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Lewkowicz I.: “Escritos varios sobre comunidad, lo común y la subjetividad actual”.


Ficha bibliográfica.
Un hombre se define prácticamente por el hecho de habitar en su comunidad, de ser
miembro de su polís, de su comunidad. Esta pertenencia comunitaria es la que le da
estatuto humano ante sí propio y ante sus semejantes (incluso la idea de sí propio y
semejantes es una leve extrapolación de nuestras percepciones individualistas). Si la
humanidad de un hombre se define por su pertenencia a la polis, antes que ser un
individuo es un fragmento, un soporte, un punto de la red comunitaria. Es más un
fragmento de humanidad que un átomo fundante.

La comunidad efectiva entonces no es una entidad dada definible en términos de "ser"


con tales o cuales propiedades a-priori. La comunidad efectiva es un hacer -y sobre todo
un hacerse. Es hacerse en posición subjetiva; es hacerse de una posición subjetiva. La
comunidad efectiva nunca es "la” comunidad sino siempre "esta" comunidad.

Bonano, O. (2008) “Sustracción, capacitación, composición. Una experiencia en La


Plata”. Ficha de cátedra.
Somos testigos cuando logramos componer con los miembros del agrupamiento el lugar
de enunciación que permite que algo de la anterior posición subjetiva se abandone. Para
ello se requiere de un operador implicado desde el propio sufrimiento por las marcas
dejadas en él por las prácticas constantes de desubjetivación. La intervención se
produce cuando se construye el problema sin ceder a ninguna de las asignaciones de
sentido previas y cuando la subjetividad del operador admite la alteración de sí. A esto
llamamos “procesos de subjetivación”.

Los actuales alumnos de psicología de la UNLP cuestionan airadamente la instalación de


algún requisito que salga de las rutinas y hábitos más difundidos en los últimos años,
que no responda a una demanda emanada de ellos ni calce a su deseo. Hubo años que
gruesa parte de la multiplicación dramática que implementamos en esas jornadas, ponía
en escena el disgusto y el rechazo por tener que estar ahí… Sin vigencia alguna del
contrato pedagógico, el alumno ha devenido en consumidor-con-derechos; los docentes
ya no son maestros del saber, sino meros proveedores de servicios. Es la subjetividad
consumidora, estúpido.
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La constatación de esas formas del estar no fueron una completa sorpresa, pero es
notable la persistencia, tanto en alumnos como en docentes, de la tendencia a actuar
regidos por suposiciones que ilusionan seguridad ante la incertidumbre y perplejidad
que despiertan el contacto y la comprobación de que en verdad no hay piso sólido en el
que pararse.
Para conceptualizar estos modos de estar, hemos utilizado durante un tiempo la
proposición de Ignacio Lewkowicz del "galpón”. Hoy presentamos una revisión de cierto
uso dominante de ese operador de pensamiento.
La nominación “galpón” vino a describir y denunciar el desacople entre las suposiciones
docentes acerca de las habilidades esperadas para habitar un aula y lo que se presenta
actualmente como lógica subjetiva dominante, caracterizada en su momento como
“massmediática”. Es probable que en el "galpón" haya desvinculación, dispersión e
incluso estupidez, pero no necesariamente pura indiferencia, desimplicación y
recorridos de uso solamente oportunistas.
El contacto con las tesis de lo que R. Esposito llama el “paradigma de inmunización” nos
está permitiendo tener un acceso más inteligente -y más operativo- a esta modulación
actual de la subjetividad, en el marco de una concepción de la biopolítica que retoma,
prolonga y modifica las tesis de Michel Foucault.
Desde la suposición de la existencia natural de una comunidad, los miembros de tal
comunidad están vinculados por el deber de restituir el munus, que los define en tanto
tales. Si el munus es encargo, obligación, deber, se puede definir como inmune a quien
no tiene a su cargo ninguna obligación. "La inmunidad interrumpe el circuito social de la
donación recíproca al que remite el significado más originario y comprometido de la
communitas” . Inmune es, entonces quien está dispensado de cargos, que otros deben
llevar sobre sí; la inmunidad es también un privilegio, la excepción a una regla que en
cambio siguen todos los demás; el inmune es una suerte de ingrato opuesto al munífico,
al agradecido y generoso en la reciprocidad de los dones.
La tesis que manejamos es que nuestra efectuación del abatimiento del poder soberano,
en este caso respecto del lugar docente y la transferencia al saber, desencadena tal
extrema intensificación de la protección de inmunización, y su consecuencia fatal: la
retracción, el silencio y una extendida restricción a las interacciones.
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Un modo claro de describir en qué consiste la inmunidad como protección negativa de


la vida sería el siguiente: "aquello mismo que yo activo para protegerme, es lo que, antes
que el otro igual a mí me aniquile, me lleva a desvanecerme a mí mismo, en cuanto a
una vida afirmativa de su potencial expansivo". Recordemos que la protección de
inmunización es una fuerza reactiva, responsable del estado de agotamiento que los
alumnos registran; quienes accionan el paradigma inmunitario tienen que estar todo el
tiempo desplegando una intensa fuerza en su reacción contra los que los invitan –los
amenazan- a hablar, a apostar, a compartir (o sea: a donar).

Labandeira, M. C. (2006) “Sólo hay encuentros” Publicado en Campo Grupal N° 83 A


propósito de I. Lewkowicz. Octubre 2006, Buen os Aires.
La práctica de pensamiento que Lewkowicz proponía pronto me hizo comprender que
para poder seguir pensando yo tenía que renunciar a lo que me llegaba ya pensado por
otros, en situaciones ajenas a las mías.

Moratti Serrichio, M. F.: Lo inmune y la producción de subjetividad. Una herramienta


posible. Texto inédito. Ficha de cátedra.
MUNUS: Es el don que se da, implica pérdida, sustracción, cesión, es un tributo que se
paga obligatoriamente.
Lo que prevalece en el munus es la Reciprocidad o Mutualidad de dar, que determina
entre el uno y el otro un compromiso y un juramento. El ser-juntos es una condición y
no un valor es condición de coexistencia de singularidades finitas, entre las cuales circula
la posibilidad.
CUM: es lo que vincula o junta el MUNUS, es el reparto de una carga, de un deber o de
una tarea y no la comunidad de una sustancia.
COMMUNITAS entonces es el conjunto de personas a las que une, no una propiedad
sino un deber o una deuda. Conjunto de personas unidas no por un más, sino por un
menos, por una falta para quien está afectado.
La comunidad consiste en un circuito de donación reciproca cuya peculiaridad reside en
su oblicuidad. No es indolora, empuja al sujeto a tomar contacto con lo que no es, con
su nada, y esta es la más extrema de sus posibilidades pero también la más riesgosa de
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sus amenazas: lo que se teme entonces es la pérdida violenta de los límites que
confiriendo identidad aseguran la subsistencia.
La individualidad es la modalidad conservativa de la vida tanto como la comunidad es la
modalidad de la existencia vital, de la vida como pura existencia. Conexión entre
comunidad y existencia, existencia como modalidad especifica de lo común.
Coexistencia como común coexistir.
- Si la communitas es el negativo de la immunitas, entonces LO INMUNE: es algo que
irrumpe el circuito social de donación recíproca. Si los miembros de la comunidad están
obligados a restituir el munus que los define en cuanto tales, es inmune quien,
desligándose se pone fuera de ella. Destaca su carácter antisocial, anticomunitario.
Lo inmune es una Respuesta de protección ante un peligro que se presenta como
intrusión. El lugar donde se sitúa la amenaza es invariado, está en la frontera entre el
interior y lo exterior; lo propio y lo extraño, lo individual y lo común. Alguien o algo
penetran en un cuerpo – individual o colectivo- y lo altera, lo transforma, lo corrompe.
Aparte de privativo es un concepto comparativo. Se llama inmune a quien no cumple
con ningún deber, ya sea estatal o societario; quien esta dispensado de esos deberes
societarios que son comunes a todos. La inmunidad es una condición de particularidad,
siempre es propia, y por ende, no común. La inmunidad PRESUPONE la existencia del
mal que debe enfrentar.
Conservativo de la vida porque la conserva en el interior de un orden que excluye su
libre desarrollo, porque la retiene en una situación supuesta, por una anticipación se
instala lo TRASCENDENTE: Se inmuniza el devenir: haciendo de él un ESTADO, UN DATO,
UN DEVENIDO.
Esposito cita un pasaje de Rousseau: “aquel que a fuerza de concentrase dentro de sí,
llega a no amar más que a sí mismo; ya no siente, ya no vive, está ya muerto”, y continua
-precisamente porque está concentrado en el esfuerzo de autoconservación para vivir
más, termina por vivir menos, incluso por no vivir en absoluto, dado que el tiempo
empleado en conservar la vida se pierde para su utilización, debe sustraerse. Su vida
transcurre insensiblemente, fuera de ese sentir común que es la existencia.-
Ante tal exposición enfatizo dos puntuaciones:
1 – La sustracción como aparente desconexión con los otros, es una de sus
manifestaciones posibles; y no por ello la única:
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2 - No toda manifestación de sustracción evidente es respuesta exclusiva de un


despliegue inmunitario. Es necesario que pensemos en producciones de subjetividad
contemporáneas que no se configuran como respuestas inmanentes a un peligro vital,
sino como singular modo de subjetivación.
La intervención en pos de la expansión de intensidades, factibilidad de disponibilidad
para hacer con los otros unas estrategias que no sean meramente restrictivas, sino
exponenciales y creadoras, debe ser instrumentada en la complejidad de la situación
clínica, donde no podemos estar ajenos como clínicos. La posibilidad de reflexión y
hacer clínico con ellas (es decir, inmiscuidos en las redes actuales de su producción),
compone una apertura a estrategias colectivas enriquecedoras, como modos singulares
y plurales de ampliar una vida, la vida de ese común.

Bonano, O: (2014) “Dispositivos y agenciamientos grupales”, publicado en Cuadernos


de Campo N° 15, Buenos Aires, publicación de Revista Campo Grupal.
Progresivamente se pasó de hablar de “los grupos” a los “dispositivos grupales”. Esto
implica un doble tránsito, o mejor mutaciones, en dos planos del pensar. Una mutación
corresponde propiamente a la noción de dispositivos, tema de esta colaboración; la otra
implica la migración desde un sustantivo que esencializa y nombra un ‘objeto’ (“grupo”)
ya constituido desde alguna trascendencia o por una dimensión ‘teórica’, hacia lo grupal
como aquello que evalúa una actividad, un devenir.

Pero acaso las mutaciones no se produzcan a través de instantes cortos, sino que
acarreen un extenso proceso de pensamiento. La puntuación viene al caso, puesto que
sostengo que esa mutación está produciéndose. La presente colaboración pretende
inscribirse en un agenciamiento de enunciación necesariamente colectivo.

Subjetivación: Los procesos de subjetivación es el otro de los componentes o líneas


inmanentes que entrelazadas forman esos ‘procesos en desequilibrio’; están
conectados con las líneas de fuga, tal vez discurren sobre ellas o se confunden con ellas.
No son algo que sucede en un dispositivo, algo que deba ser aportado desde una
dimensión suplementaria desde el ‘exterior’. Las líneas de subjetivación constituyen
aquello que no deja que los dispositivos queden cerrados en líneas de fuerza
infranqueables dado que permiten ‘cruzar la línea, pasar al otro lado’.
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Un rasgo relevante consiste en que la subjetivación sucede cuando la fuerza, en lugar de


entrar en relación lineal con otra, se vuelve sobre sí misma, se afecta a sí; esta dimensión
del sí mismo no es algo que ya esté hecho, sino a producir; de allí la nominación
producción de subjetividad. Los últimos años de la reflexión de Foucault estuvieron
dedicados a la “inquietud de sí”, a las reglas facultativas de la dominación de uno mismo,
tales que constituyan una subjetivación autónoma. Tal vez otros esfuerzos del pensar,
como los de C.Castoriadis respecto de la subjetividad reflexiva y deliberante en el
proyecto de autonomía, conecten con la proposición foucaultiana, solo que en ésta la
subjetivación no se plantea centrada ni reducida a la elucidación de las significaciones
imaginario-sociales, sino concierne al devenir de un viviente. Todo dispositivo en que la
subjetividad esté en juego concierne a lo viviente, y en tanto tal se trata de cuerpos
afectados y de los diagramas y cartografías que las subjetividades actuantes van
trazando en sus experimentaciones.
En cada dispositivo hay que discernir las líneas de fisura y de fractura que afectan a los
saberes y los poderes. Hay entonces, tanto estratos como actualidad; las líneas de
subjetivación son capaces de trazar caminos de creación hasta llegar a la ruptura del
antiguo dispositivo, pues justamente son ellas las que vehiculizan las fisuras y las
fracturas y aquello que sin ser una relación indica las fallas o aberturas que conectan y
atraviesan las líneas de la madeja hasta topar con sus bordes.

Cabe tomar en cuenta que lo nuevo en este esquema es lo actual, lo que vamos siendo;
entonces cabe distinguir lo que (ya no) somos y lo que estamos siendo. Lo actual es lo
otro con lo cual ya no coincidimos. Si tomamos el esquema de los regímenes de
gubernamentalidad, y enfocamos el paisaje contemporáneo de subjetivaciones, lo
disciplinario es la historia de lo que poco a poco dejamos de ser, mientras vamos siendo
en disposiciones de control abierto y continuo, lo que es un claro ejemplo de las
variaciones continuas de las subjetivaciones en los dispositivos que las producen.

Desde el seno mismo del Psicoanálisis de los grupos surge la proposición de la función
interpretante que circula es propiedad de cualquiera que capte y enuncie algo de la
fantasmática en juego. Ya Enrique Pichon Rivière con sus nociones de portavoz y chivo
había arrimado a esta cuestión. Otra proposición que jugó en esto provino una vez más
de la corriente del Análisis Institucional (aunque parece que el creador del concepto es
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Guattari); se trata de la noción de analizador, y que contribuyó aún más a descentrar


del analista la tarea o función de analizar, al punto tal que se podría hablar de un ‘análisis
sin sujeto’ si son los analizadores -naturales o construidos- los que analizan. En todo caso
un analista institucional o un coordinador de grupos puede puntuar, subrayar o enfatizar
algo que asoma para que ese posible analizador no se diluya.

Bonano, O, Bozzolo, R, L´Hoste, M: “Elucidación y subjetivación” Texto inédito. Ficha


de cátedra.
Lo instituyente no es la aparición de cualquier cosa más o menos novedosa o
desconocida, sino la creación de una forma social (y por lo tanto también subjetiva)
radicalmente nueva. En nuestros dispositivos y operaciones trabajamos con la idea de
presentación-emergencia-producción, lo que nos permite situar de otro modo los
interrogantes respecto a esos dispositivos y a los procedimientos de operación.
Hoy estamos otorgando una acepción diversa a la creación de mundo, que en Castoriadis
se presenta bajo la forma de creación de significaciones sociales o de forma social,
producto de la imaginación radical. Sospechamos que lo social es una de las formas en
que se constituye, se inventa el (un) mundo, no la única.
La problemática presentada exigía abrir la dimensión histórico-social al interior de las
experiencias de subjetivación. Lo histórico-social ha sido un excluido específico, y lo
sigue siendo para muchos dispositivos clínicos multipersonales que se definen como
psicoanalíticos. Este trabajo con las significaciones sociales, dimensión excluida por
efecto del operador de la separación ya señalado, nos llevó a inventar un dispositivo que
llamamos grupo reflexivo. Centramos nuestros procedimientos en la elucidación critica
de las significaciones que transversalizaban las tareas y las subjetividades de los
miembros de cada agrupamiento; elucidación definida por Castoriadis como pensar lo
que se hace y saber lo que se piensa.
Lo que en un momento de nuestro recorrido fue pensado como un procedimiento, que
nosotros realizábamos sobre el agrupamiento, hoy devino efecto de la alteración
subjetiva recíproca, producto del trabajo que realizamos con el agrupamiento.
Fuimos variando la forma de iniciar la actividad de los encuentros: de los disparadores
propios del grupo reflexivo, trocamos a la utilización de una escena entre los
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coordinadores. En tal situación, presentamos en forma guionada las vacilaciones,


preconceptos, obstáculos, etc. que se nos aparecen frente a la tarea a realizar allí con
ellos. Usualmente hemos ubicado temporalmente la escena el día antes o unas horas
antes de llegar al lugar donde se va a realizar el encuentro.
Si como corresponde hoy, distinguimos crisis, catástrofe y acontecimiento, la dimensión
de catástrofe hace a la desubjetivación, proceso por el cual el sujeto deja de ser. Al
presentarse alteraciones radicales en lo socio-histórico subjetivo, la experiencia
subjetiva del yo que se ha sido, es catastrófica: se vive un extrañamiento, perplejidad,
pérdida de referencias y de sentido. Las operaciones con potencia cohesiva suponen que
el agrupamiento con su pensar-hacer, haga ser nuevas formas de estar con los otros,
actos en los que se funda lo común, que no se da por identidades preestablecidas sino
por un hacer en situación.
La intervención efectiva se produce cuando se construye el problema sin ceder a
ninguna de las asignaciones de sentido previas y cuando la subjetividad del operador
admite su propio devenir en la situación constituida también con su posicionamiento.

Bozzolo, R. (2008) "La noción de clínica y su relación con los procesos de


subjetivación". Texto inédito. Ficha de cátedra.
Dentro de este campo de problemas se encuentran a nuestro criterio gran parte de las
experiencias que producen subjetivación, es decir proceso por el cual se destraba la
maquinaria que fija las formas repetitivas y empobrecedoras de habitar el mundo y se
experimentan y habilitan otras modalidades subjetivas.
El “psicoanálisis de las configuraciones vinculares”, ha sido la nominación inicial, dentro
del ambiente psi de nuestro país, de una orientación teórica que ha enriquecido
nuestras herramientas. Esta designación intenta diferenciarse del psicoanálisis clásico,
mal considerado individual.
¿Es esta una nueva clínica?
La dimensión de los cuerpos, del espacio físico, de los movimientos, de lo dramático,
son existentes insoslayables en el campo de los grupos y en el llamado campo “social”.
Si además, pensamos que la “grupalidad psíquica” no agota las dimensiones colectivas
de los sujetos, se nos complica aún más la tarea, ya que si en la conformación del
agrupamiento están presentes y activas las significaciones sociales, elucidarlas será una
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tarea posible sólo cuando junto con el trabajo interpretativo que demande la
tramitación del sufrimiento psíquico, se componga un sujeto (ya no individual ni
multipersonal) de pensamiento: un “nosotros”, que no se constituye desde la suma de
los “yoes”.
Las actuales condiciones de rotura del lazo social, instituido en la sociedad moderna, no
dejan al coordinador al margen de estos desfondamientos, ya que lo constituyen al igual
que al resto de los integrantes del grupo. Diferenciamos abstinencia de neutralidad: el
posicionamiento psicoanalítico de abstinencia de deseo en el psicoanalista, no sólo es
posible sino imprescindible en estas coordinaciones, sin neutralizar aquellos factores
provenientes de lo significante-social, ante lo cual no somos neutrales; por el contrario
estamos implicados al igual que los integrantes del agrupamiento. El trabajo de los
encuentros que logran producir pensamiento altera las subjetividades instituidas y
desata procesos de subjetivación.
En la actualidad, hemos rescatado un aspecto del dispositivo grupal: la función de co-
pensor que formuló Pichón Rivière, en el sentido de producción de inteligencia de
Fernando Ulloa. Ambas cuestiones hablan de una función tradicionalmente entendida
como conciente, que se comparte y que colabora en los procesos de subjetivación. La
producción de pensamiento tiene que ver con estos procesos y no se reduce a una
actividad mental, ya que el pensar es a la vez el hacer ser un mundo y su forma de
habitarlo.
La cuestión de lo histórico social y lo psíquico individual
No consideramos lo histórico social como contexto del individuo.
La subjetividad instituida es la manera de existencia de un habitante de una situación.
Las formas de construcción de subjetividad varían según las modalidades del socius y
de las tecnologías de producción imperantes.
Cuando hablamos de psiquismo nos referimos al precipitado singular de múltiples
transcripciones (desde las series complementarias hasta las marcas de las situaciones
actuales) que tiene modalidades de significación ya descriptas por Freud al postular las
formas de procesamiento de las diferentes instancias, tal como lo hace Silvia Bleichmar.
Nos interroga la posibilidad, ya confirmada por las alteraciones actuales, de
transformación histórica de aquello que se supone condición de producción de sujeto
psíquico, que en las versiones más actuales del psicoanálisis constituye una invariante
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estructural. Si el suelo de constitución del psiquismo que hemos estudiado se altera,


¿qué se produce? Los trabajos de Félix Guattari en los sesenta y hoy de Franco Berardi
(Bifo) apuntan al trabajo de tramitación de estas alteraciones.
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Catani, J. P. y Glaz, M.: “Potencia y profanación. Elementos para una ética de


capacitación clínica” Texto inédito. Ficha de cátedra.
La hipótesis de nuestro trabajo: la producción de subjetividad universitaria es obstáculo
para el estar clínico.

La producción universitaria contemporánea opera, a la vez, por disciplina y por control


y tiene efectos destacables en los cuerpos: una dificultad de registro tanto del
semejante, del espacio, de las condiciones, de los modos de producción, como del
propio cuerpo. Opera por disciplina: la silla, la vista al frente, los horarios. También por
control: producción de subjetividad contemporánea signada por el consumo, el
individualismo y la dificultad para componer un colectivo.

De aquí que el problema de habilitar los registros o vibratilizar los cuerpos se vuelve un
elemento esencial para la aptitud clínica. Nos preguntamos qué es lo que puede un
clínico cuando vibra, y qué cuando no vibra. Tengo tal o cual potencia y es eso lo que me
sitúa en la escala cuantitativa de los seres (…) ‘¿Qué puedes?’ en virtud de tu potencia
es muy diferente de la pregunta moral ‘¿qué debes?’ en virtud de tu esencia.”
Cuando Deleuze dice “¿qué puede un cuerpo?”, no se refiere al cuerpo orgánico, no
remite a la idea de que el cuerpo puede más que la mente.
Un cuerpo puede en tanto se conecta, vibra, se deja afectar. Un clínico puede si es
cuerpo vibrátil, cuerpo afectado capaz de estar y componer con otros. Puede registrar
el padecimiento del otro, puede pensar e intervenir en situación. En este sentido
pensamos que si un cuerpo puede en la medida en que es afectado, el estar clínico
requiere de esa porosidad, de esa vulnerabilidad a las existencias otras. En los extremos
está la impotencia: la pura afectación nos inhabilita a intervenir y en el extremo de la no
vibración, está la muerte. Impotencias que se expresan en malestares tenues pero
constantes, como la mortificación en las instituciones que plantea Ulloa, donde algo de
la vida tiende a apagarse o a adormecerse. Según Spinoza las afecciones que pueden
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tocar los cuerpos se distinguen entre alegres y tristes, afectos respectivamente, que
aumentan o disminuyen la potencia de un cuerpo.
Entonces, los afectos de aumento de potencia, las alegrías, no son menos pasiones que
las tristezas que causan las disminuciones de potencia. Alegría y tristeza es una
distinción al interior de la pasión. Hay pasiones alegres y pasiones tristes. Esos son los
dos tipos de afectos-pasión.
El estar clínico, insistimos, tiene que ver con el poder afectarse y estar poroso a lo que
sucede pero requiere también de la posibilidad de instrumentalizar ese registro sin
quedar capturados por él y así estar disponibles para poder operar.
La clínica es el quehacer que nos confronta con la necesidad de pensar las herramientas
conceptuales adquiridas, a la luz y según lo requiera la situación. El estar clínico es un
permanente pensar donde se dibuja el problema, donde aparecen las preguntas y la
incomodidad de la incertidumbre. Proceso de pensar entendido no como un paso previo
para el saber, si no como la misma constitución de la situación clínica, donde los insumos
bibliográficos, la afectación, lo otro, componen la situación. De ahí, la ética de la
intervención.

Fernandez, Ana María: (2007) Cap. 2, Tercera Parte “Lógicas colectivas y producción
de subjetividad”, Págs. 271 a 283, en Las lógicas colectivas. Imaginarios, cuerpos y
multiplicidades. Buenos Aires, Editorial Biblos.
El dispositivo con que se trabaja en las jornadas de producciones grupales no sólo es
colectivo sino que emplea un recurso psicodramático como la multiplicación dramática
que dispone a abrir visibilidad a los cuerpos que se afectan colectivamente. Vuelven
visibles las afectaciones de los cuerpos y sus intensidades, por lo que fuerzan a pensar
estos impensados del lenguaje y la representación de la amalgama moderna.
De la diferencia a la multiplicidad: Castoriadis indagó las condiciones de producción de
aquellas invenciones colectivas y anónimas por las cuales lo histórico social opera
transformaciones de sentido en una sociedad, desmarcando su pensamiento de una
idea de sujeto y/o inconsciente colectivo. Para ello, estableció unas primeras
puntuaciones con relación a la producción de invención de las lógicas colectivas con la
noción de magma. Interesa aquí resaltar tres cuestiones:
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•Habilitó el pensamiento de lo colectivo como un campo de heterogeneidad. Se trata


de pensar la diversidad, la multiplicidad en tanto categoría. Pudo pensar lo que no es
idéntico ni diferente.
•Lo imaginario social, lo histórico social, es indefinidamente determinable.
•Al señalar la permanente tensión entre las dimensiones identitarias y magmáticas,
evitó los binarismos clásicos.
Importancia de la noción Deleuze de multiplicidad: No se trata de negar identidades ni
totalizaciones sino de pensar totalizaciones que no subsuman las partes. La multiplicidad
es el don de lo diverso, de las diferencias que retornan como intensidades que se repiten
configurando plexos de relaciones rizomáticas.
En los momentos de invención imaginante se desborda la representación y un
agrupamiento trabaja en lógica de multiplicidad
De los modos de subjetivación a la producción de subjetividad: Foucault trabajó en la
historia de los modos de subjetivación, o sea, en las transformaciones, en las variaciones
que cada sociedad presenta, en la construcción de sus habitantes, en cierto momento
histórico. A su vez, se podrán encontrar diferentes dispositivos, estrategias y tecnologías
que producirán diversas modalidades de subjetivación, que distinguirán a los diferentes
grupos sociales que integran esa sociedad y crearán las condiciones de circulación y
apropiación de sus integrantes.
Los modos de subjetivación se articulan con los modos de objetivación que establecen
relaciones de saber y legitiman las distribuciones de poder y los espacios (público y
privado) legitimados para la circulación de cada colectivo (clases, géneros, etnias,
colectividades religiosas, grupos etarios, etcétera).
Los diferentes modos históricos de subjetivación son elementos estratégicos en el
policiamiento de cada sociedad. Tal ordenamiento no se logra sólo a través del modo en
que los integrantes de una sociedad piensan, sienten y actúan, sino también marcando
sus cuerpos.
Toda instancia de análisis de los poderes tendrá que establecer las múltiples formas de
resistencia a éstos, es decir, de enfrentar también de muy diversas maneras a los
aparatos de dominio. Siempre hay un resto o un exceso que no puede disciplinarse.
Ese resto-exceso que resiste a disciplinamientos puede ser pensado tanto en el plano
sociohistórico, colectivo, en las revueltas e insubordinaciones a órdenes políticos y
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económicos, como en las resistencias, desobediencias, transgresiones anónimas propias


de quien resiste en sus síntomas, locuras, delirios, sueños o enfrentamientos más o
menos silenciosos o anónimos por sus autonomías y/o por sus afirmaciones de lo que le
es propio.

Ulloa, F: (1973) “Comunidad Clínica” Inédito. Ficha bibliográfica.


La idea de grupo que integra una comunidad presupone que el objetivo de capacitación
-formación de por sí lleva a la conformación de un grupo, organiza, y deja las bases
sentadas para que se definan objetivos y finalmente se tome como objeto en sí mismo.
La noción de tarea, en su generalidad compendia este proceso. Ahora bien si como dice
Bonano “la tarea, en tanto organizador central del agrupamiento, siempre está
instituida, es decir, prescripta por la institución, aunque sea asumida creencialmente
como construcción-producción del agrupamiento; por lo tanto en esta perspectiva la
tarea siempre es un imperativo, porque sitúa al actor en su posición institucional. O sea:
tarea equivale a direccionalidades y marcas en terreno sólido. A una operación
subjetivante entonces no la llamaría tarea”. La tarea prescripta entonces puede estar
ahí organizando el simple estar en un determinado espacio, aunque no necesariamente
dar origen-fundación a algo.
La fundación de una comunidad y la inserción de cada miembro en ella no pueden
pensarse como algo en trascendencia, es decir entonces, que no puede hablarse de una
fundación desde aquellas condiciones institucionales. Hay en todo caso, momentos de
un agrupamiento donde algo del orden de la comunidad de pensamiento y reflexión
aparece y momentos en los que no. Hay dispositivo, pero la comunidad se produce allí,
cada vez o no se produce. Depende de la apuesta.
- Términos significativos: seguridad psicológica, mirada clínica recíproca, correlato
afectivo de esta mirada, internalización metabolizada de un encuadre que de- venga
actitud clínica, estructura de demora o capacidad para que la mirada advierta más allá
de la significación inmediata de los acontecimientos.
Seguridad psicológica: Crear condiciones de seguridad psicológica es casi una tarea
artesanal (...). Algo así como ir curtiendo un cuero crudo hasta que adquiera
simultáneamente firmeza y suavidad. Es una tarea artesanal que se inicia cuando todos
aceptan no sólo mirar sino ser mirados.
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El ver como resultado de una mirada no reducida ni reductora, es el fundamento de la


clínica psicológica de lo que será el discurso clínico. En la mirada recíproca se gesta el
diálogo clínico como diálogo integrador.
Una de las tantas dificultades con las que nos encontramos hoy es la inconsistencia
respecto de la presencia y cooperación de y con otro. Es decir ya no se trata sólo de
dejarse mirar y atreverse a hacerlo, sino de que haya alguien del otro lado. La
reciprocidad de miradas que permite el diálogo clínico supone un encuentro, a un otro
con el cual se piensa, se mira, se le habla.
Para pensar en la constitución de seguridad psicológica tenemos que pensar, entonces,
en primer término en la contingencia, en que ante todo es necesario existir para alguien
y que el otro exista para mí, para que haya encuentro, miradas y quizás después dialogo.
Esta temática abre puertas también a proponer la construcción de Confianza, como
condición necesaria aunque no suficiente.
Si profundiza acerca de sus sentimientos posibles es probable que se encuentre con el
predominio de los afectos: o la vergüenza o la arrogancia (...) el registro y la resolución
de estos sentimientos, es fundamental en el adiestramiento de un clínico. Son
sentimientos totalmente ligados a la mirada. La vergüenza es propia de una situación
donde uno es sorprendido espiando, mirando sin ser visto. La arrogancia, es más propia
de quien acepta ser centro de miradas sin mirar a su vez. Tanto un afecto como otro
tienden a reducir drásticamente el campo de lo percibido. La vergüenza inhibe el registro
sobre nosotros mismos. La arrogancia reduce lo advertido acerca de lo ajeno. Cuando al
mirar al otro podemos expresarle lo advertido, dejamos de espiarlo. Esto va
transformando nuestra vergüenza en compromiso compartido y en elaboración sobria
del discurso. Cuando aceptamos la mirada especular del otro, vamos accediendo a
nuestros puntos ciegos caracterológicos. A menor ceguera sobre nosotros mismos,
menor arrogancia y mayor firmeza en defensa de nuestras convicciones. Esto es básico
para un clínico.
Por otra parte la reciprocidad en la mirada, no sólo adiestra en el manejo de los afectos,
en el diálogo integrador, sino que es la base de lo que en psicología clínica conocemos
como la reciprocidad posible. Es difícil precisar este concepto, quizás porque expresa
algo tan básico e inaprensible como la solidaridad. Toda situación donde se entrecruzan
las miradas, se entrevé entre dos, implica la posibilidad de una asimetría. En clínica la
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asimetría es casi un punto de partida. En la que se da entre clínico y clinado, o entre


clínicos de diferentes grados de experiencia y de conocimientos. Es una asimetría
necesaria, inherente a la asunción de roles. El asunto es cómo ésta asimetría, en el
proceso clínico, puede tornarse no necesariamente simetría, pero sí reciprocidad.
La reciprocidad pone una condición clave para la institución del co-pensor, término
extraído de Pichón Rivière. Ya no se trata de trasmitir (saberes), tampoco de
aprenderlos, sino de pensar juntos el problema que nos va a constituir como comunidad,
justamente cuando podamos co-pensarlo.
Por eso seguridad psicológica puede definirse dentro del funcionamiento de una
comunidad de clínicos, como un objetivo a conseguir donde la habilidad o la torpeza,
del otro, tiendan básicamente a evocar situaciones similares habida en nuestra
experiencia antigua o actual. Es esta evocación la que va permitiendo a un clínico poner
“lo del otro” dentro de si” para conocer desde ahí al otro.
El adiestramiento clínico, es un punto de partida fundamental para alcanzar la
internalización metabolizada de un encuadre clínico, no como andamiaje externo sino
como columna vertebral; es poder transformar el estilo personal propio de cada sujeto
clínico, en estilo experiencial. Esto sólo se lo logra, cuando el clínico advierte desde su
propia experiencia afectiva, la del otro. Un clínico que integre a su esquema científico
su propio estilo personal es alguien que tiene a su vez un propio proyecto personal en
cuanto a la asunción de su rol de clínico y esto necesariamente lo llevará a plantearse la
congruencia o incongruencia que este proyecto personal mantiene con los objetivos
singulares propios del campo o situación que esté conduciendo. Es decir, que
inevitablemente deberá plantear- se un problema fundamental en el quehacer clínico:
el problema o mejor dicho el falso problema de la neutralidad del clínico. No podrá
eludir la confrontación entre su proyecto personal y el que conduce.

Duschatzky, S. (2007) “La educación: una posibilidad en los pliegues del


desfondamiento”. En Cuadernos de campo Nº 2, publicación de Campo Grupal.
Octubre 2007.
Información es todo aquello que se nos impone, que nos convoca a una operación de
conexión. La información en la era de la velocidad no es un dato pleno de valor, sino el
nodo que nos conecta a una red.
16

Los protagonistas de las escenas insisten en no saber qué hacer; los padres no saben
qué hacer, los docentes no saben qué hacer y los chicos hacen más allá del saber. El no
saber no es mera ignorancia sino una constatación de que el saber que no dialoga con
lo que se presenta no produce efectos prácticos, no habilita modos subjetivantes de
hacer con lo real.
(...) no se trata de un mero no saber sino de un saber que no habla, que no produce
actos, no arma lazo, no crea posibilidades de existencia.
Los docentes, directivos, alumnos, padres devienen habitantes de un universo
desreglado. Se trata de un sujeto a la deriva, sin anclaje que lo funde, sin una
anterioridad que lo constituya.
Los testimonios nos hablan del padecimiento de un estar a la deriva. Se padece por
dispersión, por superfluidad. Se padece con el cuerpo, se padece en soledad, se padece
porque no alcanzamos a descifrar qué nos hace padecer. Cuando el padecimiento se
narra, se arma un interlocutor y se instala una palabra, una palabra que al ser dicha
instaura un principio de simbolización dónde no lo había.
El padecimiento revela una posición de vulnerabilidad y la vulnerabilidad habla de un
afectarse por la situación.
La vulnerabilidad entonces es un pliegue en tanto de ahora en más los modos de habitar
resultan de un doble juego: decidir y hacerlo con otros.
El pliegue no es un pensamiento en busca de entidades fijas. El pliegue huye del verbo
ser y remite a circunstancias: en qué caso, donde, cuando, cómo. El pliegue es un
pensamiento de las formas, un pensamiento que permite componer lo que se muestra
desarticulado, informe o pleno de forma. Un pensamiento en pliegue es un pensamiento
de la composición no de la clasificación.
Los testimonios testimonian la imposibilidad del ejercicio del rol. Sin embargo no se trata
de disfunciones, sino de los efectos de la caída de la función. El Nombre del padre,
maestro, alumno es un vestigio, hoy solo se trata de nombres que han perdido la cosa
que nombran.
(...) en condiciones de fluidez, si una experiencia no está hecha de múltiples
operaciones, se cae, se diluye, no acontece.
Los testimonios testimonian un hacer que no produce, un estar que amontona pero no
enlaza, un choque de presencias que no alcanza a convertirse en encuentro. Pero
17

también dan cuenta de las potencias: la cercanía de los cuerpos, la vulnerabilidad


compartida (...) la potencia está en lo que hay: presencias desarticuladas, fragmentadas
pero presencias al fin. Se trata de que esas presencias produzcan una existencia (La
existencia no es de índole física sino simbólica. La existencia es del orden de la creación).

Glaz, Miriam, Moratti, F. y Urbieta, V. “Sonoridades con cuerpo”. Texto inédito. Ficha
de cátedra.
En aquellas situaciones que devienen “experiencia”, es decir, aquellas circunstancias
que por la presentificación de lo nuevo e inesperado, alteran un modo de estar inercial
por un habitar intenso que demanda una cierta elaboración compartida de lo
vivenciado; se descubre la propia vulnerabilidad, aquello que una y otra vez escapa a
nuestro saber. Es en este sentido, que la apertura al adiestramiento instrumental,
habilita para el clínico la visibilidad de múltiples registros que perforan la lógica
representacional.
La disponibilidad instrumental del cuerpo-afección permite capturar los ínfimos haces
por los que los cuerpos circulan, posibilitando el registro de las intensidades no
significables y la potencia de un hacer no reductible a la palabra, quien obsoleta, tantas
veces demuestra su impotencia, su límite palpable, su no-lugar.
Nos proponemos entonces, repensar las viejas categorías y arriesgar una fuga de
pensamiento sobre el cuerpo en el posicionamiento clínico, por considerar la
experiencia en el cuerpo, insoslayable en un proceso de capacitación clínica.
Un cuerpo se define por una cierta potencia de afectar y ser afectado y por una cierta
relación de movimiento y reposo, por una potencia fundamental de existir y actuar.
Entiéndase bien, afectar es producir alteración o mudanza en algo, una materia afectiva
es aquella capaz de afectar y ser afectada.
- Cuerpos disciplinados, despliegues inmunitarios, producciones contemporáneas de
des-sensibilización, mortificación expandida en climas emocionales grises, entretejen un
cuerpo del clínico en la intemperie, desprovisto de su potencia y superficie vibrátil, ante
la sola idea del encuentro clínico, lo invade la vivencia de la desolación.
Podemos producir y habitar cuerpos preventivamente sustraídos, cuerpos
reactivamente anestesiados o bien cuerpos-sustancia disciplinados; producciones
positivas o bien modalidades defensivas de sustracción, de todas formas producen
18

cuerpos reductos, que no solo ensordecen, o vibrátil, para habilitar con ello una
progresiva disponibilidad instrumental del cuerpo. Ésta supone una estructura de
demora que permita servirnos de la afectación para intervenir en la situación.
Disponer el cuerpo en la situación clínica implica sintonizar la reciprocidad y el juego
cadencial entre resonar y no perderse en su captura; tolerar de modo versátil el flujo de
afectos circundantes, que requiera dialogar con las herramientas disponibles y a su vez
arriesgar la producción inmanente de herramientas o procedimientos de intervención.
Requiere entonces una cierta disponibilidad a la afección, a volverse superficie
resonante, en exposición a la alteridad.
El cuerpo como “brújula” en su actualización ética, siguiendo a Suely Rolnik, compone
una corporalidad que opera en función de los intereses de la vida y que conllevan en su
ética el ejercicio de las potencias del cuerpo. Dirá que la capacidad vibrátil remite a los
cuerpos capaces de afectarse, a la capacidad sensible de darle presencia, vida, al otro
en mi cuerpo, (...). Y explica: “la vulnerabilidad, como potencia y no como debilidad, es
lo que permite aprovechar lo que trae el otro, es condición para que el otro pueda
convertirse en presencia viva y no quede reducido a objeto. Ser vulnerable implica la
activación de lo sensible.”
Con el “estar sensible” nos referimos a aquello definido por Susana Kesselman como “la
capacidad de orientar la atención hacia las sensaciones que emergen, tanto al registro
de formas, pesos, temperaturas, texturas, consistencias, direcciones, distancias,
volúmenes, formas de hacer los movimientos, ritmos, como a sensibilidades sin nombre
(por los bordes de las percepciones dominantes), de consciencia brumosa: intensidades,
planos, flujos, movimientos de las vísceras. Estas sensibilidades apuntan a la preparación
del territorio de experimentación y percepción, a una disposición a la fragilidad dada por
la naturaleza de la sensación, a la no espera de resultados, a la no valoración crítica de
lo que viene del cuerpo, a despertar la inquietud para la captación de lo pequeño.”
Lo clínico más allá del Dispositivo: La disponibilidad del cuerpo no se define por
dispositivos individuales o grupales, psicodramáticos, con psicosis, con niños, con
adictos; del mismo modo que vuelve impotente la discusión sobre los saberes
disciplinarios como garantes de destrezas para la intervención.
El cuerpo como instrumento clínico efectúa su potencia en la captura de un gesto, la
receptividad de un matiz afectivo innombrable, la flexibilidad de tomar el gesto e
19

instrumentar un procedimiento (conocido o inventado) y que en la posibilidad de la


apertura habilite nuevas potencias.
(...) no se trata de “disolver al individuo en una masa indiferenciada” sino capacitarnos
en una corporalidad que conlleva un proceso continuo de individuación e intercambio,
de autonomías ligadas, de arquitectura multidimensional. En esta búsqueda y
composición ética, centrarnos en un cuerpo sustancia como inmutabilidad atómica ya
nos queda escaso...
Es desde la interpelación de nuestras prácticas, de la necesidad de componer otra
vivencia y conceptualización del cuerpo, que proponemos el pasaje desde el cuerpo
asonante, haciendo activa la vulnerabilidad y con ello la fragilidad de la superficie
corporal, disponible a conectar y resonar con los múltiples elementos, significantes y a-
significantes, y el necesario trabajo sobre la afectación que haga de ello un instrumento
clínico. Por ello: de la asonancia a la vibratilidad, y de la vibratilidad al instrumento.
Habilitar la porosidad para lo múltiple y heterogéneo será un requisito indispensable
para luego trabajar la disponibilidad instrumental del cuerpo como superficie vibrátil.
Hacer cuerpo, componer corporalidad no es sin otros… porque es en los encuentros
donde se efectúa la existencia.
_______________________________________________________________________

Bonano, O. (1997) “Organizadores del grupo”. (Selección de fragmentos del folleto


Dispositivos de Intervención en Psicología Social., editado por la Fac. de Ciencias
Sociales de la Universidad nacional de Lomas de Zamora
Estos grupos son sustancialmente distintos de un tipo de agrupamiento artificial en los
cuales se plantea que el grupo no tiene tarea. A estos últimos, algunas corrientes los
llaman "grupos de diagnóstico". Un grupo sin tarea consiste en que los sujetos se
reúnan, comiencen a interactuar y que el proceso esté centrado en darse cuenta cómo
trabaja el grupo, cuáles son los roles que se despliegan, cuáles las defensas psíquicas,
etc. Haciendo este tipo de experiencias se aprende muchísimo acerca de la dinámica de
los grupos, y de las expresiones del inconsciente
Pichon Rivière dijo no hay grupo sin tarea. Como ya señalé, hay ciertos casos donde se
trata de reducir la tarea al mínimo para que florezcan lo más posible los fenómenos
intersubjetivos, grupales y la fantasía en los grupos humanos.
20

En todo grupo, en forma normal hay una tensión y una oscilación permanentes entre el
plano de la tarea y el plano de la circulación afectiva, fantasmática.
Cuatro determinaciones en el análisis psicosocial.
La dimensión de la tarea concierne al lugar que tiene el grupo dentro de la circulación
social; en tanto la tarea impone el objetivo de producción de algo, se juega la capacidad
de cooperación racional. En la definición de grupo que propone Pichon Rivière, esta
dimensión se propone de un modo explícito. "Grupo es un conjunto restringido de
personas que reunidas en un tiempo y espacio común desarrollan una tarea que
constituye su finalidad y despliegan los procesos de su mutua representación interna".
Según este esquema, la tarea es el representante al interior del agrupamiento de lo
societario, de lo simbólico.
Una determinación va a provenir del psiquismo del sujeto individuado (que no es lo
mismo que decir "individuo"); en este punto cardinal va a estar la estructura
fantasmática del sujeto, con sus diversos grupos internos: fantasías originarias, imagos
y complejos, redes identificatorias, etc.
Otra determinación, también psíquica, va a provenir de los fenómenos psíquicos
propios del agrupamiento. Los sujetos individuados disponen de una infraestructura
que los hace capaces de 'hacer grupos': nacen y se constituyen en un grupo familiar y
están conformados por sus grupos internos.
La tercera determinación va a provenir del grupo social, pero en este caso en tanto
reglas y normas, aquellas que determinan quién, cómo y bajo qué condiciones se forma
parte de un grupo. Este plano, el de las reglas, normas y roles es el que tradicionalmente
estudió la dinámica de grupos.
La cuarta determinación va a provenir de lo que R. Kaës llama lo societario.
- Podemos agregar el agrupamiento de los polos de a dos; se distinguen dos subsectores,
de los cuales uno sería, el polo imaginario y el otro el polo simbólico. Lo societario y las
normas hacen más a la circulación simbólicamente sancionada de códigos, implica la
vigencia de la ley, el registro y respeto de las diferencias y el respeto al principio de
realidad para la producción de la tarea pertinente del agrupamiento. En el subsector de
lo imaginario bajo el peso de lo psíquico se tiende más a lo arcaico, a lo fusional con el
otro, a la vigencia del principio de placer en la realización de deseos.
21

Bonano, O: (2006) “Algunas tesis sobre la Tarea”. Texto inédito. Ficha de cátedra.
Una práctica es una significación en acto, es un hacer; está condicionada por el
horizonte problemático de los saberes, pero en la inmanencia de las prácticas suceden
incidentes, excedencias o acontecimientos que suplementan las condiciones de partida.
- Enrique Pichón Rivière: Es un campo en el que puede haber demanda (o 'sitio’) de
intervención y es centralmente el de los equipos (una de las formas de los
agrupamientos que “se dan espontáneamente a la vida social” R. Kaës) en los que
participamos como integrantes.
Si se acepta (ciegamente) que la función del coordinador (es peor aún si es jefe, director,
etc.) es conducir al grupo a su objetivo; y que todo lo que desvíe o demore en la marcha
hacia su objetivo tiene por causa la resistencia (al cambio), es inevitable que se produzca
un empantanamiento. Tal vez sea esta la vía más directa para que la concepción
operativa se ordene bajo el discurso del amo.
La tarea ya no comanda desde el universo simbólico del tercero ordenador
No es posible pensar y operar en los agrupamientos que se dan espontáneamente a la
vida social sin la noción de tarea y las operaciones que allí se engarzan; no es posible
hacerlo con las categorías y significaciones heredadas. Por lo tanto estamos ante un
problema. Tal vez ayude a pensarlo la proposición de la tarea como un operador vacío.
Se trata de operar sobre la condición inercial en que se plantea la tarea inicialmente y
cooperar para que se pueda pensarla, con lo que se la hace ser al modo situacional.

Bonano, O: (2008) “Grupo y dimensión colectiva de las prácticas” Cap.3, parte III en El
oficio de intervenir. Políticas de subjetivación en grupos e instituciones. Buenos Aires,
Editorial Biblos.
Lo colectivo y lo grupal.
La dificultad para “articular” lo que fue pensado en exterioridad (un sujeto psíquico
individual y una sociedad) fue efecto por un lado del horizonte cartesiano de la relación
entre sujeto y objeto y por el otro, de las tesis de la modernidad de un ciudadano
individual, sujeto a la ley y centrado en su conciencia, enfrentado a una sociedad
concebida como contexto histórico y político. Todo esto afectó a ciertos modos de
concebir los dispositivos grupales.
22

El núcleo más ambiguo y equívoco es que lo grupal equivale a colectivo. Pero lo colectivo
no es igual a número; lo socio-histórico no se constituye por interacción intersubjetiva.
Lo colectivo es propio del sujeto político, e implica el interés desinteresado en la
transformación universal de lo subjetivo humano. Lo grupal puede ser vehículo de
reestructuraciones individualistas y herramienta activa de conformación subjetividades
instituidas, de las prácticas de sí.
Los grupos como dispositivos de intervención
Nos vimos ante la necesidad de modificar los dispositivos de intervención a partir del
procesamiento colectivo del terrorismo de Estado. El dispositivo de “grupo de
orientación” pasaba por la forma de una charla inicial que modelizaba, al transmitir la
experiencia, más que nada política, realizada por las Madres, a la vez que intentaba
generar condiciones de participación con conmoción subjetiva. Este dispositivo abría
condiciones para la subjetivación, en la medida en que se daba en el interior de las
condiciones sociales prácticas sociales instituyentes. Pero fueron cambiando e
introdujimos un dispositivo modificado.
En la tramitación del “trauma social” el trabajo elaborativo con respecto a la memoria,
a partir de la consigna del “Nunca más”, estaba condicionado por la tesis de que la
memoria se construye con los otros y en espacios públicos. El grupo, en tanto
representación común, es espacio de intimidad que propicia la elaboración subjetiva,
pero a la vez es público en tanto está inscripto siempre en un orden institucional.
Los integrantes de un agrupamiento natural o de un dispositivo artificial de intervención,
como son los grupos de reflexión, despliegan todo el tiempo referencias a las
significaciones que los implican, a las instituciones que organizan sus prácticas. Sostener
que esas significaciones son organizadoras del agrupamiento con la misma fuerza que
las producciones vinculares intersubjetivas (pactos, mitos, contratos, ilusiones) y las
intrasubjetivas (fantasías, miedos, imagos) fue un punto de partida indispensable y
obligó a una tarea de transformación de los procedimientos heredados.
La concepción operativa en los grupos de reflexión
Los grupos de reflexión, en tanto grupos organizados desde una tarea que no sea
exclusivamente la remodelación psíquica, pudieron tener, distintos objetivos y tareas y
por lo tanto se ofrecieron desde saberes/prácticas profesionales como respuestas a
necesidades y urgencias sociales diversas. Otro aspecto de la concepción operativa de
23

grupos aportó una condición decisiva: la posición abstinente del coordinador respecto
de cómo el grupo constituye sus objetivos y va gestionando su tarea acerca el
procedimiento al eje de la autogestión.
Se constituye como grupo de formación en el terreno de las prácticas curativas y su
objetivo es elaborar tensiones.
Del grupo de reflexión al grupo reflexivo: la elucidación de las significaciones sociales.
Para Riviere el grupo tiene, entre otros efectos, el terapéutico. Pero acaso el eje de
demarcación principal pase porque, en tanto grupo operativo, tiene tarea; o mejor: la
tarea es organizador principal del grupo, y desde allí se puede decidir una diferencia neta
con la perspectiva curativa o terapéutica, su prescripción de tarea no lo centra en la
remodelación psíquica de sus integrantes. Es la dimensión del trabajo, en su oposición
con la de trabajar-se, que bien puede ser puerta abierta a la captura en un grupismo
afectivista y fusional, centrado en el puro goce de estar en racimo.
El eje de la tarea, en su generalidad y universalidad, es el ombligo que conecta al
agrupamiento con la circulación social de prácticas y por lo tanto con significaciones
sociales que nunca van a poder reducirse a contenido y procesos psíquicos.
Desde entonces llamamos “grupos reflexivos a un dispositivo de intervención que se
caracteriza por:
- Variabilidad en cuanto al problema abordado
- Cuestiones estratégicas que definen el posicionamiento de la coordinación,
orientadas a la elucidación de las significaciones sociales que transversalizan al
agrupamiento en sus tareas.
- Inicio de la tarea grupal a partir de disparadores, desde la particularidad del
problema a tratar. En general se trata de anécdotas breves y de desenlace incierto,
de sentido ambiguo e impacto dramático.
- Estos dispositivos conservan del grupo de reflexión el eje de ser grupos centrados en
una tarea o en un tema, y la posición abstinente de la coordinación respecto de la
definición del problema, pero aquí la tarea no está ya centrada en “elaborar tensiones”
que aunque vagamente, remite siempre a una suerte de trastorno psíquico sino en la
elucidación de las significaciones sociales.
→ Nuestro grupo reflexivo no es un grupo operativo, por eso era un dispositivo, un
conjunto heterogéneo que encuentra su consistencia en un eje estratégico, lo que al
24

principio llamamos análisis de las implicaciones y luego se transformó en la elucidación


de ellas. Hoy lo llamamos “destitución de subjetividades instituidas”. El modelo de
referencia de esta teoría de la subjetividad se instaura y detecta en el campo de la
implicación, la que muestra una concepción de sujeto producido-productor en los
procedimientos de la institución histórico-social. El grupo reflexivo es un dispositivo
metodológico que habilita la tramitación de estas dimensiones, se funda en el linaje de
la intervención institucional.
La introducción de la dimensión institucional en el análisis hace estallar las fronteras del
grupo. Lo específico del análisis institucional es constituir una subversión del dispositivo
de análisis “microsocial” del grupo. El análisis institucional es colectivo y político. Una
agrupación es la resultante de una cantidad infinita de determinaciones sociales y
políticas, cuya piedra de toque es el Estado, que atraviesa transversalmente al
agrupamiento.
En suma, lo vincular intra e intersubjetivo no es separable de la elucidación crítica de
las significaciones sociales: no hay elaboración psíquica sin tramitación sociohistórica
colectiva. No hay transformación sociohistórica sin destitución de las subjetividades
instituidas, incluida la de los operadores.
Las significaciones sociales no se “interpretan”, se elucidan, y la verdadera elucidación
sólo puede ser un proceso colectivo.
La dimensión colectiva cuando el grupo no está.
Hay experiencias en que no se producía grupo, no se instalaba una trama grupal tal que
las resonancias del otro, permitieran albergar la tramitación conjunta del sufrimiento
institucional.
Lo instituyente no es la aparición de cualquier cosa más o menos novedosa, sino la
creación de una forma social (y por lo tanto subjetiva) radicalmente nueva. Se trata
entonces de la producción de la realidad social por la dimensión colectiva, propia del
sujeto político, de la subjetividad.
Lo subjetivo es un acto en un punto en el que irrumpe algo real, imposible de enunciar
y tramitar en los términos constitutivos de la situación dada, punto en el cual la posición
reflexiva y la elucidación crítica permiten destituir un enclave de la subjetividad
instituida.
25

Se trata de actos de sujeto y prácticas de enunciación, para los que los procesos mentales
de esclarecimiento resultan insuficientes y la distinción entre individual y colectivo no
es pertinente.

Anzieu, D.: (1986) “El grupo y el Inconciente”. Segunda Parte, Cap 10: Perspectivas
teóricas: A) panorama de la vida grupal inconciente y B) Teoría general del fantasma
en los grupos. Edit. Biblioteca Nueva, 2ª. Edición, Madrid.
A) panorama de la vida grupal inconsciente
La explicación económica de corte hermenéutico da cuenta del grupo como sistema de
fuerzas.
La cohesión de un grupo se atribuye a la implicación de los miembros en la elaboración
de los fines y de las normas comunes y en el establecimiento de una red de relaciones
interindividuales. Esos fenómenos conscientes son la consecuencia de un proceso
inconsciente fundamental (cuando un número suficiente de fantasías individuales ha
entrado en resonancia entre sí o cuando el grupo se ha cristalizado en torno a una imago
común).
La ilusión grupal y las fantasías de rotura
Llamamos ilusión grupal al sentimiento de euforia que los grupos en general
experimentan en determinados momentos y que se expresa como “estamos bien
juntos”.
El “grupo” se convierte en el objetivo del grupo, restauración colectiva de los
narcisismos individuales amenazados. Así, en el aparato psíquico de los participantes, el
grupo funciona como el YO ideal.
En el caso en que el grupo se estructure en torno al Ideal del Yo, lo que se carga
libidinalmente es la imago del padre omnipotente y condescendiente. En el caso en que
el grupo se estructure en torno al Yo Ideal es la imago de omnipotencia narcisista.
La pareja ilusión grupal-fantasías de rotura gobierna las oscilaciones “primarias” (en el
sentido psicoanalítico) observables en los grupos.
El grupo, realización imaginaria del deseo y de la amenaza:
Si el grupo produce la ilusión grupal, es a causa de un proceso más general: el “grupo”
fabrica simple ilusión. En las representaciones colectivas, el grupo pequeño funciona
26

también como un lugar de realización imaginaria de las amenazas del Superyó y como
un lugar de realización real de las amenazas de la sociedad global.
El espacio imaginario del grupo:
Las imágenes subyacentes del cuerpo se exteriorizan generalmente de la forma
siguiente: si esta disposición es un círculo, el grupo es una boca donde salen los discursos
coherentes del grupo, o una multiplicidad de bocas que se devoran entre sí. En todos los
casos, la disposición circular o elíptica evoca en los interesados una imago materno,
mientras que la disposición en filas tipo escolar tiene como finalidad inconsciente
imponer la prevalencia de la imago paterna.
El vacío central es tan angustioso que participantes y monitores sienten la necesidad de
reducirlo, situando mesas o bien delante de los participantes, o bien en el medio, o
también a ambos lados. Este centro es vivido como el lugar imaginario ocupado por el
objeto malo (en el grupo las pulsiones destructivas se proyectan no hacia el exterior
sino hacia el centro).
La escisión de la transferencia
La transferencia positiva tiende a concentrarse en los grupos pequeños; la transferencia
negativa, en el grupo amplio. El grupo pequeño se convierte en el lugar imaginario del
placer; el grupo amplio, en el lugar imaginario de la muerte.
No sólo la naturaleza es diferente sino también el objeto de la transferencia. En el grupo
pequeño la transferencia central se dirige al monitor, pero las transferencias laterales
de los participantes entre sí son igualmente activas y significativas. En cambio en el
grupo amplio la transferencia lateral es mínima y la transferencia se dirige hacia el grupo
pequeño de los monitores en su conjunto es decir del considerado grupo interpretante.
El Yo, el grupo y la reorganización de las identificaciones
Las técnicas de grupo no directivas ponen en tela de juicio las identificaciones
imaginarias individuales y obligan a los participantes a abandonarlas al precio de una
angustia de “rotura”, de un miedo a cambiar y del sentimiento del peligro de volverse
loco.
Área transicional en el grupo
El grupo se convierte en un contenedor de las pulsiones, de los afectos y de las fantasías
que circulan entre los miembros; facilita la constitución de una envoltura psíquica que
cada uno puede interiorizar en lugar de un Yo-epidermis demasiado rígido, o demasiado
27

agujereado o demasiado inconsciente. Los participantes tienen ocasión de revivir y de


reencontrar, con relacion a los demás, los vínculos humanos fundamentales (Winnicott,
Kaës). El grupo es una estructura de acogida, de elaboración y de reparación de las
usurpaciones, de los traumatismos acumulativos, de las rupturas sufridas actualmente,
o también con anterioridad, por los sujetos, y contribuye a restaurar en ellos la actividad
de simbolización.
Desde la posición de doble apoyo, descrita por Kaës y propia del aparato psíquico
grupal, se deduce que el grupo puede ser también utilizado por los participantes como
una pérdida compensatoria, como una pantalla defensiva o como un fetiche denegador,
bien con relación al inconsciente individual, o bien a la cultura circundante en su aspecto
de inconsciente social o en el de sus valores establecidos, costumbres, creencias y ritos.
Cinco organizadores psíquicos inconscientes
La circulación fantasmática
Las relaciones entre los seres humanos se ordenan en torno a dos grandes polos, la
técnica y la fantasía. El polo técnico está ligado al desarrollo del sistema percepción-
conciencia y a la realización de tareas comunes o en común; permite la circulación de
bienes e ideas. El vínculo interhumano-inconsciente en la pareja, entre el grupo, en la
vida familiar y social, resulta de la circulación fantasmática: estimula, influye o impide
que se desvíen las realizaciones técnicas reales y reúne u opone a los individuos
incidiendo más en las maneras de ser y de sentir que en las formas de actuar.
La fantasmatización es una actividad del Prcc; articula las representaciones de cosas y
las representaciones de palabras según las relaciones complejas. La capacidad de
fantasear es uno de los rasgos más importantes del Yo.
En todo encuentro que se realiza entre dos o más seres, el sujeto humano o bien se
repliega sobre sí mismo para proteger su identidad amenazada y sus fantasías para que
el otro o los otros entren en su juego.
¿Qué es la fantasía individual? Es un guión imaginario representado por algunas
personas; el sujeto generalmente está represente en la escena como espectador y no
como actor. De ello deriva que la fantasía tiene una organización grupal interna. El
sujeto intenta realizar este guión en su conducta, en sus síntomas, en sus sueños
nocturnos. Las posiciones que hace que ocupen los otros y él mismo son permutables;
el desarrollo del guión puede comprender algunas variantes de su estructura: sigue
28

siendo la misma, cada personaje del guión resulta de una o varias identificaciones de
procesos psíquicos internos que se encuentran así personificados, el aparato psíquico
utiliza las identificaciones-proyecciones del individuo para que las instancias psíquicas y
las pulsiones que obran en él sean representables y para dramatizar sus relaciones y sus
conflictos.
- 1er organizador psíquico inconsciente del grupo: La fantasía individual.
La resonancia fantasmática es el reagrupamiento de algunos participantes en torno a
uno de ellos. Reagrupamiento quiere decir no tanto acuerdo como interés,
convergencia, eco y estimulación mutua.
La fantasía individual inconsciente se trata de un primer organizador psíquico de la vida
del grupo. Spitz distingue tres organizadores en el niño pequeño: la sonrisa a la persona
humana, la angustia ante el rostro extraño o angustia de la pérdida del objeto de amor,
el recurso al no por el gesto y la palabra.
El primer organizador psíquico inconsciente del grupo apunta a constituir un aparato
psíquico grupal, partiendo de un aparato psíquico individual, esta tendencia responde a
la isomorfía que desembocaría en el grupo psicótico, confusión de los aparatos psíquicos
individuales. Los siguientes organizadores del grupo obedecen a la segunda tendencia,
van hacia una homomorfia creciente, en donde el aparato grupal se apoyó sobre el
aparato psíquico individual, pero diferenciándose de él.
El individuo llamado precisamente central se sitúa como el Yo del grupo: el líder es
entonces un árbitro.
- 2do organizador: LA IMAGO
No es la fantasía prevalente de un individuo, sino la imago del jefe. La imago pertenece
al mismo orden de realidad inconsciente que la fantasía, pero con un par de diferencias:
primero, la fantasía es una representación de la acción mientras que a imago es una
representación de persona, representación que contribuye a constituir las instancias
psíquicas reguladoras del Yo (Superyó, el ideal del Yo y el Yo ideal). Segundo, la fantasía
se construye durante el desarrollo psíquico del individuo. Al menos para Freud, la imago
se habría construido históricamente durante el desarrollo de la especie y preexistiría en
el niño desde el nacimiento en forma potencial. De aquí el carácter universal de las
imagos y su predisposición a suministrar a los grupos, a las colectividades y a las
organizaciones su unidad psíquica profunda.
29

Bion ha desarrollado la intuición freudiana de la imago con el nombre de supuesto


básico.
- 3er organizador: las protofantasías.
Estas fantasías se refieren a:
 A los orígenes del individuo: de la vida intrauterina y las escenas primitivas.
 A los orígenes de la diferencia de sexos
 A los orígenes de la sexualidad: de seducción.
La fantasía de castración toma una forma específica, como fantasías de rotura que
reúnen la angustia fálica de castración y la angustia oral de separación del pecho.
- 4to organizador: ¿es el complejo de Edipo el organizador específico del grupo familiar
o el metaorganizador grupal?
En la distinción de la estructura y la organización, los tres organizadores precedentes (la
fantasía individual, la imago y las protofantasías) asegurarían la organización
fantasmática de la vida grupal, mientras que el complejo de Edipo sería el fundamento
de su estructura tópica.
Sólo la familia puede hacer acceder al individuo a la organización edípica. Cuando
fracasa, adolescentes y jóvenes adultos tienden a reunirse en grupos, en pandillas, que
pueden, a veces, permitirles acabar una evolución edípica que había quedado en
suspenso.
El grupo psicoterapéutico tiene un estatus intermedio entre la familia y el grupo. En
efecto, igual que la familia, el grupo psicoterapéutico moviliza en los participantes el
complejo de Edipo.
Organizador, pseudo-organizador y desorganizador.
Tanto en el grupo como en el individuo, la fantasía puede aparecer como un
desorganizador. Lo es según la naturaleza y la masividad de la angustia con la que está
en relación, ya que el contagio, propio de toda situación plural de la angustia (pareja,
grupo, muchedumbre), se añade a la dificultad.
- 5to organizador: la imagen del cuerpo propio y la envoltura psíquica del aparato
grupal.
La fantasía individual, la imago y el complejo de Edipo pueden organizar o desorganizar
el aparato psíquico grupal a condición de que éste posea un mínimo de estructura. La
instancia dominante en el aparato psíquico grupal tiende a ser, no el centro o el núcleo
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organizador, sino la envoltura que le asegura su unidad, su continuidad, su integridad,


su diferenciación periférica de lo interno y lo externo, con una zona de transición entre
uno y otro, que permite ciertos tipos de intercambios.
Los tres primeros organizadores psíquicos inconscientes de los grupos –la fantasía
individual, la imago y las protofantasías- evolucionan desde una isomorfia de partida,
con relación al aparato psíquico individual, hacia la homomorfia creciente. El cuarto
organizador, el complejo de Edipo, opera en la diferenciación, del grupo-familia
(heterogéneo y natural porque está basado en la diferencia de sexos y de generaciones)
y del grupo-asociación (homogéneo y cultural, en el que, una u otra de estas diferencias,
incluso las dos, no son tomadas en consideración). El quinto organizador instaura otra
diferencia entre el exterior y el interior en sus límites, hace falta que se constituya una
superficie que sea a la vez delimitadora, protectora, envolvente, inmunitaria y que se
convierta en fuente activa de iniciativas. Esta envoltura psíquica grupal constituye el
quinto organizador.
+++ Estos cinco organizadores, independientes en cuanto a su naturaleza, son
interdependientes en cuanto a su funcionamiento. Están presentes en todos los grupos.

Principios del funcionamiento psíquico del aparato grupal:


Lo imaginario grupal se deriva de tres principios de funcionamiento psíquico propios del
aparato grupal.
1.- Principio de Indiferenciación del individuo y del grupo: Toda una dimensión de lo
imaginario grupal, movilizada por ese principio, está hecha de juegos que consisten en
oponer y/o asociar al individuo con el grupo y al grupo con el individuo. La ilusión grupal
y su antagonismo, las fantasías de rotura (la diferenciación es vivida como un
rompimiento) han proporcionada ejemplos de ella
2.- Principio de auto-suficiencia del grupo con relación a la realidad física y social: Este
principio hace que los grupos funcionen en dos niveles que tienden a mantenerse
separados: el nivel de los supuestos básicos (con el que el grupo busca una organización
interna) y el nivel del grupo de trabajo (en el que el grupo se da una organización
apropiada al análisis de la realidad exterior y a la acción refleja concentrada sobre los
sectores de ésta que le interesan o que le conciernen).
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El grupo auto-suficiente es ante-edípico y anti-edípico: amor y odio, sexos y


generaciones tienden a confundirse con él, tanto en forma espiritualizada o
intelectualizada de un grupo de perfectos iguales supuestamente sin rivalidad, que se
creen inmortales, que incluso pretenden gozar de una total promiscuidad.
3.- Principio de englobamiento o de contenencia: En las fases de crisis, la representación
imaginaria cambia: la envoltura se endurece y se rasga, o se pulveriza y se fragmenta; el
interior del grupo se vacía de su sustancia, a menos que una zona borrosa, intermedia,
se establezca en la periferia del aparato grupal y que fenómenos transicionales lleven al
grupo a nuevos pensamiento que lo preparan para las transformaciones ya necesarias.
_______________________________________________________________________

Bozzolo, R. (2008) “Condiciones Actuales de producción de subjetividad” ponencia en


panel. II Congreso de Configuraciones Vinculares. Ficha de cátedra.
En el breve tiempo que dispongo abordaré dos aspectos:
 los obstáculos para pensar la producción de subjetividad es decir las LÓGICAS
 los posibles que inaugura y las intervenciones que habilita, es decir la
JUSTIFICACIÓN del nombre

1) Podríamos decir: Consideramos que la “producción de subjetividad” es esto que


hacemos, se hace y nos hace esas múltiples operaciones que realizamos para habitar
una situación.
¿Qué hay sino hay “la” subjetividad? Hay cuerpos, hay afectaciones de los cuerpos, hay
intensidades de diverso grado hay facticidades y significaciones (pocas, pero las hay)…
Seguramente hay más recorridos singulares que los que hemos podido registrar.
Pensar en producción y no en subjetividad requiere una lógica con verbos; porque
estamos aludiendo a un movimiento, a un hacer maquínico, a una multiplicidad de
operaciones que tal como decía, Ignacio Lewkowicz, llamamos subjetividad. Esta
subjetividad-acto va constituyendo la forma en que un humano tolera una situación,
habita un dispositivo o hace ser un mundo… Pero al mismo tiempo estas operaciones lo
constituyen como humano.
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Lewkowicz, I, (2003) “Suceso, situación, acontecimiento”. Inédito. Ficha bibliográfica.


La situación es el punto en que tenemos que hacernos responsables, el punto en que
tenemos que constituirnos, el punto que tenemos que habitar, sin remitirnos a una
totalidad.
Así que para poder pensar un acontecimiento hay que separarlo de cualquier
connotación de espectacularidad. Un acontecimiento tiene una cualidad casi
imperceptible. Y en principio, para pensar una situación que se produzca como efecto
de un acontecimiento, necesitamos situar el acontecimiento como una interrupción,
una anomalía o una heterogeneidad respecto de un orden estructural. Un
acontecimiento es algo que en principio no tiene cabida en una estructura. El
acontecimiento es la puesta en acto de lo que no estuvo en potencia.

Un suceso es algo que sucede en el sentido de formar parte de una sucesión: si algo
sucede es porque toma su sentido de su lugar en una serie.
Una situación no admite observadores: sólo admite habitantes. Una situación es
situación porque nos obliga a pensar desde dentro. Si no, es una mera ocasión para
desplegar la subjetividad que ya tenemos constituida.
Una situación es límite para una subjetividad, para una forma de pensar. Una situación
es límite para mí si no puedo habitarla con mi máquina previa de pensar. Es decir que
una situación límite no es una desgracia tremenda, sino que es estar ante una
configuración de elementos que me obliga a transformarme para habitarla.

Bozzolo, R. (2002) “Lugar y función del psicoanalista en el grupo”. Ficha de circulación


interna.
Kaës: Sostiene que la precariedad del lugar de psicoanalista es inherente a esa tarea, no
solamente en el grupo
El tratamiento del lugar y la función del psicoanalista en el grupo, por parte de Kaës,
incluye una larga interpretación acerca de las dificultades que el psicoanálisis tiene, para
abordar a los grupos. Lo plantea como una dificultad de de orden narcisístico.
Los grupos son ciertamente lugares de trabajo psíquico intenso, donde se expresan
actuados aquellos contenidos y procesos inconcientes que no fueron reprimidos
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Un terapeuta, un analista institucional, un profesor se posiciona analista según decida


cuál es la situación y la estrategia para la intervención, para la que diseña el dispositivo
y el contrato que ofrece a la otra parte.
Sostener una posición analítica es una condición para la tramitación y elucidación de los
fenómenos inconcientes, de distinto orden de determinación.

Guattari, F: (2006) “Glosario de esquizoanálisis” en: Plan sobre el planeta. Capitalismo


mundial integrado y revoluciones moleculares. Madrid Ediciones Traficantes de
sueños.
AGENCIAMIENTO: noción más amplia que la de estructura, sistema, forma, proceso.
Acarrea componentes heterogéneos, también de orden biológico, social, maquínico,
gnoseológico.
ENUNCIACIÓN COLECTIVA: las teorías lingüísticas de la enunciación centran la
producción lingüística en sujetos individuados, a pesar de que, en su esencia, la lengua
es social y está conectada diagramáticamente a las realidades contextuales. Más allá de
las instancias individuadas de la enunciación conviene poner de manifiesto los
agenciamientos colectivos de enunciación. «Colectivo» no debe entenderse aquí tan
sólo en el sentido de una agrupación social; implica además la entrada de distintas
colecciones de objetos técnicos, de flujos materiales y energéticos, de entidades
incorporales, de idealidades matemáticas, estéticas, etc.
MÁQUINA (Y MAQUÍNICO): distinguiremos aquí la máquina de la mecánica. La
mecánica está relativamente encerrada en sí misma; sólo mantiene relaciones
perfectamente codificadas con los flujos exteriores. Las máquinas, consideradas en sus
evoluciones históricas, constituyen, por el contrario, un phylum (categoría taxonómica,
tronco o tipo de organización, se encuentra encima de “clase” y debajo de “reino”;
puede definirse como una agrupación de animales basada en su plan general de
organización) comparable a los de las especies vivas. Se engendran unas a otras, se
seleccionan, se eliminan y dan lugar a nuevas líneas de potencialidad. Las máquinas, en
sentido lato, no sólo las máquinas técnicas sino también las máquinas teóricas, sociales,
estéticas, etc., nunca funcionan de forma aislada, sino por agregado o por
agenciamiento. Por ejemplo, una máquina técnica en una fábrica entra en interacción
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con una máquina social, con una máquina de formación, con una máquina de
investigación, con una máquina comercial, etc.
MOLECULAR / MOLAR: los mismos elementos que existen en flujos, estratos,
agenciamientos, pueden organizarse de un modo molar o de un modo molecular. El
orden molar corresponde a las estratificaciones que delimitan objetos, sujetos, las
representaciones y sus sistemas de referencia. El orden molecular, por el contrario, es
el de los flujos, los devenires, las transiciones de fase, las intensidades. Llamaremos
«transversalidad» a este atravesamiento molecular de los estratos y los niveles, operado
por los diferentes tipos de agenciamientos.
PROCESO: secuencia continua de hechos o de operaciones que pueden conducir a otras
secuencias de hechos y de operaciones. El proceso implica la idea de una ruptura
permanente de los equilibrios establecidos.
PRODUCCIÓN DE SUBJETIVIDAD: la subjetividad no es considerada aquí como cosa en
sí, como esencia inmutable. Ésta u otra subjetividad existen en función de que un
agenciamiento de enunciación la produzca o no. (Ejemplo: el capitalismo moderno,
mediante los medios de comunicación de masas y los equipamientos colectivos,
produce a gran escala un nuevo tipo de subjetividad). Tras la apariencia de la
subjetividad individuada, conviene intentar descubrir cuáles son los procesos de
subjetivación reales.
_______________________________________________________________________

Ulloa Fernando. (1995) “Historial de una práctica clínica”, apartados 1, 2,5, 6, y 18. En
Novela Clínica Psicoanalítica. Buenos Aires. Ed Paidos.
(...) la frase “cultura de la mortificación” (...) un matiz del sufrimiento social
contemporáneo que afecta a sectores aún no del todo sumergidos en la mudez sorda y
ciega de la mortificación. Las gentes en esta situación son testigos, diría en peligro,
amenazados por esa mortificación en la que todavía no han zozobrado. Cabe aquí hablar
de cultura en sentido estricto, pues no ha desaparecido la producción de pensamiento
ni el suficiente valor para resistir, bajo la forma de protesta que incluso puede animar
alguna transgresión, enfrentando un estado de cosas que en el ámbito institucional de
esa persona provoca sufrimiento.
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Tal vez cabe pensar en una suerte de sociedad anónima de mortificados, en la que
pueden comenzar a darse los mecanismos que corresponden a los procesos
manicomiales, como formas clínicas terminales de la mortificación que afectan a
algunos, mientras la mayoría quedará englobada en un marcado empobrecimiento
subjetivo.
Le asigno al término “mortificación”, más que el obvio valor que lo liga a morir, el de
mortecino, por falta de fuerza, apagado, sin viveza, en relación con un cuerpo agobiado
por la astenia cercano al viejo cuadro clínico de la neurastenia, incluido el valor popular
de este último término como malhumor. Un malhumor que en algunas ciudades como
Buenos Aires bien puede denominarse “humor del carajo”, expresión que declina en su
carácter de insulto fuerte, para expresar con mayor justeza un sentimiento personal de
dolor enojado e impotente.
La mortificación aparece por momentos acompañada de distintos grados de fatiga
crónica, para la que periódicamente se ensayan explicaciones etiológicas, que van desde
formas ambiguas del stress hasta patologías virales difusas o definidas. La mortificación,
una vez que se ha instalado, el sujeto se encuentra coartado, al borde de la supresión
como individuo pensante.
Existen algunos indicadores más o menos típicos de esta situación, tales como la
desaparición de la valentía, que da lugar a la resignación acobardada; la merma de la
inteligencia, e incluso el establecimiento de una suerte de idiotismo en el sentido de
aquel que al no tener ideas claras acerca de lo que le sucede en relación con lo que hace,
tampoco puede dar cuenta pública o privadamente de su situación.
En estas condiciones disminuye y aun desaparece el accionar crítico y mucho más el de
la autocrítica. En su lugar se instala una queja que nunca asume la categoría de protesta,
como si el individuo se apoyara más en sus debilidades, para buscar la piedad de
aquellos que lo oprimen.
Esta aproximación a la mortificación se hará mayor si la contrastamos con otra figura
fundamental en el desarrollo cultural humano: “institución de la ternura”. El término
aplicado a “institución”, que califica la ternura -la inicial materno infantil- alude al hecho
de que bien puede decirse de ella que se trata del oficio más viejo de la humanidad, del
que todos hemos sacado tanto beneficio como perjuicio. En este sentido, la ternura
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tiene prioridad sobre una antiquísima forma de mortificación social, a la que


habitualmente se ubica en el principio de los tiempos: la prostitución.
A la ternura se la identifica, en general, con la debilidad y no con la fortaleza, y se la
refiere tanto a la invalidez infantil como a los aspectos fuertemente débiles del amor.
Sin embargo, la ternura es el escenario mayor donde se da el rotundo pasaje del sujeto
-nacido cachorro animal y con un precario paquete instintivo- a la condición pulsional
humana. Es motor primerísimo de la cultura, y en sus gestos y suministros habrá de
comenzar a forjarse el sujeto ético.
La ternura es un gesto transmisor de toda la cultura histórica que habrá de imprimirse
en el sujeto infantil. En función de sus atributos básicos, la ternura será abrigo frente a
los rigores de la intemperie, alimento frente a los del hambre y fundamentalmente buen
trato, como escudo protector ante las violencias inevitables del vivir.
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