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“El día del odio” y la narrativa urbana bogotana en la década del 40

Giovanny Araque Suarez1


Diana Pinzón Sánchez2

Resumen

El artículo construye desde la teoría de la estética grotesca y el realismo social un análisis


del libro El día del odio (Buenos Aires, 1952) del escritor y periodista José Antonio
Lizarazo (Bogotá, 1900 - 1964) en el cual se presentan los vínculos de la narrativa urbana
sobre la Bogotá de la década del 40 y la relación existente entre personajes y ciudad en el
marco de los acontecimientos ocurridos el 9 de abril de 1948, con el asesinato de Jorge
Eliécer Gaitán.

Palabras clave:

Estética grotesca, realismo social, El día del odio, literatura colombiana, Bogotá, narrativa
urbana, década del 40.

Introducción
1
Licenciado en Ciencias Sociales Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Cursando estudios de
maestría en Desarrollo Educativo y Social CINDE-UPN. Diplomado en Investigación como Estrategia
Pedagógica CUN. Miembro del Consejo de redacción periódico Le monde diplomatique, edición Colombia y
del equipo editorial desde abajo. Docente-investigador del programa Administración Turística y Hotelera,
Corporación Unificada Nacional de educación superior CUN. Miembro del Grupo de Investigación
Desarrollo y Crecimiento Económico Regional GIDECER, reconocido por Colciencias.
blogotano@yahoo.es; giovanny_araque@cun.edu.co. ID 0000-0002-8562-4431
2
Magister en Estudios Hispanoaméricanos de la Université II Jean Jaurès de Toulouse, especializada en
gestion cultural de la Université I Arsenal de Toulouse y Licenciada en Español y Lenguas Extranjeras de la
Universidad Pedagógica Nacional. Conductora y cronista de la emisión Fréquences Latines de Radio Mon
Païs en Toulouse. Miembro de la sección de cortometrajes del festival Rencontres des Toulouse
CINELATINO. dianalpinzons@gmail.com
El asesinato del líder político Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948 convulsionó el
panorama social en todos los sentidos, desde el ambiente político hasta las manifestaciones
literarias. Tal es el caso de El día del odio, novela del bogotano José Antonio Osorio
Lizarazo publicada en 1952 la cual ocupa un lugar dentro de la literatura colombiana, como
una de las novelas pertenecientes al género de La Violencia3.

El día del odio es una de las novelas fundadoras del género urbano como un
escenario prolífico en la literatura. Sin embargo, la fuerza de la obra de José Antonio
Osorio Lizarazo no se encuentra sólo en la puesta en escena de Bogotá como un espacio
novelado; también las representaciones que encarnan sus personajes nos muestran que esta
obra es portadora de una visión de mundo, donde los valores de los protagonistas se
orientan hacia el discurso de la lucha de clases, cuyo portavoz es el caudillo del pueblo
Jorge Eliécer Gaitán.

El día del odio desde una perspectiva narrativa vincula la vida urbana y la
problemática social como fundamentales para comprender la significación del fenómeno
histórico-social y su representación en los acontecimientos derivados del asesinato de Jorge
Eliécer Gaitán. En ese sentido es la representación de la marginalidad de los nuevos
habitantes convertidos en sobrevivientes y por lo tanto en los héroes que habitaron real y
literariamente aquella Bogotá en pleno crecimiento.

Bogotá: Escenario y personaje en la obra de Osorio Lizarazo

El crítico literario Rafael Gutiérrez Girardot en el prólogo de: La gran ciudad


latinoamericana: Bogotá en la obra de José Antonio Osorio Lizarazo (2004) del crítico
literario Edison Neira Palacios (2004) realiza una concienzuda reflexión sobre el rol de
Bogotá en la obra literaria de J.A. Osorio Lizarazo:

Bogotá en la obra de José Antonio Osorio Lizarazo, sintetiza el procedimiento de


análisis de la configuración literaria de una realidad empírica: la ciudad de Bogotá

3
AYALA POVEDA Fernando, Manual de literatura colombiana, Panamericana, Bogotá, 2002, p.280
que describe en su obra narrativa Osorio Lizarazo no es una ciudad imaginada con
retazos de los aspectos sociales, sino una ciudad, registrada por la investigación
sociológico-urbana, en un momento determinado de su desarrollo.4

Como lo plantea Gutiérrez Girardot, es evidente que Bogotá constituye una de las
rasgos más importantes a nivel narrativo y estético de la obra de J.A. Osorio Lizarazo, pues
en muchas de sus novelas se ven la urbe y su transformación en el espacio narrativo. Por
ejemplo, en novelas como El camino en la sombra (1965) se explora la transición hacia la
marginalidad, generada por la transición del campo a la ciudad de la familia García; en El
Pantano (1952) cuya trama se desarrolla hacia finales de los años cuarenta, la ciudad
representa, como lo afirma Neira Palacio “la tensión espacial y mental de la expansión
urbana, en tanto que crecimiento de la marginalidad” 5. Una tensión se percibe de una forma
más íntima en La casa de vecindad (1930), cuyo protagonista, un tipógrafo desempleado,
refleja en su diario personal la decadencia de una vida sin sentido6.

Por otra parte, Hernando Téllez y Santiago Mutis coinciden en que, si bien la
propuesta narrativa de Osorio Lizarazo, no aporta “desde un punto de vista estructural una
evolución valida”, es sin embargo, “la forma más acabada, la única, podríamos decir, de
nuestra memoria de bogotanos de los años 20 y 30 […] Este es su sitio y su valor.”7

Bogotá es el valor que los críticos literarios le han atribuido al conjunto de la obra
del escritor bogotano. Inclusive, los estudios más sobresalientes, como el realizado por
Edison Neira Palacios, o un artículo muy anterior titulado Literatura y Gran Ciudad8
publicado por Ernesto Volkening (1928) en la Revista Eco, exploran desde un punto de

4
NEIRA PALACIO Edison, La gran ciudad latinoamericana. Bogotá en la obra de José Antonio Osorio
Lizarazo, Fondo Editorial Universidad EAFIT, Medellín, 2004. p. 10.
5
Ibid., p. 134.
6
Ibid., p. 97.
7
MUTIS Santiago, “Introducción”, en OSORIO LIZARAZO José Antonio, Novelas y crónicas, Instituto
Colombiano de Cultura, Bogotá, 1979, p. XI.
8
VOLKENING, Ernesto, « Literatura y gran ciudad », en Revista Eco, Nos. 143-144, Bogotá, 1972.
vista sociológico, histórico y literario la ciudad como tema central y fundador en la estética
de la primera mitad del siglo XX, y en nuestro caso, de la narrativa de Osorio Lizarazo.

No obstante, más allá del aspecto claramente urbano, El día del odio propone otro
tipo de lectura, en donde la importancia del espacio narrativo determina la influencia sobre
la representación heroica. Aquí, la ciudad se convierte en un espejo que refleja la condición
misma de los personajes, ejerciendo autonomía en la estructura narrativa y constituyéndose
como un personaje en sí mismo. La ciudad determina la relación entre la individualidad del
héroe (Jorge Eliécer Gaitán) y la intención misma de sus propósitos ideológicos 9. Dentro de
la novela, la representación heroica del personaje encarna los conflictos latentes de la
sociedad contemporánea de su tiempo. Tránsito y el conjunto de los personajes secundarios
sensibilizan al lector sobre este hecho a través de la trama, las estrategias narrativas y una
estética narrativa construida entorno a lo grotesco: intromisiones del narrador con
descripciones sobre paisajes sórdidos de la ciudad y retratos psicológicos íntimos de los
personajes que reflejan la abyección, la desesperanza y sobre todo –motivo principal en la
novela– el odio y la rabia. El narrador por la mirada de su discurso en los personajes, nos
hace saber que las angustias cotidianas de las microhistorias en la novelas llevan al extremo
las actuaciones de los héroes.

Así, Bogotá no sólo sirve de espacio narrativo y novelado, sino que además, recalca
los valores negativos de una sociedad en plena expansión geográfica, una ciudad que
marginaliza e invisibiliza a los nuevos habitantes de los suburbios, convirtiéndolos en seres
llenos de odio y deseosos de venganza.

Contexto geográfico y social de la Bogotá de los años 40: Caracterización de la


geografía literaria en Osorio Lizarazo

9
HAMON, Philippe, Texte et idéologie, PUF, París, 1984, p. 227.
Como lo señala Neira Palacio, el desarrollo de las ciudades colombianas hasta la
década de los cuarenta se desarrolla de manera explosiva y desorganizada 10. Históricamente,
Bogotá fue el centro de acogida de los miles de campesinos que, a causa de los
enfrentamientos bipartidistas, dejaron el sector rural y emigraron a la ciudad. En aquel
entonces, ni el aparato estatal, ni la ciudad misma estaban preparados para asumir esta ola
de emigración campesina y lógicamente estos nuevos habitantes se vieron replegados a las
periferias de la ciudad, hoy conocidos como suburbios.

En este contexto, nuevos barrios nacieron como producto de las nuevas


aglomeraciones, en consecuencia, estos suburbios generaron una expansión sin control
teniendo como punto de referencia el oriente de la ciudad, es decir el sector montañoso,
regido por el Cerro de Monserrate. Algunos de los primeros barrios creados, como La
Perseverancia11 o Las Cruces, datan del año 1930 y su expansión se aceleró en la década de
los 40. En ese sentido, Neira Palacio señala que éste fue un fenómeno típico en Bogotá,
donde “la gran ciudad fue la escala de oportunidades de trabajo que eran al mismo tiempo,
un espejismo para los inmigrantes […].”12 A su vez, dentro de los nuevos suburbios
surgieron espacios de concentración e interacción social. Fue en aquel periodo cuando las
“chicherías”, las plazas de mercado y las “casas de turmequé” 13, comenzaron a aparecer en
el vocabulario de los habitantes.

10
NEIRA PALACIO Edison, La gran ciudad latinoamericana… Op. Cit., p. 26.
11
En este barrio Jorge Eliécer Gaitán tenía un gran número de simpatizantes en la época. De allí, la mención
que Osorio Lizarazo le hace en El día del odio cuando narra la preparación de la concentración gaitanista
apoyada por Forge Olmos. Véase El día del odio… Op. Cit., p.145. *Actualmente se encuentra allí uno de los
bustos de Jorge Eliécer Gaitán.
12
NEIRA PALACIO Edison, La gran ciudad latinoamericana… Op. Cit., p. 108.
13
***¡¡¡¡!!!! ¿Habría que aclarar también lo de “Chicherías”? Porque las chicherías también tuvieron un lugar
en la Colonia (incluso, apostaría que en la época prehispánica. De allí su nombre y de allí también la carga
negativa de la palabra “chichería”, en tanto son cosas de “indios” en el sentido literal y luego en el sentido
figurado ¡No sea indio! ¿No crees?; Además el mismo Oscar Iván Calvo –el de “Las biografías de nadie”–
tiene una historia de la chicha, yo lo reviso en la BLAA y te cuento) es decir, desde hacía rato estaban en el
vocabulario, habría que especificar a qué nos referimos puntualmente. Igual con las “Casas de turmequé” y
que la descripción no suene a antropología barata, casi, casi, como etología… El turmequé es un juego típico
colombiano, heredado de la tradición indígena. Este juego popular en Colombia consiste en lanzar discos
metálicos para introducirlos en un campo de arcilla y hacer explotar la “mecha”. Cuando este dispositivo
explota indica que el punto ha sido anotado. ¿No?
No es una coincidencia que Osorio Lizarazo haya querido pintar este paisaje en la
novela, muy presente en sus escritos periodísticos y literarios. Uno de sus primeros
artículos publicado en El Tiempo, titulado: Las escenas de horror y miseria que Bogotá
presenció durante la epidemia de gripa de 1918 (1939) describe casi cinematográficamente
cómo los habitantes de Bogotá padecieron esta epidemia durante tres meses. En algunos
pasajes, el autor relata la podredumbre de los lugares en los que los muertos se represaban;
cómo los depósitos en muchos casos servían de casa de cuarentena para los enfermos y de
las muchas “chicherías” que se convirtieron en centro de acopio de vagabundos que huían
de la peste. De la misma manera, en La casa de vecindad (1930), los personajes son
narrados desde una casa típica de inquilinato del centro de la ciudad. De hecho, en la trama
observamos a los personajes consumidos por la estrechez del espacio, que al mismo tiempo,
es el reflejo de sus angustias y el espejo de su degradación.

El día del odio no escapa a esta tendencia. La geografía urbana, que se entrevé a
través del relato, refleja la construcción, la expansión natural y apresurada de la ciudad. El
lector asiste constantemente a escenas enmarcadas dentro de paisajes propios del suburbio,
que a su vez están compuestos de innumerables lugares de socialización populares. Como
ejemplo se encuentran las descripciones sobre los lugares frecuentados por los personajes:

En torno a las “asistencias”, que son al propio tiempo chicherías clandestinas, se desarrolla una
intensa actividad popular, en cuyo ambiente se diluyó la presencia de Tránsito y el Alacrán. Una
agitada muchedumbre invade las calles adyacentes al Mercado, con su heterogénea promiscuidad.
Campesinos desconcertados que han vendido sus productos y son cuidadosamente espiados por sus
posibles victimarios. Pequeños negociantes de chucherías y comestibles. Pregoneros de pomadas y
medicamentos milagrosos. Rufianes, cargueros, vagos, prostitutas, todos los residuos que la
indignada sociedad rechaza de sus seno y que convergen en aquel sector confuso, con fuerza
centrípeta.14

En otro pasaje, el narrador combina la descripción arquitectónica con la denuncia social y


muestra la degradación de la sociedad:

En el centro de la calle se aglomeran los camiones que descargan los víveres traídos
desde remotos lugares. Estos vehículos, enfilados en diagonal, separan dos
pequeños mundos. En el Mercado hay ambiente de optimismo y de júbilo y fuera de

14
OSORIO LIZARAZO, José Antonio, El día del odio, Carlos Valencia Editores, Bogotá, 1979, p. 99.
él palpita la angustia como una masa tangible. Al occidente residen los exhombres y
las exmujeres.15

De este hecho, se desprenden situaciones como el discurso de Jorge Eliécer Gaitán


en la plaza del barrio La Perseverancia, en donde el narrador representa a partir de un
espacio característico, cómo la multitud fervorosa seguía a este caudillo. También, el
narrador en sus descripciones de las escenas de El Alacrán y Tránsito recrea un paisaje
sombrío de los parajes por donde transcurre la historia. Sin embargo, estos mismos lugares
se vuelven efervescentes, por ejemplo cuando el autor narra el encuentro de Forge Olmos y
El Manueseda en la casa de Turmequé, donde el encuentro con otros conocidos para
reflexionar sobre la condición de sus vidas se torna en una trama llena de aspectos
populares y coloridos, adornados por la comida y la música:

-Ya va llegando la hora esperada –dijo en cuanto atrajo la atención de algunos clientes-. Este hombre
va a darle un vuelco a la política. […] La gente se reía y festejaban. El crepúsculo goteaba desde el
cerro. La voz convincente de Olmos atraía algunos obreros, a quienes invitaba con tragos, gastándose
en esta pequeña seducción los centavos tan difícilmente ganados, pero algunos de ellos expresó su
desconfianza:

-Qué va! Nosotros tamos desamparaos. Es como los curas, que le vienen a ofrecer a uno esta vid’ y
l’otra para sacarle centaos. Cada vez hay eleciones pu’ay andan los mantecos ojreciendo mentiras.
[…] Es que haya justicia. Que todo el mundo trabaje y gane pa vivir. Y que los hijos de los pobres no
lo encuentren todo cerrao. Y que la igualdad no sea una mentira asquerosa pa engañar bobos. ¡Trago
para todos, mi señora!16

Este ambiente festivo denota prácticas sociales y costumbres de la época en el que


viven los protagonistas y por lo tanto de una cultura popular. Estas alusiones a los espacios
no se construyen como simples topónimos como por ejemplo calle 12, carrera séptima o
Plaza de Mercado. Recrean una geografía particular propia de los personajes y su rol en la
sociedad; denotan un comportamiento característico de la sociedad de la época, nos
muestran sus normas y los códigos. Tal es el caso de la construcción de los suburbios de
Bogotá:

15
Ibíd., p. 103
16
Ibíd., p. 144
Los terrenos que circundan la ciudad y que por su topografía quedaron sujetos a que en ellos
desemboquen las alcantarillas y se arrojen las basuras que forman riquísimas incubadoras de moscas,
de miasmas y de infecciones, fueron urbanizados para progresistas compañías con destino a obreros
y trabajadores, que deben pagar a plazos el décuplo del valor real de diminutos lotes distribuidos sin
provisión de aire, de luz o de comodidad para las viviendas que se construyan en ellos.17

También, el tratamiento que se le ha otorgado a esta geografía tiene componentes


sociológicos como se evidencia en el caso de Neira Palacio (2004), quien ha utilizado
teorías de esa disciplina social como paradigma explicativo en la literatura. Con el término
de ciudad masificada18, Neira Palacio caracteriza esta topografía típica de Bogotá,
definiéndola como el lugar en el que se concentra la mayor parte de sus habitantes y sus
conflictos.

Si bien, esta apreciación es acertada, podemos observar también, desde un punto de


vista literario, que J.A. Osorio Lizarazo no quiere ya describir la ciudad de los altos
señoritos19, sino exaltar la ciudad ignorada y marginada. Bogotá se constituye como
personaje novelado, para ello, el autor se vale de una estética grotesca que le es propia.

Espacio y personajes: la estética grotesca

El realismo crítico tuvo una acogida importante entre los escritores latinoamericanos
hacia los años 30. Esta corriente heredada del realismo francés exploró diferentes temas
sociales, de denuncia y de protesta, dejando atrás la dimensión rural que se había impuesto
con los escritos del indigenismo20. Así, el realismo crítico se caracterizó por establecer una
visión crítica, humanizada y psicológica de una sociedad sumergida en el escalofrío del
miedo21, de la violencia y la justicia social. Sus personajes reflejan sentimientos de soledad
17
Ibíd., p. 173.
18
NEIRA PALACIO Edison, La gran ciudad latinoamericana… … Op. Cit., p. 173.
19
El día del odio… … Op. Cit., p.145.
20
COBO BORDA, Juan Gustavo, “Literatura Colombina. 1939-1946”, en TIRADO MEJIA, Álvaro (dir.),
Nueva historia de Colombia, tomo II, Planeta, 1989, p.36.
21
AYALA POVEDA, Fernando, Manual de literatura colombiana… Op. Cit., p. 326.
y desesperanza ante un mundo ajeno, hostil y carente de valores. Son fieles representantes
del espacio narrativo, y por tanto éste recrea las ciudades destruidas por el odio […] y su
epopeya de sufrimiento22.

Como vemos, el realismo crítico contempla el espacio narrativo como un espejo de


los personajes y de su condición social. En El día del odio, Bogotá es recreada, -como lo
hemos señalado- en una geografía urbana particular, narrada desde la realidad histórica de
los años 40. La estética grotesca que rodea esta geografía tiene particular resonancia en el
estilo literario de Osorio Lizarazo. Lo que denominamos como estética grotesca hace
referencia a un estilo particular, caracterizado por una puesta en escena de elementos que
recrean literariamente la condición de los personajes y su marginalidad en un contexto
histórico y social de los años 30 y 40. El uso reiterativo de descripciones e intervenciones
del narrador omnipresente componen un registro especial ligado al conjunto de la estructura
narrativa. Este registro se refleja en la creación de sensaciones de pesadez, de horror y de
asco23. Prueba de esto, es el encuentro del policía y Tránsito, en el que abundan los
adjetivos que denotan los hechos de la violación de Tránsito:

La trémula luz de la bombilla económica iluminó la habitación y el agente empezó a vestirse con
parsimonia, mirando, triunfal, a la mujer avergonzada, tirada sobre el lecho como un montón de ropa
sucia.

-¿No se levanta? –dijo. Aquí hay agua pa que se lave. Además, aquí no se podrá quedar. Ella no quiso
responder. Todo el dolor del mundo se había acumulado sobre su miseria existencia. Apretaba el
rostro contra la almohada sucia por la grasa de las innumerables cabezas sudorosas que habían
apoyado en ella, y tampoco contestó cuando el agente terminó de vestirse […]24

De la misma manera, las alusiones a la aversión y a la pesadez se encuentran


inmersas en el discurso del autor sobre Bogotá. De este hecho se desprenden algunas

22
Ídem.
23
CASTRO CATAÑEDA, Nelly Esperanza, Conciencia crítica en cuatro novelas colombianas, Medellín, La
Carreta Editores, 2010, p. 102.
24
El día del odio… Op. Cit., p.27.

*El Alacrán es un joven delincuente que vive en la calle desde siempre. Osorio Lizarazo refuerza en
el sentido de la bajeza del mundo callejero y delincuencial de la época. Su perfil psicológico apunta hacia un
ser violento, producto de los maltratos y las indolencias de la calle y la orfandad. Su relación con Tránsito se
basa en el salvador abjecto del cual depende la protagonista para sobrevivir en la ciudad.
descripciones que muestran la relación de los paisajes urbanos con los personajes, como por
ejemplo El Alacrán* y Tránsito:

Descendieron, trastabillando, al profundo cauce por donde el río San Francisco, antaño alegre y
rumoroso arrastraba ahora su turbio líquido contaminado. No mucho tiempo atrás las aguas se
precipitaban con júbilo adolescente por entre las piedras pulimentadas y cantaban una espumante
canción cuando se creían liberadas del estrechamiento que las encajonaba en el Boquerón, donde los
cerros de Monserrate y Guadalupe alzan sus muros casi verticales hasta las cumbres místicas. Ahí
mismo, en la base de Boquerón, habíase construido un puente de hierro, por debajo del cual la linfa
cristalina poníase a jugar consigo misma, a retorcerse y a envolverse bajo el impulso de una
congestionada alegría. Pero ahora el hilo viscoso que resbalaba, rastrero y hediondo, por entre las
rocas, no lograba fecundar la aridez del cauce, antaño turbulento y ahora áspero y ruin como una
arruga senil.25

En esta estética grotesca hay un diálogo estrecho entre narración, ideología y


espacio, pues como lo afirma Castro Castañeda la interpretación del hombre-masa aparece
ligada a la historia de la urbe26. De este hecho se desprende que Osorio Lizarazo en su
artículo La esencia social de la literatura 27 haya postulado la función social y la
importancia ideológica de la novela. En este escrito, el autor advierte que la única forma
legítima de la novela es la social28, cuyo fin es la denuncia de los dramas sociales,
“concretándolas en un personaje o en una serie que son a la vez síntesis y símbolos del
equilibrio imperante y que abarca todas las actividades de la vida en conjunto29".

Así en la evolución de la trama, el ensamble de la arquitectura urbana que


constituye el paisaje urbano se convierte para los personajes en el reflejo de un momento
histórico, en donde todo el espacio social está construido para generar condiciones sociales
de miseria. Ejemplo claro de esto, es la simbiosis entre el paisaje urbano y el personaje:
“Avanzaban los dos amigos a lo largo del suburbio. La tarde se desprendía de los cerros y
se extendía por la sabana. La ciudad parecía remota y legendaria y el barrio se prendía

25
Ibíd., p. 153.
26
CASTRO CATAÑEDA, Nelly Esperanza, Conciencia crítica en cuatro novelas colombianas… Op.,Cit.,
p.103.
27
OSORIO LIZARAZO, José Antonio, “La esencia social de la novela”, en OSORIO LIZARAZO José
Antonio, Novelas y crónicas, Instituto Colombiano de Cultura, Bogotá, 1979, p. 422.
28
Ibíd., p. 424.
29
Ibídem.
desesperadamente a ella como el tentáculo de un parásito 30.” Una ciudad lejana, que se aleja
y refleja una falsa realidad para estos habitantes. Así como Castro Castañeda lo señala, se
desprende la sensación de pesadumbre, de aversión y de aborrecimiento31.

En el caso particular de la obra, cada lugar de la trama tiene relación directa con los
acontecimientos y la desgracia de la protagonista, para quien deambular sin sentido por las
calles del centro de la ciudad, es un recordatorio doloroso de su tragedia: “Echó a andar sin
rumbo. Aquel sector estaba poblado de hoteluchos de la misma categoría. Calle 12, carreras
13 y 11, alrededores de la Plaza de Mercado…”32.

De esta manera, la estética grotesca prefigura a Bogotá en un espacio narrativo


donde la arquitectura urbana se combina con las características propias del realismo social
crítico. Como principio de la estética de El día del odio, el realismo crítico social es la base
de la estética grotesca. Por esto, las descripciones psicológicas de los personajes, la
demostración del origen de la injusticia social, la contemporaneidad, el compromiso
político y social de la obra33 son la fuente de una narrativa combinada con los rasgos de la
estética grotesca; esta es la base de la narrativa en Osorio Lizarazo. A partir de estos
elementos, la estética grotesca se concentra en crear una simbiosis entre personaje y
espacio donde se desbordan rasgos sórdidos y críticos.

Sumadas a las características del realismo crítico, los aspectos relevantes de la


estética grotesca, como lo plantea Mikhaïl Bakhtine, son “la exageración, la hipérbole, la
profusión, el exceso.”34 Estos elementos se reproducen perfectamente en la trama, pues en
la relación de los personajes y el ambiente urbano, el tema de la ciudad se establece como

30
El día del odio… Op. Cit., p.27.
31
CASTRO CATAÑEDA, Nelly Esperanza, Conciencia crítica en cuatro novelas colombianas… Op. Cit.,
p.102.
32
El día del odio… Op. Cit., p.27.
33
AYALA POVEDA Fernando, Manual de literatura colombiana…Op. Cit., p. 281.
34
BAKHTINE, Mikhaïl, L’oeuvre de François Rabelais et la culture populaire au Moyen Age et sous la
Renaissance, Gallimard, 1970, p. 302.
un espejo que construye la identidad del personaje, y al mismo tiempo ésta reivindica la
imagen que proyectan las vivencias de la ciudad:

En aquella acera no hay, propiamente, vendedores ambulantes. Las gentes que han escogido la
cuadra para su residencia habitual carecen de la energía y de la iniciativa indispensable para
emprender algún negocio y prefieren dejarse conducir por la vida como hojas en el viento o como
cortezas en la corriente. Todo lo que se mueve en aquella cuadra es algo venido a menos, algo en
decadencia, ruina, desolación, angustia, vicio. Hasta un zapatero que coloca carramplones, es un
obrero reducido a su mínima expresión35.

La exageración en la expresión del espacio se muestra a través de la hipérbole en los


adjetivos “decadencia, ruina, desolación, angustia, vicio” que son a su vez los conductores
de la arquitectura urbana propuesta por el autor. A lo largo de la historia, este rastro es una
muestra de identidad de la narración y el estilo literario que pretende recalcar la diferencia
social y evidencia la condición de abandono y miseria que tiene su esplendor en la historia
propia de los personajes. De este hecho se concluye que la relación que el relato teje entre
personajes y espacio, tiene su origen entre el discurso y la ideología de la lucha de clases, el
momento histórico de urbanización de Bogotá y el retrato de los habitantes de estos nuevos
espacios contemporáneos.

Todos estos rasgos conforman una imagen clara de la exageración de lo negativo y la


puesta en escena de la interpretación de la imagen grotesca, comprendida como
denigrante36, que lleva al relato hacia la postura del autor frente a la imagen de la ciudad,
frente a los personajes que la habitan. Como lo señala Bakhtine, la estética grotesca
atraviesa la narrativa de la obra, en tanto ésta tiene tendencia a la descripción y por tanto a
la hipérbole es fundamental en la representación heroica, pues el espacio –Bogotá como
espació novelado- replantea las relaciones de clase claramente planteadas en el texto.

Conclusiones

*Te propongo que cuando lleguemos a la versión definitiva del texto, revisamos las que
tenemos, las seleccionamos y las trabajamos, pero al final.

35
El día del odio… Op. Cit., p.27.
36
BAKHTINE, Mikhaïl, L’oeuvre de François Rabelais et la culture populaire au Moyen Age et sous la
Renaissance… Op. Cit., p. 305.
Bibliografía

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2002.

CALVO ISAZA, Óscar Iván, Las biografías de nadie. J.A. Osorio Lizarazo (1900-1964).
Tesis de maestría, Escuela Nacional de Antropología e Historia, México, 2005.

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Osorio Lizarazo” en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Vol. 36, Núm.
2, julio-diciembre, 2010.

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