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Los valores y las estimaciones varían con el individuo, con la familia, con la sociedad,
con la época. Es un hecho el carácter histórico de la valoración. La historia muestra
los cambios que ha sufrido la conciencia moral; cada pueblo, cada época propone
una escala de valores acorde con su circunstancia.
Para que un efecto o consecuencia pueda tener relevancia desde el punto de vista
moral, es necesario que ese efecto haya sido previsto, y que se produzca siempre o
la mayor parte de las veces como consecuencia de la acción que se ha emprendido;
una vez admitido este presupuesto, estamos en condiciones de valorar si es lícito
emprender una acción que tiene un efecto tolerado.
Santo Tomas, al analizar la bondad de la acción, habla de que, además del objeto
moral, deben considerarse las circunstancias. La razón de que deba considerar las
circunstancias es muy sencilla: el objeto moral permite dar una descripción de la
decisión-acción.
Sin embargo, esa descripción se puede quedar corta en el caso de ciertas acciones.
Así, matar voluntaria e injustamente a una persona se llama asesinar. Y, asesinar, es
un objeto moral. Si se añade la circunstancia de que el asesinado tiene vínculos
estrechos de parentesco con el asesino, el pecado pasa de llamarse asesinato a
llamarse parricidio, una especie moral u objeto moral diferente.
Pero hay acciones en las que no tenemos una nueva palabra para designar lo que se
hace, y tenemos que añadir complementos a la definición principal de la acción. Así,
siguiendo su ejemplo clásico, golpear a una persona es un daño que lo afecta en su
conciencia.
Ese complemento de la definición de la acción son las circunstancias. Por poner una
similitud describiendo un ente: nosotros describimos algo por su especie (un perro)
y lo precisamos con accidentes que no cambian la especie, sino que le introducen
modificaciones (de caza, faldero). Igualmente, describimos lo que se hace por su
especie (su "algo" u objeto moral) y completamos la descripción con una serie de
accidentes o circunstancias (otros "algo" que permiten entender cabalmente qué se
está haciendo).
EL DAÑO MORAL
Los daños morales se definen como aquellos perjuicios causados a los sentimientos
de las personas, como a su honor, a su imagen o a sus afecciones legítimas, es decir
a su vida espiritual.
Son daños morales, pues, todos aquellos sobre los que no cabe deducir una pérdida
directa patrimonial, como los daños emergentes o el lucro cesante, en los que
podemos analizar o cuantificar una apreciación pecuniaria.
A pesar de la dificultad para su cuantificación, los peritos del daño psicosocial cada
vez más somos requeridos para establecer mecanismos y baremos que ayuden a su
cuantificación, como los que existen para valorar otro tipo de daños, como el
corporal en los accidentes de circulación.
El daño moral o daño espiritual puede provenir como consecuencia de muy diversas
situaciones, entre las que podemos citar las siguientes:
• Agresión, daño y muerte de las personas allegadas, tanto del ámbito familiar como
del social o del laboral.
Entre estas ideas sesgadas, pues no toman en cuenta los elementos esenciales del
ser humano, por lo que no le permiten desarrollarse en su plenitud, está el
relativismo que consiste en que no se puede conocer la verdad pues es objetiva y
depende de la época, cultura, religión, etc. Y todas las anteriores tienen algo de
verdad, así no concuerden entre ellas. Otra idea es el materialismo que se basa
generalmente en que el hombre vale por sus bienes materiales y no por lo que
representa como ser humano y todos los valores que tiene. Lo cual no tiene sentido
ya que el hombre por naturaleza es un ser religioso y lo que predomina es su moral.
También en el mundo actual todos se preocupan por uno mismo, sin importan los
demás, cada vez más uno va solo pensando en sí mismo y ya no necesita a los demás
para encontrar la felicidad. No obstante el hombre es un ser social, y la felicidad
obtenida, si se puede llamar así, es pasajera. Esta idea se llama individualismo. Las
personas ahora ya no quieren apoyar a los demás, busca la evitar comprometerse,
evitar las responsabilidades de tener que luchar para conseguir algo, y
está buscando el camino más fácil y cada vez se conforma más con lo que tiene y ya
no busca más por temor a equivocarse o flojera. A esto se le conoce como el
indiferentismo.
Otro problema del hombre actual es que busca las cosas placenteras y ya no desea
las aburridas, busca cosas que le generen placer, que sean excitantes y lo que no
cumple con estas expectativas lo deja de lado y no lo hace. Y está cometiendo el
mismo error y está confundiendo la felicidad con placer pues este placer no dura,
porque hay momentos en el que dejas de hacer esas cosas que te generan placer y te
sientes mal , esta corriente filosófica se le conoce como hedonismo. El utilitarismo,
consiste en valorar lo que nos es útil, y según esta idea solo actuamos bien cuando
existe un fin de por medio y no porque es lo correcto. Entonces según este concepto
la ética del hombre depende de la utilidad.