Sei sulla pagina 1di 4

La escucha: ¿Dónde está tu hermano?

(Gn 4, 9a)

Cuántos sonidos giran a nuestro alrededor y qué poco oímos. La hegemonía de la


vista está ligada al sentido de la audición y al del tacto, en una especie de triangulación que
nos une al mundo que nos rodea, o que nos cierra sobre nosotros mismos. El oír permite al
hombre contemplar de un modo diverso. La necesidad de la separación que señalábamos
para la visión pierde importancia aquí, puesto que los sonidos lejanos o cercanos invaden al
hombre colocándolo en una situación de alerta. Aun el sonido más arrullador tiene esta
función. El oír abre al hombre a lo exterior y no es posible de otra forma porque por más
que lo intentemos por medios artificiales es difícil el “cerrar” completamente el oído al
mundo a menos que por una causa se pierda completamente el sentido de la audición. La
audición permite captar la belleza desde la dimensión de la “calidez” 1: «se nos abrasaba el
corazón mientras nos hablaba» (Lc 24, 32). No hablamos de matices como lo hacemos para
la vista sino de una dimensión sensorial diversa. Cuanto más cálido sea el sonido más estará
ligado al mundo afectivo2.
La fe pasa por el sentido de la audición. La relación dialogal marca toda la historia de
la creación3. La escucha de Dios se presenta como un don, como una invitación y como un
privilegio, bastaría citar el conocido versículo de del Libro de Samuel: «habla, que tu siervo
escucha» (1Sa 3, 10) para mostrar esta idea.
Es don porque Dios sale al encuentro del hombre, es Él quien dice la primera
palabra4. Es invitación porque el hombre puede negarse a escucharle5. Es privilegio en
cuanto la palabra es la revelación del plan salvífico de Dios. El hombre bíblico exclama que
no existe otro Dios que hable a su pueblo como el Señor a Israel6.

1
TOMATIS P. Accende lumen sensibus. La liturgia e i sensi del corpo, Edizioni Liturgiche, Roma 2010 (=
Studi di liturgia – Nuova serie 52), p. 53: “Desde el punto de vista psicosomático, el oído es el sentido más
desarrollado y más sensible en el registro del movimiento y la interioridad: mientras la vista prefiere la
inmovilidad (dado que ella permite examinar cualquier cosa, mejor si el objeto esta fijo), el oído registra el
movimiento del sonido; mientras la estructura fija es la palabra en el espacio, la palabra tiene una relación
inmediata y viva en el tiempo. La relación entre sonido e interioridad se revela con mayor fuerza que en
los otros sentidos, ya que el sonido registra con singular eficacia la estructura interna de aquello que lo
produce. (…) El oído puede tomar posesión de lo interno del objeto sin penetrarlo”.
2
cf. PUJALS L., Las notas musicales y sus colores, en: www.relafare.eu, Revista de divulgación musical,
ISSN 1887-1771, publicado el 30 de diciembre de 2008; Cf. PLESSNER H., Antropologia dei sensi,
Raffaello Cortina Editore, Milano 2008.
, pp. 59-61.
3
cf. GUARDINI R., Opera Omnia. L’uomo. Fondamenti di una antropologia cristiana, Tomo III/2 p.
372, Morcelliana, Brescia 2009, p.315-319.
4
cf. FORTE B., In ascolto dell’Altro. Filosofia e rivelazione, Morcelliana, Brescia 1995, p. 92.
5
GUARDINI R., L’uomo…, op. cit., p.304: “El hombre se convierte en libre y, en la libertad, es soberano de
él mismo, no cuando desea la libertad en sí misma, sino cuando lo que quiere es justo; no cuando busca la
misma esencia auténtica, sino cuando escucha las peticiones que le son dirigidas y las satisface”.
6
GELABERT M., Escuchar la voz y el silencio de Dios, en “Veritas” vol. III, nº 19 (2008), ISSN 0717-4675,
p. 383: “El cristianismo (y el judaísmo) tienen su origen en una Palabra que Dios dirige al ser humano. Por
eso, al contrario de lo que ocurre en otras religiones en las que importan los visionarios, en el cristianismo (y
el judaísmo) importan los oyentes. Según el Nuevo Testamento la fe, o sea, la respuesta a la Palabra de Dios,
nace de la escucha: fides ex auditu (Rm 10, 17). De ahí la permanente exhortación que se le hace al pueblo
creyente: «Escucha Israel» (Dt 6, 4; 9, 1); exhortación que también encontramos en boca de Jesús:
«escuchad» (Mc 4, 3, Mt 13, 18)”.

1
Esta relación dialogal se presenta como una gran sinfonía. No por casualidad los
grandes autores de la música han utilizado fragmentos de los relatos bíblicos para ilustrar la
profundidad de este encuentro, dado que la música se convierte en una especie de lenguaje
universal7. El hecho de elegir esta forma musical no es fruto del azar. La historia de la
salvación ofrece esta estructura. Existen otros modos, como el concierto o la sonata, que,
al igual que la catequesis, significa sonar, resonar; sin embargo, la dimensión e
importancia del tema y la estructura teológica conducen irremisiblemente a la forma
musical más completa conocida: la sinfonía8.
Momento central de esta obra será la encarnación: «Al llegar la plenitud de los
tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer (...) para que recibiéramos la filiación
adoptiva» (Ga 4, 45). El hombre se convierte no sólo en un ser pasivo en la relación
dialogal con Dios convirtiéndose en un ser que puede dar respuesta de sus actos. En Jesús,
como sacramento del amor de Dios, el hombre encuentra que no puede continuar sin dar
respuesta a las preguntas hechas por Dios a lo largo de la historia de la salvación9.
Preguntas que se repiten a lo largo de toda la historia y que podríamos resumir en: ¿Dónde
estás? (Gn 3, 8-9). Pregunta que Dios hace a Adán y señala la relación entre los dos.
¿Dónde está tu hermano? (Gn 4, 9a), dirigida a Caín y que apunta a la responsabilidad por
los que están a nuestro lado. ¿Qué haces aquí? (1Re 19, 13) hecha a Elías, tiene que ver con
la vocación personal y la reacción a abandonarla en situaciones de conflicto.
Escuchar implica reconocer. La fuente del sonido me es familiar, me permite entrar
en una realidad que me viene ofrecida por el otro10. El sonido que reconocemos con mayor
facilidad es la voz de nuestra familia, de nuestro hermano. En un sentido más amplio la voz
del hermano adquiere acentos y giros propios más allá del grupo familiar abarcando el
contexto social. Pudiéndose así llamar hermanos a aquellos que pertenecen a un mismo
grupo y su voz es reconocida11. Escuchar será crecer en la fraternidad.
No siempre se escucha al otro, su voz nos es desconocida y sus peticiones
desatendidas rompiendo de esta forma el encuentro fraterno12. El pecado de personal se
convierte en el pecado de la relación con el otro, en pecado social, porque se pretende

7
cf. BENEDICTO XVI, La musica. Un’arte familiare al Logo, Librería Editrice Vaticana, Vaticano 2009, p.
37; cf. PLESSNER H., Antrolopogia dei sensi…, op. cit., pp. 42-46.
8
MÁRQUEZ P., Dios es música, PPC, Madrid 2009, p. 69.
9
GELABERT M., Escuchar la voz y el silencio de Dios.p. 388: “Que escuchar sea estar dispuesto a cambiar,
enlaza con la dimensión creyente de la escucha. Pues para el creyente, además de un arte, la escucha es
obediencia. De hecho, la palabra latina obedio (de ob = por, a causa de, y audio = oír) significa dar oídos a
alguno, escucharlo, seguir sus consejos. También el alemán gehorchen (= obedecer, responder) es un derivado
de horchen (= escuchar). Escuchar es obedecer. No se trata de una obediencia opresora y temerosa, como la
del esclavo con su amo, sino de una obediencia que brota de la confianza que me provoca el que habla. Si
escuchar es obedecer, obedecer es creer, fiarse, como muy bien indica la palabra catalana creure (que
significa, a la vez, obedecer y creer). El creyente está siempre buscando la voz de Dios, que se manifiesta de
muchas maneras, porque está convencido de que Dios es de fiar, no puede engañar, «es imposible que
mienta» (Heb 6, 18), y es fiel a lo que promete (Heb 10, 23). Y si sabe más, este saber está siempre orientado
al bien de la persona. El saber de Dios me pone en el buen camino”.
10
TOMATIS P., Accende lumen sensibus…, op. cit., p. 411.
11
Ibidem., p. 411.
12
BENEDICTO XVI, Carta encíclica Caritas in Veritate., Libreria Editrice Vaticano, N. 34: “A veces, el
hombre moderno tiene la errónea convicción de ser el único autor de sí mismo, de su vida y de la sociedad. Es
una presunción fruto de la cerrazón egoísta en sí mismo, que procede —por decirlo con una expresión
creyente— del pecado de los orígenes”.

2
desconocer la responsabilidad ante Dios que se tiene por el hermano. «¿Soy yo acaso su
guardián?» (Gn 4, 9b), suele ser la respuesta que se da a esta pregunta intentando restar
importancia en la desatención hacia el otro13.
La pregunta de Dios se enuncia ahora como pregunta social 14. Algunos autores creen
ver detrás del relato de Caín y Abel la explicación de los orígenes del enfrentamiento entre
la cultura agraria y la cultura pastoril (sedentarios y nómadas) y la relación cultual 15. Así,
pues, en el crimen de Caín estamos incluidos todos los seres humanos de una u otra cultura.
Por otra parte el texto presenta las dos dimensiones del pecado: la tendencia a la violencia y
el dominio consciente del hombre.
El pecado de Caín, el fratricidio, adquiere una dimensión mayor pues delante del
juicio pudo haberse excusado. Un simple “no lo sé” pudiera haber cambiado, no la realidad
pues Abel yace muerto, sino su condena. La pregunta centra a Caín en una realidad sin
escapatoria «¿dónde está tu “hermano?» (Gn 4, 9a). Él es responsable de su hermano, no se
especifica si es mayor o menor que el otro, sólo que es responsable de él. Así como a Adán
fue encomendado el guardar el Edén. Caín es guardián de su hermano con todas las
implicaciones que esto conlleva de atención, preservación, guarda y custodia cuidadosa. El
guardián es aquel que es capaz de dar su vida por lo que tiene que custodiar. Escucharemos
esto en palabras de Jesús al definirse a sí mismo como el buen pastor: «Yo soy el buen
pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas» (Jn 10, 11). Caín renuncia a esta
responsabilidad, no se considera el guardián. Él no ha escuchado a Dios porque tampoco
escuchó a su hermano. Cada vez que matamos al hermano, materialmente o
despreocupándonos de él, estamos reiterando el crimen de Caín; o para decirlo mejor: el
crimen de Caín es la explicación revelada a cada asesinato u olvido nuestro con relación a
nuestro prójimo.
Aprender a escuchar implica aprender a asumir la responsabilidad del otro como un
hermano, es entrar en el mundo de sus necesidades16. Escuchar también es un arte y como
tal es necesario el aprender algunas reglas y técnicas para que este pueda ser efectivo, en el
ámbito pastoral - espiritual podremos decir “sanante”17. En este arte es importante el estar
atento a la relación que existe entre la distancia visual, los gestos y el movimiento del
cuerpo, el olor, e incluso el silencio. Todos ellos son elementos que dan información vital
que complementa la palabra escuchada18.

13
Ibídem, n 38: “En la época de la globalización, la actividad económica no puede prescindir de la gratuidad,
que fomenta y extiende la solidaridad y la responsabilidad por la justicia y el bien común en sus diversas
instancias y agentes. Se trata, en definitiva, de una forma concreta y profunda de democracia económica. La
solidaridad es en primer lugar que todos se sientan responsables de todos”.
14
cf. CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA. n. 1869.
15
SCHÖKEL L., Dov’è tu fratello?, Paideia, Brescia 1987, pp. 34-36.
16
CARITAS ITALIANA Chiese sorelle, nella solidarietà. Un «decalogo» per conoscersi meglio e
camminare insieme nella pastorale della carità, Dehoniana, Bologna 2009, p 51: «Escuchar» significa acoger
a la persona mas allá de sus necesidades, buscar entender verdadero problema y su complicada situación, y
encontrar soluciones que lo comprometan, activando sus capacidades. Significa también poner en acción las
acciones en grado de ofrecer una respuesta, de conseguir una profundo conocimiento de sí, de sus
potencialidades, así como de sus prejuicios y límites.”; Cf. BERMEJO J. C., La escucha que sana. Dialogo en
el sufrimiento, San Pablo, Madrid 2002, pp. 14-17.
17
cf. SUMI S., Dolor- música-oración, en “Dolentium Hominun” n. 60 (2005/3), pp. 14-34.
18
cf. BERMEJO J. C., La escucha que sana. Dialogo en el sufrimiento, San Pablo Madrid 2002, pp. 62-64.

3
Escuchar significa implicarse en el problema del otro, acogerlo, aceptarlo, dejar que
me afecte y saber separarse. Escuchar será el arte de la empatía19.
El cristiano que aprende a escuchar no puede dar la misma respuesta de Caín, sabe
que a ejemplo de Jesús él debe dar la vida para que no se pierdan aquellos que le han sido
encomendados. La experiencia de vida se convierte en testimonio y anuncio de la
fraternidad. Hace posible y creíble la oración que Jesús nos enseñó pues se sabe hermano
en el Padre común al cual debemos dar respuesta por el hermano sobre todo el pequeño y
pobre. Será un escuchar desde y con el corazón al otro20.

19
cf. VANNA I., Il sapere dei sentimenti. Fenomenologia e esenso dell’esperienza, Franco Angeli, Milano
2009, pp. 30-40; 59-63.
20
SUAREZ C. L., Un acercamiento bíblico…, op. cit., p.82: “La presencia del corazón indica pues que algo
nuevo está por acontecer; evidencia que hay que reaccionar ante conductas y relaciones deterioradas. Hablar
del corazón en las Escrituras es hablar de novedad, de reforma, de renovación; es provocación para
comprometerse siempre más en el plan de vida de Dios”.

Potrebbero piacerti anche