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3. El proceso psicoanalítico en la adolescencia

Asbed Aryan

En este trabajo, el segundo de una serie de dos, expondré una síntesis de mi


práctica cotidiana, y algunas reflexiones surgidas de las dificultades técnicas que
presentan los adolescentes en la primera etapa del tratamiento.

De los distintos aspectos que contempla la técnica psicoanalítica, me ocuparé


sólo de algunos de ellos: de la actitud del analista, de la dinámica transferencial y de la
interpretación, que me parecen de especial importancia en esta etapa del tratamiento.

Introducción
Desde que el mundo es mundo, la agresividad y las heridas narcisistas se mitigan
estableciendo algún tipo de diálogo. El "herido", ante todo, se siente contenido, en tanto
que confirmado por el que lo escucha, y también porque el diálogo posibilita visualizar
nuevos sentidos de los hechos que han puesto en jaque su narcisismo. Incorporar estos
sentidos abre nuevas perspectivas, algo así como "decatectizar" la herida por la pérdida
de la opción única que implica el narcisismo, y "catectizar" nuevas opciones, que
siempre se descubre que son más de una, cuando se aclaran esos malos-entendidos. Y
renace la esperanza.
Así, la autoestima al principio vulnerada, se reequilibra y se consolida sobre la
base del hallazgo de metas realizables.
Hasta aquí es el diálogo entre un "herido" y alguien con empatia y sentido común.
El diálogo analítico agrega algo más que lo distingue de cualquier otra relación
humana: la interpretación de lo inconsciente en la transferencia.
Quiero recalcar que, si conceptualizamos la adolescencia como una reactivación
narcisista debido a situaciones de duelo, es importante considerar que en estos casos el
análisis no será sólo interpretación de lo inconsciente en la transferencia, si por
‘inconsciente’ entendemos lo reprimido secundariamente de lo edípico.
El proceso analítico adolescente, en su primera etapa, progresa alrededor del eje de
la autoestima y sus altibajos que hunde sus raíces en la represión primaria: yo ideal

*
Agradezco la colaboración del doctor Joel Jac por la revisión crítica de este trabajo.
1
Presentado en la Reunión Científica de APdeBa. el 25 de junio de 1985 y publicado en Psicoanálisis -
Vol. VIl - No. 3 • 1985.
narcisístico2, un amplio espectro que abarca desde la euforia más intensa, pero fugaz,
hasta distintos grados depresivos, sean éstos manifiestos o encubiertos. El
comportamiento verbal y paraverbal del joven estará primero al servicio de equilibrar su
autoestima y, sólo más tarde, sus deseos eróticos tendrán cabida en la tarea analítica y
serán centro de su interés y preocupación.

Actitud del analista


La organización narcisista afecta el buen funcionamiento de las seis funciones
del yo que describe D. Liberman (3, pág. 222), especialmente la adecuada integración
de totalidades y detalles de una experiencia emocional. Puede hipertrofiarse la captación
de totalidades en detrimento de la de detalles, lo que Liberman ejemplifica con los
pacientes esquizoides o, a la inversa, sucede con los depresivos. Esto hace que estas
personas, reunidas bajo la clasificación de pacientes con distorsión semántica, se
presentan como distantes y cerebrales en el primer caso y apasionadas, en el segundo.
El clima que estas modalidades generan en sesión requiere del analista, para su
abordaje, una distancia emocional útil con el fin de evitar las contratransferencias
complementarias (5, pág. 161), que siempre amenazan la tarea.
Estas modalidades son las que más frecuentemente aparecen en el adolescente.
3
Se dan alternadamente, y se deben a una "lógica de preferencias" con que el joven
habla, o después, escucha la interpretación. Esta lógica corresponde a fantasías
inconscientes con intensas ansiedades paranoides y, por eso, muchas veces son
comunicadas por medio de la identificación proyectiva, y en forma preponderantemente
paraverbal (tonos, intensidad, timbre, inflexiones de la voz y velocidad y ritmo del
habla) (3) (4b). La urgencia implícita en las ocurrencias y asociaciones tenderá a ser
neutralizada cuando el analista consigue mostrar cómo entiende lo que se le dice, y
transmitir a su adolescente que el interés y la participación activa pueden ser amigos del

2
En el análisis es abordable el narcisismo secundario. El narcisismo primario en un punto de partida
teórico o un ‘resto’ del pasado mítico no historizable.
3.
Liberman llama "lógica de preferencias" a aquellas preferencias selectivas que tienen
una cierta coherencia lógica y en realidad son prejuicios o falsos supuestos que llevan a
estos pacientes a atender, percibir y transformar la información que reciben realizando
opciones muy limitadas y rígidas. Las características de esta lógica se deben a su amplio
arraigo en el inconsciente, en el ideal del yo infantil que condiciona un rígido sistema
valorativo. Dependerá entonces de esta "lógica de preferencias" la autoestima de estos
pacientes; cada vez que no cumplen con su ideal rígido se sienten despreciables.
silencio prudente, del escuchar atento, de la confirmación o no, apenas murmurada o
sugerida. Creo que poder mostrarle, por una parte, el contenido de esta "lógica"
(idealizaciones y ambivalencia) y, por otra, mantener una distancia emocional útil,
resulta sumamente económico durante los momentos de urgencias y exigencias para
reequilibrar la autoestima. Responder cuidando el propio nivel paraverbal consigue
hacer mucho camino, porque salva el difícil problema de hacerse eco inmediato de las
demandas, como objeto-espejo, y da tiempo a la reflexión y a la elaboración de los
prejuicios y malentendidos en relación con el método analítico, y al tipo de diálogo que
en él se desarrolla. Sin esto, el proceso no terminará de instalarse, porque el joven
esperará mucho del analista. No se cuestionará cuánto tiene que poner de sí para que la
4
evolución se produzca, y pronto se sumarán las distorsiones pragmáticas que pueden
desencadenar la interrupción del tratamiento pareciendo confirmar que "los adolescentes
no son analizables".

Dinámica transferencial e interpretación


Hace tiempo ya que se acepta que los adolescentes establecen una intensa
relación transferencial.
La intensidad de esta relación alude a la calidad narcisista del vínculo objetal.
Hay una fuerte tendencia a desconocer las características propias del objeto y una
inclinación a utilizarlo en el cumplimiento de los propios ideales infantiles. Esto lleva a
que pasado y presente se confundan, que todo sea vivido como un eterno presente. Por
lógica, también se confunden los personajes de estas dos épocas, y los amores-odios
correspondientes.
Así, las características propias del terapeuta son captadas con dificultad y
disgusto, u hostilmente ignoradas. El joven tiene poco margen para mantener el "como
si" del diálogo analítico, a la manera de lo que puede hacerlo un adulto neurótico, y
siente una especial intolerancia a la asimetría de la relación. Por ejemplo, casi nunca
puede recuperarse solo de la rabia que siente al final de una sesión si se considera
interrumpido. Puede ensayar "dar una oportunidad" para que el analista "retome" la
sesión anterior, pero al verse frustrado una vez más, estallará en reproches crueles o se
4
Siguiendo a Liberman, las distorsiones pragmáticas del diálogo analítico se refieren a aquéllas que se
instalan cuando el adolescente, presionado por la angustia que surge de la disminución de la disociación
mente-cuerpo o por el odio que aparece por aumento de la ambivalencia, busca secreta y conscientemente
imponer sus requerimientos dictados por su convicción y ética narcisistas, aunque aparente atenerse a la
regla fundamental de la asociación libre.
encerrará en un silencio vengativo, al no poder aceptar que una sesión pasada es pasado
irrecuperable. 5 Otra situación habitual, al principio del trata miento, es la propuesta de
una relación "como entre amigos para que le pueda tener confianza". Se extrañará, se
sentirá "cortado", incluso se ofenderá si no se le acepta esta propuesta.
Es conveniente que, en la primera etapa del tratamiento, la asimetría sea
elaborada en torno a las ansiedades referidas a la ¡dealización-desidealización de la
relación omnipotente diádica, postergando el abordaje de los deseos incestuosos, con su
cortejo de emociones, celos y rivalidad edípica; angustia de castración y culpa. La
asimetría, al principio, en mi experiencia, no es vivida como derrota edípica, sino más
bien como rechazo y desamor primario y esencial.
En esta dirección, presto mucha atención a las preocupaciones del joven acerca
de su mundo externo y actual, mucho más que con los adultos; aquí intento que pueda
pensar de nuevo lo que acaba de relatarme, tratando de transformar la relación con la o
las personas reales en cuestión, en un diálogo entre distintas partes de su personalidad, y
allí investigar las distintas identificaciones en juego. Cada vez que me parece oportuno,
introduzco a modo de hipótesis, y como motor de ese diálogo interno, motivaciones
inconscientes posibles, las más de las veces narcisistas (y menos sexuales) y, si cabe, la
o las interpretaciones transferenciales, a modo de confirmación del material investigado.
En estos momentos del proceso resulta especialmente productiva la explicitación de la
lógica del todo o nada, como causa de la pérdida o forma de reconquista de la
autoestima, acompañada por la discriminación, enfatizada y reiterada, del "vos" y "yo",
como medio para resaltar la alteridad del analista.
La descripción, en diálogo, de su realidad psíquica, me resulta sumamente
operativa. Es una expresión muy frecuente: "Yo solo me hice toda la película". Hablarle
de esa "película" le hace sentirse en compañía de un "espectador" interesado y
entendido en la materia. Se entusiasma sobremanera cuando siente que se encontró la
palabra "justa" que traduce sus sentimientos, así como la búsqueda de causalidades que
ordenan, articulando sus emociones e imágenes. Por mi parte pongo especial cuidado en
no emitir opiniones personales, que pudieran inducir líneas de pensamiento, estimular
un acuerdo excitante, o una oposición sádica. (4b)

5
Desde este punto de vista, la dinámica transferencial es similar a la que es habitual observar en los
borderlines y personalidades narcisistas, pero a diferencia de éstos, la capacidad simbólica del joven está
sólo inhibida transitoriamente y es rescatable con menor dificultad.
Los emergentes me ayudan a orientarme acerca de cuándo pasar de un nivel a
otro, señalando las distorsiones o malentendidos del encuadre, así como las defensas
que se alternan para contrarrestar el dolor mental. En esta primera etapa del proceso, me
resulta mucho más operativo hablar en términos de "aquí y ahora cons/firo mismo", que
preocuparme por las interpretaciones del tipo "aquí y ahora conmigo", y mucho menos,
"aquí y ahora conmigo como aquel entonces con mamá y papá". La reactivación
narcisista forzosamente lleva al malentendido de que el "conmigo" reiterado, es una
necesidad narcisista del analista. Muchas veces estas interpretaciones son aparentemente
aceptadas pero, en realidad, resultan sometimientos: darle el gusto al analista pero
sintiéndose no atendido ni entendido. Otras veces provocan un desacuerdo u oposición,
aparentemente al contenido y, en realidad, son formas de protesta hacia la formulación.
Mientras que el "consigo" genera paulatinamente el sentimiento de que el analista tiene
un auténtico interés en él. Sin que esto resulte en desmedro del análisis en otros
momentos, de la tiranía y arbitrariedad atribuidas al objeto preedípico omnipotente y
omnisciente, o al rival edípico. Por otra parte, no ahorro ampliaciones descriptivo-
explicativas de las interpretaciones transferenciales que señalen en qué, cómo y para
qué difiere el análisis de otras situaciones sociales, sean familiares, del grupo de pares o
del colegio (4a). Este estilo descriptivo-explicativo (narrativo, según Liberman) resulta
particularmente útil durante los momentos de elaboración de la asimetría, porque rescata
al analista como una persona que puede hablar de acciones pensadas, sin ejercer
ninguna; este método sortea, por una parte, la presión constante del adolescente de
querer modificar la función del analista y por otra, le da al joven la posibilidad de
identificarse con esta capacidad de instrumentar la verbalización, libre de toda actuación
inmediata sobre el prójimo (3, pág. 608). Cuando se va instalando el sentimiento de
constancia objetal y la relación con el pecho-analista se ha establecido más firmemente,
la asociación libre se hace "más libre" y es el adolescente mismo quien va introduciendo
el "aquí y ahora con usted". Liberman dice que el diálogo psicoanalítico será posible, "si
y sólo si" existe un universo común de significados para ambos participantes. Pienso
que la aparición del "aquí y ahora con usted", de parte del adolescente, es un buen
indicador de que esto se va logrando, y las distorsiones semánticas y pragmáticas van
disminuyendo.
Otro recurso que me ha servido para incrementar el sentimiento de contención6 y
el valor del pensar, con miras a contrarrestar gradualmente la presión de subsiguientes
urgencias narcisistas, es retomar, articulando con un material actual, situaciones
analizadas y comprendidas antes, eligiendo en particular aquéllas vividas intensamente
en la transferencia. Así se introduce la dimensión temporal. Cada tanto emergen
recuerdos más lejanos que, si bien no es centro de mi interés, en sí mismo, lo considero
indicador de apaciguamiento de estas urgencias, y un incremento de la capacidad
simbólica.
En cuanto a mi forma de interpretar, mi interés es que el adolescente me perciba
como alguien que permanentemente busca el sentido de lo que le pasa, en atención a su
tendencia a suponer que el analista cree que "se las sabe todas". En esta dirección no
intento disimular que me cuesta entender y poner en palabras la idea que quiero
expresar. Esta actitud apunta a desmentir la omnisciencia y omnipotencia adjudicadas,
sin desbaratar directa y prematuramente la cuota de idealización necesaria en esta etapa.
Variadas frases introductorias a mis intervenciones, que destacan el sentido
hipotético y que, además, invitan a participar a la parte de la personalidad que puede
operar con el mayor nivel de simbolización posible, me ayudan en este propósito:
"Esto que decís nos podría sugerir también que. . .", "se me ocurre que lo que estás
intentando decirme es. . .", "entonces probablemente también estás pensando que. . .",
"se me ocurrió algo, pero si me equivoco vos dirás. . .", "tal vez te viste obligado a ...” 7.
Podría pensarse que estas formulaciones pueden interferir el análisis de la
transferencia negativa. No es mi idea. La reactivación de la ambivalencia inherente al
funcionamiento narcisista, hace imposible que un terapeuta ignore los cambios bruscos
de idealizaciones y desidealizaciones, con los ataques consiguientes. Pero creo que si
estas formulaciones son tomadas en cuenta desde la primera etapa, contribuyen, a la
larga, a la actitud introspectiva. Es un estilo de formulación que da cuenta de la real
dificultad que implica comprender y comprenderse, y soportar el dolor inherente a todo
proceso de crecimiento. Mi propósito es lograr que el adolescente pueda establecer una

6
Agregado 2003: Definición de contención : hacer sentir amor hacia el yo ofreciéndose como sostén
narcisístico para dar tiempo a que se establezca una cadena de significantes (simbolización) que logre
resignificar la angustia (narcisística) surgida ante el deseo del Otro (otro castrado y deseante). Esta
angustia se debe a que ‘para que el otro me desee, debo cederle una parte mía, yo también debo aceptar la
castración. Esto implica la caducidad del Yo narcisístico.
7
Seguramente, encuentro estas introducciones a la interpretación igualmente válidas para un adulto, pero
el narcisismo siempre a flor de piel en los adolescentes, me hace ser particularmente cuidadoso en este
sentido con ellos.
dependencia útil, sin fomentar la pasividad, ni tampoco provocar la rebeldía narcisista
innecesaria.
Pienso que tampoco fomenta la disociación ideoafectiva y las intelectualizaciones,
porque la interpretación de lo inconscíente en la transferencia aportará lo decisivo.
Recalco la importancia de la habilidad en el trato del estado emocional en la
primera etapa de tratamiento, porque su modulación reflejará nuestra actitud ante un
sufrimiento (que el adolescente ignora tener. Por estar absorbido por sus síntomas y
fantasías de reivindicación y rehabilitación ante el mundo adulto, e invadido por sus
impulsos eróticos anárquicos, sentidos como difíciles de canalizar, ignora padecer el
dolor mental que, el temor de no poder cumplir con las metas que se ha propuesto,
provoca. Al principio la introspección e es rechazada, porque es sentida como un
peligro catastrófico o para el mundo narcisista. Cuando la persecución retaliativa por la
agresividad narcisista es muy grande y provoca inhibiciones, hasta parálisis severas, la
calidad de la emoción cambia, la agresividad se transforma, diría, se deforma en miedo
intenso, di El ¿oven se siente indefenso, disminuido, paralizado, y se refugia en la
reticencia y el silencio. La interpretación de la agresividad proyectada no resulta
suficiente para rectificar m esta deformación. Es necesario primero una paciente labor
de discriminación de los objetos involucrados, de las confusiones yo-no yo, y de las
intenciones adjudicadas sobre la base lo de la "lógica de preferencias".
Hasta aquí el espíritu de mi abordaje técnico y algunas (pocas) pautas precisas.
Creo que lo que atenta contra nuestro ingenio y paciencia para conducir esta primera
etapa todo el tiempo que sea necesario (seis meses a dos años en mi experiencia, incluso
tres), es considerar que estamos demorando el "comienzo" del proceso analítico.

Material clínico
Para lustrar estas ideas teoricotécnicas, he seleccionado material del análisis de
un adolescente que, por sus características, pienso me ayudará mejor en este propósito,
porque presenta de un modo exagerado las dificultades que tiene la mayoría de los
jóvenes que llega al análisis.
Por su autoestima sumamente vulnerable, en un principio he tenido que ser muy
cuidadoso con él. Así como él es cuidadoso con sus delicados circuitos transistorizados,
yo he tenido que serlo con sus "circuitos" narcisistas.
Por lo tanto, dejaré sin comentar múltiples aspectos de este proceso, para poder
ceñirme a las ideas de mi interés en este trabajo.
Cuando los padres me consultaron por primera vez, Rafael tenía 18 años recién
cumplidos. Estaban muy alarmados porque la madre había encontrado, sobre la cama
del hijo, una jeringa de inyecciones y "un olor espantoso parecido a nafta". Rafael esta
vez aceptó tratarse después de haberse negado en otras oportunidades. Por otra parte, los
padres lamentaban no haber asignado su real peso a otro episodio ocurrido dos años
antes, cuando lo encontraron intoxicado, y habían tenido que recurrir con urgencia al
hospital, "todo quedó como que fue un accidente por haberse quedado trabajando hasta
altas horas de la madrugada con sus maquetas".
Rafael desde prepúber era un apasionado armador de maquetas de aviones,
barcos, soldaditos, etcétera, que luego pintaba. Era un hobby introducido por la madre
desde los 8 años. El primer episodio "raro" fue a los 15 años, cuando lo encontraron
dormido "con bastante olor a tinner del pegamento y las pinturas", cosa que se repitió
algunas veces más, hasta el primer episodio de franca intoxicación. Le habían sugerido
"no trabajar tanto" porque, además, descuidaba mucho los estudios. Pero desde el
episodio de intoxicación lo vigilaban, porque a menudo encontraban "muchos frascos de
pinturas y pegamento, palillos y pinceles resecados y algún que otro pantalón manchado
y arruinado. Como si usara más elementos que antes, si bien trabajaba más que nunca".
Rafael siempre había negado la acusación de los padres de buscar
conscientemente placer en "oler el pegamento".
Antes de considerar distintas etapas del tratamiento quiero recalcar varios
elementos diagnósticos que me hicieron pensar que la situación no era tan grave como
parecía.
En la entrevista con él, Rafael me informó que en los últimos años practicaba su
hobby intensamente cada dos o tres meses, y luego lo abandonaba totalmente. Siempre
lo hacía solo y sus maquetas no salían de su habitación. "Por casualidad" había
descubierto que el olor le resultaba agradable, y se acordaba de él, "sin saber por qué",
cada tanto. Su grupo social formado por amigos que conservaba desde el jardín de
infantes, ignoraba esta conducta solitaria.
Considero como indicadores de gravedad: el grado de rigidez del síntoma; la
estrechez del repertorio; el grado de egosintonía; la destructividad potencial y su
socialización. Mientras tanto conviene mantenerse cauto y sereno por más espectacular
que un síntoma parezca, cosa que, en cambio, en un adulto decididamente nos
preocuparía. Es que si tomamos en cuenta la intensidad de los conflictos internos y la
realidad frustrante, la estructura mental adolescente tiene mayor capacidad de
modificación que a cualquier edad, inclusive mucho más que en el niño prelatente, en
quien el crecimiento vertiginoso, físico y psicológico, nunca deja de asombrarnos. Pero
éste cuenta a su favor el amparo de los padres y la indulgencia del resto del mundo
adulto.
Rafael tenía una hermana casi cinco años mayor y otra cuatro años menor; si
bien la mayor había nacido muy sana, el parto había sido sumamente traumático para la
madre, con desgarros, hemorragias profusas y peligro de muerte.
Durante el embarazo de Rafael, la madre temía el parto, pero todo había terminado
"maravillosamente bien". Embarazo bueno, parto excelente, sexo muy deseado y una
madre muy feliz. Pero por falta absoluta de leche materna, Rafael fue criado con
mamadera. Muy pocos meses después empezó a padecer una hipotonía muscular
generalizada, a la que los pediatras no asignaron importancia, y que fue desapareciendo
cuando empezó a caminar, a los 15 meses.
Los padres lo recordaban como un bebé sumamente tranquilo, "para nada
violento", que se entretenía solo durante horas en su cuna, y dormía toda la noche. Pero
quedó retrasado en su desarrollo, peso, altura y motricidad. Fue criado por la abuela
materna, porque ambos padres trabajaban.
Creo que la evaluación de "bebé tranquilo", que los padres hicieron, era una formación
reactiva, y cabe suponer que la hipotonía, "inexplicable y sin importancia", fue un
indicador en Rafael de la insuficiente conexión madre-hijo, que lo dispuso a una
sumisión emocional, a un refugiarse en fantasías omnipotentes, y retrasó su caminar. Un
equivalente melancólico de abandonarse como reacción frente a lo que puede haber
sentido como abandono.
A los tres años, sus padres viajaron a Israel solos, y a su regreso lo encontraron delgado.
La abuela además, informó que Rafael rompía las cartas en crisis de rabietas. Creo que
este adelgazamiento fue otro indicador de su depresión.
A los 4 años, "por accidente", ingirió comprimidos de Mogadan poco tiempo antes del
nacimiento de su hermana menor.
Hasta los 10 años había tenido enuresis nocturna frecuente, que había remitido
espontáneamente.
Los padres de Rafael conformaban un matrimonio complementario y bastante bien
avenido. La madre era una mujer muy inteligente y observadora. Aunque sensible y
afectuosa, no había podido establecer con el hijo una relación más estrecha y efectiva
porque, desde el principio, había empezado a trabajar.
El padre era una persona ceremoniosa y formal, e impresionaba empobrecido por su
rigidez y afán de demostrar corrección e inteligencia. Quería a su hijo en forma un tanto
enfermiza. Confesaba haber sido muchas veces muy áspero con él, muy controlador con
la escolaridad y con tendencia a remarcar "sólo los errores". Había descubierto con
cierto asombro que, en esta ocasión, su hijo se había tranquilizado al tener una actitud
comprensiva y de preocupación para con él. Su clasificación básica de las relaciones
interpersonales era: "con violencia" o "sin violencia". Consideraba a su hijo "muy
afectivo, cálido, si bien de pocas palabras".
Las hermanas de Rafael eran más vitales y exitosas en sus estudios, y desde
chico, él se había sentido desplazado por ellas pero sólo en los últimos años había
empezado a protestar un poco.
En la entrevista, al principio, Rafael estuvo naturalmente parco y desconfiado.
Pero en líneas generales confirmó lo referido "al oler". Estaba preocupado por la
gravedad del síntoma, y "si era drogadicción o no". Lo importante para un pronóstico
relativamente alentador, fue que prácticamente no se defendió con negativas,
racionalizaciones ni justificaciones. Era evidente que estaba genuinamente preocupado,
y quería ser ayudado.
En todos los otros temas surgió un chico sumamente oposicionista y
competitivo. Apostaba con toda su autoestima contra el mundo de los adultos. Su
escolaridad tanto primaria como secundaria había sido siempre entre mala y pésima. En
el secundario había repetido tercer año, cuarto lo había "salvado raspando", y ahora
cursando quinto, tenía muchos problemas. Sin embargo, esgrimía mil argumentos sobre
por qué era tonto estudiar en la escuela secundaria. El podría preparar los exámenes en
15-20 días al finalizar cada año, ya que, durante el año, siempre le hacían estudiar cosas
que no interesaban. Estudiaría en la facultad la carrera que él eligiese. Por qué tenía que
cortarse el cabello o no podía ir al colegio en jeans y zapatillas, cuando el aprendizaje
no dependía de la indumentaria, etcétera. Estas argumentaciones exasperaban al padre
quien, tan formal, "se violentaba", redoblaba la persecución y control, y discutían por
todo.
De mediana estatura, sumamente delgado, este jovencito no podía estudiar
porque estaba permanentemente "estudiando" cómo sostener su autoestima. La madre
tenía razón, Rafael estaba retrasado pero ahora no en su desarrollo físico, sino en lo
intelectual, psicosexual y social. Hasta los 12 años había sido un chico bloqueado
afectivamente, sumamente controlado en su agresividad, y por lo tanto empobrecido en
su capacidad de expresión verbal. En cambio, había desarrollado una frondosa fantasía y
habilidad manual en su intimidad. Hasta esa edad, una intensa disociación-
autoidealización sustentada por su omnipotencia y omnisciencia narcisistas, le
permitieron sostener su autoestima y lograr una adaptación superficialmente eficaz.
Pero también necesitó apelar a una considerable pasividad y retraimiento frente al
mundo externo, recurriendo a satisfacciones solitarias.
Las nuevas exigencias que la entrada en la pubertad implica, los cambios
corporales, el empuje sexual y el colegio secundario, hicieron este equilibrio aún más
precario. Por su constitución física y sus crisis infantiles, este joven había llegado a la
pubertad sin consolidar los logros que todo niño latente necesita (1), para hacer frente al
cimbronazo narcisista que esos cambios ocasionan. Un splitting-e-idealización excesivo
había producido tal estado de inactividad de la ansiedad, que no se había promovido el
crecimiento y el avance irresistible del desarrollo biológico que, ahora, le exigía tareas
para las cuales su estructura mental no estaba preparada (4c). El estado de crisis global
de la personalidad, que habitualmente se instala y requiere un trabajo de resignificación,
sobrepasó en Rafael su capacidad de autocontención. Ceder ante cualquier
requerimiento del mundo adulto era vivido como un menoscabo esencial. La exigencia
de los cambios se tradujo en un reforzamiento de sus defensas, mayor disociación-e-
idealización de su mundo interno, y mayor omni-potencia-omnisciencia: por una parte,
sus maquetas eran cada vez más grandes, más complicadas y más rápidamente armadas
y, por otra, su rechazo, ahora explosivo, y su crítica a todo lo instituido por los adultos
eran cada vez más sistemáticos, globales e indiscriminados. Esta era la única forma de
aplacar los requerimientos de su yo ideal o ideal del yo arcaico. El alto precio que
pagaba era no poder atender a sus pulsiones sexuales propiamente dichas: a los 18 años
todavía no había podido tener ningún tipo de acercamiento con las chicas. Llevaba una
vida social en grupo de pares al mejor estilo púber, en donde el sexo opuesto parecía
estar totalmente excluido. Por otra parte, asumía en este grupo, de una manera bastante
fija, el rol de observador poco participante, actitud que no le permitía adquirir la fluidez
suficiente para ensayar alternadamente los distintos personajes de sus fantasías
masturbatorias narcisistas porque, regido por la lógica del todo o nada, se quedaba
paralizado y con nada. Al decir de Erikson, no podía aprovechar la moratoria
psicosexual que ofrece el grupo de pares al prestar su identidad. (2).
No incluyó en sus relatos ninguna referencia a su vida sentimental ni sexual,
cosa sumamente infrecuente en un joven de 18 años. Me incliné a pensar que esta
omisión no se debía sólo a la culpa persecutoria por la masturbación, por su significado
inconsciente de ataque a la escena primaria, y la angustia de castración consiguiente
ante un adulto-padre-analista, así como por probables fantasías homosexuales sino, y
ante todo, por la herida narcisista y vergüenza consciente que le significaba no poder
hacerse cargo mínimamente de sí mismo y, mucho menos, de sus pulsiones sexuales
genitales. En cambio, describió con orgullo que mientras armaba sus maquetas veía un
programa por televisión, simultáneamente escuchaba con los auriculares puestos algún
cassette, y eventualmente controlaba la grabación de un disco, en otro equipo, para un
amigo. El despliegue de estas actividades ponía de manifiesto la angustia que le
despertaba la masturbación, y sus esfuerzos para controlarla, pero también era un
motivo de orgullo importante poder conrolar tantas actividades a la vez.
Consideré el síntoma que lo trajo a la consulta en este contexto. Me aventuré a
pensar que ni bien se instalara una mínima confianza en el tratamiento, este síntoma iba
a desaparecer. Primero lo pensé como una escenificación de un acto autoerótico,
promovido por fantasías incestuosas con poco desplazamiento y deformación:
manipuleo del pegamento y las pinturas de consistencia similar al del semen, "palillos
resecados y pantalones manchados" y un olor característico. Unión con la madre a
través de la práctica del hobby introducido por ella, que desplazaba al mandato paterno:
ocuparse de los estudios y ser responsable.
Pero el síntoma en Rafael no se acompañaba del sentimiento de desafío, orgullo
y triunfo que, en la adolescencia, las actividades masturbatorias exitosas suministran por
la satisfacción narcisista que producen, equiparables a verse físicamente apto: con
erección, eyaculación y capacidad de orgasmo. Además, comúnmente, la culpa ante la
escena primaria no es comparativamente tan intensa como la satisfacción
(tranquilización) narcisista, porque se tiene la convicción de que estas actividades son
temporarias y ensayo en la fantasía.
Los significados edípicos inconscientes que también formaban parte de la
estructura del mundo interno de Rafael no parecían constituir su punto de urgencia. El
armado de maquetas cada vez más febril, y la olfación de los elementos usados, si bien
cada tanto, pero cada vez menos oculta, indicaban que su angustia por la soledad ante la
impotencia-inoperancia aumentaba sin cesar, y las satisfacciones sustitutivas resultaban
cada vez menos compensatorias. Si bien el pegamento-pinturas-semen y las maquetas-
hijos también implicaban fantasías de la afirmación de la potencia-fertilidad, tampoco lo
tranquilizaban porque esta actividad estaba cargada con sentimientos de rivalidad
vengativa ante la pareja parental, y de aspiración de triunfo maníaco con fantasías
partenogenéticas.
La madre y las hermanas eran las figuras activas y exitosas, y el padre desde su
propia necesidad de autoafirmación exigía que el hijo, "con o sin título universitario"
aceptase un cargo en la empresa donde él trabajaba, porque "como único varón" tenía
intenciones de dejarle su puesto en un futuro. Pero Rafael todavía no podía identificarse
con este proyecto porque, para él, equivalía a manifestar deseos de desplazar al padre o
aceptar un sometimiento homosexual.
Como comentario general final a estas entrevistas agregaré que seguramente la
conjunción de estas pérdidas y exigencias, sumadas a las propias de la adolescencia, se
resignificaban como una reedición de las de su primera y segunda infancia, y hacía
esfuerzos denodados para preservar, aunque fuese superficialmente, un funcionamiento
de la personalidad conectada a la realidad. Se podría presumir que el peligro era
sucumbir a un colapso depresivo, caer de la "hipotonía" a una "atonía" emocional: una
melancolía.
Mi estrategia de trabajo para la primera etapa del tratamiento, durase esto lo que
durase, fue atender primordialmente sus necesidades narcisistas y abordar su sexualidad
sólo cuando pudiese prever capacidad de sostener él su autoestima. Lógicamente, más
de una vez "calibré" erróneamente, apurándome o yendo más lento que él. Pero,
sintiéndose un interlocutor tenido en cuenta, muchas veces Rafael me corrigió
adecuadamente.
Iré aclarando lo que quiero decir con todo esto a medida que vaya presentando
extractos de sesiones de distintos momentos del proceso analítico, que ahora está por
concluir su tercer año.
El material que presentaré fue reconstruido al cabo de la sesión o del día.
Una característica de Rafael que se mantiene hasta el día de hoy, es hablar a gran
velocidad, modular muy mal y entrecortadamente.
Primera sesión: martes

P: El otro día cuando usted me explicó cómo iba a ser el tratamiento,


al final me preguntó si yo tenía alguna pregunta. En ese momento le
dije que no, porque no se me ocurrió ninguna, pero bueno, sí. Quiero
saber cuánto va a durar el tratamiento. (Pausa, espera que le conteste).
Además, si usted es psicólogo o psiquiatra.

A: Siendo hoy la primera sesión de tu tratamiento, creo que estás


interesado en saber cómo será nuestra relación y qué pasará entre
nosotros. Si nuestro trabajo va a depender de tus necesidades, o si yo
ya tengo un plan mío preestablecido. Tanto que si soy psicólogo,
creerás que tengo un tipo de plan y si soy psiquiatra, otro tipo de plan.

P: El psiquiatra es para gente hecha pomada como la vecina del primer


piso. Primero el año pasado se separó, después el hijo no quiso vivir
con ella, y el año pasado se le incendió la casa. (Pausa). Un psicólogo
es para. . . como cuando yo iba para mis problemas de la escuela, me
hacía dibujar sobre mi familia y otras cosas tontas.

A: Entonces querrías que yo fuera con vos distinto, ni como un


psiquiatra ni como un psicólogo.

P: ¿Pero es psiquiatra o psicólogo? porque una de las dos cosas tiene


que ser.

A: No creo que lo que te importa realmente sea mi título, sino que estás
preocupado por si yo te veo hecho pomada; y si no, me das a entender
que tenés preocupaciones personales de las que querrías hablarme
cuanto antes, y que yo no te salga con cosas que te puedan parecer
tontas, y sientas que perdés el tiempo. (Se frustró porque
compulsivamente quería saber algo concreto de mí. Más
profundamente estaba buscando constatar si era aceptado-valorado-
querido o despreciado por "estar hecho pomada". Recibir una
interpretación lo confirmó parcialmente; entonces pudo protestar).

P: (Pausa prolongada). No me gustó que las vacaciones sean en


febrero.

A: Pienso que ésta es una de tus preocupaciones: ver en seguida con


disgusto cualquier norma que yo establezca para nuestra relación.
Sentirlas como imposiciones.

P: Al fin y al cabo usted directa o indirectamente me impone las cosas:


¿los horarios no son una imposición, por ejemplo? Igual que en el
colegio que tengo que cortarme el pelo, sí o sí.'

A: Creo que sin darte cuenta me estás explicando tu temor a que yo me


meta también en tu vida personal según gustos míos, y te imponga mis
ideas y te mande a cortar las tuyas. Por eso que cuando te recordé tus
preocupaciones personales de las que querrías hablarme, desviaste el
tema a los horarios. . .

P: (Interrumpiendo). Porque también tienen que ver conmigo. ¿Qué


pasaría si yo no pudiese venir a los horarios que usted me dio?

A: Mientras fuese posible para mí, hubiésemos buscado otros. Cosa


que un poco hicimos. Justamente por eso, yo pienso que tu
preocupación no es la de los horarios a los que no hubieses podido
venir, sino por ejemplo tu necesidad de probarme si me aguanto los
imposibles, porque vos también necesitas que te ayude con tus
imposibles. Por ejemplo qué haré cada vez que aparezca un Rafael que
te convence que quiero mandonearte, y que es mejor que me lleves la
contra para defenderte de mis caprichos y autoritarismos.

P: ¡Bueno, yo no dije tanto!

Durante el primer mes desarrolló el tema del pedir.


Mi táctica fue acompañarlo a desplegar el tema al máximo posible; con esto quiero
decir que intenté ayudarlo a relatar lo que él podía ya observar en su vida cotidiana,
ampliando el repertorio de situaciones con el mayor enriquecimiento de vocabulario
posible, que pudiese poner palabras a la mayor cantidad de experiencias emocionales
con diversos personajes de su interés, amados y odiados.
Cuando el funcionamiento de la personalidad está dominado por las estructuras
narcisistas, la exigencia es que con pocas palabras el analista entienda inmediatamente
todo. Es un tipo de satisfacción narcisista que busca imponerse, porque alimenta el
control omnipotente sobre el objeto. Sabemos que si el terapeuta se contraidentifica con
el objeto omnisciente depositado, inconscientemente tiende a interpretar "adivinando"
cada vez más, y con menor información. Si "acierta", alimenta una fascinación peligrosa
a la que son tan proclives los adolescentes, pero, también, cada vez que fracasa (que es
la mayoría de las veces), surge una rabia narcisista que rápidamente se traduce en
desilusión y desprecio, incluso períodos de ausentismo.
Mientras que creando las condiciones para la ampliación de la información no se
responde a la demanda narcisista de ser "comprendido inmediatamente en todo", pero se
da lugar a otra satisfacción sustitutiva de sentirse tratado como un interlocutor valorado,
sentimiento que robustece la autoestima, y esto estimula al joven a hacerse cargo de su
propio deseo de hacerse comprender. Este deseo, por otra parte, al principio es
identificado proyectivamente en el analista, a quien, en consecuencia, se lo siente como
alguien que, en complicidad con los padres, quiere sonsacar información y secretos. Los
efectos benéficos de las interpretaciones transferenciales de esta fantasía persecutoria se
potencian cuando se logra complementarlas con la creación de un campo propicio donde
el adolescente sienta que el informante valorado es él.
Con "ampliar la información", no quiero decir preguntar por más información,
recurso que puede ser necesario y útil en algún momento, sino buscar relaciones de
causa y efecto especialmente referidas a la hostilidad con poco salto de simbolización,
indagar contrastes y contradicciones, establecer relaciones de diferencia, aclarar
confusiones adentro-afuera, yo-no yo, desarrollar razonamientos hasta absurdos o
imposibles, cotejar expectativas y realidades, etcétera, y cada tanto señalar las
similitudes con la ambivalencia en la relación transferencia I. Es, más bien, intentar
"ampliar su información" ya que este esfuerzo narcisistamente "aceptable" le permite al
joven descubrir que puede pensar más de lo que creía y que sabe más de lo que creía
saber sobre sí mismo, combatir la pasividad, y ofrecer la oportunidad de recobrar la
autoestima por una actividad genuina y personal.
En mi experiencia este procedimiento allana el camino para las interpretaciones
transferenciales y de lo inconsciente, de lo que él no sabe de sí mismo, porque pacifica,
en mucho la envidia narcisista por lo que el analista "sabe". Estas interpretaciones se
transforman así en confirmatorias de lo indagado anteriormente y predisponen mejor a
la dependencia útil, tan difícil de lograr en los adolescentes, especialmente en el primer
y crucial período de tratamiento.
Con esta dinámica transferencial Rafael logró informarme (y escucharse) de
muchos aspectos del primer tema de su interés: el pedir, siendo él un "chico parco y de
pocas palabras". De sus descripciones de múltiples situaciones se desprendió que podía
pedir para otros, pero no para sí, porque no soportaba avenirse a las condiciones de
espera y dependencia. Depositaba en un tercero su aspecto necesitado, para quien pedía,
pero él para sí se frustraba, y entonces, cuando otra situación permitía hacer viable una
protesta, se dedicaba a la crítica y condena de la persona o institución en cuestión: el
padre, el colegio, el Ministerio de Educación o el Ejército. Ante mis interpretaciones
transferenciales, primero respondió con silencios y continuó con lo suyo. Cuando señalé
esta conducta, nuevamente surgió su protesta por la "imposición" de los horarios como
había ocurrido en la primera sesión. Entonces, preferí comprender esta protesta como
que yo no le había dedicado suficientes horas para que él desplegase "su" tema, a su
modo y ritmo, y en cambio le había impuesto "mi" criterio de número de horas para eso.
Decidí seguir acompañándolo en "darse el gusto" de ampliar la información, hasta que
se hizo innecesario y en su lugar aparecieron referencias al diálogo analítico.

A continuación ilustraré con una sesión estas ideas técnicas.


Sesión de/ día viernes
Por primera vez llegó 25 minutos tarde, siendo siempre muy puntual a
pesar de que tenía que combinar tren y colectivo. Este primer elemento
de la sesión me puso alerta. Pensé que algo nuevo estaba ocurriendo.
No sólo porque era la primera vez que llegaba tarde, sino además por
haber venido después de tanta demora. En mi experiencia los
adolescentes se demoran no más de 10a 15 minutos; si ven que se les
hace mucho más tarde, directamente no vienen: "porque ya no vale la
pena". Pensé que si bien la demora podría tener su razón inconsciente
hostil (aparte de la consciente), el interés también se mostraba con toda
su fuerza. Era un progreso que la ambivalencia surgiese con tanta
fuerza y claridad en un chico tan parco y reticente. Sólo que todavía no
podía expresarla verbalmente, sino traerla como un acting out parcial.

P: Ayer papá me regaló un reloj-calculadora. Hace un año que se lo


había pedido y ya me había olvidado. Y ayer a la noche me lo trajo, i
No sabía qué decirle! (Pausa) Después una cosa que hago es jugar con
el tiempo. Salgo tan justo que. . . (Pausa tensa) Me acosté a las seis
pensando levantarme a las siete menos cinco para venir para acá. Y. . .
me desperté porque sonó el teléfono. (Está muy nervioso).

A: ¿Querés decirme que otra forma de jugar con el tiempo es


durmiéndote?

P: Sí. Con gimnasia me pasa igual. Me acuesto al mediodía sin pedirle


a nadie que me despierte.

A: O sea, hoy te quedaste dormido porque no le pediste a nadie que te


haga de despertador. . .

Hasta aquí mis intervenciones apuntan a ampliar, un poco más, la


categoría de "jugar con el tiempo" que él había logrado traer.

P: (Intercalando) Sí.

Ahora ensayé varios tanteos interpretativos para indagar la


ambivalencia en general.

A: ... Pienso entonces que debería llamarnos la atención la coincidencia


de que hoy me cuentes, por una parte, que tu papá te haya regalado un
reloj, y por otra, por primera vez me cuentes este problema tuyo con el
tiempo. Que ahora tenés el reloj que querías, pero no lo podes usar.
Como si, por una parte me pidieses que yo sea un reloj adentro tuyo, y
te despierte, te avive para que no pierdas las cosas que te interesan, y
por otra, hubiese un Rafael que intenta anular tu pedido, y que hoy casi
lo logra.

P: (Menos nervioso) Es así, sí. (Pausa. Con mayor entusiasmo) Hoy a


la tarde también tenía que hacer una cosa a las tres, y llegué a las tres y
veinte porque me acosté por veinticinco minutos o media hora.
A: ¿Es habitual que te acuestes por tan poco tiempo?

P: Es que no me acuesto a dormir, sino que me tiro a mirar TV y me


quedo dormido (la participación emocional va en aumento).

A: Como si al mismo tiempo quisieras y no quisieras ir donde tengas


que ir. Y entonces tratas, sin darte mucha cuenta de que todo te parezca
un accidente. Tal vez sientas miedo de elegir bien a conciencia si
querés ir o no.

P: ¡Pero yo siempre trato de ser puntual! (Pausa) Con el colegio


también me pasa lo mismo; a la mañana, también digo me voy a
levantar y al final me quedo dormido.

A: Pero con el colegio justamente sabemos que pasa algo así: por una
parte, querés terminar el bachillerato pero por otro lado, vas a disgusto
porque consideras que el secundario no sirve y no vale la pena que te
esfuerces.

P: Es cierto.
Este primer grado de insight me decidió a proseguir con un tanteo
interpretativo de la ambivalencia transferencial.

A: ¿Con tu análisis y conmigo no habrá también un doble sentimiento


parecido?

P: ¡No!. . . porque si no, no vendría siempre puntual (su compromiso


emocional es cada vez más intenso. Me resulta conmovedora su
vehemencia por asegurarme de sus buenos sentimientos hacia mí. Pero,
por lo mismo, se me hace fácil sospechar el odio, cuyo motivo, sin
embargo, ignoro).

A: Es cierto. Entonces tal vez haya algún problema con la sesión de


hoy nomás, que no sabemos.

P: (Se detiene sorprendido. Pausa). Puede ser. (Pausa algo más


prolongada. Cambia su tono y surge un matiz de depresión). Fui a
comprar unas camisas y también iba a comprar una chapa para el
circuito y no me alcanzó la plata. (Mi confirmación del amor infantil
—"es cierto"— y hablar a la parte adulta —"no sabemos"— permitió
el comienzo de la aparición de los motivos del odio infantil).
A: Entonces, tal vez a la vuelta necesitaste dormir para no mantenerte
enojado.

P: Creo que sí. . . porque ahora voy a tener que esperar hasta el martes,
porque mañana esos negocios están cerrados. Después voy a tener que
conseguir más plata, comprar la chapa, llevarla al colegio para que un
pibe me dibuje el circuito.
A: ... Y todo se te hace largo y lento.

P: (Con tono de descubrimiento) Hmm (Pausa de nuevo prolongada).


Es cierto que eso de esperar me hincha. El otro día con mi amigo
Alberto. . . ¿se acuerda?. . . íbamos a ir al cine y me hizo esperar
cuarenta minutos. (Pausa). También ayer, que fui a comprar otras cosas
para el circuito. . . y en el negocio había mucha gente, saqué número,
pero después me fui a otro porque me hinchaba esperar. (Pensé que
también se impacientaba por mi referencia a su relación conmigo, la
interpretación transferencial).

A: En forma parecida pienso que en tu quedarte dormido y demorarte


en venir hoy, debe haber influido la sesión de ayer, y también saber
que después de la de hoy, a mí también me vas a tener que esperar
hasta el martes, aunque tengas muchas ganas de seguir armando, en tu
cabeza, los circuitos de los temas de tu interés. Yo no seré impuntual
como Alberto. . .

P: ... Pero. . . ¿Usted me quiere decir que se parece a la espera del


negocio?

A: Pareciera que sí, ¿no?

P: Sí. (Pausa). Además la sesión de ayer cuando terminó, yo hubiera


querido seguir, porque no entendí bien por qué me costaba aceptar que
mi papá no me haya tirado la bronca por el boletín.

A: Entonces, ayer a la salida, enojado, habrás pensado "al diablo con


Aryan y con los relojes, mañana llego a cualquier hora".

P: (Se sonríe) Algo así. . . pero no pensé que iba a llegar a cualquier
hora.

A: Entonces ésa fue la parte sin darte cuenta, la parte inconsciente. El


enojo consciente y el desquite inconsciente.

P: (Muy aliviado) Hmm.

Rafael paulatinamente iba abandonando el hobby del armado de maquetas y


pasaba a otro: el armado de circuitos eléctricos transistorizados, por sugerencia de un
amigo del colegio. Siguiendo fielmente las indicaciones de revistas especializadas,
empezó a armar un timbre y una cerradura eléctricos. Su afán era armarlos y verlos
funcionar, todavía no podía interesarse por ningún tipo de aplicabilidad. Pero ya había
un cambio en relación con las maquetas: estos circuitos no eran armados estáticos,
tenían movimiento y emitían sonidos, funcionaban. Obviamente, entre varios
significados de estos objetos estaba, ante todo, el que por identificación proyectiva lo
representaban a él mismo afuera y en el proceso analítico. Se sentía más vital y salía del
estatismo. La "hipotonía" cedía y "empezaba a caminar". Tal vez también yo empezaba
a funcionar, dentro de él, como un dispositivo de avisos (timbre), y protector de
pertenencias (cerradura).
Era tan intenso su afán de sentirse valorable y, por esa vía, estimulado, que
emprendía un procedimiento complicadísimo que le significaba ingenio, mucho tiempo
y dedicación: en vez de comprar todos los componentes indicados por la revista y
simplemente armarlos, como había hecho con las maquetas, ahora intentaba fabricar él
la mayor cantidad de elementos, comprando lo imprescindible. Por ejemplo: la plaqueta
de base, donde irían insertados los cablecitos de distintos colores, los transistores y los
pulsadores, la fabricaba él según las indicaciones del compañero y algún asesoramiento
de los vendedores de los comercios del ramo (el analista). Para esto, primero
fotografiaba el circuito publicado en la revista y mandaba a revelar el rollo; luego (con
una ampliadora de fotografías que compró usada, en oferta), imprimía la imagen del
negativo sobre plaquetas de zinc especiales y las pasaba por un baño químico para
obtener el revelado de la impresión, a modo de una fotografía. El líquido, muy cáustico,
se lo proporcionaba el padre con mucha desconfianza.
Evidentemente, todos estos componentes representaban partes de su cuerpo y de
su yo, su mente-sexualidad que intentaba armar y constatar su funcionamiento, en
eficiencia-potencia y fertilidad. Por otra parte, se había hecho más nítida la inclusión de
un compañero nuevo, como una figura narcisista y homosexual de sostén, a quien podía
recurrir y pedir asesoramiento.
En la transferencia yo representaba a ese padre desconfiado y perseguidor y, a la
vez, al compañero confiable y secretamente admirado.
Para poder tolerar el abordaje de la sexualidad en sus componentes conscientes e
inconscientes, es necesario que se afiance mínimamente el equilibrio narcisista. Si bien
como obstáculo influyen la hostilidad y la rivalidad edípicas, y la angustia de castración
consiguiente, también influye la vulnerabilidad de la autoestima, el temor de ser
burlado, por lo que significa, como herida narcisista, mostrar la inexperiencia, necesitar
ayuda y depender.
Durante dos meses yo también, un tanto meticuloso, estuve trabajando con mucho
cuidado sobre sus "circuitos" narcisistas, tan frágiles y sensibles como los
transistorizados que armaba él. Ahora que le podía quedar más claro que su enojo no era
tan destructivo, "violento", ni él, por eso, tan despreciable, me pareció que ya era
momento de interpretar los significados sexuales propiamente dichos, implícitos en
"sus" temas, pero me equivoqué. Todavía yo representaba muchísimo más al padre
amenazante y descalificador que al amigo confiable y estimulante. Esto no se debía
solamente a mi edad real, sino especialmente a mi rol y al tema: la sexualidad y su
grado de narcisización. Ilustraré con una sesión.

Sesión del día viernes

Llega 15 minutos tarde.

P: Ayer se me derramó el líquido otra vez. Se me mancharon dos


pantalones. El que tenía puesto y otro que estaba sobre la silla. El de la
silla se arruinó todo, quedó hecho pomada. Hay que tirarlo. Leticia, la
muchacha por hora, me retó y se lo fue a alcahuetear a mi vieja. ¿Para qué
se tiene que meter ella? Mi vieja igual no dijo nada. Mi viejo también, el
otro día, me tiró la bronca; "¿Otra vez me pedís ese líquido?" me dijo.
Pero ya le expliqué que no tiene ningún olor. Pero él sigue pensando en lo
de antes. . . iy es muy distinto! (Pausa larga). No creo que tenga nada que
ver, pero noté que hace dos sesiones que hago silencios largos.

A: Creo que con tu hobby nuevo también estás a la expectativa de qué


pienso yo. Si te lo apruebo, o yo también voy a pensar que haces pomadas
las cosas, y tu cabeza para estudiar.

P: (Silencio prolongado). ¿No ve que hago silencio?

A: Tenes miedo que yo te diga que haces pomada el tiempo de acá


también.

P: No usted, eso lo pienso yo. Pero no se me ocurre nada. (Silencio).

A: Tal vez podemos suponer que el hobby nuevo representa otra cosa
nueva de la que me querrás hablar.

P.-¿Qué?! (Esta vez preferí no preguntarle "¿A vos qué te parece?" porque
en muchas otras situaciones similares se había inhibido, reiterando "no sé,
no se me ocurre nada". Por otra parte yo tenía mi hipótesis en la que
confiaba bastante).

A: Que la (tranquilo, lento y con tono explicativo) plaqueta y el líquido


representan la preparación de circuitos de ideas sobre otros intereses tuyos,
por ejemplo, el sexo, pero que, hasta ahora no me has hablado nada. Por
eso los silencios. (Pausa) Por ejemplo cómo se te pueden manchar los
pantalones con tu líquido, el semen, la leche, cuando te excitas pensando
en las chicas porque te vienen ganas de masturbarte. Y en eso también, no
sabes qué te diría yo. Y con los silencios postergas el tema.
P: (Silencio prolongado y tenso [fastidiado]). Si yo quiero lo voy a seguir
haciendo. Ella no se tiene por qué meter. El otro día no planchó una
camisa que tenía que planchar y nadie le dijo nada. (Silencio) Me gané 350
palos en la quiniela, podía haberme comprado otra plaqueta pero no tuve
ganas. (Silencio) (Conciliador) El silencio no es con usted solo, en
reuniones, fiestas, me pasa igual.

A: Pienso que, por un lado, querés que yo no me enoje por los silencios,
creyendo que estás ensañado conmigo, y que en todos lados tenés el
problema de quedarte frenado con tus intereses sexuales, como me decís
que te pasa en las reuniones y las fiestas, donde te podes calentar cuando
ves chicas o escuchas a otros chicos cómo se les acercan y por ahí hacen
un levante; pero, también, está el Rafael que a veces descubrimos que se
mete entre nosotros dos, no te deja hablar de esas preocupaciones porque
te convence que como los 350 palos, el pito es tuyo y vas a hacer con él lo
que quieras, y que yo no me meta y me manda a planchar camisas. Pero
así, también te quedas solo con tus preocupaciones.

P: (Silencio). Pero como tema de interés también podríamos hablar de


muchos otros. De religión por ejemplo, digo por decir un tema cualquiera.
(Silencio. Angustiado e irritado). Además no sé por qué sacó este tema
justo hoy.

A: Creo que preferís pensar que lo saqué porque soy un metido como
Leticia, o un desconfiado como tu papá. Pero eso no quita que igual tengas
el tema en la cabeza como preocupación. Es que aunque estás preocupado
por tu sexualidad, estás mucho más preocupado y alerta por mí. Querrías
que hablemos de religión para enterarte si yo considero que estás pecando
o no, por ejemplo.

P: (Enojado) Pero yo le voy a hablar cuando se me dé la gana.

A: Tal vez tengas algo de razón, pero creo que te enojas porque te
asustaste por si tengo planes ocultos y peligrosos para vos, considerando
que estás en falta.

P: (Silencio prolongado).

Durante varios meses me habló de la desconfianza y el control del padre en


relación con el oler, el colegio y el trato que él le daba al auto del padre. Detallaba
largas discusiones con él y rendiciones de cuenta para tranquilizarlo; cada tanto se hacía
alguna referencia a su dificultad para estudiar y, las más de las veces, se explayaba en su
tema preferido: me participaba de interminables descripciones del circuito de turno que
estaba armando. Estaban totalmente ausentes del material la madre, las hermanas, los
amigos y las diversiones. Varias veces le interpreté, sin mucho éxito, su placer
exhibicionista ante mí, al explayarse en un tema donde él bien podía suponer que yo
entendía poco y nada, pero algo cambió cuando le señalé que se presentaba ante mí
como el hijo único de un padre viudo o separado con quien, en consecuencia, sentía la
obligación de conformarlo y de demostrar sus esfuerzos en ser responsable, dejaba
afuera sus propios intereses y diversiones. Esta fue una manera indirecta de decirle que
separaba a la pareja parental, anulando a la madre y a las hermanas, y, también, a mí me
dejaba "viudo" o "separado" del material excluido y sin posibilidad de tener otras
comprensiones-interpretaciones-hijos. Entonces comenzó a mencionar salidas con "la
barra", la preocupación por la conscripción (no hacía mucho que había terminado la
guerra de Las Malvinas), problemas entre los padres y tíos, conversaciones con las
hermanas sobre estas dificultades, angustias ante los últimos exámenes para terminar el
bachillerato, y una fugaz relación con la única chica de la "barra", que sorpresivamente
lo dejó. Más tarde se enteró que ella lo consideraba aburrido, posesivo, despótico y
violento, como muchas veces yo le había interpretado el trato que se daba o me daba en
sesión.
Como mi interés en este trabajo no es exponer un informe detallado de este proceso,
sólo agregaré que durante más de un año las sesiones transcurrieron en los niveles
descritos. La disociación emocional y la exclusión de material era tan importante y
rígida que, por momentos, me parecía hablar a un tonto que no daba indicios de
entenderme, ni siquiera parecía darse cuenta de ello. En otras, me sentía atontado yo de
escuchar, sesión tras sesión, descripciones monótonamente detalladas sobre las
situaciones antes mencionadas. Antes de empezar el análisis el inhibido, aislado y
atontado era él. Cuando interpretaba estos contenidos haciendo referencia a la relación
transferencia!, en términos de desconfianza y necesidad de control de él sobre mí, y no
al revés, como en la mayor parte del material, ya no se enojaba, pero tampoco
contestaba. Sólo cada tanto agregaba: "el día que yo pueda, entraré en esos temas
(contenidos sexuales). Usted espere que ya algún día podré".
Sabía que era crucial para él tenerle paciencia e interés en su "empezar a caminar".
Esta técnica anal-sádica de control era su forma de afirmar omnipotentemente su
autoestima, teniéndome pendiente de sus "caquitas" valiosas. Pero más profundamente
indicaba su necesidad de probarme como continente.
Para terminar, expondré un material correspondiente al año y medio para ¡lustrar la
disminución y modificación de la disociación ideoafectiva, y de la identificación
proyectiva de lo atacado y denigrado por las estructuras narcisistas, y por eso mayor
"revitalización" del material.

Sesión del día viernes

Llegó diez minutos tarde.

P: El miércoles fui al hipódromo con mi viejo. Y en el camino justo se


encontró con un amigo; de chicos jugaban a la pelota. Este tipo es del
MID. Entonces le pregunté por un tío de Osear que fue candidato a
diputado... y sí (le tomó examen a ver si era del MID). Todas casualidades
que se dieron justo (motivo habitual de placer masturbatorio). (Pausa). Y
ayer falté como un boludo. Tenía que hacer varias diligencias de la oficina
y tardé un tocaso. Algunas se podían hacer hasta las seis y una sola hasta
las cuatro, y yo empecé al revés, empecé por las que se podían hacer hasta
las seis. (Su sesión era a las 15.30).

A: Esta vez te fallaron los cálculos y pronósticos.

P: Sí...

A: Pero podríamos también sospechar que sin darte cuenta tendrías alguna
razón para arriesgar la sesión y finalmente perderla.

P: Mi vieja me dijo que primero hiciese la de las cuatro para no llegar


tarde acá; capaz que fue eso.

A: O sea de nuevo el Rafael con su manía de la oposición. Esta vez


consideró que la vieja es la metida, mandona y sabelotodo. Ya por eso solo
no hay que llevarle el apunte.

P: Sí... porque justo cuando me lo dijo, yo pensé: "para qué carajo se mete,
esto lo decido yo".

A: Pero aunque tengas la misma decisión, ya no sentís que lo decidiste


vos... aunque te cueste una sesión.

P: Eso pasó. (Silencio). La plaqueta me salió mal por segunda vez, el


cobre se la comió toda. Siempre falta algo. (Pausa) Recién me doy cuenta
que está el aparato este, el aire acondicionado. (Esto es una referencia
indirecta a lo que me dijo unas sesiones atrás, que, estando en el diván, por
el reflejo del vidrio delante de él, me veía sentado en el sillón, y con
asombro había descubierto que yo estaba simplemente sentado y que a lo
sumo, movía alguna mano al hablar. Ahora al estar el aparato colocado,
me había dejado de ver). Con eso de salir con Rosa otra vez, me di una
manija impresionante. . . y así siempre sale mal. (Pausa) El otro día, como
no tenía ganas de irme solo a casa porque llovía y no tenía el auto, esperé a
que mi vieja terminara una reunión en la oficina, para irme con ella en
taxi; en el Ínterin llamé a Rafael (un amigo tocayo) para preguntarle de
Rosa, y como un boludo empecé a hablar de otras pavadas, en vez de
preguntarle lo que me interesaba. ¿Por qué no seré más simple, más
directo y preguntar lo que quiero? ¡Cuántas veces habré hecho la misma
boludez acá, dar mil vueltas con la rayadurita o el farolito del auto, en vez
de hablar de lo que quiero! (Una referencia a la sesión anterior en donde
yo le había interpretado que aparte de admirar mi serenidad y tranquilidad,
también tenía miedo a mi capacidad de "operar" su cerebro-sexualidad y
que produjese efectos ajenos a su voluntad y control). El otro día me
acordaba cuando cortamos con Rosa aquella vez en el colectivo. . . y
pensaba "¿con esta hija de puta voy a volver a salir?". Siempre hago lo
mismo, paso de una punta a la otra.

A: De un Rafael a otro, de un Rafael que quiere salir con Rosa y otro que
te desprecia por eso. ¿No crees que con Rosa puede pasarte algo parecido
que con tu vieja para la sesión de ayer?

P: ¿Qué?
A: Empecinarte en salir con la tuya, para que no quede como que ella salió
con la suya y mientras tanto ya va casi un año...

P: ¿Que todavía no salí con ninguna? Capaz que soy tan vago que no
quiero empezar una nueva relación. A Rosa ya la conozco. (Pausa)
Aunque seguirla a Rosa es más laburo que levantarme una nueva.

A: O sea, te perdés de conocer una nueva por dos razones. Por una parte,
estás muy ocupado con tus planes de venganza de Rosa. (Sonríe) Pero, por
la misma razón les tenes miedo a las demás. (Se le borra la sonrisa) Por
pensar que son unas mandonas como pensaste de tu vieja ayer y te quedas
con las ganas.

P: Siempre hago al revés, pienso una cosa y hago otra.

A: Piensa un Rafael y hace el otro, porque te engaña.

P: (Silencio). El otro día, cuando le conté a mi viejo que en la boletería del


hipódromo había escuchado a ese tipo de ahí adentro jugar 200 palos por
la fija y que yo no jugué, me dijo "¡pero vos sos un boludo! ¡¿Cómo vas a
escuchar una fija de alguien de ahí adentro y no le vas a dar pelota?! ¡Esto
no se te da más!".

A: Creo que, también, te estás refiriendo a mí como un tipo que tiene la


fija sobre funcionamiento mental y el sexo, pero, justamente por pensar
eso te dedicas a la oposición. Y pienso que ésta es otra de las razones de
por qué faltaste ayer, después de lo que vimos el martes. . . que te resulta
difícil empezar una nueva relación conmigo hablando de tu sexualidad,
porque no podes aceptar que has cambiado y pensás que yo tampoco
acepto. . .

P: Qué boludo...
A: La oposición te hace dar vueltas o faltar y no podes aprovechar más las
sesiones para lo que te está preocupando en este momento.

P: Que son tres cosas: el estudio, el sexo y las minas. . . aunque el sexo y
las minas están relacionados.

A: Capaz que el estudio también.

P: ¡¿El estudio y las minas?! (Silencio) (Con tono de cambiar de tema) El


otro día rompí una plaqueta con la birome porque no encontraba la falla de
la entrada del circuito. Casi me pasa lo mismo con el cuaderno de
matemáticas. . . por los ejercicios que no me salían.

A: A lo mejor también tenes miedo de romper las minas con el pito si te


dificultan encontrar la entrada. . . y tengas miedo de contármelo.

P: (Se sonríe) (Silencio prolongado). Ayer todo el día no estudié un carajo.


Primero agarré el sintetizador, al rato lo dejé... Después me llamó Juan por
si este fin de semana íbamos a la quinta, y si yo tenía el auto de mi viejo.
Después, estuve escuchando un cassette que me prestó Alberto. Después
no sé qué otras boludeces hice... ¡Ah! Lo llamé a José para preguntarle qué
había pasado en el curso, porque esta mañana me quedé dormido y no fui.
Todo el día al pedo. Me pasé boludeando. Aunque no paré un minuto, se
me voló el tiempo.

A: Parece que mejor boludear o quedarte dormido, antes de que te


calientes y se te ocurran ideas de romper minas.

P: Ahora entiendo lo del estudio y las minas... pero a veces leo y no me


acuerdo lo que leí... y al rato me doy cuenta que me fui... pero tampoco sé
qué pensé.

A: Capaz que das vueltas y boludeás con los pensamientos también, para
no parar en uno que te caliente y sea peligroso. Como haces muchas veces
acá y también lo hiciste hoy al principio.

P: ¿Qué?

A: Que me contaste, con lujo de detalles, esas casualidades con el amigo


de tu papá del MID y el tío de Alberto y demás. Y no sé cuánto te
importaba todo eso.

P: La verdad que no mucho.

A: Es que, en parte, fue una forma de boludear para no entrar en el tema


que te importaba pero que te daba miedo, la falta de ayer, porque
consideraste que yo fui un metido con vos el martes y vos rompiste la de
ayer.
En la actualidad Rafael está en pleno despliegue de sus intereses sexuales, la
relación con los padres se ha distendido considerablemente, y la competencia mucho
menos envidiosa se ha desplazado al ámbito de los pares. Su dificultad para estudiar se
ha transformado en una franca preocupación personal, y el pegamento ha desaparecido
de su vida. En el análisis, la exclusión de material ha disminuido, su forma de hablar es
más clara y la transferencia positiva-negativa se despliega con mayor franqueza verbal.
Yo me siento analizando un adolescente apasionado de 20 años, y no un "púber"
inhibido de 18.

Bibliografía

1. BLOS, P., Psicoanálisis de la adolescencia, Méjico, Edit. Joaquín Mortiz, 1971.


2. ERIKSON, E., "El problema de la identidad del yo", Rev. Uruguaya de Psi-coanál..
Tomo V, No 2-3, 1963.
3. LIBERMAN, D., Lingüistica, interacción comunicativa y proceso psicoaná-litico.
Buenos Aires, Galerna, 1970.
4. MELTZER, D., El proceso psicoanalitico, Buenos Aires, Hormé, 1968.
— "Dimensiones técnicas de la interpretación: la temperatura y la distancia", (Ficha
APdeBA).
—Los estados sexuales de la mente. Buenos Aires, Kargieman, 1974.
5. RACKER, H., Estudio sobre técnica psicoanalitica, Buenos Aires, Paidós, 1960.

Otras obras consultadas

1. BLOS, P. Los comienzos de la adolescencia. Buenos Aires, Amorrortu, 1972.


— Epigénesis de la neurosis adulta en la transición adolescente. Buenos Aires,
Asappia-Amorrortu, 1981.
2. D'ALVIA, R. y WINOGRAD, B., "El narcisismo en la clínica psicoanalítica", Rev.
de Psicoanál., Tomo XLI, N° 2/3, 1984.
3. KOHUT, H., Análisis del self, Buenos Aires, Amorrortu, 1977.

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