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ARQUIDIÓCESIS DE BUCARAMANGA

PASTORAL VOCACIONAL
AÑO DEL ENCUENTRO CON JESUCRISTO
EN LOS HERMANOS POR MARÍA,
CAMINO SEGURO PARA LLEGAR A ÉL

HORA SANTA POR LAS VOCACIONES


A LA VIDA SACERDOTAL Y CONSAGRADA
CANTO INICIAL
INVOCACIÓN INICIAL
V/ Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar
R/ Sea por siempre bendito y alabado
OFRECIMIENTO
Venimos a adorarte, Jesús, porque eres el Hijo de Dios, Uno con el Padre y el
Espíritu Santo. Vives desde siempre y para siempre. Posees la plenitud de la
gracia y eres Camino, Verdad y Vida. Junto con el Padre creaste todas las
cosas y te ha sido dado todo el poder en el cielo y en la tierra. Eres digno de
adoración, gloria y alabanza por siempre. Por eso te agradecemos, que te
hayas hecho hombre; que estés formado de nuestro mismo barro; que hayas
asumido nuestra humanidad, que conozcas nuestras angustias, depresiones y
miedos; que hayas saboreado nuestras mismas alegrías, ilusiones y éxitos. Te
damos gracias, porque nos has llamado hoy, a estar a tus pies, a vivir en el
amor que tú nos das. Nos has amado Señor y ahora, nuestro corazón estará
inquieto hasta que descanse en ti. Porque sólo Tú, Señor, eres nuestro refugio,
escudo y amparo. Sólo en ti confiamos, pues nunca nos abandonas. Incluso,
llegaste a una muerte de cruz, por nuestra salvación; y con un amor extremo y
sin límites, nos has amado y perdonado. Nos enseñas, que todos nosotros muy
valiosos para ti, porque valemos el precio de tu sangre, la misma sangre que
has derramado por nuestra redención. Gracias Jesús por amarnos tanto,
venimos a entregarte nuestro amor a veces muy convencido y fiel, en otras
ocasiones, un amor frágil capaz de venderte y traicionarte. Tú conoces nuestro
corazón y debilidad, aun así no dejas de amarnos. Danos pues tu gracia y tu
Espíritu para que te amemos cada día más en el hermano que está a nuestro
lado, en el que sufre, el triste, el que necesita de consuelo y paz.
Nos unimos en oración, durante este mes de junio a las intenciones del Papa
Francisco por la evangelización, en especial por los sacerdotes para que, con
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la sobriedad y la humildad de sus vidas, se comprometan en una solidaridad


activa hacia los más pobres. Rezamos también por nuestro Obispo Ismael
Rueda Sierra, por la Arquidiócesis de Bucaramanga, por nuestra comunidad
parroquial, por las vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa. En este
momento de encuentro con Cristo; presentémosle a Él, la vida de aquellas
personas que peregrinan con nosotros, y acompañados de la Virgen Santísima,
verdadera y auténtica discípula de Jesús, oremos por ellas, ofreciendo el
ángelus:
ANGELUS
V. El Ángel del Señor anunció a María
R. Y ella concibió por obra del Espíritu Santo.
Dios te salve María…
V. He aquí la esclava del Señor
R. Hágase en mí según tu Palabra
Dios te salve María…
V. Y el Verbo de Dios se hizo carne
R. Y habitó entre nosotros.
Dios te salve María…
V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas y gracias de Nuestro
Señor Jesucristo
ORACIÓN
Infunde, Señor tu gracia en nuestros corazones para que cuantos, por el
anuncio del ángel, hayamos conocido la encarnación de tu Hijo Jesucristo, por
su pasión y su cruz lleguemos a la gloria de su resurrección. Por Jesucristo,
Nuestro Señor. Amén.
CANTO DE INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
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AÑO DEL ENCUENTRO CON JESUCRISTO
EN LOS HERMANOS POR MARÍA,
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ORACIÓN AL ESPIRITU SANTO


(Cardenal Verdier)

“Oh Espíritu Santo,


Amor del Padre, y del Hijo:

Inspírame siempre
lo que debo pensar,
lo que debo decir,
cómo debo decirlo,
lo que debo callar,
cómo debo actuar,
lo que debo hacer,
para gloria de Dios,
bien de las almas
y mi propia santificación.

Espíritu Santo,
dame agudeza para entender,
capacidad para retener,
método y facultad para aprender,
sutileza para interpretar,
gracia y eficacia para hablar.

Dame acierto al empezar,


dirección al progresar
y perfección al acabar.”
Amén

CANTO A LA PROCLAMACIÓN DE LA PALABRA


TEXTO BÍBLICO
LECTURA DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES 2,1-11
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De
pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que
resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas
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lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de
ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en
distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse.
Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo.
Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque
cada uno los oía hablar en su propia lengua. Con gran admiración y estupor
decían: «¿Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos? ¿Cómo es
que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua? Partos, medos y
elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en
Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor, en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la
Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y
árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios»
Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
Preparándonos en oración para la Solemnidad de Pentecostés, pidamos al
Señor, que nos envíe su Espíritu y que al darnos sus dones, seamos capaces de
decirle sí a su llamada. Que iluminados por el Espíritu Santo, podamos
discernir los signos de los tiempos a la luz del Evangelio y de la vida
cotidiana.
1. El tiempo de la Iglesia, es el tiempo de la promesa, el tiempo del Espíritu
Santo
Jesús mismo, antes de subir a los cielos, dice a los Apóstoles: «Yo voy a
enviar sobre ustedes la Promesa de mi Padre. Ustedes quédense en la ciudad
hasta que sean revestidos de la fuerza que viene de lo alto» (Lc 24,49). Jesús
quiere preparar directamente a los Apóstoles para el cumplimiento de la
«promesa del Padre». El evangelista Lucas repite la misma recomendación
final del Maestro también en los primeros versículos de los Hechos de los
Apóstoles: «Mientras estaba comiendo con ellos, les mandó que no se
ausentaran de Jerusalén, sino que aguardaran la promesa del Padre» (1, 4).
Durante toda su actividad mesiánica, Jesús, predicando sobre el reino de Dios,
preparaba «el tiempo de la Iglesia», que debía comenzar después de su partida.
Cuando ésta ya se hallaba próxima, les anunció que estaba para llegar el día
que iba a comenzar ese tiempo (cf. Hch 1,5), a saber, el día de la venida del
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Espíritu Santo. Y mirando hacia el futuro, agregó: «Recibirán la fuerza del


Espíritu Santo, que vendrá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en
toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra» (Hch 1,8).
2. Cristo nos envía la promesa del Padre, el Espíritu Santo
Cuando llegó el día de Pentecostés, los Apóstoles, que estaban reunidos en
oración en compañía de la Madre del Señor, tuvieron la demostración de que
Jesucristo obraba de acuerdo con lo que había anunciado, es decir: se estaba
cumpliendo «la promesa del Padre». Lo proclamó Simón Pedro, el primero de
entre los Apóstoles, hablando a la asamblea. Pedro habló recordando en
primer lugar la muerte en la cruz y, luego, el testimonio de la resurrección y la
venida del Espíritu Santo: «A este Jesús, Dios lo resucitó, y de ello, somos
testigos todos nosotros » (Hch 2,32-33).
Pedro afirma ya desde el primer día que la «promesa del Padre» se cumple
como fruto de la redención porque Cristo, el Hijo exaltado «a la diestra de
Dios», en virtud de su cruz y resurrección manda al Espíritu, como había
anunciado ya antes de su pasión, en el momento de la despedida en el
Cenáculo.
3. El Espíritu Santo actúa en nosotros
El Espíritu Santo comenzaba así la misión de la Iglesia instituida para todos
los hombres. Pero no podemos olvidar que el Espíritu Santo obraba como
«Dios desconocido» (Hch 17,23) ya antes de Pentecostés. Obraba de modo
particular en la Antigua Alianza, iluminando y guiando al pueblo elegido por
el camino que llevaba la historia antigua hacia el Mesías. Obraba en los
mensajes de los profetas y en los escritos de todos los autores inspirados.
Obró, sobre todo, en la encarnación del Hijo, como testimonian el Evangelio
de la anunciación y la historia de los acontecimientos sucesivos relacionados
con la venida al mundo del Verbo eterno que asumió la naturaleza humana. El
Espíritu Santo obró en el Mesías y alrededor del Mesías desde el momento
mismo en que Jesús empezó su misión mesiánica en Israel, como atestiguan
los textos evangélicos acerca de la teofanía durante el bautismo en el Jordán y
sus declaraciones en la sinagoga de Nazaret. Pero desde aquel momento, y a lo
largo de toda la vida de Jesús, iban acentuándose y renovándose las promesas
de una venida futura y definitiva del Espíritu Santo. Juan Bautista relacionaba
la misión del Mesías con un nuevo bautismo «en el Espíritu Santo», Jesús
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prometía «ríos de agua viva» a quienes creyeran en él, tal como narra el
evangelio de Juan, que explica así esta promesa: «Esto lo decía refiriéndose al
Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él. Porque aún no había
Espíritu, pues todavía Jesús no había sido glorificado» (Jn 7,39). El día de
Pentecostés, Cristo, habiendo sido ya glorificado tras el cumplimiento final de
su misión, hizo brotar de su seno «ríos de agua viva» e infundió el Espíritu
para llenar de vida divina a los Apóstoles y todos los creyentes. Así, pudieron
ser «bautizados en un solo Espíritu» (cf. 1Co 12,13). Éste fue el comienzo del
crecimiento de la Iglesia.
4. El protagonista de la misión de la Iglesia y de la misión de nuestra
comunidad, es el Espíritu Santo
Como escribió el concilio Vaticano II, «Cristo envió de parte del Padre al
Espíritu Santo, para que llevara a cabo interiormente su obra salvífica e
impulsara a la Iglesia a extenderse a sí misma. El Espíritu Santo obraba ya, sin
duda, en el mundo antes de que Cristo fuera glorificado. Sin embargo, el día
de Pentecostés descendió sobre los discípulos para permanecer con ellos para
siempre; la Iglesia se manifestó públicamente ante la multitud; comenzó la
difusión del Evangelio por la predicación y fue, por fin, prefigurada la unión
de los pueblos en la catolicidad de la fe por medio de la Iglesia de la Nueva
Alianza, que habla en todas las lenguas, comprende y abraza en la caridad
todas las lenguas y supera así la dispersión de Babel» (Ad gentes AGD 4).
El texto conciliar pone de relieve en qué consiste la acción del Espíritu Santo
en la Iglesia, a partir del día de Pentecostés. Se trata de unción salvífica e
interior que, al mismo tiempo, se manifiesta externamente en el nacimiento de
la comunidad e institución de salvación. Esa comunidad, la comunidad de los
primeros discípulos está completamente impregnada por el amor que supera
todas las diferencias y las divisiones de orden terreno. El acontecimiento de
Pentecostés es signo de una expresión de fe en Dios comprensible para todos,
a pesar de la diversidad de las lenguas. Los Hechos de los Apóstoles aseguran
que la gente, reunida en torno a los Apóstoles en aquella primera
manifestación pública de la Iglesia, decía extrañada: « ¿Es que no son galileos
todos estos que están hablando? Pues ¿cómo cada uno de nosotros los oímos
en nuestra propia lengua nativa?» (Hch 2,7-8).
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5. El Espíritu Santo, nos hace testigos de la Buena Nueva, con un corazón


abierto a la Palabra de Dios y disponibles a la Misión
La Iglesia recién nacida, de ese modo, por obra del Espíritu Santo, el día de
Pentecostés, se manifiesta inmediatamente al mundo. No es una comunidad
cerrada, sino abierta, podría decirse abierta de par en par; a todas las naciones
«hasta los confines de la tierra» (Hch 1,8). Quienes entran en esta comunidad
mediante el bautismo, llegan a ser, en virtud del Espíritu Santo de verdad,
testigos de la Buena Nueva, dispuestos para transmitirla a los demás. Es, por
tanto, una comunidad dinámica, apostólica: la Iglesia «en estado de misión».
El mismo Espíritu Santo es el primero que «da testimonio» de Cristo (cf. Jn
15,26), y este testimonio invade el alma y el corazón de quienes participan en
Pentecostés, los cuales, a su vez, se convierten en testigos y anunciadores. Las
«lenguas como de fuego» (Hch 2,3) que se posan sobre la cabeza de cada uno
de los presentes constituyen el signo externo del entusiasmo que el Espíritu
Santo había suscitado en ellos. Este entusiasmo se extiende de los Apóstoles a
sus oyentes, ya desde el primer día en que, después del discurso de Pedro, «se
unieron unas tres mil almas» (Hch 2,41).
6. Pidamos los dones del entendimiento, consejo, ciencia, piedad, fortaleza,
sabiduría y temor de Dios, para que estando llenos del Espíritu Santo,
construyamos el Reino de Dios.
Todo el libro de los Hechos de los Apóstoles es una gran descripción de la
acción del Espíritu Santo en los comienzos de la Iglesia, que como leemos «se
edificaba y progresaba en el temor del Señor y estaba llena de la consolación
del Espíritu Santo» (Hch 9,31). Es bien sabido que no faltaron dificultades
internas y persecuciones, y que surgieron los primeros mártires. Pero los
Apóstoles tenían la certeza de que era el Espíritu Santo quien los guiaba. Esta
conciencia se iba a formalizar, en cierto modo, durante el Concilio de
Jerusalén, cuyas resoluciones comienzan con las palabras «hemos decidido el
Espíritu Santo y nosotros...» (Hch 15,28). De esta manera, la comunidad
testimoniaba la conciencia que tenía de estar obrando movida por la acción del
Espíritu Santo. Que este mismo Espíritu llene los corazones de los jóvenes y
los impulse a dar su vida por el Evangelio con una entrega plena y
desinteresada. (Adaptación de la Audiencia General de San Juan Pablo II,
miércoles 2 de octubre de 1991, El Espíritu Santo en el origen de la Iglesia)
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ORACIÓN POR LAS VOCACIONES

Dios, Padre y Pastor de todos los hombres, Tú quieres que no falten hoy día,
hombres y mujeres de fe, que consagren sus vidas al servicio del evangelio y
al cuidado de la Iglesia. Haz que tu Espíritu Santo ilumine los corazones, y
fortalezca las voluntades de tus fieles, para que, acogiendo tu llamada, lleguen
a ser los Sacerdotes y Diáconos, Religiosos, Religiosas y Consagrados que tu
Pueblo necesita. La cosecha es abundante, y los operarios pocos. Envía, Señor,
operarios a tu mies. Amén.

PRECES POR LOS SACERDOTES

Glorifiquemos a Cristo, constituido pontífice en favor de los hombres en lo


que se refiere a Dios, y supliquémosle humildemente diciendo:

R/ Apacienta a tu pueblo, Señor

A nuestro Santísimo Padre el Papa, Dale Señor tu corazón de Buen Pastor.


Oremos. R/
A los sucesores de los Apóstoles, Dales Señor, solicitud paternal por sus
sacerdotes. R/
A los Obispos puestos por el Espíritu Santo, Compromételos con sus ovejas.
R/
A los párrocos, Enséñales a servir y a no desear ser servidos. R/
A los confesores y directores espirituales, Hazlos Señor, instrumentos dóciles
de tu Espíritu. R/
A los que anuncian tu palabra, Que comuniquen espíritu y vida. R/
A los asistentes de apostolado seglar, Que lo impulsen con su testimonio. R/
A los que trabajan por la juventud, Que la comprometan con el Reino de Dios.
R/
A los que trabajan entre los pobres, Haz que te vean y te sirvan en ellos,
Señor. R/
A los que atienden a los enfermos, Que les enseñen el valor del sufrimiento R/
A los sacerdotes pobres, Socórrelos. R/
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A los sacerdotes enfermos, Sánalos. R/


A los sacerdotes ancianos, Dales alegre esperanza. R/
A los tristes y afligidos, Consuélalos. R/
A los sacerdotes turbados, Dales tu paz. R/
A los que están en crisis, Muéstrales tu camino, Señor. R/
A los calumniados y perseguidos, Defiende su causa, Señor. R/
A los sacerdotes desalentados, Reanímalos, Señor. R/
A los que aspiran al sacerdocio, Dales la perseverancia. R/
A todos los sacerdotes, Dales fidelidad a Ti y a tu Iglesia. R/
A todos los sacerdotes, Dales obediencia y amor al Papa. R/
A todos los sacerdotes, Que vivan en comunión con su Obispo, R/
Que todos los sacerdotes, Sean uno como Tú y el Padre. R/
Que todos los sacerdotes, Promuevan la justicia. R/
Que todos los sacerdotes, Colaboren en la unidad del presbiterio. R/
Que todos los sacerdotes, llenos de Ti, vivan con alegría en el celibato. R/
A todos los sacerdotes, Dales la plenitud de tu Espíritu y transfórmalos en Ti.
R/

V. Les diste a comer Pan del Cielo


R. Que contiene en sí todo deleite
OREMOS
Oh Dios, que en este admirable sacramento nos dejaste el memorial de tu
Pasión, te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios
de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente el fruto de
tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Se realiza la bendición con Jesús Eucaristía
ALABANZAS AL SANTÍSIMO
Bendito sea Dios
Bendito sea su santo Nombre
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Bendito sea Jesucristo, Dios y hombre verdadero.


Bendito sea el Nombre de Jesús
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendito sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el nombre de María Virgen y Madre.
Bendito sea San José, su castísimo esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.
INVOCACIONES
Señor danos sacerdotes…
Señor danos santos sacerdotes…
Señor danos muchos santos sacerdotes…
Señor danos religiosos y religiosas…
Señor danos santos religiosos y religiosas…
Señor danos muchos santos religiosos y religiosas…
Señor danos familias…
Señor danos santas familias…
Señor danos muchas santas familias…

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