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LA TARTAMUDEZ

El día tiene 24 horas, las cuales transcurren de manera fluida durante día sin detenerse
o trabarse por alguna circunstancia. Sin embargo, para muchos niños y adultos la vida
tiene repeticiones y estancamientos, con esto no me refiero a vivir lo mismo dos veces,
sino a decir lo mismo más de una vez, sucede esto cuando la fluidez del habla se
estanca ¿Será algo común lo que les ocurre a estas personas? Pues no, esta dificultad
hace referencia a la tartamudez, sin embargo, va más allá del simple hecho de repetir
palabras, puesto que, es un trastorno del ritmo del habla. A pesar de la intensidad del
trastorno, lamentablemente, los profesionales no siempre derivan a los niños a
evaluación, dificultando así la prevención la prevención del problema, ya que en la
medida que el problema persiste, los efectos a largo plazo son muy negativos para la
comunicación, la vida social y emocional del niño. Ante este panorama, considero
relevante el hecho de estar informados respecto a este trastorno, para que de este modo
podamos contribuir a su detección y prevención.

En primer lugar, debemos saber qué es la tartamudez, también llamada disfemia. Esta
es una patología del habla y la comunicación que suele aparecer entre los 2 años y
medio y 4 años de edad. Se caracteriza por las interrupciones de la fluidez del habla
que se dan con una frecuencia inusual.

Estas alteraciones pueden ser repeticiones de sonidos, palabras o frases, o


prolongaciones y, en ocasiones, bloqueos, es decir interrupción de la emisión del habla,
que suele ir acompañada de esfuerzo para poder decir la palabra. Cabe resaltar, que
estas alteraciones iniciales no son voluntarias ni son conductas aprendidas.

A fin de un mejor entendimiento de este trastorno, se debe tomar en cuenta su tipología.


El primer tipo es la adquirida, la cual es producida por alguna lesión o golpe en el
cerebro, quien padece este tipo de tartamudez no muestra miedo o ansiedad. Por otro
lado, está la psicógena, siendo la menos común, producida por algún trauma severo.
También, está la tartamudez de desarrollo, está es la más común, ocurre cuando el niño
está aprendiendo a el lenguaje. Un cuarto tipo es la tartamudez tónica, la cual está
caracterizada por múltiples interrupciones ocasionadas por espasmos, quien la tiene
muestra rigidez y tensión facial. Otro tipo es la clónica, esta se caracteriza por las
repeticiones de sílabas y palabras enteras, se da mayormente a principio o en medio de
la palabra. Por último, está la tartamudez tónica – clónica o mixta, en esta los individuos
presentan ambos síntomas.
Por otra parte, respecto al origen específico de la tartamudez los padres habitualmente
realizan preguntas, a las cuales no se tiene una respuesta totalmente clara. No obstante,
actualmente la información existente evidencia que el trastorno es complejo y que es el
resultado de la implicación de diferentes factores fisiológicos, genéticos y ambientales
como la cognición, la emoción, el lenguaje y las habilidades motoras del niño. Cabe
resaltar, que se ha descartado que la causa del problema sea psicológica.

Con el propósito de seguir brindando información relevante respecto a la tartamudez,


se debe considerar su evaluación. Cuando se observa a un niño pequeño que
tartamudea uno se puede preguntar si hay que tomar en cuenta sus dificultades o se
puede esperar. La respuesta es clara, debemos valorar al niño cuando se observen
problemas de fluidez y cuando sus faltas de fluidez le ocasionen problemas para
comunicarse y preocupación en los padres.

Para llevar a cabo una buena evaluación, se debe tener claro qué significa evaluar a un
niño con tartamudez, lo cual significa que se vamos a observar su forma de hablar para
saber en qué medida es problemática. Para ello se necesita observar los errores de
fluidez, describirlos y analizarlos (bloqueos, repeticiones, prolongaciones, etc.).
Además, necesitamos atender a otras conductas relacionadas que acompañan al
lenguaje y al habla, como son las siguientes: nivel motor, en esta área se debe poner
énfasis los procesos orales y la coordinación motora para comprobar su funcionamiento.
Asimismo, es importante prestar atención si el habla es excesivamente rápida o si hay
problemas de pronunciación o articulación. En el caso de que se detecten dificultades
significativas en el control motor, se recomienda realizar una evaluación psicomotora
para descartar problemas motores generales que puedan darse en paralelo al
tartamudeo.

Un segundo nivel a tener en cuenta es el nivel lingüístico, en donde se evalúa el


desarrollo de los distintos componentes del lenguaje (fonético – fonológico, semántico,
sintáctico y pragmático) y se comprueba si existen dificultades de pronunciación,
organización de la sintaxis, etc. En tercer lugar, están los aspectos ambientales, pues el
niño aprender a utilizar el lenguaje en relación con otras personas manejando las reglas
convencionales y los turnos de habla de una conversación. Cuando un niño muestra
unas buenas habilidades para relacionarse socialmente, el mantenimiento de la fluidez
se puede facilitar. Por el contrario, si aparecen dificultades para interactuar con los
demás, hay inhibición y hablar supone un estrés para el niño, la probabilidad de errores
en el habla aumentará. Por último, está el contexto comunicativo, el cual hace referencia
a aspectos como las reacciones de los padres u otras personas que se relacionan con
el niño tartamudo, actitudes ante dificultades o demandas inadecuadas en relación a la
capacidad del niño pueden afectar negativamente a su fluidez y ocasionar sentimientos
negativos hacia tales situaciones.

Todos estos datos nos facilitarán hacer un programa de intervención ajustado a cada
caso y a las dificultades concretas que presenta. Esto quiere decir que se deberá
implicar a todos aquellos que puedan proporcionar ayuda para que el niño mejore, como
la familia, sus profesores y el entorno escolar. No obstante, como cualquier evaluación,
no se puede ir a la deriva, sino seguir pasos, estos son los siguientes: Realizar una
recogida de información (padres, escuela y otros profesionales que traten al niño), luego
está la evaluación al niño (desarrollo o capacidad cognitiva, desarrollo del lenguaje,
entrevista, etc.). Como tercer paso, se debe concluir con un diagnóstico y elaborar un
pronóstico de la problemática. Después, está la devolución de la información a los
padres (conclusiones y el diagnóstico, pronóstico de cómo va a ser el tratamiento, se
les comunica a los padres y al propio niño cuando tiene la suficiente edad para
comprenderlo. El quinto y último paso es realizar una propuesta de tratamiento (siempre
debe constar de objetivos para el niño, los padres, el colegio y orientaciones específicas
al profesor).

Luego tener en cuenta los aspectos más relevantes de la tartamudez, podemos


proceder a hablar acerca del tratamiento de este trastorno. La intervención que se
realice depende de la edad y de las dificultades que muestre el niño. Por un lado, se
habla de tratamiento de intervención temprana, en el que se plantea una intervención
de tipo preventivo que se lleva a cabo con niños de 2 a 6 años. Habitualmente se realiza
con un planteamiento indirecto, es decir que se abordan las disfluencias del niño por
medio de la interacción, del juego o modificando aspectos del ambiente que pueden
dificultar el habla fluida.

Por otro lado, los programas de intervención directa se utilizan generalmente con
escolares y en estos se interviene directamente sobre la modificación del habla, se
proporcionan recursos y cambios en el ambiente del niño.

En lo que respecta a la intervención temprana, existen tres programas más utilizados.


El primer programa es la de prevención e intervención temprana de la tartamudez: este
programa está destinado a niños de entre 2 y 6 años, como objetivo se plantea ayudar
al niño a adquirir una fluencia normal, tratando de reducir el estrés del niño, enseñándole
formas de hablar más relajada y sin tensión. De igual manera, está el programa
Lidcombe: este programa utiliza métodos operantes y son los padres directamente los
que lo llevan a cabo. Las contingencias se aplican reforzando el habla fluente y
corrigiendo el tartamudeo. El tercer programa es de Palin Interacción Padres – Niño:
este programa es para niños hasta los 7 años. Los principales objetivos consisten en 1)
aumentar las habilidades de los padres para manejar el tartamudeo, 2) disminuir la
ansiedad de la familia debido al tartamudeo del niño y 3) disminuir el tartamudeo hasta
límites dentro de la normalidad. Para lograr estos objetivos se utilizan grabaciones de
los padres con el niño, asesoramiento del terapeuta a los padres sobre cómo aumentar
las interacciones que facilitan la fluidez del niño.

En lo que concierne a la intervención directa con el niño (6 a 8 años), se debe explicar


el topo de técnicas que se van a utilizar y que él debe aprender. También, se le comenta
que se le va pedir que gafa trabajo en casa, y que la responsabilidad estas actividades
recaerá en él, aunque, por su puesto, el terapeuta y los padres estarán ahí para
ayudarle. Los objetivos de la terapia con el niño son los siguientes: aprender el control
del habla y detectar qué tipo de errores comete y a qué se deben, graduar situaciones
(pasar de situaciones que el niño perciba fáciles a las difíciles), control de la tensión
(enseñar recursos cognitivos para controlar sus respuestas a la ansiedad), reducir la
anticipación y pensamientos negativos, ejercicios y habilidades de relación social, y
trasladar lo aprendido fuera de la sesión (inicialmente se pueden realizar role playing en
la sesión imaginando la situación real a la que el niño se va enfrentar).

En conclusión, la tartamudez es un trastorno del ritmo del habla, el cual no se presenta


de la misma forma a todas las edades. Respecto a su origen, no tiene una causa
específica, no obstante, cabe resaltar que no esta relacionada al aspecto psicológico o
con una dificultad intelectual. Asimismo, la detección e intervención temprana es
fundamental para prevenir el tartamudeo en el niño y el adulto. De igual manera, la
evaluación es relevante para la mejora del paciente, existen dos tipos de programas, a
pesar de las diferencias en ambos programas, se realiza una intervención en paralelo
con los padres, abordando cuestiones de un amplio espectro y no solo referidas al habla
y la comunicación. Asimismo, en ambos casos se realiza una orientación al profesorado.

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