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Jessica Benjamin

Los lazos de amor - Cap. II: El amo y el esclavo

En este capítulo, JB se pregunta cuál es el anclaje de la dominación para quienes se someten a ella.
Estudia las relaciones sadomasoquistas como expresión de una “cultura pura” del dominio, una
dinámica que organiza tanto la dominación como la sumisión. Sostiene que la fantasía del dominio
erótico encarna tanto el deseo de independencia como de reconocimiento, que por medio de una
alienación se transforman en violencia y sumisión eróticas practicadas en pos de una liberación.

Dominación y diferenciación

La dominación inicia con el intento de negar la dependencia, la necesidad de reconocimiento de


otro. Remite a la primera relación de dependencia con la madre. Paradoja: el niño tiene que lograr la
independencia (para lo cual primero tiene que aceptar su dependencia de alguien que está por fuera
de él) y ser reconocido como independiente por las personas de las cuales ha sido más dependiente.
El equilibrio DENTRO del sí mismo depende del reconocimiento mutuo ENTRE el sí mismo y el
otro. El reconocimiento mutuo es el punto más vulnerable del proceso de diferenciación. En el
reconocimiento mutuo el sujeto acepta la premisa de que los otros están separados pero comparten
sentimientos e intenciones análogos.
Hegel: Respecto del reconocimiento, plantea una dependencia de la que no hay salida: Para existir
para uno mismo es necesario existir para un otro. DIALÉCTICA DEL CONTROL: Si controlo
totalmente al otro, el otro deja de existir. Si el otro me controla totalmente, yo dejo de existir. El
reconocimiento del otro es una condición de nuestra propia existencia independiente. La verdadera
independencia supone mantener la tensión entre estos impulsos contradictorios: tanto afirmar al sí
mismo como reconocer al otro. El dominio es la consecuencia de rechazar esta condición. Para
Hegel y para Freud: la ruptura de esta tensión es inevitable porque el sí mismo hipotético no quiere
reconocer al otro; sólo renuncia a la omnipotencia cuando no tiene opción. Como no puede aceptar
su dependencia de otro, la solución consiste en subyugarlo. La consecuencia de no poder conciliar
dependencia con independencia es la tranformación de la necesidad del otro en la dominación del
otro → estado de naturaleza. Freud: sin las restricciones de la civilización, la agresión y dominación
que derivan del instinto de muerte tendrían rienda suela. Hegel: la autoconciencia quiere ser
absoluta. El yo quiere confirmarse a expensas del resto, pensarse como el único. La lucha por el
reconocimiento deriva en la esclavización del otro. Ambos plantean que el amo necesita el
reconocimiento del esclavo. Pero por qué el sometido se somete?

La fantasía de la dominación erótica – Historia de O

La subyugación toma la forma de violación del cuerpo de otro. Esto representa la lucha por el
reconocimiento, que se da mediante la total renuncia del sí-mismo. Muestra que la dominación se
funda en la ruptura de la tensión entre el sí-mismo y el otro.
No se trata, como proponen las feministas de una mujer victimizada y débil como para resistir la
degradación. De ser así, no se podría explicar el deseo de sumisión y su consentimiento. Constituye
una transposición del deseo de reconocimiento, que se busca a través de un otro poderoso que lo
puede otorgar. A través de este reconocimiento se obtiene ese poder, por sustitución.
La historia relata cómo O:
- va a perder toda subjetividad (esto implica que pierde todo sentido de diferencia y separatividad,
que está unida a su amo)
- va a ser violada una y otra vez
- tiene que reconocer a sus amos indirectamente, a través de su pene (así, la subjetividad de los
dominadores está distanciada, independiente del reconocimiento de ella -para no caer en la
dialéctica hegeliana-, marcando el pene el elemento de diferenciación entre ellos y O)
- el placer va a consistir en el conocimiento del poder sobre ella
- va a perder su voluntad, y por lo tanto la convierten en objeto
La racionalidad y la ritualidad de la violación se relacionan con objetivación de O y son lo que
permiten que los amos no se conviertan o sean absorbidos por la cosa (O). Tomarán su voluntad
parte por parte, gradualmente. Cuando se vuelve con cosa sin nada de voluntad, o se la descarta o se
la mata.
El amante, René, se la pasa a su hermanastro mayor, que es la persona por la que René quiere ser
reconocido y que representa a su padre. Este giro constituye una intensificación en la esclavización
porque él no la ama ni O lo ama a él. El la utiliza para atraer a otra mujer, para lo que O tiene que
tomar el papel dominante. La entrega de O por parte de René a su hermanastro simboliza su propia
entrega sexual a él. El deseo de ser reconocido por el padre es superior al amor de la madre, con
quien identifica la primera entrega de O. Esto muestra que el fundamento de la dominación reside
no sólo en la relación edípica sino en la pre-edípica. Al dejar René de lado a O, ésta se siente vacía.
Ella quiere ser conocida, pero con las progresivas degradaciones y humillaciones cada vez queda
menos por ser conocido. Finales posibles: abandonarla o matarla. Esto último la terminaría de
convertir en mártir y concuerda con su anhelo de encontrar a su sí-mismo en la entrega total, ya que
es en la entrega que ella se afirma.
Benjamin critica la noción de Freud de que el masoquista obtiene placer en el dolor por su
simplificación. El dolor físico al que ella se expone sustituye al dolor psíquico de la pérdida y
abandono (para Khan, encontrar un testigo del dolor permite a la persona lograr un sentido del sí-
mismo). Si el dolor es el punto en el que los estímulos se vuelven insoportables al cuerpo, el placer
del dolor requiere un dominio sobre los estímulos. Por lo tanto es cierto para el amo. En el esclavo
hay una ruptura violenta del sí-mismo que es permitida para que el amo logre generar su sí-mismo y
el esclavo se refugie en él: en la pérdida de su sí-mismo, O gana acceso restringido al sí-mismo más
poderoso del otro.
La relación de dominación es asimétrica, nunca recíproca o igualitaria. El sometimiento es la
“forma pura” del reconocimiento y la violación es la “forma pura” de la afirmación. La afirmación
del amo se transforma en dominio, el reconocimiento del otro se tranforma en sometimiento De este
modo, la tensión de fuerzas básicas dentro del individuo pasa a ser una dinámica entre individuos.

La dominación, la muerte y el malestar

Por qué el deseo de reconocimiento toma la forma de dominación? ¿Por qué la desigualdad en la
distribución del poder? Si bien Hegel da un margen a la mutualidad (ambos sujetos comparten
elementos contradictorios de negación y reconocimiento) estos son momentos en la dialéctica en la
que cada sujeto termina encarnando una parte de la tensión. Hay una escisión de la totalidad. Que
sólo se mantiene si se preserva la contradicción, y esto es muy difícil ya que ésta se presenta como
tendencias opuestas y por tanto el sujeto tiene acceso a una sola de las alternativas.
Bataille: aplica la dialéctica hegeliana a la violación erótica. Entiende al cuerpo como un límite:
discontinuidad-individualidad-vida. El erotismo es lo que permite superar la separación y el
aislamiento de cada individuo, rompiendo el límite. La violación es la forma extrema de este cruce
de límites -entre vida y muerte-, que pueden romperse pero no desdibujarse (ello sería la muerte).
La excitación reside en el riesgo de muerte y no en la muerte en sí. La complementariedad erótica
permite traspasar los límites preservándolos. Es así que la complementariedad protege al sí mismo.
En la violación, el violador preserva los límites y mantiene el control, y la persona violada permite
la fractura de los suyos, nadie tendría el control y nadie podría identificarse y reconocerse. Si ambos
disolvieran el límite, experimentarían una angustia primaria tremenda. Porque aún cuando se
permite la fractura del límite por otro, se está buscando el límite. Por eso un aspecto fundamental es
la racionalidad y el control y los límites. Ambos buscan el dominio y la autoridad, ya sea para
ejercerlo o para protegerse en él.
Pero el control se vuelve a la vez contraproducente, porque escinde la tensión. Una vez que ésta se
disuelve llega el final de la historia. Para la masoquista el final intolerable es el abandono, para el
sádico lo es el asesinato → el sentido de la conexión está perdido: la autosuficiencia extrema lleva a
separarse del otro; la dependencia extrema vicia la realidad separada del otro. La unidad escindida
termina en desconexión. El agotamiento de la satisfacción que se produce cuando se ha derrotado
toda resistencia, cuando se ha perdido toda tensión, significa que la relación ha completado el
círculo, que ha vuelto al vacío del que se esforzaba por escapar. La pérdida de tensión es el
principio y el final de esta historia.
Freud: su interpretación del malestar de la cultura es una de pérdida de tensión. La proyección al
exterior de la pulsión de muerte (pulsión a la nada, pérdida de tensión) en la forma de agresión es la
principal forma de no sucumbir a ella (de no morir, que es lo que pasaría si se vuelve hacia adentro).
Esta pulsión debe luchar con el instinto a la vida, que siempre lo acompaña. Esta fusión se ve en la
dominación erótica. Al proyectarse al exterior, reduce el mundo, lo objetiva, lo subyuga
(=omnipotencia en Hegel). Esto no resuelve sino que reubica el problema.
Omnipotencia= pulsión de muerte, pérdida de tensión.
Sea en forma de fusión o de agresión, significa la completa asimilación del otro y el sí mismo. El
dominió es un esfuerzo por crear tensión, por romper la asimilación del otro o por el otro que no
permite que exista hacia afuera. Pero cierra el círculo y el sí mismo se queda encerrado en la mente
omnipotente hasta que el otro genere una diferencia.
El ciclo de la omnipotencia (punto cero de tensión con el otro-embotamiento-agotamiento) es una
manifestación de la fractura del reconocimiento entre el sí mismo y el otro. El dominio presupone
un sujeto ya atrapado en la omnipotencia, incapaz de experimentar la subjetividad del otro. Esto es
el resultado de una fractura anterior. Dominio: forma alienada de diferenciación, esfuerzo por crear
tensión mediante la distancia-la idealización-la objetivación, está destinada a repetir la fractura
original a menos que el otro genere una diferencia.

Destrucción y supervivencia

Winnicott → destrucción: es un modo de diferenciar el sí mismo, el intento de ubicar al otro fuera


de la propia fantasía.
JB: El dominio erótico expresa una tendencia básica a la diferenciación, que ha sufrido una
transformación. Esta tendencia puede derivar en la capitulación/retaliación o en la supervivencia del
otro. En términos intersubjetivos, la violación es el intento de expulsar al otro del sí-mismo, de
atacar la realidad separada del otro para descubrirlo. El sádico experimenta la supervivencia de la
masoquista a su agresión como un hecho de amor. Su supervivencia alivia el miedo que éste tiene a
matarla, y crea su primera condición de libertad. La masoquista experimenta como amor el dolor
psíquico compartido y la posibilidad de abandonarse al dolor en presencia del sádico, de ahí la
gratitud que siente.
En el niño, la destrucción inicial puede entenderse como parte de la afirmación: el deseo de afectar
a otros, de ser reconocido. Cuando la destrucción fracasa, la sensación se vuelve hacia adentro,
generando sensación de omnipotencia. Teoría freudiana del sadismo (previa a la teorización del
instinto de muerte): la agresión, internalizada como masoquismo, reaparece como sadismo (recién
cuando el niño internaliza su agresión puede tener sentido del dolor que puede causar y desea causar
para lastimar a otro como él ha sido lastimado). Esto explica que se pueda asumir tanto el rol sádico
como el masoquista. Ej: la rabia que el niño siente cuando hay una retaliación o repliegue de la
madre a sus ataques, generalmente se disipa y se vuelve a un estado de comprensión mutua que
permite la presencia del otro. Cuando la madre cede, el niño omnipotente deviene en sádico y sigue
buscando límites con su agresión. Es cognitivamente conciente de la diferencia entre el sí-mismo y
el otro, pero en el plano emocional persiste el deseo de controlar al otro. La supervivencia de la
madre significa que ésta ha sabido poner límites y así protege al niño de la disolución que se
produce si ha podido abrirse camino el sí-mismo absoluto. La conversión de la afirmación en
agresión, de la interacción en control mental, opera como un equipo de dos personas. Cuando las
cosas no resuelven afuera, entre el sí mismo y el otro, la interacción se transfiere al mundo de la
fantasía: esto incluye la identificación con aquél a quien hemos hecho daño.
Ghent: el sadismo y el masoquismo son ambiguos. Encierran una antigua frustración con el deseo
de algo nuevo. Representan el deseo de salir del “falso self” winnicottiano (el sí-mismo obediente,
adaptativo, que ha evitado el caos aceptando el control de otro, que mantenido la conexión con el
objeto porque nunca ha realizado la destrucción más que en la fantasía). La psicología
contemporánea entiende al masoquismo como separación frustrada e inhibición de la agresión. Pero
también hay que ver la defensa, la falta de espacio para llevar adelante esta diferenciación. En la
sumisión se busca ese espacio en el cual se pueda abandonar el falso self protector y que emerja el
self oculto naciente. Hay un deseo de experimentar la realidad interior auténtica con otro, paralelo
al deseo del sádico de salir del sí-mismo a una realidad compartida.
Estas dinámicas son la base del dominio y son lo que hace posible también una mutualidad, una
conexión. En la omnipotencia mental está encapsulado: la internalización reemplaza la interacción
con el exterior. La complementariedad con el otro está eclipsada por la mutualidad. Así, no hay
verdadera voluntad de intercambio con un otro equivalente.
La destrucción y supervivencia son también los elementos de la unión erótica. La destrucción está
en la fantasí erótica y la supervivencia es lo que hace erótica la sexualidad. En la unión erótica hay
dos fenómenos que se dan juntos y sin contradicción: el perderse y estar totalmente allí, la
absorción en el otro y en el sí mismo. En la dominación erótica esta tensión se polariza y escinde,
no se mantiene la tensión.

La dominación y diferencia sexual

¿Cómo se afianza la subyugación de las mujeres en la psique y da forma a la pauta de dominio? No


debemos preguntarnos por qué los hombres son sádicos y las mujeres masoquistas... esto no ocurre
necesariamente. Debemos preguntarnos cómo el sadismo y el masoquismo llegaron a asociarse con
la masculinidad y la feminidad.
Los orígenes están en el proceso temprano de diferenciación. El hecho de que las mujeres sean las
principales cuidadoras crea una dificultad para los varones, ya que tienen que disolver la
identificación primaria con la madre y definirse como sexo diferente. Aquí hay una ruptura que las
niñas no tienen que sufrir. De acuerdo a Stoller, la identificación masculina es un fenómeno
secundario, ya que primero tiene que haber una desindentificación con la madre, un repudio. Esto
conlleva una dificultad para reconocer a la madre, que no es vista como otro sujeto sino como otra
cosa, como un objeto (“yo no soy como ella que me cuida”). En este proceso el varón corre riesgo
de perder la capacidad para el reconocimiento mutuo. Puede aceptar cognitivamente la separación,
pero no puede experimentar empatía o un sentimiento compartido que una las subjetividades
separadas, porque siente que eso amenaza su identidad. Por eso objetiva a la madre. Así, la
racionalidad reemplaza el intercambio afectivo e impide el reconocimiento de la subjetividad del
otro, llevando a una identificación falsa. La violación es una elaboración de esta falsa diferenciación
(que es falsa porque en lugar de ser respecto de otro sujeto lo es respecto de un objeto). El peligro
que encierra la violación (la pérdida de la tensión) se equipara con el retorno a la unidad con la
madre y puede ser evocado ante cualquier relación de dependencia. La única defensa contra la
pérdida de la diferencia está en invertir la relación de poder y ejercer el control preservando los
propios límites. Así, la vulnerabilidad de la separación del varón, que pocas veces se completa, abre
camino para la ulterior objetivación de las mujeres. La madre representa el prototipo de objeto no
diferenciado y la individuación del varón está más vinculada a la independencia de la madre como
objeto que a su reconocimiento como sujeto.
Esto se complementa con la aceptación por la propia mujer de su falta de subjetividad: su
disposición a ofrecer reconocimiento sin esperarlo a cambio. Espejo de lo que sucede al varón: no
es la negación del otro sino del sí mismo. La niña no tiene las dificultades del varón para lograr su
identificación masculina sino que tiene dificultades para diferenciarse de la madre justamente por
poder identificarse con ella. No pone énfasis en la separación y así tienden a la obediencia y auto-
negación. Esto puede dar lugar al sometimiento. En la historia de O ella tiene miedo a la separación
y al abandono. Si la madre ha sacrificado su independencia, la niña no tiene bases para la
autoafirmación en el proceso de independización. Así, afirmarse es destruir a la madre, que no es
sólo un objeto de amor sino el principal soporte de la identidad. En el sometimiento, la calidad
sustitutiva del goce remite al placer sustitutivo de la madre que se autosacrifica y con la cual ella se
identifica. Así replica la actitud materna en sí (y recordemos que la niña representa a la madre como
el objeto todopoderoso al que ella obedece). Marie Bonaparte y Helen Deutsch han teorizado sobre
el “masoquismo femenino” como componente inevitable de la sexualidad femenina. Esto es
innegable en la crianza y maternidad femeninas tal cual las conocemos.
Las feministas han repudiado la “naturaleza” masoquista mientras que han exaltado la “naturaleza”
maternal. La asociación con la naturaleza es una trampa que hace que la mujer participe de su
propio sometimiento. Las mujeres, lo mismo que los hombres, son “por naturaleza” sociales, y lo
que está en cuestión es la represión de su sociabilidad y agencia social, la represión del aspecto
social, intersubjetivo del sí mismo.
Caplan: cuestiona el masoquismo femenino como innato. Cuestiona lo del placer en el dolor pero no
analiza el tema de la sumisión. Se refiere al masoquismo como un aprendizaje social. Si bien la
cultura es importante, hay que ver su interacción con los procesos psicológicos. Hay que partir de
cómo la carencia de subjetividad de la madre, según niños y niñas, crea una propensión al
masoquismo femenino y al sadismo masculino. La rotulación es un resultado y no una causa de esa
propensión.
No hay muchos psicoanalistas que expliquen cómo la polaridad de los géneros incide en la ruptura
del equilibrio de la diferenciación. Esta escisión, típica del sadomasoquismo, constituye un
problema de género. El género sigue representando sólo una parte de un todo polarizado, un aspecto
de la relación entre el sí mismo y el otro. Esta división tiene sus orígenes en la renuncia de la madre
a su subjetividad.
Si la madre puede vivir su subjetividad va a poder poner límites en el proceso de independización
del niño/a (así sobrevive a la destrucción y permite una diferenciación completa –y no falsa-). Poner
límites no sólo implica satisfacer las necesidades de diferenciación del niño/a, también implica la
afirmación de la madre como sujeto (separado) Esto no ha sido estudiado ni propuesto como
ideal, que hay que reformular. Es necesario preservar la tensión para que el proceso de
diferenciación implique más bien complementariedad antes que escisión.
Ahora que los roles de género no son tan rígidos –especialmente en determinados sectores sociales-
la afirmación de las mujeres de clase media profesionales muchas veces replica la “falsa”
diferenciación que caracteriza la individualidad masculina, a expensas de un reconocimiento real
del otro. Esto no puede considerarse una liberación. Este tipo de individuación alienta el dominio
más que resolverlo. En esta época de liberación sexual la fantasía de la dominación erótica (que es
atractiva porque ofrece salir del encierro del sí mismo, de la sensación de vacío y muerte causada
por una diferenciación falsa) retorna como lo reprimido. Esto muestra que persiste la polaridad de
los géneros en nuestra estructura de la individualidad.
La tensión sólo puede mantenerse mediante la experiencia vivida del reconocimiento. El anhelo de
reconocimiento es lo que está detrás de las formas aparentes del poder y la impotencia, que las
formas irreconocibles que muchas veces toma nuestro deseo son el resultado de un proceso
complicado pero no incomprensible, un proceso que muestra de qué modo nuestros deseos de
libertad y comunión quedan implicados en el control y la sumisión. Con tales deseos están forjadas
las cadenas del amor.

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