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Joseph Campbell, contra la perversión

de los mitos
2 noviembre, 2018 Sinforiano DigitalAutores editados, Internacional, Literatura

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Fascinante volumen de ensayos de uno de los más reconocidos expertos


en mitología, autor del clásico El héroe de las mil caras.

Para quien está conforme, sin pensarlo mucho, con la idea de que el mito
es una producción simbólica de la infancia de la humanidad y que nada
tiene para decir hoy, la lectura de La dimensión mítica es una experiencia
sobrecogedora. Las páginas de Joseph Campbell –en esta cuidada
edición– están destinadas a hacernos ver que en apariencia “el hombre
no puede mantenerse en el universo sin creer en alguna versión de ese
legado mítico”.

Al mismo tiempo que nos pasea por esa galería temible de imágenes,
números y respuestas del misterio de la vida y la muerte, del que somos
únicos poseedores, aventura valoraciones sobre el servicio que la actitud
de cada creencia hace a la comprensión de la vida humana. Interpreta los
problemas de nuestra propia cultura y conecta el impulso mítico con el
impulso artístico de una manera tan persuasiva que se llega al final de la
lectura de estos ensayos selectos con la cabeza llena de dudas y con la
boca abierta.

Por ejemplo, en la primera parte sostiene la persistente intención de


discutir la interpretación literal que las religiones instituidas
(principalmente las relacionadas con los mitos judeocristianos) han
hecho de los mitos como resultantes de un evento histórico puntual: en
lugar de comprender el mito como la versión poética de una realidad
psíquica, la idea de que Dios le habló a un pueblo en un momento de la
prehistoria y “transmitió un programa único para la totalidad de la raza
humana, el cual será administrado por los representantes de esa tradición
visionaria”, domina a las religiones de verdades reveladas una forma
peligrosa de interpretación de las tradiciones.

“Cada vez que un mito se interpreta literalmente se pervierte”, advierte


Campbell, y es probable que un pueblo guiado por una interpretación
semejante tenga la preferencia de transformar su propia vida y la de sus
vecinos “en un infierno en nombre de algún dios violento, en lugar de
aceptar agradecido la copiosa opulencia del mundo”.

Pero como decimos, el análisis de las tradiciones religiosas no solo sirve


para esclarecer líneas de tensión y conflictos históricos, sino también
para “sacar a luz problemas de esta extraña civilización nuestra”, en la
que conviven una tradición como la griega (que pone al hombre por
encima de los dioses) y la tradición de un dios despótico como Yahvé. Esa
convivencia conduce necesariamente a la neurosis: “Honramos los
valores humanistas de Grecia y Roma durante seis días a la semana y
luego, en el séptimo, durante una media hora más o menos confesamos
nuestra culpa ante un celoso dios del Levante. Después nos asombra que
tantos tengamos que recurrir al psicoanalista”.

La primera parte del libro, dedicada a la mitología y la historia, hace un


viaje profuso por algunas de las formas que asume la dimensión mítica en
distintas civilizaciones, llegando a conclusiones que oscilan entre la
descripción histórica (en sus variantes, las mitologías son señales
supranormales, “productos de un arte para gobierno de la naturaleza”,
que conjuran el “misterio terrible y fascinante” de la vida y la muerte y
permiten al niño transformarse en hombre) y una hipótesis a la que es
difícil adjetivar, una hipótesis acerca de la existencia de una sabiduría
liberada por la imaginación humana y que conecta al hombre con la
totalidad de lo existente: “¿En qué consiste, entonces, la sabiduría que
aprende quien destroza en su interior los temores que atan a los otros
miembros de su tribu a sus mezquinos ritos? ¿En qué consiste la
sabiduría que transmite la voz de Sila? (…) ‘lo que dice es: ¡No tengáis
miedo del universo!’”.

Joseph Campbell analiza, además, la obra del alemán Johann Jakob


Bachofen y el desarrollo de su concepción de la evolución histórica como
evolución espiritual (el paso de una comprensión femenina del universo a
una masculina, que tiene su momento clave en Roma y que permite
interpretar la aniquilación de Cartago como un choque de ideas
espirituales y no sólo como un conflicto económico y político) y termina
esta primera mitad con un extraordinario recorrido por las reapariciones
de la diosa madre en distintas culturas lejanas entre sí, pero que han
estado evidentemente conectadas.

Ese mito ancla en una serie de cálculos matemáticos que conectan las
estrellas con el cuerpo humano: la persistencia del número 432 y su
conversión en 9 y su presencia en todas estas culturas es asombrosa y
anuda las Eddas islandeses con los desarrollos pitagóricos, los cultos
sumerios, la obra de Dante y un etcétera inmenso, para llegar a una
conclusión hermosa que es hija del sentido del drama y la belleza de
Campbell: “En el pensamiento mítico, tanto metafórica como
históricamente, el Dios que está más allá de Dios es la Madre de Dios”.

La segunda parte del libro se titula “La mitología y las artes”, y reúne
ensayos atravesados por la idea del arte como una deriva contemporánea
de la producción simbólica que correspondió al mito en civilizaciones
anteriores. En estos ensayos Campbell vuelve con insistencia sobre una
intuición que recorre todo el volumen.

El ego, el apego a lo mundano, el temor a los guardianes del Edén, la


interferencia de lo que no está conectado con esa voz de todas las cosas,
son obstáculos que impiden el acceso a esa dimensión de sabiduría,
necesaria para que los ensueños del artista impacten en la imaginación
humana: “No es posible transitar los senderos del Bosque de las
aventuras hasta no superar a estos guardianes, y la manera de superarlos
es darse cuenta de que su aparente poder es una ilusión, producto del
ámbito restringido de la conciencia egocéntrica”.

Desde allí, Joseph Campbell (que en el medio se burla de la comprensión


–en su opinión, mediocre– que Freud tiene de los símbolos religiosos y
míticos, y por lo tanto del arte en general) piensa y utiliza las obras de
Joyce y Thomas Mann, recuperando la concepción joyceana de la
emoción estética como una experiencia extática, que conduce a la
celebración de todo lo que es, porque “la revelación del arte no es la ética
ni ningún juicio, sino un reconocimiento maravillado de la radiante
Forma de las formas que brilla en todas las cosas”.

La dimensión mítica, Joseph Campbell. Trad. Elena Marengo. El Hilo de


Ariadna, 430 págs.

Revista Ñ.
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campbell, mitologia, volumen

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