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El feminismo entró mucho más tarde en España y no se desarrolló como en otros países,
debido al escaso desarrollo industrial y la persistencia de los roles sociales tradicionales.
En la década de los años 20 del siglo pasado aparecieron las primeras asociaciones
feministas del país. En las décadas posteriores, el movimiento perdió consistencia en
todo el mundo para resurgir con fuerza en los años 60. Telepolis ha recogido las
biografías de las mujeres que han hecho posible que hoy en día la igualdad de género
sea reconocida como un derecho legítimo de la mujer.
Elisabeth Candy
Stanton
Susan B. Anthony
Millicent Garret
Fawcet
Emmeline Pankhurst
Mi propia historia (1914)
Citado en MARTÍN GAMERO, A.:
Antología del feminismo
Madrid, 1975
La oposición al sufragismo
Desde nuestra perspectiva actual y teniendo en cuenta los principios
ilustrados y liberales en que se basaba la reivindicación de la igualdad
de voto, parece extraña la enorme oposición a la que tuvo que hacer
frente la reivindicación sufragista.
La sufragista en casa
"No sabemos lo que queremos, pero lo conseguiremos"
Británica. (1) La enseñanza del siglo XIX, muy influenciada aún por la Iglesia a todos los
niveles, sigue contemplando a la mujer en un papel secundario. La Iglesia católica tenía un
concepto funcional de la mujer. Obedecía a su papel cohesionador al interior de la familia.
El prototipo más frecuente fue el de perfecta casada, reina del hogar, piadosa, buena madre
y buena esposa. Este concepto correspondía a un discurso ideológico sobre lo doméstico, y la
Iglesia católica era su más agresivo portavoz.
Empieza el siglo con el trabajo legislativo de las Cortes de Cádiz. Su Comisión de Instrucción
Pública emite el 7 de marzo de 1814 un Dictamen y Proyecto de Decreto sobre el arreglo
general de la Enseñanza Pública, que se quedó en eso, en proyecto, pues un Golpe de Estado
puso fin a la era liberal inaugurada con las Cortes gaditanas y el decreto de 4 de mayo de
1814 declaraba "nulos y de ningún valor ni efecto" tanto la Constitución como todos los
decretos promulgados por las Cortes. No obstante merece la pena reseñarlo por ser obra de
los hombres ilustrados y de progreso que al principio de la guerra existían, como los
denominaría Gil de Zárate a mediados de siglo (2) Su espíritu permanecería largo tiempo en
España.
Pero no hay que mirar sólo hacia la institución eclesial para justificar esta línea de
pensamiento. No olvidemos las palabras de Rousseau -ni más ni menos- en su obra El
Emilio: "dar placer [a los hombres], serles útiles, hacerse amar y honrar por ellos, criarlos de
jóvenes, cuidarlos de mayores, aconsejarlos, consolarlos, hacerles agradable y dulce la vida,
esos son los deberes de las mujeres en todos los tiempos, y lo que se les ha de enseñar
desde la infancia". Con esta exposición meridiana queda todo dicho sobre la finalidad de la
educación femenina en el hombre ilustrado y liberal (4).
Las intenciones declaradas en el Dictamen se reflejaban, como no podía ser de otro modo,
en el proyecto de Decreto que se presentó a las Cortes, que como vemos, no sólo contempla
una educación distinta sino también separada físicamente:
Ya en los primeros tiempos del reinado de Isabel II -bajo la regencia de Maria Cristina, su
madre-, el progresista Plan general de Instrucción Pública del Duque de Rivas (1836)
continuaría la segregación estableciendo:
"Art. 21. Se establecerán escuelas separadas para las niñas donde quiera que los
recursos lo permitan, acomodando la enseñanza en estas escuelas a las
correspondientes elementales y superiores de niños, pero con las modificaciones y en la
forma conveniente al sexo. El establecimiento de estas escuelas, su régimen y gobierno,
provisión de maestras, &c., serán objeto de un decreto especial."
Título I, Capítulo III. De las escuelas de niñas, Real decreto de 4 de agosto de 1836
texto completo en aquí
"En las enseñanzas elemental y superior de las niñas se omitirán los estudios de que
tratan el párrafo sexo del artº 2º ["Breves nociones de Agricultura, Industria y
Comercio"] y los párrafos primero y tercero del artº 4º ["Principios de Geometría, de
Dibujo lineal y de Agrimensura" y "Nociones generales de Física y de Historia
Natural"], reemplazándose con:
"En todo pueblo de 500 almas habrá necesariamente una Escuela pública elemental de
niños, y otra, aunque sea incompleta, de niñas. Las incompletas de niños sólo se
consentirán en pueblos de menor vecindario" (artº 100)
"En los pueblos que lleguen a 2.000 almas habrá dos Escuelas completas de niños y
otras dos de niñas. En los que tengan 4.000 almas habrá tres; y así sucesivamente,
aumentándose una Escuela de cada sexo por cada 2.000 habitantes" (artº 101)
A los efectos de estos preceptos, se considera como "incompleta" (artº 3) la enseñanza que
abarque todas las materias expresadas en el artículo segundo (Doctrina cristiana, lectura,
escritura, grámática y ortografía, aritmética y sistema de medidas, así como breves nociones
de agricultura, industria y comercio).
"Habrá Escuelas públicas de instrucción primaria para niños como para niñas, en todos
los pueblos de la Monarquía que lleguen a 500 habitantes" (artº 1)
"En todas las escuelas de niños, cualquiera que sea su clase, la enseñanza comprenderá
precisamente: doctrina cristiana, lectura, escritura y principios de aritmética, sistema
legal de pesas y medidas, sencillas nociones de historia y de la geografía de España, de
gramática castellana y principios generales de educación y cortesía. En las Escuelas de
niñas se aprenderán además las labores más usuales." (artº 14)
"Para el examen de las aspirantes al título de Maestras, se nombrará además [de los
miembros de los Tribunales ordinarios de selección] una Maestra habilitada de la capital
o de la provincia, y una señora de la Junta de Escuelas o Asilo de niñas, donde lo
hubiere" (artº 34)
"El sueldo y sobresueldo, en su caso, de las Maestras, será proporcionalmente las dos
terceras partes del sueldo y sobresueldo asignado a los Maestros" (artº 42)
Desde luego, no fue el tratamiento de la educación femenina lo que levantó ampollas,
pareciendo conforme a la opinión generalizada del papel social de la mujer. El Decreto de 14-
10-1868 derogó la Ley Orovio sin siquiera sustituirla por otra, afirmando en su preámbulo
que "entre las leyes con que el poder derrocado por nuestra gloriosa Revolución limitó la
libertad de enseñar, ninguna ha producido en el país una impresión tan desoladora como la
promulgada en 2 de junio de este año". Las causas de su fulminante derogación fue haber
colocado la primera enseñanza bajo la tutela del clero.
Ya avanzada la segunda mitad del siglo XIX comienza a considerarse que, aunque la misión
de la mujer es cuidar de los hijos y el marido, la educación e instrucción puede prepararla
para cumplir mejor la tarea de formar nuevos ciudadanos y constituir un apoyo adecuado
para maridos modernos. Mientras en España en periódicos y revistas se polemiza sobre la
capacidad de las mujeres para adquirir conocimientos que puedan capacitarla para ejercer
una profesión y sobre la conveniencia o no de que los adquiera, llegan noticias de otros
países donde algunas mujeres comienzan a conseguir el grado de bachiller e, incluso,
acceden a la Universidad.
Así, por ejemplo, uno de los primeros y principales regeneracionistas, Macías Picavea,
respecto a la educación de la mujer, considera que está muy bien dotada para ejercer la
medicina y el comercio y también para desempeñar tareas docentes y educativas,
excluyendo de su competencia otras actividades públicas profesionales, según los criterios
más corrientes en su tiempo. De hecho en el siglo XIX no se discute la capacidad ni el papel
que puede desempeñar la mujer en el ámbito del Magisterio, como muestra la prolija
legislación que recoge la profesora Flecha García en el libro abajo reseñado. Incluso, en el
último tercio de la centuria las Escuelas Normales de Magisterio femenino se convierten en
un laboratorio donde ensayar otras carreras, como reconoce el ministro Alejandro Pidal y
Mon en un Decreto de 1884:
La primera noticia del interés de la mujer por los estudios superiores es del 2 de septiembre
de 1871, cuando Mª Elena Masseras consigue un permiso especial del Rey Amadeo de
Saboya para realizar estudios de segunda enseñanza y poder continuar en la Universidad
después. Mª Dolores Aleu Riera es la primera mujer que realiza el examen de grado para
obtener una Licenciatura, en Medicina, el 20-4-1882, seguida en el mismo año por Martina
Castells Ballespi y Mª Elena Masseras Ribera, todas por la Universidad de Barcelona. En 1886
obtiene la Licenciatura en dicha Universidad Dolores Llorent Casanovas (26-VI-86) y dos días
después la quinta mujer licenciada en Medicina, Mª Luisa Domingo García natural de
Palencia, la obtiene en la Universidad de Valladolid.
Es en 1888 cuando, tras la solicitud de tres mujeres, se permitió de nuevo a las mujeres
matricularse en la Universidad, en principio sólo para exámenes y posteriormente, a
instancia de Matilde Padrós en la enseñanza oficial. La presencia de mujeres en la
Universidad española durante el siglo XIX es, por tanto, prácticamente anecdótica y,
además, parte de las alumnas consignadas en ellas, no acabaron la carrera.
Notas:
(1) Las seis señoritas que terminaron carrera universitaria en la Universidad Central en el siglo XIX fueron:
Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales; Adoración Ruíz Tapiador y Pérez Agua (1889-1893). Tesis
doctoral sobre 'La teoría de los errores de observación'. Rosario Ibiurrun, licenciada en 1888. Facultad de
Filosofía y Letras: Matilde Padrós y Rubio (1887-1890), se doctora en 1893 con una tesis titulada 'El
testamento de Jacob'. María Amalia Vicenta Goyri (1892-1895); tesis doctoral sobre 'La difunta pleiteada en la
Literatura española'. Facultad de Medicina y Farmacia; Adoración García Aranda y Peces, licenciada en 1885.
Martina Castells y Ballespí, se licencia en Barcelona en 1882; en diciembre de dicho año lee en Madrid su tesis
doctoral titulada 'De la educación física, moral e intelectual de la mujer'. En: COLMENAR ORZAES, Carmen y
CARREÑO RIVERO, Miryam. "El acceso de la mujer a la enseñanza oficial en la Universidad Central durante el
siglo XIX español" [Higher Education and Social Historical Perspectives. 7th International Standing Conference
for the History of Education. Volume I. Salamanca, 1985]. [Volver al punto de lectura]
(2) Antonio Gil de Zárate, De la Instrucción Pública en España (1855), Edición facsímil, Pentalfa, Oviedo 1995;
tomo 1, págs. 85-86. [Volver al punto de lectura]
(3) "Labores propias de su sexo" es una expresión muy habitual en los textos educativos de la época. Para
conocer su alcance acudimos a un texto legal de 1825 que lo define al tratar de las Escuelas de Primeras Letras
de niñas: "En las Escuelas de primera clase, además de la enseñanza cristiana para los libros que van
señalados, la de leer por lo menos, en los catecismos, y escribir medianamente, se enseñarán las labores
propias del sexo; a saber: hacer calceta, cortar y coser las ropas comunes de uso, bordar y hacer
encajes u otras que suelen enseñarse a las niñas. En las de segunda, se suprimirán los encajes, y el bordado
en las tercera y cuarta." (artº 198 Real Decreto de 16 de febrero de 1825, aprobando y mandando poner en
ejecución el Plan adjunto y Reglamento de Escuelas de Primeras Letras)
(4) Esta línea ideológica ha llegado casi hasta nuestros días gracias al régimen del General Franco. Recordemos
lo que decía en 1960 una enciclopedia de estudio que, con el nombre de "Rosa-Hogar", suscribía Pla-Dalmau:
"...para capacitar a (la mujer) en su esencial misión de verdadero eje de la familia, interesa que las jóvenes
adquieran una instrucción general sólida y completa; ciertamente, la tarea de regir un hogar, de educar y
cuidar unos hijos, y de actuar en todos los aspectos de "ama de casa", requiere poseer amplios conocimientos;
y no podría realizarse a la perfección tan alto cometido, sin el denso bagaje instructivo que tal función requiere.
Todo ello unido, naturalmente, a las enseñanzas de otras disciplinas y que, juntamente con las religiosas, harán
de la mujer, en el seno de la familia, el admirable y eficiente 'ángel del hogar'. La finalidad de este libro, que va
destinado al último grado escolar femenino, es la de contener los conocimientos básicos que debe poseer toda
mujer con el fin de estar capacitada para cumplir sus altas misiones en el seno de la familia, en la sociedad y,
en general, en la vida; aspiramos también a que esta obra pueda ser guardada, al abandonar la muchacha la
Escuela, como uno de los queridos recuerdos de su vida escolar, e incluso que, en cualquier oportunidad o
momento de su vida, pueda ser útil para hallar en ella la aclaración o solución que pueda presentarse para la
consulta, en relación a temas familiares y, en general, del hogar." [Volver al punto de lectura]
(5) Esta discriminación salarial se suprimiría por Ley de 6 de julio de 1883, que equipara los sueldos de
Maestros y Maestras, modificando el artículo 194 de la Ley de Instrucción Pública de 1857 (Ley Moyano) [Volver
al punto de lectura]
(6) Este párrafo está justificado, en la misma Exposición de Motivos de Pidal y Mon, por una declaración que
sacada de su contexto temporal (1884) bien podría servir para justificar la moderna reforma de los estudios
universitarios cara al Espacio Europeo de Educación Superior:
Durante los 50 primeros años del siglo XX, el aspecto más destacable de la historia de la mujer
chilena corresponde a la llamada «emancipación femenina» entendida como el proceso -aún
inconcluso- del progresivo ingreso de la mujer al mundo del trabajo, de la cultura y a una
participación cada vez más activa en política. Y la superación de su rol tradicional en el hogar.
A principios del siglo XX la mujer estaba relegada a un discreto segundo plano. Cuando contraía
matrimonio, quedaba bajo la potestad del marido y si trabajaba no tenía derecho a disponer de su
salario.
SABER ES PODER
Con algunas excepciones en el siglo XIX, en 1913 aparecen en Chile los primeros movimientos
femeninos organizados: clubes y asociaciones de mujeres que buscaron mejorar la situación de la
mujer y democratizar la sociedad. Una de las principales razones que explican este «despertar»
sería la toma de conciencia, por parte de un número creciente de mujeres, de las limitaciones
impuestas a su educación, por lo menos entre los estratos medios. Aunque el 6 de febrero de
1877 se dictó el famoso Decreto Amunátegui (firmado por el entonces Ministro de Instrucción
Pública, Miguel Luis Amunátegui, bajo la presidencia de Anibal Pinto), que otorgó a la mujer el
derecho a ingresar a la Universidad, en la práctica la educación continuó, por una cuestión de
hábitos y costumbres, reservada a los varones. Sólo entre las clases acomodadas la mujer podía
tomar lecciones de música, leer a los poetas greco latinos y alguna novela francesa de carácter
romántico y educativo. Para su formación normal debía aprender «labores de mano y los buenos
modales de una dama», como preparación para el matrimonio. También, y como parte de la
formación religiosa, debía conocer el Catecismo y las vidas ejemplares de los santos. La mujer de
escasos recursos no tenía otro acceso a la cultura que la vía oral, ni más conocimientos que la
sabiduría popular. Aunque Chile aparece como pionero en cuanto a la formación de mujeres
profesionales -en 1887 se titularon de médicos Eloísa Díaz Insunza y Ernestina Pérez Barahona,
las primeras de Chile e Hispanoamérica-, la verdad es que éstas no eran bien miradas y se ejercía
una evidente presión psicológica sobre ellas. Escribir o traducir un libro en esos años era
inadmisible para una mujer. En efecto se las sancionaba por el simple acto de leer o estudiar.
BELEN DE ZARRAGA
Pero quizás no hubieran prosperado estos Centros Femeninos en el Norte sin el aliento de la
española Belén de Zárraga. Fogosa oradora feminista, anarquista, libre pensadora y anticlerical,
quien visitó Chile en 1913, ofreciendo conferencias en Santiago, Valparaíso, Antofagasta e
Iquique. Para graficar sus puntos de vista, en una de sus charlas Zárraga señaló que «en un
concilio del siglo VI se sometió a discusión si la mujer tenía alma. Y sólo por dos votos a favor
quedó resuelta esta duda». El primer directorio del «Centro Femenino Belén de Zárraga» de
Iquique, lo conformaron: Teresa Flores, Juana A. de Guzmán, Nieves P. de Alcalde, Luisa de
Zavala, María Castro, Pabla R. de Aceituno, Ilia Gaete, Adela de Lafferte, Margarita Zamora,
Rosario B. de Barnes y Rebeca Barnes. La labor de estos Centros Femeninos, se desarrolló entre
los años 1913 y 1915, decayendo después, junto con la explotación salitrera. Hacia 1921 se
fundaron en Iquique la «Federación Unión Obrera Femenina» y el «Consejo Federal Femenino»,
anarco sindicalista la primera y socialista el segundo. En lo sucesivo, se originan en Santiago las
principales iniciativas en favor de la mujer.
LA ESCLAVITUD DE LA MUJER
Participa del Club de Señoras Martina Barros —una de las primeras intelectuales chilenas— quién
traduce, con el título de «La Esclavitud de La Mujer», «The Subjection of Women», del filósofo
inglés John Stuart Mill. En sus memoria M. Barros apunta: «Mis compañeras me miraban con
frialdad... y las señoras con la desconfianza con que se mira a una niña peligrosa». No sólo los
hombres rechazaban la «emancipación de la mujer». La mayoría de las mujeres pensaba de igual
manera, de acuerdo con la mentalidad de la época. En principio el Club de Señoras buscaba
exclusivamente progresos culturales para la aristocracia, sin embargo hacen suyos ideales
democráticos y por su influencia, en 1917, la fracción más joven del Partido Conservador presenta
al Congreso el primer proyecto de ley para dar derechos de ciudadanía a las mujeres.
CIRCULO DE LECTURA
Ese mismo año, pero entre las mujeres laicas de las capas medias, con inspiración en los
«Readings Clubs» de Estados Unidos, se forma el Círculo de Lectura. En su fundación y directiva
aparece Amanda Labarca, gran escritora y educadora. Militante Radical. Labarca, quién dirige el
periódico del Círculo, «Acción Femenina», fue la primera latinoamericana en ejercer una cátedra
universitaria e impulsará, en 1932, la creación del Liceo Experimental Manuel de Salas. Se la
considera una gran precursora del movimiento femenino en Chile.
EL MENCH
De gran trascendencia en la historia de la luchas femeninas en Chile, el 11 de mayo de 1935 se
crea el Movimiento Pro Emancipación de la Mujer Chilena, MEMCH, con presencia lo largo de todo
el país. En 1940 contaba 42 comités locales de Arica a Valdivia. A través del periódico «La Mujer
Nueva» y en múltiples reuniones públicas el MEMCH se pronuncia por la protección de la madre y
defensa de la niñez; por que la mujer pueda ocupar cualquier cargo rentado e igualar los salarios
con el hombre. La sociedad chilena todavía mantenía la opinión de que el trabajo remunerado en
la mujer era accidental, semiclandestino y generalmente se aceptaba para que «ella pudiera
ayudarse en sus gastos». El MEMCH aboga también por la defensa del régimen democrático y por
la paz. Asimismo propiciaron la «emancipación biológica», es decir, contra la maternidad obligada,
proponiendo la divulgación estatal de métodos anticonceptivos. Plantean los temas del aborto
clandestino, de la prostitución, de la madre soltera, el divorcio legal, etc. La prensa tradicional
llama a «no dejarse sorprender: se trata de comunistas que están contra la familia, la moral y la
naturaleza y que persiguen objetivos disparatados y absurdos».
En 1938 llega a la presidencia de la República Pedro Aguirre Cerda, gran defensor de los derechos
femeninos.
Pese a la crisis al interior del movimiento, en 1948 se realiza una Asamblea Nacional de dirigentes
de las diversas organizaciones femeninas, de la que surge el Comando Unido Nacional Pro-Voto
Femenino, que realiza foros y propaganda. El 15 de diciembre de 1948 la Cámara de Diputados
despacha el proyecto para su último trámite en el Senado. Las mujeres asistentes, en tribunas y
galerías, aplauden y entonan de pie la Canción Nacional.
El 21 de diciembre el Senado acoge el proyecto con todas las modificaciones hechas por la
Cámara. Por fin el 8 de enero de 1949 el Presidente Gabriel González Videla estampó su firma en
el texto que concedía la plenitud de derechos políticos a la mujer. Con este motivo se realizó una
gala en el Teatro Municipal, con la participación del Presidente González Videla, de su esposa Rosa
Markmann, ministros, parlamentarios, dirigentes de la FECHIF y gran cantidad de público. Flor
Heredia, Elena Caffarena y otras destacadas dirigentes son excluidas. Culminaban así 50 años de
luchas femeninas.
En 1950 la radical Inés Enríquez es elegida diputada por Concepción, convirtiéndose así en la
primera parlamentaria chilena. Y dos años después, en 1952, las mujeres participan por primera
vez en la historia de Chile en una elección presidencial.