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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE NUEVO LEÓN

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS

La sexualidad en la sociedad mexicana


del siglo XIX
en «El Periquillo Sarniento»

Por Renata Salazar Allen

Materia: Textos mexicanos del siglo XIX

Colegio: Letras hispánicas

Matrícula: 1536918

Semestre: Sexto

San Nicolás de los Garza, Jueves 30 de marzo de 2017


La sexualidad en la sociedad mexicana del siglo XIX en El Periquillo Sarniento 1

La obra «El Periquillo Sarniento» fue publicada por José Joaquín Fernández de Lizardi,
apodado el Pensador Mexicano, en 1816, durante una de las etapas más complicadas de la
Guerra de Independencia de México. Dicha obra es considerada no sólo como la «primera
gran novela hispanoamericana», sino además es reconocida como la primera novela
picaresca que sermonea, a través de la propia ideología del escritor y de la particular
situación social en la que se gestó la novela, las consideradas «malas costumbres» y los
«defectos» de la literatura nacional.
«El periquillo Sarniento» es relatada por el Pensador Mexicano y su protagonista, Pedro
Sarmiento, un habitante de la Nueva España que pertenece a una familia acomodada, pero
de recursos modestos; es por ello que Pedro, hasta su arrepentimiento en la edad adulta, va
perpetrando numerosas picardías para intentar cumplir su mayor sueño: trabajar lo menos
posible pero vivir como si fuese rico.
Carlos Monsiváis, en su artículo «Los 41 y la gran redada» nos habla de la novela
«Chucho el Ninfo» de José Tomás de Cuéllar publicada en 1871, donde vemos cómo la
actitud mimosa de la madre hacia su hijo, el protagonista de la historia, lo vuelven «más
femenino y feminoide» (Monsiváis, 2002). Se representa a la madre como «un terrón de
amores… casi tan consentidora y tolerante como la patria» y es imposible no señalar a la
novela de Lizardi como precursora de esta visión, dónde a México, el cual se le relaciona a
la figura de la madre, se le deseaba otorgar una nueva imagen de virilidad para dejar de ser
un país «pasivo», constantemente acosado por fuerzas más allá de su alcance, y que sólo
engendra hijos propensos a desarrollar una debilidad de carácter.
En este ensayo se demostrará que la obra de Lizardi se utilizó como un recurso necesario
para la reconstrucción de la identidad masculina en México, cuya figura cayó en una crisis
en los siglos posteriores a la Conquista. El sistema de valores reflejado en la novela de
Lizardi, pretende establecer las pautas de comportamiento que han permeado en la sociedad
mexicana, algunas de las cuales siguen vigentes hasta nuestros días. Lo que se presenta
como deseable —y también lo que no se menciona o describe— va a contribuir a la
consolidación de una determinada imagen sexual, la cual se erige como una de las bases
que sostienen los sistemas de valores y las costumbres en el México contemporáneo.
Robert Irwin, en su ensayo «El periquillo Sarniento y sus cuates: el “éxtasis misterioso”
del ambiente homosocial en el siglo diecinueve», sostiene que los regentes de la cultura
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mexicana —o sea, los cultos y las élites que poseían el poder de la pluma y la prensa (como
de Lizardi)— poseían un esfuerzo casi paranoico para defender la diferencia sexual como
una noción indudable y absoluta, no simplemente para defender una verdad biológica, sino
para asegurar el poder de sus usos retóricos (p.24). Dicho discurso compete al género, el
cual es un término utilizado en ciencias sociales para aludir al «conjunto de características
diferenciadas que cada sociedad asigna a hombres y mujeres» (Leiva, 2015).
Para poner un ejemplo de este «esfuerzo casi paranoico para defender la diferencia
sexual» que señala Irwin, tenemos que ir al capítulo XIV de la novela de Lizardi, donde
Pedro Sarmiento enumera las principales consideraciones que debe tener presentes la
persona que decida realizar un baile. La primera, que podría imaginarse como la más
importante, es la siguiente:

1ª. Que las mujeres concurrentes sean honestas, de buena vida, y nunca solteras o mujeres libres, sino
hijas de familia o casadas, y que vayan con sus padres o maridos, para que el respeto de éstos las
contenga y contenga a los jóvenes libertinos (Fernández de Lizardi, 1987).

Si continuamos leyendo las demás consideraciones no hallaremos una que discuta sobre
qué clase de hombres son los que deben concurrir a los bailes. Se realiza, pues, una clara
diferencia sexual. Además, dichas establecimientos van dirigidos a los hombres, como si
estos fuesen los encargados de «controlar» a sus esposas, hermanas o hijas; por ejemplo, en
la segunda consideración, donde habla del caldo o manoseo que se realiza del hombre hacia
la mujer —nunca vemos lo contrario— mientras se baila, se advierte: «[…] ¡alerta, casados
y padres de familia que sabéis lo que es el honor, y lo queréis conservar como es debido!»
(p.107). Entonces, la mujer es aquella que posee el honor de su familia y es deber del varón
salvaguardarla debido a la supuesta incapacidad de la mujer para defenderla.
Pedro Sarmiento enfatiza en más de una ocasión que él no hubiese sido pícaro de no ser
por su mala educación. Se entiende, entonces, que la sociedad fue la que envileció a
Periquillo. Sin embargo, de todos los posibles responsables de su mal proceder, se puede
apreciar el cómo se le otorga la mayor parte de la responsabilidad a su madre. Se menciona
que el padre, por lo común, es «un hombre regular que procura inspirar al niño unos
sentimientos cristianos, morales y políticos» (p.111) y que cuando castiga y hace llorar al
hijo, la madre es siempre la que lo defiende y hasta le celebra sus travesuras. Al padre se le
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justifica constantemente: «el padre […] teme reprender y castigar al hijo, porque cuando lo
hace sabe que salta la madre como una leona; y ya sea porque la ama demasiado, ya sea
porque no se vuelva aquel matrimonio un infierno, condesciende con ella […]» (p.111). La
mujer es el sexo frágil que suele dejarse manejar por sus sentimientos sin razonar las
consecuencias que eso pueda acarrearle, es por ello que «si éste [el padre] muere, todo se
acaba de perder […]», y los «hijos de viudas consentidoras casi siempre son hijos perdidos
y malcriados» (p.111).
Gracias a estos pasajes se demuestran las relaciones de género en aquella época. Los
ideales que se supone debían corresponder a cada sexo están muy bien señalados y
explicados en la novela —sabemos que uno de los objetivos del mismo es servir como
material didáctico—. Se defiende un modelo de sexualidad basado en la posesión y el
dominio femenino, a través de diversas técnicas como la del matrimonio con mujeres
menores de edad. El periquillo se casa dos veces, en ambas ocasiones con niñas: Mariana,
de dieciséis años, y Margarita, de quince años. En el segundo matrimonio Sarmiento tenía
treintaisiete años y su suegro le comenta que lejos de ser un defecto la diferencia de edades,
es una gran fortuna porque de esta forma la mujer, aún después de los partos, se conservará
hermosa por más tiempo (p.446). Esta actitud podemos verla aún en nuestros días, dónde a
la mujer se le exige con más rigor que al hombre el conservar su juventud y belleza;
igualmente, se suele considerar con más frecuencia que los hombres contraigan nupcias con
mujeres menores que ellos.
En el capítulo XIII Jacobo, el apodado Misántropo, y Tadeo, el cajero de Pedro, se
reconocen después de haber padecido diversas injusticias por parte del padre de Tadeo y
hacen memoria de su fallecida hermana Isabel, aquella con la que Jacobo no consiguió
casarse. Justo después de reconocerse y ser «compañeros de duelo» Tadeo le ofrece a
Jacobo a su hija Rosalía, de catorce años, para así casarse con ella en lugar de la tía que
falleció: «Es muchacha tierna, bien criada y nada fea […] quiero decirte que es rama del
mismo tronco» (p.439). El discurso machista expresado en estos pasajes es evidente y
contribuye a la construcción del México viril al que se aspiraba en aquella época. Sin
embargo, es importante hacer énfasis en que la condición de la mujer no iba más allá de una
figura pasiva con la que los hombres no debían igualarse, sino sólo controlar. Esto, en
ocasiones, merecía que el sexo femenino estuviera sujeto a convertirse en moneda de
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cambio; en obsequio, en trofeo que adorna el hogar familiar o en la culpable de los


infortunios de la misma. Como bien indica Irwin: «El peligro ya no es el hombre, sino la
mujer […]. Los vínculos heterosexuales del matrimonio no perduran […] por la
inconsistencia de la mujer […]» (Irwin, 2006).
Asimismo, otro punto interesante es la carencia de referencias con respecto a los
fenómenos que se manifiestan en el ámbito de la sexualidad a lo largo de «El Periquillo
Sarniento». Carlos Monsiváis menciona sobre esta característica en «Los iguales, los
semejantes, los (hasta hace un minuto) perfectos desconocidos (A cien años de la Redada
de los 41)»:

Si en la lógica del ocultamiento lo que no se nombra con detalle no existe, en el siglo XIX mexicano
le corresponde al vaivén de las conversaciones y los rumores las noticias muy despreciativas sobre los
gays [sic]. (Nunca hay el intento de comprender; sólo, y recurriendo por lo común a las alusiones y la
ambigüedad, de invisibilizar “lo repugnante”.) Si en el virreinato se condena a los sodomitas a la
hoguera, porque “mudan de orden natural”, en el siglo XIX casi nunca se les menciona por escrito, en
apego a la consigna del no decir para no propagandizar (Monsiváis, 2001).

A pesar de que en este caso Monsiváis sólo nos está hablando sobre la homosexualidad,
la idea de ocultar lo «repugnante» para no hacerle propaganda compete además a otros
aspectos de la sexualidad que sólo se insinúan, pero que no se describen en la obra; por
ejemplo, en el capítulo XI de la obra de Lizardi, Pedro se reencuentra con Luisa, su ex
amante, después de haberla echado de su casa para casarse; igualmente Luisa ya se
encuentra casada y le dice que no puede apoyarlo —ya que Periquillo se encontraba
pobre y viviendo en la calle en ese momento—; cuando ésta decide ingresar a su hogar
Sarmiento la acorrala dentro y se puede intuir que pretendía violarla: «[…] tan
perturbada estaba ésta [Luisa], tratando de desasirse de mí, como enajenado yo por
hacerla que de nuevo se rindiera a mis atrevidas seducciones […]» (p.300).
Es importante destacar el vocabulario de esta cita, ya que a través de esta podremos
señalar las actitudes de género que se poseían en aquel siglo; al decir Pedro que Luisa
habría de «rendirse de nuevo a sus seducciones» él asume que ella aún debe desearlo, y
que, por lo tanto, importa poco su resistencia. En la actualidad esto podría señalarse
como un ataque sexual, donde Pedro se encontraría forzando a Luisa a tener relaciones
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sexuales con él, es decir, estaríamos hablando de una tentativa de violación sexual.
Desde la perspectiva del autor, esto aparece como una situación cotidiana, sin mayor
trascendencia que la de la negativa de Luisa de entablar un acto sexual con Pedro, y de
la posterior intervención de su esposo, quien escucharía el ataque desde la calle. Está
por demás decir que no hay un arrepentimiento por parte de Pedro hacia la situación de
la mujer tras el ataque, sino que sólo reconoce su propia situación, la de sentirse
humillado por haber sido atrapado por otro hombre en el proceso —en este caso, el
esposo de Luisa—, y con esto, ahondar su miseria personal.
Para finalizar, debemos señalar alguna de las características sexuales que ni siquiera
se insinúan en la novela, sino que se silencian; por ejemplo, en este caso es posible
considerar el tema de la homosexualidad —concepción que en aquella época aún no se
utilizaba— en el capítulo XVI, donde el protagonista y su amigo Januario van al
arrastraderito, un lugar adonde van los hombres pobres a dormir para evitar ser
encarcelados por encontrarse vagando o durmiendo en la calle. En aquel sitio, que
consistía de un cuarto pequeño, dormían cuatro o cinco hombres desnudos que
asustaron a Sarmiento (p.135). Es difícil no imaginar que no aconteciesen actos sexuales
en un lugar como ese, sin embargo, de Lizardi, al describirlos, sólo se limita a hablar
mal de aquellos individuos por su apariencia y sus vulgares modos de proceder. Más
adelante, cuando Pedro se encuentra en la cárcel, es, inclusive, más sorprendente la
ausencia de alguna referencia hacia la homosexualidad; la única que podría considerarse
como tal, aunque con una connotación distinta, es cuando se le acusa a los padres de
«afeminados» por no saber controlar a sus esposas (p. 34). Es, por lo tanto, cierta la
afirmación de Monsiváis que citamos anteriormente: se omitían aquello a lo que no se le
quería hacer propaganda.
En conclusión, demostramos que «El Periquillo Sarniento» abogaba por una
masculinidad mexicana, se oponía a la femineidad y aún no poseía de manera
consolidada la idea de homosexualidad que actualmente poseemos. Igualmente, es
interesante notar que las relaciones heterosexuales no eran tan importantes para la
novela como las relaciones entre los hombres: Irwin menciona que de Lizardi se dedica
más a describir y profundizar en las relaciones que Pedro Sarmiento tiene con sus
amigos, como con la amistad de Antonio que se forjó en la cárcel, que con sus amantes
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o esposas (Irwin, 2006), figuras que aparecen y desaparecen de su relato sin más reparo
en ellas que las de una mera función social y accesoria.
Esta circunstancia se asocia al del énfasis dado en los lazos de fraternidad que
autores como de Lizardi se propusieron a canalizar a partir de la coyuntura sociopolítica
que ofreció la Guerra de Independencia de México; sucesos sirven como modelos
representativos y didácticos de la «buena amistad», así como de otros valores de la
cultura mexicana. El nacionalismo, la religión, la familia, la educación, la sexualidad, la
moral, entre otros aspectos, son los referentes que de Lizardi abordaría para construir su
obra y, por consiguiente, su visión de la realidad de su contexto. Varios aspectos de esta
visión siguen vigentes hasta la actualidad, demostrando que en doscientos años, y a
pesar del dinamismo de las sociedades actuales, la cultura mexicana parece seguir, hasta
cierto punto, estática.
La sexualidad en la sociedad mexicana del siglo XIX en El Periquillo Sarniento 7

Bibliografía
Fernández de Lizardi, J. J. (1987). El periquillo Sarniento. México: Porrúa.

Irwin, R. (2006). UNAM. Recuperado el 27 de Marzo de 2017, de El Periquillo Sarniento y


sus cuates: el "éxtasis misterioso" del ambiente homosocial en el siglo diecinueve:
https://revistas-filologicas.unam.mx/literatura-
mexicana/index.php/lm/article/viewFile/311/311

Leiva, D. (2015). UNAH. Recuperado el 27 de Marzo de 2017, de Universidad Nacional


Autónoma de Honduras: http://www.unahensayos.com/trabajos104/como-influye-
genero-autoestima-adolescentes/como-influye-genero-autoestima-
adolescentes.shtml

Monsiváis, C. (2001). Debatefeminista. Recuperado el 27 de Marzo de 2017, de Los


iguales, los semejantes, los (hasta hace un minuto) perfectos desconocidos (A cien
años de la Redada de los 41): http://www.debatefeminista.pueg.unam.mx/wp-
content/uploads/2016/03/articulos/024_17.pdf

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