la investigación, sanción y reparación.

Sólo cuando el Estado no lo hace, o lo hace inadecuadamente, porque no


investigó con todos los medios que tenía a su alcance, o porque haciendo esto
no sancionó de la forma debida a sus responsables, o aún cuando sancionando
no reparó plenamente los intereses de las víctimas o sus familiares, se podrá
estar en presencia de lo que se denomina responsabilidad internacional del
Estado.
En esos casos todos y todas tenemos la posibilidad de acudir a los
mecanismos de reclamación y protección de los derechos humanos
consagrados en los sistemas internacionales de protección de los derechos
humanos, a los que nos introduciremos en la Unidad siguiente.

Consideraciones finales

La voluntad de construir sociedades más justas nos obliga a asumir mayores


compromisos en distintas áreas de la vida, uno de ellos se vincula con el deber
de conocer mejor nuestros derechos, para poder contribuir más eficazmente en
sus mecanismos, formales e informales, de difusión y promoción; y la tarea
docente nos brinda una notable oportunidad para avanzar en ese sentido.

En la Unidad que hemos compartido se han presentado algunas ideas y


otorgado herramientas capaces de cooperar con nuestros desafíos cotidianos.

Saber cuáles son los derechos que nos asisten, y aproximarnos a los medios
de reclamación que pueden activarse ante eventuales afectaciones, nos a
acerca, individual y colectivamente, a ideales de disfrute.

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