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Por Decreto Supremo del 8 de noviembre de 1905, del primer gobierno de José Pardo, se
estableció que los conscriptos (ciudadanos incorporados anualmente al Ejército) debían hacer el
Juramento de fidelidad a la bandera en ceremonia pública y solemne.1
Por Decreto Supremo del 23 de julio de 1923 (Oncenio de Augusto B. Leguía) se estableció que
el 7 de junio de cada año se debía realizar el juramento de fidelidad a la bandera, ceremonia que
en Lima se realiza ante el monumento a Francisco Bolognesi en la plaza de su nombre (inaugurada
en 1905).1
Por Decreto Supremo del 30 de abril de 1924, se señala que el 7 de junio de cada año será el Día
de la Bandera, en el que se debían hacer homenajes especiales en los colegios y escuelas
estatales y privadas. En el mismo día los cuerpos de Policías, de Seguridad, Vigilancia y
Gendarmería debían hacer la jura de sus banderas en forma solemne. También quedó
determinado que Pabellón Nacional debía permanecer izado desde las seis de la mañana a seis
de la tarde en los edificios públicos.1
Historia[editar]
La fecha fue escogida en conmemoración a la batalla de Arica, que se libró el 7 de junio de 1880
en el contexto de la guerra de Chile contra el Perú y Bolivia.2
La plaza de Arica era el último baluarte de las provincias del Sur que quedaba en poder del Perú
luego de su derrota en las campañas de Tarapacá y Tacna. Pese a estar rodeada por fuerzas
chilenas superiores en número y poderío, su jefe, el coronel Francisco Bolognesi, junto con sus
oficiales, rechazó la oferta de rendición que le planteó el enemigo. En una junta celebrada el 5 de
junio, Bolognesi y los demás jefes peruanos acordaron resistir «hasta quemar el último cartucho».3
La plaza de Arica, defendida por 1800 peruanos, fue asaltada por una fuerza chilena compuesta
por más de 5000 efectivos. La batalla fue muy feroz y sangrienta. Murieron 900 defensores
peruanos, es decir, casi la mitad del total. Entre ellos el mismo Bolognesi, y varios oficiales como
Juan Guillermo More Ruiz, José Joaquín Inclán, Ricardo O'Donovan, Francisco Cornejo, Alfonso
Ugarte y Ramón Zavala. Se recuerda también al joven cabo Alfredo Maldonado, que voló a costa
de su vida un polvorín; y al sargento Armando Blondel, que cayó tras defender tenazmente el
pabellón nacional.3