Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Análisis
filológico y exégesis filosófica sobre la muerte heroica en el canto IX de la Ilíada.
Encaminarse hacia la comprensión de un término es siempre una ardua tarea, sobretodo si nos
enfrentamos, no a cualquier obra sino, a la obra que dio origen a Occidente: La Ilíada; además, nos
dirigimos a esta gigantesca obra a partir de un fenómeno esencial, quizás el más profundo de nuestra
naturaleza finita: la muerte. Si precisamos en el comienzo mencionar la profundidad y grandeza que
conlleva el tema elegido, se debe a que ya desde el principio tenemos en cuenta que no podremos
abarcar nuestra tarea con toda la profundidad que se merece. Así, en pos de evitar la proliferación
de un camino que podría bifurcarse infinitamente, hemos acotado nuestro camino a dos partes
claramente demarcadas. Por un lado, haremos un análisis filológico de la obra homérica teniendo
como eje central el Canto IX de la Ilíada dónde intentaremos desvelar la comprensión de la muerte a
partir de la palabra misma. Por otro lado, desde el análisis esbozado nos aventuraremos a realizar
una exégesis filosófica a la luz del pensar de Heidegger y Vico. Con esta división nuestra intención es
poder conciliar la especificidad y profundidad de la palabra misma por un lado, complementando, por
otro lado, una visión, si se quiere, sinóptica que refleje desde la comprensión de la muerte, el
carácter épico de la obra y lo fundamental que hace este género literario en relación con lo histórico.
§1. Análisis filológico del Canto IX (410-416) de la Ilíada en pos de desvelar la comprensión
de la muerte heróica.
Para mí nada hay que equivalga (ἀντάξιον) a la vida (ψυχῆς), ni cuanto dicen
1
ὐ γὰρ ἀ
ο νὴρ πρόπαν ἦμαρ ἐς ἠέλιον καταδύντα
ἄκμηνος σίτοιο δυνήσεται ἄ
ντα μάχεσθαι
2
La palabra ἄξιος la podemos ver en el canto XXIII, 885: β
οὸς ἄξιον (“del valor de un buey”)
comprensión de esto último sólo puede tener lugar a la luz de uno de los pasajes más famosos de la
Ilíada (Canto IX 410-416) que sigue a continuación de lo ya dicho:
Voy a ir comentando paso por paso los puntos que sirven para mi trabajo para poder desglosar toda
la profundidad que contiene el pasaje:
Lo interesante a tomar en estas citas, además de reflejar la relación entre el destino y el comienzo,
es que en la primera se presenta el destino como μ
οῖραν mientras que en la segunda como κ
ὴρ,
consolidando así nuestra interpretación de que las κῆρας de nuestro pasaje principal del canto IX
guardan una relación con el destino como con la muerte, en tanto que personificación de esta. Así, la
ῆρας llevan a
tercer cita del canto XXII muestra que las parcas no sólo son aquellas que en tanto κ
uno hacia su τέλος (llevando al término), y como agente de acción podríamos pensarlas realmente
como una personificación de la muerte, sino que también consolida la relación entre κῆρας y
μοῖρα, pues el destino es justamente lo llevado por ellas.
Retomemos ahora cómo continúa el discurso de Aquiles en el Canto IX, ¿cuales son las dos
Parcas?
εἰ μέν κ
᾽α
ὖθι μένων Τρώων πόλιν ἀμφιμάχωμαι,
ὤλετο μέν μοι νόστος, ἀ
τὰρ κλέος ἄφθιτον ἔσται:
εἰ δέ κεν οἴκαδ᾽ ἵκωμι φίλην ἐ ς πατρίδα γαῖαν,
ὤλετό μοι κλέος ἐσθλόν, ἐ πὶ δ
ηρὸν δέ μοι αἰὼν
ἔσσεται, οὐδέ κέ μ
᾽ ὦκα τέλος θανάτοιο κιχείη.
Entonces, se abre una disyunción a partir de dos condicionales. El condicional que se repite es εἰ y
la disyunción está coordinada por el μέν y el δέ, abriendo, así, dos caminos posibles, mejor dicho,
dos destinos (κῆρας) posibles. Esta sería la estructura formal de la oración, de lo que se trata es de
desplegar su contenido. Para esto, hay que destacar dos palabras centrales que articulan todos estos
versos: νόστος y κλέος.
Por un lado. tenemos el abandono del regreso (νόστος), es decir, persistir en la lucha
(μάχωμαι palabra que aparece con el prefijo ἀμφι- que es un adverbio que marca un “alrededor”,
en el texto dice “luchando en torno de”), y, por ende, la apropiación de la gloria (κλέος) inconsumible
(ἄφθιτον). Nos encontramos, entonces, en este primer destino, con la relación entre la lucha y el
no-regreso, que desembocan en la gloria, es decir, aquello que otorga gloria a los hombres es la
lucha, la batalla, traemos, en este sentido, el verso 448 del canto VIII.
Encontramos, en primer lugar, una especificación del νόστος, del regreso, se trata de un regreso al
hogar, a la casa (οἶκός ου ὁ ), un regreso a la patria (πατρίς). Este regreso tiene dos
consecuencias: el agotamiento de la gloria (ὤλετό μοι κλέος), pero la obtención de la vida (αἰών
ῶνος ὁ) duradera (δηρὸν). Entonces, aquí encontramos bien demarcadas las dos “Parcas”, los dos
destinos, a los que está sujeto Aquiles. En última instancia, como propuse al comienzo de este
pasaje, lo que articula toda la cita es la disyunción entre el regreso y la gloria. Entre νόστος y
κλέος, esa es la cuestión. ¿Cuál es el destino propio del héroe?
Cualquiera sea de los dos caminos, ambos convergen en una misma meta: la muerte.
Recordemos que el τέλος al que llevan las parcas siempre será la muerte, en ella se plenifica el
hombre: dobles Parcas me van llevando al término que es la muerte. Sin embargo, el camino que
opte el héroe no puede ser nunca el regreso (νόστος), y esto se debe a lo que aclaramos ya de
antaño: la muerte es aquello que consagra al héroe en tanto héroe. Se dijo que la batalla otorga
gloria a los hombres, pero no se advirtió que la gloria que otorga la batalla sólo puede tener lugar en
tanto se da el espacio a una muerte que consagra. La vida de Aquiles, se dice, será duradera
(δηρὸν) de optar el regreso, pero esta duración ¿de cuánto tiempo puede ser? unos largos años, sin
duda, pero la duración que consagra la muerte del héroe en la batalla es inconmensurable, la muerte
heróica trasciende cualquier tipo de duración porque el héroe en su fin se da un nuevo comienzo, su
genuino comienzo: en su fin como mortal, el héroe trasciende en un nuevo comienzo, el héroe
comienza a ser héroe a partir de su fin, aquel hombre que muere en batalla se ha ganado la gloria y
esta, es una gloria eterna. No se trata entonces, como vimos, de que el fin esté contenido el
n relación con el τέλος), sino de que hay
comienzo (como mostraba la figura del destino [μοῖρα] e
un nuevo comienzo contenido en el fin mismo: el comienzo de su vida heróica. Por eso la muerte es
un consagrar (consecrare), porque la muerte hace sagrado (sacro) a aquel cuya muerte es heróica.
Esto último debe darnos la guía para el fin último que se propuso este trabajo: mostrar el
carácter épico de la Ilíada a partir de la comprensión de la muerte. Nos hemos hecho de una riqueza
enorme con respecto a la comprensión de la muerte, de lo que se trata ahora es de mostrar su
relación con lo épico. La palabra épica, sin embargo, no nos ayuda, en principio, para establecer tal
relación. Esto se debe a que la palabra deriva de un adjetivo femenino ὲπικός cuya raíz es ἒπος,
que significa “aquello que se narra”, en el diccionario encontramos por ἒπος “palabra”, “expresión”,
“relato”, “poesía”, etc. Es decir, denota todo un ámbito de la poesía narrativa, entonces, ¿de qué
modo es posible relacionar la muerte con la épica para que la muerte heróica pueda ser comprendida
como constituyendo el carácter épico del poema? Para nosotros sólo puede ser posible del siguiente
modo: la muerte heróica, y sólo ésta, es aquella que merece ser narrada. En este sentido, la
comprensión de la muerte puede atribuir al carácter épico del poema. Un poema puede narrar
cualquier suceso, pero aquel poema que se propuso el desafío de narrar aquello que merece ser
narrado, aquel poema que hizo de suyo la muerte heróica sólo puede ser un poema épico. La cabal
comprensión de esto último, sin embargo, sólo puede estar dada a partir del final de nuestro
recorrido.
A modo de conclusión de esta primera parte, proponemos problematizar todo el análisis hecho para
abrir paso a nuestra exégesis filosófica. El problema de todo lo dicho es que si consideramos la
muerte como aquello que consagra al héroe en tanto héroe nos veremos con dificultades ante un
“hecho poético” que está presente, o mejor dicho ausente, en toda la obra homérica: sucede que la
muerte de Ulises no tiene lugar en ninguna de las obras, ni la Ilíada ni la Odisea. Entonces, nos
enfrentamos a una disyuntiva: O bien todo el análisis hecho fue en vano porque está la posibilidad de
que el héroe devenga tal, no por vía de la muerte, sino justamente por un regreso (νόστος) heróico
tal como muestra la Odisea, o bien nos mantenemos firmes en nuestro análisis pero no podríamos
considerar nunca a Ulises un héroe, cosa que es bastante problemática.
§ 2. Exégesis filosófica del análisis esbozado a la luz del pensar de Heidegger y de Vico.
Hemos dado un minucioso análisis etimológico y filológico de unos pocos versos del libro IX de la
Ilíada; y, sin embargo, la comprensión de la muerte jamás podría agotarse en lo desplegado. Esto se
debe a lo que dijimos al comienzo: nuestro camino desde un principio podría bifurcarse infinitamente
dada la riqueza del poema homérico. Ahora daremos paso a una exégesis filosófica del análisis
hecho, la necesidad de esta sólo podrá comprenderse al final de nuestro trabajo.
Ahora bien, creemos que una mayor comprensión de lo dicho podría darse para nosotros a la
luz de un pensador que ha tomado el desafío de desarrollar una profunda exégesis
ontológica-existenciaria del fenómeno de la muerte. Hablamos nada más ni nada menos que de
Heidegger. El primer capítulo de la segunda sección de Ser y Tiempo nos provee la exégesis
mencionada, los motivos de Heidegger para desarrollar el ser-para-la-muerte como un fenómeno
existenciario que constituye ontológicamente al Dasein se dan en el §46. Allí Heidegger plantea el
problema de dar cuenta del ser total y propio del Dasein; en pocas palabras, sucede que aquel ente
cuyo ser le va este ser mismo debe tomarse, ontológicamente, como un ente que está enraizado en
un constante quehacer, el Dasein siempre tiene como tarea realizarse, desplegarse en sus infinitas
posibilidades. Alguna vez se dijo que el Dasein es como el tejido de Penélope, está constantemente
realizandose. Entonces, sucede que un ente que existe, es decir cuya existencia precede a su
esencia, no puede ser tomado nunca en su totalidad. Este es, en pocas palabras, el problema que
enfrenta la Analítica existenciaria de Heidegger y su solución sólo podrá ser dada a partir de una
exégesis ontológica-existenciaria de la muerte. Esto, para nosotros, no es ninguna novedad; pues, en
ocasión de desarrollar lo pensado en la palabra τέλος nuestro camino se vio llevado a tomar el fin
como una culminación completa y total de un proceso, hemos dicho: “con τέλος se está pensando
esencialmente la plenitud máxima a la que se ha de llegar”. En última instancia, cuando Heidegger
considera que el ser relativamente al fin es ser para la muerte (§47, SuZ) , no está tan distante de lo
dicho por el poeta en “me van llevando al término que es la muerte”.
Dice Heidegger en el §48:
Así como, antes bien el Dasein es constantemente, mientras es, ya su “aún no”, así es
también ya siempre su fin. El finar mentado con la muerte no significa un “haber llegado al fin” el
Dasein, sino un “ser relativamente al fin” de este ente. La muerte es un modo de ser que el Dasein
toma sobre sí tan pronto como es. “Tan pronto como un hombre entra en la vida, es ya bastante viejo
para morir”.
Ahora bien, a diferencia del pensar de Heidegger que nos da una exégesis de la muerte
como un fenómeno existenciario para todo Dasein, nosotros reducimos nuestra mirada a la muerte
heróica y, en nuestro camino, llegamos al fenómeno de la muerte heróica como siendo
esencialmente un fin que lleva dentro de sí un nuevo comienzo. Entonces, no se trata sólo de tomar
la muerte como ser relativamente al fin sino de pensarla, al ser heróica, como siendo,
fundamentalmente, un ser relativamente al comienzo. Entonces, ¿es insuficiente el análisis de
Heidegger para pensar la muerte heróica? De ninguna manera, lo que es insuficiente es nuestro
abordaje del pensar de Heidegger; ya que, si nos hacemos de lo contenido en el capítulo V de la
segunda sección de Ser y Tiempo encontraremos lo pensado en el ser relativamente al comienzo del
Dasein que, no casualmente, se inscribe en aquello que comprende Heidegger por Historicidad, esto
es, el prolongarse del Dasein entre el nacimiento y la muerte, su gestarse histórico. En última
instancia, pensar la muerte heroica como aquella en cuyo fin yace contenido un nuevo comienzo, el
comienzo del héroe en tanto héroe, nos invita a pensar la muerte del héroe en la obra de una forma
peculiar: la obra de arte, en este caso la poesía épica de Homero, fundando un sentido histórico. Y
dije que esto no es casual porque se corresponde totalmente con lo pensado por Heidegger sobre la
obra en El origen de la obra de Arte. La profundidad que yace aquí pensada excede por mucho
nuestro trabajo, por eso, simplemente daré algunas consideraciones que nos ofrece Heidegger con
respecto a la obra de arte: fundamentalmente, la obra de arte es tal porque en ella yace puesta la
verdad y, esta verdad puesta en la obra, debe ser comprendida como una verdad histórica, la obra
levanta un mundo dando sentido histórico a un pueblo histórico. De una riqueza tal es el pensar de
Heidegger que sólo a partir de su posición estética podemos dar cuenta de obras del gran arte como
la Ilíada; sin embargo, para pensar la obra poética en tanto fundación de un sentido histórico ya no
tomaremos exclusivamente el pensar de Heidegger que enriqueció nuestro análisis con respecto a la
muerte, sino que lo complementaremos tomando la palabra de un pensar que ha hecho de la historia
lo fundamental de su quehacer: Giambattista Vico.
Si traemos el pensar del filósofo italiano en un trabajo sobre la Ilíada de Homero se debe a
que su pensar tiene una mirada particular y original con respecto a Homero: en el recorrido que
realiza el pensar de Vico se llega a la conclusión de que Homero no existió realmente sino que es un
personaje ficticio que representa el ideal poético del pueblo griego, esta original tesis de Vico
podemos encontrarla en el primer cuento del Aleph de Borges, Los inmortales. Ahora bien, la
conclusión de Vico en la introducción a la segunda sección del libro III, el descubrimiento del
verdadero homero, de la Ciencia nueva:
todas estas cosas, digo, ahora nos llevan a afirmar que le ocurriera a Homero precisamente lo que se
dice de la guerra de Troya: y es que, a pesar de haber proporcionado a la historia un episodio
famoso, los críticos más avezados consideran que nunca tuvo lugar en el mundo. Y en verdad que, si
al igual que de la guerra de Troya, no hubieran quedado vestigios de Homero, como son sus dos
poemas, ante tantos problemas se diría que Homero fue un poeta imaginario y no un individuo
humano en concreto.
La cabal comprensión de este pasaje exige hacernos del contenido de aquello que Vico despliega en
el libro segundo sobre la sabiduría poética. Para Vico es un momento esencial de la Ciencia nueva
comprender la poesía y mitología de un pueblo porque a partir de estas se refleja este pueblo mismo;
el origen de todas las naciones gentiles ha tenido lugar a partir de leyendas, de narraciones
fabulosas, de poesía épica. Esto responde a que la naturaleza humana, en sus orígenes, no puede
hacerse de una comprensión de sí de forma razonada y abstracta sino mediante una metafísica
sentida e imaginada. Así, el poeta, es decir el , ποιητής es esencialmente un hacedor (ποιέω) y
aquello que en su quehacer realiza es lo que Vico desarrolla como universal fantástico. Este
universal se diferencia del universal conceptual propio de la filosofía en tanto que no se trata ya de un
universal que se obtiene mediante un proceso de abstracción frente a la comparación de varios
particulares sino que el universal fantástico está, de alguna forma, puesto de antemano en la medida
en que le confiere valor y sentido al particular. Por ejemplo, no es a partir de una variación de
particulares que abstraigo el universal del héroe o del guerrero sino que la figura mítica de Aquiles le
da sentido heroico y el temple marcial a los particulares que se presentan a la mente primitiva. Es en
este sentido, podríamos decir retomando a Heidegger, que la obra de arte erige un sentido histórico
levantando un mundo, atiendase a qué tan relacionado están los universales poéticos con aquello
que Heidegger nos dice en relación a la verdad puesta en la obra en su levantar un mundo:
La obra-templo es la que articula y reúne a su alrededor la unidad de todas esas vías y relaciones en
las que nacimiento y muerte, desgracia y dicha, victoria y derrota, permanencia y destrucción,
conquistan para el ser humano la figura de su destino. La reinante amplitud de estas relaciones
abiertas es el mundo de este pueblo histórico; sólo a partir de ella y en ella vuelve a encontrarse a sí
mismo para cumplir su destino. (El origen de la obra de Arte, p.12 ed. Alianza)
Pareciera que nos hemos desviado del camino propuesto al principio, pero en realidad estamos ante
la solución misma de la problematización planteada al final del §1. Allí, nuestra investigación corría el
riesgo de perder todo lo obtenido a partir de la ausencia de la muerte de Ulises, obligándonos a
rechazar nuestro análisis o a rechazar la heroicidad de Ulises. Este límite sólo pudo ser un límite para
el análisis filológico y por una cuestión fáctica: el hecho de estar ausente la muerte de Ulises en los
poemas homéricos. Sin embargo, el límite que se presentaba en el análisis filológico creemos que ha
sido saldado en tanto tomamos el desafío de aventurarnos en el ámbito que no conoce de límites, la
morada que puede abordar cualquier pregunta con entera libertad: La Filosofía. Si nos vimos
obligados a realizar una exégesis filosófica a la luz del pensar de Heidegger y de Vico sólo fue
porque en su pensar encontramos las piezas necesarias para salvar nuestro dilema. A continuación
expondremos, lo que a nuestro parecer, diluye el problema planteado; y, comenzaremos retomando
el pensar de Vico sobre las dos figuras míticas que desataron nuestro problema:
Así fue como Homero compuso la Ilíada de joven, cuando aún era joven Grecia y, en consecuencia,
ardiente de sublimes pasiones, como el orgullo, la cólera, la venganza, que no toleran el disimulo y
aman la generosidad; por lo que admiró a Aquiles, héroe de la fuerza. Pero de viejo, compuso la
Odisea, cuando Grecia ya había enfriado algo sus ánimos gracias a la reflexión, que es madre de la
sagacidad; por lo que admiró a Ulises, héroe de la sabiduría. De modo que, en los tiempos del joven
Homero, a los pueblos de Grecia les gustó la crueldad, la villanía, la ferocidad, la atrocidad; y en los
tiempos del viejo Homero, ya se deleitaban con los lujos de Alcínoo, las delicias de Calipso, los
placeres de Circe, los cantos de las sirenas, los pasatiempos de los pretendientes y con, más que las
seducciones, los asaltos y los combates por las castas Penélopes. ( Ciencia Nueva, capítulo primero
de la Sección segunda del Libro III, aforismo V, [879])
Entonces, Aquiles y Ulises, a la luz de la exégesis realizada, no pueden ser más que universales
fantásticos, son figuras míticas que reflejan todo un contenido significativo para el pueblo griego. ¿De
qué trata este contenido teniendo a vista todo lo ganado hasta ahora?
Aquiles es el universal poético que erige el mundo de la gloria otorgada por la batalla, es la
personificación del temple marcial, aquel que hace de suyo el destino de la muerte heroica; el héroe
es aquel que comprende su fin, no en la forma impropia del olvido, sino que se apropia de él en un
precursar mediante la figura del destino (μοῖρα), se apropia de la muerte como contenida desde el
comienzo y, a su vez, como erigiendo un nuevo comienzo: toma la muerte como aquella que puede
plenificar su vida llevándolo a la gloria ( κλέος); y, sin embargo, esta muerte gloriosa se consagra
como tal en la palabra del poeta. Sólo gracias al quehacer del poeta es que trasciende la vida de
héroe, el héroe en tanto que héroe sólo ha ganado su eterno lugar en la historia en la medida en que
su muerte debe ser tratada como aquello que merece ser narrado, es decir, en la medida en que su
muerte debe ser el contenido del poema épico porque encierra el universal poético que le de sentido
al pueblo griego, será el mundo levantado que articule y dé sentido al ser-en-el-mundo-griego en un
genuino ser-para-la-muerte-heroica.
Odiseo, por otra parte, ha ganado para nosotros el heroísmo. Pero no ya el de la gloria sino
el segundo destino, la segunda parca que nos mantuvo en vilo en el canto IX: Ulises es aquel
universal poético que erige el mundo del regreso al hogar, el regreso a la patria, sólo puede ser
considerado héroe en la medida en que su regreso (νόστος) es un regreso que es digno de ser
narrado: La Odisea. No podemos desplegar del todo este regreso porque no fue objeto de nuestro
trabajo, pero sí hemos dado lugar a una ampliación en la consideración heroica y épica: la apertura al
regreso como formando parte de aquello que merece ser narrado y, por ende, aquello digno de ser
puesto en la palabra del poeta, formando parte de la verdad puesta en la obra. La dignidad de la
muerte y el regreso en la narración épica se debe, ante todo, por el carácter poético y artístico que
proyectan en un pueblo, en palabras de Vico:
Hay tres tareas que debe hacer la gran poesía, esto es, hallar fábulas sublimes adecuadas al
entendimiento popular, y que conmuevan en exceso, para conseguir el fin que ella se ha propuesto,
de enseñar al vulgo a obrar virtuosamente. (Ciencia nueva, Libro II, apartado I. de la metafísica
poética)
El carácter épico del poema, entonces, debe comprenderse a partir del obrar poético. Es decir, en
vistas al hacer peculiar del poeta en tanto levanta un mundo, o
bien, en tanto realiza un u
niversal
fantástico; por ende, devolvemos a su origen el carácter épico, en tanto ἒπος, al horizonte de la
narración. Es en el quehacer poético fundando un sentido histórico para un pueblo a partir de figuras
míticas en donde debemos encontrar lo épico de la épica, cómo hemos advertido, sólo la palabra del
poeta permite la trascendencia del héroe, erigiendo y consagrando su destino que, a su vez, en este
mismo quehacer permite pensar a la obra obrando una Historia. Sin embargo, el héroe necesita tanto
del poeta como el poeta del héroe, muy bien lo entendió Kierkegaard como se puede ver al principio
del Elogio de Abraham en Temor y temblor; pues, de otra manera el poeta no tendría nada que
narrar, sin lugar a dudas el poeta consagra y glorifica en su obrar, pero aquello sobre lo que obra el
poeta es la realización misma del héroe.
Así, damos conclusión a nuestro camino: Mientras que en Aquiles aquello que lo consagra como
héroe es la muerte, en Ulises aquello que lo consagra como héroe es el regreso; por ende, aquello
que hace al héroe héroe, aquello que lo glorifica, que lo hace eterno mediante la palabra del poeta,
no sólo puede ser la muerte sino también el regreso. Ambos destinos constituyen, entonces, el
posible contenido de un poema épico, como realmente lo ha sido: La Ilíada y la Odisea. La
posibilidad de esta conclusión se debe a que desde el principio nos hemos aventurado a lograr una
especificidad y profundidad del tema a tratar mediante un análisis filológico en conjunción con lo que
llamamos “una mirada sinóptica” a partir de una exégesis filosófica. En nuestro trabajo la palabra y el
pensar han sido aquello que permitió el despliegue del mismo, determinando su rumbo y contenido.