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LA INSTRUMENTALIZACION DE LA ACTITUD

DEL TERAPEUTA. EL REFLEJO


Marcelo Lerner1

Al ocuparme del terapeuta rogeriano, en el capítulo 4, señalé que su modus


operandi no reposa en una "técnica" sino en una “actitud”. De esta "actitud",
que analicé allí, emanan las formas prácticas que la instrumentalizan; tal
instrumentalización no es, pues, una técnica, sino una adaptación operativa
ya que, como bien lo expresa Kinget, "la terapia rogeriana no tiene técnicas
sino, más bien, formas características, inspiradas y limitadas al mismo tiempo
por los principios sobre los que se apoya". Parafraseando el conocido verso de
Machado "se hace camino al andar", podría decirse "se hace psicoterapia de
Rogers al basarse en sus principios", pues estos principios, al ser asumidos,
llevan a desplegar con espontaneidad variable las "formas prácticas" con que
se instrumentaliza la actitud rogeriana. Tal despliegue espontáneo no implica
que la instrumentalización no se pueda perfeccionar por la investigación
científica. Por el contrario, esta última, junto con la experiencia clínica, van
perfilando cada vez más los caracteres que hacen exitosa dicha
instrumentalización.

Para explicitar estos caracteres conviene resumir la posición del terapeuta


rogeriano ante su paciente: la problemática de éste es concebida como
procedente de un error perceptivo, es decir, de la forma distorsionada en que
se percibe a sí mismo y a la realidad entorno. El objetivo del terapeuta es, por
ello, ayudar a su paciente a lograr una reorganización perceptiva. Aquí no se
trata tanto de percibir "nuevos hechos" de su vida o desenterrar memorias
traumáticas, cuanto de percibir "nuevas relaciones" entre hechos más o
menos conocidos. Esto equivale a una reordenación gestáltica del propio
mundo perceptual. El motor de ese proceso debe proporcionarlo la "tendencia
actualizante" del mismo paciente. Pero esta tendencia no se moviliza
terapéuticamente, en general, si no media un tipo particular de relación
interpersonal; esta relación es la que intenta proveer el terapeuta y es en este
momento cuando entra en juego la actitud rogeriana, cuyos caracteres básicos
hemos visto ya: empatía, consideración positiva incondicional, autenticidad.

Esta actitud, cuyas raíces son innatas, puede sin embargo ser desarrollada
por aprendizaje con terapeutas rogerianos y especialmente por prácticas
supervisadas. Esto último suele ser necesario ya que no basta poseer la
actitud mencionada: en efecto, lo importante es que el paciente capte esa
actitud de su terapeuta, lo cual exige que éste sea capaz de comunicarla. Tal
cosa no se obtiene explícitamente, es decir, informando al paciente que se le
1 Tomado de: Lerner, M. (1974). Introducción a la psicoterapia de Rogers. Buenos Aires: Nueva
Visión.

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comprende, respeta, etc.; más bien esto sería contraproducente, pues tendería
a provocar la suspicacia y desconfianza del paciente. En cambio se demuestra
operativo el comunicar implícitamente la actitud rogeriana, lo cual sucede
cuando el terapeuta trata de (y puede) asumir empáticamente el marco de
referencia interno del paciente y logra expresarlo junto con una auténtica
consideración positiva. Cuando esta actitud es genuina, opera en forma
catalítica sobre el paciente, como hemos visto, movilizando el impulso hacia la
auto-indagación de su problemática.

Para que este proceso -habitualmente penoso- tenga continuidad es necesario


que la actitud del terapeuta sea estable como un faro que guía infaliblemente
en las borrascas. La actitud “centrada en el paciente" debe mantenerse
invariable a través de toda la terapia, pues ella es la que alimenta la "noción
de yo” del paciente con experiencias valorizantes y aseguradoras, las que son
esenciales para la reorganización psicológica. Asimismo, tal estabilidad sólo
puede garantizarla una correcta y constante instrumentalización rogeriana.
Para clarificar ésta, y por vía de contraste, resulta oportuno examinar otros
tipos de instrumentalización y sus efectos en la relación terapeuta-paciente.
Fuera de la actitud “no-directiva”, la mayoría de los enfoques psicoterápicos
parten de la iniciativa del terapeuta: éste apoya, juzga, interpreta, guía, etc.,
según su orientación doctrinaria.

Tomemos uno de los modelos más conocidos: la interpretación. Sabido es que


ésta constituye la pieza instrumental más sólida de la praxis psicoanalítica.
La intención de Freud era "hacer consciente lo inconsciente"; para ello
contaba con que mediante la interpretación del analista la psicodinámica
profunda del paciente se hiciera reconocible por su conciencia. Es indudable
que el analista, al observar "desde afuera" el material aportado (asociaciones,
sueños, lapsus, etc.) puede entresacar según su intuición, experiencia y
habilidad, el "contenido latente" con más facilidad que el propio paciente, que
se halla sujeto a los fenómenos represivos. Pero el hecho de que la
interpretación provenga de una fuente exterior (el analista), gravita
negativamente en la posibilidad de que lo interpretado sea reconocido
ampliamente por la conciencia del paciente. En efecto, al recibir éste una
interpretación referida a si mismo, experimenta una serie de procesos que
perjudican, precisamente, su aptitud para concientizar aquello que se le
interpreta: ante todo sufre el impacto de comprobar que él no es bastante
hábil para autoconocerse, pues otro le está mostrando mayor capacidad ¡y su
propio terreno¡ luego, su autoestima, al menos en este aspecto, tiende a
deteriorarse. En términos rogerianos se diría que su "noción de yo" se ve
afectada, incrementándose la "negación" defensiva, lo cual conspira contra los
propios objetivos de la terapia. Cabe agregar que debido a esa experiencia,
emanada del ser objeto de interpretación, disminuye el impulso a ganar
autonomía y a desarrollar iniciativa para el auto-conocimiento, factores
básicos de la recuperación psicológica.

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Además, se fomenta la dependencia, ya que si otro parece conocerlo mejor que
él mismo, convendría entonces delegar en ese otro la tarea del esclarecimiento
de su propia personalidad.

Las investigaciones comparativas sobre el efecto que tienen las diversas


instrumentalizaciones en las respuestas de los pacientes, revelan que después
de la interpretación el paciente tiende a bloquearse y pierde la iniciativa para
el auto-examen. Ya sea que el analista haga un señalamiento correcto o una
interpretación acertada de la dinámica inconsciente, siempre está utilizando
un factor externo al paciente: la palabra. La introvisión que busca promover
con ello jamás tiene la fuerza vivencial que acompaña a la introvisión obtenida
en forma espontánea por el propio paciente.

Otra instrumentalización, el apoyo, tiene un efecto parecido al de la


interpretación; nos referimos aquí al apoyo directo, explícito, en el que el
terapeuta asume una actitud paternal, pero evocando inevitablemente un rol
filial en su paciente. Por ello el apoyo, como la interpretación, crean una
relación "jerárquica" con las consecuencias negativas que ya se han
examinado (véase p. 46). Cabe acotar que en la actitud rogeriana hay también
un constante apoyo, pero indirecto e implícito: aquí el terapeuta apoya
acompañando al paciente en su proceso de reorganizarse, pero dejando a
éste la iniciativa y libertad para decidir por sí mismo la orientación de tal
proceso.

Lo dicho para la interpretación y el apoyo se hace extensivo a la guía, el


consejo y otras instrumentalizaciones "directivas", sutiles o desembozadas.

El "reflejo". Es la instrumentalización característica de la actitud rogeriana;


se apoya en la "hipótesis básica” que, según hemos visto, sostiene la
capacidad del paciente para encarar y resolver por sí mismo sus problemas,
ayudado por la relación psicoterápica. Coherente con este principio, el reflejo
se articula sobre lo que el paciente percibe en sí mismo y comunica al
terapeuta, quien lo "'refleja" actuando como un "cálido espejo", al decir de
Rogers. En esta forma, el reflejo, expresando la empatía del terapeuta,
devuelve al paciente una realidad que surge del propio marco de referencia
interno; con ello la dinámica del proceso psicoterápico tiende a "centrarse" en
el paciente mismo. Se elude así la influencia desfavorable que emanaría de la
instrumentalización proveniente de un marco de referencia externo
(interpretación, consejo, apoyo directo, guía, etc.). Al recibir su propia
comunicación, reflejada por el terapeuta con empatía y consideración positiva
incondicional, genuinas, se produce un efecto particularmente constructivo en
el paciente: su "noción de yo" no se ve amenazada por la intrusión de una
influencia externa negativa, sino convalidada por la experiencia de sentirse
cabal y afectivamente comprendido. El paciente se reencuentra a sí mismo en
el reflejo, pues es su propia comunicación la que le es devuelta; al mismo
tiempo su aislamiento neurótico se quiebra, pues vivencia que es realmente

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acompañado por la comprensión ecuánime del terapeuta. Esta experiencia, de
esencial valor estimulante para su progreso psicológico, moviliza a las fuerzas
sanas de la "tendencia actualizante" que se canalizan en la auto-indagación;
se genera entonces el impulso al auto-conocimiento a través de un
planteamiento cada vez más objetivo de la propia problemática;
paralelamente, la carencia de amenazas que impregna la relación rogeriana,
ablanda la "negación" favoreciendo las introvisiones espontáneas, lo cual trae
un progreso hacia la congruencia entre la "noción de yo" y el "organismo".
Cuando un terapeuta novel o uno experimentado, pero de otra escuela que la
de Rogers, toman contacto con el reflejo, suelen tener una impresión poco
satisfactoria ,debido a la aparente sencillez de esta instrumentalización.

La costumbre de emplear instrumentalizaciones sofisticadas provenientes de


concepciones más intelectualistas de la psicoterapia choca naturalmente con
este recurso, en apariencia tan sencillo. Sin embargo, la experiencia
psicoterápica con el reflejo adecuado revela efectos positivos, con frecuencia
asombrosos, cuando su empleo resulta correcto, o sea, dentro de las pautas
que se irán exponiendo en este capítulo. Se ha comprobado que para aplicar
con acierto la psicoterapia de Rogers no basta asumir conceptualmente sus
principios; tampoco es suficiente efectuar reflejos al paciente si el terapeuta
no está identificado con tales principios; en este caso sólo se produciría la
decepción del paciente y del terapeuta, sintiendo el primero que es objeto de
una frustrante repetición de sus comunicaciones y el segundo que es
inoperante en forma total. Por ello, es inútil evaluar el valor psicoterápico del
reflejo desde una posición doctrinaria ajena a la rogeriana. Hay que partir de
esta última para que la praxis correcta del reflejo dé sus valiosos frutos y
permita una evaluación fidedigna.

Veamos ahora cómo opera el reflejo: toda comunicación verbal suele ser
incompleta en relación con lo que intenta expresar, especialmente tratándose
de contenidos psicológicos, como es el caso de las comunicaciones del
paciente. Por ello, en lo que dice éste a su terapeuta hay mucho más
contenido latente que el expresado en la escueta significación verbal. Para
ejemplificar esto tomamos una comunicación de R.M.; uno de mis pacientes
(se trata de un hombre joven, violinista, que padece un "track" ante el
público).

P: "Mi madre no me deja estudiar el violín con tranquilidad."


Aquí se pueden considerar algunos contenidos implícitos:
a) Quiero estudiar el violín, pero mi madre me obstaculiza.
b) No me entiendo con ella.
c) Ella actúa perturbándome.
d) Estudio mejor solo.
e) Soy sensible a su influencia.

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Estos y otros contenidos más importantes aún para la dinámica de sus
conflictos están inevitablemente correlacionados con la sencilla comunicación
del ejemplo. Este es un hecho reconocido, pues en el individuo todo fenómeno
psíquico forma parte de un conjunto organizado, la "esfera psíquica", por lo
cual siempre tiene conexión con cualquier otro fenómeno de su psiquis. El
reflejo oportuno (como puede suceder con un silencio también oportuno)
tiende a proyectar luz sobre las conexiones marginales, permitiendo así una
nueva perspectiva del problema.

T: Su madre no lo deja estudiar tranquilo.


P: "Si... Siempre fue un obstáculo... se oponía a todo lo que me hiciera sentir
independiente... Es egoísta; si me ve con alguna iniciativa, se las arregla para
estropeármela... No me deja en paz hasta que se sale con la suya. No nos
entendemos en nada... No la aguanto... Los pocos momentos en que he podido
concentrarme con gusto fueron cuando ella no estaba en casa o yo estudiaba
en otro lado... ¿Por qué me reventará saber que está cerca?...”

El reflejo, en el contexto de la relación psicoterápica, ha desencadenado una


cadena asociativa y catártica de experiencias ideo-emocionales, es decir,
"organísmicas", que no sólo van haciendo aflorar contenidos significativos sino
que tienden a centrar la indagación en el propio paciente, especialmente en
sus conflictos. Estos contenidos latentes, que corresponden gestálticamente a
los planos marginales de la conciencia, pueden ser así llevados a "foco". El
reflejo opera, pues, movilizando la atención espontánea del paciente hacia
tales contenidos larvados de su comunicación, abriendo con ello la puerta a la
introvisión. Al enfocar así el reflejo, como un factor operativo, debe recordarse
que el mismo no es un instrumento “técnico” que actúa per se, sino una forma
psicoterápica más (aunque muy especial) que se inscribe dentro de la viva y
cambiante interacción terapeuta-paciente, la cual es el verdadero agente
operativo de la psicoterapia. Cuando se ha logrado crear el clima psicológico
adecuado, el reflejo del terapeuta tiende a surgir espontáneamente como
consecuencia no sólo de la convicción respecto de los principios de esta
terapia, sino porque la experiencia ha ido desarrollando el sentido del timing, o
sea, del momento adecuado para reflejar.

Debe destacarse que una de las ventajas más importantes del reflejo reside en
que nunca cuestiona la validez objetiva de lo comunicado por el paciente; con
ello, la "noción de yo" no se ve amenazada, sino que, por el contrario, es
reforzada, ya que el espíritu mismo del reflejo implica una aceptación
valorizadora hacia el paciente. Esta aceptación invariable es progresivamente
introyectada por el paciente, lo cual permite disminuir su "negación"
conflictiva.

Así, poco a poco, la "noción de yo" admite la concientización de aspectos


penosos previamente "negados". Además, con el desarrollo de una conciencia
más realista, el paciente -por sí mismo- rectifica sus distorsiones perceptivas.

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Rogers y sus colaboradores han estudiado minuciosamente, casi con
preciosismo, los sutiles y delicados matices del reflejo. Tras examinar
numerosas grabaciones y protocolos de entrevistas "centradas en el paciente"
han extractado diversas modalidades de esta instrumentalización y analizado
sus efectos psicoterápicos.

TIPOS DE REFLEJO

El objetivo de todo reflejo no es develar un contenido latente desde "afuera",


sino favorecer indirectamente la toma de conciencia desde "adentro", o sea,
por el propio paciente. Sin embargo, algunos tipos de esta instrumentalización
se acercan en cierta medida (sin llegar nunca) a un esclarecimiento exógeno.
En función del grado de esclarecimiento se pueden clasificar en tres tipos:

a) Reflejo simple o reiteración. Es la forma elemental; busca resumir la


esencia de lo comunicado por el paciente o destacar algún aspecto
significativo o simplemente "dar pie" para que el paciente continúe
expresándose. Estos objetivos se procuran mediante una repetición más o
menos literal de lo expresado. El efecto gestáltico es una mayor estabilización
de la "figura", o sea, del tema comunicado. Resulta, pues, lo menos cercano a
un esclarecimiento; sin embargo, cuando expresa una comprensión empática
establece el clima psicológico de aceptación que es el factor fundamental para
el progreso psicoterápico y éste es el principal objetivo del reflejo simple.

Kinget lo compara acertadamente con la buena puntuación de un texto: el


relato del paciente es generalmente desordenado y de poca coherencia, como
el de un texto que careciera de la correspondiente puntuación. Los reflejos
simples obran puntuando el texto de la comunicación del paciente,
"encarrilándolo" sutilmente hacia una mayor coherencia y significación. Pese a
su sencillez externa, su efecto es con frecuencia notable cuando es oportuno y
en el marco de una relación rogeriana. Tiene la ventaja de que se articula
pura y exclusivamente sobre el material provisto por el paciente, que de esta
manera es acompañado y no observado; tal experiencia lo motiva en forma
natural a penetrar progresivamente y por propia iniciativa, en su problemática.
Sin embargo, suele suceder que las introvisiones que el paciente va ganando
así, las refiera espontáneamente a la labor "esclarecedora" de su terapeuta,
cuando en realidad éste se ha limitado a reflejar en forma escueta, sin
agregar ningún tipo de opinión personal sobre lo comunicado. Es interesante
señalar que los terapeutas expertos "centrados en el paciente", y sobre todo el
mismo Rogers, suelen emplear casi exclusivamente este tipo de reflejo, que se
caracteriza por su sobriedad. Esto es comprensible si nos atenemos al criterio
de que el factor operativo básico de la psicoterapia no es la
instrumentalización o la "técnica", sino la personalidad del terapeuta, capaz
de crear la relación eficiente.

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Veamos ahora algunos ejemplos de reflejo simple. Para ello extractamos
ciertos pasajes de una sesión de R.M., el joven violinista mencionado.

P: "Tuve un ataque de odio feroz hacia Silvio, un competidor, que empezó a


estudiar para concertista mucho después que yo. Es 5 o 6 años menor... hay
una 'pica' entre los dos. Me afecta mucho que él tenga éxito''... es más
'trepador' que yo... Cuando observé toda esta bronca contra él tuve la
sensación... la seguridad de que estaba descubriendo la verdad sobre mí
mismo."
T: Al observar su rabia a Silvio le pareció que estaba descubriendo la verdad
sobre usted mismo. (Reflejo simple.)
P: "Sí... Me llamó la atención ese odio... tenía dificultad para verlo bien...
estaba lleno de fantasías sádicas... Es la primera vez que me pasa."
T.: Esto es nuevo para usted. (Reflejo simple.)
P: "Me parece que si el progreso de ese 'tipo' me trae tanto odio, no voy a
progresar más porque los otros sentirán lo mismo hacia mí."
T: Ese odio le hace pensar que si usted progresa, lo odiarán. (Reflejo simple.)
P: "Aquí hay una agresividad terrible mezclada con miedo y envidia hacia la
gente... tengo la sensación de ser chiquito y de que debo protegerme de los
gigantes hostiles que son los demás... Veo el sueño de mi vida : orientar las
relaciones yo ... "
T: Ser usted el gigante.
P: "Sí... si no mato, me matan. Pienso en mi manera de hablar y ahora me doy
cuenta: es prepotente y aplastante... Por otro lado vivencio que todo se debe a
mis sentimientos de humillación infantil... toda la infancia me veo sometido,
violentado... quizás por los juegos eróticos.'... con los chicos... a los 6 años... o
antes... como obligado a hacerlos, como si todos se hubieran abusado de mí...
Es como si la gente tratara de 'pasarme' a mí... entonces tengo que
adelantarme... Sin embargo no tengo un recuerdo concreto de un hecho
humillante. Vivo protegiéndome de la gente... No puedo trabar relaciones más
o menos amistosas... De ahí surgen los problemas artísticos con la gente... i
Ahora me puedo ver algo¡, pero pierdo... me falta un rato aún... Me cuesta
creer que la gente no me odia... lo mismo me pasa con usted."
T: Le parece difícil que yo no lo odie. (Reflejo simple.)
P: "A usted lo tolero porque estoy solo... pero no creo que nadie tenga buenos
sentimientos. Al entrar en una casa me parece que me odian... pero creo que
es... ¿cómo le dicen?.... ¿una proyección? Creo que todo es así... quizás viene
desde los 2 años... lo debo haber sacado de mis padres."
T: Le parece que el odio que usted ve en los demás sale, de usted mismo.
P: "Quizás está relacionado con el violín... me cuesta sacar un sonido dulce,
tierno...”

b) Reflejo del sentimiento o reflejo propiamente dicho. Esta variedad


procura que el paciente tome conciencia del sentimiento o intención implícitos
en su comunicación; esto significa arrojar más luz sobre el "fondo" gestáltico

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de lo expresado para que, el tema central, la "figura", se realce y complete.
Mientras el reflejo simple estabiliza la "figura", el reflejo del sentimiento la
amplía. De esta manera, los sentimientos e intenciones marginales tienden a
ser concientizados y expresados por el paciente en forma espontánea,
estimulados a ello por este reflejo, dentro de la atmósfera de acogida creada
por el terapeuta. Este se esfuerza por captar y reflejar empáticamente el
contenido emocional de la comunicación, procurando que sus reflejos
trasunten comprensión y respeto genuinos por los sentimientos del paciente,
cualesquiera que estos fuesen.

Tales comprensión y respeto se extienden a las interpretaciones, erróneas o


no, que el paciente hace sobre sus propias comunicaciones. Esta posición del
terapeuta implica seguir con tenaz consecuencia el principio de atenerse sólo
al mundo perceptual del paciente, evitando cuidadosamente proyectar el
propio, a través de las respuestas psicoterápicas. Eludiendo así toda
valoración personal sobre lo comunicado, la óptica del paciente es empática y
sistemáticamente reflejada. Con frecuencia, los sentimientos e
interpretaciones del paciente no resistirían una crítica basada en las normas
convencionales, pero el terapeuta se abstiene de toda crítica pues ve en las
manifestaciones del paciente, por erróneas que sean, la expresión de la
"tendencia actualizante", es decir, del sano impulso hacia el desarrollo. El
terapeuta sabe que ésta es la fuerza que alimenta el proceso de recuperación
psicológica y aunque pueda estar momentáneamente, mal orientada,
comprende que su misión no es reorientar tal fuerza desde "afuera" sino dar al
paciente la oportunidad de que él mismo efectúe ese proceso desde "adentro".

Esta libertad, esta ausencia de presiones, que emanan del reflejo del
sentimiento, permite que el paciente progrese hacia una crítica cada vez más
objetiva de sus "experiencias" y valoraciones conexas. De esta manera se
observan crecientes rectificaciones de sus conceptos rígidos y dolorosos sobre
sí mismo y, por ende, respecto del mundo entorno. Tales rectificaciones, en
vez de resultar traumáticas para la "noción de yo" (como podría suceder fuera
de la terapia) por el contrario son gratificantes, pues el verse capaz de corregir
sus desenfoques valoriza precisamente la misma "noción de yo". A ello cabe
agregar que los resultados adaptativos de una óptica perfeccionada y más
realista son necesariamente positivos, y por lo tanto, gratificantes.
Para ejemplificar lo anterior veamos algunas secuencias de una de las
sesiones de R.M.

P: "Siento la 'neura' más en la superficie... tengo más conciencia... hay


algunos avances, pero tengo miedo de cambiar... El miedo es una protección"
T: Ahora usted ve más profundamente en sus problemas pero eso significa
que puede cambiar y entonces sufre por el miedo que eso le trae.
P: "Sí... el miedo es una protección... al ver que puedo cambiar me enfermo...
Ahora lo veo claramente... tengo miedo a perder el miedo... caería en el vacío."

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T: La posibilidad de cambiar le hace temer perderse a sí mismo. (Aquí el
terapeuta percibe empáticamente y refleja el sentimiento de despersonalización
que, hemos visto, suele preceder a la reorganización de la personalidad.)
P: "Entonces temo quedar enredado para siempre en el miedo... No puedo
imaginarme sin miedo antes del concierto. Temo hacerme ilusiones y
frustrarme, pero también le temo al éxito... Es una 'bola de nieve', cada vez se
agranda más... (Silencio.) El 'fondo' sería que no tengo una buena relación con
la gente... En un concierto trataría de joderla... en un nivel 'loco'. Una de dos:
o aplastar a la gente con un concierto magistral o hacer una gran 'cagada', un
desastre para joder también a la gente... Si uno es adulto y más o menos
'normal', busca agradar a la gente y a sí mismo con una cosa agradable y
bella... ¡La gente es la familia, los padres¡ (Se produce una introvisión
espontánea.) El fondo de todo es mi 'vieja'... la rabia a mi madre... Es como si
estuviera ligado a ella... como si fuésemos una sola persona... Igual que con mi
mujer... como si hubiéramos formado pareja; me da rabia y al mismo tiempo
la necesito... Mi madre nunca me había planteado la posibilidad de casarme e
irme... Desde que me casé no puedo tener relaciones sexuales normales...
antes sí... debe ser que no quiero abandonar a mi madre... Antes estaba un
rato en el hotel con mi novia; era una travesura de adolescente... i Ahora una
relación sexual con mi esposa es una traición a mi madre! Mi madre está en el
medio del problema sexual con mi mujer... además, como soy un niño todavía,
mi madre sabe que, por estar casado, me acuesto con mi mujer... ¡Debo tener
4 o 5 años¡ En estos meses, después de mucho tiempo volví a tener problemas
de oído como al morir mi padre... a los 5 años... tuve una infección grave en el
oído... por ir a la pileta... me quedó un 'latido'... De noche tenía latidos fuertes
con pesadillas de caer en el vacío, en un pozo negro y profundo... Los latidos
aumentaron al morir mi padre... Desaparecieron y ahora vuelvo a tenerlos . . .
la semana pasada tenía palpitaciones . . . "

T: Usted está reviviendo viejos problemas infantiles, se siente débil y


desamparado; se reproducen las molestias que tuvo en aquella época.
P: "Así es... Ahora veo que mi madre no creía que yo la iba a abandonar... Veo
la relación con ella como algo tremendo... 'medio libidinoso'... (Silencio.) Mi
esposa fue la primera persona que me dio un afecto estable... la veía con una
historia tan problematizada como la mía... una huérfana, abandonada por su
madre cuando nació... la madre era sirvienta y el padre era el patrón de la
casa... la recogió la abuela materna..."
T: Usted ve muchos puntos de contacto con la vida de su esposa.
P: "Sí. . . me identifiqué con ella . . . (Silencio.) Debido a mi inferioridad no
creía en el afecto de las mujeres... Pero a mi actual esposa la veía como un
'pobre diablo' igual que yo... pensé: 'ésta se va a casar conmigo'. No puedo
imaginarme seguro, confiado en mí mismo... Veo que hay dos cosas básicas
en mi vida: la relación conflictual con mi madre y con la gente . .. "

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c) Elucidación. Esta es la forma de reflejo que acusa un mayor grado de
esclarecimiento de origen "externo". Debido a que implica un proceso
deductivo, presenta un matiz intelectual más definido que las otras dos
variedades que hemos estudiado. Sin embargo, la deducción nunca se hace a
partir de un marco de referencia "externo", como sucedería al "interpretar" en
función de determinada teoría, sino que el terapeuta procura siempre
explicitar lógicamente los sentimientos y actitudes, que ya están contenidos
en la comunicación del paciente. Por ello se acerca en cierto modo a la
interpretación, lo que configura un menor grado de "asepsia" que las otras dos
variedades, puesto que acentúa la intervención "directiva" del terapeuta y
favorece menos la "tendencia actualizante" del paciente. Para los terapeutas
jóvenes y los de otras orientaciones que contactan por primera vez con esta
terapia, tiene mayor atractivo pues resulta más gratificante para la exigencia
de fundamentar intelectualmente el accionar psicoterápico y al mismo tiempo
satisface la necesidad de cierto "control".

Empero, los terapeutas rogerianos la emplean rara vez pues es el tipo de


reflejo que más se aleja de los principios básicos que informan esta terapia.
Para el paciente constituye un señuelo, pues al verse "elucidado" por el
ingenio deductivo de su terapeuta se gratifica y reconforta, pero por otro lado
disminuye su impulso hacia la auto-comprensión. Esto último, si bien no es
necesariamente desagradable e incluso puede ser peligrosamente atractivo,
significa una real "amenaza" para la "tendencia actualizante" pues ejerce un
efecto estupefaciente: seda pero embota.

Veamos ahora algunos ejemplos de "elucidación" en el material de R.M.

P: "Después de 5 años de no poder tocar en público, ayer di un concierto... no


fue muy gratificante... quedé bastante mal... Sin embargo, poco antes me
sentí bien... Pero el día del concierto, después de una siesta, tuve un ataque
de miedo, con ideas de equivocarme... con 'fantasías siniestras'. . . Pese a
todo, decidí presentarme… Me equivoqué bastante en la primer parte... en la
segunda también... Con la sonata con la que tuve el 'track' hace tantos años,
me fue bien... tuve 'lagunas' con piezas que conocía... No me importaba tanto
cómo reaccionaría el público... Tengo una imagen poco favorable de mí mismo
como violinista… no veo nada positivo…"

T: Si lo he comprendido... además de la experiencia del "track" usted se


presentó sintiéndose poco capacitado como violinista y eso le impedía tocar
con seguridad...

P: "Sí... por otra parte tenía un rechazo a gratificarme... como si no fuera


digno de hacer cosas lindas... sin embargo, no me siento 'masoco', al menos
conscientemente."

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T: Quiere decir que algo le negaba interiormente el derecho a gratificarse con
una buena actuación, lo que se sumó a la pobre imagen de sí mismo; de ahí
las "lagunas" y las equivocaciones.

P: "Sí... eso debe ser... (Silencio.) Ahora me ofrecen un concierto en Córdoba


pero no me siento seguro... me parece demasiada responsabilidad. Pese a
todo, cosa rara, no me deprimo como antes... (Silencio.) No tolero las
relaciones sexuales con mi esposa... es un ataque al matrimonio... además
pienso en los problemas económicos... problemas para tocar en público... pero
lo importante es vivir... Estoy enfermo de la vesícula. Hace dos años tuve un
cólico hepático en Mendoza por comer locro, empanadas y qué sé yo... Hice un
año de dieta... pero el año pasado volví a comer sin control y me enfermé.
Hace 6 meses comí mucha salsa, chocolate... para justificarme."

T: Me parece que en el fondo usted mismo se busca problemas: en el


matrimonio, en los conciertos, enfermándose con las comidas... así tiene un
buen pretexto para estancarse.

La experiencia con esta terapia muestra que pese a su mayor "brillantez", la


elucidación tiene menor efectividad que el reflejo elemental. Por ello dice M.
Kinget: "... guardando las proporciones, el valor terapéutico de una respuesta
tiende a ser inversa mente proporcional a su valor intelectual".

Como corolario de lo expuesto sobre reflejos, hay que enfatizar que los
mismos, dentro de esta terapia, apuntan a "centrar” la interacción terapeuta-
paciente en este último y no en el problema circunstancial.

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