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PARCIAL DE HISTORIA DE LAS IDEAS POLITICAS

POR

SARA MARIA PEREZ ROA

Materia: Historia de las ideas políticas

Docente: Fernando Peláez Arango

Grupo: 101

INSTITUCION UNIVERSITARIA DE ENVIGADO

ENVIGADO
2018

Es necesario comprender por completo los artículos 1º y 2º de la Constitución


política de Colombia, para poder realizar un análisis explícito y crítico de ellos.

Artículo 1º

Cuando en la Constitución se dice: “Colombia es un Estado social de derecho,


organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus
entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto
de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la
integran y en la prevalencia del interés general.” se hace referencia a Colombia
como un Estado donde el poder está concentrado y existe un solo centro de poder
político, que extiende su accionar a lo largo de todo su territorio, transfiriéndolo de
un estado central hacia otras estructuras de gobierno jerárquicamente
subordinadas (gobernación, alcaldía, localidad) y las entidades territoriales gozan
de autonomía siempre y cuando estén dentro de los marcos señalados en la Carta
Política y con plena observancia de las condiciones que establezca la ley.

Cuando expresamos que es una República democrática, participativa y pluralista,


hacemos referencia a que la SOBERANÍA está en el pueblo, el derecho a elegir y
a controlar a sus gobernantes; teniendo en cuenta las diversas posiciones o
pensamientos ideológicos como ciudadanos.

En Colombia según su Constitución política, prevalece el respeto por la dignidad


humana, bajo la premisa de que por el solo hecho de ser persona, se adquiere el
derecho de valorar y respetar las características y condiciones particulares del ser
humano como la raza, sexo, religión u otras, aunque en esencia todos seamos
iguales como sujetos de derechos y en donde aquellos con menores posibilidades
deban ser ayudados por el Estado para que tengan igualdad de oportunidades,
buscando siempre la favorabilidad y el bien común por encima del bien particular.

Artículo 2º

En su enunciado “Son fines esenciales del Estado: servir a la comunidad,


promover la prosperidad general y garantizar la efectividad de los principios,
derechos y deberes consagrados en la Constitución; facilitar la participación de
todos en las decisiones que los afectan y en la vida económica, política,
administrativa y cultural de la Nación; defender la independencia nacional,
mantener la integridad territorial y asegurar la convivencia pacífica y la vigencia
de un orden justo. Las autoridades de la República están instituidas para proteger
a todas las personas residentes en Colombia, en su vida, honra, bienes,
creencias, y demás derechos y libertades, y para asegurar el cumplimiento de los
deberes sociales del Estado y de los particulares.” la constitución expresa que
para el Estado es de vital importancia trabajar y promover el bien común
garantizado a través de principios, derechos y deberes efectivos; además de
propiciar la inclusión en la utilización de mecanismos que permitan decidir sobre
asuntos relevantes de la nación; el Estado impone su voluntad en nombre de la
nación y protege su territorio, trabaja para mantener la paz, la equidad y la justicia.
Para garantizar la protección de los habitantes del país, existen las autoridades de
la República, las cuales se ocupan en especial de proteger los derechos y
libertades de los colombianos y además velan porque el estado cumpla sus
deberes sociales.

De lo anterior ¿se puede decir que nuestra constitución busca la felicidad de las
personas? Pienso que sí, porque si se cumpliese todo lo plasmado en los artículos
1º y 2º de nuestra Constitución política se supliría en un alto porcentaje las
expectativas de los residentes en Colombia, sin embargo la realidad dista de lo
escrito cuando vemos la incapacidad del estado para cumplir a cabalidad estas
leyes, además de la indiferencia de los colombianos para ejercer nuestros
privilegios representados en la larga lista de derechos que se nos otorgan. Podría
decirse que todo esto se debe a la falta de principios, al crecimiento de la brecha
entre pobres y ricos (donde cada día hay menos ricos con mayor riqueza y más
pobres con mayor pobreza) y al cada vez más difícil acceso a los servicios vitales
para el desarrollo de una sociedad sana, entre ellos y quizá el más relevante, el de
la educación que nos permitiría desarrollar nuestros actos con un criterio más
pensado en el bien común y duradero y este actuar se convierta en un hábito.

Según Aristóteles: “el mejor Estado es el que garantiza al cuerpo social el mayor
grado de felicidad, en este sentido el Estado ideal aristotélico está compuesto de
dos elementos imprescindibles, que determinan su carácter de clase:

- El dominio numérico y político de la clase media, como elemento de


equilibrio entre las clases beligerantes, la de los muy ricos y la de los muy
pobres.
- La determinación del carácter general de la educación, como elemento para
cultivar la virtud, ya que ésta consiste en un aprendizaje y en un hábito.

La felicidad aristotélica adquiere una triple naturaleza: hay que ser racional, estar
liberado de todo trabajo, y actuar de una determinada manera. En este sentido, es
cierto que la felicidad tiene un carácter individual, depende en primera instancia
del hombre individual (de su voluntad), pero su actuación está determinada
socialmente, es obra del Estado, actuando mediante la educación. La educación
adquiere así el carácter de actividad social determinante para la felicidad
individual, y a la vez, un carácter de clase al estar dirigido exclusivamente a los
ciudadanos.”

Cuando analizamos los dos primeros artículos de la constitución encontramos que


expresa de manera brillante la conformación de poder de nuestra república y sus
maravillosos fines para garantizar de forma equitativa la obtención de derechos,
deberes, bienes y servicios, sin embargo problema radica en quienes elegimos
para que nos representen con el poder que les hemos dado, debido a que muchos
de ellos con sus actos han contribuido a que se generalice la poca credibilidad en
la efectividad de las leyes y se irrespeten estas a tal punto que en muchos casos
se esté tomando la justicia por mano propia.

El incumplimiento constante de las leyes se llega a tornar en costumbre o hábito


para quienes las tienen. Esta manera de actuar hace que la crisis de credibilidad
en las instituciones se agrave.

Cuando no se está de acuerdo con una ley, se tiene el derecho a promover que
esta sea derogada o modificada, sin embargo, las leyes deben cumplirse mientras
tengan vigencia, así funciona en un Estado de Derecho.

En lugar de recalcar lo que la ley manda y actuar en consecuencia, se hace todo


lo contrario y por eso se agrava y viene el conflicto. Hay que cumplir con lo que
dice la ley, en todos los campos. En todas las acciones, las públicas y las
privadas. Las autoridades, por supuesto, pero también los ciudadanos debemos
cumplir, siempre, con lo que dicen las normas legales establecidas y no de
acuerdo a intereses y conveniencias.

No creer en nuestro propio sistema de leyes es altamente nocivo para la nación,


porque como es sustentado por Dworkin “la mejor garantía que podemos tener
para el reconocimiento y la protección de nuestros derechos más fundamentales,
es la creencia en la ley. La peor amenaza a tales derechos proviene de quienes
son escépticos a ella. `Tomar los derechos en serio’, esto es, no ser escépticos
sino creyentes en la ley, es lo que ofrece la mejor protección que es posible
conseguir, para nuestros derechos más fundamentales para la vida, y por tanto
para nuestra libertad, felicidad y bienestar.”

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