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Pt~ilippeC.

Schmitter

allá, para plantear importantes cuestiones de políticas públicas en


perspectiva comparada, desarrollo político histórico, la pauta de las ,

relaciones de clase, la iiaturaleza del Estado moderno, el papel de las


normas jurídicas y los ideales legitimadores. Los autores las ofrecen
en conjunto a un público más vasto como parte de su esfuerzo
contiduo, si bien episódico e incipiente, en una colaboración inter- PH~LLPPE
C. SCHM~
nacional comparativa.
A aquellos de nuestros lectores que encuentren interesantes estas
perspectivas y que compartan nuestro compromiso con la iiivestiga- El siglo Xx será el siglo del corporativisnio, así
ción crítica, nuestra inclinación a la explicación histórica y macroso- como el siglo xix fiie el del liberalismot..

convicci6io de qiiB esta área sustantiva de intermediacióii de iiitereses


y formación de politicas cooperativas constituye irno de los aspectos
inexplorados más importantes de la vida política en Europa Occiden-
tal y Norteamérica, extendemos tina invitación para ingresar en
nuestro "grupo de trabajo informal y sin sede fija ni fondos propios".
La naturaleza de la participación es puramente voluntaria; los costos
de ingreso son pocos; bajas son las barreras puestas al ingreso de
tiuevcs participantes, asi vengan a conipetir; el acceso de personas
de diferente condición académica y nacionalidad es rigurosamente
equitativa; la cantidad de diferenciación interna y de autoridad es
mínima; el grado de control sobre las actitudes y actividades de los
miembros es nulo; la correspoiidencia entre. los iiitereses de los
mienibi.os, espontáneamente expresados, y las funciones de griipo, tualniente retirad? del léxico activo de la política, aunque quedó
colectivamente aplicadas, son muy altas; es irrestricta la libertad de
egresar. En realidad, si todas estas fueran características de las

, ;, ., ..
Philippe C. Schniitter ' ¿Continúa el siglo del corporativismo?

vismo de los múltiples usos introducidos en la l'iteratura y que con-


ti'ibuyen más a su oscurecimiento y disfraz que al examen de su
utilidad. Por una parte, se ha vuelto un fenómeno tan vaganiente
delimitado que, como el clientelisino, se lo puede encontrar por
doquier y, por tanto, en ninguna parte es muy distintivo; por la otra;
ha quedado tan adherido a una sola cultura politica, tipo de rdgimen
o configuración macrosocial que se havuelto, en el mejor de loscasos,
meramente descriptivo, y no comparativamente analítico.
Sin duda, la tarea más difícil es limpiar este concepto de su tono
e iinplicacíones peyorativas. Esto resulta arduo por el hecho de que,
a diferencia de los años treinta, hoy existen muy pocos regímenes que
abierta y orgullosainente se presenten como corporativistas. Por
coiisiguiente, es un juego tentador revelar y denunciar como corpo-
rativistas ciertas prácticas que los regímenes están condonando o
promoviendo con otros titiilos como "participación", "planificación

sivo" entonces podrá. tener muy poca o ninguna iitilidad para fines
de comparación sistemática. Esto no equivale a decir que de alguna
inanera debamos obligar a que quienes empleen este concepto dejen,
de hacer declaraciones evaluativas, o hasta de expresar enkrgicas
reacciones normativas a sil papel y consecuencias. En la actualidad,
he estudiado varios sistemas corporativistas y llegado abiertamente

..----: .. . . .
Philippe C. Scliniitter , ¿Continúa el siglo del corporativisnio?

persisten en una gran variedad de contextosculturales, quevan desde


el norte de Europa pasando por el Mediterrhneo hasta lugares tan
exóticos como Turquía, Irán, Tailandia, Indonesia y Formosa, por
nombrar s61o a m o s cuantos. Esta forina de seudoexplicacióri tam-
poco contribuye muclio a responder por qut5, aun dentro de la
supuesta patria d e tal e~hos,es decir, la ~~erifnsula ibérica y sus
"fragmentos", el corporativisino se ha ido niarchitando y <lesvani-
ciendo durante diferentes periodcs históricos. ¿Acaso debemos creer
que la cultura política es uiia especie de "variable llave", a la que
damos vueltas de cuando en cuando, para producir un sistenia dife-
rente de representación funcional? Tambien podrfamos preguntar,
¿.por qué unas sociedades que supuestamente comparten el mismo
etkos muestran tal diversidad de valores, prscticas y consecuencias
de sus grupos de interés? Según todas las normas empíricamente
disponibles, España es más católica que Portugal, Colombia lo es más
que Brasil, y sin embargo en cada caso es el segundo el que tiene, con

. . .
22 Philippe C. Sclimiiter ' .. ¿continúa el siglo del corporativismo?

subtinidades corporativas, sino construidos sobre una gran variedad . .. -.. Otra tendencia. más en la revivida discu
de "órganos" qrie iban desde las c u h s yfrulias de la ciudad antigua
de Fuste1 de Coulange,ll Iiasta las órdenes "metálicas" de excelencia
moral de la ciudad ideal cle Platón,l2 los tres a cinco sistemas de varios
regímenes antiguos,iJlas falanges de Fourierl4 o lasr&giorisde Robert
LaFont,ls y las comunidades autónomas plurales de Percival y Paul
Goodman o Gar Alperovitz.~GSi aceptamos que una característica
especial del corporativisnio moderno (a la vez, en la ideologia y la
práctica) afecta el papel de las asociaciones dc interesesfitr~ci~~nales,
eiitoiices no es más que uiia de las muchas unidades estructurales
posibles; por ejemplo, familiares, territorial-comunitarias, inorales,
religiosas, "produccionistas", etc., qiie pueden intervenir en el esta-
blecimiento de u i i "Estado orgánico". Subrayar esta macrocaracte-
rística coritribi;ye niuy poco a especificar las relaciones concretas de
autoridad, influencia y represeiitación, salvo para diferenciarlas de Existen dimensiones iiiteresantes y sobresalientes de las sociedades,
nociones no menos vagas del "Estado mecánico".
Ida relación del corporativismo en las políticas de interés con un i .::
'.
coi1 cl gobicrno auioriiario. V6asc cl capíiulo linal dc mi obra It~rcrcsi.Con;licr atid
tipo global específico de régirnen político es una cuestión mucho mhs Po~iricalClrorrge ir1 Brnzil (Sianforcl, 1971); taiiibi611,"Pailis to Political Dcvclopmeni
complicada (y, en mi opinióii, más interesante). Por razones que in L:iiin Anlerica", cn Procecditig O[ 11ic Anicricati Academy, xxx, núni. 4 (IY72),
espero llegar611a ser obvias en el transcurso de este ensayo, me ha
parecido más útil definirlo conio un sistema general, coinpleto y
observable de representación de intereses que es "coinpatible" con
diversos tipos de régimen, es decir, con diferentes sistemas de paríi-
dos, variedades de ideología gobernante, niveles de movilización
política, gaiiias diversas de pollticas piiblicas, etc. Entonces, trataré
dc especificar distintos sirbtipo.~de i.epreseiitación corporativa que
Philippe C. Schmitter

en y por sí mismas, pero no parecei! tener ninguna asociación directa Es obvio que una definición tan elaborada es una descripción de
con el fenómeno en el cual recomiendo que enfoquemos nuestra tipo ideal,zJuna ~oiistrucciónheurística y Iógico-analítica compuesta
atención con el concepto de corporativismo. de una gran variedad d e elementos teórica e hipoteticamente inter-
En el estado actual de anarqula nominalista Que prevalece en
nuestra disciplina, es absurdo pretender que los estudiosos se adscri-
ban de alguna manera a una particular conceptualización, desdeiíeii
los otros usos del término y, en adelante, convengan no estar de
acuerdo sobre las bases de una definición lexicográfica común. Casi
todo lo que podemos esperar de un análisis introductorio como este
son unos cuantos apuntes para un empleo más específico y limitado .~9,investigación así detallada de tiasta qué punto un sistema determina-
del concepto corporativismo, y advertir al lector que mucho de lo que
recientemente se ha escrito acerca del mismo y de lo que después $e
analizará en este ensayo quiza no sea de ninguna relevancia miitua.

ción.mAs empfricamente delimitada, que se centre en un conjunto de


rasgos relativamente observables de manera directa e institucioiial-
mente distintivos sobre la prdctica real de la representación de

(Nucva York, 1966, p. 3).


28 Philippe C. Sclimitter ¿Continúa el siglo del corporativismo?

pcndiciites de un todo orgAnico. La metáfora de Madison fue más. Mucho iniis difícil de especificar en términos de las dimeilsiones
niecanicista y niás diiiániica. Por consiguiente, se mostraba menos componentes que hemos estado utilizando para las otras tres, debido
optimista ante la idea de limitar y ordenar las fuentes de cualquier a su naturaleza radical y utópica, es la alternativa sindicalista. Apenas ,
facción, fiiese desde arriba por imposición, o desde abajo por elimi-
naci6n. I a s corporativistas, de cualquier índole, expresan SLIcorifian-
za en que un "estadista ilustrado" (o un "Estado ilustrado") podrh
ganarsc, controlar o coordinar no s61o "aquellas dist!iiciones niás
frívolas y fantasiosas (que) han sido suficientes para desatar pasiones
hostiles y encender los conflictos más violentos", sino también "la
fuente de disensión más común y duradera. .. la diversa y desigual
distribiición de la propiedad".zs ! .(si iio especificidad) en discusiones recientes sobre la participación y
Eii suma, tanto los pluralistas como los corporativistas reconocen,

El sindicalisnio puede definirse como un sistema de agregación de

rativistas apelan al ajuste funcional de un todo orghnicamente inter-

Aiinque limitaciones dc tiempo y espacio me impiden desarrollar la


idea con más detalle, intuyo quecstos dossíndromes contrastantrspero
no diametralmente opuestos no agotan, ni mucho menos, los posibles distancia, desde iiuestra declarada preocupación inicial por especif
sistemas alternativos de la representación moderna de intereses. :
car las características del corporativismo como un sistema distinti
I . Por ejemplo, la experiencia soviktica sugiere la existencia de un
modelo "monista" que podría ser definido como:
Philippe C. Schmitter

conjunto. Irdnicamente, esta vasta gania de intereses nos conduce a


una consideraci6n de 10s posibles subtipos de corporativisniO.

. .

N~ difícil ilustrar que las connotaciones esquemáticas del cor-


porativis,no n>ásarriba describen atinadamente el sistema

M~ ~ ~ d ~ i~Dagciu
i ~ l l ~ ~~ileresse.orgni?izn~i~~~er , SvCrig (Lund, 1966); T1lOni;isJ .
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C I , 'Tambibn Johil P. Windnlullcr*
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Philippe C. Schrnitter

construir dos subtipos perfectamente distintivos. El primero, que


involucra a todos o a la mayoría de los elementos iniciales de las .,
dicotomías de o estolo lo otro establecidas antes, corresponde, ideal-
mente, a lo que hemos llamado corporativismo social. Empíricamen-
te, los mejores ejemplos son los casos de Suecia, Suiza, los Países
Bajos, Noruega y Dinamarca, asl como las características emergentes
observadas por estudiosos de otros sistemas, supuestamente plura-
listas, en Gran Bretaiia, Alemania Occidental, Francia, Canadá y
Fstados Unidos. El segundo tipo, descrito por los últimos elementos
en cada distinción de o esto10 lo otro, se funde en un subtipo que
llemos denominado corporativismo estatal y concuerda histórica-
mente con los casos de Portugal, España, Brasil, Chile, Perú, MCxico
y Grecia, así como con las desaparecidas experiencias de la Italia
fascista, la Francia de Petain, la Alemania nacionalso~ialista~~ y la
Austria de Dollfuss.
Cuando se analizan estática, descriptiva e institucionalinente,
estos dos subtipos muestran tina similitud estructural básica, que los

El autor suizo de estas líneas, un tanto atrapado en la "mística


corporativa" que recorrió a su país durante los treinta, no sólo ilustra

estatal suele estar asociado con sistemas políticos'en que las subuni-
dades territoriales están estrechamente subordinadas al poder buro-

exclusivas y reclutadas de entre un circulo estrecho, y tan es asf que


¿Continúa el siglo del corporativismo?
38 Philippe C. Sclimitter

dada la aparentemente clesconcertaiite gran variedad de contextos


en que Iian surgido uno ti otro tipos de corporativismo y la ausencia satisfactoriaineiile estas preguntas tan específicas.
frilstrante.de estudios enipíricos de las dinámicas Iiistóricas de cual-
quier tipo de sisteiiias de grupos de interés. Viene a complicar aún
más IR tarea la tendencia natural a confundir este problema con el
mds general y claramente relacionado de las causas de la erosióliko-
lapso de la deinocracia liberal y el advenimiento/consolidaciún del
gobierno autoritario. Aun si nos centramos especifica y exclusivii-
mente en esos factores qiie hipotéticamente afectan los cambios del
sistema de representaci6n de intereses, debemos reconocer desde el
priiicipio que lo mejor que hacer es identificar algunas
condiciones necesarias pero claramente insuficientes. S610 podemos
tratarpo.~lficrumde liberar los casos Iiistóricos de sus idiosincrasias
de personalidad y cultura, de sus accidentes de buena o mala suerte,
de sus cataliradores y factores precipitantes inmediatos y superficia- '

les, con objeto de revelar los elementos subyacentes de la tendencia


estructural que llevaron (y que pueden llevar en el futuro) a resulta-
dos similares y sin embargo diferentes, como el corporativismo social
y el estatal.50Huelga sublayar la nattiraleza preliniinar y especulativa
de las siguientes teorías duales.
Tampoco supongo que debo señalar que tal ver no contribuyan
muclio a explicar su siirgimiento o no surginiie~itoespecífico. Por
!
ejemplo, ¿por qué los experimentos, tentativos y vacilantes, de cor-
I poriitivismo estatal <IcSidónio Pais en Portugal (191'7-IP18), Primo
i
i de Rivera en España (1923-1930), Pangalos en Grecia (1925) y José
i Uriburu en Argentina (1930-1931) iio lograron "prender". ciiandp

1 '
diez o doce años despiiés el corporativismo floreció en todos esos
paises? ¿Por que Suecia, Dinamarca, Suiza y los Países Bajos adop-
I
: taron tratados internos de "paz social" entre las asociaciones princi-
!
pales de empresarios y trabajadores durante los treinta y luego competencia entre economías nacionales, expansión del papel de las
avanzaron rdpida y crecientemente hacia un coi.porativismo social políticas públicas y racionalización de la toiiia de decisiones dentro
generalizado, durante los cuarenta y cincuenta, mientras otros países del Estado, para asociar o incorporar más estrechamente en el
como Finlaridia, Noruega y Bélgica avanzaban en forina menos
segura, vacilante, y otros mas, como Francia, Gran Bretaña, Irlanda
y E3tado Unidoshan mostrado siempre más resistencia a las tenta-
;Sr¡&&byacenie &&¡as ilisiincioncs cnirc "tcndcncia estruc-
ipi1anicsn,vfasc ~ e i SmcIscr,
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Philippe C. Schmitter

dos, junto ron una' agencia coordinadora global, el Consejo Social Y


Económico (1950) y, por Último, a la creación de un consejo de
coordinación conjunta.para el segur0 WCial nacional (1959): exacta-
mente de regreso a donde había comenzado en 1913." El patrón
resultante evolucionó de una manera pragmática Y desigual Y no
producto de un gran diseño corporativista previamente concertado.
Se &uniba hacia abajo, de la empresa a nivel local hacia el
ámbito,nacional, & y vuelta, de un interés por bienes Y servicios
especlftcos (seguro social, medicina, enseñanza), a Areas de produc-
ción verticales especializadas (metalurgia, electrónica, química Y co-
mercio) y a amplios sectores horizontales (industria, comercio, agri-
, cultura); y de un lado o otro, de un Area de asuntos a otra (salarios,
inversión, planeacióp. indicativa). Si hiel la adaptación Por
ósmosis de los Países Bajos puede ser única en muchos aspectos,creo que
no serfa muy diferente una representación secuencia1 de las medidas
de pefil corporativista en otras sociedades capitalistas avanzadas.s5 :: gravedad de las presiones demográficas y la reconstrucción econ
Gracias al esfuerzo de Andrew Shonfield no parece necesario mica,60en las concepciones bien arraigadas de su función, por par
proseguir con' estas especulaciones. En SU magistral Modfrfl CUP~U-
lisr,t ha demostrado con gran detalle cómo, para corregir 10s defectos
inherentes a procesos de concentración interna y competencia exter-
na, el Estado "positivon moderno trata al mismo tiempo de fomentar
el pleno empleo, promover el crecimieiito económico, prevenir la
inflación, regular 10s ciclos económicos, controlar las colldiciones de
trabajo, cubrir ]os riesgos econ311iicosy sociales individuales, y resol-
ver 10s conflictos laborales. Esta drástica modificación de la age.11-
da/lio agenda giibernainental ha llevado a su vez a (Y es en Parte
Philippe C. Sclimitter i,ContinGa el siglo del corporativisino?
1
tivismo desde arriba constituye una suerte de tenium genus entre el
porque fueron atrapados en iina contradicción interna entre su labor
especulativa subjetiva y la fiinci6n política objetiva que indirectainen- capitalismo y el socialismo-comunismo, y es diferente de ellos. Por
te fueron Ilaiiiados a desempeñar.
I Así, por ejeniplo, casi no hay uri s61o teórico del corporativismo
l estatal que no proclame su oposición al estatismo, su compromiso
con la descentralización de la toma de decisiones y su deseo de una
eventual autonomla asociacional.~No obstante, nuestro teórico está
consciente de que dada la naturaleza fragmentada, ideológicamente
cargaday dividida en clases del sistema polltico en que opera, es poco
probable que surjan espontáneamente asociaciones singulares, no
conflictivas, jerárquicainente ordenadas y funcionalmente separa-
das. J'or coiisiguiente, aboga por el uso temporal de la autoridad's
centro-periferia que un semejante sistema de repres
estatal para establecer esas estructuras obligatorias -y para suprimir
a las voluntarias que competirtan con ellas-; todo, desde luego, en intereses impuesto está llamado a reprimir, si no a supe
1

! nombre del interes nacional ylo público. Aparte de algunas referen- En suma, mientras intentamos conjuntar especulativamente al
nas hipótesis sobre los contextos en que surge esta respuesta cor
cias vagas al eventual surgimiento de una "conciencia corporativista"
(su equivalente al "hombre nuevo soviético"), nuestro teórico tran-
qiiilamente se olvida de especificar el mecanismo politico por el cual
la presencia autoritaria del Estado puede "diluirse", dejando tras de
sí esos supuestos agentes autónomos de la toma de decisiones des- corporativisino social.
ceiitralizada. Probableniente el caso más obvio de esta hipocresía Afortunadaniente existe una excepcióii interesante: Miha'il Ma-
iioilesco. Manoilesco fue una especie de Salazar fracasado (manqu4).
pr~xioió~ica haya sido Portugal, aunque sólo fuera porque Oliveira
! Salazar repetida y (en apariencia) sinceramente expresara su fervien- Profesor de economía política (aunque ingeniero de formaci6n) y
niinistro de 'comercio e industria diiraiite un corto periodo en su
T te oposición al estatismo e incluso a cualquier foriiia de intervención
económica gubernamental, al tieinpo que presidía la creación de uno
Rumania natal," escribió Lc siEcle dic curpornlisme y su complemen-
l de los aparatos estatales más altamente burocratizados, centraliza- to, Le parti unique, desputs de que fue interrutnoida su carrera
política, y Ins publicó en París. En la primera obra no sólo plaiiteó su
dos y minuciosamente regulados que pueda observarse.
i Si resulta difícil confiar en semejantes teóricos con respecto al predicción acerca del futuro inevitable del corporativismo, sino qiie
Estado, tampoco podemos esperar que sean totalmente sinceros al apoyó su posición en una argumentación compleja, si bien esquemá-
habIar de la relación del corporativismo con el capitalismo y con tica, cuyos elementos resultan asombrosamente modernos.66
intereses de clase específicos. Uno de sus temas predilectos -hoy Manoilesco empieza por afirmar (a pesar de otros teóricos corpo-
rativistas) que su concepción de este sistema de representación de
proclamado de manera un tanto menos ruidosa- es que el corpora-
n parcial liara los fascistas:Botiai, ~orioloito, Para una brcvc descripción de sil papel cn relaciljn con la política rumana vease
a Ugo Spiriio quc hasta IIcg6 a sugerir que las Andrcw Janos, "Thc One-Party Stnic and Social Movilizaiion: East Europe bciween
individuos y al Estado como las bases para la thc Wars", en S. Huniingion y C. H. Moore (comps.),nota 43, pp. 213-214. . '

andoasiun pequeño cscfindaloen el Congreso M En el siguicnic rcsumcn de su argumcniacicín no citar6 cspccílicas referencias
1932. Copilolicmo e cotporali~mo,3a. cdición dc página, salvo cn cl caso dc ciias dirccias, ya quc los clcmciitm dc su psicidn por lo .
bras dc Spiriio
. sc. han vuclio c cdiiar recicnte- gcncral se encuentran (lispcnos,y los.hesinictizado libremcnie.Todas las citas son de
la edición cle 1936.

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Pliilippe C. Schmitter ¿Continúa el siglo del corporativislno?

intereses -de hecho 10 presenta c0in0 U11 conipleto sistema'de


dominación polftica- no tiene liada que ver, instituciorial o ideal-
mente, con un supuesto renacimiento de las prácticas católicas 0
medievales. No sólo alberga serias dudas sobre la existerlcia de
ai.monfanatural en semejantesanciertsrkgimes, sino que acepta conlo
definitiva Y deseable la ruptura realizada por el liberalislno decirn0-

i nónico y e) desarrollo capitalista. AS( pues, su argumento es total-


mente secular y, en su opinión, progresista y realista, y mira hacia el
futiiro con esperanza y no hacia el pasado con nostalgia.
En Segundo lugar, Manoilesco realiza SU estudio de caso sobre
fundamentos niaterialistas. Aunque convencido, al igual que Durk-
Ileiin, de qtle corporaciones adecuadamente construidas darían la *.
respuesta para superar el malestar moral y espiritual del hombre
moderno, integrandolo a la sociedad mediante nuevos lazos comu-
1 ,lales, sostenfa que las fuerzas imperativas que conducen a la corPo-
1,
I
rativizaeibnhabría que hallarlas en la economía política de su tiempo*
en la naturaleza de la propiedad, la producción y la distribución del
m , j s ~ o capitalismo; De hecho, en varias ocasiones Manoi'lesco cita
aprobatoriamente a Mari, aunque en general 10 considera un teórico trabajo Y su distribución de beneficios. Las riaciones capitalistas
del siglo pasado, más que del presente. ~erifdricasestan cobrando creciente conciencip de la disparidad en
En tercer lugar, Manoilesco niega que el corporativismo sea sin7- los be~ieficiosgenerados en SU intercambio de materias primas y
plemente un mecanismo defensivo temporal para la movilizaci6n alimentos Por bienes manufacturados de los países avanzados,
N
prote&i6n del egoísmo de clase, que desaparecerá de alguna manera comienzan a inip~ementariiuevas políticas económicas nacionales,
i cuando Ilaya basado la amenaza coyuntural. Antes bien, 10 presenta
como una
forma institucional permanente, no i n t h S ~ c a ~ e nPre- te
dispuesta para alguna clase social O incluso para el mantenimiento
del sroru que, capaz de someter 10sintereses particulares a 10s obje-
tivos predominantes y, eventualmente; capaz
!,.!. ,de . r T transfor-
.
, mar la base capitalista de la sociedad misma. '

ljoydiríamos que ManoTlesco era un teórico de la "dependencia


externa". A~~~~~ 'en oCasiones alud&';&'lascondiciones polít'icas
eSencialmenteinternasque pueden contribuira generar una respues-
ta corporativista, corno por ejemplo la "prematura" radicalización de
la clase obrera por medio de la'difusiónideológica,Ia fragmentación
de fuerza dela burguesia; las tensiones rural-urbanas Y la
'

. -.
....
.' '
y
disminución;de )as]&jtades localesy regional'es, la razón esencial de
:. . su devenir se.ehcibnira;en-elhistema
desigual.". . .
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52 Philippe C. Schmitter

perspectiva era estrictamente eurocéntrica) sí observó que el sistema


to de rangos y lealtades intermedias bien definidas "que lo'arrastra-
internacional j b í a llenado, en un sentido físico, el espacio existente.
rían dentro de la sociedad", a la manera de Durkheim, y que ofrece-
Fronteras y lealtades iban quedando fijas; la territorialidad, que había
sido una variable, ahora era una constante. Los problemas económi-
cos, sociales y politicos debízn ser considerados y, especialmente,
organizados con parámetros constantes de suma-cero.
Estos complejos cambios en las relaciones internacionales -el
colapso del orden económico liberal de la preguerra, la demanda
creciente de igualdad de beneficios y estatus entre Estados-nación, la
deinarcación definitiva de la territorialidad- aportan los fundamen- , bien los espirituales y morales.
tos materialistas (y especulativos) para la ideología de Manoilesco en 2) La especialización funcional de las corporaciones serfa "tecno-
lógicamente autónoma", dividiendo a la entidad política en unidades
favor de una modernización defensiva y nacionalista desde arriba.
Cada unidad.nacional, cada Estado, deberá actuar en adelante exclu-
sivamente como su propio agente, en su propio interés y con sus producirían interdependencias naturalmente equilibradas entre
propios recursos, negociando continuamente su supervivencia y su
provecho en un sistema internacional peligroso y en equilibrio preca-
rio. Ya no eran válidos los supuestos decimonónicos sobre la libertad
y la iniciativa en la búsqueda del interCs individual y el funcionamiento
benevolente y autorregulador de los mercados libres y competitivos y
de los procesos políticos. Como resultado de estas nuevas tensiones
entre los capitalismos centrales y periféricos y entre todas los Estados-
nación autárquicamente concebidos, el siglo xx impondria nuevas
concepciones de justicia y nuevas formas de orgaiiización política.
El corporativisnlo, arguyb Manoilesco, serla una de las respuestas
in!;titucionales, si no la única, a estos imperativos de la época. Por sí
solo, permitiría al Estado desempeñar las nuevas funciones en políti-
cas públicas impiilsadas por exigencias externas. Surgiría primero allí
donde esos imperativos y tensiones fueran más fuertes, la periferia de
la Europa meridioilal y del sudeste, pero una vez que triunfara allí
impondrfa transformaciones similares en la estructura organizativa y
en las prácticas políticas de los sistemas pluralistas-liberales de más
temprano desarrollo. .
Pero, ¿por quc' el corporativismo? ¿Por qué este conjunto especial
desous-insrmmenrsde13Érnr,como los llamó abiertamente Manoiles-
co? Sus argumentos son múltiples, aunque no igualmente convincen-
tes y consistentes: -
; 1) Tales corporaciones integrarfan una jerarquia continua de

autoridad, aportando asf al individuo aislado e impotente un conjun-

.--. .
54 Philippe C. Schmitter

. 4) El corporativismo, por medio de sus bases verticales separadas


y su jerarquía interna de autoridad, proporcionaría un antldoto al
"espiritu de clase". Este último, forma anticuada de "conciencia
horizontal", sería remplazado por el nuevo espíritu de solidaridad
nacional y de organizaci6n funcionalmente interdependiente.
Pese al hecho de que la conciencia corporativa es débil en la actuali-
dad, al final siempre triunfará. Porque en el mundo limitado al que
estamos accediendo Iioy en día, en que solidaridad y organización son
iniperativospara la supervivencia,n o habrá lugar para diferencias sociales es justo; todo lo que es contrario a ese interhs es injusto" (1936: 1101.
arfificioles.Ahora bien, las diferencias de clase son principalmentear(i/i- Por muy complejas y algerentes (si bien esquemilticas y deforma-
cinles y teinpornles, vinculadas a Ins excepcionales circunstanciasdel siglo
XIX[1936: 107-1081. 1 .
. das por un pensamiento tendencioso) que puedan resultar estas
bipdtesis. Manoilesco se muestra muclio menos expllcito al hablar de
Aunque Manoilesco sugiere que este "benévolo" cambio de no- las políticas y de la específica secuencia decisional que intelvendrla en
venta grados en las polaridades de La conciencia de grupo comenzaría la transición hacia esta nueva forma de representación de intereses.
en la periferia y resultaría de la iniplantaci6n forzosa del corporati-
vismo estatal, en vez de ser su prerrequisito, da a entender que
posteriormente se extenderá al centro donde su adopción será más
espotitánea y voluiitaria:
En Europa Occidental la clase propietaria y la clase obrera se acerca-
rán, iinpelidas por el peligro común que por igual enfrentan de presenciar
el colapso de la superioridad industrial, misma que ha beneficiado a las
dos 11936: 108).

..
,. ,:.,
Táciicninente Iiablaiido, Manoilesco observa que a corto plazo "el
Ante la actiial ausencia de estudios de caso comp
i, 1 mejor riiodo de vencer el antigonisrno de clases es reconocerlo"; es
decir, iricorporar representaciones "separadas pero iguales" (parifai-
fácil evaliiar los méritos de la prototeoría de Manoilesco sobre el
surgimiento del corporativismo estatal, o
re) de propietarios y obreros dentro de la misma corporación, pero a
. muy general parece existir una correspon
I la larga ya no será iiecesario proporcionar ni siquiera un semejante ::
equilibrio simiilado, dada la ya prevista desaparición de la identifica- ,
.
:,:..
..-...:... capitalismo periférico, tardío y dependiente; concienci
:
..... sarro110 relativo; resentimiento contra el estatus inte
ci61ide clase [1936: 198-1991. - ;-
.
......
-T.--
.

..?S' . rior; deseo de una autarquia económica y política naci


5) Una raz6n por laque ~anoilescopudo minimizar los aspectos .-..-
'y+,;
.--- .. del control estatal por medio de políticas reguladora
;
.:*
coercitivosy autoritarios de la transición al corporativis,moestatal fue -S. .P-

su creencia en que el siglo xx presenciarla un cambio importante en


.e,zz,.
.--.
=-
L-

sectorial y empresas públicas; surgimiento de un aparato de funciona, . . .


rios mas profesionalizado y orientado a la conquista deespacios; yla, . ~. ~.
. -- las "escalas de valores sociales y morales" observados por ciudadanos . .
., . . .
y sfibditos; Losideales deci.mon6nicosde igualdad y libertad indivi- - , corporativización forzosa de la representacidn de inteteses desde , .. .. ....
..
....... ., .. >:. .>-
i :, ,,
:.- ; , arriba. Las tardías observaciones de Man ...
... .....
*.p%vllador
. .
;&$ i ; y corlc~peiónmrporativists estataly Iñ puramente individualista,hay cierta. .coincidencia
. . c; i i instrumental que se encargaría de este ca . . .... .. -.,.~
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jj@:-i!;, Ambas sislemasdcsem%an cn un Estado mínimon
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Pliilippe C. Schniitter i,Continúii el siglo del corporñtivismoY

nientes rurales, salvo aquellos que cultiv

parecen haber sido confirmado$por su


asociado con la extensión del control e

actuar del proletariado e incluso de la burguesía con respec


cuestiones de política general. Ha avanzado paripassu con la exp

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