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R. P. ALBERTO MARÍA WEISS
de la Orden de Predicadores
EL ARTE DE
MANUAL PARA EL EDUCADOR Y PARA LA
EDUCACIÓN DE UNO MISMO
PELAYO VIZUETE
BARCELONA
HEREDEROS DE JUAN GILI
Editores ■ C o rtes. 5 81
1908
ES PROPIEDAD
para vivir; es decir, con todos los que no poseen sus ma
nos aristocráticas.
El oficial de caballería contempla al labrador que guía
su arado con menos simpatía que á sus bestias.
En este caso, sí que puede hablarse con razón del orgu
llo estúpido. Porque ¿quién es el que no vive del produc
to del trabajo?
Hasta en el paraíso hubiera tenido que trabajar el hom
bre; pero, desde que pecó, fue el trabajo su castigo, su pe
nitencia y su purificación, y hubo de comer el pan ganado
exclusivamente con el sudor de su rostro.
Sustraerse á esta ley eterna, es cometer una injusticia
con los demás hombres. Cada pedazo de pan que alimenta
á uno ha tenido que ser producido á fuerza de trabajo.
Por lo tanto, si el que lo consume no se lo ha ganado con
su propio esfuerzo, ha tenido que producirlo otro para él,
y con doble esfuerzo.
Es triste cosa que aquellos que más necesitan para vi
vir, ó, mejor dicho, los que más consumen, hayan de ser
los que vivan más tranquilos y sosegados, disfrutando con
preferencia del sudor extraño y del trabajo ajeno.
«Moscas doradas, que pululan sin fin ni objeto, y engor
dan zumbando entre la podredumbre que fermenta. Zán
ganos, para quienes sieganel trigo, que no han de comer,
los calenturientos esclavos, asfixiados por los ardientes
rayos del sol». (Shelley).
¿Cómo no llegará á comprender esa gente que es más
honroso avanzar por sí mismo, qüe dejarse arrastrar por
los demás? En la mayor recompensa que obtienen de su
trabajo, debieran ver una instigación á la actividad, si no
en beneficio propio, en provecho de los demás, sobre todo
de aquellos que están peor retribuidos y encuentran me
nor satisfacción y utilidad en su trabajo. En la tarea que
se han impuesto, y que suele ser intelectual y social, no
les es difícil conseguirlo; y este trabajo corresponde prin
cipalmente á todos los que por su talento o por su fortuna
se hallan á la cabeza de la sociedad humana.
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Cuando no podemos fiarnos de una persona sino durante
el tiempo preciso en que se la vigila, podemos comparar
nos con un cabo de vara ó un capataz de esclavos. Ambi
cionamos tener hombres libres; es decir, gente que no se
deje llevar por todos los vientos de la opinión pública ni por
los caprichos y opiniones de los que la rodean, sino que
bable según sus convicciones propias y obre en conse
cuencia, aunque de ese modo se exponga á molestias y
sinsabores; gente que no arroje la carga y huya en el
momento más crítico, cuando se presenta alguna dificul
tad; sino hombres que se mantengan en el puesto que les
señala el deber y en la manera de obrar que les indica
la conciencia: en una palabra, gente sólida, entera, que ni
por asomo dé ocasión, con su conducta, á la necesidad de
observarla ó de analizar nuevamente su carácter ó su mo
do de ser.
5. Si el arte educativo moderno pudiese crear tales ca
racteres bien podríamos estarle agradecidos. Por de pronto
nos daríamos por contentos si hubiera muchos de esos que
se encuentran de vez en cuando como reliquias de otros
tiempos; hombres sin pretensiones, pero inflexibles, senci
llos como la verdad, fieles como un juramento, callados
como un sepulcro, á quienes se puede confiar todos los se
cretos y encomendar con la mayor confianza las más
difíciles, intrincadas ó desagradables cuestiones. Á veces,
resulta Un carácter de esta especie un criado mísero que
lleva el peso de toda la casa, y los señores están tan
enterados de la marcha de la misma como el bueno de
Putifar. Otras veces, se encuentra en un empleado ín
fimo, que, sin merecer nunca la menor distinción por parto
del jefe, y escasamente una palabra de agradecimiento,
cree que su actividad ó interés son perfectamente natura
les, á pesar de lo cual saben todos muy bien que, sin él,
se estanca ó paraliza la explotación y se descompone en
teramente su complicado mecanismo. Hay que advertir
que estas gentes impagables gozan siempre de tres cuali
dades especiales, á saber: de exquisita escrupulosidad, de
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do, ni que éste las exija tampoco; mas las pocas que dicen
salen de tal modo de un corazón contento y fervoroso, quo
comunican también calor y contentamiento á los que las es
cuchan; y, además, están tan compenetrados del espíritu de
Dios, que llegan á templar la tempestad deshecha del alma
y acaban por reconciliar al espíritu rebelde con su Dios.
Acaso no posean grandes conocimientos ni exceso de cien
cia si se los mide con el rasero de la ciencia universal, pero
cuando les piden un consejo responden con unas cuantas
palabras que pueden servir de guía para una docena de
preguntas nuevas. Y para terminar, si les exigís una norma
y una decisión referentes á cosas de la vida espiritual, saben
á veces contestaros con una sola frase que resuelve las du
das de media vida, y que muestra para la otra media el
camino seguro y recto. En ocasiones no es preciso que
hablen ni muevan los labios; se siente uno invadido por
una sensación de tranquilidad y seguridad absolutas con
sólo verlos y saber que los tiene á su lado. Siempre y en
todas partes saben mostrarnos á Dios y conducirnos á Él,
sin que para ello se muestren importunos ó indiscretos; á
menudo, hasta sin mentar al Señor para nada.
8. Todo el secreto de la profundidad de estas almas
puede resumirse en dos puntos: en que han aprendido á
fijar sus ojos en Dios, de tal modo que todas las cosas las
contemplan desde ese punto de vista y las aprecian según
la medida del mismo Dios. La Teología denomina esta
claridad del espíritu, virtud y don de la sabiduría. La his
toria nos presenta como ejemplo á San Benito, á quien fue
ron concedidos estos dones de un modo extraordinario. Á
ellos hay que añadir el abandono completo de la propia
voluntad á la Voluntad divina, por medio de la cual se
consigue esa tranquilidad admirable, esa firmeza y ese re
cogimiento, que acaban por comunicarse también á loa
demás.
9. Este es un estado de alma ciertamente envidiable; y
lo más raro del caso es que está al alcance de todos y que
todos debieran hacer por alcanzarlo; porque los caminos
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bar por mí mismo el daño que hace el látigo que con tanto
gusto esgrimía lleno de petulancia juvenil. Los chicos con
traen deudas, los viejos las saldan. La humanidad paga
las costas; por eso nunca adelanta.
XI. Enemistad.— 1. Una de las cosas que la debili
dad humana lleva desgraciadamente consigo es que á
veces, aun con la mejor voluntad por nuestra parte, tene
mos que vivir én discordia.
Hay que tratar con personas que le hacen á uno ver
palpablemente la razón que tenía Tell para decir:
«Ni el más santo puede vivir en paz cuando no le con
viene al perverso vecino».
Algunas veces es una pequeñez lo que le ha molestado
al prójimo; otras es la torpeza propia ó ajena, ó la suspi
cacia, y, á ratos, la oposición natural en el pensar y en ,
las costumbres imposibilita toda tentativa de arreglo, has
ta que, por último, hay que dejar correr las cosas para no
empeorarlas.
Á menudo consiste la falta en los chismes y críticas aje
nos, ó en el descubrimiento de secretos que nos han sido
confiados. En este caso es dificilísimo pensar en una re
conciliación, sobre todo cuando hay que sostener la jus
ticia y la verdad en contra del mismo ofendido.
2. Tales resultados suelen convertirse en tormento in
decible para el alma que ansia la paz interior y sü unión
con Dios. Es muy fácil decirse:
«Testimonio de la verdad es el odio, que pesa más sobre
el corazón que un puñetazo. Por eso sobreponte á él y cuí
date únicamente de presentarte ante Dios como debes»
(Milton).
Pero precisamente este pensamiento da origen á nuevos
sobresaltos, porque al disgusto natural que se siente hay
que agregar el temor de pecar y ofender á Dios, y cada
nuevo examen de conciencia nos presenta un nuevo
ejemplo de que, á pesar de toda nuestra vigilancia, las fi
bras siempre tirantes del alma producen agudas diso
nancias.
EL ARTE DE VIVIR 33í>
3. Pues bien, aun esta situación puede tener sus ven
tajas y utilidades. Más diré: no cabe duda en que Dios la
consiente alguna vez con el mismo objeto con que envía
las tribulaciones interiores, para purificar el corazón de
los últimos vestigios de nuestro amor propio y de nuestra
ligereza.
4. En tan dolorosas circunstancias no te queda más re
medio que humillarte constantemente ante Dios y ante ti
mismo, dispuesto en todo momento, por amor á la paz y
cuando de ello se derive algún provecho, á humillarte an
te tu contrario. Mientras tanto, debes poner especial em
peño en mantenerte siempre en presencia de Dios, y en
hablar y obrar tal como te lo ordene tu conciencia y coma
creas poder responder ante el Señor. Si has aprendido en
esta escuela á vigorizar tu conciencia, á fortalecer tu fide
lidad á la inspiración divina y á disponer tu voluntad pa
ra todo, Dios te enviará seguramente algún ángel de paz
para que, librándote de las llamas de la discordia, te con
duzca á la tierra de paz y de sosiego.
XII. La ingratitud duele mucho.—La ingratitud^
amigo mío, siempre duele, y más al que es digno de ella.
No guardes rencor tan profundo y constante, sino di: ¿y
tú cómo has servido á Dios?
XIII. En la red de las calumnias.—El que no se ha
ya visto envuelto por esa red que en torno suyo tejió la
mentira, de modo que, al buscar la salida, se haya visto
más enredado aún entre sus mallas; el que no haya teni
do que bajar la vista ante una de esas miradas espantosas
que penetran hasta el fondo del alma como un dardo lan
zado violentamente; el que no haya hallado una sonrisa
burlona en todo hombre que salía á su encuentro, y no
haya sentido á sus espaldas el cuchicheo irónico cuando
huía corrido y avergonzado, ése, que no diga nunca que
conoce el cansancio y el desaliento que producen en el al
ma tales tormentos, parecidos á los que siente el ciervo
rodeado por las redes que le aprisionan y á merced de la,
jauría. Pero ¿quién ha visto, por ventura, al ciervo cubier-
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tro deber: para descansar os dió la larga noche; ahora os
da luz para que trabajéis.
Ved cómo se han extinguido la luna y las estrellas en
cuanto dijo: «Vuestra obra está terminada». Ved cómo el
sol, para llegar con puntualidad, recorrió durante la noche,
apresuradamente, la vía gigantesca. Servid al Señor y cum
plid su voluntad como la cumplen los ángeles llenos de
gozo; pagad con mudos sacrificios todos los dones que Dios
os concedió.
Amanece; suena el toque de llamada. «¡Siervos de Dios,
acudid al deber!» Pronto sonará la trompeta del juicio,
diciendo: «¡Vosotros, los que dormís, presentaos al tri
bunal!»
XXIII. ¡Qué celestial!—¡Qué preciosa es la senda cu
bierta de rocío matutino! ¡Qué engalanada resulta toda la
comarca! ¿Es este el mundo de los pobres pecadores? ¿Es
este el antiguo valle de lágrimas?
El aire era ayer pesado y mortal, hasta el punto de que
la tierra me parecía un lecho de enfermo. Hoy se difunde
como saturado de jugo primaveral y despierta en mi mis
mo los vigores juveniles.
Ved los edificios majestuosos que forman aquellos mon
tes, que brillan como plata sobre el azul del cielo. Ved el
lago, claro espejo bordeado por el bosque, y cuya espuma
son perlas.
Las campanas matutinas se desperezan y repiten el soni
do millares de veces, hasta que en el bosque y en el lago re
suena la alegría, y el corazón se eleva gozoso á las alturas.
Campanas matutinas, vuestros tañidos parecen cantos
angélicos. Abejita matutina, sol temprano: sois manantia
les de puro goce celestial.
Mas decid: ¿no susurra la misma abeja y no luce la mis
ma luz durante todo el día? ¿Pues por qué encontráis só
lo por la mañana tan gran encanto en la naturaleza?
No me lo preguntes, bien lo sabes; aun es de mañana y
está Dios presente; los que al Señor hacen salir del mun
do, están todavía durmiendo.
EL ARTE DE VIVIR 453
Aun no se oye ninguna palabra de maldición en los cam
pos ni caminos; ni la usura ni la pérdida de la honestidad
han amargado al rayo de sol el placer de derramar su
luz.
La abeja zumba, el petirrojo canta, susurran los pinos,
repican las campanas; es que se publica la obra de Dios,
pues aun siguen muertos los ejércitos del mal.
listos ya nos hacían ver ayer su diligencia, y por esto
se notaba tan pesado y bochornoso el aire. Los ángeles, á
la luz de la luna, lavaron con sus lágrimas el mundo peca
dor, hasta purificarlo.
¡Oh camino celestial, cuajado de rocío matutino! No que
da una sola hierbecilla en toda la comarca que no beba las
lágrimas de los ángeles y me llene el corazón de la magni
ficencia divina.
¡Oh camino celestial, cuajado de rocío matutino! Aun
que los hombres profanen la fábrica del universo, sigue és
te siendo la bóveda de Dios repleta de gracia, mientras el
sol vuelve á la tierra.
XXVI. AI caer la noche.—Silenciosa baja la noche,
cubre de rocío el seco follaje, y presta reposo á los fati
gados miembros y bálsamo al corazón enardecido.
Los que me atormentaban, duermen; el lejano ruido del
trabajo se extingue en lontananza, y hasta la preocupación
arroja su ancla en el puerto durante la noche.
Apaciguase lentamente el corazón que momentos antes
se veía destrozado por los tormentos, y sonriente veo que
lo que de día me pareció un dragón terrible se ha conver
tido en gusanillos enanos.
Poco á poco desaparecen en las tinieblas las madri
gueras de topos de nuestra tierra, y en cambio se levantan
resplandecientes y llenos de gloria millares de mundos gi
gantes.
¡Pobre mortal, á quien uncen al yugo la soberbia, la mi
seria y la locura; a quien el triste calabozo de la vida su
jeta con esposas el corazón y los ojos!
¡Qué pequeño te verás; qué fácil te parecerá tu lucha
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cirse que Dios ayuda más al que cumple mejor con sus de
beres.
«Si abrieras los ojos y no temieras correr ni sudar, no
dirías con tanta prisa: La suerte es infiel y ciega» (Dioni
sio Catón).
3. Tan antiguo como popular es el dicho de que, en
este mundo, á los malos les va siempre bien, y á los buenos*
mal. Hasta el Antiguo Testamento suele ocuparse repeti
das veces en este proverbio, y da testimonio de lo fácil
mente que hace dudar á uno de la Providencia divina y
aburrirse del bien.
Para tratar á fondo cuestión tan espinosa se necesita
ría todo un libro. Afortunadamente poseemos varias obras-
excelentes que la tratan con el título de Teodicea. Las
más notables de todas ellas son la Ciudad de Dios, de
San Agustín, y la Divina comedia, del Dante. Nos limita
remos, pues, á aconsejar el estudio detenido de dichos li
bros.
Aquí nos bastará hacer las tres preguntas siguientes;
1.a ¿Qué es de la tan decantada suerte del malo? ¿Cuál es
su consistencia, su seguridad y su duración? 2.a ¿Puede
ser el malo realmente venturoso? ¿Es capaz de hacer feliz
la división espiritual y el embotamiento interior y exte
rior? 3.a y la más importante: ¿Quién es bueno y quién es
malo? ¿Á quién corresponde el juicio sobre ello? ¿Se puede
ser juez en la propia causa? ¿Hay quien sea tan malo
que no tenga algo digno de recompensa, ni tan bueno que
no tenga algo por lo cual deba hacer penitencia?
Si eso que llamamos suerte lo aceptáramos en forma
menos materialista, si nos guardáramos un poco más de
las exageraciones, de la envidia y de la suspicacia, si nos
esmerásemos más en practicar la paciencia y la sumisión á
la bondad y sabiduría divinas y nos acordáramos de nues
tra culpa y de la obligación que tenemos de hacer peni
tencia, las preguntas anteriores no tendrían por qué pre
ocuparnos.
4. El peor de los prejuicios, por no decir la mayor de
458 R. P. ALBERTO MARÍA WEISS
FIN
ÍNDICE
PÁQS.
CAPÍTULO PRIMERO
EL ABTE DE ELEGIB UN FIN PABA LA VIDA
1. Al autor de nuestra existencia............................... 13
2. Estado y misión de la época actual........................... 13
3. Necesidad apremiante de la época............................ 16
4. La duda y la fe........................................... 17
5. Las ideas claras, el camino seguro............................ 19
6. La piedra de toque del verdadero idealismo.................... 24
7. Hombres ideales.............................. 28
8. Algunas preguntas ála conciencia de los defensores de la «moral
independiente»......................................... 30
9. El testimonio de la conciencia............................... 34
10. El telescopio inservible..................................... 36
11. Dónde se halla la verdad................................... 36
12. Religión y moralidad....................................... 37
13. Discusión de la cuestión más importante...................... 38
14. El buscar á Dios es el medio de aprender el arte de vivir. . 42
15. La piedra de toque dél cielo................................ 44
16. El más grande de los hombres............................... 44
17. A tu estrella sigue fiel...................................... 45
18. Si Cristo volviera..........................................46
CAPÍTULO II
EL ABTE DE VIVIB UNA VIDA NUEVA
1. Seguridad verdadera y falsa................................. 49
2. «Félix culpa»............................................. 49
3 Necesidad de la purificación moral........................... 49
4. Vuelta rápida.............................................51
5. N o mires con demasiada ligereza las faltas pequeñas. . . 51
6. N o hay progreso sin retroceso............................... 52
7. No hay reforma posible sin reforma de uno mismo. . . . 53
8. Obstáculos que se oponen á la penitencia y al cambio de modo
de pensar.............................................. 54
9. El gran malhechor.........................................54
•512 ÍNDICE
FÁGS.
C A P Í T U L O III
C A P Í T U L O IV
FÁGS.
CAPÍTULO V
C A P Í T U L O VI
PÁG3.
C A P Í T U L O VII
C A P Í T U L O VIII
C A P Í T U L O IX *
C A PÍTU LO X
CAPÍTULO X I
C A P Í T U L O XII
C A P Í T U L O XIII
PÁGS.
CAPÍTULO X IY
CAPÍTULO XV
PÁGS.
CAPÍTULO XVI
C A P Í T U L O XVII
C A P Í T U L O XVIII
10
9. Canto del cristiano moribundo á su bandera. . . . . 484
. Junto al lecho de muerte de mi madre. . . . . . 485
11. El traje nupcial............................................................ . . . 486
12. Campanas del cielo..................................................... . . . 487
13. Los veinticuatro ancianos.......................................... . . . 487
14. Canto de victoria de los transfigurados. . . . . . 488
15. La montaña de Dios....................................................
^3% SUPLEMENTO
D E LA
DIÓCESIS DE BARCELONA
Por lo que á Nos toca, concedemos nuestro permiso para publicarse el
libro titulado: E l arte de vivir , escrito en alemán por el R. P. A lberto
M.a W eiss , de la Orden de Predicadores, y traducido al castellano por D. P e -
layo V izüete , mediante que de nuestra orden ha sido examinado y no con
tiene, según la censura, cosa alguna contraria al dogma católico y á la sana
moral. Imprímase esta licencia al principio ó final del libro y entréguense
dos ejemplares del mismo, rubricados por el Censor, en la Curia de nuestro
Vicariato.
Barcelona 27 de Marzo de 1908.
El Vicario General,
R icardo , Obispo de Eudoxia.
EL PELIGRO RELIGIOSO
TRADUCCIÓN DE LA TERCERA EDICIÓN ALEMANA
publicada en 1904 por B. Herder, de Friburgo,
POR KL DOCTOR
EL PELIGRO RELIGIOSO
lidos.
E l precio de es el m ism o que
e l de los tom os de la APOLOGIA EL CRISTIANISMO
y de
an tes citados, ó sea:
Ptas. 6. en rústica
Encuadernada Ptas. 8.—
La obra se rem ite por dicho precio, franca de porte y certifica
da, á todos los puntos de España. Para A m érica y extranjero d e
berá añadirse al precio indicado 1 peseta,
á fin de atender al au
m en to de gastos que ocasiona el envío.
NUEVAS PUBLICACIONES
L A S A N T A M ISA , ó su liturgia traducida y puesta al alcance de los fieles, por el
R. P. P.
A n t o l ín O. S. B.—Un elegante tomito en tamaño prolonga
V il l a n u e v a ,
do, encuadernado en tela inglesa, rótulos en oro, cortes rojos... ... Ptas. I._
EN PRENSA
MANUAL DEL CRISTIANO DEVOTO DE MARÍA por el R. P. Fr. Luis Cardón González
EL LIBRO DE LA ESPOSA
• por Pablo Combes
Traducción de María de Echarri
OBSERVACIONES
Todo pedido debe venir acompañado de su importe en letra de fácil
cobro, libranza del Giro Mutuo ó sellos de correo (certificando en este últi
mo caso la carta), sin cuyo requisito no podremos servirlo.
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