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República de Cuba

Tesis de Doctorado

LA IDEOLOGÍA DEL DESCALABRO: CRÍTICA A


LA RACIONALIDAD PEQUEÑO BURGUESA DEL
MODELO STALINISTA DE SOCIALISMO
Bernardo M. Ruiz del Pino
PÁGINA LEGAL

La ideología del descalabro: crítica a la racionalidad pequeño Burguesa del modelo


stalinista de socialismo (Tesis de Doctorado) / Bernardo M. Ruiz del Pino. – La
Habana : Editorial Universitaria, 2015.

© Autor: Bernardo M. Ruiz del Pino.


Digitalización: Editorial Universitaria del Ministerio de Educación Superior de la
República de Cuba, 2015.
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Página web: http://eduniv.mes.edu.cu
Instituto de Filosofía
MINISTERIO DE CIENCIA TECNOLOGÍA Y MEDIO AMBIENTE

LA IDEOLOGÍA DEL DESCALABRO: CRÍTICA A LA RACIONALIDAD PEQUEÑO

BURGUESA DEL MODELO STALINISTA DE SOCIALISMO.

Tesis en opción al grado científico de

Doctor en Ciencias Filosóficas

Lic. Bernardo M. Ruiz del Pino.

La Habana

2013
Instituto de Filosofía
MINISTERIO DE CIENCIA TECNOLOGÍA Y MEDIO AMBIENTE

LA IDEOLOGÍA DEL DESCALABRO: CRÍTICA A LA RACIONALIDAD PEQUEÑO

BURGUESA DEL MODELO STALINISTA DE SOCIALISMO.

Tesis en opción al grado científico de

Doctor en Ciencias Filosóficas

Autor: Prof. Aux., Lic. Bernardo M. Ruiz del Pino.


Tutor: Prof. Tit., Lic. Rafael Cervantes Martínez, Dr. C.

La Habana

2013
A los cinco héroes prisioneros del imperio, los que han pagado el alto precio que tiene la
libertad en un mundo dominado por el capital financiero transnacional. Ellos encarnan lo más
puro y genuino de nuestro socialismo. Ellos son la personificación cabal de que un mundo
mejor es necesario y posible.
Agradecimientos.

Mis más sentidos agradecimientos a todos los que de una forma u otra han contribuido a la
realización de esta investigación. En primer lugar, deseo agradecer al doctor Reynol por su
empeño y profesionalidad, gracias a los cuales pude contar con la lucidez necesaria para
terminar este trabajo. También mi gratitud infinita a mis compañeros y hermanos Joel, Castillo
y Danay por el apoyo que permanentemente me dispensaron, así como al resto mis
compañeros del colectivo por darme toda la ayuda a su alcance. Un reconocimiento especial a
mi tutor Rafael Cervantes por la paciencia y seguridad de que esta tarea llegaría a feliz
término. Al Instituto de Filosofía por su constructiva y constante preocupación en el proceso
de elaboración y defensa de la tesis. Y finalmente, mi amor y agradecimiento sin límites a mi
familia y particularmente a mi esposa que resistió estoicamente las vicisitudes de este arduo y
no siempre grato trabajo.
SÍNTESIS
La presente investigación analiza críticamente la ideología pequeño-burguesa del modelo
stalinista de socialismo que lo condujo al descalabro en la URSS y Europa del Este. Define el
lugar y papel que le corresponde a la filosofía marxista en el concierto de los saberes
contemporáneos a través de su función de pensamiento estratégico para la transformación
científico-revolucionaria del mundo. Analiza la importancia teórico-metodológica que posee
la teoría marxista sobre el trabajo para entender la esencia de la revolución social comunista
como el tránsito de trabajo enajenado al libre asociado. Devela la deformación pequeño-
burguesa que experimentó el pensamiento clásico fundador en su versión filosófica del dia-
mat. Constata el vínculo orgánico entre el dia-mat y las relaciones burocráticas de producción
propias del modelo estalinista de socialismo. Demuestra el carácter pragmático inconsistente
de la racionalidad que deformó, en un sentido pequeño- burgués, el contenido de la producción
material y espiritual del modelo socialista que feneció, esencialmente, debido a dicha
deformación.
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN................................................................................................................2

CAPÍTULO I. FILOSOFÍA MARXISTA Y PRAXIS EMANCIPATORIA .................9

1.1 La revolución cosmovisiva del marxismo clásico fundador. .....................................................9

1.2 Trabajo y trabajo enajenado. ..................................................................................................23

1.3. El socialismo como tránsito del trabajo enajenado al libre asociado. ..................................35

CAPÍTULO II: DEFORMACIÓN PEQUEÑO BURGUESA DE LA RACIONALIDAD


PRAXIOLÓGICA MARXISTA EN EL MODELO STALINISTA DE SOCIALISMO46

2.1 El materialismo abstracto del dia-mat. ...................................................................................46

2.2 El pragmatismo inconsistente del modelo stalinista de socialismo. ......................................64

2.3 Incapacidad del pragmatismo inconsistente para su autocorrección crítico revolucionaria.83

CONCLUSIONES ............................................................................................................102

RECOMENDACIONES ..................................................................................................104

NOTAS Y REFERENCIAS ............................................................................................105

1
INTRODUCCIÓN

En el Aula Magna de la Universidad de la Habana, el 17 de noviembre de 2005, el compañero


Fidel le pedía al auditorio allí reunido, integrado mayoritariamente por jóvenes, que meditaran
sobre la interrogante de si “las revoluciones están llamadas a derrumbarse, o es que los
hombres pueden hacer que las revoluciones se derrumben”.1 El líder de La Revolución Cubana
convocaba, enfáticamente, a profundizar en las causas que condujeron al derrumbe del
socialismo en Europa del Este y la URSS e indagar en las razones por las cuales medios y
fines entraron en contradicción en aquellas sociedades. Es de esperar, que las respuestas no
pasen por alto las propias reflexiones de Fidel sobre el socialismo y en particular sus
pronunciamientos con relación a lo que él calificara como el “desmerengamiento” del sistema
socialista.
Por su parte, el último Secretario General del desaparecido PSUA, Egon Krenz, al reconstruir
el dramático final del socialismo en su país, en “Otoño de 1989”, luego de traer a colación la
frase de Stefan Sweig, alusiva a que los comunistas cuando llegaban al poder dejaban de ser
revolucionarios, agrega: “Nuestro comportamiento se fue volviendo cada vez más pequeño-
burgués en lugar de revolucionario”.2 Por muy severo que parezca este juicio, apunta hacia la
amarga paradoja en la que sociedades que transitaban supuestamente del capitalismo al
comunismo terminaron restituyendo al primero. Cabe recordar como los síntomas de
aburguesamiento, propiciados por el modelo soviético, los habían advertido mucho antes
Trotski y el Che, previendo ambos el trágico desenlace de esta deformación en el retorno al
capitalismo3. Solo un estudio teórico que sin pre-textos, ponga al descubierto la naturaleza
ambigua del modelo de socialismo que feneció, ayudará a develar el aparente contrasentido
histórico que significó la restauración del capitalismo en Europa del Este y la URSS.
Precisamente, esta investigación defiende la tesis que el descalabro de aquella experiencia
socialista lo produjo básicamente, el carácter ambivalente de la racionalidad pequeño-burguesa
que la concibió. El estudio realizado propone una lectura de la ideología del derrumbe desde el
ángulo de las contradicciones generales que regían la dialéctica del funcionamiento y
desarrollo de la producción material y espiritual como un todo, o sea, como un modo histórico
concreto de reproducir los individuos su vida en este modelo de socialismo. Las valoraciones
realizadas son un paso encaminado a eliminar la laguna teórica existente todavía sobre el
derrumbe, dada en lo esencial, por la falta de una visión sistémica o totalizadora del mismo
que trascienda su simple descripción que, a modo de inventario de aciertos y errores, no se
remonta hasta complejidades del modo de apropiación social establecido en aquellos países,
donde “lo positivo” y lo “negativo”, además de coexistir, se condicionaban mutuamente.
El análisis de ese trágico suceso, a partir de la forma de apropiación práctico espiritual de la
realidad establecida en el llamado socialismo real, contribuye también a superar la crítica

2
epistemologista al dia-mat (versión del materialismo dialéctico popularizada por el poder
soviético), en tanto filosofía legitimadora del modelo de socialismo puesto en práctica. Dicha
crítica se ha focalizado, ante todo, en constatar y contraponer las inconsecuencias teóricas del
dia-mat respecto a las concepciones del marxismo clásico fundador.
Muy diversos son los argumentos de corte estrictamente epistemológico que se esgrimen a la
hora de explicar el origen de la deformación experimentada por la filosofía marxista a manos
del dia-mat: el carácter inacabado de la obra de los clásicos del marxismo; la simplificación de
la complejidad dialéctica inherente a la lógica interna de la teoría marxista; las limitaciones
teórico-conceptuales perceptibles en la obra de Engels con relación al pensamiento de Carlos
Marx, y observables también en la de Lenin, definitorias a la postre , según este criterio, en la
versión del marxismo impuesta por el dia-mat; la interpretación dogmática del pensamiento de
los clásicos plegada a los intereses de la burocracia stalinista; las presuntas ambigüedades y
dicotomías teóricas subyacentes en el marxismo clásico fundador que derivaron en una
cosmovisión lineal y teleológica del proceso histórico; la inevitable vulgarización a que se vio
sometida la teoría científica de la clase obrera debido a la necesidad de difundirla y
propagandizarla masivamente; la tesis de la no existencia de tal filosofía marxista, entre otras.
Al margen de su grado de aceptación y consenso ninguno de estos criterios, ni aisladamente ni
en conjunto, ofrecen una respuesta satisfactoria sobre la naturaleza político-ideológica del dia-
mat y mucho menos revelan el arraigo que tuvo, inclusive la relativa popularidad de que gozó
su pensamiento teórico, durante la mayor parte del tiempo que duró el proyecto socialista que
se pretendía ejecutar. Lo subyacente en la crítica al dia-mat, y verdaderamente trascendental
que se dirime, es la problemática sobre la necesidad de una filosofía marxista y su real
capacidad para cumplir la función de pensamiento estratégico en la transformación
revolucionaria del capitalismo en comunismo.
De acuerdo con la investigación efectuada la complejidad del dia-mat, como fenómeno
ideológico, se devela solo al constatarse el tipo de racionalidad pequeño-burguesa que lo
motivó y que desvirtuó el carácter emancipatorio de la transición socialista. A este resultado
general, que encierra la novedad y el aporte teórico del trabajo realizado, se arribó partiendo
de las siguientes interrogantes:
¿Cómo fue posible que sociedades, algunas de las cuales decían encontrarse en la etapa del
socialismo desarrollado, terminaran restableciendo el capitalismo con la anuencia de amplios
sectores de la población en sus países?
¿Dónde radica la esencia del resquebrajamiento que sufre la ideología comunista en aquel
modelo de socialismo?
¿Qué papel le correspondió al dia-mat en este resquebrajamiento en tanto fundamento
filosófico de aquella fallida experiencia socialista?

3
¿Es atribuible a Marx, Engels o Lenin alguna responsabilidad por las formas ideológicas que
adoptaron sus concepciones teóricas en el denominado socialismo real?
La respuesta hipotética a estas interrogantes quedó formulada de la manera siguiente:
En el descalabro que sufrió el modelo socialista, en la URSS y Europa del Este, fue decisiva la
deformación pequeño-burguesa que experimentó la ideología comunista fundada por Marx y
Engels y enriquecida posteriormente por Lenin en la etapa imperialista del desarrollo del
capitalismo. En la esencia de esta deformación se encuentra una concepción materialista
vulgar del proceso histórico y del contenido de la emancipación social durante la transición
socialista. El dia-mat constituyó la expresión teórica general de esa concepción pequeño-
burguesa del socialismo, cuyo fracaso demostró su inviabilidad histórica. Producto de esta
desvirtuación de la filosofía marxista, el modelo de socialismo llamado real no contaba con
una teoría general que facilitara la valoración científica del proceso histórico y en
consecuencia, adolecía de un pensamiento estratégico revolucionario que guiara las
transformaciones sociales emprendidas durante la transición socialista en dirección a la
afirmación de los valores propios de la sociedad comunista.
El objeto de nuestra investigación estuvo focalizado en la ideología del modelo de socialismo
que se ensayó en la URSS y Europa del Este. El campo de análisis comprendió la valoración
teórico-filosófica de dicha ideología. La investigación se limitó a un estudio crítico-filosófico
de la ideología del derrumbe tomando como referencia sobre todo el marxismo soviético.
El objetivo general consistió en fundamentar teóricamente la esencia pequeño burguesa de la
ideología que condujo al descalabro del modelo de socialismo ensayado en la URSS y Europa
del Este, así como precisar el lugar y papel que le correspondió a la desvirtuación del dia-mat
de la esencia revolucionaria del marxismo clásico fundador en este suceso.
Como objetivos particulares fueron planteados:
Valorar los postulados teóricos generales del marxismo clásico fundador que constituyen el
fundamento metodológico para una visión crítico-revolucionaria de la ideología que condujo
al descalabro del socialismo llamado real; develar el carácter político ideológico de los
intereses sociales que fueron canalizados a través del materialismo vulgar del dia-mat;
establecer la relación entre la deformación pequeño-burguesa que experimenta la ideología
marxista y la concepción económica que condujo al descalabro del sistema socialista mundial.
Las principales tareas investigativas cumplimentadas fueron:
Valoración del lugar y la función que el marxismo le atribuye a la reflexión filosófica en la
lucha contra el capital y por la emancipación social; fundamentación de la importancia de la
intelección filosófica del trabajo para la representación sistémica del proceso histórico y el
socialismo; caracterización general del materialismo vulgar del dia-mat. y de su tipo pequeño-
burgués de racionalidad; valoración teórico-filosófica del modo de la producción material del

4
modelo de socialismo que se derrumbó; revelación del nexo dialéctico entre la producción
material y la espiritual en el modelo de socialismo en cuestión.
La solución del problema de investigación exigió una revisión bibliográfica y documental
extensa y diversa. Se privilegió la obra de Carlos Marx, Federico Engels y Vladimir Ilich
Lenin, por el incalculable valor teórico-metodológico que posee en la clarificación de las
coordenadas epistemológicas que rigen la producción teórica desde auténticas posiciones
científicas y revolucionarias. También fueron consultados autores que, desde posiciones
marxistas muy disímiles, han contribuido a la visión crítica del denominado modelo euro-
soviético de socialismo y la teoría que lo sustentaba. Dentro de ellos cabe destacar a: Rosa
Luxemburgo, Gueorgui V. Plejánov, León Trotski, Antonio Gramsci, Herbert Marcuse, Adam
Shaf, E.V Ilienkov, Mijail Isaac Deutscher, M. Afanasiev, Franz Hinkelammert, Robert Weill,
Eric J. Hobsbawn, István Mészáros, Egon Krenz, Adolfo Sánchez Vázquez, Heinz Dieterich y
Néstor Kohan. Aun cuando se discrepe parcial o totalmente de las opiniones de alguno de los
autores mencionados, a todos se les considera fuentes relevantes en la solución de las tareas
científicas planteadas. Importantes aportes al tema de investigación, por la profundidad
analítica con el que lo han abordado, se encuentran en el pensamiento de Fidel Castro y
Ernesto Che Guevara. Muy provechosa fue también la información recopilada de la
producción científica de un grupo de especialistas sociales cubanos, dedicada a la valoración
crítica de la teoría y la práctica de la transición socialista. Especial significado tuvieron los
trabajos de Rafael Cervantes Martínez, Isabel Monal, Jorge Luis Acanda, Fernando Martínez
Heredia, Miguel Limia David, Rigoberto Pupo Pupo, Rubén Zardoya Loureda, Ariel Dacal
Díaz, Francisco Brown Infante, Víctor Figueroa Albelo, José L. Rodríguez, Thalía Fung
Riverón y Jesús García Brigos. La investigación incluyó la revisión de los principales
manuales de filosofía, economía política y comunismo científico publicados en la ex URSS,
También de la antigua URSS fueron consultados numerosos materiales y documentos
oficiales, partidistas y estatales. Con particular interés fue revisada la obra de Iosif Stalin y
Mijaíl Gorbachov.
Los métodos principales empleados en la tesis fueron: la concepción materialista de la historia,
el método de ascensión lo abstracto a lo concreto, la modelación teórica y el hipotético-
deductivo.
La concepción materialista de la historia fue crucial en la valoración de la centralidad que el
marxismo le reconoce a la praxis socio histórica en cuanto fundamento para la aprehensión
histórico-concreta del nexo dialéctico entre la producción material y la espiritual, así como en
la constatación de los tipos históricos fundamentales de reproducción socio-histórica o de
metabolismo social, particularmente, en el análisis de la especificidad del modo de
apropiación social comunista de la realidad. Este método resultó cardinal también para que el
proceso de búsqueda, procesamiento y ordenamiento de la información requerida, se atuviera

5
en todo momento al principio dialéctico de la unidad de lo histórico y lo lógico. Su empleo
metodológico evitó concienzudamente la lectura simplificadora de su contenido, que la reduce
a una visión materialista abstracta y logicista de la interrelación dialéctica entre la producción
material y la espiritual. El método de ascensión lo abstracto a lo concreto facilitó construir el
discurso sobre el objeto investigado, partiendo de sus condicionantes más generales a las más
específicas e inmediatas. Ello permitió enfocar con una perspectiva sistémica las causas
esenciales que provocaron la deformación pequeño-burguesa del proyecto socialista. A través
de este método se trató de reproducir en la lógica del discurso teórico la lógica especial del
objeto especial estudiado, evitando las disquisiciones teóricas abstractas y descontextualizadas
sobre el mismo. La modelación teórica fue empleada en la caracterización sintética de los
postulados filosóficos del dia-mat y de la concepción economicista de la transición socialista
que singularizaba al modelo de socialismo analizado. Dicha modelación facilitó establecer los
ejes materialistas vulgares que comparten el dia-mat y la concepción economicista del
socialismo, lo que permitió identificar en estos últimos a las expresiones sintéticas- teórico
prácticas- de una racionalidad pequeño burguesa que puede calificarse de pragmática
inconsistente. El método hipotético deductivo se utilizó en la elaboración del diseño de la
investigación. Por medio de él se estableció la coherencia lógica entre las interrogantes
formuladas, la respuesta hipotética a estas interrogantes, el objetivo general y los particulares,
y las tareas investigativas que debían acometerse en función de cumplimentar dichos
objetivos.
La tesis está estructurada en dos capítulos con tres epígrafes respectivamente. En el primer
capítulo: “Filosofía marxista y praxis emancipatoria”, se precisan los postulados del marxismo
clásico fundador que aportan la metodología general sobre la cual se construye la visión crítica
de la ideología del derrumbe. Se analiza el carácter científico-revolucionario de la filosofía
marxista asumida como una concepción teórica sobre y para la transformación del mundo.
Especial atención se le dedica a la centralidad que le pertenece a la praxis en el tipo de
intelección filosófica de la realidad inaugurada por el marxismo, y a la racionalidad
praxiológica que emerge con el nuevo tipo de quehacer filosófico. Se define el lugar que le
corresponde a la filosofía marxista en el concierto de los saberes contemporáneos,
destacándose su función de pensamiento social estratégico en la transformación comunista de
la realidad. En este sentido, se aborda el papel irremplazable perteneciente a la filosofía
marxista en la aprehensión de la emancipación social comunista, como un proceso de
transición del trabajo enajenado al libre asociado. Se aborda con detenimiento el modo
consciente de reproducción social que tipifica al proyecto social comunista desde iniciada la
transición socialista, y el concepto de riqueza, esencialmente humano, que singulariza a este
proyecto.

6
El segundo capítulo: “Deformación pequeño-burguesa de la racionalidad praxiológica
marxista en el modelo stalinista de socialismo”, trata sobre la tergiversación pequeño-burguesa
que experimenta en el modelo de socialismo que fracasó, el cual se califica de stalinista, la
concepción comunista sobre la emancipación social inspirada en el pensamiento marxista
clásico-fundador. El análisis del dia-mat revela el vínculo existente entre su versión
materialista vulgar del marxismo y su postura pequeño-burguesa frente a la praxis
revolucionaria y la producción ideológica. Medular resultó en esta revelación, la conexión
establecida entre la tesis del dia-mat acerca de la independencia relativa de la conciencia social
respecto al ser social, y la mutación de la filosofía marxista y del marxismo en su conjunto, en
una ideología de corte academicista relativamente desconectada de los desafíos teóricos
concretos que planteaba la lucha revolucionaria por subvertir la hegemonía del capital, y en
particular, en el período de transición hacia la plena emancipación social. En el capítulo se
valora, desde una perspectiva filosófica, el tipo específico de división social del trabajo propia
del modelo stalinista. Se sostiene el criterio de que, como consecuencia de la deformación
materialista vulgar del nuevo ideal de riqueza social que debía afirmarse en la transición
socialista, emerge una concepción tecnocrática del desarrollo social portadora de una rígida
diferenciación funcional entre dirigentes y dirigidos. Ambas categorías de “personal”
estructuraron un sistema de relaciones burocráticas de producción, que deforman y frenan el
avance progresivo de la apropiación colectiva de los resultados del trabajo, reproduciéndose
por esa vía nuevas formas de enajenación. Según este criterio, el dia-mat no pasaba de ser la
expresión teórica general de ese nuevo estado de enajenación. La incapacidad del pragmatismo
inconsistente- racionalidad propia del modelo stalinista- para corregir revolucionariamente sus
deformaciones estructurales, lo conducirá a su descalabro.
Las conclusiones y recomendaciones recogen los principales resultados obtenidos en la
investigación, así como las experiencias correspondientes de lo que ha sido el mayor de los
reveses históricos sufridos por el movimiento comunista desde su surgimiento. Como todo
trabajo de esta índole, que procesa un gran volumen de información y que debe ajustarse a la
cantidad de páginas normadas, se ha hecho un amplio uso de las notas y referencias que
complementan y enriquecen el informe presentado. Los resultados alcanzados han sido
presentados en eventos nacionales e internacionales. Las publicaciones del autor sobre el tema
aparecen consignadas en la bibliografía.

7
CAPÍTULO I. FILOSOFÍA MARXISTA Y PRAXIS EMANCIPATORIA

8
CAPÍTULO I. FILOSOFÍA MARXISTA Y PRAXIS EMANCIPATORIA

La crítica a la ideología que condujo al descalabro del campo socialista ha de comenzar


esclareciendo los presupuestos teóricos que le servirán de fundamento metodológico. En el
presente capítulo esta tarea será cumplimentada a través de tres momentos que justifican la
estructura de sus epígrafes. El primero, precisa la especificidad del conocimiento filosófico
marxista, definiéndose su lugar y relevancia en el concierto de los saberes científicos que
integran la cultura contemporánea. A continuación, se aborda el significado que posee la
intelección filosófica del trabajo, en tanto actividad práctica o praxis, para la representación
sistémica del devenir histórico-social y del mundo en general. Por último, se establece el valor
teórico metodológico que posee aprehender la transición socialista como un proceso de
transformación del trabajo enajenado en libre asociado, donde ocurre la subversión paulatina
pero radical de todo el metabolismo social.

1.1 La revolución cosmovisiva del marxismo clásico fundador.


Posicionar a la filosofía marxista en el sistema de saberes contemporáneos dependerá de la
postura que se adopte ante la revolución cosmovisiva efectuada por Marx y Engels en el
pensamiento de su época.
Como toda negación dialéctica, la superación por el marxismo de las limitaciones del
pensamiento filosófico precedente encierra la compleja conjunción de elementos de
continuidad y ruptura. Cualquier interpretación que simplifique o desvirtúe uno u otro
elemento, o ambos, atentaría contra la novedosa cosmovisión que nos legaron los clásicos
fundadores del marxismo. De hecho, así ha ocurrido desde el pasado hasta el presente, pero
ahora con la impronta dejada por la incertidumbre y el escepticismo que sobrevinieron a la
implosión del socialismo en Europa del Este y la URSS. Adentrarse hoy en la esencia de la
cosmovisión aportada por la teoría marxista posee, entonces, un valor teórico metodológico no
solo para la crítica a la ideología que condujo al descalabro del socialismo denominado real,

9
sino también respecto a las remozadas corrientes de pensamiento que no llegan a comprender
la real superación dialéctico materialista del paradigma epistemológico de la modernidad
capitalista por el marxismo clásico fundador.4
En realidad, el marxismo inaugura una nueva etapa en la historia de la filosofía. Hasta el
momento en que irrumpe en el escenario intelectual de su época, los valiosos aportes de cada
generación de filósofos al conocimiento del mundo no habían trascendido su interpretación
unilateral y especulativa, cuando el problema real, según Marx, consistía en su
transformación.5 El pensamiento clásico fundador encamina a la filosofía, y al pensamiento
teórico sustentado ésta, por la senda de su realización efectiva en el proceso histórico de
transformación revolucionaria del mundo. “Marx veía todo el valor de su teoría - señalaba
Lenin - en que por su misma esencia, es una teoría crítica y revoluciona (…) como tarea de la
teoría como finalidad de la ciencia se plantea explícitamente aquí el ayudar a la clase de los
oprimidos en su lucha económica”.6
El estoicismo con el que los clásicos fundadores del marxismo afrontaron los imperativos
ideológicos que dimanaban del nexo orgánico teoría-práctica, medular en su visión comunista
del mundo, hizo de ellos no solo los científicos geniales que sin duda fueron, sino, también y
sobre todo, ejemplos paradigmáticos de humanismo revolucionario. No es casual que figuras
consideradas cimeras dentro de la tradición de pensamiento marxista sean aquellas que han
logrado integrar, a un altísimo nivel en sus respectivos contextos históricos, pensamiento y
acción revolucionarios. Así ocurre con V.I. Lenin, R. Luxemburgo, A. Gramsci, Ho Chi Minh,
Mao Tse Tung, Ernesto Guevara y Fidel Castro, entre otros muchos. Por consiguiente, el
análisis de la revolución filosófica llevada a cabo por el marxismo ha de develar esa forma
orgánica, interna, dialéctica, de fusionarse en la cosmovisión comunista teoría y práctica,
pensamiento y acción político-revolucionarios.
El derrumbe del socialismo en la URSS y Europa del Este confirmó, dramáticamente, la
importancia estratégica de esta problemática para la transición socialista. Difícilmente algún
marxista dude que entre las causas fundamentales que provocaron el descalabro de aquella
experiencia histórica estuvo el distanciamiento sustancial de la producción teórica de los
acontecimientos que tenían lugar en la vida real y cotidiana en esos pueblos, ni la importancia
de primer orden que la cosmovisión comunista científica le asigna al nexo teoría-práctica. Pero
el modo de interpretar dicho nexo y las implicaciones filosóficas, metodológicas, económicas,
políticas, éticas, estéticas, entre otras, que se desprenden de ese nexo, motiva los más variados
y encontrados criterios. El desacuerdo alrededor de un asunto cardinal para la ideología
marxista llega al extremo de que teóricos como Sánchez Vázquez estiman que, en el presente,
sería más adecuado hablar no de uno sino de varios marxismos.7 Y en verdad en la literatura
marxista han sido ampliamente debatidas las diferencias entre el marxismo de Plejanov y el de
Lenin, o el de Bujarin y el de Gramsci, o el de Lukács con su discípulo y crítico Mészáros, o

10
el de los filósofos yugoslavos nucleados en torno a la revista “Praxis”, con el pensador checo
K. Kosik, o el de Althuser en comparación con las posiciones teóricas sostenidas en aquella
época por la Escuela de Frankfurt, o las lecturas discordantes que actualmente sugieren
Dieterich y Kohan respeto a la filosofía marxista y el dia-mat. Todo ello sin contar los que,
como Kohan, creen observar diferencias esenciales entre los marxismos de Marx, Engels y
Lenin, e incluso marcadas rupturas epistémicas al interior del pensamiento del primero y el
último, asociadas básicamente al grado de elaboración y profundidad dialéctica con el exponen
su concepción materialista de la historia en períodos específicos de su producción teórica.
Sería algo absurdo, como erróneamente hizo el dia-mat en el pasado, tratar de imponer una
interpretación particular del legado filosófico de Marx como la única legítima y valedera,
descalificando a las restantes con el epíteto de antimarxistas. Es harto conocido que esta
postura dogmática dividió arbitrariamente al marxismo entre los que seguían ortodoxamente
los criterios del dia-mat y los que heterodoxamente se le oponían, lo que tuvo pésimas
consecuencias tanto para el desarrollo de la teoría como para la praxis política del movimiento
comunista.8
Los desencuentros teóricos mencionados dejan entrever el estadío aún inmaduro de la teoría
marxista.. puesto que, en última instancia, la sociedad a que pertenece la cosmovisión
comunista se halla apenas en proceso de gestación. Esencialmente, a juicio del autor, no dejan
entrever nada más. Y aunque este estadio no se refleje por igual en todos los campos que
actualmente abarca la teoría marxista y con la plena conciencia de la necesidad de rebasar la
multiplicidad de criterios discordantes, e incluso solapados revisionismos, para arribar a
conclusiones más sólidas y consensuadas en el campo teórico, el estado actual muestra a la
incipiente concepción del mundo marxista en el legítimo vorágine de su progreso y desarrollo.
Nada más estéril y contrario al espíritu dialéctico-materialista de los fundadores del marxismo,
que aspirar a una consolidada concepción comunista del mundo sin considerar que muchas de
las características atribuibles a esta sociedad apenas existen hoy en el rango de las hipótesis
científicas. Superar este estadío teórico desborda el reto de un abierto y desprejuiciado debate
académico ajustado a un riguroso sentido político, ya que supone la lucha por ampliar en la
realidad cotidiana las bases sociales, objetivas, que permitan afirmar un modo de vida justo y
solidario, enaltecedor de la cosmovisión comunista. Deberá afrontarse, sin vacilaciones, la
tarea de subvertir el actual dominio global del capital e impulsar, cuando el contexto lo
permita, la consolidación del socialismo, allí, donde haya comenzado a gestarse. No cabe
esperar otro modo fundamental de progreso y consolidación de los presupuestos teóricos del
marxismo que no sea basado en el desarrollo de la acción crítica de la praxis revolucionaria.
"No es suficiente-decía Marx- que el pensamiento se abra paso para llegar a ser realidad,
[actualidad,] la realidad [o actualidad] misma debe abrirse paso para llegar a ser

11
pensamiento”.9 Entonces, mediante el progreso de la acción teórico-práctica, fundante y plural,
deberá ir ganando en consenso y madurez eso que convenimos en llamar, el marxismo.
En el pensamiento de Marx y Engels el vínculo orgánico teoría-práctica remite a la raigal
vocación humanista que lo inspira. A medida que los clásicos fundadores del marxismo
avanzaron en su concepción dialéctico- material de la unidad entre teoría y práctica, el
humanismo que profesaban se asentó sobre sólidos fundamentos científicos. Fue en el lapso
de1843 a 1846, periodo en el que Marx y Engels ajustan cuentas con su ideología anterior, que
ellos definirán sus ideas humanistas en términos materialistas dialécticos e histórico-concretos.
“Los Manuscritos de Paris” (1844), “La Sagrada Familia” (1844), “Las Tesis sobre
Feuerbach” (1845), “La Ideología Alemana” (1846), muestran el itinerario seguido por la
revolución teórica que concluye con la elaboración de los fundamentos de la concepción
materialista de la historia, en la que teoría y práctica comienzan a asumirse en calidad de
elementos constitutivos de una totalidad histórico concreta. El descubrimiento de que la vida
humana es esencialmente práctica10aportó el fundamento epistemológico que elevó a la
filosofía al status de pensamiento teórico de y para la praxis. Aparece un tipo nuevo de
filosofar donde la interpretación teórica del mundo y el proceso real de su transformación
práctica se concebirán dialécticamente dependientes. Con el “materialismo práctico” el
humanismo abandonará los predios de las ideas filantrópicas y las puras abstracciones
especulativas acerca de la esencia y la naturaleza humana en general, para tomar la forma de
proyecto político orientado conscientemente a la transformación revolucionaria de las
relaciones de producción capitalista por la clase obrera y demás sectores expoliados por el
capital. Surge un “nuevo humanismo”11 en cuyos predios filosofía y praxis política se
imbrican en una consciente correlación dialéctico-materialista en la lucha del proletariado y
sus aliados por la emancipación social. El pensamiento teórico-filosófico deviene pensamiento
estratégico llamado a guiar sobre fundamentos científicos las acciones políticas de los
revolucionarios encaminadas a la transformación del capitalismo en comunismo. El
socialismo, transformado de utopía en ciencia crítico-práctica, abre la posibilidad de hacer
efectivos los sueños libertarios de los oprimidos. Como señala el historiador mexicano Carlos
A. Aguirre: “La teoría funciona como proceso de clarificación y auto comprensión de las
urgencias y problemas que enfrenta el movimiento práctico, (y), en la medida que este último
lleva a cabo la crítica y superación reales, prácticos, postulados y evidenciados por esa misma
teoría”.12 Las actividades teórica y práctica, realizadas cada una por mediación de la otra,
harán que las dos se proyecten con un consciente sentido revolucionario. Este nexo dialéctico-
materialista tipificará a la concepción comunista del mundo, constituyendo la médula de su
racionalidad praxiológica.13
Con absoluta convicción, Marx y Engels posicionan a la concepción materialista de la historia
descubierta por ellos en un nivel teórico que supera a las dos corrientes historiográficas

12
representativas de la moderna racionalidad burguesa. Dos propuestas discursivas sobre la
historia, irreconciliables entre sí, que expresan el carácter dicotómico de la forma enajenada
propiamente capitalista de reproducción social y que han trascendido hasta nuestros días bajo
las formas metamorfoseadas de neo y post positivismos y neo y post teleologismos. “Tan
pronto como se expone este proceso activo de vida -afirman los fundadores del materialismo
dialéctico- la historia deja de ser una colección de hechos muertos, como lo es para los
empiristas, todavía abstractos, o una acción imaginaria de sujetos imaginarios, como para los
idealistas”.14
La primera corriente, calificada por Marx como empirismo abstracto, intentaba traspolar al
ámbito social el modelo experimental de las modernas ciencias de la naturaleza y hacer
extensiva a las ciencias sociales su tipo de racionalidad utilitarista e instrumental. Sugiere que
el historiador enfrente el objeto de investigación al estilo de un juez que, desde una postura de
imparcialidad, se limita a interpretar la verdad contenida en los propios hechos. Exigirá del
oficio de historiador la búsqueda acuciosa de información, el riguroso ordenamiento de
sucesos y datos específicos y la habilidad para reproducirlos con la mayor fidelidad posible. O
sea, que el historiador prácticamente se enfrenta a una historia hecha de antemano, que
limitará su función a describirla lo más objetivamente posible, despojado de toda
intencionalidad subjetiva. El realismo ingenuo, latente en el empirismo abstracto, encierra una
paradoja subjetivista que desemboca irremediablemente en el idealismo, pues supone la
posible existencia de un sujeto políticamente aséptico, abstracto, libre de los prejuicios
ideológicos de la sociedad y la época en que le ha tocado vivir. No obstante a sus limitaciones,
Marx y Engels reconocieron las indiscutibles aportaciones realizadas por esta historiografía15.
La segunda corriente historiográfica comprende todo género de filosofía idealista de la
historia. Desde Vico hasta Hegel, pasando por Condorcet, Herder, A. Smith, Kant, y Schelling,
sin mencionar a todos, el moderno discurso filosófico de la historia postulaba la unidad y
universalidad del proceso histórico. Girando siempre en torno a uno o varios principios
abstractos y en esencia especulativos, se elucubraban sistemas filosóficos omnicomprensivos y
cerrados al estilo de la lucha de la libertad contra el autoritarismo, las batallas de la razón
iluminada contra el oscurantismo, o la enajenación y reconciliación progresiva de la idea
absoluta, que siempre terminaban justificando el advenimiento de la moderna sociedad
burguesa. Noción teleológica y lineal del progreso histórico, en ocasiones cuasi teológica,
imposibilitada de substraerse de la apología a las relaciones sociales capitalistas. La versión
premarxista más acabada de la filosofía de la historia, sin discusión, la proporciona Hegel.
En el monumental sistema filosófico hegeliano, naturaleza, sociedad y pensamiento,
conforman un único proceso dialéctico regido por leyes objetivas en el que a la práctica se le
atribuye una importancia antropológica de primer orden. En la “Filosofía del Espíritu” (1807),
en cuanto trabajo humano, la práctica desempeña una función crucial en la autoconstitución

13
del hombre dentro del proceso universal de autoconciencia del Espíritu. Más tarde, en la
“Filosofía del Derecho” (1821), Hegel la aborda desde el ángulo de sus implicaciones
económico-filosóficas, según la interpretación que hace de la teoría del valor elaborada por la
economía clásica inglesa y en particular por A. Smith.
Entendida como trabajo humano en general, o Idea práctica que tiene su fundamento y fin en
el devenir del Espíritu, la praxis posee en la filosofía hegeliana un contenido idealista que
tiende a absolutizar el aspecto positivo y creador consustancial a la actividad productiva. Aun
cuando Marx comparta, siguiendo a Hegel, la connotación antropológica del trabajo, le
criticará a su maestro el “positivismo acrítico”, secuela directa del modo unilateral y
apologético con el que él asume las relaciones de producción capitalista al adoptar el punto de
vista de la economía política burguesa. Su positivismo acrítico lo conducirá a ponerle remate
metafísico a la dialéctica y a decretar el “fin de la historia”. La política finaliza para Hegel en
el Estado burgués de su tiempo; la sociedad civil encuentra su cenit en “el capital permanente
universal”; y la filosofía arriba al punto culminante en su propio sistema filosófico.16 Hegel
cierra el periodo ascendente de la filosofía en cuanto a concepción teórico- especulativa del
mundo. El sistema filosófico hegeliano -que en última instancia no es otra cosa que la
sublimación cosmovisiva de la lógica reproductiva del capital- logra captar, aunque de manera
invertida, la dialéctica objetiva que rige la dinámica del funcionamiento y desarrollo del
proceso histórico como un todo. Después de Hegel, el discurso teórico de la historia como
totalidad únicamente podía trascenderse por el camino del materialismo dialéctico.
Feuerbach orientó a la filosofía en esa dirección. Pero él podía avanzar por el camino que
apuntaba a la concepción dialéctico-materialista de la historia solo hasta cierto punto: hasta
donde lo permitía su visión naturalista abstracta de la identidad pensar- ser. Él veía la
“sustancia” de la sociedad en su fundamento genérico originario: la naturaleza sensorial
abstracta del hombre. O dicho de otra manera, el hombre para él, en esencia, es un ser natural
pensante. No tiene cabida hablar de ningún tipo de intermediación entre el hombre y su
“esencia material e inmaterial”, ni ninguna diferencia u oposición entre ellos. Se ha llegado al
punto, según Feuerbach, “donde la materia piensa y el cuerpo es espíritu, y donde al contrario,
el espíritu es cuerpo, y el pensamiento es materia.”17
Marx destaca que Feuerbach, por un lado, en oposición a Hegel, fija el verdadero punto de
partida de la filosofía no especulativa en la realidad empírica, en la naturaleza y el hombre. Y
por otro lado, a diferencia de los materialistas “puros”, el punto de partida no es la naturaleza
en sí, sino la naturaleza humana sensible, por lo que aventaja a los primeros desde el punto de
vista estrictamente teórico. Pero al concebir al hombre como “objeto sensible” y no como
“actividad sensible” que vincula al hombre con la naturaleza y con los demás hombres,
Feuerbach “no llega nunca por ello mismo hasta el hombre realmente existente, hasta el

14
hombre activo, sino que se detiene en el concepto abstracto de “el hombre”.18 Su pensamiento
historiográfico quedará atrapado entre el materialismo y el idealismo.
Solo la racionalidad praxiológica, sustentada en la mediación práctica de relación sujeto-
objeto, supera realmente la disyunción dicotómica empirismo abstracto-especulación teórica
en la que se debate el discurso historiográfico de la modernidad burguesa. A diferencia del
empirismo abstracto y el idealismo teórico-filosófico, la teoría marxista de la historia
representa una verdadera empresa de análisis y racionamiento desde la perspectiva de los
intereses sociales de un sujeto histórico en particular: la clase obrera. Reflexión teórica y
proyecto político compondrán una indisoluble unidad dialéctica.
Establecido el fundamento subjetivo-material, práctico, del vínculo entre el mundo de la
naturaleza y el mundo del hombre, se abre paso el nuevo materialismo que aprehende ambos
mundos en la dialéctica de su unidad y diferencias; la filosofía deviene teoría dialéctico
materialista del proceso socio-histórico y del conocimiento. El discurso teórico-filosófico se
apresta a generalizar los acontecimientos históricos empíricamente registrables por la praxis
transformadora y cognitiva del hombre. Las abstracciones teóricas en este caso sistematizan
relaciones esenciales o momentos resolutivos en la aprehensión de la sociedad y el mundo
como un todo, obteniéndose una visión de totalidad histórico-concreta consustancial a la
dialéctica materialista reinante en la realidad objetiva, que sintetiza la actividad
transformadora y cognitiva del hombre en forma de teoría general de la historia y del
conocimiento. Dos cuerpos teóricos ligados indisolublemente por el fundamento histórico-
práctico que comparten.
En calidad de conocimiento historiográfico de máxima generalidad fundado en la praxis, el
sistema teórico-conceptual dialéctico-materialista carece de sentido asimilarlo al margen de su
contenido histórico-concreto. La función de la filosofía, evidentemente, ya no podrá consistir
en explicar la historia con arreglo a categorías y principios ideológicos universales y
abstractos. A lo máximo, deberá limitarse a organizar, compendiar y sistematizar los
resultados históricos más generales de la dialéctica de la producción material y espiritual en
una etapa específica del proceso histórico. A definir por medio de dicha dialéctica las leyes,
contradicciones, tendencias, agentes históricos y desafíos más apremiantes y generales del
desarrollo social. La filosofía deviene teoría general del proceso histórico, del modo de
apropiarse el hombre de la naturaleza y de su propia naturaleza social, por lo que presenta a
los hombres en el movimiento práctico, dialéctico- concreto, de su autoreproducción como ser
social.
En sus trazos generales, el nuevo paradigma filosófico está esbozado ya en la “Ideología
Alemana” (1846). Años más tarde, en el “Prologo a la Contribución a la Crítica de la
Economía Política” (1859), el propio Marx hará referencia a la importancia decisiva que él y

15
Engels le atribuían a esta obra como hilo conductor de sus estudios y en la atención particular
que le dedicarán a la economía política.
Es notorio el nivel de síntesis que alcanza la exposición del proceso histórico en “La Ideología
Alemana”. Ante todo se debe, a la identificación del modo de producción como la base del
desarrollo social. Modo de producción, señalan Marx y Engels, que “no debe considerarse
solamente en el sentido de la reproducción de la existencia física de los individuos. Es ya más
bien, un determinado modo de actividad de estos individuos, un determinado modo de
manifestar su vida, un determinado modo de vida de los mismos.”19. Subráyese, que los
fundadores del marxismo no restringen la categoría “modo de producción” a su significado
económico utilitario, no la limitan a la producción de los medios materiales indispensables
para la reproducción física de los seres humanos. Al contrario, la valoran en su connotación
profundamente social y antropológica. Ponen al descubierto que la causa primigenia del
desarrollo humano se halla en que los hombres, al producir los bienes materiales necesarios
para su existencia, producirán al unísono las representaciones ideales (necesidades, intereses,
motivos, opiniones, teorías, etc.) correspondientes al sistema de relaciones de producción
dado. En las últimas, se reconoce el fundamento general de las relaciones sociales. Por lo que
cada modo histórico de producción social comprenderá una forma histórica de vínculo entre lo
ideal y lo material y un orden institucional específico. El problema de la relación que guarda el
pensamiento con ser, se replantea y resuelve desde el punto de vista de la primacía ontológica
de la praxis productiva en el proceso de autoconstitución del hombre. Partiendo del estudio de
las relaciones de producción, que contraen los hombres en un modo de producción específico,
el nuevo materialismo buscará develar el tipo de humanidad o socialidad que le corresponde.
Resulta premonitoria la advertencia hecha por Marx para que no se incurriera en el error de
interpretar el modo de producción a la a manera especulativa de la tradición filosófica anterior,
es decir, como una categoría filosófica abstracta y omnicomprensiva. En “Teorías sobre la
plusvalía” alerta: “Cuando se trata de examinar la conexión entre la producción material y
espiritual, hay que tener cuidado, ante todo, de no concebir esta última como una categoría
general, sino bajo una forma determinada y concreta. Así por ejemplo, la producción
intelectual que corresponde al tipo de producción capitalista es distinta de la que corresponde
al tipo de producción medieval. Si no enfocamos la producción material bajo una forma
histórica específica, jamás podremos alcanzar a discernir lo que hay de preciso en la
producción espiritual correspondiente y en la correlación entre ambas.20
Sin embargo, prácticamente desde su aparición, a la concepción materialista de la historia no
le han faltado “adeptos” que verán en esta un pretexto para no estudiar la historia.21 Semejante
adulteración del núcleo del marxismo, provoca la mutación del materialismo práctico de Marx
y Engels en vulgar hermenéutica materialista. Las causas sociales objetivas que alientan este
fenómeno son irreductibles a cuestiones estrictamente epistémicas o de falta de conocimientos,

16
talento o información a la hora de interpretar la producción teórica de Marx y Engels. Asunto
que será tratado en el segundo capitulo cuando se analice el carácter abstracto del
materialismo del dia-mat.
Por vez primera en la historia de la filosofía, gracias a la racionalidad praxiológica, se logra
aprehender satisfactoriamente la dialéctica de lo universal y lo particular del proceso histórico
real. “La práctica–sostenía Lenin- es superior al conocimiento (teórico) porque posee no solo
la dignidad de la universalidad, sino también la de la realidad inmediata”22. La influencia que
en la aparición y desarrollo histórico de las más diversas comunidades humanas ejercen
indistintamente el medio geográfico, las peculiaridades étnicas y las tradiciones culturales y de
vida, únicas e irrepetibles, ratifican la compleja universalidad de la vida social, dada a través
del fundamento productivo material de toda sociedad. Unidad y pluralidad de la historia
humana que solo en una fase específica de su devenir produce la historia universal
propiamente dicha, acontecimiento relativamente reciente pues data a penas del siglo XVI y
coincide con el desenvolvimiento histórico del modo de producción capitalista.
El capitalismo creó el mercado mundial y con él la historia universal “haciendo que toda
nación civilizada y todo individuo, dentro de ella, dependiera del mundo entero para la
satisfacción de sus necesidades y acabando con el exclusivismo natural y primitivo de las
naciones aisladas, que hasta ahora existía. Colocó la ciencia de la naturaleza bajo la férula del
capital y arrancó a la división del trabajo la última apariencia de un régimen natural”.23
Fueron precisamente la centralidad, la autonomía y el contenido social global, característicos
de la actividad económica capitalista, los que sentaron la base objetiva para el surgimiento de
la concepción científica de la historia. Pero la ciencia de la historia real podía emerger
únicamente desde la perspectiva del trabajo y no del capital. La regulación mercantil de la
producción capitalista, desde la perspectiva de los intereses del proletariado, a diferencia de
Hegel, no representa el final de la historia en la que un imaginario sujeto abstracto se
reconcilia con su autoconciencia. Para la racionalidad praxiológica comunista y su contenido
dialéctico-material, el modo de producción capitalista apenas representa la etapa histórica
transitoria, donde maduran las premisas socio-materiales indispensables para pasar de la
prehistoria a la creación consciente de la historia universal.
Marx y Engels sin embargo, vivenciaron exclusivamente los albores de la internacionalización
de la economía capitalista. Incluso en tiempos de Lenin, estaban todavía desdibujadas en el
horizonte las transformaciones monopólicas transnacionales de la economía que
reestructurarían el funcionamiento del capital como un todo globalizado. Ellos no conocieron
la revolución científico-técnica en áreas como la microelectrónica, la informática y las
telecomunicaciones, ni las potentes armas de destrucción masivas capaces de borrar la vida de
la faz del planeta, ni la crisis medioambiental y energética causadas por la explotación

17
indiscriminada de los recursos naturales. El capital estaba distante aún de haber culminado la
etapa de expansión de su ciclo reproductivo.
En un pasaje de una carta poco divulgada de Marx a Engels en 1858, este preveía ya la posible
alteración de los pronósticos que habían adelantado acerca del triunfo de la revolución
comunista en aquella época. En su misiva dice: “La tarea histórica de la sociedad burguesa es
el establecimiento del mercado mundial, al menos en sus perfiles básicos, y un modo de
producción que descanse sobre esa base. Puesto que el mundo es redondo, parecería que esto
se ha cumplido con la colonización de California y Australia, y con la anexión de China y
Japón. Para nosotros la pregunta difícil es esta: la revolución en el continente es inminente y
su carácter será, de una vez, socialista: ¿no será necesariamente aplastada en este pequeño
rincón del mundo, puesto que en un territorio mucho más extenso el desarrollo de la sociedad
burguesa está todavía en ascendencia?”24. Al replantearse Marx a escala global el estado de las
contradicciones del modo de producción capitalista, la mirada eurocéntrica sobre el
advenimiento del nuevo orden social se ponía en tela de juicio. Específicamente, entre finales
de los cincuenta hasta la década del setenta del siglo XIX, notaremos un grado mayor de
elaboración y profundidad en la concepción materialista de la historia. Desarrollo relacionado
en gran medida a la investigación por parte de Marx de dos importantes temáticas
historiográficas: las características de los modos de producción precapitalistas y la relación del
capitalismo europeo con los pueblos y países de la periferia colonial. Sus ideas las plasmará
en trabajos y documentos con los más diversos propósitos, que abarcan desde los primeros
borradores de “El Capital” (conocidos como los Grundrisse), principalmente en los extensos
fragmentos dedicados a “Las formas que preceden a la producción capitalista”; pasando por el
propio “El capital” específicamente el capítulo veinticuatro del Primer libro: “La acumulación
originaria” “(donde analiza la conquista de América y también de la India), la sexta sección de
Tercer libro( en los que se adentra en el tema del campesinado y en la cuestión de Rusia);hasta
sus extensos artículos periodísticos publicados en New York Dally Tribune y The New
American Ciclopedias, incluyendo su correspondencia (las cartas a la redacción de Anales de
la patria en 1877 y la dirigida Vera Zasulich el 8 de marzo de 1881) y su apuntes etnológicos
del período 1880-1882.
Néstor Kohan considera que a partir de estos estudios la concepción historiográfica de Marx
amplía su espectro temático, ganando en profundidad y riqueza la visión dialéctico materialista
de los nexos entre filosofía, historia y política. Según el filósofo argentino, percibimos tres
ideas centrales en el consolidado paradigma historiográfico de Marx: “1) que no existe una
lógica histórica universal al margen de la lucha de clases; 2) que no corresponde a un sujeto
autocentrado y privilegiado-el proletariado europeo, urbano y moderno-la responsabilidad de
conducir el motor de la historia universal, sino que ese sujeto está en realidad conformado
también por las luchas de liberación nacional y social de los pueblos periféricos; y 3) que el

18
sistema mundial de dominación capitalista solamente puede reproducirse a condición de
mantener la explotación y la opresión tanto en el capitalismo central como en su periferia
…”25. Ideas que continúan y completan las líneas directrices del programa de investigación
adelantado por Marx en 1845. No obstante, parece poco sólida la tesis de Kohan de que lo que
ha ocurrido, en realidad, es “un verdadero cambio de paradigma “si lo comparamos al
plasmado en el “Manifiesto Comunista o en otros trabajos periodísticos “típicamente
modernistas y europeístas”.26
El desarrollo social a finales del siglo XIX marchará en dirección a la complejización de la red
de los antagonismos sociales del capitalismo como sistema mundial, fenómeno que el
pensamiento clásico fundador había comenzado ya visualizar. La incorporación de estados y
pueblos económicamente atrasados a la órbita del mercado mundial capitalista, ajustado
rigurosamente a las leyes de la competencia mercantil, vino acompañada de asimetrías y
traumatismos sociales. Las potencias más adelantadas se repartirán económicamente el
mundo. Regiones enteras del planeta serían sometidas a la más brutal neocolonización
económica, política e ideo-cultural. La reproducción del capital a escala planetaria globalizará
la contradicción capital-trabajo. El mundo termina por dividirse en países capitalistas ricos y
pobres.
La fase imperialista, con sus transformaciones monopólicas de la economía, impactará
íntegramente el metabolismo del capital. El nuevo escenario mundial demandaba el
replanteamiento de la teoría de la revolución socialista. La cadena de contradicciones
imperialistas hacía imposible continuar sosteniendo la tesis del triunfo simultáneo de la
revolución socialista en los países más desarrollados de Europa, cuando la agudeza de tales
contradicciones podía hacer estallar cualquiera de los eslabones más débiles de esa cadena. A
principios del siglo XX, V. I. Lenin augura el triunfo de la revolución socialista en el “eslabón
más débil de la cadena imperialista” y reelabora la teoría sobre la transición socialista,
adecuándola a circunstancias donde el capitalismo no había desplegado el potencial
económico necesario para la edificación inmediata del socialismo. Lúcidamente, Lenin asume
la necesidad que tiene el movimiento comunista internacional de articular dialécticamente los
postulados generales del marxismo con las particularidades e intereses nacionales de lucha del
movimiento obrero. La práctica del ideario leninista testificará que el marxismo y su filosofía
no podrán ser los mismos ni para todas las épocas ni para todos los países. .
La visión dialéctico-materialista de la historiográfica, además de subvertir
revolucionariamente la ontología al inaugurar una teoría de autoconstitución del sujeto sobre
bases empíricas, por otra parte sentó las premisas para una nueva epistemología o teoría
general del conocimiento.
La tesis del carácter determinante de la producción material sobre la espiritual, que no
desconoce el potencial activo y creador de la segunda, supone una concepción dialéctico-

19
materialista del conocimiento. “Hasta ahora, decía Engels, tanto las ciencias naturales como la
filosofía, han desdeñado completamente la influencia que la actividad del hombre ejerce sobre
su pensamiento y conocen solamente, de una parte la naturaleza y, de otra parte, el
pensamiento. Pero el fundamento más esencial, más próximo del pensamiento humano, es
precisamente, la transformación de la naturaleza por el hombre”.27
Centrada en la praxis, la gnoseología marxista tenderá un sólido puente (nexo) entre las
ciencias naturales, técnicas y sociales. Como saber que sistematiza al máximo nivel de
abstracción los resultados del conocimiento científico de la humanidad, fija la unidad
dialéctico-material del mundo a través de un sistema de leyes, principios y categorías que
reflejan la lógica objetiva común a la naturaleza, la sociedad y el pensamiento. De ahí, la justa
apreciación de Lenin sobre la plena coincidencia en el marxismo de la lógica, la dialéctica y la
teoría del conocimiento.
La teoría marxista del conocimiento no alcanzó en el pensamiento clásico fundador el mismo
grado de elaboración que la teoría general del desarrollo social. Si bien en escritos como “El
Capital”, “Dialéctica de la Naturaleza”, “Anti Dühring”, “Materialismo y empirocriticismo”,
“El imperialismo, fase superior del capitalismo”, “Cuadernos Filosóficos”, “El Estado y la
Revolución”, los clásicos del marxismo aplican y hacen alusión a principios y elementos de la
dialéctica como ciencia, pero no la exponen de manera sistematizada.
No fue hasta varios años después del triunfo de la Revolución de Octubre, que un grupo de
especialistas se trazaron el objetivo de definir el sistema teórico de la dialéctica como ciencia
de la Lógica (con mayúscula). A este grupo se opuso otro, que prefería estudiar en
profundidad la lógica aplicada en “El Capital”. De los puntos de vista acerca del objeto de
estudio de la lógica, el de E. V Ilienkov parece ser el más consistente. Ilienkov consideraba
que la lógica y la teoría del conocimiento de ningún modo podían ser ciencias diferentes, por
lo que se oponía a la idea neokantiana de comprender la lógica como una parte de la teoría del
conocimiento. En las determinaciones lógicas del pensamiento, según Ilienkov, están
comprendidas las categorías y leyes del desarrollo del mundo objetivo, reveladas en el curso
milenario de la cultura y comprobada por la práctica humana. Vista así, la lógica se funde
íntegramente con la dialéctica.28
En sentido general, el filo crítico-revolucionario distinguirá a la racionalidad praxiológica.
Siendo en primer lugar un producto de la moderna sociedad burguesa, será a la vez su
negación teórico-práctica: la ideología que enarbola la revolución comunista como solución
positiva a las contradicciones antagónicas latentes en el modo de apropiación capitalista. En
segundo lugar, critica resueltamente cualquier intento que, de manera abierta o velada, persiga
legitimar el capital y desacreditar el marxismo. A lo largo de toda su historia los pensadores
marxistas se han visto retados a defender y desarrollar sus ideas en polémica permanente con
las más diversas corrientes de pensamiento. Por último, aunque no menos importante, la

20
cosmovisión marxista será crítica consigo misma. En contraste con la tradición filosófica
anterior, la racionalidad praxiológica supone la actualización interrumpida del vínculo
histórico concreto de lo ideal y lo material en el proceso de transformación del mundo. La
filosofía no se creerá poseedora de la clave cognitiva universal capaz de escudriñar la verdad
contenida en todos y cada uno de los hechos históricos, ni tampoco “la ciencia de las ciencias”
destinada a iluminar el camino del conocimiento de las llamadas ciencias particulares con
preceptos abstractos de validez universal. Será, un programa ideológico que suministra las
directrices teóricas generales para transformar la realidad, que orienta metodológicamente la
búsqueda, el análisis y ordenamiento del conocimiento científico en todos los campos del
saber humano en interés de la emancipación de la clase obrera y demás sectores que integran
el sujeto revolucionario. Entendiéndose ella misma un producto histórico, la filosofía marxista
está obligada permanentemente a reproducirse como tal. La necesidad de su enriquecimiento y
desarrollo creador es inalienable de su naturaleza histórico–práctica, por lo que, bien
entendida, la filosofía marxista debe revelarse siempre como un sistema teórico abierto,
policualitativo y multifuncional. Un pensamiento activo, dinámico, complejo, en perenne
estado de renovación. Solo bajo la condición de actualizar continuamente el cuadro teórico
general del mundo, la filosofía marxista tiene la posibilidad de guiar estratégicamente la
acción revolucionaria de la clase obrera en diferentes épocas y coyunturas históricas.
El dogmatismo y el anquilosamiento teórico son fenómenos ajenos a la esencia de la
concepción comunista del mundo. Estos solo pueden predominar en la teoría marxista a
expensas de socavar y poner en crisis el espíritu crítico-revolucionario consustancial a su
núcleo dialéctico material. La dialéctica materialista es crítico-revolucionaria por su esencia.
Enfoca todas las formas actuales en pleno movimiento No omite, por tanto, lo que tienen de
perecederas ni se dejar intimidar por nada.29
Nacida de la síntesis del pensamiento más avanzado de su época, la cosmovisión marxista
asimiló críticamente los logros en el campo de las investigaciones históricas-empíricas, la
economía, la política, la filosofía y el conocimiento científico natural, erigiéndose al mismo
tiempo en un nuevo presupuesto teórico e ideológico- cultural. Importantes progresos
registrará el marxismo clásico-fundador en el terreno de la teoría sociológica, la economía
política, la historiografía empírica y la etnografía.
Además de revolucionar los cimientos epistemológicos de la tradición historiográfica anterior,
la racionalidad praxiológica resignificará, no menos radicalmente, el propio status de filósofo
o teórico. La producción teórica del intelectual marxista deberá supeditarse intencionalmente a
las necesidades que le plantea la lucha política de los agentes sociales que aspiran a
emanciparse de la explotación del capital y edificar la sociedad comunista. En lugar de un
pensador prudente e imparcial respecto a los hechos que estudia, el teórico marxista ha de ser

21
un intelectual activo, involucrado en la lucha de los oprimidos por subvertir el orden social
capitalista. Ha de ser, a decir de Gramsci, un “intelectual orgánico”.30
De lo hasta aquí expuesto puede concluirse, que la esencia de la revolución filosófica marxista
radica en el nuevo tipo de racionalidad histórica que aporta con el descubrimiento de la
concepción materialista de la historia: la racionalidad praxiológica Esta asumirá
concienzudamente el fundamento dialéctico material del vínculo teoría-practica, superándose
así disyunción dicotómica entre el empirismo abstracto y la especulación teórica presente en el
discurso historiográfico de la modernidad burguesa. Al sistematizar máximo nivel de
abstracción los resultados del proceso de trasformación y conocimiento del mundo, en una
etapa determinada de su devenir histórico, la filosofía marxista se inscribe en el concierto de
las ciencias como la síntesis más elevada de la producción material y espiritual: un
pensamiento estratégico para la apropiación por parte de la clase obrera y sus aliados de las
condiciones naturales y sociales que determinan su existencia. Desde el punto de vista
ontológico, la racionalidad praxiológica funda la teoría científica del proceso socio histórico.
Pero debido a la primacía de la praxis en el proceso de autoconstitución del hombre, esta teoría
funge, además, como concepción antropológica general. Y al coincidir a nivel teórico general
la antropogénesis con la sociogénesis, la teoría marxista de la historia constituye, a su vez, una
teoría sociológica general. Desde el punto de vista gnoseológico, la racionalidad praxiológica
revoluciona la teoría del conocimiento. La práctica, en calidad de fundamento y fin del
conocimiento científico, permite fusionar en un todo indisoluble la lógica, la dialéctica y la
teoría del conocimiento, creándose las bases teórico- metodológicas para la integración de las
ciencias naturales, técnicas y sociales con un sentido emancipatorio. La sistematización de la
filosofía del acervo cultural de la humanidad con una finalidad emancipatoria posibilita la
formación de una cultura general integral con un sentido humanista científico.
Necesariamente, las insuficiencias en este tipo de saber tendrán una repercusión negativa en el
orden teórico-metodológico, en la integralidad, coherencia y objetividad de los juicios
científicos, y en el orden ideológico, en la jerarquización de los valores que promueve la
transformación comunista de la realidad. Su consolidación, en cambio, ayudará a fortalecer la
concepción científica del mundo cerrándole el camino a la noción de la cultura general integral
al estilo de un saber enciclopédico, extemporáneo e inútil. Noción positivista y erudita de la
cultura, que alimenta la pretenciosa aspiración de acumular conocimientos que, mezclados
luego aleatoriamente, producen una amalgama de ideas difusas, más proclives de ser usadas en
función de la charlatanería y los mezquinos intereses intelectualoides, que a ponerse
modestamente a disposición, dadas sus limitaciones ideológicas, de las causas justas y nobles
de la humanidad.31
En resumen, el marxismo transformó a la filosofía en un sistema teórico de máxima
generalidad, abierto, policualitativo y multifuncional en proceso permanente de actualización.

22
1.2 Trabajo y trabajo enajenado.
El transito del trabajo enajenado al libre asociado está en el vórtice del programa estratégico
marxista de emancipación social. Si la vida humana se nos revela esencialmente práctica, es
porque el trabajo constituye la actividad básica de nuestra especie. La praxis es, ante todo, el
trabajo entendido como praxis, o sea, captado en el sentido de actividad material dirigida a la
obtención de determinados fines. La interacción entre los fines ideales, los medios materiales
de que se vale el hombre para conseguirlos y los resultados a que este llega, tiene un formato
dialéctico material que le confiere al proceso de trabajo una esencia del mismo orden.
“Todo hombre es un filósofo”, hizo notar Gramsci con su agudo tino teórico. Y el hombre en
verdad lo es, y de manera esencial, porque en el corazón de nuestra especie late un problema
filosófico vital: el de nuestra autocreación en el trabajo como seres naturales consientes.
Problemática inseparable del ser para sí del hombre, de su libérrima propensión a poner bajo el
control de su conciencia y voluntad la realidad objetiva a la cual pertenece. Al ser objeto de su
voluntad y conciencia la actividad vital humana posee un carácter proyectivo que la distingue
del resto de los animales. La conducta animal, codificada en la información biológica de su
genotipo, resulta inalienable del carácter instintivo de su comportamiento.
En los Manuscritos Económicos Filosóficos de 1944, ya está plasmada la idea del hombre
como ser social que graba en el pensamiento el carácter subjetivo material de su ser real, tesis
nodal en la comprensión dialéctico materialista de la esencia social del hombre. Manuscritos
que muestran las dotes excepcionales del joven Marx para la teorización filosófica. Con
renovada dialéctica penetra en las profundidades de la esencia socio-material del hombre: “La
actividad vital consciente distingue directamente al hombre de la actividad vital animal. Es
precisamente a causa de esto que es un ser esencial. O es solo porque es un ser esencial que es
un Ser Consiente, es decir que su propia vida es un objeto para él. Solamente a causa de eso su
actividad es libre…”32 “En su conciencia de especie el hombre confirma su verdadera vida
social, simplemente repite en el pensamiento su existencia real, así como a la inversa, el ser de
la especie se confirma en conciencia genérica y es para sí en su generalidad como ser
pensante”33 “…el pensar y el ser son, a no dudar, distintos, pero al mismo tiempo están en
unidad recíproca”.34
La dialéctica y la antropología que irradia aquí el discurso filosófico de Marx no solo son
distintas a las de Hegel y Feuerbach respectivamente, sino esencialmente opuestas , incluso,
cuando el discurso filosófico, en su construcción formal y en lenguaje categorial empleado, no
se haya desprendido de la influencia de ambos. Estamos en presencia del germen de una
cosmovisión histórico-materialista que supera la unilateralidad del planteamiento idealista
objetivo y el materialismo antropológico en la solución del problema fundamental de la
filosofía. Por vez primera, el pensamiento filosófico aborda la esencia del hombre partiendo
del modo en que los seres humanos satisfacen sus necesidades más perentorias. En el centro

23
del nuevo humanismo aparece la actividad productiva como fundamento histórico-concreto de
la dialéctica entre lo ideal y lo material.35
En la base del devenir histórico-social y cultural de la humanidad no se encontrará otra cosa
que la progresiva regeneración y complejización de los elementos simples que integran el
proceso de trabajo .O sea, la reconfiguración en formas más desarrolladas y eficientes de
interacción dialéctica entre “…la actividad vital dirigida a un fin, o sea el trabajo mismo, el
objeto de trabajo, los medios de trabajo”.36
La regulación consciente de la actividad laboral le impregna al trabajo un carácter -subjetivo
material. Hace que el hombre asuma su actividad vital como objeto, interviniendo él en
calidad de sujeto o de ser para sí. Por tanto, la conciencia le infunde a la actividad vital
humana una cualidad de orden superior: la de ser actividad material regulada subjetivamente.
El carácter consciente que distingue al trabajo humano hace de la conciencia la principal
fuerza productiva que conformará, junto a los medios materiales de trabajo, las fuerzas
productivas en la transformación de la realidad. No obstante, los fines que regulan la
transformación por el hombre de la realidad circundante solo actúan como tales fines, dentro
de las posibilidades preestablecidas por los medios materiales de producción a través de los
cuales el hombre interactúa físicamente con la naturaleza. Las fuerzas materiales de
producción demarcan los límites objetivos dentro de los cuales el hombre se ha apropiado de
las leyes de la naturaleza y las ha incorporado a la forma social de su materialidad.
De la calidad de la técnica dependerá el tipo de vínculo socio-productivo o de relaciones de
producción en una época histórica específica y los fines concretos que el hombre aspira
satisfacer con su trabajo. Las fuerzas productivas materiales determinarán el modo de
producción, distribución, intercambio y consumo de los productos del trabajo y las metas
productivas que se satisfacen a través de tales relaciones. El consenso científico que se observa
hoy en torno a este punto de vista, valida el criterio de Marx acerca de que “el molino a mano
nos lo brinda una sociedad con un señor feudal a la cabeza, el molino a vapor una sociedad
con un capitalista industrial”.37 El carácter material de las relaciones producción viene dado en
que los hombres, en la constitución de ese sistema de relaciones, se ven impelidos,
objetivamente, a ajustar su voluntad y conciencia al nivel de desarrollo histórico alcanzado por
los instrumentos materiales de trabajo. Las relaciones de producción existirán por medio de la
conciencia humana, pero no serán su creación arbitraria al no depender objetivamente de ella.
La intervención de lo ideal en el proceso de estructuración de las relaciones de producción
supone, que los tipos histórico de estas relaciones reflejen un estado social subjetivo, un modo
ideal específico de modelar el hombre, en tanto sujeto, los vínculos sociales que le dicta su
actividad vital. Lo que quiere decir, que en cada modo de producción material contendrá
implícitamente, una forma histórica específica de producción espiritual. La esencia y las
formas de la conciencia social, en última instancia, reflejaran el contenido de ese estado ideal

24
supuesto objetivamente en las relaciones de producción. “La conciencia- como sostiene Marx-
no puede ser nunca otra cosa que el ser consciente”.38 Y lo que los individuos son “tiene que
ver, pues, con su producción tanto aquello que produce como con la forma en que lo
producen”.39
Porque la conciencia no puede ser otra cosa que el ser consciente, el ser dado en y a través del
pensamiento que traduce y transpone la realidad objetiva a una cualidad ideal, es que la
conciencia resulta idéntica por su origen y contenido y diferente por su forma de la realidad
material. Pero como las relaciones de producción no responden linealmente al estado de la
técnica, sino que aparecen mediadas por la supeditación activa (meditativa, interesada,
axiológica), la conciencia no solo refleja el mundo sino que, además, lo re-crea. La propia
transformación de la realidad objetiva en su provecho demuestra la capacidad del hombre para
conocer la realidad, pues la transformación del objeto de la actividad en correspondencia a un
fin preestablecido, sería imposible sin cierto dominio cognitivo del mismo por parte del sujeto.
Un conocimiento que se gesta y afirma en el proceso de transformación práctica de la realidad
en tanto componente ideal del mismo. El hombre transforma el mundo porque lo conoce y
porque lo conoce, su actividad vital es esencialmente creadora. La cristalización de los fines
en los productos del trabajo habla, por si misma, del ingenio humano, del potencial
aprehensivo del intelecto, de las habilidades y destrezas que el hombre cultiva para someter al
control de su voluntad y conciencia las leyes de la naturaleza y las de su propia naturaleza
social. En la praxis, “en la industria y el experimento”, es donde el hombre dará pruebas
incontrastables de la fuerza innovadora de su pensamiento. Participando de la transformación
efectiva de la realidad el conocimiento refleja la fuerza material creadora de la conciencia.
La capacidad cognitiva del sujeto viabilizará la reproducción ampliada de su ser social y de su
propia conciencia social. Por medio del conocimiento de la realidad objetiva se perfeccionan
los instrumentos materiales de trabajo, expandiéndose los límites objetivos del dominio del
hombre sobre la naturaleza y con ello las premisas materiales para tipos más avanzados de
relaciones sociales, así como de formas más profundas y complejas de reflejo cognitivo del
hombre de los fenómenos naturales y sociales. Este proceso ininterrumpido de reproducción
ampliada de la vida material y espiritual desemboca en el progreso cultural de la humanidad.
La praxis, el trabajo humano aprehendido en la dialéctica de lo material y lo espiritual, es
movimiento de creación universal. En tanto sujeto, el hombre es un ser universal capaz de
producir al nivel de todas las especies y de aplicar en todas partes el nivel inherente a cada
objeto.40 Ello coloca al hombre en la cúspide de la evolución. Si los animales satisfacen sus
necesidades presionados por los instintos, la relación consciente y mediata del hombre con el
objeto de su necesidad le permite enfrentarlo de manera premeditada, subjetivamente. Siempre
en los productos del trabajo aparecerá objetivada o sustantivada determinada representación
subjetiva (social) de las necesidades humanas. Durante la transformación de la naturaleza, el

25
hombre que plasma en ella el sentido humano de su ser y crea, acorde con este sentido, una
segunda naturaleza. El trabajo no se limita entonces a cambiar la forma externa del objeto de
su actividad, sino que impregna a dicho objeto de sentido humano. De ahí, que los productos
del trabajo adquieran frente al sujeto un valor humano o social.
La humanización de la naturaleza por el hombre equivaldrá a su reconstitución en un conjunto
de valores sociales. En cuanto a actividad valorativa por excelencia, el trabajo posee una doble
condición. Por una parte, es trabajo dirigido a la producción de los valores de uso
imprescindibles para la satisfacción de necesidades humanas específicas: es trabajo concreto.
Por otra parte, engendra un sistema de relaciones sociales materiales mediante las cuales el
hombre produce esos valores de uso y a la vez reproduce su esencia social; es el fundamento
de la especie humana, de los valores que dan sentido a vida del hombre y regulan su conducta:
es, la producción del propio hombre como medida universal de todos los valores.
El trabajo, universal y concreto, es el movimiento total: el devenir humano de la naturaleza y
el proceso de naturalización del hombre. De la naturaleza social del trabajo, de su contenido en
un modo histórico concreto de producción, dependerá el valor que el hombre le atribuye a la
naturaleza, así como el sistema de valores que regirán y darán sentido a su vida. Por ello, solo
a través del análisis que aprehende el trabajo como síntesis histórico-concreta de lo material y
lo ideal, que lo aprehende como praxis, es que podemos develar objetivamente el tipo de
vínculo entre el hombre y la naturaleza, y entre el hombre y el propio hombre.41
La intelección del trabajo, como fundamento de la actividad valorativa del hombre, aporta un
pensamiento científico estratégico para el proceso de autocreación consciente de un nuevo tipo
de sujeto histórico. El conocimiento filosófico deviene fuerza productiva de un proyecto
social, que mediante el dominio de las leyes que rigen la praxis productiva, aspira a la
reproducción integral del hombre: a formar un hombre nuevo. La teoría se imbrica en un
nuevo tipo de movimiento histórico tendiente a la progresiva dignificación del ser humano que
lo convierta en el fin supremo de todos los valores sociales. La filosofía marxista, en tanto
saber que ha de guiar estratégicamente la reproducción ampliada de la totalidad de los valores
sociales con un consciente sentido social-colectivo, intervendrá en calidad de fundamento
teórico del humanismo marxista o del comunismo científico.
Pero el tratamiento dialéctico-material del papel determinante que ejerce la praxis productiva
en el proceso histórico requiere abordar, también históricamente, los modos de manifestarse
ese determinismo dialéctico-material. Deberán precisarse las formas diferentes de manifestarse
dicho determinismo en el devenir histórico-social y esclarecer el modo de correlacionarse, en
estadios específicos del desarrollo de la sociedad, la actividad consciente de los hombres y la
dinámica objetiva de la producción material. Porque como se ha visto, la concepción
materialista de la historia no subestima la trascendencia de los móviles ideales que compulsan
y regulan la actividad práctica de los hombres. Al respecto Lenin afirmaba: “La idea del

26
determinismo establece la necesidad de los actos del hombre y rechaza la absurda leyenda del
libre albedrío, no anula en absoluto la inteligencia ni la conciencia del hombre, como tampoco
la valoración de sus acciones. Todo lo contrario, solo la concepción determinista permite la
valoración con rigor y tino, en vez de imputar al libre albedrío lo que venga en gana”42 O
expresado en términos más a tono con el debate actual: la visión marxista del determinismo no
descarta en lo absoluto las dimensiones pluricausal y personológica de la conducta humana,
aunque no le conceda a la subjetividad del hombre el privilegio ontológico de decidir la
marcha de la historia a su libre arbitrio.
El tratamiento adecuado de las formas diferentes en que aparecerán correlacionados lo
objetivo y lo subjetivo, lo material y lo ideal, en el desarrollo social, está estrechamente
vinculado a la problemática de la necesidad y la libertad, en el modo de apropiarse el sujeto de
la realidad objetiva. La concepción materialista de la historia comprende el desarrollo socio-
histórico como un ascendente movimiento dialéctico de tipos y formas de apropiación
subjetivo material, práctica, de la realidad, que dará lugar a una sucesión regular de
formaciones económico-sociales.
La manifestación del determinismo dialéctico material en el metabolismo social diferirá
sustancialmente de cómo este transcurre en la naturaleza. A diferencia de las leyes que operan
en el ámbito de los fenómenos y procesos naturales, las propias de la actividad humana solo
pueden manifestarse a través de una masa de individuos dotados de voluntad y conciencia.
Atendiendo a la forma histórica de correlacionarse lo ideal y lo material en la actividad socio-
productiva, los tipos fundamentales de reproducción social son el espontáneo y el consciente.
Esta clasificación reconoce, de hecho, dos formas cualitativas bien diferenciadas de
manifestarse el determinismo material en el movimiento social. Dos modos distintos de
condicionar objetivamente el ser social a la conciencia social y la base económica a la
superestructura.
La forma espontánea tendrá lugar en formaciones económicas sociales donde la dialéctica
fuerzas productivas-relaciones de producción actúa cual fuerza ciega que determina la
naturaleza enajenada de los vínculos sociales: el llamado reino de la necesidad. Esta forma
comprende el período histórico que abarca desde los orígenes del género humano hasta la
sociedad capitalista, incluida esta última. La creación consciente surgirá en el proceso de
edificación de la sociedad comunista cuando han madurado las premisas materiales para que
los individuos pongan bajo su control las relaciones sociales de producción, abriéndole paso a
un tipo de desarrollo social caracterizado por la cooperación voluntaria y libre de los hombres
entre sí, y de estos con la naturaleza: el llamado reino de la libertad.
En el reino de la necesidad los hombres someten espontáneamente su voluntad y conciencia a
las necesidades objetivas que demanda el accionar objetivo de las fuerzas productivas y las
relaciones de producción. En este contexto progresa de manera fortuita el sistema de

27
necesidades sociales, determinando la reproducción no intencional de la naturaleza social de
los hombres y su historia, pues estos al apreciar solo parcialmente el sentido social de su
actividad vital no controlan la dinámica objetiva de la génesis y funcionamiento de las
relaciones de producción, que ellos mismos impulsan y estructuran en el proceso de
satisfacción de sus necesidades materiales más inmediatas. Las relaciones de producción se
comportan a modo de un sujeto histórico impersonal, abstracto, que le impone a los individuos
los patrones generales que regirán sus vínculos sociales, sin que estos se hayan propuesto
crearlos premeditadamente en el acto de satisfacción de las necesidades vitales. Los hombres
intervienen aquí, como simples instrumentos u objetos a merced de las fuerzas sociales que
ellos mismos desencadenan en el acto de la producción de los valores de uso indispensables
para su vida.43Esta forma espontanea de desarrollo social encuentra en el pensamiento
marxista su teorización general en la concepción sobre el trabajo enajenado.
Desde su origen, la teoría del trabajo enajenado elaborada por los Marx y Engels tuvo un
carácter histórico-sintético y transdisciplinario. Los clásicos fundadores del marxismo la
elaboraron gradualmente haciéndola objeto de múltiples y cada vez más profundos desarrollos
dialécticos. Desde los “Manuscritos Económicos Filosóficos de 1844”, pasando por la
“Ideología Alemana”, “Fundamento de la Crítica a la Economía Política”, hasta culminar con
“El Capital”, Marx y Engels van enriqueciendo la concepción científica sobre el trabajo
enajenado y esclareciendo el camino a seguir en su superación. “El Capital” representa la obra
cumbre por el rigor y la profundidad con la que se describen los antagonismos del modo de
producción capitalista: expresión suprema del carácter enajenado del trabajo.
La metamorfosis del trabajo enajenado, de formas embrionarias y simples hasta las más
complejas, portadoras de la posibilidad real de superar la enajenación y de transitar al trabajo
libre asociado, coincide con los tres extensos períodos históricos en los que Marx clasifica el
devenir histórico de la sociedad. El criterio asumido en esta periodización serán los tipos de
interacción que contraen los hombres con la naturaleza y entre sí, conforme a los niveles
cualitativos que irá alcanzando la división social del trabajo en su despliegue histórico. En
cada uno de estos niveles el determinismo socio- material, asentado en la dialéctica fuerzas
productivas-relaciones de producción poseerá un modo peculiar de manifestarse A estos tipos
básicos de apropiación social y de socialidad, Marx los denomina formas del metabolismo
social. Acerca de estas formas señala: “Las relaciones de dependencia personal (al comienzo
sobre una base del todo natural) son las primeras formas sociales, en las que la productividad
humana se desarrolla solamente en un ámbito restringido y en lugares aislados. La
independencia personal fundada en la dependencia respecto a las cosas es la segunda forma
importante en la que llega a constituirse un sistema de metabolismo social general, un sistema
de relaciones universales, de necesidades universales y de capacidades universales. La libre
individualidad, fundada en el desarrollo universal de los individuos y en la subordinación de

28
su productividad colectiva, social, como patrimonio social constituye el tercer estadío. El
segundo crea las condiciones para el tercero”.44
El carácter espontáneo del metabolismo social estará presente en las dos primeras formas. En
la primera, las relaciones de dependencia personal, Marx incluye a todas las formaciones
económicas sociales anteriores al capitalismo. A pesar de las diferencias cualitativas entre la
comunidad primitiva y las formaciones antagónicas precapitalistas, estas compartirán el
predominio del elemento natural, la propiedad de la tierra, en la división espontánea del
trabajo.45
Aunque de forma antitética y parcial el capitalismo rompe con el predominio del elemento
natural en el metabolismo social, e inaugura la segunda forma metabólica de reproducción
espontánea del sistema de relaciones sociales. “En todas las sociedades -dice Marx- en que
domina la propiedad de la tierra la relación con la naturaleza es aún predominante. En cambio,
en aquellas donde reina el capital [predomina] el elemento socialmente, históricamente,
creado”.46 Centrado en la industria, “el elemento socialmente, históricamente, creado”, el
sistema capitalista se desarrolla a partir de este componente específicamente humano que, al
reorientar la actividad económica hacia la producción de valores materiales abstractos,
invertirá antitéticamente la relación entre el hombre y la naturaleza La división capitalista del
trabajo reproducirá la enajenación a un nivel cualitativamente superior.
La preponderancia de la ley del valor en la división del trabajo capitalista estimula de manera
sin precedentes el desarrollo de las fuerzas productivas, pero dentro de los límites inherentes a
la parcialidad mercantil de su acción. Como expresara Marx: “Aparece aquí la tendencia
universal del capital que lo diferencia de todos los estadios anteriores de la producción.
Aunque por su propia naturaleza es limitado, tiende a un desarrollo universal de las fuerzas
productivas y se convierte en la premisa de un nuevo modo de producción, que no está
fundado sobre el desarrollo de las fuerzas productivas con vista a reproducir y a lo sumo
ampliar una situación determinada, sino que es un modo de producción en el cual el mismo
desarrollo libre, expedito, progresivo y universal de las fuerzas productivas constituye la
premisa de la sociedad y por ende de su reproducción, en el cual la única premisa es la de
superar el punto de partida. Esta tendencia-- que es inherente al capital, pero al mismo tiempo
lo contradice como forma limitada de producción y por consiguiente tiende a su disolución--
distingue al capital de todos los modos de producción anteriores e implica a la vez, que aquel
esté puesto como simple punto de transición”.47
Tres tendencias dialécticamente interrelacionadas confluirán en el movimiento progresivo del
trabajo enajenado en la etapa capitalista. La primera, consiste en el incremento del poderío de
los productos del trabajo sobre los productores cristalizado en la fetichización mercantil de las
relaciones sociales y la total dependencia del sujeto a los objetos creados con su actividad. La
segunda, apunta al predominio creciente de la vida como medio de vida, fomentada por la

29
conversión de la fuerza de trabajo en mercancía y la preeminencia de la forma abstracta de
valorización de los productos del trabajo. El dinero emergerá valor absoluto en el que se tazan
todos demás valores sociales. Las dos tendencias anteriores traerán como resultado la tercera:
la enajenación superlativa de la esencia humana. El potencial creador contenido en el trabajo
se transfigura en poder autodestructivo dirigido contra el propio hombre y sus condiciones
naturales y sociales de vida. 48
Los productos del trabajo, elaborados en el capitalismo con la finalidad del intercambio
mercantil, cosifican las relaciones sociales. Las relaciones entre las cosas vincularán
objetivamente a los individuos en cuanto a productores de mercancías. Las relaciones
mercantiles mediarán íntegramente las relaciones entre los hombres y de ellos con la
naturaleza. La enajenación se torna universal al quedar completamente subordinados los
individuos a la espontánea autonomía de leyes objetivas que determinan la producción y el
intercambio mercantil. El sujeto deviene medio a través del cual las mercancías realizan el
ciclo reproductivo del capital. El producto, separado del productor, lo enfrenta y domina como
una fuerza ciega de “mano invisible”. Si las mercancías pudieran hablar y decirnos lo que ellas
piensan de sí -parafraseando a Marx- seguramente nos dirían que a ellas les son indiferentes
las necesidades humanas concretas que cubren; que en el universo mercantil poco interesa si
son medicinas para curar el cáncer, drogas, o misiles intercontinentales portadores de ojivas
nucleares; que las mercancías sencillamente están confeccionadas para ser vendidas y
compradas, de ahí, que solo les importe el mejor postor.
En el plano súperestructural, la condición de sujeto, impersonal abstracto, de relaciones
sociales monetario-mercantiles se sanciona en la igualdad formal de deberes y derechos de
todos los ciudadanos ante la ley. Si en el marco de las relaciones de dependencia personal la
usurpación del plusproducto por los explotadores requería uso sistemático de la violencia
política (coacción extraeconómica), en el sistema capitalista, a decir de Marx, “aquel poder
que realiza cada individuo sobre la actividad de los otros, o bien, sobre la riquezas sociales, se
halla dentro de él mismo, como propietario de los valores de cambio, del dinero. Su poder
dentro de la sociedad, al igual que su vínculo con la sociedad, el individuo lo lleva consigo en
el bolsillo”.49 De suyo, el capitalismo tiende a eliminar todas las formas anteriores de
comunidad, a destruir los lazos comunales, de estamento, de casta y de más formas de
dependencia personal. En el lugar de todas estas relaciones coloca las relaciones del capital y
del dinero constante y sonante. La vida del individuo cobra autonomía económica y surgen las
condiciones para el desarrollo independiente de su personalidad. Pero al abrigo de esa
autonomía personal se arraiga también el egoísmo mercantil, sublimado por el liberalismo
burgués como la expresión suprema de la libertad individual, sobre la que supuestamente
descansa la inagotable vitalidad del capital.

30
El dinero como capital y como tal dinero prostituirá todo el sistema de relaciones sociales. En
dinero serán tasadas todas las cosas que orbitan en el universo mercantil, empezando por la
fuerza de trabajo que las produce y terminando por los valores espirituales más elevados. El
dinero, expresión abstracta de la riqueza social, pasará a ser la riqueza (valor) absoluta, en
oposición a la forma concreta, limitada, de los valores de uso. El valor de una mercancía
expresado en el valor de cambio, con independencia de su valor de uso, degrada a los
productos del trabajo a medios materiales, a través de los cuales el individuo obtiene el dinero,
como mediación universal que le garantiza su vida. El dinero, encarnación de la forma
enajenada de riqueza social, en virtud de su existencia independiente, se erige en riqueza
“propiamente dicha” al lado de la verdadera riqueza social. La metamorfosis del dinero en
capital, en forma universal de riqueza válida en sí y para sí, corona el proceso de enajenación
del trabajo. Proceso que tiene como fundamento a la propia fuerza de trabajo devenida en
mercancía.
En la división del trabajo capitalista la fuerza de trabajo se haya en relación antitética a los
medios materiales de producción pertenecientes al capitalista. En consecuencia, la enajenación
de los medios de trabajo determinará, que el incremento de la riqueza material se pague al
costo de sacrificar la humanidad de los obreros. Todo el metabolismo social se estructura en
función de incrementar cuantitativamente la riqueza material abstracta, de intensificar el
dominio del trabajo pasado sobre el vivo, del capital sobre el productor directo. El trabajo vivo
del obrero se limitará, básicamente, a reproducir y multiplicar el valor material de la riqueza
ajena como capital. Objetivado en los medios materiales de producción, el capital devora en su
beneficio el potencial creador de la fuerza de trabajo, y estructura un universo de valores
monetario mercantiles inertes. El universo cosificado del capital se expandirá en relación
directamente proporcional al poder autónomo de los objetos mercantiles sobre el sujeto que los
produce. Mientras más rico y variado se vuelve el imperio externo de las cosas materiales
producidas por los trabajadores, tanto más miserable se torna el mundo espiritual del productor
y su existencia social. “La fuerza de trabajo ha producido no solo la riqueza ajena y la pobreza
propia, sino también la actitud de esta riqueza válida en sí y para sí respecto a la fuerza de
trabajo considerada como pobreza; al consumirla, la riqueza absorbe fuerzas vitales nuevas y
vuelve a ser utilizada”.50
En la dialéctica de la organización capitalista de la producción, el obrero produce sin cesar la
riqueza material como capital, o sea, como riqueza abstracta, enajenada, que domina y explota
su fuerza laboral, y el capitalista, produce a la fuerza de trabajo como medio material y fuente
de su valorización, enajenada de los medios de producción. En su movimiento objetivo esta
dialéctica reproductiva desborda todos los límites. Primero, destruye todas las barreras
nacionales internas, luego, en el incontrolado proceso de acumulación y expansión, transgrede

31
las fronteras nacionales poniendo en crisis el orden geopolítico, asentado en el concepto
Estado-Nación.
La multiplicación de la riqueza en forma de capital, que depende de la sistemática
potenciación de las capacidades productivas de la fuerza de trabajo, estimula incesantemente a
la innovación tecnológica en pos de elevar la productividad del trabajo. Pero el egoísmo
mercantilista que gobierna el modo de producción capitalista inserta, de forma parcial y
conflictiva, a la ciencia y la técnica en la dinámica reproductiva del capital.
Desde el punto de vista del capital el conocimiento científico-técnico no posee un valor en sí,
es decir, no representa un recurso invaluable por el significado emancipatorio que posee al
permitirle al hombre controlar adecuadamente los procesos naturales, técnicos o sociales. En
grado sumo, el capital constriñe la utilidad del conocimiento científico al disponer de él como
mero recurso intelectual, capitalizado, (capital intelectual) en función de su valorización.
Por esa vía a los individuos se les confina a un sin número de especialidades técnico-
profesionales, perfiladas en función de la maximización de las ganancias. Esta división del
trabajo suscita el fenómeno que Marx denomina “cretinismo profesional”. El cretinismo
profesional es hegemonía del capital ejercida sobre las capacidades humanas que presupone la
más brutal lucha por la supervivencia. Para llegar a ser reconocido socialmente, para acceder
al dinero, el individuo está obligado a competir con el individuo.51 No hay manera de que el
éxito de unos no se construya sobre del fracaso de otros. Esta realización socio-individual de
tipo excluyente tendrá efectos descontructivos, incalculables. Mientras más desarrollada esté
esta profesionalización técnico utilitarista, y más funcional le sea al modo de reproducción
mercantil, más perniciosos y destructivos se tornarán los antagonismos sociales que
desencadena. La lógica reproductiva del capital no consentirá otro paradigma científico-
técnico, que no sea el de un conocimiento fraccionado y utilitarista, a tenor con la racionalidad
instrumental que la gobierna.52.
Aun cuando la permanente estimulación a la innovación tecnológica desemboque en la
llamada tercera revolución científico-técnica, que ha convertido a la ciencia en la principal
fuerza productiva, superándose las diferencias cualitativas entre la producción material y
espiritual, los antagonismos sociales no desaparecen y, por el contrario, se agudizarán al
máximo.
La introducción del progreso científico- técnico contemporáneo en la actividad socio-
económica, con un sentido utilitarista (instrumental), ha dado lugar al paradigma de la llamada
“nueva economía”, cultivadora de un pensamiento estratégico mercantil en cuyo centro
aparece el capital intelectual. La “nueva economía” responde a los imperativos de una época
en que la optimización de las ganancias depende en grado considerable de la eficiente gestión
del conocimiento, la innovación tecnológica, la informática y las telecomunicaciones.53 El
término eufemístico de “nueva economía” encubre el real estado agonizante de un capitalismo

32
senil que busca oxigenar su metabolismo disfuncional con el auxilio del potencial científico
técnico disponible.
El marketing estratégico,54 piedra filosofal de los apologetas del nuevo paradigma económico
capitalista, acaricia el sueño de haber descubierto la formula de un mercado en expansión
perpetua. La mercadotecnia siempre hallará lugar para colocar, al precio más competitivo, un
producto más en un mercado abarrotado de mercancías, sembrando el mito de que la “nueva
economía” capitalista se ha dotado del instrumento ideal que asegura su sistemática
autoexpansión, pues como sugiere el marketing estratégico, no existe situación económica
social, por peliaguda que sea, que se resista a una inteligente gestión. Aplicado en la
economía, la política, la ideología, inclusive a la guerra, el marketing exacerba hasta lo
irracional la naturaleza depredadora del capital. Como ideología de un capitalismo agonizante
y senil, que delira con perpetuarse, el marketing induce a la esquizofrenia social. Postula una
filosofía irracional de vida: una desenfrenada innovación tecnológica y mental, como paliativo
de supervivencia, en un mundo donde reina la más brutal competencia mercantil liderada por
el gran capital financiero transnacional, arrastrando irresponsablemente a la humanidad al caos
y la incertidumbre. El resultado paradójico será, una altísima “eficiencia económica”,
inseparable de la incosteable ineficiencia social y ecológica. Una economía irrentable
socialmente y ecológicamente insostenible. La crisis estructural que conmueve actualmente al
sistema capitalista en su fase monopolista trasnacional, se ha encargado echar por tierra el
ideologema de la autosustenibilidad estratégica del mercado capitalista.
El capitalismo senil queda apresado en las paradojas que emergen de los antagonismos de su
racionalidad instrumental. De tal suerte, en la llamada sociedad del conocimiento, en la que
incluso el hombre se adentra en la conquista del mundo subatómico, el comportamiento y la
actitud del individuo ante el cuidado y la preservación de la naturaleza no pueden ser más
insensatos; llega al límite la inversión antitética de la relación del hombre con la naturaleza.
Ahora es el medio natural el que emite señales de impotencia ante las fuerzas sociales que lo
explotan indiscriminadamente. La naturaleza no está en capacidad de restablecer el equilibrio
del ecosistema a causa de la intromisión depredadora del capital en su ciclo reproductivo. El
cambio climático, la desertificación, la degradación de los suelos, la contaminación medio-
ambiental y de los recursos hídricos, las especies en peligro de extinción, el agotamiento
acelerado de las fuentes no renovables de energía, entre otras afectaciones, de no adoptarse
medidas urgentes y responsables que cambien radicalmente la actitud hacia el ecosistema, los
daños al mismo serían irreparables. De replicarse los patrones de consumo de las naciones
desarrolladas en el resto de los países harían falta más de un planeta para satisfacerlos. Solo
para mantener en los próximos años los actuales niveles de consumo de esas mismas potencias
desarrolladas, ya no es suficiente el mundo que habitamos.

33
Pero además, en la era de las telecomunicaciones y el libre flujo de información a través de
una red global, por donde las ideas viajan a la velocidad de la luz, los antagonismos
socioeconómicos levantan barreras egoístas que nos aíslan e incomunican y hacen sumamente
frágil la paz y la estabilidad social a nivel global.
Dentro de esa galopante enajenación capitalista la feroz competencia mercantil, polariza la
riqueza en el capital financiero trasnacional y la exclusión social con relación a esta, en las
grandes mayorías La crisis alimentaria, la financiera, el desempleo crónico, el aumento
exponencial de la indigencia, la degeneración de los sistemas de cobertura médica, de
educación masiva y seguridad social, el descenso global de los niveles de vida hacen
insoportable y peligrosamente explosiva la situación social del mundo globalizado.
La crisis del capitalismo contiene, en su esencia, la caducidad del patrón dinerario de
acumulación, producto de lo inoperante que se ha vuelto para la reproducción del sistema la
ley del valor. Ya Marx había previsto la obsolescencia de esta ley, lo que impactaría
inevitablemente a sus expresiones transfiguradas. He aquí su juicio: “El trabajo directo y su
cantidad desaparecen en calidad de principio determinante de la producción, de la creación de
valores de uso, y si en el aspecto cuantitativo, el trabajo directo se reduce a una parte menos
considerable, en el cualitativo se convierte en cierto factor secundario, si bien indispensable,
con respecto al trabajo universal científico, a la aplicación tecnológica de la ciencias
naturales”.55Sin embargo, la propiedad privada sobre el conocimiento científico y las
avanzadas tecnologías mantendrán vigente, en su interés, el patrón dinerario de acumulación
no obstante a que la ley que objetivamente lo sustentaba haya caducado. Necesariamente, esto
le acarreará al modo de producción capitalista el desbarajuste estructural que lo ha sumido hoy
en una crisis terminal y no de tipo cíclico.
Tenemos entonces, que después de la era del predominio de la división natural del trabajo, la
historia del hombre se verá guiada por la tendencia a la fetichización de la actividad
productiva al prevalecer las formas abstractas de valoración social del trabajo, pasando por el
dinero, para luego transformarse en capital y continuar metamorfoseándose en formas más
enajenadas e irracionales como el capital a interés, el capital ficticio y el netamente financiero-
especulativo.
Ante la crisis irreversible del modo de producción capitalista y su racionalidad instrumental, la
humanidad no puede prescindir ya de un modelo de desarrollo social que valore la
productividad y eficacia del trabajo en términos de ecosostenibilidad y sustentabilidad social.
56

El dilema que enfrenta hoy la humanidad es mucho más dramático que aquel que se
presentaba alguna vez como el de: “socialismo o barbarie”. En nuestros días, sin temor a
equívocos, el destino de la humanidad se definirá en el de “socialismo o muerte”. La
humanidad necesita para sobrevivir librarse, definitivamente, de los efectos incontrolables y

34
cada vez más destructivos del trabajo enajenado. Nunca antes en la historia de la humanidad,
el paradigma ideológico que defiende el comunismo científico se había presentado como la
alternativa inmediata a la solución universal de las contradicciones más álgidas de la lucha de
clases. Jamás con anterioridad, la lucha de clases se había mostrado bajo la forma de lucha por
la supervivencia de la especie. El antagonismo entre el capital y el trabajo tuvo que agudizarse
al extremo de adquirir la dimensión de bárbara irracionalidad, para que se percibiera la real
trascendencia cultural y humana de la racionalidad comunista.
A diferencia de las revoluciones sociales anteriores, la comunista supera los límites de la
emancipación política de una clase sobre las demás. Su afianzamiento dependerá de que pueda
integrar solidariamente a todos los hombres entre sí y con la naturaleza. Y solo podrá lograrlo
mediante la transferencia y reconversión del enorme potencial científico técnico, hoy en
función de la acumulación del capital, puesto a disposición del enriquecimiento multifacético
de la subjetividad humana. La revolución comunista está llamada a globalizar los valores
intrínsecos a la ética de la solidaridad, en oposición a los valores enajenantes impuestos por el
poder hegemónico de la oligarquía financiera trasnacional. El mundo está urgido de una
revolución ética dignificadora del hombre, de una nueva hegemonía cultural asentada en el
trabajo libre asociado.

1.3. El socialismo como tránsito del trabajo enajenado al libre asociado.


En la transición del capitalismo al comunismo se transforma revolucionariamente el tipo de
praxis socio-histórica. Una nueva forma de metabolismo social aparece en este periodo: la
actividad social consciente que favorece la reproducción libre e integral de las capacidades
individuales. Marx y Engels serán consecuentes con su método histórico genético basado en el
trabajo, al adelantar las hipótesis sobre cuyo eje girará el proceso de desenajenación a
producirse en la edificación de la nueva sociedad. Precisemos de manera sumaria sus ideas
principales.
En “La Ideología Alemana” señalan: “El comunismo se distingue de todos los movimientos
anteriores en que echa por tierra la base de todas las relaciones de producción y de intercambio
que hasta ahora han existido y por primera vez aborda de un modo consciente todas las
premisas naturales como creación de los hombres anteriores, despojándolas de su carácter
natural y sometiéndolas al poder de los individuos asociados”.57
El abordaje consciente por los clásicos del marxismo de las premisas del comunismo parte del
hecho, que esta sociedad tiene como antecedente histórico inmediato ese largo proceso de
enajenación del trabajo y su profunda huella en la conciencia social. La idea tergiversada de
que la riqueza y su disfrute no están orgánicamente asociados al carácter del trabajo y, en
contraposición, el mito de que estos son engendrados por el dinero mismo y las relaciones
mercantiles mismas , es un simple ejemplo del cambio trascendental que significa proponerse
fundar un sistema social basado en el trabajo libre asociado. Los que como Marx y Engels

35
poseían una visión dialéctico-materialista de la historia universal, no podían pensar que un
viraje de tal envergadura podría efectuarse de golpe. El proceso de cambios lo comprendieron
de forma combinada, a saltos y gradualmente.
En los Manuscritos de París, el comunismo se define en los términos siguientes: “la superación
positiva de la propiedad privada como autoenajenación humana y por consiguiente, como
auténtica apropiación de la esencia humana por y para el hombre; el comunismo entonces,
como retorno completo del hombre hacia sí mismo como ser social (es decir humano): retorno
total consciente realizado dentro de toda la riqueza del desarrollo previo”.58.
La sociedad comunista nacerá con el sello de la sociedad antigua. Marx denomina a su primera
etapa "primera fase” o fase inferior de la sociedad comunista, donde los medios de producción
han dejado de ser ya propiedad privada de determinados individuos y pasan a manos de toda la
sociedad. Comienza a reinar la igualdad centrada en el trabajo, pero ese derecho de igualdad es
todavía un derecho burgués en tanto que presupone la desigualdad.59 La emancipación del
trabajo ha de transitar de una forma inferior de distribución de la riqueza a otra superior,
garantía de la completa justicia social.
La posibilidad real de superación positiva de la propiedad privada radica en las premisas
objetivas que para ello crea el propio modo de producción capitalista. Al estar determinada la
apropiación, ante todo, por el objeto de apropiación, en este caso las fuerzas productivas que
han cobrado en el capitalismo un carácter social dando lugar a una forma universal de
intercambio, esta apropiación deberá necesariamente tener, desde su nacimiento, un carácter
universal en consonancia con las fuerzas productivas y el intercambio mismo. El aislamiento
de los productores se superará por medio de la apropiación crítico-revolucionaria del nivel de
socialización alcanzado por la producción capitalista.
Según esta lógica de pensamiento, la esencia de la propiedad social trasciende la declaración
jurídico-normativa de copropietarios de los medios de producción, o su mera estatización, que
convertiría a los trabajadores en simples propietarios nominales de esos medios. La propiedad
comunista, en tanto modo de apropiación colectiva, es una propiedad individual social y una
propiedad social individual. La idea de la sustancia individual de la propiedad social no debe
interpretarse en el sentido de una propiedad fraccionaria. Esta subraya la condición de
propietario real de los medios de producción que adquieren los productores; el carácter
tangible y directo de la propiedad social para la masa del pueblo, lo que ha venido a revelarse
en la historia del socialismo, en la teoría y en la práctica, como uno de los asuntos que no ha
encontrado adecuada solución.
En la posición que Marx y Engels mantuvieron ante el movimiento cooperativista de su época
encontramos elementos para comprender lo que ellos entendían por real socialización
colectiva de la propiedad. En una resolución adoptada en el Primer Congreso de la Asociación
Internacional de Trabajadores, Marx reconoce en el movimiento cooperativo a una de las

36
fuerzas transformadoras de la sociedad capitalista, cuyo mérito consistía en mostrar que el
sistema capitalista, de subordinación del trabajo al capital, puede ser reemplazado por un
sistema republicano justo y vasto de asociación de productores libres e iguales,60
En términos similares se pronuncia en “El Capital” para subrayar lo superfluo que puede ser la
administración del capitalista o de sus empleados. Pero inmediatamente después precisa, que
el movimiento cooperativo no se pondrá a la cabeza del sistema por sí mismo, ya que para
convertir la producción social en un sistema armonioso y vasto de trabajo cooperativizado,
serían indispensables cambios en las condiciones generales de la sociedad, “que solo pueden
lograrse mediante el paso de las fuerzas organizadas de la sociedad, es decir, del poder político
de manos de los capitalistas y propietarios de tierras a manos de los productores mismos”.61 El
verdadero contenido social de la producción tendrá el prerrequisito de que lo obreros detenten
el poder político y organicen la producción de acuerdo a un plan socialmente concertado.
El Estado proletario y la planificación social de la producción serán condiciones esenciales
para la socialización colectivista de la propiedad. “Si la producción cooperativa-precisa Marx-
ha de ser algo más que una impostura y un engaño, ha de sustituir el sistema capitalista; si las
sociedades cooperativas unidas han de regular la producción nacional con arreglo a un plan
común, tomándola bajo su dirección y poniéndole fin a la constante anarquía y a las
convulsiones periódicas consecuencias inevitables de la producción capitalista ¡que será
62
entonces, caballero, más que comunismo realizable!”. La idea de la toma del poder político
por los proletarios aparece en el pensamiento del autor de “El Capital”, ligada orgánicamente a
la necesidad de superación del aislamiento de los productores mediante la planificación. A
través de la planificación de la producción, el Estado, en la primera fase de la sociedad
comunista, ejercerá conscientemente la supremacía política sobre la economía. La redefinición
del papel del Estado, al pasar de instrumento de dominación clasista a vehículo fundamental
para eliminar las diferencias de clases, marcará el inicio del proceso de su extinción.
La planificación comunista es la base para superar la enajenación al permitir que las diversas y
numerosas fuerzas de trabajo individuales actúen, cual una sola fuerza de trabajo social.
Únicamente mediante ella, la propiedad social se realiza como tal. Al margen de la
planificación universal de la producción, la propiedad cooperativa no rebasaría la gestión
colectiva de la propiedad privada. La planificación comunista deberá resignificar el contenido
del trabajo en cada caso concreto. Todo trabajo que se realice dentro de sus determinaciones
sociales libremente concertadas por los productores, adquirirá el carácter de trabajo
socialmente necesario, sin estar sujeto a mediación alguna. En la primera fase el carácter
social de los productos del trabajo quedaría limitado, por su forma, a los cálculos del trabajo
social, tendiéndose a la expresión directamente social de su contenido. Ello supone la cesantía,
de acuerdo con el pensamiento clásico fundador, de la acción de la ley del valor y las
relaciones monetario-mercantiles en la formación económico social comunista, a pesar de que

37
en la primera fase subsista, con un mayor o menor grado de operatividad social, el intercambio
de los productos del trabajo con arreglo a la valoración cuantitativa del trabajo individual
aportado a la sociedad.
Al depender de la planificación la socialización efectiva de los medios de producción, en el
mismo centro de la transición del reino de la necesidad al de la libertad se coloca la
problemática de la autogestión social. En este sentido, la autogestión social comunista se
identifica con el modo planificado de apropiarse los individuos de las condiciones naturales y
sociales que determinan su existencia. Un movimiento que buscará conscientemente ampliar y
perfeccionar la participación de los trabajadores en la gestión planificada de las fuerzas
productivas. Vista desde este ángulo, la esencia transición socialista radicaría en el desarrollo
gradual de formas más integrales y eficientes de planificación social. A diferencia de la
planificación estratégica capitalista, la cual no rebasa la condición de medio al servicio de la
valorización del capital, la socialista es un fin en sí, un momento esencial destinado a la
consciente reproducción integral del hombre como medida absoluta de todos los valores de la
riqueza social.63
De lo expresado hasta aquí dos tareas de enorme significado emancipatorio deberá enfrentar el
Estado proletario. La primera, el desarrollo del centralismo democrático a través la
estructuración de un sistema de democracia que garantice la participación masiva real, y no
formal, de los trabajadores en la toma de decisiones especialmente las concernientes a la
actividad económica, sin lo cual la realización de la propiedad social sería pura ficción.
Únicamente al convertir a los colectivos de trabajo en parlamentos obreros en sesión
permanente, se lograría transformar el entusiasmo, hasta ahora episódico de los trabajadores,
en cotidiano. Pues solo la intervención activa y sistemática de los trabajadores en las
decisiones que son de su incumbencia colectiva, puede romper con las barreras de la
enajenación del trabajo y crear un nuevo sistema de valores y motivaciones ético-
revolucionarios que autorregulen con sentido colectivista su actividad vital. La cooperación
libre y consciente de la masa de productores demanda de ellos la práctica de funciones
directivas y de organización, proclives a romper con las barreras del cretinismo profesional
heredado del capitalismo. “La industria que funciona de modo planificado -señalaba Engels- a
merced de todo el esfuerzo común de toda la sociedad presupone (...) hombres con aptitudes
planificadas universalmente”.64 En segundo lugar, y en respuesta al propio carácter social
colectivo de la producción material, deberá estimularse conscientemente la integración del
conocimiento científico natural, técnico y social. Integración que revolucionaría la esfera
educacional en función de la formación de una única ciencia, sostén de la cultura general
integral: “Las ciencias de la naturaleza –señala Marx- llegarán a incluir las ciencias del
hombre lo mismo que la ciencia del hombre incluirá a las ciencias naturales: habrá una sola
ciencia”.65 Correlacionadas la producción material y espiritual con el propósito de satisfacer

38
íntegramente las necesidades y capacidades individuales, llevarían a superar los antagonismos
de la división del trabajo capitalista y a solucionar definitivamente los conflictos entre el
individuo y la especie, entre su esencia social y su existencia individual, entre el hombre y la
naturaleza, entre el crecimiento productivo-material y el crecimiento espiritual. Proceso de
naturalización consciente del individuo y humanización de la naturaleza, que hace del culto a
la dignidad plena del hombre y su calidad ecosistémica de vida, el criterio valorativo supremo
su de eficacia social. El advenimiento de ese modelo culto de desarrollo social no es otra cosa
que el producto invariable y natural del estímulo consciente en la transición socialista a
tendencia de las fuerzas productivas a su creciente socialización. Por ello, con independencia
del nivel de desarrollo de las estructuras económicas heredadas y de la correlación de fuerzas
políticas en la arena internacional, las medidas específicas que se apliquen en la transición
socialista han de facilitar estratégicamente, el acceso gradual a formas cada vez más integrales
y eficientes de gestión planificada de la producción material y espiritual.
Esta colectivización consciente del proceso de trabajo deberá redimensionar, en opinión de
Marx, el concepto de riqueza social. En oposición a la riqueza abstracta, fetichizada en el
dinero, a la propiedad social le corresponderá una forma de riqueza que expresa el sentido
colectivo de la vida social y la riqueza de vínculos sociales que origina. El movimiento
histórico hacia el socialismo ha de crear las premisas objetivas para sustituir la visión
enajenada de la riqueza, circunscrita al ámbito de la producción material, “por el hombre rico
y la necesidad humana rica”. Nuevo concepto de riqueza social que perseguirá el máximo de
bienestar individual con justicia social y la elevación de la calidad de vida de los ciudadanos
con un sentido solidario y no egoísta de la vida.66 Se fomentará un sentido ético-colectivista en
que la realización personal es considerada parte constitutiva de la realización de los demás: el
libre desenvolvimiento de cada individuo es condición para el libre desenvolvimiento de
todos.
En el célebre pasaje del Capítulo cuarenta y ocho del tomo tres de “El Capital” se señala que,
“la libertad, en este extremo, solo puede consistir en que el hombre socializado, los
productores asociados regulen racionalmente este su intercambio de materias con la
naturaleza, lo pongan bajo su control común en vez de dejarse dominar por él como un poder
ciego, y lo lleven a cabo con el menor gasto posible de fuerzas en las condiciones más
adecuadas y más dignas de su naturaleza humana. Pero, con todo ello, siempre seguirá siendo
este un reino de la necesidad. Al otro lado de sus fronteras comienza el despliegue de las
fuerzas humanas que se considera como un fin en sí, el verdadero reino de la libertad que sin
embargo solo puede florecer tomando como base aquel reino de la necesidad. La condición
fundamental para ello es la reducción de la jornada de trabajo”.67
Nótese, como Marx no reduce la libertad a la satisfacción de las necesidades materiales ni
siquiera planificadamente, porque su esencia estaría en el desarrollo integral, libre y

39
consciente de las capacidades humanas. De ahí la idea, de que el tiempo libre en el comunismo
sea, para Marx y Engels, la medida objetiva de la riqueza social. Tiempo que el hombre
empleará en su autoperfeccionamiento. Las condiciones sociales objetivas que ha de brindar la
sociedad comunista para el desenvolvimiento integral de las necesidades individuales,
indicarán que la humanidad ha entrado en la fase de su verdadera historia. Desde esta
perspectiva, el proyecto comunista inaugura una dinámica de social centrada en la riqueza de
una ética colectivista de valores genuinamente humanos, emancipados de las fetichizaciones
del capital. El contenido humanista que ha de poseer la riqueza social en la sociedad
comunista, según el pensamiento clásico fundador, desestima el más mínimo sesgo
productivista en la concepción marxista del desarrollo social, y todo remanente de racionalidad
instrumental en el pensamiento de los fundadores del marxismo.
La visión de Marx y Engels sobre la transición del trabajo enajenado al trabajo libre asociado
descansaba en la suposición de que este proceso contaría, desde sus inicios, con una sólida
base de desarrollo industrial capitalista y un numeroso proletariado industrial vinculado a ella,
que llegaría al poder casi simultáneamente en los países más avanzados de Europa.
El triunfo de la revolución socialista en un solo país, Rusia (1917), que se encontraba entre las
naciones imperialistas más atrasadas del continente europeo, en el que coexistían el desarrollo
industrial en algunos de sus enclaves territoriales con el predominio de la pequeña producción
campesina y el atraso cultural y técnico, exigía el replanteamiento creador de las concepciones
teóricas sobre la edificación de una sociedad basada en el trabajo libre asociado.
Apoyándose en la experiencia práctica de la Revolución de Octubre, y teniendo en cuenta las
especificidades de la nueva época en que se desenvuelve la acción revolucionaria, Lenin
enriquece la teoría de la transición socialista. En su artículo “La economía y la política en la
época de la dictadura del proletariado” caracteriza la etapa inicial de la transición como un
período de lucha entre el capitalismo agonizante y el comunismo naciente, entre el capitalismo
vencido, pero no aniquilado, y el comunismo ya nacido, pero muy débil aún.68
Las circunstancias históricas de relativo aislamiento en que triunfa la revolución rusa,
alentaron a la burguesía europea a desencadenar contra esta una feroz hostilidad. Para el país
de los soviets será una época de cruenta lucha de clases, de violentos enfrentamientos
políticos, económicos e ideológicos que, enconados al extremo, arrastrarán a la triunfante
revolución a la guerra civil. Será una época de revolución y contrarrevolución. La
emancipación del trabajo podía darse, en circunstancias tan extremas y difíciles, en forma de
“comunismo de guerra”.69
Lenin, que había estudiado con detenimiento el desarrollo del capitalismo en Rusia, alberga
primero la intención (1918) de un tránsito cauteloso, gradual pero firme y directo al
comunismo, donde sobresalían ideas como la de la propiedad como una “gran fábrica”, “los
sindicatos como escuela de gobierno”, que “el producto socialista en el sentido de la economía

40
política no es mercancía”, entre otras. Pero la práctica le demostró el necesario viraje hacia la
socialización posible en aquellas circunstancias. Necesidad que adquiere madurez conceptual
en la transición mediata sugerida en la Nueva Política Económica (Nep), puesta en práctica
cuando la correlación de las fuerzas internas lo permitieron (1921).
La Nep comprendía una etapa especial en el movimiento desenajenador del trabajo hacia el
comunismo, indispensable para una sociedad en la cual las premisas para el nuevo régimen
social no habían madurado todavía. Se convertía en el eje central que haría posible alcanzar la
cultura económica, política y ética de que Rusia adolecía para edificar el socialismo. Pensada
inicialmente en un sentido de repliegue táctico, al estimular las relaciones monetarias
mercantiles en función del aumento de la productividad del trabajo, no pasará mucho tiempo
para que Lenin, en la marcha de su aplicación, reconsidere su noción de la transición
socialista.
Y es que la Nep significó la ruptura con el concepto Estado-propietario gestor directo de la
producción social. El cálculo comercial, introducido como mecanismo especial de control
financiero del intercambio mercantil, redefinió el papel del Estado en el mecanismo
económico. Este preservaba la función de propietario, mientras que la función de gestión se
transfería a los colectivos de trabajadores obreros. Este enfoque rompe con el concepto que
deifica el Estado, en tanto propietario que regula directamente todo el mecanismo de gestión
económica al estilo de un único gran monopolio, idea postulada durante el “comunismo de
guerra” y que Lenin había defendido en sus tesis iniciales sobre el comunismo. La radicalidad
del viraje se aprecia 1923 cuando Lenin define el socialismo como una “sociedad de
cooperativistas cultos”, que trabajan con medios modernos de producción, lo que para él
significaba la realización de toda una revolución cultural. Categóricamente, el líder de la
revolución bolchevique se desentiende de toda variante de socialización estatista de la
propiedad en la transición socialista.70
La Nep estipulaba el impulso de la industrialización y la formación de un vasto movimiento de
cooperativas agrícolas en la esfera de la circulación y los servicios. Pero conviene aclarar, que
estas no pueden ser identificadas con aquellos cooperativistas cultos a que hiciera alusión
Marx, que regulaban su producción a través de un plan socialmente concertado, sino como una
etapa previa conducente a ese estado culto de cooperación. En la variante nepiana la
planificación comienza a un nivel elemental e incompleto, reservándole un amplio margen a la
acción espontánea de las relaciones monetarias mercantiles, que hace necesario implementar
para su control particular el cálculo comercial. En el plano más general, la planificación se
limita a esa plataforma estratégica del Estado que persigue dinamizar el funcionamiento de
una economía mixta mediante el estímulo consciente del intercambio mercantil para que, el
crecimiento de la productividad del trabajo obtenido por esta vía, tribute a elevar el bienestar
material de las masas trabajadoras y a una acumulación interna que ayude a impulsar el

41
desarrollo técnico-industral del país, creándose así las premisas sociales, objetivas, para
formas superiores de planificación y de gestión social de la propiedad. La redefinición de las
funciones económicas del Estado realmente hará más intensa, complicada y no exenta de
riesgos su papel en el mecanismo económico, al recaer en él todo el peso de las decisiones
estratégicas que han de encauzar por la senda del socialismo las dificultades y contradicciones
que aparezcan en la ejecución este proyecto sumamente complejo de transición del trabajo
enajenado al libre asociado. Pero, a fin de cuentas, la fórmula leninista sobre el socialismo
como una “sociedad de cooperativistas cultos”, no contradice sino que ratifica la importancia
de primer orden que Marx y Engels le atribuyen al Estado proletario en la emancipación del
trabajo y las cooperativas como el posible embrión del modo de producción comunista.
Pero Lenin sí comprendió con absoluta claridad, que en Rusia el capitalismo estaba muy lejos
de haber cimentado las premisas necesarias para una transición directa al socialismo. La
situación cuasi patriarcal de la economía en muchos aspectos impedía la socialización
colectivista de la producción y la inmediata desactivación de la ley del valor. Durante algún
tiempo tenía que apelarse a dicha ley -aunque impactada por los cambios que el propio Estado
socialista introduce en el funcionamiento del régimen de propiedad -y emplear su estímulo
espontáneo a la productividad del trabajo y a la socialización de la producción para hacer
madurar intencionalmente las premisas materiales que condicionan su eliminación. Solo
entonces, como consecuencia natural de lo anterior, irrumpiría en la historia una asociación de
cooperativistas cultos. Por tanto, el verdadero aporte de Lenin con la Nep no consistiría en que
“descubre” la importancia de las relaciones mercantiles en la transición socialista, sino en
proponer las vías efectivas para su superación a través de un proceso gradual dirigido
conscientemente a su eliminación por vía económica. En lugar de imponer el socialismo
“desde arriba”, el desarrollo social impulsado gradualmente por la Nep, ayudaba a cimentarlo
sobre sólidos presupuestos político-económicos y culturales. Por esta vía el proyecto leninista
de transición excluía cualquier noción vanguardista de la edificación socialista, sin desconocer
la inevitable concentración de la energía revolucionaria de las masas trabajadoras en el
Partido, hasta tanto no se venciera el atraso cultural prevaleciente en amplios sectores de la
población. A diferencia de lo que sucedió después de su muerte, Lenin pesaba articular
dialécticamente el carácter reformista de las medidas que la coyuntura histórica dictaba, con el
objetivo estratégico de superar la división del trabajo capitalista.71 Lenin enriquece la teoría
marxista de la transición socialista al concebirla a partir de condiciones históricas no previstas
anteriormente por el pensamiento clásico fundador.
Esta etapa especial de maduración de las premisas del socialismo no ha de entenderse como si
no formase parte de la transición socialista o de la primera fase del comunismo, como algo que
le antecede a ella. Debe considerarse que aquí la primera fase solo comienza en un nivel de
desarrollo de las fuerzas productivas que no permite la socialización general e inmediata de la

42
propiedad privada. Pero el poder político en manos de la clase obrera y el campesinado
trabajador definirá, desde el primer instante, la intencionalidad comunista de las medidas que
se tomaban, aunque no todas tuviesen un expreso contenido socialista. Por otro lado, la única
transición socialista posible, cuando se plantea como objetivo central la desenajenación total
del trabajo, es la que conduce al comunismo. La dialéctica de este proceso es tal, que la
construcción definitiva del socialismo culmina con el establecimiento de la sociedad
comunista. El único período de transición posible entre el capitalismo y el comunismo en su
segunda fase, es el desarrollo progresivo del socialismo, que comienza con la toma del poder
político de las clases oprimidas y desposeídas de los medios de producción en el régimen
capitalista. La separación arbitraria entre el socialismo y el comunismo, en detrimento de su
unidad genética vinculada a la regulación consciente del proceso de desenajenación del
trabajo, obedeció a visiones economicistas vulgares y etapistas que asumieron, como criterio
principales de diferenciación entre ambas fases, indicadores macroeconómicos conectados a la
socialización formal de la propiedad social. De pasada podemos adelantar -pues esta cuestión
será objeto de análisis en el segundo capítulo- que este criterio traspoló al socialismo el ideal
de riqueza de la sociedad capitalista, pero con la diferencia que ahora el destinatario de la
opulencia sería toda la sociedad.
A finales de la década del veinte la alta dirección partidista en la URSS renuncia al proyecto
leninista de transición gradual al comunismo. Se acudirán a métodos básicamente burocrático-
administrativos en la socialización de la relaciones de producción sin una seria valoración
político económica, un proceder que a la postre conducirá a la bancarrota a este modelo de
transición. 72 De manera trágica, el derrumbe de la construcción del socialismo, en la URSS y
el Este Europeo, confirmará la necesidad de un planteamiento científico-revolucionario, como
lo hicieron los clásicos del marxismo, del proceso de desenajenación del trabajo y el avance
gradual pero ineluctable hacia una sociedad caracterizada por el trabajo libre asociado.
Conclusiones:
1-La filosofía marxista es un saber de máxima generalidad con la función principal de aportar
una visión sistémica, totalizadora, del proceso histórico De suyo, el saber filosófico constituye
el fundamento teórico del pensamiento estratégico comunista para la transformación y
conocimiento científico-revolucionarios del mundo. La práctica, actividad mediante la cual los
individuos se apropian de las condiciones naturales y sociales que determinan su existencia,
constituye el fundamento y la finalidad de la reflexión teórica marxista. La centralidad que
ocupa la praxis en el sistema teórico – conceptual del marxismo clásico fundador le confiere a
la ideología marxista una racionalidad de tipo praxiológica.
3-La intelección filosófica del trabajo asume a este en calidad de actividad valorativa
universal. El trabajo asumido en su doble condición de producción de valores de uso y de los
valores sociales que dan sentido a la vida propio del hombre, permite la representación del

43
proceso histórico como totalidad histórico-concreta con un fundamento dialéctico material. El
trabajo enajenado alcanza en el capitalismo su máximo desarrollo histórico. Al tiempo que
sumerge a esta sociedad en una profunda crisis social y medio ambiental de proporciones
autodestructivas, crea sólidas premisas científico-técnicas para la emancipación social. Punto
crítico que marca el límite estructural del modo capitalista de producción.
4-La esencia de la transición socialista, según el marxismo clásico-fundador, consistirá en la
transformación del trabajo enajenado en libre asociado. La división capitalista del trabajo se
supera por medio de una asociación de productores libres que conciertan planificadamente sus
actividades productivas particulares. Ello supone realizar la revolución cultural más profunda
que haya tenido lugar en la historia de la humanidad. Como resultado, el trabajo deviene
primera necesidad vital que favorece el despliegue integral y creciente de las capacidades y
valores individuales con sentido colectivista, expresión de un concepto de riqueza social
genuinamente humanista. La tesis compartida por los clásicos del marxismo que define al
socialismo como una “sociedad de cooperativistas cultos”, posee un inestimable valor teórico-
metodológico contra la pretensión de identificar la socialización de la propiedad con su
estatización durante la transición socialista.

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CAPÍTULO II: DEFORMACIÓN PEQUEÑO BURGUESA DE LA RACIONALIDAD
PRAXIOLÓGICA MARXISTA EN EL MODELO STALINISTA DE SOCIALISMO.

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CAPÍTULO II: DEFORMACIÓN PEQUEÑO BURGUESA DE LA RACIONALIDAD
PRAXIOLÓGICA MARXISTA EN EL MODELO STALINISTA DE SOCIALISMO

En el capítulo se devela la esencia pequeño burguesa del dia-mat y su vínculo orgánico con el
modelo de socialismo que feneció. Esta visión del dia-mat desborda la crítica epistemologista
que prevalece hoy en su valoración teórica. El contenido del capítulo está focalizado en tres
cuestiones fundamentales. Primeramente, se analiza el cambio sustancial que provoca el dia-
mat en el objeto de la reflexión teórico-filosófica y la degeneración materialista abstracta que
produce en el materialismo práctico inaugurado por el marxismo clásico-fundador. Después,
se establece el nexo entre el dia-mat y las relaciones burocráticas de producción. Finalmente,
se aborda la incapacidad del pragmatismo inconsistente -racionalidad que regía la praxis del
modelo de socialismo que sucumbió- para afrontar su reconstrucción crítico-revolucionaria.
En general, se posiciona la ideología que condujo a la debacle del socialismo en la URSS y
Europa del Este dentro de las corrientes socialistas de corte pequeño- burgués, cuyo tipo
ambivalente de racionalidad ya había sido objeto de crítica por los clásicos del marxismo
leninismo, especialmente en las personas de Proudhon y Dühring.

2.1 El materialismo abstracto del dia-mat.

El triunfo de la Revolución de Octubre en 1917 planteó ante el joven Estado soviético la tarea
de la instrucción política del pueblo. Construir el comunismo exigía elevar la cultura política
de las masas con la finalidad de incorporarlas activa y conscientemente a este proceso. Debía
llevarse al ciudadano común el profundo conocimiento de la teoría que habría de guiar
estratégicamente su actividad transformadora. El propio Lenin recomienda que el aprendizaje
teórico del comunismo no se apartara de las acciones prácticas. En el II Congreso del
Komsomol, el 2 de octubre de 1920, él señalaba: “Tal es la respuesta a la pregunta de cómo
debe aprender el comunismo la joven generación.
“Esta generación podrá aprender el comunismo únicamente si liga cada paso de su instrucción,
de su educación y de su formación a la lucha incesante de los proletarios y de los trabajadores
contra la vieja sociedad basada en la explotación”73. Anteriormente, en ese mismo discurso

46
había expresado: “Si el estudio del comunismo consistiera solo en asimilar lo que dicen los
trabajos, libros y folletos comunistas, esto nos proporcionaría con excesiva facilidad exegetas
o fanfarrones comunistas, lo que muchas veces nos causaría daño y perjuicio, porque esta
gente, después de haber leído y aprendido lo que se expone en los libros y folletos comunistas,
sería incapaz de coordinar todos esos conocimientos y de obrar como exige realmente el
comunismo”.74
Tras la muerte de Lenin, el sentido práctico-revolucionario (praxiológico) que el líder de la
revolución rusa le confería a la instrucción política de las masas es suplantado por el
adoctrinamiento ideológico. El perfil cognitivista que adquiere la labor ideológica deformará
el pensamiento clásico fundador, atentándose contra esencia misma de la teoría marxista.
En contraste con el fundamento práctico, propio de la intelección marxista de la realidad, en el
afán de sistematizar el sistema teórico conceptual del “Marxismo-Leninismo” se partirá
básicamente del sistema teórico-conceptual heredado del pensamiento marxista clásico
fundador. Evidentemente, la expresión “sistematizar el sistema” se antoja redundante e
improductiva, pero se ajusta al proceder de los marxistas doctrinarios que perseguirán refundar
el marxismo sobre presupuestos estrictamente teóricos. Semejante interpretación cognitivista
del marxismo desvirtúa su discurso praxiológico, reposicionándolo dentro de los cauces de la
concepción metafísica del mundo El espíritu reordenador que alienta este empeño tiene una
cercana afinidad en el de Proudhon, criticado por Marx en su “Miseria de la filosofía” a causa
de su carácter pequeño-burgués. Si Proudhon aspiraba a reordenar el sistema teórico categorial
de la economía política burguesa, con independencia relativa del carácter histórico-concreto de
las relaciones económicas y su expresión conceptual, los exegetas vulgares de la dialéctica
materialista pretenderán resistematizarla sustrayéndose relativamente en su conciencia del
contenido histórico-concreto de sus postulados.75
Acorde con los requerimientos de su versión doctrinaria, la filosofía marxista se reduce a un
conjunto de apotegmas abstractos que reconstruyen metafísicamente el contenido de la
dialéctica-materialista haciéndola degenerar en el dia-mat.
Como lectura metafísica del materialismo dialéctico, el dia-mat se caracteriza por:1) La
vulgarización ontologista de la dialéctica materialista; 2) El deslinde entre el materialismo
histórico y el materialismo dialéctico; 3) La lineal concepción progresiva del desarrollo social;
4) La postulación de un determinismo económico de corte tecnocrático, que tiende a
subvalorar la importancia creciente de la conciencia social en el proceso histórico; 5) El
desarrollo de la visión pequeño burguesa sobre la emancipación social en la transición
socialista.76
En el marxismo reordenado, o dicho en términos exactos, en su deformación metafísica, el
lugar de la praxis viva de los sujetos reales vendrá a ocuparlo la categoría filosófica de
materia. Esta categoría será el eje estructurador de todo el andamiaje teórico conceptual del

47
dia-mat. La “filosofía de la materia” reorientará la finalidad transformadora del mundo,
inherente a la racionalidad praxiológica marxista, hacia su interpretación dogmático-
objetivista. En lugar de sistematizar la práctica trasformadora y cognitiva de los individuos el
dia-mat se circunscribe a explicar el fundamento material del mundo, apoyándose en el
sistema de principios, leyes y categorías generales de la dialéctica que ha heredado del
pensamiento clásico fundador. Sobre los postulados de la dialéctica materialista convertidos en
principios ontológicos abstractos, catequizados, el dia-mat edificará su vulgar cosmovisión
marxista y por medio de esta llevará a cabo la inversión acrítica de la dialéctica hegeliana. El
lugar del Espíritu Absoluto lo ocupará ahora la lógica material abstracta que permite explicar,
absolutamente, la dinámica y el desarrollo de cada proceso y fenómeno particular de la
realidad. Las formas y estructuras lógicas del pensamiento dialéctico-material que reflejan al
máximo nivel de abstracción el movimiento de la realidad, en vez de método lógico para
develar la “lógica especial del objeto especial”, intervendrán ahora como principios
explicativos universales a partir de los cuales es posible deducir y construir el conocimiento
específico de cada asunto particular. La teoría del conocimiento marxista se verá trasfigurada
en omnisciencia: una especie de “llave” cognitiva universal con el don cuasi mágico de abrir al
conocimiento objetivo todas las puertas del mundo real.
Existe una diferencia de principio en considerar a la dialéctica como ciencia, un sistema de
conocimientos que induce heurísticamente un tipo de razonamiento lógico en la indagación,
ordenamiento y sistematización científica del contenido de la totalidad de los fenómenos de la
realidad, y la visión metafísica que le atribuye al sistema de principios, leyes y categorías
generales de la dialéctica, una objetividad de orden similar al que aporta el conocimiento
científico natural. El segundo caso pasa por alto, que la unidad del mundo se da en (y a través
de) la concatenación dialéctico-material de los fenómenos materiales particulares (físicos,
químicos, biológicos, sociales), por lo que los vínculos objetivos generales que se manifiestan
en cada uno de estos fenómenos y en sus interacciones, se arriba exclusivamente mediante el
recurso de la abstracción que sistematiza la lógica objetiva, que no obstante a la diversidad
fenoménica de su manifestación, rige la dinámica y desarrollo de la realidad como un todo.
Proponerse explicar, por medio de estas abstracciones lógicas objetivas, procesos y fenómenos
particulares constituye un vulgar reduccionismo logicista: la vulgarización metafísica de la
unidad dialéctico-material del mundo. Esto acoge la posibilidad de endilgarle a la “Dialéctica”
el privilegio epistemológico de constituir la “ciencia de las ciencias”, capaz de penetrar en la
esencia de los fenómenos particulares mediante un simple procedimiento axiomático
deductivo. Arrogancia cognitivista que subvalora la contribución decisiva de la totalidad de los
saberes científicos a la concepción teórica del mundo. La retahíla de ejemplos triviales y la
falta de organicidad sistémica que distinguirán a la concepción “dialéctico-materialista” de
corte metafísico (dia-mat) darán pruebas irrecusables de la banalidad que alimenta esa

48
arrogancia, originada por el concepto abstracto y vago de materialidad que se ha asumido
como punto de partida. Un concepto sujeto, necesariamente, a pseudoconcreción en el proceso
expositivo.
La falsa percepción de que son atributos de la materia -vista como cierto ente universal- las
estructuras y formas lógicas objetivas de la realidad en su conjunto obliga a recurrir a un
sinnúmero de ejemplos específicos (la dialéctica en el calentamiento del agua, en el desarrollo
de la cimiente, etc.), seleccionados indiscriminadamente a fin de “concretar”
fenomenológicamente las aseveraciones materialistas abstractas, lo cual redundará en la
plasmación empírica, simplificada y caprichosa, de la complejidad dialéctica que caracteriza a
los eventos particulares en la naturaleza, la sociedad y el pensamiento. El sistema teórico
conceptual de la dialéctica, fosilizado en axiomas terminológicos con propiedades
omnicomprensivas, mutará en espinozismo dinámico.77
A causa de esta pseudoconcreción ontologizante, la filosofía de la praxis sufrirá una revisión
estructural-cognitivista que abarcará la totalidad del sistema teórico conceptual del marxismo.
La racionalidad materialista abstracta que reemplaza a la praxiológica fractura en dos el
cuerpo teórico de la filosofía marxista: un materialismo dialéctico general (dia-mat), y otro
particular denominado materialismo histórico (his-mat). Además del dia-mat y el his-mat, a la
economía política y el comunismo científico se le asignan parcelas cognitivas relativamente
independientes en el pensamiento marxista.78
Confinados en compartimentos estancos, en un ambiente de escolasticismo remozado, cada
parte constitutiva del marxismo defenderá su esfera de influencia (filosófica-general, socio-
filosófica, socio-económica, socio-política) y reclamará para sí derechos de propiedad sobre
determinadas temáticas y categorías. Junto a la indiscriminada parcelación de la realidad
proliferan múltiples enfoques particulares: socio-religioso, socio comunicativo, sociocultural,
étnicos, etc., donde el interés por el conocimiento y estudio positivo de estos temas vendrá
sesgado del inseparable logicismo metafísico.
Un esquema teórico-filosófico de este tipo habla, por sí mismo, que el materialismo práctico
de Carlos Marx se ha metamorfoseado en un estructuralismo cognitivista. Ya no se está en
presencia de una filosofía de la praxis que parte de no abstracciones, sino de individuos reales
su acción y sus condiciones materiales de vida, dispuesta a subvertir el mundo existente
proyectándose como arma espiritual para su consciente transformación.
Con la segmentación en dos del materialismo marxista a partir de la solución ontologista al
problema fundamental de la filosofía, han surgido dos filosofías relativamente independientes
una de la otra. La general (dia-mat), acendrada en la problemática pensar-ser y la otra,
particular (his-mat), donde la primera se extiende y “concretiza” en la relación conciencia
social-ser social. Surgidas a expensas de fracturar la médula praxiológica de la filosofía
marxista, el precio que pagarán por ello es estar condenadas ambas al inmovilismo dogmático.

49
En cuanto al materialismo general (dia-mat), los conceptos de movimiento, espacio, tiempo y
demás leyes, principios y categorías que revelan al máximo grado de generalidad la dialéctica
objetiva de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento, interpretados al margen de la praxis
transformadora de los sujetos que le sirve de soporte cognitivo, determinará que el dia-mat
esté signado por un naturalismo abstracto. La dialéctica objetiva, inmanente a la materia como
cierto ente natural general, se le separa metafísicamente de la teoría del conocimiento,
trayendo como resultado una apreciación filosófica vulgar de la naturaleza y una vulgar
concepción naturalista de la filosofía y la dialéctica. El dia-mat será una filosofía que ni
estimula el conocimiento positivo de la naturaleza ni tampoco otra que exalta la fuerza
creadora del espíritu y el conocimiento humano. Hablando con propiedad, no es ni materialista
ni idealista, ni marxista ni antimarxista. Es la filosofía centrada en el concepto de materia
vulgarmente entendido que supone la existencia de una lógica material abstracta con arreglo a
la cual puede explicase el devenir de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento; una filosofía
tan ambigua como la propia expresión de “lógica material abstracta”, un pensamiento
filosófico indefinido, de término medio: una filosofía mediocre. Mediocridad independiente,
incluso, de la inteligencia, el talento o la erudición de que puedan hacer gala sus
representantes. No es una cuestión de dotes intelectuales, sino de método.
La inconsistencia del materialismo que profesa el dia-mat ha de buscarse, entonces, en una
filosofía que metódicamente persigue exponer la exégesis del devenir histórico de la materia:
la inversión mecánica y acrítica de la fenomenología del Espíritu hegeliano.
La concepción filosófica del desarrollo tomará cuerpo en un híbrido que no es ni dialéctico ni
materialista, sino una suerte de abstracto progreso material. La complejidad del desarrollo se
simplifica en la mística de un evolucionismo lineal, teleológico, donde las contradicciones
parecen autosuperarse en función del movimiento progresivo y ascendente de lo material, sin
interrupciones casuales o eventos naturales o sociales que estimulen las tendencias involutivas.
Da la impresión que la realización ininterrumpida del movimiento progresivo es la finalidad
natural, inmanente, a toda realidad. Desprovista de su núcleo histórico social, práctico, la
concepción dialéctico-filosófica del mundo se transfigura y caricaturiza en un esquema
formalmente dialéctico aplicable a cada cosa y fenómeno concreto de la realidad natural o
social a través de un sencillo procedimiento lógico deductivo (pseudoconcreción), como
aparecían en los manuales del dia-mat. La dialéctica se transforma en artilugio lógico formal79.
Extendida, o “aplicada” al análisis del desarrollo histórico de la sociedad, la comprensión
naturalista vulgar de la dialéctica por el dia-mat degenera en metafísica social.
El his-mat, pseudoconcreción del materialismo abstracto en el ámbito social, desvirtúa en
vulgar productivismo económico la dinámica del proceso histórico. El hombre perderá la
condición de sujeto real de la historia. Las leyes sociales que rigen la producción de bienes
materiales desplazan a la actividad social del individuo de su papel protagónico en la sociedad.

50
En la acción independiente de estas leyes, de la voluntad, la conciencia e incluso de la
actividad individual, el dia-mat sustantiva (pseudoconcretiza) su concepto abstracto de
materia. De hecho, la sociedad deviene sujeto histórico con una identidad relativamente
independiente a la de los individuos que la producen mediante su acción. Como sujeto
histórico supraindiviual tendrá intereses, conciencia y objetivos propios, relativamente
independientes de los intereses, la conciencia y los objetivos individuales. A los intereses de la
“sociedad”, representación abstracta y deformada de las relaciones e intereses sociales
generales, los individuos deberán subordinar su praxis y pensamiento. Entendida así, la
sociedad al igual que el Estado en la filosofía hegeliana será una expresión sublimada de la
praxis socio-histórica, una forma enajenada de representarse el fundamento y el resultado
social objetivo de la actividad de los individuos y sus interacciones. Pero a diferencia del
Estado capitalista, en el que Hegel idealiza el emergente poder político de la burguesía y lo
legitima, el sujeto sociedad, consecuencia de la vulgar degeneración materialista abstracta de
la concepción materialista de la historia, falsificará la real naturaleza liberadora que caracteriza
a la actividad individual comunista y al Estado proletario. Más adelante se esclarecerá, que
esta sublimación tiene como correlato objetivo la forma social concreta de reproducir los
individuos su vida en el contexto del modelo stalinista de socialismo. Por lo pronto se debe
recordar que Marx y Engels, en un período temprano de su producción teórica como lo fue la
“Ideología Alemana”, prevenían contra la inercia ideológica de conceptualizar la sociedad
como sujeto autónomo que engendra al individuo. 80
Sin mucho esfuerzo se comprende, que suponer la existencia de una dinámica social
autónoma, supraindiviual, a la que los individuos deben plegar su voluntad y creatividad
sociales, tiende a maniatar las fuerzas vivas que impulsan el progreso histórico al inocularle a
los individuos en su conciencia una especie de optimismo decadente que colinda con lo
supersticioso: la falsa convicción objetivista de que la acción cuasi autónoma de las leyes
sociales podrán decretar el fin de un sistema social dado, cuando en realidad ello solo se
decidirá en la cruenta lucha de clases. La ilusión de que la derrota del capitalismo y la victoria
del socialismo a escala universal están igualmente sentenciadas por el avance progresivo e
indetenible de la lógica material que rige el destino de la historia. Un misticismo teleológico
que invita a la pasividad y a la desmovilización en las filas de las fuerzas revolucionarias,
apartándolas del hostigamiento permanente al capital mediante la elección, en cada coyuntura
histórica, de las tácticas y formas de lucha más eficaces. O dicho en términos gramscianos, se
aleja a las clases subalternas en la sociedad burguesa de la lucha sistemática por construir, con
su actividad política, un nuevo bloque histórico para subvertir revolucionariamente la
hegemonía del capital: única vía efectiva de derrotarlo y levantar en su lugar una nueva
hegemonía ético-cultural.

51
La pseudoconcreción social del dia-mat va secundada, fatalmente, de su enajenación de la vida
profana. Se producirá una filosofía y un pensamiento social básicamente para entendidos en la
“materia” y no para los agentes principales del cambio revolucionario, como se declaraba en el
discurso político oficialmente reconocido.
En franco retiro espiritual, la filosofía y demás formas del conocimiento social que la tenían
como referente teórico-metodológico, se enclaustran, sobre todo, en los recintos universitarios
e instituciones académicas especializadas. En este medio hallarán las condiciones propicias
para el continuo reciclaje de su aprehensión materialista abstracta de la realidad.
Según los cánones de dicha aprehensión, las definiciones conceptuales generales poseen una
relevancia epistemológica de primer orden, puesto que es se pensaba que la definición general
de un concepto iluminaba la esencia del segmento de la realidad que este concepto reflejaba.
Elaborar definiciones conceptuales era la razón de existir del dia-mat y por tanto una
necesidad vital para su funcionamiento y regeneración. Los “filósofos de la materia” no le
perdonaron ni a los mismísimos clásicos, a pesar de sus profusas reflexiones histórico-
concretas, su desinterés consciente por las tales definiciones. Un “descuido” que los filósofos
del dia-mat intentaron corregir en la conciencia teórica de los fundadores del marxismo. El
asunto de la definición de tal o mas cual concepto se instalará en el lugar reservado, en el
pensamiento marxista revolucionario, a la definición histórico-concreta del asunto. El aparato
categorial dejará entrever un auténtico culto fetichista a las abstractas generalizaciones
terminológicas. ¿No representará acaso, este culto fetichista a las definiciones generales, el
resultado lógico de una filosofía cuya racionalidad se limitaba a la pseudoconcreción del
concepto de materia en el devenir de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento?
La búsqueda de definiciones teórico-generales más objetivas, completas y precisas, consumía
la mayor parte de la inteligencia y los esfuerzos de los teóricos. El status de verdadero filósofo
se adquiría cuando se lograba dominar esa “rigurosa” terminología materialista abstracta y se
lograba aportar una nueva definición al aparato categorial catequizado. Ese “lenguaje
especializado” era la cabalística de la secta del espíritu material, indescifrable desde el punto
de vista del sentido común, no porque en él este apareciera superado, sino porque la teoría,
centrada en debates teórico-conceptuales especulativos, se construía con indiferencia casi total
(podría decirse con subestimación y desprecio) por la forma en que la mayor parte de los
individuos veían sus problemas cotidianos fundamentales y se representaban sus soluciones.
En los manuales de marxismo elaborados en el extinto campo socialista, particularmente en
los provenientes de la URSS, la vulgarización estructural-cognitivista alcanzó su consumación
teórica.
Los manuales de materialismo dialéctico (dia-mat) tenían una arquitectura más o menos
similar. Un primer momento lo dedicaban al problema fundamental de la filosofía y a la
confrontación histórica entre el materialismo y el idealismo relacionada con las respuestas a

52
dicho problema. Se pasaba luego a definir la materia con sus propiedades ontológicas de
movimiento, espacio y tiempo. Después, se definía a su contrario, la conciencia, en un plano
filosófico general como atributo de la materia altamente organizada, es decir, del cerebro
humano que piensa y refleja de manera ideal la realidad material. A continuación, se analizaba
la dialéctica en su condición de ciencia general del desarrollo explicándose sus leyes y
categorías. Ventilada la cuestión ontológica se pasaba a la gnoseológica, exponiéndose la
teoría del conocimiento a partir de la teoría del reflejo y el lugar de la práctica en este proceso.
Finalmente, estos manuales concluían con los métodos, medios y procedimientos de la
investigación científica y con la crítica a las corrientes filosóficas contemporáneas o
simplemente omitían estos contenidos.
Los manuales referentes al his-mat comenzaban caracterizando el modo de producción y sus
leyes. Luego, la esfera social (las clases, la lucha de clases, la revolución social). Después, la
esfera política (el Estado, su esencia estructura y funciones). A continuación, se abordaba la
esfera espiritual (la conciencia social, su estructura y funciones). Por último, el papel de las
masas populares y el de la personalidad en la historia. El orden de exponer los temas podía
variar, pero eran variaciones que no alteraban la lógica de este esquema.
Los manuales podían utilizarse al estilo de un diccionario filosófico que ayudaba al lector a
familiarizarse con las definiciones teóricas más adecuadas para interpretar “científicamente” el
mundo.81 Su estilo referativo los saturaba de citas de los clásicos del marxismo y de
definiciones generales. Estos textos, no obstante, contribuyeron a despertar el serio interés por
la lectura de las obras originales de los clásicos, citadas en forma tan deferente y reiterada.
Pero en la misma medida que difundieron por el mundo la ideología marxista, universalizaron
una interpretación del marxismo clásico fundador que minaba su esencia revolucionaria. Pero
además, al identificarse el ideal originario del comunismo con la ideología de la variante
fallida del denominado “socialismo real”, el costo político ideológico que se pagará llegará
hasta nuestros días. Los manuales estaban atrapados en la insoluble contradicción, de ser la
real negación dogmática de la ideología de la clase cuyos intereses decían difundir y defender.
Pero sobre todo, son las monografías, saturadas de irrelevantes, interminables, y fervorosas
disquisiciones terminológicas, las que reaniman el espíritu dogmático del escolasticismo
medieval. Muchos problemas teórico-conceptuales que a juzgar por su connotación histórico-
concreta, práctica, poseían un valor insignificante, fueron bautizados por los “filósofos de la
materia” con el término cientificista de “problemas académicos”. El mismísimo Santo Tomás
de Aquino quedaría consternado ante la prolijidad de sentidos y significados emanados de la
hermenéutica de la secta del “espíritu material”. A fuerza de hermenéutica especulativa los
filósofos del dia-mat harán madurar su aparato teórico-conceptual, despojando vulgarmente a
la filosofía marxista de su espíritu revolucionario y humanista original. Toda esfera del
marxismo reconstruido tendrá sus clásicos. Autoridades académicas destacadas por sus

53
“sobresalientes” aportes terminológicos al aparato categorial del marxismo serán referentes
obligatorios en las interpretaciones, “más actualizadas y novedosas”, que por aquella época se
hacían de la teoría marxista. En auténtico alarde de erudición, el academicismo vulgar podía
reeditar la génesis terminológica completa de un concepto (incluso antes de expresado,
simplemente supuesto en la mente de alguien en la historia de la filosofía) y al finalizar, dejar
en suspenso la interrogante sobre la aplicación y trascendencia que tenía lo dicho en la
definición de acciones revolucionarias concretas.82
Las abstractas y desmedidas discusiones terminológicas (los “problemas académicos”) sacarán
a relucir las limitaciones del materialismo de corte cognitivista para aprehender la dialéctica de
lo general y lo particular en los fenómenos y procesos concretos. Verdadero caos conceptual
devienen estas limitaciones cuando se intentaba definir, con dogmática exactitud, conceptos
que reflejan el proceso histórico con un elevado nivel de concreción y síntesis. Tales fueron
los casos de las diatribas terminológicas en torno a los conceptos de cultura, valores y
comunismo.83
Esta metamorfosis de la producción teórica marxista de clasista y revolucionaria en una de
corte academicista o gremial doctrinaria, indica que el modelo de reproducción social en el
que está insertado el dia-mat no logra integrar armónicamente la producción material y
espiritual, preservándose todavía la forma enajenada de construcción ideológica. Ello explica
el contenido abstracto que persiste en la producción teórica de los ideólogos profesionales a
consecuencia de la sublimación de la relativa independencia que aún mantienen con relación a
la producción material. Sublimación que ha convertido a la producción teórico-ideológica
comunista en medio de vida de un grupo con valores, intereses y lenguaje peculiares,
divorciados de los de la masa trabajadora que dicen representar De ciencia crítico-
revolucionaria, la filosofía marxista ha degenerado en vulgar teoricismo pequeño-burgués. La
racionalidad praxiológica marxista ha sufrido una deformación estructural-cognitivista que
resignifica el contenido de los problemas prácticos en formulaciones terminológicas
abstractas. De ahí, la aludida actitud fetichista frente al aparato teórico-conceptual del
marxismo que lo anquilosa en entelequias conceptuales, haciéndole perder su sentido crítico-
práctico. En síntesis, el dia-mat impone una forma profesional estrecha, pequeño-burguesa, de
producción teórico ideológica en la que la filosofía marxista muta en una especie de vulgar
hermenéutica materialista, disociada relativamente de las necesidades e intereses práctico-
revolucionarios de la clase a la cual debía servir,
Sin proponérselo, en la concepción que los partidarios del dia-mat tienen de la conciencia
social revelarán la naturaleza ambigua de su abstracto materialismo pequeño-burgués. La
relativa desconexión de la producción espiritual, que los “filósofos de la materia” mantienen
de la actividad transformadora del mundo, la legitiman, no intencionadamente, con la tesis
sobre independencia relativa de la conciencia social respecto al ser social. Tesis que trastocará

54
la diferencia y especificidad evidente entre la producción espiritual y la material, en relativa
independencia de lo ideal con relación al fundamento socio-material de la actividad humana.
A la hora de fundamentar el papel activo de la conciencia social en el proceso histórico a los
materialistas abstractos no les queda otra alternativa que, paradójicamente, introducir un sesgo
subjetivista e idealista en la concepción dialéctico materialista de la producción espiritual.
Desde el punto de vista marxista, la conciencia social no guarda ninguna relativa
independencia de la realidad natural y social que la provee de su contenido específico. Marx es
categórico al respecto: “La moral, la religión, la metafísica y cualquier otra ideología y las
formas de conciencia que a ellas corresponden pierden, así, la apariencia de su propia
sustantividad no tienen su propia historia ni su propio desarrollo, sino que los hombres que
desarrollan su producción material y su intercambio material cambian también, al cambiar esta
realidad, su pensamiento y los productos de su pensamiento”.84En tanto contrarios dialécticos
el ser social y la conciencia social, aunque diferentes, son absolutamente dependientes uno del
otro. En esta identidad la conciencia social es la forma ideal de representación del ser social.
Como expresión ideo-figurativa del contenido de la vida material, la conciencia social estará
totalmente determinada por el ser social. “Hasta los objetos de la “certeza sensorial” más
simples, le vienen dados (al hombre) solamente por el desarrollo social, la industria y el
85
intercambio comercial”, afirmaban Marx y Engels. ¿Quiere esto decir que el marxismo
reduce lo ideal un simple reflejo lineal, fotográfico, de la vida material que niega la
complejidad y especificidad de la producción espiritual? En lo absoluto, aunque la afirmación
de que el ser social determina la conciencia social tiene el mismo rango de certeza universal,
que la aseveración científica de que la actividad biológica de todos los seres vivos está
absolutamente determinada por las leyes objetivas de la naturaleza, lo cual tampoco niega la
biodiversidad.
Admitir la tesis de la relativa independencia de la conciencia social en relación con el ser
social obligaría a aceptar que el fundamento socio-material de la vida humana es relativo. O
sea, que a causa de su conciencia individual los hombres mantienen una relativa
independencia del sistema de relaciones materiales de producción, de manera que estos no
estarán totalmente determinados por dichas relaciones. Se infiere entonces, que el
condicionamiento socio-productivo de la actividad social no es total y por tanto que la vida
humana no tiene por completo un fundamento material. Esta relativización subjetivista, del
condicionamiento socio-material de la esencia del hombre, colocaría a nuestra especie en un
limbo existencial. Porque, mientras los demás seres vivos poseen una existencia físico-
material y como tal su conducta responde íntegramente a las leyes objetivas de la naturaleza,
la esencia del hombre no estaría determinada plenamente por ley material alguna. La tesis de
la independencia relativa de la conciencia social, que no logra captar la especificidad
subjetivo- material, práctica, del determinismo socio-histórico, deja entrever el real

55
fundamento indeterminista sobre el cual el dia-mat aprehende la relación del hombre con la
naturaleza y con los demás hombres. No es difícil imaginarse que bajo el influjo de
determinadas circunstancias los partidarios del dia-mat permuten su noción ambigua del
determinismo dialéctico material por la indeterminista, sin intuir siquiera el desafió real que
para el pensamiento y la acción revolucionaria plantea la complejidad subjetiva, práctica, del
determinismo social.
Recuérdese, que la tesis de la relativa independencia de la conciencia social del ser social le
servía de “caballo de batalla” al dia-mat para desmentir los ataques de quienes, con toda razón,
lo acusaban de burdo materialismo economicista. Pero a diferencia del Espíritu Absoluto
hegeliano, que daba riendas sueltas al potro de la más consecuente y galopante especulación
filosófica, esta tesis del dia-mat, preñada de ambigüedad, hacia que el “caballo de batalla” del
dia-mat padeciera de una deformación metafísica que lo hacia tambalearse o fluctuar entre el
materialismo vulgar y el idealismo subjetivista. A nivel teórico, esta tensión interna toma
cuerpo en la visión mecanicista del activismo de la conciencia social como reflejo cognitivo
que se adelanta o se retrasa con relación al ser social.
La matriz de ese mecanicismo reflexológico, que intenta explicar el activismo de la conciencia
social, está en la pseudoconcreción o extensión .del materialismo dialéctico (dia-mat) a la
sociedad (his-mat). De esta falsa concreción emerge el criterio de la praxis considerada la
materia por antonomasia en el ámbito histórico- social, con una dinámica objetiva
relativamente autónoma, que dará pié al ideologema de la sociedad sujeto, “supraindividual”,
relativamente independiente de los individuos que la crean con su actividad, al que ya se hizo
referencia. Esta forma objetivista (materialista-vulgar) de entender la praxis suscita la división
metafísica entre la actividad espiritual y la material, entre lo subjetivo y lo objetivo, entre
teoría y praxis. Disuelta la dialéctica histórico- concreta, práctica, entre lo material y lo ideal,
se le redefinirá por vía materialista abstracta.
La conciencia social sustraída del lugar central que ocupa en la actividad práctica como su
reguladora ideal se le confina en una esfera relativamente independiente: la esfera espiritual.
La comprensión de lo espiritual como una esfera particular y externa de la praxis material
excluye la posibilidad de que la conciencia social participe activamente en la creación del
mundo, orgánicamente ligada a las fuerzas productivas materiales, soslayándose de hecho que
los medios técnicos de trabajo no son más que conciencia objetivada. El carácter activo de lo
ideal, vulgarmente entendido, deberá circunscribirse al mayor o menor grado de objetividad y
correspondencia con los que refleja lo material, dependiendo de ello la capacidad para acelerar
o retardar el desarrollo social, pero sin poder incidir de forma directa y decisiva en su
dinámica interna. Lo ideal verá relegada su importancia a un plano secundario en el proceso
histórico al limitarse a reflejarlo a posteriori, condenando en realidad a la conciencia social a
marchar a la saga del ser social. Degrado lo ideal a epifenómeno, el contenido de la

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producción espiritual y de la superestructura en general se reduce a mero trasunto
reflexológico de la base económica. Lejos de enaltecer el carácter activo de lo espiritual la
relativa independencia de la conciencia social en realidad lo castra y constriñe la creatividad
histórica del sujeto a un activismo cognitivo insustancial y decadente. La vida dinámica y
activa de los hombres de núcleo del proceso histórico pasa a ser su apéndice: el sujeto
sobreviene predicado de su propia actividad.
Por otra parte, el reflejo de la realidad objetiva por los individuos con un mayor o menor grado
de objetividad y certeza, mediatizado por sus necesidades, expectativas, intereses, valores,
cultura, tradiciones, educación, actitudes y aptitudes individuales, etc., y en última instancia
determinado por el nivel de desarrollo de la praxis productiva, no prueba en lo más mínimo la
independencia de la conciencia con relación a las condiciones materiales de vida, solo hace
evidente que los hombres manifiestan la dependencia objetiva de la realidad material
subjetivamente, o sea, trascendiendo su reflejo físico natural al traducirlo al lenguaje propio de
las abstracciones lógicas del pensamiento. La redimensión lógico-conceptual del mundo
material, mediatizada por la praxis, abre la posibilidad de re-crearlo en mayor o menor grado
de correspondencia con sus nexos internos y transgredir la respuesta parcial o netamente
instintiva en el intercambio vital con la naturaleza.
La noción reflexológica vulgar de la conciencia social, que la rebaja a epifenómeno social,
deviene total anacronismo en la época contemporánea cuando el conocimiento científico
desempeña una función decisiva en tanto fuerza productiva directa de la producción material.
Además, la interpretación subjetivista del dia-mat de la conciencia no estará reñida con el
criterio positivista que considera a los seres humanos en desventaja adaptativa dentro del reino
animal. Por vía del materialismo abstracto podría suscribirse la lectura naturalista vulgar de
que mientras los animales reaccionan instintivamente ante los cambios de su hábitat natural
introduciendo estrategias adaptativas que denotan un “pragmatismo espontáneo” de
supervivencia, el hombre necesitaría para sobrevivir y no sucumbir frente a los cambios
azarosos e incontrolados del medio natural y social, hacer del pragmatismo una filosofía de
vida. Si verdaderamente el activismo de la conciencia humana se constriñera a reflejar con
mayor o menor grado de objetividad la realidad social, pero sin facultad de poder recrearla
conforme a los intereses y voluntad del hombre, este estaría predestinado a vivir en perpetuo
estado de zozobra existencial, por lo que sería de mucha utilidad aprender del “pragmatismo
natural” de los animales. Nada extraña, por ejemplo, le resultaría a la ideología marxista la
locución pragmática que reza: “Los planes mejores trazados de los humanos y los ratones a
veces se entrecruzan”.86 Bajo el postulado “paraguas” de la relativa independencia de la
conciencia social lo mismo podrían cobijarse sabios que roedores. El sesgo subjetivista en el
tratamiento de la conciencia social sitúa a la filosofía del dia-mat en un estadio además de pre-
marxista, pre-hegeliano.

57
Debe subrayarse que la conciencia social relativamente independiente del ser social, a la que
se refiere el dia-mat, ni remite a una racionalidad pura, suprasocial, al estilo del Espíritu
Absoluto de la filosofía hegeliana, pero tampoco a la concepción que sobre la conciencia
tienen Marx y Engels que parten “del individuo real viviente y se considera la conciencia
solamente como su conciencia”.87 La conciencia social no será la propia de un sujeto universal
puramente espiritual, ni tampoco la que poseen los individuos de la realidad cotidiana. Es la
conciencia de la sociedad-sujeto o la sociedad-persona, relativamente diferenciada de la
conciencia individual.
La distinción metafísica entre la conciencia social y la individual sustentaba el apotegma del
dia-mat acerca de un presunto conflicto entre los intereses sociales y los individuales, y la
necesidad de subordinar los segundos a los primeros en la transición socialista. Aquí los
filósofos del dia-mat se apartarán sin tapujos de los clásicos del marxismo para ir tras los
pasos de uno de los clásicos representantes del pensamiento socialista de corte pequeño –
burgués. Obsérvese el siguiente comentario de Marx acerca de la innovación que realiza
Proudhon en el terreno conciencia social:“ ha inventado una razón nueva, que no es ni la razón
absoluta, pura y virgen, ni la razón común de los hombres activos y dinámicos en las
diferentes épocas históricas, sino de un género completamente peculiar, la razón de la
sociedad-persona, del sujeto humanidad, la razón que la pluma del señor Proudhon presenta
también a veces como “genio social”, como “razón universal” o, por último, como “razón
humana”. Sin embargo, a esta razón, rebozada con tantos nombres, se la reconoce a cada
instante como la razón individual del señor Proudhon con su lado bueno y su lado malo, sus
antídotos y sus problemas”.88
Como en el caso de Proudhon, la conciencia social relativamente diferenciada de la individual
viene a ser una infundada abstracción especulativa, salida de la mentalidad de los “filósofos de
la materia” que la elucubran.
El subjetivismo del dia-mat, por supuesto, no llegará al absurdo de sugerir un cerebro social,
en red colectiva, que refleja la realidad material. En este caso, la conciencia se comprende en
el sentido de una peculiar representación social general, diferenciada metafísicamente de su
expresión particular en los individuos concretos. El dia-mat, autoreconocido como expresión
científica de esa abstracta conciencia social general, se abrogará el derecho de calificar a toda
posición filosófica que no concuerde con los principios de su conciencia teórica, de falsa,
anticientífica, e ideológicamente subversiva o enemiga. Quiere esto decir, que la concepción
del dia-mat sobre la conciencia social nos revela, en primer lugar, su vulgar visión subjetivista
acerca del carácter activo de la conciencia social y de la dialéctica de lo general y lo particular
en el ámbito de la producción espiritual; y en segundo lugar, su arrogancia cosmovisiva ante a
todo pensamiento filosófico diferente, con independencia de la época histórica a que
pertenezca y del imperativo clasista que signe a sus concepciones ideológicas.

58
No fue casual que el vaticinio “optimista” del dia-mat acerca de la marcha indetenible de la
humanidad hacia el socialismo obtuviera, con la desintegración del “socialismo real,” el
mentís irrecusable de los hechos.
La segmentación estructuralista de la realidad en material y espiritual, que encierra la noción
reflexológica de sus vínculos, es la que despeja el camino a la parcelación epistemologista al
interior de producción espiritual. Esta visión metafísica no mostrará especial interés en
analizar los diferentes tipos históricos de producción espiritual y las formas, métodos y vías de
su interacción dialéctica con sus correspondientes modos de producción material lo que tendrá
un enorme costo negativo para el desarrollo de la teoría historiográfica y la visión sistémica de
la sociedad. Como alternativa se proponen una multiplicidad de enfoques cognitivos abstractos
(gnoseológicos, sociológicos, genético) que promoverán el estudio de la conciencia social “en
general”, sin reparar en el análisis de la función primordial que las ideas han desempeñado a lo
largo desarrollo histórico-social, así como del papel fundamental que desempeñarán en la
reproducción metabólica del trabajo libre asociado. Los múltiples enfoques cognitivos de la
conciencia la desmiembran en aspectos, niveles, formas, funciones, con relativa independencia
de sus vínculos histórico-concretos con la producción material. A esta atomización
indiscriminada de lo ideal, cuyas esencias solo pueden ser aprehensibles mediante la
develación de sus nexos internos de carácter histórico- concreto, el dia-mat la denominaba,
eufemísticamente, “la estructura de la conciencia social”.89En esa visión estructural-
cognitivista los contenidos de la ideología y la psicología social, cada una con su dinámica
funcionamiento y desarrollo particular relativamente desconectados de la otra, se enmarcarán
en niveles distintos de la conciencia social. La esfera ideológica se va a identificar con un
cognitivismo relevante, al contrario de la socio-psicológica que se equipara con un
subjetivismo insustancial. Mientas que la ideología domina la esfera del reflejo consciente y
sistemático de la realidad las representaciones socio-psicológicas, ubicadas en un nivel
cognoscitivo inferior, la reflejarán de forma espontánea, asistemática e inmediata, al estar
permeadas de los estados de ánimo, sentimientos, prejuicios, etc., que en este nivel
predominan en la conciencia de los individuos.
El grado superior de generalización y sistematicidad que los filósofos del dia-mat le atribuían
al nivel ideológico hacía recaer sobre los hombros de los dedicados a la producción teórico-
ideológica la mayor responsabilidad de impulsar el desarrollo de la ideología. La cuestión del
progreso ideológico de la sociedad tenía que resolverse, entonces, no básicamente en el terreno
de la praxis revolucionaria sino en el campo de la teoría y la alfabetización teórica. Esta
sobrevaloración de la actividad teórico-cognoscitiva rebaja, de hecho, a las representaciones
espontáneas y cotidianas de la realidad a algo secundario, poco significativo en cuanto a su
impacto en el desarrollo progresivo de la ideología. Por mucho que el dia-mat enfatice, en el
discurso, la importancia de atenerse a la dialéctica del conocimiento empírico y teórico en el

59
enriquecimiento de la comprensión científica de los fenómenos y procesos sociales, predicará
la supeditación incondicional y acrítica de la conciencia habitual, permeada de psicología
individual, a la conciencia teórica, en tanto reflejo social objetivo y sistémico (superior) que
actuaba como pivote principal para la reproducción ampliada de la ideología. El enfoque
estructural estructural-cognitivista de lo ideal ha dispuesto la escena para que irrumpa el
pseudoconflicto entre la no correspondencia de los intereses sociales objetivos establecidos
por la producción teórico ideológica, con los que aparecen en la conciencia cotidiana de los
individuos impregnados de subjetivismo, junto al reclamo obvio de subordinar los segundos a
los primeros.
La necesidad de subordinar los intereses individuales a los sociales demandaba, ni más ni
menos, que activar la maquinaria de adoctrinamiento teórico requerida para capacitar
masivamente a los individuos en el súper objetivo de despojar a su conciencia habitual de
prejuicios, estereotipos y todo género de representación “subjetivista” de la realidad que
impidiera formar en ellos la concepción objetiva, sistémica y científica del mundo. La
preparación ideológica, en vez de esencialmente práctica, se tornará doctrinaria y escolástica.
El resultado previsible era desalentador: la asimilación acrítica del aparato teórico-ideológico
del dia-mat como la única lectura auténticamente científica del mundo y el socialismo. Bien
distante estaba este resultado de ofrecer la “simple” guía teórica para las acciones prácticas
concretas que condujeran a optimizar el enfrenamiento al capitalismo o a desarrollar las
relaciones de producción socialista por la vía de la apropiación planificada y consciente de la
realidad, en toda su extensión. Esto último le hubiese infundido a la conciencia comunista de
las masas un impulso mayor que toda la propaganda teoricista del marxismo vulgarizado en su
conjunto. Lo que no niega en modo alguno, como ya se dijo, el interés sincero por el estudio
masivo del marxismo- leninismo que incentivaba el dia-mat.
En el tema de la conciencia social el materialismo abstracto del dia-mat levanta barreras, en el
orden epistemológico, que hace ininteligible la afirmación de Marx de que: “La historia social
de los hombres, no es nunca más que la historia de su desarrollo individual, tengan o no ellos
mismos la conciencia de esto”.90 El enfoque estructural- cognitivista, al desarraigar la
ideología de la psicológica de su portador individual, vedaba el análisis dialéctico materialista
de lo afectivo y lo cognitivo en la formación y desarrollo histórico de la personalidad, cuestión
de máxima prioridad para una sociedad que conscientemente se traza el objetivo de crear un
hombre nuevo. Vale precisar, que el estudio de la conciencia social en su lógica especial
diferente, aunque determinada por la lógica objetiva de la producción material, es en rigor un
problema psicológico y neuro-fisiológico, pero no filosófico.91 No por casualidad fue en el
campo de la psicología donde el análisis de la conciencia social en la antigua URSS, en su
lógica particular distinta a la de producción de los medios materiales de vida, encontró el

60
terreno fértil para su desarrollo creador, destacándose en este campo el enfoque histórico
cultural de L. Vigotski.
En lo que respecta a las formas ideológicas generales, comunes a la mayoría de los regímenes
sociales, el estructuralismo cognitivista del dia-mat las enfocaba también provistas de cierta
independencia de la praxis histórica y la conciencia individual. Cada forma ideológica fijaba
con relativa autonomía el ángulo específico en el que sus contenidos y funciones reflejaban la
realidad. La dialéctica de la interrelación social entre estas formas ideológicas generales con el
modo de producción material histórico-concreto quedaba aludida, pero no aprehendida en sus
particularidades. La especificidad ideo-clasista que unifica, como un todo, a las diversas
formas de la conciencia social en cada modo histórico de producción espiritual dejaba de
abordarse en el plano histórico-concreto. La ideología se asume a modo de un rosario de
“Historia de las Ideas” (Historia de la Filosofía”, “Historia de las Ideas Políticas”, “Historia
del Arte”; “Historia de la Religión”, etc.) en el que los términos “esclavista”, “feudal”,
”capitalista”, “comunista”, simplemente adjetivan su contenido, estructurado y aprehendido
con relativa independencia de la determinación formacional de las ideas.92
En lo relativo al contenido político que singulariza a la conciencia social en las sociedades
divididas en clases el estructuralismo abstracto desvirtuará la activa función política
desempeñada por las diversas formas ideológicas a lo largo del proceso histórico. La ideología
política, reducida a una forma particular de la conciencia social, impedirá, primero, la
comprensión de por qué, en dependencia del régimen socio-económico de que se trate, las
clases que lo integran le conceden a una u otra forma de conciencia social un mayor o menor
protagonismo en la legitimación de la necesidad de su dominación política; y segundo, al
identificar la función político-legitimadora, que caracteriza en general a toda la producción
ideológica clasista, con la función particular de una de sus formas, se propenderá a
superponerla metafísicamente a las funciones que cumplen las restantes formas. Los dos
aspectos, en conjunto, conducen inevitablemente a la vulgarización del contenido y la función
política que cumplen las diversas formas ideológicas de la conciencia social; el “comunismo
científico” reducido a la esfera socio-política, la estética del “realismo socialista”, el “ateísmo
científico”, son quizás los ejemplos más representativos de esa perniciosa vulgarización
político-ideológica de las formas de la conciencia social.
La actividad teórico-ideológica, en general, al no sistematizar la actividad práctica de los
individuos, sino que la registra de manera cognitivista abstracta, deberá a posteriori
“aplicarse” a la valoración de los fenómenos y procesos de la realidad histórico-concreta. Esta
“aplicación” extrínseca, metafísica, de la teoría a la práctica muestra que se mantiene
inalterable la noción dicotómica de ambas. La conceptualización teórica “aplicada” a la
realidad, de la cual era su intelección materialista abstracta, conllevaba a su redundante
concreción (pseudoconcreción) que resignificaba, desde un ángulo teoricista, los fenómenos

61
particulares que se valoraban. Un proceder que intenta explicar la teoría en la práctica y no a la
inversa: en erigir sobre premisas prácticas la teoría. El vivo conglomerado de contradicciones
sociales y las ardientes pasiones que estas despiertan se disuelve y petrifica en frías
entelequias teóricas. La teoría se anquilosará en el monólogo discursivo que entabla consigo
misma. El mayor o menor grado de congelamiento epistemológico a que se somete la
actividad práctica de los sujetos variaba en dependencia de las cualidades personales de cada
filósofo y de la etapa histórica en la que elaboraba sus ideas. Más allá de cualquier esfuerzo
por reformarlo, por fuerza de su producción ideológica, relativamente desconectada de la
actividad histórico-concreta de los individuos, el dia-mat estaba condenado al
anquilosamiento93.
Cuando literalmente la praxis del llamado socialismo real se estanca y para reimpulsar el
modo de producción vigente se hizo impostergable una “nueva mentalidad”; cuando el destino
histórico del socialismo lo decidía el autentico desarrollo cualitativo de la ideología socialista,
el dia-mat caerá en una crisis irreversible de legitimidad. Al arribarse a este punto no faltarán
los calificativos epistemologistas que lo definirán en los términos de atraso, desfase o
desarticulación de la teoría con la práctica y, sobre todo después del derrumbe, de crisis del
marxismo94.
Algunos críticos del dia-mat dicen observar en la obra de Engels huellas, cuyo rastro se
adentra también en la de Lenin, que apuntan hacia esta burda y evidente falsificación del
marxismo científico-revolucionario. Un análisis en general de la obra de ambos, y no de
pasajes aislados de sus producciones teóricas tendenciosamente valorados, como lo corroboran
los estudios realizados por muchos de sus seguidores, arroja un balance muy diferente. Por
ejemplo José Ferraro aclara en su trabajo “¿Traicionó Engels la dialéctica de Marx?”, que
quienes le imputan a Engels la paternidad dia-mat simplemente no han entendido la
importancia de la dialéctica de la naturaleza para Marx y Engels, ni la relación que esta guarda
con el humanismo de ambos. Al respecto apunta: “Para Engels maduro, pues, el hecho de que
haya una dialéctica objetiva en la naturaleza y una dialéctica objetiva en la historia de ningún
modo destruye la libertad humana y el humanismo. Al contrario, forma la base de éstos”.95
Precisamente, en el primer epígrafe del capítulo anterior, fue este el criterio que se suscribe al
reconocer en el materialismo clásico fundador una racionalidad praxiológica sobre la cual se
construye la teoría humanista-revolucionaria de la historia, así como la del conocimiento.
Detrás de esta superficial impugnación se solapan las propias limitaciones de la crítica
estrechamente epistemológica para acceder a las causas reales que condujeron a la aparición y
desarrollo del dia-mat. Porque la tergiversación del pensamiento clásico fundador no responde
aquí a meras equivocaciones de los epígonos sin la sagacidad intelectual suficiente para
interpretar y enriquecer el legado teórico de Marx en nuevas condiciones históricas. Responde
a una posición pequeño-burguesa ante la producción teórica marxista y la praxis

62
revolucionaria que socava la interacción entre ambas. De poco servirá lanzar contra el cuerpo
teórico del dia-mat los epítetos de vulgar, dogmático, maniqueo, pseudocientífico, etc., etc. No
ha de olvidarse ni por un instante que la ambigüedad es el rasgo distintivo del dia-mat, una
teoría hecha precisamente en nombre de lo que no es: marxismo. Ante el asombro de muchos,
los “filósofos de la materia” pueden modificar su abstracta terminología “marxista” sin
renunciar, en lo más mínimo, a la quintaesencia pequeño-burguesa de su filosofía. Frente a la
crisis, y gracias a su plasticidad ideológica, el fundamentalismo epistemológico del dia-mat
puede metamorfosearse sin gran esfuerzo teórico en el relativismo cognoscitivo. De la noche a
la mañana, y sin remordimiento político alguno, los ex adeptos al dia-mat se atreverán a
calificar de dogmáticos inveterados a quienes no expurguen, como ellos, en “los últimos
adelantos del pensamiento social moderno” (burgués), los prejuicios de su radicalismo
ideológico pseudomarxista. De esta manera, el otrora ideólogo del dia-mat creerá haber
extraído la lección correcta de su vieja y recalcitrante ideología política. Lo pertinente y
verdaderamente lúcido para él, en lo adelante, será mantener una mesurada equidistancia
respecto a la actividad política. El teórico intransigente de otra época resolverá
metamorfosearse en “intelectual bien pensante”96. Incólume, sin embargo, permanecerá su
racionalidad pequeño- burguesa aunque su discurso teórico ya no exhiba ese color rojo
encendido, sino un rosado paliducho y apagado, muy bien atemperado al cosmopolismo
ideológico y epistémico que demandarán los nuevos tiempos. No hay cuadro ideológico más
deprimente y repulsivo como ver a rojos de antaño desteñirse y aferrarse ahora a ese rosado
desabrido con el mismo maniqueísmo monocromático que caracterizaba a su sensibilidad
política anterior. El intelectual bien pensante es la antítesis del intelectual orgánico. Como
ideología de los renegados al dia-mat, significa el tránsito de postular la ilusoria organicidad
política de su producción teórica, a la defensa del pluralismo ideológico como premisa de todo
discurso teórico auténticamente generalizador y orgánico. Esta artimaña, que reconcilia a la
racionalidad del dia-mat con su genuina naturaleza pequeño-burguesa, evidencia que las
ideologías vulgares que dogmatizan al extremo los principios que las sustentan no solo se
excluyen entre sí, sino que en determinadas condiciones son perfectamente permutables. Tal
vez pudiera ser este el verdadero “gran ejemplo científico” con el que el dia-mat ha calzado,
involuntariamente, a su dialéctica poco convincente.97
La crítica al dia-mat deberá rebasar la contraposición de sus vulgares conceptualizaciones
materialistas abstractas, con interpretaciones verdaderamente coherentes y lúcidas del
marxismo clásico-fundador. Deberá ir hasta la raíz. No ha de contentarse con exhortaciones al
rescate y reconstrucción de un auténtico y purificador marxismo revolucionario. En el tema
que nos ocupa, el permanente debate ideológico, a que están convocadas todas las fuerzas
revolucionarias que luchan por un mundo mejor posible y necesario, pasa por superar la
simple condena epistemologista al dia-mat que deja en las penumbras la división del trabajo

63
que estableció el modelo stalinista, en cuyo contexto surgió y evolucionó el dia-mat, y que
compulsó su producción espiritual relativamente distanciada de las necesidades que
demandaba la actividad práctico-revolucionaria para su sistemático desarrollo progresivo. Se
necesitan clarificar las causas materiales objetivas que determinaron el surgimiento y
desarrollo de la racionalidad pequeño- burguesa del dia-mat, con sus oscilaciones entre el
materialismo y el idealismo, entre las cosmovisiones comunista y burguesa del mundo. Hay
que adentrarse, sin miramientos, en el modo de producción específico instaurado en los países
del llamado socialismo real y las sublimaciones que estimulaba en el orden teórico-filosófico.

2.2 El pragmatismo inconsistente del modelo stalinista de socialismo.


Este epígrafe está dedicado a develar la esencia del pragmatismo inconsistente, como tipo de
racionalidad pequeño-burguesa que dio origen a la filosofía del dia-mat y al modelo stalinista
de socialismo.
En la historiografía contemporánea encontramos análisis documentados sobre el dia-mat y el
modelo económico del llamado socialismo real. No obstante, los nexos internos entre ambos,
por lo general, se abordan colateralmente sin hacerlos objeto de un análisis particular. Esta ha
sido la razón principal de por qué los estudios acerca del socialismo que feneció hayan
adolecido, como norma, de aprehenderlo a través del ángulo específico (filosófico) de un
modo histórico de producción, potador de un tipo sui generis de apropiación práctico-espiritual
de la realidad. Laguna teórica propensa a sobredimensionar uno de los componentes generales
de la reproducción social al explicar el derrumbe del socialismo. Mientras algunos análisis se
inclinan a enfatizar el componente espiritual o ideo-cultural otros, en cambio, subrayan los
factores de naturaleza objetivo material. En el primer caso, se culpará al dia-mat por no haber
comprendido, a causa de su economicismo vulgar, la centralidad que le confiere el
pensamiento marxista original a la actividad del sujeto, reanimándose añejas discusiones -a las
que en parte se ha hecho referencia- sobre la dosis de responsabilidad que le toca a Engels en
este suceso, incluso a Lenin, así como las que girarán alrededor del criterio positivista que
declara caduca y extemporánea toda intelección filosófica de la realidad. El segundo caso,
resaltará el “factor económico” y la importancia decisiva de las relaciones monetario-
mercantiles en la transición socialista, reflexionando sus expositores o más bien desgastándose
en la polémica, recurrente en la historia económica del socialismo, sobre cuál debiera ser la
relación idónea entre la planificación y el mercado en la economía socialista de transición.
Estas valoraciones delatan el sesgo estructural-cognitivista dejado por una teoría marxista
vulgar en la que aparecían recluidas en compartimentos relativamente estancos las
concepciones filosóficas, económicas y sociopolíticas: la filosofía, la economía política y el
comunismo científico.98 Explicar el descalabro del socialismo adjudicándole la mayor
importancia a los factores ideo-culturales o ya sea a los económicos, desvirtuará
unilateralmente los hechos. Porque el descalabro de aquel sistema lo produjo su incapacidad

64
para superar las contradicciones generales que emanaban del modo de apropiación práctico-
espiritual heredado. Dicho de otra forma, porque la división del trabajo que reemplazó a la
capitalista no superó su carácter jerárquico y reprodujo, a través de nuevas formas, la
enajenación del trabajo y la relativa desconexión de la producción teórico-ideológica de los
intereses objetivos de los trabajadores. Evidentemente, hasta tanto no se revelen esas
contradicciones generales que regían la dialéctica del funcionamiento y desarrollo de la
producción material y la espiritual como un todo, o sea, como un modo histórico de reproducir
los individuos su vida, no accederemos a la causa fundamental que determinó el derrumbe del
denominado modelo eurosoviético de socialismo, ni tampoco se correrá totalmente el velo
epistemologista que obstruye la real aprehensión critica del dia-mat.
Todo indica, que la génesis del “derrumbe” comienza poco tiempo después de la muerte de
Lenin. El proyecto de economía mixta, que en su diseño consideraba los niveles desiguales de
desarrollo de las fuerzas productivas en la URSS y la correlación de fuerzas internas y a nivel
global, en lo económico, lo político y lo militar, se desecha, renunciándose de plano al tránsito
gradual a las relaciones de propiedad socialista.
Luego de un breve período de pugnas en las instancias superiores del poder soviético y de
inercia económica, donde no se producen definiciones significativas del rumbo a seguir (1924-
1927), Stalin logra imponerse como la figura principal de la alta dirigencia de Partido y el
Estado en la URSS y junto a sus seguidores torcerán el curso hacia el desarrollo económico
acelerado del país. Su intención era dotar, a corto plazo, a la débil economía soviética de la
base técnico-material que la sacara del atraso económico, mejorara ostensiblemente el
bienestar material del pueblo soviético y consolidara el anhelado período de relativa paz y
estabilidad social en un país que había sufrido los embates de la Primera Guerra Mundial, la
guerra civil, la hambruna y el hostigamiento de las potencias imperialistas.
La voluntad de la máxima dirigencia del PCUS de impulsar, en breve lapso, las fuerzas
productivas hasta el nivel de los estados capitalistas más adelantados de Europa, en un país
eminentemente campesino y con una débil base industrial, requería de la concentración del
poder económico en las principales instituciones políticas : el Partido y el Estado. Al faltar las
premisas tecnológicas y culturales indispensables para realizar un salto económico de tal
envergadura, se apelará al voluntarismo político. Stalin y sus colegionarios no escatimarán el
uso y abuso de las prerrogativas políticas puestas a su disposición en la colectivización forzosa
de los medios productivos, implementándose un férreo control sobre la economía y los
individuos. La cooperativización forzosa, la industrialización a pasos forzados y los
linchamientos políticos, simbolizan este período oscuro en la historia de la URSS, en el que la
dictadura del proletariado deformada por el voluntarismo político se ejerce con brutal
violencia contra los mismos proletarios, campesinos e intelectuales.99 La desmesura de los
medios violentos, justificada paradójicamente con la finalidad del bienestar material y

65
espiritual del pueblo, marcará al stalinismo con una veta maquiavélica que lo sitúa a millones
años luz del humanismo marxista. Calificar a Stalin y a la corriente política que encabezó de
comunista, es tan falso y perturbador como identificar el marxismo con el dia-mat que tuvo en
el georgiano a su precursor100. El daño ocasionado a la economía de la URSS y el costo
humano del stalinismo fueron heridas que jamás cicatrizaron en la historia de esa nación y que
la acompañarían hasta su desintegración. Sin contar el golpe estratégico infligido al desarrollo
del movimiento comunista internacional.
A fuerza de voluntarismo político, mediante resoluciones y directivas emitidas desde las altas
esferas de poder-los llamados ukaces-, se estatizan los medios de producción. Esta
acumulación originaria de poder económico en los órganos supremos de dirección política
nace y se afianza al precio de desvirtuar, burocráticamente, la finalidad y los medios de la
socialización efectiva de las fuerzas productivas en la transición socialista.
La centralización burocrática de la propiedad en los órganos superiores del Estado y el Partido
fusiona a ambos en una estructura piramidal, en cuya cúspide aparece una “nomenclatura”
autocrática que no alcanza a revolucionar la división jerárquica del trabajo capitalista. La
última se reemplaza por la diferenciación funcional entre dirigentes y dirigidos. A sus
respectivos niveles, los dirigentes monopolizarán la facultad de tomar las principales
decisiones sobre los asuntos de interés colectivo. De los dirigidos (los subordinados), ellos
esperan obediencia irrestricta a sus disposiciones (ukaces), en tanto encarnaciones supremas
que persiguen el bienestar de toda la sociedad en general y de ningún individuo en particular.
A este a estilo jerárquico de dirección de las relaciones sociales se ha calificado de “ordeno y
mando”. Dirigentes y dirigidos personificarán un sistema de relaciones burocráticas de
producción donde la cohesión entre ambos estará condicionada a la real materialización de ese
controvertidísimo ideal de prosperidad colectiva que ha compulsado la aparición de tan
arbitraria asociación.
Resulta comprensible que a nivel teórico se refrende ese ideal de máximo bienestar colectivo,
que ha inspirado el nacimiento del régimen de “ordeno y mando”, elevándolo al status de ley
económica suprema del socialismo. La satisfacción siempre creciente de las necesidades
materiales y espirituales de la sociedad, para el pensamiento socio-económico pro stalinista,
será la ley fundamental de la economía socialista.101
Se advierte inmediatamente, que esta ley borra de plano la diferencia cualitativa entre el modo
de producción comunista y el capitalista. Porque si bien la transición socialista ha de ampliar
las posibilidades para mejorar la vida material y espiritual de las masas, ello se hace depender
en el pensamiento marxista revolucionario del desarrollo ininterrumpido de la apropiación
colectiva de los resultados del trabajo mediante la planificación social. Pero la centralización
burocrática de la propiedad excluye tal posibilidad. Un estadío social de control masivo y
creciente de las necesidades y de ampliación progresiva de la libertad individual es

66
incompatible, y debido a ello inalcanzable, en un régimen productivo que enajene a la mayoría
de los individuos (los dirigidos) de la potestad de decidir sobre los problemas sociales básicos
y especialmente los económicos. Las condiciones objetivas para acceder a formas
cualitativamente superiores de satisfacción de las necesidades materiales y espirituales podrán
gestarse, solo allí, donde la asociación libre y voluntaria de los productores regule de modo
intencional, en interés colectivo, la dialéctica entre las fuerzas productivas y las relaciones de
producción. Es la regulación planificada del desarrollo histórico social la ley que les permite a
los trabajadores construir un tipo de socialidad cualitativamente superior a la capitalista. La
emergente calidad de vida comprenderá una forma científica y culta de producir y satisfacer
los hombres sus necesidades materiales y espirituales.
El régimen de “ordeno y mando” deberá constreñirse a manejar los recursos humanos y
materiales centralizados en sus manos en interés de materializar un ideal de máxima
abundancia material que apenas reforma políticamente el ideal de riqueza burgués, sin llegar a
trascenderlo. Por vía de la centralización burocrática de la propiedad dicho régimen
redistribuirá, con un sentido económico más equitativo que el capitalista, el producto social
global. Esta reestructuración del modo de apropiación capitalista, si se quiere desde posiciones
que denotan un izquierdismo mesiánico, objetivamente no creaba las condiciones sociales para
superar la reducción del trabajo a medio material de vida. Aunque resignificada políticamente,
la finalidad de la actividad económica seguirá poseyendo una esencia consumista. Porque esa
suerte de mesianismo económico que profesa el modelo stalinista deformará la noción
comunista de bienestar en la falsa imagen del capitalismo ideal: una sociedad saturada de
bienes de consumo que haría a todos los individuos ricos por igual. La segunda fase de la
sociedad comunista prometía ser el tipo de sociedad de consumo “perfecta” en la que cada
cual satisface, sin restricciones, sus sueños y ambiciones consumistas. Un estado social tópico,
según lo que Mannheim entendía por orden tópico.102
El comunismo quedará fijado como una meta. Un orden social final a alcanzar al que se
llegaría por obra y gracia de la centralización burocrática de la propiedad sin desbordar el
sentido básicamente utilitarista del trabajo. Al parecer era suficiente que la máxima dirección
del Partido y el Estado tuviesen como primer mandamiento económico “la satisfacción
siempre creciente de las necesidades materiales y espirituales de la sociedad” para que todo el
poder social concentrado en ellos comenzara a rendir de inmediato, como por divina
providencia, el máximo provecho material y espiritual colectivo. No haría falta, por lo visto,
revolucionar la estructura jerárquica de la propiedad privada para edificar el comunismo. El
trabajo, estimulado básicamente por motivaciones consumistas, estaría predestinado a perdurar
por los siglos de los siglos. Tampoco la completa emancipación de la clase obrera requería,
lógicamente, del triunfo de la revolución mundial. Bastaba no más, que la todopoderosa
voluntad política de la alta jerarquía “comunista” resolviera edificarlo en un país.

67
El grosero voluntarismo stalinista perseguirá a toda costa, incluso a un precio político y
humano impagable, el incremento cuantitativo, casi ilimitado, de los productos del trabajo con
miras a elevar el nivel de riqueza colectiva. Semejante productivismo desvirtúa el cambio
cualitativo que la revolución comunista ha de impregnarle a la producción y a la riqueza
social. Un economicismo vulgar que marcha en dirección opuesta al movimiento histórico
que, mediante el desarrollo de formas más eficientes de regulación colectiva del proceso de
trabajo, niega y trasciende el reino de la necesidad afirmando, paso a paso, el despliegue
íntegro y universal de la cualidad social de los individuos: genuino ideal libertario del
marxismo. El comunismo que pretendía edificar el stalinismo, subrayémoslo, era en realidad la
imagen idealizada de las sociedades de consumo capitalistas. Asistimos entonces al proceso de
resignificación, en un sentido pequeño-burgués, de la finalidad libertaria de la emancipación
comunista.
Stalin no disimulaba su entusiasmo productivista. Pronosticaba que la URSS alcanzaría en un
plazo histórico relativamente breve los elevadísimos niveles productivos y de consumo de las
naciones capitalistas más avanzadas del orbe. Caro pagaría el movimiento comunista
internacional esta burda deformación del ideal esencialmente humano, de desarrollo y riqueza,
que tipifica a la revolución social comunista.103
La noción productivista del desarrollo social tergiversó el contenido de las transformaciones
sociales en la transición socialista y las etapas y períodos fundamentales por las que atraviesa.
Así, a mediados de los años treinta, atendiendo sobre todo al comportamiento de los
indicadores macroeconómicos especialmente en la esfera técnico-productiva y a los niveles de
estatización de la propiedad, se declara concluido oficialmente el período de transición del
capitalismo al socialismo en la URRS. Siguiendo el mismo discernimiento, a mediados de los
años sesenta, se estimará que ya el país había arribado a la etapa del socialismo desarrollado
planteándose la tarea inmediata de edificar el comunismo.104
La interrogante de: ¿por qué vía la estatización y la cooperativización se habían convertido en
preponderantes en el sistema de propiedad del modelo stalinista y cómo ello incidía en la
imposibilidad de equipararlas, en el contexto de una emergente división jerárquica del trabajo
entre dirigentes y dirigidos, con la real propiedad social sobre los medios de producción?,
carecía de sentido planteársela cuando los empoderados se autoreconocían legítimos
representantes de los intereses sociales en general. Este cuestionamiento, sencillamente, no
tenía cabida en el orden oficialmente reconocido. Solo a los “enemigos del poder soviético” se
les ocurriría una interrogante tan subversiva y descabellada, que ponía en entredicho la unidad
monolítica del pueblo (los dirigidos) con la máxima dirección del Partido y el Estado. La
apología del modo de producción vigente era el único discurso político admisible en esta
concepción del socialismo. Si le sumamos que el desarrollo de las relaciones burocráticas de
producción tenderán a diseminar masivamente ideal pequeño-burgués de ilimitada riqueza

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material, el progreso del modelo stalinista complicaba en grado extremo la alternativa de su
reconstrucción crítico-revolucionaria. Estructuralmente, el modelo stalinista propenderá a
consolidar la ineptitud para autovalorarse científicamente. Su “desmerengamiento” mostró
hasta qué punto la mentalidad pequeño- burguesa había carcomido los cimientos de aquel
proyecto histórico.
Aunque en el modelo de gestión de “ordeno y mando” el trabajo conserva su carácter
enajenado no se trata aquí de un régimen capitalista que explota deliberadamente a la fuerza de
trabajo, pero tampoco una sociedad socialista que estimula un modo de producción de
productores libres asociados. Hablamos de un proyecto social que, en rigor, no es ni capitalista
ni socialista, sino de uno término medio con una precaria eficacia económica y político social
determinadas por el carácter ambiguo de su lógica reproductiva. Se trata de una forma híbrida
de apropiación social en cuyo núcleo aparece la insuperable contradicción entre la producción
autoritaria y rasgos de igualitarismo distributivo. El régimen de “ordeno y mando” constituirá
un modelo de gestión paternalista, poco eficaz, que intenta conciliar en la actividad económica
la coerción política con un concepto abstracto de justicia social.
La plenipotenciaria jerarquía burocrática, con el poder para regular “por ordeno y mando” el
funcionamiento del sistema productivo de la sociedad como un todo, será el único sujeto real
de gestión. El poder social real estará concentrado en los organismos centrales del Partido y el
Estado y sus representantes, no en la masa de individuos directamente vinculados a la
producción. Al margen y por encima de la comunidad, el Estado-Partido burocrático subordina
el metabolismo del organismo social a la égida de su reproducción institucional, con tendencia
a reproducirse como institución autocrática que se distancia progresivamente de lo que, según
el discurso oficial, constituía su base social: las masas trabajadoras.
Las relaciones burocráticas de producción expanden y universalizan la condición de
asalariados a la totalidad de los agentes económicos. Todos los trabajadores, sin exclusión,
estarán obligados a acatar sin reticencia los ukaces “supraindividuales” de los órganos
supremos de poder que gobiernan en nombre de la sociedad y a rendirle tributo con su trabajo.
La modalidad tributaria que adopta el trabajo, de hecho, convierte en empleados públicos a la
totalidad de los trabajadores. El Estado-Partido burocrático intermedia la satisfacción de las
necesidades materiales y espirituales de los individuos y, por consiguiente, la retribución
salarial se corresponderá con la función que cumplen en la jerarquizada estructura de poder.105
La estatización de la propiedad, identificada con la socialización colectivista de la producción,
deforma el contenido de la planificación socialista reduciéndola a un simple procedimiento
técnico-productivo. Prerrogativa de los órganos centrales del Estado, la planificación del
desarrollo económico-social poco tenía que ver con la actividad político-económica mediante
la cual los trabajadores, asociados en libertad, coordinan sus concretos y diversos trabajos
como una única fuerza social productiva. El plan impuesto “desde arriba” no solo paraliza el

69
fomento masivo de una cultura económica asentada en la disciplina consciente hacia el trabajo,
sino que la disciplina laboral, compulsada por la coerción de agentes externos a la producción,
no consigue siquiera disciplinar a la fuerza de trabajo.106
El individuo común se ve insertado como un “tornillo” en el engranaje de la panificación
burocrática. Los subordinados estarán lejos de personificar un capital humano, real o
potencial, capaz de transferirle valor a la producción, ya sea mercantil o cultural por medio de
su activa participación en el proceso productivo. Al contrario, permanecerán subsumidos y
prácticamente demolidos por la omnipotente maquinaria económica burocrática. Este lugar
subalterno en la economía no diferencia cualitativamente a los trabajadores directamente
vinculados a la producción y los servicios, del que ocupan en la dinámica productiva
capitalista. Pero además, por el grado de depreciación de su subjetividad, se le reposiciona en
un estadío socio-económico precapitalista, cuasi feudal. Se le rebaja al status de siervos del
espíritu burocrático. Los ukaces -las indicaciones y disposiciones partidistas y estatales-
constituían la sustantivación de ese espíritu. A través de estos el Estado-Partido burocrático
toma la forma de un poder y una conciencia social impersonal. A los ukaces, ordenanzas
incuestionables, depositarias de los “intereses objetivos” del pueblo trabajador, los individuos
deberán subordinar su actividad y conciencia particulares. No por gusto el dia-mat adoctrinará
sistemáticamente a los individuos en la filosofía de plegar sus intereses sociales individuales a
la visión social que la jerarquía burocrática se configuraba de los mismos. En la obediencia
incondicional a lo establecido oficialmente por el Estado-Partido, descansaba básicamente la
disciplina productiva y social del socialismo stalinista.
En lo poco operativa que resultaba instrumentar en la práctica la disciplina autoritaria del
modelo de gestión de “ordeno y mando”, está la raíz de su baja efectividad para establecer
una organización del trabajo y una cultura superiores a la capitalista. La implementación de las
directivas generales, emitidas por las instancias superiores del poder, dejaban necesariamente
un margen de acción a las “iniciativas” del personal ejecutivo a fin de adecuarlas a sus
misiones particulares en cada uno de los pisos de la pirámide jerárquica, que
irremediablemente conducían a distorsionarlas Con independencia de cuan específicos fueran
los ukaces del poder supremo, su materialización requería pasar, del frío texto burocrático, al
contexto caldeado por la diversidad de intereses específicos generados en cada uno de los
niveles de dirección, que desbordaban cualquier formulación burocrática general. Se abría de
este modo una brecha inexorable para la interpretación subjetiva de las indicaciones generales
que daba lugar a sus violaciones generalizadas.
El autoritarismo burocrático se mordía la cola. Los directivos harán acompañar la
instrumentación de los ukaces partidistas y estatales, de una secuencia indetenible e
interminable de arbitrariedades. Sin mala intención alguna, las peculiaridades de los intereses
específicos del personal dirigente, situado en los escalones intermedios de dirección, los

70
inducía a conspirar contra la fiel materialización de las indicaciones del poder supremo,
desviando así a los subordinados del camino trazado por las altas esferas gobernantes.107Todo
ello sin contar las indisciplinas cometidas por “iniciativa” de los dirigidos de normativas y
acuerdos, adoptados sin su consentimiento.
Para neutralizar la alteración del orden y la disciplina social (de “lo establecido”),
compulsados por el propio modelo de gestión “ordeno y mando”, se creará un desmesurado
aparato de verificación y control burocrático tanto de las disposiciones oficiales como sobre
los individuos en general. Este dispositivo especial de control social, público y secreto, armará
al Estado burocrático de un sistema de vigilancia universal. A lo largo y ancho de la red de
relaciones sociales burocráticas circularán toda clase de partes e informes; un paraíso idílico
para que proliferen las agencias controladoras de la información, verdaderas “celadoras del
secreto”. Estas mantendrán lejos de la publicidad cualquier información que pueda dañar la
imagen y legitimidad del poder burocrático en cualquiera de sus instancias. El ocultamiento y
la manipulación de la información por las agencias controladoras enrarecerán con su
“secretismo” la atmósfera social. Cada nivel de la pirámide burocrática propenderá a
manipular, en función de su imagen de eficacia social, la información ante los niveles
superiores. La responsabilidad individual por la aplicación de las directivas se perderá en la
avalancha inconmensurable de partes e informes con datos tendenciosamente adulterados. La
estructura vertical de balance y control burocrático invalida y pervierte la formación del
sentimiento de copropietario colectivo de los medios de producción. La naturaleza autoritaria
de la dirección social deformará el contenido emancipatorio y cultural de gestión
verdaderamente democrática que debe afirmarse durante la transición socialista. El chequeo y
contra chequeo de las directivas administrativas del Estado desvirtúan y vulgarizan la esencia
político-educativa del control socialista. El sistema de vigilancia universal, en lugar de
subsanar las “violaciones de lo establecido,” corromperá hasta el descrédito el modelo
autoritario de dirección stalinista.108
El régimen autoritario de “ordeno y mando”, cuasi feudal, impuesto en la dirección económica
y social, contrastaba con las manifestaciones igualitarias, cuasi comunistas, que el Estado-
Partido burocrático promoverá en la esfera distributiva, como sucede con las gratuidades en la
educación, la salud, el deporte y otros beneficios de la política social. Los mayores y reales
beneficios del trabajo tributario los trabajadores los percibirán básicamente en la esfera de la
distribución y la protección social. Pero la redistribución estatal centralizada, “desde arriba”,
de bienes materiales, salarios y servicios, con relativa independencia de la cantidad y calidad
del trabajo que los individuos hayan aportado a la economía nacional, hacía inaplicable el
principio de distribución socialista. De esta forma se socava el pilar objetivo de la justicia
social en el socialismo, y el humanismo comunista se distorsiona en un abstracto igualitarismo
social.109

71
La distribución igualitaria compensaba el carácter jerárquico y autoritario de las relaciones
burocráticas en la esfera de la producción, con la imagen de un Estado benefactor (populista)
que siembra en la conciencia de los individuos la falsa expectativa de la posible satisfacción
ampliada y constante de sus necesidades materiales y espirituales sin relación directa a la
productividad de su trabajo. La legitimidad del socialismo burocrático, ante la masa de
trabajadores, quedaba condicionada a esa frágil e insostenible expectativa de consumo
compensatorio que une a la dirigencia política con el pueblo trabajador. Legitimidad
condicionada, que contiene en sí la crisis de identidad político- ideológica que envuelve al
modelo stalinista de socialismo. Aun en la hipotética situación, pero improbable, de
reproducción continua y estable de este tipo de legitimación, solo se conseguiría dilatar y
agudizar en el tiempo la marginación de los trabajadores del poder económico y político real,
agravándose las consecuencias enajenantes de la persistente potenciación en los individuos del
sentimiento de usufructuarios de la propiedad estatal, situación que conduce ineluctablemente,
a la corrupción ideológica de los trabajadores y al resquebrajamiento de la base social que da
sentido al socialismo. No obstante a sus incuestionables logros históricos y beneficios sociales,
detrás de la imagen de desvelo paternal de los jefes por el bienestar general del pueblo, se
encubría la incapacidad de un Estado autocrático para cimentar una disciplina productiva
superior a la capitalista. A la sombra de esa imagen paternalista florecerán el acomodamiento
y el oportunismo tanto de los dirigentes como de los dirigidos.
La gestión autoritaria de la propiedad, fuera de control de los dirigidos, favorecerá que los
directivos dispongan en provecho personal y en interés de su cargo, de los recursos materiales
y financieros sociales depositados en sus manos. Frente a esa inmanencia corruptora de la
maquinaria burocrático-mercantil, la intransigente actitud ético-revolucionaria de algún
representante del “personal ejecutivo” resuelto a salvar la honra de la diezmada dignidad
comunista, lo menos que podía tornarse era autoexcluyente por no decir suicida desde el punto
de vista político. El personal directivo stalinista, será más proclive a caer en posiciones de
corrupción y arribismo que a elevarse a la condición de líderes del proceso productivo. La
mentalidad paternalista, a que respondían, los delineaba como directivos inconsecuentes con
un comportamiento ante sus subordinados que fluctuaba entre la intransigencia extremista y el
favoritismo desfachatado. Serán dirigentes con una ideología inconsecuente, de término
medio, mediocre, dispuestos a aniquilar con saña cualquier conducta de principios venga de la
derecha o de la izquierda; mediocridad consustancial al estilo de dirección de “ordeno y
mando” y por tanto no determinada por el coeficiente de inteligencia o talento personal de los
dirigentes. Los jefes stalinistas estaban cortados a la medida de su padre espiritual.110
Los dirigidos, por su parte, como tendencia, desarrollarán una psicología pasiva de
usufructuarios de la propiedad social con estereotipos más o menos estables al estilo de: “los
jefes sabrán más”, “somos poca cosa”, “que van a pensar de nosotros allí”, etc., que

72
fertilizaban la pasividad y la desidia junto a elevadas expectativas masivas de consumo. La
imposibilidad de compaginar ambas actitudes acaba por arrastrar a los dirigidos al desencanto
y a la apatía política. La frase de “todo marcha bien; nosotros simulamos que trabajamos y
ellos simulan que nos pagan”, da cuenta del estado de inmovilidad social y de corrupción
moral en el que caerá la sociedad socialista irreal. Nada extraño hay en que la enajenación de
la mayoría de los trabajadores del proceso de la toma de decisiones fundamentales,
promoviera la apatía política y la indiferencia popular ante las tareas cruciales del Estado. El
modelo de dirección de “ordeno y mando”, en tanto eximía a un sector mayoritario de la
sociedad de involucrarse en los asuntos de interés social general, producía un tipo social de
individuo absorto por completo en sus asuntos personales y su bienestar material particular. El
autoritarismo de los dirigentes y su reverso, la apatía política de los dirigidos, entablaron una
sui generis interacción social en el que cada uno de estos grupos utilizará todas las artimañas a
su alcance para contrarrestar las acciones de la proyección social de su contraparte que le
fueran adversas. De aquí emerge y gana espacio un egoísmo decadente en el que cada uno de
estos grupos, en la medida que le exige más al otro, se exigirá menos a sí mismo. Esta mutua
presión social, aunque asimétrica y extraoficial, fungía como una especie de mecanismo
precario de consenso político en el sistema stalinista. El augurio de Trotski sobre una posible
revolución de “los de abajo”, que acabara con la burocracia stalinista, pasaba por alto el
envilecimiento de los trabajadores provocado por las relaciones burocráticas de producción.111
A nivel ideológico oficial, el anquilosamiento y virtual aniquilación del espíritu revolucionario
de la conciencia social del pueblo por el estilo de dirección de “ordeno y mando”, se
justificaba acudiendo al comodín teórico del retraso fatal de la conciencia social de la vida
material de la sociedad.112 En cambio, desde muy temprano, el stalinismo mostró una feroz
hostilidad hacia las búsquedas científicas encaminadas a investigar el papel activo y creador de
la conciencia y los valores culturales en la actividad social. Por disposición del CC PC (b) del
4 de julio de 1936, “Sobre las deformaciones psicológicas en el sistema de los Comisarios del
Pueblo de Instrucción Pública”, se abolía la práctica de la paidología calificándose a sus
representantes, en realidad a la inmensa mayoría de los psicólogos soviéticos, de
pseudocientíficos. La paidología era una escuela psicológica que se había difundido en Rusia
antes de la Revolución de Octubre y que después de 1917 intensificó su trabajo en el estudio,
desarrollo y diagnóstico de las capacidades y el talento en los individuos, de manera especial,
en el desarrollo psicológico del niño. Por supuestas deformaciones paidológicas fue prohibida
la difusión de la célebre y original concepción histórico–cultural de la psiquis de L. S.
Vigotski. Las acusaciones a los paidólogos conllevaron a negar todo lo que habían realizado.
De un plumazo se destruyó casi toda la producción científica en psicología infantil, pedagogía,
defectología, e higiene escolar, declarándolas reaccionarias y antimarxistas. Similar destino
corrieron la psicotécnica, la orientación profesional y la psicología del trabajo e ingenieril.

73
Desde 1936 se cierran todos los laboratorios de psicotécnica industrial y psicofisiología del
trabajo.113
Más allá de cualquier postulación de lo contrario, la obediencia incondicional, que exigía de
los trabajadores el régimen de “ordeno y mando,” resultaba incompatible con el fomento
masivo de una actitud consciente, creativa y colectivista hacia el trabajo. El centralismo
burocrático suplanta, de facto, al democrático. Ni los acontecimientos de Hungría en octubre
de 1954, Checoslovaquia en agosto del 1968 y Polonia en la década de los 80, logran despertar
en la dirigencia burocrática la mínima duda de que el sistema establecido objetivamente
sembraba en la conciencia de las masas la enajenación ideológica, allende de la imposición del
modelo stalinista en esos países con la ayuda de los tanques soviéticos, y de la manipulación
ideológica que, de aquellos sucesos, pudieron haber hecho las fuerzas antisocialistas internas y
externas.114. Pero lo sintomático fue, que, cuando ya no existía otra opción que reestructurar el
sistema burocrático, el consenso social prefirió transitar, no hacia un socialismo democrático
realmente desconocido, sino hacia una idealizada economía de mercado. La apologética
stalinista y el pragmatismo inconsistente que la sustentaba acabaron surtiendo el efecto
“inesperado” de sublimar la sociedad de consumo capitalista. La deformación pequeño-
burguesa del ideal comunista resultó sumamente eficaz para alentar masivamente, en el
llamado “socialismo real”, la construcción efectiva del capitalismo.
La posibilidad de expandir sostenidamente la economía socialista, incorporando continua y
eficazmente a los trabajadores a su gestión colectiva, no tenía cabida en la ideología pequeño-
burguesa de la burocracia stalinista. La elevación de la eficiencia económica mediante el
desarrollo del carácter social de la propiedad no era compatible con la gestión de la propiedad
por voluntad política “desde arriba”. Es natural entonces, que la estatización arbitraria y
formal de los medios de producción acogiera la noción tecnocrática de las fuerzas productivas.
En la mejora de los medios técnicos de producción, Stalin avizoraba un auténtico poder
demiúrgico que conduciría a la sociedad soviética hacia el horizonte de bienestar social y
riqueza colectiva en expansión continua. Interrogándose sobre cuál sería el efecto de no
concederle la primacía a los medios materiales de producción, se responde rindiéndole culto a
la tautología: “Significa suprimir la posibilidad de desarrollar ininterrumpidamente nuestra
economía nacional, pues es imposible desarrollarla ininterrumpidamente si no se da
preferencia a la producción de medios de producción”.115
Potenciar las fuerzas productivas materiales constituirá el medio básico para aumentar la
productividad y el rendimiento de la producción material, necesarios para elevar los niveles de
consumo social. Al centrarse el problema de la creación de la base económica del socialismo
en el asunto de mejorar sus elementos técnicos, subvalorándose el consciente
perfeccionamiento interrumpido de las relaciones de producción a partir de formas más
eficientes de gestión colectiva de dicho progreso tecnológico, se distorsiona y vulgariza en un

74
sentido economicista el carácter emancipatorio de la producción material en la transición
socialista. Noción tecnocrática y productivista del desarrollo histórico, sobre la que el dia-mat
construirá su lineal visión progresiva del devenir social y que devela también la raíz del
prejuicio que considera a la conciencia social un epifenómeno respecto a la producción
material.
Pero efímero, es el entusiasmo tecnocrático que anima al modelo de gestión de “ordeno y
mando”. Las relaciones de producción, petrificadas en los marcos de su centralización
burocrática, tenderán a desacelerar el progreso científico-técnico a mediano plazo y a más
largo plazo a inmovilizarlo por completo.
El sobredimensionamiento del papel de los elementos técnicos materiales en la transición
socialista vendrá secundado de desproporciones estructurales en la economía. La primacía
desmedida otorgada a la producción de medios de producción (sector A) sobre la producción
de medios de consumo para la población (sector B), ocasionará el retraso de la última junto a
la demanda creciente de bienes de consumo. La ley del desarrollo balanceado de la economía
nacional socialista podía ser postulada pero no cumplida. Además, la producción de
mercancías elaboradas bajo el precepto cuantitativo de recompensar masivamente a la fuerza
de trabajo, generará una masa de bienes de consumo que privilegia la cantidad a la calidad. Si
le adicionamos a esto la violación sistemática de la disciplina tecnológica, ligada a la
desmotivación estructural de la fuerza de trabajo por los resultados de la producción y a causa
de ello, la imposibilidad de organizar un sistema eficiente de control social de la calidad, el
cumplimiento de la ley fundamental del modelo stalinista pisaba el terreno de la ciencia
ficción. Realmente esta ley ficticia será anulada por otra, que Stalin personalmente pudo
constatar su acción: que el déficit permanente de la oferta respecto a la demanda era
consustancial al socialismo, léase al modelo stalinista116. La concreción de la sociedad de
consumo ideal en un sistema productivo de subconsumo social, se ajustaba estrictamente a la
disfuncionalidad estructural del modelo stalinista. El modelo económico que tenía por
cometido superar el escaso desarrollo tecnológico y cultural que hereda de la sociedad
precedente progresará, en realidad, combinando el derroche de recursos materiales y humanos
con la acumulación creciente de las más variadas necesidades y expectativas materiales y
espirituales insatisfechas. La reproducción ampliada de la escasez relativa minará al
metabolismo social del modelo stalinista.
El virtual anquilosamiento y desestímulo económico que el centralismo burocrático sometía a
la propiedad sobre los medios de producción obligaba a potenciar las relaciones monetario-
mercantiles, ampliándoles cada cierto tiempo el rango de su acción en la búsqueda del ansiado
efecto dinamizador de la producción. El sistema de gestión de “ordeno y mando” se enfrentará
a la paradoja de verse forzado a “flexibilizar” (desmantelar) progresivamente los rígidos
mecanismos centralizadores establecidos por él mismo, cediéndole un espacio cada vez mayor

75
a las leyes del mercado y salvaguardar al mismo tiempo el lugar protagónico de la
“nomenclatura” partidista y estatal en la economía. Optar “desde arriba”, por un proceso de
socialización colectiva de los medios de producción significaba, ni más ni menos, la noble,
pero ilusoria disposición de los dirigentes de autodisolver el sistema stalinista y renunciar a su
privilegiada cuota de poder, para cederle su espacio a la dirección colectiva y a la autogestión
social. El modelo stalinista se perfilaba autodestructivo al verse estructuralmente impelido, a
la asimilación creciente y acrítica de las relaciones de producción capitalista. El retorno al
capitalismo estaba codificado en su genoma reproductivo.
La mezcla burda de autoritarismo con igualitarismo que singulariza al modo de producción
stalinista, ilustra el primitivismo del modelo de dirección de “ordeno y mando” circunscrito,
en esencia, al clásico “látigo y zanahoria”. El látigo estará presente en los mecanismos
administrativos de control, presión y castigo, utilizados para materializar los ukaces a todo lo
largo y ancho del andamiaje productivo y social, estructurado “desde arriba”. La zanahoria, o
sea, los incentivos monetario-mercantiles y la distribución igualitaria, yuxtapuestos a la
estructura productiva autoritaria se emplearán como alicientes para impedir que la producción
colapse debido a la ausencia en “los de abajo”, rebajados a medios de trabajo y de consumo,
del sentimiento de copropietarios colectivos de los medios de producción. Como antes en el
capitalismo, los incentivos monetario-mercantiles mediatizarán el proceso productivo
exacerbando en los productores los intereses materiales de consumo, pero ahora con el
agravante de un esquema de gestión que valora formalmente (burocráticamente) el trabajo
aportado por los individuos a la sociedad. A causa de este pragmatismo inconsistente el
modelo stalinista no podía aportar una productividad del trabajo superior a la capitalista.
Las relaciones burocráticas de producción entonces, determinaban que en la dinámica
reproductiva del sistema stalinista estuviera presente la tensión interna entre dos mecanismos
reguladores de las fuerzas productivas: los inapelables ukaces del poder centralizado y las
relaciones monetario-financieras, donde la centralización burocrática no podía reportar la
eficacia social que realmente tendría un proceso encaminado a la socialización colectiva de la
propiedad, ni el coqueteo con la ley del valor y las relaciones mercantiles, en las condiciones
de esa centralización burocrática, tendrían el efecto dinamizador que exhiben en la economía
capitalista. El contenido híbrido de las relaciones de producción tuvo en el llamado cálculo
económico su expresión teórica.
La falta de organicidad que caracterizará a esta teoría remite evidentemente al contenido
dicotómico de las relaciones burocráticas de producción. En la teoría del cálculo económico,
esta incongruencia estructural del modelo stalinista despierta las discusiones bizantinas sobre
cuál debía ser la correlación idónea, en el mecanismo económico socialista de gestión de la
propiedad, entre la planificación y mercado, entre centralización y descentralización117. La
idea de conjugar la producción directamente social con la ley del valor, en sus contornos

76
generales, Proudhon y Duhring ya la habían elucubrado con antelación. Idea que Engels
catalogó de inconsistente118.
Entre los que tempranamente se percatan de la deformación del ideal comunista en la URSS
estuvo Che Guevara. No pasó inadvertido para él, el margen que abría para la restauración del
capitalismo la apelación a sus “armas melladas”. Cuando en la década de los sesenta el Che
disiente del pensamiento económico vulgar, que pretendía construir el comunismo con las
“armas melladas del capitalismo”, está asumiendo una postura crítico-revolucionaria ante un
modelo de socialismo que, como a la larga se demostró, estaba comprometiendo
estratégicamente el futuro del entonces sistema socialista mundial a causa de su“pragmatismo
inconsistente”.119
El pragmatismo inconsistente es el invitado de honor en el considerado testamento político-
económico de Stalin. En su último escrito de relativa larga extensión, dedicado a los
“Problemas económicos del socialismo en la URSS” (1952), Stalin reivindica sin proponérselo
a Proudhon y a Dühring, aunque su intención es que se piense que se está en presencia de una
interpretación creadora de “El Capital” de C. Marx. Algo muy natural viniendo de todo un
clásico del dia-mat.
Veamos los artificios metafísicos de que se vale el pensamiento pequeño burgués de Stalin
para escardar en “El Capital”, enfrascado en separar “lo malo” y propio del capitalismo de
aquello “bueno” que lo trasciende y que conserva su plena utilidad a la luz del inconsistente
pragmatismo stalinista. He aquí lo “malo”:
“Yo pienso que es necesario rechazar algunos otros conceptos tomados de “El Capital” -obra
en la que Marx analizaba el capitalismo- y que han sido traídos por los pelos para aplicarlos a
nuestras relaciones socialistas. Me refiero, entre otros a los conceptos de trabajo
“indispensable” y “suplementario”, producto “indispensable” y “suplementario”. Marx analizó
el capitalismo para esclarecer la fuente de explotación de la clase obrera, la plusvalía, y dar a
la clase obrera privada de medios de producción, un arma espiritual para derrocar al
capitalismo. Se comprende que al hacer ese análisis, Marx operaba con conceptos (categorías)
en plena correspondencia con las relaciones capitalistas. Pero resulta algo mas extraño operar
con esos conceptos ahora que la clase obrera lejos de estar privada del poder y los medios de
producción, es, por el contrario, dueña del poder y de los medios de producción. Hoy en
nuestro régimen resultan bastante absurdas las palabras acerca de las fuerzas de trabajo como
mercancía y de la contrata de obreros (…) Igualmente extraño resulta hablar hoy de trabajo
“indispensable” y “suplementario”. Parece como si en nuestras condiciones el trabajo
entregado por los obreros a la sociedad para ampliar la producción, para fomentar la
instrucción publica y la sanidad, para organizar la defensa, etc., fuese tan indispensable para la
clase obrera que está hoy en el poder como el trabajo gastado para cubrir las necesidades
personales del obrero y su familia”.120

77
Este vulgar razonamiento de Stalin acerca del trabajo, la propiedad y poder obrero, se abstraía
por completo de la cuestión crucial del control monopólico que la maquinaria estatal ejercía
sobre los medos de producción, incluyendo a la masa de productores y su trabajo. La
organización de la producción, la fijación de las metas productivas y la distribución del
producto social global las determinaba centralizadamente el personal directivo ¿De qué poder
político y control real de la producción por la clase obrera hablaba entonces Stalin? Al
respecto István Mészárov comenta: “Si para mantener en el poder al sistema existente
incontables millones de trabajadores tenían que ser enviados a los campos de trabajo forzado,
eso también era tan “necesario para la clase obrera” como los medios de consumo para sus
miembros individuales (de los cuales bien poco poseían, especialmente en los campos de
trabajo, donde millones de ellos habrían de perecer)”. 121
Ahora “lo bueno”:
“Pero la acción de la ley del valor no queda limitada a la esfera de la circulación de mercancía.
Se extiende a la producción. Cierto es que en nuestra producción socialista la ley del valor no
desempeña un papel regulador, pero, con todo y eso, actúa sobre la producción, cosa que debe
ser tenida en cuenta al dirigir esta. La realidad es que los productos destinados al consumo,
necesarios, para cubrir los gastos de la fuerza de trabajo en el proceso de la producción, se
producen y se realizan en nuestro país como mercancías sometidos a la ley del valor. Aquí,
precisamente, se pone de manifiesto la ley del valor sobre la producción. Por este motivo
tienen hoy importancia para nuestras empresas cuestiones como el cálculo económico y la
rentabilidad, el costo de producción, los precios, etc. Por eso nuestras empresas no pueden ni
deben depreciar la ley del valor.
“¿Eso es bueno? No es malo. En las condiciones actuales de nuestro país no es malo, ni mucho
menos, pues esa circunstancia enseña a los camaradas que trabajan en el dominio de la
economía a dirigir de un modo racional la producción y los disciplina. No es malo porque
enseña a los dirigentes de nuestra economía a calcular las magnitudes de la producción, a
calcularlas exactamente y a tener en cuenta con la misma exactitud las cosas reales en la
producción (…) Esta es una buena escuela práctica que acelera el desarrollo de los cuadros
que trabajan en nuestra economía y su conversión en verdaderos dirigentes de la producción
socialista en la actual etapa de desarrollo”.122
El divorcio del pensamiento político-económico de Stalin de las condiciones imperantes en la
producción social de su país, en este pasaje de su libro, raya en el paroxismo. ¿Qué tipo de
operatividad práctica cabe esperar de la ley del valor en un régimen económico donde el
estado ejerce el control casi absoluto sobre los medios materiales de producción, la fuerza de
trabajo y el mercado? ¿De qué libre intercambio de mercancías reguladas por la ley del valor
puede darse en estas condiciones? ¿Qué operatividad real tendría esa “escuela práctica” que
capacitaría al personal dirigente en la concepción mercantil de los costos, la ganancia, los

78
precios etc., y que realizaría la milagrosa metamorfosis de la burocracia empresarial en
genuinos líderes de la producción socialista”?
Stalin simplemente veía en el adiestramiento mercantil del personal dirigente una educación
técnico-administrativa, desideologizada, que prepara a sus cuadros para “dirigir de un modo
racional la producción y los disciplina”. Por supuesto, este coqueteo burocrático con
elementos de la economía de mercado, al margen de todo control social colectivo, en realidad
contribuirá a que dicho personal desarrolle una visión tecnocrático-administrativa de la gestión
económica en el socialismo. El vacío de auténtico liderazgo revolucionario que sucede a la
muerte de Lenin hasta el desmontaje de la URSS, sería muy injusto imputárselo a la
improductiva casualidad histórica que privó al país de los soviets, en ese período, de dirigentes
comunistas talentosos o geniales. Mucho tuvo que ver la esterilidad ético-revolucionaria del
pragmatismo inconsistente, el cual, además de obstaculizar la incorporación continua y cada
vez más amplia de los trabajadores en la toma de decisiones, embelesará hasta la idiotez el
espíritu revolucionario de la clase obrera con mercancías destinadas a recompensar a la fuerza
de trabajo empleada en el proceso de producción. En vano, el fomento de una mentalidad de
consumo compensatorio podía suplir el desarrollo de un genuino sentimiento de copropietarios
sociales de los medios de producción. No por caprichosa coincidencia, Stalin exalta las
bondades dinamizadoras, “universales”, de la ley del valor al cierre del período de la
reconstrucción posbélica cuando la economía de la URSS comenzaba a experimentar un
descenso en la esfera de la producción material.123
Stalin tuvo el enorme privilegio histórico de morir antes de que un antistalinista, M.
Gorbachov, pero de pura estirpe pequeño burguesa como él, y convencido también de esa
“escuela práctica” de economía mercantil que los países capitalistas desarrollados han
edificado sobre la ley del valor, liderara el tránsito del personal dirigente a una economía de
mercado, poniéndole punto final a la disfuncionalidad del modelo económico que hacía
inviable el socialismo en la URSS. Llegada la oportunidad, la casta directiva en la URSS, que
nunca se elevó a la categoría de líderes en la producción socialista, vendió bien barata su
ineficiente casaca roja y sin tirar un tiro, en acto histórico de inigualable oportunismo político,
en masa, y hasta con “orgullo civilizatorio”, se empercharon la levita azul de la eficiente clase
explotadora capitalista.
El pasaje de la obra del Secretario General del PCUS, al que se hizo referencia, muestra la
subvaloración y hasta la indiferencia del autor por el valor emancipatorio que encierra la
formación de una cultura político-económica en la masa de trabajadores. Se trunca la
aspiración de Lenin de extender el centralismo democrático a la economía, para desarrollar
una disciplina y una productividad del trabajo superior a la capitalista por medio de la gestión
colectiva de las fuerzas productivas y la creciente capacitación científico-técnica de su
componente humano.

79
La artificiosa fraseología stalinista alusiva al deber ser democrático de una economía
socialista, pero separada por un abismo inconmensurable de su ser histórico real, omitía la
problemática de en qué medida la estatización burocrática de los medios de producción había
reificado la división capitalista del trabajo en nuevas personificaciones del trabajo enajenado.
Con la natural ambigüedad que distingue al pensamiento pequeño burgués, Stalin confirma
estas nuevas personificaciones aun cuando desee persuadir de lo contrario. Al respecto señala:
“Naturalmente con la abolición del capitalismo y el sistema de explotación el antagonismo de
intereses entre el trabajo físico y el mental estaba también destinada a desaparecer Y realmente
ha desaparecido en nuestro sistema socialista actual. Hoy los trabajadores físicos y el personal
administrativo ya no son enemigos, sino camaradas y amigos, miembros de un solo cuerpo de
productivos que están vitalmente interesados en el progreso y el mejoramiento de la
producción”.124
De modo que en la “sociedad socialista”, a la cabeza de la cual se encuentra Stalin y donde,
según sus palabras, la clase obrera “está en posesión del poder y controla los medios de
producción”, existe un “amistoso” y “cooperativo” personal encargado de administrar la
propiedad en provecho colectivo. Por supuesto, la gestión colectiva de la propiedad social no
puede surgir por decreto o postulándose artificialmente. Lenin la asociaba con toda una
revolución cultural; un movimiento gradual, pero intensivo de educación política económica
de los trabajadores en la administración económica del Estado. Ni siquiera en los albores de la
Revolución de Octubre, cuando la crisis de personal calificado para desempeñar funciones de
dirección en las embrionarias instituciones soviéticas, llegó a ser tan profunda como la de
alimentos, Lenin entendió el vínculo de los funcionarios del Estado con la masa de
productores desde un ángulo cooperativo y camaraderil. Los funcionarios partidistas y
estatales en la concepción político-económica leninista representan la parte más avanzada y
combativa de la masa trabajadora, auténticos líderes políticos capaces de encabezar el
programa de transformaciones sociales en la transición socialista. Además de las condiciones
político revolucionarias y las capacidades de organización y dirección que debía reunir “este
personal”, en cuya categoría Lenin incluye a simples trabajadores, estaba el establecimiento de
un riguroso y sistémico control obrero y campesino que abarcara absolutamente todo el
sistema institucional socialista, sin excluir incluso al propio Comité Central del Partido. El
colapso del sistema socialista mundial corroboraría dramáticamente, la pertinencia de los
cambios que él sugirió introducir en la joven institucionalidad soviética, para proveerla de un
mecanismo de funcionamiento que garantizara la expansión continua del centralismo
democrático como antídoto al burocratismo y al abuso de poder.
Tal y como Lenin había sospechado, la tendencia contraria, la burocrática, se abrió camino a
través de mil subterfugios. Y a la altura del año 1952, Stalin ha creado, con su voluntarismo
político, una arbitraria diferencia funcional en la estructura económica del modelo soviético de

80
socialismo que sentenciaría su inviabilidad histórica. La actividad de gestión y control
económico coartada por el “personal directivo”, con intereses relativamente superpuestos al
resto de la sociedad, rebaja al status de “trabajadores físicos” a la masa de productores. No
obstante a que el “amistoso” Stalin diga, que entre las dos categorías de individuos reina la
armonía y el trato camaraderil, sus relaciones estarán muy lejos de la forma ideal en que se
presentan.
La división burocrática socialista del trabajo entre dirigentes y dirigidos reedita la división
jerárquica del trabajo capitalista y reconstruye bajo una nueva forma la enajenación del
trabajo. Aun suponiendo la posibilidad de cierta cooperación amistosa entre ambas categorías
de trabajadores, la coartación de las funciones de dirección por los dirigentes tiende a hacer
circunstancial y transitoria su coexistencia pacífica. Además, la elevación del nivel de
instrucción de las masas trabajadoras bajo el influjo de los avances científicos y tecnológicos,
harán cada vez más obsoleta e insostenible la reducción de los dirigidos a simples
“trabajadores físicos”. La preservación voluntarista de la división burocrática del trabajo unida
a las arbitrariedades políticas que supone, demostrarán su incompetencia para elevarse a los
requerimientos una economía altamente tecnificada cuya eficacia dependerá de la gestión
eficiente del conocimiento científico.
Sin embargo, en la enajenada y enajenante mentalidad económica de Stalin, la división
burocrática del trabajo estaba consignada a perdurar por los siglos de los siglos. Así lo
sentencia en su testamento político económico. Valiéndose de un discurso ambiguo, puro dia-
mat, irreconciliable con el más elemental y ordinario sentido común, Stalin se muestra
irreverente ante todo tipo de lógica ya sea formal o dialéctica. Su razonamiento, es todo un
culto al fetichismo terminológico del dia-mat: “La diferencia esencial –dice Stalin refiriéndose
al trabajo físico y mental– es decir, la diferencia en cuanto al nivel cultural y técnico,
desaparecerá, sin duda alguna pero, con eso y todo eso, seguirá existiendo alguna diferencia, si
bien no esencial, aunque solo sea porque las condiciones de trabajo del personal dirigente de
las empresas no son las mismas que las condiciones de trabajo de los obreros.
“Los compañeros que afirman lo contrario se basan, por lo visto, en una conocida fórmula
dada por mí en algunos trabajos y que habla de la liquidación de la diferencia entre la industria
y la agricultura, entre el trabajo intelectual y el trabajo manual, sin puntualizar que se trata de
la liquidación de la diferencia esencial, y no de toda diferencia. Precisamente así han
comprendido esos camaradas mi fórmula, suponiendo que se trata de la liquidación de toda
diferencia. Pero eso significa que la fórmula no era exacta, que no puede satisfacernos.
Debemos desecharla y sustituirla por otra formulación, que diga que serán suprimidas las
diferencias esenciales y subsistirán diferencias no esenciales entre la industria y la agricultura,
entre el trabajo intelectual y el trabajo manual”.125

81
Debe admitirse que este ilógico cantinfleo de Stalin a la hora de plantear la relación de lo
esencial o no en la división social del trabajo en las condiciones del socialismo, resulta
desconcertante desde todo punto de vista lógico, sea secular o inclusive teológico.
“La esencia se determina a sí misma como el fundamento”,126 apunta Hegel en la “Ciencia de
la Lógica”. Cuando en una relación la esencia que la determina desaparece, con ello se pierde
el fundamento de la existencia de dicha relación. Decir que permanece por causas no
esenciales, es absurdo. Referirse a lo no esencial en una relación únicamente adquiere sentido
respecto a lo esencial. Suprimido lo esencial carece de sentido hablar de diferencias no
esenciales respecto a la misma ¿Acaso es posible eliminar la esencia explotadora del
capitalismo y al mismo tiempo admitir que aún se mantiene por diferencias no esenciales?
¿Cabe la posibilidad de superar las diferencias esenciales en el trabajo físico y mental y
continuar dictaminando su permanencia por diferencias no esenciales? Si las diferencias
esenciales entre el trabajo físico y mental desaparecieran como diferencias de un modo de
producción específico no tendría fundamento seguir hablando de tal distinción social.
Lo absurdo, en torno a lo esencial o no en la división socialista del trabajo, viene dado por el
esfuerzo infructuoso de conciliar en la terminología pseudomarxista las contradicciones reales
que generan las relaciones burocráticas de producción. El autor de “Problemas económicos del
socialismo en la URSS” se revuelve en la disyuntiva y hace piruetas terminológicas, en el
deseo de decretar el cese de la división del trabajo capitalista y al mismo tiempo solapar su
permanencia en la emergente división “socialista” (burocrática) del trabajo.127
El coqueteo de Stalin con la ley del valor refleja, en definitiva, la impotencia de las relaciones
burocráticas de producción para rebasar la enajenación del trabajo mediante la promoción de
incentivos económicos propiamente socialistas. Ello explica la inconsecuencia teórica de
Stalin, que al tiempo que descarta el valor ciertas categorías económicas del Capital, como
plustrabajo y plusproducto en los procesos económicos de la sociedad “socialista”, no puede
despojar a su modelo económico de la finalidad consumista. El pragmatismo inconsistente se
sentía tentado a canonizar el estímulo material aducido al “lado bueno” de la ley del valor.
Como el de Proudhon, el pensamiento económico stalinista no pasa de ser un error compuesto,
al hacer de la economía de la transición socialista un híbrido, estructuralmente ambiguo y
disfuncional, forzado a existir en permanente crisis de identidad formacional.
La racionalidad pragmático-inconsistente fue decisiva en la frustración de los procesos de
reforma económica emprendidos en la URSS, pues imposibilitaba avanzar tanto por el camino
del desarrollo auténtico de la propiedad privada y las relaciones mercantiles, como por el de la
colectivización de la propiedad y la autogestión social. Esta racionalidad condenaba al sistema
a un relativo inmovilismo.
No obstante, el modelo de gestión de “ordeno y mando” tuvo resultados socio-económicos
importantes en el desarrollo extensivo de las fuerzas productivas y la erradicación de la

82
pobreza en términos absolutos. La enorme masa de recursos materiales y humanos
concentrados en el Estado-Partido permitió la expansión acelerada del progreso industrial
dentro de los predios de su dominación. En tiempo record la URSS creó una base industrial
que la transformó en potencia económica, política y militar de primer orden. Su papel en la
Segunda Guerra Mundial y el apoyo brindado a los movimientos de liberación nacional del
llamado tercer mundo, marcaron hitos en la historia mundial. Encomiables fueron los
esfuerzos de la URSS por preservar la paz en el planeta. Difícilmente los niveles de vida
alcanzados en la mayoría de los países exsocialistas europeos podrían calificarse de bajos.
Situación por la cual hay autores que estiman que las causas del derrumbe no son de
naturaleza económica sino política.128 Este punto de vista soslaya, que fueron las trabas
establecidas por las relaciones burocráticas de producción al desarrollo de las fuerzas
productivas las que básicamente condujeron al sistema stalinista a un estado irreversible de
estancamiento económico, político e ideológico.
Mientras el modelo de gestión de “ordeno y mando” ayudó a cimentar una base técnico-
material superior a la heredada del capitalismo, el discurso político oficial del dia-mat podía
permitirse sublimar apologéticamente los éxitos de sistema stalinista y desfigurar sus
contradicciones. Pero una vez que el modelo extensivo de desarrollo económico agotó sus
potencialidades y las ambigüedades e inconsecuencias de modelo afloran nítidamente, el dia-
mat y la ideología oficial perdieron su fundamento objetivo hundiéndose en el descrédito
absoluto. La ideología oficial del stalinismo tendrá que ser remplazada. Haría falta una nueva
mentalidad, construida a partir del comprometimiento real de los trabajadores con el proyecto
socialista, para mantener vivo el ideal comunista. Obligada a renunciar a su fraseología
abstracta y apologética del socialismo realmente existente, la nueva mentalidad tenía que
construirse lo menos independiente posible de la situación social real. La idea de una
conciencia social relativamente independiente del ser social real, además de inoperante, se
presentaba contraproducente y autodestructiva para el sistema.

2.3 Incapacidad del pragmatismo inconsistente para su autocorrección crítico


revolucionaria.
Transcurridas apenas seis décadas, en su país de origen, el sistema stalinista había entrado en
la fase de su descomposición integral. El PCUS reconocerá públicamente la situación de
estancamiento por la que atravesaba el socialismo en la URSS. El último Secretario General
del PCUS, Mijail Gorbachov, en su libro, “La perestroika y la nueva mentalidad para nuestro
país y para el mundo entero” (1988), señala la apremiante necesidad de renovar el socialismo
soviético. De lo contrario, se agudizaría la situación interna y ello, hablando sin rodeos decía
Gorbachov, “encerraba en sí la amenaza de una seria crisis política y socioeconómica”.129 Las
relaciones burocráticas de producción habían llevado al modelo stalinista a un callejón sin
salida.

83
En la esfera económica las relaciones burocráticas de producción, conjuntamente con la
deformación de las relaciones de apropiación colectiva de la realidad, opusieron un serio
mecanismo de freno al desarrollo intensivo de la producción. Una cosa era acometer la
creación de una base técnico-productiva en un país relativamente atrasado y otra la
reconversión científico-técnica de esta base por medio de un proceso continuo de innovación
tecnológica. La segunda requería diseñar un complejo sistema de vínculos verticales y
horizontales que facilitaran la introducción sistemática de los adelantos tecnológicos en la
producción, o sea, que planteaba el desafío de diseñar un modelo eficiente de gestión social
del conocimiento científico. A diferencia del capitalismo, donde este desafío cristalizó en el
paradigma de la llamada “nueva economía”, el modelo stalinista no podía efectuar en la misma
medida la reconversión científico- tecnológica. Su tipo de división del trabajo sencillamente lo
impedía. Al rígido centralismo burocrático y su primitivo mecanismo regulador de la actividad
productiva-cuasi taylorista-basado en el “látigo y la zanahoria”, le era ajena, incluso hostil,
cualquier tentativa de democratizar la gestión económica aunque afectara solamente, como el
caso de la “nueva economía” capitalista, el aspecto formal de la toma de decisiones.
El sistema stalinista se hallaba en franca desventaja comparado con el capitalista, en lo
concerniente a la capacidad de perfeccionar su modelo económico. Porque la posición
dominante y privilegiada que ocupa el capital en el sistema las relaciones de producción
capitalistas, la garantiza la propiedad privada sobre los medios productivos sancionada
jurídicamente. Sin temor alguno a perder esta posición y los beneficios que le reporta, el
capital puede aventurarse a incursionar en el modelo participativo de gestión del conocimiento
científico sin comprometer el régimen de propiedad. Le basta instrumentar un modelo de
gestión colectiva del capital intelectual en función de elevar la competitividad de las empresas
en el mercado y compartir luego corporativamente los éxitos materiales y espirituales
obtenidos por esta vía. A pesar de que las cuotas de ganancias y de poder se concentren y
sigan aumentando desmesuradamente a favor del gran capital trasnacional, los intereses y el
sentido de pertenencia, intencionalmente potenciados a través de fortalecer los sentimientos y
el compromiso corporativo, incentivarán la creatividad e innovación empresarial del capital
intelectual.
Algo bien distinto sucede en el contexto de las relaciones burocráticas de producción en la
que, jurídicamente, la propiedad social le pertenece a todo el pueblo. Transitar hacia un
modelo de gestión centrado en la toma de decisiones ágiles y competentes, que potencie la
iniciativa creadora del conocimiento científico instalado en las instituciones productivas,
significaría la disolución automática de la diferenciación funcional entre dirigentes y dirigidos,
pues la razón de su existencia responde a la gestión voluntarista de las fuerzas productivas
(incluida la información), garantizada por la centralización arbitraria y oportunista de las
decisiones sociales en las altas esferas de poder. Si el capital pone límites clasistas a una

84
economía basada en el conocimiento, el modelo de gestión de “ordeno y mando” está en
relación antagónica con esta.
El desarrollo industrial y la masificación del conocimiento científico, más que obsoleta,
tornan ridícula la rígida división de funciones entre dirigentes y dirigidos. Esta modalidad de
división del trabajo ambigua y abigarrada de contradicciones desde su alumbramiento, fue
posible instaurarla en condiciones históricas de atraso cultural generalizado de la fuerza de
trabajo. Exclusivamente en tales circunstancias, que eran las de la URSS a finales de la década
del veinte del siglo pasado, un sector, dentro de los elementos más instruidos que habían
luchado contra el régimen anterior, pudo aprovecharse del poder y la confianza depositados en
ellos para imponerle a la masa de trabajadores con una débil conciencia política, su
concepción pequeño burguesa del Estado socialista, haciéndola pasar, de contrabando, como la
auténtica dictadura del proletariado. Pero una vez que la masa trabajadora alcanzó elevados
niveles de preparación técnico profesional, la conservación de las relaciones burocráticas de
producción actuaba como un mecanismo de freno del progreso científico- técnico y el
desarrollo de las fuerzas productivas, haciendo decaer la productividad del trabajo.
Esto se hizo particularmente notable a partir de la década del sesenta, fecha en la que la URSS
comenzó a perder sus ritmos de crecimiento. En los tres últimos quinquenios los ritmos de
incremento del ingreso nacional habían disminuido más de dos veces, cayendo a principios de
la década del ochenta a un nivel que lo aproximaba a la recesión económica130. El cuadro
económico lo complicaba aún más, el grave deterioro de la disciplina laboral y tecnológica a
causa de la persistente estimulación en los trabajadores, a lo largo de décadas, una psicología
parasitaria de usufructuarios de la propiedad estatal. Las relaciones burocráticas de producción
desembocaron en la “incomprensible” situación de que en la época de la revolución científico-
técnica, después que la URSS contaba con una sólida base industrial y los niveles de
instrucción profesional de la fuerza laboral eran verdaderamente elevados, la productividad del
trabajo se había contraído. La duda asaltaba las presuntas ventajas de la propiedad social sobre
la privada.
El estancamiento económico y la incapacidad del modelo de gestión de “ordeno y mando”
para instrumentar el desarrollo intensivo, pondrán en crisis la declarada superioridad del
socialismo realmente existente sobre el capitalismo. El socialismo vigente no garantizaba la
satisfacción creciente de las necesidades materiales y espirituales de la sociedad, postulada en
su ley económica fundamental. Al contrario, el modelo stalinista al tiempo que exacerbaba las
ansias consumistas, desestimulaba el ejercicio de un trabajo concienzudo y de alta calidad; al
tiempo que los grados de escolaridad y técnico profesional del pueblo aumentaron
sustancialmente, se desaprovechaban sus conocimientos, inteligencia y creatividad social. A la
altura de los ochenta, maduras las contradicciones estructurales de la división burocrática del
trabajo, salen a relucir las enormes y absurdas trabas burocráticas que desvinculaban a la alta

85
dirigencia política de las masas. El apotegma acerca del conflicto entre los intereses sociales y
los individuales, donde los segundos han rendirse ante los primeros, se esfumará. La
deformación burocrática del centralismo democrático necesitaba corregirse. La sociedad y el
poder oficial tendrían que reestructurarse ahora a tenor con los intereses y necesidades de los
individuos. La arbitrariedad, las restricciones informativas, el irrespeto a la dignidad personal
y la desprotección de los individuos frente al voluntarismo de las autoridades, debían ser
desterrados del sistema político. Urgía rediseñar una nueva institucionalidad.
El panorama ideológico correspondiente a este cuadro económico y político crítico, no era
menos deplorable. Al juzgársele por los síntomas, el nivel de enajenación de la conciencia
social nada le envidiaba al de una sociedad capitalista. Los efectos del decadente
individualismo pequeño-burgués, consustancial a la ideología stalinista, rondaban lo
patológico. La indulgencia generalizada, el encubrimiento mutuo y el debilitamiento de la
disciplina, plagaban la actividad partidista. Muchos cuadros del Partido permanecían fuera del
control y de la crítica. Ante la actitud despectiva y conformista, de algunas instancias
dirigentes hacia la indisciplina social, proliferaron la aceptación de sobornos, la adulonería y la
grandilocuencia. Con frecuencia altos funcionarios se implicaban en actos delictivos y en
algunos casos los organizaban directamente. Investidos de autoridad y facultados para
ejercerla sin restricciones, dentro de límites sociales bastante amplios, pululaban los
funcionarios que abusaban de su poder, sofocaban la crítica y se enriquecían, colmando de
indignación a muchos trabajadores. En la población en general, y particularmente entre la
juventud, se apreciaba el descenso del interés por los asuntos sociales, la falta de espíritu
emprendedor, el escepticismo y el relajamiento del respeto hacia el trabajo junto al afán de
enriquecerse a toda costa. A niveles alarmantes aumentaron el alcoholismo, la drogadicción y
la delincuencia, reforzándose en la sociedad soviética los estereotipos de la “cultura de masas”
capitalista con sus patrones de conducta primitivos y su banalidad espiritual. El conflicto de
valores entre los enarbolados por la ideología oficial y los que regulaban habitualmente la
conducta de millones de personas pulverizó a la concepción teórica del socialismo
desarrollado asentada en el dia-mat.131
Por mucho coraje y honestidad que demostró la alta dirigencia del PCUS al reconocer sin
tapujos la grave situación económica, política e ideológica por la que atravesaba la URSS, que
hacían inaplazable la perestroika, el curso trazado se inicia partiendo de una visión superficial
de los problemas, al final definitoria en el desenlace “catastroiko” (el neologismo pertenece a
I. Mészáros) del proceso renovador. Lo que se conceptuaba como una situación de “precrisis”
del socialismo, eran realmente los indicios de la crisis terminal de un modelo socialista de
signo pequeño-burgués: la crisis irreversible del modelo stalinista, confirmativa de su
inviabilidad como sociedad de transición hacia el comunismo.

86
El balance histórico del modelo se presentaba sumamente contradictorio y complejo.
Únicamente revelando el carácter ambiguo de las relaciones burocráticas de producción y del
pragmatismo inconsistente que las concibe y legitima, se lograría explicar el vínculo dialéctico
entre sus logros y fracasos. De lo contrario, la valoración de la experiencia histórica del
socialismo stalinista podría resultar ella misma ambigua. Y en efecto esto fue lo que ocurrió.
El desconcierto y el caos se apoderan de la sociedad gestándose el clima idóneo para que se
escenifique una asonada anticomunista.
Gorbachov y los ideólogos de la perestroika compartían con Stalin la visión pequeño-
burguesa de la dialéctica social. Marcaba la diferencia, que la metafísica de los artífices de la
“nueva mentalidad”, ante la tozudez desmitificadora de los hechos, se desembaraza de la
fraseología abstracta y las formulaciones altisonantes alusivas al supuesto progreso socialista
sostenido y exento de contradicciones.
La bancarrota de la apología teórica a la propiedad social y el socialismo edificado, cede su
lugar a la autocrítica empirista del modelo de “ordeno y mando” en el espíritu del pragmático
inconsistente más decadente. El discurso metafísico sobre el socialismo, se reencauza por el
extremo contrario: el empirismo abstracto. La “nueva” visión socialista buscará legitimar en la
actividad económica, la político-institucional y la ideológica su concepción también híbrida y
vulgar del modo de producción comunista. A la luz de esta nueva mentalidad pequeño-
burguesa reformulada, se intentará emitir un juicio crítico acerca del pasado, el presente y el
futuro del socialismo como régimen social. Trasformada en ideología oficial, la “nueva
mentalidad”, paralelamente a la interpretación empirista abstracta de los éxitos y desaciertos
del modelo stalinista, sugiere una “nueva mirada” al capitalismo que terminará con la
promoción abierta e irresponsable de los valores propios de las sociedades de consumo.
En cuanto a los éxitos del socialismo, les servirán a los artífices del “nuevo” pensamiento para
legitimar la alternativa socialista inaugurada por la Revolución de Octubre de 1917 y continuar
apostando por este sistema social, aunque renovado. Las tendencias sociales negativas, por
muy objetivo que se revelara su contenido antisocialista, cuando no se les consideraban
fenómenos indeseables, ajenos al socialismo, se presentaban como sus distorsiones
injustificadas-alguna de ellas absurdas-pero superables. No se descifraba el contenido
ambivalente del régimen de propiedad que las condicionaba.132
La salida del atolladero económico, político e ideológico, según el empirismo abstracto de la
“nueva mentalidad”, pasaba por cierta mirada nueva, “realista” (empirista abstracta), a los
valores de las sociedades capitalistas de consumo, “desprejuiciada” de dogmatismos
ideológicos y ante todo, de la “subestimación” de las relaciones monetario-mercantiles hasta
entonces propugnada por la apologética pseudomarxista. Se observará al Secretario General
del PCUS abogar por “más democracia y más socialismo”, para luego enaltecer, en el espíritu
del dia-mat más decadente, ciertos valores sociales universales abstractos a los cuales deberán

87
supeditarse los intereses clasistas. En la práctica, ello alentará a refuncionalizar todas las
esferas del modelo stalinista haciéndole concesiones estratégicas al capital. El empirismo
abstracto de los artífices de la perestroika deseaba conjugar acríticamente “lo bueno” del
modelo stalinista, sus logros reales, con “lo bueno” del capitalismo, la alta productividad de la
economía de mercado. La producción de un modelo híbrido, supuesto en la “vieja” mentalidad
del dia-mat, los promotores del “nuevo” pensamiento socialista lo convierten definitivamente
en su explícito objetivo priorizado. No transcurrirá mucho tiempo para que, sin perífrasis, la
“nueva mentalidad” incite el tránsito de la sublime idealización de la realidad socialista a la
idea ridícula de renovación mercantil del socialismo (socialismo de mercado). Los artífices de
la perestroika harán mutar el pragmatismo inconsistente stalinista en abiertamente
vergonzante.
La reestructuración de las relaciones burocráticas de producción a favor del socialismo tendría
que sortear, al menos, dos reales escollos monumentales 1) Desmontar la intrincada madeja de
los mecanismos de dirección de “ordeno y mando”, estructurados durante décadas en el
sistema de gestión económica a partir de la rígida división del trabajo entre dirigentes y
dirigidos; 2) Romper con la apatía de las masas trabajadoras respecto a los asuntos sociales
generales, secuela directa de una política económica pequeño-burguesa que afirmaba en los
individuos una mentalidad egoísta de consumo decadente y no de productores libres
asociados. Solo una agenda especialmente confeccionada con riguroso sentido político-
económico para vencer esos escollos lograría rebasarlos. Agenda que ni en sueños saldría de la
vergonzante mentalidad pragmática de los artífices de la perestroika.
Montada en la misma cuerda de las reformas precedentes, la perestroika comienza cifrando sus
esperanzas renovadoras en la rápida activación de los mecanismos económicos,
prometiéndoles a sus compatriotas un futuro cercano de abundante riqueza material. En un
principio, la crítica situación de estancamiento pensaba enfrentarse colocando a la revolución
científico técnica en el centro del desarrollo económico, para lo cual se preveían cambios
radicales en la dirección centralizada de la economía y la planificación; se debería pasar al
cálculo económico completo; a la reforma de los precios y el mecanismo financiero-
crediticio; así como, a reconstruir las relaciones internacionales. El elemento medular,
activador de las relaciones económicas, le correspondía al protagonismo del factor humano en
todas las áreas de la actividad.
Esta multiabarcadora reforma descuella por su contenido híbrido desmesurado. La idea de
congeniar el protagonismo de los trabajadores en la gestión planificada de la economía con el
libre juego de las relaciones mercantiles, en el contexto del llamado cálculo económico
completo, no puede menos que calificarse de arrebato surrealista. La democratización de la
actividad económica, en un ambiente caracterizado por la genuina potenciación de los

88
incentivos socialistas de la economía, debería replantearse críticamente el lugar y papel del
cálculo económico en el mecanismo de gestión de la propiedad social.
Desprovista de pies y cabeza, la reforma económica quedaba a merced de la colisión
espontánea de los principales intereses sociales que se dirimían a través de ella. Si la
ampliación del rango de acción de las relaciones mercantiles daba continuidad a la tendencia
natural del modelo stalinista a dinamizar por esta vía su mecanismo económico, el desarrollo
de una auténtica democracia obrera en la producción tenía, sin exagerar, la envergadura de una
revolución en el régimen de propiedad constituido, sin precedentes en la historia de la
humanidad.
Una encuesta realizada por la “Cátedra de Labor Ideológica de la Academia de Ciencias.
Sociales”, adjunta al CC del PCUS, muestra el rápido empantanamiento de la reforma a causa
del conflicto de intereses entre dirigentes y dirigidos, agudizado espontáneamente por las
ambigüedades de la agenda de cambios. Dicen los investigadores: “Hacia comienzos de 1989
no se logró imprimir una orientación organizativa e ideológica bien precisa a las tendencias
positivas de lucha contra los fenómenos negativos. Solo un reducido grupo de dirigentes
(20%) veía en las propuestas de los trabajadores la posibilidad de resolver los problemas
sociales que afrontaba la sociedad y un 15% de ellos consideraba sus propuestas como
fundamento para tomar las directrices adecuadas”.133 Se constataba, además, que apenas el
“10% de los dirigentes, al responder a la pregunta relativa a los métodos para reactivar el
“factor humano”, destacaron el perfeccionamiento de las relaciones internas de la colectividad;
16%, incorporar a los trabajadores a la dirección; 23%, elevar el nivel de capacitación en
materia de economía; 32% reforzar la convicción ideológica. Más de la mitad de los dirigentes
no pudieron dar una respuesta acerca de las formas de participación de los trabajadores en la
administración de las actividades de la colectividad, es decir, no veían estas formas.”134
Acerca de la apatía social, su peligroso aumento se definía como la mayor amenaza a la
perestroika. Las razones de su incremento se asociaban con la desilusión que generaba la
ruptura entre la esperanza en un futuro mejor que había despertado la perestroika y los
cambios poco notables en la vida real, o incluso el agravamiento de la situación económica y
la agudización del clima psicológico en las colectividades laborales.135 “Desde 1988 las
encuestas revelaban la generalización del escepticismo en la sociedad soviética. El 70% de los
dirigentes, intelectuales, ingenieros y técnicos consideraban que se iban frustrando sus
esperanzas en los cambios positivos en la producción que debía asegurar la perestroika”.136 El
estudio concluía con el llamado a “actuar de manera práctica, decidida y abnegada”.
Lamentablemente, “actuar de manera práctica, decidida y abnegada” no aumentaría la eficacia
de las acciones prácticas. Lo complicado del problema radicaba en que los cambios no estaban
orientados en la dirección adecuada y no garantizaban el despliegue del centralismo
democrático en la economía, lo que avivaba la desesperanza y la apatía social. La

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incorporación de los trabajadores al proceso de toma de decisiones y gestión colectiva de la
propiedad empezó a verse como una idea noble, pero sin fundamento económico objetivo.
En medio de este clima de frustración e incertidumbre, la tendencia hacia la descentralización
de la gestión económica y la potenciación de las relaciones mercantiles avanzaba tonificada
por la Ley de Empresas, puesta en vigor el primero de enero de 1988 y el reconocimiento por
el Estado soviético de la igualdad plena de todos los tipos de propiedad. La irrefrenable
descentralización mercantil del mecanismo de gestión, en menoscabo de la cohesión interna
entre sus diferentes eslabones que le proporcionaba la dirección centralizada, acabará
desarticulando la amplia red empresarial creada durante decenios en la URSS. A su
resquebrajamiento, le sucederán el oportunismo económico y la ingobernabilidad
generalizados.
Otro estudio efectuados en 1988, testimoniaba el rotundo fracaso que sufrió la aplicación del
esquema de autogestión financiera. En él se aseveraba: “Los resultados del estudio
evidenciaron que los tipos realmente existentes de trabajadores se distinguen sustancialmente
de aquellos que se han tenido en cuenta en el nuevo mecanismo económico. Ni siquiera los
trabajadores, cuya orientación preferente es la retribución del trabajo, y que por eso son más
sensibles a los estímulos materiales se ajustan por completo al tipo previsto en el mecanismo
de autogestión financiera, porque carecen de iniciativa, de espíritu, emprendedor y de una
voluntad coherente. El bajo interés general por el trabajo se convierte así en un freno para la
amplia introducción de las relaciones asentadas en la autogestión financiera. El criterio que
tiene de esta la mayoría absoluta de los encuestados muestra la ausencia de orientación a su
propia actividad en el ahorro de los recursos, en la búsqueda y realización de las reservas
internas de la producción, en la reducción del costo de esta”.137
Difícil imaginar un revés tan rotundo y desmoralizador para los que magnificaban el poder
dinamizador del cálculo económico completo y la descentralización mercantil en la transición
socialista; ¡si el Che lo hubiera visto! Los procesos subjetivos, implicados en la masiva
estimulación de una actitud hacia el trabajo emprendedora y socialmente comprometida, son
demasiado complejos para canalizarlos a través de mecanismos económicos que responden a
una simple racionalidad mercantilista de premio y castigo. La autora del estudio opinaba que
el pensamiento económico soviético continuaba anquilosado. Las medidas capaces de
modificar la desmotivación hacia el trabajo transitaban, en su criterio, por despojar al
pensamiento económico de tres estereotipos fundamentales. En su propuesta late el espíritu de
liberar a la perestroika de la concepción materialista vulgar de las relaciones de producción
socialistas. Conviene citar in extenso estos estereotipos por la visión crítica y sintética que
ofrecen de los prejuicios pequeño-burgueses presentes en el último proceso de reformas
emprendido en la URSS.

90
“El primer estereotipo -decía la autora- consiste en el criterio de que el trabajador no es más
que un objeto de influencia por parte de la administración, o sea, solamente el factor humano
en la producción. Contrariamente a ello, es necesario reconocer que el trabajador es el
protagonista- o el sujeto- de la actividad laboral y es capaz de refractar a través de sus propios
intereses la influencia administrativa y de esta manera cambiar la orientación de esta. El
reconocimiento de este hecho exige tener en cuenta el estado en que se encuentran la
motivación laboral de las masas.
“El segundo estereotipo consiste en la argumentación unilateral de la relación existente entre
la productividad del trabajo y el nivel de vida. No solamente el crecimiento de la primera es
una condición sine qua non de la elevación del segundo: el nivel de vida de los trabajadores es
capaz de incidir en la productividad. Hoy vivimos un momento, precisamente, cuando es
imposible superar la pasividad y el bajo interés en el trabajo y la producción social sin invertir
grandes recursos en el propio trabajador, sin desarrollar al máximo la esfera social, sin
introducir una distribución racional y justa según los resultados del trabajo.
“El tercer estereotipo, que es necesario destruir, consiste en que la activación de los estímulos
materiales son omnipotentes. El sistema de estímulos debe orientarse a toda la diversidad de
las necesidades que el hombre puede satisfacer en el proceso y por cuenta del trabajo, en tanto
que el mecanismo económico está llamado a formar el interés por el contenido y la utilidad
social del trabajo, a fortalecer la condición social de los trabajadores que han alcanzado las
cumbres de la maestría profesional. Una comprensión simplista de los intereses y necesidades
reales lleva aparejadas la disminución de la actividad laboral y la deformación del mecanismo
económico.
“La vitalidad de los mencionados estereotipos se confirma, en particular, por el hecho de que-
en las condiciones a la transición a las nuevas relaciones económicas- los dirigentes no sienten
la necesidad de tener la información sobre el estado y las tendencias del desarrollo de la
motivación laboral”.138 La autora concluía el trabajo alegando: “Ello demuestra que los
tiempos de unos cambios cualitativos radicales en el mecanismo de dirección aún están por
venir”.139
Los tres estereotipos mencionados reflejan la falta de realismo del pragmatismo vergonzante
de la nueva mentalidad y su ineptitud para diseñar un mecanismo económico que trascendiera
la noción simplificada de las relaciones mercantiles y el estímulo material en la transición
socialista. No obstante, cabía preguntarse: ¿qué rumbo tomarían los cambios radicales que
estaban por venir, si la agenda “socialista” de la perestroika para infundirle “más democracia y
más socialismo” al modelo soviético marchaba en dirección opuesta al objetivo de conferirle a
la activación del factor humano el rol protagónico en el nuevo modelo de gestión económica?
Como se ha visto, los estudios sociológicos arrojaban que en fecha tan temprana como finales
de 1988, ni los dirigentes poseían la capacidad organizativa y la entereza político- ideológica

91
requeridas para liderar la incorporación masiva de los trabajadores a la toma de decisiones, ni
la autogestión financiera le impregnaría automáticamente a la economía el dinamismo y la
eficiencia de los que adolecía. La implementación de las medidas, sin embargo, habían
tensionado al máximo la contradicción dirigentes-dirigidos, corriéndose el riesgo de la
descomposición acelerada del sistema stalinista.
El contexto ideológico despunta idóneo, para que el ambivalente pragmatismo vergonzante de
la “nueva mentalidad” la emprenda contra cualquier tipo de gestión centralizada de la
actividad económica. En 1989, un analista soviético nos trasmite lo inquietante de esta
situación. “Pero la dificultad principal para asimilar el nuevo mecanismo de administración-
señalaba- no es, al parecer, superar las ideas preconcebidas en cuanto a las relaciones
monetario- mercantiles, sino superar el enfoque no dialéctico de la reforma de las relaciones
económicas orgánicas. El método de “saltar de un extremo a otro”, que en el lenguaje corriente
formula la esencia del pensamiento metafísico, no ha pasado al archivo, sino que permanece
aún en el arsenal del pensamiento económico. Aplicado a la problemática del mercado
socialista y las relaciones monetario-mercantiles ese método se manifiesta hoy en la negación
no solo del centralismo democrático, sino poco menos que en la duda de si se necesita el
centralismo en general. Las representaciones acerca de que, la esencia de la perestroika,
revolucionaría el mecanismo de administración socialista suele desplazarse de los problemas
de la democratización a los de la descentralización; las tareas de modificar el carácter de
principios de la actividad de cada nivel y eslabón de la dirección son sustituidas por las de
redistribución de las funciones entre los niveles de dirección, de la ampliación de la autonomía
de los eslabones económicos”.140
Por otro lado, a poco tiempo de iniciada la reforma económica, la dirección del PCUS se
percata que sin profundas transformaciones en el sistema político, esta no prosperaría.141
Ambos procesos de cambio se acometerán en lo adelante paralelamente.
La reestructuración de la institucionalidad política proyectada al comienzo con miras a
rectificar las deformaciones sufridas por el centralismo democrático, y a fortalecer el poder
político de los trabajadores y su vanguardia partidista en todos los órdenes, el pragmatismo
vergonzante, latente en la “nueva mentalidad”, la asociará a la creación de cierto “Estado de
Derecho” que le concedería supremacía a la ley en aras de la protección jurídica de los
individuos, priorizando los intereses de ellos por sobre los del Estado. Nada asombroso había
en que la conciencia social, envilecida por el egoísmo decadente, sublimara la maquinaria
estatal capitalista, obnubilada por sus mecanismos de creación del consenso político en
escenarios caracterizados por el conflicto que generan de los más diversos y contrapuestos
intereses sociales. Ahora en la democracia burguesa, con su egoísmo institucionalizado, se
percibirá la forma legítima de canalización positiva de la relación individuo-sociedad.

92
El “Estado de Derecho” capitalista, idealizado por los artífices de la perestroika, estaría
llamado a rescatar el respeto irrestricto a la legalidad y a ponerle fin a las arbitrariedades y al
proceder despótico del estilo de dirección de “ordeno y mando”, estimulándose la creación de
la base jurídica para el pluralismo político sin descartar, por supuesto, el partidista.
Lógicamente, la institucionalización de las contiendas políticas en un estado multinacional
como la URSS, exacerbaría los conflictos de intereses y los sentimientos nacionales espurios.
Por ese camino la reforma del sistema político, lejos de contribuir a corregir las deformaciones
del sistema político stalinista, aportó un ingrediente adicional a favor de la inminente
desintegración de la URSS. En lugar de un “Estado de Derecho” gobernado por la ley, se
galvanizaron toda laya de oportunismo político, nacionalista, regional, grupal e individual. El
país se sumerge en el nihilismo, el irrespeto a la ley y la anarquía.
En el terreno militar el cambio de la “imagen del enemigo”, propugnada por la “nueva
mentalidad”, supuso concesiones en las negociaciones sobre fuerzas convencionales en Europa
(CFE) y sobre armas estratégicas, que dejaron a la URSS sin aliados, sin una zona de
seguridad en sus fronteras occidentales y sin una estructura de defensa balanceada. Mientras,
la contraparte imperialista del binomio Gorbachov-Shevardnadze, en el golfo y por doquier,
mostraban al mundo que la agresividad y la guerra eran valores universales inalienables de la
ideología capitalista de dominación mundial.142La creación del “Estado de Derecho” debilitó
primero y luego termina por suprimir el papel dirigente del PCUS como fuerza política rectora
de la sociedad, liquidándose la premisa que garantizaba la cohesión político-ideológica del
poder soviético.
La glásnot (transparencia informativa) destinada a romper con el hermetismo informativo, el
discurso apologético, la simulación y fomentar el espíritu crítico- revolucionario, ensalzada y
manipulada por la propaganda occidental, siembra la confusión ideológica en el pueblo
soviético y contribuye decisivamente al descrédito definitivo del ideal socialista. La revisión
superficial de la historia del socialismo en la URSS, a la luz del empirismo abstracto de la
“nueva mentalidad”, se hará acompañar de un discurso político de enrevesada semántica, que
concluye adosándole los calificativos de “retrógrados” o “conservador” a cualquier propuesta
de renovación no mercantil del socialismo. “Por lo visto -se afirmaba en 1990- de un extremo -
cuando todo lo estatal era declarado progresista y más altamente desarrollado por el solo
hecho de pertenecer al Estado- muchos cayeron ahora en el extremo opuesto y consideran que
es progresista todo lo no estatal por el único fundamento de que es cooperativista, individual,
arrendado, pero no “oficial”. Incluso aparecieron interpretaciones, según las cuales lo estatal y
social significaría “de nadie”.143 En este mismo artículo su autor identifica tres corrientes
ideológicas fundamentales divergentes en cuanto a la idea que tienen de la renovación del
socialismo. Son ellas la stalinista, la pragmática liberal y la revolucionaria.

93
La stalinista, se señala, exigía “poner orden en el país”. Como programa de desarrollo ulterior
de las reformas, “poner orden”, concordaba con las representaciones del orden que tenía el
“socialismo” cuartelario. Los renovadores del stalinismo-a juicio del autor-verán entonces en
la reforma económica, en la enfilada a instaurar el “Estado de Derecho” y en la glásnost, que
había legalizado el pluralismo de opiniones, una empresa antisocialista de punta a cabo. Creían
que era posible todavía restablecer el nivel de intimidación necesario que permitiría elevar la
productividad del trabajo y la eficacia económica. Por eso suscribían que se conservara la
alineación de las masas respecto a las decisiones políticas, la producción y los asuntos sociales
generales. El protagonismo en la restitución del sistema autoritario se le adjudicaba a una
“nueva vanguardia” que obviamente relegaría a las masas al estado de obediencia perpetuo
que le asigna el modelo stalinista. En opinión del autor del artículo, este vanguardismo
artificial en el ámbito de la gestión se limitaba a proferir bruscas expresiones contra los
burócratas, los funcionarios y a barajar sin cesar los cuadros de dirección (personal ejecutivo).
Funcionarios sin iniciativa debían ser reemplazados por otros más “flexibles”, pero sin hábitos
de trabajo colectivo con las masas ni tiempo para hacerlo, que optarían solo por darles
“mejores” órdenes. El resultado, “ni más democracia ni más socialismo”. Sencillamente la
perestroika, envuelta en un hálito de mayor “democracia”, giraría en círculo alrededor del
estilo de dirección de “ordeno y mando”.
La segunda, la denominada pragmático-liberal, se decía que centraba su atención en aumentar
la eficiencia económica. En el fondo defendía la idea, de que era posible resolver los
problemas económicos indistintamente de lo que ocurría en los ámbitos social, político-
institucional y espiritual. A los efectos promoverá concepciones típicas de la división de
poderes: un Partido dedicado a la ideología y la política, que le da “carta abierta” a los
economistas para que saquen a la economía del estado de precrisis (o crisis) en el que se
encontraba. Suponía que hasta tanto no se implantara la gestión económico-mercantil
completa y el autofinanciamiento no tenía sentido hablar de democratización real de la
sociedad. Incluso, sus representantes solían tender un vínculo lineal entre la superestructura
burocrática y cualquier tipo de dirección centralizada de la economía, así como, entre la
democrática y la descentralizada economía de mercado. De ahí, su inclinación a simplificar y
suplantar la problemática de la democratización de la gestión económica por el de la búsqueda
de un pensamiento y una política económica cercanos a la idílica correlación plan-mercado.
La tercera corriente ideológica, considerada por el autor como la revolucionaria, veía la
solución satisfactoria, estable e irreversible, del conjunto de problemas económicos y sociales
en los cambios radicales del sistema político. La fuerza política motriz de la perestroika
radicaba en la activación, ante todo política, del pueblo trabajador. La arbitrariedad debía
remplazarse por la supremacía de la ley en la economía y en la vida social. Opinaba que crecía
el papel de la ideología marxista-leninista como fuerza material rectora de los cambios, que

94
marchaba a conquistar la conciencia social de las masas y desplazaba de ella a la ideología
stalinista.
Evidentemente, las responsables de este abanico ideológico en la sociedad soviética son las
inconsecuencias de la perestroika y la glásnot que espontáneamente han polarizado la
conciencia social, desatando entre las corrientes en pugna una lucha ideológica que aumentaba
en tensión, como se reconoce en el artículo, Pero el autor del trabajo no dice, ni una sola
palabra, sobre la responsabilidad que tenían los líderes de la perestroika y la glásnot, a la
cabeza de los cuales se encontraba el propio Secretario General del PCUS, en que a poco
menos de cinco años de iniciado el proceso renovador, el panorama ideológico en la sociedad
soviética, en vez de despejarse, se había enrarecido y hasta cierto punto caotizado. La difícil
situación más bien creada trataba de justificarse, incluso se celebraba, al interpretársele como
uno de los logros de la glásnot que le permitía a la población “juzgar con mayor fundamento
acerca de los asuntos sociales”. El autor no visualiza el hecho de que, por su esencia, la
ideología que inició el proceso renovador no pasaba de ser un stalinismo vergonzante.
Se coincide con él, no obstante, en que un logro importante del pensamiento social soviético
fue la reconsideración de las coordenadas históricas del socialismo, pasándose, del
reconocimiento incondicional de que este existía realmente en la URSS, a la comprensión
crítica de un socialismo deformado, stalinista o de cuartel.144 Esta conclusión, viniendo del
país insignia del modelo stalinista, tenía una connotación teórica y política de incalculable
valor para todo el movimiento comunista internacional. Lo mismo puede decirse de la
maduración del enfoque teórico sobre el burocratismo, en el que la crítica a la burocracia
soviética desborda la denuncia de sus manifestaciones externas: papeleo, lenguaje oficinesco,
peloteo, disposiciones cargadas de formalismo, insensibilidad ante los problemas de los
demás, exceso de personal administrativo, etc., y lo define como un régimen social particular
con su correspondiente sistema de relaciones de producción.145 Sobre el acucioso ajuste de
cuentas que, en un plazo histórico muy breve, una parte del pensamiento social soviético
sometió a la que fuera su ideología oficial, generalmente los críticos del dia-mat guardan un
hermético y enigmático silencio. Sin embargo, el avance en los campos más diversos del
pensamiento social es demasiado notable como para perderlo de vista, inclusive en el mare
mágnum ideológico desatado por la perestroika. Pero es exactamente en esta etapa, cuando la
sociedad soviética mostrará la riqueza y conflictividad real de su vida espiritual, que demanda
ir más allá de una simple condena epistemologista a su ideología oficial.
Parece exagerado, no obstante, valorar el renacer del espíritu crítico-revolucionario en un
sector del pensamiento social soviético, como la base de una corriente ideológica
revolucionaria, influyente en el destino político de la perestroika. Desgraciadamente, la fuerza
social que debía impulsar esta corriente: “la activación ante todo política de los trabajadores”,
no pasaba de ser una loable aspiración a contracorriente de lo que sucedía en la realidad. Ya se

95
hizo referencia a los datos de estudios sociológicos concretos que reflejaban la tendencia hacia
el incremento de los sentimientos de apatía, escepticismo y frustración entre los trabajadores al
no ver cumplidas las expectativas que inicialmente la perestroika había despertado en ellos.
Pensar que la agenda de la perestroika podía encarrilarse por la vía consecuentemente
revolucionaria carecía de fundamento objetivo, cuando había sido la máxima responsable del
desbarajuste ideológico creado.
Consecuente con su stalinismo vergonzante, de lo que se despoja el sector más influyente del
“personal ejecutivo” no es de los estereotipos, sino de los residuos de la fraseología
pseudomarxista mediante la cual encubrían y legitimaban su proyecto renovador pequeño-
burgués. El grupo de dirigentes encabezados por Gorbachov, en medio de la apatía política y
el desconcierto ideológico reinante en los dirigidos, optará por el tránsito abierto a la economía
de mercado. En la etapa de su apoteosis histórica la ideología pequeño burguesa del modelo
soviético, despejará toda duda acerca de la naturaleza oportunista y vacilante de su conciencia
política, relativamente diferenciada de la capitalista.146
Ya en noviembre de 1986, Oleg Bogomolov, uno de los asesores de Gorbachov, miembro del
Parlamento, que encabezaba además lo que eufemísticamente se denominaba “Instituto de
Economía Socialista”, publica un artículo con el sugerente título: “Adiós a la visión primitiva
del socialismo”. En él leemos: “La teoría de la convergencia–bajo la cual el capitalismo y el
socialismo se van acercando en la medida en que progresan, y eventualmente se unirán en un
solo sistema -de ninguna manera se ve ahora tan primitiva como al comienzo. Occidente se
está moviendo a una sociedad mejor, a la que se alude como “post-industrial” y basada en la
información. Por lo general, nos referimos a este tipo de sociedad como la etapa inicial del
comunismo”.147
El vergonzante tecnocratismo del asesor presidencial, abiertamente pro burgués, ha despojado
ya a la “primitiva” visión pequeño-burguesa del socialismo de su politizada fraseología
burocrática. Sin remordimientos ideológicos abraza las alucinantes fabulaciones “post-
industriales” de David Bell, y comulga frente a la exótica idea de Robert Tucker, según la cual
“el concepto de comunismo de Marx se ajustaba mejor a los Estados Unidos del presente, que
por ejemplo, su concepto de capitalismo”.148 La postulación de la convergencia del
capitalismo y el comunismo en una sociedad post-industrial de consumo, solo actualiza el
pensamiento económico stalinista al hacer explícita la noción “primitiva” de dicha
confluencia, supuesta ya en la ley económica fundamental del socialismo. Algo ajeno por
completo a esa concepción “actualizada” del socialismo que piensa haberla superado al
decidirse a fundamentarla abiertamente. Bogomolov suscribe el peor de los primitivismos
ideológicos al pensar que ha aportado algo nuevo, cuando no ha hecho más que legitimar el
entreguismo ideológico postulado anteriormente por la ideología oficial de forma no
premeditada.

96
Permeado hasta el tuétano también por el pragmatismo vergonzante de la “nueva mentalidad”,
Vadín Medvedev, conocido como el último jefe de ideología de Gorbachov, contra toda
evidencia y racionalidad histórica, llegará al colmo del envilecimiento ideológico al declarar
que las relaciones monetario mercantiles y el mercado capitalista ”eran representaciones
instrumentales de los valores humanos universales”, a la vez que exhorta a los tomadores de
decisiones de la perestroika a adoptar el enfoque humano universal.149
La frase recurrente en el discurso de Gorbachov de que “no hay alternativas a la perestroika”,
terminara finalmente plegando las banderas del socialismo a las relaciones mercantiles,
sepultando con ellas el ideal comunista y grabando sobre su tumba el epitafio: “No hay
alternativas al mercado”. La huera fraseología antistalinista de la perestroika no disimulará su
devoción y culto al nuevo icono: el mercado.
Idolatrado por la nueva mentalidad, al mercado se le atribuirán cualidades jamás constatadas
en realidad histórica alguna, como reza en el documento reformista de Gorbachov en octubre
de 1990. Allí se dice: “No hay alternativas para el mercado. Solamente el mercado puede
asegurar la satisfacción de las necesidades del pueblo, la justa distribución de las riquezas, los
derechos sociales y el fortalecimiento de la libertad y la democracia. El mercado le permitirá a
la Unión Soviética estar vinculada orgánicamente con el mundo, y darles a nuestros
ciudadanos acceso a todos los logros de la civilización mundial. Se buscarán acuerdos sobre
apoyo financiero y económico para la reforma del mercado a través de conversaciones con el
Fondo Monetario Internacional, la Comunidad Europea, y los gobiernos extranjeros. Todas las
cuentas con los países del COMECON serán saldadas a precios mundiales en moneda dura a
partir de enero de 1991. La ayuda a países extranjeros será reducida y puesta sobre bases
comerciales”.150
De esta forma, el coqueteo táctico “con las armas melladas del capitalismo”, que había
iniciado Stalin y continuado sus sucesores, Gorbachov y sus acólitos lo convierten en el
objetivo estratégico de su vergonzante “nueva mentalidad”. El súper objetivo inicial de la
perestroika de impregnarle a la sociedad soviética “más democracia y más socialismo” se verá
coartado, a fin de cuentas, por la abierta promoción del liberalismo pequeño-burgués en todas
las esferas de la sociedad. Esta capitulación ideológica corona el proceso de mutación del
espontaneo pragmatismo inconsistente stalinista en explícitamente vergonzante, poniéndole
término a la miserable degradación ideológica del pensamiento marxista clásico fundador.
Desenlace que alimentaría el mito de una “agenda oculta” de la perestroika, y el presunto
“viraje a la derecha” de Gorbachov en el año 90151.
A partir de esta fecha, una nueva escalada de promesas consumistas se lanza a conquistar la
conciencia de las masas populares, pletóricas de necesidades materiales y espirituales
insatisfechas y exacerbadas continuamente. No podemos menos que imaginarnos, a la
decadente mentalidad de consumo del pueblo soviético, presa de una euforia infantil al entrar

97
en contacto visual con los valores de la cultura occidental. No podemos menos que
representarnos aquella masa de ciudadanos, al observar por la televisión los mercados de los
países capitalistas desarrollados abarrotados de mercancías y de la más alta calidad, marchar
hipnotizada tras aquellos dirigentes que, despojados de toda fraseología “ideologizante”, dicen
haber descubierto en la economía de mercado el camino verdadero hacia la tierra del consumo
ilimitado y la felicidad, tantas veces prometidos.
El tránsito a la economía de mercado acabará por fraccionar indiscriminadamente la propiedad
y los intereses sociales del multinacional Estado soviético. La descomposición vertiginosa del
tejido social, armado en el transcurso de más de siete décadas, se hará indetenible e inevitable.
A comienzos del año 1991 aparecen indicios inconfundibles de que la URSS va rumbo a la
desintegración. El año se inicia sin aprobar el presupuesto del Estado y sin tener establecida
una economía de mercado. El desbarajuste económico gravaba sensiblemente sobre el ya
deteriorado nivel de vida de la población. En el primer trimestre de 1991, las repúblicas
contribuyeron al presupuesto federal tan solo con 18 5OO millones de rublos de un total de 54
OOO millones152. Las discusiones en el Parlamento de la URSS en torno al programa
gubernamental, para el paso a la economía de mercado, caldearon la ya elevada temperatura
del ambiente político en las altas esferas del poder. En el debate, en esencia, Gorbachov no
apoya el programa de su primer ministro, V. Pavlov, inclinándose a favor de otro programa
elaborado por el economista G. Yavlinski, facturado de conjunto con expertos de la
universidad de Harvard. Con el respaldo de los líderes de las nueve repúblicas firmantes del
tratado de la Unión, Gorbachov opta por llevar a la Cumbre de los Siete en Londres una
mezcla de ambos programas. Al favorecer él la total mercantilización de las reformas, estaba
eliminando definitivamente los pilares del poder centralizado y borraba lo que podía quedar de
intencionalidad socialista en la propuesta del programa de su primer ministro. El presidente se
enrola en una enmarañada y peligrosa situación.
Este embrollo en el alto mando del gobierno hizo detonar el golpe de estado en agosto de
1991. El pronóstico de aquella acción al borde del precipicio, que pensaba restituirle a la
perestroika su intencionalidad socialista original, contaba con escasas probabilidades de
triunfo. ¿Acaso no ha sido la concepción pequeño-burguesa de la perestroika la que desde su
inicio ha conducido invariablemente a lo que los golpistas deseaban evitar: el fin del poder del
Partido Comunista, la separación de los estados del Báltico y la desintegración de la URSS?
Al margen de la fraseología socialista con la que la perestroika adornaba su discurso
reformador en 1985, la respuesta afirmativa a esta pregunta es incontrovertible.
Los últimos estertores del Estado soviético centralizado, enfrentados al huracán devastador de
corrientes separatistas y anticomunistas, intensificadas por la presión desideologizante de la
glásnot y la perestroika, sucumben en un desentonado y agónico canto de cisne. Yeltsin logra
catalizar la movilización popular en rechazo al desafío de “demostración de fuerza”, y asume

98
el control de la situación. Arrestado e interrogado frente a las cámaras de televisión, el
Secretario del Partido Comunista de Moscú, responde a la pregunta acerca de su participación
en el “golpe”: “¿Cuál golpe? Era un enredijo”153.
Aprovechándose del desconcierto, la fuerzas nacionalistas y renegadas del socialismo
comandadas por Boris Yeltsin -que había renunciado al PCUS en los marcos de las elecciones
presidenciales de ese año- imbuidas en una efervescencia anticomunista sin precedentes,
utilizan el vacío de poder que sobreviene al perder el presidente de la URSS a su equipo de
gobierno para obligarlo a que apruebe post facto, todos los decretos anticonstitucionales
emitidos por el Presidente de Rusia. En lo adelante, el poder pasará a manos del gobierno ruso.
Este acontecimiento pondrá punto final, a la vía pequeño-burguesa de renovación mercantil
del socialismo stalinista. El bastión de lo que fuera el sistema socialista mundial, se hundirá en
el insondable mar de los frustrados proyectos históricos.
Coherente hasta la desfachatez con su stalinismo vergonzante, el hombre que un día se
propuso renovar el socialismo le da el tiro de gracia al Partido Comunista de la URSS. El líder
de la perestroika, ante la implicación directa de altos dirigentes del PCUS en el intento
golpista, decreta la suspensión de la actividad del PCUS, renuncia a la Secretaría General y
disuelve el Comité Central. Con esta ridícula vendetta política contra su “propio” partido
político, el espíritu pequeño burgués de Gorbachov y sus catastróikos acaba reconciliándose
consigo mismo, poniendo al desnudo su total carencia de principios revolucionarios.
El intento de golpe aceleró la metamorfosis del “personal directivo” en genuinos capitalistas.
Muchos de los miembros de la otrora nomenclatura burocrática, ante los ojos atónitos del
mundo entero, mutarán en entusiastas burgueses y conservarán su posición privilegiada en el
sistema de relaciones de producción. Una vez más “los pícaros se burlarán de los honestos”. El
presagio apocalíptico del Che sobre el modelo soviético se cumplió, ¡y de qué manera!154
Sobran razones para afirmar, que el fracaso de la perestroika poco tuvo que ver con la
subestimación por sus inspiradores de la magnitud de los problemas y contradicciones
acumulados durante decenios de construcción de socialismo en la URSS. No se trató de que el
proceso renovador fuera sorprendido por una avalancha de dificultades y contingencias que lo
hicieron mutar en una especie de gallina que no acertaba poner el huevo, de la tan cacareada
eficiencia y aceleración, ni en lo económico, ni en lo político, ni en lo ideológico. El fracaso
de la perestroika debe ventilarse en el orden de su pensamiento estratégico y no el táctico. La
reestructuración gorbachoviana adolecía de una interpretación profunda de las causas reales
que habían conducido al estancamiento del modelo soviético. No disponía de un diagnostico
objetivo que guiara a las reformas por la senda del humanismo revolucionario.
De lo contrario, la historia pudo ser otra. Los reformadores desde el comienzo, hubiesen
puesto el acento principal en la desmantelación de las relaciones burocráticas de producción,
la restitución de centralismo democrático y el fortalecimiento del papel dirigente del PCUS.

99
Las medidas se hubieran orientado a incorporar masivamente a los trabajadores a la toma de
decisiones políticas y económicas sobre la base de la planificación social. Dado el nivel
científico-técnico que presentaba la URSS en ese momento, el desarrollo del centralismo
democrático hubiese significado, ante todo, el tránsito de ese país a un modelo socio-
económico de gestión colectiva del conocimiento científico. El inevitable fortalecimiento del
sentimiento de copropietarios colectivos de los medios de producción que sobrevendría, sería
el mayor incentivo al desarrollo de las fuerzas productivas y a la elevación de la productividad
del trabajo, y no los meros incentivos monetario mercantiles. Esa transición, hacia un
socialismo genuinamente democrático y productivo, podía haber utilizado críticamente lo
aportado en cuanto a dirección estratégica por la “nueva economía” capitalista, lo que
garantizaría incorporar orgánicamente a su modelo de gestión a las relaciones monetario-
mercantiles. El contenido y el ritmo de las medidas específicas a aplicar se hubiesen corregido
puntualmente, en función del rumbo estratégico trazado sin llegar a comprometerlo. Qué otra
cosa no hubiese significado ese modelo socialista basado en la gestión colectiva del
conocimiento, especialmente el científico, sino el rescate y actualización del pensamiento
clásico fundador sobre la nueva sociedad, y del término que mejor define sus concepciones:
comunismo científico.
Desgraciadamente, el tránsito hacia un modelo que estimulara la autogestión colectiva de las
fuerzas productivas y especialmente del conocimiento, fue el camino inexplorado por el
modelo stalinista. Esta vía prometía ser, no obstante, la solución paulatina y completa de la
oposición entre los trabajadores físicos e intelectuales, entre dirigentes y dirigidos, entre los
intereses sociales e individuales, entre producción material y espiritual, entre la eficiencia
económica y la político-ideológica.
La falta de un pensamiento teórico-revolucionario que orientara estratégicamente la
renovación del socialismo demostró, de forma amarga y trágica, cuánta razón tenía Engels al
considerar que desde que el socialismo se transformó de utopía en ciencia merece ser tratado
como tal.155 Este clásico del marxismo fundador, desvirtuado hasta la caricatura por el dia-mat
y vilipendiado hasta el descrédito como legítimo marxista por la crítica epistemologista,
legaba a la posteridad una tesis que encierra un enorme desafío histórico para las fuerzas
revolucionarias que en el siglo XXI luchan por la victoria definitiva e inaplazable del
socialismo a escala global.
Para finalizar podrían dejarse abiertas las siguientes interrogantes: ¿Con la desintegración del
campo socialista desaparecieron el dia-mat y la racionalidad pragmático-inconsistente que le
dieron vida? ¿Ha saldado la teoría marxista-leninista de la transición socialista sus cuentas con
la deformación pequeño- burguesa de que fuera objeto en la URSS y Europa del Este? ¿Murió
definitivamente con la perestroika la mentalidad materialista vulgar que buscaba la simbiosis
exacta entre socialismo y mercado?156 ¿Tiene claro la izquierda marxista el costo que pagó el

100
socialismo stalinista por no marchar en dirección al desarrollo de los incentivos propiamente
socialistas en la producción social? ¿Todos los que deseamos aportar nuestro granito de arena
al desarrollo de la teoría marxista hemos sacado categóricamente la cuenta de que: “Los
errores ideológicos se pagan con retrocesos en el camino de las revoluciones”157 y que: “Sin
teoría revolucionaria tampoco puede haber movimiento revolucionario?”158
En resumen:
1) El dia-mat suprimió la centralidad que en el marxismo clásico-fundador le corresponde a la
praxis real, concreta, de los individuos. En su lugar coloca la categoría filosófica de materia,
provocando la ontologización metafísica de la racionalidad praxiológica marxista. La realidad
pasará a entenderse en forma teleológica, la cual supone una concepción lineal y progresiva
del desarrollo material. La tesis esgrimida por el dia-mat sobre la independencia relativa de la
conciencia social respecto al ser social encierra la visón dicotómica y abstracta que tiene el
dia-mat de la producción material y espiritual, así como la degeneración que experimenta la
filosofía marxista de proletaria y comunista, en gremial doctrinaria .El dia-mat no se limitaba a
legitimar a posteriori la actividad política de la dirigencia burocrática, sino que representaba la
expresión teórica general de las tendencias, contradicciones y conflictos de la producción
material propia del modelo stalinista.
2-.La racionalidad que regía la concepción stalinista del socialismo no era marxista–leninista
como oficialmente se decía, sino pragmática inconsistente. Su inconsistencia radicaba en la
necesidad de apelar básicamente a los incentivos monetario-mercantiles para dinamizar la
actividad económica, debido al anquilosamiento que el centralismo burocrático sometía a las
relaciones de propiedad. El pragmatismo inconsistente impuso una división pequeño-burguesa
del trabajo entre dirigentes y dirigidos que no supera la división jerárquica capitalista del
trabajo, por lo que reconstruye la enajenación en nuevas personificaciones. Esta deformación
estructural del modelo stalinista, que impedía la socialización real de la propiedad, fue
determinante en su inviabilidad histórica. El dia-mat era la expresión teórica general de la
racionalidad pequeño-burguesa que desvirtuó en un sentido economicista vulgar el proyecto
emancipador comunista.
3-La incapacidad de la racionalidad pragmática inconsistente para su autocorrección crítico-
revolucionaria produjo el fracaso de la perestroika. Durante el período de su implementación
aconteció la metamorfosis del pragmatismo inconsistente en vergonzante, allanando el tránsito
de la URSS al capitalismo.

101
CONCLUSIONES

La ideología que condujo al descalabro del modelo de socialismo que se ensayó en la URSS y
Europa del Este tenía un carácter pequeño burgués. En consecuencia, el modelo de socialismo
que feneció adolecía de un pensamiento comunista-científico que guiara estratégicamente la
transformación revolucionaria del capitalismo al comunismo. A esta ideología pequeño-
burguesa le era consustancial un tipo de racionalidad pragmática inconsistente la cual suscita
la ruptura de la organicidad dialéctica entre la producción espiritual y la material, entre teoría
y práctica, entre pensamiento y acción revolucionarios propios de la racionalidad praxiológica
marxista.
La racionalidad pragmática inconsistente produjo un modelo deformado de socialismo que
puede ser calificado de stalinista, atendiendo a que fue J. Stalin la figura principal que
originalmente lo promovió. El contenido pequeño-burgués de dicha racionalidad la hacía
oscilar entre el capitalismo y el comunismo, entre la planificación y el mercado, entre la
cosmovisión burguesa y comunista del mundo.
En el plano de la producción espiritual, el pragmatismo inconsistente concitó la deformación
del contenido crítico-revolucionario de la ideología marxista en gremial doctrinario,
provocando la desvirtuación metafísica del paradigma epistemológico que caracteriza al
pensamiento clásico-fundador. Una desvirtuación que encontró en el dia-mat su expresión y
legitimación teórica general. El dia-mat, ante todo, es consecuencia del materialismo vulgar
que profesaba la ideología stalinista y de las deformaciones pequeño-burguesas que introdujo
en el contenido emancipatorio de la transición socialista.
En el plano de la producción material, la racionalidad pragmática inconsistente deformó, en un
sentido economicista, el contenido esencialmente humano que debían adquirir las relaciones
sociales y la riqueza social en el proceso de edificación de la nueva sociedad. El ideal de
riqueza, que en la práctica estimulaba el llamado socialismo real, no era otro que la
idealización de la ampulosa riqueza material creada por las denominadas sociedades
capitalistas de consumo. Acorde con esta tergiversación economicista del proceso de
emancipación social, se implementó una visión tecnocrática del desarrollo de las fuerzas
productivas en los marcos de un sistema de gestión burocrático-administrativa de las mismas y
de toda la actividad económica. Este mecanismo económico fomentaba un sistema de
relaciones burocráticas de producción con una forma de gestión de la propiedad de “ordeno y
mando” que impedía su real socialización y la formación en los trabajadores de una conciencia
de copropietarios colectivos de los medios de producción. La rígida división jerárquica del
trabajo entre dirigentes y dirigidos, que singulariza a las relaciones burocráticas de
producción, al no superar revolucionariamente a la capitalista, reproducirá bajo nuevas formas
la condición enajenada del trabajo y sus consecuencias. Ante la imposibilidad de desarrollar

102
incentivos económicos propiamente socialistas, debido a la centralización burocrática de la
propiedad, el modelo de gestión stalinista recurría al camino de las relaciones monetario-
mercantiles como estímulo básico de la actividad económica. Ello revela una de las
características esenciales de la naturaleza inconsistente de su pragmatismo.
Las relaciones de producción establecidas por el modelo stalinista configuraron la base social
que objetivamente propiciaba el desarrollo en los individuos de un tipo social de personalidad
signada por un egoísmo pequeño-burgués de usufructuario pasivo de la propiedad estatal: una
decadente mentalidad consumista y no de productor libre asociado. En lugar de afianzarse
masivamente los valores propios de la ética comunista se corrompió el espíritu revolucionario
de los trabajadores, enraizándose la indiferencia y apatía en amplios sectores de la población
con relación a la búsqueda de soluciones colectivas a los problemas sociales. No obstante a los
beneficios que la política social del modelo stalinista les reportó a los países del ex campo
socialista, objetivamente su modelo económico era incapaz de promover una productividad del
trabajo, una ideología y una cultura superior a la capitalista.
La incapacidad del modelo stalinista, para corregir mediante la crítica revolucionaria su
deformación pequeño- burguesa de la transición socialista sumió a este modelo en una crisis
estructural que posteriormente derivaría en su deshonroso desmontaje. El propio carácter
pequeño-burgués de la perestroika, con su sublimación de la economía de mercado capitalista,
no hizo más que transformar el pragmatismo inconsistente en vergonzante y acelerar la
descomposición de aquel sistema.
A la ideología pequeño burguesa de corte stalinista ha de ubicársele dentro de las corrientes
socialistas vulgares acerca del proceso histórico, la justicia y la emancipación social, criticadas
ya en su época por Marx y Engels.
De manera dramática, el fracaso del socialismo en la URSS y Europa del Este confirmó que el
asunto de la correlación teoría-práctica sobre presupuestos científico-revolucionarios, es
trascendental para el proyecto emancipador comunista.

103
RECOMENDACIONES

1) Socializar los resultados de la investigación a través de artículos seriados y su publicación


íntegra en formato de libro.
2) Investigar el impacto que tuvo el modelo stalinista en el proyecto socialista cubano y en qué
medida la actualización de nuestro modelo de desarrollo económico social ha extraído las
lecciones pertinentes de su fracaso.
3) Continuar profundizando en la relación existente en el pensamiento marxista-leninista entre
filosofía y economía y la trascendencia que tuvo en la teoría del cálculo económico, así como en
la concepción vulgar sobre el contenido de las relaciones monetario-mercantiles en las
transiciones socialistas emprendidas en la época de la hegemonía del capital financiero
trasnacional.
4) Introducir los resultados en el nuevo programa de estudio de Ciencias Sociales aprobado por
la Dirección Política de las FAR .

104
NOTAS Y REFERENCIAS

1
Ver: Castro Ruz, Fidel. Discurso en el Aula Magna de la Universidad de la Habana, 17 de
septiembre de 2005, Tabloide Especial No 11 año 2005. Editado por Juventud Rebelde, La
Habana, 2005, p. 15.
2
Krenz, Egon. Otoño de 1989.Editorial Cultura Popular, La Habana, 2007, p. 281.
3
En 1936 L. Trotski escribe: “La caída de la dictadura burocrática actual, sin que fuera
reemplazada por un nuevo poder socialista anunciaría, también, el regreso al sistema
capitalista con una baja catastrófica de la economía y la cultura”. Trotsky, León. La
Revolución Traicionada. Editorial Pathfinder, Nueva York, 1992, p.206. Años mas tarde, en
1965, el Che escribiría al respecto:”Se sabe de viejo que es el ser social el que determina la
conciencia social y se conoce el papel de la superestructura; ahora asistimos a un fenómeno
interesante, que no pretendemos haber descubierto pero sobre cuya importancia trataremos de
profundizar: la interrelación de la estructura y la superestructura. Nuestra tesis es que los
cambios producidos a raíz de la Nueva Política Económica (NEP) han calado tan hondo en la
vida de la URSS que han marcado con su signo toda esta etapa. Y sus resultados son
desalentadores. La superestructura capitalista fue influenciando cada vez en forma más
marcada las relaciones de producción y los conflictos provocados por la hibridación que
significó la NEP se están resolviendo a favor de la superestructura: Se está regresando al
capitalismo”. Guevara de la Serna, Ernesto. Apuntes críticos sobre la economía política.
Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2006, p. 27.
4
Entre los que hoy ponderan los elementos de continuidad del pensamiento marxista respecto a
la tradición filosófica anterior se encuentran algunos partidarios de la teoría del caos y el
pensamiento complejo. Según ellos, el marxismo y el pensamiento moderno burgués
comparten presupuestos teóricos generales, por lo que la teoría elaborada por Marx no
trasciende el llamado “paradigma epistemológico de la modernidad”. El pensamiento
complejo cree estar entonces a las puertas de una revolución lógica, sustentada en la noción
dialéctica de la realidad que sugieren los novísimos conocimientos de las matemáticas no
lineales, las ciencias naturales y las nuevas tecnologías. Para Alan Woods, y Ted Grant : “Es
realmente sorprendente que los pioneros de la teoría del caos, que están intentando romper con
la desacreditada metodología “lineal” y elaborar unas nuevas matemáticas “no lineales”- más
acorde con la realidad turbulenta en una naturaleza en cambio constante-, parecen no estar en
absoluto al corriente de la única y auténtica revolución en la lógica en dos mil años: la lógica
dialéctica, elaborada por Hegel y perfeccionada posteriormente sobre bases científicas y
materialista por Marx y Engels¨. Woods, Alan y Grant, Ted. Razón y Revolución. Filosofía
Marxista y Ciencia Moderna. Editorial Ciencias Ssociales, La Habana, 2005, p, 413.Los que

105
extreman los elementos de ruptura, por su parte, perciben en la bancarrota del dia-mat la
confirmación del criterio positivista sobre el “fin de la filosofía”, abriéndose paso, incluso en
el pensamiento de izquierda, el punto de vista que ve en Marx al anti Hegel, es decir, el
antifilósofo, alguien cuya forma de pensar está en antítesis absoluta no solo con cualquier
forma de filosofía especulativa, sino, además, con relación a todo género de intelección
filosófica de la realidad. En este caso Marx y no Hegel sellaría el verdadero “fin de la
filosofía”, aunque en un sentido negativo. Siguiendo esta línea de razonamiento los filósofos
estarían predestinados a quedarse sin empleo. A lo sumo, el marxismo admitiría una
valoración retrospectiva del conocimiento filosófico que convertiría a la filosofía en un saber
de tipo doxográfico, al estar focalizado exclusivamente en el estudio de su pasado, en la
interpretación del surgimiento y génesis de las ideas filosóficas. Por designio de la filogénesis,
los filósofos que se aventuren a investigar e intenten conservar un espacio en el concierto de
los saberes contemporáneos, estarían sentenciados a mutar en una suerte de ratones de
biblioteca genéticamente puros, pues no tendrían otro contenido de trabajo que no sea el de
escribir libros sobre libros. Por ejemplo, según Heinz Dieterich, el objeto de indagación
reflexiva de los filósofos se ha debilitado al extremo que, si se permite la expresión, se han
quedado “sin objeto de investigación, es decir, prospectivamente sin empleo”. Ver. Dieterich,
Heinz. Identidad Nacional y Globalización. La Tercera Vía. Casa Editorial Abril. Ciudad de la
Habana, 2000, p.64.
5
“Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que
se trata es de transformarlo”. Marx, Carlos. Tesis sobre Feuerbach. Obras Escogidas en tres
tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1973, T I. p. 3.
6
Lenin, V.I. Quiénes son los “amigos del pueblo” y como luchan contra los socialdemócratas.
Obras Completas. Editorial Progreso, Moscú, 1981, T.1, pp. 337 -338.
7
Ver: Sánchez Vázquez, Adolfo. A tiempo y destiempo. Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 2004, pp. 307-429.
8
Para Lukács, la ortodoxia en el marxismo se refiere exclusivamente al método. Ver. Lukács,
G. “¿Qué es el marxismo ortodoxo?”En: Historia y conciencia de clases. Editorial Ciencias
Sociales, La Habana 1970, p. 35. Gramsci, por su lado, vinculará la ortodoxia al carácter
autosuficiente de la “Filosofía de la Praxis” en el sentido de bastarse a sí misma, de no tener
que recurrir a eclecticismos ni a compromisos ideológicos con filosofías que le son extrañas
desde el punto de vista clasista, pero representativa de un pensamiento abierto que se
enriquece permanentemente con el devenir de la praxis y el conocimiento más avanzado de
cada época. Ver: Ramos, Gerardo y Acanda, Jorge Luis. Gramsci y la Filosofía de la Praxis.
Selección de textos de A. Gramsci. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1997, pp. 31-32.

106
9
Marx, C .Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Obras filosóficas.
Editorial Costes, tomo I p. 96.
10
“La vida social es, en esencia, práctica. Todos los misterios que descarrían la teoría hacia el
misticismo, encuentran su solución racional en la práctica humana y en la comprensión de esta
práctica. Marx, Carlos. Tesis sobre Feuerbach. Ed. cit., p. 9.
11
Carlos Galindo Pérez y Sandra Isaac Borrero definen tres características generales del nuevo
humanismo real del que hablan Marx y Engels en “La Sagrada Familia”: “En primer lugar, la
emancipación humana, el desarrollo del nuevo e íntegro hombre y de la nueva sociedad, no
establecen el camino para el análisis de los principios generales naturalistas de la
interpretación antropológica, pero si el camino para el análisis de las relaciones sociales,
condicionando el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción. En
segundo lugar, las tendencias liberadoras surgen, no del análisis de la naturaleza humana, sino
del análisis científico de las direcciones objetivas del desarrollo de la producción, nacidas de
las demandas sociales. En tercer lugar, las condiciones sociales y efectivas de los medios de
actividades determinan que los postulados libertadores pueden transformarse de ideales
morales en realidad. La revolución comunista no aparece, sin embargo, como un objetivo en sí
mismo, ella es un medio que sirve a la emancipación humana; al propio tiempo esta
emancipación condiciona la revolución, y sin ella no se puede efectuar”. Galindo Pérez, C. e
Isaac Borrero. “Humanismo: Teoría e Historia”. En: Colectivo de autores. Filosofía y
Sociedad. Editorial, Félix Varela, La Habana, 2002, pp. 142-143.
12
Aguirre, Rojas Antonio. Itinerarios de la historiografía del siglo XX .Centro de
Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, La Habana, 1999, p. 233.
13
Adolfo Sánchez Vázquez enfatiza que “la racionalidad marxiana es en primer lugar
práxica”. A su modo de ver, este último neologismo, derivado del sustantivo praxis, sirve para
distinguir a la “racionalidad práxica” del sentido moral que, como razón práctica, suele dársele
a partir de Kant y diferente también de la “razón praxiológica” en el sentido que le da
Kotalnski a su “praxiológia” o “ciencia de la razón eficaz”, equivalente a la “razón
instrumental” de la Escuela de Frankfurt”. Ver: Sánchez Vázquez, A. A tiempo y destiempo.
Ed, cit., p. 396. Otros autores relacionan la forma orgánica en que teoría y praxis se vinculan
en el pensamiento marxista con la tesis de Marx de la realización de la filosofía. Ver: Grüner,
Eduardo. “Lecturas culpables. Marx(ismos) y la praxis del conocimiento”. En: La teoría
marxista hoy. Problemas y perspectivas. Editorial de CLACSO, Argentina, 2006, pp.105-149.
En la presente investigación el término “racionalidad praxiológica”se emplea para designar el
consciente vínculo dialéctico-material que contraen teoría y práctica en la ideología marxista,
en la que cada una de ellas se constituyen y realizan por mediación de la otra en el proceso de

107
transformación de la realidad en función de los valores que promueve la concepción comunista
científica del mundo.
14
Marx, C. Engels, F. La Ideología Alemana. Ed. cit., p. 26.
15
“Yo les haría notar en general a los caballeros democráticos que harían mejor en ponerse al
tanto de la literatura burguesa antes de presumir ser capaces de charlar acerca de las
contradicciones de la misma. Por ejemplo, esos caballeros deberían estudiar las obras
históricas de Thierry, Guizot, John Wede, etcétera, a fin de enterarse de la “pasada historia de
las clases´”. Marx, C. Carta a J. Weidemeyer, 5 marzo de 1852. www.marxists.org\espanol\m-
e\index.htm, 07 de septiembre de 2006.
16
“Gracias a un avance dialéctico el pensamiento subjetivo se torna en mediación de lo
particular a través de lo universal, con el resultado de que cada hombre al ganar, producir, y
disfrutar por cuenta propia está eo ipso produciendo y ganando para el disfrute de todos los
demás. La compulsión que esto origina tiene sus raíces en la compleja interdependencia de
cada quien con el todo, y que ahora se le presenta a cada quien como el capital permanente
universal”. Hegel, W. Filosofía del derecho (Tomado de: Cuadernos Electrónicos de Filosofía
del Derecho. núm. 1. I.S.S.N.: 1138-9877. Fecha de publicación: 1 de julio de 1998).
“En la historia del mundo, solo los pueblos que logran conformar un estado pueden llegar a
conocimiento nuestro. Porque debe entenderse que aquel es la realización de la Libertad, es
decir del objetivo final absoluto, y que este existe por cuenta propia. Debe entenderse además
que todo cuanto valor posee el ser humano–toda racionalidad espiritual, lo posee solamente a
través del Estado… Porque la verdad es la unidad de lo Universal y la Voluntad subjetiva, y lo
Universal debe ser hallado en el Estado, en sus disposiciones universales y racionales. El
Estado es la Idea Divina como ella existe en la tierra”. Hegel, W. Filosofía de la Historia.
Ibídem.
“La Historia universal viaja de Oriente a Occidente, porque Europa es absolutamente el fin de
la historia”. Hegel, W. Filosofía de la Historia. Ibídem.
17
Citado por Ilienkov, E.V. En: Lógica Dialéctica. Editorial Progreso, Moscú 1977, p. 239
18
Marx, C. Engels, F. La Ideología Alemana. Ed. cit., p. 47.
19
Marx, C. Engels, F. La Ideología Alemana. Editora Política, La Habana, 1979, p.19.
20
Marx, C. Historia crítica de la plusvalía. Ediciones Venceremos, La Habana, 1965, pp. 201-
202. Esta es la razón por la cual Marx no invertirá su tiempo en elaborar una teoría exhaustiva
del modo de producción “en general”, sino que se dedicará a profundizar en los modos
históricos de producción y, sobre todo, en la crítica al de su época: el capitalista. Por la misma
razón, tampoco desarrollará una teoría general de la ideología o de la producción espiritual. En
cambio nos legará, al igual que Engels, valoraciones pormenorizadas de la ideología de su
época en tanto falsa conciencia de la realidad, pero sin dejar de reconocer sus contribuciones

108
científicas al pensamiento universal. Los que creen observar una limitación en el pensamiento
marxista clásico fundador de análisis poco focalizados en definiciones conceptuales y
concepciones teórico-generales que relegarán a un plano secundario el condicionamiento
histórico-concreto de las abstracciones categoriales, verdaderamente pasan por alto el
historicismo radical que caracteriza a la cosmovisión comunista científica. Marx está
consciente que la construcción de una teoría histórico-filosófica válida para todas las épocas y
países tendría “el gran mérito” de ser suprahistórica. Partiendo de sus fundamentos generales,
la concepción dialéctico materialista supone la unidad del proceso histórico, pero al mismo
tiempo comprende su diversidad dada la expresión histórico- concreta y cambiante de dichos
fundamentos.
21
“La concepción materialista de la historia también tiene ahora muchos amigos de ésos, para
los cuales no es más que un pretexto para no estudiar la historia. Marx había dicho a fines de
la década del 70, refiriéndose a los «marxistas» franceses, que «tout ce que je sais, c'est que je
ne suis pas marxiste”. Carta de Federico Engels a Konrad Schmidt el 5 de agosto de
1890.www.marxists.org\espanol\m-e\index.htm, 07 de septiembre de 2006.
22
Lenin, V.I. Cuadernos Filosóficos. Obras Completas. Editorial Progreso, Moscú, 1986,
T.29, p. 192.
23
Marx, C. Engels, F. La Ideología Alemana. Ed. cit., pp. 66-67.
24
Marx, C. Carta de C. Marx a F. Engels, el 8 octubre de 1858. www.marxists.org\espanol\m-
e\index.htm, 30 de marzo de 2006.
25
Kohan, N. Marx en su (Tercer) Mundo Editorial Centro de Investigación y desarrollo Juan
Marinello, La Habana, 2003, p. 267
26
El juicio de Kohan sobre el “nuevo paradigma” marxista, que comienza a gestarse a finales
de los cincuenta de siglo XIX, es contradictorio en sí mismo. Dice Kohan: “Ese demoledor
bombardeo a la hipóstasis metafísica de la historia que Marx dirige en 1845 desde la filosofía
de la praxis, se profundizará aún más a partir del viraje de los años 60, expandiéndose hacia
nuevos territorios, abarcando ahora no solo la filosofía sino también la historiografía, la
antropología, la etnografía, y sobre todo, el análisis político del problema nacional, de la
periferia y del colonialismo. La política sigue desempeñando allí un lugar central.” Kohan, N.
Marx en su (Tercer) Mundo. Ed. cit., p. 267.
Vemos que Kohan presenta “el viraje”, por un lado, como desarrollo y profundización de las
concepciones filosóficas elaboradas por Marx desde mediados de la década del cuarenta del
siglo XIX, lo que nos hace pensar no en un viraje o “corte epistemológico” en la concepción
materialista de la historia descubierta por Marx y Engels en su juventud, sino en una
exposición más completa y acabada de la misma. Sin embargo Kohan, por otro lado, a fuerza
de un estructuralismo positivista, realmente burdo, presenta la consolidación de la filosofía de

109
la praxis en el sentido de expansión de lo ya logrado en el terreno filosófico, antes del “viraje”,
a otros territorios y temáticas historiográficas. O sea, que la presenta como si el discurso
filosófico de Marx, “aplicado” a nuevas regiones de la historiografía empírica y las relaciones
políticas, revoluciona la visión eurocentrista y metafísica de la dialéctica histórica de la cual el
fundador del marxismo no se había desembarazado todavía. Y solo ahora, con la puesta a tono
de los niveles filosófico, historiográfico y político en su corpus teórico, la filosofía de la
praxis, según Kohan, ha arribado a su legítima madurez trayendo consigo un “cambio de
paradigma”. A no ser que se tenga la opinión de que hasta la aparición del “nuevo paradigma”
la teoría de Marx se distinguía por la falta de organicidad interna, lo verdaderamente novedoso
que cabe esperar de la especial incursión de Marx en las temáticas antes señaladas, sería la
rectificación, desarrollo y mayor concreción del discurso historiográfico marxista, o sea, la
maduración del marxismo en su integridad. No admitirlo ha llevado a Kohan a creerse que ha
sido él y no Althusser el auténtico descubridor del parte aguas teórico entre los dos Marx.
Únicamente la segmentación cognitivita (metafísica) de la teoría marxista en niveles “con
temporalidades y ritmos de elaboración netamente diferenciales” (filosófico, historiográfico,
político), de los que habla Kohan, puede desvirtuar una etapa de verdadero enriquecimiento y
consolidación de la concepción materialista de la historia, interpretándola como un cambio de
paradigma portador de una nueva y compleja racionalidad histórica. Estas huellas de
epistemologismo vulgar en el filósofo argentino lo emparentarán con el dia-mat, por el tipo
ambiguo de racionalidad que destila, mucho más de lo que a primera vista parece alejarlo de
este su crítica de verbo copioso, cortante y fluido. Su criterio estructuralista sobre las
“temporalidades y ritmos de elaboración netamente diferenciales” en la producción teórica de
Marx puede leerse en: Kohan, N. Marx en su (Tercer) Mundo. Ed. cit., pp. 245- 274.
27
Engels, F. Dialéctica de la Naturaleza. Editorial Grijalbo, México, 1961, p. 196.
28
Ilienkov deslegitima una ontología peculiar que estudie las formas puras del ser, lo que
equivaldría a sostener la viabilidad de construir la dialéctica del ser con un sentido general
abstracto. Por ello, según él, no es posible delimitar las formas y leyes universales del mundo
exterior de las leyes del pensamiento. La separación artificial de ambas obliga a la dialéctica a
transformarse en una descripción de procedimientos y operaciones lógicas abstractas o
puramente subjetivas, donde la dialéctica degenera en un esquema inerte dado a través de una
suma de ejemplos. Para Iliénkov, la lógica “representa un sistema rigurosamente delineado de
conceptos especiales (de categorías lógicas) que reflejan los estadios consecuentemente
recorridos (“las etapas”) del proceso de formación de cualquier integridad concreta y
correspondientemente del proceso de su reproducción teórico-espiritual”. Ver Ilienkov, E.V.
Lógica Dialéctica. Editorial Progreso, Moscú, 1977, p.349.

110
29
Ver: Marx, C. Palabras finales a la segunda edición alemana del primer tomo de El Capital
de 1872. Obras Escogidas en tres tomos. Editorial Progreso, Moscú, Tomo II, p.100.
30
“El modo de ser del nuevo intelectual ya no puede consistir en la elocuencia motora,
exterior y momentánea, de los afectos y de las pasiones, sino que el intelectual aparece
insertado activamente en la vida práctica, como constructor, organizador, «persuasivo
permanentemente», no como simple orador...” A. Gramsci. Los intelectuales y la Organización
de la Cultura, Buenos Aires, Lautaro, 1960, p.15. En el artículo “El malestar de los
intelectuales” Jorge Luis Acanda contrapone la visión amplia del concepto de intelectual que
tenía Gramsci a la restringida que popularizó lo que llama el “materialismo ramplón” Ver:
Acanda, J. L. “El malestar de los intelectuales”.Revista Temas, La Habana, No. 29, abril-
junio 2002, pp. 11-20.
31
La dialéctica de la triada historia- filosofía-cultura es uno de los momentos cimeros de la
obra gramsciana. Las reflexiones de Gramsci sobre la función sistematizadora de la filosofía
del acervo cultural de la humanidad son precisas. Al respecto plantea: “Hay que perder la
costumbre y dejar de concebir la cultura como un saber enciclopédico en el cual el hombre no
se contempla más que bajo la forma de un recipiente que hay que rellenar y apuntalar con
datos empíricos, con hechos en bruto en conexos que él tendrá luego que encasillarse en el
cerebro como en columnas de un diccionario para poder contestar, en cada ocasión, a los
estímulos varios del mundo externo. Esta forma de cultura es verdaderamente dañina,
especialmente para el proletariado. Solo sirve para producir desorientados, gente que se cree
superior al resto de la humanidad porque ha amontonado en la memoria cierta cantidad de
datos y fechas que desgrana en cada ocasión para levantar una barrera entre sí mismo y los
demás. Solo sirve para producir ese intelectualismo canijo e incoloro tan justa y cruelmente
fustigado por Romain Rolland (los cubanos podríamos agregar: y por José Martí) y que ha
dado a la luz una caterva de fantasiosos presuntuosos, más deletéreos para la vida social que
los microbios de la tuberculosis o de la sífilis para la belleza y salud física de los cuerpos…La
cultura es cosa muy distinta. Es organización, disciplina del yo interior, apoderamiento de la
personalidad propia, conquista de superior conciencia por la cual se llega a comprender el
valor histórico que uno tiene, su función en la vida y sus deberes.” Más adelante señala: “Es
necesario sistematizar crítica y coherentemente las propias intuiciones del mundo y de la vida,
estableciendo con exactitud que debe entenderse por “sistema” para que no sea entendido en el
sentido pedante y magisterial de la palabra. Para esta elaboración debe y solo puede hacerse
en el cuadro de la historia de la filosofía que muestra qué elaboración ha sufrido el
pensamiento en el curso de los siglos y qué esfuerzo colectivo ha costado nuestro actual modo
de pensar que resume y compendia toda la historia pasada, incluso en sus errores y en sus
delirios, que, por otra parte, por haber sido cometidos en el pasado y haber sido corregidos no

111
garantizan que se reproduzcan en el presente y no vuelvan a necesitar ser corregidos”. Ver:
Ramos, Gerardo y Acanda, Jorge Luis. Gramsci y la Filosofía de la praxis. Selección de textos
de A. Gramsci. Ed. cit., pp.105 y 50.
32
Marx, C. Manuscritos Económicos y Filosóficos de 1844. Editora Política, La Habana
1965, p.77.
33
Ibídem. P. 110
34
Ibídem.
35
Esta opinión coincide con la valoración de Mészáros de que los Manuscritos de Paris
contienen en su seno al sistema de Marx in statu nascendi, por lo que en estos ya están los
vectores que anuncian un programa teórico monumental. Ver: Mészáros, Itsván. La Teoría de
la enajenación en Marx. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2005. pp. 6-9.
36
Marx, C.El Capital. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1965, Tomo III, p.140.
37
Marx, C. Fundamentos de la Crítica de la Economía Política, Editorial Ciencias Sociales,
Instituto del Libro, La Habana, 1970, p. 28.
38
Marx, C. Engels, F. La Ideología Alemana. Ed. cit., p. 25.
39
Ibídem. p.19.
40
Marx, C. Manuscritos Económicos y Filosóficos de 1844. Editora Política, La Habana,
1965, p. 54.
41
Desde los ochenta del siglo pasado la temática de los valores o axiología ha acaparado
buena parte de la producción filosófica en nuestro país. Cabe destacar la contribución de Zaira
Rodríguez por encauzar en la academia cubana los estudios sistemáticos sobre el tema. Ver:
Filosofía, Ciencia y Valor. Editorial Ciencias Sociales. La Habana 1985. Zaira, en un
seminario celebrado en el Instituto de Filosofía en el año 1984 había sostenido: “La teoría
marxista del valor tiene su punto de partida en una idea central presente en muchas obras de
Marx, en especial en El Capital, que consiste en desentrañar la esencia social de los valores al
abordar el estudio de la doble naturaleza de la mercancía. Marx demostró que los valores
constituyen solo una forma externa (o fetichizada) de cierta relación social.” Colectivo de
Autores. Filosofía y Valor. Editorial Ciencias Sociales. La Habana 1985, p. 31. Esta
importante idea sugería prestarle la máxima atención, en el empeño de elaborar la teoría
filosófica de los valores, a la contribución de la economía política marxista y el evidente
contenido transdisciplinario que presentaría la misma. Otros filósofos cubanos como
Rigoberto Pupo y José Ramón Fabelo han continuado trabajando esa línea Ver. Pupo Pupo, R.
La actividad como categoría filosófica. Editorial Ciencias Sociales. La Habana 1990; del
mismo autor y Rita Buch Sánchez. La filosofía su historia y mediaciones. Facultad de
Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana, 2006, pp.125- 143. Fabelo Corzo, José
R. Práctica, Conocimiento y Valoración. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1989. Del

112
mismo autor Mercado y Valores Humanos. Revista Temas No.15, 1998, pp. 28-38; Los
valores y sus desafíos actuales. Editorial José Martí, La Habana, 2003.
42
Lenin, V. I. Quiénes son los amigos del pueblo y como luchan contra los social demócratas.
Obras Completas. Editorial Progreso, Moscú, 1981, T 1. p.165.
43
Bien distante de los que le impugnan un determinismo mecanicista, Engels concibe el
devenir histórico hasta su época como el producto de la compleja interacción dialéctica de una
magnitud casi infinita de voluntades individuales en un contexto histórico único y
heterogéneo, cuyo resultado concreto, el acontecimiento histórico, no lo ha preestablecido
ningún individuo en específico. “La historia se hace de tal modo, que el resultado final
siempre se deriva de los conflictos entre muchas voluntades individuales, cada una de las
cuales, a su vez, es lo que es por efecto de una multitud de condiciones de vida, son pues
innumerables fuerzas que se entrecruzan las unas con las otras, un grupo infinito de
paralelogramos de fuerzas, de las que surge una resultante-el acontecimiento histórico-, que a
su vez puede considerarse producto de una fuerza única, que, como un todo, actúa sin
conciencia y sin voluntad. Pero lo que uno quiere tropieza con la resistencia que le opone otro,
y lo que resulta de todo ello es algo que nadie ha querido. Engels, F. Carta a José Bloch 21
(22) de septiembre de 1890. Obras Escogidas en tres tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1986,
T.III, p. 515. Del planteamiento anterior se infiere que en cuanto ley histórico-social, el
determinismo dialéctico- material es la resultante que se abre paso a través de una magnitud
casi infinita e indeterminada de interacciones sociales individuales que, como resultado
objetivo al fin, expresa en sí una determinada dirección general hacia la que tiende el
movimiento social. De aquí, que el determinismo dialéctico material represente el principio
fundamental que rige la dinámica del funcionamiento interno de la sociedad como un todo
vivo. El comportamiento individual en este caso no se deduce directamente de la ley que en
última instancia lo determina, sino que esta última indica, exclusivamente, la necesidad
objetiva que justifica determinada tendencia general en las acciones individuales, sin pretender
reducir todo el rico contenido de las últimas a esta tendencia general. Respecto a la
explicación de la conducta individual de una persona o un grupo pequeño de estas, el
determinismo material poseerá entonces un valor teórico- metodológico con un carácter
heurístico y no axiomático deductivo. Con toda razón algunos marxistas han subrayado, que el
modo en Marx comprendía el determinismo está mas próximo a como I. Prigogine entiende
hoy la autorregulación de los sistemas complejos, que de esa forma material reduccionista y
fatalista de como lo abordaba Konstantinov en el tomo uno de los “Fundamentos la Filosofía
Marxista- Leninista” dedicado al “materialismo dialéctico”. Si no se toma en cuenta esto, con
la seriedad que merece, se correría el riesgo de redescubrir la dialéctica materialista de Marx a
través de su más reciente confirmación y desarrollo en los novísimos descubrimientos del

113
saber científico natural y técnico contemporáneo. Muy ilustrativas de la noción no teleológica
de la historia son las obras historiográficas de Marx acerca de acontecimientos sociales
concretos como “La lucha de clases en Francia”, “El dieciocho brumario de Luis Bonaparte”,
“La Guerra Civil en Francia”, en las que se valoran dialécticamente fenómenos sociales
irrepetibles, y donde el desenlace final de cada uno de ellos en particular no estará
predeterminado por ley histórica alguna. Sin embargo, la lectura general que se nos propone
de estos hechos tampoco sugiere la tesis de que han sido inducidos por el comportamiento
caótico e imprevisible de los sujetos implicados. Al contrario, los hechos se presentan como la
viva constatación de la dialéctica de la lucha de clases que refleja a nivel súperestructural el
antagonismo social subyacente en la base económica en la etapa de afirmación del modo de
producción capitalista.
44
Marx, C. Fundamentos de la Crítica de la Economía Política, Ed. cit., T.I. p. 90-91.
45
En esta forma inicial, la reproducción de la existencia social del individuo transcurre
fusionada a una determinada comunidad–tribu, comuna, estamento, casta, gremio, etc.-sin
poderse reproducir de otra manera. El productor se hallaba “adherido”, no separado, de las
condiciones de su trabajo, (de las herramientas y de los medios de producción) y ante todo a la
tierra, que en todas las formaciones precapitalistas fue el objeto y el medio material de trabajo
principal. Fundamento productivo que presupone el lugar central que ocupaba la agricultura en
aquellas sociedades, y en consecuencia, la orientación general de la actividad económica a
producir valores de uso, objetos útiles destinados a satisfacer necesidades sociales concretas:
alimentación, cobija, vestimenta, instrumentos de trabajo, etc.
La función dominante desempeñada por el componente natural en el metabolismo social de las
sociedades precapitalistas no debe interpretarse en el sentido de algo distinto y yuxtapuesto al
elemento social. Sino, aquella forma de reproducción de la vida donde el nivel de los medios
técnicos de producción no rebasan todavía su precario componente natural en el que el hombre
es la fuerza productiva principal que los pone en movimiento. En la fuerza avasallante que el
elemento natural ejercerá sobre la finalidad, la estructura, y el contenido de la actividad
productiva se expresará el carácter enajenado del trabajo en este período. Dominación que los
individuos están obligados acatar sin poder sustraerse a ella, incluso, la sublimarán en sintonía
con la pobreza de su escaso desarrollo intelectual. Relaciones que no responden a la creación
voluntaria ni a la previsión de nadie. Ambiente propicio para que germinen y se arraiguen las
primeras representaciones fantásticas de la realidad en el que las fuerzas naturales que
dominan al hombre en su vida cotidiana toman la forma enajenada de fuerzas supraterrenales o
divinas.
La propiedad privada sobre los medios de producción, la vivienda, los bienes inmuebles etc.,
no implica la descomposición de las relaciones de dependencia personal, pues deja

114
inconmovible el fundamento natural de la reproducción social. El aumento de la productividad
del trabajo, que ha dado lugar al excedente en la producción y a la propiedad privada,
responde no al desarrollo exponencial (cualitativo) de las fuerzas productivas, sino a mejoras
técnicas y formas más avanzadas de división natural del trabajo (agricultura, ganadería,
manufactura) que incrementan el rendimiento en la explotación de la tierra como objeto y
medio de trabajo fundamental. No obstante, las relaciones de dependencia personal
experimentarán una importante transformación que cambia para siempre la historia de la
humanidad. La metamorfosis socio-clasista de las relaciones sociales inaugura la reproducción
político-económica de la vida social. El metabolismo social procederá a recomponerse
íntegramente como repuesta a las nuevas necesidades objetivas que demanda la división socio
clasista del trabajo. La totalidad de los elementos de la anatomía social serán decantados y
reconfigurados bajo el influjo de los intereses políticos que regularán la producción social. La
sociedad se dotará de nuevos órganos generándose nuevas funciones.
El nacimiento de las clases complejiza las relaciones sociales. En estas circunstancias los
antagonismos de clases compulsan la dinámica y el desarrollo de la vida social. El trabajo
físico deviene angustiosa necesidad de supervivencia para las masas trabajadoras. La ventaja
del hombre sobre los animales se trastoca en desventaja para los explotados. La explotación
del hombre por el hombre rebaja la condición humana de los desposeídos de los medios
fundamentales de producción a simples instrumentos para satisfacer las necesidades y el
egoísmo de las clases propietarias de dichos medios. La pertenencia del individuo a un
estamento en específico dependerá ahora de su posición en el sistema de relaciones socio-
clasistas.
La propiedad sobre los medios de producción segmenta básicamente a la sociedad en clases
dominantes y dominadas, conservándose un grupo de estamentos subalternos como
remanentes, en algunos casos, de estadios productivos anteriores, o gérmenes de un futuro
modo de producción. Con la aparición de la desigualdad económica y la oposición de intereses
clasistas las relaciones de dependencia personal adoptan la forma de dominio y sumisión.
Estas relaciones podían conservarse y reproducirse en este período solamente con la ayuda de
la coacción extraeconómica y el afianzamiento político, jurídico e ideológico de la clase
económicamente dominante. Como respuesta a esta necesidad del seno de la sociedad brota un
nuevo órgano: el Estado. En las sociedades precapitalistas el Estado es mediación
imprescindible en la apropiación del plus producto por la élite dominante. Como institución
perseguirá conciliar los antagonismos de clases. Pero será esta una conciliación ilusoria e
inevitablemente problemática. No obstante, la real regulación mediadora que realiza el Estado
de las relaciones sociales, introduce en la mente de los individuos la falsa percepción de ser un
instrumento supraclasista, y por ende, que encarna en sí los intereses generales de la sociedad.

115
Desde este preciso instante se contraponen dicotómicamente Estado y sociedad civil, intereses
individuales y sociales, vida pública y privada, la ciudad y el campo, producción material y
producción espiritual. Dicotomías, que al coexistir en las sociedades precapitalistas con la
inclusión de los individuos en estamentos y castas, encubre la esencia clasista de tales
contraposiciones. Con el surgimiento de la propiedad privada, a las formas religiosas que en el
escenario social primitivo rendían culto a la naturaleza, le sucederán tipos más elaborados de
religión que darán fe de la enajenación político-económica que identifica a los modos
antagónicos de producción. Las nuevas creencias religiosas compartirán el escenario
ideológico con explicaciones racionales de la realidad profana las que, no obstante a su
contribución al conocimiento positivo del mudo, ofrecerán también una imagen mitificada,
idealista, de las fuentes reales del proceso histórico.
La lucha de clases representará el marco resolutivo donde los antagonismos, inherentes a la
reproducción político- económica del metabolismo social, serán solventados en interés de
determinados grupos sociales. La lucha de clases se convierte en locomotora de la historia.
Pero la forma subjetiva de esta lucha, no obstante a su condicionamiento material objetivo, le
imprimirá al desarrollo social un carácter no lineal, percibiéndose momentos progresivos y
regresivos, de revolución y contrarrevolución, de ascenso y reflujo de la lucha de clase y
periodos de relativa paz social. Solo en un plazo relativamente extenso de la historia, y como
resultado del éxito de las fuerzas revolucionarias, el movimiento social progresivo se abrirá
paso como tendencia. La enajenación político-económica se complejiza y refina con el
avenimiento del modo de producción capitalista.
46
Marx, C. Fundamentos de la Crítica de la Economía Política. Ed. cit., T.I., p. 43.
47
Ibídem. p.35
48
Cuando Marx redacta los Manuscritos de Paris no había arribado aún a la categoría trabajo
abstracto sobre la cual edifica su concepción del fetichismo mercantil, por lo que en ese
momento su teoría del trabajo enajenado adolece del nivel de concreción que muestra en “El
Capital”en cuanto a la definición de sus contradicciones internas y las tendencias que de estas
se derivan. Tampoco la producción capitalista por aquella época había agudizado los
antagonismos del trabajo enajenado al extremo de socavar las premisas sociales y naturales
indispensables para la reproducción de la especie. La lucha por superar la enajenación del
trabajo no tenía la trascendencia actual de lucha por la supervivencia del género humano.
49
Marx, C. Fundamentos de la Crítica de la Economía Política. Ed. cit., T.I., p. 90.
50
Marx, C. Trabajo Asalariado y Capital. En Carlos Marx y Federico Engels. Obras
Escogidas en Tres Tomos. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1973, p.30.
51
En este sentido, E. V Ilienkov apunta: “En realidad, el cretinismo profesional es, a la vez,
una consecuencia y una condición del modo mercantil-capitalista de división de la propiedad.

116
El payaso, que divierte al público en el circo, está obligado a entrenarse como payaso días
enteros, sin conocer el descanso; de lo contrario, no resistirá la competencia con otros payasos
más aplicados y descenderá a un nivel inferior, vestirá el uniforme de barrendero en lugar del
gorro con cascabeles. Por ello será siempre y donde quiera solo un payaso. Para ninguna otra
cosa le alcanzan el tiempo y las fuerzas. Exactamente igual hace la sociedad burguesa con el
banquero, con el lacayo altamente retribuido, con el ingeniero y con el matemático. El modo
capitalista de división del trabajo no conoce ni tolera excepciones. Por eso el cretinismo
profesional se convierte aquí no solo en hecho, sino en virtud, en norma, incluso en un ideal
peculiar, en el principio de formación de la personalidad, con el cual cada uno se esfuerza en
corresponder para no hundirse hasta el fondo de la sociedad, para no convertirse en una simple
fuerza de trabajo no calificada.” Iliénkov E. V. De ídolos e ideales. Revista Contracorriente,
La habana, 1997, No. 10, pp. 85-91.
52
La racionalidad instrumental es la lógica de pensamiento que universaliza el capital al
volverse hegemónica su lógica reproductiva en la sociedad. Max Weber sentó importantes
derroteros en el estudio de la racionalidad instrumental con su teoría de la acción racional. Él
diferenciaba racionalidad axiológica (de los fines) y la racionalidad instrumental (de los
medios), problemática profusamente tratada, además, por la Escuela de Frankfurt y sus últimos
epígonos Habermas y Willmer. En los dominios de la racionalidad instrumental la eficiencia
social se juzga por el pragmático vínculo lineal que correlacionan medios y fines. Según
Hinkelammert, la eficiencia a la que se refiere la teoría actual de la acción racional es “al
juicio sobre los costos de los medios en relación con el fin por lograr. Este juicio solo es
cuantificable si tanto fines como medios son expresados en términos monetarios. El fin y los
medios tienen ahora precios. La realización del fin es eficiente si se consigue a través de
medios cuyos costos, medidos en precios, sean inferiores al precio que tiene el fin alcanzado.
Los medios son insumos para lograr un producto. La realización medio-fin se transforma en
relación costo de producción-precio del producto. Como tal, es una relación insumo producto.
Esta eficiencia se puede medir ahora cuantitativamente, y se mide por la rentabilidad del
proceso de producción. Este es rentable si hay una ganancia que indica que el precio del
producto supera los costos de producción. Si estos son más altos que el precio del producto,
hay una pérdida. Por eso, la eficiencia se puede expresar en términos de rentabilidad (…) Si
toda la sociedad se organiza por el criterio de la eficiencia que se impone en la lucha de
mercados, la competitividad y la eficiencia se transforman en los valores supremos que
deciden sobre la validez de todos los otros valores.” Hinkelammert, Franz, J. Ensayos.
Editorial Caminos, La Habana, 1999, p.285.

117
53
Fidel Castro Díaz-Balart describe del modo siguiente la dirección estratégica: “De acuerdo
con Hax y Maluf, que en 1985 publicaron el libro Strategic Management: Anintegrative
perspective, la Dirección Estratégica tiene tres pilares básicos:
-Integración de sistemas administrativos y estructuras de organización.
-Desarrollo de esta integración tanto desde el punto de vista estratégico como operacional.
-Congruencia entre infraestructura de gestión, sistemas administrativos y estructuras de
organización, así como una cultura de la organización.
“Así la Dirección Estratégica constituye la forma más evolucionada y coherente de plantear la
dirección de las organizaciones. No es un fin en sí misma en la medida que no representa un
estado concreto al que, en algún momento, se pueda pretender haber llegado, sino más bien un
proceso continuo de búsqueda y aprendizaje, tanto de la organización en su conjunto como de
sus miembros individuales, hacia un ideal en el que los tres puntos anteriores- estarían
completamente conseguidos.” Ver Castro Díaz Balart, Fidel Ciencia, Innovación y Futuro.
Instituto Cubano del Libro, La Habana, 2001, pp.191-192.
Un punto de inflexión importante en el desarrollo del pensamiento organizacional lo marcaron
los resultados de las investigaciones que se realizaron en la Western Company en los talleres
de Hawthonic, de Chicago en el período de 1927 a 1932. Elton Mayo, John Dewey y Kurt
Lewin experimentan y reflexionan acerca del rol decisivo de los factores humanos en la
productividad de las organizaciones. Voluntad, creencia, motivaciones, incentivos laborales,
identidad grupal e individual, como vías para vencer la especialización individual, pasan a
ocupar un lugar central en la comprensión de la dinámica organizacional. En la década de los
cincuenta la corporación General Electric pondrá en práctica la innovadora gestión por
objetivo. Por otro lado, autores como Herzberg, Liket, Leavitt, Parkinson, Maslow, Arguris, en
contraposición a la simplificación estructural de la escuela burocrática de administración
concentraran la atención de sus análisis a destacar el componente humano como factor
definitorio en la activación del proceso productivo. Apoyado en los resultados teóricos de
Maslow que trata de explicar los móviles que regulan la actividad de los individuos, Douglas
Mc.Gregor ofrece su visión de la dirección distinguiendo “la teoría X y la teoría Y.” Más
reciente W. Ouchi (1981) en su libro “La Teoría Z” y P. Drucker (1993) en su obra “La
Sociedad Poscapitalista” apuntan como hoy la experiencia de la gestión de las grandes
corporaciones norteamericanas se ha retroalimentado sobre todo con las contribuciones de las
empresas japonesas. A la planificación estratégica por objetivos le sucedió la de por valores,
con un altísimo grado de integración de los procesos que intervienen en la cadena productiva
en torno a la gestión capitalista más eficiente del capital intelectual.
Una lectura crítica de la llamada “nueva economía” y las controversias que ha motivado
alrededor de la teoría del valor sustentada por Marx nos las propone Sánchez Noda. Ver:

118
Sánchez Noda, Ramón. “La nueva economía del conocimiento: entre el mito y la realidad.
Editorial Félix Varela, La Habana, 2008.
El economista cubano, Luis Marcelo Yera, propuso a principios de este siglo un modelo de
dirección estratégica por objetivos para las empresas cubanas. Ver: Yera, Luis Marcelo. Hacia
una nueva visión del sistema empresarial socialista. Compendio de ponencias seleccionadas en
los talleres de base para el IV Encuentro Nacional sobre Ideología de la Revolución Cubana,
La Habana, 2001.
54
“Sobre que es el Marketing pudiéramos entablar una larga discusión: ¿Es filosofía? ¿Es un
concepto? ¿Es función?...sin embargo, llegaríamos al final a ponernos de acuerdo en que son
válidas las tres afirmaciones.
“Como Filosofía, no deja de ser una actitud o una postura mental, que se adopta a la hora de
llevar a cabo una relación de intercambio con el fin de satisfacer necesidades. Como concepto,
es un proceso social y de gestión a través del cual los distintos grupos e individuos obtienen lo
que necesitan y desean, creando, ofreciendo e intercambiando productos con valor para otros.
Como función, es una más a desarrollar por empresas y organizaciones, equiparables a la de
producción, financiera, recursos humanos, etc., que está constituida por un conjunto de
actividades de Investigación, Planificación, Comunicación, Distribución y Organización de las
Ventas dirigidas hacia el cliente mediante política, normas, procedimientos para todos los
departamentos de la entidad analizados estratégicamente”. Ver. Marketing y Dirección
Comercial. Centro de Estudios Contables, Financieros y de Seguro, La Habana, 2005.
Llama la atención que esta conceptualización “inocente” (acrítica) del marketing pasa por alto
lo fundamental: la racionalidad capitalista implícita en “la filosofía”, “el concepto” y “la
función” del marketing. A esta imagen tecnocrática y “desideologizada”, del Marketing
Estratégico puede objetársele lo siguiente: Como filosofía, el marketing es una actitud y una
postura mental diseñadas para garantizar la supervivencia de las organizaciones en un entorno
socioeconómico caracterizado por la más exigente y brutal competencia mercantil. El
marketing comprende la guerra despiadada por mantener ventajas competitivas en el mercado
donde incluso la agresión bélica y el saqueo violento de los recursos naturales no solo
persiguen fines económicos, sino que son posicionados y vendidos en el mercado de ideas
siguiendo los mismos procedimientos básicos que la mercadotecnia emplea en el intercambio
de productos materiales y de servicios. Como concepto, significa la sujeción total de la gestión
de las necesidades, intereses y deseos de los individuos a los requerimientos y demandas del
intercambio mercantil. Algo adquiere un valor y un sentido real para otros y para sí, en el
marketing, solo si cumple con la condición de poder ser vendido. Como función, supone la
coordinación e integración estratégica de todo el conjunto de acciones y actividades
empresariales. La investigación, planificación, comunicación, distribución y organización de

119
las ventas se orientan a crear en el cliente un permanente estado de necesidades insatisfechas,
una adicción al consumo desenfrenado de mercancías con una obsolescencia programada
como precondición para la reproducción ampliada e ininterrumpida del capital que aspira a
maximizar las ganancias.
55
Marx, C. Fundamentos de la crítica a la economía política. Editorial Ciencias Sociales,
1971, Tomo II., p.188.
56
El capital de la “nueva economía” se reproducirá sobre la base de especular con el “valor
agregado” por el conocimiento científico y las nuevas tecnologías a la producción mercantil.
Especulación que impone la preponderancia de la segunda incongruencia de la forma precio,
advertida por Marx, en la que estos no guardan relación alguna con el tiempo de trabajo social
invertido en la elaboración de las mercancías. Los precios, en el mercado globalizado, se
fijaran arbitrariamente en correspondencia con las necesidades y los avatares que experimenta
la reproducción del capital financiero trasnacional, monopolizador del capital intelectual, las
patentes de alta tecnología, la producción y el comercio mundial en general. La base
estrictamente especulativa de la forma precio dispara a niveles alucinantes la especulación
financiera. Los mercados financieros, dominados también por la oligarquía financiera
transnacional, moverán una masa inmensa de riqueza bajo la forma de títulos de valor (capital
ficticio), sin que tales títulos remitan a medida objetiva de valor alguna. Es la reproducción
netamente especulativa del capital en la que el dinero engendra más dinero por medio de sí
mismo, sin tener como referencia ningún fundamento socio- material general que establezca
objetivamente el valor de las mercancías. Las ganancias en la “nueva economía” el capital las
obtendrá sobre la base de la acumulación financiero-especulativa. El desestímulo que esta
acumulación significa para el sector productivo ha arrastrado a la economía capitalista a una
crisis financiera y de crecimiento irreversible. Paradójicamente, este estado crítico es al propio
tiempo la consumación de la forma más desarrollada y enajenante del patrón dinerario de
acumulación. Por ello, también ha caducado el PIB como indicador cantitativista, abstracto,
del crecimiento económico. Recuperar su dinamismo resulta incluso contraproducente al
hallarse el capital en el punto crítico en que el incremento de la tasa ganancia, mediante la
supeditación de las necesidades humanas a las de su ciclo reproductivo, terminan por anular
virtualmente las premisas materiales objetivas que garantizan la reproducción de la especie: la
naturaleza y el hombre mismo. El productivismo capitalista, que exacerba hasta el infinito las
necesidades materiales de consumo, no se aviene con la finitud y agotamiento actual de los
recursos naturales, ni con el costo político del desempleo masivo como antídoto a la tendencia
decreciente de la cuota de ganancia e indicativo general de su devastadora acción social.
El freno que esto significa al desarrollo de las fuerzas productivas redunda en la contradicción
más general y acuciante en la que se debate hoy este sistema, consistente en las posibilidades

120
reales que ofrece el potencial científico–técnico contemporáneo para producir en plazo
relativamente breve la cantidad de riqueza suficiente para satisfacer las imperiosas necesidades
de la totalidad de los ciudadanos del planeta, y el persistente empleo de este potencial en
función de la acumulación abstracta de riqueza bajo la forma dineraria. Contradicción
antagónica que marca los límites históricos de la propiedad privada y la necesidad de ir más
allá del capital, de trascenderlo. Involuntariamente, y de manera sumamente conflictiva, en el
capitalismo senil maduran las premisas materiales objetivas para un orden social superior
basado en la gestión colectiva del conocimiento. Agotada la misión histórica del capitalismo,
no queda otra alternativa que transitar a un modo de apropiación social superior. De
prolongarse en el tiempo la transición la tendencia a la autofagia, de la cual el metabolismo
capitalista está dando señales inequívocas, podría depararle un final apocalíptico a nuestra
especie. El capital financiero transnacional se enfrenta antagónicamente a la vida del planeta
en su conjunto.
Contra todo realismo histórico los apologetas del capitalismo, para desactivar y dilatar la
alternativa revolucionaria como única solución positiva a la actual crisis estructural de este
sistema, apelarán a los paquetes de rescates más artificiosos. Se acordará tomar medidas en el
espíritu del conservadurismo monetario- mercantil más retrógrado. La ambigüedad de la
situación conduce al hecho sui generis de que la aplicación de las “nuevas” medidas apuntan
hacia un nuevo retroceso, por el impacto inmediato que tendrán en la agudización de las
contradicciones causantes de los mismos problemas que se desean superar.
La idea ambigua acerca de una nueva arquitectura financiera internacional, que regule los
mercados financieros y le restablezca la vitalidad a la economía dentro de un patrón de
crecimiento viciado por la acumulación de riqueza abstracta, además de quimérica, es suicida.
No se puede curar la enfermedad dinamizando la causa que la produce. Este obcecado
mercantilismo denota la profunda crisis por la que atraviesa la oligarquía financiera
trasnacional y su tipo de racionalidad. No existe operación estratégica de corte financiero
capaz de reanimar al capital, porque lo que está en crisis, precisamente, es el modelo de
crecimiento económico que tiene en el dinero la medida (cuantitativa) de su eficacia universal
junto a la ley que lo justifica: la ley del valor. No es una crisis cíclica más, sino la que marca el
agotamiento del modo enajenado de apropiación capitalista de la realidad. Es una crisis
estructural. Los ardides financieros por rebasar la crisis solo manejan controvertidamente su
gestión. Los ajustes parciales, que intentan reformar fallas puntuales del sistema, producen el
efecto indeseado de dilatar su disfuncionalidad.
¿Cómo poner orden en los mercados financieros si el caos y el descontrol superlativo que hoy
los caracterizan representan la expresión más consecuente y acabada de la reproducción
metabólica del orden social que los engendra? ¿Acaso no ha sido la incesante potenciación del

121
PIB la que ha puesto en crisis la propia noción productivista o productivo-consumista del
desarrollo?
En su libro, “La crisis del capitalismo global” George Soros alerta sobre las peligrosas
fabulaciones de los fundamentalistas del mercado. El rico financiero y especulador aboga por
una especie de realismo dialéctico en el examen de los mercados financieros que desmiente las
falsas especulaciones de los economistas respecto al autonómico equilibrio de los mismos.
“Los fundamentalistas del mercado-apunta Soros-tienen una concepción radicalmente viciada
del funcionamiento de los mercados financieros. Creen que los mercados financieros tienden
al equilibrio. La teoría del equilibrio en la economía se basa en una falsa analogía con la física.
Los objetos físicos se mueven independientemente de los que cualquiera piense. Pero los
mercados financieros intentan predecir el futuro que está supeditado a las decisiones que las
personas toman en el presente. En vez de limitarse a reflejar pasivamente la realidad, los
mercados financieros crean activamente la realidad que, a su vez, reflejan. Hay una conexión
bidireccional entre las decisiones actuales y los acontecimientos futuros a la que llamo
reflexibilidad.” Soros, George. La crisis del capitalismo global. Plaza y Janés, México, 1999,
pp. 19-32.
La aureola de “competitividad” y “eficiencia” que acompaña a economía capitalista
contemporánea ha sido desmitificada por Hinkelammert y Dierckxsens. Con sumo rigor
teórico, ellos nos revelan la naturaleza irracional y suicida que ha adquirido la racionalidad
instrumental que la engendra. Ver: Hinkelammert, Franz J. Determinismo y autoconstitución
del sujeto: las leyes que se imponen a espaldas de los actores y el orden por el desorden. Ed.
Pasos, San José 1996 No. 64, pp. 18-31 y del mismo autor “Ensayos.”Editorial Caminos. La
Habana 1999; Dierckxsens, Win. De la Globalización a la Perestroica del Occidente. Ed. DEI,
San José, 1994; también del mismo autor “Los límites de un capitalismo sin ciudadanía.”
Contracorriente, La Habana, 1996, pp. 81-89.
57
Marx, C. y Engels, F. La Ideología Alemana. Ed.cit., p. 78
58
Marx, C. Manuscritos económicos y filosóficos de 1844. Ed. cit., p.107
59
“A igual trabajo–apunta Marx en la “Crítica al Programa de Gotha” (1875)-y, por
consiguiente, a igual participación en el fondo social de consumo, unos obtienen de hecho más
que otros, unos son más ricos que otros, etc. Para evitar todos estos inconvenientes, el derecho
tendría que ser no igual, sino desigual…” Marx, C. Crítica al Programa de Gotha. Obras
Escogidas en un tomo, Editorial Progreso, Moscú, 1976, p.334. De estos inconvenientes se
desprende, que la plena igualdad entre los individuos desborda la supresión de la propiedad
privada sobre los medios de sociales producción y la explotación sustentada en esta, por
cuanto continúan las diferencias en el acceso a la riqueza material distribuida según el trabajo
y no según las necesidades.

122
60
Ver: Marx C. Instrucción sobre diversos problemas a los delegados del Consejo Central
Provisional. Obras Escogidas en tres tomos. Editorial Progreso, Moscú, 1976, T II, p.82.
61
Marx, C. El Capital. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1965, T III, p.797.
62
) Marx, C. La guerra civil en Francia. Obras Escogidas en tres tomos Editorial Progreso,
Moscú, 1978, T. II, p. 237.
63
La planificación social como fin en sí no puede ser otra cosa que la reproducción ampliada y
conciente del potencial creador humano en su integridad, la realización de la libertad
individual como principio que rige el funcionamiento y desarrollo de todo el metabolismo
social. Incluso ya Marx, oponiéndose a los criterios que vulgarizaban el pensamiento de David
Ricardo sobre la importancia social que tenía entender la producción como un fin en sí, precisa
que “la producción por la producción misma no significa sino el desarrollo de las fuerzas
humanas productivas y por tanto, el desarrollo de la riqueza de la naturaleza humana como fin
en sí.” Ver. Marx, C. El Capital. Ed. cit., T I, p.124.
64
Engels, F. Principios del comunismo. En Marx, Engels y Lenin La Sociedad Comunista.
Editorial Progreso, Moscú, 1973, p.18.
65
Marx, C. Manuscritos Económicos Filosóficos de 1844. Ed. cit., p.117.
66
La categoría riqueza social, y de modo especial su contenido en las condiciones del
socialismo, durante largo tiempo tuvo una marcada interpretación economicista en la literatura
soviética. No será hasta finales de la década de los 60 del pasado siglo cuando se intenta
rectificar su desvirtuada identificación con la producción material, haciéndola extensiva
también a la producción espiritual. En las postrimerías de la década del 80, autores soviéticos
llaman la atención que apenas “pueden mencionarse unos cuantos trabajos en que se intenta
revelar el sentido socio-filosófico de riqueza social”, es decir, su trascendencia desde el ángulo
emancipatorio y libertario. Ver. Colectivo de Autores. La teoría marxista leninista del proceso
histórico. Editorial Progreso, Moscú 1989, pp. 74-90. La concepción comunista del “Índice de
Desarrollo Humano” de ninguna manera podrá disociarse de la problemática de la
dignificación del hombre en el sentido del grado en el que sujeto revolucionario se ha
autoconstituido en el objetivo supremo de su propia actividad social. Esto supone la
interpretación del concepto calidad de vida con un sentido emancipatorio, que cuente entre sus
indicadores básicos con las posibilidades de superación continuas de la conciencia y la cultura
de las masas. De ahí, la gran importancia de trabajos como los de Ernest Fidel Furntratt-Kloep,
que proponen una lectura alternativa y revolucionaria a la visión oficialmente difundida sobre
el “Índice de Desarrollo Humano”. Ver: Furntratt-Kloep, Ernest F. Calidad de vida desde el
punto de vista de la gente común. Editorial Creat, 1995. También puede consultarse,
Castañeiras García, Rita. “Calidad de vida y desarrollo social en Cuba”. Revista Cuba
Socialista 3ra época. Editada por el Comité Central de PCC, La Habana, 2004, pp. 29-51.

123
67
Marx, C. El Capital.Ed. cit., T III, pp.826-827.
68
Lenin I.V. “La economía y la política en la época de la dictadura Ed. cit., Tomo 39, p. 281.
69
Entre 1918-1921 el poder soviético, ante la situación de guerra y la devastación económica,
se vio obligado mediante el régimen de contingentación a incautarle todo el excedente
productivo a los campesinos. Sin la política del “comunismo de guerra” el Estado soviético no
habría podido rechazar el hostigamiento externo y triunfar en la guerra civil. El “comunismo
de guerra”, como señalaba Lenin: “No fue ni podía ser una política que respondiera a las tareas
económicas del proletariado. Fue una medida provisional” V. I. Lenin. “Sobre el impuesto en
especie”. Obras Completas. Editorial Progreso, Moscú, 1887, Tomo 43, p. 221. A decir de
León Trotski, fue un periodo de “[...] reglamentación del consumo en una fortaleza sitiada”.
León Trotski. La revolución traicionada ¿Qué es y a dónde se dirige la Unión Soviética?
Editorial Pathfinder, Nueva York, 1992, p. 27.
70
Lenin reconoce en 1923 que se ha producido un cambio radical en su visón del socialismo.
Ver: Lenin, V. I. “Sobre las cooperativas”. Ed. cit., T. 45, p. 392.
71
Lenin inaugura un camino de superación gradual de la división del trabajo capitalista en
países donde las premisas para el socialismo no han madurado aún. Más que un “descubridor”
de la importancia de las relaciones monetario mercantiles en la transición socialista Lenin
elabora un programa económico que supone tanto la consciente utilización de las mismas,
como su paulatina superación en un nivel socio-productivo superior. Un destacado economista
cubano y acucioso investigador de la economía en la transición socialista, Víctor Figueroa,
subraya la importancia de la NEP que, en cuanto a primer modelo de economía mixta, abrió un
camino que han utilizado también otros proyectos socialistas. Ver: Figueroa Albelo, V.
Economía política de la transición al socialismo: Experiencia cubana. Editorial de Ciencias
Sociales, La Habana, 2009, pp. 156-186.
72
Los principales dirigentes bolcheviques no captaron el profundo contenido político y
emancipador de la Nep. En “Carta al Congreso” (1923), Lenin señala como algunos de los
miembros del Comité Central estaban viciados por una noción demasiado administrativa de las
cuestiones políticas. Esto afloró con plena nitidez después de su muerte. Las posiciones que
sostendrán Bujarin, Trotski y Stalin, no obstante a sus divergencias, ninguno se cuestionaba si
la estatización de los medios de producción suponía de inmediato la apropiación social de los
mismos. Se discutían las relaciones Estado-industria socialista-campesinado y de estos con los
elementos capitalistas, pero no se cuestionaban el contenido socialista de la propiedad estatal.
Bujarin se diferenciaba de Trotski y Stalin, sobre todo, en el peso que le atribuía a la Nep
como plan de unión de la industria estatal con el campesinado junto al apoyo al fomento de las
cooperativas agrícolas, pero no veía en el cooperativismo un posible proyecto socializador del
propio sector industrial. Este vacío conceptual fue crucial en la verdadera tragedia política que

124
significó la muerte de Lenin. Un análisis detallado al respecto puede encontrase en: Afanasiev,
M. El triunfo y la crisis de la burocracia. Editorial Progreso. Moscú, 1991. También el artículo
de Lacis, O. “¿Sustituir el termidor por el brumario?”. Revista de Ciencias Sociales de la
URSS No 2, 1990, Editorial Naúka, Moscú, 1990, pp. 216-142.
73
Lenin V: I. Tareas de las Uniones de Juventudes comunistas. Ed. cit., T. 41, p. 318.
74
Ibídem. pp. 307-308.
75
“El señor Proudhon que toma esas relaciones como principios, categorías y pensamientos
abstractos,-dice Marx acerca del modo en que Proudhon aborda las relaciones de producción-
no tiene más que poner orden en esos pensamientos, que se encuentran ya dispuestos en orden
alfabético al final de cualquier tratado de economía política. El material de los economistas es
la vida activa y dinámica de los hombres; los materiales del señor Proudhon son los dogmas de
los economistas. Pero desde el momento que no se sigue el desarrollo histórico de las
relaciones de producción, de las que categorías no son sino la expresión teórica, desde el
momento en que no se quiere ver en estas categorías más que ideas y pensamientos
espontáneos independientes de las relaciones reales quiérase o no se tiene que buscar el origen
de estos pensamientos en el movimiento de la razón pura”. Marx, C. Miseria de la filosofía.
Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, 1971, p. 100.
76
En la investigación de Camilo Valqui, “La filosofía de la praxis en México ante el derrumbe
del socialismo soviético”, se demuestra las limitaciones del discurso praxiológico en ese país
para develar las inconsecuencias reales del dia- mat y el marxismo oficial soviético, Quizás la
crítica de Valqui hubiese sido mucho más profunda de haber establecido el carácter doctrinario
y pequeño-burgués del dia-mat., algo en lo que la filosofía de la praxis en México no se ha
detenido ha estudiar en profundidad. Ver: Valqui Cachi, C. La filosofía de la praxis en México
ante el derrumbe del socialismo soviético. Editora Laguna, México, 2001.
77
Kosik ha definido con el término “espinozismo dinámico” a la versión que sugiere la lectura
abstracta del materialismo dialéctico. “En determinada tradición del pensamiento, el marxismo
es concebido como un espinozismo dinámico. La sustancia inmutable de Spinoza es puesta en
movimiento. Desde este punto de vista, el materialismo marxista no sería, en general, sino una
metafísica. Pero este materialismo no ha introducido el dinamismo en la sustancia inmutable,
sino que define la "dinámica" misma del ser, su dialéctica, como la "sustancia". Por eso
mismo, conocer la sustancia no significa reducir los "fenómenos" a la sustancia dinamizada, es
decir, a algo que se oculta tras los fenómenos y no depende de ellos: significa conocer las
leyes del movimiento de la cosa misma. La "sustancia" es el movimiento mismo de la cosa, o
la cosa en movimiento. El movimiento de la cosa crea diversas fases, formas y aspectos que no
pueden ser comprendidos mediante su reducción a la sustancia, sino que son comprensibles
como explicación de la "cosa misma". No se puede comprender la religión desde el punto de

125
vista materialista investigando el núcleo terrenal de las ideas religiosas, y reduciéndolas a un
plano material. Puede ser entendida cuando se la concibe como una actividad invertida y
mistificada del hombre en cuanto sujeto objetivo. La "sustancia" del hombre es la actividad
objetiva (la praxis) y no la sustancia dinamizada presente en el hombre. El reduccionismo es el
método del "no es otra cosa que". Toda la riqueza del mundo "no es otra cosa que" la sustancia
inmutable puesta en movimiento. Esta es la razón de que el reduccionismo no pueda explicar
racionalmente un desarrollo nuevo, cualitativo. Para él todo lo nuevo puede ser reducido a
condiciones y premisas; lo nuevo "no es otra cosa” que lo “viejo”. Kosik, K: Dialéctica de lo
concreto. Editorial Grijalbo, México, 1967, pp. 10-11.
78
Gramsci pensaba que la estructuración del marxismo en tres partes: filosofía pura o ciencia
de la dialéctica y la ciencia económica y política marxistas respondía más, a un estudio de las
fuentes de la teoría de Marx, que a la lógica interna de su doctrina. “Una concepción muy
difundida -decía Gramsci- es que la filosofía de la praxis es una pura filosofía, la ciencia de la
dialéctica, y que las otras partes son la economía y la política, por lo que se dice que la
doctrina está formada de tres partes constitutivas, que son al mismo tiempo la coronación y la
superación del grado más alto que hacia 1848 había alcanzado la ciencia de las naciones más
avanzadas de Europa: la filosofía clásica alemana, la economía clásica inglesa y la actividad y
la ciencia política francesa. Esta concepción, que es más una investigación general de las
fuentes históricas que una clasificación nacida de lo íntimo de la doctrina, no puede
contraponerse como esquema definitivo a cualquier otra organización de la doctrina que sea
más apegada a la realidad. Se preguntará si la filosofía de la praxis no es acaso
específicamente una teoría de la historia, y se responde que ello es cierto, pero por eso la
política y la economía no pueden separarse de la historia incluso en las fases especializadas, de
ciencia y arte de la política y de ciencia y política económica”.Ver: Ramos, Gerardo y
Acanda, Jorge Luis. Gramsci y la Filosofía de la praxis. Selección de textos de A. Gramsci.
Ed. cit., p. 42.
79
Gramsci en la crítica al “Ensayo Popular de Sociología Marxista” de Bujarin, subraya que la
escisión del materialismo dialéctico, de su fundamento histórico-práctico y político, aniquila la
importancia y el significado de la dialéctica materialista. La dialéctica “de doctrina del
conocimiento y sustancia medular de la historiografía y de la ciencia política es degradada a
una subespecie de lógica formal, a una escolástica elemental”, afirmaba el pensador italiano.
Ver: Ramos, Gerardo y Acanda, Jorge Luis. Gramsci y la Filosofía de la praxis. Selección de
textos de A. Gramsci. Ed. cit., p. 200. Una exposición detallada del enfoque estructural-
cognitivita de la praxis social, que segmenta dogmáticamente el organismo social en esferas
relativamente independientes unas de otras, nos la brinda Barulin. Ver: Barulin B.C. La
dialéctica de las esferas en la vida social. Editado por la Universidad de Moscú, Moscú, 1982.

126
80
Refiriéndose a su concepción materialista de la historia Marx y Engels escriben en la
Ideología Alemana “(…) esta concepción puede interpretarse de un modo especulativo-
idealista, es decir, fantástico, como la “autocreación del género” (la sociedad como un
“sujeto”), representándose la serie sucesiva de los individuos relacionados entre sí como un
solo individuo que realiza el misterio de engendrarse a sí mismo. Aquí habremos de ver cómo
los individuos se hacen los unos a los otros tanto física como espiritualmente (…)” Marx, C.
Engels, F. La Ideología Alemana. Ed. cit., p. 38.
81
Gramsci hizo notar la desvirtuación lógico-positivista que experimenta la dialéctica marxista
a manos del materialismo abstracto.
“La filosofía del Ensayo popular (implícita en él)- dice acerca del libro de Bujarin sobre el
materialismo histórico- puede ser llamada un aristotelismo positivista, una adaptación de la
lógica formal a los métodos de las ciencias físicas y naturales. La ley de causalidad, la
búsqueda de la regularidad, normalidad, uniformidad, son utilizadas en sustitución de la
dialéctica histórica. ¿Pero cómo de este modo de concebir puede deducirse la superación, el
“hundimiento de la praxis? El efecto, mecánicamente, no puede nunca superar la causa o el
sistema de causas, por lo tanto no puede haber otra evolución más que la plana y vulgar del
evolucionismo”. Ver Ramos, Gerardo y Acanda, Jorge L: Gramsci y la Filosofía de la praxis.
Selección de textos de A. Gramsci. Ed. p. 232.
82
Como forma vulgar de producción teórica, el dia-mat se inscribe en una larga tradición
profesoral doctrinaria de corte academicista. “La demostración deviene una simple referencia
a la autoridad, generalmente despersonificada, una especie de espíritu dictatorial sin
coordenadas reconocibles, al que “los consumidores de la gleba” han de entregar su alma sin
reparos, con algo de respeto místico. “La ciencia ha demostrado”, el pensador Tal ha dicho: he
aquí el tipo de demostración que se realiza, en la suposición de que los títulos de “ciencia” y
“pensador” deben sugerir un sentimiento de reverencia y sumisión que inhiba en los lectores y
escuchas el surgimiento de la más pequeña duda con respecto a la veracidad de lo afirmado.”
Ver. Zardoya Loureda, Rubén. “De cómo caracteriza Marx la forma vulgar de teoría”. En: La
filosofía burguesa posclásica. Editorial Félix Varela, La Habana, 2000, pp. 67-83.
83
El dilema escolástico, implícito en la hermenéutica materialista, no consistía por supuesto en
definir cuántos ángeles cabían en la cabeza de un alfiler, sino cuántos sentidos y significados
cabía atribuirle a un concepto materialista abstracto. La respuesta era sencilla: tantos como
cerebros el dia-mat había contaminado con su materialismo vulgar. Así, por ejemplo, los
filósofos soviéticos V. Kelle y M. Kovalzon en 1985, aludiendo al sociólogo francés A. Males
hablaban de doscientas cincuenta definiciones de cultura, que ellos “gnoseológicamente”
legitiman cuando afirman: “La gran variedad de definiciones de cultura, sin tomar en cuenta
naturalmente, los errores subjetivistas que han sido aludidos aquí, condicionados por lo social

127
y lo individual de cada autor, tiene bases gnoseológicas. Esta ligada a la multiplicidad objetiva
de la cultura”. Ver Kelle, V. y Kovalzon, M. Teoría e historia. Editorial Progreso, Moscú,
1985, p. 281
El consenso materialista vulgar acerca del concepto de cultura jamás se produjo. Pero lo
insólito fue, que después de más de setenta años de condenar el dia-mat sin misericordia el
fetichismo mercantil de la cultura capitalista cuando la perestroika abre el país de Lenin a los
valores de la llamada cultura occidental la gran mayoría de los soviéticos quedaron
deslumbrados por la magnificencia material de las sociedades de consumo. Parecía, como si el
vulgar espíritu materialista que habitaba en la conciencia de aquellos hombres, vacío de
contenido revolucionario real, finalmente se reconocía a sí mismo en la ampulosa riqueza de
los “schoping center”. Seducidos por una retórica “desideologizante”, en masa, los soviéticos
se sacudirán la abstracta parafernalia materialista que servía de soporte ideológico a su cultura
anterior. Con ingenuo entusiasmo mercantilista marcharán tras la riqueza, no menos abstracta,
que les prometía la economía de mercado.
La controversia en torno a los valores fue emblemática. La teoría general de los valores o
axiología fue privilegiada, dedicándosele eventos científicos y enjundiosas reflexiones
académicas. Previo al derrumbe, los filosóficos de la materia debatían, “en serio”, la
naturaleza material o ideal de los valores. Nunca llegaron a un consenso. El socialismo se
“desmerenga” y ofrece claras evidencias que los elevados valores humanistas, postulados en
su ideología, no se habían afirmado en la práctica. El desconcierto embargará a las fuerzas
revolucionarias y progresistas del mundo. El socialismo, como valor, se pondrá en tela de
juicio. La traición y los movimientos políticos e ideológicos involutivos se exacerban. En esta
nueva coyuntura difícilmente alguien se cuestionaría que el programa revolucionario con
proposiciones concretas dirigido a afianzar en la práctica los valores del socialismo, en aquel
modelo que ya no existe, pasaba por someter a crítica la propia ideología del dia-mat y el
estructuralismo cognitivista que lo lastraba.
En cuanto al concepto “comunismo científico”, que sintetiza la esencia revolucionaria del
contenido de la producción teórica marxista, resultaba ser demasiado general y al mismo
tiempo demasiado particular desde el restringido prisma cognitivista del materialismo
abstracto. Su compleja multidimensionalidad histórico-concreta, que integra dialécticamente
factores historiográficos, económicos, políticos e ideológicos, les planteaba un verdadero reto
hermenéutico a los “filósofos de la materia”. En esta situación comprometedora, el discurso
ambiguo del dia-mat recurría al artilugio vulgar de los dos sentidos. En su sentido amplio
(general), el comunismo científico se definirá como el marxismo en general: “El comunismo
científico, es la teoría científica e ideológica de la clase obrera que apunta a los principios
cardinales que rigen su política y su teoría práctico revolucionaria en la transformación del

128
capitalismo en comunismo”. Colectivo de Autores. Manual de Comunismo Científico.
Politizdat, Moscú, 1988, p 4 (en ruso).
En el sentido estrecho (particular), el dia-mat reducía y confinaba al comunismo científico a
una esfera específica: la sociopolítica. Constituyendo la tercera parte del marxismo, el
comunismo científico representaba la fundamentación sociopolítica de la sociedad comunista
Ver Ibídem. p. 5. Estos desencuentros e indefiniciones terminológicas patentizan que esta
filosofía ni en los manuales ni en las monografías aprehendió la esencia de la revolución
comunista, como desafío histórico-concreto dirigido a la subversión revolucionaria de los
valores que propugna el régimen capitalista, en pos de una cultura humanista acendrada en la
emancipación del trabajo.
84
Marx, C. Engels, F. La Ideología Alemana. Ed. cit., p 26.
85
Ibídem. p. 45
86
La aceptación y el éxito de venta en el mundo capitalista del cuento del psicólogo Spencer
Jonson “¿Quién se ha llevado mi queso?”, se resume a la degradante realidad de que la forma
de comportamiento “humano”, más eficaz, en las sociedades ingobernadas por el caos y la
incertidumbre mercantil consiste en aprender de la “inteligencia” de los ratones codificada en
su espontáneo pragmatismo de supervivencia. Ver. Spencer, Jonson ¿Quién se robó mi queso?
http://www.edicionesurano.com/. Internet 1997.
87
Marx, C. Engels, F. La Ideología Alemana. Ed. cit., p. 26
88
Marx, C. Miseria de la filosofía. Ed. cit., p.112.
89
Ver: Colectivo de autores. Problemas Fundamentales del Materialismo Histórico. Editorial
Ciencias Sociales, La Habana, 1972, pp. 309-312.
90
Marx, C. Carta a Annekov 28 de diciembre de 1846. www.marxists.org, 29 de octubre de
2010.
91
Este punto de vista fue defendido por Ilienkov. “Esto, naturalmente, no significa en lo
absoluto que el pensamiento no posee en general ninguna “específica” digna de estudio. El
pensamiento como proceso sui generis, que posee rasgos que lo diferencian específicamente
del movimiento de la realidad objetiva, es decir, como una de las capacidades psíquico-
fisiológicas del individuo humano, está sujeto, por supuesto, al estudio más minucioso en la
psicología, en la fisiología de la actividad nerviosa superior, pero no en la lógica”. Ver:
Ilienkov E. V. Lógica Dialéctica. Editorial Progreso, Moscú, 1977, p. 319.
92
Al enfoque estructural-cognitivista de la conciencia social, Rubén Zardoya ha opuesto su
percepción de la determinación formacional de la producción espiritual.
“Formas de producción espiritual y formas de conciencia que funcionan en distintas
formaciones sociales, son formas diferentes de producción espiritual y de conciencia. Simple
tautología esta sobre la que, por desgracia es menester insistir en vista de la obstinación con

129
que el entendimiento especulativo niega la identidad de las diversas formas de un mismo
modo de producción espiritual e identifica configuraciones espirituales históricamente
diferentes (pertenecientes a distintas épocas o formaciones sociales) sobre la base que se
designan con el mismo término- “religión”, “arte”, etc.- y entre ellas puede encontrarse un
repertorio de rasgos comunes En cambio, los términos “feudal” o “burgués” se consideran
adjetivos que designan meros “accidentes” históricos en la odisea temporal de la “religión en
general” y el “arte en general”, lo cual, a propósito, permite componer todo género de
“Historias de la Religión” e “Historias del Arte” en las que las formas históricas concretas de
religión y arte pierden toda determinación esencial (formacional) y se convierten en
abstracciones chatas en “autoevolución”, solo externamente vinculadas al proceso
empíricamente observable de la actividad vital de los hombres.” Ver. Zardoya Loureda,
Rubén. La Filosofía Burguesa Posclásica. Ed. cit., p. 43.
93
En la URSS la primera reacción académica más o menos significativa por reformar el dia-
mat se produjo, aproximadamente, en la segunda mitad de los setenta extendiéndose hasta
finales de los ochenta. En este período observamos una especial y sincera preocupación por
fundamentar filosóficamente la importancia creciente del factor subjetivo en el proceso de
edificación del comunismo. Pero sin al menos “atenuar” el estructuralismo cognitivista de la
filosofía de la materia no se daría ni un mínimo paso efectivo en esa dirección.
Aparece en este contexto “Teoría e historia”, obra escrita por V. Kelle y M. Kovalzon que
sugiere una interpretación más compleja de la dialéctica del proceso socio-histórico,
reformadora en cierta medida del punto de vista tradicional del dia-mat sobre el materialismo
histórico. Este trabajo ilustra de manera elocuente como a pesar del loable esfuerzo de sus
autores por transgredir las barreras impuestas por el estructuralismo epistemológico y
contribuir a la aprehensión sistémica del proceso histórico-social, no logran hacerlo pues
persisten en plantear la compresión del desarrollo histórico-social en términos de leyes
objetivas con una dinámica de funcionamiento relativamente divorciada de la actividad
histórico-concreta de los sujetos.
Kelle y Kovalzon formulan en su libro tres aspectos para analizar la historia social de los
hombres que, a su parecer, garantizan conocerla “en toda su variedad y complejidad y al
mismo tiempo en toda su unidad e integridad” (p. 73). Son estos: “Desarrollo de la sociedad
como proceso natural histórico”; Desarrollo de la sociedad como resultado de la actividad de
los hombres”; y “La historia social de los hombres como una historia de su desarrollo
individual”. Cabe preguntarse: ¿de qué forma nos las agenciamos para analizar el desarrollo de
la sociedad como proceso natural histórico sin concebirlo esencialmente como resultado de la
actividad de los hombres regida por determinadas leyes objetivas? Los autores se las ingenian
desubjetivando las leyes sociales objetivas y convirtiéndolas en una supuesta realidad material

130
relativamente independiente de la actividad humana. Aunque los autores aclaren que en el
primer aspecto, donde se abordan las leyes sociales objetivas, “presuponen que la actividad de
los hombres se haya incluida en este proceso” y que en el segundo momento dicha actividad
será objeto de análisis especial (p. 73), semejante “aclaración” ensombrece el asunto al punto
de situarlo en los colindes de lo absurdo y lo místico. Sería algo así como “aclarar”; se
analizarán las propiedades químicas del agua presuponiendo que es un líquido, aunque sin
estudiar esto último de manera especial, pues lo trataremos más adelante en un segundo
momento. Estudiar las leyes de la actividad social con cierta independencia de la actividad de
los individuos donde se revelan supone en realidad aferrarse a la visión materialista abstracta
tanto de las leyes sociales objetivas como de la actividad sujetiva del hombre y, por tanto, la
división metafísica de la unidad dialéctica de lo material y lo ideal en la actividad práctico-
transformadora de los hombres. No obstante, en el segundo y tercer aspecto apreciamos el
interés real de los autores por destacar la importancia que el marxismo clásico fundador le
confiere a la actividad de los individuos y su conciencia social en el proceso histórico.
Reivindicación compulsada, evidentemente, por la necesidad de exaltar el creciente y decisivo
papel que juega, el llamado factor subjetivo en el proceso de edificación de la nueva sociedad.
Ver: Kelle, V, Kovalson, M. Ensayo sobre teoría marxista de la sociedad. Editorial Progreso.
Moscú 1985. En general, los intentos por reformar el dia-mat no desbordaron la tónica
anterior. Estuvieron limitados a enmendar el lado endeble del dia-mat: la subvaloración de la
naturaleza creadora de la subjetividad humana. Pero enfocaban esta subvaloración de forma
abstracta sin rozar siquiera la hipótesis, de que existiesen contradicciones en la producción
material del modelo de socialismo instaurado que objetivamente la compulsaban. En esta
misma línea de reforma epistémica del dia-mat podrían ubicarse las monografías: “La
naturaleza creadora de la conciencia social socialista”. Editorial. Mísil. Moscú 1980; “El
sujeto de la historia y la autoconciencia social”. Editorial Politizdat. Moscú, 1983. “La
conciencia social y sus formas”. Editorial Politizdat. Moscú 1986; “El hombre: Aspectos
filosóficos de su conciencia y actividad”. Editorial Ciencia y Técnica. Minsk 1989. (Todas en
idioma ruso). Veremos además, en el que quizás fue el último manual de materialismo
histórico de amplia tirada en la URSS que el his-mat se enfoca ya como la teoría del proceso
histórico, prestándosele particular atención a la actividad creadora del hombre en el contexto
de: la división del trabajo capitalista y socialista; los problemas globales, el contenido social
de la revolución científico técnica contemporánea en el capitalismo y el socialismo; la relación
hombre naturaleza; etc. A pesar del avance notable en el tratamiento histórico- concreto de
muchos temas faltaba el balance crítico- filosófico de las contradicciones esenciales que
condujeron al estancamiento productivo e ideológico del modelo socialista establecido en la
URSS. Esta laguna teórica daba margen al tratamiento superficial y sobrevalorado de la real

131
capacidad de la sociedad soviética para vencer los enormes desafíos históricos a que se
enfrentaba en su voluntad de defender y fortalecer el socialismo. Ver: Colectivo de autores. La
teoría marxista-leninista de proceso histórico. Editorial Progreso. Moscú, 1989. Vale aclarar
además, que el dia-mat, por representar precisamente una desvirtuación del marxismo clásico
fundador, no obstante a sus características generales no ha de ser visto como un pensamiento
monolítico. Cada uno sus representes elaborará en dependencia de su cultura y dotes
personales, con un mayor o menor de vulgarización y complejidad, su propio dia-mat. Es justo
reconocer y subrayar que no toda la producción teórica del marxismo soviético se enrumbó
por la ruta epistémica trazada por este último.
94
Marta Harnecker, por ejemplo, hablará en su momento de desarticulación y desfase de teoría
con la práctica. Ver: Harnecker Marta. Haciendo lo imposible. La izquierda en el umbral del
siglo XXI, 2001 pp. 86-95. Otros, como Jorge Luis Acanda, pondran el énfasis de su crítica en
la variante de marxismo que cayó en crisis, pero sin destacar su contenido pequeño-burgués.
Ver Acanda J. L. ¿Qué marxismo está en crisis? Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1991.
95
Ferraro, José ¿Traicionó Engels la dialéctica de Marx? Editorial Ítaca, México, 1998. p. 268.
En su crítica a la variante mexicana de la filosofía de la praxis, Camilo Valqui se pronunciará
también en el mismo sentido: “Pero identificar el Dia-Mat -dice Valqui- con algunas
concepciones de Engels como lo hace la filosofía de la praxis, y, en consecuencia, acusarlo de
haber incorporado al marxismo el “determinismo” (entendido como fatalismo), el
cientificismo, la pérdida del humanismo de Marx, y de haber minado la necesidad de la
actividad revolucionaria del hombre que Marx recalca para la transformación de la sociedad,
es no conocer a profundidad el desarrollo de la concepción materialista de la historia que
suscriben Marx y Engels, registrado no solo en sus obras personales y conjuntas, sino
también en la rica correspondencia entre ambos sobre temas que versan alrededor de la ciencia
y la dialéctica que existe en la naturaleza. No habría que olvidar que fue Engels precisamente
quien en el curso de este arduo trabajo teórico con Marx le cerró el paso al determinismo
absoluto y a las pretensiones de convertir la teoría de Marx en una teoría histórico-filosófica
de la marcha general de la humanidad. Esta lucha teórica de Engels fue consistente y está
documentada en sus cartas a Marx, a Conrad Schmidt, a J. Bloch, a Mehring y a H.
Starkenburg. Por eso, el hecho de que Engels haya dedicado parte de su vida al estudio de las
ciencias naturales a las que Marx no pudo consagrarse, no faculta para acusar al autor de
Dialéctica de la naturaleza de ser el restaurador acrítico de la vieja “filosofía de la naturaleza”
de Hegel, como lo hace Lucio Colletti; o de haber postulado “que la dialéctica hace la historia
para el hombre”, como le imputa Sartre; o de haber oscurecido la verdadera esencia
revolucionaria de la dialéctica, es decir, la relación del sujeto y el objeto en el proceso
histórico, como le atribuye Lukács; o de haber propiciado el Dia-Mat, como le endosa en este

132
caso la filosofía de la praxis. Evidentemente, estas acusaciones contra Engels y también contra
Marx no son nuevas. Se remontan a los tiempos de Bernstein, cuando este consideraba que los
clásicos le habían atribuido a los factores económicos “un poder de determinación casi
ilimitado sobre la historia”. Bernstein fundaba su crítica en la apariencia del célebre Prólogo a
Contribución de la Crítica de la Economía Política, donde Marx, al presentar “el resultado
general” de sus investigaciones, quería más resaltar lo nuevo y esencial de la nueva visión en
contraposición con las anteriores, que la interacción entre la base y la superestructura. Sin
embargo, en un análisis esencial del prólogo y de las cartas de Engels, se encontrará que esos
textos son consistentes entre sí, como acertadamente señala Bo Gustafsson”. Ver: Valqui,
Cachi Camilo. La filosofía de la praxis en México ente el derrumbe del socialismo soviético
(Vigencia y viabilidad del Marxismo). Editora Laguna, México, 2001, pp. 100-102.
Jorge Veraza en “Praxis y dialéctica de la naturaleza” desmentirá también, una vez más, a
quienes pretenden hacer pasar la ideología del dia-mat por el aporte dialéctico de Engels: “El
Dia-Mat habría sustituido el concepto hegeliano de Idea por el de materia. Pero traspasando la
expropiación de la subjetividad del hombre desde la Idea hasta la materia, la que ahora sería el
auténtico sujeto y el hombre su criatura. La dialéctica de la naturaleza sería la promotora de las
transformaciones históricas, no los hombres mismos. La dialéctica histórica sería una mera
‘aplicación’ de la naturaleza, de sus proyectos y sus actos en tanto objetivación de esos
proyectos, etc. Esta crítica al Dia-Mat es correcta, pero no lo es enderezarla contra Engels.
Hacerlo significaría desconocer, según Veraza, “[...] que la dialéctica de la naturaleza exterior
al hombre es condición de posibilidad general para asegurar la especificidad de la dialéctica
histórica. Especificidad que funda suficientemente el papel de sujeto transformador y, por
ende, revolucionario de los seres humanos”. Ver: Veraza Urtuzuástegui, Jorge. Praxis y
dialéctica de la naturaleza. A 100 años de la muerte de Engels. A 150 de la redacción de las
Tesis sobre Feuerbach. Editorial Ítaca, México, 1997, p 31.
96
En “La Batalla de los intelectuales” Alfonso Sastre describe al “intelectual bien pensante” o
al “buen intelectual” que ha dejado atrás su pensamiento radical y ha pasado a integrar según
él “la buena izquierda”. A través de siete tópicos Sastre caracteriza al “buen intelectual”.
“1- El buen intelectual es–y si no lo es debería serlo-un ser políticamente correcto.
“2- El buen intelectual está contra toda violencia venga de donde venga.
“3- El buen intelectual es tolerante.
“4- El buen intelectual es un ciudadano del mundo.
“5- El buen intelectual es pacifista.
“6- El buen intelectual es demócrata.

133
“7- El buen intelectual prefiere –en caso de haber de elegir- la injusticia al desorden”. Ver:
Sastre, Alfonso. “Los intelectuales y la práctica”. En: La Batalla de los intelectuales. Editorial
Ciencias Sociales, La Habana, 2003, pp. 51-91.
97
En tiempos de la perestroika irrumpe con fuerza la tendencia a paliar la crisis en la que se
hallaba el pensamiento social soviético, sobrevalorando la contribución de la sociología
burguesa a la cultura universal evitándose, por este camino, el reto a profundizar en las causas
que condujeron al dia-mat a divulgar la visión maniquea de dicha sociología. Por ejemplo, la
socióloga soviética R. Rívkina planteaba que: “Huelga seguir demostrando que la crítica
ideologizada a los sociólogos occidentales en las publicaciones oficiales soviéticas (literatura
socio-política y material didáctico) no contribuía a superar el retraso de la sociología soviética
respecto al nivel mundial, razón por la cual es necesario liquidar la desvinculación cultural que
se venía formando durante muchos decenios del desarrollo de nuestro país. Por consiguiente,
es preciso que nos liberemos de los mitos que se han formado en torno a muchos clásicos de la
sociología mundial, en torno a muchas teorías muy profundas que se incorporaron al fondo de
oro del pensamiento sociológico mundial. Es cierto porque estos mitos, que hasta hoy día
persisten en nuestra cultura, obstaculizan el dominio de una gran riqueza de métodos y
lenguaje científico acumulado por los hombres de ciencia de otros países. En la situación en
que la sociología soviética por fin ha recibido el “derecho de ciudadanía”, resulta en extremo
necesario destruir estas barreras”. Ver: Colectivo de autores. La sociología soviética en la
perestroika. Editorial Naúka. Moscú 1990, pp. 54-55. El pensamiento académico social en
Cuba, después de la desaparición del campo socialista, se verá también influenciado por esta
variante “renovadora” del marxismo con su visión desideologizada del pensamiento burgués.
Isabel Monal en 1995 llamaba la atención sobre este preocupante fenómeno. “Una manera
sutil, pero evidente de reducir la vigencia del marxismo se manifiesta en la creciente supresión
del aparato categorial del marxismo en la terminología al uso… una ideología menos
“ideologizante” mas alejada de la idea la praxis revolucionaria, intencionalmente aséptica y
neutra”. Ver: Monal, I. “La huella y la fragua: el marxismo en Cuba y en fin de siglo” Temas.
La Habana, 1995, No.3, p. 9.
98
En “Marx en su (Tercer) Mundo”, Nestor Kohan describe toda una genealogía del dia-mat y
su consolidación en los manuales. Evidentemente la valoración del dia-mat no puede
prescindir de enfocarlo en su historicidad. En este punto se coincide con Kohan. Pero muy
cuestionable parece su criterio de que “es indudable que el primer cimiento de este “sistema”
fue aportado y proporcionado por el autor del Anti Durhing, principalmente en la obra de sus
últimos años”. Y también sobre “las diferencias radicales que separan su perspectiva filosófica
-la de Engels- de la de Marx”. El segundo capítulo de esta investigación fundamenta el criterio
de que el dia-mat estaba orgánicamente ligado a las vicisitudes y avatares de la construcción

134
del socialismo en la URSS, por lo que poco tuvo que ver con la “perspectiva filosófica” de
Engels. En su libro, Kohan aprueba la tesis del nexo interno del dia-mat con el modelo
soviético, sin embargo, no la hizo objeto de valoración especial. De haberlo hecho su nebuloso
dictamen sobre la filosofía el autor del Anti-Durhing tenía que variar ciento ochenta grados y
despejar toda duda a cerca de la absoluta coherencia dialéctico-materialista que muestra el
pensamiento del entrañable compañero de Carlos Marx. A pesar de la contribución innegable
de Kohan a la crítica al dia-mat él no trasciende la valoración epistemologista de este, porque
no define, precisamente, su lugar en sistema específico de contradicciones que caracterizaba al
modelo de reproducción social de cual formaba parte. Ver: Kohan, N Marx en su (Tercer)
Mundo. Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, La
Habana, 2003, p.39.
99
En la entrevista que Fidel Castro le concede a Tomás Borges, publicada con el título “Un
Grano de Maíz”, el máximo dirigente cubano comenta los principales errores y violaciones de
los principios revolucionarios, que en su consideración, cometió Stalin.
Fidel dice: “…Yo toda mi vida criticaré, porque pienso que fue una violación fragrante de
principio, buscar a toda costa la paz con Hitler para ganar tiempo…No voy a decir que fuese
su exclusiva culpa, creo que toda la política occidental lo arrastró hacia esa posición, pero el
cae en aquel famoso pacto Molotov-Ribbentrov, cuando ya los alemanes estaban comenzando
a exigir la entrega del corredor de Dantzig” (pp. 66-67).
“En el momento que Polonia está siendo atacada por Hitler, Stalin envía tropas a ocupar ese
territorio, que había estado en litigio porque tenía población ucraniana o rusa, no sé…creo que
fue un error garrafal desde el punto de vista de los principios y de la opinión internacional”
(pp. 67-68).
“Creo que la guerrita contra Finlandia fue otro error garrafal, lo he pensado toda mi vida,
tanto desde el punto de vista de los principios como desde el punto de vista del derecho
internacional” (pp. 68).
[Stalin] “…llevó a cabo una depuración tremenda, terrible, cruenta, de las fuerzas armadas, y
descabezó prácticamente al ejército soviético en vísperas de la guerra.” (pp. 69-70).
“…fue muy costoso, en el orden económico y en el orden humano, el intento de socialización
de la tierra en un brevísimo período histórico y mediante la violencia. Ese fue un gran error
cometido durante la dirección de Stalin” (pp. 61).
“Equivale a un simplismo histórico atribuirle a Stalin la culpa de los fenómenos que han
pasado en la Unión Soviética, porque ningún hombre podía, unipersonalmente, crear
determinadas condiciones” (pp. 60).
“Stalin cometió errores muy grandes, pero también tuvo aciertos grandes (…) equivale a un
simplismo histórico atribuirle a Stalin la culpa de los fenómenos que han pasadoen la Unión

135
Soviética (….) Hay que ser objetivos, analizar todos los errores políticos y deprincipio
cometidos por Stalin, analizar los aciertos y profundizar en los factores que realmentedieron
lugar a la destrucción de la Unión Soviética y en la verdadera responsabilidad que tiene cada
cual” pp. 61 y pp. 78).Ver: Un Grano de Maíz. Conversación con Tomás Borges.
Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 1992.
Con motivo de la visita de Gorbachov a Cuba, en su presentación ante la Asamblea Nacional
del Poder Popular, Fidel señala: “…nosotros no tuvimos algunos tipos de fenómenos que
ocurrieron en la Unión Soviética en la época de Stalin. Realmente –como he dicho otras veces-
nosotros no hemos tenido ese tipo de problemas asociado con aquella personalidad de la
historia soviética, a no ser que me consideren a mi- como he dicho en algunas ocasiones- una
especie de Stalin, y en ese caso, yo diría que todas mis víctimas gozan en nuestro país de
excelente estado de salud.” Ver. Una amistad inquebrantable. Editora Política, La Habana,
1989, p. 7.
En sus conversaciones con Ramonet, Fidel opina que: “Stalin fue más un dirigente de orden
práctico, como conspirador, no fue un teórico, y a veces, después se quiso poner de
teórico...Me acuerdo de unos libritos que se repartían en que Stalin estaba explicando qué
quería decir materialismo dialéctico, y usaba el ejemplo del agua.... quisieron convertir a
Stalin en un teórico. El era un organizador, de grandes capacidades, creo que era un
revolucionario, no creo que haya estado al servicio del Zar nunca. Luego cometió los errores
que todos sabemos, las purgar y todo eso. Ver: Cien horas con Fidel. Conversaciones con
Ignacio Ramonet. Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2006, pp. 287-
288.
100
Precisamente a Stalin, se le atribuye la autoría de la esquemática dicotomía “materialismo
dialéctico-materialismo histórico” dada a conocer oficialmente en su texto “Sobre el
materialismo dialéctico y el materialismo histórico”. “El materialismo dialéctico es la
concepción filosófica del Partido marxista-leninista. Llámese materialismo dialéctico porque
su modo de estudiar estos fenómenos y de concebirlos, es dialéctico, y su interpretación de los
fenómenos de la naturaleza, su modo de enfocarlos, su teoría, materialista. El materialismo
histórico es la aplicación de los principios del materialismo dialéctico al estudio de la vida
social, a los fenómenos de la vida de la sociedad, al estudio de ésta y de su historia.” Stalin,
Josif Vissariónovich. “Sobre el materialismo dialéctico y el materialismo histórico”. En:
Cuestiones del leninismo, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, 1946, p. 527.
101
Esta ley fue formulada originalmente por Stalin en su obra “Problemas Económicos de
Socialismo en la URSS.” El entonces Secretario General del PCUS la define como: “asegurar
la máxima satisfacción de las necesidades materiales y culturales en constante ascenso, de toda
la sociedad, mediante el desarrollo y el perfeccionamiento ininterrumpido de la producción

136
socialista, sobre la base de la técnica más elevada.” Ver. Stalin, J. Problemas Económicos del
Socialismo en la URSS. Casa Editora “8 Nentori”, Tirana, 1979, p.57.
102
K. Mannheim diferencia los conceptos de “utopía” y “orden tópico”. El orden tópico, a
diferencia de la utopía que al pasar al plano de la práctica tiende, ya sea parcial o
completamente, a subvertir el orden de cosas existentes en determinada época, los afanes de
cambio y mejoramiento son intrascendentes e impracticables en la realidad pues se hayan
desvinculados de la historia y la sociedad. En el sentido de aspiración a un orden social
irrealizable es en el que se utiliza en este trabajo el concepto “orden tópico”. Ver. Mannheim,
K. “Los determinantes políticos y sociales del conocimiento.” Ideología y utopía, México,
1941, p. 26.
103
Refiriéndose a la mentalidad de consumo prevaleciente en aquellas sociedades, Fidel ha
comentado: “Yo diría que influyó no poco el hecho de que se fue idealizando el concepto de
sociedades de consumo, que en estos países el consumo se convirtió casi en el objetivo
fundamental: se apartaron de sus banderas revolucionarias, de sus banderas políticas, se
apartaron de los principios y convirtieron al consumo prácticamente en el gran objetivo de la
sociedad. Ver. Castro Ruz, Fidel. Un Grano de Maíz. Publicaciones del Consejo de Estado, La
Habana, 1992, p. 121.
104
Stalin basa su pronóstico sobredimensionando el efecto social nivelador de la tasa general
del ritmo de crecimiento económico, y despreciando otros indicadores como los costos de
producción, la productividad del trabajo, la disciplina laboral y tecnológica, la calidad de los
productos, el carácter de los incentivos laborales, etc. Apoyándose esencialmente en este
indicador, Stalin se adelanta a decretar, en enero de 1933, que el sistema industrial capitalista
ha perdido la prueba de la competitividad con el soviético. Así lo sentencia en el “Balance del
Primer Plan Quinquenal”: “Mientras a finales de 1932, el volumen de la producción industrial
en la URSS había aumentado hasta el 334% del nivel de preguerra, el volumen de la
producción industrial de los Estados Unidos ha descendido, durante el mismo período al 84%
del nivel de preguerra; el de Inglaterra, al 75%; el de Alemania al 62%.
“Mientras, a finales de 1932, el volumen de la producción industrial de la URSS había
aumentado hasta el 219% del nivel de 1923, el volumen de la producción industrial de Estados
Unidos ha decrecido, durante el mismo período, al 56%; el de Inglaterra, al 80%; el de
Alemania al 55%; el de Polonia, al 54%.
“¿Qué denotan estas cifras sino que el sistema industrial capitalista no ha resistido la prueba de
la competitividad con el sistema soviético, que el sistema industrial soviético tiene todas las
ventajas sobre el sistema capitalista?” Ver. Stalin, J. Obras. Ediciones Lenguas Extrajeras.
Moscú 1958. Tomo 13, p. 190

137
Hinkelammert al comentar el libro de Leslek Kolakowski, “El hombre sin alternativa” (1959),
subraya la desnaturalización de la esencia humana del socialismo cuando la tasa de
crecimiento económico se coloca como criterio definitorio de la eficiencia económica y social.
“Una sociedad que afirma que para ella no hay alternativa, solamente puede tener como su
criterio de decisión la eficacia formal: Kolakowski reprocha eso al stalinismo, y cita uno de
sus lemas de propaganda: “Combatan la tuberculosis, porque ella obstaculiza el crecimiento de
las fuerzas productivas.” Según lo que aseveran los stalinistas, para la economía socialista no
había, y no podía haber, alternativa, porque era la economía que aseguraba las tasas más altas
de crecimiento económico. Por tanto, la economía stalinista transformó la tasa de crecimiento
económico en su criterio central de eficiencia formal, el cual fue considerado el tribunal
máximo que decidía sobre todos los valores humanos y éticos. En consecuencia también había
que luchar en contra de la tuberculosis, por cuanto ella frenaba la maximización de la tasa de
crecimiento. Hinkelammert, Franz J. Ensayos. Ed. cit., p.161.
105
En 1940, cuando un obrero devengaba 250 rublos mensuales, un diputado ganaba 1000
rublos, un presidente de república 12 000, y el presidente de la Unión, 25 000 en igual período.
Ver: Dacal, Díaz A y Infante, Brown F. Rusia del socialismo real al capitalismo real. Editorial
Ciencias Sociales, La Habana, 2005, p. 7.
106
Ver. Mészáros, István. Más allá del Capital.Vadell Hermanos Editores, CA. Venezuela,
2001, pp. 865-872.
107
La violación sistemática en el mecanismo económico, de lo normado y establecido, operaba
como una modalidad de ajuste estructural espontáneo en una economía con un modelo de
gestión centralmente jerarquizado que en su funcionamiento relegaba a un plano secundario a
la activa participación de los trabajadores directamente vinculados a la producción y los
servicios. El modelo de gestión burocrático-stalinista funcionaba apoyándose en las
ilegalidades administrativas. En 1990, el autor del artículo “Administración de la economía
informal” describe las funciones de lo que él llama “interacciones administrativas informales”,
del modo siguiente: “Las interacciones administrativas informales desempeñan en la economía
soviética, planificada en forma centralizada, la función de “romper los cuellos de botellas”.
Por cuanto es prácticamente imposible confeccionar un plan óptimo y equilibrado en cuanto a
todos los grupos de recursos, precisamente a través de las interacciones informales las
decisiones estipuladas en el plan son coordinadas entre los distintos grupos de la jerarquía
administrativa. Los mismos constituyen una parte integrante necesaria del modelo de
administración existente.
“La segunda función importante de las interacciones informales es la de elevar la
controlabilidad del personal. Efectivamente, en el curso de estas interacciones los grupos
administrativos de nivel inferior violan las normas jurídicas, así como las indicaciones y

138
órdenes que llegan “desde arriba” a través de los conductos formales. Estas acciones reportan
en la mayoría de los casos un resultado económico positivo, en cambio las sanciones por las
mismas no pueden calificarse de demasiado severas. Sin embargo, la violación permanente de
las normas por el dirigente administrador permite a los grupos superiores tenerlo en todo
momento “en el gancho”, conforma un peculiar “potencial de castigo” que posibilita en caso
de necesidad encontrar como factor de elevación de la lealtad y de controlabilidad de los
grupos administrativos de nivel inferior. Ver: Colectivo de autores. La sociología soviética en
la perestroika. Editorial Naúka, Moscú, 1990, pp. 142- 143.
108
En una entrevista que concediera Veniamin Konnov en 1987, Presidente del Comité de
Control Popular de la entonces RFSR, afirma: “Una de las causas características por la que
algunos funcionarios a cargo de la economía-perdida toda responsabilidad y honradez-
falsifican la realidad, es su deseo de informar, cueste lo que cueste, de un “triunfo” táctico, sin
preocuparse en lo más mínimo por asegurar los éxitos futuros.
“Hay también otro motivo de acciones antiestatales, sin importar la manera de encubrirlas: el
deseo de ocultar un error, un fallo o un fracaso a cualquier precio”. En: “Socialismo Teoría y
Práctica. Nóvosti, Moscú, No 8, 1987, p. 57.
109
La centralización burocrática de la gestión económica hacía inaplicable el principio de
distribución socialista con arreglo al trabajo. En estas condiciones el trabajo viene a ser el
tributo que los trabajadores pagaban al Estado por permitírsele ejercer este derecho. El salario
más bien retribuía la asistencia a trabajar en cumplimiento formal del deber social. Ver:
Zaslavskaia, T. La justicia social, un principio del socialismo. Editorial Naúka, Moscú 1988;
Blium, R. “Alineación y Socialismo”. Revista Ciencias Sociales de la URSS, Editorial Naúka,
Moscú, 1989. No. 1, pp. 219-223; Narski, I. “Respuesta a R. Blium.” Revista Ciencias
Sociales de la URSS, Editorial Naúka, Moscú, No.1, pp. 223-228; Stancher, E. “Carta a mis
amigos”. Revista Internacional No.3. Praga, 1990; Kristeu, P. ¿Cuáles son las causas de la
enajenación? Revista Internacional No. 1, 1989, pp. 152-154; Brown Infante, Francisco.
“Europa Oriental: Economía de Mercado, El Factor Hombre y la Utopía Socialdemócrata”.
Revista Estudios Europeos, La Habana, 1991, No. 17, pp. 3-16.
110
Para algunos historiadores el termidor stalinista guardaba una relación directa con la
personalidad política de término medio de Stalin. “De Stalin se había dicho un tanto
acertadamente que era un político del justo término medio, que solo aniquilaba todo lo que le
pareciera un extremo. Al asumir el gobierno directo de la cultura, Stalin llegó con su propio
proyecto y estaba dispuesto a aceptar a cualquiera que estuviera dispuesto sin reservas a
realizar ese proyecto, independientemente de cual fuera el campo del que viniera. E incluso, al
contrario, la insistencia en cualquier excepcionalidad, en cualesquiera méritos pasados,
atestiguaba la pretensión de ser más inteligentes que el Partido, es decir que el propio líder, y

139
eso se castigaba despiadadamente, de resultas de lo cual se producía ese efecto, que a menudo
asombra a observadores ajenos, de que Stalin liquidaba en primer término precisamente a los
más celosos defensores de la línea del Partido”. Ver: Groys B. Obra de arte total de Stalin.
Topología del arte. Centro Teórico-Cultural. Editorial Criterios, La Habana, 2008, p.56.
111
Todavía en la época de Trotski las relaciones burocráticas de producción no habían
alcanzado su madurez, aún sus contradicciones y ambigüedades no estaban plenamente
desplegadas. Ello acontecerá en los años sesenta de siglo pasado cuando la URRS, al tiempo
que alcanza niveles productivos y de consumo significativos la productividad del trabajo y los
niveles de crecimiento económico iniciarán una clara e irrefrenable tendencia a su
disminución, unido al deterioro general del ambiente político-moral y espiritual en todos los
sectores de la sociedad soviética. Trotski condenó básicamente el envilecimiento ideológico
del grupo dirigente que encabeza el modelo stalinista, calificando su proyección como una
traición al espíritu revolucionario del Partido Bolchevique. “Estos hombres -dirá de los
burócratas instalados en el poder- no hubieran sido capaces de hacer la revolución de octubre;
pero han sido los mejor adaptados para explotarla”. Ver: Trotsky, L. La Revolución
Traicionada. Ed. cit., p. 85.
112
) Stalin echará mano a su vulgar concepción de la conciencia social para justificar la
ineficacia de la política de neutralización forzosa de la pequeña burguesía agrícola, derivada
de su comprensión pequeño-burguesa de la propiedad social. En el “Balance del Primer Plan
Quinquenal” se autoconsuela diciendo: “Como marxistas, debéis saber que el desarrollo de la
conciencia del hombre se retrasa respecto a la situación real de este. Los koljosianos, por su
situación, ya no son propietarios individuales, sino colectivistas, pero su conciencia es aún, por
el momento, vieja, de propietario particular. Y los expersonajes procedentes de las clases
explotadoras aprovechan estos hábitos de propietarios particulares de los koljosianos, para
organizar la dilapidación de los bienes colectivos y quebrantar así la base del régimen
soviético.” Ver. Stalin, J. Balance del Primer Plan Quinquenal. Obras. Ed. cit., T.13, pp.119-
120. Esta tesis Stalin la había desarrollado en un pequeño trabajo suyo titulado “¿Anarquismo
o Socialismo?”
113
Ver. Shuare, Marta. La psicología soviética tal como yo la veo. Editorial Progreso, Moscú,
1990, pp. 86-104.
114
Después del derrumbe final del “socialismo real” estas crisis parciales del sistema serán
interpretadas en nuestros medios académicos como consecuencias de los fallos estructurales
inherentes al modelo Eurosoviético, unido a las particularidades históricas de la construcción
del socialismo en cada país. Ver. Colectivo de Autores. El modelo Eurosoviético: una visión
desde Cuba. La Habana 1994, pp. 100-118 y de la 135-140.
115
Stalin J. Problemas Económicos del Socialismo en la URSS. Ed. cit., p. 36.

140
116
Un sólido análisis sobre estas congruencias estructurales del modelo económico stalinista
nos lo ofrece E. Preobrazhensky su obra “La nueva economía”. Ver: Preobrazhensky, E. La
nueva economía Editorial Polémica, La Habana, 1968.
117
El cálculo económico jamás cristalizó como teoría orgánica sobre la economía de la
transición socialista. Su historia es el fiel reflejo de las contradicciones y disfuncionalidad de
las relaciones burocráticas de producción. Después que Lenin planteara, en agosto de 1921, la
necesidad del cálculo económico en los marcos de la NEP su conceptualización teórica estará
sujeta a las deformaciones que el régimen stalinista de “ordeno y mando” introduce en el
modelo de gestión económica. La teoría del cálculo económico nunca aportó una concepción
orgánica acerca de la planificación socialista y la autogestión financiera de las entidades
productivas. La centralización burocrática de la propiedad hacía imposible lo uno y lo otro. La
armonización de los elementos de planificación y de mercado en la teoría de cálculo
económico, bajo el presupuesto de la centralización burocrática de la propiedad, podía
postulase pero no materializarse. La tendencia real será a sobrevalorar el efecto económico
dinamizador de las relaciones mercantiles ante la eventual inmovilidad social que la
estatización burocrática somete a las relaciones de propiedad. La teoría del cálculo económico
estaba atrapada en la disyuntiva, creada por el modelo stalinista e insoluble en su mecanismo
económico, entre centralización- descentralización. Debido ello, el pensamiento “socialista”
(pequeño-burgués) basado en el cálculo económico oscilaba incoherentemente entre la
concepción comunista y capitalista de las relaciones de producción. Un resumen de la historia
del cálculo económico y sus circunloquios teóricos la encontramos en: “El cálculo económico
en la economía soviética” de los autores A. Sibiriev y A. Seldovich. En: Ensayos sobre
historia de la teoría económica en la URSS. Colectivo de autores. Editorial Ciencias Sociales,
La Habana, 1977, pp. 155-193.
En el mecanismo regulador del cálculo económico la panificación deviene sistema vertical de
asignación centralizada, a la base, de prácticamente todos los recursos económicos mediante
simples balances administrativo-materiales. Hasta el derrumbe final del campo socialista todos
los intentos de reformar las relaciones burocráticas de producción por la vía de la
incentivación de las relaciones monetario mercantiles sucumbieron en el rotundo fracaso.
Ninguno de los proyectos de reformas avanzó por el camino de la socialización real de la
propiedad social mediante la autogestión social, que pusiera fin a la rígida división social del
trabajo entre dirigentes y dirigidos y al sistema de dirección económica de ordeno y mando.
Incluso después de la muerte de Stalin, N. Khruschov, luego de catalogar en su discurso
secreto a Stalin de “monstruoso tirano” en una intervención posterior lo calificó de “gran
marxista”. El no cuestionamiento de la afiliación ideológica de Stalin al marxismo a pesar del
culto a la personalidad, el abuso de poder y los crímenes cometidos, presupone que la

141
concepción pequeño burguesa del socialismo siguió en pie aún sin su presencia, pero con la
diferencia de que el culto a la personalidad se reemplazó por un socialismo que afianzará
todavía más su indefinida naturaleza social: un socialismo ambiguo, sin personalidad política
propia.
Los debates acerca de la economía socialista, a finales de los 50 hasta mediado de los 60, se
limitaron básicamente a definir la conveniencia y la factibilidad de introducir mejoras técnico-
administrativas y mejores mecanismos de contabilidad social. El voluntarismo en la dirección
económica se pensaba resolver inventando algún mecanismo económico neutral que
dinamizara la relación entre la centralizada planificación burocrática y las empresas locales.
Las búsquedas en esta dirección culminaron en el diseño de instrumentos más “flexibles” de
planificación económica. La esperanza depositada en los “nuevos instrumentos” rayaba en lo
milagroso. Según Mészáros, “la solución permanente del anhelo de la humanidad de felicidad
y dinero gracias a los máximos resultados con la mínima inversión serían alcanzados. Pero a la
clase obrera, como sujeto real colectivo, no se le permitió nunca aparecer, ni tan siquiera por
un fugaz instante en ese discurso, lo que debió hacerlo mucho más atractivo aún, a los ojos de
los dirigentes del partido”. Ver: Mészáros, I. Más allá del Capital. Ed. cit, p. 745.
La dialéctica dirección centralizada-activa participación ciudadana, en la gestión económica,
los reformadores posstalinistas la simplificaron reduciéndola a la cuestión de la flexibilización
del plan por medios técnicos. A más de una década de la desaparición física de Stalin, la
tecnocracia socialista creyó al fin haber hallado el “mecanismo ideal” que haría posible la
consecución de la mejor variante de desarrollo económico en el “modelo completo de la
variante optima del plan económico”. En un libro publicado en 1967 con motivo del Cincuenta
Aniversario de la Revolución de Octubre se lee: “El Instituto para la Investigación Económica
del GOSPLAN y el “Instituto de Economía de la Academia de Ciencias de la URSS” han
elaborado el primer balance intersectorial de la producción y distribución del producto social
para 1970, que determina los ritmos y las proporciones optimas de los sectores y la economía
nacional en su totalidad. Los científicos recibieron en esta empresa el apoyo de máquinas
electrónicas. El académico Fedorenko declara que para el momento de decidir el plan
quinquenal de la economía nacional de Armenia, las computadoras tenían que hallar la
variante de empleo más racional, el incremento en la productividad del trabajo, y la utilización
de la inversión más completa. ¡Cumplieron brillantemente esta tarea en tan solo 16 horas, en
tanto que un economista equipado con un aritmómetro automático, hubiera tardado 720 años!
Los métodos matemáticos y las calculadoras electrónicas han hecho posible componer
diversas variantes del dinamismo y las modificaciones estructurales en el desarrollo de la
economía nacional a una escala a largo plazo. Han hecho posible la consecución de la mejor
variante de desarrollo económico...por lo tanto pronto tendremos un modelo completo de la

142
variante óptima del desarrollo económico”. Citado por Mészáros, I. Más allá del Capital. Ed.
cit, Pág. 748.
La fe ciega en la eficacia de los nuevos instrumentos matemáticos y computacionales,
tardíamente introducidos en la planificación económica en la URSS, alimentaba con aire
renovado la tecnocrática ilusión del avance impetuoso del país de los soviets en la
construcción de las bases materiales de la sociedad comunista. Sin embargo, el “modelo
completo de la variante óptima del plan económico” preservaba la marginación estructural de
la masa de propietarios productores en la planificación y la toma de decisiones estratégicas en
la economía. La variable hombre comunista continuaba siendo el eslabón perdido en la cadena
de reformas. Sin abrirle un espacio político económico a la creación del hombre nuevo la
burocracia poststalinista fantaseaba con la eficacia económica del sistema flexible y óptimo de
planificación económica, identificado con el tecnocrático calificativo de “cálculo económico
mejorado”. Pero al contrario, la flexibilización del plan con la incorporación de una
multiplicidad “de circuitos de retroalimentación”, como sugería “el cálculo económico
renovado”, era un factor adicional que objetivamente tributaba a favor de una mayor
desregulación social de la economía. Porque la imposibilidad de predeterminar centralmente el
impacto correctivo de toda una gama de “circuitos de retroalimentación” hacía del cálculo
económico un mecanismo, además de ineficiente, impracticable e irracional en su versión
mejorada. No importa cuantos “circuitos de retroalimentación” se le adosen a los dispositivos
de regulación y control, cuando el plan lo establece un cuerpo directivo independiente y
superpuesto a los intereses de los trabajadores. El plan flexible, en este caso, está condenado a
enclaustrarse en un dogmático postulado vacío de contenido real, que solo de manera
superficial difiere del modo de planificación anterior. Gracias a esta superficialidad, fue que el
cálculo económico mejorado se insertará amoldándose a los imperativos de la gestión
burocrática de la producción, sin hacerla colapsar en el cortocircuito que se generaría entre las
directiva inapelables del mando central de la economía, y las innumerables variantes del
retroalimentación locales, que reclamarían la redefinición y ajuste de tales directivas de
acuerdo con los requerimientos productivos de cada empresa en particular y los intereses
específicos de sus trabajadores. Por supuesto, la desregulación real de la economía con la
aplicación del cálculo económico mejorado, generará más directivas y más burocracia como
paliativos a sus efectos negativos.
Se coincide con Mészáros, en que en el marco de una genuina economía socialista, donde se
aplique el principio científico de la planificación social como estrategia, ha de suponerse la
existencia de una infinidad de circuitos de retroalimentación en el proceso de
autodeterminación de la fuerza de trabajo. Las tareas productivas, junto a la selección de
medios y formas de acción más apropiados para la realización de los fines escogidos sobre la

143
base de la reciprocidad cooperativa, favorecerá el consumo óptimo tanto de energía y
destrezas humanas como de recursos naturales en el metabolismo social de la totalidad de las
unidades productivas. Además de propender a la eliminación del gasto inútil y a la
optimización de la calidad y la eficiencia de la producción, este tipo de organización
reproductiva social ha de articular eficazmente la responsabilidad de las decisiones locales con
los fines y decisiones estratégicos de la sociedad en su conjunto.
Dado que los mecanismos de planificación “mejorados” con la aplicación del cálculo
económico las empresas particulares seguían dirigiéndose sobre la misma base autoritaria que
la sociedad, se postergaba la solución del antagonismo de intereses entre las empresas
particulares y la “sociedad”.La postergación en verdad, agudizaba el conflicto estado-
sociedad civil, reproduciéndolo a un nivel superior.
118
Dice Engels refiriéndose a Duhring: “…aspira a eliminar los males que han surgido con el
desarrollo de la producción de mercancías en la producción capitalista, aplicando contra estos
males la ley fundamental de la producción de mercancías, que es precisamente la que los ha
engendrado. Lo mismo que Proudhon, cree poder suprimir las consecuencias reales de la ley
del valor por leyes imaginarias”. Ver: Engels, F. Anti Duhring Editorial Pueblo y Educación,
la Habana, 1979, p. 380.
119
El Che consideraba peligroso el pragmatismo inconsistente que se observaba en los
estudios económicos de los expaíses socialistas, por lo que consideraba importante la tarea de
su valoración crítico-revolucionaria. “Creemos importante la tarea porque la investigación
marxista en el campo de la economía está marchando por peligrosos derroteros. Al
dogmatismo intransigente en la época de Stalin ha sucedido un pragmatismo inconsistente. Y,
lo que es trágico, esto no se refiere solo a un campo determinado de la ciencia; sucede en
todos los aspectos de de la vida de los pueblos socialistas, creando perturbaciones ya
enormemente dañinas pero cuyos resultados finales son incalculables. Ver: Guevara de la
Serna, Ernesto. Apuntes críticos sobre la economía política. Ed. cit., pp. 26. El artículo de E.
Liebermann, “Plan, beneficio y primas”, publicado en Pravda el 9 de enero de 1962, se emitían
criterios sobre la rentabilidad, la búsqueda de eficiencia mediante una mayor autonomía
empresarial, el interés material y la política de incentivo a los trabajadores. Los experimentos
prácticos y las ideas aportadas en el debate condujeron a la reforma soviética de 1965. En
Cuba, la polémica en torno a las ideas de Liebermann tuvo lugar en los años 1963-1964 con la
activa participación del Che. El debate aquí giró alrededor de cuestiones medulares como el
papel de la ley del valor, la planificación socialista, los nuevos incentivos a la producción y
esencialmente la formación del hombre nuevo en la forja de las nuevas relaciones de
producción. La preocupación del Che sobre los métodos a emplear en la construcción del
socialismo la condensó en sus palabras: “Persiguiendo la quimera de realizar el socialismo con

144
la ayuda de las armas melladas que nos legara el capitalismo (la mercancía como célula
económica, la rentabilidad, el interés material individual como palanca, etcétera), se puede
llegar a un callejón sin salida.” Ver: Guevara de la Serna, Ernesto. El socialismo y el hombre
en Cuba. Obras 1957-1967. Casa de Las Américas, La Habana, 1970. T. II, p. 372. Después
del derrumbe, haciéndole justicia al pensamiento económico del Che, Aurelio Alonso subraya
que la polémica de aquellos años, en la que el Che participó activamente, difícilmente puede
valorarse hoy como discrepancias en plano técnico-económico. “En definitiva hoy-dice
Aurelio-volvemos a girar en torno al dilema entre la asimilación del mercado y el rechazo de
su rectoría, lo cual parecería un oxímoron. Y es, sin duda, un problema crítico, un problema no
resuelto para la edificación de la economía socialista, y en consecuencia para la legitimación
de paradigmas y teorizaciones”. Alonso Tejeda, Aurelio. El laberinto tras la caída del muro.
Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2006, pp. 336-337. Este enfoque del debate
económico de los sesenta en Cuba (63-64) concuerda con la opinión de Martínez Heredia
cuando afirma: “En el fondo del debate económico-sin desconocer la gran verdad de que
ningún debate de esta naturaleza se explica totalmente si solo se investigan sus temas, y los
argumentos utilizados-, aparecen concepciones diferentes del desarrollo social y del carácter
de la revolución. Y ellas están relacionadas con el predomino, dentro de las posiciones
marxistas, de la concepción determinista o de una concepción basada en la praxis”. Luego
Martínez Heredia sentencia: “El Che defiende una concepción marxista acerca de la
revolución que privilegia el papel de la acción consciente y organizada, y lo hace con el rigor
de quien ha meditado y estructurado sus aspectos y relaciones internas fundamentales”. En:
Ernesto Che Guevara El Gran Debate sobre la economía en Cuba 1963-1964. Editado por
David Deutschmann y Javier Salado. Centro de Estudios Che Guevara, La Habana, 2006, p.6.
120
Stalin, J. Problemas económicos del socialismo en la URSS. Ed. cit., 28-29.
121
Ver. Meszaros, I. Más allá del Capital. Ed. cit., p. 739.
122
Stalin, J. Problemas económicos del socialismo en la URSS. Ed. cit., pp. 30-31.
123
La visión vulgar y restringida que tendrá Stalin de la acción de la ley del valor en el
“socialismo” estará motivada por la deformación que experimenta la planificación socialista
en el sistema vertical-administrativo de gestión económica. De ahí que Stalin considere que la
ley del valor no regía en el ámbito estatal y limitará su acción los vínculos Estado-
cooperativas, Estado-consumidores y al comercio exterior. Detrás de la supuesta
subvaloración del socialismo stalinista de las relaciones monetario-mercantiles lo que existe en
realidad es una concepción restringida y oportunista de las mismas, una visión pragmática
inconsistente que pretenderá usarlas como contra peso a la incapacidad de la centralización
burocrática de la propiedad para generar incentivos productivos propiamente socialistas. Si el
debate teórico en torno al lugar que en el modelo socialista ocupaban las relaciones monetario-

145
mercantiles no parte de este presupuesto práctico esencial, se expone a degenerar en un
teoricismo fútil limitado a oponer interpretaciones, más “lucidas”, que destaquen la
importancia decisiva del mercado durante la transición socialista, lo cual relega a un plano
secundario la problemática fundamental del diseño de un modelo de gestión económica que
garantice el progreso sostenido de formas cada vez mas eficientes de autogestión social o de
gestión colectiva de la producción social.
124
Citado por Mészáros, István. Más allá del Capital. Ed. cit., p. 739
125
Stalin, J. Problemas Económicos del Socialismo en la URSS. Ed. cit., p. 43-44.
126
Hegel, G. W. Ciencia de la lógica. Ediciones Solar, SA. Argentina, 1968, p. 31.
127
El mensaje subliminal subyacente en las palabras de Stalin, debe leerse aproximadamente
así: Dudo que las diferencias entre el trabajo físico y el mental desaparecerán en sus niveles
culturales y técnicos. En el sistema de relaciones de producción de ordeno y mando que hemos
implantado esta diferencia perdurará por siempre. Los camaradas que afirman lo contrario
presumiblemente han extraído de mis exposiciones, que hablan de la abolición de la distinción
entre industria y agricultura y entre trabajo físico y mental, conclusiones científico–
revolucionarias. Pero les recordaré que yo no soy un comunista sino un burócrata pequeño
burgués y como tal pienso y actúo. Por tanto, haciendo uso y abuso de las atribuciones que me
he conferido dictamino, que las diferencias esenciales en la división social del trabajo que
hemos heredado del capitalismo serán abolidas, aunque se mantendrán por distinciones
inesenciales. Si mi directiva (ukaz) va en contra de la lógica marxista y de toda lógica, me
tiene sin cuidado. Es mi voluntad política y punto. En lo adelante, a fin de evitar lamentables
equivocaciones, los camaradas han de restringir sus interpretaciones a mi nueva formulación
del asunto. Como en el modelo burocrático del socialismo que yo dirijo hablar de plena
igualdad social carece de sentido, esta subversiva idea marxista la he reformulado pues se
presta a confusiones y hasta podría concitar la sedición.
128
No obstante a las deformaciones estructurales del modelo stalinista los países europeos
miembros del CAME mostraban, previo al derrumbe, niveles de consumo que difícilmente
podrían catalogarse de bajos. En 1987, la revista “Socialismo Teoría y Practica”, editada en la
URSS, en uno de sus artículos resaltaba los niveles de consumo alcanzados en varios de los
países socialistas de Europa. Veamos algunos datos. “En los años 70, los países del CAME
dieron un paso importante en cuanto a la redistribución de los recursos a favor de los servicios
sociales, fueron adoptados grandes programas para aumentar los ingresos reales de la
población e impulsar el desarrollo de la producción de bienes de consumo. En la mayoría de
los países se aceleró la producción agropecuaria, sobre todo la ganadería, y se modernizaron
mucho la industria ligera y la alimentaria, lo cual contribuyó notablemente a superar el
desequilibrio entre la demanda solvente y su cobertura mercantil. En Hungría, la RDA y

146
Checoslovaquia se logró equilibrar el estado del mercado interno en cuanto al volumen de
mercancías y emergió, en consecuencia, la tarea de establecer una correspondencia estructural
entre demanda y oferta (…).
“En los países mencionados existe un alto nivel de producción y consumo de los productos
alimenticios fundamentales. El consumo de carne correspondiente a la norma racional (96
kilos en la RDA, 86 en Checoslovaquia y 77 en Hungría). Se ha ampliado el surtido de
productos alimentitos y la diferenciación de los productos según su categoría, ha aumentado
la oferta de fiambres y otras exquisiteces conforme ha ido creciendo la demanda solvente de la
población. En varios Estados, la pequeña producción contribuye significativamente a saturar el
mercado de productos alimenticios (…)
“En casi todos los países del CAME, la demanda de artículos de la industria ligera se satisface
plenamente y la parte fundamental de los que se ofrecen son de producción nacional. Sin
embargo su calidad no siempre agrada a los consumidores (…)
“En los últimos tres lustros (a partir de 1970), el número de familias con coche se triplicó en la
RDA y Checoslovaquia, en los demás países del CAME o se quintuplicó o se sextuplicó (…)
Actualmente, en la RDA y Checoslovaquia, alrededor de la mitad de las familias poseen
coche: en Bulgaria y Hungría, más de un tercio; en Polonia, cerca del 30%, y en Rumania,
cerca del 15%.
“(…) En los años 70, en la mayoría de ellos, se entregaron más de 8 apartamentos al año por
cada mil habitantes; y la proporción de las viviendas construidas con el dinero de la población
fue creciendo, habiendo llegado hoy en Bulgaria y la RDA a la mitad aproximadamente , y
habiendo sobrepasado el 80%, en Hungría, Polonia y Checoslovaquia.
“ (..) La experiencia de los países del CAME prueba que entre los aspectos del consumo va
adquiriendo importancia el descanso. Puesto que parte considerable de la población vive en la
ciudad, la gente se organiza colectiva o individualmente para gozar de su descanso en el
campo. En la RDA y Checoslovaquia, una de cada cuatro familias tiene casa de campo o
parcela hortícola. Paralelamente se desarrolla la forma colectiva de descanso. Las estadísticas
referentes solo a las casas de reposo de Bulgaria indican que el 14% de sus habitantes van a
descansar allí; este de 11 en Hungría y la RDA en Polonia de 10, en Rumania de 8 y en
Checoslovaquia de 4%. Los países de CAME están cooperando en la utilización de los
balnearios, por ejemplo: los alemanes y los polacos veranean en el litoral de Bulgaria y
descansan el los balnearios montañosos de Checoslovaquia” Socialismo Teoría y Practica
.Editorial Novosti, Moscú, No 8, 1987, pp. 65-72. Al tomar en consideración los niveles de
consumo alcanzados por el extinto campo socialista no son pocos los analistas que opinan que
el socialismo se derrumbó básicamente por razones políticas y no económicas. Ver. Valenti, E.
¿Por qué se cayó el socialismo real en Europa? www.rebelion.cu.co 05-04-2006. Un profundo

147
y sintético análisis del modelo económico aplicado en la URSS lo encontramos en: Rodríguez
García, José Luis. “La evolución económica de la URSS: antecedentes del derrumbe.Temas de
Economía Mundial No. 20 / 2011.CIEM, La Habana, 2011, pp.104-127.
129
Gorbachov M. La perestroika y la nueva mentalidad para nuestro país y para el mundo
entero. Editora Política, La Habana, 1988, p.12.
130
Ver: Dacal, Díaz A y Infante, Brown F. Rusia del socialismo real al capitalismo real.
Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2005, pp. 27-29.
131
“El mecanismo de freno que también adquiría fuerza en la ideología, condujo a que los
intentos de analizar de forma constructiva los problemas acuciantes y las nuevas ideas,
tropezaran con una resistencia cada vez mayor. Predominó la propaganda de los éxitos –reales
y supuestos- y se hizo costumbre la actitud despectiva ante los justos requerimientos y la
opinión de los trabajadores de filas y de la opinión pública. Floreció en las ciencias sociales la
teorización escolástica. El pensamiento creador fue proscrito de las ciencias sociales y las
valoraciones y juicios voluntaristas y superficiales se convirtieron en verdades indiscutibles,
sujetas solamente a comentarios. Fueron castradas las discusiones teóricas, científicas y de
otro tipo, sin las que es imposible el desarrollo del pensamiento y la actividad creadora. Las
tendencias negativas no pasaron por alto la cultura, el arte, la propaganda publicitaria, e
incluso la pedagogía y la medicina. Allí también salieron a la superficie la mediocridad, el
formalismo y la vanilocuencia”. Gorbachov M. La perestroika y la nueva mentalidad para
nuestro país y para el mundo entero. Ed. Cit., p. 17.
132
Al principal artífice de la perestroika le parecía absurda la contradictoria situación
económica creada en la URRS, algo inaudito e ilógico, y no la consecuencia lógica y natural
del propio carácter ambiguo de las relaciones burocráticas de producción. Decía Gorbachov:
“Tuvo lugar una situación absurda: una producción de acero, materias primas y portadores
energéticos en enorme escala, en la que la URRS, desde hace ya mucho tiempo, no tiene rival;
y junto a ello, la insuficiencia y el déficit de estos como consecuencia de su despilfarro y
utilización ineficaz. Uno de los primeros lugares mundiales en la producción de granos para
alimentos y, al mismo tiempo, la necesidad de importar anualmente millones de toneladas de
granos para forraje. La mayor cantidad de médicos y de camas por cada 1000 habitantes, y a la
par, serias deficiencias y la disminución de la calidad de la asistencia médica. Nuestros
cohetes localizan con asombrosa precisión al cometa Halle y vuelan al encuentro de Venus, y
paralelamente a este triunfo del pensamiento de nuestros científicos e ingenieros, un claro
atraso en el aprovechamiento de los logros científicos para las necesidades de la economía
nacional, y un atraso de nuestros equipos domésticos en comparación con el nivel
contemporáneo”. Ver: Gorbachov M. La perestroika y la nueva mentalidad para nuestro país y
para el mundo entero. Ed. cit pp. 16-. 17.

148
133
Toschenco, J. “Estado y contradicciones de la conciencia social (datos correspondientes a
finales de 1988”).Colectivo de autores. La sociología soviética en la perestroika. Ed. cit., p.
84.
134
Ibídem, p. 85.
135
Ibídem, pp. 87.
136
Ibídem, p.86.
137
Beliaeva, I. “El estímulo material en el nuevo mecanismo económico”. En: La sociología
soviética en la perestroika .Ed. cit., p. 168.
138
Ibídem, pp. 169- 160.
139
Ibídem, p.170.
140
Rakitski B. “Carácter revolucionario de la perestroika”. Revista Ciencias Sociales de la
URSS. Editorial Naúka, Moscú, 1989, No 4. p. 75.
141
El propio Gorbachov ante la Asamblea Nacional de Cuba reconoce que: “Una vez que
emprendimos la reforma económica, muy pronto nos convencimos que el avance en esta
dirección chocaba con la necesidad de reorganizar los institutos políticos.” Ver. Gorbachov,
M.S. Una amistad inquebrantable. Ed. cit., p. 19.
142
Meszaros, I. Más allá del Capital. Ed. cit., p. 59-60.
143
) Rakitski B. “Carácter revolucionario de la perestroika”. Revista Ciencias Sociales de la
URSS. Ed. cit., No 4. pp.75-76.
144
Ibídem, p. 64.
145
Ver: Afanasiev, M. El triunfo y la crisis de la burocracia. Editorial Progreso, Moscú, 1991.
146
Después de la caída de la URSS Gorbachov no ocultará sus divergencias con la ideología
leninista, y su adhesión al positivismo pequeño-burgués. En 1992 declara: Pienso además que
la teoría de Lenin, en sus conceptos y en su posición, había una profunda contradicción,
porque fue también prisionero de una determinada ideología (…) Y me he planteado la
pregunta: ¿qué actitud tengo ante la divisa de Bernstein “el objetivo no es nada el movimiento
lo es todo”? Y hoy considero que Bernstein tenía razón”. Gorbachov, M. La destrucción de la
Unión Soviética. Editorial Berselmann, Munich, 1992, p. 202.
147
Mészáros, I. Más allá del Capital, Ed. cit., p. 754
148
Ibídem.
149
Ibídem, p. 755.
150
Ibídem, p. 759
151
El último ex canciller de la URSS ha alimentado este mito. En su libro, “El futuro
pertenece a la Libertad”, Shevarnadze apunta: “Mi conocimiento del estado real de las cosas
en mi país me llevó a la conclusión de que la raíz del mal estaba (…) en el sistema (…) “Todo
está perdido: esto tiene que ser cambiado.” Eso dije en efecto a Gorbachov en una noche de

149
invierno de 1984, en Pitsunde, y hoy me arrepiento de esas palabras. Citado por Ortega
González, Eloy. “Retórica y praxis de la política exterior soviética.” En La Perestroika en tres
dimensiones: expediente de un fracaso. Ed. cit., p. 52.
152
Ver. Hernández Mármol, Sofía. “De la reforma a la crisis del sistema político soviético.”
En la Perestroika en tres dimensiones: expediente de un fracaso. Ed. cit., pp. 7-52.
153
Mészáros, I. Más allá del Capital. Ed. cit., p. 773.
154
Aprovechándose oportunistamente del lugar privilegiado en la toma de decisiones el
personal directivo dictó las reglas del juego que los colocó en una posición ventajosa en el
proceso de privatización de la propiedad en comparación con las masas trabajadoras. En 1994
los ex directivos controlaban en un 87% la propiedad de las empresas. Las argucias de que se
valieron pueden leerse en: Pla, Isabel. “Nuevas tendencias de la propiedad y principales
implicaciones sobre la gestión de las empresas rusas”.Ver: Revista Problemas del Desarrollo.
Revista Latinoamericana de Economía, No. 120, Vol. 31, enero- marzo del 2000.
155
Ver: Engels, F. Del socialismo utópico al socialismo científico. Editorial Ciencias Sociales,
La Habana, 1979, p. 84.
156
Los economistas cubanos Víctor Figueroa y Ramón Sánchez son del criterio, “que el
potencial humano revolucionario altamente calificado, la elevación de la eficiencia, la calidad
y la competitividad son vitales para enfrentar los retos del desarrollo, pero muchas tecnologías
económicas empleadas, necesariamente no son neutrales; son un Caballo de Troya sumamente
peligroso a estos proyectos sociales. Hay que añadir, con premura la teoría económica
socialista desde acá, renovadora y crítica, a la crítica global del capitalismo para el desarrollo
de las ciencias económicas y sociales y para la educación del pueblo. Ver. Figueroa Albelo,
Víctor M. y Sánchez Noda, Ramón. “Marxismo y economía política de la construcción
socialista en la periferia del capitalismo en la época contemporánea. Revista Cuba
Socialista” 3ra época. Editada por el Comité Central del PCC, La Habana, 2004, No. 31, p.
32.
157
Castro, Ruz F. Discurso por el Día Internacional de los Trabajadores., Ediciones COR (3),
La Habana, 1971, p. 42.
158
Lenin V.I. p. 22. En los marcos del debate acerca del “Socialismo del siglo XXI” líderes
populares e investigadores de las ciencias humanísticas han acentuado, como lo hiciera Lenin
en “¿Qué hacer?”a principios del siglo pasado, la necesidad del nexo teoría-praxis
revolucionaria cuyo potencial emancipatorio todavía no ha sido plenamente justipreciado por
las fuerzas de izquierda. A propósito del libro, “Construyámoslo ahora. El socialismo para el
siglo XXI”, de Michael Lebowitz, el presidente de Venezuela Hugo R. Chávez Frías comenta:
“Aquí Michael Lebowitz habla de lo siguiente: un solo camino: la propia práctica. Lo que dije
hace poco, la praxis revolucionaria. La dialéctica, teoría y praxis, no nos quedemos en la pura

150
teoría, no podemos quedarnos en el puro debate, en las lecturas, hay que ir a practicar, hacer
praxis revolucionaria. Ver: Boron, A. Socialismo siglo XXI. ¿Hay vida después del
neoliberalismo? Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2009, p. 105. Además de Atilio
Boron y Michael Lebowitz, muchos de los más sobresalientes intelectuales de izquierda
colocan en un primer plano la dialéctica teoría-acción revolucionaria en la visión actualizada
que sugieren del socialismo. Ver: Mészáros, István “Más allá del Capital” Ed. cit., y
“Socialismo o Barbarie”, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2005; Francois Houtart.
“Un socialismo para el siglo XXI”. Cuadro sintético de reflexión”. Ponencia presentada en las
Jornadas. “El socialismo del siglo XXI”, Caracas, junio, 2007; Martínez Heredia, Fernando. El
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A pesar de lo conveniente y productivo que va resultando para la fase actual de la batalla
contra la hegemonía del capital, el interés que ha puesto la izquierda marxista en correlacionar
revolucionariamente teoría y la praxis socialista, en ese empeño, no son pocas las
problemáticas sociales que en el ámbito académico continúan abordándose aún en términos
sumamente abstractos y no prácticos concretos lo cual frecuentemente tiene su raíz en una
concepción del socialismo que no ha calado (o por lo visto no lo suficiente) en la esencia
pequeño-burguesa del proyecto socialista que fracasó en Europa del Este y la URRS.

151
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