Sei sulla pagina 1di 34

MEMORIA IMPOSIBLE, OVIDO IMPOSIBLE

1Nunca el tema de la memoria había ocupado un lugar tan


destacado como en los años recientes, no solamente en las
ciencias sociales, sino en la presentación que los individuos
suelen hacer de sí mismos. La paradoja es que esta situación
coincide, en muchos sentidos, con un momento en el cual el
presente ha dejado de articularse con el pasado y ya no parece
abrirse hacia un horizonte de futuro2. No es exagerado decir que
la exaltación de la memoria marca el final de una relación con la
historia que se había impuesto en los siglos XIX y XX.
 3 A propósito del ”presentismo”, cf. Zaki Laïdi,Un monde privé de
sens,1994, París: Fayard.

2Este hecho se encuentra vinculado, sin lugar a dudas, con el


desmoronamiento de los Estados nacionales tanto en el plano
concreto como en el plano simbólico. Los Estados nacionales
durante un largo período sirvieron de soporte, al mismo
tiempo, a una memoria nacional y a visiones de la historia. De
Hegel a Renan, el vínculo entre estos dos aspectos se había
puesto de manifiesto de manera constante. El proceso reciente de
globalización no se refiere solamente a la producción económica
o a la circulación de bienes culturales, sino que afecta
directamente el contenido de la soberanía política. La
interferencia entre los acontecimientos de diversas partes del
mundo es cada vez más evidente y alimenta una incertidumbre
inédita. Un permanente ”presentismo” prevalece y, sobre la base
de lo instantáneo y de lo fugaz,provoca el olvido de la tradición y
hace imposible la proyección hacia el futuro3. Los ”grandes
relatos” se borran, sobre todo los que se sustentan en el esquema
de una historia acumulativa, pero también los que se basan en
filosofías evolucionistas de la historia.
 4 Cf. Eric Conan y Henry Rousso, Vichy, un passé qui ne passe pas,
1996, París: Gallimard.

3En el seno de cada sociedad, el reflujo de la historicidad, tal


como había sido elaborada en relación con la temática
nacional, ha llevado, además, a poner en evidencia las catástrofes
que marcaron su historia. Las dos guerras mundiales en muchos
países, el nazismo en Alemania o, en otra forma, Vichy en Francia
son de aquellos ”pasados que no pasan”4. Cuando la memoria de
estos momentos invade el campo de las representaciones
sociales, contribuye a minar las instituciones y a poner en
cuestión la posibilidad de una proyección hacia el futuro.
 5 Cf. Marcel Gauchet, La religion dans la démocratie, 1998, París:
Gallimard.

4La globalización y el debilitamiento del Estado nacional


conducen al surgimiento de las afirmaciones identitarias. Este
surgimiento va a la par con una nueva concepción de la
representación. La representación política,que durante un largo
período, en ruptura con la esfera de lo privado y la
particularidad, había garantizado una representación del interés
general, a partir de un momento determinado, debe tomar a su
cargo las especificidades identitarias. La ciudadanía a la manera
antigua es substituida progresivamente por una lógica
del ”reconocimiento” y por la exaltación de la ”sociedad civil”5.
Sin embargo, el pluralismo de las memorias que de allí se
deriva, al favorecer a su vez la deconstrucción de las memorias
nacionales, contribuye a desplazar la atención sobre la faz oscura
de estas últimas.
5Colombia, como los demás países, no escapa a esta coyuntura
intelectual y política calificada a menudo como ”posmoderna”
porque sufre, como todos, los efectos de la globalización. Sus
manifestaciones se han agravado por el hecho de que este país
ha estado siempre a mitad de camino en el proceso de formación
del Estado-nación o de una simbólica unitaria y casi nunca ha
dispuesto de visiones de la historia que garanticen su relación
con el futuro. Las afirmaciones identitarias recientes no han
logrado llenar el vacío dejado por el hundimiento de los partidos
políticos.
6La crisis de la relación con la historia ha estado ligada en
Colombia con el conflicto interno que atraviesa al país y que
algunos no dudan en calificar de ”guerra civil”. No obstante, este
conflicto se distingue tanto de las guerras civiles ”clásicas” como
de las guerras civiles actuales y la referencia a la memoria es,
precisamente, la que hace posible establecer la diferencia.
7Las guerras civiles clásicas, aquellas que se desarrollan
alrededor de principios ideológicos o de concepciones del mundo
opuestas, se acompañan muy a menudo de conflictos de
memoria, ya que oponen, con frecuencia, a los que hacen un
llamado al mantenimiento de la tradición o el regreso a ella con
los que pretenden anularla.
8Bien sea que se trate de la ”guerra de Vendée” durante la
Revolución Francesa o de la guerra de España, para solo tomar
dos ejemplos, la referencia a la ”tradición” desempeña un papel
central en los insurgentes sobre la base, obviamente, de que la
tradición que se considera no es la que resulta de un proceso
inscrito en la larga duración, sino la que se construye a través de
las prácticas inherentes al conflicto. Frente a estos actores se
encuentran los que aspiran a hacer tabula rasa del pasado, así
solo sea parcialmente, y empezar de nuevo desde cero. Los
revolucionarios franceses, los revolucionarios rusos, muchos de
los ”republicanos españoles” intentaron hacerlo cuando quisieron
destruir todas las antiguas reglas coercitivas e imponer su
”voluntad” allí mismo donde prevalecía una aceptación del orden
de cosas como ”natural”.
9A posteriori, los analistas tratan de demostrar que el pasado no
puede ser tan fácilmente abolido. Burke lo dijo en el momento
mismo a propósito de la Revolución Francesa. Tocqueville mostró
poco después que, en muchos aspectos, la Revolución no había
hecho otra cosa que culminar la obra de centralización
emprendida por el ancien régime. Algunos comentaristas se han
esmerado en resaltar que el estalinismo continuó la obra de los
zares. Sin embargo, estas continuidades no impiden que, cuando
triunfa una revolución, las categorías de lo político sufren una
alteración fundamental que produce la sensación de que se
accede a ”otro mundo” y se está dando forma a una nueva
memoria.
 6 Cf. los numerosos trabajos de Olivier Roy a propósito de los
movimierntos radicales islámicos.

10Las guerras civiles que azotan algunas partes del mundo


contemporáneo producen muy poco este tipo de
representaciones. La única excepción es,sin duda, la de los
movimientos islámicos radicales que se reclaman de la
restauración del umma6, la comunidad de los creyentes. La
mayoría de ellas se limitan a tomar a su cargo las reivindicaciones
identitarias, de carácter étnico, regional o
religioso, independientemente de que comprometan otras
dimensiones, especialmente económicas. La referencia identitaria
significa que la memoria es un ingrediente importante en estos
conflictos. Una memoria obviamente remodelada por las
necesidades de la causa, que puede movilizar elementos de la
tradición, pero reinventándolos en el contexto de la modernidad.
De Bosnia Herzegovina a Ruanda, los analistas han resaltado que
fue necesaria la intervención de actores políticos y de los media, y
la utilización deliberada del terror, para imponer la imagen
de ”comunidades” incompatibles y de memorias separadas.
11Colombia experimentó, durante el siglo XX, una verdadera
guerra civil, conocida con el nombre de la Violencia. Los
historiadores actuales tienden, muy a menudo, a resaltar
dimensiones que conducen a hacer más complejo el cuadro que
se ha construido de este episodio durante un largo período. Sin
embargo, su similitud con la guerra de España es un hecho que
no se puede ignorar, poco importa si las prácticas propias de una
guerra civil no se difundieron en la misma medida sobre todo el
territorio o si formas de coexistencia se mantuvieron en el seno
de una parte de las elites. Cuando uno de los campos, el partido
conservador aliado de la Iglesia católica, no vacila en excomulgar
a las partidarios del campo contrario y pretende anular lo que
tiene que ver con el individualismo democrático para instaurar un
orden político fundado sobre principios trascendentes, nos
encontramos claramente frente a un conflicto ideológico y
podemos comprender cómo se movilizan y se forjan las
memorias.
12La memoria partidista tiende a borrarse en los últimos tiempos,
pero la memoria de la Violencia no se ha disuelto; como lo
veremos ampliamente más adelante, esta última tiene una
función considerable en el conflicto actual.
13El conflicto actual no opone, sin embargo, dos visiones del
mundo o, al menos, solo una minoría de colombianos se
subscribe a esta percepción de un antagonismo insuperable. Las
guerrillas pueden ciertamente haber convencido a algunos
sectores de la profunda injusticia del sistema y de la necesidad
imperiosa de las transformaciones sociales, pero se han
abstenido de anunciar que quieren hacer tabla rasa de todo el
pasado y engendrar un ”hombre nuevo”. Por lo demás, este
conflicto no remite tampoco a poderosos componentes
identitarios; los que se han consolidado en los últimos decenios,
como es el caso de las poblaciones indígenas o afrocolombianas,
no han sido tomados a su cargo por los actores armados; muy
por el contrario, han sido rechazados por ellos y las poblaciones
comprometidas están en el primer rango entre las víctimas del
conflicto. El conflicto compromete a actores que se dicen
políticos, es decir, que luchan por otra distribución del poder y
por un cambio de las estructuras sociales; si no tienen (o ya no
tienen) la capacidad de arrastrar a ”las masas” por la ideología,
intentan hacerlo acudiendo a las presiones o las amenazas
políticas.
14Como en todo conflicto político, los actores organizados se
esfuerzan por movilizar a su favor una memoria social y darle un
giro político. Los diversos sectores sobre los cuales ejercen su
presión poseen, por su parte, una memoria diversificada
susceptible o no de integrarse con la que promueven estos
actores.
15Pero la dimensión política del conflicto no lo comprende todo.
Los actores llamados ”políticos” tienen estrategias que pasan
también por asumir el control de los recursos económicos. Otros
actores intervienen, como los grupos de narcotraficantes o las
bandas urbanas que tienen objetivos políticos muy limitados. La
combinación de dimensiones heterogéneas oscurece la
aprehensión del conflicto al hacer menos visible su eje central. A
partir de allí, la creación de una memoria a través del conflicto se
hace más problemática.
16Con mayor razón, el terror que vive una gran parte de la
población, la ley del silencio que le es impuesta cuando se
encuentra atrapada entre varios fuegos, los desplazamientos
forzozos que la afectan, la ausencia de un frente en la guerra
representan experiencias extremas pero dispersas que
engendran una memoria basada en acontecimientos, que las
víctimas no logran fácilmente inscribir en una trama productora
de sentido.
17De allí no se deriva que la memoria basada en la larga duración
se disuelva. Para tratar de dar cuenta de la experiencia de la
violencia, cada cual es obligado a hacer un llamado por su cuenta
a una memoria que dé cuenta del presente. Pero esta memoria
apenas si puede llegar a ser una memoria retroactiva, que
proyecta el presente sobre el pasado.
18Se trata, pues, de una triple imposibilidad la que quisiera
resaltar en el contexto de la guerra que hace estragos en este
momento: la imposibilidad de la memoria, la imposibilidad del
olvido y la imposibilidad de la historia. Para hacerlo, me situaré
en tres planos de análisis: la experiencia inmediata de la violencia,
las memorias que se movilizan para tratar de dar cuenta de ella y
el relato histórico que pretende reconstruir la genealogía del
conflicto interno. La confusión entre estos tres planos pone de
manifiesto, a mis ojos, la especificidad de los efectos del
conflicto.

LA EXPERIENCIA
INMEDIATA
19Mi punto de partida es la experiencia cotidiana del terror y el
miedo que muchos sectores de la poblacion colombiana tienen
que enfrentar. ¿Qué tipo de memoria se puede conformar en estas
condiciones?
20De entrada, la pregunta tiene un aspecto un poco absurdo. Lo
que prevalece en condiciones extremas como estas es una
temporalidad definida por la mera sucesion de los
acontecimientos. No por casualidad los habitantes de las veredas
rurales que se disputan paramilitares y guerrilleros empiezan la
narracion de lo ocurrido diciendo: ”ese día, ellos llegaron y
mataron”. Pasa lo mismo en las comunas de Medellín que se
encuentran en manos de las bandas juveniles: ”ese día los manes
nos hicieron una emboscada”.
21Es decir, se ubican dentro de una visión que se refiere a una
mera secuencia de acontecimientos. El ”presentismo” se impone
como categoría central de la experiencia y va a a la par con la
discontinuidad temporal: de un momento a otro, el
acontecimiento cambia el universo social de las personas
afectadas; pero el momento no crea memoria, sino, más bien,
olvido ya que cada acontecimiento nuevo va desplazando el
anterior.
 7 Cf. el capítulo ”Configuraciones del espacio,el tiempo y la subjetividad
en un contexto de terrror(...)

22El acontecimiento no crea memoria por otra razón. A medida


que los acontecimientos se suceden, se pierden también los
referentes espaciales por medio de los cuales la memoria es
posible. En la fase actual, en las zonas de mayor violencia, el
espacio social (el de los parientes, el de los vecinos, el de la
ciudad) se desdibuja para dar paso a un espacio invisible definido
por el cruce de las acciones o de las presiones de los actores que
manejan los recursos de la fuerza. En otro trabajo, he hecho
referencia al proceso de desterritorialización para subrayar el
derrumbe de los referentes espaciales acostumbrados. Este
proceso va a la par, decía en el mismo trabajo, con un proceso de
des-subjetivización, ya que la identidad del sujeto queda en
entredicho por su incapacidad de saber incluso cómo está
catalogado por los actores armados y por la necesidad de
adaptarse a unas normas cambiantes y contradictorias7.
23Lo que ayuda a la confusión es que no siempre los pobladores
pueden descifrar el contenido del conflicto. Cuando dicen, ”ellos
llegaron”, en la mayoría de los casos saben de quién se trata. En
el plano local, pueden a veces tener más simpatía por un campo
que por el otro. Pero esta diferencia rara vez se vincula con una
visión más global en términos ”amigo-enemigo”. La experiencia
enseña que no se puede confiar en la protección de ningún grupo
armado, ya que el de hoy puede estar mañana desplazado por
otro. No faltan los guerrilleros que se han pasado al lado
paramilitar. De hecho, la inmensa mayoría de la población solo
aspira a quedar por fuera del conflicto pero sabe, al mismo
tiempo, que este se libra ante todo por intermedio de la poblacion
civil.
24Estas características dificultan la construcción de un relato
sobre lo acontecido y, por lo tanto, de la memoria. La única
narrativa que existe es la individual cuando cada persona
reconstruye su trayectoria de vida. La mayor parte de las veces lo
hace describiendo su trayectoria espacial, los lugares sucesivos
de residencia. Se trata de una memoria espacial, pero relacionada
con lugares siempre perdidos. Desde el principio, cuando se
remonta a la Violencia de la década de 1950, lo que surge en la
memoria es la evocación de la pérdida del lugar de nacimiento,
del lugar originario. Se establece así una cadena entre los lugares
perdidos ahora y los perdidos ”desde el comienzo”, sin que
siempre se pueda saber quiénes fueron los responsables de esta
serie de desplazamientos y de esta sensación de pérdida.
25Todos estos elementos están presentes en el testimonio de una
mujer originaria de Cáceres, instalada más adelante en Urabá,
más precisamente en el barrio La Chinita de Apartadó, donde
logró escapar por poco de las diversas masacres ocurridas
durante la década de 1990 en ese barrio, obligada, como
consecuencia del terror, a volver inmediatamente después a
Cáceres, y desplazada finalmente a Medellín. Sobre el conflicto,
ella dice:
”No entiendo por qué pelean ellos o sea que mejor tajada quieren, no
entiendo por qué cada día crece más guerrilla y crecen más los
paracos… Quien paga somos nosotros los inocentes, los que no
tenemos vela en ese entierro.”
26Acerca de las relaciones con los vecinos de La Chinita, ella
cuenta:
”Mi vecina no me abría la boca a mi, ni yo le abría la boca a la otra,
solamente mi saludo, tienes agua, tienes comida, yo te doy, pero del
terror nadie se atrevía a abrir la boca porque los letreros que
amanecían por ahí eran ‘sapos no se qué’, o que tal cosa y tal cosa.”

27De lo ocurrido, ella observa:


 8 Extracto de una entrevista realizada por Ana María Jaramillo en el
marco de una investigación lleva (...)

”Yo mantengo recordado mi pasado sí, pero no lo quisiera vivir,


recordarlo sí, pero pues después de que pasan las cosas uno se rie.”8

LA RISA ES LA TRADUCCIÓN
DE UNA MEMORIA TRUNCA
28Incluso los muertos no siempre alcanzan a convertirse en
materia de una memoria inmediata. Por el contrario, caen en el
olvido dada la imposibilidad de llevar a cabo una celebración
colectiva en memoria de los difuntos. En un interesante trabajo
sobre el barrio Antioquia de Medellín, uno de los más marcados
por la guerra entre bandas, la antropóloga Pilar Riaños cita una
frase de un habitante acerca del tipo de olvido de los muertos que
prevalece:
”la muerte sola no es completa, la muerte completa es el olvido. Esto
lo debíamos saber mejor los habitantes de Medellín, que en los últimos
años nos ha tocado aprender en suerte, al son de sálvese quien pueda,
qué es el oficio atroz de torear la muerte, además con el capote más
rojo, más alegre, más vivo, más débil, nuestra juventud. Eso también
y con el otro lado del mismo capote hemos aprendido el oficio del
olvido.”

29Para la reconstrucción de la memoria colectiva del barrio, esta


antropóloga tomó la iniciativa de proponer a los habitantes que
reunieran los objetos que dijeran algo de los muertos, como para
construir un memorial. Cuando los lugares están perdidos, solo
quedan los objetos para conservar algo de memoria y tratar de
hacerla posible. No por casualidad los desplazados muestran los
pocos objetos, a veces fotografías, que alcanzaron a llevar con
ellos cuando tuvieron que salir.
30En otro trabajo sobre los cementerios y los rituales de
conmemoración que observan los sobrevivientes de las bandas
juveniles, la antropóloga Anne Marie Lozonczy muestra cómo, por
medio de tales rituales, se consigue conferir al muerto una
identidad personal póstuma que remplaza el anonimato que
había sido su condición en vida. Al mismo tiempo, comenta ella,
al celebrar la muerte del otro, la gente celebra de antemano la
suya. Se establece así una forma de comunicación entre los
muertos y los que aún están en vida. Al observar el culto de
ciertos muertos conocidos, tal como se celebra en algunos
cementerios de Bogotá (como en el caso de José Raquel Mercado,
el dirigente de la CTC asesinado por el M19), sugiere que más que
una memoria de larga duración, se trata de una especie de
memoria atemporal, una memoria que apunta a ubicar a los
muertos por ”fuera de cualquier temporalidad” y en la que no se
diferencia lo presente de lo pasado.

LA MEMORIA ATEMPORAL
31Llegamos así a otra expresión de la memoria. Si bien el
”acontecimiento” es lo que siempre toma de sorpresa, no deja al
mismo tiempo de ser percibido como ”anunciado”. Lo que
significa que, al lado de una memoria trunca, existe otra memoria
que se presenta en sentido opuesto como una memoria de larga
duración, hasta el punto de ser precisamente atemporal.
32De hecho, las narrativas en las que se expresa esta memoria
están basadas en la convicción de que la historia es repetitiva; lo
que sucede ahora es lo mismo que sucedía en la Violencia de la
década de 1950 y lo que sucede en la década de 1950 es lo mismo
que sucedía en las guerras civiles del siglo XIX. Prevalece la
convicción de que siempre está presente la misma violencia, una
violencia que no está relacionada con actores específicos, sino
que toma el aspecto de una fuerza bárbara que escapa al control
de todo el mundo. Durante la Violencia de la década de 1950,
muchos campesinos decían: ”llegó la Violencia” como si se tratase
de un ente concreto. En el momento actual, como ya lo
mencionamos, no siempre se nombran a los actores, como si se
tratara de fenómenos que van más allá de lo que estos hacen.
33Esta memoria la califico de memoria mítica por estar construida
como la repetición permanente de lo mismo y por estar basada
en la percepción de una contraposición entre fuerzas
impersonales, como la contraposicion de animales que aparece
en los mitos estudiados por Lévi-Strauss y que se encuentra en la
base de muchas narrativas. Pero la repetición, lo sabemos desde
Freud, es la manifestación por excelencia del traumatismo. Y
Lévi-Strauss ha mostrado, por lo demás, que el mito puede
producir efectos terribles.
34Hablar de memoria mítica no quiere decir, evidentemente, que
no se esté haciendo referencia a acontecimientos históricos
precisos. Por el contrario, múltiples huellas dejadas por
acontecimientos históricos precisos están presentes allí. Pero
estas huellas discontinuas se separan por ”espacios en blanco” y
la memoria mítica se recrea continuamente para llenar esos
espacios.
 9 La noción de ”brutalización” es tomada del historiador George
Mosse. Cf. De la Grande Guerre au tot (...)

35El episodio de la Violencia de la década de 1950 constituye casi


siempre el telón de fondo de las memorias individuales y
colectivas. Más de medio siglo después, numerosos son los
colombianos que lo evocan como si estuviera en el origen de todo
lo que les ha ocurrido después. La razón de ello no se encuentra
solamente en los sufrimientos extremos que produjo dicha
violencia. Al balance de 200 000 muertos que produjo, a los
desplazamientos y reagrupamientos forzados que
provocó, habría que agregar la experiencia de atrocidades
innombrables y una ”brutalización de las costumbres”9 que ha
quebrantado todos los referentes éticos. Si bien otras sociedades
han conocido, sobre todo en momentos de guerra, este tipo de
conmoción profunda, han logrado, sin embargo, integrarlo
progresivamente en su historia. La Violencia constituye un pasado
que nunca ha logrado llegar a ser efectivamente un pasado.
Muchas razones han contribuido para que se produzca esta
situación.
36En primer lugar, la Violencia de la década de 1950 es, como la
guerra actual, un fenómeno que no se deja fácilmente reducir a
un conflicto entre dos campos. Desde el comienzo, la oposición
entre los dos partidos tradicionales define, sin duda, un criterio
”amigo-enemigo” de validez general; no obstante, otras
dimensiones entran también en juego rápidamente, los actores
se multiplican, el conflicto se ramifica indefinidamente de
acuerdo con los lugares donde se manifiesta. De enfrentamiento
ideológico de conjunto, provocado y dirigido por las elites, la
Violencia se transforma en una miríada de masacres contra los
semejantes, los vecinos, los próximos; la venganza, el miedo, el
deseo de aprovecharse de las circunstancias tienen un lugar
igualmente importante. Desde entonces, las experiencias ya no
pueden integrarse en un relato político global. La yuxtaposición
de relatos fragmentarios, de donde no emerge ningún
metarrelato, toma el lugar del relato global. Ninguna posición de
conjunto es posible, solo hay puntos de vista dispersos.
37En segundo lugar, la manera como concluye el episodio, por su
parte, ha sido un impedimento más para la elaboración de una
forma común de descifrar lo que se produjo. El Frente Nacional
constituye, ciertamente, un dispositivo político para ponerle fin al
enfrentamiento y, a este respecto, tuvo un éxito indudable
inicialmente. Pero, al mismo tiempo que se impulsa este pacto,
no se crea un tribunal para juzgar a los responsables, ni una
comisión de verdad para establecer los hechos; por el contrario,
se impone el silencio e, igualmente, la mentira. En estas
condiciones, incluso a posteriori, no es posible la construcción de
un relato histórico. La Violencia es una guerra civil sin batallas,
sin momentos cruciales, sin héroes militares, con figuras de
resistentes que son eliminados posteriormente con mucha
frecuencia o juzgados como colaboradores del bandolerismo.
Ningún momento ha sido consagrado para rendir honores a los
combatientes o a las víctimas cuya distinción, por lo demás, al
igual que la diferencia entre culpables e inocentes, es
particularmente fluida. En estas condiciones, no es sorprendente
que su historia se reduzca a las experiencias vividas de aquellos
que estuvieron implicados.
38En tercer lugar, cualquier intento de relato de un fenómeno
como el conflicto colombiano actual supone que existe un
”origen”. ”Explicación” y atribución de un ”origen” son
inseparables. La Violencia cumple el papel de ofrecer un origen.
Poco importa que los dos episodios tengan poco que ver en
términos concretos; solo cuenta el hecho de que un vínculo
indirecto pueda ser establecido entre los dos.
 10 Cf. la traducción en español ”Idea de una historia universal en
sentido cosmopolita”, Cuarto princi (...)

39En último lugar, la particularidad de este ”origen” consiste en


que escapa,al mismo tiempo, a cualquier tipo de ubicación
temporal precisa. La Violencia es percibida por muchos como un
fenómeno que nunca tuvo un final. Si bien es normal que, en la
fase siguiente, un buen número de colombianos imputara sus
dificultades a este episodio, dos o tres generaciones
después, muchos continúan haciendo lo mismo: consideran
que, ”a causa” de la Violencia, siguen sufriendo la violencia y la
miseria. Al mismo tiempo, se estima que la Violencia no tuvo un
comienzo: toda la historia de Colombia sería la historia de la
violencia, desde las guerras civiles del siglo XIX hasta los
movimientos campesinos del siglo XX. La carencia de una
representación compartida de la Violencia logra borrar de esta
manera su carácter de episodio situado en una coyuntura
específica. El episodio termina por convertirse en un revelador de
los rasgos intemporales de la sociedad y de su régimen político.
A partir de allí, la historia pierde su carácter concreto: bajo el
aspecto de una historia repetitiva, lo que se trasluce de hecho es
una conceptualización implícita de la historia colombiana según
la cual el desorden, la injusticia, la impotencia, la violencia, lejos
de ser las consecuencias de acontecimientos,existen con
anterioridad a ellos y comandan su desarrollo. No es exagerado
hablar de ”categorías a priori” de la experiencia en el sentido
kantiano, que remiten, en este caso, a algo cuya posibilidad Kant
considera cuando se refiere al trasfondo de una ”insociable
sociabilidad” de los hombres10.
40Llegamos de esta manera a los fundamentos de la ”memoria
mítica”. En el momento actual, la atemporalidad de esta memoria
se manifiesta con frecuencia por la confusión del tiempo. En un
trabajo sobre la presencia de las mujeres en el conflicto actual,
Donny Meertens ha mostrado que ellas mezclan, muy a menudo,
sus vivencias con las referencias a los sufrimientos
experimentados durante la Violencia. El hecho es que el término
”violencia” sigue teniendo acogida cuando se habla de la nueva
guerra. De la misma manera, los combatientes relacionan, con
mucha frecuencia, los hechos del pasado con los hechos actuales.
La yuxtaposición de los tiempos subtiende la visión de la
continuidad.
41En la memoria mítica que de allí resulta, los acontecimientos
específicos que podrían servir de referencias temporales sólo
ocupan un lugar reducido, incluso cuando parecen estar
produciendo en su momento una modificación importante en el
curso de las cosas. Algunos acontecimientos de la Violencia
perduran todavía. El asesinato de Jorge Elécer Gaitán, considerado
a menudo como el punto de partida de la Violencia, pertenece a
este tipo de acontecimientos. Algunos se acuerdan igualmente de
los llamados de Laureano Gómez a obrar a sangre y fuego o de
alguna masacre próxima. En la guerra actual, raros son los
acontecimientos de gran envergadura mencionados en las
historias de vida. Aunque las personas se acuerden de ellos —la
destrucción del Palacio de Justicia, la muerte de Luis Carlos Galán
o de otros líderes como Bernardo Jaramillo o Carlos Pizarro—, no
son acontecimientos citados como esenciales; no son puntos de
inicio o de terminación, sino hechos que se inscriben en una serie.
Tanto en un caso como en el otro, se trata de fragmentos del
desarrollo histórico que se mantienen, pero por fuera de su
contexto. Todo ocurre, además, como si no existiera vínculo con
los acontecimientos cotidianos que deciden la suerte de las
personas sometidas a la guerra. La trama de lo cotidiano se ha
separado de la de las peripecias políticas. El único pasado que
cuenta es el pasado ”incorporado” de la Violencia que no permite
la aparición de ruptura alguna.
42La remisión a la experiencia anterior no implica, sin embargo,
que la memoria se haya transmitido tal cual. Ciertamente pueden
sobrevivir algunas huellas, como ya lo hemos dicho, y estas
huellas son susceptibles de producir efectos: huellas materiales,
cuando remiten a lugares o bienes perdidos; huellas de memoria,
cuando remiten a relatos fragmentarios transmitidos de una
generación a otra. Pero la memoria se reinventa a medida que se
modifican las realidades. Toda memoria es memoria a partir del
presente. La memoria de la Violencia tiene una historia en función
de las coyunturas que se han presentado después de este
episodio; no es la misma en 1965, en 1980 y en el 2000. Los
jóvenes de 2000 no pueden dar sentido a la oposición de los
partidos tradicionales, porque viven en una sociedad en la cual
estos partidos se han desmoronado. No ocurría lo mismo en
1965. Durante los últimos años, incluso, la memoria se ha tenido
que ir modificando a medida que los enfrentamientos van
cambiando de cariz. El término ”guerra” es utilizado ahora de
manera corriente para hacer referencia a la situación actual. Es
inevitable que el recurso a este término repercuta sobre la
aprehensión de las guerrillas del pasado.
43Esta memoria en perpetua mutación conserva al mismo tiempo
contenidos invariables. Más que memoria de los acontecimientos,
es, en efecto, memoria de los sufrimientos y de las atrocidades, y
estas parecen idénticas de una fase a otra. Los desplazamientos
forzados y los cuerpos mutilados se reproducen sin cesar aunque,
ciertamente, cambian los contextos y la escenificación. Durante
la violencia, la mutilación de los cuerpos remite a una concepción
de lo sagrado y del sacrilegio; lo religioso atraviesa de hecho las
prácticas de violencia. Actualmente, la mutilación de los cuerpos
opera en un contexto de secularización y de enfrentamiento
”prosaico”; más que de sacrilegio, se trata de una parodia de
sacrilegio. Sin embargo, el mismo fenómeno de ”brutalización”
está en juego y, por sí solo, establece una continuidad que se
vuelve a encontrar en la memoria. Al hablar de memoria
”incorporada”, quiero subrayar que esta brutalización induce una
memoria que solo es verbal o verbalizable de manera parcial.
44Cuando una memoria se transmite en varias generaciones a
través de fragmentos de relatos, como en el caso de la Violencia,
no busca suministrar información, sino emoción y sensaciones,
en otros términos, producir una ”impresión” en los que la reciben.
Pero esta impresión es modelada por las experiencias del
presente.
45Sin embargo, esta memoria también es definida socialmente. A
través de ella, se perpetúa la visión de la oposición entre los ”de
abajo” y los ”de arriba”. Existen zonas donde subsistía el recuerdo
de las luchas campesinas de los años 1920-1935 como Sumapaz
y el sur del Tolima. La retórica de Gaitán sobre la ”oligarquía” y el
”pueblo” no había sido olvidada y eran numerosos los que seguían
considerando que se trataba de una ” ”revolución frustrada” cuyos
efectos seguía sufriendo Colombia. El sentimiento de rabia y de
humillación que vino después, agravado con la imputación que
las elites hicieron de la violencia a la ”barbarie” del pueblo, no se
había borrado. Esta memoria se prolonga con la ”colonización
armada” organizada por los núcleos de autodefensa comunista.
Esta memoria es ante todo campesina, pero se había difundido
mucho más allá de este marco y sigue siendo el substrato de una
gran parte de la memoria popular que prolonga la concepción de
una separación entre ”nosostros” y ”ellos”.
46Sin embargo, esta memoria popular también está hecha de
olvido. La memoria deja de lado el hecho de que los campesinos
no fueron solamente ”víctimas” de la violencia, sino que ellos
mismos ”creyeron” y con frecuencia participaron voluntariamente.
Las masacres entre pueblos no fueron siempre provocadas por
los más importantes políticos; también fueron perpetradas
espontáneamente en condiciones en que las pasiones se
mezclaban con el miedo. La misma constatación es válida hoy en
día: la memoria de la victimización borra, a menudo, la de la
adhesión a la lógica de la guerra en diversos momentos y en
ciertas zonas.
 11 Si atribuyo también a Gaitán una visión apocalíptica, es que son
numeroros los textos donde este, e (...)

47Existe igualmente una memoria más profunda que remite a


unos esquemas mentales formados en el marco de los procesos
de socialización y que no se traduce en representaciones
explícitas, sino en la persistencia de ciertas actitudes, incluso de
ciertas categorías de juicio. Una generación colombiana se formó
escuchando los llamados de Gaitán a la ”restauración moral”, los
de Laureano Gómez a la ”purificación”, los de monseñor Builes a
enfrentar el ”basilisco”. Se trataba de concepciones
apocalípticas11orientadas a promover la movilización contra un
adversario más o menos definido, que contribuyeron a crear un
vasto imaginario colectivo. Los contenidos de este imaginario se
disolvieron poco después, pero, en muchos casos, su estructura
pudo subsistir y subtiende la persistencia de una visión moral
fundada sobre la dicotomía de lo ”puro” y de lo ”impuro”. No por
casualidad, probablemente, numerosos de los primeros
guerrilleros del EPL y del ELN provienen de familias laureanistas y
numerosos de los primeros guerrilleros de las FARC provienen de
familias gaitanistas. Lo que había sido vivido por sus padres como
intolerancia partidista se retranscribe en ellos en términos de
intolerancia revolucionaria, a nombre esta vez de la creación de
un mundo justo. Entre el laureanismo y la teología de la
liberación, tal como esta influye en ciertas guerrillas, las
continuidades son perceptibles con alguna
frecuencia, igualmente entre el gaitanismo y la concepción
antioligárquica de las FARC. La memoria interviene aquí, no en el
plano de los contenidos, sino de los esquemas mentales.
 12 Cf. Maurice Halbwachs, Les cadres sociaux de la mémoire, 1994,
París: Albin Michel.

48Como Halbwachs lo mostró hace mucho tiempo, la memoria


individual es una elaboración colectiva que remite a ”cuadros
sociales” cuyo fundamento se encuentra en la familia y en grupos
sociales y, por esta vía, en la memoria de estos grupos12. La
Violencia, tanto como la guerra actual,significa una amplia
ruptura de los vínculos y una transformación de los actores
sociales preexistentes. Que la memoria revista el doble aspecto
de una memoria fragmentaria inmediata y de una memoria mítica
y atemporal no debería, pues, asombrar; es ante todo una
consecuencia de que ella solo se apoya parcialmente en las
colectividades y de que los individuos solo logran darle un sentido
parcial. El fenómeno de conjunto solo es percibido a través de la
forma como se refracta en la serie de experiencias individuales.

EL RELATO HISTÓRICO
49He hecho mención hasta ahora de dos planos de la memoria: el
que remite a la experiencia inmediata de la violencia y el que
preside la inscripción de esta experiencia en la duración. Estos
dos planos dan lugar a dos tipos de relatos. Nos queda por
abordar un tercer plano: la articulación de la memoria con los
relatos de segundo grado, los que se pueden calificar de
reflexivos y pretenden tener una validez histórica.
 13 2000, París: Editions du Seuil.

50En su libro La mémoire, l’histoire, l’oubli13, Paul Ricoeur pone


el acento sobre la diferencia entre los relatos basados en la
memoria y los relatos propiamente históricos, es decir, los que
son elaborados por los historiadores. Los primeros remiten a la
temporalidad vivida, no implican una periodización definida
y, ligados a la experiencia individual o colectiva,son de por sí
múltiples. Los segundos son construidos, por el contrario,sobre
la base de una periodización que debe ser justificada, dependen
de criterios de verificación y tienen pretensión de unicidad.
Cuando se trata de la historia nacional de un país, su propósito
es descifrarla. Pueden existir diversas versiones de esta
historia, sin lugar a dudas, de acuerdo con la dimensión que se
privilegie en la interpretación, pero estas no pueden ignorarse
entre sí y deben estar orientadas a mantener la exigencia de una
cierta convergencia.
 14 Les Abus de la mémoire, 1995, Paris: Arléea.

51La diferencia entre los dos tipos de relato no significa que no


se puedan articular entre sí. Ricoeur subraya que la memoria se
apoya sobre el relato histórico, del cual recoge algunos elementos
para llevar a cabo una reelaboración. A la inversa, el relato
histórico tiene que evitar que se instalen los ”abusos de la
memoria”, según la expresión de Tzvetan Todorov, que encierran
en el pasado los recuerdos y les impiden mostrar su carácter
ejemplar de orientación hacia el futuro14.
52La tesis que yo pretendo sostener a propósito del caso
colombiano es que los fenómenos de violencia, los de la década
de 1950 o los de la fase reciente, no han dado lugar a un relato
histórico ampliamente reconocido que pueda servir de soporte al
trabajo de la memoria. Más precisamente estimo, incluso, que se
ha producido un corto circuito entre relato histórico y memoria.
Lo que aparece como relato histórico reproduce relatos de
memoria más o menos elaborados y pretende encontrar en ellos
la prueba de su autenticidad. Recíprocamente, las memorias se
modelan sobre los lugares comunes que subtienden el relato
histórico, recogiendo fragmentos y tratando de integrarlos.
53Esta combinación se encuentra en la base de lo que se puede
llamar una ”vulgata histórica”, propagada por los ensayistas, los
periodistas o los líderes de opinión, que ya no permite distinguir
entre memoria y relato histórico construido según los criterios del
conocimiento histórico.
54No se trata obviamente de desconocer la calidad de numerosos
trabajos históricos que es, muy a menudo, sobresaliente. Muchos
de ellos se construyen sobre la base de situaciones locales
precisas que no permiten una generalización. Y no son
precisamente estos trabajos los que son recogidos en los relatos
de conjunto que se proponen a propósito de los fenómenos de
violencia, ni los que están presentes en la conformación de las
representaciones políticas de los períodos considerados.
55La vulgata histórica retranscribe las categorías de la memoria
mítica a la que hemos hecho mención líneas arriba y, al mismo
tiempo, la alimenta.
56Un excelente ensayista y poeta resume la situación colombiana
presente y pasada en estos términos:
”Hoy los colombianos somos víctimas de los tres grandes males que
echaron a perder a Macondo: la fiebre del insomnio, el huracán de las
guerras, la hojar asca de la compañía bananera. Vale decir: la peste del
olvido, la locura de la venganza, la ignorancia de nosotros mismos que
nos hizo incapaces de resistir a la dependencia, a la depredación y al
saqueo.”

57Y agrega:
 15 William Ospina, Lo que se gesta en Colombia, 2001,Medellín: Dann
Regional, pp. 127, 129 y 131.

” ”Las numerosas guerras civiles del siglo XIX, las dos grandes guerras
de la primera mitad del siglo XX, y la guerra actual, en la que se cruzan
todos los conflictos de la diversidad, han tenido como efecto común el
cortar sin tregua los hilos de la memoria” y de esta manera en
Colombia ”se ha borrado el tabú del asasinato”15 .
 16 Cf. otro ensayo del mismo autor ”Lo que está en juego en Colombia”.
En: Colombia, último llamado, 2 (...)

58El autor atribuye estos males al pillaje de los países extranjeros


que recae sucesivamente sobre la explotación de los recursos con
que cuenta Colombia y, al hacerlo, recoge de esta manera las
tradicionales consideraciones, en vigor en toda América Latina a
comienzos del siglo XX,sobre la carencia de
una ”auténtica” conciencia de sí por parte de los habitantes de
este subcontinente y sobre el contraste entre la ”riqueza”natural
del país y la miseria provocada por la dependencia16.
59En este documento, la carencia de memoria es presentada al
mismo tiempo como la consecuencia y la causa del carácter
recurrente de los episodios de violencia. No obstante, el
razonamiento se inspira más en la memoria que en la historia
reconstruida; deja de lado toda periodización y, de esta manera,
la trama interpretativa termina por remitir a una visión de la
repetición como si los mismos fracasos se reprodujeran sin cesar.
60La trama histórica aparece como una serie de catástrofes. Se
encuentra allí expresada una convicción compartida por la mayor
parte de los colombianos. No es raro, por lo demás, que cuando
estos intentan dar una visión de conjunto de su historia, se
limitan a construir una lista de los personajes asesinados o
muertos de manera dramática, de Rafael Uribe Uribe a Luis Carlos
Galán pasando por Gaitán, Guadalupe Salcedo, Camilo Torres, sin
considerar necesario siquiera establecer el contexto en cada caso.
61Las fases durante las cuales ha existido una paz relativa son
dejadas de lado: los decenios posteriores a la Guerra de los Mil
Días o el período intermedio del Frente Nacional. En los casos en
que se mencionan, es únicamente para buscar en ellos los signos
precursores de lo que viene después, es decir, para ver cómo
anuncian la guerra del presente. A fortiori, los períodos durante
los cuales se produjo una modernización rápida en el campo
económico, como a finales de la hegemonía conservadora, o una
transformación en el campo institucional, como durante los años
de la Revolución en marcha, son ”olvidados”. En la década de
1960, el mismo Partido Comunista se refería aún con nostalgia a
los ”avances” que se habían producido durante el gobierno de
López. El hecho de que ciertas franjas de las clases populares
hayan logrado conquistar medidas sociales favorables durante el
Frente Nacional también es dejado en silencio.
62Finalmente, son dejadas de lado, como residuos sin
importancia, muchas de las circunstancias imprevisibles que
contribuyeron al derrumbe institutional. En el primer rango,
figura el auge del tráfico de drogas a partir de 1975, que la
vulgata se cuida de mencionar.
63La presentación de la historia en términos de catástrofes es,
pues, ampliamente ahistórica. En sus famosas reflexiones sobre
el concepto de historia, Walter Benjamin evoca, como se sabe, el
cuadro de Paul Klee titulado Angelus Novus en el que un ángel,
que él asimila al ” ”angel de la historia”, mira detrás de sí.
Benjamín comenta:
”Su rostro está vuelto hacia el pasado. Allí donde aparece una cadena
de acontecimientos, el solo ve una sola y única catástrofe, que acumula
permanentemente ruinas sobre ruinas y las precipita a sus pies. Sería
bueno detenerse, despertar a los muertos y volver a reunir lo que ha
sido desmembrado. Pero del paraíso sopla una tempestad que ha
atrapado sus alas, tan violentamente que el ángel no puede cerrarlas.
Esta tempestad lo empuja irresistiblemente hacia el futuro al cual
vuelve la espalda, mientras que el montón de ruinas se eleva hasta el
cielo. Esta tempestad es lo que nosotros llamamos el progreso.”
 17 El contraste con Brasil es particularmente asombroso: ”Ordem e
progreso” no es solamente la divisa (...)

64En la vulgata histórica colombiana, los montones de ruinas


están presentes,pero el viento del progreso está ausente; en
realidad, ha estado ausente durante la mayor parte de la historia.
En contraposición con lo que ocurre en otros países de América
Latina17, raros han sido en Colombia los momentos en los cuales
la creencia en el progreso se ha impuesto y,evidentemente, no se
encuentra tampoco a la orden del día en el momento actual.
65Cuando el ensayista eleva el ”olvido” al rango de uno de los
males que azotan a los colombianos, subvalora la
superabundancia de memoria de la que estos dan muestra
cuando evocan la repetición de los mismos dramas. Imputar el
olvido a las masas es una manera de reivindicar para sí el
monopolio de la memoria. No puede existir olvido en las personas
cuando la experiencia del presente despierta la vivencia del
pasado. Por lo demás, el ensayista asume por su cuenta esta
memoria de las masas, a la vez traumática y mítica, para
presentar él mismo la historia anterior bajo la forma de una
sucesión ininterrumpida de catástrofes. El relato que construye se
encuentra, de hecho, en el mismo nivel de la memoria común.
66Recíprocamente la memoria común se apodera de fragmentos
de este relato difundido por fuentes múltiples para conformarse
y se apoya sobre dichas fuentes para tratar de alcanzar una
garantía de autenticidad. La vulgata, como lo he dicho, es el
producto de la indistinción entre la memoria y lo que se presenta
como relato histórico.
67Existe un relato, sin embargo, que da la sensación de recoger
la memoria, pero tratando de dar al mismo tiempo coherencia a
la historia. Se trata del relato creado por las FARC. Su punto de
partida es la formación de núcleos de autodefensa durante la
Violencia; se refiere a las hostilidades y los bombardeos bajo el
Gobierno de Rojas Pinilla; hace mención de un momento decisivo
como es el bombardeo de Marquetalia; y prosigue con
innumerables episodios, entre los cuales se encuentran la
masacre de la UP y la ocupación por el Ejército de Casa Verde.
Este relato presenta todas las características de los grandes
relatos históricos. Menciona un origen, pero sobre todo un
momento decisivo que coloca a las FARC en el centro de la
historia; comienza con la columna de El Davis y continúa con el
éxodo de Marquetalia. Se trata de un relato teleológico en el cual
cada episodio es un paso hacia el desenlace final, un relato
interpretativo que hace de la injusticia social y del autoritarismo
político el motor de la acción de la guerrilla, un relato
globalizante, puesto que sugiere que la acción de la guerrilla no
es, de hecho, más que una parte de una vasta ”guerra civil”.
 18 En un ensayo sobre los orígenes de la guerrilla que aparece como
capítulo de este libro, se puede e (...)

68No está dentro de mis propósitos discutir aquí en detalle la


validez de este tipo de relato18: elimina o arregla lo que se sale
de su marco o lo que no encaja bien; se ubica, por ejemplo, como
tantos otros lo hacen, en la línea de Gaitán, al cual el Partido
Comunista había combatido, sin embargo, con todas sus fuerzas
y había tratado de ”fascista”; invoca una continuidad que no es de
manera alguna evidente, ya que las FARC se han redefinido
permanentemente en función tanto del entorno interno como del
contexto internacional: nacieron como autodefensas
campesinas, se adaptaron a la agitación provocada por la
Revolución Cubana, se sostienen después del hundimiento de la
Unión Soviética y han llegado a convertirse en uno de esos
movimientos de lucha armada que se empeña en afianzar su
poder gracias al control de ciertos polos de producción
económica; combinan, de esta manera, una inscripción en el
tiempo de la premodernidad, en el de la modernidad y en el de
una cierta posmodernidad.
69A pesar de la animadversión que experimenta una gran parte
de la opinión pública contra las FARC, es interesante observar que
este relato ha terminado por ser más o menos aceptado en
amplios medios como si fuera un reflejo de la realidad histórica.
Durante un tiempo, a comienzos del proceso de paz de Pastrana,
fue ampliamente asumido incluso por representantes del poder.
En la misma línea de las FARC, ha llegado a ser un lugar común
hablar de una ”guerra civil que existe desde hace cuarenta años”.
Esta afirmación se podría considerar como una forma de
reconocer lo bien fundado de la lucha de esta organización en la
mira de facilitar la negociación; pero también es el resultado de
que otro relato no se encuentra disponible. El relato de las FARC
arraiga la vulgata en lo real.
70Sin embargo, para borrar la dimensión de olvido de la memoria
mítica, la elaboracíon de un verdadero relato histórico es esencial.
Un relato de esta naturaleza, al permitir una periodización
argumentada, al hacer justicia a la historia de las víctimas, pero
también a la de los protagonistas del conflicto, al mostrar las
metamorfosis de los elementos en disputa, al construir la
diferencia entre lo que tiene que ver con las estratregias
deliberadas y de lo que tiene que ver con las consecuencias
inesperadas de interacciones complejas, al imputar
responsabilidades, haría posible romper con la memoria mítica y
sería un punto de apoyo para la conformación de una memoria a
la vez reconocida y compartida.
 19 William Ospina afirma por lo demás: ”Toda nación es una memoria
compartida,pero esa memoria tiene (...)

71Las comisiones de la verdad tienen por función producir un


relato histórico de este tipo. Estas comisiones dan mucha
importancia a la memoria, pero ayudan a estructurarla
arraigándola en la temporalidad concreta. Si bien es cierto que
actualmente es demasiado temprano para establecer una
comisión de este tipo, los historiadores, al menos, ya podrían
contribuir a preparar el camino proponiendo los lineamientos de
un relato como este19.

CONCLUSIÓN
72Experiencia, representación de la memoria, confrontación con
el relato propiamente histórico: estos son los tres planos que yo
he querido distinguir. La mezcla de los tres planos contribuye a
su confusión y solo puede desembocar, dada la indistinción de
tiempos que termina por validar, en concepciones que
yuxtaponen los acontecimientos traumáticos a una dimensión de
la repetición que termina por anular la historia.
73James Joyce lo había dicho a propósito de la historia irlandesa.
Si esta reviste un cariz tan dramático, es porque no remite a una
”temporalidad lineal”, sino a una ”temporalidad simultánea”. La
observación vale para Colombia. La mezcla de los tiempos es la
que hace imposible al mismo tiempo la memoria, la historia y el
olvido.
NOTES
1 Traducción de Alberto Valencia, profesor de la Universidad del
Valle, Cali,Colombia.

2 Sobre la articulación del advenimiento de la modernidad entre la


temporalidad del pasado y la posibilidad de pensar el futuro, cf.
Reinhardt Koselleck,Vergangene Zukunft. Zur Semantik geschitlicher
Zeiten, 1979, Frankfurt am Mein: Ed. Suhrkamp.

3 A propósito del ”presentismo”, cf. Zaki Laïdi, Un monde privé de


sens, 1994,París: Fayard.

4 Cf. Eric Conan y Henry Rousso, Vichy, un passé qui ne passe pas,
1996, París: Gallimard.

5 Cf. Marcel Gauchet, La religion dans la démocratie, 1998, París:


Gallimard.
6 Cf. los numerosos trabajos de Olivier Roy a propósito de los
movimierntos radicales islámicos.

7 Cf. el capítulo ”Configuraciones del espacio, el tiempo y la


subjetividad en un contexto de terrror”. En: Guerra contra la
sociedad, 2001, Bogotá: Espasa Hoy.

8 Extracto de una entrevista realizada por Ana María Jaramillo en el


marco de una investigación llevada a cabo por la Corporación
Región, que ha sido puesta muy amablemente a mi disposición.

9 La noción de ”brutalización” es tomada del historiador George


Mosse. Cf. De la Grande Guerre au totalitarisme La brutalisation des
sociétés européennes, 1999, París: Hachette.

10 Cf. la traducción en español ”Idea de una historia universal en


sentido cosmopolita”, Cuarto principio, en Filosofía de la
historia, 1981, México D. F.: FCE, Colección Popular, pp. 46-48
(existen otras ediciones).

11 Si atribuyo también a Gaitán una visión apocalíptica, es que son


numeroros los textos donde este, en la multitud de interpretaciones
eugenistas de comienzos del siglo XX, describe el pueblo colombiano
como ”enfermo”, ”sifilítico”e incapaz de tener una voluntad propia, lo
que los historiadores se han obstinado hasta ahora en ignorar.

12 Cf. Maurice Halbwachs, Les cadres sociaux de la mémoire, 1994,


París: Albin Michel.

13 2000, París: Editions du Seuil.

14 Les Abus de la mémoire, 1995, Paris: Arléea.

15 William Ospina, Lo que se gesta en Colombia, 2001, Medellín:


Dann Regional,pp. 127, 129 y 131.
16 Cf. otro ensayo del mismo autor ”Lo que está en juego en
Colombia”. En: Colombia, último llamado, 2001, Medellín: Dan
Regional.

17 El contraste con Brasil es particularmente asombroso: ”Ordem e


progreso” no es solamente la divisa de la bandera brasileña. A través
de la influencia del positivismo, se ha mantenido, durante más de un
siglo, la convicción de que Brasil solo puede ”progresar” y, por
encima de las vicisitudes del momento, su futuro está garantizado.

18 En un ensayo sobre los orígenes de la guerrilla que aparece como


capítulo de este libro, se puede encontrar un análisis crítico de este
relato.

19 William Ospina afirma por lo demás: ”Toda nación es una memoria


compartida, pero esa memoria tiene que haber sido elaborada
colectivamente;ningún pueblo se une realmente alrededor de una
versión parcial o amañada de la memoria común”. Esta frase
reintroduce la dimensión de lo que yo llamo el relato histórico.

AUTEUR
Daniel Pécaut
© Institut français d’études andines, 2004
Conditions d’utilisation : http://www.openedition.org/6540
Heridas abiertas, derechos esquivos: reflexiones sobre la Comisión de la Verd...

Bolivia: militares y policías. Fuego cruzado en democracia


LIRE
ACCÈS OUVERT
LISEUSEEPUBPDF DU LIVREPDF DU CHAPITRE
FREEMIUM

Suggérer l'acquisition à votre bibliothèque


ACHETER
VOLUME PAPIER
Place des librairesamazon.fr
ePub / PDF
Institut français d’études
andines
PLAN DU SITE SUIVEZ-NOUS

 Collections 
Courriel :
 Travaux de l'IFEA
ifea.secretariat@cnrs.fr
 Tous les livres

 Accéder aux livres URL :


http://www.ifea.org.pe
 Par auteurs
 Par personnes citées Adresse :
 Par mots clés Avenida Arequipa 4500
 Par géographique Lima 18 - PERÚ
 Par dossiers
[Casilla 18-1217, Lima
 Informations
18]
 À propos – Contacts Lima
 Accès réservé Perou

 Catalogue
 Auteurs
 Éditeurs
 Dossiers
 Extraits

OpenEdition est un portail de ressources électroniques en sciences


humaines et sociales.

 OpenEdition Journals
 OpenEdition Books

Potrebbero piacerti anche