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La Docencia en el Hospital

Quizás no exista otro escenario en donde la docencia tenga mayor relevancia que
en el hospital. El hospital es y debe ser el templo de la docencia en todas sus
expresiones y a todos los niveles. Día a día, se ha arraigado más la conciencia del
personal directivo, en el sentido de que la docencia sistemática y permanente es
factor de estímulo para los trabajadores de la salud en general al igual que prenda
de garantía para el usuario. La vieja creencia de que solamente tenían acceso a la
docencia los estudiantes de pregrado y postgrado en ciencias de la salud, ha sido
reemplazada en la práctica moderna, por la evidencia sobre la necesidad de
ampliarla a todas las áreas y a todos los trabajadores, con igual importancia para
los de abajo que para los de mayor jerarquía y responsabilidad. Las instituciones
permeables al mensaje de que, con la docencia, mejoraba la eficiencia y por
consiguiente también la imagen institucional, han fortalecido estos programas y les
han dado estabilidad dentro del esquema organizativo; si bien preocupó su costo
inicial, adelante se comprobó que era una excelente inversión por los positivos
balances obtenidos y especialmente por la buena imagen proyectada a la
comunidad. Los sistemas tradicionales de vinculación al hospital, señalan
requisitos mínimos al aspirante, quien al ingresar sólo por el reconocimiento de
éstos y desarrollar sus funciones sobre la base de los mismos, sin instrucción
preliminar consistente, produce generalmente deficientes rendimientos en su
trabajo y si la labor del jefe se circunscribe a identificar simplemente estos malos
rendimientos y a amonestar o sancionar al trabajador, sin ofrecerle la posibilidad
de capacitarse mejor, no siempre se obtendrá un mejor servicio, pudiéndose llegar
a una apariencia débil de efectividad que por lo mismo será reconocida
negativamente por el usuario. Los empleados ingresaron usualmente, dispuestos
a trabajar en la actividad que se les asignó y muchas veces como autómatas
cumplieron con las tareas, tratando de imitar a sus pares o aplicando la propia
iniciativa. Cuando ocasionalmente fue apreciada su labor insuficiente, si llegó a
mejorarla pudo ser por la Obligación que se le impuso bajo amenaza o por una
pasajera instrucción. Los parámetros generales para su desempeño, fueron las
actividades desarrolladas por trabajadores de su mismo nivel o el ejercicio de su
propio sentido común. Muchos trabajadores continuaron como autómatas por
tiempo indefinido y se constituyeron inconscientemente en factores de ruina para
la institución. Lo anterior pareciera el relato de lo que acontece en el caso de
trabajadores del aseo, de mantenimiento, de los servicios generales o de otras
actividades similares y se puede llegar a creer que igual cosa no acontece a
niveles más altos, incluidos los de los profesionales.
Se ha demostrado que el mediocre rendimiento hace presencia en todos los
sectores, incluidos los científicos y administrativos, si no se introduce el
ingrediente de educación continua como ingrediente fundamental y estímulo
necesario para generar sana competencia y afán de superación.
En los niveles bajos e intermedios y en algunas áreas como la administrativa los
programas de educación continua han demostrado menor formalidad que los que
se cumplen en los niveles asistenciales altos; no obstante, es marcada la
tendencia actualmente en todos los hospitales a superar todo tipo de escollos,
incluida en muchas ocasiones la resistencia natural que ofrece el propio
trabajador.
Para efectos prácticos el hospital desarrolla labor docente a cuatro niveles
diferentes de personal: a nivel bajo e intermedio, integrado por personal no
profesional en áreas de salud; a nivel de profesionales; a nivel de estudiantes de
pregrado y postgrado; y a nivel de comunidad.
La educación permanente, escalonada, en cascada, de manera que el de arriba
instruya a los de su área de influencia y éstos hacia abajo a quienes tengan algún
tipo de relación directa, llegaría a convertirse en el programa ideal que capacitaría
a todo el personal respecto a procedimientos, actitudes, cumplimiento de las
normas, logrando una gran cobertura y un afianzamiento respecto a la actuación
en cada caso. Este tipo de educación supone una abierta comunicación entre todo
el personal y por supuesto ausencia de egoísmo por parte de quien es poseedor
de los mayores conocimientos. Esta forma de educación permite que el médico del
consultorio, por ejemplo, mediante un diálogo amable y una comunicación
generosa y constructiva, instruya a la enfermera y que ésta a su vez comunique
las normas y dé pautas a la auxiliar; que quien tenga la mayor autoridad en el
recinto imparta normas a la recepcionista y de ahí hacia abajo se llegue al
personal de menor nivel, en actividad gratificante a la postre, por cuanto evita
reclamos innecesarios entre el personal o malestar por actitudes renuentes de
subalternos o quejas del usuario por mal trato o deficiente atención. En una
palabra, este tipo de educación facilita el verdadero trabajo en equipo, en el cual
todas las piezas claves funcionan de manera sincronizada, sin roces, ni traumas,
ni incomodidad entre los componentes o malestar o prevención entre los
pacientes.
La experiencia ha demostrado que en las instituciones en donde cada trabajador
de los servicios actúa como rueda suelta, son numerosas las quejas del propio
personal y del usuario. El rendimiento y la efectividad son pobres y grande la
inconformidad de la comunidad que se siente mal atendida o maltratada; ésta
además de demostrar su abierto descontento, se encarga de promover una mala
imagen del hospital.
Un aspecto fundamental, que debe constituir la piedra angular de los programas
educativos del hospital, es el relacionado con el conocimiento que todos los
empleados deben tener, respecto a los objetivos de la institución, los reglamentos,
las funciones generales que cumple cada dependencia, los medios de
comunicación internos y externos, el plan de emergencia, la conformación de la
plana directiva. Esta información debe acoplarse a cada nivel de escolaridad, para
hacerla especialmente comprensible por el personal de los niveles más bajos.
Partiendo de esta información, se pasará a las funciones y normas específicas
relacionadas con el cargo.
Educación para niveles bajos e intermedios
Los programas educativos para los niveles bajos e intermedios, deben prepararse
adecuadamente por personal entrenado e iniciarse con la inducción en el propio
comienzo de la actividad para familiarizar al trabajador con el ambiente, con los
equipos y elementos de trabajo, con el resto de personal y con los reglamentos y
normas de la institución. Debe continuar con la instrucción específica relacionada
con la actividad que debe realizar y la forma más adecuada de utilizar y conservar
los elementos y equipos de trabajo; luego seguir con información sobre la razón de
la actividad, las consecuencias de los errores u omisiones, lo mismo que de la
eficiencia. De ahí en adelante, proseguir con recordación permanente respecto a
aplicación de normas y procedimientos; con la realización de reuniones y talleres
que permitan la libre expresión de inquietudes, que faciliten la retroalimentación
respecto técnicas y procedimientos y fomenten la autoevaluación de rendimiento.
Los manuales de instrucción y los de normas y procedimientos constituyen
complemento fundamental; tan pronto logre la institución disponer de éstos,
constituyen el elemento de trabajo más importante en los talleres y seminarios
educativos que se lleven a cabo. El personal encargado de conducir estas
reuniones y talleres debe tener condiciones metodológicas qué le permitan utilizar
el idioma adecuado para el nivel del grupo. Dicho personal debe tener capacidad
de liderazgo y poder de motivación para fomentar a la vez el liderazgo entre los
trabajadores que lo escuchan; esto significa que la labor docente no puede
improvisarse y menos delegarse a la ligera en cualquier funcionario de la
institución. Estos programas deben adelantarse con grupos homogéneos según
las funciones que deban cumplir en el hospital. Algunas instituciones se resisten a
poner en práctica este tipo de programas por temor al costo de educadores, a
pesar de que éstos la mayoría de las veces pueden y deben desempeñarse
durante el tiempo disponible en labores de alguno de los servicios. Aun en la
posibilidad, de que, por la envergadura de la institución, deban trabajar con
exclusividad en la labor educativa, el costo de este programa es retribuido con
creces por el alto rendimiento y eficiencia logrados en los trabajadores. El personal
de este nivel, debe ser permanentemente estimulado respecto a los programas
educativos, que debe tomar no como una actividad ardua, desapacible u hostil,
sino como una disciplina grata, necesaria para mejorar su nivel de preparación,
para permitirle un mejor conocimiento de la institución e integrarse a ella en sus
propósitos y objetivos. Este personal en razón de su actividad, tiene relación
directa con los usuarios, con el público en general y con mucha frecuencia se
constituye en el primer contacto con éstos; de ahí la importancia de mantenerlo
permanentemente motivado respecto al buen trato que hay que brindarles , pero
sobre todo en relación con la ayuda que debe prestarles para orientarlos,
conducirlos o informarlos con la seguridad de que en el momento que alguien
solicite su servicio, lo hace porque considera que él es la persona indicada para
prestarlo. El trabajador de un hospital debe tomar conciencia, de que la persona
que llega, no siempre lo hace de manera apacible o tranquila, sino que muchos
acceden exasperados por algún problema personal de salud o por la angustia
originada ante la situación de algún familiar o amigo; esto lo entienden con menor
facilidad quienes poseen más bajo nivel cultural, por lo cual precisamente debe ser
más positiva y objetiva la labor del educador, quien pacientemente debe inculcar la
manera de amoldarse a estas situaciones, entenderlas y no perder la buena
compostura cuando se presenten. Los programas deben ser evaluados respecto al
proceso mismo, a los resultados que originen y muy especialmente al impacto que
produzcan.
Educación para los profesionales del hospital
La educación continua para los profesionales de la institución, significa una
importante responsabilidad para el director, pues la eficiencia, la respuesta a las
expectativas de la comunidad y la buena imagen en general, dependen en gran
parte de ellos. Estos programas implican además de las labores de inducción que
se cumplen como norma con todo personal que ingresa por primera vez a la
institución, reuniones, talleres y seminarios y otros tipos de actividades
programadas. Si esta labor educativa no obedece a una programación formal, sino
que se relega a eventuales actividades, puede incurrirse en la peligrosa
rutinización de los profesionales que usualmente exponen a la institución a malos
resultados que derrumban la credibilidad del usuario y en oportunidades se
convierten en causales de demandas y en factor de costosas sanciones penales.
Los hospitales de hoy, frente a las nuevas modalidades de los sistemas de salud,
se mueven necesariamente en la órbita de la competencia y ésta sólo puede ser
favorable, si todo el personal, con los profesionales a la cabeza es consciente de
la necesidad de permanente actualización de conocimientos que se refleje en la
confianza del usuario y su satisfacción completa por los servicios que le prestan.
La organización de los servicios médicos prevé el desarrollo de cinco tipos de
actividades: asistencial propiamente dicha, en que están incluidas la consulta
externa, la cirugía, la revista de hospitalizados; científica dirigida a la discusión de
casos clínicos, a la auditoría médica, a la evaluación de procedimientos;
investigativa en su forma básica o clínica; docente, relacionada con las varias
formas de educación; administrativa, relacionada con los aspectos logísticos y de
organización del servicio.
Las actividades deben ser coordinadas por la oficina de educación de acuerdo a
programas propuestos por cada servicio. Llevadas a cabo estas actividades, de
acuerdo a los programas, es básica su frecuente retroalimentación y el uso de los
recursos audiovisuales adecuados; además del fomento de una buena dinámica
de grupo para evitar su decadencia o rutinización. El logro de una buena
participación de todos los integrantes del servicio en estas actividades, convierte
los programas en una interesante forma de impulsar el esfuerzo personal y el afán
de superación. Además de que fortalece a la institución en el camino hacia la
calidad total. Dentro de la disciplina educativa de los profesionales, se destacan
las actividades de evaluación de los resultados obtenidos con el manejo de
pacientes hospitalizados; igualmente las actividades de análisis de técnicas
empleadas para diagnóstico o tratamiento, incluidos los procedimientos
quirúrgicos. Así mismo deben estudiarse los factores de morbilidad y mortalidad
en el hospital y revisarse las causas de ingreso de pacientes en un importante y
constructivo trabajo de investigación de tipo epidemiológico. La parte relacionada
con técnicas empleadas y protocolos de manejo, deben ser permanentemente
revisadas y actualizadas mediante actividades de taller o seminarios; así mismo
deben unificarse los patrones para procedimientos de todo orden en reuniones
conjuntas. Lo anterior evita errores como el de que alguno de los miembros del
servicio aplique individualmente procedimientos no conocidos por los demás, que
a la postre puedan no ser reconocidos como los más adecuados. Los protocolos
de evaluación, que se tratan en otro capítulo, deben ser aplicados estrictamente
en lo que hace relación a la educación continua de los profesionales. Es laudable
y siempre provechoso para la institución fomentar y facilitar la asistencia de los
profesionales a actividades diversas de actualización, como cursos y congresos
científicos. Lo importante de esto, es que el profesional haga partícipes a sus
compañeros de trabajo, de todo lo observado y aprendido en esas reuniones, que
puedan servir para mejorar la calidad de la atención.
Para la institución el programa de educación continua debidamente organizado,
manejado y evaluado, se convierte en una fortaleza, que proyecta buena imagen
hacia la comunidad y otorga excelente seguridad entre los usuarios.
Educación de pregrado
Los programas de educación de pregrado que se desarrollan en Hospitales para
estudiantes de medicina, de acuerdo a convenios con universidades, cada vez
representan mayor responsabilidad institucional, si se toma en cuenta que
significan una etapa crucial én la formación del futuro médico.
Si los hospitales desarrollan los programas educativos de su propio personal y
trabajan seriamente para el logro de la calidad de sus servicios, estarán en
capacidad de desarrollar programas de pregrado. Estos programas de pregrado
hoy se desarrollan con base a planes académicos diseñados conjuntamente entre
el hospital y la universidad; tienen como objetivo buscar la integración de los
conocimientos médicos del estudiante y aplicarlos a la práctica relacionada con los
problemas de salud más frecuentes. Esta etapa de culminación de la carrera, es
de gran trascendencia, por lo mismo que es aquí, donde el estudiante va a
desarrollar destrezas y habilidades para su ejercicio como médico general; pero
también es en el internado donde se le van a suministrar las bases de tipo
administrativo que le permitan organizar un servicio, con énfasis en la actividad
educativa que debe desarrollar con subalternos con quienes debe trabajar en
equipo organizado y permanentemente actualizado para lograr óptimos resultados;
así mismo se le complementan las informaciones relacionadas con el sistema
nacional de salud y las inherentes a obligaciones y responsabilidades para su
ejercicio; en esta misma fase se le fomenta el espíritu investigativo y se le impulsa
la actitud de educación continua; así mismo se le enfatiza sobre la necesidad que
tiene todo médico de educar a su comunidad en los aspectos relacionados con
fomento de la salud y prevención de la enfermedad.
En los aspectos de formación del futuro médico, hay consideraciones que toman
especial relevancia en la fase del pregrado en que el estudiante tiene actividad
directa con enfermos, bajo la tutoría del docente. La realidad de varios países
comprometidos en sistemas de seguridad social ha llevado al replanteamiento de
los programas educativos de las facultades de medicina que deben formar un
médico acorde con las realidades del momento, capaz de actuar de manera
eficiente dentro del marco de un ejercicio profesional integral, ajustado a las
modernas tendencias mundiales. Se ha pasado del individuo enfermo como objeto
tradicional y único de estudio, a incluir la promoción y la prevención de la salud en
la persona sana y en las comunidades. Se han fortalecido los vínculos entre la
asistencia y la docencia, de manera que se acepta que parte fundamental de la
misión de las entidades prestadoras de servicios de salud, es la formación de
recurso humano, así como es también básico que las entidades formadoras tomen
como misión el cuidado de la salud. El movimiento característico de mediados y
finales del presente siglo, que promovió al médico técnico y reduccionista,
eficiente, pero casi exclusivamente organicista y necesariamente ha sido
revaluado y complementado de manera que manteniendo el espíritu organicista
con toda su alta capacidad para diagnosticar y manejar la enfermedad, se
complemente con alta formación humanista y holística, junto con la necesaria
comprensión del hombre sano y la comunidad en que vive, con todas sus
circunstancias genéticas, sociopolíticas, culturales y medioambientales. Un
desarrollo fundamental en el momento actual, es el de preparar al médico para
educar a pacientes y a comunidades con el fin de cambiar los estilos de vida, para
disminuir la incidencia de enfermedades, originadas en estilos de vida
inadecuados; estos programas educativos están demostrando gran eficacia y en la
medida que el médico los ha adaptado a su actividad diaria han mejorado las
condiciones de salud de su población dependiente con una mejor confianza
mutua. La mayoría de los esquemas de seguridad social promueven la salud
familiar y asignan a los centros de atención, las comunidades correspondientes
con las cuales se desarrollan los programas de fomento y prevención, es decir que
se están cumpliendo los objetivos de la atención integral.
La declaración hace énfasis sobre un punto de importancia fundamental que es el
de disponer de profesionales con formación integral social, científica, humanística
y ética que les permita un ejercicio profesional ajustado a las circunstancias
modernas y una gran responsabilidad social. Esto significa que la formación en
todas sus etapas, especialmente en las de culminación de la carrera, debe proveer
de programas docentes y de la metodología adecuada para garantizar el
profesional ideal. La formación social es uno de los aspectos importantes en esta
tetralogía pues el conocimiento de las condiciones de vida de la comunidad, sus
costumbres, tradiciones, estándar económico, nutrición, educación, situación
geopolítica, facilidades de comunicación y todos los demás aspectos que tengan
que ver con su entorno influyen en las condiciones de salud, lo cual implica que el
futuro profesional no puede tomar la situación específica de un individuo de
manera aislada, sino que debe articularla a innumerables factores de orden social
que influyen sin duda, en la enfermedad. Además de que el futuro profesional
debe saber enfocar aspectos directos de cada paciente como sus relaciones
laborales, familiares, el medio en que habita y se mueve para sus actividades, lo
mismo qué lo relacionado con sus ingresos económicos y las facilidades nutritivas,
de transporte, de vivienda y de todo orden, que puedan influir psicológica o
físicamente en una situación determinada. Esta visión clara del enfoque social que
debe aplicar el médico a su ejercicio, se adquiere mediante motivación persistente,
quizás más objetiva y práctica en la última etapa del pregrado. La formación
científica y humanística, se entrelazan para conformar el perfil de la práctica diaria
de la medicina y como diría una autoridad, definen la permanente actitud de
“ciencia y conciencia” que debe demostrar permanentemente el médico. El manejo
de los conocimientos y su aplicación a la práctica permanente, representa un
mayor esfuerzo de integración, pero no será tan difícil este proceso si desde el
inicio mismo de la carrera se logra que el estudiante dé aplicación a todo cuanto
vaya aprendiendo y sepa interrelacionar un conocimiento con otro. La formación
humanística muestra al profesional con alta sensibilidad social, en disposición de
entender la situación de angustia del enfermo y de manejar en la mejor forma la
preocupación de su familia. Lo lleva a compenetrarse del problema y a convertirse
en un verdadero amigo y quizás confidente del enfermo. Propicia el trato amable y
la actitud bondadosa del médico; abre las puertas para el diálogo franco y sencillo;
permite que la familia y la sociedad encuentren en él, un aliado insustituible. La
formación ética, que se ha venido inculcando durante toda la carrera, en la fase
del pregrado hospitalario toma especial importancia, debido a que aquí el futuro
profesional realiza un contacto real y objetivo con el paciente, lo cual le permite
establecer la verdadera dimensión de la responsabilidad que debe observar y
aplicar en todas sus actitudes los más estrictos principios de moral. El estudiante
de pregrado va a alimentar su formación con el ejemplo del docente, en quien va a
mirar todos los rasgos de su actuación, para asimilarlos a su propia conducta.
Pero va a ver también el desarrollo del proceso general administrativo y a
aprender la aplicación de éste a cada situación; va a observar el manejo de la
investigación; tiene la oportunidad de apreciar el comportamiento de la auditoría
médica y va a palpar de cerca la forma como se dirimen los conflictos de todo
orden. Así mismo tiene la oportunidad de apreciar el comportamiento laboral de
sus compañeros, subalternos y superiores, de lo cual él va a sacar seguramente el
ejemplo para su actitud futura. En esta fase el estudiante de pregrado va a aclarar
muchas dudas respecto a la actitud que debe asumir frente a innumerables
situaciones del ejercicio y a prepararse para la posición adecuada ante conflictos
de todo orden, que surgen durante la carrera. Por lo mismo que el estudiante de
pregrado, aún no posee el título legal que lo respalda para el ejercicio de su
profesión, no podrá delegársele responsabilidades para que las asuma
individualmente, sino que éstas serán compartidas con el docente, quien, en este
momento de la formación, más que en cualquier otro de la carrera debe ofrecerle
permanente tutoría, evaluarle todas sus actuaciones y ofrecerle la posibilidad de
retroalimentar todos los aspectos de su diaria actividad. En ningún momento
puede tomarse la presencia del estudiante de pregrado en el hospital, como la
vinculación laboral de un nuevo empleado, sino como una nueva responsabilidad
de docencia, al servicio de la cual deben estar todos los trabajadores de la
institución.

Educación de postgrado
Los estudiantes de postgrado, residentes, son médicos graduados, en la mayoría
de los casos con experiencia profesional como médicos generales, que llegan al
hospital para adelantar programas de entrenamiento en una especialidad o
subespecialidad, oficialmente reconocidas, de acuerdo a convenios con facultades
de medicina. En muchos países, los estudiantes de postgrado son vinculados
laboralmente a las instituciones, dentro del régimen de prestaciones sociales que
rigen para los demás trabajadores. Cualquiera sea su vinculación a la institución,
ésta les asigna responsabilidades asistenciales como médicos generales o en la
especialidad respectiva de acuerdo al nivel de competencia que haya adquirido
dentro del programa que adelanta. Estos estudiantes de postgrado (residentes)
ingresan mediante el mecanismo de concurso abierto conjuntamente entre el
hospital y la universidad con la cual se haya suscrito convenio. Son seleccionados
no sólo por los resultados en la prueba de conocimientos, sino por otros factores
cuantificables, como el rendimiento académico durante la carrera, la experiencia
de postgrado, la ética profesional y la moral demostradas durante el ejercicio, la
entrevista personal. Por lo general cumplidas las pruebas del concurso, son
sometidos a examen de aptitud psicofísica. Una vez aprobados, se inicia con ellos
el programa, cuyos lineamientos generales deben ser concertados entre la
Universidad y el Hospital. Este programa, busca fundamentalmente moldear el
perfil de un especialista ideal para lo cual se determinan como objetivos
intermedios: promoverle aptitudes, fomentarle actitudes, darle destrezas y
habilidades, activarle la disciplina de educación continua, despertarle el espíritu de
investigación; lo anterior enmarcado dentro de parámetros de estricta ética, que
deben inculcársele como norma permanente del ejercicio profesional. En general
ha sido considerado importante, estimular la propia iniciativa del estudiante de
postgrado y fomentarle el autoaprendizaje, sin descartar por ningún motivo la
permanente y asidua dirección del docente, quien debe estar solícito a responder
en todo momento las inquietudes y aclarar las dudas, lo mismo que debe ejercer la
observancia de todas las actuaciones del discípulo, con quien debe mantener
permanente y abierto diálogo que le permita retroalimentar conceptos y mejorar
procedimientos. Se ha demostrado que la actitud comunicativa del docente y la
confianza que pueda generarle al alumno han sido más positivas en el proceso
educativo de postgrado, que los rígidos sistemas de evaluación o la fijación
estricta de tareas. Esto no descarta la necesidad de realizar pruebas evaluativas
que mantengan viva la actividad de estudio e investigación. Desde luego que el
estudiante de post grado aprende fundamentalmente al lado del maestro, viéndolo
actuar en la consultaren la visita al hospitalizado, en el quirófano, en el comité de
auditoría, en el ateneo, en la actividad administrativa, en las relaciones
interpersonales con pacientes, con comunidad, con compañeros de trabajo; en fin,
mira en el espejo de su docente, la imagen de lo que debe ser en su propio
ejercicio. De ahí la importancia de que el grupo docente no pierda de vista en
algún momento, la responsabilidad de su propio proceder, no sólo científico, sino
humano; en una palabra, enseñe con el ejemplo.
El estudiante de posgrado aporta al programa: los conocimientos generales de la
profesión, adquiridos durante la carrera; la experiencia como médico general; el
deseo de progresar; la mentalidad abierta y positiva para el estudio y la
investigación; la disposición para la labor asistencial; el sometimiento a las normas
y disposiciones del hospital; la ética y moral demostradas. El programa debe
ofrecerle: la actitud positiva del hospital, especialmente la motivación de los
profesionales de la salud puesta al servicio de la docencia a través de la labor
asistencial; las facilidades de todo orden que permitan el cumplimiento del
objetivo; un plan, completo y bien concebido que permita visualizar desde el
primer momento la complejidad creciente del proceso de enseñanza-aprendizaje.
El plan de docencia de postgrado pone en evidencia la capacidad real que tiene la
institución para cumplir con el compromiso de completa preparación del aspirante
a especialista y debe comprender: el recurso humano para la docencia; la cifra
ideal de pacientes; la adecuada cantidad de camas hospitalarias; la organización y
el volumen de la consulta externa; la programación ideal de procedimientos; la
organización de tumos de .urgencias; la programación de reuniones
administrativas, científicas, de toma de decisiones, de evaluación de
procedimientos; la disponibilidad de tiempo para estudio e investigación; los
mecanismos de evaluación del estudiante y de autoevaluación y retroalimentación
del programa. La activa participación de estudiantes y docentes, sumada a la
buena infraestructura administrativa, permiten un buen desarrollo del programa
con óptima configuración del perfil que responda a las expectativas planteadas.
Las buenas relaciones entre el hospital y la universidad son un ingrediente
fundamental que no puede interrumpirse en momento alguno.
Educación a la comunidad
La concepción moderna de la salud integral, proyectada con tanto auge en la
época actual, que determina los pilares básicos de fomento, prevención,
recuperación y rehabilitación; y define como eje fundamental para éstos a la
familia y a la comunidad, la cual debe incorporarse necesariamente al proceso, ha
llevado a las escuelas de formación de recursos humanos para la salud a incluir
en sus programas académicos la docencia respecto a metodología que deben
usar los futuros profesionales para enseñar a la comunidad, con la cual deben
trabajar desde los primeros estadios de la formación mediante prácticas
supervisadas y debidamente evaluadas dentro del pénsum académico. Estos
programas se consolidan en el pregrado hospitalario a través de la práctica
supervisada y vienen a realizarse en su máxima expresión durante el ejercicio
profesional, a partir de la etapa de servicio social obligatorio. El hospital, abierto al
servicio de la comunidad, de cualquier índole que ésta sea, debe realizar estos
programas educativos, con tres objetivos fundaméntales: que la comunidad sepa
utilizar los servicios de manera adecuada, que ofrezca su voluntad positiva para la
conservación y mejoramiento del hospital, que aprenda los principios generales de
fomento de la salud y prevención de la enfermedad.
Estos programas realizados adecuadamente, son de gran beneficio tanto para el
hospital como para la comunidad. A través de un buen plan educativo adelantado
en forma continua y convenientemente retroalimentado, el hospital instruye a
pacientes y familiares sobre el tipo de servicios que presta y cómo los presta. Así
mismo da normas de fomento de la salud y pautas permanentes de prevención y
control. Para estos programas, el hospital destina un personal especial, que los
prepara y aplica por medio de impresos o mediante sistemas audiovisuales. Pero
una forma que da los mejores resultados, es la comunicación directa, clara y
didáctica que los profesionales de la salud, utilicen con pacientes y familiares cada
vez que se presente una oportunidad de servicio; mediante este mecanismo el
profesional de cualquier área del hospital, da recomendaciones para uso de los
recursos de la salud, para mejorar las condiciones de la misma, para adelantar
acciones de prevención de todo tipo, para consumo adecuado de alimentos y
bebidas, para aplicación de medios de inmunización, para planeación familiar,
sobre condiciones de la vivienda y el trabajo, sobre requisitos del vestido, sobre
cuidados especiales con animales domésticos, sobre adecuación de los hábitos de
vida, sobre primeros auxilios en caso de emergencia, sobre la importancia de
comunicar estos mensajes con efecto multiplicador. El profesional en esta forma
da la importancia necesaria a la prevención e incorpora de manera lógica a la
comunidad en el ejercicio del autocuidado de su salud, lo cual es considerado en
la actualidad como estrategia fundamental para mejorar las condiciones generales
de la población y abaratar los costos de la atención. Hoy, no sin razón se
considera que si todos los profesionales de la salud, desde el escenario de su
ejercicio, adelantan a través de su práctica esta acción educativa, se logra una
reducción notable de la enfermedad y un mejoramiento de las condiciones
generales de vida y por consiguiente un beneficio incalculable en la productividad
económica.
La integración de la comunidad
Quizás una de las más positivas estrategias, de finales de siglo en el campo de la
salud, es la de la integración comunitaria. Al parecer sencilla en su concepción
general, esta integración resulta una empresa de grandes dimensiones, por lo
mismo que costumbres ancestrales de la generalidad de los países mantenían
dentro de un incomprensible distanciamiento a las comunidades, dando
preferencia a sistemas de planeación unilateral de los servicios y a la imposición
forzosa de los esquemas de prestación, sin dar oportunidad al usuario para
sugerencias de alguna naturaleza. Esto llevó en la práctica al descontento o a la
desconfianza de las comunidades y muchas veces a la planificación irreal de los
servicios, por lo mismo que éstos se montaban sobre la base de suposiciones o
por esquemas rígidos tomados de escuelas de formación, sin consultar las
verdaderas necesidades o las expectativas de la población. Cada vez han sido
más positivos los esfuerzos para el logro de esta integración y en la actualidad a
través de las empresas solidarias de salud, o por intermedio de los sistemas
locales en marcha en muchos países con la asesoría fructífera de la Organización
Mundial de la Salud, o por medio de las políticas de descentralización
administrativa que cada vez se abren mayor paso, las comunidades han ingresado
a tomar parte activa en la planeación, estructuración y ejecución de los servicios,
al punto de convertirse en elementos vitales dentro del funcionamiento de los
programas de salud. Con el tiempo y a base de una buena motivación, estas
comunidades han ido participando activamente en programas de investigación
sobre situación de la salud en la localidad, sobre necesidades básicas para la
preservación. Han ido tomando parte activa en programas de educación sexual y
de planificación familiar, además de que conscientes de la necesidad de fortalecer
los núcleos de atención han hecho esfuerzos de todo orden para mejorar la
infraestructura de los servicios. Representantes de la comunidad forman parte de
las juntas directivas de las instituciones prestadoras de servicios con lo cual se
han facilitado los programas educativos para fomento y prevención; se ha logrado
un uso más racional de los recursos; se ha estimulado la acción de los
trabajadores de las instituciones prestadoras de servicios, ejerciendo muchas
veces positivas acciones de auditoría y fiscalización. Pero quizás el punto
fundamental, es que se han ido destruyendo infundados recelos de las
autoridades de salud, llevando en la práctica a la conformación de equipos de
trabajo eficaces y productivos. Parte esencial de esta integración, ha sido la toma
progresiva de conciencia de la comunidad sobre la importancia de adelantar
acciones de autocuidado, lo cual las ha llevado a un conocimiento mejor sobre las
bases fundamentales de la salud, sobre el uso racional de los mecanismos de
protección y de defensa de su organismo, sobre la necesidad del esfuerzo
solidario y la comprensión respecto a la importancia de que los demás miembros
de la comunidad sean igualmente sanos.

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