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El abordaje histórico del hecho religioso significa llevar a cabo un esfuerzo que está destinado a

terminar en lo inacabado, su naturaleza es la de un campo de estudio inundado de profundos vacíos


historiográficos que requieren el establecimiento de una agenda de investigación que pretenda
atender dichas ausencias, y al mismo tiempo encontrar en las temáticas ya trabajadas con amplitud
en este caso, como la relación Iglesia-Estado, nuevos intersticios teóricos fecundos desde los cuales
puedan emerger interpretaciones alternativas que permitan la visibilizacion de “otros actores” que
representan maneras dispares de ser cristiano y la presencia de fragmentaciones al interior de la
Iglesia Católica que dan relieve a la necesidad de concebirla como una institución que no puede
definirse de forma unilateral, ni pensarse de manera monolítica y cerrada.

Dicho esto, es muy importante reconocer que aproximarse al hecho religioso no se reduce a estudiar
la Iglesia Católica, eso es claro, pero en este caso el objeto que se persigue es desentrañar la
naturaleza y significado de la obra de Jose Manuel Groot, sin duda, uno de los más representativos
intelectuales decimonónicos quien desde la orilla intransigente se propuso, entre otras cosas,
dilucidar la manera en que acaecieron los primeros pasos de la Historia nacional a partir de la
independencia y como esta no representaba un símbolo de ruptura con la tradición hispánica, sino
una oportunidad para la continuación de la misma en el intento de forjar la nación.

José Manuel Groot y su lugar en los balances Bibliográficos sobre la Historia de la Iglesia Católica

Uno de los elementos teóricos que resulta imprescindible en este caso como punto de partida, es
reconocer el lugar que en los balances sobre la historiografía del hecho religioso ha ocupado la obra
de Juan Manuel Groot, lo cual nos dará cuenta en términos generales de algunas concepciones que
son reiterativas en dichos balances y que por lo tanto son elementos de análisis muy útiles al
momento de dilucidar la naturaleza de la obra y el talante del autor; en primera medida, puede
consignarse la perspectiva del profesor Jose David Cortes quien ha realizado tres balances con
respecto del tema, en este caso, dentro de la historiografía del siglo XIX enumera 4 posibles
interpretaciones al respecto de las relaciones Estado-Iglesia: las de tipo institucional clerical, la
interpretación institucional laica, la interpretación liberal y la nueva historia de Colombia.

La producción de este intelectual se ubica en la segunda categoría, la interpretación institucional


laica, que se entiende como producto de la vocación de la elite colombiana por participar en las
discusiones que se suscitaban a mediados de siglo y que giraron alrededor del papel que debía
desempeñar la Iglesia Católica y la forma en que deberían establecerse relaciones entre esta y el
Estado, podemos afirmar que esos textos respondían a la defensa que podían hacer en las
coyunturas como las de mitad de siglo XIX. Por ello podemos afirmar que esta visión buscaba o
busca, aun, defender el accionar de la institución en la consolidación de una sociedad católica, y de
paso, justificar sus posiciones políticas (Guerrero, 2010, pág. 168)

Por su parte William Elvis Plata Quesada ubica el trabajo de este autor en la categoría que denomina
la “Historia Eclesiástica”, cuyas perspectivas estuvieron fundadas en el reconocimiento de la Iglesia
como una sociedad perfecta, de ahí su énfasis en la jerarquía institucional y la oposición constante
en la que se encontraba con relación al mundo, a partir de lo anterior podría decirse entonces que
la principal característica de esta línea historiográfica ha sido su elitismo a la hora de escoger sus
sujetos históricos, constituyendo su rasgo predominante y definitivo (Quezada, 2010, pág. 163), la
obra de Groot, es la de un laico estrechamente comprometido con la Institución en donde se dejan
ver con claridad las características que le atribuye Plata lo que nos permite ver las posibilidades y
funciones que se le atribuía al quehacer histórico en este momento y la manera en que este autor
se enmarca dentro de las lógicas discursivas que le eran propias.

Ahora bien, una mención apenas tangencial merece el Balance llevado a cabo por Ana María
Bidegain en donde se ocupa de la transformación del campo religioso latinoamericano como objeto
de estudio para las ciencias sociales en donde se limita a encuadrar a José Manuel Groot dentro del
primer apartado de su trabajo que se ocupa de lo que ella considera el peso de la historiografía
eurocéntrica y clerical, para decir que en América Latina la historia religiosa se desarrolló en el siglo
XIX muy articulada con ambientes clericales y que para el caso colombiano la obra de Groot es
pionera pues fue una de los que inició, en América Latina, intentos de síntesis nacionales, de
historias de la Iglesia (Bidegain, 1996, pág. 7)

Lugar de enunciación y la naturaleza del autor

Con la intención de responder por la naturaleza de Jose Manuel Groot como intelectual resulta de
mucha utilidad reconocer que pese a su filiación religiosa y política claramente definida, no se puede
pensar en el cómo integrador de un grupo de pensadores acríticos e instrumentalizados encargados
de definir un conjunto de valores políticos y promover su institucionalización colectiva con vista a la
formación de una comunidad nacional o la reducción de sus rasgos característicos a la combinación
de poder y gramática que simplifican en exceso un cuadro histórico que, mirado de cerca, presenta
trazos mucho más complejos” (Ángel, 2016, pág. 295), al contrario, nos parece poder ver en la
delimitación clara de sus posturas y su compromiso político y espiritual con el quehacer histórico
una situación que da cuenta del universo intelectual decimonónico en el que emergió una
singularidad tan pronunciada como esta y que explica en parte el talante de la obra que resulta
protagónica para este trabajo: La historia eclesiástica y civil de Nueva Granada.

En la misma dirección de lo anterior, resulta imprescindible consignar la perspectiva de Roger


Chartier a propósito de la institución histórica que desde su perspectiva se inscribe en un completo
que le permite un tipo de producciones y le prohíbe otras. Así procede la doble función del lugar,
vuelve posibles algunas investigaciones, gracias a coyunturas y problemas comunes. Pero a otras las
vuelve imposibles (Chartier, 2007, pág. 28), desde esta perspectiva, la obra de Jose Manuel Groot a
la que se hace referencia aquí es susceptible de ser comprendida en sus justas dimensiones si se
tiene en cuenta que el lugar desde el que se escribe la historia no solo abre o cierra el abanico de
temáticas susceptibles de ser abordadas, sino que también determina formas de argumentación,
fuentes de autoridad y maneras de interpretar el pasado inmediato para construir en el caso de
Groot una narrativa que ve en los múltiples elementos de la tradición española la piedra angular
sobre la que ha de sostenerse la nación que desde la orilla conservadora se pretende instaurar.

En lo tocante al lugar que le otorgaba Groot a la tradición española, Alexander Betancourt subraya
que, en La historia eclesiástica y civil de Nueva Granada el autor “pretendió establecer el
fundamento mismo de la sociedad colombiana. En su obra es primordial el rescate de la herencia
colonial y a diferencia de José Manuel Restrepo, su relato no toca el periodo republicano. La colonia,
según él, tenía los elementos necesarios para construir la nación y la Iglesia tenía el papel principal
en la tarea de la civilización y el progreso” (Betancourt, 2007, pág. 42)
El elemento protagónico que forma el contexto institucional y político desde el que escribe Groot
es la acuciante necesidad de forjar una nación, de ahí que pueda decirse que la escritura de la
historia se hacía de la mano de la política y participó en la creación de la institucionalidad estatal
incipiente, especialmente con el énfasis que hizo en el tema de la unidad nacional (Betancourt,
2007, pág. 27), para llevar a cabo dicha tarea era necesario definir la naturaleza del pasado,
establecer un punto de partida (los orígenes) y erigir un referente de la envergadura y profundidad
suficientes que permitiera llevar a buen puerto el proyecto nacional decimonónico, desde la
perspectiva del autor, la Iglesia Católica.

Lo que aquí se ha llamado “la acuciante necesidad de forjar una nación”, como elemento sustancial
del contexto en el cual Groot desarrolla su obra, encuentra su expresión practica en la hegemonía
liberal de la segunda mitad del siglo XIX que trajo aparejada consigo una manera particular de
concebir el andamiaje estatal que debía estructurarse y por lo tanto el papel que la Iglesia Católica
vendría a desempeñar, o por lo menos, el que el liberalismo radical pretendía asignarle, en otras
palabras, el ascenso de este proyecto político se reflejó en los cambios introducidos mediante la
federalización del Estado, la redistribución de competencias y la descentralización de las rentas
públicas en favor de las provincias y en desmedro del poder del ejecutivo central; en la consolidación
constitucional de las libertades religiosa, de prensa y de enseñanza, entre otras; y en la separación
entre Iglesia y Estado (Ángel, 2016, pág. 297)

La implementación de estas acciones fue paulatina, progresivamente se intentó reducir el margen


de acción de la Iglesia Católica en los ámbitos mencionados anteriormente, ante tal panorama esta
no posaría inerme, sino que por el contrario asumió una postura y aunque inicialmente hubo
integrantes de la iglesia que aceptaron con beneplácito las reformas planteadas por el liberalismo y
también hubo quienes simplemente las toleraron pragmáticamente, sería la intransigencia política
la postura que se impondría principalmente hacia finales del XIX con la llegada de la regeneración.
“No transigir con el error” es el lema de un mundo bipolar, donde la verdad constituye la propiedad
a defender, el baluarte que da autoridad para proteger los principios propios y para catalogar a los
del oponente como falsos, la intransigencia constituyó un «valor positivo», estandarte de modernos
cruzados. Mientras tanto, los autodenominados progresistas y tolerantes veían la posición de la
Institución eclesiástica como retrógrada, sin observar que su propia posición también era
intransigente y excluyente, construyendo la intransigencia de doble vía (Guerrero, 1997, pág. 7)

Ahora bien, después de haber delineado brevemente algunos elementos que constituyeron el
universo discursivo del que Jose Manuel Groot hizo Parte puede colegirse claramente que la
naturaleza de la historia en este contexto es la de una herramienta de combate ideológico que
permite discutir con los pares sobre la manera en que se cree debe organizarse la sociedad, los
intelectuales veían en el tiempo presente manifestaciones de un pasado latente en donde reposaba
la experiencia histórica y que tenía por delante un amplio horizonte de significado, es decir, lo que
está por hacerse, ¿Qué ha de hacerse?, profundizar la tradición hispánica que hace más sólida
nuestra identidad o romper con el pasado porque representa una traba para el progreso.
Como se ha recalcado anteriormente, la historia eclesiástica y civil de la Nueva Granada es el
ejemplo inigualable de una obra proveniente del puño y letra de un intelectual que concibió la
herencia colonial como el elemento cultural primordial a partir del cual definir el espíritu de la
nación, y al mismo tiempo, que entendió la Iglesia Católica como la Institución que habiendo
sobrepasado temporalmente la etapa colonial y sobrevivido a la independencia, estaba en
condiciones de establecer las directrices que a la postre forjarían un estado aun en ciernes y una
nación que desde sus albores encontró dentro de sí proyectos políticos dispares.

Entre los objetivos que perseguía Groot con su obra, y que define la naturaleza de la misma, estaba
formar juicio exacto sobre los acontecimientos que en el Nuevo Reino de Granada precedieron a la
revolución del 20 de julio de 1810, es preciso tener una clara noticia del estado de la Metrópoli
española de cuya suerte pendía la de estos países en los años de 1808 a 1810 (Groot, 1891, pág. 1),
esta afirmación deja ver claramente que el autor reconoce que la mirada ha de centrarse en el
estado de cosas anterior a la revolución, es decir, en la continuidad y no en la ruptura, y además de
esto que la suerte de América estaba unida indisolublemente a lo acaecido en España en esos años
lo que a su vez refrenda lo que se ha venido afirmando sobre la percepción de Groot a propósito de
la tradición hispánica.

De manera análoga el autor cuestiona la intención de los locales por instituir juntas de gobierno
fuera de los márgenes de la legalidad hispánica al afirmar que los patriotas del nuevo reino querían
que se erigieran en América juntas de gobierno como en España, con independencia de aquellas,
como si la guerra se hiciera aquí y no allá siendo el objeto de su institución la libertad de España a
cuya suerte estaba ligada la de América. Lo que le tocaba a ésta era auxiliar a los que lidiaban,
supuesto que reconocían el mismo Rey (Groot, 1891, pág. 10), dicho esto, resulta razonable pensar
que desde la perspectiva de Groot, la constitución de las juntas no representaba una ruptura directa
de la relación de vasallaje entre América y España sino que más bien tenía por objetivo cubrir el
vacío de autoridad

Otro elemento sobresaliente en la perspectiva del autor y que resulta preponderante para este
trabajo en donde se pretende delinear lo que le es esencial, es la frecuente insistencia del autor en
el debido tratamiento del acervo documental del que se dispone, de este modo “Groot plasmó la
escisión ideológica entre los intentos por caracterizar “el espíritu de la nación” colombiana
mediante el ejercicio de carácter documental como metodología de la escritura. Groot insistía en la
en el uso adecuado de los documentos y fuentes inéditas (Betancourt, 2007, pág. 41), este no es un
detalle menor si se tiene en cuenta que el autor establece una relación entre la correcta utilización
de las fuentes y la veracidad de la interpretación que puede hacerse a partir de estos.

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