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CAPITULO IV

Baudelaire, Charles. 'El pintor de la vida moderna".


En El dandismo, Barcelona, Anagrama, pp 79-123, 1979.
Letras Universales
CHARLES BAUDELAIRE Asesores: Carmen Codoler, Javier Coy
Antonio López Eire, Emilio Niñez
Francisco Rico, María Teresa Zurdo
Pequeños Poemas
en Prosa
Los Paraísos Títulos originales de las obras:

Artificiales Paits Poemes en Pros é o Le Spleen de Paris

Edición de José Antonio Millán Alba Les Paradis Artificiels


Traducción de José Antonio Millán Alba

,Diseño de cubierta: Diego -Lora


Ilgtración de cubierta: Arturo Martín

C) Ediciones Cátedra, S. A., 1986


Don Ramón de la Cruz, 67. 28001-Madrid
Depósito legal: M. 40.2194986
ISBN: 84-376-0636-5 •
CATEDRA Printed in Spain
Impreso en Lavel
LETRAS UNIVERSALES Los Llanos, nave 6. Humanes 1Madrid)
Es bueno en ocasiones enseñar a los satisfechos de este
mundo, aunque sólo fuere para humillar por unos instantes su
12 necio orgullo, que hay dichas superiores a las suyas, mayores y
más refinadas, Los fundadores de colonias, los pastóres de
LAS MULTITUDES pueblos, los sacerdotes misioneros exiliados en los confines del
mundo, sin duda conocen algo de estas misterios embriague-

:\
o todos pueden darse un baño de multitudes: gozar de la ces; y, en el seno de esa gran familia formada por su genio, de-
muchedumbre es un arte; y sólo puede darse un festín ben reírse alguna que otra vez de quienes los compadecen por
de vitalidad, a expensas del género humano, aquel a su azarosa suerte y por su vida tan casta".
quien un hada insufló en su cuna el gusto por el disfraz y la
máscara, el odio al domicilio, y la pasión del viaje:
.Multitud y soledad, términos iguales y convertibles para el .
poeta activo y fecundo, Quien no sabe poblar su soledad, tam-
poco sabe estar solo en .medio de una atareada muchedumbre,
El poeta goza del incomparable privilegio de poder ser, a su
guisa, ¿I mismo y otro. Como las almas que vagan buscando un
cuerpo, entra, cuando quiere, en el personaje de cada uno,
Sólo para él, todo está vado; y si determinarlos lugares parecen
estarle vedados, ello se debe a que, a sus ojos, no merece la
pena visitarlos.
El pensativo y solitario paseante obtiene una singular em-
briaguez de esta comunión universal. Quien se desposa fácil-
mente con la multitud, conoce gozos febriles, de los que que-
darán •eternamente privados, el egoísta, cerrado como un co-
fre, y el perezoso, metido en su interior corno un molusco.
Abraza como suyas todas. las profesiones, todas las alegrías y
todas las miserias que la circunstancia le presenta.
Lo que los hombres llaman amor es cosa muy pequeña, res-
tringida y'débil, en comparación con esta inefable orgía, con
esta santa prostitución del alma que se da por completo, poesía
.y caridad, a lo que aparece de improviso, a lo desconocido que
pasa a ".

mour peur driver d'un sentiment généreux: le goict de IR prostitution; mais II


alassis (15 de diciembre de 1859), este poema debla ser inicialmente tiCtit0 est bier tót corrompu thr le goist de la propietém
en verso. o Reme faxlegitiste, 1 de noviembre de 1861; LA Preste, 27 de agosto de 1862.
" Esta idea es retomada en varias ocasiones, Cfr., por ejemplo, Fruir; 1, 1; Cfr. E. A. Poe, El Hombre de multitudes,-así como las escenas descritas por Th.
entresacamos algunas citas: ilL'amour, c'e.st le goirt de la prostitutiorisn (...) de QuIncey y recogidas en Los Paraíso; Artjfirkles.
Qu'est-ce que l'art? Prostitución (..,) Le plaisir d'étre dans les foules est une ex- La alusión remite el texto del moralista francés (1715-1747), «Sur les mi-
pression mystdricuse de la jouissance de la multiplicador' du nombre (,.,) seres cachéesn, contenido en su obra Reflexiomt sur divert objets.

(66) [67)
Balzac, Baudelaire, El pintor de la vida moderna
Barbey d'Aurevilly

Baudelaire, Charles. "El pintor de la vida moderna". En El dandismo, Barcelona, Anagrama,


pp. 79-123, 1979.

El dandismo I, Lo BELLO, LA MODA Y LA FELICIDAD

• Existe en el mundo, e incluso en el mundo de los artistas,


cierta gente que acude al museo del Louvre y que pasa rápida-
mente, sin concederies ni siquiera una mirada, frente a muchos
cuadros interesantísimos, aunque de segundo orden, deteniéndose
por el contrario con mirada sofiadora ante un Tiziano, un Ra-
fael o cualquiera otra obra que haya sido popularizada por los
grabados. Esa misma gente se marcha luego satisfecha, dicién-
dose: «Ya conozco el museo». De la misma forma, hay gente
que, habiendo leido antaño a Bossuet y a Racine, cree estar en
posesión de la historia de la literatura.
Afortunadamente, de vez en cuando surgen ciertos desf1ce-
dores de entuertos, críticos, aficionados o curiosos, los cuales
afirman que no todo está en Rafael, que no todo está en Racine,
que los poetae minores tienen cosas buenas, sólidas y deliciosas;
y que, en fin, no por mucho amar la belleza en general, expre-
sada por los poetas y los artistas clásicos, es menos erróneo me-
nospreciar la belleza en particular, esa belleza circunstancial y
con unos determinados rasgos costumbristas.
Debo decir, sin embargo, que el mundo se ha corregido bas-
tante de unos años a esta parte. El valor que los aficionados
otorgan hoy a las gentilezas grabadas y coloreadas del último
EDITORIAL ANAGRAMA siglo demuestra que se ha producido una reacción.., en el sen-
BARCELONA tido que el público necesitaba: Debucoutt, los Saint-Aubin y

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muchos otros, han entrado en el diccionario de los artistas dignos animan actores y actrices Inteligentes, entonces nos sorprende-
de ser estudiados. Pero éstos representan el pasado, y a lo que remos de habernos reído de ellos tan desatinadamente, El pa-
quiero referirme aquí es a la pintura de las costumbres presen- sado, conservando el atractivo del fantasma, recobrará la luz y
tes. El pasado es interesante no sólo por la belleza que de él el movimiento de la vida, y se hará presente.
han sabido extraer los artistas para quienes era un presente, sino Si un hombre imparcial hojeara una a una todas las modas
también como pasado, justamente por su valor histórico. Lo francesas desde el origen de Francia hasta nuestros días, no en-
mismo sucede con el presente: el placer que obtenemos de la contraría en ellas nada de chocante, ni siquiera de sorprendente.
representación del presente se debe, no sólo a la belleza de que Las transiciones estarían tan abundantemente reguladas como la
puede estar revestido, sino también a su esencial cualidad de clasificación del mundo animal, Ninguna laguna y, por lo tanto,
presente. ninguna sorpresa. Y si ese hombre añadiera, a la viñeta que re-
Ante mí tengo una serie de grabadas de modas que cbmien- presenta cada época, el pensamiento filosófico que preocupaba
zan con la Revolución y terminan, aproximadamente, en el Con- o agitaba más a ésta, pensamiento cuya evocación sugiere inevi-
sulado. Estos trajes, que provocan la risa de mucha gente irreflexi- tablemente la viñeta, entonces podría ver la profunda armonía
va, de esa gente grave y carente de una auténtica gravedad, por la que se rigen todos los miembros de la historia, y cómo,
ofrecen un encanto de doble naturaleza: un encanto artístico e hasta en los siglos que nos parecen más monstruosos y más locos,
histórico, La mayoría de ellos son bellos y están ingeniosamente el inmortal apetito de lo bello ha encontrado siempre su satis-
diseñados; pero lo que me importa tanto como eso, y lo que me facción.
alegra encontrar en todos o casi todos ellos, es la moral y la es- He aquí una auténtica y hermosa ocasión para establecer una
tética que imperaba en la época. La idea que el hombre se forja teoría racional e histórica de lo bello, en oposición con la teoría
de lo bello se imprime en la totalidad de su aspecto externo, de lo bello único y absoluto; una ocasión para demostrar que lo
desaliñando-o envarando su atuendo, redondeando o agudizando bello posee siempre una doble e inevitable composición, aun
su gesto, y hasta penetrando sutilmente los rasgos de su rostro. cuando la impresión que produce sea una sola, pues la dificultad
El hombre teriniaa por parecerse a io que desearía ser. Estos de discernir los elementos variables de lo bello en la unidad de la
grabados pueden ser interpretados bien o mal; si se hace mal, se impresión no invalida en absoluto la necesidad de la variedad en
convierten en caricaturas; y si se hace bien, en estatuas antiguas. su composición. Lo bello está constituido por un elemento: eterno
Las mujeres revestidas con estos trajes se parecían más o e invariable, cuya cantidad es excesivamente difícil de determinar,
menos a las unas o a las otras, según el grado de poesía o de pero también por un elemento relativo y circunstancial, que será,
vulgaridad que las marcaban. La materia viviente tornaba ondu- alternativamente o en conjunto, la época, la moda, la moral, la
lante 'lo que nos parece demasiado rígido. La imaginación del pasión... Sin este segundo elemento, que es corno el envoltorio
espectador, incluso hoy, puede hacer que ande o se estremezca festivo, titilante y apetitoso del divino pastel, el primer elemento
esta túnica o aquel schall., Tal vez uno de estos días se repre- resultaría indigésto e inapreciable, como no adaptado ni apropiado
sente e-rr un teatro cualquiera un dratha en el que veamos re- para la naturaleza humana, Desafío a que se descubra una muestra
sucitar esos trajes bajo los Cuales nuestros padres se encontra- cualquiera de belleza qué no contenga estos dos elementos.
ban tan seductores corno nosotros mismos en nuestras Pobres elegido, si se quiere, los dos niveles extremos de la histo-
indumentarias (que también tienen su gracia, es cierto, aunque ria._ En el arte hierático, la dualidad se pone de manifiesto al
de naturaleza más bien moral y espiritual); y si los llevan y los primer golpe de vista; la parte de belleza ¿terna sólo aparece con

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el permiso y bajo la regla de la religión a la que pertenecía el locidad pareja de ejecución. Los grabados multicoloristas del si-
artista. En la obra más frívola de un artista refinado, perteneciente glo xvm han obtenido de nuevo los favores de la moda, como
a una de esas épocas que calificamos con demasiada vanidad por he dicho hace un momento: el pastel, el aguafuerte, la acuarela,
nuestra parte como civilizadas, la dualidad surge del mismo modo; han proporcionado alternativamente sus contingentes a este inmen-
la porción eterna de belleza estará al mismo tiempo velada y ex- so diccionario de la vida moderna diseminado en las bibliotecas, en
presada, si no por la moda, sí al menos por el temperamento par- las carpetas de los aficionados y tras los cristales de las más vulga-
ticular del autor. La dualidad en el arte es una consecuencia fatal res vitrinas. Desde su aparición, la litografía se mostró en seguida
de la dualidad que existe en el hombre. Considérese, si así se desea, como especialmente apta para esta enorme tarea, tan frívola en
que la parte eterna y subsistente es el alma del arte, y que el ele- apariencia. El un género que cuenta ya con verdaderos monu-
mento variable es su cuerpo: esta es la razón por la, 'cual Sten- mentos. Las obras de Gavarni y de Daumier han sido justamente
dhal, espíritu impertinente, perturbador y hasta repugnante, pero calificadas de complementos- con respecto a La comedia humana.
cuyas impertinencias provocan útilmente la meditación, se ha acer- Estoy convencido de que el propio Balzac no habría tenido el
cado a la verdad más que muchos otros al decir que lo Bello no es menor inconveniente en aceptar esta idea, que es tanto más legí-
más que la promesa de la felicidad. Es muy posible que esta defi- tima cuanto que el genio del artista pintor de costumbres es un
nición sobrepase su propio objetivo, pues somete demasiado lo genio de naturaleza mixta, en el que se incluye una buena parte
bello al ideal infinitamente variable de la felicidad, y despoja de espíritu literario: observador, deambulador, filósofo, Ilamésele
con excesiva habilidad a lo bello de su carácter aristocrático; pero como se quiera, pero en todo caso será necesario caracterizar a
en cualquier caso tiene el gran mérito de alejarse con decisión este artista, gratificarle con un epíteto, que • no podrá aplicarse
del error de los académicos. nunca al pintor de las cosas eternas —o al menos más duraderas—,
En más de una ocasión he explicado las particularidades de este de las cosas heroicas o de las cosas religiosas. En ocasiones es poeta;
tema, Las presentes lineas son lo suficientemente explícitas para e veces se aproxima al novelista o al moralista; pero sobre todo es
aquellos que aman tales juegos del pensamiento abstracto, pero el pintor de la circunstancia y de todo cuanto ésta sugiere de lo
sé que a la mayoría de los lectores franceses no les gustarán dema- eterno. Todos los países han tenido, para su placer y su gloria,
siado, pues incluso yo mismo tengo prisa por entrar en la parte algunos de estos hombres: en nuestra época podemos mencionar
positiva y real del tema. a D'autnier y a Gavarni, como los primeros nombres que se pre-
sentan a la memoria; pero también están las figuras da Devéria,
Maurin, Numa, historiadores de las gracias fraudulentas de la
Restauración; Wattier, Tassaert, Euglne Latni, este último casi
II. EL BOCETO COSTUMBRISTA inglés a fuerza de amar los elementos aristocráticos; e incluso Tri-
molet y Travils, esos magníficos cronistas de la pobreza y de la
Para llevar a cabo un boceto costUmbrista, la representación de vida cotidiana,
la vida burguesa y los •espectáeulos de la moda, el medio' más
expeditivio y menos costoso resUlta ser, evidentemente, el mejor.
Mientras más belleza ponga el artista, más preciosa será la obra;
pero en la vida trivial, en la metamorfosis diaria de las cosas ex-
ternas, existe un movimiento rápido que obliga al artista a uha ve-

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III. EL ARTISTA, H OMBRE DE MUNDO, han su cerebro, tuvo G. la audacia de trasladar a una hoja en
'HOMBRE DE MULTITUDES Y NIÑO blanco la tinta y los colores. A decir verdad, dibujaba como un
bárbaro, como un niño, enojándose por la torpeza de sus dedos
Mi deseo es hablarle hoy al público de un hombre singular, y la desobediencia de sus instrumentos. He visto un gran número
cuya originalidad es tan poderosa y tan decidida que se basta a si de esos pintarrajos primitivos, y confieso que lo mayoría de los
misma y no pretende ni siquiera la aprobación de nadie, Ninguno entendidos, o de los que pretenden entender, hubieran podido
de sus dibujos está firmado, si hemos de llamar firma a esas pocas permanecer ciegos, sin ningún deshonor, ante el genio latente
letras, tan fáciles de imitar, que representan un nombre y ¿jue que habitaba en esos tenebrosos bosquejos. Hoy, G., que ha apren-
tantos otros fijan fastuosamente al pie de sus más .descuidados dido por sí solo todas las pequefias astucias del oficio, y que sin
bocetos, Sin embargo, todas sus obras están firmadas con su ra- consejos ha llevado a término su propia educación, :se ha conver-
diante espíritu, y tanto es así que los aficionados que las hayan tido a su manera en un considerable maestro, no conservando de'
visto y apreciado, podrán reconocerlas fácilmente en la descrip- su primitiva ingenuidad más que lo imprescindible para añadir a
ción que voy A hacer de ellas: como .gran enamorado de la mul- sus ricas facultades un inesperado aderezo. Cuando- encuentra
titud y del incógnito, C. G. lleva la originalidad hasta la modestia. alguno de esos ensayos de su tierna edad, lo rompe o lo quema
Thaokeray, que siente una gran curiosidad por las cosas del arte, con un rubor de lo más divertido.
y que dibuja él mismo las ilustraciones de sus novelas, habló un día Durante diez afios he deseado conocer a G., que por natura-
de G. en un periódico minoritario de Londres, Pues bien, éste se leza es muy viajero y muy cosmopolita. Sabía que había estado du-
enojó como sí hubiese sido ultrajado su pudor. Y recientemente, rante mucho tiempo vinculado a un periódico inglés ilustrado, y
cuando supo que me proponía realizar una apreciación de su espí- que se habían publicado algunos grabados de sus bocetos de viaje
ritu y de su talento, me suplicó de forma muy imperiosa que su- (Espafia, Turquía, Crimea). Entre tanto, he visto una conside-
primiese sti nombre y que no hablase de sus obras más que como rable cantidad de C503 dibujos improvisados sobre el propio esce-
de las obras de un artista anónimo. Obedeceré humildemente tan nario, y también he podido leer una minuciosa y cotidiana recen-
extraño deseo. Para ello fingiremos creer, el lector y yo, que C. G. sión de la campaña de Crimea, preferible con mucho a cualquier
no existe, y nos ocuparemos de sus dibujos y de sus acuarelas, otra. El susodicho periódico había publicado asimismo, siempre
por las cuales profesa un desdén de patricio, como lo hartan unos sin firma, numerosas composiciones del mismo autor a propósito
sabios que tuvieran que juzgar preciosos 'documentes históricos de ballets y de nuevas óperas. Cuando por fin le conocí, vi en
que les fueran proporcionados por el azar y cuyo autor debiera seguida que no me encontraba precisamente delante de un artista,
permanecer eternamente ignorado. Es más, para tranquilizar por sino más bien frente a un hombre de inundo. Espero y ruego que
completo mi conciencia, supondremos que todo lo que quiero la palabra artista se entienda aquí en un sentido muy restringido,
decir acerca de su naturaleza, tan curiosa y misteriosamente' bri- y que la expresión hombre de mundo cobre por el contrarío un sen-
llante, está más o menos legítimamente sugerido por las obras en tido máa Sien amplio. Hombre de mundo: es decir, hombre del
cuestión; 'que todo, en fin, es una pura hipótesis poética, una con- mundo entero, hombre que comprende el mundo y las razones mis-
jetura, una labor imaginativa. teriosas y legítimas de todas sus costumbres; artista, es decir, espe-
C. G. es un anciano. Jean-Jacques comenzó o escribir, segu'n cialista, hombre vinculado a su paleta, lo mismo que el siervo
dicen, a los cuarenta y dos años. Es posible que fuese también a la gleba. Ya he sugerido que a G. no le gusta que le llamen
a esta edad cuando, obsesionado por todas las imágenes que llena- artista. Acaso no tiene algo de razón en esto? Lo que le interesa

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de verdad es el mundo; quiere saber comprender, apreciar todo coloreadas, que recibimos más tarde como consecuencia de una
lo que sucede, en la superficie de nuestro esferoide. El artista enfermedad física, siempre que esta enfermedad haya dejado puras
vive muy poco —o nada— en el mundo moral y. político: si habi- e intactas nuestras facultades espirituales. El niño lo ve todo
ta en el barrio de Breda, Ignora lo ,Itre ocurre en el arrabal de como novedad, pues está siempre ebrio. Nada se parece más a lo
Saint-Germain; salvo dos o tres excepciones que es inútil men- que llamamos inspiración que la alegría con que el niño absorbe
cionar, la mayoría de los artistas son —digámoslo sin remilgos— las formas y los colores. Y que conste que aún me atrevería a ir
unos brutos tremendamente hábiles, unos simples peones, unas más lejos, pues creo que la inspiración tiene alguna relación con
inteligencias provincianas, unos cerebros pueblerinos... Su con- la congestión, y que todo pensamiento sublime viene acompañado
versación, forzosamente limitada a un círculo reducidísimo, resulta de una sacudida nerviosa, más o menos fuerte, que repercute hasta
en seguida insoportable para el hombre de mundo, para el ciuda- en el cerebelo. El hombre de genio tiene los nervios sólidos, mien-
dano espiritual del universo. tras que el niño los tiene débiles. En el uno, la razón ha ocupado
De modo que, para penetrar en la comprehensión de G., habrá ya un lugar considerable, mientras que en el otro la sensibilidad
de tenerse en cuenta lo siguiente: que la curiosidad puede ser impregna casi todo el 'ser. Por eso, el genio no es más que la in-
considerada como el punto de partida de su genio. fancia recobrada a voluntad, la infancia que ahora, para expre-
Recuérdese aquel cuadro (len verdad, es un cuadro!) escrito sarse, está dotada de órganos viriles y del correspondiente espíritu
por la más vigorosa pluma de esta época, y que lleva por título analítico, el cual le permite ordenar la suma de materiales invo-
El hombre de la multitud... Tras la vidriera de un café, un conva- luntariamente amasada. Es a esta curiosidad profunda y alboro-
leciente, contemplando a la multitud con deleite, se mezcla men- zada a la que hay que atribuir la mirada fija y animalmente extá-
talmente con todos los pensamientos que se agitan en torno suyo; tica de los niños ante la novedad, cualquiera que ésta sea, rostro
recién escapado de las tinieblas de la muerte, aspira delicadamente o paisaje, luz, dorados, colores, telas tornasoladas, seducción de la
todos los gérmenes y todos los efluvios de la vida; habiendo estado belleza embellecida por la toilette... Uno de mis amigos me decía
a punto de olvidarlo todo, se acuerda y desea ardientemente reme- un día que, siendo aun muy niño, asistía a la toilette de su padre
morado todo... Al final se precipita a través de esa multitud en y siempre contemplaba, con un estupor imbuido de delicias, los
busca de un desconocido, cuya entrevista fisonomía, le ha fasci- músculos de sus brazos, las gradaciones de color de su piel, mati-
nado en un abrir y cerrar de ojos, iLa curiosidad se ha convertido zada de rosa y de amarillo, y la red azulada de sus venas. En-
en una pasión fatal e irresistible! tonces, el cuadro de la vida externa le embargaba de respetovi,
Pues bien, supóngase a un artista que, espiritualmente, estu- se apoderaba de su cerebro; la forma le obsesionaba y le poseía,
viera siempre en el estado del convaleciente, y entonces «se tendrá la predestinación asomaba apenas precozmente, y la condenación
la clave del carácter de G. quedaba ya de alguna manera consumada. ¿Necesito decir que
La convalecencia es como un retorno hacia la infancia. El con- este niño es hoy un pintor célebre?
valeciente, al Igual que el niño, goza en -el más alto grado de la Hace un momento rogaba que G. fuese considerado como un
facultad de interesarse vivamente por las cosas, aun las rads trivia- eterno convaleciente; pues bien, a fin de completar esta concep-
les en apariencia. Si ello es posible, remontémonos, mediante un ción, tómesele también por un hombre-niño, por un hombre que
esfuerzo retrospectivo de la imaginación, hacia nuestras más tier- posee en cada minuto el genio de la infancia, es decir, un genio
nas, nuestras más primerizas impresiones, y reconoceremos que para el que ningún aspecto de la vida está embotado.
tenían un singular parentesco con las impresiones, tan vivamente Ya he dicho 'que me repugnaba llamarle un artista puro, y

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que él mismo refuta ese título con una modestia matizada de sal penetra en la multitud al igual que en un inmenso receptáculo
pudor aristocrático. Yo le llamaría con gusto un dandy, y tendría de electricidad. También se le puede comparar a un espejo tan
para ello algunas buenas razones, porque la palabra dandy implica inmenso como esta multitud, a un caleidoscopio dotado de concien-
una quintaesencia de carácter y una inteligencia sutil de todo el cia que, en cada uno de sus movimientos, representa la vida múl-
mecanismo moral de este mundo, pero por otro lado el dandy tiple y la gracia dinámica de todos los elementos de la vida. Es
aspira a la insensibilidad, y es por ello que G., dominado como un yo insaciable del no yo, que a cada instante lo restituye y lo
está por una pasión insaciable, la de ver y sentir, • se desvincula manifieste en imágenes más vivas que la vida misma, siempre ines-
violentamente del dandismo. Amabam amare, decía san Agustín. table y fugitiva. «Todo hombre —decía un día G., en una de esas
«Amo apasionadamente la pasión», diría de buena • gana G. El conversaciones que él ilumina con su mirada intensa y su gesto
dandy es un escéptico, o finge serlo, por política y por razón de evocador— que no está abrumado por uno de esos pesares de
casta, pero G. siente horror por la gente escéptica, ya que posee naturaleza lo suficientemente positiva como para no absorber
el tan.difícil arte (los espíritus refinados comprenderán lo que todas las facultades, y que se aburre en el seno de la multitud, ¡es
quiero decir) de ser sincero sin caer en el ridículo. Yo le conde- un imbécil! ¡Un imbécil, al que desprecio!»
coraría, sin más, con el nombre de filósofo, al que tiene derecho Cuando G,, al despertar, abre los ojos y ve al bullanguero sol
vior más de una razón, si su excesivo amor para con las cosas visibles asaltando los cristales de las ventanas, no puede por menos de
y tangibles, condensadas en el estado plástico, no le inspirara una decirse, cori remordimiento y disgusto: «¡Qué imperiosa ordenl
cierta repugnancia para con aquellas otras que forman el reino .¡Qué estallido de luz! ¡Cuántas horas lace ya que hay luz por
impalpable de lo metafísico. Lo mejor, pues, será reducirle a la todas partes, luz que yo he perdido con mi sueño! ¡Cuántas cosas
condición de puro moralista pintoresco, como La Bruylre. iluminadas hubiera podido ver y no he visto!». Y entonces sale,
La multitud es su medio, al igual que el aire es el del pájaro y contempla el discurrir del río de la vitalidad, tan majestuoso y
o el agua el del pez. Su pasión y su profesión es desposarse con la brillante. Admira la eterna belleza y la sorprendente armonía de
.multitud:Para el perfecto deambulador, pata el observador apa- la vida en las capitales, armonía tan providenclalmente mantenida
sionado, Qonstituye un inmenso goce el poder elegir domicilio en el tumulto de la libertad•humana, Contempla los paisajes de
entre lo numeroso, entre lo ondulante, entre el movimiento, entre la gran ciudad, paisajes de piedras acariciadas por la bruma o
lo fugitivo y lo infinito. Estar fuera de casa y, no obstante, sen- maltratadas por los bofetones del sol. Goza de los hermosos carrua-
tizse en cualquier lugar como en ella; ver el 'mundo, estar en el jes, de las orgullosas caballerías, de la pulcritud resplandeciente
centro del mundo, y permanecer oculto para el mundo: éstos son de los grooMs, de la destreza de los lacayos, del caminar de las
algunos de los placeres esenciales para esos espíritus independien- mujeres ondulantes, de los graciosos niños, felices porque viven
tes, apasionados e imparciales, a los que el lenguaje sólo puede y porque van bien vestidos... En una palabra, goza de la vida
definir torpemente. El observador es un príncipe que goza, donde universal. Si una moda, un traje ha sido ligeramente transfor-
quiera que esté, de su incógnito. El amante de la vida hace del mado, lazos de cintas, los bucles han sido destronados
mundo-su'familia, del mismo modo que -él ¿monte del bello sexo por las escarapelas, si la papalina se ha ensanchado y si el rodete
compone su familia con todas las bellezas encontradas, encon- ha descendido un ápice sobre la nuca, si la cintura ha sido elevada
trables o inencontrables, y del mismo modo que el amante de y la falda enstmchada, puede darse por seguro que, incluso desde
los cuadros vive en medio de una sociedad encantada de sueños una distancia más bien considerable, su ojo de águila lo habrá adi-
pintados sobre tela. Así es como el enamorado de la vida univer- vinado, Si pasa un regimiento, que se dirige tal vez al fin del mun-

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do, lanzando al aire de 103 bulevares sus charangas arrebatadoras la propia alma del autor. La fantasmagoría ha sido extraída de
y ligeras como la esperanza, he aquí que el ojo de G. ya lo habrá la naturaleza. Todos los materiales de que está llena la memoria
visto e inspeccionado; habrá analizado las armas, el aspecto y la se clasifican, se ordenan, se armonizan, y experimentan esa forza-
fisonomía de ésa tropa: las guarniciones, los centelleos, la música, da idealización que es el resultado de una percepción infantil, es
las miradas decididas, los mostachos densos y graves..., todo ello decir, de una percepción aguda... ¡y mágica a fuerza de ingenuidad!
habrá penetrado en tropel hasta su espíritu, y en unos minutos el
poema resultante quedará virtualmente compuesto. Su alma vivirá
con el alma de ese regimiento que marcha como un solo. animal.
¡Qué orgullosa imagen del alborozo dentro de la obediencia TV. LA MODERNIDAD
Pero llega la tarde. Es la hora extraña Y dudosa en, que las
cortinas del cielo se cierran, en que las ciudades se iluminan. El Así va, así corre, así busca... Pero ¿qué busca un hombre así?
gas pone una mácula en la púrpura del. ocaso. Y los hombres, A buen seguro que ese hombre, tal como lo he descrito, ese soli-
honestos o de4ionestos, razonables o locos, se dicen: «¡Por fin tario dotado de una activa Imaginación, que constantemente viaja
ha terminado la jornada!» Los juiciosos y los mal intencionados a través del gran desierto de los hombres, tiene un objetivo más
piensan en el placer, y cada cual corre al lugar de su elección elevado que el de un simple deambulador, un objetivo más gene-
para beber la cola del olvido. G. se quedará el último donde sea ral y distinto que el furtivo placer de la circunstancia. A buen segu-
que pueda resplandecer la luz, resonar la poesía, hormiguear la ro que tal hombre anda buscando ese algo al que se nos permitirá
vida o vibrar, la música; donde sea que una pasión pueda posar llamemos la modernidad, pues lo cierto es que no encontramos una
para su ojo, donde sea que el hombre natural y el hombre con- palabra mejor para expresar la idea en cuestión. Para él se tra-
vencional se muestren bajo la forma de una belleza singular, ¡don- tará, sobre todo, de arrancar a la moda su posible "contenido
de sea que el sol ilumine los rápido l deleites del animal depravado! poético dentro de lo histórico, de extraer lo eterno de lo tran-
.«¡He ahí una jornada bien empleadal —exclamará cierto lector sitorio. Si echamos una ojeada a nuestras exposiciones de cuadros
que todos hemos conocido—. Pero ello no impide que cada uno de modernos, nos sorprenderá la tendencia general de los artistas a
nosotros tenga el genio suficiente como para emplear su jornada vestir todos los temas con ropajes antiguos, Casi todos se sirven
de forma similar.» ¡Nada de esol Porque son muy pocos los hom- de las modas y de los muebles del Renacimiento, lo mismo que
bres dotados con In facultad de ver, y son todavía menos los que David se servía de las modas y de los muebles romanos. Sin em-
poseew el poder de expresarse. Ahora bien, mientras, los demás bargo, existe la diferencia de que David, al haber escogido temas
duermen, resulta que éste permanece inclinado sobre su mesa, particularmente griegos o romanos, no podía hacer otra cosa que
clavando sobre una hoja de papel la misma mirada que fijaba hace vestirlos a la antigua, mientras que los pintores actuales, que
tunos instantes sobre las cosas, debatiéndose con su lápiz, su plu- eligen temas dé una naturaleza general aplicable a todas las épocas,
ma, su pincel, haciendo saltar el agua del vaso hasta el techo, se obstinan en disfrazarlos con ropajes de la Edad Media, del Rena-
limpiando su pluma en su camisa, impaciente, violento, activo, cimiento o de Oriente. Estamos con toda evidencia frente al sínto-
como si temiera que las imágenes se le escapasen, pendenciero en ma de una gran pereza, puesto que es mucho más cómodo decla-
su soledad, y atropellándose a sí mismo. Al final, las cosas rena- rar que todo ek,absolutamente feo en el vestuario de una época,
cen sobre el papel, naturales y más que naturales, bellas y más que aplicarse en extraerle la belleza misteriosa que pueda conte-
que bellas, singulares y dotadas de una vida tan entusiasta como ner, por mínima o leve go- sea. La modernidad es lo transitorio,

90 91.
lo fugitivo, lo contingente, la mitad del 'arte; cuya otra mitad es Esta proposición resulta fácilmente verificable en cualquier galería
lo eterno y lo inmutable. Ha • existido una modernidad para cada de retratos (en la- de Versalles, por ejemplo), si bien puede ex-
pintor antiguo. La, mayoría de los hermosos retratos que nos tenderse más lejos todavía, En la unidad que llamamos nación,
quedan de los tiempos pesados están revestidos con ropajes de su las profesiones, las castas, los siglos introducen la variedad, no
época, y son perfectamente armoniosos, porque el vestido, el to- sólo en los gestos y maneras, sino también en la forma positiva
cado e inclusa el gesto, la mirada y la sonrisa (cada época tiene del rostro. Tal clase de nariz, de boca, o de frente, llenan el inter-
su porte, su mirada y su sonrisa), forman un todo de completa rvalo de una duración que no pretendo determinar aquí, pero que
¡vitalidad. Este elemento transitorio, fugitivo, cuyas metamorfosis ciertamente puede ser sometida a un cálculo, Esta clase de-consi-
son tan frecuentes, nadie tiene el derecho de menospreciarlo o de deraciones -no son. desde luego lo suficientemente .familiares para
ignorarlo, porque, suprimiéndolo, se cae forzosamente en el vacío los retratistas; y el gran defecto de Ingres, por ejemplo, es el
de.una belleza abstracta e indefinible, como la de la primera mu- de haber querido imponer a cada tipo que posa ante sus ojos un
jer antes del primer pecado. SI el ropaje de la época, que se impo- perfeccionamiento más o menos despótico, tomado del repertorio
ne necesariamente, es sustituido por otro, se comete un contra- de las ideas clásicas.
sentido que sólo puede tener excusa ni el caso de una mascarada En esta materia sería fácil y hasta legítimo razonar a priori.
requerida por la moda. Así, las diosas, las ninfas y las sultanas La perpetua correlación de lo que se llama el alma con lo que
del siglo xvm, constituyen retratos que son moralmente seme- se llama el cuerpo explica muy bien cómo todo aquello que,es
jantes, material o efluvio cle lo espiritual representa y representará siem-
Es indudable que estudiar a los maestros antiguos para apren- pre a lo espiritual de lo que se deriva. Si un pintor paciente y
dei a pintar presupone una excelente práctica; pero, en cualquier minucioso, pero de imaginación mediocre, tiene que pintar a una
caso, ello no puede ser más que un ejercicio superfluo cuando el cortesana de nuestro tiempo, y para ello se inspira (ésta es la
objetivo perseguido estriba en comprender el carácter de la. belleza palabra consagrada) en una cortesana de Tiziano o de Rafael, lo
presente. Las pañerías de Rubens o del Vetan& no nos enseñarán más probable es que realice una obra falsa, ambigua y oscura.
a plasmar el muaré antiguo, el satén de la reina o cualquier otra El estudio de una obra maestra de ese tiempo y de ese género
tela de nuestra invención, realzada, mecida por la crinolina o las no le enseñará nada sobre la actitud, la mirada, la mueca, o el
enaguas de muselina almidonada. El tejido y el grano no son los aspecto vital de una de esas criaturas que el diccionario de la
mismos que los de las telas de la antigua Venecia o los de las que se moda ha clasificado sucesivamente bajo los títulos groseros o las- .
lucían en la corte de Catalina. Añadamos también que el corte de civos de impuras, mantenidas, pirujas o corzas.
Ja falda y del corpiño es absolutamente diferente, que los pliegues La misma crítica es aplicable al estudio del militar, del dandy,
están dispuestos según un nuevo sistema, y finalmente que el gesto e incluso de los animales, perros o caballos, y de todo lo que com-
el porte de la mujer actual dan a su vestido una vida y una - pone la vida exterior de un siglo o una época. ¡Desgraciado del
fisonomía que no son las de la mujer „antigua. En una palabra, que estudia én- lo antiguo otra cosa que el arte puro, la lógica, o
para qu—e cualquier clase de modernidad sea digna de convertirse en el método general! Porque, sumergiéndose demasiado en ello, per-
antigüedad, es preciso que se haya extraído de ella la, misteriosa derá la memoria del presente, abdicando de los valores y de los
belleza que la vida humana le infunde involuntariamente. A esta privilegios proporcionados por una circunstancia dada, pues Mi
tarea es a la que G. se dedica particularmente. toda nuestra originalidad proviene de la estampilla que el tiempo
He dicho que cada época tiene su porte, su mirada y su gestó, imprime a nuestras 'sensaciones. El lector deberá comprender de

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antemano que yo podría verificar fácilmente mis aseveraciones vita), y que se deriva de la necesidad de ver las cosas de una forma
sobre muchos otros temas que no sean la mujer. ¿Qué decir, por • amplia, de considerarlas sobre todo por el efecto de su conjunto.
ejemplo, de un pintor de marinas (llevo la hipótesis al extremo) A tal respecto, creo que no resultará superfluo observar que mu-
que, debiendo reproducir la belleza sobria y elegante del navío cha gente ha acusado de barbarie a todos los pintores cuya mirada
moderno, fatigara sus ojos estudiando las formas sobrecargadas es sintética y abreviadora, como por ejemplo a Corót, que se apli-
y artificiosas de la monumental popa del navío antiguo y de los ca ante todo en trazar las lineas principales de un paisaje, su osa-
complicados velámenes- del siglo xvr? ¿Y qué pensar de un artis- menta y su fisonomía. Así también, al traducir fielmente sus
ta, a quien se le hubiese encargado realizar el retrato de un propias impresiones, G. marca con una energía instintiva los pun-
pura sangre, célebre en las solemnidades del hip¿drorno, que tos culminantes o luminosos de un objeto (pueden ser culminantes
fuera a encerrarse en los museos, que se conformara con observar o luminosos desde el punto de vista dramático), o sus principales
al caballo en las galerías del pasado, en los Van Dycic, los Bourguig- características, a veces hasta con una exageración especialmente
non o los Van der Meulen? útil para la memoria humana; pues la imaginación del especta-
G., regido por la naturaleza y tiranizado por la circunstancia, dor, al sufrir a su vez esta mnemotecnia tan despótica, ve con
ha seguido sin embargo un camino completamente distinto. Co- nitidez la impresión producida por las cosas en el espíritu de G.
menzó por contemplar la vida, y después se las ingenió para en- El espectador es aquí el traductor de una traducción siempre
cofitrar los medios con los que expresarhi. El resultado de todo clara y embriagadora.
ello es una originalidad conmovedora, en la que cuanto pueda Existe una condición que aporta algo esencial a la fuerza vital
quedar de bárbaro y de ingenuo aparece como una nueva prueba de esta legendaria traducción de la vida exterior. Me refiero al
de obediencia A la impresión, como si se tratara de un halago a la método de dibujo de G,, que lo hace de memoria, y no a partir
verdad. Para la mayoría de nosotros, sobre todo para la gente del modelo, salvo en los casos (la guerra de Crimea, por-ejemplo)
consagrada a los negocios, a cuyos ojos la naturaleza no existe en que tiene la necesidad urgente de tomar apuntes inmediatos,
más que en sus relaciones útiles, lo fantástico real de la vida precipitados, y de fijar las líneas maestras de un tema, De hecho,
está singularmente embotado. Por el contrario, G. lo absorbe sin todos los buenos y auténticos dibujantes dibujan a partir de la
cesar, y de ahí que tenga la memoria y los ojos llenos de ello. imagen escrita en su cerebro, no a partir de la naturaleza. Si a esto
se nos objetaran los admirables bocetos de Rafael, de Watteau
y de muchos otros, entonces replicaríamos que eso no son más
que apuntes, muy minuciosos, es cierto, pero apuntes al fin. Cuan-
V. EL ARTE MNEMÓNICO do un verdadero artista ha llegado a la ejecución definitiva de
su obra, el modelo deberá resultarle más bien un estorbo que una
La palabra barbarie, que tal vez haya acudido con demasiada ayuda. A tal respecto, incluso sucede que hombres como Daumier
frecuencia a mi pluma, podría Inducir a algunas personas a creer y G., acostumbrados desde hace mucho tiempo a ejercitar su me-
que de lo que se bata aquí es de algunos dibujos informes, a los moria y a llenarla de imágenes, cuando se encuentran ante el
que sólo la imaginación del espectador sabe transformar en cosas modelo y la multiplicidad de detalles que éste comporta, sienten
perfectas. Esto sería comprenderme mal. A lo qtie yo me refiero como si sus principales facultades fuesen perturbadas y paralizadas.
es a una barbarie inevitable, sintética e Infantii, que A menudo En tales casas, se establece una especie de duelo entre la vo-
permanece visible en un arte perfecto (mexicano, egipcio o nini- luntad de verlo- todo y de no olvidar nada, y la facultad de la

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memoria, que ha adoptado el hábito de absorber vivamente el corriente como lo es la digestión para el cerebro del bombre sano
color general y la silueta, el arabesco del contorno. Un artista que ha comido bien. G. comienza sus obras con ligeras indicacio-
que posea el sentimiento perfecto de la forma, pero que esté nes al lápiz, que apenas si señalan el lugar que los objetos deben
acostumbrado a ejercitar sobre todo su memoria y su imagina- ocupar en el espacio. A continuación marca los planos principales
ción, se encuentra entonces como asaltado por un torbellino de mediante tonos .aguados, masas vagas, ligeramente coloreadas al
detalles, que reclaman todos justicia can la furia de una masa principio, pero repasadas más tarde, y cargadas sucesivamente de
enamorada de la igualdad más absoluta: toda justicia se .ve for- colores mds intensos.' Es de este modo, en el último momento,
zosamente violada; toda armonía, destruida, sacrificada; y más de cuando el Contorno de los objetos queda definitivamente discer-
una trivialidad se vuelve enorme o adquiere un insospechado 'ca- nido por la tinta. A menos de conocerlos ya, podríri dudarse dç
rácter de usurpadora. Cuanto más imparcialmente se inelina el los efectos sorprendentes que es posible obtener con este método
artista hada el detalle, mayor es la anarquía. Ya sea miope o tan simple y casi elemental, que además ofrece la incomparable
présbita, toda jerarquía y toda subordinación desaparecen. Este ventaja de que, en cualquier punto de su progresión, cada dibujo
es un fenómeno que se produce a menudo en las obras de uno parece estar ya lo suficientemente acabado. A esto podrá llamársele
de nuestros pintores más en boga, cuyos defectos corren por lo un bosquejo, si así se quiere, pero en todo caso se trata de un
demás tan parejos con los de la masa que, singular y paradójica- bosquejo perfecto, Todos los valores aparecen plenamente armó-
mente, han cimentado su popularidad. Una analogía muy similar nicos, y si el artista desea llevarlos más lejos, marcharán siempre
puede adivinarse en la práctica del arte escénico, arte tan mis- de frente hacia el perfeccionamiento deseado, G. prepara así vein-
terioso, tan profundo, que hoy ha caído en la confusión' propia de te dibujos a la vez, con una petulancia y un alborozo encantado-
las decadencias. Frédérick-Lernattre compone sus papeles con la res, que incluso le resultan divertidos a él mismo: los bocetos se
amplitud y la grandeza del genio, y por más constelada que esté apilan y se superponen por decenas, por centenas, por millares.
su actuáción de detalles luminosos, él sigue siendo sintético y es- De vez en cuando, el artista los hojea, los examina, y luego elige
cultural. Bouffé., por el contrario, compone los suyos con una mi- algunos de ellos, en los que aumenta más o menos la intensidad,
nuciosidad de miope y de burócrata: en él todo resplandece, pero o bien recarga las sombras e ilumina progresivamente las luces.
nada destaca, pues nada merece ser retenido por la memoria. G. concede una gran importancia a los fondos, que, vigoro-
En la ejecución de G., por lo tanto, Pueden descubrirse dos sos o ligeros, poseen siempre una calidad y una naturaleza debi-
cosas: la primera, una contención de memoria :resucitadora y evo- damente relacionadas con las figuras. La gama de los tonos y la
cadora, una memoria que le dice a cada' cos.a: «iLáz'aro, levánta- armonía general son estrictamente observadas, con un genio que
«el»; y la segunda, un fuego, una embriaguez del lápiz o del proviene más bien del instinto que 'del estudio, Y es que G. po-
pincel, semejante casi a un furor. Es el miedo de no avanzar lo see ese misterioso talento del colorista, un auténtico don, que el
suficientemente de prisa, el miedo a dejar que el fantasma se. esca- estudio puede acrecentar, pero no crear. Ésta es, al menos, mi
pe Antes de haberle extraído y captado su síntesis; se trata, en opinión. Piitia . decirlo en una palabra, nuestro singular artista
fin, de ese terrible miedo que poste a todos los grandes artistas expresa al mismo tiempo el gesto y la actitud solemne o gro-
y 'que les hace desear con tanto ardor, el poder dominar todos los tesca de los seres, así como su explosión luminosa en el espacio.
medios de expresión, para que las érdenes del espíritu no sean
alteradas jamás por las vacilaciones de la mano, y a fin de que
la ejecución, la ejecución ideal, llegue a ser tan inconsciente, tan

9¿ 97
4. — sr DAYMISMO
VI. Los ANALES DE LA GUERRA sacerdotes ingleses evocan vagamente a usureros o agentes de
cambio que se hubieran revestido con la toga y el alzacuello.
Bulgaria, Turquía, Crimea, España, han sido grandes fiestas Es como si nos halláramos en Schumla, en casa de Omer-
para los ojos de G., o mejor dicho, para el artista. imaginario Bajá, con la hospitalidad turca, las pipas y el café; todos los
al que hemos convenido en llamarle G., pues de vez en cuando visitantes están acomodados en divanes, pegando sus labios a unas
recuerdo que me prometí, para tranquilizar su modestia, suponer pipas largas como cerbatanas y cuyo recipiente descansa a sus
que no existía. He compulsado esos archivos de la guerra de pies. Están los Kurdos de Scutarí, tropas extrañas cuyo aspecto
Oriente (campos de batalla sembrados de restos_ fúnebres, con- hace pensar en una invasión de las hordas bárbaras; están los
voyes de Materiales, embarques de ganado y de caballos), cuadras isbachibozuks»,' no menos singulares, con sus oficiales europeos,
vivos y sorprendentes, calcados de la vida misma, elementos de —húngaros o polacos—, cuya fisonomía de dandis choca estram-
un pintoresco preciosismo que muchos pintores de renombre, co- bóticamente con el carácter barroco de sus soldados orientales.
locados en las mismas 'circunstancias, habrían desaprovechado Me encuentro con un dibujo magnífico, en el que se yergue
tontamente. No obstante, de entre estos últimos exceptuaré gus- un solo personaje, gordo, robusto, de aspecto a la vez pensativo,
toso a Hornee Vernet, un verdadero gacetillero más que un pin- indolente y audaz; lleva unas grandes botas que le cubren hasta
tor esencial, con el que G., artista más delicado, está visible- más arriba de las rodillas, y su uniforme militar está oculto tras
mente relacionado, si no se le quiere considerar más que 'como un pesado y amplio paletó, estrictamente abotonado.. El perso-
archivista de la vida. Puedo afirmar que ningún periódico, nin- naje, a través del humo de su cigarro, contempla el horizonte si-
gún• relato escrito, ningún libro expresa mejor, en todos sus de- niestro y brumoso, mientras uno de sus brazos, herido, descansa
talles dolorosos 'y con su siniestra amplitud, esta gran epopeya sobre una venda en cabestrillo. Al pie, leo estas palabras, garra-
de la guerra de Crimea, La mirada se pasea alternativamente pateadas a lápiz: Canrobert on the battle-field of Inkermann.
por las orillas del Danubio, por las riberas del Bósforo, por el Taken on the spot,
cabo Kerson, por la llanura de Balaklava, por los campos 'de. ¿Quién es este jinete de blancos mostachos y fisonomía tan
inkermann, por los campamentos ingleses, franceses, turcos y vivamente dibujada que, con la cabeza levantada, parece aspiras
plamonteses, por las calles de Constantinopla, por los hospitales la terrible poesía de un campo de batalla, mientras que su ca-
y por todas las solemnidades religiosas y militares. ballo, olfateando la tierra, busca su camino por entre los cadá-
• Una de las composiciones que ha quedado en rid espíritu veres amontonados que, con los rostros crispados, yacen en las
de forma más indeleble es la Consagración de un campo fúnebre actitudes más extrañas? Al pie del dibujo, en un rincón, pueden
en Scutari, por el obispo de Gibraltar. El carácter pintoresco de leerse estas palabras: Myself at Inkermann.
la escena, que consiste en el contraste de la naturaleza oriental Descubro a Baraguay-d'HiLliers, con el serasquier, pasando
circundante con las actitudes y los uniformes occidentales .de los revista a la artillería •en Béchichtash, Pocas .veces se ha visto un
asistentes, está expresado de .un modo sorprendente, sugestivo y retrato militar con más parecido, ni burilado con mano más in-
preñado de ensoñaciones. Los soldados y los ofíciales tienen ese trépida y más espiritual.
aire imborrable de gentlemen, resueltos y discretos, que todos Un nombre, siniestramente ilustre después de los desastres
ellos llevan consigo hasta el fin del mundo, incluso en las guar-
niciones de la colonia del Cabo y las factorías de la India: los 1, Bachibozuk: soldado voluntario que integraba loa tropas irregulares
de le caballería turca. (N. del T.)
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de Sirle, se ofrece a mis ojos: Ahamet-Bajá, generalkimo de Ka- de Lesueur, a un visitante de atuendo descuidado y al que. se
lalat, de píe frente a su tienda con su estado mayor, se hace pre- le designa con esta extraña leyenda: My humble set'. Ahora,. por
sentar a dos oficiales europeos. A pesar de la amplitud de su senderos ásperos y sinuosos, sembrados de algunos despojos de
panza • turca, Alutmet-Bajá tiene, en la actitud y el rostro, el gran un combate ya antiguo, caminan lentamente unos animales, mu,
porte aristocrático que por lo general corresponde a las razas las, asnos o. caballos, que cargan sobre sus lomos, en dos rústicas
dominadoras. sillas, a enfermos lívidos e inertes, A través de vastas extensio-
La batalla de Balaklava se presenta muchas veces en esta cu- nes nevadas, camellos de pecho majestuoso y cabeza alta, condu-
riosa colección, y bajo distintos aspectos. Entre los más sorpren- cidos por tártaros, transportan provisiones o municiones de toda
dentes, he aquí la histórica carga de caballería cantada por la clase: el un auténtico universo. guerrero, vivo, atareado y silen-
trompeta heroica de Alfred Tennyson, poeta de la reina: una cioso; son los campamentos y los bazares donde se exhiben mues-
multitud de jinetes avanzan a prodigiosa velocidad hasta el hori- tras de todos los suministros, como una suerte de poblaciones
zonte, entre las densas nubes de la artillería. Al fondo, el paisaje bárbaras, improvisadas para el caso. Por entre esas barracas, sobre
se cierra con una línea de colinas verdes. esas rutas pedregosas o nevadas, a través de esos desfiladeros,
De vez en cuando, algunas escenas religiosas sosiegan la mi- circulan uniformes de muchas naciones, más o menos estropeados
rada entristecida por todo ese caos de pólvora y esas turbulencias por la guerra o alterados por la adición de recias pellizas y pe-
mortíferas. En medio de los soldados ingleses de diferentes ar- sadas botas.
mas, entre los cuales brilla el pintoresco uniforme de los caco Es una pena que este álbuin, diseminado ahora entre tantos
ceses con sus faldas, un sacerdote anglicano lee el oficio domi- lugares, y cuyas preciosas páginas han sido recuperadas por los
nical; tres tambores, el primero de ellos sostenido por los otros grabadores encargados de traducirlas o por los redactores del
dos, le sirven de pupitre. Illustrated London News, no haya sido visto por el Emperador.
En verdad que resulta difícil para la simple pluma traducir Me imagino que él, complacientemente y no sin enternecimiento,
ese poema hecho de mil bocetos, tan vasto y tan complejo, y ex- hubiera examinado con atención los hechos y los gestos de sus
presar al mismo tiempo la embriaguez que se desprende de todos soldados, reproducidos todos con minuciosidad, día a día, en
esos detalles pintorescos,, a menudo dolDrosos, pero jamas lacri- las acciones más brillantes y en las* ocupaciones más triviales
mosos, que han sido reunidos en algunos centenares de páginas de la vida, por esa mano del soldado-artista, tan firme como inte-
cuyamnaculaturas y rasgaduras emiten, a su manera, la turbación ligente,
y el tumulto en medio de los cuales el artista descargaba sus re-
cuerdos de la jornada. Hacia el atardecer, el correo llevaba a
Londres las notas y los dibujos de G., y con frecuencia éste
confiaba así al servicio postal más de diez bocetos improvisados VII. POMPAS Y SOLEMNIDADES
en papel de seda, que los grabadores y los abonados del perió-
dico esperaban con impaciencia. • Turquía ha proporcionado también a. nuestro querido G. al-
Unas veces aparecen ambulancias en las que la propia atmós- gunos admirables motivos de composición: las fiestas del balram,
fera parece enferma, triste y pesada, pues cada cama contiene esplendores profundos e inagotables en *el fondo de los cuales
un dolor. Otras es el hospital de Pera, donde veo, conversando aparece, como un pálido sol, el hastío permanente del difunto
con dos hermanas de la caridad, viejas y pálidas como figuras sultán. Alineados a la izquierda del soberano están todos los

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oficiales del ordn civil; y a su desecha, todos los del orden mi- tIláctica, como los pintores que sólo ven en esas obras el pro-
litar, el primero de los cuales es Said-Bajá, sultán de Egipto, pre- ducto de una servidumbre lucrativa, sino con todo el ardor de
sente entonces en Constantinopla. Los solemnes. cortejos y pom- un hombre henchido de espacio, de perspectiva, de luz en forma
pas desfilan hacía la pequeña mezquita, próxima al palacio, y en de cascada o de explosión, y que cuelga, como si fuesen gotas o
medio de esa multitud vemos a los funcionarios turcos, verda- destellos, de las asperezas de los uniformes y de las toilettes de la
deras caricaturas de la decadencia, aplastando a sus magníficas corte, La fiesta conmemorativa de la independencia en la cate-
monturas bajo el peso de su fantástica obesidad, Desde los pesados dral de Atenas ofrece un curioso ejemplo de este talento. Todos
y macizos carruajes, especie de carrozas a lo Luis XIV, doradas y esos pequeños personajes, cada uno tan en su sitio, hacen más
adornadas según el capricho oriental, surgen de vez en cuando las profundo el espacio que los -contiene, La catedral es intriebsa y
miradas curiosamente femeninas que aprovechan el estricto hueco está adornada con solemnes colgaduras. El rey Oción y la reina,
dejado para los ojos en las cintas de muselina ajustadas al rostro. de píe en un estrado, aparecen revestidos con el traje tradicional,
Y están asimismo las danzas frenéticas de los bufones del tercer luciéndolo con maravillosa soltura, como para dar testimonio de
sexo (nunca la expresión burlesca de Balzac fue más aplicable da sinceridad de. su adopción y del patriotismo helénico más refi-
que en este caso, ya que bajo la palpitación de esos vestigios nado, El talle del rey está ceñido como el del más coquetón pa-
temblorosos, bajo la agitación de esas amplias vestimentas, bajo likar,a y su falda se ensancha con toda la exageración del dan-
ese ardoroso maquillaje de las mejillas, los ojos y las cejas, en dismo nacional. Frente a *ellos avanza el patriarca, un anciano
esos gestos histéricos y convulsivos, en esas largas cabelleras- flo- cargado de espaldas, con una profusa barba blanca, cuyos ojillos
tando a lo largo de las espaldas, resultaría muy difícil, por no están protegidos por unos anteojos verdes, y que lleva en todo
decir imposible, adivinar la virilidad). Por último, vemos tam- su ser los signos de una consumada flema oriental. Todos los
bién a las mujeres galantes (si es posible pronunciar la palabra personajes que pueblan esta composición son retratos, y uno de
galantería a propósito de Oriente), generalmente húngaras, vala- los más curiosos, por la singularidad de su fisonomía, que ya no
cas, judías, polacas, griega i y armenias, porque siempre, bajo un puede ser menos helénica, es el de una dama alemana colocada
gobierno despótico, son las razas oprimidas —y mitre éstas, sobre junto a la reina y afecta a su servicio.
todo, aquellas que más sufren— las que suministran el mayor En las colecciones de G. encontramos a menudo al Empera-
número de sujetos para la prostitución. • Algunas de esas mu- dor de los franceses, cuya figura ha sabido reducir, sin perju-
jeres han conservado el traje nacional, las casacas bordadas y de dicar el parecido, a un bosquejo infalible y que ejecuta con la
mangas cortas, el chal colgante, los anchos pantalones, las babu- seguridad de una rúbrica, Unas veces el Emperador pasa revista,
chas .respingonas, las muselinas estampadas o hmeadas, y todos lanzado al galope de su caballo y acompañado de oficiales cuyos
los oropeles del país natal; pero muchas otras, y éstas son las rasgos son fácilmente reconocibles, o de príncipes extranjeros,
más numerosas, han adoptado el signo principal de la clyiliza- europeos, asiáticos o africanos, a quienes hace, por así decirlo,
ción, que para una mujer es invariablemente la crinolina, sin de- los honores de París. Otras veces permanece inmóvil sobre su
jar de conservar no obstante, en algún detalle de su atavío, una caballo, cuyas patas están tan firmes como las cuatro patas de una
ligera evocación característica de Oriente, por lo que más bien mesa, teniendo a su izquierda a la Emperatriz en traje de ama-
tienen el aspecto de parisinas que hubiesen querido disfrazarse.
G. se distingue pintando el fausto de las escenas oficiales, las 2. Palikar: miembro de la milicia griega, que combatió contra los tur-
pompas y las solemnidades nacionales, no de una manera fría, cos por la independencia de su pais, (N. del T.)

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tiona, y a su derecha al pequeño príncipe Imperial, cargado con gante, de la vida galante. Nuestro observador está siempre exacta-
una birretina y mostrándose militarmente erguido sobre un pe- mente en su sitio, donde sea que fluyan los deseos 'profundos
queño caballo erizado, como los poney que los artistas ingleses e impetuosos, los Orinoco del corazón humano, la guerra, el amor,
colocan en sus paisajes, bien sea desapareciendo en medio de el juego; donde sea, que se produzcan los festines y las ficciones
un torbellino de luz y de polvo por las alamedas del bosque de que representan a esos grandes elementos generadores de la feli-
Boulogne, o bien paseando lentamente a través de las aclama- cidad y del infortunio. No obstante, muestra una predilección
ciones del arrabal de Saint-Antolne. Una de esas acuarelas me muy acusada por el militar, por 'el soldado, y creo yo que esta
ha deslumbrado, más que ninguna otra, por su carácter Mágico: inclinación se deriva no sólo de las virtudes y las cualidades que
junto a la barandilla de un palco de grave y principesca riqueza, forzosamente pasan del alma del guerrero a su actitud y a su
está la Emperatriz en una actitud tranquila y reposada; el Em- rostro, sino también de la vistosa galanura, con que le reviste
perador se inclina levemente, como para ver mejor el teatro; su profesión, Paul de Mollnes ha escrito algunas páginas tan
abajo, doscientos guardias, de pie en una inmovilidad militar y encantadoras como sensatas sobre la coquetería militar y sobre
casi hierática, reciben sobre su brillante uniforme las fosfores- el sentido moral de las indumentarias deslumbrantes con que
cencias de las candilejas. Tras la hilera de lámparas del prosce- todos los gobiernos se complacen en vestir a sus tropas, Estoy
nio, en la atmósfera ideal del escenario, los actotes cantan, de- seguro de que G. hubiera firmado gustosamente dichas páginas:
claman, gesticulan armoniosamente; al otro lado "se extiende un Nos hemos referido ya al idiotismo que existe sobre la be-
abismo de difusa luz, un espacio circular repleto de figuras hu- Reza particular de cada época, y hemos observado que cada siglo
manas de todas las especies... Es el esplendor y el público. tenía, por así decirlo, su gracia personal. La misma distinción
Los movimientos populares, los clubs y las solemnidades de puede aplicarse a las profesiones: cada una de ellas extrae su
1848 proporcionaron asimismo a G. la oportunidad de realizar belleza exterior de las leyes morales a que se encuentra sometida.
una serle de pintorescas composiciones, la mayoría de las cuales En unas, esta belleza estará marcada por la energía, mientras que
fueron grabadas por el Illustrated Loado?: News, Finalmente, en otras ostentará los signos visibles de la ociosidad, Es como el
hace algunos años, después de una estancia en España, muy fruc- emblema del carácter, como la marca de la fatalidad. El militar,
tuosa para su genio, G. compuso también un álbum del mismo considerado en general, posee su belleza, de la misma forma que
estilo y del que no he podido ver más que algunos fragmentos. el dandy y la mujer galante tienen la suya. Espero cine resulte
La despreocupación con que regala o presta sus dibujos hace que comprensible el hecho de que deje a un lado las profesiones en
nuestro pintor tenga que sufrir frecuentes e irreparables pérdidas. las que tin ejercicio exclusivo y violento deforma los músculos y
marca al rostro de servidumbre. El militar, ser acostumbrado a
las sorpresas, se sorprende difícilmente. Así pues, el signo par-
ticular de- la belleza será aquí una especie de indolencia marcial,
VIII. El, MILITAR una mezcla slinjular de. placidez .y de audacia: es una belleza que
se deriva de la necesidad de estar dispuesto para morir en cada
Para definir una vez más el género de temes preferidos por instante. Sin embargo, el rostro del militar ideal deberá estar
el artista, diremos que hay uno de su especial predilección: el 'marcado por una gran "simplicidad, ya que al vivir en común,
de la pompa de la vida, tal como se ofrece en las capitales del como los monjes y los escolares, al estar acostumbrados a des-
mundo civilizado: la pompa de la vida militar, de la vida ele- cargar las preocupaciones cotidianas de la vida sobre una pater-

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nidad abstracta, los soldados son en muchas cosas tan simples vuelven de lejos y que han corrido extrañas aventuras. Se diría
como los niños; y por eso, como los niños, una vez cumplido su que todos esos hombres están más sólidamente apoyados sobre
deber se muestran fáciles de contentar e inclinados a las diver- sus muslos, más resueltamente instalados sobre sus pies, que tie-
siones violentas, No deberá parecer exagerado si afirmo que todas nen más aplomo del que puedan tener los demás hombres, Si
estas consideraciones morales las he deducido de los bocetos y de Charlet, que buscó siempre esta clase de belleza y que tan a me-
las acuarelas de G,, cii las que no falta ningún tipo militar, es- nudo la encontró, hubiese visto este dibujo, habría quedado sin-
tando. todos ellos captados con una especie de entusiasta alegría: gularmente sorprendido,
el viejo oficial de infantería, serio y. triste, que aflige'a,su caballa
con su. obesidad; el lindo oficial de estado mayor, 'de fino talle,
que contonea los hombros y se inclina sin timidez sobre el asien-
to •de las damas, haciendo pensar al verle de espaldas en los IX. Ex. DANDY
más esbeltos y elegantes insectos; el zuavo y el fusilero; que
muestran en su porte un excesivo carácter audaz e independiente, El hombre rico, ocioso y que, incluso escéptico, no tiene otra
así como un sentimiento más vivo de la responsabilidad per. ocupación que correr tras la pista de la felicidad; el hombre cria-
sonal; la desenvoltura ágil y desenfadada de la caballería ligera.; do en el lujo y acostumbrado desde su juventud a obedecer a
la fisonomía vagamente profesoral .y académica de los ctierpos los demás hombres, aquel que, en fin, no tiene más profesión
especiales, como la artillería y los ingenieros, confirmada con fre- que la elegancia, gozará siempre, en todas las épocas, de una
cuencia por el añadidó poco guerrero de las gafas... En fin, fisonomía distinta y completamente fuera de lo normal. El dan-
ninguno de estos modelos, ninguna de estas matizaciones ha sido dismo es una institución vaga, tan extraña como el duelo, y ade-
descuidada, y. todas están debidamente resumidas, a la vez que, más antigua, puesto que César, Catilina y Alcibíades nos ofrecen
definidas con el migro amor y el mismo espíritu. ya unas espléndidas personalidades. Por otra parte, Chateauhriand
Ahora tengo ante mis ojos una de esas composiciones . de dice haberla encontrado hasta en los bosques y a orillas de los
fisonomía general verdaderamente heroica, que representa la ca- lagos del Nuevo Mundo. El dandismo, que es una institución
beza de una columna de infantería. Es posible que esos hom- *al margen de las leyes, tiene leyes rigurosas a las que están es-
bres vuelvan de Italia, haciendo un alto en los bulevares ante trictamente sometidos todos sus adictos, sin importar la vehe-
el entusiasmo de la multitud; o quizá regresen después de una mencia ni la independencia de su carácter. Los novelistas in-
larga etapa por los caminos de Lombardía„. No lo sé. Lo visi- gleses han cultivado más que los otros la novela de higb rife,
ble, lo plenamente inteligible; es el carácter firme y audaz, hasta y los franceses que, como de Custine, han querido esc±ibir es-
en la tranquilidad, de todos esos rostros curtidos por el sol, la pecialmente novelas de amor, han puesto buen cuidado, ante todo
lluvia y el viento. y muy juiciosamente, en dotar a sus personajes de fortunas lo
Es' la uniformidad de 'expresión creada por la obediencia y suficientemente rotundas como pata pagar sin vacilación todas
las fatigas soportadas en común, el aire resignado del coraje pues- sus fantasías, adjudicándoles a continuación cualquier profesión.
to a prueba por el prolongado cansancio. Desde los pantalones Esos seres no tienen otro problema que el de cultivar la idea
arremangados y embutidos en las polainas, hasta los capotes aja- de lo bello en, su persona, ^satisfacer sus pasiones, sentir y pen-
dos por el polvo y vagamente descoloridos, todo. el 'equipo ha sar. Por lo tanto, poseen en gran medida, y a su completo an-
adquirido asimismo la indestructible fisonomía de los seres que tojo, el tiempo y el dinero sin los cuales la fantasía, reducida

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al estado de ensoñación pasajera, apenas si puede traducirse en crimen tuviera su origen en algo trivial, entonces el deshonor
acción. Desgraciadamente es muy cierto que, sin el ocio y el di- sería irreparable. Y que no se escandalice el lector ante esta gra-
nero, el amor sólo puede ser una orgía de provinciano... o el vedad en lo frívola pues deberá recordar que hay uha grandeza
simple cumplimiento de un deber' conyugal; en lugar del Capri- detrás de todas las locuras y una fuerza dentro de todos los
cho abrasador, se siente poseer algo de una repugnante utilidad. excesos. ¡Curioso espiritualismo!... Porque, para quienes son a la
Si hablo del 'amor a propósito del dandismo, es porque cl vez sus sacerdotes y sus víctimas, las complicados condiciones
amor constituye la ocupación natural de los ocios ps; pero el materiales a las que se someten, desde la toilette irreprochable
dandy no concibe el amor como un objetivo especial. Si he ha- a cualquier hora del día y de la noche hasta los lances más peli-
blado de dinero, es porque el dinero resulta indispensable- a la grosos del deporte, no • son en realidad más que una gimnasia
gente que hacen un culto de sus pasiones; pero el dandy no as- apropiada para fortificar la voluntad y para disciplinar el alma.
pira al dinero como a algo esencial. Un crédito indefinido podría En verdad que no me equivocaba al considerar el dandismo como
bastarle, pero él abandona esta gratera pasión a los mortales más una especie-de religión. La regla monástica más rigurosa, la orden
vulgares. El dandismo ni siquiera es, como parecen creer un irresistible del- Viejo de la. Montaña,' que obligaba al suicidio a
gran número de personas poco. reflexivas, la inmoderada afición los discípulos que se embriagaban, no eran disciplinas ni más
a la toilette y a la elegancia material que se le ha atribuido. despóticas ni más obedecidas que esta doctrina de -la elegancia
Para el perfecto dandy, esas cosas no son más que un símbolo y la originalidad,, que impone también a sus ambiciosos y sumi-
de la aristocrática superioridad de su espíritu. Así, a sus ojos, sos sectarios, hombres a menudo pletóricos de fuego, de pasión,
enamorados ante todo de la distinción, la perfección de la toilette de coraje y de energía contenida, la terrible fórinula del: Perinde
consiste en la más absoluta simplicidad, que es efectivamente el ac cadaverl 4 -
mejor modo de distinguirse, ¿En qué consiste, pues, esta pasión Aunque esos hombres Be hagan llamar refinados, increíbles,
que, convertida en doctrina, ha creado tantos adeptos, esta ins- bellos, leones o dandis,' todos tienen un mismo origen, pues
titución no escrita que se ha constituido en una casta tan alta- todos participan del mismo carácter de oposición y de rebeldía;
nera? Al parecer, se trata ante todo de la ardiente necesidad de todos son representantes de .lo que hay de mejor en el orgullo
construirse una originalidad, contenida en los limites exteriores humano, de esa - necesidad —excesivamente rara entre las gentes
de las conveniencias. Es una especie de culto de sí mismo, que actuales— de combatir y destruir la trivialidad. Es.,.de ahí de
puede sobrevivir a la búsqueda de la felicidad que se descubre donde nace esa actitud altanera de casta provocadora, que tanto
en los demás, por ejemplo en la mujer, y qtie hasta puede sobre- caracteriza a los dandis incluso en su frialdad. El dandismo «pa-
vivir a todo lo que se suele denominar como ilusiones. Es el
placer de sorprender y la satisfacción orgullosa. de no. ser .sor-
3. Viejo 'de la Monta/la: apodo de Hagan al-Sabbiihs fundador de la
prendido jamás: un dandy puede ser un hombre escéptico, Puede secta de los Asesinos, derivada de la religión de los lamentes. (N. del T.)
ser un hombre que sufre, pero hasta en este último caso son- 4. Peripde qc cadaver: consigna mediante la cual se especifica la acti-
reirá, -como hacía el lacedemonio 'ante las mordeduras del zorro. tud de absoluta subordinación que deben observar los jesuitas con res-
Podemos ver, pues, que en ciertos aspectos él dandismo pecto .a sus superiores • dentro de la Orden: deben permanecer «como un
linda con el espiritualismo y el estoicismo. Sin embargo, un dandy cadáver». (N. del T.)
5. «Refinadas», «Increíbles», «Bellos», «Leones», o «Dandys»: algu-
nunca puede ser un hombre vulgar. Si cometiese un crimen, es nos de los ;nombres con que se designó, en distintas .épocas, al tipo de
probable que no se viese menoscabada su integridad; pero si ese hombre joven, apuestb y elegante, (N, del T.)

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rece sobre todo en las épocas transitorias en que la democracia esa seguridad de maneras, esa simplicidad en el aire dominador,
no es todavía omnipotente, que es también cuando la aristocra- esa forma de llevar un traje y de manejar un caballo, esas actitudes
cia se muestra parcialtnente indecisa y envilecida, En la confu- siempre reposadas pero que revelan vigor, las que nos hacen pensar,
sión de tales épocas, ciertos hombres desclasulos, *asqueados, de- cuando nuestra mirada descubre a uno de esos seres privilegiados
socupados, pero todos ellos ricos en fuerza nativa, • suelen conce- en los que lo agradable y lo temible se confunden tan misteriosa-
bir el proyecto de fundar una especie de nueva aristocracia, tanto mente; «He ahí a un hombre tal vez rico, pero que con toda
más difícil de quebrar cuanto que se basa en las facultades más seguridad es un Hércules sin empleo.»
preciosas, más indestructibles, así como en los dones celestiales El carácter de la belleza del dandy consiste sobre todo en ese
que el trabajo y el dinero no pueden proporcionar. El dandismo aire frío que proviene de la firme resolución de no sentirse emo-
es el último destello del heroísmo de las decadencias; y el tipo cionado; &ríase que es un fuego latente que tan sólo se 'deja
de dandy hallado en América del Norte por el viajero no inva- entrever, que podría resplandecer, peto que no quiere hacerlo.
lida en absoluto esta idea, porque nada impide suponer que las Esto es lo que se expresa perfectamente en esas imágenes.
tribus que llamarnos salvajes puedan set los despojos de grandes
civilizaciones desaparecidas. El dandismo es un sol poniente: al
igual que el astro •que declina, es soberbio, privado de calor y
pletórico de melancolía. Pero, layl, la marea creciente de la de- X. LA MUJER
mocracia, que lo inunda y lo nivela todo, ahoga cliara día a esos
últimos representantes del orgullo humano y vierte oleadas de El ser que para la mayoría de los hombres es la fuente de
olvido sobre las huellas de esas prodigiosas criaturas, Los dandis los más vivos y hasta de los más duraderos goces (digámoslo
son cada vez más raros entre nosotros, Entre nuestros vecinos para vergüenza de las voluptuosidades filosóficas); el- ser hacia
los ingleses, sin embargo, el estado social y la constitución (la el cual, o en provecho del cual, tienden todos sus esfuerzos; ese
verdadera constitución, la que se expresa por las costumbres) ser terrible e Incomunicable como Dios (con la diferencia de que
es posible que permitan 'sobrevivir a los herederos, de Sheridon, lo infinito no se comunica porque cegaría y aplastaría a lo finito,
de Brummell y de Byron.• Siempre y cuando, claro está, sean dig- mientras que el ser de que hablamos quizá sólo es incomprehen-
nos de ellos. sible porque no tiene nada que comunicar); ese ser en .quien
Lo que quizá le baya parecido al lector una digresión, no lo Joseph de Maístre veía a un bello animal, cuyas gracias alegra-
es en realidad, pues las consideraciones y 'las ilusiones morales ban y hacían más fdcil el juego serio de la política, y que es para
que puedan sugerir los dibujos de un artista son, en muchos ca- quien y por quien se hacen y deshacen las fortunas; para quien,
sos, la mejor traducción que la crítica pueda hacer de los mis- pero sobre todo por quien, los artistas y los poetas componen
mos; las sugestiones forman.parte de una idea directriz, que 'siem- sus más delicadas joyas; de quien 'provienen los placeres más
pre será posible evocar, exponleclo aquéllas en- forma sucesiva, enervantes y los dolores más fecundantes... La mujer, en resu-
¿He de especificar, por ejemplo, que cuando G. dibuja a uno men, no es solamente la hembra del hombre, ni para el artista
de sus dandis sobre el papel, le confiere siempre su carácter his- en general, ni para G. en particular. La mujer es, ante todo,
tórico, y hasta su pátina legendaria, me atrevería a decir, si no se una divinidad, un astro, que preside todas las concepciones del
tratara del tiempo presente y de cosas consideradas por lo gene- cerebro macho; es unJeflejo de todas las gracias de la naturaleza
ral como insensatas? Es precisamente esa ligereza en el porte, condensadas en un solo ser; es el objeto de la admiración y de la

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curiosidad más viva que el cuadró de la vida puede ofrecer al este estudio, y de reivindicar el arte de la toilette contra las ineptas
contemplador. Es una especie de ídolo, tal vez algo estúpido calumnias con que lo han abrumado ciertos amantes muy sospe-
pero deslumbrante y encantador, que tiene a los destinos y a las chosos de la naturaleza,
voluntades pendientes de sus ojos. La mujer —digo yo ahora—
no es un animal cuyos miembros, correctamente ensamblados,
ofrecen un perfecto ejemplo de armonía; ni siquiera es el tipo
de belleza pura, tal como la puede soñar el escultor en sus más XI. ELOGIO DEL MAQUILLAJE
severas meditaciones. No, todo eso, en fin, no sería. suficiente
para explicar su misterioso y complejo hechizo, Tampoco nece- Hay una canción, tan sumamente trivial que apenas si es
sitamos recurrir aquí a Winckelmann y Rafael; y estoy seguro lícito mencionarla en un trabajo que tiene algunas pretensiones
de que G., pese a toda la magnitud de su inteligencia (sea ello de seriedad, pero que traduce muy bien, en un cierto estilo saine-
dicho sin ánimo de injuriarle), desdeñaría una pieza de la esta- tesco, la estética de la gente que no piensa, ¡La naturaleza em-
tuaria antigua si por ella hubiera de perder la ocasión de sabo- bellece a la belleza! Es de presumir que el poeta,' de haber po-
rear un retrato de Reynolds o de Lawrence. Todo cuanto adorna dido hablar .en francés, hubiese dicho: ¡La simplicidad embellece
a la mujer, todo lo que sirve para ilustrar su belleza, forma parte a la belleza! Lo cual equivale a enunciar ésta otra verdad, de
de ella misma; y los artistas que se han consagrado particular- una especie completamente inesperada: La nada* embellece a lo
mente al estudio de este ser enigmático, se apasionan tanto por que ya es.
todo el tnundus muliebris como por la propia mujer. La mujer La mayoría de los errores relativos a lo bello nacen de la
es sin duda una luz, una mirada, una invitación a la felicidad, falsa concepción del siglo xvill relativa a la moral. La naturaleza
una palabra a veces; pero es sobre todo una armonía general, no fue tomada en ese tiempo como base, fuente y arquetipo de todo
sólo en su porte y en el movimiento de sus miembros, sino tam- bien, así como de toda posibilidad de belleza. La negación del pe-
bién en las muselinas, las gasas, las dilatadas y tornasoladas nubes cado original tuvo mucho que ver con la ceguera general de esa
de telas con que se envuelve, y que son como los atributos y el época. No obstante, si nos limitamos a referirnos simplemente
pedestal de su divinidad; lo es también en los metales y los al hecho visible, a la experiencia de todas las edades y a la Ga-
minerales que serpentean alrededor de sus brazos y de su cuello, zette des Tribunaux, veremos que la naturaleza no ensefia ‘real-
brillando para aumentar el fuego de sus miradas, o susurrando mente nada, o casi nada, es decir que sólo constriñe al hombre
dulcemente a sus oídas. ¿Qué poeta se atrevería, en el momento a dormir, a beber, a comer y a protegerse, mejor o- peor, de las
de pintor el placer ocasionado por la aparición de una belleza, a hostilidades de la atmósfera. La naturaleza, por otra parte, es la
separar la mujer de su vestido? ¿Qué hombre es el que, en la que irripulsa al hombre a matar a sus semejantes, a comérselos,
calle, en el teatro o en el bosque, no ha gozado alguna vez de a secuestrados, a torturarlos; pues tan pronto como nos salimos
la forma más desinteresada de una toilette sabiamente compues- del otden,,,deJas necesidades y las privaciones para entrar en el
ta, y:no ha obtenido de ella una In—iaien inseparable de la belleza del lujo y los placeres, vemos que la naturaleza no puede acon-
del ser a quien pertenecía, haciendo así de ambos, de la mujer y del sejar más que el crimen. Esta infalible naturaleza es la que ha
vestido, una totalidad indivisible? Creo que ha llegado el momento creado el parricida y la antropofagia, y otras mil y una abomi-
de volver sobre ciertas cuestiones relativas a la moda y a los ador- naciones. que el pudor y la delicadeza nos impiden nombrar. La
nos, que no he hecho más que tratar somerarnente al comienzo de filosofía (me refiero a la buena) y la religión son las que nos

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ordenan alimentar u los progenitores pobres y enfermos. La na- afición a lo ideal que sobrenada en el cerebro humano por en-
turaleza (que no es otra cosa que la voz de nuestro interés) nos cima de todo cuanto de grosero, terrestre e inmundo, acumula la
manda aniquilarlos. Y ahora pasemos revista, analicemos todo lo vida natural en él, como si se tratara de una sublime deformación
que es natural, todos los actos y los deseos del hombre natural; de la naturaleza, o más bien como un intento permanente y suce-
se comprobará que no es posible encontrar nada más que repul- sivo de reformar la naturaleza. Se ha hecho observar también,
sión. Todo lo que es bello y noble es el resultado de la razón con sensatez (y sin descubrir la razón de ello), que todas las
y del cálculo. El crimen, la afición al cual le ha sido dada al modas son encantadoras, es decir, relativamente encantadoras,
animal humano en el vientre de su madre, es originariamente porque cada una de ellas constituye un esfuerzo nuevo, más
natural. Por el contrario, la virtud es artificial, sobrenatural, ya o menos afortunado, hacía lo bello, una aproximación hacia un
que en todos los tiempos y en todas las naciones han sido pre- ideal, cuyo deseo titila sin cesar en el espíritu humano no' satis-
cisos los dioses y los profetas para enseíbirsela a la humanidad fecho. Pero las modas no deben considerarse corno cosas muer-
animalizada, porque el hombre, por sí solo, hubiera sido impo- tas, si queremos degustarlas bien, pues eso sería lo mismo que
tente para descubrirla. El mal se hace sin esfuerzo, naturalmente, admirar los andrajos colgados, lánguidos e inertes como la piel
casi por fatalidad, mientras que el bien es siempre producto de de san Bartolomé, en el armario de un ropavejero. Hay que fi-
un arte. Todo esto que digo de la naturaleza como mala conse- gurárselas revitalizadas, vivificadas por las bellas mujeres que
jera en materia de moral, y de la razón como verdadera reden- las ostentan, pues solamente así se comprenderá su sentido y su
tora y reformadora, puede trasladarse al orden de lo bello. Y esto espíritu. Por lo tanto, si el aforismo todas las modas son encan-
me lleva también a considerar los adornos como uno de los sig- tadoras puede chocarnos por demasiado absoluto, digamos en cam-
nos de la primitiva nobleza del alma humana, Las razas que bio, con la seguridad de que no nos equivocaremos: todas fueron
nuestra civilización, entre confusa y pervertida, trata sin recato legítimamente encantadoras.
como salvajes, con un orgullo y una fatuidad completamente risi- La mujer está en su perfecto derecho, y hasta cumple una
bles, comprenden tan bien como el niño la elevada espiritualidad especie de deber con ello,.euando hace todo lo posible por pare-
de la toilette. El salvaje y el bebé, con su aspiración ingenua hacia cer mágica y sobrenatural; es preciso que asombre, que hechice,
lo brillante, hacia los plumajes multicolores y las telas tornasola- pues en tanto que ídolo debe dorarse para ser adorable. En con-
das, hacia la majestad superlativa de las formas artificiales, testi- secuencia, debe recurrir a todas las artes para obtener los& medios
monian su disgusto por lo real, y prueban así, a su manera, la inma- de elevarse por encima de la naturaleza, con objeto de subyugar
terialidad de su alma. lAy de aquel que, como Luis XV (que no fue mejor a los corazones e Impresionar a los espíritus. Importa
el producto de una verdadera civilización, sino de una regresión muy poco que la astucia y el artificio sean de todos conocidos,
hacia la barbarie), lleva su depravación hasta cl extremo de no si el éxito es evidente y el efecto siempre irresistible, En estas
saborear más que la simple naturaleza! * consideraciones el artista filósofo encontrará fácilmente la legitima-
La moda debe ser considerada, pues, como un síntoma de la ción de todas las prácticas empleadas en todos los tiempos por
los mujeres con el fin de consolidar y divinizar, por así decirlo,
su frágil belleza. La enumeración de las mismas sería inacaba-
* Es del dominio público que Madarne Dubarryt cuando deseaba no ble; pero, a fin ,de limitarnos a lo que nuestra época llama vul-
recibir al rey, se ponía colorete. Con esto bastaba, pues era como si le
cerrara su puerta: embelleciéndose -era como lograba ahuyentar a tan real garmente maquillaje, ¿quién no será capaz de comprender que
discípulo de la naturaleza. Ci Uso del polvo de arroz, tan neciamente anatematizado por los

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filósofos cándidos, tiene por objeto y por resultado hacer desapa- XII. MUJERES Y MUJERDELAS
recer de la tez todas las máculas que la naturaleza ha disemi-
nado injuriosamente en din, y crebzr así una unidad abstracta en Al imponerse G. la tarea de buscar y de explicar la belleza
el grano y el color de la piel, unidad ésta que, al igual que la en la modernidad, el artista llega a representar con gusto a unas
producida por los jubones, acerca inmediatamente el ser humano mujeres adornadas y embellecidas con todas las pompas artifi-
a la estatua, o sea a un ser divino y superior? En cuanto al negro ciales, cualquiera que sea su clase social, Por lo demás, en la
artificial que circunda los ojos, y al rojo que perfila la parte su- colección de sus obras, el igual que en el hormigueo de la vida
perior de la mejilla, aun cuando su uso tenga el mismo objeto, humana, las diferencias de casta y de raza se hacen evidentes en
es decir, la necesidad de superar a la naturaleza, su resultado es seguida a los ojos del espectador, sea mayor o menor el lujo
el más idóneo para satisfacer una necesidad totalmente opuestat con que las figuras nos son presentadas.
el rojo y el negro representan la vida, una vida sobrenatural y Unas veces son muchachas de la mejor sociedad que, bajo
excesiva; el marco negro hace a-la mirada más profunda y más la difusa claridad de una sala de espectáculos, recibiendo y de-
singular, pues le confie t.e al ojo una apariencia más concreta de volviendo la luz con sus ojos, con sus joyas, con sus blancos hom-
ventana abierta al infinito; el rojo que inflama el pómulo suele bros, aparecen en el palco que lds sirve de resplandeciente marco,
aumentar la claridad de la pupila, añadiendo así a un hermoso cual si fuesen retratos. Unas se muestran graves y serias, mien-
rostro femenino la misteriosa pasión de las sacerdotisas. tras que otras son rubias y vaporosas. Unas exhiben con aristo-
Por lo tanto, si se me ha comprendido bien, se deducirá de crática negligencia un seno precoz y otras muestran con candor
lo que antecede que la pintura del rostro no debe emplearse con un pecho núbil. Todas tienen, sin embargo, el abanico pegado
el propósito, vulgar e inconfesable, de imitar a la bella natura- a los labios y la mirada vaga o fija; todas son teatrales y solemnes
leza y de rivalizar con la juventud. Por lo demás, ya hemos obser- como el drama o la ópera que fingen escuchar.
vado que el artificio ni embellecía a la fealdad, ni podía servir En otros casos yernos elegantes familias que se pasean apaci-
\ a nadie que no fuese la belleza. Esto es algo que se comprende, blemente por las avenidas de los jardines públicos; las mujeres
porque ¿quién osaría asignarle al arte la estéril función de imitar se cuelgan con aire tranquilo del brazo de sus maridos, cuyo
a la naturaleza? El maquillaje no tiene por qué ocultarse, ni sólido y satisfecho aspecto revela una fortuna ya hecha, así como
evitar que se le adivine; por el contrario, puede exhibirse, si no con el orgullo que sienten de sí mismos. Aquí, la opulenta apariencia
afectación, sí al menos con una especie de candor. reemplaza a la sublime distinción. Chiquillas flacuchas, con am-
No me importa lo más mínimo que aquellos a quienes su plias faldas y que parecen mujercitas por sus gestos y su actitud,
pesada gravedad les impide buscar lo bello incluso en sus más juegan a la comba, al aro o a hacerse visitas al aire libre, con
minuciosas manifestaciones, se rían de mis reflexiones, ni tam- lo que remedan la comedia que representan sus padres.
poco que denuncien la pueril solemnidad de las mismas; desde Como emergiendo de un mundo inferior y orgullosas de apa-
aquí les advierto que su juicio austero no me afectará ni lo más recer por fin ,ante el sol de las candilejas, las muchachas de los
mínimo, por lo que me conformaré con invocar a los verda- pequeños teatros, delgadas y frágiles, adolescentes todavía, sa-
deros artistas, ast como a las mujeres que han recibido al nacer cuden sobre sus formas virginales y enfermizas absurdos disfra-
una chispa de ese fuego sagrado con el que desearían iluminarse ces que no son de ninguna época Y que hacen sus delicias.
por completo, A la puerta de un café, apoyado en los cristales iluminados
por delante y por detrás., se exhibe uno de esos imbéciles que

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deben su elegancia al sastre y su cabeza al peluquero. Junto a el salvajismo dentro de la civilización, ya que su belleza le viene
él, con los pies apoyados en el indispensable taburete, está sen- del Mal: es una belleza simpre desprovista de espiritualidad, pero
tada su querida, una gran bribona a quien no le falta casi nada barnizada a veces de una fatiga que parece melancolía. Y fija su
(ese casi nada lo es casi todo, porque es la distinción) para pa- mirada en el horizonte, al igual que hace el animal de presa el
recer una gran señora. Al igual que su lindo compañero, también mismo extravío, la misma distracción indolente e incluso, a veces,
ella tiene el hueco de su pequeña boca cámpletamente ocupado la misma fijeza de atención. Es el prototipo de la bohemia errante
por un desproporcionado cigarro. Se trata de dos seres que no en los confines de una sociedad regular. La trivialidad de su vida,
piensan. Ni siquiera podría asegurarse que miren a nada ni a que es una vida de astucia y de lucha, se abre paso fatalmente
nadie. Tal vez contemplen, cual Narcisos de la imbecilidad, a a través de su envoltura de lujo. En rigor, se le podrían apli-
la multitud que, como un río, les devuelve su propia imagen. En car estas palabras del inimitable maestro La Bruylre: «En algunas
realidad, existen mucho más para el placer del observador que para mujeres existe una grandeza artificial vinculada al movimiento
su propio placer. de los ojos, a un ademán de la cabeza o a la forma que tienen
He aquí ahora, abriendo sus galerías llenas de luz y de mo- de caminar, y que no ya más allá de eso.»
vimiento, esos Valentinos, esos Casinos, esos Prados (antafio Tí- Las consideraciones relativas a la cortesana, hasta cierto pun-
volis, 'dalias, Folies, Pafos), esos cafarnaúm donde la exuberan- to, pueden aplicarse a la actriz, porque también ésta es una cria-
cia de la juventud holgazana se da en franquía. En ellos, mu. tura de lujo, un objeto de placer público. Pero aquí, la conquista,
jeres que han exagerado la moda hasta alterar Su gracia y des- la presa, es de una naturaleza más noble, más espiritual. Se trata
truir su intención, barren fastuosamente los suelos de madera de obtener el favor general, no sólo por la pura belleza física,
con la cola de sus vestidos y la punta de sus chales; van y vie- sino asimismo por unos talentos de la más rara especie. Si en
nen, pasan y vuelven a pasar, abriendo sus ojos pasmados, como cierto sentido la actriz linda con la cortesana, en ot'io confina
hacen los animales, simulando que no Ten nada, pero examinán- con el poeta. No olvidemos que fuera de la belleza natural, y
dolo todo. hasta de la artificial, en -todos los seres hay un idiotismo de ofi-
Sobre un fondo de luz infernal o sobre un fondo de aurora do, una característica que puede traducirse físicamente en feal-
boreal, rojo, anaranjado, sulfuroso, rosa (el•rosa revela una idea dad... al mismo tiempo que en una especie de belleza profe-
de éxtasis dentro de la frivolidad), a veces violeta (color predi- sional.
lecto de las canonesas, .brasa que se extingue tras una cortina En esa inmensa galería que es la vida de Londres y la vida
azul), sobre esos fondos mágicos que imitan diversamente a las de París, podemos encontrarnos con los distintos tipos de la
luces de Bengala, destaca la imagen variada de la belleza equí- mujer errante y de la mujer rebelde en todas las etapas: ante todo
voca. Aquí majestuosa, allí ligera, ora' esbelto y hasta grácil, ora la mujer galante, en su primera flor, aspirando a las maneras
ciclópea; unas veces pequefia y chispeante, 'otras pesada y mo- patricias, orgullosa a la vez de su juventud y de su lujo, en
numental. Ella es quien ha inventado una elegancia provocadora el que se aplica y pone todo su genio, así como toda su alma,
y bárbara, aspirando con mayor o menor fortuna a la simpli- recogiendo delicadamente con dos dedos un holgado faldón de
cidad usual en un mundo mejor: se adelanta, se desliza, baila, raso, de seda o de terciopelo, que flota en torno suyo, y ade-
se mueve con su carga- de enaguas bordadas qte le sirve a la vez lantando su pie sutil, cuyo calzado excesivamente adornado bas-
de pedestal y de columpio, y clava su mirada en su sombrero, taría para denunciarla, si no lo hiciera ya el énfasis algo vivo
como un retrato lo hace en su marco. Ella es quien representa de toda su toilette. Luego, siguiendo el escalafón, descendemos has-

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ta esas esclavas confinadas en esos cuchitriles decorados a me- nifludo que le faltaba al respeto. Lo que hace preciosas estas
nudo como cafés; son desdichadas que, sujetas al amparo de la escenas, y las consagra, son los innumerables pensamientos que
tutela más avara, no poseen nada propio, ni siquiera el excén- las mismas originan, generalmente severos y negros. Pero si, por
trico adorno que sirve de condimento a su belleza. casualidad, alguien mal informado buscase en esas composiciones
Entre estas últimas, algunas, ejemplos de una fatuidad ino- de G., diseminadas un poco por doquier, la ocasión de satisfacer
cente y monstruosa; llevan reflejada en sus cabezas y en sus mira- una malsana curiosidad, le prevengo caritativamente que no en-
das, audazmente altivas, la evidente felicidad Uy por qué no?) contrará en ellas nada de cuanto puede excitar a una imaginación
de existir. A veces, sin buscarlas, encuentran poses de una auda- enferma. Encontrará únicamente el vicio inevitable; es decir, la
cia y de una nobleza que encantarían al estatuario más delicado, mirada del demonio emboscado en las tinieblas, o los hombros de
suponiendo que el estatuario moderno tuviese la valentía y el es- Mesalina refulgiendo bajo la gasa: únicamente el arte puro; es
píritu para recoger la nobleza dondequiera que se halle, incluso decir, la belleza particular del mal, lo bello contenido en lo horri-
en el fango; otras veces se muestran postradas en actitudes de ble. Por otra parte, y aunque sólo sea para repetirlo de pasada,
desesperado hastío, en medio de una indolencia de taberna, con diremos que la sensación general que emana de todo ese cafarnaúrn
un cinismo casi masculino, fumando cigarrillos para matar el contiene más tristeza que alegría. Lo que configura la belleza
tiempo, con la resignación del fatalismo oriental; las vemos ex- particular de estas imágenes es su fecundidad moral, pues están
puestas, abandonadas negligentemente sobre los canapés, con la preñadas de sugestiones, pero de sugestiones crueles y ásperas, que
falda curvada por detrás y por delante en un doble abanico, o apo- mi pluma, aunque acostumbrada a luchar contra las representa-
yadas en taburetes y sillas para no caerse, con expresiones tos- ciones plásticas, es muy posible que sólo haya traducido de forma
cas, tristes, estúpidas o extravagantes, con ojos vidriosos por el insuficiente,
aguardiente y frentes abombadas por la tozudez. Llegamos final-
mente al último peldaño de la espiral; a la foemina simplex del
satírico latino. Tan pronto vemos dibujarse, sobre el fondo de una
atmósfera en la que el alcohol y el tabaco han entremezclado sus XIII, Los CARRUAJES
vapores, su flacura inflamada por la tisis como sus redondeces
heredadas de la adiposidad, esa odiosa salud de la holgazanería. Es así como se prolongan, cortadas por incontables encrucijadas,
En medio de un caos brumoso y dorado, insospechado para las esas largas galerías de la high life y la low lite_ Emigremos por
castidades indigentes, se agitan y se convulsionan esas ninfas ma- unos instantes hacia un mundo, si no puro, sí al menos refinado;
cabras y esas muñecas vivientes, cuyo infantiles ojos irradian una respiremos perfumes, no más saludables quizá, pero sí más deli-
siniestra claridad; entre tanto, detrás de un mostrador colmado de cados. Ya he dicho que el pincel de G., lo mismo que el de
botellas de licores, se pavones una corpulenta arpía cuya cabeza, EuOne Lami, era maravillosamente apropiado para representar
ceñida por un sucio pañuelo que dibuja en la pared la sombra de las pompas del dandismo y la elegancia de la leonera.' Las acti-
sus satánicas puntas, hace pensar que todo lo que se consagra al tudes del rico le son familiares; con un ligero trazo de la plu-
Mal está condenado a llevar cuernos. ma, con una certeza que no falla jamás, sabe representar la con-
En verdad que no es con objeto de complacer al lector, ni
tampoco para escandalizado, por lo que he puesto ante sus ojos 6. Leonera: lugar Ve reunión de los leones, es decir, del tipo de hom-
semejantes imágenes; pues, en uno u otro caso, ello hubiese sig- bres a que se elude en la nota 5, pág. 109. (N. del T.)

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vicción de la mirada, del gesto y de la pose que, en los seres los espacios desgarrados de Crimea, ni de las riberas teatrales
privilegiados, es el resultado de la monotonía dentro de la felici- del Bósforo; aquí volvemos a encontrar esos paisajes familiares
dad. En esta serie particular de dibujos se reproducen bajo mil e íntimos que constituyen el adorno circular de una gran ciudad,
aspectos las incidencias •del deporte, de las carreras, de las cace- y a los que la luz arranca efectos que un artista verdaderamente
rías y de los paseos por los bosques, las ladies orgullosas y las romántico no puede nunca desdeñar,
frágiles mires, dirigiendo con mano firme a corceles de una pu- Otro mérito, que no será inútil señalar en este lugar, es su
reza de líneas realmente admirable, los cuales se nos antojan tan notable conocimiento del arnés y de la carrocería. G. dibuja y
coquetos, brillantes y caprichosos como las mismas mujeres. Por- pinta un carruaje, y toda clase de carruajes, con el mismo cuidado
que G. no sólo conoce al caballo en general, sino que se esfuerza e idéntica facilidad que un consumado pintor de marinas reproduce
también por expresar la belleza personal de los caballos. Unas, los - más diversos tipos de buques. Cada una de sus carrocerías es
veces se trata de estacionamientos y, por así decirlo, .de campa- perfectamente ortodoxa, pues todos los detalles están en su sitio,
mentos de carruajes desde los que, encaramados sobre los almoha- sin que haya que corregir nada. Cualquiera que sea la posición en
dones, sobre los ,-sientos o sobre las imperiales, jóvenes esbeltos que apetece o la velocidad a que corre, un carruaje, lo mismo
y mujeres emperifolladas con los trajes excéntricos que autoriza que un navío, recibe del movimiento una gracia misteriosa y
la temporada, asisten a alguna solemnidad hípica que discurre compleja muy difícil de reflejar. El placer que la mirada del
a lo lejos; otras veces es un jinete .que galopa graciosamente artista obtiene de ello procede, al parecer, de la serie de figuras
junto a una calesa descubierta, y su caballo pazece, por sus escar- geométricas que este objeto, tan complicado ya de por sí, bien
ceos, como si se esforzara eh saludar a su manera. El carruaje sea un navío o bien un carruaje, engendra sucesiva y rápidamente
transporta, a través de una avenida surcada por franjas de luz y en el espacio.
de sombra, a las bellezas que se inclinan hacia fuera como si Podemos apostar sin temor a perder que, dentro de pocos
viajaran en una barquilla, indolentes, para escuchar vagamente años, los dibujos de G. serán preciosos archivos de la vida civi-
las galanterías que llegan hasta sus oídos, o abandonarse con lizada. Los curiosos investigarán sus obras tanto como las de
pereza a la brisa del paseo. los Debucourt, los Moreau, los Saint-Aubhi, los Carie Vernet,
Las pieles o las muselinas revolotean en torno a sus cuellos los Lami, los Devéria, los Gavarni, y todos esos artistas exquisi-
y se desbordan como olas por encima de la portezuela. Los cria- tos, que no por haber pintado solamente lo familiar y lo bonito
dos permanecen rígidos y perpendiculares, inertes y parecidos *en- dejan de ser, a su manera, serios historiadores. Muchos de entre
tre sí; son, como siempre, la efigie monótona y sin relieve, pun- ellos han sacrificado incluso lo bello, y a veces han introducido
tual y disciplinada del servilismo: su característica es la de no en sus composiciones un estilo clásico que es ajeno al tema; mu-
tener ninguna en absoluto. Al fondo, el bosque verdea o enro- chos han limado voluntariamente las aristas, allanado las aspere-
jece, polvoroso o ensombrecido, según la hora y la estación. Sus zas de la vida y amortiguado esos fulgurantes esplendores, Pero
rincones se llenan de brumas otoñales, de sombras azuladas, de G., menos habilidoso que ellos, conserva sin embargo un mérito
destellos amarillos, de efluvlot rosados, o de tenues centelleos profundo y muy suyo: ha ejercido voluntariamente una función
que desmenuzan la oscuridad como a tablazos. que otros artistas desdeñaban y que le correspondía cumplir so-
Si las innumerables acuarelas relativas a la guerra de Oriente bre todo a un hombre de mundo; ha buscado por todas partes
no nos hubiesen demostrado el vigor de G. como paisajista, estas la belleza pasajera, fugaz, de la vida presente, el carácter de lo
otras serían més que suficientes, Pero aquí no se trata ya de que el lector nos ha permitido llamar la modernidad. Casi siem-
pre extraño, violento o excesivo, pero siempre poético, G, ha
122 sabido concentrar en sus dibujos el sabor amargo o embriagador
del vino de la Vida.

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