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Universidad Nacional de San Agustín

Facultad de Ingeniería de Producción y Servicios

Escuela Profesional de Ingeniería Electrónica

Curso: Metodología del Trabajo Intelectual Universitario

Democracia peruana y fundamentos de una consciencia


antidemocrática

Docente: Rocio Marivel Diaz Zavala

Presentado por: Apaza Marquez, Luciano Fabricio

Semestre: Primer Semestre

Grupo: B

AQP – Perú

2019

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Democracia peruana y fundamentos de una consciencia antidemocrática

Los procesos de corrupción destapados en Brasil hacia la compañía del mayor


referente de oferta y demanda en construcción Latinoamericana, Marcelo Odebretch;
desenterraron la que sería la banda criminal más infame de la historia reciente, que
actuaba no solo en Brasil, sino que operaba sin escrúpulos en la rutinaria política de sus
estados fronterizos, estados como Colombia, Ecuador, México y Venezuela.

La República del Perú no escapa a este proceso antidemocrático, abriendo la


brecha, además de la incógnita de si el estado peruano cumple eficazmente con sus
principios de libertad, democracia y justicia. Y no solamente el estado peruano, sino
también los propios ciudadanos que la componen, quienes en su mayoría actúan
absortos y aislados de lo que la coyuntura social de este estado demanda. Es por este
motivo que surge la cuestión: ¿Hasta qué punto se puede decir que en el estado peruano
se fundamenta una democracia de calidad? Y más propiamente ¿Hasta qué punto se
puede decir que la democracia peruana actúa realmente como una democracia?

Para responder a esta cuestión se emplea el estudio de conceptos actualmente


aceptados como el voto universal, además del análisis socio cultural respectivo que se
deslinda de la historiografía peruana. Tal que describe, que los procesos democráticos
en el Perú cumplen el rol protagónico de la democracia, más no el rol funcional que
debería, pues se menoscaba debido a factores tanto culturales como de carácter cuasi
intelectual.

Para comprender tal hipótesis, es suficiente, aunque inadecuado observar la


coyuntura política contemporánea del tal país. Seis mandatarios, todos representantes
de los partidos políticos de mayor trascendencia en la política peruana, están o fueron
procesados por actos relacionados a la corrupción o al lavado de activos. Pedro Pablo
Kuczysnki, Keiko Fujimori, Ollanta Humala, Alejandro Toledo y el hoy difunto Alan
García, son investigados por recibir pagos fraudulentos por parte de la empresa
Odebrecht. Pagos dirigidos tanto hacia la campaña política de estos individuos, como
para el posterior enriquecimiento de los mismos (BBC Mundo, 2018). Mientras tanto,
Alberto Fujimori, condenado a 25 años de prisión por homicidio calificado con alevosía,
lesiones graves y secuestro agravado en las matanzas de Barrios Altos, La Cantuta y
otros (Exp. Nº A.V. 19-2001, 2009, pp. 132), puede ser aun procesado por
enriquecimiento ilícito, privatización fraudulenta de empresas nacionales en la década
de los 90 e incluso violación de otros derechos civiles.

Como expresa José de Echave, los partidos políticos como el APRA o el


Fujimorismo han muerto por segunda ocasión (Hildebrant en sus trece, 2019, pp. 16), y

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junto a ellos, aunque no en única oportunidad, la esperanza de un gobierno republicano
fidedigno. Más la cuestión fundamental es, si es que alguna vez existió en el Perú algún
partido político fundado sobre los intereses plenos de la población, que protegiese no
solo el interés económico, sino también el desarrollo de los propios principios de la
democracia, tales como el derecho a la verdad y a la libertad. Entonces, para ello es
menester comprender el porqué de esta ausencia democrática, y entender los principios
de lo que fuere la el virreinato del Perú.

En el Perú Virreinal no existía una fuerte oposición a la clase gobernante. Más


aún, el sistema de castas organizado en el Perú obedecía a la que en tiempos
prehispánicos había sido la nobleza. En otras palabras, que el sistema socio político
implantado en el Perú no obedecía a una autonomía de los pueblos, sino que obedecía
a la ya implantada monarquía local, siendo los caciques los gobernantes por excelencia
de las poblaciones andinas. El cacicazgo por tanto era el régimen dominante de la
población primigenia del Perú colonial, pero no solo ellos, sino también los propios
criollos y españoles que habían intervenido al suplantar la monarquía local liderada bajo
la autoridad del Inca.

Este complejo panorama sociocultural, muestra la subyugación ideológica de


aproximadamente el 69 % de la población de Lima a principios del siglo XVII (Pérez
Cantó, 1982, pp. 390) y explica en términos generales la razón por la que el peruano
promedio expresa una conducta pasiva frente a abusos cometidos por la autoridad. Así
por ejemplo, citándose a María Martinez Belmonte, se puede verificar tal afirmación en
tiempos de la Huánuco colonial, en donde los conquistadores se repartían las mejores
tierras del Perú, pero no las trabajaban ya que los encomenderos se llevaban a los
indígenas, quienes trabajarían tales tierras, para trabajos como la servidumbre o la mina
(Martínez Belmonte, 2016).

En otras palabras, se identifica que el carácter fenotípico del que sería el


individuo peruano se iba acomodando al de una persona liderada bajo los estamentos
del absolutismo y la represión; capaz de aguantar no solamente las violaciones de los
derechos de estado, sino también las violaciones contra sus propios derechos. Y,
aunque esta característica propia de los habitantes del antiguo virreinato se fue
modificando a medida que se desenvolvía el estado peruano como república, pues
continua vigente en la mente colectiva de la república del Perú, reduciendo los principios
democráticos de libertad y autonomía, y generando un estado de alerta latente y
desconfianza en el único sistema que lo puede amparar frente a un mundo globalizado
y organizado, es decir, el estado.

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Es admisible indicar que este fenómeno no se llevó de manera constante en los
años de dominación española dado la innumerable cantidad de movimientos en contra
de la metrópoli. No obstante, no es posible afirmarse que la mayoría de estas rebeliones
fueron protagonizadas para garantizar el común bienestar de una población.

Así por ejemplo, es posible indicarse que tras la rebelión organizada por José
Gabriel Condorcanqui en la sierra central peruana, existe un conjunto de intransigencias
y negaciones protagonizadas por las autoridades virreinales hacia las demandas tanto
económicas como de linaje de este cacique (Gutierrez Escudero, 2006, pág. 210). Y
aunque, la rebelión protagonizada por José Gabriel Condorcanqui tiene un fundamento
ideológico basado en la libertad económica, pues no tiene un sustento ideológico
basado en el secesionismo y la democracia. Esto último, en conjunto a la mala gestión
realizada por las tropas guerrilleras de Tupac Catari, generó que tal revuelta terminara
en un fracaso no solo ideológico, sino cultural, ya que las poblaciones de corte indígena
no volverían a constituir un poder económico, menos político, dentro del marco andino.

Ello se expresa años después bajo la problemática del indígena, problemática


que movilizaría a todos los sectores intelectuales, y que generaría tanto la piedad como
el repudio de los sectores criollos asentados en las ciudades centrales. No obstante,
durante ese siglo y medio siguiente, se vería anulada de modo cuasi parcial, ciertamente
total, la voz del indígena en los asuntos de la república peruana, y anularía en este
sector de la población los principios de la democracia y la libertad. La cuestión respecto
al indígena es que este, no pudo sentir los efectos de una república independiente hasta
el dictamen de la reforma agraria realizada por Velasco Alvarado el 24 de junio de 1964,
pese incluso a que el indígena podía participar de ceremonias de índole democrática
como la elección de una autoridad desde la fundación de la propia república (Romero
Meza, 2017).

En otras palabras, que el sector indígena pese a ser partícipe de ceremonias de


índole democrática, no participaba activamente de esta, puesto que los sectores criollos
de las ciudades centrales demarcan los parámetros dentro de los cuales debería
fundamentarse la república. En este sentido, se aprecia de estos años de república que
existe una democracia aparente, más no una democracia consolidada, ya que la libertad
de la mayoría de los sectores populares, se veía condicionada a un pequeño grupo que
se podría calificar de aristocrática e incluso terrateniente.

El porqué de este fundamento lo podemos comprender en los tres periodos de


militancia que existe en la historia republicana. El primer militarismo iniciado con el
Mariscal José de la Mar en 1827, simboliza no solo la falsa promesa de una república

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con ansias de libertad, sino también la falsa promesa de una república con libertad para
elegir su soberanía. En efecto, la constante sucesión de golpes de estado en el ámbito
local peruano, solo refleja la ineficacia de un país por autogobernarse. El ciudadano no
se presta y tampoco se adecúa a la democratización de sus sistemas, ya que quien
ostenta el poder a modo de caudillo es el supuesto héroe de la independencia. Es en
este contexto como vemos reducido el papel del voto, ya que este solamente se cumple
entre ciertos sectores herederos del poder virreinal.

El ocaso de este primer periodo no puede enfatizar nada más, excepto la derrota
de un sistema que pudo nacer paralelo a los sistemas democráticos ilustrados, como el
modelo estadounidense, o en última instancia los modelos francés e incluso belga. La
guerra del Pacífico, puso fin a ese sueño irrisorio de lo democrático al estilo ilustrado,
un estilo que no llegó al Perú en su etapa virreinal, pero que tampoco fue asimilado en
sus primeros años de República, ya que en el país se vivía un estado de guerra
constante, producto de la pobre división de poderes que se realizaba. En efecto, es
plausible indicar que el primer periodo republicano del Perú identificado por Basadre (el
primer militarismo), obedece más a estamentos de nacionalismo y caudillismo que a los
propios estamentos de soberanía e incluso libertad.

La redundancia histórica de este primer periodo, expresado en la aparición del


segundo y el tercer militarismo respectivamente, no hace más que enfatizar la existencia
de una conciencia ciudadana que prefiere o el sometimiento a una autoridad central o
la negación de su propia existencia dentro de un estado que por momentos se tornaba
fallido. Ello da como producto dos respuestas complejas pero cuestionables, las cuales
son o que el estado peruano no se puede fundamentar en una democracia de calidad,
o que la conformación de un estado peruano es un hecho intransigente a su cultura, ya
que el poder tradicionalmente en el Perú se encontró sometido a sectores que en
occidente se podrían denominar casas reales.

En síntesis se puede decir que el problema de la democracia peruana es que en


ese país no se ha desarrollado una democracia real. Las instituciones tradicionales se
han conservado como tal desde el periodo virreinal, e incluso desde el periodo
prehispánico, y aunque se puede decir que el estado peruano a tratado de modernizarse
de modo acelerado a través de la reactivación de una política que busca crecer de modo
constante y llegar a todos, pues se puede citar, que los hechos ocurridos ahora en pleno
siglo XXI, no hacen más que enfatizar la pobre comprensión que tenemos acerca de la
democracia.

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El principio y fin del hombre democrático se da al evaluar cuan capaces somos
de actuar frente a determinada acción que involucra la participación ciudadana, la
movilización nacional, el creer que somos un estado y no solamente un conjunto de
individuos dentro de una demarcación territorial. El ciudadano peruano aún carece de
tales actitudes, y aunque es posible que las desarrolle en los próximos años, pues es
poco creíble que esto se alcance en un futuro cercano, en especial, cuando se considera
la baja conciencia nacional que se incentiva en sus colegios, y de la pobre conciencia
histórica que presenta un peruano en la cotidianidad.

Bibliografía
BBC Mundo. (22 de Marzo de 2018). Los presidentes y expresidentes
latinoamericanos salpicados por el escándalo Odebrecht, "la mayor red de
sobornos extranjeros de la historia".

Beltrán Morales, J. A., & Almada Alatorre, R. (Enero/Abril de 2011). El principio


democrático persona-un voto: aportaciones para la discusion sobre igualdad de
voto, el caso de Baja California Sur. Estudios sobre Estado y Sociedad,
XVIII(50), 183-216.

Exp. Nº A.V. 19-2001, A.V. 19-2001 (Sala Penal Especial 07 de Abril de 2009).

Gutierrez Escudero, A. (2006). Tupac Amaru II, sol vencido: ¿El primer precurso de la
emancipación? La independencia de las colonias hispanoamericanas:
documentos, escritos y pensamiento político (IV), VIII(015).

José de Echave. (18 - 24 de Enero de 2019). Segunda Muerte del fujimorismo.


Hildebrant en sus Trece, 16.

Martínez Belmonte, M. (2016). Cambio en la sociedad incaica del Perú tras la


conquista española. Alicante: Universidad de Alicante.

Pérez Cantó, P. (1982). La población de Lima en el siglo XVIII. Madrid: Universidad


Autónoma de Madrid.

Romero Meza, E. (17 de Febrero de 2017). El indio como el “Otro”. Representaciones


y participación política indígena en los siglos XIX y XX. Obtenido de Hispanic
American Historic Review: http://hahr-online.com/el-indio-como-el-otro-
representaciones-y-participacion-politica-indigena-en-los-siglos-xix-y-xx/

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