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LEÓN DE GREIFF: El MAMOTRETO INAGOTABLE DE LA LITERATURA

COLOMBIANA

Por Lina Alonso Castillo

“-¿Es usted poeta? -me respondió sonriente.


El hilo de la conversación se había anudado. ¿En qué bobina iba a devanarse ahora?
-Poeta, ¡si es ser poeta haber buscado el arte! -¡Usted ha buscado el arte! ... ¿ Y lo ha
encontrado?
-¡Pluguiera al cielo que el arte no fuera una quimera!
-¡Una quimera!. . . ¡Yo también lo he buscado! -exclamó con el entusiasmo del genio y el
énfasis del triunfo.”

Gaspar de la noche. Aloysius Bertrand

Ya son 120 años del nacimiento del panida más enigmático que ofreció el siglo veinte
colombiano. El poeta antioqueño León de Greiff sigue actualizándose, aun en las más
avezadas lecturas como caudal inagotable de técnica y enigma literario.

Decidemonio, decimonónico

Para comenzar recordemos su registro personal: “Estado Civil: Casado, bígamo y aún
trigémino; Salud: Muy buena, gracias; Estudios que ha hecho: Filosofía y Letras - Un año
de Ingeniería - Veinte años de tanteos sin rumbos; Escuela o colegio en que los hizo:
Universidad de Antioquia - Escuela Nacional de Minas - Calle, alcobas, bibliotecas y
cafetines; Grado o título que posee: Opifex Verborum - Extractor de esencias - quintas -
Musúrgico - Acontista, etc. -Relapso y contumaz hereje (…)”. O como en uno de sus versos
“Venido a menos Viking, de poeta/(Y en el Trópico!)Estoy…”. Esta fue la declaración que
enmarcó el sino vital que siguió al autor para gracia o desgracia de su época, para confusión
o entendimiento de sus lectores.

Así, pues, podría hablarse de éste poeta como un extenuante híbrido de gótico trópico (no
en vano sus raíces europeas juegan con su fuerte raigambre colombiana) o como un
enciclopédico fárrago de principio a fin –en su acepción más familiar-. La incursión de De
Greiff en la comunidad lírica latinoamericana representa la victoria de la forma sobre la
idealización de los sobrios, discretos y solemnes contenidos de y en su tiempo. Francisco
de Asís León Luis Bogislao de Greiff Häusler, nació en Medellín en 1895 y dice haber sido
coetáneo de José Asunción Silva por diez meses y dijo llamarse León por la irrefrenable
pasión de su padre por la obra del anarquista cristiano León Tolstoi.
Su bisabuelo Carl Segismund Von Greiff proveniente de Suecia arribó a Colombia en 1826
y luego toda su familia se asentaría en Antioquia, en Medellín y sobre todo en su recordada
Bolombolo o como llamaría en sus utópicas sagas escáldicas: “Korpilombolo”. Después de
ser expulsado de la escuela de minas (debido a los “eventos” entre godos y liberales en la
plazuela de San Ignacio) en 1913 pasa a ser secretario privado de Rafael Uribe Uribe, y
luego en 1915 funda con otros compañeros de la época el movimiento “Panida” (en honor
al dios morador de Arcadia: Pan) que reunía a trece intelectuales alrededor de las primeras
lecturas simbolistas y filosóficas que llegaban de Europa. Se encontraban entre ellos a
Fernando González (el recordado Brujo de Otraparte), Ricardo Rendón, Pepe Mexía y
Teodomiro Isaza.

En Medellín cafetines y billares como “El Globo”, “La Bastilla”, “La Guapa” o “El
Vesubio” presenciaron las reuniones, aquelarres o como quiera llamarse de los jóvenes que
entre tinto y tinto conformaron una generación de “Melenudos de líneas netas,
líricos de aires anarquistas/,hieráticos anacoretas,/dandys, troveros, ensayistas,/en fin,
sabios o analfabetas,/y muy pedantes, —si os parece—/explotadores de agrias vetas/¡los
Panidas éramos trece! No obstante entrado ya el siglo veinte, era difícil mantener
actividades en un solo lugar, ya fuera de tipo económico o intelectual; la gran metrópoli
(Bogotá, por lo menos en ese entonces) reclamaba la atención de la periferia y conminaba a
las nuevas élites letradas a establecer un lugar de consolidación y recogimiento para la
producción cultural que los acontecimientos exigían.

Hablamos entonces de la transición de un siglo que aún efervecía en los pozos del
modernismo y de las incipientes vanguardias, hablamos de final del siglo diecinueve, y en
Colombia, de la primera Violencia, del inicio de la Guerra de los mil días y de la
consecuente separación de Panamá; hablamos de Miguel Antonio Caro en la presidencia
del gramático país al que sobreviviría De Greiff. Luego hablamos del fulgor del siglo XX y
la modernidad convulsa de ruido y luz. La primera guerra mundial, el triunfo de la
revolución rusa En un país analfabeta, y si el término le molesta, diríjase a Uribe Celis; el
campesinado tambaleante en chicha y guerra exploraba una ciudad que permitía espacios
restringidos a la producción intelectual pero que abría sus calles a un nuevo proceso de
mercantilización e inclusión de mano de obra foránea para la ampliación de la aldea que era
entonces, sólo entonces, Bogotá. La labor literaria de los pequeños cenáculos se enmarcaba
en la prensa y en una que otra publicación que el propio autor subsidiaba, así que para
nuestro autor el panorama no era el de la actualidad con su indiscutible facilidad para
publicar y distribuir.---detesta la máquina, no es vanguardista

Entre Panidas, Nuevos y Piedra y Cielo

Como si el número de sus fundadores hubiera determinado la corta publicación de la


revista, los jóvenes bohemios, “camorristas,/Crispines de elásticas tretas/;inconsolables,
optimistas,” vieron el fin temprano de su frenético movimiento. Para 1917 De Greiff pasa a
vivir a Bogotá, lo que no impediría que su actividad intelectual se viera interrumpida. En
1920 con la presencia de Luis Vidales (ambos con acendrado influjo francés), Luis Tejada
(Quien recuerda que aunque De Greiff no sea del gusto de todos los lectores no puede
pasar por inadvertido en el panorama local), Ricardo Rendón (caricaturista) y Jorge
Zalamea, crean lo que sería otra generación dedicada al debate y a la disputa literaria
contra- centenarista y que sería conocida como Los Nuevos. Este generación a la que pocos
críticos le atribuyen la primera labor de vanguardia en Colombia fue un quiebre en el
pesado y plomizo panorama literario

Después de los Nuevos, De Greiff presenciaría (sin hacer parte) a Piedra Cielo, otra
generación de escritores de fuerte inclinación hispanista. Al margen de estos movimientos
el poeta ya contaría con la publicación de 4 libros; el primero “Tergiversaciones (1925),
“Libro de Signos” (1930), “Variaciones alrededor de nada” (1936) y “Prosas de Gaspar”
(1937).

“Porque me ven la barba y el pelo y la alta pipa/dicen que soy poeta..., cuando no/porque
iluso/suelo rimar —en verso de contorno difuso— /mi viaje byroniano por las vegas de
Zipa.(...)”. Ganándose la fama de hosco, solitario y huraño: “Yo deseo estar solo. Non curo
de compaña./Quiero catar silencio. Non me peta mormurio ninguno a la mi vera. Si la voz
soterraña/de la canción adviene (…)” no dejó que la bohemia que le acompañó desde los
veinte años de los Panidas lo alejara del “Café Automático” de Bogotá o de los otros
lugares donde solía reunirse con sus pocos amigos a hablar de fútbol, jugar ajedrez o
tomarse el aguardiente que lo acompañó hasta en el lecho de muerte.

De exotismos, moxinifadas y otras escrituras

Denominado como un poeta neobarroco, él y Sergio Stepanski, Guillaume de Lorges,


Claudio Monteflavo, Diego de Estúñiga, Gaspar von Der Nacht, Gaspar de la Nuit,
Beremundo el Lelo, Leo le Gris, Judas el Obscuro, Matías Aldecoa, Erik Fjorsson o Harald
el Oscuro eran y no eran, al mismo tiempo León de Greiff. Él y sus heterónimos (que
constantemente dialogaban en su obra) representaron una resistencia, una soterrada
resistencia, al estilo que reverenciaba cada vez más la fluidez, lo innovación, lo menos
técnico y lo más menudo de la escritura moderna, y sin embargo hace que en él la
conciencia de estilo sea más singular y declaradamente original que ninguna otra.

Su estética, que se procura más en el juego que en el academicismo, no deja de ser un


constante cuestionamiento a las formas preconcebidas de la lírica. Como buen apóstata de
su época, De Greiff pone el acento de su palabra en la sonoridad para llenar de ritmos y
contornos cualquier intuición de silencio. En sus poemas la palabra experimenta la danza
como las notas en una partitura musical, experimenta la explosión como un torrente de
signos chapoteando y chorreando las páginas de neologismos, jitanjáforas y onomatopeyas.
Es un poeta de imágenes y no de ideas, en su poesía descansa la sonoridad (no la música)
que el lenguaje le ofrece para pastar en éste abismo de paradojas y giros; así, pues, la
técnica lexicográfica y formal deja ver la esencia de su poesía como una propuesta frente a
la reflexión ornamental.

El idioma en de Greiff hace devenir al lenguaje a su antojo. En su lírica converge no sólo


uno si no miles de motivos y lugares que comunes o no hacen de su literatura un
compendio referencial inagotable, un cifrado laberinto de giros del castellano antiguo; de
ahí lo Nefelibata, Derelicto, Drolático y Esdrulógico de su voz.

El signo de Leo en la indescifrable constelación poética de Colombia, tiene un valor


promulgado en su capacidad de profanarse constantemente a sí mismo, en hacer sátira no
solo de sus textos (fárragos, mamotretos o farsas como solía llamarlos) sino de todo aquello
que por su camino era símbolo, canción o relato: “Libro de Sígnulos, Breviario/(ni tan
breve) Disparatorio/ Centón sin ton, Haza y Grimorio/ de infra-poeta estrafalario,/de sota
bardo perdulario,/ de cuasi-vate ex-pre-notario”. León de Greiff hace un cauteloso
homenaje a la ironía tenaz de Gotas Amargas y al autor de los sonetos tropicales, Luis
Carlos López pero al tiempo nos entrega con una euforia sonora la burla de su escritura:
“Esta poemática/ fantasista farsa grotesca/y sibilina/y bufonesca/ y antipática”.

El errar inmóvil de De Greiff (quien sin casi salir de Colombia imaginó extensas geografías
de papel) termina en 1976 cuando muere en Bogotá dejando una casa en el barrio Santa Fe
donde se encontraron ahora algunos manuscritos (moxinifadas), discos y las innúmeras
pilas de revistas y periódicos que reposan entre el ruido blanco de los burdeles y las
cantinas del sector. Recuerdan de este pirata inmóvil o vikingo varado (al decir de Germán
Arciniegas) algunos de sus amigos cuando en su padecimiento le preguntan: “¿León, está
sufriendo mucho?” Y como terminando una sinfonía responde: “Sufre mucho el hombre
hace dos mil años”.

“Y en el recodo de todo camino/la vida me depare “un bel morir":/despéineme un balazo


del pecho el vello fino, /destroce un tajo acerbo mi sien osada y frágil:/-de mi cansancio el
terco ir y venir:/la fábrica de ensueños -tesoro de Aladino-,/mi vida turbia y tarda, mi
ilusión tensa y ágil...- /(un bel morir, un bel morir, un bel morir!)”.

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