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ito
2 Ibídem.
La tipicidad penal, Bogotá, 1966; Mendoza T., José Rafael, I, 410 y ss.;
Porte Petit, 424 y ss.; etc.
8 Idem, p. 191.
Mezcer-Blei, 104.
13 Nagler, Johannes, Die heutige Stand der Lehre von der Rechts-
widrigkeit, en “Festschrift fiir Karl Binding zum 4. Juni 1911”, Leipzig,
1911, T. II, pp. 286-7.
15 Cfr. Córdoba Roda, Juan, op. cit., pp. 19, 24-25; Schweikert, op.
cit., p. 32; Del Rosal, I, 562.
Concepciones doctrinarias un. Tiro fknal 20
poder” 18 19 20.
El Graf zu Dolina expuso en 1936 también un concepto
complejo del tipo penal, con sus aspectos objetivo y
subjetivo40. Para la sistemática general de Dohna hay un
objeto de desvalor, que es el Tatbeetavd, que se
compone de un Tatbestand objetivo y otro subjetivo (al
que, por supuesto, incorpora el dolo). Por otra parte hay
un desvalor de ese objeto mixto, pero ese desvalor del
objeto no es simultáneo en el sentido de recaer sobre
la totalidad del objeto, sino que recae sobre
su
bipartición. Así, hay un desvalor del tipo objetivo,
que es el juicio de
antijuridicidad y un desvalor del tipo subjetivo, que
es el juicio de
18 Aufbcu, p. 11.
24 Idem, p. 186.
Concepciones doctrinarias del tipo penal 28
1946, p. 86.
41 Bockelmann, 39.
42 Idem, 40.
Concepciones doctrinarias del tipo penal 39
43 Otto, 116.
48 Cfr. cit., p. 3.
Concepciones doctrinarias del tipo penal 46
55 Op. cit., p. 33, nota 43; Schweikert, op. cit., p. 133, nota 165.
58 Jescheck, 379.
59 V. supra, § 284.
las condiciones de procedibilidad y hasta las mismas
garantías procesales ".
Capítulo XXI
Capítulo XXI
TIPICIDAD Y ANTINORMATIVIDAD
I. — Interés, bien y norma jurídicos: 302. Interés
jurídico y bien jurídico. 303. Interés jurídico y norma
jurídica. II. — El papel de la ley penal: 304. Ley penal y
antijuridicidad. 305. Conclusiones acerca de las
relaciones de la tipicidad con la antijuridicidad. 306. La
gestación del tipo. III. — El tipo penal: tipo legal más
tipo conglobante : 307. La incierta ubicación de la
afectación del bien ju
rídico en la teoría de la tipicidad. 308. La explicación del
fenómeno a la luz de la función del orden jurídico. 309.
El tipo y la tipicidad conglobantes. IV. — Los bienes
jurídicos: 310. Los eni>s que son “objeto” de interés
jurídico. 311. El concepto de bien jurídico. 312. ¿La
moral como bien jurídico? 313. Tentativas de
prescindir del concepto de bien jurídico. 314. Evolución
y distintos conceptos de bien jurídico. 315. Funciones
del concepto de bien jurídico. V. — La AFECTACIÓN DEL
ENTE PRESUNTO OBJETO DE TUTELA JURÍDICO-PENAL
Capítulo XXI
60 V. supra § 12.
Tipicidad y antinormatividad 65
Los bienes jurídicos ya son tales, sólo que el legislador
considera: a) que es insuficiente la sanción que impone a
la conducta que le afecta y por ello le agrega una sanción
penal; o |3) que es inadecuada la sanción de que dispone
en otras normas jurídicas para asociarla a la conducta
que le afecta, y entonces, la norma prohibitiva se revela
sólo a través de la ley penal. En ambos casos considera
que hay un déficit sancionatorio en el restante orden
jurídico para tutelar a su objeto de valor: en el primero
estima que el déficit de sanción jurídica es cuantitativo //
en el segundo que es cualitativo (dicho sea esto último
en sentido general, por cuanto se considera a la sanción
penal como el más contundente instrumento sanciona-
dor, aunque en lo particular puede ser cuantitativamente
mavor una reparación civil que una multa penal).
Consecuentemente, el derecho penal es normalmente
sancionador y algunas veces constitutivo.
¿Significa esta conclusión que el tipo crea la norma? De
ningu na manera, la norma, como el bien jurídico,
siempre se hallan antepuestos al tipo (la ley). Esta
anteposición no implica ninguna prio
Tipicidad y antinormatividad 66
ridad cronológica, sino una necesidad lógica: quiero
prohibir que se ponga en peligro la vida de un ser
humano (norma), luego, establezco: “El que con el fin de
(matar a otro) comienza su (conducta homicida)...” (tipo
legal). El tipo nunca crea la norma, sino que es la norma
la que se manifiesta en el área penal a través de un tipo.
Al bien jurídico lo conocemos por la norma y a la norma
por la lei¡ (el tino penal). O sea que estamos siguiendo el
camino exactamente inverso al seguido por el legislador:
el juez debe desandar la senda legislativa para llegar al
bien jurídico. El legislador parte de la valoración de un
ente (bien jurídico) y lo pone de manifiesto en la norma
que lo tutela (norma prohibitiva) que se efectiviza a
través de una ley (tipo); el juez (o el dogmático) parte de
una ley para averiguar la norma y a través de ella el bien
jurídico.
El tipo penal pertenece a la ley, está en la ley y es ley,
pero ni el bien jurídico ni la norma pertenecen a la ley y
por consiguiente tampoco al tipo. El tipo penal (que es la
ley penal, aunque, por supuesto no toda ley penal es tipo
penal) nos revela una norma que está prohibiendo una
conducta que afecta de determinada manera a un bien
jurídico. El tipo permite “ver a través de” él la norma y el
bien jurídico, pero este “ver a través de” es sólo la mani-
festación de que el tipo es el ente que nos posibilita el
conocimiento de otros objetos, pero esos objetos son
Tipicidad y antinormatividad 67
ajenos al tipo mismo, al ente que nos permite “ver a
través de” él. Pedestre sea el ejemplo: los
microorganismos que veo por el microscopio no son el
microscopio.
Conclusiones acerca de las relaciones de la tipicidad con
la antijuridicidad. Hasta aquí parecería que con la mera
afirmación de la tipicidad se deduce la violación de una
norma v con ello la contrariedad de una conducta con el
orden jurídico (antijuridicidad). Ello sería exacto si el
derecho se manejara sólo con normas prohibitivas, pero
lo cierto es que en el derecho hay normas prohibitivas y
preceptos permisivos.
Cabe consignar que empleamos la voz “precepto”
porque preferimos no abrir juicio acerca de la naturaleza
de los mismos, ya que sería inconducente indagar
largamente aquí si se trata de “normas” o si presentan
una estructura diferente.
De cualquier manera estos preceptos no implican
“excepciones” a los normas prohibitivas3, sino que
conforman con ellas un juego armónico. La circunstancia
de que hallemos un precepto permisivo
62 Cfr. Mayer, op. cit., p. 176; Welzel, 1967, 77; Maurach, 224.
* Así, Frank, R., Über den Aufbau des Schuldbegriffs, 1907, 15 y ss.
TlPICIDAD y antinormatividad 72
preceptos permisivos, porque el “ente” existe con independencia de
cualquier valoración jurídica.
Hay varias razones fundamentales para rechazar este criterio, pero una
de las más demostrativas es que aún cuando cada artículo estuviese así
redactado, ello nos estaría indicando una duplicidad de pasos a seguir:
primero la comprobación de la antinormatividad (tipicidad) y luego la de
la antijuridicidad (ausencia de permisión).
El sujeto que realiza una conducta típica sólo ha “cumplido” la ley penal7,
creándose una certeza de que ha violado una norma jurídica prohibitiva
y afectado un “ente” que es objeto de interés jurídico, según se lo
percibe por la norma prohibitiva, pero ignorándose si es efectivamente
un bien jurídico y, por ende, si hay un ■enfrentamiento o contradicción
de la conducta con el “orden” jurídico, con la totalidad de las
disposiciones funcionando como sistema.
Cfr. Bindinc, Die Normen und ihre Übertretung, Leipzig, 1916, I, 132 y ss.
Cfr. Jiménez de Asúa, La teoría jurídica del delito, Santa Fe, 1958,
112.
p. 10.
El derecho penal no crea ningún bien , t'dico sino que les da tutela penal,
pues éstos se deducen de la totalidad del orden jurídico y aquí sí que,
aunque prescindamos del derecho penal, los bienes jurídicos restarían
intocados, sólo que dejarían de estar penalmente tutelados. El legislador
crea la norma para tutelar objetos que valora y la única manifestación
de la norma y del objeto de su tutela es la ley. Si la crea él, si la recoge
de una mayoría de opinión, o de una minoría o si es simple arbitrariedad
del grupo dominante, no es aquí nuestro problema, sino el de la
sociedad, el de la política y el de la ideolog’a (salvo el caso en que resulte
comprometido el principio republicano de gobierno, por supuesto). Son
los bienes jurídicos —que son tales en razón de las normas reve
68 Soler, I, 307-8.
-' V. § 393.
realiza una conducta privativa de libertad si con ello nos impide por un
momento abrir la puerta; tampoco configura privación de libertad la
conducta del conductor del vehículo de transporte colectivo que hace
caso omiso de nuestra seña y nos lleva hasta la parada siguiente. Las
propinas a los carteros para Navidad y todo lo que son presentes de uso
no configuran una afectación de la imagen de la administración pública
típica del art. 259 CP. Arrancar un cabello, en circunstancias normales,
por mucho que pueda ser un “daño en el cuerpo”, no configura la
afectación del bien jurídico típica de lesiones. La utilización de una cerilla
de la caja que hallamos en el escritorio vecino no es un hurto, pese a
tratarse de una cosa mueble totalmente ajena.
En todo este planteo parece campear, sin embargo, algo que no opera
con suficiente lógica y menos aún con naturalidad. En efecto: si la
tipicidad legal (la descripción típica de conducta) es lo que nos permite
conocer la norma y el bien jurídico, no se concibe que haya conductas
que se adecúen a la descripción del tipo legal y que no sean típicas. Esto
suele explicarse —como vimos— diciendo que el bien jurídico y la norma
permanecen “antepuestos” al tipo legal, que de esta manera lo limitan,
pese a no pertenecer al mismo. Puede compararse el aserto con los
límites de un territorio —sean ríos, montañas o mojones— que sin
pertenecer al territorio, lo limitan. Pero, en el caso nuestro, si el
territorio —que sería el tipo legal— nos permite conocer sus límites, no
se concibe cómo puede haber una parte del territorio —una conducta
que se adecúe a la descripción típica— que quede fuera de sus límites.
=- V. § 413.
81 Teoría del deuto
La contradicción del planteo surge patente: para determinar el alcance
de la prohibición dada por el tipo legal, debemos desandar el camino del
legislador (bien, norma, tipo), siguiendo así el del juez o intérprete (tipo,
norma, bien), tomando con ello en cuenta el elemento teleológico, que
es la voluntad de proteger al bien jurídico, traducida en la norma
prohibitiva que se expresa en el tipo legal. Sin embargo, ello no es
suficiente, porque, como acabamos de verlo, hay casos en que la
conducta adecuada a la descripción típica no puede ser contraria a la
norma ni, consiguientemente, afectante de un bien jurídico penalmente
tutelado.
Por otra parte, la afectación del bien jurídico (por lesión o por peligro)
en algún momento debe comprobarse, porque es un requisito
indispensable para que haya tipicidad. En algún momento es necesario
determinar si la modificación del mundo exterior producida por la
conducta que se adecúa a la descripción típica, resulta afectando el bien
jurdico tutelado. Esta comprobación no puede hacerse al analizar la
tipicidad legal, porque la afectación del bien jurídico no pertenece a ella,
puesto que tampoco pertenece a ella el bien jurídico mismo, de modo
que resulta algo que elimina la tipicidad legal de la conducta sin
pertenecer al tipo legal. La afectación del bien jurídico no pertenece al
tipo objetivo y, por ende, no debe ser abarcada por el dolo. A los efectos
típicos, poco importa que yo sepa que afecto un derecho patrimonial de
otro cuando me apodero de una cosa ajena, pues bien puedo ser un
salvaje que no tenga idea de que hay derechos patrimoniales. Eso será
un problema de culpabilidad —de posibilidad exigible de comprensión
de la antijuridicidad— pero no un problema de dolo ni de tipicidad,
puesto que estaríamos confundiendo todos los estratos al’proceder de
otra manera23. '
mentó corresponde establecer ese límite dentro del camino lógico que
la construcción dogmática nos da para los casos concretos. Estaríamos
dando un camino lógico para establecer la presencia del delito, en el que
uno do los pasos analíticos no diríamos cuándo debe darse, pese a
considerarlo fundamental y determinante, al punto de que todos lo dan
en algún momento del análisis, consciente o inconscientemente, aún en
el caso de que la interpretación de los tipos ni siquiera supere en mucho
el análisis exegético, a menos que prefieran renunciar al concepto de
bien jurídico y de afectación al mismo, como acontece con las corrientes
irracionalistas v autoritarias del derecho penal -4.
72 V. infra, § 313.
que del tipo legal, considerado ahora en forma conglobada con las
demás leyes de la legislación de que forma parte, lo que nos revela el
verdadero alcance de la norma que expresa, conglobada con el universo
de normas que están expresadas por el resto de la legislación a que
pertenece el tipo. Para nada compromete esto el principio de legalidad
del tipo penal.
Con toda claridad nos señala Cousiño Maclver, pese a no aceptar nuestra
tesis -de la tipicidad conglobante, que ese nombre (que por cierto, lleva
razón en señalar como poco agradable), tiene la virtud de indicar que ese
correctivo no responde a una estructura autónoma, sino que es una
corrección dentro del plano normativo, que sigue siendo siempre el
plano o nivel propio de la tipicidad 28 bls.
75 V. §1 390 y ss.
Por otra parte, la justificación surge a la luz del orden jurídico, es decir,
del orden que surge del funcionamiento armónico de las normas
prohibitivas y los preceptos permisivos o, más claramente dicho, de la
combinación del orden normativo con los preceptos permisivos. En
lugar, la atipicidad conglobante es un fenómeno que tiene lugar dentro
de! mismo orden normativo, sin que para nada operen los preceptos
permisivos, puesto que se da sólo entre las mismas normas prohibitivas.
Hasta aquí hemos hablado de “entes” que son objeto del interés jurídico.
¿Qué son estos “entes”? Para nosotros son relaciones de los individuos
con objetos -11. Estos objetos con los que el individuo se relaciona son
de distinta naturaleza: vida, patrimonio, honor, etc., y la relación puede
verse afectada por afectación de su objeto o de la relación misma: en
41 y ss.
Tificidad y axtinormatividad 92
cualquier caso se lesiona la disponibilidad del objeto, o sea, el ámbito
jurídico de libertad del individuo.
Baumann, ibídem,
: V. $ 10.
"■> Pérez, Luis Carlos, Tratado de Derecho Penal, Bogotá, 1967, T. I, pp.
62 a 67.
TlPICDDAD y ANTINORMA1IV1DAD 95
mentó y porque de ella dependen todos los bienes jurídicos restantes.
81 Cfr. Marx, M., op. cit., 813; otra opinión, Tiedemann, Claus, Tat-
bestandsfunktion im Nebenstrafrecht. Untersuchungen su einem
rechtstaatlichen Tatbestandsbegriff, entwickelt am Problem des
Tipicidad y antinormatividad 98
múltiple, de los que nadie puede disponer individualmente, en forma
que afecte la disponibilidad de otro.
312. ¿La moral como bien jurídico? Desde ningún punto de vista puede
ser la moral un bien jurídico. En nuestro sistema se habla de
“honestidad” en sentido sexual. El bien jurídico no es la “honestidad”,
que puede no existir (el caso de la violación de la prostituta) e igual estar
83 Cfr. Marx, M., qp. cit., 85-6; la solución del Altemativ Enteurf,
1966 y de nuestro Anteproyecto de Código Penal para la República del
Ecuador, en DPC, 1970, no 36. Para información comparada sobre
delitos contra la mo:a- lidad sexual, "Revue Internationale de Droit
Pénal”. Nos. 3 y 4, 196a
Tipicidad y antinormatividad 99
afectado el bien, sino la libertad de tener una conducta sexual honesta
(en la violación, por ejemplo), o bien, la salud (en la corrupción)84.
86 Idem, 35/37.
Tipicidad y antinormatividad 100
En parecida corriente de pensamiento, afirmaba Carrara que “durante
cuarenta siglos la idea del jus puniendi fue sometida a las alternativas de
tres principios: el principio individual (venganza privada), el principio
supersticioso (venganza divina) y el principio despótico (autocracia
soberana). La historia del derecho penal está signada por la prevalencia
alterna de uno u otro de estos principios”87. Agregaba que “el principio
supersticioso se convierte modernamente en el principio moral y, en
tanto que el viejo trataba de convertir los pecados en delitos, el nuevo
trata de convertir en delitos los vicios”88. Rotundamente afirmaba:
“Cuando una criatura humana no ha atentado al derecho de otra, hay
razón para exigir que no se atente contra su personalidad; y de gritarle
injusta a la mano, cualquiera que sea, que pretenda golpearla” 89.
“Fundamento del jus puniendi es la tutela jurídica, siendo consecuencia
necesaria de esta idea que, donde no hay violación de derechos, no
puede la espada de la justicia bajar sus golpes”90 91.
88 Idem, p. 184.
89 Idem, p. 186.
90 Idem, p. 185.
Niño, Carlos Santiago, en LL, 4-X-79. rr. i,íf Rivacoba, Manuel de. en DP,
1980, 603 y ss.
335 y ss.; Gallas, Wilhelm, Zur Kritik der Lehre vom Verbrechen ais
Rechts- gutsverletzung, en “Fest. für Gleispach", Berlind und Leipzig,
1936, 50 y ss.
No obstante, debemos insistir una vez más en que eso no es culpa del
finalismo, porque si entendemos la “ética mínima” basada en un mínimo
de incolumidad de ciertos bienes jurídicos, que es la única manera de
entenderla en un Estado de derecho, el requisito de la “ética mínima”
resultará restringiendo la punibilidad que de otro modo surgiría de una
mera lesión .mecánica y no ampliándolo, y la estructura compleja del
99 tP1' V. supra, § 10; sorbe las consecuencias del “mínimo ético” mal
entendido, correctamente Roxin, Iniciación, cit., pp. 125-126.
157 Hegel, Grundlinien der Philosophie des Rechts, §§ 84-96; sobre ello
Marx, M., op. cit., p. 6.
88 Cfr. Rudolphi, op. cit., 157; Roxin, Claus, Sinn und Grenzen staatli-
cher Strafe, en JuS, 1966, 377.
Hemos afirmado también que los bienes jurídicos son siempre relaciones
de sujetos con ciertos objetos. Conforme a los objetos de la relación se
distinguen los bienes jurídicos y, de este modo, la ley y la doctrina los
utilizan como criterio clasificador de los tipos penales.
V. supra, S 138.
Así, Lardizábal, Manuel de, Discurso sobre las penas, cap. I, n1? 13;
Servan, Michel de, op. cit.
El código criminal del Imperio del Brasil de 1830 dividía también a los
crímenes en públicos y particulares, aunque respecto de los primeros
simplificaba notablemente la sistemática francesa —posiblemente por
Tipicidad y antinormatividad 119
acción del modelo de Livingston— y en cuanto a los segundos, tenía la
particularidad de encabezarlos con los “crímenes contra la libertad in-
dividual”. A los delitos contra la vfda y el honor y a los delitos sexuales,
los consideraba “crímenes contra la seguridad individual”. Las ofensas a
la religión, a la moral y a las buenas costumbres, eran “crímenes poli-
ciales”. En esto último adoptaba el criterio de Feuerbach y, en general,
daba la sensación de ser un texto más liberal que el- francés,
combinando a Livingston con Feuerbach.
Por ej., el art. 168 sanciona la extorsión. Ninguna duda cabe de que se
trata de un tipo al que permanece antepuesto el bien jurídico propiedad,
pero también compromete la libertad individual. No obstante, la
clasificación legal —como no puede ser de otra manera— pasa por alto
la segunda circunstancia, que en una indagación científica no podemos
ignorar.
Afectación del bien jurídico y resultado material. Cabe insistir una vez
más en que la afectación al bien jurídico nada tiene que ver con el
llamado “resultado material”. Todo tipo (legal) requiere una cierta
mutación en el mundo físico. Esta mutación es el “resultado material”,
que puede estar específicamente individualizado en el tipo, ser
inseparable del verbo típico (porque el verbo ya lo exige), o bien, estar
imprecisado en el tipo legal, en forma tal que cualquiera que sea, con tal
que afecte el bien jurídico, hace típica la conducta. Que siempre haya un
resultado material y que siempre se requiera que ese resultado sea
afectante del bien jurídico, no implica, en modo alguno, que deban
confundirse el concepto de resultado material con el de afectación al
bien jurídico. En tanto que el resultado material es un fenómeno natural,
la afecta- ,ción del bien jurídico es un producto de la valoración
jurídica129.
Entre los tipos de daño o de lesión pueden distinguirse los que afectan
al bien jurídico lesionando la relación misma del individuo con el objeto
(el hurto, por ej.), y los que lesionan la relación porque lesionan al objeto
(el daño, por ej.).
132 Maurach, 238; otro criterio, Mezger, Lehrbuch, 1949, 193 y ss.
133 Cfr. Baicún, David, Los delitos de peligro y la prueba del dolo,
Bs. As., 1967.
Tipicidad y antinormatividad 125
admitir respecto del peligro “abstracto” es que son tipos en que opera
una presunción juris tantum del peligro.
De allí que rechacemos que haya delitos de peligro presunto juris ■et de
jure, admitiendo sólo que hay delitos de peligro presunto en que se
invierte la carga de la prueba, es decir, en que media una presunción
juris tantum, correspondiendo al procesado demostrar que no hubo po-
sibilidad de peligro alguno.
” • V. infra, § 493.
- Así, Manzixi, Tratado, Bs. As., II, 37; Massaiu, Le dottrine ^enerali del
Diritto Penóle, Spoleto, 1928, 65; Delitala, U fatto nella teoría generóle
del reato, Padova, 184-5.
140 Renovado hace pocos años por Cunha Luna, Everardo da, O resul-
tado no Di jeito Penal, Sao Paulo, 1976, p. 83.
o tus y. Porte Petit, .394; Reyes Echandía, 162-4; Soler, II, 156; Ar-
cibay Molina, I, 211; Núñez, Manual, 171; Fontán Ralestra, I, 466;
Manual, 1957, 271; Castellanos, Fernando, op c:t., 1959, 130; etc. En
sentido crítico a esta clasificación, Maurach, 237.
Aspecto objetivo del tifo doloso 26?
siempre una planificación de la causalidad hacia un resultado, porque
lo único que aquí pasa es que la causalidad y el resultado no se
individualizan típicamente con una descripción, sino que la conducta
cuyo resultado físico, cualquiera que sea, importe la afectación del bien
jurídico, resultará penalmente típica. El tipo legal describe sólo la
conducta, a la que va anejo un resultado. En la tipicidad legal se
comprobará si la conducta ha tenido lugar. En la tipicidad conglobante
se corregirá excluyendo del ámbito de la tipicidad el caso en que la
mutación física no afecte al bien jurídico.
141 Así lo hace Maurach. Otra opinión, Córdoba Roda, op. cit., 73-7.
138 Tkohía uel delito
homicidio. Pues bien, como las definiciones, si están bien formuladas,
son tautológicas, contienen el objeto definido. En este caso es el mismo
legislador quien, sometiéndose a una definición, se limita.
146 Así, Antolisei, Manuale di Diritto Penale, Milano, 1955. 157; Man-
zini, Tratado, Bs. As., 1958, II, 13; Jiménez Huerta, Panorama del
delito, México, 1950; sobre ello, Porte Petit, 327-8.
(3) Beling saca las tentativas de solución del marco de la acción para
llevarlo donde corresponde, o sea, a la tipicidad. En el mismo ámbito
se mueven las teorías de la relevancia de Müller152 y la versión de
Engisch 2e.
Beling sostiene que la causa debe extraerse del verbo típico2T, o sea
que le pone un límite legal a la adecuación. Cabe observar que, si bien
el verbo típico tiene una gran importancia, no sirve para recortar
152 Mezger, Lehrbuch, 1949, 109 y ss.; Peltzer, Gerhard, Die Theorie
Aspecto objetivo del tipo doloso 142
1S Horn, Richard, Des Cuasalitatsbegriff in der Philosophie und im
Strafrecht, Leipzig, 1893.
Wismar, 1893.
La siguieron von Bar, Merkl, Hess, Thon, Hass, Helmer, Hart- mann,
Liepmann, von Rohland, etc. Una detallada relación de sus seguidores
en Traegeh, Ludwig, Der Kausalbegriff im Straf— und Zivilrecht,
Zugleich ein Beitrag zur Auslegung des BGB, Marburg, 1904, pp. 115 y
ss., además de la propia opinión del autor; Radbruch, G., Die Lehre von
der adaquaten Verursachung, Berlín, 1902; Tarnowski, Hans, Die
Systematísche Bedeutung der adaquaten Kausalitütstheorie für den
Aufbau des Verbrechensbegriffs, Berlín u. Leipzig, 1927; Gimbernat
Ordeig, Die innere und die aussere Proble- matik der inadaquaten
Handlungen in der deutschen Strafrechtsdogmatik, s. 1., 1962; Knoche,
Wolfgang, Die Entwicklung der Lehre von Kausalzusammenhang im
Zivil— und Strafrecht, Marburg, 1959; Mahnz, Georc, Der Begriff der
adaquaten Verursachung, Hannover, 1911; recientemente la sigue
Strahl, Ivar, Straffrattens Allmanna del, Upsala, 1969, pp. 29 y ss.
PP. 45 y ss.
159 Cfr. Welzel, 43; Rudolphi, SíGB Kommentar, p. 15; Blei, p. 75.
En igual sentido se expresa Malamud Goti: “no cabe duda de que sólo
una teoría de la causalidad que respete su propia esencia sin incluir
calificaciones jurídicas resulta aceptable, pues el resto de las
valoraciones habrán de provenir de cada una de las categorías del
delito cuya función es precisamente la de valorar sucesos” 172.
Por otro lado se sostiene que la causalidad es una categoría del ser y
no una vinculación lógica o ideal de acontecimientos, sino “la conexión
de la sucesión normal del devenir real”, que puede ser aprehendida por
el pensamiento. Sostiénese en esta posición, que el derecho también
debe partir de este concepto “ontológico”, pues no existe una especial
causalidad jurídica, aunque “por supuesto, no todos los cursos causales
son jurídicamente relevantes”175.
175 Welzel, 42; igual Malamud Gon, El delito imprudente, Bs. As.,
1972, p. 38.
Para unos es una forma del pensamiento, para otros una categoría del
ser. Para los primeros es una categoría lógica, en tanto que para los
segundos es un concepto ontológico.
a) En el mundo del ser hay efectos de causas que son efectos de otras
causas y as! al infinito. Esta es la causalidad como concepto físico
(óntico-ontológico).
r;
La confusión de estos planos llega a ser tan grande que oscurece toda
la consideración del problema. Otto, refiriéndose al procedimiento
hipotético al que se acude para aplicar la fórmula de la “conditio sine
qua non”, afirma que la causalidad no puede pertenecer al mundo del
ser, porque “un acontecer real hipotético es una contradictio in adiec-
tio” *o. Esto es resultado de confundir la causalidad física con la hipó-
tesis mental a que se acude para relevarla típicamente, es decir, con-
fundir el hecho con el conocimiento del hecho.
Por nuestra parte, entendemos que estos casos de que se vale Roxin,
son supuestos de atipicidad, porque son conductas que están
ordenadas o favorecidas por el orden normativo. El ejercicio de la
actividad médica está favorecido y, en ciertas circunstancias, ordenado
por el orden normativo. Por ello, habrá siempre una atipicidad
conglobante cuando el médico interviene para evitar ia muerte del
paciente y sólo logra retardarla, aunque en la concreta forma en que
muere el paciente, la intervención pueda ser considerada como causa
de la muerte. Así, por ejemplo, para evitar el avance de un cáncer se
procede a la ablación de un órgano determinado, lo que permite al
paciente sobreyivir un año más, alejando la muerte por cáncer, pero,
finalmente sobreviene la muerte como consecuencia de la insuficiencia
provocada por la ablación del órgano. No nos cabe duda de que la
muerte ha sido causada por la intervención, pero tampoco nos cabe
duda de que la conducta no está prohibida por la norma, que la
favorece y que hasta puede obligar a ello. Pero no creemos que éste
177 Roxin, Claus, Gedanken zur Problematik der Zurechnung irn Stra-
frecht, en “Fest. für Honig”, Gottingen, 1970, 133 y ss.; Schaffstein, F.,
Die Risikoerhóhung ah objektives Zurechnungsprinzip im Strafrecht,
en el mismo, 169 y ss.; la teoría se remonta a Honig, Richard,
Kausalitát und objektive Zurechnung, en “Fest. für Frank”, 1930, I, 188
y ss.; el artículo de Roxin está reproducido ahora en Strafrechtliche
Grundlagenprobleme, Berlín, 1973, pp. 123 y ss. (traducción
castellana de Diego Luzón Peña, Problemas básicos del derecho penal,
Madrid, 1976, pp. 128 y ss.).
Aspecto objetivo del tipo doloso 156
sea un problema de “imputación objetiva” del resultado, que deba
verse a nivel del tipo objetivo, sino un caso particular de atipicidad
conglobante, que corresponde considerarlo en el nivel de la pro-
blemática normativa, es decir, en el nivel en que corresponde
determinar el alcance de la norma prohibitiva a la luz del orden
normativo funcionando coherentemente.
III.-LOS SUJETOS
El sujeto activo puede ser también único o múltiple. En este último caso
hay una coautoría necesaria, como en el adulterio, que también puede
Aspecto objetivo del tipo doloso 163
ser naturalmente necesaria (la necesidad se desprende de la naturaleza
de la conducta prohibida: no se puede cometer un adulterio
unipersonal), o legalmente —típicamente— requerida (la cuadrilla, por
ejemplo).
184 V. Nuvolone, II sistema del Diritto Penóle, Padova, 1975, pp. 95-
96; Nieves, Héctor, El comportamiento doloso del ofendido en la
teoría general
Aspecto objetivo del tipo doloso 165
amplio, que abarca al individuo y a la comunidad que sufren
directamente las consecuencias del crimen”185 186 187 188.
Mezger, op. et loe. cit.; Vom Smn der strafrechtliche Tatbestánde, cit.
Blei, 91-92.
Bettiol afirma que “en principio, los elementos normativos del hecho
responden a una concepción autoritaria del derecho penal, o mejor, a
una concepción que ve sin aprensión un aumento de los poderes
discrecionales del juez a lo que corresponde un peligro para las
libertades individuales” 189, concepto que es compartido por otros
autores 190.
8!i V. por ej., Porte Petit, Dogmática de los delitos contro la vida Méxi-
co, 1966. '
cerrados 80
290
ra) por bien jurídico en particular (contra la vida, el honor, la libertad, etc.) b) por el número
5) Por el requerimien-
to de resultado 81
de resultado plural
delicta comunia
normales
anormales
y ss.; Jiménez Huerta, La tipicidad, cit., 95 y ss.; Porte Petit, 445 y ss.;
Villalobos, op. cit., 232 y ss.; Castellanos, Fernando, op. cit.. 130 y ss.;
Reyes, Alfonso, La tipicidad, cit. 139; del mismo, Derecho Penal
Colombiano, cit., 155 y ss.; Gaitán Mahecha, Bernardo, Curso de
Derecho Penal General, Bogotá, 1963, 110-2; Bettiol, 274; Pagliaro,
438; Pannain, 337; Antolisei, 197; De Marsico, 76; Santoivo, 306, 538.
Puic. Pesa. I, 312 y ss.; Rodríguez Devesa, 355 y ss.; Del Rosal, I, 530 y
ss.; Mezc.er-Blei, 104; Schmidhauser, 174; Stratenwerth, 79; Mayer,
II., 1967, 44; Jescheck, 1972, 196; Sauer, W. (trad. de J. del Rosal y J.
Cerezo), 116; Baumann, 132 y ss.; Ótto, 53 y ss.; etc.
Aspecto oiiji.nvo mi. upo doloso 180
Estos requerimientos casuísticos se pueden formular alternativamente
(disyuntivamente) o bien acumulativamente (conjuntamente),
habiéndolos también en que se combinan ambas formas (el uso de “o”
inclusivo). Ejemplos: tipo de formulación libre, el homicidio simple (art.
79); tipo formulado alternativamente, el robo (art. 164); tipo
formulado acumulativamente, hurto de objeto de viajeros en medios
de transporte (art. 163, inc. 5°); forma combinada, la violación, en que
puede usarse violencia, intimidación o ambas conjuntamente (art. 119,
inc. 3”).
Ejemplos: tipo instantáneo el art. 164 (robo); tipo continuo, el art. 110
(mantenimiento en servidumbre); tipo continuado, el 118 inc. 3’
(adulterio del marido) ; tipo instantáneo de resultado permanente, el
79 (homicidio).
I. - CONCEPTO
Tenemos por último los casos (que en verdad son figuras complejas con
una parte dolosa) que se han dado en llamar “delitos calificados por el
resultado” y que para nosotros son delitos preter- intencionales, que
exigen la producción “culposa” de un resultado que trascienda el fin
típico. En estos casos, el tipo objetivo parece exceder al subjetivo, pero
en realidad son “figuras complejas”.
4 V. infra, S 356.
Tipos
simétrico
s
delitos de delitos
simetrí
intención
a preterintencion
y tendencia
ales
Tipos
asimétricos
Desde el punto de vista de los tipos dolosos sólo los hay simétricos y no
simétricos con predominio subjetivo. Dentro de nuestro sistema no hay
delitos cualificados o calificados por el resultado, en tanto que los
Miijenvo: i:l dolo 188
preterintencionales son figuras que resuelven par- ticularizadamente
supuestos de concurso ideal de tipos dolosos y culposos. 198
-1 Blei, 103.
13 Otto, 84.
-' Así, Finger, Algust, Lehrbuch des Deulschen Strafrechts, Berlín, 1904,
256-9; Schmidt, Rit iiAiii), Grundriss des Deulschen Strafrechts. Leipzig.
1925, 95-7; Mezgeu, Deutsches Slrafrech, Ein Lehrbuch, Berlín, 1936,
53; Hafteb, Kknst, Lehrbuch des schweizerísuhen Strafrccht, Allg. Teil,
Berlín, 1926, 108-111.
;1'’ Beling, op. cit , 186; para una bibliografía completa sobre la
superada discusión, Hipi’El, Roueht vos, Vorsatz, Fahrlassif’keit, lrrtum,
en “Verglei- ebende Darstellung des Deutschen und auslaiulischen
Strafrechts”, Berlín, 1908, Allg. Teil, T. III, pp. 488-491, nota 3. En la
Argentina la polémica resultó ajena a nuestros autores (cfr. Avila, Juan
José, en Jiménez de Asna y col., Evolución, 154-5).
Asi'KCTIO St'BJKTlVO: KL 1)01.0 194
:il Cfr. Abiiagnano, Historia, cit., I, 519.
4r’ Cfr. Bockelmann, Paul, Das Verhaltnis des Strafrechts zur Moral und
zur Psychologie, en ‘‘Gedáchtnisschrifte für Gustav Radbruch”,
Gottingen, 1968, 255; Platzcummeb, op. cit., 81 y ss.; Welzel, 62;
Hirsch, op. oit., 271.
Aspecto subjetivo: el dolo 198
efectivo, mas no en toda su extensión el conocimiento actual. Respecto
de algunos elementos del tipo objetivo, bastará el conocimiento
actualizable. Nos restará la difícil tarea de precisar hasta dónde y en qué
casos se requiere la actualización 226.
- Platzcummeu, 83.
r'7 Cír. Welzel, 74, 151 y ss.; del mismo, op. cit., en ZStW, 1955 (67),
196 y ss.; del mismo, Diskussionsbemerkungen zum Thema “Die
lrrtumsregeiung im Entwurf”, en ZStW, 1964 ( 76), 619-632; Maurach,
368 y ss.; Jescheck,
Aspecto subjetivo: el dolo 202
El conocimiento (o mejor posibilidad de conocimiento) de la
antijuridicidad no pertenece ni al dolo ni al tipo, sino a la culpabilidad,
porque a) no es conocimiento efectivo y $) porque el dolo se puede
construir perfectamente sin necesidad de referirlo a la consciencia de la
antijuridicidad.
238 y ss.; Weber, H. von, Grundriss, 61 y 123; del mismo, Aufbau, 12;
Dohna, Aufbau, 1941, 41 a 45; Niese, op. cit., 33 y ss.; Hartunc, Fritz,
Um die Behandlung des Verbotsirrtum im Strafrecht, en JR, 1950, 545-
6; deí mismo, Die Verbotsirrtumsregelung des § 31WiStG in ihrer
Abgrenzung gegen die allgemeine Irrtumbestimmung des § 59 SíGB, en
JR, 546-551; del mismo, Irrtum über “negative Tatumstánde”, en NJW,
1951, 209-213; Blei, 177; Rudolphi, 132; Fragoso, 222; Bacigalupo, 87;
203 Teohía del delito
58 Welzel, 160.
Aspecto subjetivo: el dolo 204
Por supuesto que le ley no exige que el sujeto “comprenda” efecti-
vamente la antijuridicidad, puesto que la comprensión efectiva es una
cuestión ética que no corresponde ni interesa al orden jurídico. Lo único
que la ley requiere es que el sujeto tenga la posibilidad de comprender
(capacidad de la que carece el psicópata, por ejemplo). .
240 Así, Soler, II, 96; Molinario, Alfredo, en “Revista del Colegio da
Abogados de Buenos Aires”, 1942, 745 (en polémica con Soler, pero
sobre la misma base legal); Fontán Balestra, II, 254 y ss.; Núnez, II, 45-
Aspecto subjetivo: el i>oi.o 205
interpretación se nos hace insostenible, porque refiriéndose el art. 34,
en su inc. I9 al delito en general —y no sólo al doloso— habría que
construir otra capacidad para la culpa En este inciso, la única referencia
conativa ea la “capacidad de dirigir las acciones”, pero si la cerramos
con una referencia al fin típico, la culpa queda fuera. Soler sostenía que
el dolo consiste en la '‘actualización” de la capacidad de comprender la
criminalidad del acto y de dirigir las acciones 62, pero esto tampoco
hace aceptable su interpretación: el que actúa culposamente debe
tener actualizada la capacidad de dirigir las acciones y puede tener
comprensión de la criminalidad: por ej. el que con culpa con
representación no respetó un alto del tránsito, sabiendo que era una
violación al deber de cuidado.
7; Núñez, Manual, 218; Ramos, Juan P., Los delitos contra el honor, Bs.
As., 1939, p. 111; Herrera, Lucio Eduardo, El error en materia penal,
Bs. As., 1971, 112; Argibay Molina y col., I, 300; TerÁn Lomas, I, 494;
Caballero, José Severo, El significado de la comprensión de la
criminalidad del acto, JA, 29, 1975—471; Marquadt, E. H., op. cit., p.
133; otra opinión, Bacigalupo, en “Relatos”, cit., pp. 46-9; Zaffaroni, EÍ
concepto mixto del tipo y la ley penal argentina, en “Ponencias”, cit.,
48 y ss.
Aspecto subjetivo: el i>oi.o 206
ley y que resulta una interpretación extensiva de la ley penal; |3) al
reducir el error del art. 34 inc. 1* al error de tipo, realiza otra
interpretación extensiva, porque la ley no lo limita de esa manera, ya
que como demostraremos, en nuestro CP no hay referencia alguna al
error de “hecho” sino sólo a la “ignorancia de hecho”; 8) si el dolo es “la
contrapartida del error del art. 34 inc. I9”a5, resulta allí que el dolo es
un puro “conocer”, pero no se hace ninguna referencia al aspecto
conativo del dolo; lo conativo presupone lo cognoscitivo, pero la inversa
es falsa: el conocimiento de las circunstancias del tipo objetivo no tiene
relevancia alguna si no se hace manifiesto “el fin de cometer un delito
determinado”. No es el mero aspecto cognoscitivo el que caracteriza
distintamente al dolo UG.
60 STRATENWEttTH, 92-3.
dolo todo lo que se hace con el designio de dañar y falta al mal que se
hace sin el designio formal de dañar”'". No obstante, creemos que la
fuente legal más interesante al respecto es la fórmula de la tentativa,
que nadie duda que requiere dolo. Al respecto, la discusión se ha
centrado sobre si “el fin de cometer un delito determinado” es un
Aspecto subjetivo: el i>oi.o 207
concepto que abarca o no al dolo eventual, lo que para los negadores
de la inclusión del dolo eventual se basarla en la palabra “determinado”.
Para nosotros, la fórmula del art. 42 no descarta al dolo eventual,
puesto que si lo hiciese, sería una definición de dolo directo v, por ende,
el dolo eventual estaría legalmente conceptuado como el fin de
cometer un delito “indeterminado”, lo que claramente no es un
concepto de dolo eventual. Por otra parte, consideramos
perfectamente posible la tentativa con dolo eventual, tal como luego lo
expondremosr,s.
09 V. infra. si 556.
242 Sancinetti, Marcelo, en NPP, 1974, 432; NPP, 1976, 287. 7i bis
En “Relatos”, cit., p. 38.
Aspecto subjetivo: el i>oi.o 209
él (en otros términos: cómo se deslinda el error de tipo, o sea, el aspecto
negativo del dolo).
Se nos ocurre que la solución surge del propio concepto legal de dolo y
sin que sea preciso que la ley diga nada más, puesto que sólo basta
referirse a lo óntico para deducirlo: el fin de cometer un delito
determinado exige ciertos conocimientos que deberán precisar en cada
caso y en cada tipo. El fin de cometer un homicidio presupondrá
conocimientos distintos al de cometer un robo y esos conocimientos (y
no otros) son los únicos que pertenecen al dolo, pues si alguno de ellos
falta no podrá haber “*fin de cometer un homicidio” o “fin de cometer
un robo”, es decir, conductas de matar, de robar.
245 Así, Jiménez de Asúa, La ley y el delito, 1967, 359 y ss.; Fontán
Balestra, II, 300; Herrera, Julio Eduardo, op. cit.; Valotta, Marcelo R. -
Herrera, Lucio E., El dolo en la problemática jutídico-penal, en LL, 137
Am'I.CHJ SIHJETIVO: El. DOI.O 211
graves defectos que veremos al tratar la ubicación de la posibilidad de
comprensión de la antijuridicidad en la culpabilidad: como a esta teoría
le faltaba un dolo sin “consciencia de la antijuridicidad” en la tentativa
(y en el parág. 330 del StGB) se llegó a hablar de un dolo “natural” (que
se identifica con nuestro concepto) 246. Como también le fue imposible
requerir la exigencia de “consciencia de la antijuridicidad” en todos los
casos, la reemplazó por la “ceguera jurídica” y “la enemistad al
derecho”247.
(1970), 988 y ss.; en contra, Núñez, II, 107; una exposición completa en
Bacigalupo, NPP, 1, 1, 1972, 48 y ss.
246 Hay una ubicación doble (¿) del dolo: en lo injusto es dolo
“natural” y en la culpabilidad, dolo “malo” (V. Mezc.er, Modeme
Wege). No le falta razón a Niese (op. cit.) cuando ironiza diciendo que
sólo falta hablar de injusto y culpabilidad "naturales”.
7G Así Hegler, op. cit., en “Fest. fiir R. Frank”; Novoa Monreal, II, 124;
Politoff, Los elementos subjetivos del tipo legal, Sgo. de Ohile, 1965,
113; etc.
77 llis Así, Vidal, Humberto S., Teoría clásica del dolo, en DP, 1980, 265
y ss.
Hu Otto, 102.
Cuando en los tipos hay elementos normativos, la captación que de éstos exige el dolo es de
naturaleza por entero diversa de la requerida para la llamada “consciencia” o “conocimiento” de la
antijuridicidad. Ésta, como ya hemos dicho, es una “posibilidad de conocimiento”; lo que el dolo
requiere es un efectivo conocimiento, debiendo ser así el conocimiento de los elementos
normativos.
Welzel sostiene que la expresión usada por Mezger no es completamente exacta como que parece
referirse a la característica de la “realidad jurídica” de la “cosa de derecho” misma (derselve
Rechtssache), de allí que prefiera una expresión de menor entidad que “juicio”. Afirma que ello es
más correcto a efectos de proporcionar la idea de que el autor debe apreciar la característica en una
apreciación legal paralela, es decir, que no necesita saber que la ley define al documento, pero debe
conocer que la ley lo protege; no ha menester saber cómo “conceptúa la ley la rifa, sino que le basta
el conocimiento del carácter aleatorio de su negocio” S7.
De “apreciación paralela” habla ahora Rudolphi255, en tanto que la mayoría prefiere usar la
terminología de Mezger 256.
De cualquier manera, que un mismo criterio sirva a distintos niveles de la teoría analítica, no significa
que nos confundamos respecto de algo que no debemos perder de vista: los elementos normativos
del tipo pertenecen al tipo y no a la antijuridicidad, siendo su conocimiento de la misma naturaleza
que el conocimiento del tipo objetivo (conocimiento efectivo actual o actualizable), en tanto que la
“consciencia”, “conocimiento” o, correctamente dicho, posibilidad de conocimiento de la
252 Cfr. Mezger, Lehrbuch, 1949, 332-3; Dohna, Aufbau, cit., 1941, 17.
80 Welzel, 75 y 168.
254 Welzel, Der Parteiverrat und die Irrtumprobleme, en JZ, 276-280 (279); también Kreutzer,
Paul, Zum Irrtum über normative Tatbestands-
256 Así, Maurach, 245; Blei, 110; Wessels, 49; Jescheck, 236; Straten- WERTH, 96; SCHULTZ, I,
128; BOCKELMANN, 77; PlATZGUMMER, WlNFRIED, Vorsatz und Unrechtswebusstsein, en
“Strafrechtliche Probleme der Gegen- wart’, Wien, 1973, pp. 34 y ss. (44); Maurach-Zipf, 309.
Am'I.CHJ SIHJETIVO: El. DOI.O 216
antijuridicidad, es precisamente eso, una posibilidad de conocimiento y, además, algo que nada
tiene que ver con el dolo como no sea su presuposición por hallarse a superior nivel analítico.
En cuanto a los tipos que surgen de leyes penales en blanco, sea que se considere que la ley que
completa el tipo integra la ley penal o bien que permanece ajena a la misma 91, lo cierto es que el
tipo se integra con dicha ley, de modo que el conocimiento de los elementos que la misma pone en
el tipo objetivo pertenecen al dolo9-. Se discute, sin embargo, si el conocimiento de la existencia
misma de la ley complementaria —particularmente cuando se trata de disposiciones
administrativas— es requerida por el dolo, sosteniendo una minoría que a este respecto es aplicable
la teoría del dolo y que el conocimiento de la antijuridicidad, por consiguiente, pertenece en estos
casos al dolo 93. Esta posición se funda únicamente en la pretensión de que el derecho
administrativo tiene un injusto que resulta valorativamente neutral, lo que daría lugar a una “con-
trariedad al orden” en lugar de una auténtica “antijuridicidad”. Creemos que esta pretensión
quiebra la unidad del orden jurídico y constituye un pretexto para dotar al poder administrador de
facultades judiciales. Por ello rechazamos esta posición y suscribimos la de la mayoría de la doctrina,
que entiende que el conocimiento de la existencia misma de la ley complementaria es un problema
de culpabilidad, siendo, consiguientemente, el error a su respecto, un error de prohibición94.
00 Rudolphi, 112.
V. supra, $ 290.
99 Así, Lance, Richard, Der Strafgesetzgeber und die Schuldlehre, JZ, 1956, p. 73.
penal nos enfrenta con el problema del error de derecho, de su relevancia o irrelevancia penal, o
sea, la vigencia o no del principio error juris nocet en nuestro CP. Este problema es el que nos falta
dilucidar para completar la interpretación que del inc. 1° del art. 34 hemos hecho y el concepto legal
de dolo que hemos señalado.
Am'I.CHJ SIHJETIVO: El. DOI.O 217
Un sector de la jurisprudencia nacional ha entendido que el principio error juris nocet tiene plena
vigencia en la legislación penal argentina, en virtud de lo dispuesto por el inc. I258 del art. 34 del CP,
que se hace jugar de conformidad con el art. 20 del C. Civil, sosteniéndose que tiene aplicación a la
ley penal ®*.
Vélez Sársfield mismo parece no haber querido referirse a la ley penal en el art. 20 del -CC, puesto
que en la nota de dicho artículo cita las Partidas, pero no indica en su cita la disposición en que las
Partidas- se refieren a la ley penal, que es la ley 20 del Título I de la Partida primera, que establecía
que la ignorancia de la ley no excusa para los delitos que el orne deviese entender naturalmente
que mal eran. No creemos que el autor del CC haya pasado por sobre esta referencia por ignorancia,
sino que, más bien, parece haberlo hecho porque no entendía estarse refiriendo a la ley penal.
Para obviar las notorias injusticias a que este principio conduce, se procura una asimilación del error
de derecho “extra-penal” con el error facti. Conforme a esta corriente se debe distinguir, dentro del
error, el error facti, el error juris penal y el error juris extrapenal, teniendo poder excusante el
primero y el tercero, mas no así el segundo259.
Contra la distinción entre error de derecho penal y extra-penal, decía Binding: “El error sobre un
aspecto parcial de una acción punible es siempre formalmente un error sobre un concepto penal.
Tiene lugar siempre como un error sobre una característica de una acción prohibida tomada en
consideración, con lo que demuestra que siempre será fuente del error sobre el estar prohibido de
la acción concreta”. “El principal error criminal —acotaba— siempre tiene un objeto extrapenal” 9a.
La vigencia del principio error juris nocet ha sido negada en España fundándose en la exigencia
expresa de conocimiento del derecho en el prevaricatoluu. En nuestro sistema esto no resulta
98 Así, en la doctrina, Núñez, II, 94 y ss. (aunque admite la relevancia del error que recae sobre los
elementos normativos del tipo, Manual, 224); igual Sancinetti, en NPP, 1976, 10/11, p. 281. En
España niegan esa aplicación del principio civil, Jiménez de Asúa, Tratado, VI, 442-3; Córdoba
Roda, Juan, El conocimiento..., cit., 101; Antón Oneca, Derecho Penal, 1949, 216; Cerezo Mir, La
conciencia de la antijuridicidad en el Código Penal Español, en “Revista de Estudios
Penitenciarios”, Madrid, XX, 1964, 463; Rodríguez Devesa, 597.
259 Sobre error de derecho no penal equiparable al error de hecho, C. C. cap.% 1953, 1963, 1951,
Rubianes, 1, 153; De la Rúa, 382.
Am'I.CHJ SIHJETIVO: El. DOI.O 218
argumento para quienes se ajustan a la disposición civil, porque ésta consagra el principio “si la
excepción no está expresamente autorizada”, y los elementos normativos de los tipos penales —
cuyo concepto suele ampliarse para hacer entrar verdaderas referencias a la antijuridicidad— son
“excepciones” ’01. La exigencia del derecho invocado o citado en el prevaricato no es un caso de
exigencia de la “consciencia de la antijuridicidad”, sino que allí funciona como elemento normativo
del tipo. Sin embargo, el argumento que se basa en el prevaricato, no deja de ser en general válido,
porque es inconmovible la observación de que el orden jurídico caería en la contradicción de no
presumir que los jueces conocen la ley, y presumir que la conocen los restantes habitantes, o que,
incluso el mismo juez, no se presume que conoce la ley cuando actúa como juez —cuando “dice el
derecho”— y se presuma que la conoce cuando actúa en cualquier otro carácter.
Por nuestra parte, le negamos cualquier vigencia al principio error juris nocet en la legislación penal
argentina 102, basándonos en simples argumentos exegéticos, sin perjuicio de reconocer que otra
interpretación sería inconstitucional.
ll>> Cfr. Weber, Aufbau, 22; también en contra Soleo, op. et loe. cit.
111,1 Así, Jiménez de Asúa, Tratado, VI, 440; cita a Joaquín Costa. Sobre ello, Cerezo Mir, op. cit., p.
463.
Sobre ello, Soler, II, 68; reconoce la relevancia del error de derecho cuando hay elementos
normativos en El error de derecho no penal, en ‘‘Rev. del Centro de Estudiantes de Derecho”,
Montevideo, 1956, 355; igual Terán Lomas, II, 57.
En igual sentido, Bacioalupo, op. cit.; Spoi.ansky, Norberto E., El error o la ignorancia en el derecho
penal, en DPC, 1970, 38; Herrera, op. cit. (los dos últimos con argumentos constitucionales);
Zaffaroni, en ‘‘Ponencias”, cit.; hay una favorable elaboración jurisprudencial en el mismo
El principio error juris nocet ha jugado un deplorable papel en el curso de toda la teoría del delito.
Lo rechazamos aquí por ser el primer nivel en el que asoma su autoritario rostro el tan
desafortunado principio, rechazado hoy por la doctrina ll>3. En Alemania lo sostuvo el Reichsgericht,
pero después de su desaparición se cambió por completo el criterio jurisprudencial, que había sido
duramente criticado por Bin- ding, Beling, Baumgarten, Kohlrausch, Mittermeier, Birkmeyer, Mez-
ger, Oetker, etc.260 261 262, en tanto que en Italia fue criticado de lege ferenda por
sentido (v. jurisp. cit. por Bacigalupo, op. cit. en NPP); otra opinión, Ramos Mejía, en "Relatos”,
cit., pp. 41 y ss.; Vázquez Iruzubieta, Carlos, Código Penal Comentado, Bs. As., 1969, I, 189;
Malacarrica, Carlos, Código Penal Argentino, Bs. As., 1927, I, 219; etc.
261 El rechazo del principio es unánime en la doctrina alemana contemporánea; V. por ej.,
Stratenwerth, 168; Blei, 175; Baumann, 384; Maurach afirma que sólo tiene valor histórico (457).
262 V. la bibliografía que cita Baumann (op. et loe. cit.). En Austria, Mayer-Naly, Theo,
fíechtkenntnis und Gesetzflut, Salzburg-München, 1969, 57 y ss.
íor bis Impallomeni, G. B., Istituzioni di Diritto Penale, Torino, 1921, p. 245.
Am'I.CHJ SIHJETIVO: El. DOI.O 219
Impallomeni1041,is. El principio ignorantia facti, non juris, excusat, había sido elevado a ficción por
el canonismo de la Edad Media263, pero la exclusión del error extra-penal también proviene de allí,
del jusnaturalismo cristiano, pues los “canonistas medioevales conocieron para su derecho
altamente desarrollado una precisa diferenciación: distinguieron entre la ignorantia juris naturalis
—ignorancia que ante todo se halla en el error sobre normas penales— y la ignorancia juris civiles,
que de modo similar se llamaría más tarde ignorancia juris positivi264 265.
Covarrubias sostenía que “sólo librará la ignorancia de la pena cuando fuera invenciblemente
ignorado aquello de lo que procede la malicia del pecado y del acto, como se deduce con toda
claridad de Aristóteles y de Santo Tomás” 10T. Muyard de Vouglans afirmaba que no podía penarse
a quien ignoraba una ley no publicada y, además, al “viajero que hace una cosa contraria a la
costumbre del lugar o del país”, lo que calificaba de “ignoraree invincible”, y que la ignorancia de la
ley, en general, atenuaba la pena del soldado, del rústico y de la mujer 107 bis. Siguiendo la vieja
tradición canónica, Carmignani reducía la eficacia del .error de derecho a las leyes sociales no
deducibles del derecho natural ,o no conocidas universalmente 108.
El rechazo total del principio no es nuevo: Feuerbach, no sólo exigía ,que se conociese
ampliamente la antijuridicidad, sino que también requería el conocimiento de la punibilidad, como
resultado de su teoría de la pena 109.
La violación al principio de culpabilidad que el error juris nocet implica es puesta de relieve por
varios autores110 Una fuerte corriente doctrinaria se muestra opuesta a él en cualquier latitud m.
Hay autores que, pese a las terminantes disposiciones de sus respectivos derechos, admiten la
relevancia del error de derecho
11,5 Cfr. Kiefner, Die genenwartige Bedeutung der Máxime "mil n’est censé ignorer la loi”, en
“Deutsche Landesreferate zum VII. Intemationales Kongress für Rechtsvergelichung in Uppsala,
1966”, 1967, p. 87.
ion Kuttner, Stephen, Kanonistiche Schuldlehre von Gratian bis auf die Dekretalien Gregors IX,
Cittá del Vaticano, 1935, 164 y ss.; la misma distinción en Francisco de Vitoria (Cfr. Blasco y
Fernández de Moreda, El valor exculpatorio de la ignorancia, el error y la obediencia debida, en el
pensamiento de Francisco de Vitoria, en LL, 74, 1954, 848 y ss. (854); en tanto que Domat
distinguía entre “leyes inmutables” y “leyes arbitrarias” (Domat, Derecho público escrito en
francés por..., Madrid, 1788, I, 85).