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Desde época isabelina constatan los estudiosos de este periodo histórico cómo
existieron en nuestro país unos intereses comunes entre los gobiernos y las
principales empresas que operaban en España. Ante este hecho es inevitable
preguntarse si la política desarrollada por Alonso Martínez se orientó siempre en
defensa del interés público o, por el contrario, fue un firme partidario de beneficiar a las
élites económicas. Todo parece indicar que, al menos en momentos muy puntuales,
procuró favorecer al capitalismo empresarial en detrimento del bien común. Con dicho
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Alonso Martínez se desplazó a Madrid desde su Burgos natal en el año 1854 para iniciar su
exitosa y larga carrera política. Desempeñó el cargo de gobernador civil de Madrid y presidente
de su Diputación. Fue diputado y presidente del Congreso de los Diputados; titular de varias
carteras ministeriales (Hacienda entre los años de 1856-1866, Fomento durante el periodo de
1855-1856 y 1865-1866 y Gracia y Justicia en los años de 1874 y 1881-1888). A todo ello unió
la faceta de codificador como Presidente de la Comisión encargada de redactar la Constitución
de 1876, elaboración del Código Civil, Ley de Enjuiciamiento Criminal, Ley de Aguas, Ley de
Ferrocarriles, etc. (Carlos Rogel y Carlos Vattier (coords.): Manuel Alonso Martínez: vida y
obra, Burgos, 1991)
2 Durante el siglo XIX, La Compañía de los Caminos de Hierro de España fue la empresa
concesionaria más importante del sector ferroviario en España. Según recoge el acta del
Consejo de Administración de dicha compañía, de fecha 12/09/1874, se propuso el
nombramiento de Alonso Martínez como presidente y administrador de la empresa porque
resultaba de gran conveniencia para los intereses de la misma. Recordemos que Alonso
Martínez había sido uno de los promotores de la Ley de Ferrocarriles de 1855, además de
desempeñar varias carteras ministeriales (Archivo Histórico Ferroviario, E-0119-019).
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proceder empañó y mucho la figura de gran estadista que nos ha llegado hasta
nuestros días; sin embargo, la opinión que tuvo la prensa de la época sobre sus actos
fue siempre muy positiva ya que se le consideró como uno de los hombres de más
limpia trayectoria que había dado la política española (Diario El Siglo Futuro, 14 de
enero de 1891).
El propósito que nos mueve a escribir estas líneas no es, desde luego, el prestar
atención a la brillante carrera política de tan insigne liberal o bien glosar su labor de
jurisconsulto a lo largo de muchos años, cuestiones, además, que han sido tratadas
con fundamento y extensión en otros espacios; nuestro objetivo es, ciertamente, más
limitado. Pretendemos dar a conocer una faceta realmente inédita de Alonso Martínez
como fue la de administrar el extenso latifundio de su esposa, cuyas fincas se hallaban
repartidas por los términos municipales de Madrid, Leganés, Carabanchel, Vallecas y
Coslada.
El Marqués de San Vicente del Barco era, pues, una de las grandes fortunas
territoriales existentes en Leganés, en cuyo término municipal gozaba de un rico y
vasto patrimonio. La heredad se localizaba en diversos pagos y, de modo muy
significativo, estaba presente junto a la ribera del arroyo Butarque, cuyas fértiles tierras
y derecho del agua le correspondían desde el siglo XVI por el mayorazgo de Fadrique
de Vargas. Gracias precisamente a la institución de este mayorazgo, llamado de los
Vargas, los titulares del marquesado tenían asegurada la integridad del patrimonio
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familiar al estar los bienes vinculados al primogénito; así sucedió hasta la etapa final
de la minoría de edad de Isabel II en que las Cortes de la Regencia de Espartero
aprobaron, mediante R.D. de fecha 19/08/1841 (Gaceta de Madrid del 22/08/1841), la
supresión definitiva de los mayorazgos en nuestro país. 3
Coincidiendo con la fecha de la abolición de los mayorazgos, los títulos del VIII
Marqués de San Vicente del Barco y IX Conde de Salvatierra recaían en la persona
de Cayetano de Silva Sarmiento y Sotomayor (†1865). Cayetano era hijo de José
Rafael de Silva Fernández (†1863), XII Duque de Híjar, y de Juana Nepomucena
Fernández de Córdoba Villarroel (†1808), VII Marquesa de San Vicente del Barco y
VIII Condesa de Salvatierra. En 1826 se había unido en matrimonio con María de la
Soledad Teresa Bernuy y Balda. 4 Un hijo de ambos, Agustín de Silva Bernuy Carvajal
(†1872), será quien herederá los títulos de Duque de Híjar, Marqués de San Vicente
del Barco con grandeza de España de segunda clase, y Conde de Salvatierra. Murió
sin dejar descendientes.
3Con anterioridad a esta fecha, los mayorazgos fueron abolidos por R.D. del 12/10/1820, pero
a raíz de la caída del Trienio Liberal, Fernando VII restablece las leyes de mayorazgo (Real
Cédula de 11/03/1824). Durante la Regencia de María Cristina el R.D. de 30/08/1836 (Gaceta
de Madrid de 1/08/1836) suprime nuevamente las vinculaciones.
5Archivo Histórico de Protocolos de Madrid (A.H.P.M.), Lib. 32.648, f. 286 y ss. y Lib. 32.650, f.
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banca o la especulación bursátil, controlados, generalmente, por la pujante burguesía
del momento. 6
En la etapa final de la década de los cuarenta del siglo XIX el endeudamiento del
marqués de San Vicente del Barco era ya tan alarmante, que la casa nobiliaria
empezaba a contemplar como muy factible la inminente e irremediable quiebra
patrimonial. Por esta razón el aristócrata tuvo que buscar con urgencia el apoyo de
un gran prestamista que salvara de momento la delicada situación económica; éste le
concedió el crédito solicitado, conviniéndose el plazo de un año para saldar la fuerte
deuda contraída; 7 pero transcurrido ese tiempo sin poder abonar el capital y los
inevitables intereses, el noble tuvo que poner a la venta una serie de dehesas en el
término municipal de Don Benito. 8 Comenzará desde este preciso instante un periodo
especialmente aciago para los intereses de Cayetano de Silva Sarmiento, pues, a la
pérdida de las dehesas de la provincia de Badajoz se sumará la hipoteca de los bienes
muebles e inmuebles de Madrid, entre los que se incluían algo tan querido y propio de
la aristocracia decimonónica como era la caballeriza y la cochera.
6 Bahamonde Magro, Ángel: “La crisis de la antigua nobleza y los prestamistas madrileños
(1856-1870)” en ESTUDIOS HISTÓRICOS. Homenaje a los profesores José María Jover
Zamora y Vicente Palacio Atard, Madrid, 1990, vol, 2, pp. 363-381.
8Sánchez Marroyo, Fernando: Riqueza y familia en la nobleza española del siglo XIX,
Salamanca, 2014, págs. 272 y ss.
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Durante estos primeros años de la década de los cincuenta, la nómina de
acreedores del marqués se extiende también a otras personas como fue, por ejemplo,
la señora María Pilar Mac-Mahon, viuda de Mantilla, quien le hizo entrega de 200.000
reales. 11 La lista se completa con Manuel Rodríguez de Llano, beneficiario de un
pagaré de 200.000 reales. En resumen, pues, en la fecha de 1853 el volumen total del
dinero prestado a Cayetano de Silva Sarmiento se elevaba, sin contar los intereses, a
algo más de tres millones de reales. Era, realmente, una deuda imposible de afrontar a
corto-medio plazo por la debilitada situación económica de la casa nobiliaria. A raíz de
esta circunstancia, Ignacio Martín Díez, su principal acreedor, obligará al aristócrata a
desprenderse de aquellas propiedades inmobiliarias que, según la ley de
desvinculación del mayorazgo, formaban parte de los bienes que podían disponer
libremente sus titulares. 12 Entre ellos se encontraban los inmuebles hipotecados en el
término de Leganés y también la titularidad que históricamente disfrutaba sobre las
aguas del arroyo Butarque. De este modo, dichos bienes fueron a engrosar el
patrimonio de Ignacio Martín, convirtiéndose el prestamista en el mayor terrateniente
de Leganés. 13
12 Al poco tiempo, el aristócrata fue declarado en concurso voluntario de acreedores por auto
de 16/01/1858, privándole el juez de la administración de los pocos bienes que aún le
quedaban. Será entonces su hermano, Andrés Avelino de Silva (†1885), XIII Duque de Aliaga,
quien administrará sus rentas con la facultad de poder vender las fincas para pagar los débitos
(Gaceta de Madrid del 29/10/1859).
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Leganés, que fueron arrendadas a los labriegos del lugar por un periodo estimado en
seis años. 14
Será por estos mismos años cuando la soberana decide distinguir a Ignacio
Martín con el nombramiento de consejero de Agricultura (R.D. 31/10/1855, Gaceta de
Madrid del 3/11/1855). Isabel II justifica dicha nominación, con tratamiento de
ilustrísima, en atención no solamente al rico patrimonio que gozaba el prestamista
zamorano en las provincias de Madrid, Toledo, Palencia, Soria y Jaén sino también a
los especiales conocimientos agrarios que poseía. Llegados a este extremo no
podemos olvidar que los nombramientos de los consejeros de Agricultura los hacía la
reina a propuesta del ministro de Fomento, y, precisamente, en esta fecha el titular del
ministerio era Manuel Alonso Martínez.
-Otro inmueble en Leganés, sito en la calle del Cambrón, que lindaba al poniente
con el Camino de Vía Crucis. La casa estaba valorada por aquél entonces en 60.000
reales.
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-38 tierras de regadío que formaban las huertas de Butarque, con una extensión
de 66 fanegas y 3 celemines.
-Una alameda de álamos negros, cuya madera era empleada en los talleres de
carretería para la construcción de carros. Lindaba con la dehesa de Propios de
Leganés y con las huertas de Butarque.
Por las escrituras notariales de Leganés de los siglos XVII al XIX sabemos que
los comerciantes de hortalizas de Madrid contrataban con los hortelanos de la villa la
compra de una larga serie de verduras, hortalizas y plantas aromáticas, -zanahorias,
calabazas, cebollas, lechugas, espinacas, berzas, puerros, ajos, nabos, judías,
pepinos, perejil, hierbabuena y cilantro-, para venderlas en los puestos de la Plaza
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Mayor madrileña. Desde mediados del siglo XIX, a resultas del aumento generalizado
de la población en nuestro país y de la fuerte emigración del campo a las ciudades se
incrementa notablemente la demanda de los productos hortícolas en los grandes
centros demográficos. A resultas de ello se revalorizarán y mucho los terrenos de
regadío próximos a la Corte, como eran, naturalmente, los de Leganés.
A las subastas de los inmuebles rústicos acudían no sólo las personas realmente
interesadas en adquirir los terrenos como eran, sin duda, los labradores y hortelanos
de la zona sino también los testaferros e, incluso, algún que otro especulador, que
esperaba vender con posterioridad las tierras con un cierto margen de beneficio. Con
ocasión de la subasta de las parcelas del arroyo Butarque observamos que fueron
adjudicadas a dos testaferros –uno de ellos cuñado de Alonso Martínez- y acaso
también a un posible especulador. En todos los casos las tierras fueron escrituradas a
nombre del verdadero comprador, que era Alonso Martínez, el cual permaneció oculto
durante el proceso de la subasta; de este modo tan sencillo y sin levantar ningún tipo
de sospechas, el ilustre político liberal pudo redondear el patrimonio de su esposa en
el paraje de Butarque.
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- Dos tierras con una extensión de 25 y 12 áreas, rematadas a favor de Ignacio
Martín Baraya en un precio de 49.200 (12.300 pesetas). Fueron entregadas a
Alonso Martínez.
Años más tarde adquiere por 2.700 reales una huerta de una fanega en el
mismo paraje de Butarque. Lindaba con el camino que conducía a la Fuente de la
Mora y al sur con la dehesa de Propios de Leganés. Su superficie se regaba con el
agua del caz de los Nogales. 20 Aún en pleno periodo del Sexenio Revolucionario tras
el destronamiento de Isabel II, Alonso Martínez siguió incrementando el patrimonio
familiar con la compra a varios vecinos de una serie de tierras en los términos de
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Fuente de la Mora y Al Cruzado; uno de estos predios había pertenecido hasta el año
de 1858 al I Marqués del Duero. 21
Entre las más de cincuenta huertas de Butarque había una, la Huerta del Pilar,
que era la más extensa y valorada de todas ellas por la propiedad pues sus frutas y
hortalizas iban destinados al consumo anual de la casa de Alonso Martínez, cuyos
domicilios más conocidos estuvieron situados en las madrileñas calle de Alcalá
número 9 y Serrano número 10, esquina a la del Conde de Aranda.
Tenemos noticia de que entre los años de 1867 y 1875 Alonso Martínez arrienda
un elevado número de fincas en los términos de Overa y Butarque; ahora bien, cuando
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los innumerables quehaceres del político no le permitían acudir al despacho notarial
para firmar los correspondientes contratos de arriendo, era su apoderado, Mauricio
Castañares, quien lleva a cabo, al menos durante el año 1875, los arrendamientos de
las huertas de Butarque. 23
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Sin entrar evidentemente en el largo proceso de preparación de esta Ley, se
puede constatar que a la hora de compatibilizar los distintos aprovechamientos del
agua hubo una fuerte resistencia por parte de los defensores de antiguos privilegios
que no querían ver anulados sus derechos. 25 Desde su puesto de la presidencia,
Alonso Martínez justificó la pervivencia del dominio privado de las aguas; su influyente
opinión la vemos recogida en el artículo 34 de la Ley de Aguas de 1866, donde se
señala que no se privará a sus poseedores del dominio que gozaban sobre las aguas,
como eran las del arroyo Butarque.
Después ser aprobada en las Cortes la Ley de Aguas de 1866, el jurista escribió
una obra sobre el derecho de propiedad (Estudios sobre el derecho de propiedad.
Memoria leída ante la Academia de Ciencias Morales y Política). El capítulo II de esta
publicación versa sobre el dominio de las aguas; en él, Alonso Martínez se pregunta si
las aguas pueden ser objeto de propiedad, señalándonos que a lo largo de la Historia
ha sido un tema muy debatido por los jurisconsultos; nos indica que muchos de ellos
dudan que pueda hablarse propiamente de un dominio privado sobre las aguas,
aunque él mismo nos aclara, como quedó demostrado en la Comisión de la redacción
de la Ley de Aguas, que no participa de esta opinión mayoritaria. Para justificar su
pensamiento en contra, afirma: “yo poseo, en virtud de títulos civiles muy antiguos y
ejecutorias solemnes de los tribunales, dos ríos, uno en la provincia de Jaén y otro en
la de Madrid…No se comprende que pueda negarse al dueño de una heredad la
propiedad de los manantiales que en ellos nacen, ni el aprovechamiento exclusivo del
agua, al menos mientras discurra dentro de sus propias fincas”. 26
26 Carlos Rogel y Carlos Vattier (coords.): Manuel Alonso Martínez: vida y obra, Burgos, 1991,
p. 1.108.
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Alonso Martínez para que interpusiese una demanda por vía contencioso
administrativa ante el Consejo de Estado. 27 Desconocemos el resultado de la misma.
Hasta aquí llega, pues, lo que podemos manifestar sobre la relación existente
entre este importante político y la gran propiedad agrícola madrileña de la segunda
mitad del siglo XIX. La enorme fortuna territorial se repartió a la muerte de Demetria
Martín Baraya (†1902), I Marquesa de Alonso Martínez, entre sus ocho descendientes,
precisamente a los cuarenta años de que la hubiese heredado de sus padres. De
modo que bien podemos pensar que esta división patrimonial entre tantos herederos
quizás sea la responsable del desconocimiento que, hasta el momento presente, se ha
tenido sobre el latifundio que administró Manuel Alonso Martínez en la villa de
Leganés y en otros terrenos de Madrid y de localidades próximas.
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