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SEXO Y GÉNERO

1. Los humanos, como la inmensa mayoría de las especies, se reproducen sexualmente.


Esto significa que la reproducción de nuestra especie se consigue a través de la fusión
de un gameto femenino con uno masculino para producir un nuevo organismo. En los
casos normales, el organismo producido será inequívocamente macho o hembra, y
producirá los gametos apropiados para el propósito de la reproducción sexual.

2. Las categorías de macho y hembra son por tanto categorías biológicas generales que
se aplican a todas las especies que se reproducen sexualmente. Los humanos no son
especiales en este sentido. Así como el lenguaje que se utilice para describir estos
hechos biológicos y el valor que les demos serán moldeados por la cultura, los hechos
en sí existen independientemente de la cultura o de cómo sean entendidos socialmente.
Las hembras continuarán produciendo gametos grandes e inmóviles (óvulos) y los
machos seguirán produciendo gametos pequeños y móviles (espermatozoides),
tengamos o no un lenguaje para describirlo.

3. Los humanos, como la mayoría de las especies y la totalidad de los mamíferos, poseen
dimorfismo sexual. Esto significa que los organismos hembra y macho de la misma
especie son diferenciables, debido a diferencias anatómicas y fisiológicas:
sus características sexuales primarias y secundarias. En las hembras humanas, los
niveles relativamente más altos de estrógenos estimularán el desarrollo de la vulva,
vagina, ovarios, útero, pechos, y una serie de otros marcadores fisiológicos. En los
humanos macho, los niveles relativamente más altos de testosterona estimularán el
desarrollo del pene y los testículos, la agravación de la voz y el crecimiento de vello facial
en la pubertad, y una serie de otros marcadores fisiológicos. De nuevo: los humanos no
son especiales en este aspecto. Así como el lenguaje que se utilice para describir estos
hechos biológicos y el valor que le demos a éstos serán moldeados por la cultura, los
hechos en sí existen independientemente de la cultura o de cómo sean entendidos
socialmente. Tengamos o no un lenguaje para describirlo, las hembras continuarán
desarrollando las mamas y menstruarán al alcanzar la pubertad.

4. Como se mencionó en el punto 1, en los casos normales, el individuo que resulta de


la reproducción humana es inequívocamente hembra o macho y fácilmente reconocible
como tal, como resultado de los órganos sexuales visibles que se desarrollan en el útero.
En un porcentaje pequeño de casos, el individuo es intersexual. Esto significa que las
características que muestra son tales que no es posible hacer una clasificación sencilla
de macho o hembra. Aunque es difícil determinar con seguridad la prevalencia de la
condición intersexual, debido a que existe una serie de diferentes factores
biológicos que pueden causarla, se estima que en torno a uno de cada 2000

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bebés nacerá visiblemente intersexual. El hecho de que algunos humanos sean
intersexuales no afecta en absoluto a la realidad del dimorfismo sexual, de la misma
forma que el hecho de que algunos humanos nazcan sin miembros inferiores no afecta
al hecho de que los humanos sean bípedos.

5. En todos esos casos en los que la cría es de forma inequívoca macho o hembra, el
sexo biológico se reconoce al nacimiento: a las hembras se las llama niñas y a los machos
niños. Identificar de forma correcta los genitales que un individuo posee y por tanto el
sexo biológico al que pertenecen no es una cuestión de asignar un género a la criatura;
es simplemente reconocer los hechos biológicos y darles la etiqueta biológica correcta.
Tengamos o no un lenguaje para describirlo, las hembras y los machos humanos
seguirán existiendo. Seguirán naciendo criaturas con vulva y criaturas con pene y
testículos, los llamemos o no “niñas” y “niños” (y nos refiramos a esos órganos con esas
etiquetas o no. Un pene es un órgano anatómicamente diferente a un clítoris, sin
importar cómo lo llames).

6. Para resumir los puntos 1-5: a pesar de la existencia de algunos casos poco frecuentes
que se desvían de la norma, la inmensa mayoría de los humanos posee características
anatómicas de uno de los dos sexos. Estas características determinan la función
reproductora que el individuo puede realizar. En biología se utilizan las etiquetas
“hembra” y “macho” para referirse a estas clases sexuales. Tanto si mantenemos estas
etiquetas como si dejamos que signifiquen otras cosas y perdemos el lenguaje para
describir estos hechos biológicos básicos, tales hechos permanecerán. Todo ser
humano que ha existido ha sido creado mediante este mecanismo, y requirió un trabajo
reproductivo arduo y peligroso por parte de sus madres.

7. No hay nada remotamente opresivo o injusto en identificar correctamente el sexo


biológico de una criatura en base a sus genitales, e identificar por tanto su potencial
papel reproductivo. Tampoco hay nada esencialista o determinista en esta clasificación.
Reconocer que debido a una base biológica sólo la mitad de nuestra especie es
potencialmente capaz de concebir y gestar vida ni reduce a esas personas a esa función
reproductiva ni la presenta como obligatoria. Sin embargo, negar estos hechos
biológicos básicos convierte a la biología femenina en algo de lo que no se puede hablar,
lo que hace que sea imposible analizar y describir la opresión que acompaña el vivir en
un cuerpo femenino (las violaciones y la violencia sexual, la falta de acceso a
anticonceptivos y al aborto, falta de atención a la maternidad, derechos laborales
relacionados con la maternidad, la falta de inversión e investigación de enfermedades y
dolencias femeninas…).

8. La opresión a las mujeres tiene sus raíces históricas y su justificación aparente en la


biología femenina y en la explotación del trabajo reproductivo femenino. Alterar la

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definición de la palabra “hembra” para que ahora signifique “cualquier persona que crea
que es hembra” no sólo es incoherente desde un punto de vista conceptual (más acerca
de esto luego); también elimina la posibilidad de analizar la estructura de opresión de
las hembras (personas con biología femenina) como clase, erradicando la terminología
que utilizamos para describir la condición material de nuestra existencia (Añade ese
enlace a favoritos si hace falta, pero léelo. Léelo más de una vez, idealmente. Merece la
pena).

9. Además, para aquellos individuos que sienten que tendrían que haber nacido
hembras pero no lo hicieron, alterar la definición de la palabra para que también les
incluya sólo trae un alivio temporal de su sufrimiento. No es la existencia de las palabras
“macho” y “hembra” lo que las personas con disforia encuentran angustioso. Es la
realidad biológica que subyace, junto al constructo social de los roles de género que se
asocian a los miembros de las clases sexuales, lo que encuentran intolerable. Las
palabras “hembra” y “macho” son descriptores neutrales, y no hay nada peyorativo en
clasificar a alguien como “macho”. Cualquier tipo de connotación que las palabras
“macho” y “hembra” evoquen son causa del constructo social de las normas de
género asociadas a los sexos, en la forma de feminidad y masculinidad –el tema de la
siguiente sección.

10. La opresión vinculada al sexo comienza en el nacimiento, mediante la imposición


social del género. El género es la etiqueta que las feministas utilizan para describir
el sistema de valores que prescribe y proscribe comportamientos y apariencias a los
miembros de las diferentes clases sexuales, y asigna un valor superior a una clase sexual
a expensas de la otra. (Es un enlace al mismo post que dije antes que añadieses a
marcadores. De verdad que quiero que lo leas).

11. La socialización dentro de un género es un proceso vitalicio de inculcación del rol


de género que le corresponde a tu sexo. Empieza en el nacimiento, se impone y lo
reforzamos consciente e inconscientemente todas y todos, en un abanico de aspectos
diferentes, grandes y pequeños, y refuerza ciertos comportamientos que se consideran
deseables para los miembros de las diferentes clases sexuales a la vez que previene los
que se consideran indeseables. A esto se refería Simone de Beauvoir cuando nos dijo
que “una no nace mujer, sino que se hace mujer”. Ocupar la posición de mujer es ser
socializada a lo largo de toda una vida en la pertenencia a una clase sexual inferior. El
género prescribe sumisión,debilidad y pasividad como características deseables en las

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hembras, y dominación, podery agresividad como características deseables en los
machos.

12. La forma en la que el género se expresa varía de acuerdo a la cultura y al contexto,


así que en diferentes épocas y lugares se han impuesto diferentes normas de apariencia
y comportamiento para los machos y las hembras. Pero la idea que subyace es la misma:
las hembras deben representar el género de forma que demuestren su inferioridad y
sumisión; los machos deben representar el género de forma que demuestren su
superioridad y dominación. La función de este sistema de opresión es hacer parecer la
debilidad femenina y su dependencia de los machos como algo natural e inevitable, y
facilitar por tanto la explotación por parte de los machos del trabajo emocional, sexual,
doméstico y reproductivo de las hembras.

13. Es la capacidad reproductora que se percibe, no la capacidad reproductora real, la


que determina la clase social a la que se te asignará, y por tanto la forma que tomará tu
socialización dentro del género y la opresión que experimentarás. No importa si en
realidad eres infértil, y por tanto incapaz de realizar la función reproductiva de tu sexo.
Tampoco importa si quieres realizar esa función o no. El dimorfismo sexual significa
que se te leerá socialmente como perteneciente a una u otra clase sexual, y por tanto
te someterán a una socialización de género, y a unos castigos por no cumplir el papel
que se espera de tu sexo. Las mujeres entre la veintena y la treintena sufrirán
discriminación laboral debido a su potencial aparente de ser madres, incluso si no
pueden concebir o no tienen deseo de hacerlo.

14. Es muy importante entender que la socialización en un género y la opresión de


género ocurren independientemente de cómo el individuo se sienta respecto a su
identidad. Las injusticias que se infligen sobre las niñas no ocurren porque esos
individuos sepan que son mujeres y piensen sobre sí mismas como tales. Ocurren
porque esas niñas habitan cuerpos femeninos, y por tanto se las coloca en una clase
sexual inferior al nacer. Negar este hecho no implica sólo no comprender cómo funciona
el género; también implica colaborar en una forma de culpabilización de las víctimas, en
la que las niñas y mujeres que sufren violencia y opresión basadas en el género parecen
haberse identificado con esa posición social subordinada, y reconocen y apoyan su
propia inferioridad y sumisión.

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15. Muchos individuos de ambos sexos se encuentran incómodos dentro de las
restricciones que el género les impone. Les ocurre a todas las mujeres que se denominan
feministas. La razón por la que acudimos al feminismo es porque sentimos que el género
es una jerarquía opresiva que limita nuestro potencial, y queremos liberarnos de las
exigencias defeminidad, que es simplemente la expresión de sumisión femenina. De
forma similar, muchos hombres se encuentran incómodos dentro de las normas de
la masculinidad, que requieren una expresión de dominación, a menudo en la forma
de agresiones y violencia. Los machos que encuentran la masculinidad dolorosa e
intolerable, y que deciden rebelarse contra ella se enfrentan a prejuicios y
discriminación, y deberíamos querer acabar con esto. Pero merece la pena recordar que
el género castiga a las mujeres, quieran cumplir con sus condiciones o no. La no-
conformidad (no amoldarse al papel esperado) se castiga y se sanciona socialmente para
ambos sexos, pero para las hembras la conformidad es también una forma de castigo,
dado que cumplir con la feminidad es en sí mismo sumisión y subordinación.

16. El grado de angustia y malestar que los individuos experimentan al intentar


amoldarse a las normas de género apropiadas varía entre las diferentes personas. Hay
muy pocas personas, si es que acaso existe alguna, que se adhieran perfectamente a los
ideales de género prescritos a su sexo. Todas hacemos concesiones para sobrevivir y
para florecer lo mejor que podamos bajo las restricciones que el género nos impone.
Todas reforzamos activamente algunas partes, aceptamos pasivamente otras y nos
rebelamos ciertamente contra otras, y el equilibrio que finalmente alcanzamos es una
cuestión personal e individual. Aunque deberíamos estar preparadas para examinar
críticamente y reflexionar acerca de nuestras opciones, y para inspeccionar nuestra
complicidad en la perpetuación del género, no se puede culpar a ningún individuo por
las decisiones que toma de cara a poder sobrevivir bajo un sistema opresor.

17. Querer abolir los efectos opresivos y limitadores del género no significa que las
feministas radicales queramos evitar que la gente exprese su personalidad de la forma
que más le guste. Las feministas no queremos abolir el maquillaje o los tacones, o
prohibir a las niñas jugar con muñecas y vestirse de princesas. Todo lo que las feministas
queremos es separar todo esto de la capacidad reproductora aparente, para que las
niñas y los niños, mujeres y hombres, se puedan vestir como gusten, jugar con los
juguetes que quieran, realizar los trabajos que deseen. Las mujeres y los hombres serían

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libres de desarrollar sus capacidades y alcanzar todo su potencial, libres de las
imposiciones restrictivas de las poderosas normas sociales que prescriben sumisión y
pasividad a las hembras y dominancia y agresividad a los machos. El mundo ideal sería
uno en el que la capacidad reproductiva aparente de cada persona tuviese tan poco que
ver con el trato social que se le da y los logros que se esperan de ella como tienen a día
de hoy el grupo sanguíneo o si es zurda o diestra.

18. Las elecciones que los individuos toman acerca de su comportamiento, sus gustos y
preferencias acerca de los vestidos y las apariencias, y cómo decidan expresar esa
personalidad, son independientes del sexo biológico, y –evidentemente– no tienen
ninguna influencia en él. Las personas se pueden vestir como quieran, comportase como
elijan, modificar su cuerpo de la forma que deseen, siempre y cuando estas elecciones
no hieran a otras personas que no consientan. Esto debe alentarse, y es de hecho una
parte importante del proyecto de liberación de los humanos de las opresivas
restricciones del género. Peronada de esto altera el hecho biológico subyacente de su
biología femenina o masculina. Cuántas normas de género se desafíen y modifiquen no
hará hembra a una persona macho, porque ser hembra sólo significa pertenecer a la
clase de humanos que son capaces de gestar un bebé. Desafiar y jugar con las normas
de género a la hora de presentarse y comportarse, para parecer andrógino, es una
herramienta válida y útil para desmontar las estructuras del género; pero por sí solas
nunca podrán liberar a las hembras de las opresiones que vienen por vivir en un cuerpo
femenino. No puedes escaparte de una opresión que tiene una base material a base
de auto-identificación.

19. Aunque todo el mundo experimenta cierto nivel de malestar e incomodidad al vivir
bajo las restricciones del género, algunas personas lo experimentan de una forma
especialmente intensa y aguda, hasta el punto de que no pueden tolerar vivir con los
roles de género asociados a su sexo biológico. Además, un pequeño porcentaje de
personas experimenta lo que se suele llamar disforia de género, aunque sería más
preciso llamarlo disforia sexual odismorfia sexual, dado que es una forma de angustia
y malestar intensos causados por la experiencia de vivir en sus cuerpos sexuados.
Aunque el sexo biológico es inmutable, pues reside en nuestros cromosomas y se
expresa en características anatómicas y físicas, es posible para una persona con disforia
someterse a un tratamiento para hacer que su cuerpo se parezca más al de una persona

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del sexo opuesto, y que les permita vivir más fácilmente en el rol de género asignado al
otro sexo.

20. Mientras que la etiqueta “hembra” se refiere a una categoría biológica, de la que se
es miembro desde el nacimiento y es inalterable, la etiqueta “mujer” se refiere a
una categoría social. Ser una mujer no es tanto un asunto de tener biología femenina
como de ser leída como una persona que posee dicha biología, y ser tratada de forma
acorde. Lo que significa pertenecer a la clase social “mujer” es el ser leída por otros
como hembra, y recibir el trato acorde a las normas de género que prescriben una
feminidad pasiva y sumisión a los miembros del sexo femenino. La inmensa mayoría de
las personas que ocupan esta clase lo hacen porque tienen una biología femenina (de
hembra) y por tanto han sido incluidas en dicha categoría desde el nacimiento, a través
de un proceso de socialización en el género. Sin embargo, dado que “mujer” es una
categoría social y no biológica, es posible para una persona biológicamente masculina
(macho) hacer la transición al papel de mujer, o, como es el caso de estas mujeres con
biología masculina que padecen el Síndrome de insensibilidad a los andrógenos, ser
socializada y tratada como una mujer desde el nacimiento:

21. Aunque es posible hacer la transición al papel de mujer, esto no puede conseguirse
con un simple acto de voluntad o una declaración performativa. El simple acto de
“identificarse como mujer”, sentir que uno es mujer, creer que uno es mujer o declarar
“Soy una mujer”, por sí mismos son insuficientes para convertir a alguien en una mujer.
Ser una mujer es ocupar un rol social y ser vista por otros como alguien dentro de ese
rol, y por tanto ningún estado mental subjetivo es suficiente para hacer a alguien mujer;
convertirse en una mujer no es cuestión simplemente de “identificarse como mujer”. Si
te llamas Simon [nombre masculino en inglés] y “te presentas como macho”, entonces
el mero hecho de que te identifiques como mujer, que presumiblemente significa
simplemente que tienes una especie de sentimiento o creencia en tu mente, no tiene
ninguna relación en cómo los demás te ven, y por tanto seguirás siendo tratado con el
respeto y la deferencia que normalmente se muestra a los hombres.

22. Ha habido dentro de la izquierda un cambio general desde la política basada en


clases y los análisis de opresión estructural hacia unas políticas individualistas cuyas
demandas primarias son el reconocimiento y la validación de identidades. En conjunto

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con este cambio, el discurso reciente sobre los asuntos trans ha dejado atrás el lenguaje
de la transexualidad, que definía a las personas transexuales en términos de la
experimentación de disforia, para abrazar la idea de personas transgénero, que se
definen en función de su “identidad de género”. Esto aumenta significativamente la
categoría de personas que se refieren a sí mismas como trans. Muchas de las personas
que se definen como trans pueden no experimentar ningún tipo de disforia, pueden no
tener ningún deseo de cambiar su cuerpo de manera alguna, y pueden no tener
intención de pasar por el proceso de transición para vivir en el rol de género asociado al
sexo opuesto. Esto significa que ser trans ahora es completamente un asunto de auto-
definición y auto-identificación.

23. La “identidad de género” se define habitualmente como “el sentimiento personal e


interno de alguien de ser hombre o mujer”, o “el sentimiento privado y la experiencia
subjetiva de alguien acerca de su propio género”. Estas definiciones son vagas y poco
claras, así que no es fácil entender exactamente qué es lo que propone al hablar de
identidad de género. Una característica crucial de la identidad de género, tal y como
expresan sus proponentes, es que es completamente independiente tanto del sexo
biológico como de la socialización dentro del género. Así que lo que se afirma es que
las personas tienen un sentimiento interno y personal sobre ser hombre o mujer (o algo
completamente diferente –más acerca de esto en el punto 29), que es independiente
de, y puede explicarse sin recurrir a, los cuerpos físicos que dichas personas habitan y la
experiencia de ser leído socialmente y tratado como una persona con dicho cuerpo. Esto
es lo que explica que alguien pueda identificarse como mujer a pesar de tener un cuerpo
biológicamente masculino, y a pesar de haber sido criado como macho y de haber vivido
como un hombre. Si eres transgénero, entonces tu “identidad de género difiere del
género que se asocia típicamente con el sexo que se te asignó al nacer”. Se afirma que
todo el mundo tiene una identidad de género, así que si no eres trans, entonces eres
cisgénero, que significa que tu identidad de género se encuentra en sintonía con el sexo
que se asignó al nacer. (He escrito en otro sitio acerca demi incomodidad con la etiqueta
cisgénero [enlace en español], que siento que no me describe con precisión ni a mí ni a
otras mujeres que conozco).

24. Dada la naturaleza libre e independiente de la identidad de género, es difícil saber a


qué propiedad o estado mental se refiere. Si por “identidad de género” nos referimos a

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un sentimiento intenso o a una convicción de que la personalidad de alguien, sus
preferencias y disposiciones se alinean más con las normas de género impuestas sobre
un sexo que con las del otro, de tal forma que esa persona puede sobrevivir y prosperar
más cómodamente en dicho rol de género, entonces es plausible creer que todo el
mundo tiene una identidad de género. Sin embargo, el término se usa generalmente de
formas que sugieren algo mucho más profundo y fundamental que esto. La identidad de
género parece ser una propiedad o esencia casi metafísica que está fija, inmutable, y
que no puede ser desafiada. La identidad de género que un individuo profesa es una
parte esencial y sacrosanta de su identidad, y debe creerse y respetarse sin más
preguntas.

25. Esta noción de “identidad de género como esencia” tiene implicaciones


problemáticas. La falta de claridad acerca de qué propiedad es, y su naturaleza
inherentemente subjetiva, significan que la doctrina de la identidad de género se
vuelve infalsable. Proponer la existencia de una identidad de género es por tanto
equivalente a proponer la existencia delalma o de otra entidad no material cuya
existencia no puede ser probada o examinada. Si queremos evitar esta implicación, la
única opción es proponer la realidad objetiva de la identidad de género e intentar buscar
su base material. Y entonces nos acercamos peligrosamente a postular la existencia
de cerebros con género, y sugerir que las personas pueden nacer con el cerebro de un
sexo y las características sexuales primarias y secundarias del otro. No estoy cualificada
para afirmar la validez de dichas afirmaciones, al no tener formación científica y saber
muy poco de neurociencia. Pero las feministas llevan mucho tiempo siendo escépticas
respecto a cualquier intento de demostrar que el género es algo natural, puesto que
dichos argumentos se utilizan frecuentemente para justificar la subordinación política y
social de las mujeres. Además, esta definición de la identidad de género no sólo
necesitaría de la existencia de los “cerebros masculinos” y los “cerebros femeninos”;
también requeriría alguna explicación creíble de cómo el sexo del cerebro y el de los
órganos reproductores del cuerpo pueden no coincidir. (Reconozco mis limitaciones
científicas aquí, pero como cualquier buena feminista, recomiendo a aquellos que estén
inclinados a creer en la existencia de los cerebros con género leer Delusions of Gender,
de Cordelia Fine).

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26. Si tomamos la identidad de género auto-declarada de un individuo como la única
condición necesaria y suficiente para pertenecer a un género, el resultado es que la
palabra “mujer” se queda reducida a un estado mental subjetivo, a un sentimiento en
la cabeza de una persona. La única respuesta a la pregunta “¿Qué es una mujer?” se
convierte en “Una persona que se siente mujer”. Pero esto es una definición circular que
no nos dice nada acerca de lo que es una mujer. El propósito del lenguaje es el de
transmitir significados sociales compartidos. Si una palabra significa algo diferente para
cada persona que la usa, y no pueden explicar a los demás qué quieren decir cuando
usan esa palabra, entonces no significa nada. Si la palabra mujer se define como “alguien
que cree que es una mujer”, entonces la palabra mujer pierde su significado, y no puede
ser usada para nombrar nada. Las implicaciones políticas son que la mujer como clase
desaparece.
Esto nos lleva a conclusiones absurdas y profundamente objetables, como la de Simon
en la imagen del punto 21, en la que alguien criado como macho, viviendo como un
macho y presentándose a la sociedad como un macho –en otras palabras, un hombre–
puede de repente insistir en que es una mujer y que se le permita hablar en lugar y en
nombre de aquellas personas que han vivido y socializado como mujeres desde el
nacimiento. Al insistir en que una mujer no es más que un sentimiento en la cabeza de
alguien, la idea de identidad de género borra e invalida las experiencias tanto de las
mujeres con biología femenina como de las mujeres transexuales. Ambos grupos
deben resistirse a la idea de que ser mujer no es más que un estado mental, un
sentimiento en la cabeza de alguien, demostrado tan sólo por una afirmación
performativa, porque dicha posición tiene el efecto de erradicar la existencia de las
mujeres.

27. El hecho de que sea posible moverse de un grupo social al otro es en sí mismo prueba
de que el individuo está experimentando un proceso de transición, pasando de
pertenecer de uno de los grupos a otro. No es algo que ocurra de forma instantánea,
mediante un simple acto de voluntad, y no tiene efecto retroactivo: que una persona
decida embarcarse en el proceso de transición no significa que “siempre haya sido una
mujer”. No tiene sentido decir que alguien que decide hacer la transición a vivir como
una mujer tras vivir un cierto número de años como un hombre ha “sido siempre una
mujer”; si eso fuera verdad, no habría habido ningún motivo para proceder a una
transición social o física. Tiene incluso menos sentido afirmar, como se hace con

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frecuencia, que el cuerpo de una mujer trans posee biología femenina y siempre la ha
poseído, simplemente porque su cuerpo es suyo y ella se “identifica” como hembra.
Como ya se ha explicado, la palabra “hembra” [y el concepto de “biología femenina”] se
refiere a una categoría biológica de la que alguien no puede escapar simplemente
identificándose o sometiéndose a una transición. Y además, si el cuerpo de alguien
poseyese ya biología femenina, no habría ningún motivo para modificarlo en absoluto.
Es la existencia del dimorfismo sexual y las diferencias anatómicas que existen entre los
sexos las que crean la necesidad en aquellas personas con disforia de modificar su
cuerpo. Las mujeres trans tienen cuerpos con biología masculina, cuerpos que puede
que decidan modificar para que se asemejen más a cuerpos con biología femenina. Y las
mujeres trans crecieron como niños y a menudo vivieron como hombres, y tendrán que
hacer una transición social desde ese papel al de mujer. Es por tanto claramente
absurdo, una vez que alguien se declara trans, insistir en que debemos creer que
siempre han sido miembros de la clase hacia la que se están moviendo. Si Kellie
Maloney, que hizo la transición a los 60 años, siempre había sido una mujer, entonces
la palabra mujer pierde su significado, puesto que se refiere literalmente a cualquier
cosa a la que alguien quiera que se refiera. Y sus esfuerzos de vivir como una mujer y de
ser leída como alguien con biología femenina se vuelven incomprensibles, porque serían
innecesarios.

28. Para aquellos que apoyan la idea de la identidad de género –a diferencia del análisis
radical de género– el género no es inherentemente opresivo. Mientras que las
feministas radicales consideran que el género es inherentemente opresivo porque es un
sistema que encarna una jerarquía que sitúa a los machos sobre las hembras, a los
hombres sobre las mujeres, a lo masculino sobre lo femenino, para los defensores de la
identidad de género no hay nada opresivo o restrictivo acerca de las normas de género
por sí mismas. Por tanto se resisten a la crítica del feminismo radical hacia la feminidad
como una forma de sumisión y subordinación, porque la persona que cree que posee
una identidad de género femenina puede disfrutar actuando y performando la
feminidad, y por tanto le molesta que le digan que es una expresión de debilidad y
pasividad.

29. Para muchas aquellas personas que apoyan la idea de la identidad de género, lo
opresivo del género no es que sea una jerarquía, es que sea binario. Una vez que separas

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la noción de “identidad de género” tanto del sexo biológico como de la socialización
dentro de un género, no hay en principio ninguna razón para limitar el número géneros
que pueden existir a simplemente dos. De ahí viene la frase escuchada a menudo de que
“el género no es un binario, es un espectro”, y la emergencia de individuos que se
identifican como “no binarios” o “género fluidos”, algunos de los cuales afirman
experimentar “turnos como hombre” y “turnos como mujer”. Ahora tenemos cincuenta
y seis géneros diferentes reconocidos por Facebook, aunque si te dedicas a vagar por
Tumblr encontrarás muchos, muchos más, junto con todo un abanico de pronombres
especiales. La pregunta lógica que cabe preguntar a quienes defienden la identidad de
género como un espectro es: ¿cuántos géneros habría que reconocer para no ser
opresivos? Y la única respuesta consistente que se puede dar a esa pregunta es: siete
mil millones. Tendríamos que reconocer que cada individuo tiene su propia y única
identidad de género. Pero si hay siete mil millones de géneros diferentes, uno por cada
uno de nosotros, entonces no se ve muy claro que llamar a esto “género” tenga algún
tipo de sentido, o nos ayude a entender algo. El género es un sistema que vincula ciertas
características personales y comportamientos que se consideran deseables a la función
reproductiva. En cuanto separamos estas características, comportamientos y
apariencias del sexo biológico, lo que nos queda es simplemente la personalidad
humana, en toda su variedad y complejidad. Por este motivo, todas nosotras somos no
binarias. Nadie es un estereotipo de género andante. El género no es simplemente el
nombre que le damos a un conjunto de gustos, preferencias y disposiciones que un
individuo resulta tener. Es un sistema que ata la biología a la personalidad y al
comportamiento, y que pone a las personas en cajas rosas y azules de acuerdo al
conjunto de genitales que posean. La solución no es crear muchas cajas más, ni permitir
que algunos individuos especiales no binarios puedan ser revolucionarios del género y
puedan moverse entre las distintas cajas a voluntad, mientras que el resto debemos
quedarnos dentro de ellas y nos dicen que es porque nos gusta. La solución es librarnos
de las cajas –abolir el género de una vez por todas.

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