Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Ministerio
Público
Revista Científica Arbitrada
V Etapa
Nº 10
Revista del
Ministerio
Público
Revista Científica Arbitrada
V Etapa
Nº 10
Joel Espinoza
Director General de Actuación Procesal
Alejandro Castillo
Director General contra la Delincuencia Organizada
Arbitraje: Los artículos publicados en la Revista del Ministerio Público son arbitrados
mediante el Sistema Doble Ciego.
EDITORIAL 5
4
Editorial
6
Derecho Penal y Lopcymat: Análisis de la
Parte General de la Normatividad Penalmente
Relevante de la Lopcymat1
Federico Fuenmayor
RESUMEN
7
ABSTRACT
9
sempeño de sus labores, a sabiendas del empleador del peligro en el
que se hallaba y del incumplimiento de las disposiciones ordenadas
en ese texto legal, al cual se asociaba una pena de 7 a 8 años de pri-
sión (pena sustancialmente menor que la prevista para el homicidio
intencional simple en el Código Penal –CP- [Art. 407 –CP 1964, vi-
gente para la fecha de entrada en vigencia de la primera Lopcymat-]
-12 a 18 años de presidio-, considerablemente mayor que la del ho-
micidio culposo [6 meses a 5 años de prisión], próxima al homicidio
concausal en relación al tipo previsto en el Art. 407 [presidio de 7 a
10 años –Art. 410-] y más cercana al homicidio preterintencional
con referencia al tipo previsto en el Art. 407 [presidio de 6 a 8 años
-Art. 412, encabezamiento-].
Seguidamente, en el primer aparte de ese artículo se estable-
cía un tipo penal que esta vez desvaloraba varias formas de “inca-
pacidades” del trabajador (absoluta y permanente, absoluta y tem-
poral, parcial y permanente y parcial y temporal) ocurridas en el
marco de actuaciones del empleador en las mismas circunstancias
descritas en la disposición precedente, sobre las cuales no existía
descripción en esa Ley (a diferencia de la vigente), lo que puede
incidir no solo en la eficacia de aquella norma sino también en su
legitimidad.
A diferencia de la Ley vigente, a cada una de esas modalidades
típicas se le asociaron penas directas, es decir, sin establecer límites
mínimos y máximos que permitieran la aplicación de las mismas
conforme al Art. 37 del CP y, en fin, que accedieran a la individua-
lización de las penas de acuerdo a las circunstancias previstas en la
Ley. Así, se establecieron, respectivamente, penas de 6, 5, 4 y 2 años
de prisión.
Sin lugar a dudas, la ubicación de este segundo tipo penal
general, compuesto por varios tipos específicos, (y, como se verá a
continuación, de otras disposiciones vertidas en ese texto jurídico)
en el mismo artículo que el tipo precedente (de forma similar a lo
que ocurre en la Ley vigente), ya desdecía de la “técnica legislativa”
empleada por el constructor de ese instrumento legal.
10
Así pues, esas tipificaciones, que ya para la época nada más y
nada menos le restaron –de manera injustificada3- espacio a la pri-
macía que ejercía el CP en materia de sanción a ataques a la vida y a
la integridad personal (al menos si se estima que tanto el CP como la
Lopcymat admiten la comisión por omisión), recuerdan que la des-
codificación y, sobre todo, la asistemática y descoordinada e, incluso,
la creación legislativa de espalda a la propia ley penal colateral (vid.
parágrafo octavo de ese mismo Art. 33 –infra-), no es un fenómeno
reciente en la historia legislativa venezolana.
2. Deberes de indemnizar
Por su parte, en los Parágrafos Primero y Segundo del men-
cionado Art. 33 se establecían los deberes del empleador de indem-
nizar cuando se hubiere ocasionado la muerte al trabajador o cuan-
do se le hubiese causado alguna “incapacidad”. Disposiciones que no
eran propiamente penales si no, en esencia, civiles.
11
“la facultad humana del trabajador”, más allá de la simple pérdida de
su capacidad de ganancias, y, seguidamente, establecía el deber de
indemnización correspondiente (en un sentido similar vid. Art. 71
de la nueva Lopcymat. Esta vez establece una regla de equiparación
de una conducta análoga a la discapacidad permanente en el grado
que señale el reglamento de esa Ley –vid. infra-).
12
5. Circunstancias excluyentes de la responsabilidad
del empleador
En el Parágrafo Quinto se establecieron dos circunstancias
excluyentes de la responsabilidad del empleador, por una parte,
cuando el “accidente hubiere sido provocado intencionalmente por
la víctima” y, por otra, cuando “el accidente sea debido a fuerza ma-
yor extraña al trabajo, si no se comprobare la existencia de un riesgo
especial” (vid. infra).
8. Otras disposiciones
Por su parte, indirectamente interesan (o interesaban) a los
efectos penales sustantivos algunas otras normas de esa Ley.
…quien ocultare a los trabajadores el riesgo que corran con las condi-
ciones y agentes mencionados en el parágrafo anterior, o tratare de mi-
nimizarlos, creando de este modo una falsa conciencia de seguridad,
o que de alguna manera induzca al trabajador hacia la inseguridad,
queda incurso en las responsabilidades penales respectivas con motivo
de la intencionalidad y con la circunstancia agravante de fin de lucro…
Sin lugar a dudas, uno de los asuntos que más interesa desta-
car en este contexto, está referido a instituciones relacionadas con la
imputación al tipo objetivo, fundamentalmente, criterios de imputa-
ción objetiva del resultado y, especialmente, al riesgo jurídicamente
tolerado y al denominado consentimiento informado.
18
penas que van desde los 2 a los 9 años de prisión), (3) la omisión de
información inmediata al Inpsasel de la ocurrencia de un accidente
de trabajo en el cual haya fallecido un trabajador (Disposición Tran-
sitoria Novena: pena de 1 a 2 años de prisión) y, finalmente, (4) el
suministro de datos, informaciones o medios de prueba falsos en
la declaración formal de los accidentes de trabajo y enfermedades
ocupacionales al Inpsasel (Disposición Transitoria Décima: pena de
1 a 2 años de prisión).
20
Ahora bien, sin pretender profundizar en el análisis de estos
tipos legales de peligro abstracto8, pues ello excede el objeto de esta
investigación, debe señalarse que según una posible interpretación
conforme a la Constitución, sólo podría aplicarse esas normas a
aquellos sujetos que no se estimen responsables penalmente por la
muerte en el primer caso, o del accidente o enfermedad laboral en
el segundo (casos en los que quienes tengan el deber de notificar o
aportar los datos sean distintos de quienes sean o se estimen respon-
sables penalmente), al menos si se comparte que a los mismos no se
les exige, al menos no se les debe sancionar, por no dar aviso cuando
cometen un hecho punible, y mucho menos aportar elementos que
pudieran incriminarlos, como parte de la garantía al derecho a la no
autoincriminación: Derecho a no aportar nada al proceso, mucho
menos lo que le perjudique –lo cual guarda relación con el derecho a
no declarar ni mucho menos a no confesarse culpable- (concebidas
como manifestaciones del derecho a la defensa).
21
Tales normas pudieran considerarse normas generales (una
vinculada absolutamente con la materia penal y la otra con relevan-
cia penal pero también extrapenal, dentro de esa Ley especial) en el
contexto de esos tipos penales colaterales, y, en esa medida, pudiera
afirmarse que conforman la parte general de esa normatividad penal
complementaria.
Por su parte, la nueva Lopcymat contiene un número más ex-
tenso de disposiciones generales sobre los tipos legales previstos en ella.
22
Al respecto, de forma similar a lo que preveía el Art. 33, Pará-
grafo Cuarto, de la Ley derogada, el referido instrumento legal tam-
bién contempla una regulación respecto de las personas jurídicas y
la responsabilidad penal, al señalar en el aparte in fine del Art. 129,
que: “Con independencia de las sanciones que puedan imponerse a
las personas jurídicas de acuerdo a lo dispuesto en los artículos pre-
cedentes, quienes ejerzan como representantes del empleador o de la
empleadora, en caso de culpa, podrán ser imputados penalmente de
conformidad con lo dispuesto en la presente Ley”.10
Así pues, si el empleador es una persona jurídica, la respon-
sabilidad penal, en caso de determinarse, la tendrá la persona na-
tural que se desempeñe como representante (incluso de hecho) de
ese ente.
Como puede apreciarse, la nueva Ley ya no alude, al menos
expresamente, al mandante o gerente del empleador, los cuales en
algún caso pudieran ser ese representante de la persona jurídica,
pero si alude, en otros artículos, al apoderado, quien, en algunos
casos, pudiera ser estimado representante, es decir, en algunos ca-
sos pudiera recaer en él, deber de protección del interés penalmente
tutelado.
Al respecto, es importante señalar que el artículo 21.4 eius-
dem, sí hace referencia al “apoderado”, el cual dispone que: “No po-
drán ejercer los cargos de Presidente o Presidenta, miembro princi-
pal o suplente del Directorio del Instituto Nacional de Prevención,
Salud y Seguridad Laborales: (…) 4. Representantes o apoderados
de personas jurídicas que se encuentren incursas o condenadas por
delitos o violaciones vinculadas a la presente Ley”.
A su vez, el artículo 32.4 establece que: “No podrán ejercer
los cargos de Presidente o Presidenta, miembros principal o suplente
del Directorio del Instituto Nacional de Capacitación y Recreación
23
de los Trabajadores: (…) 4. Representantes o apoderados de perso-
nas jurídicas que se encuentren incursas o condenadas por delitos o
violaciones vinculadas a la presente Ley”.
Del mero tenor literal de ambas disposiciones se desprende la
posibilidad de que personas jurídicas estén incursas o sean condena-
das por delitos -o violaciones- vinculadas a la presente Ley, es decir,
se entiende que contemplan la denominada responsabilidad penal
de las personas jurídicas (a diferencia de lo previsto en la Ley dero-
gada), lo cual tiene una limitación clara al menos en lo que atañe a
los tipos previstos en esta Ley, toda vez que sólo prevén penas de pri-
sión, además de que el mencionado Art. 129 –norma ubicada en el
capítulo referido a las responsabilidades por accidentes de trabajo y
enfermedades ocupacionales, a diferencia de aquellas situadas en el
título consagrado a la organización del régimen prestacional de se-
guridad y salud en el trabajo- dispone solamente, en lo que respecta
a las personas jurídicas, la responsabilidad penal de quienes ejerzan
como representantes del empleador o de la empleadora, en caso de
culpa (vid. Art. 57 primera parte), y no de aquellas (a las que se les
podrá aplicar las sanciones administrativas previstas en la Ley), ade-
más de la falta de claridad de los referidos preceptos legales, toda vez
que se refieren a delitos o violaciones vinculadas a la presente Ley,
de lo cual no queda claro qué debe entenderse por tales, es decir, si
se refieren a delitos previstos en esa Ley o a delitos simplemente vin-
culados a ella, en ese último caso, cabe preguntarse: ¿Cuáles serían
esos delitos vinculados a la Lopcymat? ¿En qué textos legales están
previstos? (vid. infra).
De ello pareciera desprenderse cierta incongruencia entre los
aludidos Arts. 21.4 y 32.3 –y probablemente el 121- (que prevé la
responsabilidad penal de las personas jurídicas en lo que respecta a
esa Ley), por una parte, y, por otra, el Art. 129 aparte in fine y, en fin,
el resto de la Ley por no prever sanciones penales para las personas
jurídicas.
Como se afirmó en las páginas que preceden, la nueva Lopcy-
mat no contempla la norma que preveía el Art. 33, Parágrafo Quinto,
24
de la Ley derogada (que establecía dos circunstancias excluyentes de
la responsabilidad del empleador, por una parte, cuando el “acciden-
te hubiere sido provocado intencionalmente por la víctima” y, por
otra, cuando “el accidente sea debido a fuerza mayor extraña al tra-
bajo, si no se comprobare la existencia de un riesgo especial”), pero si
prevé la norma prevista en el Art. 72 que dispone lo siguiente:
27
Asimismo, el Art. 118.6 prevé esa misma sanción para el em-
pleador que:
28
colectivas” (Art. 119.14)14 o que “no brinde auxilio inmediato al traba-
jador o la trabajadora lesionado o enfermo, de conformidad con esta
Ley y su Reglamento” (Art. 120.11).
29
Al respecto, debe indicarse que esa norma no impide que en
aquellos casos en los que la disposición que establece el tipo penal des-
valore totalmente la conducta desplegada por el empleador (p. ej., Art.
131), deba omitirse la sanción pecuniaria por la infracción adminis-
trativa (que no por la posible responsabilidad disciplinaria, ni mucho
menos por la responsabilidad –derivada del delito-) cuya conducta
también fue reprobada en su totalidad por una norma penal, la cual
debe aplicarse con preferencia a aquella en virtud de la gravedad del
hecho que trascendió a la infracción administrativa para convertirse en
un ilícito penal. Lo contrario, es decir, sancionar administrativamente
al sujeto por exactamente el mismo hecho que determinó su respon-
sabilidad penal, pudiera interpretarse como violatorio del principio de
prohibición de juzgar a la persona por los mismos hechos por los cua-
les ya fue juzgada y, por tanto, de prohibición de sancionar a la persona
más de una vez por la misma conducta (Art. 49.7 de la Constitución de
la República Bolivariana de Venezuela –Non bis in idem-15).
30
Interesa resaltar de esta norma, entre otros aspectos, la refe-
rencia a la conexión entre el accidente o enfermedad ocupacional
y la violación de la normativa legal en materia de seguridad y salud
en el trabajo, como presupuesto del deber del empleador de pagar
al trabajador (que la ha padecido), o a sus derechohabientes una in-
demnización; todo ello de forma similar a lo previsto en los tipos
penales dispuestos en el Art. 131, en los que, en este caso, la res-
ponsabilidad penal por “muerte” o “lesión”, pasa por la insoslayable
conexión (relación de causalidad stricto sensu en los supuestos de
acción) de esa muerte o lesión con la violación grave o muy grave
de la normativa legal en materia de seguridad y salud en el trabajo,
como primer nivel de imputación al tipo objetivo.
También llama la atención que esa misma disposición emplea
la fórmula “Todo ello, sin perjuicio de las responsabilidades estable-
cidas en el Código Penal”, y no sin perjuicio de las responsabilidades
penales ‘establecidas en esta ley’, toda vez que esos accidentes o en-
fermedades generalmente se traducen en lesión o muerte, resultados
que forman parte esencial de los tipos penales que esa propia Ley
contempla en su Art. 131, o, en todo caso, establecidas en el resto del
ordenamiento jurídico-penal.
Al respecto, no se comprende a primera vista el porqué la re-
ferencia al CP, toda vez que el propio legislador de la Lopcymat le
restó a ese texto fundamental parte de la tutela de los bienes jurídicos
vida e integridad personal, en lo que respecta precisamente a esta
materia laboral, concretamente, en lo que atañe a los “accidentes de
trabajo” y a las “enfermedades ocupacionales”.
Ahora bien, de esa remisión al CP y, por ende, de su aplicación
en este ámbito (lo que en todo caso no excluiría al resto de la legislación
penal16), más allá de los tipos penales previstos en esta Ley (vid. Art. 7
del CP), puede interpretarse que ese texto legal reconoce expresamente
que la Lopcymat no tiene el monopolio del castigo penal por conductas
vinculadas o inherentes a las condiciones y medio ambiente de trabajo,
16 En este sentido valga recordar que el propio Art. 122 remite expresamente a la
Ley Contra la Corrupción.
31
ni siquiera en lo que atañe a los accidentes o enfermedades ocupacio-
nales, lo cual se advierte de entrada, toda vez que, p. ej., algunas de esas
muertes o lesiones causadas por “efecto de la relación laboral” (Art. 132),
pudieran ser imputadas al dolo del empleador (cuando menos por vía
del dolo eventual), y, por tanto, determinarían el encuadramiento de la
conducta de aquel en alguno de los tipos de homicidio doloso previsto
en el CP; caso en el cual la competencia para la investigación y ejercicio
de la acción penal también debería recaer en las fiscalías especializadas
en salud y seguridad laborales, al igual que cualquier otro caso vincula-
do directamente con esa materia, independientemente de que la con-
ducta se subsuma o no en un tipo previsto en la Lopcymat.
34
Si como pareciera esa fue la intención del legislador, es plausi-
ble, no sólo por razones de garantía de los derechos de los destinata-
rios primarios de la ley penal (los ciudadanos), si no por razones de
eficacia de la Ley en el sentido de la reducción de la impunidad y, en
general, de la búsqueda de la justicia, toda vez que, p. ej., alguien por
error pudiera pensar que el empleador sólo tiene responsabilidad
por el homicidio culposo descrito en el Art. 131 y en ningún caso
por homicidio doloso respecto de algún trabajador, puesto que no
está tipificado en la Lopcymat, cuando ello no es cierto pues en ese
caso se imputaría sobre la base del CP; falla que se evitaría si éste se
hubiese reformado parcialmente para incluir los tipos penales esta-
blecidos en esta Ley.
Por otra parte, de la mencionada referencia a la creación de
fiscalías especiales con competencia nacional21 en materia de salud y
seguridad laborales (lo que no excluye la posibilidad de, en caso de
estimarse necesario, crear adicionalmente fiscalías distintas a las na-
cionales en esa área –que debería ser la regla, pues en vez de muchos
fiscales nacionales lo ideal sería que en cada estado exista un fiscal
que tenga esa competencia especial- o que esos fiscales especiales
puedan conocer también de otros asuntos,22 o bien que esos fisca-
les puedan actuar conjuntamente con otros que no tienen esa espe-
21 La orden de crear fiscalías nacionales (dos o más) probablemente se fundamen-
te en razón de la importancia de las mismas y, sobre todo, en la posibilidad de
traslado de un sitio a otro con mayor facilidad, frente a la mayor complejidad que
implica crear, al menos a corto plazo, fiscalías en cada región con esa especiali-
zación (situación ideal) –lo que no obsta para que seguramente también se le
asignen a esos despachos otras competencias en razón de la proporción de estos
delitos respecto, al menos, de los delitos comunes.
22 Al respecto, en una nota de prensa del Ministerio Público, correspondiente al
26/08/10, se indicó que: “La Fiscal General de la República, Luisa Ortega Díaz,
informó que la inaugurada Fiscalía 78° nacional con competencia en materia de
Salud y Seguridad Laboral, tendrá como primer caso verificar las condiciones de
la mina ubicada en El Callao, estado Bolívar. (…) Señaló que el Ministerio Público
va a profundizar el resto del año y para el 2011 la creación de despachos fiscales,
pues el objetivo principal será que en cada estado del país se cree una fiscalía que
conozca de esta materia. Asimismo, dijo que el año pasado se había ampliado la
competencia a cuatro fiscalías nacionales de delitos comunes para que conocie-
ran de la materia de salud y seguridad laboral ‘pero hoy estamos inaugurando la
primera que va a conocer solamente de esta materia” (http://www.ministeriopu-
blico.gob.ve/web/guest/buscador/-/journal_content/56/10136/61781, consulta
efectuada el 25/05/11).
35
cialidad) se deduce el carácter público de la acción penal dirigida a
determinar la responsabilidad penal en virtud de los tipos previstos
en esa Ley.
23 Asimismo, debe resaltarse que en esa norma se contempla que un elemento cen-
tral vinculado a los delitos previstos en esa Ley, fundamentalmente a los delitos
directamente asociados a los “accidentes de trabajo” y a las “enfermedades ocu-
pacionales” (Arts. 131 y Disposiciones Transitorias Novena y Décima), cual es el
referido al “efecto de la relación laboral”.
36
La referida disposición puede dar lugar a no pocas dudas.
En efecto, cabe preguntarse p. ej., en qué circunstancias queda
el asunto de la investigación penal respecto de estos delitos, qué
sucede si el Ministerio Público tiene una posición jurídica dis-
tinta respecto de la de los afectados o sus causahabientes, qué
sucede si aquél presenta una solicitud de sobreseimiento y éstos
una acusación particular, esa fórmula “sin intervención del Mi-
nisterio Público” faculta a aquellos a ejercer la acción penal en
los casos de inactividad prolongada e injustificada del Minis-
terio Público, a pesar de los requerimientos de los afectados o
sus causahabientes o simplemente los faculta para que ejerzan
la acción penal en cualquier caso respecto de estos delitos, con
independencia de la intervención del Ministerio Público (esta
última interpretación se ajusta más que la anterior al tenor lite-
ral del precepto).
Con relación a las mencionadas interrogantes, se considera
que al ser delitos de acción pública, el fiscal debe indefectible-
mente ordenar y dirigir la investigación penal cuando estime la
posible comisión de alguno de ellos y presentar el acto conclu-
sivo que estime ajustado a Derecho, independientemente de la
voluntad y de la actividad jurídica de los afectados o sus causa-
habientes.
En razón de ello, aquí se estima que, de entrada, esos afec-
tados o sus causahabientes en todo caso deberían facilitar que el
Ministerio Público despliegue todas sus potestades penales frente a
esos hechos perseguibles de oficio (y, si así lo estiman conveniente,
podrán querellarse, adherirse a la acusación fiscal o presentar acusa-
ción particular), en aras de permitir que el titular de la acción penal
por excelencia ejerza sus potestades constitucionales y legales, y, en
caso de inactividad prolongada e injustificada del mismo, ejercer la
actuaciones pertinentes para que cese esa inactividad y, en su defec-
to, de ser el caso, ejercer la acción penal sobre la base de la mencio-
nada norma, a sabiendas de las limitaciones teóricas y prácticas que
ello implica.
37
2.2. Disposiciones previstas en el resto de la Ley
38
la responsabilidad del empleador, por accidente de trabajo o enfer-
medad ocupacional, a los casos en los que exista dolo o negligencia
de su parte; es decir, que el empleador sólo será responsable por sus
comportamientos dolosos o culposos descritos en el tipo (en ese
mismo sentido vid. Art. 55.15).
De ello puede deducirse que los tipos penales que contempla
esa Ley deberían ser dolosos o culposos, respectivamente, y que, en
todo caso, su interpretación debe orientarse por ese principio que
impone exclusivamente la responsabilidad subjetiva (actividad es-
pecialmente compleja en lo que concierne a algunos de ellos, concre-
tamente, a los previstos en el Art. 131, por su peculiar configuración)
y que, por ende, excluye la responsabilidad objetiva (al menos del
ámbito penal), siendo ello compatible no sólo con los lineamientos
del Derecho Penal moderno y de la garantía de los derechos huma-
nos, sino con la jurisprudencia de la Sala Constitucional del Tribu-
nal Supremo de Justicia.
39
excluye la posibilidad de fundamentar la responsabilidad penal en el
marco de la relación laboral, sobre la base de otro texto legal, respec-
to del empleador, su representante (autores cualificados que prevé de
forma excluyente la Lopcymat, salvo en lo que respecta al paratipo
previsto en el Art. 122 –funcionario del Inpsasel-) o cualquier otro
sujeto que pueda tener responsabilidad penal.
26 Y mucho menos los que simplemente pueden tener lugar con ocasión al traba-
jo, lo cual puede abarcar otros sujetos activos que van más allá del empleador
para incluir, incluso, a los mismos trabajadores -ámbito en el que reviste espe-
cial importancia la institución de la comisión por omisión. Así, p. ej., interesan
en este contexto, entre otros, los tipos señalados en los Arts. 39-49 (en especial
del 46 al 49) y 54-56 de la Ley Orgánica Sobre el Derecho de las Mujeres a una
Vida Libre de Violencia (acoso sexual, acoso u hostigamiento, violencia laboral
y esclavitud sexual), los tipos establecidos en los Arts. 81, 82, 83 y 84 de la Ley
Sobre Sustancias, Materiales y Desechos Peligrosos (introducción de desechos
peligrosos, generación de desechos peligros -y otras conductas típicas descritas
en la disposición legal-, procesamiento de desechos peligros -y otras conductas
típicas descritas en la disposición legal-, detentación –y otros comportamientos-
de aparatos o sustancias capaces de emitir radiaciones ionizantes, electromag-
néticas o radiactivas que puedan ocasionar daños a la salud o al ambiente en
contravención con lo dispuesto en esa Ley y con la reglamentación técnica que
rige la materia), algunos tipos previstos en la Ley Contra la Corrupción y los tipos
de privación ilegitima de la libertad y reducción a la esclavitud previstos en el CP,
así como también los delitos contra la vida, contra la integridad personal, contra
la vida intrauterina, contra la inviolabilidad del secreto y contra la fe pública, con-
tra la administración de justicia, contra el orden público, contra la conservación
de los intereses públicos y privados, contra las buenas costumbres y buen orden
de las familias, contra la propiedad entre otros, dispuestos en ese cuerpo legal
penal fundamental.
27 En cuyo seno pudieran incluirse: normas previstas en el Reglamento Parcial de la
Ley Orgánica de Prevención, Condiciones y Medio Ambiente de Trabajo, la Nor-
ma Técnica para la Declaración de Enfermedad Ocupacional, la Norma Técnica
Programa de Seguridad y Salud en el Trabajo, las normas dispuestas en los Arts.
26 y 99 de la Ley Orgánica Procesal del Trabajo, en los Arts. 625 y 626 de la Ley
Orgánica del Trabajo y en el Art. 87 de la Ley del Seguro Social, los tipos estable-
cidos en la Lopnna de trabajo forzoso (Art. 255), Admisión o lucro por trabajo
contraindicado (256), Admisión o lucro por trabajo de niños y niñas hasta ocho
años (257) y lucro por explotación sexual de niños, niñas y adolescentes (258), así
como también los tipos previstos en los artículos 192 y 193 del CP.
51
del Derecho que amerita un particular y profundo estudio en nues-
tro país, por sus características y escaso desarrollo teórico, a pesar
de la complejidad, peculiaridad e importancia de gran cantidad de
casos laborales vinculados y/o que podrían o deberían vincularse a
la materia penal, los cuales pueden abrir las puertas a nuevas dispo-
siciones legales, interpretaciones, instituciones y principios penales,
sobre los cuales existe un desarrollo considerable en otros países.
Evidentemente, eventos como estos constituyen una contri-
bución relevante al desarrollo de la que se puede calificar una de las
parcelas del Derecho Penal con mayor vocación social: El Derecho
Penal del Trabajo.
52
Fuentes consultadas
▶▶ Baylos, Antonio y Juan Terradillos (1997) Derecho Penal del Trabajo. 2da Ed.,
Trotta, Madrid.
▶▶ Código Orgánico Procesal Penal (2009). Gaceta Oficial de la República Boliva-
riana de Venezuela N° 5.930, Extraordinario, del 4 de septiembre.
▶▶ Código Penal (2005). Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela
N° 5.768, Extraordinario, del 13 de abril.
▶▶ Ley Contra la Corrupción (2003). Gaceta Oficial de la República Bolivariana de
Venezuela N° 5.637, Extraordinario, del 7 de abril.
▶▶ Ley Orgánica de Prevención, Condiciones y Medio Ambiente de Trabajo
(1986). Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela N° 3.850, Ex-
traordinario, del 18 de julio.
▶▶ Ley Orgánica de Prevención, Condiciones y Medio Ambiente de Trabajo
(2005). Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela N° 38.236, del
26 de julio.
▶▶ Ley Orgánica de Salvaguarda del Patrimonio Público (1982). Gaceta Oficial de
la República de Venezuela N° 3.077, del 23 de diciembre.
▶▶ Ley del Seguro Social (2010). Gaceta Oficial de la República Bolivariana de
Venezuela N° 5.976, Extraordinario, del 24 de mayo.
▶▶ Ley Orgánica del Trabajo (1997). Gaceta Oficial de la República de Venezuela
N° 5.152, del 19 de junio.
▶▶ Ley Orgánica Procesal del Trabajo. (2002). Gaceta Oficial de la República Boli-
variana de Venezuela N° 37.504, del 13 de agosto.
▶▶ Ley Orgánica Sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia
(2007). Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela N° 38.668, del
23 de abril.
▶▶ Ley Sobre Sustancias, Materiales y Desechos Peligrosos (2001). Gaceta Oficial
de la República Bolivariana de Venezuela N° 5.554, del 13 de noviembre.
▶▶ Reglamento Parcial de la Ley Orgánica de Prevención, Condiciones y Medio
Ambiente de Trabajo (2007). Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Ve-
nezuela N° 38.596, del 3 de enero.
▶▶ Sentencia N° 1744/2007 del 9 de agosto. Sala Constitucional del Tribunal Su-
premo de Justicia.
▶▶ Sentencia N° 490/2011 del 12 de abril. Sala Constitucional del Tribunal Supre-
mo de Justicia.
▶▶ Sentencia N° 397/2000 del 31 de marzo. Sala de Casación Penal del Tribunal
Supremo de Justicia.
▶▶ Sentencia N° 1151/2000 del 9 de agosto. Sala de Casación Penal del Tribunal
Supremo de Justicia.
▶▶ Sentencia N° 585/2009 del 20 de noviembre. Sala de Casación Penal del Tribu-
nal Supremo de Justicia.
53
54
La Materialización Procesal
de la Responsabilidad Civil generada
por la comisión de un hecho punible
RESUMEN
El presente ensayo jurídico tiene por objetivo primordial el de-
sarrollo sistemático y estructural de los alcances, límites y en general
el entendimiento de uno de los procedimientos especiales estable-
cidos en el Código Orgánico Procesal Penal, como lo es el Procedi-
miento para la Reparación del Daño y la Indemnización de Perjuicios,
con lo cual se busca actualizar, guiar, ilustrar en síntesis y servir de
manual a los profesionales del Derecho sobre las herramientas jurí-
dicas pertinentes, sustantivas y adjetivas, para lograr hacer efectiva
la responsabilidad civil que se genera por la comisión de un hecho
punible, todo dentro del marco establecido en la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela, el Código Penal, el Código Civil y
el Código Orgánico Procesal Penal.
ABSTRACT
This legal essay aims primarily the systematic development and
structural scope, limits and a general understanding of the special pro-
cedures established by the Code of Criminal Procedure, as is the procedu-
re for the Repair and Compensation of Damages, which seeks to update,
to guide, to illustrate in synthesis and serve as a handbook for practi-
tioners on the legal tools relevant substantive and procedural, in order
to enforce the liability generated by the commission of a punishable, all
within the framework established in the Constitution of the Bolivarian
Republic of Venezuela, the Criminal Code, Civil Code and the Code of Cri-
minal Procedure.
55
1. Resumen estructural del ensayo
El Código Orgánico Procesal Penal (COPP), establece un
procedimiento especial, con el objeto de hacer efectiva la Respon-
sabilidad Civil derivada de un hecho punible, de conformidad con
lo establecido en la Constitución de la República Bolivariana de Ve-
nezuela (CRBV) el Código Penal (CP) y el Código Civil (CC). Esta
acción civil, quedaría en manos de la víctima o del Ministerio Públi-
co según los presupuestos procesales que se especifican en el COPP.
En primer término, explicaremos los alcances sustantivos de
la responsabilidad civil, desde el punto de vista del hecho ilícito y su
derivación extracontractual; en otro orden de ideas, se analizarán
y explanarán los elementos adjetivos sobre la acción civil estableci-
da en el COPP. Seguidamente, se detallará cada una de las fases del
procedimiento para la reparación del daño y la indemnización de
los perjuicios y, por último, se expondrán las diferencias sustanciales
entre la reparación del daño y el acuerdo reparatorio el cual es una
alternativa a la prosecución del proceso, establecido en los artículos
40 y 41 del COPP.
Por lo tanto, nos disponemos a ofrecer al lector, la compren-
sión exacta y pormenorizada de la materialización procesal de la res-
ponsabilidad civil ex delito, con apoyo en la doctrina nacional, en los
referidos códigos sustantivos y adjetivos, así como la jurisprudencia
vinculante y no vinculante emanada del más alto tribunal de la Re-
pública, todo con un único objetivo, servir de herramienta jurídica
para los profesionales del Derecho a los fines del entendimiento de
dicho procedimiento especial.
61
Tomando en consideración a nuestro ilustre maestro en la
Universidad Central de Venezuela, Alberto Arteaga Sánchez (2005:
439), haremos las definiciones de los límites y alcances de las institu-
ciones descritas en el mencionado artículo:
d. La Restitución: Según expresa textualmente el artículo
121: debe ser hecha de la misma cosa, siempre que ello
sea posible, con pago de los deterioros o menoscabos, a
regulación del tribunal. Tal restitución debe hacerse aun
cuando la cosa se halle en poder de un tercero que la po-
sea legalmente, salvo su repetición contra quien corres-
ponda. Ahora bien, lo anteriormente señalado no procede
cuando el tercero ha adquirido la cosa en la forma y con
los requisitos establecidos por las leyes para hacerla irrei-
vindicable.
Por lo tanto, la restitución implica la devolución de la cosa
objeto del delito al perjudicado, cuando de ella haya sido
privado por el hecho; y la misma se impone, incluso, con
relación a los terceros que la posean legalmente, quedan-
do a salvo su derecho a repetición, a excepción de que el
tercero haya adquirido la cosa de manera tal que sea irrei-
vindicable, como en el caso de la prescripción o cuando
se trate de efectos al portador o de objetos adquiridos en
ventas públicas, por ejemplo.
e. La Reparación del Daño: Sólo cuando no es posible la
restitución, procede la reparación del daño o el pago equi-
valente al valor de la pérdida de la cosa. Tal reparación,
como establece el artículo 121 del Código Penal, in fine,
deberá hacerse, a regulación del tribunal, valorando la en-
tidad del daño, para lo que se deberá tomar en cuenta el
precio de la cosa y el grado de afección en que la tenga el
agraviado.
f. La Indemnización de Perjuicios: La Responsabilidad ci-
vil ex delito se extiende a los perjuicios ocasionados no
sólo a la víctima o sujeto pasivo del delito sino también a
62
los perjuicios irrogados, por razón del hecho punible, a su
familia o a un tercero. Y el importe de tal indemnización
será regulado, asimismo, por el Tribunal, en los mismos
términos fijados para la reparación del daño en el artículo
121 (Art. 122 del Código Penal). Estos perjuicios pueden
ser de naturaleza material o moral, y referirse, por ello,
como explica Mendoza, al daño emergente: a la disminu-
ción patrimonial efectiva sufrida a causa del hecho que se
tipifica como delito; al lucro cesante: ganancia o aumento
patrimonial que ha impedido ciertamente tal hecho; o al
dolor, al sufrimiento y la ofensa interna o espiritual pade-
cida. A la obligación de resarcir el perjuicio o daño moral
se refiere expresa y específicamente el artículo 1196 del
Código Civil, que debe mantenerse como una norma su-
pletoria del Código Penal. Por lo demás, el Código Penal
habla de perjuicios, no excluyendo por tanto el moral.
4.1. Preámbulo
Ciertamente, el COPP, establece en el Libro Tercero “De Los
Procedimientos Especiales”, Título 9, el procedimiento a seguir en
el caso en que la víctima de un hecho punible (consumado o delito
imperfecto-Art. 80 del CP) demande la reparación de los daños y la
indemnización de perjuicios, siempre y cuando dentro del proce-
so del establecimiento de la responsabilidad penal se haya obtenido
63
como resultado una sentencia condenatoria sobre el acusado, y que
ésta si ha pasado por todos los recursos o no, se mantenga firme.
Esta facultad emana, en virtud de lo establecido en el artículo 49 del
COPP, con respecto al ejercicio de la acción civil, lo cual se enuncia
en los siguientes términos.
Artículo 49 - Acción Civil: “La Acción Civil para la restitu-
ción, reparación e indemnización de los daños y perjuicios causados
por el delito, sólo podrá ser ejercida por la víctima o sus herederos o
herederas, contra el autor o autora y los o las partícipes del delito y,
en su caso, contra el tercero o tercera civilmente responsable”.
De conformidad con lo anterior, nos disponemos a deslindar
la procedencia, exigencias y limites que se presentan a los fines de
hacer efectiva la referida acción civil.
De esta forma, debe tenerse por sentado que el Art. 422 del
mencionado Código, al hablar de Firmeza en la Sentencia Condena-
toria, Res Iudicata Material, hace alusión a las disposiciones del Art.
178 del COPP.
Es menester señalar el contenido del Art. 51 eiusdem, el cual
establece: Ejercicio de la Acción Civil. “La Acción Civil se ejercerá,
conforme a las reglas establecidas por este Código, después que la
sentencia penal quede firme; sin perjuicio del derecho de la víctima
de demandar ante la jurisdicción civil”.
Por lo tanto, el COPP no niega la posibilidad de que la víctima,
antes de la obtención de una sentencia condenatoria en contra del
acusado, o antes de la extinción del proceso con una sentencia que
sea absolutoria, acuda ante los tribunales civiles, mediante alguno
65
de los procedimientos establecidos en el Código de Procedimiento
Civil (ordinarios o especiales), a demandar la reparación del daño o
la indemnización del perjuicio causado. Sólo que se debe hacer hin-
capié en la posibilidad existente que tiene en su favor el imputado o
acusado ante una potencial demanda civil, en la formulación de una
“Cuestión Previa”, a la par de lo establecido en el Art. 346 del Código
de Procedimiento Civil, en su numeral 8, el cual indica “…La exis-
tencia de una cuestión prejudicial que deba resolverse en un proceso
distinto”. De esta manera a todas luces, un juez civil, deberá esperar
que las pruebas acrediten que el acusado o imputado realmente es
culpable de la realización de un hecho punible, para poder a entrar
a conocer el fondo de la controversia civil. Sin embargo, no hay que
dejar de insistir que la víctima de igual forma tiene una herramienta
civil, a los efectos de restablecer sus derechos quebrantados.
Por otra parte, es necesario destacar las afirmaciones reali-
zadas por los autores Maduro Luyando y Pittier Sucre (2007: 137),
con respecto a la situación del Reo Absuelto, visto que el presente
procedimiento especial establecido en el COPP, hace énfasis en que
para poder ejercerlo, debe dictarse sentencia condenatoria en el Pro-
cedimiento Penal Ordinario, por lo tanto los referidos autores hacen
las siguientes consideraciones en el respectivo caso:
…Cuando el reo es absuelto, o por cualquier otra causa termina la
acción penal, en nuestro parecer el Juez Penal carece de competencia
para conocer de la acción civil, que está limitada a los casos en que exis-
ta responsabilidad penal, conforme lo establece el artículo 422 COPP.
En tales casos, y por cuanto la sentencia en lo penal no tiene influencia
sobre la civil, al no haberse pronunciado sobre la culpa del presunto
responsable penal, el Juez en lo Civil tendrá plenas facultades para pro-
nunciarse sobre todos los hechos que configuran el hecho ilícito, con-
forme a lo dispuesto en el artículo 1396 del Código Civil: La demanda
de daños y perjuicios por razón de los causados por un acto ilícito, no
puede ser desechada por la excepción de cosa juzgada que resulte de
la decisión de una jurisdicción penal que, al estatuir exclusivamente
sobre la cuestión de culpabilidad, hubiera pronunciado la absolución o
el sobreseimiento del encausado.
Cuando el Juez Penal no se haya pronunciado sobre la culpa del reo, o
declara que la conducta del indiciado no constituye delito, la sentencia
66
penal no influye sobre lo civil, porque a pesar de no haber delito, o no
haber culpa desde el punto de vista penal, la conducta del agente del
daño puede ser considerada culposa, porque el concepto de culpa civil
es más amplio que la culpa en materia penal.
A. Legitimación Activa
Una vez revisado suficientemente la parte inicial del Art. 422
del COPP, nos disponemos a determinar quiénes están legitimados
para ejercer la presente acción civil. El Art. 49 del eiusdem, establece
claramente quiénes pueden ejercer dicha acción.
Evidentemente, debemos hacer alusión a lo establecido en los
Arts. 118 y 119 del COPP, el cual nos indica los conceptos de vícti-
mas directas e indirectas de los hechos punibles en general.
Por otra parte, el artículo 108 del COPP en el numeral 10,
establece dentro de las atribuciones del Ministerio Público, “ejer-
cer la acción civil derivada del delito, cuando así lo disponga este
Código y demás leyes de la República”. Es importante señalar que
dentro de la diversidad de actuaciones de los fiscales del Minis-
terio Público que emanan de la Constitución y la Ley, uno de sus
deberes fundamentales, es instar el resarcimiento de los daños pe-
cuniarios sufridos por las víctimas en la comisión de los hechos
punibles, ante los tribunales penales, en los casos que se expon-
drán a continuación.
En primer término, debemos revisar el Art. 50 del COPP, el
cual establece lo siguiente:
67
Intereses Públicos y Sociales: Cuando se trate de delitos que han afectado
el patrimonio de la República, de los Estados o de los Municipios la Acción
Civil será ejercida por el Procurador o Procuradora General de la Repúbli-
ca, o por los procuradores o las procuradoras de los Estados o por los o las
Síndicos Municipales, respectivamente, salvo cuando el delito haya sido
cometido por un funcionario público o funcionaria pública en el ejercicio
de sus funciones, caso en el cual corresponderá al Ministerio Publico.
Cuando los delitos hayan afectado intereses colectivos o difusos la ac-
ción civil será ejercida por el Ministerio Público.
Cuando en la comisión del delito haya habido concurrencia de un par-
ticular con el funcionario público o funcionaria pública, el ejercicio de
la acción civil corresponderá al Ministerio Público.
El Procurador o Procuradora General o el o la Fiscal General de la Re-
pública, según el caso, podrán decidir que la acción sea planteada y
proseguida por otros órganos del Estado o por entidades civiles.
B. Legitimación Pasiva
Ahora bien, corresponde señalar contra quién va dirigida la
acción civil, no sin antes recordar, que el COPP indica que solo pro-
cede ante sentencia condenatoria definitivamente firme. La referida
acción se adjudica “contra el autor o autora y los o las partícipes del
delito y, en su caso, contra el tercero o tercera civilmente responsa-
ble”; si hacemos referencia al autor Arteaga Sánchez, en (2005: 366),
se definiría así el concepto de autor y partícipes:
…no existe en nuestra legislación una definición de autor. A él se hace
referencia en cada tipo de delito, ya que, como señala Jiménez de Asúa,
el Código Penal define cada delito en vista de la consumación por el
69
autor, siendo por ello la participación una causa de extensión de la
pena, al igual que la tentativa; y en el artículo 83 se utiliza la expresión
perpetradores para indicar precisamente a los autores. De allí que po-
damos afirmar que, de acuerdo con nuestra legislación, es autor quien
perpetra o realiza el hecho constitutivo de cada tipo delictivo.
Muchas veces, un hecho punible a cargo de varias personas (perpetra-
dores) que realizan o perpetran, como señala el CP, el hecho mismo
constitutivo del delictivo y que se denominan, por ello, coautores.
La participación en el delito, en un sentido estricto, es diferente del au-
tor y del coautor y surge cuando en la realización de un hecho punible
interviene otra u otras personas, además del autor, en calidad de insti-
gador o de cooperador inmediato o de cómplice, formas de participa-
ción que nuestro CP regula en los artículos 83, 84 y 85, como fórmula
de extensión de la responsabilidad penal que en los tipos específicos se
consagra con vistas a su perfeccionamiento a cargo del autor.
70
Por último, debemos señalar que el CP establece la responsa-
bilidad accesoria, de la cual pueden ser llamadas a responder civil-
mente otras personas relacionadas con los imputados, de conformi-
dad con lo establecido en los Arts. 116 al 119.
73
Artículo 426. Decisión: Declarada admisible la demanda, el Juez o Jue-
za ordenará la reparación del daño o la indemnización de perjuicios
mediante decisión que contendrá:
1. Los datos de identificación y domicilio o residencia del demandado
o demandada y del demandante y, en su caso, de sus representantes.
2. La orden de reparar los daños, con su descripción concreta y detallada,
la clase y extensión de la reparación o el monto de la indemnización.
3. La intimación a cumplir la reparación o indemnización o, en caso
contrario, a objetarla en el término de diez días.
4. La orden de embargar bienes suficientes para responder a la repara-
ción y a las costas, o cualquier otra medida cautelar, y la notificación
al funcionario encargado o funcionaria encargada de hacerla efectiva.
78
BIBLIOGRAFÍA
▶▶ Arteaga, A. (2005). Derecho Penal Venezolano, Décima Edición, Caracas, Mc-
graw-Hill Interamericana.
▶▶ Maduro E. y Pittier E., (2007). Curso de Obligaciones Derecho Civil III, Tomo 1 y
3, Décima Edición, Caracas, Publicaciones UCAB.
▶▶ Ministerio Público (2004). Manual de Actuación del Fiscal del Ministerio Públi-
co en el Proceso Penal, septiembre.
▶▶ Asamblea Nacional. La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela,
Gaceta Oficial N° 5.453, Extraordinario, de fecha 24-03-2000.
▶▶ Asamblea Nacional. Código Penal, Gaceta Oficial N° 5.768, Extraordinario, de
fecha 13-04-2005.
▶▶ Asamblea Nacional. Código Orgánico Procesal Penal, Gaceta Oficial N° 5.930,
Extraordinario, de fecha 04-09-2009.
▶▶ Asamblea Nacional. Ley Penal del Ambiente, Gaceta Oficial 4.358, Extraordi-
nario, de fecha 03-01-1992.
▶▶ Asamblea Nacional. Ley Contra la Corrupción, Gaceta Oficial N° 5.637, Extraor-
dinario, de fecha 07-04-2003.
79
80
La Investigación Científica Académica de Tipo
Documental en el Contexto Jurídico
RESUMEN
81
ABSTRACT
97
cir, radica en detallarlo en tantas partes como sea viable.
Esto implica que la temática debe ser, salvo que se persiga
otro fin, excelentemente delimitada. Se puede hablar de la
temática: análisis de las causales de inadmisibilidad de los
recursos en el Código Orgánico Procesal Penal.
d. Exploratorio: se desarrolla una temática que permite
abrir el camino para la realización de otras investigacio-
nes. Una temática con este nivel puede ser la introducción
al análisis del Principio de Oportunidad.
e. Proyectivo: radica en ejecutar una especie de predicción
sobre algún aspecto jurídico. En este caso, se puede men-
cionar la temática: sostener que en la próxima reforma del
Código Penal las faltas serán eliminadas de la legislación
penal.
f. Propositivo: se especifica por evaluar las fallas de los sis-
temas o reglas, a fin de plantear o aportar soluciones facti-
bles. Se puede plantear la temática: señalar que el Código
Penal aún no regula la comisión por omisión.
99
Conclusiones
La elaboración de una investigación científica académica de
tipo documental reside en revisar qué se ha escrito sobre el objeto
seleccionado, cómo se ha tratado el tema, en qué estado se encuen-
tra y cuáles han sido sus tendencias; para ello, el investigador debe
realizar la búsqueda y recopilación de las fuentes de información,
posteriormente analizar, interpretar y clasificar la información de
acuerdo a las necesidades del estudio. En sí, alcanza un análisis ri-
guroso acerca de lo que estos documentos plantean como enfoques,
modelos y la identificación de avances significativos en la compren-
sión del problema abordado.
La investigación de tipo documental en el contexto jurídico
debe ir más allá del estudio permanente doctrinal e inspeccionar
los orígenes sociales y las funciones del Derecho, así como explorar
las relaciones entre las reglas del Derecho, las instituciones y los es-
fuerzos específicos de la acción social. En sí, la indagación científica
académica en el contexto jurídico tiene un conjunto de actividades,
donde el investigador tiene la tendencia a identificar, individualizar,
catalogar y registrar fuentes del conocimiento en lo jurídico en sus
elementos sistemático, genético y filosófico.
Los productos del esfuerzo intelectual con las investigacio-
nes en el contexto jurídico, se inician por una necesidad, que origi-
na ideas acerca de una solución, que conlleva a una recopilación y
análisis documental básicamente normativo, jurisprudencial y doc-
trinario; para finalmente desembocar en una divulgación escrita u
oral. Son los propios investigadores los compelidos a divulgar sus
resultados por cuanto ello forma parte de su prestigio profesional.
El contexto jurídico, como objeto de investigación, debe estu-
diarse en acción, con la interacción entre las normas con la realidad
social o situación particular que pretenden regular. Otra faceta es la
necesidad de abordar otras disciplinas. Ello es un reflejo de la ne-
cesaria relación interdisciplinaria de la investigación en general. En
todo caso, la disciplina jurídica no puede ser una excepción, la inves-
tigación científica debe perseguir incrementar el saber precedente o
estado del arte en el área correspondiente. Pero este incremento del
conocimiento debe igualmente tener aplicación cierta o ser útil.
100
Fuentes Consultadas
Bibliográficas
▶▶ Alfonzo, I. (1994). Técnicas de Investigación Bibliográfica. Caracas: Contexto
Ediciones.
▶▶ Ander-Egg, E. (1983). Técnicas de Investigación Social., (19ª edición), Buenos
Aires – Argentina. Editorial Humanitas.
▶▶ Bunge, M. (1996). La Investigación Científica. (3ª edición). Barcelona – España.
Editorial Ariel S.A.
▶▶ Kaufman, A. M. y Rodríguez, M. E. (2001). La Escuela y los Textos. Argentina:
Santillana.
▶▶ Palella, S. y Martins, F. (2010). Metodología de la Investigación Cuantitativa. Ca-
racas: Fedupel.
▶▶ Real Academia Española (2000). Diccionario de la Lengua Española, 21°. Espa-
ña: Espasa Calpe, S. A.
▶▶ Universidad Nacional Abierta (1985). Técnicas de Documentación e Investiga-
ción. Caracas.
Electrónicas
▶▶ Dávila, Jhonny Antonio. (S/F). Lineamientos para una InvestigaciónJurídica.
Disponible:http://www.ventanalegal.com/apoyo_estudiantado/lineamien-
to_investigacion.htm. Consultado el 20 de junio de 2010.
101
102
Principio de Proporcionalidad y Derecho Penal
Resumen
ABSTRACT
Keywords: social and democratic State of Law, Criminal Law, Judges, Weight,
Motivation.
103
Introducción
Como punto de partida, debemos señalar que el modelo de
Estado cristalizado en el artículo 2 de la Constitución de la Repú-
blica Bolivariana de Venezuela (democrático y social de Derecho y
de Justicia), tiene como una de sus exigencias el sometimiento del
poder punitivo del Estado (o ius puniendi) a una serie de límites, los
cuales se derivan de los valores axiológicos que dicho modelo de Es-
tado propugna. El fundamento de esta afirmación estriba, en que el
poder penal no es absoluto, sino que, por el contrario, amerita lími-
tes a su actuación (Serrano-Piedecasas, 2005: 133).
De lo anterior se deduce, que los límites a la intervención
penal vienen dados por un cuerpo normativo con el cual existe
una vinculación jurídica esencial, a saber, la Constitución (Se-
rrano-Piedecasas, 2005:136). En este sentido, debe afirmarse que
esta última contempla un verdadero programa penal, es decir,
un conjunto de principios limitadores de naturaleza político-
criminal, que fungen como marco normativo para el legislador
(Serrano-Piedecasas, 2005:135), así como para los demás órga-
nos del Poder Público.
Dentro de ese conjunto de límites, se encuentra ubicado el
Principio de Proporcionalidad, el cual será abordado en el presente
artículo desde la óptica de la Teoría de los Derechos Fundamentales.
El Principio de Proporcionalidad está vinculado, tal como lo
señala Rosales, con el Principio de Legalidad, ya que a través de este
último se diseña el abanico de conductas prohibidas y las penas que
les corresponden, con base en el grado de afectación del bien jurídi-
co; con el Principio de Culpabilidad, ya que la graduación de la pena
se efectúa según haya sido el aporte subjetivo en el injusto; y con
el Derecho Penal del acto, ya que la medida de la pena depende de
la intensidad de la contribución fáctica en la realización del injusto
típico (Rosales et al., 1996:108). Por tanto, la medida de la respues-
ta punitiva dependerá del grado del aporte objetivo y subjetivo del
sujeto en el injusto, debiendo existir entre ambos un nexo de corres-
pondencia proporcional.
105
No obstante lo anterior, debemos afirmar que el contenido del
Principio de Proporcionalidad no se agota con la idea tradicional de
proporcionalidad de la pena, ya que el concepto en sí de proporcio-
nalidad, como bien señala la citada autora venezolana, ha sufrido en
el ámbito penal una extensa ampliación en su contenido, abarcando
de esta forma a la proporcionalidad que debe existir en el acometi-
miento del delito por parte de los órganos policiales y judiciales, a la
proporcionalidad en la obtención de pruebas, en la preservación de
los investigados, etc., así como también en la propia fase de ejecu-
ción de la pena (Rosales et al., 1996:110).
En el presente artículo se examinará únicamente la forma en
que se materializa el Principio de Proporcionalidad, desde el pun-
to de vista de su concepción tradicional, que aquí denominaremos
Principio de Prohibición de Exceso, en el ámbito del Derecho Penal
sustantivo.
En este sentido, el cuerpo del presente artículo se encuen-
tra compuesto por cinco secciones fundamentales, en las cuales se
abordan diversos e importantes aspectos del Principio aquí analiza-
do. Así, la primera sección está dirigida a considerar la naturaleza y
el contenido del Principio de Proporcionalidad, concretamente, los
sub-principios de idoneidad, necesidad y proporcionalidad en sen-
tido estricto, los cuales constituyen parámetros ineludibles a la hora
de articular el juicio de proporcionalidad.
Luego, en la segunda sección, se expresan las razones que jus-
tifican la aplicación del Principio de Proporcionalidad por parte de
los jueces de la República, tanto en el ámbito de la jurisdicción cons-
titucional como en el de la jurisdicción penal ordinaria. Asimismo,
en esta sección se analizan las implicaciones de este Principio en la
actividad de los fiscales del Ministerio Público.
En la tercera sección, se examina cómo se materializa el conte-
nido del Principio de Proporcionalidad, en el proceso de individuali-
zación judicial de la pena en la sentencia condenatoria, es decir, cuáles
son los parámetros y reglas que debe seguir el juez, a fin de escoger una
pena proporcionada, tanto en el aspecto cualitativo como cuantitativo.
106
En la cuarta y última sección, se expondrán las correspon-
dientes conclusiones a las cuales se ha arribado en esta investigación.
110
En efecto, el sub-principio de necesidad guarda correspon-
dencia con el Principio de Mínima Intervención del Derecho Penal,
según el cual éste debe ser la última ratio de la política criminal. Con
base en ello, resulta válido afirmar que la pena será necesaria cuando
no pueda conseguirse el fin de la prohibición (tutela de los bienes
jurídicos de los ciudadanos) a través de medios menos dañinos y
graves (Velásquez, 2002:37).
En tercer lugar, el sub-principio de proporcionalidad en sen-
tido estricto, también denominado Principio de Ponderación, exi-
ge que toda limitación idónea y necesaria de un derecho, supere
el test de las ventajas y sacrificios, restringiéndose el derecho fun-
damental cuando las ventajas obtenidas con ella sean superiores a
los sacrificios3, en el marco de los valores constitucionales (De Asís,
2005:112). En otras palabras, la medida restrictiva adoptada debe
estar justificada por la protección de un bien jurídico que es tanto
o más importante que afectado (Espinoza, 2006:42). En el Derecho
Penal, esto significa la realización de una ponderación conjunta de
la gravedad del hecho, del objeto de tutela y la consecuencia jurídica
(pena) (Carbonell, 1999:210).
Así, según este tercer sub-principio, la proporcionalidad debe
ser determinada mediante la realización de un juicio de pondera-
ción entre la carga coactiva de la pena y las finalidades que se buscan
a través de la conminación penal, de forma que de tal ponderación
pueda apreciarse si la medida adoptada (reacción punitiva) resulta
proporcional respecto al fin de defensa o tutela del bien jurídico. De
este modo, la individualización de la pena deberá tener en cuenta la
gravedad del injusto, la medida de la culpabilidad del agente, y las
finalidades de prevención (Velásquez, 2002: 37).
Los criterios antes descritos configuran las bases para la rea-
lización del juicio de proporcionalidad, y son referentes imprescin-
111
dibles al momento de la determinación legal de la pena, así como
también en su individualización por parte del juez. Para una mayor
claridad, debe diferenciarse la determinación legal de la pena de la
individualización judicial de la pena. La primera le corresponde al
legislador, y consiste en el proceso de concreción en la ley penal, de
las consecuencias jurídicas que corresponden al infractor de aquélla,
fijándose en este proceso la pena abstracta que corresponde al he-
cho punible cometido (Demetrio, 1999:43). Por su parte, la segunda
constituye una actividad propia del juez, y se traduce en la elección
de la pena adecuada al caso concreto, dentro del marco establecido
por el legislador (Demetrio, 1999:42).
Nadie podrá ser condenado sin un juicio previo, oral y público, reali-
zado sin dilaciones indebidas, ante un juez o tribunal imparcial, con-
forme a las disposiciones de este Código y con salvaguarda de todos
los derechos y garantías del debido proceso, consagrados en la Cons-
titución de la República, las leyes, los tratados, convenios y acuerdos
internacionales suscritos por la República.
115
De las anteriores consideraciones se deriva la necesidad de
que exista una sentencia judicial de condena firme, a fin de poder
imponer la sanción penal a quien haya sido declarado responsable
de la comisión de un hecho punible (Maier, 2004:478), de allí que
la sentencia condenatoria posea un carácter constitutivo, en lo que
se refiere a la determinación e imposición de la pena, ya que ésta
implica la creación de una nueva situación jurídica para la persona a
la cual le ha sido impuesta; y un carácter declarativo, ello en virtud de
que para la imposición de la sanción, debe previamente construirse
y declararse la culpabilidad del acusado, a través de la comprobación
de los requisitos que la ley penal exige para la imposición de la pena
(Maier, 2004:478).
A los efectos de esta investigación, interesa únicamente el ca-
rácter constitutivo de la sentencia, el cual arropa el proceso de in-
dividualización de la consecuencia jurídica punitiva. Sobre dicho
proceso, se advierte que constituye un problema asociado en gran
medida a la cuestión de los espacios de discrecionalidad asignados a
la función judicial (Ferrajoli, 1998: 402).
Es el caso, que al momento de fijar la consecuencia jurídica
en la cual debe desembocar la solución del caso, el juez cuenta con
amplios márgenes de actuación más o menos sustanciosos que le
ha confiado el propio legislador (Igartua, 2003:188). En efecto, tales
márgenes de libertad son en cierta medida plausibles, tanto por mo-
tivos de confianza profesional (los jueces se encuentran capacitados
para elegir la mejor solución jurídica al caso), así como también por
razones técnicas (si se proscribe cualquier margen en la escogencia
de la solución, no es posible asegurar una buena solución al caso)
(Igartua, 2003:188).
Así, la elección de la dosis punitiva forma parte del denomi-
nado poder judicial de connotación, que comprende la facultad de
los jueces de determinar la cantidad de la pena, así como también
su calidad (Ferrajoli, 1998:408). No obstante, debe aclararse que en
virtud del Principio de Reserva Legal, el establecimiento de la pena
que corresponde a cada delito es tarea del legislador, mientras que
116
la determinación del quantum de la misma en el caso concreto le
corresponde al juez.
Así, por ejemplo, al delito de hurto simple contemplado en
el artículo 451 del Código Penal tiene asignada una pena de prisión
de uno a cinco años, no pudiendo el juez aplicar una pena cualita-
tivamente distinta (por ejemplo, el confinamiento), pero sí graduar
la cuantía de la misma dentro de los límites que dicha norma con-
templa. En este caso no hay problema alguno, ya que el poder de
connotación sólo se circunscribirá a la determinación de la cantidad
de la pena.
Pero en los casos en que la ley penal fije alternativamente dos
clases de pena para el hecho punible, el poder judicial de connotación
podrá ejercerse plenamente, así, por ejemplo, en el delito de lesiones
culposas previsto en el numeral 1 del artículo 420 del Código Penal,
el legislador ha dispuesto para dicho delito una pena de arresto, así
como una pena de multa, ambas alternativas. En este caso, el órgano
jurisdiccional no sólo podrá determinar el quantum de la sanción
(cantidad de la pena), sino que también podrá aplicar el tipo de san-
ción (arresto o multa).
Ahora bien, tal discrecionalidad en este específico campo
de la actividad judicial, de ninguna forma puede ser confundir-
se con arbitrariedad. De esta forma, si bien el juez cuenta con
cierto margen de libertad al momento de seleccionar la sanción,
tal elección debe sustentarse en una necesaria motivación, ello
por exigencia del derecho a la tutela judicial efectiva (que tam-
bién arropa a la individualización de la pena en la sentencia), y
además porque la sentencia condenatoria, y concretamente, la
imposición de la sanción, acarrea la limitación de un derecho
fundamental, a saber, la libertad personal (ello en el caso de las
penas privativas de libertad); de allí entonces que si la elección
de la pena careciera de motivación, el arbitrio judicial degenera-
ría en arbitrariedad (Igartua, 2003: 189). Por esto es que un gran
sector de la doctrina habla en este caso de una discrecionalidad
jurídicamente vinculada.
117
En tal sentido, la imposición de la pena no puede ser lleva-
da a cabo así, sin más, todo lo contrario, la sentencia que contenga
la orden de aplicar la sanción a la persona declarada culpable debe
expresar en su texto, tanto las razones que justifican la declaratoria
de culpabilidad, así como también el por qué debe aplicarse la dosis
punitiva que el órgano jurisdiccional ha estimado como correcta.
Estas exigencias se deducen de la interpretación del artículo 364 del
Código Orgánico Procesal Penal, el cual dispone lo siguiente: “Artí-
culo 364. Requisitos de la sentencia. La sentencia contendrá: (…)
4º. La exposición concisa de sus fundamentos de hecho y de
derecho…”
Esta tesis ha sido acogida por la Sala de Casación Penal del
Tribunal Supremo de Justicia en su Sentencia Nº 381, del 22 de julio
de 2008, en la cual se estableció lo siguiente:
…En principio, conforme a los artículos 173 y 364, (numeral 4) del
Código Orgánico Procesal Penal, corresponde al juez determinar el ra-
zonamiento lógico y jurídico que motiva la decisión judicial, de la cual
forma parte la determinación de la pena. En el caso de la imposición
del ordinal 4 del artículo (sic) 74 del Código Penal, si bien la ley per-
mite la libre apreciación o discrecionalidad del juez para determinar
aquellas circunstancias que sugieren la atenuación de la sanción, esta
(sic) no puede estar bajo completa subjetividad; por cuanto esa dis-
crecionalidad conferida, debe responder a una perspectiva ético social,
teniendo presente el principio de legalidad y la proporcionalidad de la
sanción… (Resaltado del fallo citado).
4 Sentencia 1.120, del 10 de julio de 2008. Tribunal Supremo de Justicia. Sala Cons-
titucional. Expediente 07-1167. Magistrado Ponente Francisco Antonio Carras-
quero López.
5 Ver sentencia 1.676, del 3 de agosto de 2007. Tribunal Supremo de Justicia. Sala
Constitucional. Expediente 07-0800. Magistrado Ponente Francisco Antonio Ca-
rrasquero López.
119
Código Orgánico Procesal Penal, en los numerales 2 y 10 del artícu-
lo 16 de la Ley Orgánica del Ministerio Público, así como también en
el numeral 5 del artículo 31 eiusdem.
Entonces, a través del recurso, el fiscal del Ministerio Público
podrá controlar la racionalidad del proceso de individualización de
la pena efectuado por el juez, en el sentido de cuestionar la decisión
cuando ésta no haya expresado la forma en la cual llevó a cabo tal
individualización (es decir, si estuvo motivada o no).
Aunado a ello consideramos que, por vía recursiva, el fiscal
del Ministerio Público puede incluso impugnar el contenido del
proceso de individualización de la pena, es decir, lo que se refiere a la
aplicación de los sub-principios de idoneidad, necesidad y propor-
cionalidad en sentido estricto por parte del juez.
Ahora bien, a los efectos del presente artículo, sólo nos intere-
sa la motivación de la individualización de la pena, y cómo se refleja
en aquélla el Principio de Proporcionalidad, punto éste sobre el cual
se centrarán las ideas que se expondrán a continuación.
En este sentido, convenido entonces de que el juez goza de
un margen discrecional para elegir la sanción a imponer, y que
dicha elección debe estar motivada, queda ahora por responder
la segunda de las interrogantes antes planteadas: ¿cómo debe
el juez aplicar el Principio de Proporcionalidad en la sentencia
condenatoria?
Para construir una respuesta racional a esta pregunta, consi-
deramos válido echar mano del criterio aportado por Igartua, quien
señala que para la estructuración del razonamiento técnico judicial a
través del cual se determina la pena aplicable al caso concreto, deben
cumplirse tres etapas o fases (Igartua, 2003:200), las cuales tienen un
orden lógico que debe guiar su implementación. Tales fases son las
siguientes:
1. La determinación de los fines de la pena.
2. La determinación de los factores de individualización.
3. La traducción de los anteriores criterios en una cantidad
puntual de pena.
120
La fase de determinación de los fines de la pena, implica que
el órgano jurisdiccional revise cuáles son los fines que tiene asignada la
pena, y que básicamente pueden ser resumidos en tres teorías: la Teoría
de la Retribución (la pena tiende a materializar una retribución exigi-
da por la justicia, es una retribución por un mal hecho previamente);
la Teoría de la Prevención General (el fin de la pena es la prevención
frente a la colectividad, es decir, enviar un mensaje al colectivo para
evitar que en su seno surjan delincuentes); y la Teoría de la Prevención
Especial (el fin de la pena es la resocialización de la persona).
En esta investigación consideramos que según el modelo de
Estado consagrado en el artículo 2 de la Constitución de la Repú-
blica Bolivariana de Venezuela, el fin que persigue la pena es, fun-
damentalmente, la prevención de delitos con miras a proteger los
bienes jurídicos de los ciudadanos (no desviados)6, y asegurando así
su bienestar y sus libertades, claro está, sin olvidar que los desvia-
dos también deben ser protegidos, ya no de las agresiones de otros
miembros de la sociedad, sino de la arbitrariedad que puede aca-
rrear la respuesta punitiva estatal.
En cuanto a la fase de determinación de los factores de in-
dividualización, debemos afirmar que ésta comprende, a su vez, la
valoración por el juez de dos elementos básicos, el primero de ellos,
la gravedad del hecho cometido, y en segundo lugar, las circunstancias
personales del sujeto, debiendo tener todos ellos un debido respaldo
empírico, claro está.
Sobre este particular, resulta pertinente invocar la Sentencia
Nº 812 del 11 de mayo de 2005, dictada por la Sala Constitucional
del Tribunal Supremo de Justicia, en la cual se estableció lo siguiente:
…La pena es la sanción penal que se aplica a una persona cuando
procesalmente se ha demostrado que realizó una conducta típica, an-
tijurídica y culpable. Consiste en la privación o restricción de ciertos
derechos del transgresor, libertad o bienes, por ejemplo; debe estar es-
6 Sentencia 915, del 20 de mayo de 2005. Tribunal Supremo de Justicia. Sala Cons-
titucional. Expediente 04-2186. Magistrado Ponente Francisco Antonio Carras-
quero López. No obstante, nuestra Constitución también reconoce que una de
las finalidades de la pena es la resocialización, tal como lo dispone aquélla en su
artículo 272.
121
tablecida en la ley –principio de legalidad de la pena- y ser impuesta
dentro de los límites fijados por la misma.
La regla general es la que la pena debe ser proporcional al grado de
culpabilidad, al daño causado, a la gravedad del acto y a las circuns-
tancias del hecho y del autor… (Resaltado del presente artículo).
122
cuencia punitiva individualizada, a la luz de las valoraciones que
haya realizado en las dos primeras fases. Esta tercera fase comporta
un juicio de ponderación en el que intervienen los sub-principios
de idoneidad, necesidad y proporcionalidad en sentido estricto, así
como también el Principio de Igualdad.
En este sentido, con el sub-principio de idoneidad se evita-
ría en el caso concreto una sanción cuantitativamente inadecuada,
por exceso o por defecto, a las necesidades de prevención (Lopera,
2006:229). Con el sub-principio de necesidad, se evitaría que una
medida innecesaria para la tutela de un bien jurídico, sea implemen-
tada en el caso concreto. Por ejemplo, que ante un conflicto que pue-
da ser solucionado a través de una medida menos lesiva que la pena
privativa de libertad, el juez prefiera aplicar esta última. En este últi-
mo caso, la pena privativa de libertad es idónea, pero no necesaria, ya
que existe una medida menos lesiva que ella para solucionar el caso8.
Por último, con el sub-principio de proporcionalidad en sentido
estricto, se evita que el juez imponga una pena que no sea razonable
según el balance coste-beneficio (Igartua, 2003:201), como sería, por
ejemplo, que una persona que ha dado muerte de forma culposa a
un descendiente suyo en un accidente de tránsito, y haya sufrido un
grave daño psíquico a raíz del mismo9. En este ejemplo sería cla-
ramente desproporcionada la aplicación de una pena corporal, ya
que el coste (el daño adicional que la sanción penal ocasiona a esa
persona, ya de por sí afectada gravemente por el hecho) sería mayor
que el beneficio (necesidad de prevención).
Igualmente, esta tercera fase de la justificación de la conse-
cuencia jurídica, también exige la intervención del Principio de
Igualdad. Así, según este Principio, estaría proscrito que se pueda
elevar una pena por razones coyunturales, o que sea aplicarla de
forma desigual a sujetos que se encuentren en situaciones idénticas
8 Aquí también entra en juego el principio de mínima intervención del Derecho
Penal, y concretamente el carácter de última ratio de éste.
9 Un caso que guarda afinidad con este tercer sub principio, es el contemplado en
el numeral 3 del artículo 37 del Código Orgánico Procesal Penal, aun y cuando
éste último se refiera a una oportunidad procesal anterior a la sentencia.
123
(Igartua, 2003:201). Las implicaciones de este Principio en la moti-
vación de la Sentencia son considerables, ya que en virtud del mis-
mo el juez está obligado, por ejemplo, cuando hayan varios acusados
por un mismo delito, a exponer las razones por las cuales administra
una sanción diferente para cada uno de ellos (por ejemplo, la pena
del autor no puede ser igual a la del cómplice simple).
124
Conclusiones
a. El principio de proporcionalidad constituye uno de los pi-
lares fundamentales de un Derecho Penal democrático, al
fungir como un límite a la actividad punitiva estatal, que
neutraliza reacciones punitivas excesivas, desmesuradas y
arbitrarias.
b. El contenido del Principio de Proporcionalidad se articula
a través de tres (3) sub-principios fundamentales, a saber,
el Principio de Idoneidad, según el cual no será legítima
una pena que carezca de utilidad para alcanzar los fines a
ella asignados; el sub-principio de necesidad, según el cual
la pena será legítima únicamente cuando los mecanismos
menos lesivos sean insuficientes; y el sub-principio de
proporcionalidad en sentido estricto, en virtud del cual la
pena será legítima cuando los beneficios que se obtengan
con ella, sean mayores que su costo social.
c. El Principio de Proporcionalidad informa a la actividad
legislativa, ya que el legislador deberá respetar en todo
momento el contenido de este Principio, al establecer
las penas en las respectivas leyes. Asimismo, este Princi-
pio también está dirigido al juez. En este último caso, el
Principio aquí analizado cobra especial vigencia, ya que le
otorga a aquél una serie de parámetros orientadores para
la escogencia de la pena (tanto a nivel cualitativo como a
nivel cuantitativo).
d. Los jueces tienen el deber de expresar en sus sentencias el
proceso de individualización de la pena, es decir, deben
expresar, las razones que justifican la individualización de
la pena que pretende imponer.
e. Asimismo, en el proceso de individualización judicial de
la pena implica los siguientes pasos o etapas: 1.- La deter-
minación de los fines de la pena; 2.- La determinación de
los factores de individualización; y 3.- La traducción de
los anteriores criterios en una cantidad puntual de pena.
125
f. En la tercera etapa del proceso de individualización judi-
cial de la pena, entran en juego los sub-principios de ido-
neidad, necesidad y proporcionalidad en sentido estricto,
así como también el Principio de Igualdad.
126
FUENTES CONSULTADAS
Bibliográficas
▶▶ Bacigalupo, Enrique (2002). Justicia Penal y Derechos Fundamentales. Editorial
Marcial Pons. Madrid-Barcelona.
▶▶ Baratta, Alessandro (2004). Criminología y Sistema Penal. Editorial BdeF. Bue-
nos Aires-Montevideo.
▶▶ Beccaria, Cesare (2006). De los Delitos y las Penas. Serie Biblioteca de Filosofía.
Editorial Folio, S.A. Madrid.
▶▶ Bernal Pulido, Carlos (2005). El Principio de Proporcionalidad y los Derechos Fun-
damentales. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Madrid.
▶▶ Binder, Alberto (2002). Introducción al Derecho Procesal Penal. Segunda edi-
ción. Editorial ad-hoc. Buenos Aires.
▶▶ Carbonell Mateu, Juan (1999). Derecho Penal: Concepto y Principios Constitu-
cionales. Tercera edición. Editorial tirant lo Blanch. Valencia.
▶▶ Demetrio, Eduardo (1999). Prevención General e Individualización Judicial de la
Pena. Ediciones Universidad de Salamanca. Salamanca.
▶▶ Donini, Massimo (2005). Jueces y Democracia. El Papel de la Magistratura y De-
mocracia Penal. El Uso Judicial del Derecho Penal de los Principios. Anuario de
Derecho Penal y Ciencias Penales. Tomo LVIII. Fascículo II. Mayo - agosto 2005.
Ministerio de Justicia - Ministerio de la Presidencia. Madrid.
▶▶ Espinoza Rausseo, Alexander (2006). Principios de Derecho Constitucional. Ins-
tituto de Estudios Constitucionales, Caracas.
▶▶ Ferrajoli, Luigi (1998). Derecho y Razón. Editorial Trotta. Madrid.
▶▶ Igartua Salaverría, Juan (2003). La Motivación de las Sentencias, Imperativo
Constitucional. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Madrid.
▶▶ Platón (1999). Diálogos. Libro IX. Editorial Gredos. Madrid.
▶▶ Lopera Mesa, Gloria (2006). Principio de Proporcionalidad y Ley Penal. Centro
de Estudios Políticos y Constitucionales. Madrid.
▶▶ Maier, Julio (2004). Tratado de Derecho Procesal Penal. Tomo I. Editores del
Puerto. Buenos Aires.
▶▶ Mir Puig, Santiago (1998). Derecho Penal. Parte General. Editorial Reppertor.
Quinta edición. Barcelona.
▶▶ Montesquieu, Charles Louis (1998). Del Espíritu de las Leyes. Editorial Porrúa.
México.
▶▶ Rosales, Elsie et al. (1996). Constitución, Principios y Garantías Penales. Univer-
sidad Central de Venezuela. Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Instituto
de Ciencias Penales. Caracas.
127
▶▶ Serrano-Piedecasas, José (2005). Conocimiento Científico y Fundamentos del
Derecho Penal. Editorial Jurídica Gustavo Ibáñez. Bogotá. 2005.
▶▶ Velásquez, Fernando (2002). Manual de Derecho Penal. Parte General. Editorial
Temis. Bogotá.
▶▶ Zaffaroni, Eugenio (2005). Manual de Derecho Penal. Parte General. Editorial
Ediar. Buenos Aires.
▶▶ Zaffaroni, Eugenio (2009): Hacia dónde va el Poder Punitivo. Universidad de
Medellín.
Jurisprudenciales
▶▶ Sentencia 812, del 11 de mayo de 2005. Tribunal Supremo de Justicia. Sala
Constitucional. Expediente 04-2961. Magistrado Ponente Jesús Eduardo Ca-
brera Romero.
▶▶ Sentencia 915, del 20 de mayo de 2005. Tribunal Supremo de Justicia. Sala
Constitucional. Expediente 04-2186. Magistrado Ponente Francisco Antonio
Carrasquero López.
▶▶ Sentencia 1.676, del 3 de agosto de 2007. Tribunal Supremo de Justicia. Sala
Constitucional. Expediente 07-0800. Magistrado Ponente Francisco Antonio
Carrasquero López.
▶▶ Sentencia 1.120, del 10 de julio de 2008. Tribunal Supremo de Justicia. Sala
Constitucional. Expediente 07-1167. Magistrado Ponente Francisco Antonio
Carrasquero López.
▶▶ Sentencia 381, del 22 de julio de 2008. Tribunal Supremo de Justicia. Sala
de Casación Penal. Expediente C08-132. Magistrado Ponente Eladio Ramón
Aponte Aponte.
Legislativas
▶▶ Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Gaceta Oficial Nº
5.908, Extraordinario, del 19 de febrero de 2009.
▶▶ Código Orgánico Procesal Penal. Gaceta Oficial Nº 5.930, Extraordinario, del 4
de septiembre de 2009.
▶▶ Código Penal. Gaceta Oficial Nº 5.768, Extraordinario, del 13 de abril de 2005.
128
Fiscalías Municipales: hacia el desarrollo
de un Modelo de Gestión Judicial
más cercano al ciudadano
Denis Ochoa
RESUMEN
129
ABSTRACT
Presentación
La presente exploración pretende abordar el desarrollo del
Proyecto de las Fiscalías Municipales, en cuanto a la visión institu-
cional y social así como sus posibles aportes a la política anticriminal
que ha impulsado el Ministerio Público. Con el desarrollo de estos
nuevos despachos fiscales, se trata de hacer consideraciones cuali-
tativas en esta primera parte y sentar las bases para un estudio más
profundo que pueda abordar datos cuantitativos del impacto de este
Proyecto, en aras de determinar una visión global de su repercusión
en las localidades donde hacen vida.
El propósito es lograr obtener una visión integral de los pro-
cesos que se han generado con la creación de estos despachos, así
como la importancia de su desarrollo y expansión como política
institucional, y su incidencia en la consolidación del principio
constitucional de un Estado Democrático y Social de Derecho y
de Justicia.
Marco Legal
La creación de las fiscalías municipales tiene un marco nor-
mativo que se encuentra fundamentado en los artículos 55 y 56 de
la Ley Orgánica del Ministerio Público; artículo 10, parágrafos 1 y 4
y Principios de Protección del Estado, de la Ley Orgánica del Poder
Ciudadano, y en los artículos 5, 55, 62, 132, 158 y 184 parágrafos 2,
6 y 7 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela
fundamentados en la participación protagónica, descentralización
del poder a la población y principio de corresponsabilidad de la
gestión pública.
La Ley Orgánica del Ministerio Público (2007), señala en su
artículo 55:
131
…Las Fiscalías del Ministerio Público a Nivel Municipal son aque-
llas cuya competencia territorial esté atribuida a uno o más Muni-
cipios. Estarán adscritas a la Fiscalía Superior de la Circunscripción
Judicial en donde estén ubicados el o los Municipios cuya compe-
tencia le corresponda.
Los Fiscales o las Fiscales del Ministerio Público a Nivel Municipal ten-
drán algunas de las siguientes atribuciones, según le sean asignadas por
el fiscal o la Fiscal General de la República:
…Ejercer la acción penal en los casos de faltas y delitos cuyas penas no
excedan de tres años en un límite máximo, cometidos en el Municipio
dentro del cual puedan ejercer sus atribuciones.
Velar por el debido proceso y la protección de los derechos humanos y
garantías constitucionales en todo lo relacionado con el ámbito muni-
cipal y la vida local…
Aspectos sociales
Describir y analizar el contexto que observan los ciudadanos
y ciudadanas en su cotidianidad y que los hace percibirse como suje-
tos de amenazas para su seguridad personal, jurídica o patrimonial,
ha sido objeto de variados estudios dentro de las ramas jurídicas,
sociales y criminológicas. Atacar el problema y las estrategias que
desde el Estado, los actores sociales y la ciudadanía han emprendido
para enfrentarlo, también ha sido motivo de amplias investigaciones.
No obstante, si hubiera que sintetizar la percepción del ciudadano
común, podría resumirse que en su apreciación y atención mediante
la experiencia propia o influido por los medios de comunicación, se
diría que sus quejas se basan en aspectos como que no se detiene al
infractor y, que en la mayoría de los casos espera que de ser detenido
fuese privado de libertad de forma inmediata; esta persona observa
la falta de castigo, que a su juicio deviene en un acto de omisión o
negligencia por parte de la justicia. Por otra parte, el ciudadano y
ciudadana observan que en la sociedad se dan las condiciones para
la comisión de delitos y violaciones a los derechos humanos por par-
te del Estado, que puede derivarse del hecho hipotético de que en
el conjunto de instituciones, los hábitos o creencias perpetúan las
injusticias; lo cual se traduce en que finalmente se consolida la per-
cepción general de que se haga lo que se haga, los agresores nunca
van a ser procesados, enjuiciados y castigados, matriz que induce al
miedo colectivo, la inmovilización y muchas veces a la apatía que se
va apoderando de la sociedad.
Frente a la caracterización de este problema, el papel de las
Instituciones del Estado debe ser profundamente analizado, al con-
siderar que la impunidad erosiona la confianza en las mismas y obs-
taculiza el accionar común de la ciudadanía. El Ministerio Público
133
consciente del importante rol que tiene como órgano del poder ciu-
dadano y como actor del Sistema de Justica, ha impulsado estrate-
gias de gestión orientadas a la necesidad de combatir la impunidad
y de instrumentar mejores formas de relacionamiento con el ciuda-
dano, enmarcadas en la construcción afirmativa de un Estado De-
mocrático y Social de Derecho y de Justicia, establecido en nuestra
Constitución vigente.
Esta labor ha de construirse con instituciones fortalecidas,
pero sobre todo con funcionarios y servidores públicos con altas
capacidades de aplicar sus conocimientos jurídicos y experiencias
profesionales tanto a sus prácticas habituales, como en sus prácticas
sociales. En este orden, destaca la experiencia de la Fiscalía Barriales
por parte del Ministerio Público de la República del Paraguay, la cual
concibe como un reto la formación de funcionarios con alta sensibi-
lidad social. Así lo refiere el Dr. Sosa García (2007):
La necesidad de capacitar y concienciar al funcionario fiscal en el trato
con sensibilidad social al ciudadano. El cambio en el ambiente de trabajo
del funcionario del Ministerio Público fue un factor importante a consi-
derar. El funcionario quien desarrollaba sus labores desde la sede central
de la Institución, con la creación de las Fiscalías Barriales, debía estar
capacitado a manejar de manera más próxima y directa, las realidades
sociales y particularidades propias de cada barrio de la ciudad. También,
surgió la necesidad de generar un mayor compromiso de los funciona-
rios, para brindar unos servicios de marcada sensibilidad social.
135
del territorio nacional, mediante el diseño de estrategias
que promuevan la orientación, capacitación, resolución de
conflictos, y prevención de los delitos y faltas como medio
para contribuir a la reducción de la impunidad.
• Proyectar la nueva imagen del Servidor Público con capa-
cidad, compromiso y sensibilidad social, realizando una
gestión eficiente y eficaz inspirada en los valores institu-
cionales y con apego a los principios de ética establecidos
en la función pública.
• Coadyuvar con los demás órganos del sector público en la
generación de políticas que fortalezcan el estado de dere-
cho, la prevención del delito, la seguridad ciudadana y la
resolución alternativa de conflictos.
Área Fiscal
• Recepcionar todo tipo de denuncias: Lo que implica la
práctica inmediata y urgente de las diligencias en todos los
casos recibidos (orden de medicaturas forenses, reconoci-
mientos y avalúos tanto reales como prudenciales, entre
otros, atendiendo al caso en particular).
• Las denuncias antes referidas deben estar limitadas a un
ámbito territorial determinado (competencias por territo-
rio) se sugiere que sea en determinadas parroquias (aten-
diendo al piloto del Área Metropolitana de Caracas (AMC).
• Recepción de denuncias e instrucción del expediente en
materia de violencia de género conforme a lo previsto en
los artículos 72 y 96 de la Ley Especial. Con posterior re-
misión a la fiscalía superior para su envió a las fiscalías es-
pecializadas en el área.
• Desestimaciones: Cuando las mismas sean procedentes
conforme a las normas del artículo 301 del Código Orgá-
nico Procesal Penal, y en relación a todos los casos recep-
cionados en dichas dependencias.
• Actividad mínima de investigación: Que involucrarían las
causas que serían objeto de un eventual Archivo Fiscal en
las unidades de Descongestionamiento de Causas adscri-
tas a la fiscalía superior (se sugieren los temas que haya
iniciado el proyecto piloto del AMC, tales como robos en
las modalidad de arrebatón, hurtos simples, entre otros).
137
• Tanto las denuncias recepcionadas como los casos ingre-
sados que serían objeto de desestimación o archivos fisca-
les, deben computarse para establecer un compendio de
causas en cada dependencia (funcionamiento ordinario de
cualquier despacho fiscal).
• Debe funcionar bajo el concepto de una fiscalía de guardia
en sede de carácter permanente, lo que implica la rotación
y asignación de las guardias preferiblemente por la fiscalía
superior y con la supervisión constante del fiscal principal
del Despacho.
• Integración de todas las herramientas y estrategias (forma-
tos y criterios) elaborados para el resto de las fiscalías del
Ministerio Público.
• Desarrollar protocolos de adecuación con los representan-
tes de policías presentes en el municipio y /o parroquia.
Área Social
• Instalación de sistema de registro y control de atención al
ciudadano.
• Articular con las fuerzas vivas presentes en los municipios
y parroquias abordadas.
• Coadyuvar con la oficina de Orientación al Ciudadano y
la unidad de Atención a la Víctima en el cumplimiento de
sus atribuciones.
• Organizar directorios de instituciones públicas y privadas,
objetivos y funciones.
• Elaborar cronogramas de talleres y charlas de formación
e información, conjuntamente con la unidad de Atención
a la Víctima, las direcciones del Despacho, comunidades
organizadas, medios alternativos y demás organismos con
competencia en el área.
• Elaborar material divulgativo y de orientación.
• Coordinar la articulación con las redes de inteligencia so-
cial instaladas en las diferentes comunidades.
138
En cada una de estas instancias del Ministerio Público se en-
cuentran profesionales del área legal y social, el primero brinda ase-
soría jurídica y tramita las denuncias, el segundo brinda la atención
oportuna y la orientación necesaria que requiera la colectividad.
La duración estimada para la ejecución de este Proyecto que
se inició en mayo de 2008, es de siete años, estimando su implemen-
tación parcial para diciembre de 2014.
Cuando se proyectó se esperaba que los organismos vincu-
lados fueran las gobernaciones, Metro de Caracas; IAFE; Pdvsa;
Corpovargas; CVG; empresas de servicio; Fudeco; cuerpos policia-
les; órganos jurisdiccionales; Defensoría del Pueblo y Fogade, entre
otros.
Este proyecto fue concebido con el propósito de ejecutar una
política corresponsable de combate a la criminalidad, orientada a la
disminución gradual de los delitos, apuntando a que esta situación
no puede ser abordada desde una perspectiva jurídica estrecha, sino
con la convocatoria de los principales interesados, como son los ciu-
dadanos en convergencia con los órganos del Estado.
140
Principales innovaciones
La Fiscal General doctora Luisa Ortega Díaz, como máxima
autoridad del Ministerio Público y como propulsora y directora del
Proyecto de Fiscalías Municipales, ha señalado la importancia de las
mismas, al contar con recursos humanos conformados por un fis-
cal principal, tres auxiliares y trabajadores sociales. Estos recursos
son necesarios para manejar incluso hasta 150 delitos menores que
prevén sanciones de un máximo de tres años de cárcel, los cuales en
su mayoría son considerados insignificantes y no eran denunciados.
Por ello se hace necesario incentivar a las personas a denunciar y es
allí donde las fiscalías municipales juegan un papel importante den-
tro de las comunidades.
La Fiscal General, al presentar este nuevo Proyecto de Fisca-
lías Municipales, ha señalado lo siguiente:
…Estas fiscalías no solo cumplirán un papel sancionador sino también
de asesoramiento y prevención mediante la realización de talleres, es-
pecialmente en lo que refiere a drogas, violencia contra la mujer y con-
vivencia ciudadana, entendiendo que existe una corresponsabilidad
con las comunidades…
146
delitos mayores, sino mediante delitos y faltas menores. Conocer
quiénes están involucrados, así como sus copartícipes permite un
seguimiento criminalístico de estos sujetos cuando pasan a una se-
gunda etapa del delito.
Por otra parte, una data de este alcance para el Ministerio Pú-
blico, municipio por municipio de quiénes son los que están incursos
en actos delictuales primarios, su ubicación y su familia o entorno
circundante, probablemente permita que puedan ser localizados y
detectados por la justicia, cuando son buscados por un delito, ya que
hay una red de información, desde un estado delictual embrionario.
Consideraciones finales
Durante el lapso de su implantación, las fiscalías municipales
han orientado sus esfuerzos a fortalecer y consolidar los vínculos en-
tre el Ministerio Público y la comunidad en general a través de sus
organizaciones y de las instituciones que hacen vida en el municipio
o parroquia, en sintonía de la nueva visión de Estado prevista en la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Estas ins-
tancias contribuyen progresivamente al fortalecimiento de las orga-
nizaciones sociales presentes en los municipios de todo el territorio
nacional, a través de la participación protagónica, enfocada en este
caso, en la detección de situaciones delictivas e impulsando la pre-
vención, como elemento eficaz y eficiente para minimizar el delito.
Este proceso forma parte de la modernización de la Institu-
ción, lo cual amerita el diseño y montaje de las bases necesarias para
lograr el cumplimiento cabal de sus atribuciones, en el marco de un
sistema que garantice el respeto de los deberes y derechos de todos
los ciudadanos, generando así una atmósfera de seguridad jurídica
que repercuta directamente en el desarrollo del país, mediante ese
acercamiento directo de la Institución a los diversos municipios del
país y por ende a los ciudadanos y ciudadanas.
Lograr incidir en los aspectos anteriores significa incrementar
la credibilidad y confianza en el Ministerio Público; fijar políticas
anti-criminales en el marco de las competencias que tiene atribui-
147
das la Institución; lograr una óptima aplicación de la justicia; actuar
de forma concertada con los distintos actores públicos, dar una res-
puesta oportuna al ciudadano, y lo que es más importante contribuir
al fortalecimiento del Estado de Derecho.
Es recomendable que los fiscales municipales puedan accio-
nar en nombre de los derechos colectivos y difusos de un municipio,
o de los habitantes de ese municipio, ya que esto permitirá el estable-
cimiento de una mayor unión con la comunidad, y un mayor interés
en obtener los resarcimientos para las personas con quien ellos con-
viven dentro del municipio.
El emprender estas acciones da mayor cobertura a grupos de
personas que hasta ese momento carecían de ella, dando pie al desa-
rrollo de indemnizaciones colectivas.
Probablemente falta mucho por hacer, el camino recorrido
todavía es corto, también se han encontrado limitaciones, como son
la de adecuar este modelo de gestión judicial municipal al resto de
las instituciones del sistema, ya que todo este esfuerzo es totalmente
disipado, si no existen tribunales de faltas y delitos menores en el
ámbito municipal. La coexistencia dentro de la comunidad con los
jueces de paz, que permita al fiscal dirimir los conflictos familiares
y locales, dentro de las competencias que le son asignadas, también
debería ser una variable a ser analizada.
Asimismo, deberá fortalecerse y dar continuidad a la forma-
ción de los cuerpos policiales para hacer valer los derechos huma-
nos de los ciudadanos y ciudadanas que tiene el deber de proteger;
como lograr mayor presencia y eficiencia institucional de otros entes
gubernamentales que hacen vida en el municipio. En este orden, se-
rán las comunidades y su percepción sobre los cambios manifiestos
sobre la eficiencia de la institucionalidad, como de su seguridad ciu-
dadana, que revelaran que el camino trazado hay que continuarlo.
148
Fuentes consultadas
▶▶ Asamblea Nacional. Código Orgánico Procesal Penal, Gaceta Oficial N° 5.930
de fecha 04/09/2009.
▶▶ Comisión Nacional para la Reforma Policial Conarepol (2007). Cuerpo de In-
vestigaciones Científicas Penales y Criminalísticas para un Estado democráti-
co en La Policía Venezolana. Desarrollo Institucional y Perspectiva de Reforma
al inicio del Tercer Milenio. Tomo II Caracas.
▶▶ Asamblea Nacional. Constitución de la República Bolivariana de Venezuela,
Gaceta Oficial N° 36.860 de fecha 30/12/1999.
▶▶ Informes de Gestión de las Fiscalías Municipales 2011.
▶▶ Instituto Interamericano de Derechos Humanos IIDH 2007. La Impunidad
como Crimen de Lesa Humanidad en Atención Integral a Víctimas de Tortura
en procesos de Litigio. Aportes Psicosociales. San José de Costa Rica.
▶▶ Asamblea Nacional. Ley Orgánica del Ministerio Público, Gaceta Oficial Nº
38.647 de fecha 19/03/2007.
▶▶ Ministerio Público (2008). Proyecto de Fiscalías Municipales.
▶▶ Sosa García, Jorge A (2007): Fiscalías Barriales. Experiencia del Ministerio
Público en la República de Paraguay. Conferencia dictada durante la II Reu-
nión Regional para Latinoamérica de la Asociación Internacional de Fiscales.
Experiencias de innovación en los Ministerios Públicos del 11 al 13 de julio
de 2007. República Bolivariana de Venezuela, Porlamar. En la página http: //
acienpol.msinfo.info, consultada en agosto 2010.
149
150
El Debate Jurídico Penal del Dolo Eventual
en la Jurisprudencia Venezolana
Evelinda Arraiz
RESUMEN
El presente ensayo, es producto del análisis efectuado dentro
de un diseño de investigación documental, apoyada en la revisión
bibliográfica del tema que nos ocupa, y de la jurisprudencia nacional,
así como la de Derecho Comparado, y en la experiencia de la auto-
ra, como Juez Superior Penal jubilada, que particularmente, tuvo la
oportunidad de dictar una decisión, en orden a las conceptualizacio-
nes del dolo eventual. Además se realiza un análisis detallado de la
Sentencia vinculante emanada de la Sala Constitucional del Tribunal
Supremo de Justicia en el año 2011, atinente a la materia. Con ello se
pretende alcanzar una visión clara y adecuada del tema, que permita
una comprensión sencilla para todos aquellos operadores de Justi-
cia, en atención a los criterios últimos emanados del Máximo Ente
Judicial en materia constitucional.
ABSTRACT
The present essay, is a product of the analysis carried out in a de-
sign of documentary research, supported by the literature review of the
issue before us, and national jurisprudence, as well as that of comparati-
ve law, and the experience of the author, as a retired criminal chief judge
who has had the opportunity to make a judgment, in order to the con-
ceptualizations of possible fraud. In addition is a detailed analysis of the
emanating binding ruling of the Constitutional Chamber of the Supreme
Court of Justice in the year 2011, relevant to the subject. It is intended to
reach a clear and adequate vision of the subject, allowing a simple un-
derstanding to all those members of the judiciary, in response to emerged
last criteria for the maximum Judicial body on constitutional matters.
151
Introducción
A través de los años, en Venezuela se han aplicado de manera
reiterada y pacífica los conceptos de dolo y culpa, dentro del esque-
ma de la Teoría del Delito Clásico, para determinar, atendiendo a las
conductas que se adecúan a los tipos penales, la calificación jurídica
que debe atribuirse a los hechos enjuiciados.
La evolución del derecho, conforme a las doctrinas moder-
nas, ha exigido del intérprete legal, la renovación de conceptos
para adecuarlos a la actualidad, y la aplicación del ordenamien-
to jurídico cónsono con la Carta Fundamental y sus principios
orientadores.
Como es bien sabido, el legislador no puede consagrar, den-
tro del catálogo de conductas delictivas, todas y cada una de las ac-
ciones u omisiones que pueden ser consideradas como delitos, y
sus consecuencias penales, pero sí, como ha sido la tradición legal
penal, en todos los tiempos ha quedado plenamente establecida la
presencia del dolo y la culpa, como únicas formas de atribución de
los hechos a las personas involucradas. Ello significa, grosso modo,
la presencia de la voluntad humana dentro de los actos a ser consi-
derados como delitos.
Pues bien, la Teoría del Delito ha experimentado una evolu-
ción desde su configuración como una teoría dogmática hasta nues-
tros días, y esta evolución ha tenido repercusión sobre el dolo, sobre
su ubicación sistemática y sobre sus elementos. Surge así, dentro del
fuero jurídico, y como avance del derecho penal moderno, las dis-
tintas concepciones de la figura del dolo, las cuales si bien habían
sido abordadas dentro de los fallos judiciales venezolanos, éstos no
contenían un análisis profundo del tema.
Desde el año 2000, dentro de la vigencia de la Carta Funda-
mental venezolana, se observan pronunciamientos del Tribunal Su-
premo de Justicia, aceptando la existencia del dolo eventual como
una de las formas teóricas contenidas dentro del concepto de dolo y
que pueden estar presentes en la conducta desplegada por el agente
involucrado en el hecho delictivo.
153
Ahora bien, es en razón de una sentencia emanada de la Sala
de Casación Penal del Tribunal Supremo de Justicia, del año 2009,
que se produce un verdadero debate jurídico penal judicial acer-
ca del dolo eventual, en virtud que este fallo estableció que no era
aplicable en Venezuela esta forma de encaminarse en la estructura
del delito. En tal virtud, ante una solicitud de Revisión Constitu-
cional, se pronuncia la Sala Constitucional del Máximo Intérprete
de la Carta Fundamental, en el año 2011, en decisión vinculante,
dictaminando que la figura del dolo eventual existía en Venezuela
desde tiempos remotos, y realizando un análisis pormenorizado de
su contenido.
Y es en base a los fallos que han emanado de los tribunales ve-
nezolanos y de otros países, de la legislación comparada y de varias
argumentaciones doctrinarias, que se muestra el presente artículo,
con el objeto de estudiar la figura del dolo eventual en los predios ju-
diciales venezolanos, de una manera didáctica, con el fin de brindar
una fácil comprensión de este tema.
A. Conceptos doctrinarios
Es importante destacar que en la actualidad los elementos del
delito deben analizarse a la luz de las teorías y doctrinas modernas.
Siguiendo a Rusconi, conforme se indicó en la Decisión 1520
del 30-3-2005, emanada de la Sala Uno, Corte de Apelaciones de Ca-
racas, la tesis que excluye la posibilidad de la responsabilidad dolosa
en el homicidio o lesión es inexacta; señalando el autor, que este cam-
bio radical consistente en abandonar la inveterada calificación de ho-
micidio o lesiones culposas y su sustitución por la de homicidio sim-
ple con dolo eventual, implica una ruptura encomiable con una tesis
tradicional evidentemente apriorística y considerada equivocada.
Diversos autores se han pronunciado en cuanto al tema. Así,
Mendoza (1965) al referirse al dolo eventual, expone que éste existe
cuando entre la intención y el resultado interviene una duda. Por su
parte, Jiménez de Asúa, citado por Mendoza, indica que la diferencia
entre éste y la culpa con previsión, es que en la culpa típica lo que hay
es posibilidad de la representación del resultado y en el dolo even-
tual, representación de la posibilidad del resultado; pero también en
la llamada culpa con previsión se representa el agente como posible
el evento. La sola diferencia, dice, está en que no lo ratifica, como en
el dolo eventual, y por el contrario, si estuviere seguro el autor de la
producción del resultado, no proseguiría su conducta. En la culpa
llamada con previsión, el sujeto espera de su habilidad, o de su for-
tuna, que el resultado no sobrevenga (p. 207 ss.).
Maggiori (1989), citado en la Sentencia Vinculante Número
490 del 12-4-2011 emanada de la Sala Constitucional del Máximo
Ente Judicial, en lo adelante Svsctsj, señala que el dolo eventual con-
siste en prever un resultado como posible y a pesar de ello obrar para
realizarlo, sin hacer nada para impedir que se verifique, por lo cual
propiamente se opone al dolo directo en que el resultado se prevé
como cierto. Es así como, para este autor, querer eventualmente sig-
157
nifica siempre querer, ya que el querer existe o no existe. Manzini
(1933), también referido en Svsctsj, enseña que este tipo de dolo
existe, cuando se quiere un efecto y subsidiariamente otro, colocan-
do como ejemplo: “Tizio dispara sobre Caio para herirlo sin que lo
entretenga la idea de la posibilidad de matarlo”.
Rainieri (1975) mencionado en Svsctsj, lo identifica, cuando
el sujeto con todo y querer el resultado que se propone conseguir,
se representa como posible la realización del otro resultado, cuyo
riesgo acepta. Señalando como ejemplo: “Pedro al querer disparar
para herir a Juan, prevé como posible herir a Diego, que está cerca
de él, y sin embargo, corriendo el riesgo de su conducta, dispara y
hiere a Diego.
La definición de Montovani (1988) también es relatada en la
decisión del Supremo, para quien, el dolo eventual se presenta cuan-
do la voluntad no se dirige directamente sobre el evento o hecho, si
no que el agente lo acepta como consecuencia eventual accesoria de
la propia conducta. Para Mezger (1955), Svsctsj, querido es lo que el
autor toma a su cargo con su intención. Este es el dolo condicionado
o dolo eventual del autor. Con otras palabras: es querida dolosamen-
te la parte del hecho pensada como posible y, muy especialmente, el
resultado pensado como tal, en tanto que el autor lo ha tomado a su
cargo con su acción.
A decir de Maurach (1994), existe dolo eventual en los casos
en los cuales el autor, sin desear ni tener por necesario el resultado,
está, no obstante, decidido a obtener el objetivo extratípico por él
perseguido; para lo cual tiene conscientemente en cuenta determi-
nada probabilidad de concreción del resultado típico o, en todo caso,
consiente en su realización, o se conforma con ella; o bien, por últi-
mo, consiente en la no deseada o, al menos, indiferente concreción
del resultado, porque la inserción del riesgo es la conditio sine qua
non de su actuar, al que no quiere renunciar. El dolo eventual, para
este autor, se caracteriza porque la ejecución de la acción peligrosa es
para el autor preferible a la íntegra renuncia a la acción, a pesar de la
posibilidad de la concreción del resultado (Citado en Svsctsj).
158
La postura de Mir Puig (1996), es que el dolo exige conoci-
miento de la concreta capacidad de la conducta para producir el
resultado típico fuera del marco del riesgo permitido. Esta peligro-
sidad concreta y típicamente relevante es la base objetiva a que debe
referirse la representación intelectual necesaria para el dolo. Para
este autor, no se trata tanto de cuantificar un determinado grado de
probabilidad que deba advertir, como pretende la Teoría de la Pro-
babilidad, cuanto de preguntar si el sujeto que advierte la posibili-
dad del delito cree que en su caso puede realizarse dicha posibilidad
o, por el contrario, lo descarta. No importa la sola conciencia de la
probabilidad estadística, sino el pronóstico concreto de lo que puede
ocurrir en el caso particular.
Conforme a los criterios de Mir Puig, para el dolo eventual,
un verdadero querer, es aceptar. Y este aceptar, querer, es igual a con-
formarse con. Pero dicha forma de querer concurre necesariamen-
te siempre que se impulsa o mantiene voluntariamente la conducta
que advierte como suficientemente peligrosa en el caso concreto. De
igual modo, habrá dolo eventual si el sujeto acepta el riesgo y no lo
detiene, con la posibilidad de que se produzca el resultado, aunque
desee que éste no ocurra.
Peña (2011:57), al referirse al dolo eventual, afirma que es
eventual, cuando no es el querido inicialmente pero el agente acepta
el riesgo, admite su producción o la probabilidad de que éste se pro-
duzca, ejecutando la acción.
Para Zaffaroni (2009) citado en Svsctsj, en el dolo eventual, el
agente se representa la posibilidad de producción del resultado, pero
encubre su voluntad realizadora acudiendo a una infundada espe-
ranza de que no se produzca. La voluntad realizadora existe en la
psiquis del agente, pero éste apela al recurso de no saber lo que sabe
mediante una esperanza infundada, de modo que la representación
de esta posibilidad no le hace desistir del plan.
Siguiendo a Jakobs (1997:325), no se trata de una voluntad
condicionada de acción, sino que el autor se da cuenta de que una
consecuencia secundaria sólo se realizará eventualmente, incluso
159
si acaecen todas las consecuencias principales de un actuar queri-
do incondicionadamente, lo que constituiría el dolo eventual. Y cita
que concurrirá, dolo eventual, cuando en el momento de la acción el
autor juzga que la realización del tipo no es improbable como con-
secuencia de esa acción. Por lo que, afirma, que si el atractivo de un
juego reside en el riesgo de realización del tipo, como es el caso de la
ruleta rusa, en los jugadores reside el dolo.
Para Roxin (1997:425), quien incluye en sus cálculos la rea-
lización de un tipo reconocida por él como posible, sin que la mis-
ma le disuada de su plan, se ha decidido conscientemente, aunque
sólo sea para el caso eventual y a menudo en contra de sus propias
esperanzas de evitarlo, en contra del bien jurídico protegido por el
correspondiente tipo. Esta decisión por la posible lesión de bienes
jurídicos, es la que diferencia al dolo eventual en contenido de des-
valor de la imprudencia consciente y la que justifica su más severa
punición.
Sigue el autor considerando que el dolo eventual presupone
que el sujeto cuenta seriamente con la posibilidad de la realización
del tipo, pero a pesar de ello sigue actuando para alcanzar el fin per-
seguido, y se resigna, a la eventual realización del delito, vale decir,
se conforma con ella.
Ragués, citado en la sentencia del máximo jerarca judicial, re-
fiere en cuanto al dolo, que éste existe cuando, a partir del sentido
social de un hecho y de las circunstancias que lo acompañan, puede
afirmarse de modo inequívoco que un sujeto ha llevado a cabo un
comportamiento objetivamente típico atribuyéndole la concreta ca-
pacidad de realizar un tipo penal.
Verdugo, Gómez de la Torre y otros (1999:197) acerca del
dolo eventual, señalan que en ocasiones quien realiza la conducta
sabe que es posible o eventualmente se produzca el resultado típico,
y no deja de actuar pese a ello. Afirman además que es una categoría
de difícil delimitación conceptual con la imprudencia consciente, lo
que ha obligado a la doctrina a elaborar varias construcciones del
concepto para afirmar o excluir la existencia del dolo y que pueden
160
sintetizarse en dos, según pongan el acento en la esfera del cono-
cimiento del sujeto o en la esfera de su voluntad, conociéndose la
primera por Teoría de la Probabilidad, que a su vez forma parte de
las teorías cognitivas, y la segunda como Teoría de la Voluntad.
Estos autores de igual modo, hacen referencia a las teorías
modernas que explican el dolo eventual, como una forma intencio-
nal de actuar, y así, refieren que el dolo, conforme a éstas, tiene las
siguientes características: En relación con la Teoría de la Voluntad,
se exige que el autor se haya representado el resultado lesivo como
posible y probable, y además, que en su esfera interna se haya deci-
dido actuar aun cuando el resultado se hubiera de producir con se-
guridad, aceptando o consintiendo el resultado; sus críticos afirman
que representa un problema de descifrar esa dimensión interna de la
voluntad. En ésta, al dolo lo caracteriza la presencia de la voluntad.
Los defensores de esta Teoría afirman que estamos en pre-
sencia de una acción por dolo eventual, no solo cuando el sujeto se
representa la probabilidad de producción de un resultado, sino que
además el sujeto consiente en esa realización, es decir, de alguna ma-
nera aprueba la producción de ese resultado, acepta su producción,
o asiente en la realización de ese resultado. Conocido este plantea-
miento, dentro de las teorías volitivas, como Teoría del Conocimien-
to. En este sentido, el dolo no es sólo expresión del conocimiento,
sino también expresión de la voluntad del sujeto.
Por otra parte, en un intento de objetivar la configuración de
dolo eventual, surge la Teoría de la Probabilidad o de la Represen-
tación. Para ella, la afirmación del dolo depende del grado de pro-
babilidad de producción del resultado advertido por el autor con el
conocimiento de la situación de que dispone. Así, se afirma el dolo
cuando el autor advirtió que existía una alta probabilidad de que se
produjese el resultado. Si el grado de probabilidad no es elevado, nos
encontraríamos ante la imprudencia consciente y no en el dolo, pues
en tal caso el autor no tenía necesariamente que contar con el re-
sultado y aceptarlo. De este modo, lo que importa no es la actitud
interna del autor, de difícil o imposible captación segura, sino el que
161
a pesar de conocer el grave peligro de realización del resultado como
consecuencia de su actuar, ha querido seguir actuando, lo que impli-
ca que se conforma con el resultado, que lo acepta, lo que encierra
una dimensión volitiva a la que no se debe renunciar para imponer
la pena del dolo. Su característica es el conocimiento de la probabi-
lidad que de que la conducta produzca un resultado lesivo, p. 198.
Para la mayoría de los autores, esta Teoría resulta preferible,
porque objetiviza el juicio sobre el dolo y porque responde a la idea
de que lo que la norma prohíbe no es tanto la producción de resul-
tados lesivos, sino la realización consciente y querida de conductas
altamente peligrosas para los bienes jurídicos.
Díaz (1994:22-23), pretendiendo de igual modo aclarar los
conceptos de dolo eventual, teoriza esas formulaciones acuñadas por
las llamadas teorías volitivas. Para esta autora, en el intento de atri-
buir las conductas por dolo eventual, se utilizan expresiones como
“consentir”, “aceptar”, “conformarse”, hasta las más modernas formu-
laciones de la doctrina alemana en las cuales se agrega “decisión en
contra del bien jurídico”, “asunción de las condiciones constitutivas
del injusto” o “decisión adoptada en una situación de riesgo”. Y es
ante estos inconvenientes que la constatación del elemento volitivo
presenta, que surge otro sector doctrinal, y son los defensores de las
llamadas “teorías cognitivas” quienes optaron por prescindir, en su
definición de dolo eventual, de este elemento volitivo, partiendo del
elemento intelectual del dolo. Lo decisivo, desde sus planteamientos,
es el grado de probabilidad con que el sujeto se representa la produc-
ción del resultado, es decir, se afirma la presencia del dolo eventual
cuando el autor advierte una gran probabilidad que se produzca el
resultado. Y se afirma la presencia de culpa consciente cuando la
posibilidad de producción del resultado reconocida por el sujeto es
muy lejana, siendo por tanto, indiferente la actitud interna del sujeto
frente al hipotético resultado.
La otra forma de presentación de las teorías cognitivas, es la
Teoría de la Representación, a decir de Díaz (1994), para la cual, el
dolo se apoya exclusivamente en la mera representación por parte
162
del sujeto de la posibilidad de producción del resultado lesivo, difí-
cil determinar el pensamiento del autor. El dolo estaría configurado
como mera previsión de producción del resultado. Esta tendencia,
origina dos consecuencias fundamentales; el rechazo de la presencia
del elemento volitivo, apareciendo el dolo eventual desde un pun-
to de vista intelectivo, como previsión por parte del sujeto. Como
segunda consecuencia, es que se configura a la imprudencia exclu-
sivamente como imprudencia inconsciente. En consecuencia, la di-
ferencia entre el dolo y la culpa, para esta corriente del pensamiento,
radica en que el dolo es conocimiento, despojando de ese aspecto
intelectual a la imprudencia, por lo que la imprudencia será siempre
una imprudencia inconsciente; y la imprudencia consciente entraría
en el ámbito de imputación dolosa. Esto a su vez genera una amplia-
ción del ámbito del dolo, que supone el castigo de situaciones que
tradicionalmente habían sido consideradas como imprudentes, con
sanciones previstas para los delitos dolosos.
Para Díaz (1994), y siguiendo la postura de Scmidhauser,
cuatro son las interpretaciones de cómo ha de estar configurado el
elemento cognitivo que identifica al dolo eventual, y así afirma en
primer lugar, que la Teoría de la Probabilidad defiende que se da el
dolo eventual cuando el sujeto prevé como posible, de modo con-
creto, la producción del resultado. En segundo lugar, y acogiendo
el aporte de Jakobs, refiere que se postula la tesis de que ocurre dolo
eventual cuando el sujeto juzga que no es improbable que, a través
de su acción, se produzca el resultado. Como tercera interpretación
indica, siguiendo a Helmut Mayer, que habrá dolo eventual cuan-
do el sujeto prevé como probable la producción de los elementos
del injusto. Esta última formulación, de uso reciente por la doctrina
alemana, es que existe dolo eventual cuando el sujeto reconoce el
peligro desprotegido que lleva implícito su acción.
Para Frisch (1995), el sujeto actúa dolosamente cuando su co-
nocimiento abarca el hecho de que su comportamiento es peligroso;
y para determinarlo, hay que partir de la posición del sujeto y cuán-
do el sujeto abarca con su conocimiento, las circunstancias del caso
163
concreto y reconoce que esas circunstancias son peligrosas. Es decir,
cuándo la acción supone un peligro para el bien jurídico protegido y
el sujeto reconoce ese peligro. Peligro constatable ex ante, es decir, el
sujeto antes de poner en marcha su comportamiento, debe abarcar
con su conocimiento esta característica de su peligro, y debe suponer
la creación de un riesgo para los bienes jurídicos. Se basa por tanto
en el desvalor de la acción y no comprende el desvalor de resultado.
Resumiendo, los aspectos de su tesis serían un peligro para
el bien jurídico protegido, un peligro que se manifiesta en que el
comportamiento está prohibido por parte del ordenamiento y que
por tanto es una conducta típica y el conocimiento de todas estas
circunstancias por parte del sujeto, al momento de la acción, inde-
pendientemente del resultado que se produzca.
La Teoría de la Probabilidad ya mencionada, ha tenido como
su defensor principal a H. Mayer, y tiene por norte la afirmación que
el sujeto que actúa dolosamente lo hace cuando al actuar se repre-
senta la probabilidad de producción del resultado que puede aca-
rrear su acción. Presentándose una relación entre el ámbito intelec-
tivo con la probabilidad de producción del resultado. En este caso, el
sujeto conoce, está consciente que con su comportamiento hay una
gran probabilidad de que se produzca el resultado lesivo. Y esta idea
de probabilidad de la producción del resultado, representa lo que en
la doctrina clásica se entiende como peligro o riesgo de producción
de resultado.
Existe una tercera visión, y es la llamada Teoría Ecléctica, si-
tuada entre las teorías cognitivas y las volitivas, impulsada por En-
gisch. Conforme a ésta, lo que caracteriza al sujeto que actúa dolosa-
mente es que al sujeto le da igual el resultado que se vaya a producir,
es decir, el sujeto pone en marcha su comportamiento, sigue actuan-
do y le da igual lo que ocurra. Por tanto, lo que caracteriza al dolo
eventual es la indiferencia del sujeto, basada evidentemente en un
contenido de carácter cognitivo, pero sin que sea menester el ele-
mento volitivo, es decir, el sujeto no acepta ni consiente el resultado,
sino que le resulta totalmente indiferente. Esta Teoría es criticada,
164
por aparecer, según algunos autores, con características propias de
un Derecho Penal de autor y ajeno totalmente al Derecho Penal del
hecho, que es el que debe regir en un estado democrático de Dere-
cho. Es así como se puede concluir, que las teorías modernas cogni-
tivas, se centran en determinar cuál es el objeto sobre el cual recae
el conocimiento por parte del sujeto que realiza la acción. Y la in-
vestigación se circunscribe en el concepto de peligro o riesgo, como
objeto del conocimiento del sujeto que actúa dolosamente.
Luego, el Derecho Penal no es una construcción ajena a la
realidad. Muy por el contrario, el derecho penal pretende organizar
la convivencia pacífica, por lo que no bastan las discusiones en el
ámbito teórico; los acontecimientos del mundo interesan al Derecho
Penal y ante ellos, éste debe dar una respuesta, lo que han seguido los
penalistas modernos que se han dedicado a resolver estas cuestiones
hipotéticas que pueden darse en el mundo fáctico.
De este modo, los defensores de las teorías cognitivas afirman
que el dolo para estos casos, se configura con el conocimiento del
peligro, es decir, el conocimiento del sujeto va dirigido a un peligro
determinado, y en este sentido su comportamiento se considera do-
loso. Por su parte, los defensores de las teorías volitivas, sostienen
que el dolo se configura por algo más, no solo el conocimiento, sino
que se requiere de una “decisión contraria al bien jurídico”; es decir,
lo que caracteriza al dolo no es el conocimiento, que lo aceptan, sino
que está la voluntad, el aceptar, el querer, el consentir, y además, el
tomar una decisión contraria al bien jurídico protegido.
Y así señala Díaz (1994:28), que ese conocimiento viene refe-
rido a, la conciencia actual que el agente tiene sobre las circunstan-
cias y las consecuencias que previsiblemente se puede esperar que se
deriven de su comportamiento. Este carácter actual del conocimien-
to como elemento constitutivo del dolo quiere decir que el sujeto ha
de saber lo que hace. Basta con el conocimiento aproximado de la
significación social o jurídica de tales elementos.
Muñoz Conde, citado por Díaz (1994), afirma que para ac-
tuar dolosamente el sujeto de la acción debe saber qué es lo hace y
165
conocer los elementos que caracterizan su acción como acción típi-
ca. Vale decir, en el dolo eventual, el sujeto debe haber apercibido el
carácter arriesgado de su acción y que ésta era suficiente para crear
un riesgo determinado para un resultado delictivo. Lo cual a su vez
denota, una relación negativa entre ese comportamiento y los bienes
jurídicamente protegidos en la norma penal. De estas consideracio-
nes se extrae, que el comportamiento típico es un comportamiento
peligroso.
Es bueno destacar que el sujeto cuando actúa dolosamente, lo
que hace es situarse desde un punto de vista negativo frente al bien
jurídico. Es decir, el sujeto al llevar a cabo su comportamiento, tiene
varias alternativas a seguir: respeto del bien jurídico y en tal sentido
guiar su comportamiento conforme a las normas de valoración que
establece el ordenamiento jurídico, u optar por aplicar sus propias
normas de comportamiento, sus propias valoraciones y con ello vio-
lenta el bien jurídico. En este orden de ideas, cuando se actúa de esta
última manera, y se actúa por tanto dolosamente, el sujeto está ex-
presando que para él el bien jurídico protegido no es tan importante
y lleva a cabo su comportamiento que lo destruye.
Los bienes jurídicos, representan los valores fundamentales
de una sociedad pacífica, por tanto, la norma penal constituye su es-
cudo defensor. Es así como, cuando una sociedad considera que un
determinado valor es fundamental, se convierte en un bien jurídico
protegido, a través de su normativización. Por lo que el sujeto que
actúa dolosamente, se coloca en una posición negativa no sólo frente
al bien jurídico protegido, sino también frente a la norma. Lesiona el
bien jurídico y la norma que lo protege. Pero además, presenta una
relación negativa respecto de la propia sociedad, porque los bienes
jurídicos en valores considerados importantes por la sociedad. Es
lo que en doctrina se denomina “la reciprocidad de la perspectiva”.
En una sociedad civilizada las personas siguen pautas de
comportamiento adecuadas para la convivencia pacífica, y esperan
que los demás miembros de la sociedad se comporten de igual ma-
nera. Cuando una persona actúa dolosamente lesiona esa reciproci-
166
dad, pues antepone sus valores y lesiona la valoración social de los
bienes jurídicos. Cosa que no ocurre con la culpa, en la cual en un
momento determinado, el sujeto ha sido descuidado en su compor-
tamiento, por lo que no se enfrenta a la sociedad aunque lesiona el
bien jurídico.
Es por ello que Hassemer, citado por Díaz (1994), introduce
un nuevo concepto y es que éste refiere la necesidad de darle a la per-
sona que actúa dolosamente un “giro normativo”, es decir, renovar la
relación del sujeto respecto del bien jurídico, respecto de la norma
y respecto de la sociedad. El sujeto requiere de un aprendizaje, un
cambio que renueve su relación con el bien jurídico, con la norma
y con la sociedad. Por ello se utiliza la sanción de mayor gravedad.
En este orden de ideas, este “giro normativo” ha de ser interpretado,
en el sentido de respeto, es decir, cuando el sujeto ponga en marcha
su comportamiento, debe tener en cuenta los bienes jurídicos que
aparecen protegidos en las normas y que son considerados válidos
por la sociedad.
181
▶▶ TSJ. Sala de Casación Penal, Sentencia N° 656 del 16-5-2000.
▶▶ TSJ. Sala de Casación Penal, Sentencia N° 1160 del 9-8-2000.
▶▶ TSJ. Sala de Casación Penal, Sentencia N° 1703 del 21-12-2000.
▶▶ TSJ. Sala de Casación Penal, Sentencia N° 159 del 14-5-2004.
▶▶ TSJ. Sala de Casación Penal, Sentencia N° 554 del 29-10-2009.
▶▶ TSJ. Regiones. Área Metropolitana de Caracas, Sala Uno, Corte de Apelacio-
nes, Sentencia N° 1520 del 30-3-2005.
▶▶ República Bolivariana de Venezuela. Ministerio Público. Doctrina. Informe
Anual del Fiscal General de la República, año 2004.
▶▶ Venezuela. Ministerio Público, escrito de solicitud de revisión Constitucional
del Fallo emanado de la Sala de Casación Penal N° 554 de fecha 29-10- 2009.
182
Normas para la elaboración
y presentación de los artículos
en la Revista del Ministerio Público
4. NORMAS METODOLÓGICAS
4.1. Extensión y formato: Serán de acuerdo a lo mencionado
anteriormente en el punto 1.2.
4.2. Estructura: Título, Introducción, cuerpo del trabajo se-
parado en secciones, capítulos o similares, dependiendo
de la naturaleza de la investigación, Conclusiones, Reco-
mendaciones (si existieran), Anexos (de ser el caso), Refe-
rencias Bibliográficas.
4.3. Imágenes: Las imágenes, tablas y/o gráficas deben estar
debidamente numeradas e identificadas con un titular
descriptivo de su contenido. Igualmente, las abreviatu-
ras y símbolos que se utilicen dentro de ellas deben ser
explicadas.
4.4. Siglas y abreviaturas: La primera vez que se mencione
instituciones, leyes y similares que aparezcan recurrente-
mente en el texto, se debe escribir su nombre completo
y a continuación las siglas entre paréntesis. En adelante
se utilizarán únicamente las siglas para referirse a dichas
instituciones o leyes. Las abreviaturas diferentes a las de
uso común (como etc., i.e., cfr., ibíd.) deben ser explica-
das, bien sea al inicio del texto o en pie de página.
4.5. Citas y referencias bibliográficas: Se realizarán se-
gún las normas del Manual de Estilo APA (consultar
Apéndice).
4.6. Notas al pie: Se utilizarán únicamente para incorporar
información adicional a la exposición (no para colocar los
datos de las obras citadas en el texto).
186
4.7. Recomendaciones a los autores y autoras:
• Mantener la claridad, sencillez y concisión en la ex-
posición escrita.
• Procurar la exactitud en el uso del idioma y en el
lenguaje especializado.
• Utilizar fuentes confiables, de autores reconocidos o
de revistas especializadas, tener en cuenta que este
es uno de los criterios para el arbitraje del artículo
• Evitar las referencias a trabajos no publicados o a
comunicaciones personales, a no ser que sea indis-
pensable.
• Utilizar citas y referencias solo para apoyar ideas o
hallazgos y procurar que su extensión sea la precisa
para lograr el objetivo.
• Estas normas estarán sujetas a revisión permanente
y las modificaciones se publicarán oportunamen-
te, por lo que se recomienda a los interesados estar
atentos a su lectura.
5. CONTACTOS
Información de contacto con la Escuela Nacional de Fiscales del Mi-
nisterio Público:
• Teléfonos: 58 212 - 731.24.24 / 730.42.53 / 730.31.33
• Correo electrónico: santa.palella@mp.gob.ve
187
Apéndice
Normas APA para referencias
y citas bibliográficas
192
5ta Etapa