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Asbed Aryan
Introducción
Desde que el mundo es mundo, la agresividad y las heridas narcisistas se mitigan
estableciendo algún tipo de diálogo. El "herido", ante todo, se siente contenido, en tanto
que confirmado por el que lo escucha, y también porque el diálogo posibilita visualizar
nuevos sentidos de los hechos que han puesto en jaque su narcisismo. Incorporar estos
sentidos abre nuevas perspectivas, algo así como "decatectizar" la herida por la pérdida
de la opción única que implica el narcisismo, y "catectizar" nuevas opciones, que
siempre se descubre que son más de una, cuando se aclaran esos malos-entendidos. Y
renace la esperanza.
Así, la autoestima al principio vulnerada, se reequilibra y se consolida sobre la
base del hallazgo de metas realizables.
Hasta aquí es el diálogo entre un "herido" y alguien con empatia y sentido común.
El diálogo analítico agrega algo más que lo distingue de cualquier otra relación
humana: la interpretación de lo inconsciente en la transferencia.
Quiero recalcar que, si conceptualizamos la adolescencia como una reactivación
narcisista debido a situaciones de duelo, es importante considerar que en estos casos el
análisis no será sólo interpretación de lo inconsciente en la transferencia, si por
‘inconsciente’ entendemos lo reprimido secundariamente de lo edípico.
El proceso analítico adolescente, en su primera etapa, progresa alrededor del eje de
la autoestima y sus altibajos que hunde sus raíces en la represión primaria: yo ideal
*
Agradezco la colaboración del doctor Joel Jac por la revisión crítica de este trabajo.
1
Presentado en la Reunión Científica de APdeBa. el 25 de junio de 1985 y publicado en Psicoanálisis -
Vol. VIl - No. 3 • 1985.
narcisístico2, un amplio espectro que abarca desde la euforia más intensa, pero fugaz,
hasta distintos grados depresivos, sean éstos manifiestos o encubiertos. El
comportamiento verbal y paraverbal del joven estará primero al servicio de equilibrar su
autoestima y, sólo más tarde, sus deseos eróticos tendrán cabida en la tarea analítica y
serán centro de su interés y preocupación.
2
En el análisis es abordable el narcisismo secundario. El narcisismo primario en un punto de partida
teórico o un ‘resto’ del pasado mítico no historizable.
3.
Liberman llama "lógica de preferencias" a aquellas preferencias selectivas que tienen
una cierta coherencia lógica y en realidad son prejuicios o falsos supuestos que llevan a
estos pacientes a atender, percibir y transformar la información que reciben realizando
opciones muy limitadas y rígidas. Las características de esta lógica se deben a su amplio
arraigo en el inconsciente, en el ideal del yo infantil que condiciona un rígido sistema
valorativo. Dependerá entonces de esta "lógica de preferencias" la autoestima de estos
pacientes; cada vez que no cumplen con su ideal rígido se sienten despreciables.
silencio prudente, del escuchar atento, de la confirmación o no, apenas murmurada o
sugerida. Creo que poder mostrarle, por una parte, el contenido de esta "lógica"
(idealizaciones y ambivalencia) y, por otra, mantener una distancia emocional útil,
resulta sumamente económico durante los momentos de urgencias y exigencias para
reequilibrar la autoestima. Responder cuidando el propio nivel paraverbal consigue
hacer mucho camino, porque salva el difícil problema de hacerse eco inmediato de las
demandas, como objeto-espejo, y da tiempo a la reflexión y a la elaboración de los
prejuicios y malentendidos en relación con el método analítico, y al tipo de diálogo que
en él se desarrolla. Sin esto, el proceso no terminará de instalarse, porque el joven
esperará mucho del analista. No se cuestionará cuánto tiene que poner de sí para que la
4
evolución se produzca, y pronto se sumarán las distorsiones pragmáticas que pueden
desencadenar la interrupción del tratamiento pareciendo confirmar que "los adolescentes
no son analizables".
5
Desde este punto de vista, la dinámica transferencial es similar a la que es habitual observar en los
borderlines y personalidades narcisistas, pero a diferencia de éstos, la capacidad simbólica del joven está
sólo inhibida transitoriamente y es rescatable con menor dificultad.
Los emergentes me ayudan a orientarme acerca de cuándo pasar de un nivel a
otro, señalando las distorsiones o malentendidos del encuadre, así como las defensas
que se alternan para contrarrestar el dolor mental. En esta primera etapa del proceso, me
resulta mucho más operativo hablar en términos de "aquí y ahora cons/firo mismo", que
preocuparme por las interpretaciones del tipo "aquí y ahora conmigo", y mucho menos,
"aquí y ahora conmigo como aquel entonces con mamá y papá". La reactivación
narcisista forzosamente lleva al malentendido de que el "conmigo" reiterado, es una
necesidad narcisista del analista. Muchas veces estas interpretaciones son aparentemente
aceptadas pero, en realidad, resultan sometimientos: darle el gusto al analista pero
sintiéndose no atendido ni entendido. Otras veces provocan un desacuerdo u oposición,
aparentemente al contenido y, en realidad, son formas de protesta hacia la formulación.
Mientras que el "consigo" genera paulatinamente el sentimiento de que el analista tiene
un auténtico interés en él. Sin que esto resulte en desmedro del análisis en otros
momentos, de la tiranía y arbitrariedad atribuidas al objeto preedípico omnipotente y
omnisciente, o al rival edípico. Por otra parte, no ahorro ampliaciones descriptivo-
explicativas de las interpretaciones transferenciales que señalen en qué, cómo y para
qué difiere el análisis de otras situaciones sociales, sean familiares, del grupo de pares o
del colegio (4a). Este estilo descriptivo-explicativo (narrativo, según Liberman) resulta
particularmente útil durante los momentos de elaboración de la asimetría, porque rescata
al analista como una persona que puede hablar de acciones pensadas, sin ejercer
ninguna; este método sortea, por una parte, la presión constante del adolescente de
querer modificar la función del analista y por otra, le da al joven la posibilidad de
identificarse con esta capacidad de instrumentar la verbalización, libre de toda actuación
inmediata sobre el prójimo (3, pág. 608). Cuando se va instalando el sentimiento de
constancia objetal y la relación con el pecho-analista se ha establecido más firmemente,
la asociación libre se hace "más libre" y es el adolescente mismo quien va introduciendo
el "aquí y ahora con usted". Liberman dice que el diálogo psicoanalítico será posible, "si
y sólo si" existe un universo común de significados para ambos participantes. Pienso
que la aparición del "aquí y ahora con usted", de parte del adolescente, es un buen
indicador de que esto se va logrando, y las distorsiones semánticas y pragmáticas van
disminuyendo.
Otro recurso que me ha servido para incrementar el sentimiento de contención6 y
el valor del pensar, con miras a contrarrestar gradualmente la presión de subsiguientes
urgencias narcisistas, es retomar, articulando con un material actual, situaciones
analizadas y comprendidas antes, eligiendo en particular aquéllas vividas intensamente
en la transferencia. Así se introduce la dimensión temporal. Cada tanto emergen
recuerdos más lejanos que, si bien no es centro de mi interés, en sí mismo, lo considero
indicador de apaciguamiento de estas urgencias, y un incremento de la capacidad
simbólica.
En cuanto a mi forma de interpretar, mi interés es que el adolescente me perciba
como alguien que permanentemente busca el sentido de lo que le pasa, en atención a su
tendencia a suponer que el analista cree que "se las sabe todas". En esta dirección no
intento disimular que me cuesta entender y poner en palabras la idea que quiero
expresar. Esta actitud apunta a desmentir la omnisciencia y omnipotencia adjudicadas,
sin desbaratar directa y prematuramente la cuota de idealización necesaria en esta etapa.
Variadas frases introductorias a mis intervenciones, que destacan el sentido
hipotético y que, además, invitan a participar a la parte de la personalidad que puede
operar con el mayor nivel de simbolización posible, me ayudan en este propósito:
"Esto que decís nos podría sugerir también que. . .", "se me ocurre que lo que estás
intentando decirme es. . .", "entonces probablemente también estás pensando que. . .",
"se me ocurrió algo, pero si me equivoco vos dirás. . .", "tal vez te viste obligado a ...” 7.
Podría pensarse que estas formulaciones pueden interferir el análisis de la
transferencia negativa. No es mi idea. La reactivación de la ambivalencia inherente al
funcionamiento narcisista, hace imposible que un terapeuta ignore los cambios bruscos
de idealizaciones y desidealizaciones, con los ataques consiguientes. Pero creo que si
estas formulaciones son tomadas en cuenta desde la primera etapa, contribuyen, a la
larga, a la actitud introspectiva. Es un estilo de formulación que da cuenta de la real
dificultad que implica comprender y comprenderse, y soportar el dolor inherente a todo
proceso de crecimiento. Mi propósito es lograr que el adolescente pueda establecer una
6
Agregado 2003: Definición de contención : hacer sentir amor hacia el yo ofreciéndose como sostén
narcisístico para dar tiempo a que se establezca una cadena de significantes (simbolización) que logre
resignificar la angustia (narcisística) surgida ante el deseo del Otro (otro castrado y deseante). Esta
angustia se debe a que ‘para que el otro me desee, debo cederle una parte mía, yo también debo aceptar la
castración. Esto implica la caducidad del Yo narcisístico.
7
Seguramente, encuentro estas introducciones a la interpretación igualmente válidas para un adulto, pero
el narcisismo siempre a flor de piel en los adolescentes, me hace ser particularmente cuidadoso en este
sentido con ellos.
dependencia útil, sin fomentar la pasividad, ni tampoco provocar la rebeldía narcisista
innecesaria.
Pienso que tampoco fomenta la disociación ideoafectiva y las intelectualizaciones,
porque la interpretación de lo inconscíente en la transferencia aportará lo decisivo.
Recalco la importancia de la habilidad en el trato del estado emocional en la
primera etapa de tratamiento, porque su modulación reflejará nuestra actitud ante un
sufrimiento (que el adolescente ignora tener. Por estar absorbido por sus síntomas y
fantasías de reivindicación y rehabilitación ante el mundo adulto, e invadido por sus
impulsos eróticos anárquicos, sentidos como difíciles de canalizar, ignora padecer el
dolor mental que, el temor de no poder cumplir con las metas que se ha propuesto,
provoca. Al principio la introspección e es rechazada, porque es sentida como un
peligro catastrófico o para el mundo narcisista. Cuando la persecución retaliativa por la
agresividad narcisista es muy grande y provoca inhibiciones, hasta parálisis severas, la
calidad de la emoción cambia, la agresividad se transforma, diría, se deforma en miedo
intenso, di El ¿oven se siente indefenso, disminuido, paralizado, y se refugia en la
reticencia y el silencio. La interpretación de la agresividad proyectada no resulta
suficiente para rectificar m esta deformación. Es necesario primero una paciente labor
de discriminación de los objetos involucrados, de las confusiones yo-no yo, y de las
intenciones adjudicadas sobre la base lo de la "lógica de preferencias".
Hasta aquí el espíritu de mi abordaje técnico y algunas (pocas) pautas precisas.
Creo que lo que atenta contra nuestro ingenio y paciencia para conducir esta primera
etapa todo el tiempo que sea necesario (seis meses a dos años en mi experiencia, incluso
tres), es considerar que estamos demorando el "comienzo" del proceso analítico.
Material clínico
Para lustrar estas ideas teoricotécnicas, he seleccionado material del análisis de
un adolescente que, por sus características, pienso me ayudará mejor en este propósito,
porque presenta de un modo exagerado las dificultades que tiene la mayoría de los
jóvenes que llega al análisis.
Por su autoestima sumamente vulnerable, en un principio he tenido que ser muy
cuidadoso con él. Así como él es cuidadoso con sus delicados circuitos transistorizados,
yo he tenido que serlo con sus "circuitos" narcisistas.
Por lo tanto, dejaré sin comentar múltiples aspectos de este proceso, para poder
ceñirme a las ideas de mi interés en este trabajo.
Cuando los padres me consultaron por primera vez, Rafael tenía 18 años recién
cumplidos. Estaban muy alarmados porque la madre había encontrado, sobre la cama
del hijo, una jeringa de inyecciones y "un olor espantoso parecido a nafta". Rafael esta
vez aceptó tratarse después de haberse negado en otras oportunidades. Por otra parte, los
padres lamentaban no haber asignado su real peso a otro episodio ocurrido dos años
antes, cuando lo encontraron intoxicado, y habían tenido que recurrir con urgencia al
hospital, "todo quedó como que fue un accidente por haberse quedado trabajando hasta
altas horas de la madrugada con sus maquetas".
Rafael desde prepúber era un apasionado armador de maquetas de aviones,
barcos, soldaditos, etcétera, que luego pintaba. Era un hobby introducido por la madre
desde los 8 años. El primer episodio "raro" fue a los 15 años, cuando lo encontraron
dormido "con bastante olor a tinner del pegamento y las pinturas", cosa que se repitió
algunas veces más, hasta el primer episodio de franca intoxicación. Le habían sugerido
"no trabajar tanto" porque, además, descuidaba mucho los estudios. Pero desde el
episodio de intoxicación lo vigilaban, porque a menudo encontraban "muchos frascos de
pinturas y pegamento, palillos y pinceles resecados y algún que otro pantalón manchado
y arruinado. Como si usara más elementos que antes, si bien trabajaba más que nunca".
Rafael siempre había negado la acusación de los padres de buscar
conscientemente placer en "oler el pegamento".
Antes de considerar distintas etapas del tratamiento quiero recalcar varios
elementos diagnósticos que me hicieron pensar que la situación no era tan grave como
parecía.
En la entrevista con él, Rafael me informó que en los últimos años practicaba su
hobby intensamente cada dos o tres meses, y luego lo abandonaba totalmente. Siempre
lo hacía solo y sus maquetas no salían de su habitación. "Por casualidad" había
descubierto que el olor le resultaba agradable, y se acordaba de él, "sin saber por qué",
cada tanto. Su grupo social formado por amigos que conservaba desde el jardín de
infantes, ignoraba esta conducta solitaria.
Considero como indicadores de gravedad: el grado de rigidez del síntoma; la
estrechez del repertorio; el grado de egosintonía; la destructividad potencial y su
socialización. Mientras tanto conviene mantenerse cauto y sereno por más espectacular
que un síntoma parezca, cosa que, en cambio, en un adulto decididamente nos
preocuparía. Es que si tomamos en cuenta la intensidad de los conflictos internos y la
realidad frustrante, la estructura mental adolescente tiene mayor capacidad de
modificación que a cualquier edad, inclusive mucho más que en el niño prelatente, en
quien el crecimiento vertiginoso, físico y psicológico, nunca deja de asombrarnos. Pero
éste cuenta a su favor el amparo de los padres y la indulgencia del resto del mundo
adulto.
Rafael tenía una hermana casi cinco años mayor y otra cuatro años menor; si
bien la mayor había nacido muy sana, el parto había sido sumamente traumático para la
madre, con desgarros, hemorragias profusas y peligro de muerte.
Durante el embarazo de Rafael, la madre temía el parto, pero todo había terminado
"maravillosamente bien". Embarazo bueno, parto excelente, sexo muy deseado y una
madre muy feliz. Pero por falta absoluta de leche materna, Rafael fue criado con
mamadera. Muy pocos meses después empezó a padecer una hipotonía muscular
generalizada, a la que los pediatras no asignaron importancia, y que fue desapareciendo
cuando empezó a caminar, a los 15 meses.
Los padres lo recordaban como un bebé sumamente tranquilo, "para nada
violento", que se entretenía solo durante horas en su cuna, y dormía toda la noche. Pero
quedó retrasado en su desarrollo, peso, altura y motricidad. Fue criado por la abuela
materna, porque ambos padres trabajaban.
Creo que la evaluación de "bebé tranquilo", que los padres hicieron, era una formación
reactiva, y cabe suponer que la hipotonía, "inexplicable y sin importancia", fue un
indicador en Rafael de la insuficiente conexión madre-hijo, que lo dispuso a una
sumisión emocional, a un refugiarse en fantasías omnipotentes, y retrasó su caminar. Un
equivalente melancólico de abandonarse como reacción frente a lo que puede haber
sentido como abandono.
A los tres años, sus padres viajaron a Israel solos, y a su regreso lo encontraron delgado.
La abuela además, informó que Rafael rompía las cartas en crisis de rabietas. Creo que
este adelgazamiento fue otro indicador de su depresión.
A los 4 años, "por accidente", ingirió comprimidos de Mogadan poco tiempo antes del
nacimiento de su hermana menor.
Hasta los 10 años había tenido enuresis nocturna frecuente, que había remitido
espontáneamente.
Los padres de Rafael conformaban un matrimonio complementario y bastante bien
avenido. La madre era una mujer muy inteligente y observadora. Aunque sensible y
afectuosa, no había podido establecer con el hijo una relación más estrecha y efectiva
porque, desde el principio, había empezado a trabajar.
El padre era una persona ceremoniosa y formal, e impresionaba empobrecido por su
rigidez y afán de demostrar corrección e inteligencia. Quería a su hijo en forma un tanto
enfermiza. Confesaba haber sido muchas veces muy áspero con él, muy controlador con
la escolaridad y con tendencia a remarcar "sólo los errores". Había descubierto con
cierto asombro que, en esta ocasión, su hijo se había tranquilizado al tener una actitud
comprensiva y de preocupación para con él. Su clasificación básica de las relaciones
interpersonales era: "con violencia" o "sin violencia". Consideraba a su hijo "muy
afectivo, cálido, si bien de pocas palabras".
Las hermanas de Rafael eran más vitales y exitosas en sus estudios, y desde
chico, él se había sentido desplazado por ellas pero sólo en los últimos años había
empezado a protestar un poco.
En la entrevista, al principio, Rafael estuvo naturalmente parco y desconfiado.
Pero en líneas generales confirmó lo referido "al oler". Estaba preocupado por la
gravedad del síntoma, y "si era drogadicción o no". Lo importante para un pronóstico
relativamente alentador, fue que prácticamente no se defendió con negativas,
racionalizaciones ni justificaciones. Era evidente que estaba genuinamente preocupado,
y quería ser ayudado.
En todos los otros temas surgió un chico sumamente oposicionista y
competitivo. Apostaba con toda su autoestima contra el mundo de los adultos. Su
escolaridad tanto primaria como secundaria había sido siempre entre mala y pésima. En
el secundario había repetido tercer año, cuarto lo había "salvado raspando", y ahora
cursando quinto, tenía muchos problemas. Sin embargo, esgrimía mil argumentos sobre
por qué era tonto estudiar en la escuela secundaria. El podría preparar los exámenes en
15-20 días al finalizar cada año, ya que, durante el año, siempre le hacían estudiar cosas
que no interesaban. Estudiaría en la facultad la carrera que él eligiese. Por qué tenía que
cortarse el cabello o no podía ir al colegio en jeans y zapatillas, cuando el aprendizaje
no dependía de la indumentaria, etcétera. Estas argumentaciones exasperaban al padre
quien, tan formal, "se violentaba", redoblaba la persecución y control, y discutían por
todo.
De mediana estatura, sumamente delgado, este jovencito no podía estudiar
porque estaba permanentemente "estudiando" cómo sostener su autoestima. La madre
tenía razón, Rafael estaba retrasado pero ahora no en su desarrollo físico, sino en lo
intelectual, psicosexual y social. Hasta los 12 años había sido un chico bloqueado
afectivamente, sumamente controlado en su agresividad, y por lo tanto empobrecido en
su capacidad de expresión verbal. En cambio, había desarrollado una frondosa fantasía y
habilidad manual en su intimidad. Hasta esa edad, una intensa disociación-
autoidealización sustentada por su omnipotencia y omnisciencia narcisistas, le
permitieron sostener su autoestima y lograr una adaptación superficialmente eficaz.
Pero también necesitó apelar a una considerable pasividad y retraimiento frente al
mundo externo, recurriendo a satisfacciones solitarias.
Las nuevas exigencias que la entrada en la pubertad implica, los cambios
corporales, el empuje sexual y el colegio secundario, hicieron este equilibrio aún más
precario. Por su constitución física y sus crisis infantiles, este joven había llegado a la
pubertad sin consolidar los logros que todo niño latente necesita (1), para hacer frente al
cimbronazo narcisista que esos cambios ocasionan. Un splitting-e-idealización excesivo
había producido tal estado de inactividad de la ansiedad, que no se había promovido el
crecimiento y el avance irresistible del desarrollo biológico que, ahora, le exigía tareas
para las cuales su estructura mental no estaba preparada (4c). El estado de crisis global
de la personalidad, que habitualmente se instala y requiere un trabajo de resignificación,
sobrepasó en Rafael su capacidad de autocontención. Ceder ante cualquier
requerimiento del mundo adulto era vivido como un menoscabo esencial. La exigencia
de los cambios se tradujo en un reforzamiento de sus defensas, mayor disociación-e-
idealización de su mundo interno, y mayor omni-potencia-omnisciencia: por una parte,
sus maquetas eran cada vez más grandes, más complicadas y más rápidamente armadas
y, por otra, su rechazo, ahora explosivo, y su crítica a todo lo instituido por los adultos
eran cada vez más sistemáticos, globales e indiscriminados. Esta era la única forma de
aplacar los requerimientos de su yo ideal o ideal del yo arcaico. El alto precio que
pagaba era no poder atender a sus pulsiones sexuales propiamente dichas: a los 18 años
todavía no había podido tener ningún tipo de acercamiento con las chicas. Llevaba una
vida social en grupo de pares al mejor estilo púber, en donde el sexo opuesto parecía
estar totalmente excluido. Por otra parte, asumía en este grupo, de una manera bastante
fija, el rol de observador poco participante, actitud que no le permitía adquirir la fluidez
suficiente para ensayar alternadamente los distintos personajes de sus fantasías
masturbatorias narcisistas porque, regido por la lógica del todo o nada, se quedaba
paralizado y con nada. Al decir de Erikson, no podía aprovechar la moratoria
psicosexual que ofrece el grupo de pares al prestar su identidad. (2).
No incluyó en sus relatos ninguna referencia a su vida sentimental ni sexual,
cosa sumamente infrecuente en un joven de 18 años. Me incliné a pensar que esta
omisión no se debía sólo a la culpa persecutoria por la masturbación, por su significado
inconsciente de ataque a la escena primaria, y la angustia de castración consiguiente
ante un adulto-padre-analista, así como por probables fantasías homosexuales sino, y
ante todo, por la herida narcisista y vergüenza consciente que le significaba no poder
hacerse cargo mínimamente de sí mismo y, mucho menos, de sus pulsiones sexuales
genitales. En cambio, describió con orgullo que mientras armaba sus maquetas veía un
programa por televisión, simultáneamente escuchaba con los auriculares puestos algún
cassette, y eventualmente controlaba la grabación de un disco, en otro equipo, para un
amigo. El despliegue de estas actividades ponía de manifiesto la angustia que le
despertaba la masturbación, y sus esfuerzos para controlarla, pero también era un
motivo de orgullo importante poder conrolar tantas actividades a la vez.
Consideré el síntoma que lo trajo a la consulta en este contexto. Me aventuré a
pensar que ni bien se instalara una mínima confianza en el tratamiento, este síntoma iba
a desaparecer. Primero lo pensé como una escenificación de un acto autoerótico,
promovido por fantasías incestuosas con poco desplazamiento y deformación:
manipuleo del pegamento y las pinturas de consistencia similar al del semen, "palillos
resecados y pantalones manchados" y un olor característico. Unión con la madre a
través de la práctica del hobby introducido por ella, que desplazaba al mandato paterno:
ocuparse de los estudios y ser responsable.
Pero el síntoma en Rafael no se acompañaba del sentimiento de desafío, orgullo
y triunfo que, en la adolescencia, las actividades masturbatorias exitosas suministran por
la satisfacción narcisista que producen, equiparables a verse físicamente apto: con
erección, eyaculación y capacidad de orgasmo. Además, comúnmente, la culpa ante la
escena primaria no es comparativamente tan intensa como la satisfacción
(tranquilización) narcisista, porque se tiene la convicción de que estas actividades son
temporarias y ensayo en la fantasía.
Los significados edípicos inconscientes que también formaban parte de la
estructura del mundo interno de Rafael no parecían constituir su punto de urgencia. El
armado de maquetas cada vez más febril, y la olfación de los elementos usados, si bien
cada tanto, pero cada vez menos oculta, indicaban que su angustia por la soledad ante la
impotencia-inoperancia aumentaba sin cesar, y las satisfacciones sustitutivas resultaban
cada vez menos compensatorias. Si bien el pegamento-pinturas-semen y las maquetas-
hijos también implicaban fantasías de la afirmación de la potencia-fertilidad, tampoco lo
tranquilizaban porque esta actividad estaba cargada con sentimientos de rivalidad
vengativa ante la pareja parental, y de aspiración de triunfo maníaco con fantasías
partenogenéticas.
La madre y las hermanas eran las figuras activas y exitosas, y el padre desde su
propia necesidad de autoafirmación exigía que el hijo, "con o sin título universitario"
aceptase un cargo en la empresa donde él trabajaba, porque "como único varón" tenía
intenciones de dejarle su puesto en un futuro. Pero Rafael todavía no podía identificarse
con este proyecto porque, para él, equivalía a manifestar deseos de desplazar al padre o
aceptar un sometimiento homosexual.
Como comentario general final a estas entrevistas agregaré que seguramente la
conjunción de estas pérdidas y exigencias, sumadas a las propias de la adolescencia, se
resignificaban como una reedición de las de su primera y segunda infancia, y hacía
esfuerzos denodados para preservar, aunque fuese superficialmente, un funcionamiento
de la personalidad conectada a la realidad. Se podría presumir que el peligro era
sucumbir a un colapso depresivo, caer de la "hipotonía" a una "atonía" emocional: una
melancolía.
Mi estrategia de trabajo para la primera etapa del tratamiento, durase esto lo que
durase, fue atender primordialmente sus necesidades narcisistas y abordar su sexualidad
sólo cuando pudiese prever capacidad de sostener él su autoestima. Lógicamente, más
de una vez "calibré" erróneamente, apurándome o yendo más lento que él. Pero,
sintiéndose un interlocutor tenido en cuenta, muchas veces Rafael me corrigió
adecuadamente.
Iré aclarando lo que quiero decir con todo esto a medida que vaya presentando
extractos de sesiones de distintos momentos del proceso analítico, que ahora está por
concluir su tercer año.
El material que presentaré fue reconstruido al cabo de la sesión o del día.
Una característica de Rafael que se mantiene hasta el día de hoy, es hablar a gran
velocidad, modular muy mal y entrecortadamente.
Primera sesión: martes
A: No creo que lo que te importa realmente sea mi título, sino que estás
preocupado por si yo te veo hecho pomada; y si no, me das a entender
que tenés preocupaciones personales de las que querrías hablarme
cuanto antes, y que yo no te salga con cosas que te puedan parecer
tontas, y sientas que perdés el tiempo. (Se frustró porque
compulsivamente quería saber algo concreto de mí. Más
profundamente estaba buscando constatar si era aceptado-valorado-
querido o despreciado por "estar hecho pomada". Recibir una
interpretación lo confirmó parcialmente; entonces pudo protestar).
P: (Intercalando) Sí.
A: Pero con el colegio justamente sabemos que pasa algo así: por una
parte, querés terminar el bachillerato pero por otro lado, vas a disgusto
porque consideras que el secundario no sirve y no vale la pena que te
esfuerces.
P: Es cierto.
Este primer grado de insight me decidió a proseguir con un tanteo
interpretativo de la ambivalencia transferencial.
P: Creo que sí. . . porque ahora voy a tener que esperar hasta el martes,
porque mañana esos negocios están cerrados. Después voy a tener que
conseguir más plata, comprar la chapa, llevarla al colegio para que un
pibe me dibuje el circuito.
A: ... Y todo se te hace largo y lento.
P: (Se sonríe) Algo así. . . pero no pensé que iba a llegar a cualquier
hora.
A: Tal vez podemos suponer que el hobby nuevo representa otra cosa
nueva de la que me querrás hablar.
P.-¿Qué?! (Esta vez preferí no preguntarle "¿A vos qué te parece?" porque
en muchas otras situaciones similares se había inhibido, reiterando "no sé,
no se me ocurre nada". Por otra parte yo tenía mi hipótesis en la que
confiaba bastante).
A: Pienso que, por un lado, querés que yo no me enoje por los silencios,
creyendo que estás ensañado conmigo, y que en todos lados tenés el
problema de quedarte frenado con tus intereses sexuales, como me decís
que te pasa en las reuniones y las fiestas, donde te podes calentar cuando
ves chicas o escuchas a otros chicos cómo se les acercan y por ahí hacen
un levante; pero, también, está el Rafael que a veces descubrimos que se
mete entre nosotros dos, no te deja hablar de esas preocupaciones porque
te convence que como los 350 palos, el pito es tuyo y vas a hacer con él lo
que quieras, y que yo no me meta y me manda a planchar camisas. Pero
así, también te quedas solo con tus preocupaciones.
A: Creo que preferís pensar que lo saqué porque soy un metido como
Leticia, o un desconfiado como tu papá. Pero eso no quita que igual tengas
el tema en la cabeza como preocupación. Es que aunque estás preocupado
por tu sexualidad, estás mucho más preocupado y alerta por mí. Querrías
que hablemos de religión para enterarte si yo considero que estás pecando
o no, por ejemplo.
A: Tal vez tengas algo de razón, pero creo que te enojas porque te
asustaste por si tengo planes ocultos y peligrosos para vos, considerando
que estás en falta.
P: (Silencio prolongado).
P: Sí...
A: Pero podríamos también sospechar que sin darte cuenta tendrías alguna
razón para arriesgar la sesión y finalmente perderla.
P: Sí... porque justo cuando me lo dijo, yo pensé: "para qué carajo se mete,
esto lo decido yo".
A: De un Rafael a otro, de un Rafael que quiere salir con Rosa y otro que
te desprecia por eso. ¿No crees que con Rosa puede pasarte algo parecido
que con tu vieja para la sesión de ayer?
P: ¿Qué?
A: Empecinarte en salir con la tuya, para que no quede como que ella salió
con la suya y mientras tanto ya va casi un año...
P: ¿Que todavía no salí con ninguna? Capaz que soy tan vago que no
quiero empezar una nueva relación. A Rosa ya la conozco. (Pausa)
Aunque seguirla a Rosa es más laburo que levantarme una nueva.
A: O sea, te perdés de conocer una nueva por dos razones. Por una parte,
estás muy ocupado con tus planes de venganza de Rosa. (Sonríe) Pero, por
la misma razón les tenes miedo a las demás. (Se le borra la sonrisa) Por
pensar que son unas mandonas como pensaste de tu vieja ayer y te quedas
con las ganas.
P: Qué boludo...
A: La oposición te hace dar vueltas o faltar y no podes aprovechar más las
sesiones para lo que te está preocupando en este momento.
P: Que son tres cosas: el estudio, el sexo y las minas. . . aunque el sexo y
las minas están relacionados.
A: Capaz que das vueltas y boludeás con los pensamientos también, para
no parar en uno que te caliente y sea peligroso. Como haces muchas veces
acá y también lo hiciste hoy al principio.
P: ¿Qué?
Bibliografía