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La constatación de esas formas del estar no fueron una completa sorpresa, pero es
notable la persistencia, tanto en alumnos como en docentes, de la tendencia a actuar
regidos por suposiciones que ilusionan seguridad ante la incertidumbre y perplejidad
que despiertan el contacto y la comprobación de que en verdad no hay piso sólido en el
que pararse.
Para conceptualizar estos modos de estar, hemos utilizado durante un tiempo la
proposición de Ignacio Lewkowicz del "galpón”. Hoy presentamos una revisión de cierto
uso dominante de ese operador de pensamiento.
La nominación “galpón” vino a describir y denunciar el desacople entre las suposiciones
docentes acerca de las habilidades esperadas para habitar un aula y lo que se presenta
actualmente como lógica subjetiva dominante, caracterizada en su momento como
“massmediática”. Es probable que en el "galpón" haya desvinculación, dispersión e
incluso estupidez, pero no necesariamente pura indiferencia, desimplicación y
recorridos de uso solamente oportunistas.
El contacto con las tesis de lo que R. Esposito llama el “paradigma de inmunización” nos
está permitiendo tener un acceso más inteligente -y más operativo- a esta modulación
actual de la subjetividad, en el marco de una concepción de la biopolítica que retoma,
prolonga y modifica las tesis de Michel Foucault.
Desde la suposición de la existencia natural de una comunidad, los miembros de tal
comunidad están vinculados por el deber de restituir el munus, que los define en tanto
tales. Si el munus es encargo, obligación, deber, se puede definir como inmune a quien
no tiene a su cargo ninguna obligación. "La inmunidad interrumpe el circuito social de la
donación recíproca al que remite el significado más originario y comprometido de la
communitas” . Inmune es, entonces quien está dispensado de cargos, que otros deben
llevar sobre sí; la inmunidad es también un privilegio, la excepción a una regla que en
cambio siguen todos los demás; el inmune es una suerte de ingrato opuesto al munífico,
al agradecido y generoso en la reciprocidad de los dones.
La tesis que manejamos es que nuestra efectuación del abatimiento del poder soberano,
en este caso respecto del lugar docente y la transferencia al saber, desencadena tal
extrema intensificación de la protección de inmunización, y su consecuencia fatal: la
retracción, el silencio y una extendida restricción a las interacciones.
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sus amenazas: lo que se teme entonces es la pérdida violenta de los límites que
confiriendo identidad aseguran la subsistencia.
La individualidad es la modalidad conservativa de la vida tanto como la comunidad es la
modalidad de la existencia vital, de la vida como pura existencia. Conexión entre
comunidad y existencia, existencia como modalidad especifica de lo común.
Coexistencia como común coexistir.
- Si la communitas es el negativo de la immunitas, entonces LO INMUNE: es algo que
irrumpe el circuito social de donación recíproca. Si los miembros de la comunidad están
obligados a restituir el munus que los define en cuanto tales, es inmune quien,
desligándose se pone fuera de ella. Destaca su carácter antisocial, anticomunitario.
Lo inmune es una Respuesta de protección ante un peligro que se presenta como
intrusión. El lugar donde se sitúa la amenaza es invariado, está en la frontera entre el
interior y lo exterior; lo propio y lo extraño, lo individual y lo común. Alguien o algo
penetran en un cuerpo – individual o colectivo- y lo altera, lo transforma, lo corrompe.
Aparte de privativo es un concepto comparativo. Se llama inmune a quien no cumple
con ningún deber, ya sea estatal o societario; quien esta dispensado de esos deberes
societarios que son comunes a todos. La inmunidad es una condición de particularidad,
siempre es propia, y por ende, no común. La inmunidad PRESUPONE la existencia del
mal que debe enfrentar.
Conservativo de la vida porque la conserva en el interior de un orden que excluye su
libre desarrollo, porque la retiene en una situación supuesta, por una anticipación se
instala lo TRASCENDENTE: Se inmuniza el devenir: haciendo de él un ESTADO, UN DATO,
UN DEVENIDO.
Esposito cita un pasaje de Rousseau: “aquel que a fuerza de concentrase dentro de sí,
llega a no amar más que a sí mismo; ya no siente, ya no vive, está ya muerto”, y continua
-precisamente porque está concentrado en el esfuerzo de autoconservación para vivir
más, termina por vivir menos, incluso por no vivir en absoluto, dado que el tiempo
empleado en conservar la vida se pierde para su utilización, debe sustraerse. Su vida
transcurre insensiblemente, fuera de ese sentir común que es la existencia.-
Ante tal exposición enfatizo dos puntuaciones:
1 – La sustracción como aparente desconexión con los otros, es una de sus
manifestaciones posibles; y no por ello la única:
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Pero acaso las mutaciones no se produzcan a través de instantes cortos, sino que
acarreen un extenso proceso de pensamiento. La puntuación viene al caso, puesto que
sostengo que esa mutación está produciéndose. La presente colaboración pretende
inscribirse en un agenciamiento de enunciación necesariamente colectivo.
Cabe tomar en cuenta que lo nuevo en este esquema es lo actual, lo que vamos siendo;
entonces cabe distinguir lo que (ya no) somos y lo que estamos siendo. Lo actual es lo
otro con lo cual ya no coincidimos. Si tomamos el esquema de los regímenes de
gubernamentalidad, y enfocamos el paisaje contemporáneo de subjetivaciones, lo
disciplinario es la historia de lo que poco a poco dejamos de ser, mientras vamos siendo
en disposiciones de control abierto y continuo, lo que es un claro ejemplo de las
variaciones continuas de las subjetivaciones en los dispositivos que las producen.
Desde el seno mismo del Psicoanálisis de los grupos surge la proposición de la función
interpretante que circula es propiedad de cualquiera que capte y enuncie algo de la
fantasmática en juego. Ya Enrique Pichon Rivière con sus nociones de portavoz y chivo
había arrimado a esta cuestión. Otra proposición que jugó en esto provino una vez más
de la corriente del Análisis Institucional (aunque parece que el creador del concepto es
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tarea posible sólo cuando junto con el trabajo interpretativo que demande la
tramitación del sufrimiento psíquico, se componga un sujeto (ya no individual ni
multipersonal) de pensamiento: un “nosotros”, que no se constituye desde la suma de
los “yoes”.
Las actuales condiciones de rotura del lazo social, instituido en la sociedad moderna, no
dejan al coordinador al margen de estos desfondamientos, ya que lo constituyen al igual
que al resto de los integrantes del grupo. Diferenciamos abstinencia de neutralidad: el
posicionamiento psicoanalítico de abstinencia de deseo en el psicoanalista, no sólo es
posible sino imprescindible en estas coordinaciones, sin neutralizar aquellos factores
provenientes de lo significante-social, ante lo cual no somos neutrales; por el contrario
estamos implicados al igual que los integrantes del agrupamiento. El trabajo de los
encuentros que logran producir pensamiento altera las subjetividades instituidas y
desata procesos de subjetivación.
En la actualidad, hemos rescatado un aspecto del dispositivo grupal: la función de co-
pensor que formuló Pichón Rivière, en el sentido de producción de inteligencia de
Fernando Ulloa. Ambas cuestiones hablan de una función tradicionalmente entendida
como conciente, que se comparte y que colabora en los procesos de subjetivación. La
producción de pensamiento tiene que ver con estos procesos y no se reduce a una
actividad mental, ya que el pensar es a la vez el hacer ser un mundo y su forma de
habitarlo.
La cuestión de lo histórico social y lo psíquico individual
No consideramos lo histórico social como contexto del individuo.
La subjetividad instituida es la manera de existencia de un habitante de una situación.
Las formas de construcción de subjetividad varían según las modalidades del socius y
de las tecnologías de producción imperantes.
Cuando hablamos de psiquismo nos referimos al precipitado singular de múltiples
transcripciones (desde las series complementarias hasta las marcas de las situaciones
actuales) que tiene modalidades de significación ya descriptas por Freud al postular las
formas de procesamiento de las diferentes instancias, tal como lo hace Silvia Bleichmar.
Nos interroga la posibilidad, ya confirmada por las alteraciones actuales, de
transformación histórica de aquello que se supone condición de producción de sujeto
psíquico, que en las versiones más actuales del psicoanálisis constituye una invariante
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De aquí que el problema de habilitar los registros o vibratilizar los cuerpos se vuelve un
elemento esencial para la aptitud clínica. Nos preguntamos qué es lo que puede un
clínico cuando vibra, y qué cuando no vibra. Tengo tal o cual potencia y es eso lo que me
sitúa en la escala cuantitativa de los seres (…) ‘¿Qué puedes?’ en virtud de tu potencia
es muy diferente de la pregunta moral ‘¿qué debes?’ en virtud de tu esencia.”
Cuando Deleuze dice “¿qué puede un cuerpo?”, no se refiere al cuerpo orgánico, no
remite a la idea de que el cuerpo puede más que la mente.
Un cuerpo puede en tanto se conecta, vibra, se deja afectar. Un clínico puede si es
cuerpo vibrátil, cuerpo afectado capaz de estar y componer con otros. Puede registrar
el padecimiento del otro, puede pensar e intervenir en situación. En este sentido
pensamos que si un cuerpo puede en la medida en que es afectado, el estar clínico
requiere de esa porosidad, de esa vulnerabilidad a las existencias otras. En los extremos
está la impotencia: la pura afectación nos inhabilita a intervenir y en el extremo de la no
vibración, está la muerte. Impotencias que se expresan en malestares tenues pero
constantes, como la mortificación en las instituciones que plantea Ulloa, donde algo de
la vida tiende a apagarse o a adormecerse. Según Spinoza las afecciones que pueden
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tocar los cuerpos se distinguen entre alegres y tristes, afectos respectivamente, que
aumentan o disminuyen la potencia de un cuerpo.
Entonces, los afectos de aumento de potencia, las alegrías, no son menos pasiones que
las tristezas que causan las disminuciones de potencia. Alegría y tristeza es una
distinción al interior de la pasión. Hay pasiones alegres y pasiones tristes. Esos son los
dos tipos de afectos-pasión.
El estar clínico, insistimos, tiene que ver con el poder afectarse y estar poroso a lo que
sucede pero requiere también de la posibilidad de instrumentalizar ese registro sin
quedar capturados por él y así estar disponibles para poder operar.
La clínica es el quehacer que nos confronta con la necesidad de pensar las herramientas
conceptuales adquiridas, a la luz y según lo requiera la situación. El estar clínico es un
permanente pensar donde se dibuja el problema, donde aparecen las preguntas y la
incomodidad de la incertidumbre. Proceso de pensar entendido no como un paso previo
para el saber, si no como la misma constitución de la situación clínica, donde los insumos
bibliográficos, la afectación, lo otro, componen la situación. De ahí, la ética de la
intervención.
Fernandez, Ana María: (2007) Cap. 2, Tercera Parte “Lógicas colectivas y producción
de subjetividad”, Págs. 271 a 283, en Las lógicas colectivas. Imaginarios, cuerpos y
multiplicidades. Buenos Aires, Editorial Biblos.
El dispositivo con que se trabaja en las jornadas de producciones grupales no sólo es
colectivo sino que emplea un recurso psicodramático como la multiplicación dramática
que dispone a abrir visibilidad a los cuerpos que se afectan colectivamente. Vuelven
visibles las afectaciones de los cuerpos y sus intensidades, por lo que fuerzan a pensar
estos impensados del lenguaje y la representación de la amalgama moderna.
De la diferencia a la multiplicidad: Castoriadis indagó las condiciones de producción de
aquellas invenciones colectivas y anónimas por las cuales lo histórico social opera
transformaciones de sentido en una sociedad, desmarcando su pensamiento de una
idea de sujeto y/o inconsciente colectivo. Para ello, estableció unas primeras
puntuaciones con relación a la producción de invención de las lógicas colectivas con la
noción de magma. Interesa aquí resaltar tres cuestiones:
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Los protagonistas de las escenas insisten en no saber qué hacer; los padres no saben
qué hacer, los docentes no saben qué hacer y los chicos hacen más allá del saber. El no
saber no es mera ignorancia sino una constatación de que el saber que no dialoga con
lo que se presenta no produce efectos prácticos, no habilita modos subjetivantes de
hacer con lo real.
(...) no se trata de un mero no saber sino de un saber que no habla, que no produce
actos, no arma lazo, no crea posibilidades de existencia.
Los docentes, directivos, alumnos, padres devienen habitantes de un universo
desreglado. Se trata de un sujeto a la deriva, sin anclaje que lo funde, sin una
anterioridad que lo constituya.
Los testimonios nos hablan del padecimiento de un estar a la deriva. Se padece por
dispersión, por superfluidad. Se padece con el cuerpo, se padece en soledad, se padece
porque no alcanzamos a descifrar qué nos hace padecer. Cuando el padecimiento se
narra, se arma un interlocutor y se instala una palabra, una palabra que al ser dicha
instaura un principio de simbolización dónde no lo había.
El padecimiento revela una posición de vulnerabilidad y la vulnerabilidad habla de un
afectarse por la situación.
La vulnerabilidad entonces es un pliegue en tanto de ahora en más los modos de habitar
resultan de un doble juego: decidir y hacerlo con otros.
El pliegue no es un pensamiento en busca de entidades fijas. El pliegue huye del verbo
ser y remite a circunstancias: en qué caso, donde, cuando, cómo. El pliegue es un
pensamiento de las formas, un pensamiento que permite componer lo que se muestra
desarticulado, informe o pleno de forma. Un pensamiento en pliegue es un pensamiento
de la composición no de la clasificación.
Los testimonios testimonian la imposibilidad del ejercicio del rol. Sin embargo no se trata
de disfunciones, sino de los efectos de la caída de la función. El Nombre del padre,
maestro, alumno es un vestigio, hoy solo se trata de nombres que han perdido la cosa
que nombran.
(...) en condiciones de fluidez, si una experiencia no está hecha de múltiples
operaciones, se cae, se diluye, no acontece.
Los testimonios testimonian un hacer que no produce, un estar que amontona pero no
enlaza, un choque de presencias que no alcanza a convertirse en encuentro. Pero
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Glaz, Miriam, Moratti, F. y Urbieta, V. “Sonoridades con cuerpo”. Texto inédito. Ficha
de cátedra.
En aquellas situaciones que devienen “experiencia”, es decir, aquellas circunstancias
que por la presentificación de lo nuevo e inesperado, alteran un modo de estar inercial
por un habitar intenso que demanda una cierta elaboración compartida de lo
vivenciado; se descubre la propia vulnerabilidad, aquello que una y otra vez escapa a
nuestro saber. Es en este sentido, que la apertura al adiestramiento instrumental,
habilita para el clínico la visibilidad de múltiples registros que perforan la lógica
representacional.
La disponibilidad instrumental del cuerpo-afección permite capturar los ínfimos haces
por los que los cuerpos circulan, posibilitando el registro de las intensidades no
significables y la potencia de un hacer no reductible a la palabra, quien obsoleta, tantas
veces demuestra su impotencia, su límite palpable, su no-lugar.
Nos proponemos entonces, repensar las viejas categorías y arriesgar una fuga de
pensamiento sobre el cuerpo en el posicionamiento clínico, por considerar la
experiencia en el cuerpo, insoslayable en un proceso de capacitación clínica.
Un cuerpo se define por una cierta potencia de afectar y ser afectado y por una cierta
relación de movimiento y reposo, por una potencia fundamental de existir y actuar.
Entiéndase bien, afectar es producir alteración o mudanza en algo, una materia afectiva
es aquella capaz de afectar y ser afectada.
- Cuerpos disciplinados, despliegues inmunitarios, producciones contemporáneas de
des-sensibilización, mortificación expandida en climas emocionales grises, entretejen un
cuerpo del clínico en la intemperie, desprovisto de su potencia y superficie vibrátil, ante
la sola idea del encuentro clínico, lo invade la vivencia de la desolación.
Podemos producir y habitar cuerpos preventivamente sustraídos, cuerpos
reactivamente anestesiados o bien cuerpos-sustancia disciplinados; producciones
positivas o bien modalidades defensivas de sustracción, de todas formas producen
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cuerpos reductos, que no solo ensordecen, o vibrátil, para habilitar con ello una
progresiva disponibilidad instrumental del cuerpo. Ésta supone una estructura de
demora que permita servirnos de la afectación para intervenir en la situación.
Disponer el cuerpo en la situación clínica implica sintonizar la reciprocidad y el juego
cadencial entre resonar y no perderse en su captura; tolerar de modo versátil el flujo de
afectos circundantes, que requiera dialogar con las herramientas disponibles y a su vez
arriesgar la producción inmanente de herramientas o procedimientos de intervención.
Requiere entonces una cierta disponibilidad a la afección, a volverse superficie
resonante, en exposición a la alteridad.
El cuerpo como “brújula” en su actualización ética, siguiendo a Suely Rolnik, compone
una corporalidad que opera en función de los intereses de la vida y que conllevan en su
ética el ejercicio de las potencias del cuerpo. Dirá que la capacidad vibrátil remite a los
cuerpos capaces de afectarse, a la capacidad sensible de darle presencia, vida, al otro
en mi cuerpo, (...). Y explica: “la vulnerabilidad, como potencia y no como debilidad, es
lo que permite aprovechar lo que trae el otro, es condición para que el otro pueda
convertirse en presencia viva y no quede reducido a objeto. Ser vulnerable implica la
activación de lo sensible.”
Con el “estar sensible” nos referimos a aquello definido por Susana Kesselman como “la
capacidad de orientar la atención hacia las sensaciones que emergen, tanto al registro
de formas, pesos, temperaturas, texturas, consistencias, direcciones, distancias,
volúmenes, formas de hacer los movimientos, ritmos, como a sensibilidades sin nombre
(por los bordes de las percepciones dominantes), de consciencia brumosa: intensidades,
planos, flujos, movimientos de las vísceras. Estas sensibilidades apuntan a la preparación
del territorio de experimentación y percepción, a una disposición a la fragilidad dada por
la naturaleza de la sensación, a la no espera de resultados, a la no valoración crítica de
lo que viene del cuerpo, a despertar la inquietud para la captación de lo pequeño.”
Lo clínico más allá del Dispositivo: La disponibilidad del cuerpo no se define por
dispositivos individuales o grupales, psicodramáticos, con psicosis, con niños, con
adictos; del mismo modo que vuelve impotente la discusión sobre los saberes
disciplinarios como garantes de destrezas para la intervención.
El cuerpo como instrumento clínico efectúa su potencia en la captura de un gesto, la
receptividad de un matiz afectivo innombrable, la flexibilidad de tomar el gesto e
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En todo grupo, en forma normal hay una tensión y una oscilación permanentes entre el
plano de la tarea y el plano de la circulación afectiva, fantasmática.
Cuatro determinaciones en el análisis psicosocial.
La dimensión de la tarea concierne al lugar que tiene el grupo dentro de la circulación
social; en tanto la tarea impone el objetivo de producción de algo, se juega la capacidad
de cooperación racional. En la definición de grupo que propone Pichon Rivière, esta
dimensión se propone de un modo explícito. "Grupo es un conjunto restringido de
personas que reunidas en un tiempo y espacio común desarrollan una tarea que
constituye su finalidad y despliegan los procesos de su mutua representación interna".
Según este esquema, la tarea es el representante al interior del agrupamiento de lo
societario, de lo simbólico.
Una determinación va a provenir del psiquismo del sujeto individuado (que no es lo
mismo que decir "individuo"); en este punto cardinal va a estar la estructura
fantasmática del sujeto, con sus diversos grupos internos: fantasías originarias, imagos
y complejos, redes identificatorias, etc.
Otra determinación, también psíquica, va a provenir de los fenómenos psíquicos
propios del agrupamiento. Los sujetos individuados disponen de una infraestructura
que los hace capaces de 'hacer grupos': nacen y se constituyen en un grupo familiar y
están conformados por sus grupos internos.
La tercera determinación va a provenir del grupo social, pero en este caso en tanto
reglas y normas, aquellas que determinan quién, cómo y bajo qué condiciones se forma
parte de un grupo. Este plano, el de las reglas, normas y roles es el que tradicionalmente
estudió la dinámica de grupos.
La cuarta determinación va a provenir de lo que R. Kaës llama lo societario.
- Podemos agregar el agrupamiento de los polos de a dos; se distinguen dos subsectores,
de los cuales uno sería, el polo imaginario y el otro el polo simbólico. Lo societario y las
normas hacen más a la circulación simbólicamente sancionada de códigos, implica la
vigencia de la ley, el registro y respeto de las diferencias y el respeto al principio de
realidad para la producción de la tarea pertinente del agrupamiento. En el subsector de
lo imaginario bajo el peso de lo psíquico se tiende más a lo arcaico, a lo fusional con el
otro, a la vigencia del principio de placer en la realización de deseos.
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Bonano, O: (2006) “Algunas tesis sobre la Tarea”. Texto inédito. Ficha de cátedra.
Una práctica es una significación en acto, es un hacer; está condicionada por el
horizonte problemático de los saberes, pero en la inmanencia de las prácticas suceden
incidentes, excedencias o acontecimientos que suplementan las condiciones de partida.
- Enrique Pichón Rivière: Es un campo en el que puede haber demanda (o 'sitio’) de
intervención y es centralmente el de los equipos (una de las formas de los
agrupamientos que “se dan espontáneamente a la vida social” R. Kaës) en los que
participamos como integrantes.
Si se acepta (ciegamente) que la función del coordinador (es peor aún si es jefe, director,
etc.) es conducir al grupo a su objetivo; y que todo lo que desvíe o demore en la marcha
hacia su objetivo tiene por causa la resistencia (al cambio), es inevitable que se produzca
un empantanamiento. Tal vez sea esta la vía más directa para que la concepción
operativa se ordene bajo el discurso del amo.
La tarea ya no comanda desde el universo simbólico del tercero ordenador
No es posible pensar y operar en los agrupamientos que se dan espontáneamente a la
vida social sin la noción de tarea y las operaciones que allí se engarzan; no es posible
hacerlo con las categorías y significaciones heredadas. Por lo tanto estamos ante un
problema. Tal vez ayude a pensarlo la proposición de la tarea como un operador vacío.
Se trata de operar sobre la condición inercial en que se plantea la tarea inicialmente y
cooperar para que se pueda pensarla, con lo que se la hace ser al modo situacional.
Bonano, O: (2008) “Grupo y dimensión colectiva de las prácticas” Cap.3, parte III en El
oficio de intervenir. Políticas de subjetivación en grupos e instituciones. Buenos Aires,
Editorial Biblos.
Lo colectivo y lo grupal.
La dificultad para “articular” lo que fue pensado en exterioridad (un sujeto psíquico
individual y una sociedad) fue efecto por un lado del horizonte cartesiano de la relación
entre sujeto y objeto y por el otro, de las tesis de la modernidad de un ciudadano
individual, sujeto a la ley y centrado en su conciencia, enfrentado a una sociedad
concebida como contexto histórico y político. Todo esto afectó a ciertos modos de
concebir los dispositivos grupales.
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El núcleo más ambiguo y equívoco es que lo grupal equivale a colectivo. Pero lo colectivo
no es igual a número; lo socio-histórico no se constituye por interacción intersubjetiva.
Lo colectivo es propio del sujeto político, e implica el interés desinteresado en la
transformación universal de lo subjetivo humano. Lo grupal puede ser vehículo de
reestructuraciones individualistas y herramienta activa de conformación subjetividades
instituidas, de las prácticas de sí.
Los grupos como dispositivos de intervención
Nos vimos ante la necesidad de modificar los dispositivos de intervención a partir del
procesamiento colectivo del terrorismo de Estado. El dispositivo de “grupo de
orientación” pasaba por la forma de una charla inicial que modelizaba, al transmitir la
experiencia, más que nada política, realizada por las Madres, a la vez que intentaba
generar condiciones de participación con conmoción subjetiva. Este dispositivo abría
condiciones para la subjetivación, en la medida en que se daba en el interior de las
condiciones sociales prácticas sociales instituyentes. Pero fueron cambiando e
introdujimos un dispositivo modificado.
En la tramitación del “trauma social” el trabajo elaborativo con respecto a la memoria,
a partir de la consigna del “Nunca más”, estaba condicionado por la tesis de que la
memoria se construye con los otros y en espacios públicos. El grupo, en tanto
representación común, es espacio de intimidad que propicia la elaboración subjetiva,
pero a la vez es público en tanto está inscripto siempre en un orden institucional.
Los integrantes de un agrupamiento natural o de un dispositivo artificial de intervención,
como son los grupos de reflexión, despliegan todo el tiempo referencias a las
significaciones que los implican, a las instituciones que organizan sus prácticas. Sostener
que esas significaciones son organizadoras del agrupamiento con la misma fuerza que
las producciones vinculares intersubjetivas (pactos, mitos, contratos, ilusiones) y las
intrasubjetivas (fantasías, miedos, imagos) fue un punto de partida indispensable y
obligó a una tarea de transformación de los procedimientos heredados.
La concepción operativa en los grupos de reflexión
Los grupos de reflexión, en tanto grupos organizados desde una tarea que no sea
exclusivamente la remodelación psíquica, pudieron tener, distintos objetivos y tareas y
por lo tanto se ofrecieron desde saberes/prácticas profesionales como respuestas a
necesidades y urgencias sociales diversas. Otro aspecto de la concepción operativa de
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grupos aportó una condición decisiva: la posición abstinente del coordinador respecto
de cómo el grupo constituye sus objetivos y va gestionando su tarea acerca el
procedimiento al eje de la autogestión.
Se constituye como grupo de formación en el terreno de las prácticas curativas y su
objetivo es elaborar tensiones.
Del grupo de reflexión al grupo reflexivo: la elucidación de las significaciones sociales.
Para Riviere el grupo tiene, entre otros efectos, el terapéutico. Pero acaso el eje de
demarcación principal pase porque, en tanto grupo operativo, tiene tarea; o mejor: la
tarea es organizador principal del grupo, y desde allí se puede decidir una diferencia neta
con la perspectiva curativa o terapéutica, su prescripción de tarea no lo centra en la
remodelación psíquica de sus integrantes. Es la dimensión del trabajo, en su oposición
con la de trabajar-se, que bien puede ser puerta abierta a la captura en un grupismo
afectivista y fusional, centrado en el puro goce de estar en racimo.
El eje de la tarea, en su generalidad y universalidad, es el ombligo que conecta al
agrupamiento con la circulación social de prácticas y por lo tanto con significaciones
sociales que nunca van a poder reducirse a contenido y procesos psíquicos.
Desde entonces llamamos “grupos reflexivos a un dispositivo de intervención que se
caracteriza por:
- Variabilidad en cuanto al problema abordado
- Cuestiones estratégicas que definen el posicionamiento de la coordinación,
orientadas a la elucidación de las significaciones sociales que transversalizan al
agrupamiento en sus tareas.
- Inicio de la tarea grupal a partir de disparadores, desde la particularidad del
problema a tratar. En general se trata de anécdotas breves y de desenlace incierto,
de sentido ambiguo e impacto dramático.
- Estos dispositivos conservan del grupo de reflexión el eje de ser grupos centrados en
una tarea o en un tema, y la posición abstinente de la coordinación respecto de la
definición del problema, pero aquí la tarea no está ya centrada en “elaborar tensiones”
que aunque vagamente, remite siempre a una suerte de trastorno psíquico sino en la
elucidación de las significaciones sociales.
→ Nuestro grupo reflexivo no es un grupo operativo, por eso era un dispositivo, un
conjunto heterogéneo que encuentra su consistencia en un eje estratégico, lo que al
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Se trata de actos de sujeto y prácticas de enunciación, para los que los procesos mentales
de esclarecimiento resultan insuficientes y la distinción entre individual y colectivo no
es pertinente.
Anzieu, D.: (1986) “El grupo y el Inconciente”. Segunda Parte, Cap 10: Perspectivas
teóricas: A) panorama de la vida grupal inconciente y B) Teoría general del fantasma
en los grupos. Edit. Biblioteca Nueva, 2ª. Edición, Madrid.
A) panorama de la vida grupal inconsciente
La explicación económica de corte hermenéutico da cuenta del grupo como sistema de
fuerzas.
La cohesión de un grupo se atribuye a la implicación de los miembros en la elaboración
de los fines y de las normas comunes y en el establecimiento de una red de relaciones
interindividuales. Esos fenómenos conscientes son la consecuencia de un proceso
inconsciente fundamental (cuando un número suficiente de fantasías individuales ha
entrado en resonancia entre sí o cuando el grupo se ha cristalizado en torno a una imago
común).
La ilusión grupal y las fantasías de rotura
Llamamos ilusión grupal al sentimiento de euforia que los grupos en general
experimentan en determinados momentos y que se expresa como “estamos bien
juntos”.
El “grupo” se convierte en el objetivo del grupo, restauración colectiva de los
narcisismos individuales amenazados. Así, en el aparato psíquico de los participantes, el
grupo funciona como el YO ideal.
En el caso en que el grupo se estructure en torno al Ideal del Yo, lo que se carga
libidinalmente es la imago del padre omnipotente y condescendiente. En el caso en que
el grupo se estructure en torno al Yo Ideal es la imago de omnipotencia narcisista.
La pareja ilusión grupal-fantasías de rotura gobierna las oscilaciones “primarias” (en el
sentido psicoanalítico) observables en los grupos.
El grupo, realización imaginaria del deseo y de la amenaza:
Si el grupo produce la ilusión grupal, es a causa de un proceso más general: el “grupo”
fabrica simple ilusión. En las representaciones colectivas, el grupo pequeño funciona
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también como un lugar de realización imaginaria de las amenazas del Superyó y como
un lugar de realización real de las amenazas de la sociedad global.
El espacio imaginario del grupo:
Las imágenes subyacentes del cuerpo se exteriorizan generalmente de la forma
siguiente: si esta disposición es un círculo, el grupo es una boca donde salen los discursos
coherentes del grupo, o una multiplicidad de bocas que se devoran entre sí. En todos los
casos, la disposición circular o elíptica evoca en los interesados una imago materno,
mientras que la disposición en filas tipo escolar tiene como finalidad inconsciente
imponer la prevalencia de la imago paterna.
El vacío central es tan angustioso que participantes y monitores sienten la necesidad de
reducirlo, situando mesas o bien delante de los participantes, o bien en el medio, o
también a ambos lados. Este centro es vivido como el lugar imaginario ocupado por el
objeto malo (en el grupo las pulsiones destructivas se proyectan no hacia el exterior
sino hacia el centro).
La escisión de la transferencia
La transferencia positiva tiende a concentrarse en los grupos pequeños; la transferencia
negativa, en el grupo amplio. El grupo pequeño se convierte en el lugar imaginario del
placer; el grupo amplio, en el lugar imaginario de la muerte.
No sólo la naturaleza es diferente sino también el objeto de la transferencia. En el grupo
pequeño la transferencia central se dirige al monitor, pero las transferencias laterales
de los participantes entre sí son igualmente activas y significativas. En cambio en el
grupo amplio la transferencia lateral es mínima y la transferencia se dirige hacia el grupo
pequeño de los monitores en su conjunto es decir del considerado grupo interpretante.
El Yo, el grupo y la reorganización de las identificaciones
Las técnicas de grupo no directivas ponen en tela de juicio las identificaciones
imaginarias individuales y obligan a los participantes a abandonarlas al precio de una
angustia de “rotura”, de un miedo a cambiar y del sentimiento del peligro de volverse
loco.
Área transicional en el grupo
El grupo se convierte en un contenedor de las pulsiones, de los afectos y de las fantasías
que circulan entre los miembros; facilita la constitución de una envoltura psíquica que
cada uno puede interiorizar en lugar de un Yo-epidermis demasiado rígido, o demasiado
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siendo la misma, cada personaje del guión resulta de una o varias identificaciones de
procesos psíquicos internos que se encuentran así personificados, el aparato psíquico
utiliza las identificaciones-proyecciones del individuo para que las instancias psíquicas y
las pulsiones que obran en él sean representables y para dramatizar sus relaciones y sus
conflictos.
- 1er organizador psíquico inconsciente del grupo: La fantasía individual.
La resonancia fantasmática es el reagrupamiento de algunos participantes en torno a
uno de ellos. Reagrupamiento quiere decir no tanto acuerdo como interés,
convergencia, eco y estimulación mutua.
La fantasía individual inconsciente se trata de un primer organizador psíquico de la vida
del grupo. Spitz distingue tres organizadores en el niño pequeño: la sonrisa a la persona
humana, la angustia ante el rostro extraño o angustia de la pérdida del objeto de amor,
el recurso al no por el gesto y la palabra.
El primer organizador psíquico inconsciente del grupo apunta a constituir un aparato
psíquico grupal, partiendo de un aparato psíquico individual, esta tendencia responde a
la isomorfía que desembocaría en el grupo psicótico, confusión de los aparatos psíquicos
individuales. Los siguientes organizadores del grupo obedecen a la segunda tendencia,
van hacia una homomorfia creciente, en donde el aparato grupal se apoyó sobre el
aparato psíquico individual, pero diferenciándose de él.
El individuo llamado precisamente central se sitúa como el Yo del grupo: el líder es
entonces un árbitro.
- 2do organizador: LA IMAGO
No es la fantasía prevalente de un individuo, sino la imago del jefe. La imago pertenece
al mismo orden de realidad inconsciente que la fantasía, pero con un par de diferencias:
primero, la fantasía es una representación de la acción mientras que a imago es una
representación de persona, representación que contribuye a constituir las instancias
psíquicas reguladoras del Yo (Superyó, el ideal del Yo y el Yo ideal). Segundo, la fantasía
se construye durante el desarrollo psíquico del individuo. Al menos para Freud, la imago
se habría construido históricamente durante el desarrollo de la especie y preexistiría en
el niño desde el nacimiento en forma potencial. De aquí el carácter universal de las
imagos y su predisposición a suministrar a los grupos, a las colectividades y a las
organizaciones su unidad psíquica profunda.
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Un suceso es algo que sucede en el sentido de formar parte de una sucesión: si algo
sucede es porque toma su sentido de su lugar en una serie.
Una situación no admite observadores: sólo admite habitantes. Una situación es
situación porque nos obliga a pensar desde dentro. Si no, es una mera ocasión para
desplegar la subjetividad que ya tenemos constituida.
Una situación es límite para una subjetividad, para una forma de pensar. Una situación
es límite para mí si no puedo habitarla con mi máquina previa de pensar. Es decir que
una situación límite no es una desgracia tremenda, sino que es estar ante una
configuración de elementos que me obliga a transformarme para habitarla.
con una máquina social, con una máquina de formación, con una máquina de
investigación, con una máquina comercial, etc.
MOLECULAR / MOLAR: los mismos elementos que existen en flujos, estratos,
agenciamientos, pueden organizarse de un modo molar o de un modo molecular. El
orden molar corresponde a las estratificaciones que delimitan objetos, sujetos, las
representaciones y sus sistemas de referencia. El orden molecular, por el contrario, es
el de los flujos, los devenires, las transiciones de fase, las intensidades. Llamaremos
«transversalidad» a este atravesamiento molecular de los estratos y los niveles, operado
por los diferentes tipos de agenciamientos.
PROCESO: secuencia continua de hechos o de operaciones que pueden conducir a otras
secuencias de hechos y de operaciones. El proceso implica la idea de una ruptura
permanente de los equilibrios establecidos.
PRODUCCIÓN DE SUBJETIVIDAD: la subjetividad no es considerada aquí como cosa en
sí, como esencia inmutable. Ésta u otra subjetividad existen en función de que un
agenciamiento de enunciación la produzca o no. (Ejemplo: el capitalismo moderno,
mediante los medios de comunicación de masas y los equipamientos colectivos,
produce a gran escala un nuevo tipo de subjetividad). Tras la apariencia de la
subjetividad individuada, conviene intentar descubrir cuáles son los procesos de
subjetivación reales.
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Ulloa Fernando. (1995) “Historial de una práctica clínica”, apartados 1, 2,5, 6, y 18. En
Novela Clínica Psicoanalítica. Buenos Aires. Ed Paidos.
(...) la frase “cultura de la mortificación” (...) un matiz del sufrimiento social
contemporáneo que afecta a sectores aún no del todo sumergidos en la mudez sorda y
ciega de la mortificación. Las gentes en esta situación son testigos, diría en peligro,
amenazados por esa mortificación en la que todavía no han zozobrado. Cabe aquí hablar
de cultura en sentido estricto, pues no ha desaparecido la producción de pensamiento
ni el suficiente valor para resistir, bajo la forma de protesta que incluso puede animar
alguna transgresión, enfrentando un estado de cosas que en el ámbito institucional de
esa persona provoca sufrimiento.
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Tal vez cabe pensar en una suerte de sociedad anónima de mortificados, en la que
pueden comenzar a darse los mecanismos que corresponden a los procesos
manicomiales, como formas clínicas terminales de la mortificación que afectan a
algunos, mientras la mayoría quedará englobada en un marcado empobrecimiento
subjetivo.
Le asigno al término “mortificación”, más que el obvio valor que lo liga a morir, el de
mortecino, por falta de fuerza, apagado, sin viveza, en relación con un cuerpo agobiado
por la astenia cercano al viejo cuadro clínico de la neurastenia, incluido el valor popular
de este último término como malhumor. Un malhumor que en algunas ciudades como
Buenos Aires bien puede denominarse “humor del carajo”, expresión que declina en su
carácter de insulto fuerte, para expresar con mayor justeza un sentimiento personal de
dolor enojado e impotente.
La mortificación aparece por momentos acompañada de distintos grados de fatiga
crónica, para la que periódicamente se ensayan explicaciones etiológicas, que van desde
formas ambiguas del stress hasta patologías virales difusas o definidas. La mortificación,
una vez que se ha instalado, el sujeto se encuentra coartado, al borde de la supresión
como individuo pensante.
Existen algunos indicadores más o menos típicos de esta situación, tales como la
desaparición de la valentía, que da lugar a la resignación acobardada; la merma de la
inteligencia, e incluso el establecimiento de una suerte de idiotismo en el sentido de
aquel que al no tener ideas claras acerca de lo que le sucede en relación con lo que hace,
tampoco puede dar cuenta pública o privadamente de su situación.
En estas condiciones disminuye y aun desaparece el accionar crítico y mucho más el de
la autocrítica. En su lugar se instala una queja que nunca asume la categoría de protesta,
como si el individuo se apoyara más en sus debilidades, para buscar la piedad de
aquellos que lo oprimen.
Esta aproximación a la mortificación se hará mayor si la contrastamos con otra figura
fundamental en el desarrollo cultural humano: “institución de la ternura”. El término
aplicado a “institución”, que califica la ternura -la inicial materno infantil- alude al hecho
de que bien puede decirse de ella que se trata del oficio más viejo de la humanidad, del
que todos hemos sacado tanto beneficio como perjuicio. En este sentido, la ternura
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