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f.(tu'l):mmentc coetáneos, del último tercio del qulnieutor
dehlcran quedar perpetuados en un mismo concepto y unu
misma lámina.
Escribe Menéndez Pelayo de El Escorial:
•••.. si Ja ínñlexibilídad de las líneas rectas y la pobreza dóricn
FRANCISCO SUAREZ y la afectada desnudez de ornamentos. engendran en el ánimo del
contemplador más fatiga que deleite, nadie puede negar al con-
Junto de aquellas robustas masas de piedra berroqueña, tan sóüída
y tan glacíalmente sentadas, como desafiando a los siglos, cierta
UNA METAFISICA QUE ILUMINA EL ESCORIAL * serenidad intelectuat, especulativa y geornétrica, que, sin ser Ia be-
llcza de la 'creación :artística,es una de las manifestaciones de la
~randeza humana. Toda mi pasión de provincia ,y de raza no pue-
den Ilevarme hasta poner a Herreraen el número de los grandes
nrtífices, por quienes l:a eterna idea armónica ha quenido dar bre-
Gloriosas fueron las jornadas suarezianas del Congreso ve muestra de su poder a los mortales; pero si el haber Ievantado
internacional de Granada (1917), cuando ante los delega- una de 'las más enormes masas de piedra que en eI~ mundo exis-
dos de Europa y .América, presente el Nuncio de Su San- ten no. es mérito prop lamente estético; si lIla gracia le falta siem-
tidad, y presente asimismo la representación del Rey y de pre, y la elegancia, cuando [a tiene, es aquella elegancia que, según
Jos matemáticos, cabe h.asta en el despejar de una incógnita o en
su Gobierno, las frases: "Suárez y la ciencia nacional", lo combinación de los datos de un problema, en cambio, IJa gran-
"Suárez y 1:;1 filosofía española", de tanto oírse y repetirse, deza y audacia de ¡);astrazas, Ia majestad de las 'p.roporciones, Ua
quedaban para siempre asociadas a la belleza de los pen- consonancia íntima de la obra con el espíritu del monarca que le
siles morunos, a la miríf'ica morrada que levantaran las pagara, y de Ia sociedad, medió ascética, medio romana (y por una
y otra causa más' áspera que graciosa), en medio de üa cuat iba a
Hadas para los emir es granadíes, 'levantarse el edificio, se imponen al ánimo y (J'esobrecogen y fuer-
Y, sin embargo, el Suárez verdad, el Suárez que bus- zan a respetuoso silencio, como toda obra que lleva impreso el
camos, no está en la Alhambra. Está más bien aquí, en eJ Bello de una voluntad vdrfl, dorninadora de las resistencias mate-
ángulo poniente-norte de la Mole que tenemos delante, bien ~ r iales" (2).
recortada sobre el azul celeste, y que en severas líneas y Es, pues, el Monumento, según Menéndez.ihijo más del
con encanto más místico que estético se extiende a ambos Lógos que de la Cháris, y consonancia íntima con el espí-
lados en evocación de lo ilimitado y sublime, mientras el ritu del Monarca, que todavía aspira por sus fríos claus-
"Hiéron", la Casa y gloria del Señor, centro del edificio, lros en las ráfagas de aireque le mandan las vecinas cum-
que la atraviesa de parte a parte, aún le pide másespa- bres de la Merinera. El soñar de la Majestad, que siempre
cio, y, teocráticamente, la desborda al levante. Aquí es don- será un soñar de orden y grandeza, se ha posado en él, y
de ha buscado Martín Grabmann a Suárez (1), y desde tanto por lo que tiene de iglesia y mausoleo-ordenación
aquí lo vamos' a ver nosotros: de la vida-como por lo que tiene de biblioteca, con sus
Si El Escorial es el tratado de la arquitectura pura, re- :>00 manuscritos griegos, 2.000 latinos y 1.800 árabes. Más
ducción casi de las leyes de la estética a las de la estática, que monjes que sientan, espera este monasterio monjes que
y si es imponente en su austera desnudez, otro tanto es la mediten y ordenen la ciencia. Y por aquí se enlaza el pen-
Metafísica de Suárez, el tratado del ser en su máximauni- sar metafísico más vasto que se conoce con este monumen-
.versalidad y abstracción, con unas dimensiones de profun- to de serenidad y belleza intelectual, tan distinto del otro
didad y frente que no había conocido. El dicho "perfectum de belleza sensitiva que con dedos de luz y grácil línea
opus rationis" le va tan bien al monasterio como al Dr. Exi- moldearon las huríes, orillas del Genil, y llamamos la Al-
mio, que lo recuerda en' sus dos in-folios; y uno y otro-ri- hambra,
Este punto de contacto entre el gran Monasterio y el
(*) El" presente artículo es parte y avance de un trabajo: Estudios so- gran Infolio lo apunta, con frase dura y sectaria, es cierto,
bre la filosofía (%lpañola, próximo a publicarse en su primer volumen. .T.Ingenieros, cuando al suarismo, exactamente como otros
(1) "Die Disputatíones Metaphysicae des Franz Suarez in ihrer metho-
díschen Eigenart und F'ortwirkung", Parte del P. Frana: Suáreili, Ge4,enkblat-
ter eu. .•em.e1n dreihwndertjiihrigen Todestag, 25 seto 1917. Irmsbruck, 1917,
pp. 29-73. (2) Ideo« olltétÍ<la.a, 11, p. 371.
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178 JOAQuíN lRIARTE, S. l. FRANCISCO SUÁREZ 17U

• lu Mole inmensa, hace símbolo de la cultura religiosa del han escrito de metafisica en pos de Aristóteles, con una si-
SiuJo de Oro. nopsis detallada de la de este último, fijándose en los que
se apartaban más o menos de 113 mera paráfrasis del maes-
!Ir.:! suarismo-e-anota el citado autor-e-es Ila más genuina expre- tro y fueron preparando "su exposición, índependíente en
xíón CIU'lturalL
de la España teocrátíca; en ese sentido, es la más
española de todas las filosofías cultivadas en la península. Des- todo del texto. y del contexto" de Aristóteles (5). En este
pués de la escolástica católica, ningún filósofo original puede se- proemio :andan citados y discutidos: de los comentaristas
ñalarse en España, frustrándose üos esfuerzos por introducir algún griegos, Themistio y 'Afrodisias, entre otros; de los árabes,
sistema europeo, no obstante haberse ensayado todos. En el sua- Avicena y Averroes ; de los escolásticos antiguos, Alberto
risrno puso su alma la España católica; Iué bandere y mortaja de
SlU cultura filosófica, convertida en instrumento de la Contrarre- Magno, Santo Tomás, Juan de Janduno, Antonio Andrés,
forma. No exageró D. Emilio Castelar 311: escribir sus palabras inape- y de los recientes, Javelli y Soncinas, sin olvidar al huma-
aaillles: "España se ha suicidado por salvar el catolicismo" (3). nista Nifo. Es de notar la especial atención que dedica al
Angélico CO),1 frases: "recte advertit D. Thomas" ,"exponit
Hasta entonces la metafísica se hace glosando, con es- optime D. Thomas".
fuerzos que se suman al del que se considera supremo autor Recordados .los precursores, empieza Suárez su propio
y maestro. No hay sistematización, sino montón informe, 'alzado con una disputa o capítulo inicial sobre la natura-
mera yuxtaposición. Suárez es el audaz que aborda una leza de la metafísica en que hay análisis penetrante en ex-
obra empezada y terminada por sí propio, atlánticamente tremo ("ein'e tiefschürfende Einführung") sobre la ciencia
sustentada sobre sus hombros. De él arranca la Metafísica metafísica (6). Va desarrollada en seis secciones; de las
de contornos personalistas y como pieza autónoma, abar- -qne tres' comprenden el objeto de dicha disciplina-el ser
cando por sí sola dos volúmenes de mil páginas en cuarto . en cuanto ser real-c-en los grados de máxima universali-
cada uno. [Escnríalense de veras! Ese dejar Suárez la tra- zación, de modo que quede deslindada de las demás cien-
dición de ir dialogando con Aristóteles, de ir de su mano, cias, aun de aquellas que suponen grados de abstracción
no sin puritualizar antes las deficiencias metódicas que en- como la física y la matemática. La metafísica es "scientia
cuentra en el venerando Tratado del heleno (4), supone quae ens, inquantum ens seu inquantum a materia abstrahit
nada menos que dar a la filosofía estructura nueva, des- secundum esse, contemplatur", Las siguientes secciones,
arrollarla en amplitudes insólitas y cerrarla con arcos y desde las cuatro a las seis, estudian la tarea, valor y digni-
cúpula en altiva fábrica intelectual. Supone la era siste- dad de la metafísica.
matizan te del siglo XVII - con los Descartes, Spinoza y Tal es la "disputatio" primera, el pórtico de los Reyes
Leibniz.-y el triunfo publicitario que alcanza con cuatro que se levanta en visión dominadora, echando por tierra la
ediciories en Maguncia, cuatro en Colonia, dos en París, dos tesis de .que la afición por la ciencia pura, la ciencia sin
en Ginebra-sin contar las de España e Italia-, de 1600 utilitarismos y corno gran virtud noética a lo Platón, sea
a 1636. . casi extraña en la filosofía española.
Examinemos con Grabmann sus anchas lonjas, facha- Establecida la naturaleza de la metafísica, escalónanse
das inmensas e impenetrables muros, sin omitir la coro- diez "disputatíones" sobre las pasiones o propiedades tras-
nación de sus altas torres en la admirable porción de la .cendentales del ser, siendo de notar en la d. 3 un concien-
Teodicea. Gélida abstracción, frío intelectualismo toda ella, zudo examen del principio de contradicción. El "Unum"
volvemos a decir, pero el, esfuerzo más grande que se haya en general (d. 4), Y la Unidad individual con el principio
visto. El colosalismo llevado a la metafísica. de individuación (d. 5), desarrollados en forma espléndi-
Divídese en dos magnas partes, comprendiendo la pri- da y como de estudio aparte, dan paso al estudio de las
mera el obj eto de la metafísica en su extensión máxima, a universales (d. 6) Y a las maneras diversas de Distinción
saber: el Ser en cuanto tal, con sus propiedades y causas. (d. 7). La d. 8 habla de la doctrina de la Verdad, y la9
La segunda, las divisiones del Ser en Increado y Creado y de 113 Falsedad, con atinadas observaciones sobre las fuen-
su sub-división en las diez categorías. A este primer gran tes del error, la evidencia aparente y los retardos del co-
esquema acompaña una valoración de los que hasta ahora nocimiento. La 10 y 11 versan sobre el Bien y el Mal tras-
cendental.
(8) La Oultura l!'iwsófic'a en. IDspOlña, 1916, p. 108.
(4) lCn)o que ha venido a darle la: razón recientemente .W. W. Jiieger, (IS) P. 35.
110111(lrlibmwlIJ, p. 33. (6) P. 85.
1,1014) .10AQuíN IRIARTE, S. r. '0, FRANCISCO SUÁREZ 181
Con la 12 empieza la segunda parte del prímer voíu- Vitoria y de la escuela salmanticense, de gran sentido po-
mcn, dedicado a las Causas. Abre la marcha el estudio "De sitivo e histórico, como se sabe.
CflllSis entis", en común, de modo que la etiología se jus- Además. de Aristóteles conoce a sus comentadores Te-
tifica en la metafísica, no en la física. La 13-14 versa so- mistio, Afrodisias, Simplicio, Ammonio, Filopón. A los pla-
bre la causa Material; la 15-16, sobre la Formal. En la tónicos, mejor que los medievalistas, incluyendo las En-
17-22 se discute la Eficiente con especial atención a la ac- neadas de Platino. Tiene en cuenta el Liber de Doctrina
tividad creadora, conservadora y cooperadora de la Causa Platonis, traducido por M. Ficino y después por Lambino.
primera (d. 20-22). En la 23-24, la ,Final, y en la 25, la Cita también, entre los antiguos, a Plutarco, :a Proclo y a
Ejemplar. Esta sección, como el volumen íntegro, se cierra Boecio, valiéndose, en general, para la apreciación de la
con consideraciones sobre la relación mutua de las cau- antigüedad, de la obra De Perenni Philosophia, de Steuco
sas (d. 27). " Eugubino. Extraordinaria es su erudición de los escolás-
El segundo tomo tiene por cima la división del ser In- ticos ; todos ellos, desde los tiempos de San Anselmo, van
finito y Finito (d. 28), explayándose, con respecto ah pri- compareciendo en la mesa de trabajo de Suárez con sus
mero, en una teología profunda y metafísica hasta cuanto matices múltiples. Arabes y judíos en sus principales re-
la inteligencia humana puede alcanzar sobre la existencia. presentantes. El paso de la escolástica de formación a la
esencia y atributos de Dios (d. 29). Es el grandioso remate de culminación se hace por G. de Auxerre, De la escuela y
de este edificio de abstracciones y de inmaterialización, direcciones de Alberto Magno conoce sólo a Alberto, dado
trasunto del otro de anchas explanadas, claustros severos que sus discipulos, corno aún inéditos, seguían inaccesi-
y muros graníticos que decimos la octava Maravilla. Una bles a los del siglo XVI. Agota a Santo Tomás. De los an-
gran Teocracia que se da la mano con una gran Teodicea. tiguos tomistas maneja a Herveo Natal y a Pedro Paluda-
• Las otras "disputaciones" se refieren al ser Finito. La 31 no. La tomística del siglo XV está representada por Capreo-
. examina la Existencia y Esencia del ser finito o creado en lo, Soncinas y Domingo de Flandes. El comentario del úl-
general, y la división del mismo. En Sustancia y Acciden- timo a la metafísica de Aristóteles ya las glosas del Aquí-
te (d. 32). Las 33-36 son una metafísica .de la Sustancia. I
nate aL mismo, la obra mejor de los dominicos en esta rama
La 37 estudia la relación entre Sustancia y Accidente, con y que utilizará más tarde Ch. Wolf, también ha sido apro-
la derivación de las nueve Categorías accidentales (d. 39) vechado. En el siglo XVI ap:arece Ch. Javelli. De ese siglo
y explanación extensísima de las mismas; 40-41, para la se nombra a los dominicos Cayetano, Prietias, Silvestre de
Cantidad; 42-46, para la Cualidad con una discusión a fon- Ferrara, C. Koelin, Deza, Astudillo, D. Soto y B. Medina.
do de la doctrina de los hábitos (d. 44). La de la Relación I
De la escuela franciscana, a Alejandro de Hales, Bonaven- II I
va estudiada en diecisiete secciones de la 47, por cierto que I
tura, R. de Mediavilla. A Escota se le tiene en cuenta en
de un modo exhaustivo. Las 48 y 49, sobre la Acción y Pa- todas las cuestiones, unas veces apartándose de él y otras
sión, y las 52· Y 53, el Tiempo y el Espacio, con el "Situs" suscribiéndolas, De los antiguos escotistas van citados May-
y el "Habítus", éstos últimos de manera sobria. La última ron, A. de Andrés, J. de Bassolis; y de los recientes, Trom-
"Disputatio", la 54, trata de los entes de razón, que, aun- betta, Liqueto de Brescia y, sobre todo, Andrés de Vega,
que no pertenecen a la metafísica, son de utilidad y méri- tan celebrado en Trento. Figura también E. de Gante. De
to en su estudio (7). la escuela de Egidio se hacen sentir Tomás de Estrasbur-
Ahora, dice Grabmann, hay que valorar el esfuerzo me- go y Gregorio de Rímini, que. se aproxima ya a Ockam. i¡1
tafísico de estos dos gruesos infolios: . Durando y Pedro de Aureolo preparan la escuela nomina-
Lo primero que hace Suárez es exponer las soluciones lista, y de ella están citados Ickam, Marsilio de Inghen,
que han precedido. Aquello de Aristóteles de que el filó- Alberto de Sajonia, A. Goddan, J. Mayor, G. BieI y J. AI-
sofo ha de ser juez que sentencia el pasado, lo hace Suá- mainio. También lo está D. Catarino, que en su Comenta-
11,

rez de manera brillante, aunque suponga ello la fatigosa tio a las sentencias lleva marcado rasgo positivo-ecléctico
empresa" de seguir vuelos y más vuelos de abstracción. To- con mucho fondo tomista. Está Suárez en contacto con el
dos cuantos han existido, y en su penetración máxima. En averroísmo latino, representado por J. Janduno y los de
esta ojeada retrospectiva diríase que obra a impulsos de 18 escuela de Padua, P. Veneto, Thiena, Aquilino, Cimara
y Nifo. Acusa IO's renacentismos de Ficino, Pico de la Mi-
(7) 1'. 38. randola y Serenio de Brescia No desconoce la medicina y
JUlt cil'II('/IIH nuíurules, v. gr., en Galeno y Tomás de Gnrbo, IJlI'Opllldo examen. SUlI, PUI'ti, "cliHJlIILlltiOIlP/4" 11tH' (~IIIlíWIl
IJlle' (M/#{lo XVH) escribiera una Summa Medicino.lis. Auto- 1" Jtwj Impreaíón por HU deamcnuzumlcn lo y In bor 111111
01'
"('M menos filosóficos, como el Tostado y Miguel de Pala- [Itlcrt, por su objetivídnd estricta e inqucbran tahle, J)C)t. HlI
c/U/f, recurren también. Asimismo sus hermanos de hábito clnridud trasparcnte. En lo cual, y en la entrega del almn
'I'oledo, Fonseca y los Conimbricenses, en sus comentarios '1 Dios y a la verdad, así como en la tranquila y profunda
u Aristóteles. Belarmino está también presente (8). nobleza de espíritu, recuerda Suárez al Angélico y a San
Es decir, que toda la literatura de entonces anda cita- Buenaventura. En sobriedad y precisión no llega a ellos.
da. Y no sólo citada, sino discutida, y siempre dentro del 1<:1 estilo lapídario de Santo Tomás en el De Ente et Esen-
método histórico positivo, con serenidad, ajeno a toda pa- tia, o de San Buenaventura, en esLtinerarium, no es su
sión y a los partidismos, dando muestras de comprensión fuerte (10).
máxima. Por algo se ha dicho que es un repertorio de to- Estas dotes, acabadas de señalar, hallan reconocimien-
das las opiniones de los campos de la metafísica. Dice F. lo en la filosofía y teología católicas y no católicas. Son
Brentano: "El que quiera saber históricamente lo que en varias las páginas de laudes a Suárez que nos da aquí el
el medievo se dijo sobre la rica significación del ente se- profesor alemán; insistiendo si en algo en los encomios que
gún Aristóteles, que vaya a Suárez." Otro tanto afirma Ie tributan los protestantes antiguos y algunos también re-
Schopenhauer las varias veces que le cita en sus distintas cientes. Queden p~ra otra parte los antiguos, pues el si-
obras, llegando a decir en una, a propósito de la forma glo XVII, de donde son, pertenece al primer volumen de
sustancial, que se hará muy bien en ir a consultar la me- este trabajo. Están conformes todos en proclamar a Suá-
tafísica suareziana (disp. 15, seco IV)-verdadero compen- rez filósofo máximo de Ia 'época, lo que, en unión don las
dio de toda la sabiduría escolástica-, y no ese amasij o reediciones que tenía entonces su metafísica, eh texto nor-
sin espíritu ni ingenio de/los profesores alemanes (9). malt de las universidades, nos autoriza para asignarle di-
Mas Suárez no se contenta con alegar y exponer senten- mensión europea y darle el título que en estudios poste-
cias ajenas. Procede en seguida a una arquitectura perso- riores al de Grabmann, en el Eschweiler, V. gr., se k 08-
nal, a un sistema propio con juicios y enunciados propios de filósofo del Barroco, entendida la connotación como
en los problemas particulares. Donde luce no sólo métodos tiempo, no precisamente como carácter (11). .
y formalismos, sino dotes de objetividad, de penetración De los protestantes recientes, que entran ya en el cam-
aguda y alcance hasta lo más intrincada del problema, po de estudio de este volumen; mencionamos aquísalgu-
con .clara y ordenada ilación de pensamientos y pruebas. nos. W. :Windelb:and, en un Manual de Historia de la Filo-
Son dichas disputas la más detallada y sistemática exposi- sofía, favorecido con múltiples ediciones, escribe: "Suárez
ción de la Metafisica que existe. Presentan los problemas era escritor de significación, claro, penetrante, seguro, y de
en todos sus aspectos, y nos inician en sus diferencias, di- gran capacidad para una luminosa exposición del pensa-
ficultades, soluciones y dudas. Sin que tanta pormenoriza- miento." Y en la Historia de la Filosofía moderna concreta
ción engendre pesadumbre, pues el enfoq,ue del objeto de el mismo autor: "Tan finas, tan tersas y tan influyentes
tal manera clava al espíritu sediento de verdad, que las como fueron sus exposiciones, se concretaron, sin embar-
energías se concentran en el punto preciso. Suárez no se go, como .otras menores. publicaciones de la época a una
contenta con la aclaración y enumeración de las definicio- mera renovación del tomismo." überweg anota: "Suárez,
nes, distinciones y formulados, ni busca sólo el conocimien- con su metafísica, ejerció notable influjo en el campo filo-
to 'de los significados varios; apunta al contenido real, en sófico." El teólogo católico Scheeben, competente como el
exposición clara, trasp:arente, traslúcida. Señala tersamen- que más, asevera: "Suárez es el más fecundo de todos los
te el orden o trabazón de los problemas particulares, el nuevos escolásticos; se distingue por la claridad, sensate
núcleo de la cuestión y la raíz de la dificultad con las re- prof.undidad y comprensión" (12).
ferencias históricas sobre las varias sentencias y sus funda- Pasa ahora el ilustre medievalista a una crítica de con-
mentos, de modo que, gradualmente, con lucidez, se proce-
da al planteamiento de la tesis y se la haga accesible con
(10) P. 43.
(11) E. EsCHWEILER: "Die Philosophie dar apauisehen Spiitacholastík
(8) P. 41. (de Suárez, sobre iodo) auf den Uníversítaten des 17. .Tahrhundert"o S~CI4VlII-
({}). P. 42. che Forsobunaen. der flOrresgúellschaft, i1.928, pp. 251·325.
(12) Pp. 44-46.
J&i J()AQUIN nuxnru, S. J. :FJ\ANCISCO SUÁREZ 185

junto de eso. gran metafísica, reduciéndola para su estima- Lo que supone potencia intelectual tan grande como el dar
.MHl 1\ 1,0s grandes modelos existentes, a los órdenes o es- sistemas nuevos por su cuenta.
tilos consagrados. Labor que en el caso de su gran símbo- Repasemos el cuadro de las sístematízacíones que bro-
lo El Escorial ha resultado por demás pintoresca, yéndo- tan o se caracterizan fuertemente por entonces.
se en sus valoraciones desde el colosalismo y la falta ab- La tomista, con los dominicos" carmelítas y benedicti-
soluta de sentido estético, desde la aridez repulsiva y un nos; la. escotista, fijada pocos años después de la de Suá-
puro y vano alarde, hasta el Credo que más pesa, y el es- rez por F. Fabri, para ser retocada y completada por Be-
píritu de Trento hecho piedra. Y bien pudiera ser que la Iluzio y Mastrio. La bon~aventuriana, obra de los capuchi-
interpretación del monumento hubiera de buscarse por nos Carpendalo, Baudouin, Barberio y Olp. La f'ilosofía de
este lado de la fe y de la relígión, no precisamente por el Egidio, representada por Bonherva y Gavardo. La de En-
de la gracia, y recurrir a un austero encanto para refle- rique de Gante, debida a los Cosio, Burgo, Ventura y Ga-
jar la impresión que en el ánimo produce. Nosotros, des- nali. La de San Agustín, a Andrés Martín.
de luego, hemos de insistir en el austero encanto del es- En medio de estas múltiples direcciones surge la es-
píritu .hecho me.tafísica ante este héroe que se recreó en cuela jesuítica-loyolita se la llamó en la Europa central-,
dar a la abstracción, y valga la paradoja, concreciones cuyo exponente máximo es Suárez, y que sabe llevar a loa
científicas para que participe en el gran torneo de des- tomística elementos de un sano eclecticismo con fundamen-
materialización de la realidad que desde hace dos mile- tación histórico-crítica, o con una mayor atención a las in-
ni os presencia complacida la porción más culta de 113 Hu- vestigaciones e inquietudes del día. ¿ Separándose del to-
manidad. ' mismo? No acierta a ver Grabmann una separación fun-
Significa esa Metafísica el paso de los comentarios a los damental en Suárez, pues va con Santo Tomás en los sig-
libros metafísicos autónomos, se ha dicho varias veces. Es nificados del ser, en la analogía del ente, en los universa-
un glorioso gesto de secesión por parte de la mente, que, les, en las pruebas de la existencia de Dios y otros puntos
dejando al Estagiríta, se va en pos de construcciones inde- más. Hay divergencias como en la no distinción real entre
pendientes. Desde este momento, observa Grabmann, las la esencia y existencia, en el principio de individuación, y
r.amas de la filosofía, dejando glosas rutinarias, son cur- algunas otras tesis. Lo que no autoriza para situarle fuera
sos, "Summas" filosóficas, codificaciones magnas. del campo tomista, aunque haya de admitirse un suarismo
La escolástica de esplendor apenas conoció fenómeno que es un "weiterbauen", un "weiterausbilden" de la ya
semejante. Sólo hay algún que otro ensayo de muy corta existente Escolástica, dicho con expresión feliz y verbal-
perspectiva y ejecución Iimítada en tal sentido. Pero es- mente intraducible al español. Es un pro-construir, un pro-
cribe Suárez, y, poco :a poco, se va presentando la Filoso- edificar o avanzar edificando, única "revolución" que cabe
fía como asignatura "sui iuris", y tienta a las mentes po- en una disciplina que se desarrolla no por yuxtap.osición
derosas para que ensayen una sistematización en sí mis- o contraposición, sino con crecimiento orgánico (14). Quie-
ma encerrada, por todas partes conc1usa, geométricarnente re ser el suarismo una a la vez independencia progresiva y
contorneada. Aquí se explaya la erudición ingente de Grab- eonservatorismo tan sensato como bien llevado. Verdadera
mann en cuadros históricos que, teniendo a Suárez corno ecléctica, distinta de la que después de él entra en acción
centro, se dilatan a ambos lados del mismo por la. esco- y que dará al traste con la escolástica de los siglos XVII
lástica antigua y moderna; pero no es menester seguir- (segunda mitad) y XVIII. El espíritu de Suárez le era aje-
le (13). no a ésta cuando se aferraba ciegamente a lo antiguo,
Suárez, en consecuencia, ha traído un nuevo método, r cuando, de espaldas a la tradición patrística y medieval,
un nuevo estilo. Pero, ¿ha puesto ser y contenido mayor se lanzaba desatentadamente por las rutas de las ciencias
en la filosofía misma? Es esto lo que sobre todo buscamos. naturales. La erudición de Grabmann, una vez más se ex-
¿ Cuál es ese ser y contenido? Una eclexis, asegura eL pro- tiende por el desarrollo de esta escolástica decadente post-
fesor monacense, pero sana eclexis, que en vez de mendi-
gar en sistemas ajenos, los comprueba, se los apropia en (14) Monllco, en el estudio citado en la nota 33; páginas más arríba=-es-
lo que valen y pasa a reconstruirlos en unidad orgánica, rudío serio y concienzudo--, termina diciendo que todo crítico imparcial y
sereno deberá concluir, DO obstante algunas divergencias, "che la filosofia
dol Snnrcz o la medesima di S. Tommasso:', p. Uó. Va, pues, con Grabmann
(13) Pp. 47-53. y Z. Oonzález.
,." ,
I~ JOAQuíN IJUARTg, S. l. l"I\,\N(:II.¡CO SUÁIU-:;, It\
suurczíana (15), para acabar con estos párrafos de ento- ilgo más arriba se trascribieron. Las "Diputationcs Metu-
unción culturista : physlcae", ha dicho Grabmann, el príncipe de los medie-
Se n08 han revelado las "Disputas Metafísicas" como valístas actuales, constituyen la más pormenorizada exposí-
una pieza de metódica amplia, independiente e innovado- cíón sistemática de la metafísica que se conoce ("die aus-
ru en la escolástica y en la especulación filosófica en ge- führlíchste systematísche Darstellung die es gibt"). Aserto
neral. Y hemos de sentir vergüenza que la nueva escolásti- universal y absoluto, que comprende entre los superados
ca no posea otra de igual elevación, de rasgos tan gran- por Suárez a cuantos han escrito de esa disciplina, v. gr.,
diosos ni de carácter tan progresista; Metafísica de gran Kunt, al que tanto echa de menos Maeztu en nuestros a!la-
estilo. Las "Disputationes Metaphysícae" le dicen al pen- les. Se parecen S.uárez y Kant en que uno y otro someten
sador que se .ocupa en la Filosofía perenne que sólo por In metafísica a una revisión -.En la historia, antigua o mo-
un profundo abísmamiento en Ios problemas metafísif'os derna, no hay intento comparable al de estos dos en en":
ha de ponerse a la altura de 'Obras llamadas a recoger el vergadura y penetración. Anuncian ambos desde sus res-
patrimonio elaborado por Aristóteles, San Agustín y la Es- ., pectivos proemios que se proponen algo notable; Suárez,
colástica, y mejorarlo en cuanto cabe, trabajando por restaurar y volver a su prístina dignidad la filosofía pura;
cuenta propia y sin desentenderse de Ios avances de Ianue- Kant, revolucionarIa, haciendo que la mente que antes gi-
va y aun novísima fílosofla. Solo así irá creciendo yenno- raba en torno a las cosas sea el centro de éstas, su infor-
.blecíéndose con el espíritu que representó el Dr. Eximio. mación y su ley, causa: del objeto en vez de efecto, pro-
La investigación de los manuscritos medievales está pro- ductora en vez de producto. Una inversión de la idea de
bando cada vez más que el principal influjo de Santo To- nuestro conocer y de nuestra visión de la realidad.
más, cuya especulación, como mejor se aprecia, es desde El autor de las "Disputas" tiene otra visión. Coge la
las alturas de la ontología, se hace sentir sobre todo en el lente, examina razonablemente el ocular, tratando de co-
campo de la metafísica. De ello es testimonio 1'0 mucho que rregirIe posibles errores provenientes del medio o de la
.aún está por. publicarse. Los movimientos filosóficos y lu- refracción; mas con el resto del género human.o la cree
chas de los siglos XIV y XV se nos ofrecen hoy, a la luz de 't suficientemente veraz, y la imagen del mundo que da el
la investigación, como un preludio de la filosofía moder- objetivo copia fiel de la realidad, la que somete a un aná-
na; y el buen metafísico, el contínuador de Aristóteles, de lisis gigantesco en su naturaleza abstracta y conceptual, en
San Agustín, Santo Tomás y Suárez ("del' an Aristoteles, sus propiedades fundamentales, en sus causas últimas, en
Augusfin, Thomas und Suarez gebildele Metaphysiker"), sus categorías y escalas, sin olvidar los grandes principios
hará bien en vivir alerta a cuanto la novísíma Filosofía que contrastan la marcha de nuestro conocer inmanenté y
revuelve en este sentido. Ni se olvide que en todas partes trascendente, experimental o inmediata y analíticamente
se nota una restauración de la "vis" abstractiva del intelec- deducible. Suárez admite la veracidad de las facultades
to, y, como dice Heidegger : "No puede la filosof'ía renun- como una primera evidencia, pues renunciar a ella seda
ciar por mucho tiempo a su propia óptica que es la meta- renunciar 'a sus propias 'Operaciones intelectivas y discur-
física.· sívas. Por 1.0 mismo, para él, el conocimiento no es pro-
Bien está que los espíritus insistan cada vez más en la ducción, sino reproducción del objeto. Kant es de otro pa-
restauración .del Derecho de gentes, y que a Suárez sé le
quiera hacer precursor y fuente de Rugo' Grocio. Si se re-
recer, lo hemos indicado. Empieza sometiendo la razón a
un tribunal constituido por esa misma razón en que des-
habilita la obra De Leqibus del pensador hispano, en esa confía, lo que es hacerla juez tanto corno reo. Examina el
rehabilitación reclamará lo suyo la gran metafísica que le aparato cognoscitivo, sin más medio que el propio aparato.
sirve de base. Que la frase antigua tiene sentido eterno: sin un posible recurso a principios o datos que no vayan
"Las leyes humanas todas se alimentan de la que es una implicados en él, porque tampoco adopta la actitud pasiva
única y eterna ley" (16). y de mera observación de los hechos de conciencia qué
quiere hoy el criticista método moderno.
Es preciso terminar. Y lo haremos con las palabras que La acción del mundo exterior, la reacción consiguiente .
de la sensibilidad, síntesis y análisis, inmanencia y tras-
(115) Pp. 59·70. cendencia, tiempo y espacio, las categorías "sistemática-
(10) Pp, 70-71. mente" deducidas, los principios superiores 'también dedu-
IXH .JOAQuíN Jl\lAR'fJ::, S. l. I'RANC(S<:O HUÁlU':Z 18\.

cldoa, In labor discursiva e intuitiva, las conclusiones tota- tI ocular, ha descubierto ser éste una lente mágica, CQJl le
Ilzndoras de la razón operando con los juicios previos del yes, si se quiere, en su caprichosidad uniforme, pero rnú-
enícndímiento, todo comparece ante el tribunal de Kant, gíca al fin. Alcanza a dar lo que queda dentro de la expe-
, muy puesto en su papel de árbitro, pero no 'tan impuesto riencia, lo que a ésta le 'es inmanente, lo que está compren-
en el pensamiento de los que le precedieron, pues no bas- dido entre La percepción de los sentidos y la sintesis pri-
ta haber estudiado los resúmenes de Wolf para el raciona- mera que de sus datos hace el entendimiento, en manera
lismo y los ensayos de Hume para el empirismo. La solu- alguna lo que más allá de ,él totalice o concluya la razón;
ción escolástica de la abstracción, del paso del particular pero eso mismo lo da como algo "para mí", nunca como es
al universal, fruto no de una inducción como él supone y "en' sí"; como apareneial y no corno numen al. Lo cual, se
cree impracticable, sino siendo sólo ocasión el particular le objeta, es subjetivismo, mero soñar; y contesta que sue-
y haciendo al universal producto de la mente en su pecu- ño es, en efecto, pero sueno que todos han de soñar lo mis-
liar' modo de ser, lo que es básico para el funcionamiento mo. Para, a renglón seguido, borramos el suj eto somnian-
de los juicios sintéticos "a priori", .Ie es desconocida. Tra- te y dej arnos un soñar péndulo en el 'aire, a merced de la
bajado por ideas preconcebidas, buscando ser un nuevo conciencia trascendental, sueños que se' sueñan a sí mis-
Copérnico, al demostrar que nuestro conocimiento va sus- mos y se entretejen sucesivamente en nuevos suefics.,.
tancial y radicalmente condicionado por! formas apriorís- Resultados tan desastrosos calificáronlos duramente los'
ticas, y, en consecuencia, gira el mundo en torno nuestro, contemporáneos de la Crítica de la Razón .Pura. A su autor
recibe "sus" leyes del espíritu, se acomoda al vaso que le le llamaban escéptico, tritura dar de la ciencia, materialista
recibe en su misma íntima constitución-no sólo en una y ateo, lo que fué ocasión para la insinceridad científica
mera forma intencional-, no acierta a situarse ante el pro- más grande que se conoce. Acerbamente censurado Kant,
blema. Es claro y patente el partidismo en infinidad de de:" podía rectificar o anular con honradez su sistema, pero no
talles, artificios y juegos de simetría, recursos de leguleyo, fué así. Contesta, primero, con una reimpresión de la Razón
constructívídad pedante, divisiones y correspondenci:as, es- Pura; en donde rehace o deshace su primera gran destruc-
quemas y deducciones "sistemáticas", de modo que se le ción, sin que se 'atreva a llamarla, cual otro Averroes, "Des-
trasluzca el papel de prestidigitador y se le tenga por muy trucción de la Destrucción", sino sólo reedición, Y como
poco neutral observador. si ello. fuera poco, viene después la Razón Práctica, donde
Se librará, es claro, del reproche de Windelband al dice va a reconstruir lo que en la Razón Pura destruyera;
egregio Suárez de haber sabido sólo continuar y comple- mejor dicho, para que no se le crea sorprendido ante las
tar el tomismo, o, si se quiere mej or, el helenismo, una filo- ruinas que ha amontonado, dice que destruía sólo para dar
sofía objetivista que no se resigna al absurdo de lavar la paso a nueva reconstrucción. Lo que tan poca verdad es,
mano con la misma única mano, ni a aceptar teorías su.ci- que los principios que establece ahora en la Razón Práctica
das. Kant, efectivamente, tiene más valor que el Granaten- se han llamado de "como si", ficcionismo puro (Vaihin-
se para modificar caprichosamente sus significados. a los ger), un actuar y creer de la conciencia "como si" creyera
conceptos, para tergíversarlos, irlos cambiando de sentido o supusiera algo, sin certeza alguna de lo que supone o cree.
dentro de la misma obra, violentarlos y hacerlos tortura y ocurre 10 que tenía que ocurrir: que el barullo se apodera
de las mentes que le leen. Suárez, respetuoso con lla cien- de su doctrína.Iy el caos se abate sobre su obra. No se sabe
cia y los estudios, y bien impuesto en la técnica recibida, ya cuál es la mente de Kant y cuál de sus dos testamentos
procede a lo largo de sus dos infolios sin un acto de estri- el verdadero. Hay seguidores de la primera y segunda edi-
denciao arbitrariedad, sin intentos siquiera dealtivez cien- ción; viene el debate de los primeristas y segundistas, de
tífica. Es que no va al sistema por el sistema, ni a lucir la obra y de sus anulaciones. Y se contradicen sin concordar .
constructividades, ni a acusar su. personalidad, sino, llana siquiera en el apelativo de kantianos. Queda, con todo, un
y Iisarnente, a reflejar como los tranquilos lagos de mon- remedio: ver los frutos que cada dirección cosecha y sacar
taña' el orden y brillo de] firmamento, dentro de una ar- por ellos .el mérito de la respectiva exégesis kantiana. Y
quitectura sobria y natural. por ambos lados empieza un desaforado afán constructivo
La prima de innovador, de gran revolucionario, de de- que lleva la filosofía al descrédito, a sistemas que siembran
moledor, de arrumbador de la metafísica, con otros títulos el terror por todas partes. Como no es posible seguir así, se
sonoros, sea para Kant, que, dando vueltas y más vueltas acuerda por fin quedarse con el espíritu de Kant, ya que con
JOAQUÍN IRIARTE, S. 1.

erra es imposible. Así termina el kantismo y empieza el


neokantismo.
Suárez se contentó con un "weiterbauen", un proseguir
construyendo. La filosofía estaba ya aquí. Podría tener al-
gunas calles o pasos tortuosos, acaso laberínticos, pero era
susceptible de corrección y reforma. Y procedió a la revi-
sión. Sin pasársele por la mente que el filosofar fuera un
criticismo que se detenía en el ocular de la lente y no pa-
saba de ahí. Sin caberle en la cabeza que el conocimiento
es de signo invertido all que hasta entonces tenía. Negar el
pasado y la cíencia como oolaboración de los pueblos y eda-
des le parecí'a mucho; pero negarla simple y absolutamen-
te, le parecía demasiado. A eso no llegó Copérnico. No cayó
en la cuenta Kant que al hacerse, como dice él, Copérnico,
se hacía mucho más que Copérnico, lo desbordaba amplia-
mente. Copérnico corrigió la concepción geocéntrica del
Universo, pero salvó la cognición del Universo. No negó
ésta; con su descubrimiento no hizo imposible nuestro tra-
tado del sistema solar. Se contentó con perfeccionar cono-
cimientos astronómicos. Kant, en cambio, nos corta el ner-
vio óptico, y niega no sólo un pasado, como Copérnico, sino
el presente y el futuro como el mayor escéptico.
Suárez es leído e interpretado letra por letra.a lo largo
de su colosal revisión' por los dominios de la metafísica.
Media Europa de entonces le estudia y comenta. En un
campo de abstracciones, con adelgazamientos de discurso
invisibles casi por lo sutiles, se pasean firmes y seguros él
y 100 que le leen. Tan precisas son l:as sendas, tan bien deli-
neadas por lo inteligible de las cosas, por lo más abstr.uso
de ellas, que las recorren asimilándose del Dr. Eximio con-'
ceptos y discursos. Una cabeza clara ha pensado la obra,
y otras cabezas claras la repiensan, sin que la contradicción
surja una sola vez, sin que haya que echar mano del recurso
de disfinguir letra y espíritu. Se coincide en la verificación
de los polos y de los ejes diamantinos de la realidad uni-
versal y se coincide igualmente en su graduación milimé-
trica, en sus leyes y causas. La realidad tiene .una urdim-
bre íntima y ha sido, por fin, captada, ha sido recorrida
en toda su extensión y maraña.
"En la sistemática más detallada que sobre la Metafísi-
ca se ha escrito", frase de Grabmann, huelgan segundas
ediciones confusionistas a lo Kanf: no hay más que una
edición, lo mismo que en la verdad inmutable siempre
y ... una.
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JOAQUÍN IRIARTE, S. 1.

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