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MISTERIO CRISTIANO II

CRISTOLOGÍA

FUNDAMENTOS

Tras la formación Bíblica y la formación fenomenológica y antropológica del primer


año, los alumnos se encuentran ya preparados para afrontar el tema de la Cristología. La
Cristología se puede considerar como el alma de la teología. Según la concepción cristológica
que se tenga dependerá la reflexión posterior sobre otros campos teológicos pues todos ellos
hacen referencia a Cristo. Por lo tanto este año puede considerarse como el centro de toda la
formación teológica.

OBJETIVOS

· Conocer, quien es Jesús para el estudiante y acercarse a lo esencial de su mensaje,


conocer a la persona, la obra y las enseñanzas de Jesús. (Intelecto).

· Descubrir, la experiencia que tenemos de Jesús y de su mensaje y qué


importancia tiene en nuestra vida de cristianos. Amar, Adherirse a Jesús (Afecto)
Decisión.

· Plantear, la necesidad de buscar medios de expresión para anunciar el mensaje de


Jesús hoy y según la realidad de nuestras comunidades. Vivir conforme al Evangelio
(Voluntad) Actuar.

· Cuestionar la imagen de Jesús, superando visiones polarizadas de su doble


naturaleza (Hombre-Dios)

INTRODUCCIÓN GENERAL

1. ¿Qué es la Cristología?

A grandes rasgos podemos decir que la Cristología es el estudio y la reflexión por parte
del hombre creyente del suceso y del acontecimiento acaecido en la persona de una tal Jesús
de Nazaret que vivió hace más de 2000 años.

Es suceso al tener algunos datos coma para afirmar la existencia histórica de tal
persona. En acontecimiento pues lo afirmado de está persona y lo sucedido en el supera con
mucho lo que la historia, como ciencia, puede afirmar. Pero lo afirmado sobre él es "real" al
ser fundamental para las preguntas más profundas del ser humano.

Es estudio y reflexión pues se trabaja con los métodos científicos de las ciencias
humanas y se trata de expresar y mostrar la inteligibilidad del acontecimiento "Jesús de
Nazaret", que lo afirmado de él es razonable (no racional). La realiza una persona creyente,
sólo desde la fe es posible un acercamiento y reflexión de Jesús que pueda llevar el nombre
de Cristología.

2. Importancia de la Cristología dentro de la Teología

La Cristología es una parte de la teología junto a otras (Tratado de Dios, de la Gracia y


la Salvación, de la Iglesia, de la revelación, etc...), pero a su vez es central dentro del
estudio de la teología. La Cristología hace relación a Dios, pues el Dios en que creemos es el
Dios de Jesús, sólo desde él es posible afirmar la trinidad. Jesús es el Cristo, el Salvador en el
cual se nos concede toda gracia y la salvación. La Iglesia es el cuerpo de Cristo y su
nacimiento esta muy unido a la acción de Jesús y a su proyecto, el Reino de Dios. Jesús es la
Palabra, la revelación definitiva de Dios a los hombres.

Podíamos continuar con más afirmaciones de este tipo, pero valgan estas para mostrar
la importancia de la Cristología en la reflexión teológica. Por otro lado muestra fe, nuestra
religión y nuestro nombre es el de cristianos. No seguimos unas doctrinas y una ética que
alguien dio sino a una persona viva ante la cual se decide lo verdaderamente importante de
nuestras vidas. ¿No es pues importante acercarnos y querer saber más de él? ¿No es
importante para un catequista, para un formador en la fe y para cualquier cristiano?

3. El estudio de la Cristología

La Cristología es una materia amplia, que puede desarrollarse de varias formas. Por un
lado está toda la reflexión que los hombres creyentes han realizado en la historia para
expresar como Jesús es verdaderamente Dios y hombre, frente a otras posturas que negaban
la Divinidad o la humanidad plena de Jesús. Toda esta reflexión se suele catalogar como
Cristología Dogmática. En ella abunda la reflexión del dado fundamental de la fe con las
herramientas que nos da la filosofía.

Otra forma de acercarnos a Jesús en la Cristología es el estudio de los nombres que se


aplican a Jesús en los evangelios (Profeta, Segundo Adán, Hijo del hombre, Mesías, Señor,
Ungido, Cristo, Salvador del Mundo, Primogénito, Recapitulación, Plenitud, Palabra, El Hijo).
Para ello se recogen todos los textos de cada nombre se estudian y se comparan con el
contenido que estos tenían en el tiempo de Jesús. Se ve cuales le aplicaba la gente, cuales se
aplicaba él mismo y cuales le aplicó la comunidad creyente tras la experiencia pascual. Es lo
que se suele llamar estudio de los títulos que Jesús. Este estudio tiene una carácter más
bíblico.

También podemos estudiar los evangelios y ver la relación de Jesús con realidades
importantes. De este modo podemos ir conociendo a Jesús y al proyecto por el cual entregó
toda su vida. Este estudio es muy bíblico.

Nosotros nos centraremos en este último y al final, si es posible veremos algo del
primero de forma muy resumida.

Tema. I

¿QUÉ PODEMOS CONOCER DE JESÚS?

La Cristología podemos tratar desde la humanidad y la divinidad de Jesucristo.


Cuando hablamos de Jesús intensificamos la dimensión humana de Cristo; y si hablamos de
Cristo ponemos énfasis en su divinidad.

Planteo de la Cristología objetiva y subjetivamente:

Objetivamente: la Cristología trata de conocer al Jesús de la historia, porque el


cristianismo ha surgido con una persona concreta que viviendo una vida plenamente humana
ha realizado la obra divina de la salvación. Hay que tener en cuenta que Palestina en los
siglos primero y segundo después de Cristo era un lugar poco importante en el Imperio
Romano; por ellos hay pocos documentos que hagan referencia a los hechos ocurridos en ese
lugar. De todos modos hay algunas referencias a Jesús y a sus seguidores.
Suetonio que es un historiados hacia el 120 d.c. escribe en su obra "La vida de los doce
césares": "El emperador Claudio expulsó de Roma a los judíos, pues bajo la influencia de
Cristo era una causa permanente de desorden". De esta expulsión tenemos también un
testimonio en el N.T. Cf. Hch 18,2. Parece que esa expulsión fue momentánea. Es de destacar
como Suetonio en ese texto no distingue entre los cristianos y los judíos a pesar del tiempo
transcurrido, si bien en la época de Claudio era normal esa confusión.

Plinio el joven era en el 112 d.c. legado imperial para las provincias cercanas al mar
negro. Él escribe al emperador sobre su conducta con los cristianos: "Después de varios
interrogatorios, acompañados de amenazas, hago ejecutar a los que siguen declarándose
cristianos....Algunos han negado que fueran cristianos e incluso han maldecido a Cristo; pero
a lo que parece no se obtiene jamás tal cosa de un verdadero cristiano. Mi encuesta ha
demostrado que se reúnen en días fijos, antes de la salida del sol, para cantar un himno a
Cristo como a un Dios".

Tácito el historiador de Roma escribe en el 117: "Para acabar con ese rumor difamador
de que el mismo Nerón había incendiado Roma presentó como culpables y los entregó a los
más refinadas torturas a hombres detenidos por sus fechorías y a los que el pueblo llama
cristianos. Este nombre les venia de Cristo que, bajo el principado de Tiberio, el procurador
Poncio Pilatos había entregado al suplicio. Reprimido por un tiempo, esta detestable
superstición brotaba de nuevo no sólo en Judea, donde había nacido el mal, sino incluso en
Roma; a donde todo lo que hay de horroroso y vergonzoso en el mundo afluye y encuentra
numerosa clientela." (Anales XX, 44)

Flavio Josefo que es un gran historiador judío con cultura griega escribe en su obra
"Antigüedades judías" hacia el año 94: "Ananías convocó una asamblea de jueces e hizo traer
al llamado Santiago, hermano de Jesús, a quién decían el Cristo, y a algunos otros; los acusó
de haber transgredido la ley y los entregó a la lapidación" (Antigüedades judías 20,9)

Tal vez sean pocos los testimonios, pero el cristianismo tuvo unos orígenes muy
sencillos y difíciles. Nace en un rincón del mundo. Por ellos es normal que ese hecho pase
inadvertido por los historiadores al inicio y que solo se tras la extensión de la nueva religión
se dieran cuenta y atendieran a ese hecho. De todos modos de otros grandes fundadores de
las grandes religiones como Buda (VI a.c) o Mahoma (VII d.c.) solo tenemos documentos de sus
discípulos o de sus seguidores.

La fe cristiana no es solamente creer en un elenco de verdades, sino en Jesucristo, la


fe se apoya en una persona concreta que vivió, murió en un ambiente cultural y socio –
económico determinado.

La fidelidad a Jesús de la historia expresa una dimensión esencial de la fe.

Subjetivamente: tiene su punto de partida en la fe en Cristo, conozco a Jesucristo


mediante la fe de la FE DE LA IGLESIA.

El Cristo de la fe encuentra su raíz en el Jesús de la historia, porque de lo contrario


simplemente sería un mito. No separar lo uno de lo otro: el Cristo de la fe y el Jesús
histórico.

Tarea de la Cristología es:

- Fundamentar sobre la historia de Jesús y del Jesús histórico el verdadero conocimiento de


Jesucristo, su historia y su significado.
- Señalar que el Cristo de la fe es idéntico al Jesús histórico y viceversa.

Peligros de separar el Jesús histórico y el Cristo de la fe:

* Sin el Jesús histórico podíamos desviarnos del verdadero Jesús y de la verdadera fe.

* La fe en Cristo puede quedar sin fundamento y reducirse a un puro mito ó a una


ideología si no se apoya en el Jesús de la historia.

* Si sólo nos apoyamos en el Jesús de la historia dejando de lado el Cristo de la fe le


quitaríamos trascendencia y actualidad.

No se debe oponer la humanidad a la divinidad. Jesús es el Señor, el Cristo. Su


persona humana y divina.

Para el conocimiento del Jesús histórico tenemos el Evangelio: la persona es mucho


más que una situación, se comprende mejor mediante las situaciones.

JESUCRISTO

El radicalismo de Jesucristo crea muchos admiradores y pocos, muy pocos adeptos.

A LOS CRISTIANOS LES GUSTA JESÚS, PERO NO LO AMAN...

Recuerdo a aquella pareja que se separó después de cinco años de noviazgo por un
simple detalle: El no conocía ni le interesaban las ideas de su novia. Con las debidas
adaptaciones, sucede lo mismo con los cristianos modernos y Jesús de Nazaret. Y la
explicación no es difícil. En el caso de ese noviazgo, hasta fue interesante el diálogo final.

Decía ella: ¡Yo te gusto, pero no me amas!.

Argumentaba él: ¡Te amo! ¡Claro que te amo!.

Y ella: - Pero tú no me das garantía ni pruebas de que me amas.

Respondió él: ¿Cómo que no? ¿ Acaso no son pruebas todo lo que hago por ti?. Salgo
contigo los sábados y domingos, te reservo todos mis fines de semana, renuncié a muchas
cosas para estar siempre a tu lado, te doy cariño, te digo cosas lindas, hablo bien de ti en
todas partes, te defiendo cuando alguien te ofende o agrede, me paso las noches enteras
pensando en ti, te hago regalos, no sé negarte nada de lo que pides o quieres y no hago otra
cosa que vivir por ti. Con todo eso, ¿ qué más puedo hacer para probar que realmente lo que
siento no es sólo que me gustas sino amor de verdad? ¿ Qué más? -decía él muy airado-.

Respondió ella: Una cosa muy simple. Dejar que yo hable de vez en cuando y
escuchar un poco mis ideas, porque hasta ahora, tú no sabes ni quieres saber qué es lo
que pienso de ti y sobre todo lo que nos concierne. Si no conoces mis ideas y no te
interesa conocerlas, no me amas...

Comentarista: La muchacha tenía razón. Si un muchacho sólo la quiere de adorno y no


demuestra el mínimo interés por las opiniones de su novia, lo mejor es terminar el noviazgo,
pues no existe amor de parte del novio. Y viceversa. O nos interesamos por las ideas de la
persona amada, o no la amamos.

Con Jesucristo, el diálogo podría seguir el mismo rumbo.


Si Él llegase hasta ciertos líderes de su Iglesia, adultos y jóvenes, que dicen hoy estar
convertidos y viviendo una realidad nueva y les dijese lo mismo, tal vez recibiría la misma
respuesta del airado y “amoroso” muchacho.

¡Cómo! ¿Y no te amo, Jesús? ¿Entonces no significa nada lo que hago por tu Iglesia? ¿por
tus pobres? ¿Por los niños, por el movimiento, por la comunidad? ¿Nada significan mis fines de
semana sacrificados a tu causa? ¿Las oraciones que hago? ¿Las noches de cansancio después de
un domingo vivido a tu servicio? ¿Nada, las charlas que doy en este movimiento, no significa
nada el dominio de mí mismo, y la nueva vida que llevo por tu causa?

¿Cómo es que ahora me dices que no te amo? ¿ Qué más puedo hacer para probar
realmente que lo que siento por ti es amor?.

Y Jesús, igual que a Pedro, seguiría preguntando: ¿Tú me amas? ¿ Estás seguro que es
amor o simpatía?

Pero entonces, ¿Qué es lo que falta para que este sentimiento sea considerado amor?
Preguntaría el apenado cristiano comprometido y rico en vivencias...

La respuesta no se haría esperar:

¿Qué te parece si te enteras de lo que pienso? ¿ Qué te parece si comienzas a escuchar


lo que tengo que decir? Hasta ahora, has hablado bien a mi respecto, has afirmado que soy
tu jefe, tu maestro y tu amigo. Has rezado en voz alta ante todos y has mostrado que sabes
hablar conmigo. Lo que tal vez no hayas aprendido es a escucharme. No sabrías repetir diez
de mis pensamientos. No sabrías contestar a las más elementales preguntas sobre mi
doctrina. No sabes casi nada de mi libro, de mi evangelio, de mi Iglesia. No conoces mis ideas
ni te interesas por ellas. Nadie ama lo que no conoce: Y tú no me conoces. Hablas mucho
conmigo, pero no dejas que yo hable contigo. El Nuevo Testamento que compraste está lleno
de polvo en un estante. Nunca lo leíste y no lo lees. No, ¡tú no me amas! Y no me amas
porque mis ideas nunca fueron importantes para ti. Realmente, no sabes lo que pienso. No
sabes realmente lo que quiero. Lo que siento. Escuchas poco y no lees casi nada a mi
respecto...1

1. ¿En qué medida el estudiante se identifica con la misión de Cristo (Lc 4,17-21) de
anunciar la gracia y liberación a los demás?

2. ¿ Qué nos falta a los estudiantes para ser sal de la tierra y , levadura en la masa y luz
del mundo?.

Tema II.

CONTEXTO GEOGRÁFICO, POLÍTICO, SOCIAL Y RELIGIOSO DEL TIEMPO DE JESÚS

a- Situación económica y social

El País de los judíos es un territorio pequeño. Le rodea el desierto por todas partes y le
penetra en cuanto falta el agua.

Se distinguen en él dos regiones: Galilea, al norte, con más agua y por tanto más
fértil; produce sobre todo cereales. Judea, al sur, árida y montañosa, cubierta de viñas y

1 P. ZEZINHO; “A los Cristianos les gusta Jesús, pero no lo aman...”, Vivir con Cristo, 70-71
olivares; en los sitios en que es posible se desarrolla la ganadería, sobre todo de ovejas, en
las orillas de los lagos al borde del mar se practica la pesca.

Una buena parte de la población vive agrupada en pequeñas aldeas donde los
habitantes viven de sus propios productos: cada cual fabrica sus propios instrumentos
rudimentarios, construyen también las pobres edificaciones que necesitan. En algunos
pueblos un poco mayores se desarrolla el comercio y el artesanado; esto requiere ya cierta
especialización: estos viven de su oficio y el dinero sirve para intercambiar los productos.

Este último modo de vida está mucho más desarrollado en Jerusalén, la capital, está en
la región sur y es la única ciudad de importancia; tiene alrededor de unos 100.000 habitantes:
comerciantes, artesanos, empleados del Estado, conviven con toda una clase dirigente
compuesta por grandes propietarios de tierras y por las familias y allegados de los “sumos
sacerdotes”. En Jerusalén toda la actividad tiene su eje en el “Templo”, lugar del encuentro
del pueblo judío con su Dios. Económicamente la importancia del Templo ha llevado consigo
todo un comercio de objetos de piedad (piénsese todavía hoy en los grandes centros piadosos
de peregrinación) en nuestro caso Caacupé, sería la gran tentación de caer en eso. todo un
tráfico de compra-venta de animales para los sacrificios, toda una organización de cambio de
moneda (pues en el Templo solo se puede comprar con una moneda especial.

Las riquezas del país previenen tanto de los productos de la tierra como de todo el
montaje de comercio religioso, unas y otras son acaparadas por una casta notables que
obtienen grandes ganancias. Los propietarios sacan sumas enormes de su fincas y acumulan
tierras (Mt. 18,25-35). Los dignatarios religiosos exigen los “diezmos”: todo judío mayor de
edad debe pagar este impuesto que representa, en principio, 10% de sus ingresos. Además
recogen los donativos y regalos que los peregrinos llevan a Jerusalén. Unos y otros son la
clase dominante y fuera de ellos nada hay organizado en el plano social.

Entre los trabajadores se puede distinguir a aquellos que tienen un oficio : alfareros,
pescadores, carpinteros, herreros, constructores, pastores, etc.

Frecuentemente son oficios “familiares”: El padre enseña a sus hijos lo que él sabe:
Jesús pertenecía a este medio social. A título de ejemplo digamos que por aquella época la
reconstrucción del Templo fue una gran obra de ámbito nacional: 18.000 obreros estuvieron
empleados en ella y estaban bastante bien pagados; empezó el año 19 antes del nacimiento
de Jesús y todavía continuaba cuando empezó a predicar.

Había otro grupo de trabajadores que se alquilaban para trabajar; eran entes sin
ninguna cualificación profesional; frecuentemente eran temporeros que se contrataban para
la jornada (obreros agrícolas, segadores, vendimiadores, etc.. Si un día quedaban sin ser
contratados era una catástrofe familiar, pues vivían al día.

Más explotados todavía estaban los esclavos, hombres y mujeres que habían perdido su
libertad o porque habían nacido esclavos o por endeudamiento progresivo. Su amo disponía
de ellos como le viniera en gana; unos eran esclavos domésticos vinculados al servicio de las
grandes familias (cocineros, encargados de limpieza y perfumería, profesores, etc.), otros
estaban circulándoos al trabajo de las tierras: campesinos reducidos a la esclavitud.

El conjunto de esta situación engendraba gran cantidad de parados a los que no les
quedaba más posibilidad que mendigar su sustento. Peor era la situación de los disminuidos
físicos o mentales (cojos, ciegos, leprosos,...), pues a la pobreza material se añadían motivos
religiosos para rechazarles: se les consideraba malditos. No había ayuda alguna prevista para
sostener a los enfermos, a los disminuidos o a los en paro: todo lo contrario, se les aplastaba
y se les tenía en nada.

Para completar este cuadro general de aquella sociedad hay que mencionar la casta de
los prestamistas de dinero, de los recaudadores de los diversos impuestos, de los intendentes
(se les llama “publícanos” en el Evangelio): Nacieron sobre todo con la ocupación romana;
contribuían a acrecentar la injusticia entre la minoría dominante y la mayoría explotada; ésta
era su manera de proceder: cuando un particular, un pueblo o incluso una provincia, debían
sumas de dinero al poder romano en concepto de impuestos, o a los grandes propietarios,
ellos pagaban esas sumas en nombre de los deudores, y luego tenían todos los poderes para
recuperar por la fuerza esas cantidades, sacándoselas a la población o a los deudores
particulares según los casos; y ciertamente usaban sus omnímodos poderes (LC 19, 1-10).

b- Aspecto Político.

El país de los judíos llevaba entonces


unos cincuenta años ocupado por los
romanos; le habían dividido en varias
provincias. Algunas eran directamente
administradas por ellos como Judea y
Samaría: Un gobernador romano
representaba en ellas el poder central;
en la época de Jesús era Poncio Pilato,
que fue administrador desde el año 26 al
37 mantuvo una buena parte de las
estructuras judías, pero era él quien
gobernaba directamente e incluso quien
nombraba al sumo sacerdote. Otras
provincias, como Galilea, estaban en
manos de reyes-fantoches que
sobrevivían gracias a su afán de aplicar
escrupulosamente la condigna de Roma:
así sucedía con Herodes, que reinaba en
Galilea y Perea.

La dominación Ramona se
traducía sobre todo en opresión
económica: además de todos los
gravámenes indirectos (peajes,
aduanas, tasas innumerables), las
provincias ocupadas pagaban a Roma el
“tributo”, una suma impuesta que luego los dirigentes recuperaban sacándola de cada uno de
los miembros del pueblo judío (exceptuados niños y ancianos). ¿Hay que pagar este impuesto
o no?, Pregunta que dividía los ánimos de la población y que luego harán también a Jesús (Mc
12, 14.

Sin embargo, esta división en diversa zonas administrativas no suponía un obstáculo


para la libre circulación; se pasaba con facilidad de una parte a otra; ventajas de la “paz
romana”. Realmente se trataba de una ocupación bastante superficial: sólo había unos 3.000
soldados romanos para una población de dos millones de habitantes.

Además, aunque siempre dentro del cuadro que hemos señalado, los pueblos disponían
de cierta autonomía: administrados por consejos de ancianos, ofrecían lugar y espacio par ala
constitución de comunidades de cierta calidad humana en las que se podía ejercitar alguna
responsabilidad cívica. En realidad en Imperio Romano era, sobre todo, una gran Federación
de ciudades y pueblos sometidos a Roma, la “Ciudad” por excelencia. En Jerusalén ese
Consejo tenía un nombre particular: “Sanedrín”, asamblea que tenía competencia no sólo
sobre los habitantes de Jerusalén, sino sobre cualquier asunto de importancia relativo a los
judíos. Jesús tendrá un día que responder de sus palabras y de sus actos ante este Consejo.
Dirigida por el sumo sacerdote, esta asamblea estaba compuesta por 70 miembros; se reunían
en el Templo. La componían tres grupos: personas allegadas al sumo sacerdote, ancianos
(sobre todo ricos propietarios) y escribas (personas que sabían escribir) que eran un poco más
cercanos al pueblo.

Entonces, como ahora, muchos judíos vivían fuera de Palestina; estaban dispersos por
todas las ciudades del Imperio: Alejandría, en Egipto, era “la mayor ciudad judía”. Todos
éstos tenían los mismos deberes que los demás judíos y, particularmente, estaban obligados a
pagar los impuestos al templo de Jerusalén. Estaban más abiertos a las idead nuevas e
intentaban comunicar su fe a los no-judíos de que estaban rodeados: en muchos cados fueron
la base de las primeras comunidades cristianas.

Evidentemente en un país ocupado, como lo era el de los judíos, son varías las posturas
que se pueden tomar: colaboracionista, situarse en la resistencia, o intentar sobrevivir como
se vaya pudiendo. A los colaboracionistas se les encuentra, claro está, entre aquellos que se
aprovechan de la situación: gentes próximas al poder, como los herodianos, partidarios y
cortesanos de Herodes, o como los saduceos que pululan alrededor del sumo sacerdote y su
grupo. Están muy interesados en mantener el orden establecido que les proporciona un grado
aceptable de prosperidad. Para ellos el mejor medio para poder seguir gozando de libertad
religiosa y política consiste en guardar silencio, en ser discretos y en reconocer el poder de
los romanos.

La resistencia recluta a sus hombres en las capas populares, son pequeños grupos
constantemente diezmados por la represión y constantemente rehechos y reorganizados.
Además de golpes de manos fulminantes, muy semejantes a actos de pillaje, surgen
numerosas revueltas capitaneadas por hombres que pretenden el título de “Mesías-salvador”.
Efectivamente: en estos grupos la fe y la política están íntimamente mezcladas: su pretensión
consiste simultáneamente en liberar al país de la dominación extranjera y en reformar
radicalmente el culto del templo y el sistema de los sumos sacerdotes, a los que tienen por
corrompidos. El grupo más organizado era el de los celotes. Jesús tuvo contacto con ellos, ya
que eligió de entre ellos al menos uno de sus discípulos. Su movimiento irá tomando cada vez
mayor extensión y desembocará el año 66, en una revuelta general; la represión romana será
terrible; cuando el año 77 los romanos vuelvan a tomar Jerusalén destruirán para siempre el
templo.

Entre los que intentan sobrevivir está la gran masa del pueblo y con ellos el grupo
religioso de los fariseos.

Verían con muy buenos ojos que se marcharan los romanos, pero ellos esperan la liberación
del pueblo, más de una intervención directa de Dios que como fruto de la acción humana.
Nada de esto impide que la masa popular esté llena de una gran esperanza: tiene el
presentimiento de que van a llegar nuevos tiempos, ¡esto no puede seguir así!.

c- Aspecto Religioso.

Esta esperanza, por lo demás, hundía sus raíces en la común fe religiosa de todo el
pueblo. De ella recibía el pueblo judío su originalidad: en todo el inmenso Imperio romano,
que se extendió todo lo largo del Mediterráneo, el pueblo judío era el único que había
mantenido indómitamente su fe en un Dios único.

Sostenían que Dios se les había dado a conocer en su propia historia: con Abraham,
unos 1800 años antes de Jesús, los antepasados de su pueblo habían comenzado a descubrir el
rostro del Dios único.

Por medio de Moisés, hacia el 1250, Dios había librara do al pueblo de Israel de la
esclavitud que sufría en Egipto y este hecho les había constituido como nación. En tiempos de
David, que reinó hacia el año 1000, Dios les había dado aquella tierra en que habitaban.

En tiempos de Jesús, los judíos llevan varios siglos de persecuciones, lo que explica su
intensa vinculación a esta fe por la que han tenido que pagar tan altos precios. Han obtenido
de los romanos la posibilidad de vivir según sus creencias, no sólo en su país, sino también en
todas las ciudades del Imperio en las que viven dispersos.

INSTITUCIONES Y GRUPOS RELIGIOSOS

El Sanedrín: es el consejo de ancianos encargado de los asuntos religiosos del pueblo


judío. Este consejo constituido por unos 70 miembros y presidido por el sumo sacerdote, tenía
la potestad de juzgar y castigar a los transgresores de las leyes religiosas; pero le estaba
vedado imponer la pena de muerte (Cf. Jn 18, 31).

Los fariseos: los piadosos, los más influyentes. Tienen como programa de vida el
cumplimiento riguroso de la Torah. Creían en los ángeles y demonios y en la resurrección de
la carne.

Los escribas: Del latín Scriba (del verbo Scribere, “escribir”). En Mesopotamia y Egipto
eran los funcionarios de la corte que redactaban las actas oficiales, llevaban los anuarios,
etc. En Palestina, tras el destierro babilonio, eran los maestros de la ley, con el título
honorífico de Rabbi. En el tiempo de Jesús, a los escribas, que eran teólogos y juristas, se les
llamaba también –doctores de la ley- y constituían una clase muy influyente, apoyándose en
los distintos partidos (por ejemplo, los fariseos y los saduceos).

Con la destrucción de Jerusalén (70 D.C) su influjo y autoridad se hicieron aún más
amplios y determinantes.

Los saduceos: Descendientes de Sadoc, constituían una secta conservadora compuesta


por sacerdotes y exponentes de familias de alto rango (Mt 3,7; He 5,17; 23,6); Creían
únicamente en la Torá y negaban la resurrección y los ángeles (Mt 22,23s; Mc 12, 18; He
23,8); enemigos de Jesús, conspiraron contra él con los fariseos (Mt 21, 23s; 26, 14s; Mc 11,
15s; Jn 11, 47): Desaparecieron tras la destrucción de Jerusalén (70 D. C.).

Los samaritanos: para los judíos son ritualmente impuros, también considerados como
adeptos a una herejía diabólica (Jn 8, 48). Este desprecio es debido a su origen y a sus
prácticas (Cf. 1Re 16, 24 y 2Re 17, 24-34).

EL MEDIO DE JESÚS

Jesús vivió en Nazaret, una pequeña aldea de Galilea. Los galileos eran despreciados
por las gentes de Jerusalén y aún por los mismos galileos (Cf. Jn 1,45), porque eran
considerados de raza menos pura, había muchos incircuncisos y hablaban el arameo con
acento.
Jesús fue carpintero, aprendió este oficio de la tradición familiar, su formación no fue
intelectual, sino que con su oficio de carpintero creció y trabajó en medio de un pueblo de
trabajadores. Mediante su trabajo, su relación con los obreros, con las cosas, va aprendiendo
y haciéndose un hombre de conocimientos de lo concreto y cotidiano de la vida de un obrero.

Esta vida de Nazaret le marcó profundamente, siempre será un carpintero. En su


pueblo aprendió la ley de Moisés y sube al templo de Jerusalén como todos los judíos.
También descubrió la miseria, la explotación, la dominación de que era objeto su pueblo.

JESÚS SEGÚN EL JUICIO DE SUS CONTEMPORÁNEOS

Los contemporáneos de Jesús estaban divididos acerca de su identidad. Por un lado


aceptaban la condición profética de Jesús, pero no podían explicar su radical diferencia de
los demás profetas de Israel. El Jesús-profeta que ellos conocían no se encuadraba dentro de
la línea clásica de los profetas.

A Jesús parece no importarle mucho las divergencias de sus contemporáneos acerca de


su identidad, pues acepta tranquilamente que la gente lo considere como un "profeta". El
mismo se considera tal (Cf. Mt 13, 57; Lc 13, 33).

El mismo Jesús afirma en varias ocasiones que él ocupa un lugar entre los profetas (Lc
13, 33). Además en su tiempo, profeta era el que se presentaba como poseedor del Espíritu.
Y Jesús procura serlo: si expulsa a los demonios, es por el Espíritu de Dios (Mt 12, 28).

Los contemporáneos de Jesús, al ver que sus acciones y palabras ya no eran meramente
proféticas, esperaban de él la transformación radical de la situación política de Israel.

Esta voluntad de convertirlo en "Mesías" llevaba consigo todo un trasfondo político.


Cuando sus contemporáneos le designaban como "profeta", Jesús no tuvo inconvenientes en
aceptar esa denominación, pero rechazó que intentaran encuadrarlo dentro de la misión
mesiánica.

Al rechazar el papel de Mesías, Jesús decepcionó al pueblo. Él no actuó nunca como el


"Mesías" que el pueblo esperaba, sacando con violencia al invasor romano. Pero sus actitudes
y acciones dieron pie a que el pueblo deseara que fuera el "Mesías". En este deseo, sus
contemporáneos atestiguaban que lo consideraban más que un simple profeta.

Tema III.

JESÚS Y LA LEY

1. Introducción

Al leer los evangelios vemos como en Jesús se da un claro enfrentamiento a la Ley. Sin
embargo este enfrentamiento no es el de un hombre sistemáticamente hostil a la Ley, sino el
de un hombre liberado de la Ley. Jesús es un hombre libre frente al sábado, a las
prescripciones de pureza, a los usos sociales (ocupa lugar de escriba sin serlo, el lugar que
concede a la mujer), frente a los repudiados y frente a los que rebajan la Ley.

2. Ambientación

Al afrontar este tema no podemos ridiculizar la Ley judía. Hacer de ella otra cosa de lo
que era y desde ahí ver que era una ley muy mala y por tanto Jesús se oponía a esa Ley
concreta, pero sin tocar la sustancia, el meollo de la Ley.
Tampoco podemos minimizar la crítica de Jesús a la Ley. Él no critica ciertos aspectos
de la Ley, sino la totalidad de ella y, es más, lo hace en nombre de Dios.

Es cierto que existían exageraciones en la interpretación de la ley, legalismos, etc...,


pero la Ley, la Tora era y es un elemento importantísimo en el judaísmo que muestra la
voluntad de Dios que constituye a Israel como Pueblo de Dios. Por eso la Tora se identificaba
con la Sabiduría y se veía casi como una encarnación de Dios. Muchos judíos dieron sus vidas,
fueron mártires por ella poco tiempo antes de Jesús. Cuando Antioco IV hizo del templo de
Yahve un templo al Dios Júpiter y prohibido el sábado, la circuncisión, las filactelias de la
Ley, etc... (Cf. Los libros de los Macabeos).

Pero a pesar de todo ello Jesús se muestra libre frente a todo ello (Cf. Mt 9,1-17; 12,1-
14; 15, 1-20; Mc 2,13 y paralelos; Lc 9,59) y a la vez esa libertad frente a la Ley se concreta
en una exigencias enormes e insoportables (Mc 10; Mt del Cap 5 al Cap 7).

3. Jesús y la ley: Jesús se presenta como un escriba. Enseña en la sinagoga y discute


con sus adversarios. Se le hace preguntas sobre el sentido y la práctica de los mandamientos,
sobre la verdadera doctrina de la resurrección de los muertos (Mt 12,18-27), se le pide incluso
solucionar controversias de orden jurídico (Lc 12,13-14).

Lo que Jesús rechaza no es el método de explicación sino la explicación misma, como


lo dice la frase: "han anulado la Palabra de Dios en nombre de su tradición" (Mt 5,6).

Es significativa la lucha que entabla abiertamente contra la ley, y de ahí la creciente


hostilidad de los fariseos y de lo escribas. Sin duda, cuando Jesús sana en sábado a los
enfermos (Mc 3,1-15) o cuando los discípulos arrancan espigas en el camino (Mc 2,23-38),
generando conflictos, Él no ataca a la Escritura, sino la casuística judía.

4. La Autoridad de Jesús

Lo que más impresionó de Jesús fue la autoridad con que se presentaba. No


necesitaba pruebas para apoyar sus palabras y sus acciones. Pero esta autoridad no es de las
que oprimen, rebajan ni machacan, sino da la posibilidad a cada uno de liberarse y
presentarse así como es ante Jesús.

Era tanta la autoridad de Jesús que fue reconocida hasta por sus propios adversarios
que subrayan así: "sabemos que eres sincero y que enseñas con sinceridad el camino de Dios,
sin preocuparte de esto o aquello, porque no haces acepción de personas" (Mt 22, 16)."Se os
dijo......pero yo os digo" (Cf. Mt 5, 21-45). El contexto de este texto sería el de Jesús como
un rabino que explica la Ley, pero el opone la Ley a su palabra. El no se apoya en la palabra
de los mayores, de los antepasados como haría cualquier rabino al explicar la Ley. Tampoco
se apoya en la voluntad de Dios (Así habla Yahve), como haría un profeta. Jesús dice "yo os
digo" es algo bien radical, algo que ni San Pablo se atreve a realizar (Rom 3,31; 7,7; Gal
3,21).

5. La fuente de su Autoridad

"Su autoridad no está basada en una función o en una situación oficial. Su autoridad se
basa en la calidad interior de su personalidad: está seguro de su misión; sabe de dónde viene
y a dónde va, aun cuando tenga que ir descubriendo el camino a seguir entre esos dos
puntos".
Frente a su familia muestra una gran libertad. Sus familiares quieren apartarle de su
misión (Mc 3, 21; Mt 12, 46-50), quieren presentarlo como quien ha perdido el juicio, pero él
no se siente atado a ninguna familia, tribu, clan, su libertad supera estos lazos familiares.

Se siente libre en la elección de sus amigos. El Evangelio nos muestra que tenía amigos
como: Lázaro, Marta, María y la Magdalena. Sus contemporáneos se impresionan por esta
libertad y por su autoridad, y sobre todo porque tanto su libertad como su autoridad no
tienen otro origen más que su misma persona.

La libertad de Jesús no es una libertad anárquica ni provocativa. Es libertad para sanar,


perdonar, orientar; es fundamentalmente para el servicio y sobre todo para el mejor
cumplimiento de la misión, de la voluntad del Padre. Ante esta postura de Jesús surge
naturalmente la pregunta ¿Qué es ese yo que se contrapone a la Tora?

El "Yo" muestra que Jesús no contrapone una Ley a otra Ley, quizás más perfecta,
mejor, sino a su visión del hombre a la luz de Dios. Por ello dice al final del texto de Mt. "Sed
perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mt. 5,48)

Este texto de Mt 5,48 esta en relación con el del Lv 19,2 que dice "Sed santos porque
Yo, vuestro Dios, soy Santo". Jesús cambia "vuestro Dios" por "vuestro Padre", algo que
pertenece claramente a la visión de Dios de Jesús (ya lo veremos) y que por tanto arranca de
los mismos labios de Jesús. Además el "Sed" no hace referencia al "hacer", a una obligación
moral, sino al "Ser". el "Sed perfectos" tiene para nosotros un contenido moralizante, del
hacer; pero el término griego (Teleiosis) significa plenitud, consumación del propio ser, se
refiere al Ser (Cf. Heb 2,10; 5,8-9).

El "Ser" no puede ser objeto de un mandamiento, de una norma. Así aunque el verbo
está en imperativo (Sed) se refiere al ser no al hacer. Este texto es más evangelio, revelación
de la buena noticia que mandamiento, estamos fuera del cumplimiento de la Ley. Jesús no
dice "se os mando hacer esto pero yo os mando hacer esto otro", sino "yo os digo que vuestro
ser va más allá de lo que el mandato revela". Así el "Yo" que contrapone a la Tora manifiesta
la conciencia de Jesús sobre a donde llega el ser del hombre y su carácter divino y a la vez de
su filiación divina (su ser Hijo de Dios). Todo ello es la fuente de su autoridad.

6. La persona humana como razón

Como vemos en la relación de Jesús con la Ley aparece la referencia al ser del
hombre. "No se ha hecho en hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre" (Mc 2,27),
o respecto al divorcio (Cf. Mt 19, 2-9; Mc 10,2s; Lc 19,18s), o las leyes de pureza o impureza
(Cf. Mc 7,1s; Lc 6,39; Mt 15,10).

7. ¿La Libertad como proyecto inviable?

No hacemos la siguiente pregunta para iniciar este apartado ¿Cómo Jesús que se sitúa
tan libre frente a la Ley aparece, a su vez, más severo que la Tora? Lo decisivo en Jesús no es
sustituir unas normas por otras más amplias o severas, sino un determinado concepto de la
libertad. Pero esa libertad se vive en la comunidad cristiana como una exigencia mayor que la
Ley.

Jesús no es un moralista o un ético, por ello dar la otra mejilla, dar el manto y la
túnica al que te pide la túnica, etc... No son normas éticas, no son un camino concreto (visto
así es impracticable). Tampoco se pueden rebajar sus consecuencias con una casuística
(Bueno dice eso, pero sólo en el caso de..., o si....). Eso es así porque lo que Jesús propone
no es una ética, es la crisis de toda ética, de caminos practicables, porque no responden al
ser original del hombre. Así la postura de Jesús es mucho más difícil. No hay purificaciones, ni
caminos exteriores de pureza pero exige ser puro, a pesar de conocer nuestra limitación (Cf.
Mt 7,11; Jn 2, 24-25). Jesús le quita al hombre sus seguridades y por ello la respuesta airada
de los apóstoles: ¿Quién podrá salvarse? (Mc 10,26), ¿Cómo casarse? (Mc 19,10).

En Jesús no hay ser y deber, sino ser o no ser. Él proclama y vive la verdadera libertad,
donde se exige muy poco (solo el amor) y a la vez se exige lo mayor. Las exigencias del amor
son más radicales. El amor es la raíz profunda del hombre.

8. El Amor clave de interpretación

El amor es lago central en los evangelios y sobretodo en Jn (evangelio y cartas). En un


mandamiento presente en cualquier religión y moral pero la comunidad lo vive como "nuevo".
La novedad no está en que sea mandamiento o el único mandamiento, sino en que no es
"legalizable", si se ve como ley a cumplir o como acción virtuosa no es amor (Cf. 1Cor 13, 1-
3). Jesús no propone otra Ley, un fariseísmo más exigente para gente más voluntariosa sino
llama al amor que deja desnudo, desarmado al hombre y de ahí la respuesta de los discípulos.
Por ello Jesús no apela a un voluntarismo humano sino a la gracia de Dios (Mc 10,27), por ello
no es rigorismo externo sino imperativo que brota de dentro (En este marco hay que situar las
bienaventuranzas). Tras la oposición Jesús y la Tora están la oposición Ley y Gracia.

9. Ley y Gracia

Jesús se sitúa como centro ante quien se decide la salvación (Cf. Mc 8,38; 10,29; Mt
5,11). Él no proclama unas normas que puedan continuar sin él, ni una ascética del
sufrimiento; nada vale sino es "por mi causa" (Cf. Mc 10,29; Mt 5,11), ni siquiera el tomar la
cruz (Cf. Mt 10,38 y paralelos). Así la novedad, lo que supone un cambio en la propuesta de
Jesús al joven rico es el "sígueme" (Cf. Mc 10,19s).

En el fondo está la sustitución de la Ley por el amor, con Jesús muere toda ley como
base para la salvación. Sin embargo eso no deja al hombre remitido a sí mismo sino a la
Gracia y a Jesús. Jesús contrapone la Ley a la Gracia, a él y a la "utopía del hombre". "Utopía"
que tiene vigencia, que es válida en este mundo al referir el hombre a Jesús. No es una
utopía pasiva la del Evangelio, ella es metanoya, cambio.

10. ¿La Ley en el cristianismo?

Tras esta presentación uno se puede preguntar qué queda de Ley en el cristianismo.
Jesús abolió la Ley (Ef 2,15) para formar al hombre nuevo. Lo importante y radical es estar
con Cristo, sólo de esta forma se podrá decir "ama y haz lo que quieras, pero no digas que
amas para poder hacer lo que quieres". De todos modos la Ley, las normas en el cristianismo
son signo de nuestra situación peregrina y de pecado, que el estar con Cristo plenamente se
dará sólo al final de los tiempos (es escatológico). Todo ello sólo son medios que nos
conducen a Cristo y deben ser vividas en y por Cristo. Además estamos ya bajo la nueva ley
que debe ser asumida en Cristo desde el interior (no desde fuera) de este modo la ley nos
ayuda a ser más plenamente libres y por tanto abiertos a la Gracia de Dios y no tanto a
cumplimientos externos ( Cf.Satg 1,22-27; 2, 8-13; 4,11-12).

Jesús era un judío libre. Cuando hablamos de libertad nos referimos a esas condiciones
y cualidades que le permiten al hombre hacerse dueño de sí, de sus acciones y decisiones. La
libertad es el rasgo fundamental de Jesús.
Esta libertad posee dos dimensiones: libertad de y libertad para. Liberarse de todas las
ataduras y dificultades que puedan presentar obstáculos para el buen obrar, para el encargo
que Dios le dio.

La libertad de Jesús no era como la de todos los demás porque, él fue más libre, vivía
de la libertad, la predicaba, además era el que daba la libertad.

La libertad de Jesús tiene su origen en su obediencia a la voluntad de su Padre, en el


cumplimiento de su misión.

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