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Lo que dio el impulso para esa evolución, no fue el afán de novedades ni la crítica
destructiva de lo tradicional, sino sobre todo el intento de volver a hacer comprensible
al hombre de hoy la fe en Cristo: las antiguas afirmaciones le resultan extrañas e
ininteligibles.
La cristología clásica se puede designar como una cristología "desde arriba", que
deduce el significado singular de Jesús de su preexistencia eterna en Dios: en Jesús ha
entrado en la historia el Hijo eterno que mora en la Trinidad divina. Concepción en
verdad grandiosa, pero que también tiene su parte negativa: partiendo desde arriba, del
Dios trinitario, ¿puede realmente llegar hasta abajo, hasta la historia de Jesús? ¿Puede
asumir seriamente la individualidad humana de Jesús, sus limitaciones, su historia, y,
sobre todo, su pasión y muerte, su abandono en la cruz? Cierto que la Iglesia rechazó el
docetismo, que difuminaba la humanidad de Jesús; el concilio de Calcedonia afirmó,
junto con la divinidad de Jesús, su verdadera y real humanidad. Pero queda en cuestión
cuál es la vinculación interna de ambas; a Jesús le falta cuando menos una personalidad
humana propia.
Estas dificultades se han aceptado siempre como expresión necesaria del misterio de
Cristo, incomprensible para nosotros. Esto fue posible mientras la conciencia religiosa
humana estuvo marcada por la experiencia de la finitud y de la dependencia de los
padres naturales y sobrenaturales. Pero cuando con la irrupción de la edad moderna el
hombre descubrió su mayoría de edad y su autonomía, la figura del Hijo de Dios
bajando del cielo apareció, no como culminación de la existencia humana, sino más
bien cómo un milagro difícil de insertar en el contexto de la vida humana. Se planteó de
este modo si un cristiano ha de mantenerse aferrado al dogma tradicional de la Iglesia, o
se trata más. bien de una imagen doy ya superada, y que no se identifica con el auténtico
Jesús. Así se desencadenó un proceso de desmitologización y desdogmatización de la fe
KLAUS REINHARDT
Es clara la relación existente entre los planteamientos de una cristología desde abajo y
los de la investigación histórico-crítica sobre Jesús. Durante mucho tiempo circunscritos
a la teología protestante, en las últimas décadas también la teología católica se ha
abierto a ellos. A través de la exégesis, su influencia ha penetrado cada vez más en el
campo de la dogmática, como lo muestran para el ámbito centroeuropeo las tres grandes
exposiciones de la fe cristiana publicadas últimamente por W. Kasper, H. Küng y E.
Schillebeeckx.
1) En los últimos años, han cobrado nuevo relieve los aspectos negativos de la vida
humana, frente a una confianza ingenua en el progreso. La conciencia de los limites de
ese progreso, sobre todo ante las cuestiones últimas del sufrimiento, la culpa y la
muerte, hace que la pregunta por Cristo venga determinada ante todo por la exigencia de
sentido, justicia y amor en un mundo injusto y doliente. De aquí que en la cristología
pase a primer plano la obra y el sufrimiento de Jesús, su mensaje del reino de Dios, su
entrega total a los demás, su confianza inquebrantable en el Padre hasta más allá de la
muerte, su resurrección a una vida nueva.
2) Por otra parte, el querer insertar a Jesús en contextos globales lleva el peligro de
proyectar una imagen irreal de él. Por eso los tres teólogos antes mencionados, aun
intentando acceder a la comprensión de Jesús desde nuestra experiencia actual, parten
de la propia historia de Jesús, recalcando lo que tiene de único, de irrepetible, de ulterior
a todo esquema.
No cabe duda de que esta interpretación es difícilmente conciliable con las afirmaciones
de la Biblia y de la Iglesia. Por otra parte, ¿hasta qué punto preserva el carácter decisivo
de Jesús? Toda magnitud humana es fundamentalmente repetible y superable por otros
hombres. En este sentido, la cristología desde abajo comparte el destino de la teología
liberal, sin conseguir mantener enhiesto el carácter absoluto del cristianismo. Aun
contra su voluntad, tales intentos tienden a desvincular la causa de Jesús de su persona,
viendo en él tan sólo el gran ejemplo a imitar (por tanto básicamente superable). Toda
cristología que parta desde abajo, desde la experiencia humana de Jesús, llega a una
KLAUS REINHARDT
bifurcación: o bien sigue entendiendo también la filiación divina dentro de los límites de
las posibilidades humanas (con lo cual está condenada al fracaso), o bien reconoce que
la singularidad de Jesús sólo se puede comprender desde Dios, como manifestación en
la historia del Hijo eterno de Dios.
Este segundo camino es el que sigue decididamente W. Kasper. Para él, los
interrogantes y esperanzas del hombre constituyen, desde luego, una preparación a la
venida de Cristo, pero el hecho y el modo como se satisfacen esos anhelos, no se
pueden comprender ya desde el hombre, sino sólo desde Dios, único capaz de superar el
abismo infinito que se abre entre Dios y hombre. La radical novedad de Jesús no
consiste sólo en la plena manifestación de Dios que se da en él, sino más bien en que
Dios ha enviado a su propio Hijo eterno al mundo, para que los hombres participen de
su filiación eterna en el Espíritu. La alternativa de Kasper es, pues, una teología de base
trinitaria. Desde la antropología, sólo podemos constatar (negativamente) que la
mediación entre Dios y hombre acaecida en Jesucristo, no representa contradicción
alguna con la esencia del hombre, sino que es su más intensa culminación.
En este tema, E. Schillebeeckx resulta poco claro. Por un lado, recalca la bifurcación a la
que llega la cristología, a causa de la experiencia que Jesús tenía del Padre; él se decide
por la vía de los "trinitarios". Pero lo hace con excesivas restricciones: la define como
una identificación personal de Jesús, meramente teórica, que corre peligro de volverse
ideología. Lo decisivo para él es, en todo caso, el encuentro con el Jesús terreno,
histórico, que se acredita primariamente en la praxis, y no en la fe en la persona de
Jesús.
¿Helenización de la fe cristiana?
pero no lo considera como un falseamiento del mensaje bíblico, sino como la única
interpretación correcta en aquella época. Hoy en cambio, cuando aquella metafísica está
acabada, habría que retraducir las afirmaciones dogmáticas a la mentalidad historizante
de la Biblia.
En todo esto parece olvidarse el núcleo de permanente vigencia que existe en el antiguo
dogma cristológico. En este sentido, J. Ratzinger considera a Calcedonia como la más
grandiosa síntesis de todo el complejo material de la tradición en un único núcleo
fundamental: Hijo de Dios, de la misma naturaleza que Dios y de la misma naturaleza
que el hombre. Esta interpretación teológica de Jesús es, para él, la única adecuada a
toda la globalidad del fenómeno, sin excluir ninguna de sus dimensiones.
Cristología "trinitaria"
Por tanto la antigua profesión conciliar de fe no está en absoluto superada. Pero hay que
profundizar en su sentido y esto es lo que busca la cristología de base trinitaria. Donde
se distingue de la tradicional es sobre todo en tres puntos:
La Resurrección de Jesús
KLAUS REINHARDT
La singularidad de Jesús no proviene, pues, tan sólo de su historia humana, sino que
radica en la decisión trinitaria de que el Hijo se encarnase. Pero el origen de la fe, según
atestigua la Biblia, no es la Encarnación, sino la Resurrección de Jesús de entre los
muertos y su glorificación a la derecha del Padre. Por eso tambié n los relatos de Pascua
son objeto de debate, lo mismo que las afirmaciones sobre la preexistencia.
Entre los teólogos católicos, se da hoy consenso general sobre la insuficiencia de una
interpretación subjetiva o existencial de los acontecimientos pascuales; todos ellos
mantienen que Jesús en persona fue resucitado por Dios. Las diferencias surgen en la
cuestión de cómo los discípulos llegaron a la fe en la Resurrección, cosa que en el NT
está ligada a las apariciones del Resucitado.
Schillebeeckx propone una nueva explicación: las apariciones no serían más que
ficciones literarias con que los discípulos expresaron su experiencia pascual, que
consistiría en una "vivencia de conversión". La muerte de Jesús en la cruz les había
impresionado hasta el punto de debilitar (aunque no quebrantar por completo) su
confianza en él. Pero en una vivencia de conversión experimentan que Jesús les ha
perdonado y vuelven a él definitivamente. Se les manifiesta que Jesús representa la
salvación total de Dios para los hombres, y adquieren la certeza de que Jesús no ha
quedado en la muerte, expresándolo con sus afirmaciones sobre la Resurrección. Captan
también la identidad de Jesús con el juez escatológico decisivo, y con ello dan el primer
paso para la reflexión cristológica. Pero el punto crucial del proceso es la vivencia de
conversión; aunque tuviesen una predisposición natural a ella (el recuerdo de su
convivencia con Jesús y de su prontitud al perdón), los discípulos la deben a la acción
gratuita de Dios en Jesús, que es lo que quisieron expresar en los relatos de apariciones.
El camino de la cristología
KLAUS REINHARDT