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REPRESENTACIONES SOCIALES
En los albores de la década del sesenta del siglo pasado cuando sale a la luz
pública una teoría que estaba dirigida a las personas preocupadas por entender la
naturaleza del pensamiento social. En 1961 su autor, Serge Moscovici presenta su
Tesis Doctoral titulada “La Psychoanalyse son imàge et son public” (“El
Psicoanálisis, su imagen y su público”) como culminación de años de estudios
teóricos y empíricos. En ella, estudió la manera en que la sociedad francesa veía
el Psicoanálisis, a través del análisis de la prensa y entrevistas a diferentes grupos
sociales.
Para entender la aportación, habría que señalar que en general los psicólogos
sociales de entonces se limitaban a describir categorías individuales sin explicar la
constitución social de las conductas. Además, consideraban que lo social era un
mero “valor añadido” a los mecanismos psicológicos de naturaleza particular. Por
ello, tuvieron que transcurrir diez años para que esta teoría comenzara a ganar
seguidores, llegando a ser, años más tarde, una de las obras más citadas en la
bibliografía psicosocial europea y latinoamericana.
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el comportamiento manifiesto como único objeto de estudio y subestimaba otras
explicaciones apoyadas en elaboraciones subjetivas. Otras razones que también
apunta Ibáñez son:
1. El privilegio otorgado en los estudios a los procesos individuales, que
subestimaban lo grupal.
2. La imagen existente en los Estados Unidos sobre los estudios europeos y
en particular franceses, signados de verbalistas y especulativos, valoración
también trasladada a los estudios de Moscovici.
3. La reducción del concepto de representación social al de actitud, hecho que
puede ser explicado a través de uno de los mecanismos propuestos por
Moscovici mediante el cual los nuevos conocimientos se asimilan a través
de la reducción a esquemas o referentes conocidos. De modo tal que para
muchos la representación no era más que un nuevo modo de conceptuar la
actitud.
Moscovici estudió cómo las personas construyen y son construidas por la realidad
social y propuso una teoría cuyo objeto de estudio es el conocimiento del sentido
común enfocado desde una doble vía: desde su producción en el plano social e
intelectual y como forma de construcción social de la realidad (Banchs en Araya,
2007).
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una modalidad particular del conocimiento, cuya función es la elaboración
de los comportamientos y la comunicación entre los individuos (…) La
representación es un corpus organizado de conocimientos y una de las
actividades psíquicas gracias a las cuales los hombres hacen inteligible la
realidad física y social, se integran en un grupo o en una relación cotidiana
de intercambios, liberan los poderes de su imaginación” (Moscovici, 1986:
17-18)
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“Mientras que las representaciones colectivas, de acuerdo con la concepción clásica de Durkheim, son un término
explicativo que designa una clase general de conocimientos y creencias (ciencia, mitos, religión, etc.), desde nuestro punto
de vista, son fenómenos ligados con una manera especial de adquirir y comunicar conocimientos, una manera que crea la
realidad y el sentido común. Enfatizar esta diferencia fue mi propósito al sustituir el “colectiva” de Durkheim por “social” (...)
Las representaciones colectivas han cedido el lugar a las representaciones sociales. Vemos fácilmente porqué. De un lado
hacía falta tomar en cuenta una diversidad de origen, tanto en los individuos como en los grupos. Del otro lado, era
necesario desplazar el acento hacia la comunicación que permite converger sentimientos e individuos, de suerte que algo
individual puede devenir social, o viceversa. Al reconocer que las representaciones son al mismo tiempo generadas y
adquiridas, le quitamos ese lado preestablecido, estático que ellas tenían en la visión clásica. Lo que cuenta no son los
substratos sino las interacciones. De allí la observación enteramente exacta acerca de que lo que permite calificar de
sociales las representaciones, es menos sus soportes individuales o grupales que el hecho de que ellas sean elaboradas en
el curso del proceso de intercambios y de interacciones” (Moscovici en Araya, 2002: 8-9).
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particulares, emitidos en una u otra parte, durante una encuesta o una
conversación, por el “coro” colectivo, del cual cada uno quiéralo o no forma
parte. Estas proposiciones, reacciones o evaluaciones están organizadas
de maneras sumamente diversas según las clases, las culturas o los grupos
y constituyen tantos universos de opiniones como clases, culturas o grupos
existen. Cada universo tiene tres dimensiones: la actitud, la información y el
campo de la representación...” (Moscovici, 1961/1979, citado por Perera,
M., 2005:43)
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Una de las críticas más severas que ha recibido el concepto de representación social es que Moscovici se haya negado a
ofrecer una definición inequívoca del significado de este concepto. Moscovici indica que una definición operacional
resultaría perjudicial para la evolución de la teoría, ya que restringiría la comprensión de un constructo cuyo significado
rebasa por mucho cualquier intento de definición. Al no estar encasillado el concepto tiene la posibilidad de desarrollarse y
fortalecerse (Nuño et al, 2006).
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(Las representaciones sociales son) “la manera en que nosotros sujetos
sociales, aprehendemos los acontecimientos de la vida diaria, las
características de nuestro medio ambiente, las informaciones que en él
circulan, a las personas de nuestro entorno próximo o lejano. En pocas
palabras el conocimiento “espontáneo”, ingenuo (...) que habitualmente se
denomina conocimiento de sentido común o bien pensamiento natural por
oposición al pensamiento científico. Este conocimiento se constituye a partir
de nuestras experiencias, pero también de las informaciones, conocimientos
y modelos de pensamiento que recibimos y transmitimos a través de la
tradición, la educación y la comunicación social. De este modo, ese
conocimiento es en muchos aspectos un conocimiento socialmente
elaborado y compartido. Bajo sus múltiples aspectos intenta dominar
esencialmente nuestro entorno, comprender y explicar los hechos e ideas
que pueblan nuestro universo de vida o que surgen en él, actuar sobre y con
otras personas, situarnos respecto a ellas, responder a las preguntas que
nos plantea el mundo, saber lo que significan los descubrimientos de la
ciencia y el devenir histórico para la conducta de nuestra vida, etc.” (Jodelet,
1986: 473).
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Por su parte, Robert Farr (en Mora, 2002) establece que las representaciones
sociales aparecen cuando los individuos debaten temas de interés mutuo o
cuando existe repercusión de los acontecimientos seleccionados como
significativos o dignos de interés por quienes tienen el control de los medios de
comunicación. Agrega que las representaciones sociales tienen una doble función:
“hacer que lo extraño resulte familiar y lo invisible perceptible”, ya que lo insólito o
lo desconocido son amenazantes cuando no se tiene una categoría para
clasificarlos:
(Las representaciones sociales son) “sistemas cognoscitivos con una lógica y
un lenguaje propios. No representan simplemente opiniones acerca de,
“imágenes de”, o “actitudes hacia”, sino “teorías o ramas del conocimiento”
con derechos propios para el descubrimiento y la organización de la realidad.
Sistemas de valores, ideas y prácticas con una función doble: primero,
establecer un orden que permita a los individuos orientarse en su mundo
material y social, y dominarlo; segundo, posibilitar la comunicación entre los
miembros de una comunidad proporcionándoles un código para nombrar y
clasificar sin ambigüedades los diversos aspectos de su mundo y de su
historia individual y grupal (Farr en Mora, 2002: 7).
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Además de estas definiciones, es posible encontrar otras con respecto a este
concepto de representaciones sociales, sin embargo, sólo se expondrá una más,
la de Bordieu (en Botero, 2008): experiencias que los sujetos imprimen a las
realidades, es decir, son categorías que se han construido y adquirido
históricamente, las cuales permiten organizar el pensamiento del colectivo social,
que ha sido modelado por esquemas clasificadores denominados estereotipos,
que constituyen categorías muy simplificadas que dependen de los modelos de
interpretación socialmente dominantes.
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“Son los criterios que en un grupo social establecen lo deseable y el fundamento de las normas y, sobre todo, la base para
aceptar o rechazar aquéllas que no están previstas en la cultura del grupo. Tienden a la preservación, a la estabilidad del
conjunto de sus categorías culturales, aunque un conflicto entre contenidos valorativos discordantes puede llevar al cambio
y revisión de dichas categorías” (Megías et al 2000: 3)
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“agendar” sentidos que producen “la realidad” como experiencia colectiva (Petit y
Cilimbini, 2008).
Conceptos afines
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cambio, el estudio de las representaciones sociales considera las relaciones y las
interacciones sociales, pues son éstas las que generan los cambios de opinión de
las personas frente a circunstancias distintas.
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adicionales, lo que supondría no reducir el estudio de las representaciones
sociales al de imágenes:
En primer lugar se considera, que no hay un corte dado entre el universo
exterior y el universo del individuo o del grupo social, que en el fondo, el
sujeto y objeto no son heterogéneos en su campo móvil, pues que, en parte,
fue concebido por la persona o la colectividad como prolongación de su
comportamiento, y sólo existe para ellos, en función de los medios y los
métodos que permiten conocerlo. Sostiene que si no se reconoce el poder
creador de los objetos, equivaldría a creer que no hay relación entre nuestro
repositorio de imágenes y nuestra capacidad de combinarlas para obtener de
ellas combinaciones nuevas.
La actitud. La definición más clásica que hay en psicología social sobre la actitud
es la proporcionada por Gordon W. Allport, en 1935, la cual plantea que ésta es un
estado de disposición mental y nerviosa, organizado mediante la experiencia, que
ejerce una influencia orientadora o dinámica en la respuesta del individuo a toda
clase de objetos y situaciones (en Ibáñez, 2004). Lo interesante del concepto de
Allport consiste en que la actitud significa una preparación de la persona para
actuar de una manera o de otra ante cada objeto. Para Villoro (2008) esta
definición permite distinguir la actitud, de las disposiciones instintivas y de los
rasgos caracterológicos, por otra parte, puesto que se reduce a disposiciones
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adquiridas por la experiencia, y de los sentimientos, por la otra, puesto que
presenta una dirección positiva o negativa frente al objeto.
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de creencias sociales (cognición social) generalizadas que están socialmente
asociadas a una categoría grupal, las cuales provocan los prejuicios y los
justifican. Por lo que la acción de estereotipar “constituye un proceso de
percepción, significación y representación de las otras personas y de la realidad
que funciona de una manera bastante rígida, y cumple la función de mantener los
valores sociales dominantes que emerge de la existencia de determinadas
relaciones de poder y desigualdades sociales y que las mantiene . Para este autor,
la existencia de los estereotipos puede considerarse como la consecuencia directa
de los procesos de representación social, mientras que los prejuicios son la
consecuencia de los estereotipos.
Los estereotipos resultan muy eficaces, según Souza y Machorro (2010: 335),
“debido a su aprendizaje temprano y continuo en la comunidad”, con lo cual: “la
gente puede generar rápidamente impresiones y expectativas de las personas de
determinado grupo estereotipado.”
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constantemente en la interacción diaria de las personas. Otra diferencia es que los
estereotipos son el primer paso en el origen de una representación; cuando se
obtiene información de algo o de alguien se adscribe en el grupo o situación a las
cuales ese grupo o situación pertenece, es decir, los estereotipos cumplen una
función de “economía psíquica” en el proceso de categorización social (Araya,
2002).
Según M. Rokeach (en Villoro, 1982) las creencias son sinónimos de las actitudes,
pues poseen tres componentes: cognitivo, afectivo-valorativo y connativo. Las
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define como proposiciones simples, conscientes o inconscientes, inferidas de lo
que las personas dicen o hacen, capaces de ser precedidas por la frase: “Yo creo
que...” y cuyo contenido puede: a) describir el objeto de la creencia como
verdadero o falso, correcto o incorrecto; b) evaluarlo como bueno o malo o, c)
propugnar un cierto curso de acción o un cierto estado de existencia como
indeseable. Para Villoro (1982) la creencia “sería el componente subjetivo del
saber. La mejor manera de analizarla no sería entonces examinar lo creído sino el
acto de creer. Creer sería realizar un acto mental de una cualidad peculiar (pp. 25)
Es así que entre creencia y actuación existe una relación, pero no como causa-
efecto, sino como tendencia, predisposición o prescripción, en el sentido de
orientación o norma para la acción. Si bien no es común que creencias y
representaciones sociales se confundan, el concepto de creencia es uno de los
elementos que conforman el campo de representación, sin que ello signifique que
los estudios sobre las creencias sean estudios de representaciones sociales
(Araya, 2002).
Las ideologías. Son una manera de ver y dar sentido al mundo que se relacionan
con las posiciones que una persona puede ocupar con respecto a diferentes
grupos de referencia, por lo tanto se vincula con las relaciones intergrupales y con
las desigualdades de poder entre los grupos y permite un cierto grado de
elaboración de la persona (Ibáñez, 2004: 446).
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La estrecha relación conceptual que une a las representaciones sociales y a las
ideologías ha hecho que algunos autores afirmen que las representaciones
sociales no son sino la manifestación concreta y objetivada de las ideologías que
las engendran. Según este punto de vista, las representaciones sociales
constituyen la forma concreta en que se manifiestan las ideologías cuando éstas
se encaran con un objeto social específico (Robert y Faugeron en Araya, 2002).
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pero estrechamente vinculados entre sí, el estudio de cada uno es relevante para
la comprensión del otro (Araya, 2002).
Jean Claude Abric (1976) presupone que una representación está organizada en
un sistema central y otro periférico. Plantea la hipótesis según la cual los
individuos o grupos reaccionan no a las características objetivas de la situación,
sino a la representación que de ellas tienen.
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de los miembros del grupo. Permite una cierta modulación individual de la
representación.
La objetivación.
Podría definirse como aquel proceso a través del cual llevamos a imágenes
concretas que nos permiten comprender mejor lo que se quiere decir, aquellos
conceptos que aparecen de manera abstracta. Consiste en transferir algo que está
en la mente en algo que existe en el mundo físico.
Darío Páez diría que “... se trata del proceso mediante el cual se concreta, se
materializa el conocimiento en objetos concretos. En esta fase se retienen
selectivamente elementos, se organizan libremente y se estructura un modelo
figurativo icónico simple.”(Páez y col., 1987)
Este mecanismo se encuentra bajo la influencia de la inserción de los sujetos en la
sociedad, de sus condiciones sociales. Se realiza a través de tres fases: la
construcción selectiva, la esquematización estructurante y la naturalización.
La construcción selectiva: Aquel proceso a través del cual los diferentes grupos
sociales y los sujetos que los integran se apropian, de una manera muy particular
y específica, de las informaciones y los saberes sobre un objeto. Esta forma de
preparación implica la retención de algunos elementos de la información y el
rechazo de aquellos que no resulten significativos. Los elementos retenidos se
someten a una transformación con el objetivo de que puedan encajar en las
estructuras de pensamiento que ya están constituidas en el sujeto, es decir, estos
nuevos elementos van a adaptarse a las estructuras formadas anteriormente.
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objetiva. El núcleo central es el resultado de un proceso de construcción social de
una representación mental; sin embargo, se olvida el carácter artificial y simbólico
del núcleo y se le atribuye plena existencia fáctica. El núcleo pasa a ser la
expresión directa de una realidad que se le corresponde perfectamente y de la
cual no parece constituir sino un reflejo fiel. Una vez que ha quedado constituido,
el núcleo tiene toda la fuerza de los objetos naturales que se imponen “por sí
mismos” a nuestra mente.
El anclaje.
Moscovici refiere que “...es el mecanismo que permite afrontar las innovaciones o
la toma de contacto con los objetos que no son familiares. Utilizamos las
categorías que nos son ya conocidas para interpretar y dar sentido a los nuevos
objetos que aparecen en el campo social.”(Moscovici, 1976, citado por Ibáñez, T.,
1998, p. 50).
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1. Función de saber: permiten entender y explicar la realidad. El saber
práctico de sentido común permite a los actores sociales adquirir
conocimientos e integrarlos en un marco asimilable y comprensible para
ellos, en coherencia con su funcionamiento cognoscitivo y con los valores a
los que se adhieren.
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después de la acción y permiten así a los actores explicar y justificar sus
conductas en una situación o en consideración a sus colegas. Aparece así
un nuevo papel de las representaciones: el de la persistencia o refuerzo de
la posición social del grupo involucrado. La representación tiene por función
perpetuar y justificar la diferenciación social, por lo que puede –como los
estereotipos- pretender la discriminación o mantener una distancia social
entre los grupos respectivos
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Construcción Selectiva: constituye la descontextualización y selección de la información según criterios culturales. Es
decir, los sujetos toman sobre sus conocimientos previos aquéllos que pudieran explicar un fenómeno específico (Rodríguez
y García, 2007)
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Esquematización: Construcción de una estructura conceptual, de un conjunto gráfico comprensible con la información
seleccionada. Los sujetos dan forma o imagen al objeto (Ibídem).
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Naturalización: Es un salto en lo imaginario que transporta los elementos objetivos al medio cognoscitivo y prepara un
cambio fundamental de situación y de función. Consiste en la adaptación de la información, en la apropiación de la imagen
(objeto) al lenguaje común (Ídem).
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Una vez que se ha objetivado el objeto, el siguiente paso consiste en ubicarlo
dentro de alguna categoría establecida dentro de nuestra red de representaciones
sociales que determinan el significado del concepto recién integrado. Este
mecanismo es el anclaje (Nuño et al, 2006). Este mecanismo explica cómo inciden
las estructuras sociales sobre la formación de las representaciones sociales y la
intervención de los esquemas ya constituidos en la elaboración de las nuevas
representaciones, es decir, la inserción en un marco de referencia conocido y
preexistente, haciendo así un instrumento útil de comunicación y comprensión
(Araya, 2002).
Las representaciones sociales como contenido o producto aluden a una forma
particular de conocimiento, que constituye un universo de creencias en el que se
distinguen tres dimensiones: la información, la actitud y el campo de
representación (Moscovici, 1986).
La información
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La actitud
El campo de representación
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En síntesis, conocer o establecer una representación social implica determinar qué
se sabe (información), qué se cree, cómo se interpreta (campo de la
representación) y qué se hace o cómo se actúa (actitud). Estas tres dimensiones,
establecidas por Moscovici, forman un conjunto que tan sólo puede dividirse para
satisfacer las exigencias propias del análisis conceptual (Araya, 2002).
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material discursivo, que por su naturaleza favorece la espontaneidad y la
naturalización de la situación de intercambio.
Es necesario añadir que los discursos no constituyen una expresión directa de las
representaciones de los sujetos y corresponde al investigador su construcción,
realizando un cuidadoso análisis, puesto que los universos semánticos producidos
por los sujetos incluyen elementos cognitivos, simbólicos y afectivos que
organizan, dan sentido y dirección al pensamiento de cada individuo particular.
No debemos pasar por alto un importante precepto teórico que plantea esta teoría
donde se enuncia que toda representación es siempre de algo (el objeto) y de
alguien (el sujeto, la población o grupo social). Dada la relación dialéctica que
debe existir entre ambos, se nos hace imprescindible señalar algunos aspectos
metodológicos que puntualiza Celso Pereira de Sá (1998) que consideramos
fundamentales cuando del estudio de esta categoría se trate. Ellos son los
siguientes:
REFERENCIAS
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Banchs, M. (1986). Concepto de representaciones sociales: análisis comparativo.
Revista Costarricense de Psicología (89), 27-40.
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diciembre de 2011 en: http://ocw.unc.edu.ar/facultad-de-
psicologia/psicologia-de-las-masas-y-los-medios-de/actividades-y-
materiales/2008/articulo-representaciones-sociales-y-medios-de