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Sem.

de Psicología y Educación 4 Nombre: González Jordán Omar Antonio


Análisis comparativo de casos Grupo: 0001

La locura de Paul Schreber y de Paulette P.

Presentación

En este breve análisis intentaremos hacer visibles algunas de las variables comunes extraídas de la
lectura de dos casos de locura, trabajos documentados respectivamente por Sigmund Freud y Jean
Oury. Es ya sabido que el primer caso apareció en 1903 y fue documentado por el mismo enfermo;
se trata del ex-presidente del Superior Tribunal de Sajonia, el doctor en jurisprudencia, Daniel Paul
Schreber. Memorias de un enfermo nervioso es el título de su obra, donde expone públicamente su
padecimiento delirante. Por Freud sabemos que su caso despertó gran interés para la Psiquiatría. El
mismo Freud elaboró un diagnóstico del caso sólo a partir del libro de Schreber en: Puntualizaciones
psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides) descrito autobiográficamente,
obra que aquí tomamos de referencia. El segundo caso se presenta originalmente en la tesis doctoral
de Jean Oury realizada en 1950, tratado también en una clase de Oury del 5 de noviembre de 1986,
cuando llevaba a cabo un curso en Paris mediante la docta improvisación. Este segundo caso es sobre
una joven esquizofrénica llamada Paulette P., de 16 años de edad, descrita por el autor como una
pobrecita campesina, vestida de cuadros, con zapatos y con cinturón; una niña que tiene a su
disposición unos medios de expresión muy limitados (Oury, 2011:20 y 23).

A partir de la información vertida por los dos expertos, intentamos encontrar algunos puntos comunes
que nos parecen relevantes para poder comprender estas formas de locura, resaltando la función que
tiene el delirio dentro de la enfermedad misma; ello implica atribuirle un sentido al delirio mismo
para situar el concepto de la locura en un plano distinto al de la doxa. Para ello nos resulta útil retener
la concepción del delirio como una creación estética, como producción desde un espacio donde la
energía primitiva se orienta a la fabricación de un vínculo particular con el mundo. Concepción al fin,
al modo en que es expresada por Jean Oury en Creación y Esquizofrenia. También nos parece correcto
mantenemos cercanos al pensamiento freudiano cuando expresa que el delirio es un intento por
reconstruir el mundo de tal suerte que, quien lo produce, pueda vivir dentro de él: Lo que nosotros
consideramos la producción patológica, la formación delirante, es, en realidad, el intento de
restablecimiento, la reconstrucción (Freud, 1911:65). Sólo nos queda expresar aquí la fascinación
por el impulso (que nos resulta poético) de la naturaleza mediante el cual la vida misma intenta

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restituirse y seguir existiendo, y nos deja con la pregunta ¿Qué es realmente la enfermedad? Sin más
pasamos al somero análisis de los singulares casos de locura…

Es cierto que dentro de la categoría locura no resulta vano elaborar una distinción entre el delirio
paranoide y el esquizofrénico De hecho es posible diferenciarlas a partir de las categorías de lo
cerrado y lo abierto explicadas por Oury. Para este psicoanalista existe lo abierto porque existe el
prójimo, hay conciencia de su ser. A la existencia esquizofrénica sin embargo, le resulta muy difícil
tomar algo del prójimo, le falta la dialéctica del mismo y del otro; si no hay prójimo, es más bien lo
cerrado (Oury, 2011:30). Partiendo del mismo intento diferenciador, Freud explica que en la paranoia
el individuo percibe el mundo exterior y se da razón de sus alteraciones. Se dirige a operaciones
explicativas aunque su relación esté definida predominantemente por falta de interés libidinal. En la
esquizofrenia en cambio, no triunfa la reconstrucción, sino la represión y liquidación del amor de
objeto (Freud, 1911:69-71).

Los síntomas1

Sin mayor presunción, en Memorias de un enfermo nervioso, Paul Schreber nos da a conocer los
antecedentes de su enfermedad. Citamos aquí el fragmento por considerarlo perfectamente ilustrativo:

“He estado dos veces enfermo de los nervios, ambas a consecuencia de un exceso de esfuerzo mental;
la primera vez (como director del Tribunal Regional en Chemnitz), con ocasión de una candidatura
al Reichstag, y la segunda, por la inusual sobrecarga de trabajo en que me vi al asumir el cargo de
presidente del Superior Tribunal de Dresde para el cual se me acaba de designar” (Freud, 1911:13).

Por el diagnóstico de Freud se sabe que le sobrevinieron sueños oníricos, ideas hipocondriacas, un
martirizador insomnio y un estupor alucinatorio, además de la representación de lo hermosísimo que
implicaría ser una mujer sometida al acoplamiento (Freud, 1911:14). Las alteraciones del sueño y
los fenómenos oniroides también están presentes en el caso de Paulette. Cabe observar que el aspecto
que no acompaña al caso de Schreber y sí al de esta niña es una cierta indiferencia en el contacto
moral y una pérdida de ciertas barreras morales (Oury, 2011:19).

1. El delirio como sistema mítico-religioso.

Una de las particularidades de estas formas de locura es el delirio, expresión creativa que en Schreber
y en Paulette adquirió un carácter mítico-religioso. Schreber argumentaba que mantenía trato directo

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En este punto advertimos como evidente la clara la deficiencia de otros datos que pudieran iluminarnos para
una mayor comprensión de la locura, además de la emergente necesidad por ir a las fuentes originales de uno y
otro caso: las Memorias de Schreber y la investigación doctoral de Oury. Sólo queda latente la razón de que la
incubación de la locura y su desenvolvimiento procedan de tal forma en uno y otro caso.

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con Dios, que era juguete de los demonios, que veía milagros y que escuchaba música sacra (Freud,
1911:15). Según Freud, la creación de tal sistema teológico-psicológico le fue útil para verter sus
opiniones sobre la bienaventuranza, la jerarquía divina y las propiedades de Dios (Freud, 1911:21).
Esta dimensión mágica y religiosa también se presenta en Paulette; se expresa en danzas mágicas para
conjurar la suerte, las brujas y el diablo también tienen un lugar en la producción delirante mientras
Oury resulta el gran brujo que detenta el poder sobre el bien y el mal (Oury, 2011:16-7).

En ambos casos observamos la presencia de unas ideas del bien y del mal cuya relación se tensa y
radicaliza en la experiencia de Schreber y Paulette frente al mundo. Son ellos contra el mal y se
posicionan del lado defensor de una existencia subjetiva. Considerando extraordinarias condiciones
se afirma la tesis de Jung retomada por Sigmund Freud en la que afirma que las potencias
mitopoyéticas de la humanidad no han caducado, sino que todavía hoy producen en las neurosis, lo
mismo que en los más remotos tiempos (Freud, 1911:76). No pocos de los efectos que estas
construcciones mitológicas son ya conocidas por la importancia que han tenido para la historia y la
cultura. Incluso, como mero ejercicio lúdico cabe indagar en nuestras propias ideas e intuiciones
religiosas, pues pueden arrojarnos datos sobre el modo en que influyen en nuestra actitud y dan
sentido a nuestra experiencia.

2. Símbolos culturales sublimados.

Parte fundamental para dar sentido a tal experiencia son la diversidad de símbolos constituidos por la
cultura e interpretados por nuestras facultades intelectuales. Freud ya mencionó la sorpresa que le
sobrevino al observar la mezcla de vulgaridades y rasgos espirituales, así como de elementos trillados
y originales en la locura de Schreber (Freud, 1911:21). Es sabido que los símbolos son una
construcción cultural y que muchos de ellos derivan de elementos presentes en la naturaleza ¿Qué es
la naturaleza para el loco? Al menos sabemos que su relación con ella se aleja de cualquier estándar
derivado de la lógica del capital. En sus delirios, el sol, la luna, la sangre, las aves y las serpientes,
además de transmutaciones fantásticas en otros seres vivos, resultan elementos esenciales de la
producción delirante, considerada como producción estética en tanto despierta placeres y displaceres
para quien lo sufre y para quien lo vive desde el exterior. No parece estar de más decir que tales
símbolos, como el Sol y la Luna, o el comportamiento de los animales, han trascendido el plano
espacio-temporal, extendiéndose con similar sentido en la cultura occidental, que atribuye un carácter
místico a lo sublime de la naturaleza.

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3. El lugar de los procesos biológicos.

Los procesos biológicos tampoco son independientes de la enfermedad. Los procesos referidos a la
expulsión de deshechos orgánicos adquieren un papel relevante dentro de la enfermedad de Paulette
y Schreber. Dentro de su sistema delirante contienen una significación distinta a la que les atribuimos
en tanto algo necesario para la salud y básico para el funcionamiento del cuerpo. Para Schreber, por
ejemplo, el acto de evacuar implicaba un placer muy elevado que sólo podía llevar a cabo en pocas
ocasiones pues estaba dispuesto por la voluntad de Dios. Por otra lado, sabemos que Jean Oury
encontró a Paulette entre orines, en un cuarto embarrado de excremento, pero ¿qué papel tenía este
elemento dentro de su enfermedad? Por ahora la respuesta nos es desconocida, sin embargo intuimos
que el excremento y la orina pudieran ser reflejo de la falta extrema de medios de expresión de
Paulette o de represión de los impulsos propios de la etapa anal que ya Freud explicó para el caso de
Schreber, quien, no está demás decirlo, tenía un padre pedagogo que en la infancia lo hizo sufrir la
constricción de su cuerpo mediante elaborados instrumentos.

4. Violencia y miedo a un complot.

Ya mencionamos que en ambos casos existe una tensión entre ideas del bien y del mal que define las
actitudes y sentidos de los dos enfermos. Tales actitudes que Paulette y Schreber mantuvieron en
presencia de otros individuos, estuvieron marcadas por la intuición de un peligro encarnado en
aquellos con los que guardaban alguna relación. Llama la atención que tal peligro se haya cristalizado
en la figura de los médicos de Paulette y de Schreber. Oury, al portar la bata de médico, era percibido
por Paulette como un brujo manipulador con cabeza y pies de caca (Oury, 2011:23.). Por su parte
Flechsig, médico de Schreber, era percibido como un almicida y enemigo genuino del enfermo
(Freud, 1911:15 y 19). Schreber creía en la existencia de un complot elaborado al principio por su
doctor y posteriormente por Dios, en el que, respectivamente se intentaba un almicidio y un
sometimiento a gravosas pruebas que lo orillaban a rendirse a la voluntad divina, por la
bienaventuranza de la humanidad.

Asimismo creemos pertinente expresar que el mecanismo de defensa de Paulette y Schreber se


reforzaba con rituales con la finalidad específica de no resultar asesinados. La narración de Oury
respecto al caso de Paulette es muy ilustrativa:

“La encuentro de pie, desnuda, porta en la mano derecha, como un puñal, un pedazo de madera que ha
arrancado de las paredes de su cuarto […] Golpea rítmicamente el piso, al tiempo que grita y lanza
insultos y amenazas. Es una danza mágica para conjurar la suerte, para oponerse a las brujas y al
Diablo. Ella los insultaba, me amenaza con su puñal, quiere matarme, me insulta […] su cólera contra

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mí es una invocación mágica; una lucha de influencias donde la danza se mezcla con los gritos. Soy
el punto de cristalización de su angustia primitiva.” (2011:16).

Por palabras propias de Paulette se sabe que tenía miedo de ser asesinada o de ser convertida en
animal. Dentro de su violento delirio llama a sus padres en voz muy alta. Les grita: ¡Vengan a
buscarme, él me quiere matar, quiere estrangularme!... Lucharé hasta el final. La expresión de su
miedo y su anhelo de vivir conmueven y en gran medida nos alejan de los prejuicios mediante los
cuales se identifica a los locos de manera despectiva.

5. Reconocimiento de sí en la enfermedad.

Otro de los aspectos que llaman nuestra atención sobre la locura se refiere al modo en que los
enfermos enfrentaron el hecho de mirar su imagen en el espejo. Esto hace alusión al reconocimiento
de sí, exteriorizado y representado en un plano de la imagen (diferente de la construcción propia de
la mente) cuyo efecto pareciera ser el distanciamiento de lo que de hecho es, para acercarse a una
imagen identitaria más coherente con la construcción delirante. Esto es visible en Schreber, que, como
parte de su delirio de mudanza en mujer, ante el espejo descubría la parte superior de su cuerpo y lo
ataviaba con adornos femeninos. También consideramos que lo dicho aquí es válido para Paulette
quien en su delirio se encuentra desnuda delante del espejo, con un puñal improvisado de madera en
la mano, a la vez que golpea rítmicamente el piso con el pie. Cuando vuelve de su mundo por vía de
un sedante, se mira en el espejo y expresa: Quiero ver si es Paulette quien está allí… Se reconforta y
vuelve la confianza cuando se reconoce en aquel. El choque identitario entre la niña campesina vestida
a cuadros y la vitalidad salvaje que la investía en el delirio expresan una discordancia que sorprende
al mismo (Oury 2011:23).

6. Esfuerzo mental y medios de expresión limitados

Con la información que tenemos sería un error elaborar aseveraciones orientadas a la explicación de
la enfermedad de Paulette y Schreber. Aquí sólo nos limitaremos a resaltar dos expresiones de Freud
y Oury que, al menos en los límites de sus textos no tienen mayor desarrollo. En tal sentido sólo nos
queda elaborar algunas intuiciones a partir de lo dicho.

Sobre el caso de Schreber, refiriéndose a la época en que enfermó, Freud dice: “la alta jerarquía que
había alcanzado [Schreber] en la administración de la justicia antes de la segunda enfermedad supone
indudablemente cierto mínimo [de influencia para enfermar].” (Freud, 1911:13)

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Schreber mismo explica que dos veces enfermó de los nervios:

“[…] ambas a consecuencia de un exceso de esfuerzo mental; la primera vez (como director del
Tribunal Regional en Chemnitz), con ocasión de una candidatura al Reichstag, y la segunda, por la
inusual sobrecarga de trabajo en que me vi al asumir el cargo de presidente del Superior Tribunal de
Dresde para el cual se me acaba de designar”. (1911:13).

En lo referente a Paulette, sólo tenemos una idea por Oury de que “[…] es una pobrecita campesina,
vestida de cuadros, con zapatos, con cinturón […] que tiene a su disposición unos medios de expresión
muy limitados; ésta es una noción general que debe tomarse siempre en cuenta.” (2011: 20 y 23).

Suponemos que ambos pasaron por una excesiva constricción que en determinado momento los
sobrepaso hasta hacerles perder el control del sentido de su vida, impidiéndoles tal vez liberar una
pulsión creativa que les permitiera sublimar el mundo, leerlo mediante referentes más sólidos que los
ya pulverizados. Excesiva presión y medios muy limitados para rehacer el mundo con mayor libertad,
no es descabellado pensar que tales condiciones sean parte de las causas por las que se dispara la
locura.

7. El enlace con el mundo: Intento de explicación.

Para Oury, la acción de producir en la locura se refiere a la creación de algo que represente una
realidad, sea de un yo aislado, o de un yo en relación con los otros; es un encuentro con uno de los
aspectos más originales del ser humano, es la fuga de energía hacia un producto que tiene una
dimensión estética, pudiendo nombrarlo como creación artística. La Gestaltung según Oury, es el
espacio, la fuente de poder creador, el lugar de lo patico, donde las sensaciones primordiales aparecen.
En este punto es claro que tal obra se manifiesta por el derrumbamiento del mundo del autor (Oury,
2011:24).

Si, como menciona él, los niños dibujan para crear otro espacio diferente, un espacio que no es el
espacio de todo el mundo sino uno propio, de modo que resulta una manera a medias de no estar aquí
y de encontrar un lugar (Oury, 2011:33), la construcción delirante adquiere mucho sentido, y se afirma
que es posible entender el sistema delirante como un sistema de sobrevivencia (Oury, 2011:12) En la
perspectiva freudiana, el delirio retiene al yo, cuyo mundo ha sucumbido por la imposibilidad de amar
o interesarse por el mundo; así, es a partir del delirio que se recupera el vínculo con las personas y
cosas del mundo que si antes era tierno, puede después resultar hostil. Otra idea potente en el
pensamiento freudiano expresa la importancia del amor y el interés renovado por las cosas antes
amadas.

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La idea, a nuestro entender, es encontrar nuevos objetos en la cultura que, por sublimación, nos
posicionen en el circuito de una realidad en la que podamos vivir. Sabemos que esta realidad,
mediante el análisis, puede separarse en aspectos geográficos, temporales, económicos, culturales,
sociales y políticos. Somos parte de todo ese engranaje, lo vivimos cotidianamente, estamos de algún
modo condenados a sublimar lo que rebaza nuestro control. Creer que la locura es una suerte de
tontería o de idiotez, es a nuestro parecer, olvidar la complejidad de nuestra individualidad frente a
las situaciones y experiencias que tienen lugar en las condiciones culturales de la actualidad.

Referencias

Jean Oury. Creación y Esquizofrenia México, C&F Ediciones, 2011. 245 p.

Sigmund Freud. “Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides)


descrito autobiográficamente (1911 [1910])” en Obras Completas de Sigmund Freud. Buenos Aires,
Amorrortu, 2012. 424 p.

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