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EL ESTADO Y LAS SITUACIONES DE ANORMALIDAD CONSTITUCIONAL

La normalidad constitucional se sustenta necesariamente en el desarrollo de la


relación Estado-ciudadanía con sujeción a pautas jurídicas previamente
establecidas y de alcance general.
Como señala Manuel García Pelayo (Derecho constitucional comparado. Madrid:
alianza,1984), “toda normatividad supone una normalidad; no hay normas
aplicables a un caos.
Como bien afirman Carlos Blancas Bustamante, Marcial Rubio Correa y Cesar
Landa Arroyo (derecho constitucional general. Lima: fondo editorial de la
pontificia universidad católica del Perú, 1992), la normatividad jurídica que regula
la constitución, vida y acción del estado supone, como premisa para su
aplicación, una situación de normalidad y equilibrio político, social y económico,
tanto en el ámbito nacional como internacional. Ahora bien, cuando dicha
situación de regularidad plenaria desaparece o se ve alterada como
consecuencia de factores perturbadores de diversa índole, al estado se le hace
más difícil e incluso imposible actuar con arreglo a sus normas ordinarias, las
que revelan ineficaces para afrontar una situación que puede poner en serio
peligro la existencia misma del cuerpo político, la plenitud del ejercicio del poder
o el goce duradero de los derechos constitucionales.
La situación extraordinaria es aquella que se configura por la alteración del
normal desenvolvimiento del aparato estatal o de las actividades ciudadanas, y
cuya gravedad se hace imprescindible la adopción de medidas excepcionales.
Ergo, se pone en juego la estabilidad institucional, la seguridad del estado, la
convivencia ciudadana; lo cual no puede ser salvaguardada por el mero uso del
poder de la policía.
Esta si bien puede ser predeterminada por su naturaleza y consecuencias
políticas, sociales o económicas, en cambio no alcanza a ser precisada en el
tiempo en que se desarrollara.
Dentro de ese singular e incómodo contexto, el estado hace frente a la
perturbación ocasionada por dicho “clima” de anormalidad, para tal efecto,
recursos excepcionales que le permitan una acción rápida y eficaz para conjurar
y eliminar los factores de alteración.
La doctrina y el derecho constitucional comparado admiten que la vida
institucional no es siempre uniforme, permanentemente lineal, ni previsora
absoluta de acontecer coexistencial dentro de una comunidad política; por el
contrario ante los recados de la historia, la sensatez acredita la necesidad de
que el estado este premunido de los instrumentos necesarios para afrontar
aquellas situaciones extraordinarias que impiden el cumplimiento de los fines de
la sociedad estatal y hasta ponen en cuestionamiento su perdurabilidad como
tal.
Igualmente, no siempre la relación Estado-ciudadanía se regula bajo los
principios de legalidad y legitimidad, ya que, en ocasiones la Constitución corre
el peligro de ser vulnerada por la amenaza o materialización de golpes de estado.
En este difícil y excepcional contexto, el texto fundamental permite el
“vigorizamiento” de ciertos derechos ciudadanos, cuando estos son obligados a
la obediencia político-jurídica mediante actos y normas emanadas de un
gobierno usurpador, configurando atributos de excepción que abarcan la
posibilidad de la acción ciudadana en defensa del orden constitucional.
La anormalidad constitucional, desde la perspectiva estatal, lleva a la adopción
de un conjunto de medidas establecidas por la constitución para su conjuración,
a saber:
 Decretamiento de algunas de las modalidades de regímenes de
excepción (estado de sitio, de desórdenes internos o de emergencia, de
alarma, etc.) según sea la naturaleza y grado del peligro existente para la
organización político-jurídica
 Manifestación concreta del ejercicio de competencias estatales
extraordinarias para el sofocamiento del suceso, hecho o acontecimiento
generador de la anormalidad constitucional.
 Limitación o restricción temporal de ciertos derechos fundamentales
 Aprobación de una legislación derivada de la necesidad y urgencia.

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