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JR CAPABLANCA
_Como joden me dije y luego me dijo Manuel Scorza “Yo he dotado de una memoria a
los oprimidos del Perú, a los indios del Perú que eran hombres invisibles de la historia,
que eran protagonistas anónimos de una guerra silenciosa, y que tienen hoy una
memoria: poseen estos cinco libros en las cuales pueden apoyarse y combatir” .
Vimos una laguna gris con especies raros “cuasi humanos” vestían uniformes marrones
con protectores blancos. Al otro lado áreas verdes, si áreas verdes eran miembros del
ejercito acantonado en Quillacocha. Beber el agua de este lugar es muy dañino,
convertían a la gente en lingüistas que confundían las vocales “e” por “i” y “o” por la
“u”, en suma los volvían “motosos”.
Volví a mi encuentro con Scorza: “mis libros tienen una mezcla de realidad, fantasía y
documento que ha hecho algo explosivo a nivel de la realidad (..) Mis libros más que
una denuncia es una exposición dramática de una situación trágica” _ Dijo mi tocayo.
Continúa el trayecto de la combi hacia Rancas. Scorza habla del “mal calificativo de
novela indigenista” __ dice enojado __“Es como si yo dijera novela españiolista, cosa
que sería absurda, o novela torerista. Es una cosa un poco despectiva para reducir. Hay
racismo en literatura” . La entrada Rancas esta sembrado de cemento, llegamos a la
plaza donde nos espera un teatrin ó concha acústica para escuchar mejor el sonido del
viento. Se ve imponente el edificio del Municipio Distrital a un costado el lugar donde
ha pernotado Simón Bolívar.
Hasta aquí llegó Manuel Scorza como periodista, luego escribió sus cinco novelas ¿Y
por que los escribió? Porque nosotros no figuramos en el mapa oficial del Perú, somos
invisibles. “Para reinvidicar a los campesinos y mineros relegados de los andes hace
falta imprimirlos en la memoria escrita (…) No creo que la ficción le quite autenticidad
a la historia; al contrario, pienso que se la aumenta. Deja de ser testimonio, pero gana la
verdad artística” eso pensé, luego extendí el recorte de periódico y volví a mirar a
Marilyn Monroe.
http://relatos.leergratis.com/%E2%80%9Cposeen-cinco-libros-en-los-cuales-pueden-
apoyarse-y-combatir%E2%80%9D.html
http://hoy.pe/pasco/pasco-proponen-la-creacion-de-otra-ciudad-en-su-reubicacion
Latinoamérica - General
LUNES 31 DE AGOSTO DE 2009 04:33
En los años 60, una minera acorraló a un pueblo y mató a varios habitantes que
querían detener la explotación. Hoy, ese pueblo debe irse a otro lado porque están
contaminada la tierra, el agua y el aire.
Hace 60 años, un pueblo casi perdido en las cumbres más altas de la meseta central
de Perú, fue acosado y muchos de sus habitantes asesinados por una empresa minera
(la Cerro de Pasco Corporation) que llegó al lugar para explotar sus recursos mineros
y llevarse todo lo producido. Ahora, el pueblo (otro, el que sobrevivió), ubicado a la
misma altura del mismo lugar de igual país, es lentamente devastado por otros
métodos: la contaminación de su tierra, su aire y su agua, lo hacen inhabitable. A tal
punto, que este poblado de casi 70 mil habitantes debe irse. Trasladarse a otro lado
más lejos.
Sin lecciones
Parece paradójico, pero no lo es. Es el resultado del avance de las grandes
corporaciones mineras que se instalan –antes por la fuerza de las armas ahora por la
del dinero- y explotan los recursos naturales de las entrañas de la tierra hasta dejarla
exangüe.
Esta es la historia de Cerro de Pasco contada dos veces. La primera, por el escritor
Manuel Scorza, un hombre que falleció demasiado pronto, pero que dejó para la
historia una trilogía de novelas de la realidad que da cuentan de la matanza ocurrida
entre los años 1950 y 1962 en ese lugar.
Esa historia –como se verá- no sirvió para nada. Es que ahora, más de medio siglo
después, Chaupimarca, la ciudad que está en el corazón de Cerro de Pasco tiene que
irse de donde está, porque la minera Volcan –que ahora explota uno de los socavones
más grandes del mundo- ampliará su área de trabajo, y porque ha hecho un lugar
habitado pero inhabitable.
La primera historia
Cerro de Pasco era un agujero en la nada. Lo único llamativo era el hecho de que se
encontraba a más de 4000 mil metros de altura, y eso la convertía en una de las villas
más altas del país. La ciudad se había fundado oficialmente en el siglo XVI, y era
capital de un departamento no menos perdido en la nada: Pasco.
El pueblo no se fundó por alguna estrategia de Estado, sino por sus recursos
naturales. Cuando se descubrieron allí enormes reservas de plata, zinc y cobre, tuvo
sentido la vida. Y nació –como en otros tantos lugares del Perú y de la América Latina-
un pueblo.
Su historia podría haber pasado desapercibida si Manuel Scorza no hubiera recibido
esa carta de Horacio Chacón, el Nictálope. Se trataba de un preso recluido en un
penal de la selva peruana, que le contaba una historia. Una historia de persecución,
resistencia, muerte y reclusión, ocurrida muchos años atrás.
“Noticia: Este libro es la crónica exasperantemente real de una lucha solitaria; la que
en los Andes Centrales libraron entre 1950 y 1962, los hombres de algunas aldeas sólo
visibles en las cartas militares de los destacamentos que las arrasaron. Los
protagonistas, los crímenes, la traición y la grandeza, casi tienen aquí sus nombres
verdaderos”.
Así comienza “Redoble por Rancas”, el libro en el que Manuel Scorza contó la historia
de esas luchas y resistencias. Más que una obra literaria, Redoble se convirtió en una
proclama de denuncia, que permitió corregir algunas injusticias. Pocas.
“Héctor Chacón, el Nictálope, se extingue desde hace quince años en el presidio del
Sepa, en la selva amazónica. Los puestos de la Guarda Civil rastrean aún el poncho
multicolor de Agapito Robles. En Yanacocha busqué, inútilmente, una tarde lívida, la
tumba del Niño Remigio. Sobre Fermín Espinoza informará mejor la bala que lo
desmoronó sobre un puente de Huallaga”, continúa Scorza.
Ellos son los perseguidos actores protagónicos de esta historia, en la que también
habían poderosos: “El doctor Montenegro, Juez de Primera Instancia desde hace
treinta años, sigue paseándose por la plaza de Yanahuaca. El Coronel Marroquín
recibió sus estrellas de General”.
Y –como no podía ser de otra manera- un interés económico que movió la masacre del
pueblo de Pasco: “La “Cerro de Pasco Corporation”, por cuyos intereses se fundaron
tres nuevos cementerios, arrojó, en su último balance, veinticinco millones de dólares
de utilidad”.
La segunda historia
La otra historia de Cerro de Pasco es más reciente: de hoy. En ese lugar del altiplano
peruano viven cerca de 70 mil personas. Existen dos versiones sobre el origen: una
dice que la actividad minera creó un pueblo a su alrededor. La otra, que lo desintegró.
Se trata de la ciudad minera más alta del mundo que hoy está “habitada pero no
habitable”, como señala el diario peruano El Comercio en un informe especial llamado
“Cerro de Pasco: el éxodo de una ciudad improvisada”.
¿Por qué no se puede habitar? Porque el aire, el agua y la tierra están contaminadas.
“La mina se expande y devora casas, hospitales, colegios y mercados. Se traga la
historia de los cerreños” explica.
Los datos son escalofriantes: la mina a cielo abierto tiene un hoyo –un tajo- de 1900
metros de diámetro y 380 de profundidad.
Recientemente, el gobierno aprobó una expansión de la actividad de la empresa
Volcan S.A.A. Se trata de una de las ocho empresas que operan en Cerro de Pasco.
“Ahora, Chaupimarca, el corazón de Cerro de Pasco, tiene que desaparecer para que
Volcan, la minera pueda extraer mas zinc, plomo y cobre”.
El resultado es que el pueblo se tiene que ir. Desaparecer. En diciembre, los habitantes
de Cerro aceptaron ser reubicados, como parte de un plan que puede extenderse
durante los próximos 15 años.
Existen dos posibilidades: trasladarse a un lugar distante a unos 10 minutos al sur de
allí, o a otro separado por una hora de viaje. La decisión divide al pueblo, pero en el
fondo nadie quiere irse demasiado lejos del lugar en donde trabajan y viven miles de
mineros peruanos.
El Congreso Nacional aprobó el plan de traslado, y decidieron formar una comisión que
integran representantes del gobierno nacional y del provincial. También de la Volcan.
La historia se repite, pero también como tragedia. En todo caso, las enseñanzas de los
resultados de esta explotación a cielo abierto puedan ser aprendidas por otros
pueblos. Como el neuquino, que insiste con hacerle un tajo a Campana Mahuida.
http://www.noalamina.org/mineria-latinoamerica/mineria-general/cerro-pasco-pueblo-
desaparecio-dos-veces
Palabras claves :
Manuel Scorza
Plano
Desplazamiento del espacio andino en la intención del narrador
La llegada del Otro: el cerco
Transitoria invisibilidad del Otro
Sierra/costa: espacios abiertos a la transculturación
Blanco, indio, mestizo, cholo: fronteras difusas
Especificidad indígena contra desindianización
Texto integral
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1El referente histórico de los cinco cantares que componen La guerra silenciosa de
Manuel Scorza tiene sus orígenes en el éxodo masivo de campesinos andinos hacia
Lima y la costa que se acelera hacia 1950, bajo el régimen del general Manuel Odría. En
este período la estructura agraria entra en una fase de descomposición determinada, en
parte, por el crecimiento demográfico galopante y en parte, por la degradación
económica de la población campesina, no sólo víctima de las expoliaciones y abusos de
los grandes terratenientes, sino también ahora de la apropiación progresiva de las tierras
de las comunidades por compañías norteamericanas hasta entonces circunscritas al
sector minero.
2Manuel Scorza en sus cantares nos cuenta las rebeliones de las comunidades
campesinas de la Sierra Central del Perú que intentan recuperar sus tierras usurpadas.
Guerra silenciosa, ya que se trata de la guerra que libran a la sociedad criolla peruana,
desde hace siglos, las comunidades herederas de las grandes culturas indígenas, sin que
sus voces hayan sido escuchadas ni sus acciones escritas en la historia oficial del Perú.
Si ése es el objetivo primero de las rebeliones, el conflicto se extiende y focaliza en la
Cerro de Pasco Corporation, sociedad minera norteamericana. Esta compañía emplea
como obreros a campesinos que se ven obligados a abandonar la comunidad agrícola en
busca de mejores medios de subsistencia. En un momento, por razones de baja del
precio de minerales en el mercado mundial, se produce un despido masivo de estos
obreros. Al mismo tiempo la Cerro de Pasco comienza a acaparar las tierras comunales
para crear una sección ganadera. El retorno obligado de los mineros despedidos a su
comunidad de origen y, la reducción de la superficie de sus tierras, hacen imposible la
subsistencia de una población que los hacendados no pueden retener ni la comunidad
campesina absorber. Este orden de cosas conduce al desplazamiento de los campesinos
de la sierra hacia la costa, lo que plantea el problema de la integración de una población
en ruptura con el universo cerrado de la comunidad indígena llamada en lo adelante a
participar en diferentes espacios de la sociedad nacional.
5Scorza se vale del empleo de diversas voces narrativas para lograr este admirable
esfuerzo de comunicación. El relato en tercera persona del autor omnisciente que
facilita la función concientizadora del referente por una parte, y el proceso de
reconocimiento del lector exterior, por otra; su alejamiento como autor, en otras
ocasiones, para dejar narrar a los propios personajes en primera persona lo que refuerza
el propio sentimiento de identidad del referente y legitima el discurso de Scorza dirigido
al lector exterior; finalmente, las voces de conjunto del pueblo anónimo, «la
chiquillería», «el viejerío», «los lameculos», a la manera de coros griegos. Demás está
decir que Scorza da cuenta de la visión de todos los sectores sociales que componen el
universo andino. La irrupción del propio Scorza como personaje en el último cantar, La
tumba del relámpago, y su inscripción como parte del referente, es el factor culminante
de la relación otro/mismo que atraviesa el ciclo.
Toda la semana se advirtieron signos. Don Teodoro Santiago descubrió que el agua de
Yanamate se cribaba de agujeros. En Junín una vaca parió un chancho de nueve patas.
En Villa de Pasco, al abrir un carnero, saltó un ratón. Signos hubo pero nadie quiso
verlos. Aun en la víspera hubiera podido sospecharse de la nerviosidad de los perros.
Alguien les comunicaría que se clausuraba el mundo. Huyan antes que sea tarde.
Alguien les notificaría. Y los árboles también se asustaron…. (p. 76-77)
8En este primer cantar, Héctor Chacón, el Nictálope, quiere vengar la humillación que
el juez Francisco Montenegro, El Primer Vecino, infligió a su padre cuando él tenía
nueve años. El juez es la personificación del terrateniente todopoderoso, maligno y
abusivo que aterroriza y humilla sin piedad a quienes lo rodean. La resistencia del
Nictálope a estas humillaciones, le valdrán algunos años de cárcel donde la vida con
otros detenidos contribuirá a su politización. Si en un principio apela a los comuneros
para que lo ayuden a matar al juez y así acabar con sus abusos, su lucha será casi
solitaria y fracasará por el miedo y la traición. Al fin comprende que la única solución
para el campesino es la lucha organizada.
(…)
-¿Y?
-No me vieron.
-¡Pero yo lo veo!
-Es que usted es de nuestra sangre, pero los blancos no me ven. Siete días me pasé
sentado en la puerta del despacho. Las autoridades iban y venían pero no me miraban.
(p. 29)
10La invisibilidad de Garabombo frente al blanco es uno de los factores que explican la
necesaria transformación del quehacer histórico indígena. Si hasta ahora ha aceptado
batirse con las armas legales del Otro, esta acción se ha revelado vana. Sólo un
enfrentamiento violento podrá volver visible a Garabombo. Así, Fermín Espinoza, quien
también ha experimentado la cárcel, se convierte en un líder campesino que dirigirá la
lucha de los comuneros valiéndose de un arma que las propias autoridades le han
acordado sin querer: su propia invisibilidad.
Serafín de los Ríos, sobrino de don Herón de los Ríos, que volvía de servir en la
Marina, sorprendió al carpintero Oré ordenando la construcción de un mueble insólito.
Sus formas provocaron las risotadas de los Margarito hasta el día en que, uniformado de
cabo de Infantería de Marina, Serafín rompió una botella de chicha contra la quilla del
«Titán de Yanahuanca», la primera embarcación que se botaba en toda la provincia. (…)
Los Cisneros, los Lovatón, los Ruíz, los Solidoro, los Canchucaja, los Arutingo
ordenaron la construcción de otras tantas lanchas. Chipipata, Tapuc y la misma
Yanacocha organizaron colectas que se tradujeron en «El Valiente de Tapuc», «El
Cóndor de Chipipata» y el «Tiburón de Yanacocha». En el fondo los halagaba sentirse
costeños. Muy claro se vio durante la última feria. Disputando por el precio de un toro,
don Edmundo Ruíz, furioso por la terquedad del tusino Remigio Villena, le gritó:
«¡Llévate a tu cornudo, serrano de mierda!» Villena sacó el cuchillo pero no contradijo
el calificativo. ¿Qué podía decir?. (p. 23-24)
-¿Quién es usted?
El hacendado cambia.
-Si conoce tanto el Perú sabrá que aquí acaba la civilización. Más adelante no hay nada.
(…)
-(…) Por Q’eros todo es monte, barrancos, peligros. Lo tirarán a los precipicios. Esas
costumbres tienen con los extranjeros.
-¿Usted cree que los indios conocen el significado de la palabra Perú? Acepte un
consejo. ¡Vuélvase!. (p.138)
(…)
(…)
-Ahora que conoce Q’eros sabrá que esos salvajes no creen en nuestro Dios. El progreso
exige liquidar la superstición. El Perú necesita caminos, agricultura mecánica,
industrias. ¿Se imagina un país moderno con semejantes salvajes? ¿Se queda a
almorzar?. (p. 142)
17Si bien el sincretismo religioso atraviesa todo el ciclo, aquí el cristianismo aparece
representado en la figura de Cecilio Encarnación, «primer y último serafín de los
quechuas», jugando un nuevo papel, acorde con el momento. Como afirma Jean-Marie
Lémogodeuc (1985: 329), en el campesino andino el sincretismo religioso opera de
manera diferente según esté relacionado con el cristianismo o con las creencias
quechuas. El indio respeta y teme la culpa, el castigo y la expiación de la religión
cristiana pero aplica sus rituales indígenas para resolver la vida. Aquí el cristianismo se
convierte también en arma de liberación.
Agapito comprobó que era un indio como todos: cobrizo, de pómulos salientes, de ojos
rasgados y cabellos lacios. Era, eso sí, alto y corpulento. Por la esquina entró un criollo
con modos de propietario. Burlón preguntó:
Se rió.
(…)
-Se llama Cecilio Encarnación. Era como todos nosotros hasta hace unos días.
-El dice.
-¿Qué dice?
(…)
-Se estaba ahogando cuando lo alzaron de los trinches y lo sacaron del agua. Eso dice.
Lo levantaron por el aire. Se despertó entre los santos del Paraíso. Dios Padre celebraba
misa. Cuando acabó, Dios se volvió. Cecilio encegueció. Pero oía. Dios dijo: «Este es
Cecilio Encarnación, Primo de Jesucristo y mi sobrino bienamado. Delante de los
Arcángeles lo nombro Serafín de Primera clase, Fiador del Mundo, Salvador de los
indios. En la tierra los indios padecen y necesitan alivio y es mi voluntad nombrarlo
ángel para redimirlos. Serafín Cecilio: desciende a Pumacucho y predica que el tiempo
de la salvación de los indios ha llegado. ¡Sodoma caerá y el Tahuantinsuyo renacerá!.
(p. 127)
20La acción conjunta de las diferentes comunidades, así como la solidaridad de las
diferentes identidades que ocupan ahora el espacio andino, marcan una etapa más de la
apertura del mundo de la sierra en el paso del mito a la historia.
-¡Por eso mismo los quemé! Porque no quiero el porvenir del pasado sino el porvenir
del porvenir. El que yo escoja con mi dolor y mi error. (p. 186)
22Scorza hace el recuento de las causas que han conducido a la masacre de las
comunidades en cada uno de los enfrentamientos narrados en sus cantares. Se pone de
manifiesto la falta de solidaridad de los diferentes componentes de la sociedad peruana
hacia el campesinado y los propios problemas internos entre comunidades por linderos
de tierras. La actitud del obrero ante el indio es otra de las causas de su derrota,
atendiendo a que la ideología dominante de izquierda está absolutamente influida por el
marxismo tradicional -a pesar de su adaptación peruana por José Carlos Mariátegui-
donde la lucha del campesinado debe realizarse bajo la dirección de la supuesta
vanguardia proletaria. Genaro Ledesma advierte sobre el peligro de construir el porvenir
del Perú con ideas extranjeras. “Aquí todo es diferente. Aquí la vanguardia es el
campesinado. Nuestras teorías revolucionarias fueron pensadas siempre en otros
continentes. Vivimos a crédito, explotando el trabajo de los intelectuales europeos”. (p.
210-211) Y es que el campesino ha dejado de ser pasivo y, con su entrada en la
modernidad, asistimos a su determinación de no aceptar la manipulación por parte de
sectores políticos oportunistas, ajenos a sus verdaderas reivindicaciones. Hay una
reafirmación de la identidad indígena, contrariamente a la tan esperada desindianización
del campesino.
23El problema del indio en la novela scorziana sigue siendo el de los autores
indigenistas y neo-indigenistas: el reconocimiento de una especificidad india. Para
Scorza, sin embargo, esta especificidad es la garantía de su integración en un espacio
que obliga a asumir diferentes identidades, aspecto que por lo demás concierne al
conjunto de la sociedad peruana y que hace difusas las fronteras tradicionales de blanco,
mestizo, cholo, indio. Vemos así que en el transcurso de La guerra silenciosa los
personajes van experimentando una paulatina transición hacia la mestización,
considerando que dentro del contexto scorziano la mestización es fundamentalmente
cultural y no racial. Para lograr este objetivo, es imperativo reivindicar una historia del
campesinado quechua, hasta ahora no escrita, que constituya un factor de identidad en el
obligado proceso de transformación y continuidad de la cultura india como
consecuencia de su integración política y económica. Es al mismo tiempo la manera de
terminar definitivamente con la imagen servil que de éste ha querido mostrarse.
Ledesma no pudo evitar recordar el amargo fin de las luchas campesinas. Para preparar
su tesis consagrada a esas rebeldías –sobre las cuales los historiadores no decían
prácticamente nada- habían consultado las Actas del Patronato de la Raza Indígena.
Según ellas, entre 1922 y 1930 estallaron en el Perú 697 rebeliones. ¡697 alzamientos en
ocho años, es decir un promedio de setenta anuales! ¡Un alzamiento cada cinco días!
¡Miles de muertos! ¡Cientos de miles de muertos! Alzamientos sucedidos en silencio,
combatidos en silencio, aplastados en silencio. (p. 67-68)
24No se trata pues de una cobardía inherente a la esencia indígena ya que, como
cualquier grupo humano, no duda en enfrentarse a sus opresores cuando la explotación
no consiente otra salida. Y, como todo grupo humano, se ha visto obligado, en
circunstancias históricas adversas, a presentar una imagen sumisa y servil de sí mismo
como resistencia ética a la presión del terror. El problema reside en que ha sido
necesaria la toma de conciencia de que a una nueva realidad corresponde una
transformación del comportamiento. El indio no sólo ha sido interpretado, reelaborado,
inventado, silenciado, ignorado o negado por “el Otro”, sino que se ha visto forzado a
presentar de sí mismo una imagen servil e hipócrita para sobrevivir. Se impone pues la
recuperación de su propia estima como condición para recuperar su libertad. La
resistencia ética ha dejado de ser operativa y ha cedido el paso a la acción ética. La
acción ética comprendida como una promesa, la de perdurar en el tiempo a través de un
quehacer y un enfrentamiento permanentes. Esto implica la ruptura del tiempo mítico,
cíclico, y el avance en el tiempo lineal de la historia. Pero Scorza no destruye la
conciencia mítica sino que crea un nuevo mito pues se trata de una interrelación
cultural. De lo contrario, asistiríamos a una mera aculturación. Así, vemos que en cada
uno de los cantares opera el sincretismo mito/historia en la lucha de las comunidades
que se desarrolla en un doble terreno: mágico y político.
25Manuel Scorza aparece como uno de los protagonistas del drama, uniéndose así a los
héroes de la comunidad que existieron realmente y reforzando el vínculo otro/mismo.
Son héroes del pasado reciente del indio que reactualizan la lucha inscribiéndose en la
historia de las comunidades. Estos héroes se convertirán en los nuevos mitos que deben
admirar las generaciones futuras. Es el caso de Fermín Espinoza, Garabombo, que hoy
en día es venerado por las comunidades de Cerro de Pasco. En cuanto a la acción,
hemos visto que cada uno de los cantares termina con la masacre de una comunidad.
Esta está consciente de ir a una muerte segura, los presagios se lo anuncian, pero no se
detiene. La masacre opera como ritual regenerador de la comunidad futura. Es un
sacrificio colectivo en función de la identidad.
26Algunos críticos como Friedhelm Schmidt (1991: 226) estiman que Scorza escribe
desde la posición de un intelectual, usando los códigos de la cultura occidental y que ve
el mundo indígena desde afuera ya que se trata de un narrador cuya conciencia histórica
y política es superior a la del referente. Pensar así es seguir viendo a la sociedad peruana
presa de las clasificaciones tradicionales que hemos mencionado y que, sin embargo,
han sido superadas en los estudios más recientes. Los textos en estilo figurado y en
primera persona, demuestran claramente la doble intención de Scorza de relatar los
acontecimientos desde el interior del mundo andino así como de traducir, en su calidad
de narrador omnisciente, ese mundo a un lector que lo desconoce a fin de identificarlo y
hacerlo simpatizar con su historia. Manuel Scorza, como peruano, ha demostrado a
través de «su larga errancia», como él mismo califica sus numerosos exilios en
diferentes países de América Latina y Europa, la capacidad de su pueblo de enfrentarse
al Otro, lo que sólo puede lograrse a través de la empatía propia al carácter universal de
la cultura y el arte.
Bibliografía
AUBES Françoise, «El neo-indigenismo peruano a partir de los años 80», Ciudad
Letrada N° 2, Huancayo, diciembre, 2000.
SCORZA Manuel, Redoble por Rancas, Plaza & Janés Editores, 1983.
SCHMIDT Friedhelm, «Redoble por Rancas de Manuel Scorza: una novela neo-
indigenista», Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, Año XVII, n° 34, 1991.