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En primer lugar, resulta fundamental dar una definición de ambos conceptos: ciencia y
religión. La ciencia, según la Real Academia Española, significa “Conjunto de
conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente
estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva
y comprobables experimentalmente” (Real Academia Española, 2014). Y, por otro lado, la
religión es definida como “Conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de
sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta
individual y social y de prácticas rituales, principalmente el culto” (Real Academia
Española, 2014).
En el siglo XIX, el conflicto existente entre la ciencia y la religión fue más evidente que en
cualquier otra época. Diversos autores escribían acerca de aquello con que no estuvieran de
acuerdo de una manera agresiva y radical. Un ejemplo de la situación descrita es el autor
Ernest Renan, quien, en 1848, describe al mundo de la ciencia como verdadero y al mundo
de la religión como “de la imaginación” (Udías Vallina, 2010). Renan, también afirma que
“la tarea moderna no se realizará del todo hasta que las creencias en lo sobrenatural sean
eliminadas” (Udías Vallina, 2010). Además del autor mencionado, autores como John W.
Draper, en Historia del conflicto entre la religión y la ciencia y Andrew D. White, en Una
historia de la guerra de la ciencia con la teología en la cristiandad (1896), establecen
posturas radicales en donde critican abiertamente a la iglesia y, por lo tanto, a sus creyentes.
Nicole Velásquez Laguna 201413345 06/12/2017
En respuesta a los ataques hechos en las publicaciones de los autores mencionados, por su
parte, autores a favor de la iglesia y de la religión también escribieron fuertes críticas hacia
la ciencia. En muchas publicaciones de la época se catalogó a los autores a favor de la ciencia
como calumniadores y difamadores de la fe. En otras ocasiones, también fue dicho que “la
iglesia no está opuesta a la verdadera y sólida ciencia, sino que la abrazan, animan y
promueven” (Frayssinous, 1826). Finalmente, tras la segunda guerra mundial, la ciencia
pierde el apoyo de la mayoría de personas, pues éstas empiezan a cuestionarse acerca de lo
peligrosos que son los hallazgos científicos, como la bomba atómica. Pues, como es de mutuo
conocimiento, la bomba atómica, producto de la ciencia, significó, no solo millones de
muertes de personas en la época a la que se hace referencia, sino también daños irreversibles
al medio ambiente, entre otras consecuencias negativas opuestas a la religiosidad y a los
intereses de la sociedad.
Algunos elementos que la ciencia y la religión comparten y, por lo tanto, permiten el diálogo
entre ambos conceptos son: el intento por explicar el origen y destino del universo y el
hombre, y las cuestiones éticas que ambas despiertan o incentivan. Los elementos
referenciados anteriormente, permiten ver entonces que el diálogo entre ambas partes es
evidente. Por su parte, Juan Pablo II, resume este diálogo en la afirmación: “Cada disciplina,
tanto ciencia como religión, mantiene su integridad y, sin embargo, está radicalmente
abierta a los descubrimientos e intuiciones de la otra” (Juan Pablo II, 1988).
Nicole Velásquez Laguna 201413345 06/12/2017
En este punto resulta relevante hacer referencia al tercer elemento que será discutido en este
texto y que describe la relación entre ciencia y religión: la complementariedad. La
complementariedad supone el abandono de la absolutización de ambas partes (Küng, 2007),
es decir, ninguna de las dos posiciones es correcta, ambas tienen argumentos y elementos
que complementan a la otra. En este punto, no se habla de “religión o ciencia” sino de la
religión y la ciencia como elementos crítico-constructivos entre sí. La religión, por su parte,
debe tener en cuenta los descubrimientos científicos para, de esta manera, ir actualizándose
y, posiblemente, enriqueciendo o alimentando las creencias en las cuales se fundamenta.
Paralelamente, la ciencia debe tener en cuenta las intuiciones éticas y morales que son
ocasionadas por el pensamiento religioso de cada persona.
Partiendo de la famosa frase de Albert Einstein: “la ciencia sin la religión está coja y la
religión sin la ciencia está ciega”, se puede establecer entonces la complementariedad de la
ciencia y la religión. Lo anterior, sucede porque ambos conceptos son necesarios para
entender mejor la tan compleja realidad, ya que la ciencia tiene una visión cerrada, la cual
puede ser expandida por medio de intuiciones religiosas las cuales, al mismo tiempo, pueden
ser enriquecida con adelantos científicos, con conocimiento.
En conclusión, la relación existente entre ciencia y religión es, y ha sido, gracias a los
diferentes acontecimientos y cambios de la misma a través de la historia, demasiado compleja
para ser definida de una sola forma. Debido a lo anterior, la naturaleza de la relación existente
entre los conceptos mencionados se divide en diferentes aspectos, de los cuales resaltan: el
conflicto, el diálogo y la complementariedad entre ambos. Los aspectos mencionados
anteriormente, permiten entonces establecer, definir y detallar la innegable y evidente
relación entre ciencia y religión.
Nicole Velásquez Laguna 201413345 06/12/2017
Bibliografía
B. I. (1988). Ways of relating science and theology. (R. R., S. W., & C. G., Edits.) Ciudad
del Vaticano: Vatican Observatory Publications.
Real Academia Española. (2014). Diccionario de la lengua española (23 edición ed.).
Madrid, España.
U. A. (2010). Ciencia y religión: dos visiones del mundo (2 edición ed.). Santander,
España: Sal Terrae.
Juan Pablo II. (1988). Mensaje de su Santidad Juan Pablo II. Librería Editrice Vaticana.