Sei sulla pagina 1di 8

Colección: H I S T O R I A A R G E N T I N A

I )uct t o r j o s é Carlos Chiaramonte LEANDRO LOSADA

Esta colección se propone poner al alcance de un público amplio, que exceda al


universitario pero que lo incluya, una serie de obras sobre los principales segmen-
tos en que se suele dividir el pasado argentino. Ellas abordarán sus temas en for-
ma cronológicamente completa, acercándose al presente lo más que lo permitan
las fuentes disponibles, de manera tal que, idealmente, el conjunto cubra la histo-
ria toda del país.

Para lograr ese objetivo de ser útil a la vez a los historiadores y al público no es-
pecializado, estas obras ofrecerán una síntesis actualizada del conocimiento sobre
su campo, así como, entre otros rasgos, prescindirán de la erudición c o m ú n a los
trabajos profesionales, incluyendo en cambio un ensayo bibliográfico destinado a
los lectores interesados en profundizar el tema. Pero, en esa perspectiva, tratarán
de evitar la ingenua aspiración a un conocimiento íntegro y definitivo del pasa-
do, dado que la historia, como toda disciplina, sólo nos ofrece un conjunto par-
cial del saber relativo a su objeto, así como una labor de incesante reconstrucción
de ese saber.
Historia de las élites
En un campo tan maltratado por prejuicios ideológicos de todo tipo como el de
la historia nacional, los autores seleccionados adoptarán un enfoque que se aleje
en la Argentina
de esas perspectivas deformes y refleje lo mejor de la historiografía respectiva,
guiados por el rigor intelectual al que debe aspirar todo historiador.

Desde la Conquista hasta el surgimiento


del peronismo

EDITORIAL SUDAMERICANA
B U E N O S AIRES
convertida en protagonista clave del escenario abierto en la década de tes, sin embargo, tuvieron sus límites. Por un lado, porque no hubo un re-
1930, no estuvo conducida n i integrada mayoritariamente por individuos emplazo de élites (la industrial por la terrateniente) sino la adición de nue-
de extracciones familiares acomodadas o tradicionales, y más importante vos protagonistas a otros ya establecidos (aunque en lenta declinación). E n
aún, que se posicionó como un actor con reivindicaciones e intereses pro- segundo lugar, a causa de que las familias terratenientes transfirieron d u -
pios. Otros argumentos, como el que v i o en los golpistas de treinta la ex- rante este p e r í o d o parte de sus activos del campo a la industria. Finalmen-
presión de los intereses de las compañías petroleras extranjeras estadou- te, y en relación con esto último, debido a que hacia fines de la década de
nidenses y británicas (para el cual las pertenencias sociales y económicas 1930 los sectores dominantes de la economía argentina tuvieron fronte-
de sus artífices reseñadas líneas arriba constituirían también un indicador ras sectoriales más imprecisas que en décadas anteriores (tanto porque sus
a favor) fueron discutidos, planteando que la intervención de las empre- intereses no se contrapusieron, como porque, según recién anticipamos,
sas foráneas, de haber existido, fue en todo caso marginal, pues las élites la movilidad de inversiones entre sectores fue significativa —en buena me-
políticas opositoras de provincias petroleras (de distintos signos políticos, dida, como reacción frente a la Gran Depresión—). Sí debe subrayarse,
como las conservadoras o la Mendoza lencinista) tuvieron motivos pro- con todo, que las raíces de la riqueza en la Argentina del amanecer de los
pios para enfrentarse a la estatización petrolera levantada porYrigoyen, años cuarenta se trasladaron de la economía rural hacia la urbana, un con-
pues suponía un avance del Estado Nacional sobre las autonomías provin- traste claramente nítido con la belle époque de preguerra, y un síntoma elo-
ciales al mismo tiempo que las privaba de una fuente de ingresos. cuente de las transformaciones suscitadas desde entonces.

Ahora bien, por otro lado está claro que las políticas implementadas en
los treinta fueron proclives a los intereses de las élites económicas: el Pac- 3.a. La élite terrateniente: una larga y sinuosa
to R o c a - R u n c i m a n o la sustitución de importaciones son los ejemplos pa- declinación
radigmáticos, sobre los que enseguida volveremos. C o n todo, sus resulta-
dos no supusieron una reinstalación de los círculos tradicionales y, más aún, E l período abierto por la Primera Guerra Mundial, visto en retrospec-
la ilegitimidad que deparó el camino político elegido en la década de 1930 tiva, inició un paulatino canto de cisne para la élite terrateniente pampea-
(una formalidad institucional sostenida en la proscripción del principal par- na que había dirigido las riendas de la economía hasta 1914. Esto fue así,
tido de masas, la U C R . y el fraude) culminó desacreditando a las élites eco- en última instancia, porque el contexto e c o n ó m i c o en el que había emer-
nómicas, tanto a los grupos industriales como a los sectores terratenientes, gido y brillado desapareció a partir de entonces. La economía multilate-
que se vieron favorecidos o al menos respaldados por él. ral y con eje en Gran Bretaña del largo siglo X I X dejó su lugar a otra,
durante los años de entreguerras, anunciada en la inmediata posguerra y
profundizada con la Gran Depresión, en las que el bilateralismo, la inter-
3. Las élites económicas vención estatal y el proteccionismo ganaron fuerza, y el polo e c o n ó m i c o
mundial se trasladó a los Estados Unidos, país que, a diferencia de la me-
A grandes rasgos, en los años de entreguerras el papel de la élite terra- trópoli anterior, no fue consumidor de los productos argentinos tradicio-
teniente pampeana como motor de la economía se desdibujó, paralela- nales de exportación. Los terratenientes, en consecuencia, tuvieron que
mente a que el peso de la industria, y, en concomitancia, el de la élite i n - lidiar con un escenario en el que la principal economía del mundo no
dustrial, a u m e n t ó . Estos reequilibrios tuvieron en alguna medida la forma c o m p r ó sus productos y en el que su principal comprador fue una eco-
de un recambio social, en tanto que la élite terrateniente estuvo integra- nomía en declinación. La situación fue más delicada aún porque el víncu-
da fundamentalmente por familias de la alta sociedad tradicional, mien- lo con los Estados Unidos resultó positivo para sectores de la economía
tras que en la industria predominaron hombres más nuevos. Los contras- que ganaron presencia y fuerza (concretamente el industrial). D e alguna

226 227
manera, en los años de entreguerras, el "bien c o m ú n " y el interés de los do a los frigoríficos, estuvieron mejor preparados que los criadores para
terratenientes (a diferencia de la etapa inmediatamente anterior) corrie- afrontar los ajustes de las empresas procesadoras (en ocasiones, incluso, es-
ron por caminos distintos, lo que hizo que, además de la declinación eco- tuvieron asociados con ellos — o cuanto menos, arreglaron ventas direc-
nómica, debieran afrontar un escenario en el que la defensa de sus inte- tas desde las estancias, sin pasar por el Mercado de Liniers—). A menudo,
reses se contrapuso en reiteradas ocasiones a los de amplios sectores de la la distinción entre criadores e invernadores se fundamentó en que las tie-
e c o n o m í a y de la sociedad, o pudieron salir adelante a través de medidas rras de cría y de engorde tuvieron distinta ubicación geográfica (las p r i -
políticas polémicas (y, además, de beneficios dudosos) todo lo cual agrie- meras, en la zona sudoccidental de la provincia de Buenos Aires, por ejem-
tó su prestigio y reconocimiento social. plo; las segundas, en tierras más aptas para forrajes de calidad y cercanas a
Las dificultades que de por sí trajo el escenario e c o n ó m i c o de entre- los mercados, como la zona norte bonaerense).También se ha postulado
guerras para los terratenientes se acentuaron por la configuración oligo- una contraposición más anclada en aspectos sociales, remarcando la aso-
pólica que tuvo en nuestro país la estructura de procesamiento y comer- ciación de los invernadores con los grandes terratenientes de la alta so-
cialización de carne. Ésta, desde comienzos del siglo X X , estuvo dominada ciedad tradicional, y a los criadores, con productores más modestos y de
por el capital extranjero: los frigoríficos, británicos y estadounidenses, he- orígenes sociales más "nuevos". Sin embargo, los contrastes se han sobre-
gemonizaron el procesamiento de la carne y entablaron acuerdos (salvo estimado. Por un lado, por una cuestión básica, que es que un mismo te-
en momentos puntuales de fuerte competencia) sobre los precios de c o m - rrateniente pudo tener tierras para cría y para engorde. E n segundo lugar,
pra del ganado a los productores y sobre la distribución del tonelaje en las diferencias sociales no fueron muy acentuadas. E n ambos grupos figu-
los barcos de carga. Las consecuencias de este panorama no se sintieron raron — y a menudo fueron sus referentes— apellidos de raíces tradicio-
en la belle époque de preguerra, sino en las décadas de 1920 y 1930. La car- nales y patricias: familias como Martínez de H o z o Pereda tuvieron tie-
ne enfriada, un producto que c o m e n z ó a producirse en 1907 (cuando el rras dedicadas a la cría, mientras que otras, por ejemplo Anchorena,
frigorífico norteamericano Swift introdujo esta técnica de elaboración) sobresalieron entre los invernadores. H u b o , desde ya, contraposiciones de
se convirtió en el principal producto vacuno de exportación en el p e r í o - intereses, derivados de funciones distintas en el proceso de producción
do de entreguerras. C o n todo, su destino fue básicamente un ú n i c o mer- (que, reiteremos, no excluyó que un mismo productor pudiera participar
cado, el británico (que llegó a consumir el 90% de la producción argen- en ambas). Pero las tensiones y el diferente margen de maniobra respon-
tina) cuya situación, como ya adelantamos, fue declinante en términos dieron más bien a la escala de los productores. L o cierto es que las ten-
generales a lo largo de este período, o cuanto menos, de acceso más difí- siones entre grandes propietarios y pequeños y medianos productores y
cil que en la preguerra a raíz del avance del proteccionismo y del abaste- terratenientes (a menudo volcados a la cría) se acentuaron en los difíciles
cimiento desde los dominios imperiales. E n consecuencia, los precios os- años de entreguerras, llegando a tener expresión corporativa, como lo
cilaron fuertemente, y los ajustes que los frigoríficos traspasaron a los muestra la creación por parte de estos últimos de C A R B A P para diferen-
productores de ganado en las circunstancias más desfavorables, se sintie- ciarse de la Sociedad R u r a l , en los años 30 controlada por y referenciada
ron y no fueron infrecuentes. ya con los más grandes terratenientes (como q u e d ó claro en el Debate de
Ahora bien, el impacto y la capacidad de absorción de estos ajustes las Carnes de 1935, en el cual las acusaciones contra la Sociedad Rural
fueron desiguales entre los productores. Convencionalmente se ha hecho pudieron escindirse de una más amplia hacia el conjunto de los produc-
referencia al clivaje entre criadores e invernadores. Los criadores eran jus- tores ganaderos).
tamente los que criaban el ganado durante sus primeros meses, y los i n - Por lo tanto, sin olvidar que es forzado pensar en criadores e inverna-
vernadores, los que lo engordaban antes de su traslado para la matanza. dores como categorías absolutamente escindidas o mutuamente exclu-
Por ello, estos últimos, que eran finalmente quienes les vendían el gana- yentes, es nítido que en la Argentina de entreguerras las líneas de división

228 229
consecuencias positivas que a menudo se han señalado para los ingresos
en el interior de los terratenientes pampeanos fueron mayores, y su soli-
de los más grandes ganaderos dedicados a la exportación de carnes a In-
dez como actor colectivo, menor, que en los años de preguerra. Por otro
glaterra. Esto fue el corolario de la crisis en la que se encontraba la eco-
lado, su éxito político fue oscilante. Durante los años radicales, las presio-
nomía británica para los años treinta, que impidió que sus compras recu-
nes por la regulación del mercado de carnes, en 1922 movilizada por una
peraran los niveles que habían alcanzado en el pasado. A u n cuando, de
conducción de la Sociedad R u r a l más cercana a los pequeños producto-
manera similar a crisis anteriores del sector, los márgenes de maniobra d i -
res y en 1926 por los grandes ganaderos, no tuvieron éxito: la ley sancio-
firieron en el interior de los terratenientes para aprovechar la ya reduci-
nada en 1923 fue derogada ese mismo año por Alvear y en 1926 los nue-
da participación en el mercado británico establecida por el Pacto, los re-
vos reclamos tampoco tuvieron efecto. E n 1929, a su turno, el Tratado D '
sultados lejos estuvieron de ser fructíferos. Se ha calculado que los
Abernon concertado por el gobierno deYrigoyen no tuvo sanción legis-
beneficios de los grandes ganaderos pasaron de un 9% anual en la segun-
lativa.
da mitad de la década de 1920 a un 2% entre 1931 y 1934. Esta situación
E l panorama cambió a partir de 1930. Durante la gestión de Agustín
muestra algo más global: la crisis de la orientación agroexportadora para
Justo se implementaron políticas favorables a sus demandas, siendo la más
garantizar el crecimiento de la economía argentina en la década de 1930.
conocida — y controvertida— el Pacto R o c a - R u n c i m a n (otras fueron la
"ley de Carnes" de 1933 y la creación de la Junta Nacional de Carnes).
Hay quienes vieron en el acuerdo comercial la más clara expresión de la 3.b. La. élite industrial: la maduración de un actor
complicidad del gobierno con la élite terrateniente o en un sentido dis- con nueva fisonomía
tinto aunque igualmente crítico, una muestra de la tenacidad por mante-
ner una relación económica con Inglaterra cuando ésta poco tenía ya para La industria fue el principal sector detrás del crecimiento e c o n ó m i c o
ofrecer. E n sentido contrario, otras interpretaciones postularon que el Pac- de los años de entreguerras, por la acción de distintos factores: el parque
to no fue descabellado, en tanto buscó reactivar el sector externo de la industrial ya instalado en la década del veinte (al que se sumaron nuevas
economía, y facilitó cierto acceso al crédito, aunque los beneficios obte- inversiones en la segunda mitad de los treinta); una política oficial en los
nidos por Inglaterra (como las rebajas arancelarias para sus productos y la años 30 que, interesada ante todo en la recuperación de los ingresos fis-
disponibilidad de las libras obtenidas en el comercio con la Argentina a cales, facilitó el crecimiento industrial (a través del aumento de aranceles
pesar del control de cambios impuesto por el gobierno) fueron mayores a la importación y de la devaluación de la moneda); y de un contexto de
a las concesiones logradas por nuestro país. Concretamente en lo referi- crisis internacional que volvió difícil el abastecimiento externo.

do a la participación en el mercado de carnes, la cuota se fijó en base a las E n este escenario, por lo tanto, la élite industrial ganó consistencia y
compras inglesas de 1932, que estuvieron por debajo del nivel predomi- fuerza como actor colectivo, teniendo, además, una relación fluctuante
nante en los años 1920. E n relación con esto, el Pacto R o c a - R u n c i m a n con la élite terrateniente. E n el capítulo 3 hemos visto que durante la é p o -
no licuó los motivos de descontento de la élite terrateniente. Las deman- ca dorada de la Argentina agroexportadora ya había emergido una i m -
das por una intervención estatal contra el pool frigorífico se mantuvieron portante actividad industrial, decididamente agroindustrial en algunos ca-
y, más aún, algunas de las argumentaciones críticas más conocidas contra sos (el azúcar en T u c u m á n o el vino en Mendoza, por ejemplo) o como

el acuerdo comercial provinieron de individuos vinculados al sector ga- eslabonamientos hacia atrás o hacia delante de la producción primaria de

nadero, sugestivamente a los pequeños o medianos productores volcados exportación, como la producción de alimentos y bebidas, todas las cua-
les, a pesar de tener su principal destino en el mercado interno, no nece-
a la cría (como los hermanos Irazusta en su La Argentina y el imperialismo
sariamente tuvieron posicionamientos coincidentes. E n el período de en-
británico).
treguerras el sector industrial, decíamos, ganó dinamismo y fuerza sectorial,
L o más importante es que el Pacto Roca-Runciman tampoco tuvo las

231
230
aunque también c a m b i ó de características, como consecuencia del au- constituido alrededor del Banco de Italia y del R í o de la Plata, y más es-
mento de las inversiones extranjeras directas y del cambio en la organi- pecíficamente, a la C o m p a ñ í a General de Fósforos, vinculada al Grupo
zación de las empresas, la cual, en términos generales, y en consonancia Devoto. E l Grupo Fabril (o Fabril Financiera) surgió de la diversificación
con el desarrollo del sector, pasó del predominio de la firma individual al de inversiones industriales iniciada desde la Com pañí a General de Fósfo-
grupo e c o n ó m i c o o empresarial. ros, en especial hacia la industria papelera, a mediados de la década de
La c o n d u c c i ó n de la U I A refleja bien estas mutaciones. Hasta 1930 en 1920. Agreguemos el caso del grupo Bemberg, que para entonces tam-
su composición predominaron italianos o descendientes de italianos, los bién consolidó su perfil industrial mediante procesos de integración ver-
cuales, significativamente, sobresalieron en la pe que ña y mediana empre- tical (sobre todo hacia el transporte y la distribución) y horizontal (orien-
sa manufacturera, individual o familiar. Las grandes empresas se nuclea- tada a absorber competidores dentro del sector cervecero).
ron en esos años en otras entidades, como la Asociación del Trabajo o la E l desarrollo del sector industrial no sólo tuvo sus raíces en empresas
Confederación Argentina de la Industria, el Comercio y la Producción iniciadas por inmigrantes que hubieran ascendido desde actividades de
( C A C I P ) que, si bien no fue una c o r p o r a c i ó n estrictamente industrial tipo artesanal (el citado Pini, por ejemplo, fabricante de licores); que se
(más que nada, reunió a empresas y grupos económicos vinculados a la hubieran acercado a la industria desde actividades comerciales o financie-
producción primaria y a la exportación) incluyó firmas industriales loca- ras (el caso de los Devoto — t a m b i é n los Demarchi o los Bemberg—); o
les y extranjeras, sobre todo inglesas y norteamericanas. A partir de la d é - por empresarios ya experimentados que se radicaron en nuestro país (el
cada del veinte, el predominio italiano en la U I A declinó, aunque no se caso de Gaetano Dellachá, propietario de la fábrica de sombreros más i m -
opacó, y sus directivos reflejaron los cambios en el sector industrial. Pre- portante de comienzos de siglo X X ) . A ello hay que sumarle un proceso
sidentes de la U I A de los años 1920 como Alfredo Demarchi, Hermene- que adquirió importancia desde la conclusión de la Primera Guerra M u n -
gildo Pini o Luis María Palma eran de origen italiano pero no ya italia- dial: la inversión directa de capitales extranjeros y, en consecuencia, la ra-
nos, al mismo tiempo que tuvieron activos e inversiones que trascendieron dicación de filiales de empresas foráneas. Aquí el aporte italiano también
el sector industrial (propiedades de tierras, colocaciones en el sector fi- fue destacado (Pirelli se estableció en 1917; Cinzano, en 1922; Fiat, en
nanciero, emprendimientos comerciales).En cambio,sucesores como Luis 1923) pero sin dudas el protagonismo fue, a parür de la década del vein-
Colombo, también hijo de italianos, tuvo un perfil ya más netamente i n - te, y en consonancia con los vientos de cambio en la economía mundial,
dustrial (fue miembro del directorio de las bodegas Tomba). A su modo, norteamericano: en esos años se instalaron firmas como Chrysler, Gene-
estos cambios en los perfiles de los dirigentes de la U I A ilustran la con- ral Motors, I B M , R C A V í c t o r , Goodyear y Colgate Palmolive. E n los trein-
solidación de un sector industrial propiamente dicho. ta, Philco, Firestone, Johnson & Johnson, Ponds, entre otras.
Algo similar se observa al prestar atención a los principales grupos i n - E l origen de importantes empresas industriales en vertiginosas trayec-
dustriales. Los grandes grupos económicos de fines del siglo X I X y co- torias inmigratorias no desapareció, si bien fue algo excepcional más que
mienzos del X X que invirtieron en la industria lo hicieron desde oríge- frecuente, en sintonía con una Argentina que vio reacomodar los ritmos
nes mercantiles y financieros, en sintonía con un desarrollo industrial y los alcances de la movilidad social. E l ejemplo paradigmático aquí es el
incipiente, siendo el Grupo Tornquist ejemplar al respecto. E n la Argen- deTorcuato D i Telia, fundador del Grupo S I A M D i Telia (otro exponen-
tina posterior a la Primera Guerra Mundial, en cambio, los grupos diver- te de los grupos diversificados con lógica industrial de los que hablába-
sificados en base a una lógica financiera atenuaron estas características, o mos más arriba). DiTella, con apenas 18 años, fundó en 1910, con dos so-
empezaron a convivir con otros grupos, también diversificados, pero con cios, un taller para fabricar máquinas de amasar pan: la Sociedad Industrial
una lógica ya más propiamente industrial. Aquí un ejemplo notable es el de Amasadoras Mecánicas (SIAM). Desde allí, y una vez convertida en so-
Grupo Fabril, cuyos orígenes se remontaban a un núcleo de inversores ciedad a n ó n i m a en 1927, diversificó sus iniciativas encarando la produc-

232 233
la balanza se inclinó por el bilateralismo con Gran Bretaña. Sin embargo,
ción de surtidores de nafta, equipos de ablandamiento de agua y helade-
ras para uso doméstico, ya en los años 1930 (iniciativas, todas, en conso- el temor que esto generó en la élite industrial (con su punto culminante

nancia con el ritmo de los tiempos: D i Telia estableció acuerdos por pa- en la firma del Pacto Roca-Runciman) se disipó rápidamente cuando la

tentes, asesoramiento o equipamiento con empresas norteamericanas). E l misma coyuntura económica (básicamente, la crisis de la economía ingle-
caso de D i Telia es una muestra ilustrativa de la dinamicidad del sector i n - sa) puso un freno en sí mismo al bilateralismo con Inglaterra.Además, esta
dustrial y de que por ello fue éste, antes que el rural, aquel que mayores medida fue sólo una entre otras de las decisiones económicas de los go-
posibilidades ofreció para labrar trayectorias exitosas en la menos eferves- biernos de la década de 1930. Junto a ella se desplegó una política que,
cente Argentina de entreguerras. E n buena medida fue así por los distin- precisamente por la crisis del sector externo, alentó el desarrollo indus-
tos desarrollos relativos de la industria y del sector primario. La industria, trial y en consecuencia favoreció el fortalecimiento de la élite respectiva.
a diferencia del sector rural, dio lugar a los pioneros por la mejor coyun- Más a ú n , los gobiernos de la Concordancia culminaron auspiciando (a
tura que atravesó en las décadas de 1920 y 1930 pero quizá más aún por pesar del fracaso en el que finalmente cayó) una orientación para la eco-
ser un sector en desarrollo y en proceso de consolidación (algo que la nomía argentina inclinada más hacia los Estados Unidos que hacia Ingla-
economía rural había atravesado en la belle époque de preguerra). terra (el llamado Plan Pinedo de 1940). C o m o ya adelantamos líneas arri-
ba, las élites políticas de la década del 30 diseñaron políticas en sintonía
con las aspiraciones del conjunto de las élites económicas (no sólo ni prin-
3.c. La relación entre las élites terrateniente e industrial:
cipalmente de la terrateniente).
tensiones en los 20, acercamientos en los 30
L o cierto es que las relaciones entre los sectores propietarios durante
los años treinta, por la acción de las políticas oficiales pero quizá más aún
Durante la Argentina agroexportadora de la belle époque de preguerra,
por la coyuntura económica abierta con la Gran Depresión, fueron más
como vimos en el capítulo 3, las relaciones entre terratenientes e indus-
distendidas en comparación con la década anterior. L a protección de la
triales habían sido armónicas, o de manera más precisa, sus intereses no
exportación de materias primas y el desarrollo de la industria sustitutiva
habían tenido tensiones importantes, dado el consenso general sobre las
volcada al mercado interno se articularon virtuosamente.
bondades de la orientación primaria exportadora, la certeza de los indus-
Esta articulación armoniosa, con todo, se dio sobre un cambio de la
triales de que su prosperidad dependía de ella, y una política oficial que,
importancia relativa de los sectores de la economía, y en concomitancia,
delineada alrededor de un "proteccionismo racional", había sabido con-
de sus élites. Fue la industria, y no el sector primario, el motor de la eco-
jugar exitosamente los intereses de industriales y exportadores. E n los años
nomía argentina de los treinta (aun cuando este último siguiera siendo
de entreguerras, en términos generales, las tensiones recrudecieron d u -
rante los veinte y se distendieron en los treinta. clave como proveedor de divisas). Las políticas oficiales a favor de la élite
terrateniente, lo hemos mostrado, no lograron que ésta recuperara su n i -
Finalizando la década de 1920, y a pesar del descontento compartido
vel de ingresos de la década del veinte (que ya habían menguado con re-
con la U C R sobre todo por su política de aumento del gasto público, la
lación a los de preguerra). U n a de las manifestaciones más claras del cam-
posición cada vez más claramente pro británica y anti norteamericana de
bio de escenario lo constituyen las quiebras o, cuanto menos, el deterioro
la Sociedad R u r a l (derivada de la imposibilidad de colocar las exporta-
patrimonial que sufrieron en la década del treinta algunas ramas de ape-
ciones agropecuarias en Estados Unidos) enfrentó la oposición de la U n i ó n
llidos paradigmáticos de la élite terrateniente, como M a r t í n e z de H o z ,
Industrial, debido a los estrechos vínculos que, en general, mantuvieron
Ramos Mexía, Luro o Gibson. D e igual modo, muchas de estas familias
los industriales con los capitales norteamericanos (fuera por financiamien-
to, abastecimiento o asesoramiento en la organización empresarial). se vieron forzadas a vender las lujosas mansiones edificadas en la belle épo-
que de preguerra o en los años veinte. Por ejemplo, los Bosch Alvear ven-
E n la década del treinta la situación cambió. E n un primer momento,

235
234
dieron en 1929 su palacio, la actual embajada norteamericana; en 1935, primeros puestos). E l cambio más importante estuvo ligado al ocaso del
el Palacio Anchorena fue adquirido por el Ministerio de Relaciones E x - sector e c o n ó m i c o en el que los miembros de la alta sociedad tradicional
teriores y el de la familia Paz, tamb ién en Plaza San Martín, por el C í r c u - habían preponderado (que, desde ya, estuvo acompañado por el de algu-
lo M i l i t a r ; en 1937, el gobierno c o m p r ó el palacio Errázuriz Alvear, que no de sus artífices) más que a un absoluto descenso o declive e c o n ó m i c o
pasó a ser la sede del Museo de A r t e Decorativo. Otra manifestación, del conjunto de su universo social.
más significativa en l o tocante a los aspectos estrictamente e c o n ó m i c o s , O t r o cambio significativo es que las nuevas fortunas argentinas se edi-
fue la reorientación de inversiones de la e c o n o m í a rural a la urbana, y ficaron no sólo al margen del sector rural sino también de la propia alta
en ella, al sector industrial.Ya en los años 1920, por ejemplo, la familia sociedad tradicional como grupo social. D e alguna manera, en sintonía
Pereyra Iraola había invertido en la industria cementera. E n los 30, los
con el descenso relativo de la importancia del sector de la economía que
Kavanagh lo hicieron en la construcción (baste como ejemplo el famo-
había controlado, declinó también su relevancia social como grupo al que
so edificio de departamentos que lleva su nombre); los Luro en la i n -
había que pertenecer para edificar trayectorias exitosas. Torcuato D i Telia
dustria de alimentos; los Herrera Vegas y los Alzaga en la industria edi-
(acudiendo nuevamente a un ejemplo que, por lo extraordinario, es ilus-
torial y la radiofonía; los Pereda, en la industria química, por mencionar
trativo) no sólo construyó su fortuna fuera del sector rural, sino también
algunos ejemplos.
sin necesidad de pertenecer socialmente a las familias tradicionales gra-
Estos desplazamientos han llevado a plantear que hacia fines de la d é - cias a enlaces matrimoniales.
cada del treinta en la Argentina es quizás adecuado pensar una élite eco- D e todos modos, la pérdida de importancia de este círculo social no
nómica en singular, debido a que las diferencias sectoriales se atenuaron fue total. C o m o se ha señalado agudamente, el estilo de vida rural que ha-
en comparación con décadas anteriores. C o n todo, de igual modo se ha bían labrado los grandes terratenientes siguió siendo una referencia cen-
subrayado que lo anterior se superpuso con otro cambio significativo: el tral en las formas simbólicas de exponer la riqueza. Así, el propio Torcua-
hecho de que las bases de la riqueza ya no se edificaron para entonces en to D i Telia (y otros industriales de éxito, como Francisco Suárez, el
la e c o n o m í a rural sino en la urbana. Así se advierte tanto en la reorienta- fabricante del analgésico Geniol) manifestaron su riqueza a través de c o n -
ción de inversiones de los terratenientes como en la imagen que surge de sumos de status como las casas de campo o los caballos de carrera. E l m u n -
distintos registros, como el de 1942 sobre los mayores contribuyentes, de do de la alta sociedad tradicional, y de su núcleo más representativo, si-
los cuales sólo dieciséis obtenían su principal ingreso del sector rural. E n g u i ó siendo gravitante, entonces, en la dimensión sociocultural. H u b o un
consecuencia, en el ocaso de los años treinta y el comienzo de los cua- ocaso más marcado en lo e c o n ó m i c o y más atenuado en lo sociocultural,
renta, la élite terrateniente, y en un plano más general, el sector primario, que de todos modos significó una pérdida de importancia notoria con re-
dejaron de ser los actores más dinámicos de la economía argentina. lación al papel que la élite terrateniente, y en un sentido más amplio, la
Valen aquí algunas precisiones de importancia. Por un lado, el cambio alta sociedad tradicional de la que aquella formaba parte, habían detenta-
en el perfil de la élite económica estuvo a c o m p a ñ a d o de cierto recambio do hasta la Primera Guerra M u n d i a l o incluso los años 20.
social (básicamente por lo ya señalado en líneas anteriores: el origen i n - N o hay que olvidar, por l o demás, que la imagen de los grandes terra-
migratorio o extranjero que preponderantemente tuvieron las principa- tenientes, si mantuvo su lugar de referencialidad entre los nuevos ricos,
les empresas industriales de la Argentina de entonces) pero esto no supu- perdió prestigio en el conjunto más amplio de la sociedad. Hacia fines de
so u n reemplazo absoluto. Algunas familias tradicionales, que habían los treinta, y en buena medida por la complicidad del conjunto de las éli-
brillado en el sector primario, lograron adaptarse exitosamente al cambio tes económicas con los gobiernos ilegítimos de ese decenio, el humor so-
de circunstancias. E n otras palabras, apellidos patricios siguieron figuran- cial hacia los ricos se agrietó (en un contexto, vale recordar, de dificulta-
do entre los más ricos de la Argentina (aunque no necesariamente en sus des y carestías para una proporción mayoritaria de la población). E l desgaste

236 237
y el desprestigio fueron quizá más acentuados en el caso concreto de los te-
rratenientes, pues sus raíces se hundían más allá de la década del treinta.
E n verdad, los derroteros seguidos por los grandes propietarios de tie-
rras para afrontar las dificultades de la Argentina de entreguerras colabo-
raron para deteriorar su imagen. Los problemas de la ganadería, ya en la
década del veinte, llevaron a una reorientación productiva hacia la agricul-
tura (que explica que las principales exportaciones de ese entonces hayan
sido de granos y no de carnes). Esto transformó a los grandes propietarios
en rentistas, en tanto la producción agrícola estuvo en manos de agricul-
tores arrendatarios (la multiplicación de la pequeña y mediana producción
agrícola no implicó la de la pequeña y mediana propiedad; por el contra-
rio, la concentración de la tierra perduró entre 1920 y 1940). La suba de
los arrendamientos, primero como reflejo del aumento de la renta de la
tierra en los años veinte y ya en los treinta, como respuesta a la crisis, lle-
v ó a que avanzada esta última década, la imagen de los terratenientes como
parásitos rentistas y la condena de la gran propiedad se extendieran, dejan-
do en el olvido el perfil del terrateniente como empresario innovador y
arriesgado, característico de la Argentina del novecientos. Es revelador que
a fines de los años 1930, el entonces presidente de la Sociedad Rural, A d o l -
fo Bioy, comenzara alguna de sus alocuciones públicas afirmando que "la
estancia no fue jamás un feudo que encerrara a un señor ocioso embria-
gándose en el trabajo de sus siervos", pues es en realidad una prueba su-
gestiva de lo arraigados que estaban retratos semejantes para entonces. Por
lo demás, no es descabellado pensar que el desprestigio se extendió no sólo
a los ricos en general sino también al círculo social del que preponderan-
temente provenían los terratenientes, las familias tradicionales argentinas.
D e este modo, el terreno estaba sembrado para explotar políticamente un
humor social que el peronismo vino pocos años después a concretar.

238

Potrebbero piacerti anche