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¿DEBE SER LA VIOLENCIA ABSOLUTA CONSIDERADA UNA CAUSAL DE

NULIDAD DEL ACTO JURÍDICO?

En la actualidad nuestro Código Civil prevé en su artículo 221 inciso 2 como causal de
anulabilidad del acto jurídico al vicio resultante de error, dolo, violencia e intimidación; el
presente artículo se centra sobre la violencia y los reales alcances que la enmarcan dentro de
una causal de nulidad del acto jurídico, en contrario a lo positivamente regulado por nuestra
normativa civilista actual.
Para explicar lo anterior, surge plantearnos la pregunta siguiente: ¿Qué pasaría si un sujeto
se halla irremediablemente forzado a suscribir su firma o imprimir su huella dactilar en un
documento, en razón a la fuerza física violenta desprendida por la parte interesada en
obtener su vinculación, fuerza de tal impacto que cancela sus posibilidades de resistencia?.
Ante esto, surge la pregunta, de si el documento donde está consignada su firma o huella
dactilar refleja verdaderamente la manifestación de voluntad del sujeto en calidad de agente
activo del acto jurídico que forzosamente acaba de suscribir. La respuesta a esta última
interrogante siempre será negativa conforme pasaré a detallar en los párrafos siguientes; en
la medida que, con base al ejemplo citado, no estamos ante un acto jurídico anulable al existir
vicio en la formación de su consentimiento, sino ante un acto jurídico nulo de pleno derecho
por carecer de una manifestación de voluntad, encajando así dentro la causal de nulidad
prevista en el inciso 1 del artículo 219 de nuestro Código Civil.
Este criterio ha sido acogido en la propuesta del Código Civil Español a su Libro Quinto (De
las obligaciones y contratos), impulsada por la Asociación de Profesores de Derecho Civil,
al referir que el empleo de una fuerza irresistible que anula la voluntad fundamentaría la
nulidad de pleno derecho del contrato por “falta total de consentimiento”. Dentro del plano
nacional, esta posición no es indiferente y por el contrario, viene siendo mantenida por
diversos juristas renombrados, como Castillo Freyre y Martín Horna; por su parte, Taboada
Córdova ya lo dijo: “en los casos de negocio jurídico celebrado con Violencia, falta también una verdadera
declaración de voluntad, por cuanto no concurre la voluntad de declarar, al estar ausente igualmente la
voluntad del acto externo. Sin embargo, nuestro Código, siguiendo el criterio imperante en la Doctrina
asimila la Violencia o la Violencia Física a la Intimidación o Violencia Moral, estableciendo como sanción
la anulabilidad, aún cuando en sentido estricto la violencia debería estar considerada dentro de este primer
supuesto de nulidad”.

En sintonía a ello, termina siendo cuestionable afirmar que la manifestación del agente
prestada en un contexto de violencia física absoluta obedezca a su propia voluntad y menos
aún sustentar ello basándonos en que esta voluntad reviste de tal calidad al provenir de su
propia declaración. Ello en razón a que, no se está ya ante un escenario donde tengan lugar
disquisiciones conceptuales entre voluntaristas y declaracionistas, dado que el enfoque
central de este artículo apunta directamente a la interpretación que se le dé al inciso 1 del
artículo 219 del Código Civil. Alienado a este derrotero, Palacios Martinez, en relación al
artículo citado señala: “(…) se refiere a la falta de manifestación del agente (entiéndase
declaración de voluntad), alude, antes que a un problema de falta de existencia material, a
uno de relevancia, es decir, la operatividad de la causal se encuentra sometida a un análisis
de la textura de la declaración de voluntad, en otros términos, a su perfil intrínseco, puesto
que, es probable que nos encontremos solamente frente a una apariencia de declaración de
voluntad, la que no siendo relevante no produciría ningún efecto vinculatorio. Ello
seguramente hará pensar en el juicio de irrelevancia, antes que en un juicio de invalidez -
ineficacia, que tendría como consecuencia directa sustraer al fenómeno de toda calificación
jurídica, lo que inmediatamente nos reconduce a la noción de inexistencia. Sin embargo, el
problema ha sido resuelto en el plano del derecho positivo, en el sentido de sancionar con la
nulidad, y no con la irrelevancia - inexistencia, al negocio que carezca de una declaración de
voluntad jurídicamente relevante”.

Con lo cual se advierte que la declaración dada en un claro escenario de violencia física, no
terminará por ser una manifestación válida o por qué no decirlo, será inexistente; tomando
como premisa base que una declaración para tener existencia debe ser atribuible al agente
que la invoca. Ciertamente, ante un contexto de violencia física, basado en el pleno
sometimiento de la persona violentada, ésta ha dejado de ser un sujeto activo capaz de emitir
voluntad, para pasar a convertirse en el mero instrumento pasivo de quién lo somete al
albedrío de sus intereses. A partir de lo cual, mal se haría en afirmar que estamos ante un
vicio en la formación del consentimiento, cuando está claro que no existe un vicio, si no hubo
una declaración de voluntad previa que pueda ser viciada. La exteriorización de ésta
presumible ‘voluntad’ no es sino la retransmisión de un sujeto pasivo de la voluntad
atribuible a la parte ejecutora de violencia que lo fuerza a declarar. Solo una vez aceptemos
este hecho, reconoceremos lo inadmisible que resulta afirmar que la mera exteriorización
de una declaración podría ser igualada al nivel de una declaración de voluntad, en el
supuesto que el agente activo pierda esta condición pasando a convertirse en un
instrumento pasivo sometido a una fuerza coactiva irresistible. Con lo cual, cualquier
declaración prestada en tal contexto no podrá ser referible/atribuible al agente, como
tampoco traspasará ningún filtro de relevancia jurídica.

Moisset de Espanés e Hiruela de Fernández, nuevamente replantean la pregunta del qué


pasaría si la fuerza fuese de tal magnitud que no pueda ser resistida por quien la padece –
violencia absoluta – ¿podría la voluntad manifestada, exteriorizada, en semejantes
condiciones, validarse como la voluntad del agente?, no estaríamos más bien ante una
ausencia de voluntad en tanto el propio agente, al ser sometido a una fuerza irresistible, ha
quedado reducido a un agente pasivo, a un mero instrumento; en todo caso, su voluntad dejó
de serla desde que pasó a ser la voluntad de la persona que accionó el acto violento. Con
esta postura, el supuesto de la declaración frente a un contexto de violencia absoluta calzaría
perfectamente en la causal de nulidad de acto jurídico prevista en el inciso 1 del artículo 219
de nuestro Código Civil, esto es, la falta de manifestación de voluntad del agente. En efecto,
nuestro Código Civil reconoce la existencia de la manifestación de voluntad siempre que tal
manifestación sea referible al agente; sería pues, un despropósito afirmar que el
consentimiento ha quedado viciado en su formación cuando, en principio, no hay vicio de
consentimiento desde que no hubo en sí declaración, en tanto ésta provino de una persona
ajena al agente que celebró el acto, o, por el contrario, sería entonces válido afirmar que la
declaración por el solo hecho de ser exteriorizada por el agente la vuelve automáticamente
en atribuible. Considero que ello último sería restar de valor a la voluntad interna y su
proceso de manifestación.

Finalmente, este mismo derrotero ha sido implícitamente seguido por Díez-Picazo y Ponce
de León, cuando en relación a los denominados vicios del consentimiento – que abarca a la
violencia física como objeto de este artículo – plantea la pregunta de si ese contrato que la
ley no declara nulo (sino anulable) fue, en efecto, celebrado con plena y perfecta voluntad, y
que la respuesta a tal pregunta es negativa sustentada en la idea que, desde una óptica del
contrato como una operación económica que facilita la distribución y circulación del tráfico
jurídico, es preferible concluir que entre las partes existe un contrato antes que declarar que
el contrato es nulo, porque en la práctica también será preferible que los implicados en el
asunto ejerciten acciones contractuales y eventualmente acciones de incumplimiento
contractual antes que acciones de nulidad, porque las secuelas que la nulidad traería consigo
serían acciones de restitución de lo indebido o de enriquecimiento sin causa, que para el caso
de los contratos ejecutados en muchas veces resultarían imposibles.

Con lo cual se observa que en puridad, remitiéndonos a la violencia física como causal de
anulabilidad, este reconocimiento obedezca, antes que a un análisis netamente dogmático,
a una cuestión de utilidad y dinamismo económico, basado en la idea que será mejor que el
consentimiento viciado en su formación, sea considerado un acto anulable – con lo cual se
dará al agente la opción de convalidarlo o a plantear acciones contractuales distintas de
aquellas que necesariamente terminarían con la desvinculación total del contrato como
sucede en el caso de la nulidad del acto jurídico.

Sin perjuicio de esta postura, que ciertamente obedece a criterios prácticos de flujo
económico, considero que la causal de violencia física, a diferencia de las demás causales de
anulabilidad previstas en nuestro ordenamiento, debiera absorberse en la causal de nulidad
por falta de manifestación de voluntad del agente. Por cuanto, resulta más patente y
observable que la declaración obtenida dentro de un contexto de violencia puro no le será
referible al agente, al quedar éste reducido a un mero instrumento pasivo de la persona que
lo violenta, y por ende, cualquier declaración prestada en un espacio de tal naturaleza
carecerá de relevancia jurídica, la sola exteriorización de una manifestación no le es
automáticamente atribuible al agente sin antes distinguir el contexto en que ésta se prestó.
Por último, no es aceptable que la regulación civil como actualmente está prevista en nuestro
ordenamiento deje abiertas las puertas a que la declaración dada dentro de un marco de
violencia física sea convalidada por medio de la confirmación al ser catalogada de anulable.
Ésta sola posibilidad es contraria a los principios en los cuales se inspira nuestro
ordenamiento jurídico, al dar la opción de convalidar actos provenientes de abusos
irresistibles a la integridad física de una persona; la afectación de la integridad física es un
aspecto que ciertamente concierne al interés colectivo, de ahí que resulte incoherente validar
la relevancia de esta declaración en el plano jurídico, y menos aún darle la posibilidad de ser
confirmada.

Edith Griselda Huarcaya Portilla


Socia del Estudio Jurídico Huarcaya & Asociados
BIBLIOGRAFÍA:

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del Acto Jurídico en los contratos celebrados a través de medios informáticos”. En:
“www.castillofreyre.com

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TABOADA CORDOVA, Lizardo. “Causales de Nulidad de Acto Jurídico”. En:


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