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¿Le parece que podría enfrentarse a un dilema moral con alta carga emocional?
Sabemos por las Escrituras, y a través del mundo que nos rodea, que todos nos
enfrentaremos a estos dilemas en un futuro cercano (Apocalipsis 13:12-17).
La “psicología” popular nos diría que si estamos en una circunstancia cruenta, sólo
necesitamos crearnos un mundo de fantasía en nuestra mente. Imaginarnos que
estamos en una playa paradisíaca, en lugar de la realidad. Pero si probáramos esta
técnica, funcionaría por dos segundos. Un agudo recordatorio de nuestras
circunstancias desplazaría frenéticamente nuestra fantasía de la playa. Lo que tenía
el valor duradero para Pablo y Silas eran las creencias que iban más allá de la
circunstancia y que apuntaban a sus prioridades y esos pensamientos eran tan
poderosos que hasta podían alabar a Dios.
En pocas palabras, la IE se puede aprender. De esto se desprende que, si se
aprende, en lugar de simplemente heredarse, puede ser desarrollada. ¿Cómo lograr
no sólo salvaguardarla, sino también desarrollarla? Si bien hay muchos principios
que podríamos explorar, ilustraremos tres de ellos, cada uno a través de un ejemplo
bíblico.
El caso de Saúl
Un ejemplo de distorsión cognitiva está bien ilustrado a través del primer rey de
Israel. Saúl era alto e increíblemente apuesto (1 Samuel 9:1, 2); también era rico. A
pesar de que tenía estas aparentes ventajas, los pensamientos negativos
comenzaron a desarrollarse en su mente; pensamientos que eran grandes
distorsiones de la realidad. A nivel superficial parecían válidos, pero en el fondo
eran pensamientos irracionales, retorcidos.
En esencia, Saúl se quejó a Samuel: “¿Por qué no te limitas a hablar de lo que hice
bien? Te estás centrando en cosas que no hice bien, que no son tan importantes”.
Su problema fue la minimización de su culpa.
“Si habéis cometido errores, ganáis ciertamente una victoria si los veis y los
consideráis señales de advertencia. De ese modo transformáis la derrota en
victoria, chasqueando al enemigo y honrando a vuestro Redentor”.
En el caso de Saúl, nos encontramos con un segundo problema: aferrarse a la idea
de que había injusticia en su vida. Como resultado de su culpa, Saúl recibió una
sentencia, y pensó que el castigo era más pesado que el crimen. Aunque Samuel
era el mensajero, en realidad el veredicto fue emitido por el mismo Dios. Por lo
tanto, ¿era injusto? Muchas personas describen su vida como injusta –aunque
hayan sido tratadas de manera justa.
Es verdad que nadie es tratado justamente el cien por ciento del tiempo. Sin
embargo, cuando nos obsesionamos con esa injusticia y la repetimos, eso
inevitablemente nos causará problemas emocionales significativos. En relación a la
tolerancia y frustración, “Cuando sufrimos pruebas que parecen inexplicables, no
debemos permitir que nuestra paz sea malograda. Por injustamente que
Compare la actitud de Saúl con la de Cristo: “[A Cristo] nunca le halagaban los
aplausos, ni le deprimían las censuras o el chasco”. La primera frase es la clave
para la segunda. Si no estamos eufóricos por los aplausos, si tenemos humildad y
no una magnificación distorsionada de nosotros mismos, nunca vamos a estar
deprimidos por la censura o la decepción. La Biblia nos recuerda: “Nada hagáis
por rivalidad o por vanidad; antes bien, con humildad, estimando cada uno a los
demás como superiores a él mismo” (Filipenses 2:3 RV95).
“La humildad de la mente” no requiere tener una baja autoestima. Somos
conscientes de que Cristo habría muerto por una sola alma, y eso significa que
somos de un valor infinito. Pero la infinidad no es mayor que la infinidad. Cuando
de repente nos creemos que somos más valiosos que el que está a nuestro lado, por
quien Cristo también murió, hemos cruzado la línea de la arrogancia y el orgullo.
16:23). Sin embargo, con las tres causas aún activas y especialmente la tercera –el
orgullo herido– haciéndose aún más prominente, Saúl volvió a caer en ansiedad
más profunda y depresión más oscura. A pesar de ser un hombre con un potencial
maravilloso, continuó viviendo una vida egoísta, no llegando nunca a confiar
completamente en Dios y obedecerle; nunca renunció a su orgullo por más de unos
pocos días. Por último, bajo un tremendo estrés y con sus enemigos acercándose, la
triste vida de Saúl acabó en suicidio.
El caso de Salomón
La CNN recientemente realizó un informe que sintetizo así: La próxima vez que
esté decidiendo entre un helado y un pedazo de pastel, la compra de un coche o
hacer un viaje, aceptar un nuevo trabajo o quedar en el que tiene, debe recordar dos
cosas. En primer lugar, su decisión se basa en el deseo de ser feliz, o al menos más
feliz de lo que es ahora; en segundo lugar, hay una buena probabilidad de que la
decisión que tome sea equivocada.
Además, cuanto más “disfrutamos” de estas cosas, menos emoción nos producen y
muy pronto esa adicción apenas nos llevará hasta el nivel neutral. En los momentos
de intervalo, tendremos un profundo y abrumador sentimiento de tristeza.
El caso de Elías
El último ejemplo es corto. “Luego de caminar todo un día por el desierto, fue a
sentarse debajo de un enebro. Entonces se deseó la muerte y dijo: ‘Basta ya,
Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres’” (1 Reyes 19:4
RV95). ¿Tenía Elías un sentido desmedido de orgullo, al igual que Saúl? No, Elías
era un hombre humilde. ¿Estaba Elías, al igual que Salomón, participando de un
estilo de vida autoindulgente para tratar de obtener la felicidad? No, Elías vivía una
vida sencilla. Sin embargo, sufría
del Señor. Pero en lugar de esperar en Dios, Elías se puso a correr. Treinta días más
tarde, estaba tan deprimido que deseaba morir.
deprimidas, Elías quería estar en la oscuridad, en la cueva. Dios tuvo que enviar un
terremoto y un torbellino
para sacarlo de la cueva y exponerlo a la luz. Después de todas esas cosas Dios se
volvió a lo que era más importante para la recuperación de Elías; le habló y
proporcionó una terapia cognitivo-conductual para corregir las distorsiones del
pensamiento que tenía.
ante Baal”. Dios se lo dejó pasar la primera vez. Pero luego Elías lo repitió, y el
Señor no podía dejarlo continuar por más tiempo en su pensamiento
autodestructivo. “Elías” –dijo Dios– “hay otras siete mil personas que no se han
inclinado ante Baal”. Lo que Elías debería haber dicho es: “Señor, que yo
Para ayudar a Elías a superar su depresión Dios le dio una serie de tareas
específicas pero ninguna era
una actividad que él realmente quería hacer (1 Reyes 19:15, 16). Sin embargo, fue
obediente e hizo las tareas. ¿Se recuperó Elías? No sólo se recuperó, sino que
también fue trasladado al
Dejar libe
15:1 RV95). En esencia, David está haciendo la pregunta: “¿Quién tendrá el éxito
en la vida en última instancia?” La respuesta está dada: “El que anda en integridad
y hace justicia; el que habla verdad en su corazón” (Salmo 15:2 RV95). Es esta
tercera frase la de particular interés. Los Diez Mandamientos hablan acerca de
decir la verdad. No solamente se dirán unos a otros la verdad, sino que se la dirán a
sí mismos. Pero para decir la verdad a los demás, primero debemos tener
pensamientos exactos y veraces acerca
de nosotros mismos.
Cada vez que hay una falta moral, comienza con un pensamiento distorsionado.
David, en su salmo de