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En este capítulo, JB se pregunta cuál es el anclaje de la dominación para quienes se someten a ella.
Estudia las relaciones sadomasoquistas como expresión de una “cultura pura” del dominio, una
dinámica que organiza tanto la dominación como la sumisión. Sostiene que la fantasía del dominio
erótico encarna tanto el deseo de independencia como de reconocimiento, que por medio de una
alienación se transforman en violencia y sumisión eróticas practicadas en pos de una liberación.
Dominación y diferenciación
La subyugación toma la forma de violación del cuerpo de otro. Esto representa la lucha por el
reconocimiento, que se da mediante la total renuncia del sí-mismo. Muestra que la dominación se
funda en la ruptura de la tensión entre el sí-mismo y el otro.
No se trata, como proponen las feministas de una mujer victimizada y débil como para resistir la
degradación. De ser así, no se podría explicar el deseo de sumisión y su consentimiento. Constituye
una transposición del deseo de reconocimiento, que se busca a través de un otro poderoso que lo
puede otorgar. A través de este reconocimiento se obtiene ese poder, por sustitución.
La historia relata cómo O:
- va a perder toda subjetividad (esto implica que pierde todo sentido de diferencia y separatividad,
que está unida a su amo)
- va a ser violada una y otra vez
- tiene que reconocer a sus amos indirectamente, a través de su pene (así, la subjetividad de los
dominadores está distanciada, independiente del reconocimiento de ella -para no caer en la
dialéctica hegeliana-, marcando el pene el elemento de diferenciación entre ellos y O)
- el placer va a consistir en el conocimiento del poder sobre ella
- va a perder su voluntad, y por lo tanto la convierten en objeto
La racionalidad y la ritualidad de la violación se relacionan con objetivación de O y son lo que
permiten que los amos no se conviertan o sean absorbidos por la cosa (O). Tomarán su voluntad
parte por parte, gradualmente. Cuando se vuelve con cosa sin nada de voluntad, o se la descarta o se
la mata.
El amante, René, se la pasa a su hermanastro mayor, que es la persona por la que René quiere ser
reconocido y que representa a su padre. Este giro constituye una intensificación en la esclavización
porque él no la ama ni O lo ama a él. El la utiliza para atraer a otra mujer, para lo que O tiene que
tomar el papel dominante. La entrega de O por parte de René a su hermanastro simboliza su propia
entrega sexual a él. El deseo de ser reconocido por el padre es superior al amor de la madre, con
quien identifica la primera entrega de O. Esto muestra que el fundamento de la dominación reside
no sólo en la relación edípica sino en la pre-edípica. Al dejar René de lado a O, ésta se siente vacía.
Ella quiere ser conocida, pero con las progresivas degradaciones y humillaciones cada vez queda
menos por ser conocido. Finales posibles: abandonarla o matarla. Esto último la terminaría de
convertir en mártir y concuerda con su anhelo de encontrar a su sí-mismo en la entrega total, ya que
es en la entrega que ella se afirma.
Benjamin critica la noción de Freud de que el masoquista obtiene placer en el dolor por su
simplificación. El dolor físico al que ella se expone sustituye al dolor psíquico de la pérdida y
abandono (para Khan, encontrar un testigo del dolor permite a la persona lograr un sentido del sí-
mismo). Si el dolor es el punto en el que los estímulos se vuelven insoportables al cuerpo, el placer
del dolor requiere un dominio sobre los estímulos. Por lo tanto es cierto para el amo. En el esclavo
hay una ruptura violenta del sí-mismo que es permitida para que el amo logre generar su sí-mismo y
el esclavo se refugie en él: en la pérdida de su sí-mismo, O gana acceso restringido al sí-mismo más
poderoso del otro.
La relación de dominación es asimétrica, nunca recíproca o igualitaria. El sometimiento es la
“forma pura” del reconocimiento y la violación es la “forma pura” de la afirmación. La afirmación
del amo se transforma en dominio, el reconocimiento del otro se tranforma en sometimiento De este
modo, la tensión de fuerzas básicas dentro del individuo pasa a ser una dinámica entre individuos.
Por qué el deseo de reconocimiento toma la forma de dominación? ¿Por qué la desigualdad en la
distribución del poder? Si bien Hegel da un margen a la mutualidad (ambos sujetos comparten
elementos contradictorios de negación y reconocimiento) estos son momentos en la dialéctica en la
que cada sujeto termina encarnando una parte de la tensión. Hay una escisión de la totalidad. Que
sólo se mantiene si se preserva la contradicción, y esto es muy difícil ya que ésta se presenta como
tendencias opuestas y por tanto el sujeto tiene acceso a una sola de las alternativas.
Bataille: aplica la dialéctica hegeliana a la violación erótica. Entiende al cuerpo como un límite:
discontinuidad-individualidad-vida. El erotismo es lo que permite superar la separación y el
aislamiento de cada individuo, rompiendo el límite. La violación es la forma extrema de este cruce
de límites -entre vida y muerte-, que pueden romperse pero no desdibujarse (ello sería la muerte).
La excitación reside en el riesgo de muerte y no en la muerte en sí. La complementariedad erótica
permite traspasar los límites preservándolos. Es así que la complementariedad protege al sí mismo.
En la violación, el violador preserva los límites y mantiene el control, y la persona violada permite
la fractura de los suyos, nadie tendría el control y nadie podría identificarse y reconocerse. Si ambos
disolvieran el límite, experimentarían una angustia primaria tremenda. Porque aún cuando se
permite la fractura del límite por otro, se está buscando el límite. Por eso un aspecto fundamental es
la racionalidad y el control y los límites. Ambos buscan el dominio y la autoridad, ya sea para
ejercerlo o para protegerse en él.
Pero el control se vuelve a la vez contraproducente, porque escinde la tensión. Una vez que ésta se
disuelve llega el final de la historia. Para la masoquista el final intolerable es el abandono, para el
sádico lo es el asesinato → el sentido de la conexión está perdido: la autosuficiencia extrema lleva a
separarse del otro; la dependencia extrema vicia la realidad separada del otro. La unidad escindida
termina en desconexión. El agotamiento de la satisfacción que se produce cuando se ha derrotado
toda resistencia, cuando se ha perdido toda tensión, significa que la relación ha completado el
círculo, que ha vuelto al vacío del que se esforzaba por escapar. La pérdida de tensión es el
principio y el final de esta historia.
Freud: su interpretación del malestar de la cultura es una de pérdida de tensión. La proyección al
exterior de la pulsión de muerte (pulsión a la nada, pérdida de tensión) en la forma de agresión es la
principal forma de no sucumbir a ella (de no morir, que es lo que pasaría si se vuelve hacia adentro).
Esta pulsión debe luchar con el instinto a la vida, que siempre lo acompaña. Esta fusión se ve en la
dominación erótica. Al proyectarse al exterior, reduce el mundo, lo objetiva, lo subyuga
(=omnipotencia en Hegel). Esto no resuelve sino que reubica el problema.
Omnipotencia= pulsión de muerte, pérdida de tensión.
Sea en forma de fusión o de agresión, significa la completa asimilación del otro y el sí mismo. El
dominió es un esfuerzo por crear tensión, por romper la asimilación del otro o por el otro que no
permite que exista hacia afuera. Pero cierra el círculo y el sí mismo se queda encerrado en la mente
omnipotente hasta que el otro genere una diferencia.
El ciclo de la omnipotencia (punto cero de tensión con el otro-embotamiento-agotamiento) es una
manifestación de la fractura del reconocimiento entre el sí mismo y el otro. El dominio presupone
un sujeto ya atrapado en la omnipotencia, incapaz de experimentar la subjetividad del otro. Esto es
el resultado de una fractura anterior. Dominio: forma alienada de diferenciación, esfuerzo por crear
tensión mediante la distancia-la idealización-la objetivación, está destinada a repetir la fractura
original a menos que el otro genere una diferencia.
Destrucción y supervivencia