Buenos días queridos hermanos, hoy la fe y la esperanza en
Cristo Jesús en su divina infancia nos reúne para celebrar con alegría y entusiasmo la fiesta central del Divino Niño. Y con ella llenarnos de fortaleza para seguir siendo testigos del amor de Dios que se nos muestra hoy como pastor para guiar y apaciguar su rebaño, un pastor que sufre al ver a sus ovejas lejos de su presencia. Encontremos, pues como dijo Jesús, con un corazón de niño que sabe amar, perdonar, que no sabe de injusticia ni de maldad, que entrega su confianza plena en los demás, acerquémonos a los brazos abiertos de Divino Niño que nos espera para aliviarnos de nuestras cargas y vivamos esta celebración eucarística conectados con la presencia de Dios en nuestras vidas y en la de nuestras familias pidiendo al Divino Niño esos favores que necesitamos con fe y esperanza.
Monición de la primera lectura
Nuestro padre Dios habla con voz fuerte al pueblo de Israel, en especial a aquellos en los que él a confiado para guiar a su rebaño, increpándolos a realizar su trabajo para no dejar perder a ninguno de sus hijos, ni dejarlos abandonados. El mismo se hará cargo de su rebaño colocando un pastor que guie con ejemplo. Escuchemos.
Monición de la segunda lectura
El apóstol Pablo en su carta a los efesios nos mostrará que todos somos uno en Cristo Jesús, sin importar raza, color o nacionalidad. La presencia de Jesús en nuestras vidas debe significar paz, reconciliación y amor, ya que en él todos somos hermanos e hijos de un mismo padre que es Dios. Escuchemos.
Monición del Evangelio
Hoy Jesús se presenta con sus apóstoles cansado, queriendo tomarse un tiempo para poder retomar fuerzas, pero al ver la necesidad del pueblo él decide seguir evangelizando y siendo ese pastor para guiar a su rebaño.