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Centro de Desarrollo Personal Lucy Serrano

Todos los Derechos Reservados © 2012

El Precio del Amor, Lucy Serrano Página 1


Copia autorizada a: María Luz García, mlg.2007@yahoo.com.mx (México, D.F.)
Introducción………………………………………………………………………… 4

I. ¿Qué es una mujer? Programaciones socioculturales………………….…. 7

II. Diferentes tipos de mujeres y sus maneras de relacionarse en pareja..… 17

 La abnegada.

 La pseudofeminista.

 La salvadora de hombres.

 La princesita soñadora.

 La chica moderna comunicativa.

 La autosuficiente decepcionada.

 La tímida, acomplejada, solterona.

 La vanidosa, caprichosa, manipuladora.

III. El mito de la comunicación….…………………………………………… 48

 Cómo no caer en la trampa.

 Diferencias básicas entre hombres y mujeres que dificultan la

comunicación.

 El papel de la autoestima en la comunicación.

 Métodos equivocados de reacción ante comentarios negativos.

 Técnicas para romper con los hábitos de comunicación ineficaces.

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IV. Círculo de cambios………………………………………………………… 81

 Equilibrio en las diferentes áreas de vida.

 Descripción de las diferentes áreas de vida.

 ¿Cómo afecta al hombre que la mujer decida cambiar?

 Recuperarse a sí misma antes de intentar recuperar a la pareja.

 Ejercicios de recuperación de sí misma.

 Si me doy cuenta de que la relación no funciona, ¿qué hacer?

 Manejo de la separación o el divorcio. ¿Podré rehacer mi vida?

 Cuestionario sobre la preparación para la separación o el divorcio.

 ¿Cómo afectará a mis hijos esta decisión?

 Matrimonios atorados.

V. Consejos para las solteras o las que van por la segunda vuelta y desean una

buena relación de pareja y consigo mismas……..……………..………………. 108

 Errores que hay que evitar.

 Qué aprendí de mis parejas anteriores y de mi forma de relacionarme.

 Cuestionario para evaluar posibles parejas.

 La mujer madura y equilibrada. ¿Cómo es y cómo se relaciona?

 Cómo crecer interiormente y aprovechar las épocas en que estamos

solas.

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¿Por qué estoy escribiendo este libro? En la actualidad hay libros en los que se habla
mucho de los conflictos de pareja: infidelidad, misoginia, problemas psicológicos
masculinos y femeninos, conflictos con los hijos y tantos otros.

Muchos de estos libros son excelentes y no cabe duda de la gran ayuda y orientación
que han proporcionado al público interesado. Sin embargo, la gran mayoría son
traducciones de autores extranjeros que no están familiarizados con nuestra
idiosincrasia. Los seres humanos, aunque básicamente compartimos muchas
características, tenemos nuestras particularidades culturales y regionales, por lo que
consideré interesante y necesario hacer mi aportación, basada en un análisis y enfoque
apropiados a nuestra forma de pensar y de vivir, apegados a nuestra realidad.

Aunque aquí hablaré principalmente de las diversas maneras en que las mujeres (a
quienes dedico mis palabras con cariño, respeto y admiración) nos relacionamos con
nuestra pareja, invitó también a los caballeros (quienes representan un rol tan
importante en nuestras vidas) a leerlo. Creo sinceramente que los cambios que propongo
les serán igualmente beneficiosos, pues en su mayoría, ellos, como nosotras, desean una
relación de pareja que los complemente y enriquezca; desean compartir su proyecto de
vida con alguien a quien amen y con quien se lleven bien; desean traer al mundo hijos
que no necesariamente imiten su conducta negativa y repitan lo que vieron en sus casas,
sino que formen parte de una sociedad de individuos más sanos, equilibrados y felices.

Piensen, mis queridos lectores varones, en las mujeres de su vida (madre, hermanas,
hijas, amigas, novias, amantes, esposas); intenten comprenderlas mejor y darse cuenta
de que nosotras deseamos lo mismo: comprenderlos a ustedes. Sólo así evitaremos los
inmensos sufrimientos generados cuando una pareja tiene conflictos que repercuten no
sólo en ellos, sino también en sus hijos; sólo así podremos formar una sociedad de
individuos más sanos, equilibrados y felices.

Muchísimas personas, actuando por sí solas o como parte de una agrupación


(incluyendo instituciones religiosas diversas) tienen interés en ayudar a la sociedad a
través de la familia integrada y dirigen sus esfuerzos (sin duda bien intencionados) a
resaltar cuán importante es para el desarrollo de los hijos crecer dentro de una familia
sana. Es innegable que lo ideal es un ambiente de respeto, de comprensión,
comunicación, con buenos ejemplos, con madurez, confianza, amor y que todos salimos
perjudicados y sufrimos intensamente cuando hay conflictos, soledad y desamor. Si
utilizamos únicamente técnicas para describir cómo debe ser una pareja o una familia

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ideal y, voluntaria o involuntariamente, hacemos sentir culpable a quien no la tiene, sólo
conseguiremos bloquear el camino hacia la solución práctica y realista de sus
problemas.

He escuchado que la base de la sociedad es la familia; mucha gente preparada sostiene


que es la pareja, de la cual se deriva la familia. Yo deseo enriquecer este concepto
insistiendo en que para lograr una pareja bien integrada y una familia estable, la base es
el individuo. Debemos empezar por el principio, por la raíz; es materialmente imposible
constituir una buena pareja y, por ende, una buena familia, si quienes la integran llevan
a su unión los traumas no resueltos del pasado, sus miedos, angustias, complejos, falsas
expectativas y pocas habilidades para relacionarse con otros seres humanos. Si logramos
que los individuos se superen, se entiendan mejor a sí mismos y hagan un esfuerzo
consciente para modificar conductas y actitudes que les han perjudicado, se alcanzará la
meta común de una sociedad más equilibrada, sin tantos problemas que a todos, de
manera directa o indirecta, nos afectan.

No propongo una cura mágica a todos los males de la humanidad; deseo tan sólo hacer
una aportación personal, basada en mi experiencia con la gente que me ha honrado con
su confianza a través de las terapias y los programas de radio o televisión, y que tanto
me han enseñado sobre la conducta y los sentimientos humanos.

Es posible que no todos los lectores estén de acuerdo con mis conceptos (acepto y
respeto la divergencia de opiniones). Sin embargo, yo les pido que traten de interpretar
mis ideas con amplio criterio y mente abierta, sin hacer juicios basados en la
intolerancia y sin saltar a conclusiones prematuras antes de haber terminado el texto.
Gracias por su comprensión y paciencia.

En la primera parte de esta obra consideré necesario hablar de las formas inadecuadas
de relacionarse. En ella analizo conductas inapropiadas masculinas y femeninas, la
forma en que se generan, qué papel jugamos al formar parte de una relación conflictiva,
cómo nos enganchamos, a veces de manera inconsciente e involuntaria, en interacciones
destructivas. Sólo al reconocer en nosotros mismos que no somos víctimas indefensas,
sino protagonistas activos en dichas relaciones, tendremos acceso a las alternativas de
mejorarlas, de manejarlas de otra manera, de salir de ellas antes de que nos hagan más
daño, de crecer y aprender de la experiencia en lugar de amargarnos y deprimirnos, de
permitirnos buscar una relación más positiva y compatible. No se trata de mala suerte,
no es que nos toquen personas que no nos comprenden, no es que los otros sean los
“malos” y nosotros los “buenos”. Mediante una profunda autorreflexión, generalmente
dolorosa, podemos dejar el pasado una vez que lo entendemos y dedicar nuestro
esfuerzo y energía a cambiar nuestros propios patrones de conducta y no los del otro.

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Esta obra no logrará su propósito sin la colaboración y participación activa del lector. Es
sumamente importante que lleves a cabo los ejercicios que aquí se sugieren y los
complementes con un autoanálisis realista y tus observaciones de cómo nuestra
conducta y actitudes impactan a los demás.

Con cariño

Lucy Serrano

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CAPÍTULO 1

Programaciones Socio-culturales
¿Qué mujer no desea ser feliz y sentirse realizada en todos los aspectos de su vida; tener
un trabajo o profesión bien remunerado y con satisfacción laboral; una pareja que la
amé, valore, comprenda y respete; ser madre; estar sana; tener una apariencia física
agradable; una situación económica estable; verse libre de frustraciones, resentimientos,
depresiones o miedos; sentirse útil, apreciada, valiosa y llena de entusiasmo para vivir
plenamente?

Parece un sueño imposible, ¿verdad? Aparentemente unas cuantas afortunadas lo tienen


todo. A otras les va bien en sólo un aspecto (el trabajo, por ejemplo), mientras otro (su
vida emotiva) es un desastre; si no tienen pareja, se sienten muy solas; si la tienen, les
causa conflicto o no las satisface plenamente; su salud anda pésima; viven en un estrés
continuo o sufren internamente de frustración por no haber tenido un hijo. A un tercer
grupo parece irle mal en todo y se sumen en un profundo pozo de desesperación,
creyendo que su vida no tiene sentido, que las mujeres nacimos para sufrir, que las
circunstancias y las personas son injustas y que las cosas nunca van a cambiar.

¡Cuántas jovencitas que alguna vez estuvieron llenas de entusiasmo e ilusiones ahora se
encuentran insatisfechas o profundamente amargadas y frustradas! ¿Qué pasó?, ¿acaso
se soportaron mal?, ¿no tuvieron la suficiente inteligencia para manejar las situaciones y
los conflictos?, ¿son ellas las culpables de su desdicha por algún defecto o error?, ¿será
cierto que vivimos en una sociedad donde no se permite a las mujeres superarse, opinar
y ser ellas mismas?

Todos estos cuestionamientos y muchos más han pasado por mi mente desde mi
adolescencia. Crecí en una familia con ideas estrictas y convencionales, con parámetros
religiosos inflexibles y con una poderosa influencia social respecto de cuáles eran los
papeles del hombre y de la mujer, como si cada uno estuviera obligado a interpretar un
rol en un libreto predeterminado de una obra de teatro. Sin embargo, dentro de mí se
anidaba una gran tristeza y un creciente coraje al ver que muchas mujeres (mi propia
madre, mi abuela, mis tías, primas y amigas), pese a seguir las normas de conducta
apropiadas, no eran felices ni realizaron nunca sus aspiraciones. Siempre estaban
presionadas por cumplir con lo que se suponía era su deber. Si se atrevían a protestar, de
inmediato se les calificaba de egoístas, se les hacía sentir culpables y se les obligaba a

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claudicar y conformarse con lo que la sociedad esperaba de ellas. Yo me preguntaba:
¿sería esto responsabilidad de los hombres que no las comprendían o las maltrataban?,
¿o era el origen del problema la sociedad misma que se negaba a evolucionar? Mis
constantes cuestionamientos me llevaron a estudiar cada vez más a fondo esta
problemática.

Enseguida presentó un breve ejemplo de los roles tradicionales que tanto el hombre
como la mujer debía cumplir hasta hace no muchos años atrás:

La mujer

 Ser virgen
 No trabajar ya casada
 Obedecer y atender al marido
 Dedicarse por completo a los hijos
 Ser dulce y abnegada
 No intentar sobresalir o desarrollarse
 Aguantar porque es “su cruz”

El hombre

 Mandar en el hogar
 Ser fuerte y rudo
 Salir a trabajar
 No encargarse de las tareas domésticas
 Tener libertad sexual

Las únicas opciones de las mujeres eran:

 Casarse. Considerada la mejor y la única forma válida de hacer el amor, de


tener hijos, conseguir quien las mantuviera y convertirse en mujeres respetables.
A veces ni siquiera podían escoger con quién, pues sus padres les imponían al
marido.

 Quedar solteronas. Considerado como un verdadero fracaso porque nadie se


había fijado en ellas (generalmente causaban lástima).

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 Hacerse monjas. Algunas lo hacían por verdadera vocación religiosa; otras por
esconder un pecado (como un embarazo), una decepción amorosa (el novio se
había casado con otra), o como castigo por desobedecer a sus padres (para
alejarlas de un pretendiente que no les convenía).

 Convertirse en prostitutas o amantes (la casa chica). Algunas lo hacían


después de haber sido violadas o abandonadas por el novio habiéndose
entregado a él (pensaban que ya no valían nada por no ser vírgenes); otras lo
hacían por hambre, por ignorancia o por decepción.

 Vivir en unión libre…

Podríamos pensar: “todo esto es cosa del siglo pasado”, pero sabiendo cómo fueron
educadas nuestras abuelas y bisabuelas, nos será más fácil comprender que quizá nos
quede algo de ello, aunque confuso y mezclado con las ideas modernas sobre cuál es
nuestro papel en la vida. Y esta confusión nos descontrola.

Hemos progresado mucho: ahora hay tantas mujeres que estudian, trabajan, escriben,
actúan, se desarrollan en las artes. Pero en el terreno sentimental, definitivamente nos
queda mucho camino por recorrer. Con frecuencia nos topamos con mujeres valiosas
que se sienten destruidas, solas o incompletas por una decepción amorosa o un fracaso
con su pareja. Aún con los logros profesionales, parece existir un enorme vacío difícil
de llenar. Pocas logran encontrar la pareja adecuada (resulta utópico pensar en la ideal)
y combinar su vida de esposa y madre con la realización de sus metas personales.

En mi búsqueda por saber quién era yo como mujer individual, me vi en la necesidad de


analizar, en primer lugar, qué es una mujer de manera global. Me percaté entonces de
que la mayoría de los conceptos sobre la mujer y cómo debe comportarse, no son
realmente nuestros, nos fueron impuestos por las ideas de nuestros padres, nuestros
abuelos y transmitidos de generación en generación, así como por las ideas religiosas,
sociales y culturales de nuestro país y nuestra época.

A través del tiempo se ha comprobado que muchos de estos conceptos no funcionan


porque no han logrado los resultados esperados. Mencioné en la introducción que hay
muy pocas mujeres realmente felices y satisfechas con su vida y que una inmensa
mayoría se encuentra en un rango que va desde una ligera insatisfacción hasta el daño
psicológico profundo, que sufren abusos, humillaciones o adoptan conductas
destructivas para sí mismas y para quienes las rodean.

Un ejemplo común, desafortunadamente aún prevaleciente en nuestros países, es el caso


de la abnegación y el machismo, fuente de innumerables hogares disfuncionales:

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hombres que representan el papel de villanos; mujercitas sufridas que se sacrificaron por
completo por servir a su familia, por dar gusto y obedecer a su pareja y que lo único que
lograron fue convertir en un verdadero infierno su propia vida y la de sus hijos. Estas
mujeres suelen acabar solas, traicionadas o abandonadas, en una lastimosa situación
económica, con la salud y los nervios destrozados, con la autoestima por los suelos, con
los hijos traumados y con serios problemas escolares y de conducta. Uno se pregunta:
¿cómo pudo pasar esto después de tanta abnegación y sacrificios?

Estoy convencida de que la razón es la enorme ignorancia con que nos educan respecto
a la realidad de la vida, de nuestro papel como mujeres y de la psicología masculina. Por
lo general, los varones, debido también en gran parte a una educación errónea, piensan,
actúan, reaccionan e interpretan las cosas y las palabras en forma totalmente diferente
de las mujeres.

Retomo el argumento de que nuestra manera de pensar está condicionada por el país y
por la época en que nos tocó vivir. Digamos que una chica nace en un país musulmán
donde las costumbres sociales y religiosas le indican que debe usar una vestimenta que
la cubra totalmente; si llegara a mostrar simplemente su cabello, sería considerada una
libertina, ya que está provocando sexualmente a los hombres. Por otra parte, en los
países de cultura diferente, las mujeres muestran su cabello sin la menor insinuación de
que estén haciendo algo incorrecto. Si a una joven le toca nacer en una remota y
primitiva tribu africana, donde se acostumbra llevar sólo un taparrabos y mostrar los
senos al aire (como lo han hecho las de su aldea por generaciones), su conducta
obviamente no será motivo de escándalo ni reprobación por parte de los varones o de
sus congéneres. Sin embargo, si en nuestros países se nos ocurre salir a la calle con el
torso desnudo, causaríamos tal alboroto que podríamos ser arrestadas por faltas a la
moral y provocaríamos múltiples críticas a nuestro pudor y a nuestras facultades
mentales.

¿Acaso es más decente la mujer musulmana por estar totalmente cubierta?, ¿es la
africana una promiscua degenerada por deambular semidesnuda? Siendo todo cuestión
de costumbres, es muy difícil asignar de antemano un valor moral a las normas de
conducta generalmente aceptadas y basar en ello nuestra decencia como mujeres.

Hago estos sencillos comentarios para empezar a cuestionar, con amplio criterio, todas
las ideas que nos metieron en la cabeza y que en este libro llamaré “vocecitas del
pasado”. Así lograremos tener en claro cuáles ideas realmente son nuestras y cuáles nos
programaron como computadoras.

Veamos algunos ejemplos. Sin ir muy lejos, a principios del siglo XX era poco usual
que las mujeres desearan (o más bien, que les permitieran) estudiar una carrera

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profesional. Imaginemos a nuestra valiente abuela o bisabuela, en especial en los países
latinos, que se atrevió a ser la primera mujer en pisar una universidad pretendiendo
cursar una carrera considerada apta sólo para hombres; digamos medicina. La chica
seguramente provocó un gran escándalo, fue sometida a enormes presiones; es muy
posible que sus profesores hayan intentado reprobarla o ridiculizarla; que sus
compañeros, con sus burlas, la hayan hecho sentir una intrusa en el grupo; que de sus
padres sólo haya recibido incomprensión y falta de apoyo; quizá el novio la chantajeó
con la amenaza de terminar la relación si no dejaba esas ideas ridículas.

¡Qué diferencia con la época actual en la que lo más natural es que las chicas estudien
una carrera sin que nadie las someta a tantos obstáculos y humillaciones! Pero, claro,
ello se logró gracias a las primeras valientes mujeres que se atrevieron a cuestionar las
reglas establecidas y que se negaron a claudicar ante las presiones y las dificultades,
demostrando que no hay nada malo, anormal, inmoral o inadecuado en que una mujer
desee ser una profesional.

Un tercer ejemplo es la educación sexual, incluyendo el un tan discutido control de la


natalidad. No podemos concluir que la información apropiada y verídica haya
provocado la promiscuidad y la falta de valores. Desde el principio de los tiempos han
existido casos de conductas sexuales muy distintas, desde las orgías romanas hasta el
puritanismo victoriano. El propio Jesucristo defendió a la mujer adúltera a punto de ser
apedreada diciendo: “El que esté libre de pecado, que lance la primera piedra”.

Es sin duda positivo que las ideas estén evolucionando. Era triste ver a niñas
asustadísimas con su primera menstruación porque no sabían nada acerca del
funcionamiento de su cuerpo; a mujeres que, por creer que era mandato divino, tenían
diez o doce hijos, pese a su precaria situación económica que les impedía
proporcionarles los cuidados indispensables; a jóvenes que recurrían a abortos
clandestinos y ponían en peligro su vida para ocultar que ya no eran vírgenes y evitar
acarrear la vergüenza de ser madres solteras. ¡Cuántos prejuicios, cuántas falsedades,
cuánta incomprensión!

No propongo (nada más lejos de mi intención) una lucha entre una ideología rígida y
prejuiciada y un liberalismo inmoral y sin valores. Lo importante es reordenar nuestras
ideas para llegar a un justo equilibrio; empezar el lento y a veces doloroso proceso de
conocernos mejor a nosotras mismas; sacudirnos la ignorancia y los prejuicios y,
además, entender mejor a los hombres.

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Ejercicios
1. Haz entrevistas a varias mujeres de tu familia (tu madre, abuela, hermanas, tías)
y también a amigas y conocidas. Pregúntales cuál es su concepto de qué es una
mujer y cómo debería comportarse.

2. También entre tus familiares y amigos, entrevista a varios hombres de diferentes


edades, estado civil y condición sociocultural. Hazles la misma pregunta y verás
que no todos ellos piensan igual.

3. Escribe tus conceptos acerca de qué es una mujer y compáralos con los de otras
personas. Así podrás diferenciar las voces del pasado de tus propias ideas.

4. Reflexiona sobre cómo educar a tus hijas, ¿harías cambios en la forma en que te
educaron a ti?

A manera de ilustración, he querido transcribir aquí algunas de estas descripciones,


hechas por las alumnas de mis cursos de superación en la Ciudad de México.

Mujer, ¿qué es una mujer? Para mí es: un ser humano que merece respeto, con
las mismas necesidades, deseos, gustos, etc., que el hombre, con derechos a
iguales oportunidades y a un lugar muy especial, ya que la mujer es la
preservadora de la vida. De chica, en casa, se me inculcó que la mujer debe ser
abnegada, me repetían constantemente esa palabra, que una nació para servir
al hombre, que debe una “comprenderlo”, “apoyarlo” y aguantarle todo. Una
“buena esposa” soporta todo por los hijos, no tiene opiniones propias y debe
pedir autorización a su esposo para todo, aun para algo relacionado con su
propio cuerpo. Sin embargo, con el paso del tiempo, con las experiencias
positivas y negativas que he vivido y los conceptos modernos sobre cómo debe
de ser una mujer, mis ideas y actitudes han cambiado. Ahora lucho por que mi
pareja me respete y podamos llevar una relación sana y satisfactoria para
ambos; me sigue costando mucho trabajo, pero con constancia, determinación,
valentía y seguridad en mis convicciones, sé que voy a salir adelante en mi vida
y con mi pareja.

Ana Rosa ortega Montes de Oca

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La mujer es el origen. Es el pilar de un hogar. Si ella está mal, todo su hogar lo
estará porque en sus manos está el futuro de sus hijos, la felicidad de ellos.

La mujer debe ser independiente, positiva, fuerte. Ella es capaz de eso y más.
Ella da la vida, da ternura y atención. Ella es sensible y generosa. El dolor de
ser madre le ha enseñado a ser comprensiva y a vencer cualquier obstáculo por
el ser que ha engendrado. Es triste ver que tanta valía y tanto poder se vean
pisoteados y humillados. La mujer debe quererse no más ni menos de lo que
quiere a los demás. Debe ser generosa consigo misma y perdonarse tanto como
perdona. Ella merece tanto amor y respeto como da.

Laura Aguilar Fernández

Una mujer es un ser humano a quien se clasifica con el sexo femenino y no tiene
el más mínimo derecho de disfrutar la vida, pasa todas sus etapas reprimida
socialmente por el hombre clasificado con el sexo masculino (o macho). La
mujer no tiene derecho a la igualdad con el hombre; se le considera incapaz
para realizar muchos trabajos, excepto las labores domésticas y la máxima
atención y servicio al hombre. Cuando llega a la adolescencia se le “prepara”
para que piense en unir su vida con el hombre, inmediatamente haga funcionar
sus órganos reproductores, sea madre y se dedique en cuerpo y alma a los
niños, al hombre y, en general, a servir a su nueva familia. A olvidarse de que
su ser existe. A la mujer debería enseñársele sus valores y derechos, la igualdad
con el hombre; enseñarle a disfrutar y saber vivir sus etapas; a vivir a la par
con la persona elegida y formar una familia feliz. Porque la mujer es la base de
la familia. En mi vida hice lo contrario de lo que mi mamá hizo, su sistema no
funcionó y yo no quería sufrir como ella, así es que lo modifiqué y llevé a cabo
el mío propio; no sé si es bueno o malo, a veces me funciona y a veces no, pero
hago lo que siento. Mi sistema es la igualdad.

Blanca Meyer Avilez

La mujer es el ser complementario para formar una pareja al lado de un


hombre.

Es quien fue elegida para tener el privilegio de ayudar a Dios en el prodigio de


llevar una vida dentro de su cuerpo teniendo en todo momento bajo su cuidado
su desarrollo y feliz término. Por si esto fuera poco, es el eje de su núcleo

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familiar, guía para sus hijos y especialmente ejemplo para sus hijas. Por todos
estos motivos, ella debe aprender a hacerse valer así misma y a sus
pensamientos. Está dotada con cualidades que ella puede desarrollar tanto
como se lo permitan su deseo y su determinación. Actualmente ya no es válido
esperar pasivamente a que las cosas marchen a su alrededor como sea, ella
tiene recursos con los que antes no se contaba para, si así lo desea, mejorar o
cambiar lo que se requiera, utilizando todo lo que esté a su alcance para su bien
y el de sus seres queridos. La mujer tiene una capacidad inmensa de dar amor y
ternura; también desea ser querida y respetada por todos, pero en mayor
medida por la persona que eligió como compañero de su vida, pues éste a muy
corto plazo (en algunas ocasiones) olvida lo que juró ante un altar. Nota:
Admito que para escribir esto me tuve que “exprimir” la cabeza, pues mi idea
de lo que era una mujer era sinónimo de debilidad y con muy poco o casi nada
de valor como persona.

Martha I. Villalobos

Las mujeres somos la vida misma, ya que algunas tienen la capacidad de darla y
otras el poder de encaminarla, para poder dar a la sociedad mujeres y hombres
útiles a la misma. Somos seres profundamente sensibles, capaces de
estremecernos con un simple roce del ser querido; pero con el suficiente valor
de entregar cuerpo y alma por los hijos y el hombre que esté a nuestro lado.
Con la fuerza de una leona sabemos defender lo nuestro; estamos
acostumbradas a dar tanto a cambio de migajas, pero somos tontas sólo por
costumbre, no por condición. Durante siglos han querido apagar nuestra fuerza
y relegarnos como criadas y objetos sexuales, poniéndonos a la sombra de los
hombres, cuando poseemos la suficiente luz como para alumbrar nuestro
mundo, un mundo de creatividad, de trabajo constante por la superación de
nosotras y de nuestros hijos, de sensibilidad, amor y esperanzas. Tenemos lo
suficiente para romper las cadenas que durante siglos hemos cargado, para
luchar por nuestra dignificación y por ser tomadas en cuenta y ser respetadas
como mujeres y seres humanos útiles a este mundo, nuestro mundo, el cual no es
exclusivo de los hombres.

Gabriela Jiménez Vera

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La idea que me inculcaron de cómo debería ser la mujer es la siguiente: su meta
era casarse, cuidarse de no perder su virginidad, aprender las labores de su
casa, ser abnegada, fiel, tener los hijos que Dios le diera, cuidarlos, obedecer a
su esposo, respetarlo, atenderlo, ser de su propiedad, ir al matrimonio sin
experiencia ni conocimientos sexuales; todo era prohibido, eso sí, después de
firmar el papel todo se valía, se esperaba que, por arte de magia, fuera experta
en el sexo, para halagar a su esposo y retenerlo. Pienso que estas ideas sólo han
provocado infidelidad, frustración y sentimientos de culpa en la mujer, por no
saber cómo manejar la situación y querer seguir ese patrón que la sociedad
imponía. Si se tuvieran conocimientos de los hombres: qué los hace reaccionar,
comportarse como lo hacen, las tradiciones y patrones que también vienen
arrastrando, nos evitaríamos muchos problemas y sabríamos mejor cómo llevar
la relación.

María de Lourdes Tamayo

La mujer es el ser en el cual se funda todo lo que es la sociedad, pues es quien


se encarga de dar vida y sustento a la familia; es la fortaleza de sus hijos y su
pareja. Es quien representa y posee las cualidades emocionales y espirituales. Y
a la vez necesita ser inteligente en muchos aspectos. La mujer, para lograr sus
objetivos y cumplir con su papel en la vida, debe ser auténtica, congruente con
sus ideas, asertiva. Al ser ella misma no permitirá que interfieran en sus
decisiones. Es muy importante que sepa darse su lugar, valorarse, quererse. Sé
que para muchas mujeres la entrega total es algo que no debe ser llevado a la
práctica, pues se malinterpretan muchas cosas, dejando de lado lo más
importante: una misma. La mujer debe buscar la armonía de su ser, su paz
espiritual, su desarrollo y superación. Ser activa y emprendedora, entusiasta. El
cuidado personal en todos los sentidos traerá frutos positivos a su experiencia
diaria; el colocarse en lugar primordial y saber exigir que su pareja le otorgue
este lugar es una tarea hasta cierto punto difícil, pero que con el tiempo llega a
ser tan natural que no necesitará hacer nada especial para obtenerlo, pues su
propia actitud acarrea las respuestas, el respeto que las demás puedan sentir
por ella. Las mujeres llevamos la carga más pesada de la vida y por lo mismo
hay que saber cómo facilitarnos esta área. Las emociones son más intensas en
la mujer y pienso que a ella corresponde saber dominarlas, encauzarlas
constructivamente. No es fácil, pero cuando empieza a intentarlo ya lleva una
gran ganancia. También debe saber cómo sienten los demás y comprender, sin
sentir lástima, sino ayudando a que las personas que la rodean puedan ser

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conscientes de lo que las atormenta y permitiéndose sentir, responsabilizarse de
sus propias acciones.

María Esther González Bárcenas

Una mujer es un ser humano al que el hombre maneja a su antojo. De una


manera o de otra, las mujeres siempre tienen más responsabilidades que los
hombres, aunque éstos las llamen el sexo débil. Tiene responsabilidades en el
hogar, con los hijos, en el trabajo. Siempre la están limitando en los logros que
desea tener; en realidad todo le resulta más difícil que al hombre: si quiere
trabajar tiene que resolver primero qué va a hacer con sus hijos y con su casa,
si quiere estudiar peor aún pues no tendría algo de dinero. Desde niña se le
limita para muchas cosas: para ir a un simple paseo, para seguir estudiando. Es
como si nos marcaran lo que podemos y no podemos hacer, cuándo podemos
hablar y cuándo no. Nos dicen cómo debemos comportarnos aunque nuestros
padres hagan lo contrario, creándonos confusión, inseguridad y miedo. En la
adolescencia, el novio también nos controla de una manera o de otra aunque
aquí todo es disfrazado pues no se portan como en realidad son, son
chantajistas y controladores. Ya en el matrimonio también es difícil; el trabajo y
la responsabilidad también aumentan. Yo pienso que a la mujer se le debe dar
respeto e igualdad de condiciones con el hombre; no quiero decir que hagan
exactamente lo mismo pues por algo Dios creó al hombre y a la mujer.

Gabriela Granados de Hinojosa

Desde niña estaba programada para casarme y no estudiar más allá de una
carrera comercial pues no tenía caso; además, no había recursos económicos
suficientes, éramos ocho hijos. Yo empecé a trabajar un año antes de concluir la
carrera de contador privado (a los 14 años y medio); era como si fuese un
borrego. Desperdicié mucho de mi tiempo maravilloso pensando en tonterías
como que ya era muy grande para estudiar la secundaria (a los 18 ó 19 años). A
los 23 me casé con un hombre tan inmaduro como yo y empezaron mis
problemas reales y quizás los de él también. Era la típica salvadora de
hombres; fue muy difícil; empecé a buscar en libros de autoestima y psicología
ayuda para sacar adelante mi matrimonio y a mis hijos. Es muy triste esa forma
antigua de educar a mujeres y hombres. Una mujer debe amarse y de ahí todo
va a llegar solo; porque una mujer que se ama nunca va a permitir que abusen
de ella o la humillen; una mujer que se ama es inteligente; una mujer inteligente

El Precio del Amor, Lucy Serrano Página 16


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estudia, se cultiva, piensa por ella misma; en una palabra, una mujer tiene que
ser autosuficiente y equilibrada, sin culpas, miedos ni complejos.

Martha Ramírez Moreno

El Precio del Amor, Lucy Serrano Página 17


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CAPÍTULO 2

Sentirnos atraídas por un varón o resultarle atractiva a uno de ellos es el resultado de


una complejísima serie de factores. No se trata sólo de nuestros gustos o preferencias.
Lo más dramático e incomprensible es por qué nos gustan (o pueden llegar a
obsesionarnos) personas que no nos convienen o que nos tratan mal. Cabe aclarar que la
inteligencia o la experiencia con varias parejas previas no necesariamente nos sirve para
evitar cometer los mismos errores.

Además de las programaciones culturales que mencioné en páginas anteriores, los seres
humanos tenemos una serie de motivaciones inconscientes, en parte debidas a nuestra
formación psicológica y a los mecanismos de adaptación y defensa que tuvimos que
crear para sobrevivir ante las circunstancias adversas de la vida, principalmente de
nuestra infancia. Para entender esta dinámica, no es suficiente, ni adecuado, limitarnos a
culpar a nuestros padres (quienes también podrían culpar a nuestros abuelos y así
sucesivamente), a la mala suerte o a nuestra devaluada autoestima, diciendo que somos
poca cosa y no merecemos algo mejor.

Hacer este análisis es doloroso y suele resultar muy útil la ayuda de un terapeuta
calificado, sensible a nuestras necesidades y a nuestra muy particular forma de ser, con
quien sintamos empatía. Pero no podemos dejarle todo a él; su papel es servirnos de
guía y fuente de apoyo, pero la mayor parte del trabajo nos toca a nosotros. Mucha
gente ha decidido que es preferible hacer el esfuerzo del trabajo interior que continuar
con su vida tal como está. Mi deseo sincero es que este libro ayude a quienes deseen una
aportación adicional para lograr felizmente tal objetivo.

Aunque cada ser humano es único e irrepetible y no hay peor cosa que ponernos
etiquetas para tipificarnos, podemos obtener mucha luz si identificamos en nosotros
mismos ciertas pautas de conducta. A través de mis observaciones he llegado a algunas
clasificaciones muy generales de los distintos tipos de mujeres y cómo se relacionan con
su pareja:

 La Abnegada
 La Pseudofeminista
 La Salvadora de Hombres

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 La Princesita Soñadora
 La Tímida, Acomplejada, Solterona
 La Vanidosa, Caprichosa, Manipuladora

Desde luego no todas entran en estas categorías; es probable además que al leer sus
descripciones nos identifiquemos en diversos grados con varias de ellas. Lo que
analizaré de cada tipo es:

- Qué buscan
- Qué papel asumen
- A qué tipo de hombre atraen
- De qué tipo de familia provienen

Al identificarse con las diferentes categorías, las lectoras observarán que es muy
probable que el tipo de hombre que atraigan estará de acuerdo con el tipo de mujer que
son. Si nuestras actitudes y formas de relación son enfermizas, es lógico que (consciente
o inconscientemente) busquemos la contraparte de conducta enfermiza en un hombre.
Cuando logremos manifestar conductas más sanas, podremos atraer y relacionarnos con
parejas igualmente sanas.

Éste es el primero paso y el más difícil para convencernos de que nosotras somos
quienes generamos una relación dañina y formamos parte de ella. También nos servirá
para dejar atrás la idea de que somos víctimas de la maldad y la incomprensión ajena o
de que debemos dirigir nuestros esfuerzos a cambiar o a convencer a la pareja de que
modifique su conducta para que seamos felices. Si no siempre tenemos control sobre
nuestros propios pensamientos, emociones y conducta, mucho menos lo tendremos
sobre otras personas. Ahora la energía debe recanalizarse hacia adentro, hacia los
cambios que deseamos efectuar en nosotros. Y aunque esto se antoje una tarea muy
difícil y dolorosa, yo les aseguro que no es imposible y que al final nos dará grandes
satisfacciones.

La Abnegada
Busca:

Un papá, un protector que venga a salvarla, a darle el cariño y apoyo que no recibió de
niña. Está dispuesta a darlo todo, a obedecer, a someterse completamente y a renunciar
a sí misma por lograrlo.

El Precio del Amor, Lucy Serrano Página 19


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Papel que asume:

El de la hijita buena, complaciente y sacrificada (uno de sus lemas preferidos es: “Por
llevar la fiesta en paz, mejor no hago o digo X” o “Para evitar problemas, mejor no lo
contradigo”). Es muy insegura y le tiene miedo a su pareja, a la vida y, sobre todo, a
salir adelante sin un hombre. Le afectan mucho las opiniones ajenas, no confía en lo que
ella cree, sino en lo que dice él. No piensa en sí misma, siempre está dando o atendiendo
a los demás sin exigir reciprocidad. Pero en el fondo se siente muy resentida porque no
la valoran. Está llena de culpas (que el hombre por supuesto trata de reforzar y
aumentar), creyendo que, por más que se esfuerce, no cumple adecuadamente con su
papel de esposa y madre. En algunas, los prejuicios religiosos son también factor
determinante para pensar que el matrimonio es una cruz que debe aguantarse.

Tipo de hombre que atrae:

El macho, misógino, prepotente, inseguro, acomplejado, grosero, golpeador, alcohólico,


mujeriego, dominante, posesivo, celoso, terco, conflictivo, incapaz de valorar, respetar o
darle su lugar a una mujer.

Tipo de familia de la que proviene:

Por lo general de hogares similares (padre macho/madre abnegada): papá autoritario;


grandes prejuicios religiosos, poca o nula educación sexual; no la dejaban salir ni tener
contacto con los hombres. Muchas de estas mujeres se casan jóvenes y dejan de trabajar
o estudiar. Crecieron pensando en que el papel de la mujer es aguantar y luchar por su
matrimonio aunque sea un desastre.

Análisis

El resumen anterior nos da una clara idea del significado de la palabra abnegada. Si tú te
das a respetar con tu marido, si tus cualidades son apreciadas, si te valoras a ti misma y
te sientes segura, si no padeces depresiones constantes ni deseos de llorar y te sientes
básicamente satisfecha con tu matrimonio, tu esposo y tus hijos, por supuesto que no
entras en esta categoría. Ahora bien, si tu situación es todo lo contrario, es necesario
detectar cómo, cuándo y por qué te convertiste en abnegada y empezar a limpiar tu
mente de algunos de los conceptos que siempre has manejado como válidos. Recuerda:
“los demás te tratan como tú te tratas a ti misma”.

A una señora de ese tipo le planteé el caso de una mujer abnegada en exceso y le
pregunté: “¿Qué le aconsejarías a esta mujer?, ¿la defenderías?, ¿sientes rabia por su
situación?”. Como según ella hablábamos de otra persona, reaccionó de manera
positiva y asertiva. Sin embargo, cuando le dije: “Si así apoyarías a una extraña, ¿por

El Precio del Amor, Lucy Serrano Página 20


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qué no te das tú el mismo tipo de apoyo y cariño?”, su reacción fue de sorpresa y de
comprensión por algo que hasta entonces no había percibido.

A las abnegadas las han condicionado a tal grado que creen que no valen nada, que se
mueren sin un hombre, que su pareja es poco menos que un dios omnipotente, que no
tienen derecho a opinar, pensar, tener iniciativa o a rebelarse ante las injusticias porque
él es el jefe supremo de la casa y de él deben soportar toda clase de abusos,
humillaciones y menosprecios. El sentimiento que más frecuentemente se apodera de
estas mujeres es la culpa, aunada a la frustración, la impotencia y la tristeza.

Para verificar lo que he dicho, invito a mis lectoras a observar los lugares donde hay
mujeres abnegadas; verán que en ellos predomina el conflicto y la desdicha, no sólo de
ella, sino de sus hijos y aun del propio marido.

Las mujeres latinas estamos muy familiarizadas con la palabra abnegación (la cual, por
cierto, no tiene traducción exacta a ningún otro idioma que yo sepa). En México, hasta
hace pocos años, al casarse era obligatorio oír al juez leer la Epístola de Melchor
Ocampo donde encontramos frases como ésta: “La mujer, cuyas principales dotes son
la abnegación…, debe dar y dará al marido obediencia…, con la delicadeza de quien
no quiere exasperar la parte brusca, irritable y dura de su propio carácter”. Las novias
jóvenes y enamoradas se apresuraban a firmar dicho contrato sin cuestionar siquiera lo
que les estaban diciendo.

Nuestras madres y abuelas se veían bombardeadas por películas donde se ponía como
modelo admirable de mujer a la heroína sufrida, callada y sumisa que todo lo soportaba.
No sólo las esposas tenían que adoptar esta actitud; también se glorificaba el papel de
las amantes tipo casa chica que vivían incondicionalmente a la sombra, esperando
pacientemente a su hombre sin exigir nada a cambio.

Otra influencia negativa la han ejercido hasta cierto punto algunas telenovelas, pues
precisamente sus temas tan trillados de sufrimiento, amores poco realistas y mal
encaminados hacen que muchas mujeres se vean reflejadas en ellas. A través de la
identificación con la heroína, intentan escapar de la rutina de su vida y evadir los
problemas profundos no resueltos. Asimismo, aunque la mayoría de las revistas
femeninas son excelentes, otras pueden tener un efecto similar al anterior y seguir
fomentando las ideas obsoletas. Hasta en la música vemos el gran éxito de las canciones
de amor-sufrimiento, amor-desprecio, amor-abandono, amor-aguante.

Además de cargar con el lastre de una educación tradicional, los refuerzos han ido
distorsionando gradualmente la imagen de lo que es una mujer y lo que debería hacer
para lograr una vida armoniosa y estable, sustituyéndola con un enfoque melodramático,
inapropiado y falto de realismo.

El Precio del Amor, Lucy Serrano Página 21


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Resulta patéticamente cómico ver a un grupo de mujeres abnegadas reunidas
comparando notas, comprobando cuál de ellas sufre más en una especie de concurso
para ver quién gana según la cantidad de golpes, injurias, malos tratos, etc., que cada
una recibe de su pareja, sintiéndose dignas de compasión y de admiración por ser
víctimas y mártires. Estas mujeres reflejan un profundo deseo frustrado de ser
reconocidas, valoradas, apreciadas, amadas y lucen su abnegación cual medallas
ganadas por un general en batalla. Al no recibir cariño y valoración de sus maridos y sus
hijos, por lo menos aspiran a que la sociedad se compadezca de ellas.

La Abnegada se queja constantemente con sus familiares o conocidos y su único tema


de conversación parece ser cuánto sufre, cuánto la maltratan, qué difícil está todo, qué
duro papel le tocó en la vida, qué malvado es su marido, cuán enferma se encuentra, qué
tanto le falta el dinero, qué hijos tan groseros y malagradecidos tiene, etc. Si oírlas
hablar así resulta fastidioso para los demás, con mayor razón lo es para su marido. Se
vuelve repetitiva y sus palabras destilan la negatividad y amargura que lleva dentro.

La Abnegada se va enfermando física y emocionalmente; se siente víctima (situación a


la que llegó de manera voluntaria, aunque por lo general inconsciente). Su mayor anhelo
es que su marido cambie creyendo que así serían felices. Cuando las mujeres llegan a
consulta con estos sentimientos les digo: “Yo no cambio maridos, trataré de ayudar a
que tú cambies si realmente lo deseas y cooperas en el proceso, eliminando la
ignorancia, dando otro enfoque a tus creencias, modificando tu actitud y tu conducta”.

Las mujeres en esta situación suelen estar desesperadas; ya se percataron de que


quejarse no les funciona y desean cambiar, aunque el proceso sea lento y doloroso,
porque no están satisfechas con su vida y les preocupa el futuro de sus hijos. Perciben
que algo anda mal, pero no saben cómo se originó ni cómo resolverlo. No es ni
apropiado ni conveniente regañarlas, tacharlas de tontas, dejadas y concluir que están en
ese predicamento porque quieren, pues si las juzgamos de esta manera únicamente
contribuiremos a devaluar su ya de por sí pobre autoestima. Más adelante veremos los
métodos para apoyarlas y hacer que se vuelvan más fuertes y seguras.

Para que haya un macho, necesariamente tiene que haber una abnegada que lo aguante,
igual que para que haya un verdugo tiene que haber una víctima. Estas mujeres
inconscientemente buscan un hombre que abuse de ellas; desafortunadamente el hogar
en el que crecieron sufría la misma problemática y ellas continúan la cadena. Tuvieron
una madre que sufría, que no defendía sus derechos, que todo lo soportaba, que se
sacrificaba. Aunque parezca absurdo, ellas tienen la tendencia a seguir el patrón que
presenciaron en su infancia, con los mismos y trágicos resultados. No tienen un modelo
sano y realista, sólo conocen el sufrimiento o la fantasía.

El Precio del Amor, Lucy Serrano Página 22


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Se antoja increíble que en esta época todavía seamos testigos de malos tratos, golpes,
injurias, abusos psicológicos, relaciones sado-masoquistas, de casos de mujeres a las
que el marido corre de su casa a media noche y otras atrocidades. Resulta deprimente
hablar con personas que trabajan en agencias de la procuraduría, hospitales de
emergencia o delegaciones de policía adonde llegan mujeres quejándose de violencia
familiar.

La Abnegada generalmente es una mujer sin preparación, alguien que creyó escapar de
un hogar conflictivo y se dejó llevar por la ilusión de una promesa de amor. Es cierto, el
amor es ciego y como de niña no recibió cariño, protección, mimos o halagos, sino
insultos, humillaciones, malos tratos y pobrezas que afectaron su autoestima, en el
momento en que siente que un hombre la trata bien (aunque sea en forma temporal y
fingida), le promete cosas y la hace sentir bonito, está dispuesta a irse con él a donde
sea, a entregarse por completo, tener relaciones sexuales para complacerlo y abandonar
su casa. Podríamos decir que se embriaga, se aturde, se ilusiona, ya no piensa y cree que
ese hombre es su salvación y su felicidad.

Sin embargo, al poco tiempo se da cuenta de que salió de una situación dramática,
disfuncional y deprimente para caer en otra peor y que, en lugar de tener ahora esa vida
que anhelaba, nuevamente se encuentra desdichada junto a un hombre que se siente con
el derecho de mandarla, gritarle, humillarla, engañarla, abandonarla en el momento que
él quiera o arrumbarla e ignorarla porque él desea seguir haciendo su vida como si fuera
soltero. Para una buena proporción de la gente esto es lo que hemos venido heredando
de generación en generación.

Otro problema de la mujer Abnegada es su terrible confusión de ideas. Las amigas, la


mamá, algunos sacerdotes o sus propios familiares las confunden diciéndoles cosas
como: “No, no, no, la culpa de que te maltraten ha de ser tuya”, “Si tú tuvieras más
paciencia y lo trataras con más cariño, el cambiaría”, o “Él es el hombre y tu deber es
aguantarlo, hazlo por tus hijos”. No permiten alternativas, le hacen pensar que si se
separa o se divorcia ella será la única culpable de los resultados, que sus hijos sufrirán
los múltiples traumas de la destrucción del hogar. Yo me pregunto, ¿a eso se le puede
llamar un hogar? Además está plenamente comprobado que los hijos salen más dañados
psicológicamente en un hogar en el que son testigos de continuos pleitos y faltas de
respeto que si sus padres viven separados.

¡Qué injustos son todos estos prejuicios! ¿Acaso Dios hizo Diez Mandamientos para el
hombre y otros diferentes para la mujer?, ¿por qué vemos estas discriminaciones tan a
menudo?, ¿por qué únicamente a la mujer abandonada o engañada se le dice: “Tú no
sabes retener a un hombre, el buscó afuera lo que le faltó en casa, encuéntrale el modo;
trata por todos los medios de que el matrimonio funcione”? Toda la responsabilidad

El Precio del Amor, Lucy Serrano Página 23


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recae sobre los hombros de ella, al hombre se le hace creer que es obligación de la
mujer tenerlo contento y que es él quien debe establecer las reglas dentro de la relación.

Aun con esta ventaja, aparente superioridad y dominio sobre su pareja, el hombre
macho no es realmente feliz. En el fondo de su alma se siente realmente inseguro e
incomprendido; se queja mucho de su esposa; se disgusta por las continuas fricciones
con ella, quien también encuentra la forma de hacerle miserable aunque sea a través de
su agresión pasiva y encubierta. Algunos de estos hombres acaban aburridos de mujeres
con poco carácter y se buscan como amante a otra que no sea tan sumisa.

La Abnegada se pasa la vida buscando una fórmula mágica de comportamiento para


lograr que su marido se convierta en el ser cariñoso y atento que ella tanto desea.
Cuando finalmente se da cuenta de que no lo va a lograr y la situación se torna
insoportable, le da pánico pensar en dejar al marido.

Desde luego yo no sugiero una separación inmediata sin un análisis de las alternativas y
las consecuencias. Hay que pensar, futurizar, analizar a conciencia, intentar hasta donde
sea razonable que las cosas mejoren. Sin embargo, si la situación está muy deteriorada y
no hay voluntad de uno o de ambos cónyuges, de nada sirve un matrimonio a la fuerza,
sostenido por culpas y por miedos, en el que la mujer permanece por hambre, por
inseguridad, por sentirse indeseada, infeliz. Esto no puede dar como resultado un hogar
donde los hijos encuentren un ambiente sano para su desarrollo emocional y buenos
ejemplos para su conducta futura. Los niños son como esponjas y captan más fácilmente
de lo que creemos los problemas existentes en el hogar. Quedan muy afectados por los
gritos, insultos, abusos y escenas violentas que se ven forzados a presenciar a edad muy
temprana. Por lo tanto, el pretexto: “Me aguanto por mis hijos” no es válido. La
realidad es que lo hacen por miedo y dependencia.

Es extremadamente difícil que una Abnegada salga adelante por sí misma.


Generalmente necesita (una vez que ha tomado conciencia de lo anormal de su
situación) ayuda psicológica para vencer sus miedos y aumentar su seguridad, apoyo
legal y el deseo de prepararse y trabajar para ser autosuficiente económicamente y poder
independizarse. Es un camino muy difícil, pero muchas lo han logrado y sus vidas son
definitivamente mejores que antes.

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La Pseudofeminista
Busca:

Igualdad con el hombre en todos los aspectos, pero a veces lo hace de manera agresiva e
hiriente. Algunas manejan resentimientos, coraje, frustraciones y miedos ocultos. Las
que toman actitudes muy radicales parecen querer invertir los papeles para ser ahora las
mujeres quienes maltraten y dominen a los varones.

Papel que asume:

Enemiga de los hombres. Quiere atacar, menospreciar o defenderse de agravios e


injusticias reales o imaginarias; desea el desquite o la venganza.

Tipo de hombre que atrae:

Como novio ninguno, pues generalmente no encuentra pareja o tiene relaciones


intrascendentes o fracasadas y viviendo con soledad y amargura. Puede tener algunos
amigos hombres que no la ven como mujer.

Tipo de familia de la que proviene:

Por lo general, también plagada de conflictos. Algunas acabaron tan hartas y frustradas
al ver a sus madres que todo lo aguantaban y a sus padres comportarse de manera
abusiva, que entonces se van al otro extremo, creyendo erróneamente que así se
salvarán de la abnegación.

Análisis

Al leer el resumen anterior es posible que por ignorancia algunas personas utilicen el
término feminista con un sentido peyorativo. Es conveniente informarse adecuadamente
antes de emitir una opinión.

El lado positivo del feminismo fue la obtención del voto, la mayor apertura para las
mujeres en los estudios, las mejorías en el campo laboral, la protección legal contra las
violaciones y otros crímenes o abusos que se cometen en contra de las mujeres.

Sería injusto no valorar algunos aspectos de la labor de estas valientes idealistas.


Debemos reconocer que ahora las mujeres tienen acceso a casi cualquier profesión,
aunque todavía hay discriminación en los salarios y las jerarquías.

Al tener acceso la mujer al campo laboral se hizo evidente que era un mito sostener que
antes había muchos menos divorcios porque los matrimonios formaban hogares felices
y estables. La realidad es que las mujeres los soportaban por no tener estudios ni

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preparación para mantener a sus hijos y si osaban atentar contra las reglas establecidas,
la religión y la sociedad se ponían ferozmente en su contra, sin importar cuánto
estuvieran sufriendo.

Nadie discute que una buena familia, con el padre y la madre unidos por el cariño,
proporcionando apoyo, seguridad y afecto a sus hijos es lo mejor. Pero ya en el caso de
la Abnegada vimos que una separación o divorcio inteligente y bien planeado es la
única alternativa viable para situaciones que no tienen remedio.

El problema fundamental con el feminismo es que algunas mujeres con pensamiento


extremista se volvieron enemigas de los hombres. Ello resulta ilógico, pues se trata del
otro cincuenta por ciento de la humanidad y nos unen a ellos muchas ligas de afecto y
convivencia. Tenemos padres, hermanos, primos, novios, maridos, jefes, compañeros de
trabajo, muchos de los cuales son personas valiosas y agradables, lo ideal es tener una
buena convivencia con ellos. Sería totalmente ilógico y desequilibrado que ahora las
mujeres deseáramos cometer los mismos errores en que incurrieron algunos varones.
Qué ridículo y absurdo sería que ahora fuéramos nosotras las que llegáramos a casa a
las tres de la mañana embriagadas después de ver a nuestro amante, despertando con
golpes e insultos a nuestros abnegados maridos para que nos dieran de cenar. Desde
luego esto no es lo que las mujeres queremos.

Un hombre bien equilibrado desea ver a su mujer como su pareja, como su compañera,
no como su esclava. Sin embargo, muchos machos se opusieron ferozmente a las ideas
de las feministas considerando que atentaban contra sus privilegios como varones y
sintiendo que no les convenía que la mujer despertara de su ignorancia y exigiera ser
tratada como una igual. En la actualidad vemos todavía a algunos hombres que no
toleran la crítica, aunque sea constructiva, y no muestran mayor interés en conocer y
respetar lo que las mujeres sienten, piensan y quieren. En cuanto ellas expresan sus
preocupaciones, deseos o inquietudes de inmediato reaccionan negativamente
tachándolas de feministas, alborotadoras, destructoras de hogares y otras cosas en vez
de buscar un acercamiento amistoso y mutuamente benéfico. Por suerte existen muchos
caballeros, sobre todo entre los muchachos jóvenes, que no piensan así y que están
genuinamente interesados en conocer mejor a las mujeres y llevar una relación
armoniosa con ellas.

A las feministas les faltó tratar de entender un poco más la psicología masculina y
adaptarse a ella en lugar de sólo criticarla (aclaro que es muy diferente adaptarse que
someterse).

Otro grupo de mujeres que no son feministas radicales también incurren en posturas de
enemigas de los hombres y nos dañan con sus consejos prejuiciados. Podemos escuchar

El Precio del Amor, Lucy Serrano Página 26


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las voces del pasado en nuestras madres, tías, amigas, cuando nos dicen: “Todos los
hombres son iguales, no confíes en ninguno porque seguramente te va a traicionar”,
“Son unos desgraciados, mentirosos, mujeriegos”, “Lo único que quieren es llevarte a
la cama y después burlarse de ti”. Así nos predisponen a cuidarnos de ellos como si
fueran monstruos.

Es sumamente injusto invertir las cosas y achacarles toda la culpa a los hombres ya que,
aunque existen algunos con características muy negativas, por supuesto que no todos
son iguales. Generalmente somos las mujeres quienes no sabemos seleccionar y detectar
si es adecuado el hombre a quien entregamos el corazón, de ahí las decepciones y los
fracasos sentimentales. Una frase popular dice que las mujeres somos “hijas de la mala
vida”. Podemos tener un pretendiente excelente que nos quiere mucho y nos trata bien,
pero lo encontramos aburrido y poco excitante, volviéndonos locas por el que menos
nos conviene por encontrarlo muy seductor. De tal forma, basta ya de echar la culpa de
todo a los hombres, aceptemos nuestra propia responsabilidad.

La Salvadora de Hombres
Busca:

Un hijito, lo que no necesariamente implica que el hombre sea menor de edad. Su


motivación principal es ser necesitada y apreciada. Este tipo de mujer puede volverse
extremadamente protectora, tierna y sentimental o alternar al otro extremo y
comportarse en forma autosuficiente, mandona, minimizante, segura de que las
sugerencias que hace a su pareja son por su bien. Trata de solucionarle al hombre todos
sus problemas creyendo que le va a responder y se frustra mucho cuando él no llena las
expectativas. Sin embargo, suele perdonarlo y darle otra oportunidad si se muestra triste
y afligido o la enternece con promesas de que va a cambiar (lo que rara vez sucede).

Papel que asume:

Mamá de hombres que parecen necesitarla y que la manipulan con muestras de cariño o
admiración. Ella maleduca y apoya demasiado a la pareja (mamá buena) o trata de
corregirlo o controlarlo (mamá regañona).

Tipo de hombre que atrae:

El inmaduro, conflictivo, irresponsable, egoísta, gigoló, mantenido, manipulador,


estafador, mentiroso, voluble, abusivo, desagradecido, infantil, inconstante, hijito de

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mami. Lo más desconcertante es que los rasgos anteriores se mezclan con aspectos
encantadores.

Tipo de familia de la que proviene:

También conflictiva o con padre ausente. En algunos casos se trata de hijas mayores que
cuidaron a sus hermanos menores, que comenzaron a trabajar muy jóvenes, que
asumieron demasiada responsabilidad a temprana edad o que se hacen cargo de la
madre prácticamente asumiendo el papel de papá. Las acostumbraron a salvar gente y a
no dar importancia a sus propias necesidades. Muchas mujeres inteligentes y exitosas en
otras áreas de su vida entran en esta categoría, pues permiten que su pareja y muchas
otras personas abusen de ellas y las manipulen con facilidad.

Análisis

Existen muchas maneras de encauzar el sufrimiento o los traumas no resueltos de la


niñez, especialmente la falta de cariño, de apoyo y validación que afectan
significativamente la manera en que nos relacionamos con nuestras parejas. Algunas
chicas, en vez de elegir el camino de la abnegación o el feminismo, optan por otro
igualmente peligroso. Ingenuamente creen que si ellas proporcionan al hombre
suficiente cariño, protección, estímulo, guía, apoyo desinteresado e incondicional,
buenos consejos, que si le hacen muchos favores, tratan de resolverles la vida, si les
prestan dinero, se verán recompensadas con la misma moneda.

Aunque algunas de las carencias son similares a las de la Abnegada (afectada


principalmente por el maltrato), a la Salvadora de Hombres lo que la dañó fue que la
ignoraran, que nadie se ocupara de sus necesidades emocionales y afectivas y que, por
el contrario, le asignaran demasiada responsabilidad a una edad muy temprana.

Suele provenir de un hogar con el padre ausente. Puede ser hija de madre soltera o de un
matrimonio con un padre inconstante, inmaduro e irresponsable respecto del sustento
familiar o que dejó el hogar. Su madre al quedar abandonada por separación, viudez o
divorcio, se ve débil, inútil y necesitada, por lo que delega en la hija (muchas veces la
primogénita) la responsabilidad de los hermanitos y del sustento familiar. De cierta
manera, la hija se convierte en el padre sustituto; en principio puede sentirse halagada
por ser importante y necesaria, consiguiendo enmascarar su vacío y soledad con el
orgullo de ser cumplida y responsable. Pero con el paso del tiempo la carga se vuelve
muy pesada y la predispone a que los demás la utilicen o exploten. Muchos exigen su
tiempo, su dinero, su atención y sus cuidados. Como la ven aparentemente fuerte y
segura, casi nadie le pregunta: ¿tú qué quieres, qué necesitas, cómo te sientes, qué
problemas tienes, cómo puedo ayudarte?

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Como está tan acostumbrada a cuidar de los demás anteponiendo las necesidades de
otros a las propias, cuando llega a la edad de elegir pareja inconscientemente atrae a
hombres que la ven como una madre que puede rescatarlos y protegerlos. La joven se
esfuerza por ayudar a su compañero a ser responsable, a superarse, mejorar su conducta,
vencer sus miedos, pero fracasa rotundamente al no darse cuenta de que la manipulan
con culpas y chantaje emocional, mezclado con pequeñas dosis de admiración y afecto,
a veces fingidos, o con múltiples promesas de cambio no cumplidas.

Por lo tanto será presa fácil de hombres conflictivos y traumados a quienes intentará
redimir; de irresponsables o explotadores de quienes creerá que lo único que les falta es
quien los apoye, los comprenda y los impulse a conseguir un buen trabajo; de
inmaduros con “mamitis” que no saben tomar decisiones por sí mismos (en estos casos,
la suegra siempre gana); o de chicos con diversas adicciones a quienes poder salvar.

Cuando ella se frustra y se desespera porque, pese a todos sus esfuerzos, él no se


corrige, puede volverla a convencer con frases como ésta: “Mi amor, dame otra
oportunidad, te prometo que esta vez sí voy a cambiar”, “Eres una mujer maravillosa,
me hundiría sin tu apoyo, te necesito tanto, sólo tú me comprendes”, o chantajes para
despertar su lástima y ternura: “Tienes razón en dejarme, soy un fracasado, no te
merezco, eres demasiado buena, mejor me alejo de tu vida para no dañarte”, sabiendo
que de inmediato se enganchará a consolarlo. Al tratar de salvar a su hombre,
simplemente no se da cuenta o le cuesta mucho admitir que ella misma echó a perder a
su “bebé”.

Aunque parezca extraño y contradictorio, muchas Salvadoras de Hombres son mujeres


inteligentes, preparadas, con gran éxito a nivel profesional, que en otras áreas de su vida
se manejan con cordura e inteligencia, pero en su yo más profundo llevan oculta a una
niñita solitaria, herida y vulnerable a quien no se le permitió llorar porque tenía que ser
fuerte y responsable. En el fondo ellas también desean ser protegidas, mimadas,
cuidadas, consentidas, apoyadas, pero no encuentran la manera de expresarlo o de
obtener reciprocidad en cuestiones amorosas.

Es muy difícil salir de esta trampa porque las personas que dependen de las Salvadoras
de Hombres se han mal acostumbrado y se enojan e indignan cuando ellas protestan y
buscan obtener un trato más igualitario y recíproco. Los demás las presionan para que
todo siga igual, haciéndolas sentir culpables, malvadas, desconsideradas y egoístas.

Cuando detecto a una mujer con estas características, primero intento hacerla tomar
conciencia de sus pautas de conducta y la refuerzo recordándole: “Tú no eres su mamá,
ni su profesora, ni su enfermera, ni su psicóloga. No tienes el poder ni la capacidad de
reformarlo, ni de salvarlo de sus conflictos y enderezar su vida. Si él tiene problemas

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puedes apoyarlo, pero sólo hasta cierto punto. Si quieres que madure deja que aprenda
de sus errores y que asuma sus propias responsabilidades, no pretendas hacerte cargo
de todo pues acabarías exhausta y frustrada. Él dependerá cada vez más de ti y, en el
fondo, en lugar de agradecértelo, te tendrá un enorme rencor por sentirse minimizado y
puede llegar a considerarte su enemiga, alguien que trata de controlarlo”.

Una señora me relató, quejándose amargamente: “Mi marido hizo cargos a mi tarjeta
de crédito (de la cual ella le consiguió una extensión) por una suma cuantiosa y ahora
se rehúsa a pagarlos, ¿qué debo hacer?”. Antes de contestar exploré los antecedentes
de su forma de relacionarse, encontrando que ella, en varias ocasiones anteriores, le
había conseguido empleos que el marido dejaba porque no se sentía a gusto. Incluso le
había comprado un auto para que pudiera trasladarse más cómodamente al trabajo, el
cual él utilizaba para pasear con su amante. Cuando chocó el vehículo enseñando a la
chica a manejar y fue a dar a la delegación, la esposa (aunque al principio enfurecida) lo
perdonó y le dio otra oportunidad. Aquí vemos cómo también la mujer forma parte del
círculo vicioso de la Salvadora de Hombres.

Cuando una Salvadora acude a mí buscando orientación, le digo que no le ayudo


sintiendo lástima por ella, sino impulsándola a cambiar, a ser más fuerte y segura, a
tomar conciencia de hasta qué punto ella misma provocó la situación de la que ahora se
queja, a buscar alternativas para que pueda salir adelante. Jamás trato de provocarle
culpa (ya bastante tiene con lo que la sociedad le adjudica), sino de hacerle ver que, en
un momento dado, tomó ciertas decisiones basadas en la ignorancia o en conceptos
equivocados de lo que es la relación de pareja. Y que definitivamente es posible
cambiar estos patrones de conducta.

La Princesita Soñadora
Busca:

Un hombre ideal, un príncipe azul que venga a darle lo que ella considera su plena
realización como esposa y como madre, con el resultado de una vida muy feliz, como se
muestra en los comerciales de la televisión o los cuentos de hadas.

Papel que asume:

El de la heroína de novela romántica. Es soñadora y sentimental, con deseos de vivir un


idealizado gran amor que vencerá todos los obstáculos, aunque se tenga que sufrir (por
ejemplo, cuando los padres se oponen a la relación, lo que yo llamo el síndrome de
Romeo y Julieta).

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Tipo de hombre que atrae:

Por ingenua e idealista puede caer con cualquiera de los mencionados anteriormente. Lo
grave es que no sabe distinguir la diferencia entre un hombre y otro, además de que se
ilusiona con lo que cree es una relación ideal. Tiende a evadirse en fantasías y negarse
rotundamente a ver las cosas tal cual son. Puede ser necia y obstinada cuando alguien
intenta hacerle ver los defectos de su amado, al que ella acostumbra justificar. Si los
defectos son demasiado evidentes, entonces la justificación se convierte en: “Sí, ya sé
que pasan todas estas cosas, pero no me importa, porque lo amo”.

Tipo de familia de la que proviene:

Puede ser de una familia bien avenida, donde fue muy consentida y protegida. Los
padres erróneamente creyeron que la felicidad de su hijita consistía en no permitirle
enfrentar sola los problemas de la vida y tomar decisiones por sí misma. Es frecuente
encontrar a este tipo de mujer entre chicas educadas en colegios religiosos
exclusivamente femeninos donde tenían poco trato con chicos. También pueden caer en
esta categoría las jóvenes provenientes de una familia conflictiva que se ven precisadas
a construir su propio mundo interior, diferente y feliz, para evadirse de tanto
sufrimiento.

Análisis

La Princesita Soñadora cree en el príncipe azul del cuento de Cenicienta; se emociona a


grado extremo con canciones e historias románticas, creyendo firmemente que el amor
vence todos los obstáculos, que puede ser eterno, con su correspondiente estado de
éxtasis provocado por las emociones fuertes; que sólo amando se obtiene la dicha plena;
vive por y para el amor.

Algunas de estas chicas tienden a involucrarse desde temprana edad en amores


platónicos y a fantasear con un profesor, un artista, un hombre maduro (a veces casado)
o un compañero o vecino. Si el caballero las ignora, se desviven por conquistar su amor.
Si muestra algo de interés, aunque sea sólo amistoso, lo interpretan de otra manera o, si
ya se relacionan con él, sus expectativas están totalmente fuera de la realidad. Por
ejemplo, la joven que anda con un casado e ingenuamente cree que el marido va a dejar
a la esposa porque es a ella a quien realmente ama.

A la Princesita le fascina sentirse la heroína, no le importa pagar el precio de sufrir por


amor, pues éste es un sentimiento sublime y glorificado. Puede emocionarse hasta las
lágrimas enternecida por un poema o una canción de amor. No me refiero aquí al
romanticismo en sí mismo (que es una expresión válida de sentimientos muy bellos y

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profundos), sino a la manera empalagosa y apartada de la realidad con que algunas
personas se identifican con él.

Por supuesto, es maravilloso amar y ser amada, pero hay que estar segura de que el
amor es verdadero, maduro y recíproco, no simplemente un deseo sexual, un capricho,
una obsesión, una fantasía, una dependencia y tantas otras cosas que erróneamente
etiquetamos como amor. Tenemos corazón pero también tenemos razón, y un equilibrio
entre ambos nos permite escoger adecuadamente a quién entregamos nuestros
sentimientos. Si no discernimos y nos involucramos sentimentalmente con alguien que
no nos valora o con quien tiene un concepto diferente de lo que es el amor y la pareja, o
que no ha logrado el equilibrio interior resolviendo sus propios conflictos, tendremos
serios problemas y enormes sufrimientos.

La Princesita Soñadora se casa muy inmadura (no importa a qué edad) y cree que el
amor es suficiente para ser feliz. Cuando se presentan los problemas de la convivencia
diaria, ella se desmorona, sufre y se deprime porque no sabe cómo manejarlos.

Si el hombre llega a engañarla con otra o la abandona cae en una crisis profunda, llora,
hace escenas para llamar la atención. Algunas incluso intentan el suicidio porque creen
que su vida ya no tiene sentido y han quedado destrozadas por la ausencia o la traición
del ser amado. Estas mujeres han distorsionado a tal grado el verdadero significado de
la palabra amor que pueden llegar a empalagar o a fastidiar a su pareja.

Muchos hombres son también románticos, tiernos y sensibles, pero los excesos por
parte de las mujeres en la manifestación de estas emociones normalmente los molestan.
Frases como las siguientes, repetidas en forma constante y obsesiva, llegan a desquiciar
a un varón: “¿Por qué no me has llamado?”, “Ya nunca me dices que me quieres”,
“Por favor, no te vayas, quédate conmigo”, “Si me dejas, me mato”.

Esta mujer puede llegar a ser rogona y molesta. En lugar de inspirar amor, causa lástima
y fastidio. Recordemos a la protagonista de la película Atracción Fatal; además de los
rasgos de Princesita Soñadora, manifestaba profundos problemas psicológicos que la
orillaron a dedicarse desesperadamente a perseguir a un hombre casado que no tenía
interés en ella. Lo que para él fue simplemente un encuentro casual, para ella se
convirtió en una obsesión.

La vida familiar de esta chica se encuentra en los dos extremos: o fue profundamente
desdichada en el hogar y por ello se refugia en la fantasía cada vez que ve a un hombre
que le interesa, o fue demasiado cuidada en un hogar que parecía perfecto, con mucha
sobreprotección y un concepto poco realista de lo que es la vida y las relaciones de
pareja. Ella aspira a tener lo mismo y no concibe que puedan existir otros problemas.

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Cuando surgen, no tiene ni el entrenamiento, ni los conocimientos ni la experiencia para
saber resolverlos.

Aunque es linda, sensible y soñadora, si no madura puede convertir su vida en un


desastre. Como le aterra vivir sin amor, puede pasar de un novio, marido o amante a
otro, sin llegar a sentirse plenamente satisfecha y correspondida.

Cuando tiene hijos, casi siempre antepone al marido, obsesionándose con él, mientras
que los hijos resultan lastimados y abandonados física o moralmente debido a las
fijaciones amorosas de su madre.

Ejemplos:

Una chica me relataba que su madre siempre estaba triste y llorosa porque el marido la
engañaba con varias amantes y eso le impedía funcionar de manera normal. Por lo tanto,
la señora nunca tenía tiempo ni humor para interesarse por los problemas de la hija.

Otro chico comenta que, después de divorciarse de su padre, su madre tuvo un amante,
que vivía con ellos y a quien ella buscaba complacer en todo, haciendo a un lado los
sentimientos del hijo.

El otro extremo, ser únicamente mamá, también es dañino. Lo adecuado es dedicar tanto
al esposo como a los hijos amor, tiempo y atención de manera equilibrada. Se trata de
dos aspectos totalmente diferentes de nuestras vidas, pero que pueden ser
complementarios y enriquecedores, en lugar de excluyentes y antagónicos.

La Chica Moderna Comunicativa


Busca:

Todo en un compañero. Básicamente su concepto de lo que la relación debería ser es


correcto, pero los métodos que usa (principalmente la comunicación sin criterio) no lo
son, porque los hombres no entienden las cosas como ella. Acaba muy frustrada porque
su pareja no reacciona como ella esperaba o cambia por completo después del
matrimonio, no cumpliendo con lo que se había acordado de novios.

Papel que asume:

El de novia cariñosa y comprometida con la relación y, a la vez, amiga abierta, justa e


igualitaria, pero en el fondo ingenua por su poco conocimiento de cómo funciona la
mente masculina (aunque haya conocido a muchos hombres).

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Tipo de hombre que atrae:

Sumamente variable. Al principio es muy solicitada por su seguridad personal, pero con
el paso del tiempo y ante los problemas que se presentan durante la relación, ella cambia
para adaptarse a lo que cree que el hombre quiere, entonces pierde esa seguridad y
acaba confundida, aislada emocionalmente y con gran frustración porque, en un vano
intento de mejorar la relación, dejó de ser ella misma.

Tipo de familia de la que proviene:

Un tanto más moderna, donde sí se apoya a la mujer para que estudie y se desenvuelva,
pero todavía con mensajes dobles y confusos sobre lo que debe ser un hogar. Llega un
momento en que no sabe si lo correcto es lo que ella pensaba o lo que le dicen los
demás y se deja presionar por las opiniones ajenas, renunciando a sus propios ideales.

Análisis

Existe un grupo de mujeres más jóvenes que no han caído en los errores de las
Abnegadas, Pseudofeministas, Salvadoras de Hombres o Princesitas Soñadoras.
Hablamos de las profesionistas o de aquellas que desempeñan una actividad bien
remunerada y con cierto grado de cultura (por ejemplo, ejecutivas de alto nivel), que son
independientes económicamente, tienen buena autoestima y creen que debe existir
igualdad en la pareja.

Entre las metas que quiere realizar este tipo de mujer no sólo está llegar al matrimonio y
tener hijos, sino que también contempla los estudios y el trabajo antes y posiblemente
después de casada. Es más desenvuelta y segura de sí misma, se atreve a expresar sus
ideas con toda claridad. Cuando tiene novio, lo quiere, lo respeta, lo trata como a un
igual con la idea de que el chico está de acuerdo con su manera de pensar respecto de la
vida y la tratará en forma recíproca; suele involucrarse con compañeros de estudio o de
trabajo. En su trato cotidiano tienen mucha comunicación y hacen grandes planes
conjuntos para determinar cómo va a ser su vida cuando se casen y tengan hijos, cómo
van a distribuir el dinero y las obligaciones, qué espera uno del otro, etc.

Hasta aquí todo parece muy bonito, adecuado y moderno, ¿verdad?, ¿cuál podría ser el
problema con esta pareja de jóvenes que aparentemente tienen todos los elementos para
formar un buen matrimonio?

Veamos lo que podría suceder cuando se casen y, en especial, cómo lo van a manejar.
Digamos que, como habían acordado, ambos trabajan, pero quizá ella progrese más
rápido y llegue a percibir un mejor salario que él o a tener una posición de mayor
prestigio. Aquí comienza la lucha de poder. El esposo, aunque no lo admita por

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condicionamiento cultural o por orgullo, puede sentirse un tanto acomplejado,
minimizado o resentido ante el éxito de su esposa. Erróneamente cree que ya no está
llevando los pantalones en el hogar, que su mujer se siente superior; esto provoca que se
muestre ofendido sin explicarle a ella la causa de su malestar, con pocos deseos de
platicar y totalmente cambiado.

Lo anterior desconcierta a la esposa que no tiene la más mínima idea de lo que está
pasando. Se inician las agresiones verbales, sutiles o directas por parte de él, que
rápidamente encuentran en ella una reacción similar (más agresión). La esposa se cansa
de intentar que él hable y diga cómo se siente realmente, porque él finge que no pasa
nada; los malos entendidos aumentan y la distancia entre la pareja se hace cada vez
mayor.

Tal parece que se hubieran casado sin conocerse y, al ver que sus expectativas no se
cumplen, surge la desilusión, acompañada de la terrible sensación de que quizá
cometieron un error al unirse. Si las agresiones continúan (y aquí puede también
presentarse la infidelidad de una o ambas partes), es posible que se desencadene un
divorcio rápido e inadecuado, con una enorme sensación de fracaso, vacío y soledad.

El otro camino igualmente equivocado es que la mujer, al ver al marido molesto, cambie
de inmediato creyendo que debe adaptarse a su nuevo papel de casada, de acuerdo con
lo que la sociedad dicta o lo que él sutilmente insinúa. Bajo esta creencia, la joven
renuncia a sus inquietudes profesionales o personales y, aparentemente, le asigna
prioridad al hogar y al marido, pensando que ambos roles no son compatibles (aunque
cuando estaba soltera pensara lo contrario).

Si comete este grave error, analicemos los posibles problemas futuros. Cuando el joven
conoció a la chica y quedó impactado por ella, básicamente se sentía atraído por este
tipo de mujer, por su personalidad, su manera de pensar y su seguridad. Sin embargo,
pese a que él parecía un joven moderno y sin prejuicios, tarde o temprano pueden
ejercer una enorme influencia las ideas tradicionales de cómo debe comportarse una
mujer casada.

Esto le crea al hombre una gran confusión interna y llega el momento en que se conduce
en forma totalmente diferente de cómo lo hacía en su noviazgo. Empieza a presionar o a
manipular, directa o indirectamente, a su esposa para que cambie, recurriendo algunas
veces a frases como éstas: “Yo quiero llegar a mi hogar y encontrar una mujer que me
atienda; aquí parece que vivimos dos hombres”, “Realmente no tenemos tanta
necesidad económica, ¿por qué no dejas de trabajar y te dedicas a mí?”, “Si tu trabajo
te importa más que yo, voy a buscar a otra que sí me comprenda”, lo cual pone en
estado de alarma a la joven esposa.

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Si la chica no trabaja y sigue estudiando después del matrimonio, él puede insinuar que
no tiene caso que continúe porque ya es una mujer casada o hacerle escenas de celos por
los amigos y compañeros de escuela.

Cuanto más inseguro sea el marido, más la manipulará con culpa acerca de su manera
de vestir, de maquillarse y peinarse, insistiendo en que lo moderno es provocativo.
Asimismo, criticará su manera abierta y desenvuelta de tratar a la gente argumentando
que no es correcto ni apropiado que una señora casada se comporte así.

Ella, que todavía ama a su marido y desea un hogar feliz, no duda en acceder a sus
peticiones o exigencias creyendo que con esto él quedará satisfecho y se conservará la
armonía familiar. ¿Dónde quedó la chica moderna y segura de la que hablamos al
principio?, ¿realmente dejando de ser ella misma va a tener un marido contento y un
hogar feliz?

La situación se agrava cuando empiezan a llegar los hijos. La manipulación continúa


generando culpa y más culpa: “¿Cómo vas a dejar al bebé en una guardería o con la
sirvienta?”, “El papel de una ‘buena’ madre está junto a su hijo”, “¿No has pensado
que por estar trabajando vas a desatender las prioridades de tu hogar?”, “Después no
te quejes de las consecuencias”.

Si a una mujer se le presiona para que piense que su única relación legítima es
consagrarse totalmente al hogar, sacrificando sus propias necesidades, nuestro producto
terminado será un ser humano muy resentido, inseguro y dependiente. No dudo que
muchas mujeres se sientan totalmente felices dedicadas al hogar y si tienen buenos
maridos que las apoyan y las valoran, las felicito. Pero lo que es adecuado para algunas,
no necesariamente lo es para todas y debemos respetar nuestra individualidad.

Si la mujer se sostiene firme en sus ideas y continúa trabajando, también se topará con
un cúmulo de dificultades, sobre todo cuando ya es madre. Algunas tratan de ser súper
mujeres, se sobrecargan de estrés corriendo de un lado a otro para cumplir en casa y en
el trabajo. La angustia puede llegar a tal grado que les impide funcionar adecuadamente
en la oficina, se afecta su salud y sus nervios. Al llegar al hogar cansadas y
preocupadas, en lugar de encontrar reposo y tranquilidad, se embarcan en una segunda
jornada, a veces sin el apoyo del marido o de los hijos, cuya falta de cooperación las
vuelve irritables.

Digamos que un día el hijo de una madre que trabaja fuera del hogar se enferma
(recordemos que los niños de madres que no trabajan también se enferman). No faltará
quien la haga sentir culpable de que el niño se enfermó porque ella no estaba en casa
para atenderlo. Si el chico tiene problemas en la escuela, automáticamente se insinuará
que es culpa de la madre por no ayudarlo en sus tareas (también hay niños con bajo

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rendimiento escolar cuyas madres no trabajan). No es una regla general que los hijos
salgan bien porque sus abnegadas madrecitas se quedaron en casa cuidándolos.

La mayoría de las mujeres somos muy sensibles en lo que respecta a nuestros hijos y no
dudamos en sacrificarlo todo creyendo que es por su bien. Desafortunadamente, muchas
veces el tiempo demuestra que nuestra decisión no fue la más adecuada. Por supuesto,
cada caso debe evaluarse individualmente. No propongo que todas las madres trabajen o
que, si deciden hacerlo, lo hagan de tiempo completo. Hay infinidad de variantes y
opciones según las circunstancias (dejar de trabajar una temporada mientras los hijos
van al jardín de niños, trabajar medio turno, trabajar en casa, vender diversos artículos
con horario flexible, estudiar unas horas cuando los hijos están pequeños para no
volverse obsoleta cuando desee o necesite regresar a trabajar, etc.).

A continuación presentaré un ejemplo que he visto repetido infinidad de veces de lo que


puede sucederle a una chica moderna que renuncia a todo por el bien del hogar.

Llegó a verme una señora, a quien llamaremos Paty, de 48 años de edad (se veía
mayor), con un enorme sufrimiento reflejado en el rostro, la voz angustiada, figura y
aspecto algo descuidados. Había descubierto la infidelidad del esposo con una mujer
más joven. Estaban a punto de divorciarse y se sentía totalmente destrozada porque no
sabía cuál había sido su error. Veía su matrimonio desmoronarse después de veinticinco
años, con cuatro hijos y todas sus ilusiones hechas añicos.

Al preguntarle su historia personal indicó que se casó a los 23 años. En el momento del
matrimonio tenía un magnífico empleo como contadora pública, vestía bien, iba a
fiestas, viajaba, tenía muchas amistades, estudiaba inglés, practicaba aerobics y se
consideraba una chica segura y desenvuelta.

Sin embargo, cayó en la trampa descrita anteriormente. Cediendo a presiones y culpas


provocadas por el marido (que en su noviazgo parecía aceptarla plenamente), dejó
trabajo, estudios, amistades, modificó su manera de ser y de vestir, todo lo que ella era,
y se encerró en un pequeño círculo dedicándose en cuerpo y alma al hogar y a los hijos.
Estaba segura de que a través de su sacrificio personal lograría un hogar estable,
duradero y feliz.

Si se dedicó a complacer al marido en todo, a adaptarse por completo a lo que él


indicaba, ¿cómo era posible que ahora la cambiara por otra?

Al hablar con el esposo (el mismo que años antes prácticamente la había obligado a
dejar de trabajar), le dijo: “Oye, yo no pienso darte la pensión alimenticia tan alta que
me pides. Estoy harto de mantenerte tantos años. Ya es tiempo de que tú trabajes. Todo
lo que hay en esta casa es mío porque yo soy el que me he tallado el lomo para

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comprarlo”. Desde luego que ahora quería destinar sus ingresos a divertirse con la
amante y se mostraba resentido de tener que seguir manteniendo a su mujer. Con cara
perpleja, la esposa le contestó: “Pero, mi amor, si eras tú el que no quería que yo
trabajara, insistías en que me dedicara a ti y a los niños. ¿Cómo quieres ahora que
trabaje? No es lo mismo conseguir empleo a los 23 que a los 48, ya me consideran
vieja. Además no estoy actualizada y me siento insegura y con poca experiencia”.

Por otro lado, y con la intención de ver si podía aún retenerlo, Paty le preguntó al
marido: “¿Qué tiene esa mujer que no tenga yo?”; él, con toda crueldad, le respondió:
“Ella es muy culta y desenvuelta, una mujer interesante, tiene muchos temas de
conversación, mientras que tú eres aburrida y quejumbrosa, no te has superado”.
Nuevamente Paty replicó: “¿Pero cómo es posible que me digas eso, si tú me dijiste que
no siguiera estudiando porque desatendía el hogar y a los niños?, ¿y ahora te quejas de
que no me he superado?”. El calló y luego agregó: “Ella es joven y atractiva, tú ya
estás acabada, no te arreglas bien, has subido de peso, ya no te encuentro atractiva”.
Con infinita tristeza Paty añadió: “Pero yo cumplí tus deseos de no arreglarme, me
adapté a lo que tú opinabas que debía ser el vestido y comportamiento de una mujer
decente, ¡y ahora me sales con que no te gusta!”. Ya con desesperación y llanto, le
reclamó: “Tú me alejaste de mis amistades, me convertiste en lo que ahora soy y ve lo
que he cosechado”.

Qué irónico es el destino. Él la dejaba por una mujer muy parecida a como era ella antes
de cambiar para darle gusto.

Es obvio que la infidelidad o el divorcio duelen muchísimo a una mujer. En el caso de


Paty, al enfrentarse a estos problemas está partiendo de cero. Depende totalmente del
marido y le va a costar mucho trabajo encontrar empleo por su edad, su falta de
experiencia y por no haber continuado preparándose; se tendrá que enfrentar a graves
problemas económicos porque sus hijos aún viven en el hogar paterno y el marido ya no
quiere seguir manteniéndolos. Como mujer se siente vieja, fea, no deseable porque la
cambian por otra aparentemente mejor. Se queda sin cariño, sin apoyo, sin familia
integrada, sin recursos económicos ni morales para salir adelante. Como una planta a la
que no le proporcionan agua, luz, aire y abono, ella se siente marchita sin estímulos ni
satisfacciones.

¿Qué hubiera pasado si antes de tomar la decisión de cambiar su manera de ser y de


pensar creyendo mantener contento al marido, ella hubiera calculado las consecuencias?
Digamos que de todos modos a los 25 años de casados él tiene una amante y le pide el
divorcio; no dudo que le dolería muchísimo, pero no está tan desvalida como en el
primer caso. Se sentiría más segura y con puntos de apoyo porque tiene trabajo, dinero,
preparación, está integrada al mundo con un amplio círculo de amistades, tiene

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estímulos externos, pasatiempos y actividades satisfactorias, ha cuidado su figura y su
vestuario, sus hijos son más responsables e independientes y, por lo tanto, tiene muchas
más oportunidades de salir adelante y rehacer su vida.

Valga la comparación. Si nos roban o desmantelan un automóvil, aunque no es algo que


deseemos o provoquemos, definitivamente el asunto no tendrá el mismo impacto y
consecuencias si está asegurado en comparación a si no lo está.

¿La lección? Indiscutiblemente el papel de la mujer en el hogar y como guía de los hijos
es sumamente importante y de ninguna manera sugiero que los abandone o los descuide.
Lo que propongo es que aprenda a equilibrar trabajo y familia, no cayendo en una
posición extrema de dependencia total, pues nada le garantiza que el marido se quedará
con ella para siempre y le responderá en todos los aspectos. Si la mujer es
suficientemente inteligente y se siente segura de sí misma, puede tener un hogar
armonioso y algún tipo de actividad remunerada y satisfactoria, combinándolos para
poder sentirse realizada como persona y, en consecuencia, como esposa y como madre.

Antes de tomar estas decisiones, la mujer ha de reflexionar profundamente y, sobre


todo, pensar a futuro, pues lo que está en juego es su porvenir. Yo sugiero que la mujer
piense por sí misma antes de decidir, y no sólo haga caso de las opiniones ajenas, como
una hoja movida por el viento.

La Autosuficiente Decepcionada
Busca:

A veces nada; por lo general ya está bastante decepcionada de los hombres. Cree que no
existen los varones que valgan la pena y sale por pasar el rato o por no sentirse sola,
pero sin compromiso alguno. Tiene pánico de volver a entregar sus sentimientos y sufrir
nuevamente.

Papel que asume:

Hay dos tipos: la amargada, distante, desconfiada, que prefiere alejarse de los hombres y
dedicarse al trabajo o a los hijos creyendo que todos los hombres son iguales y que está
mejor sola. El segundo tipo es la interesada en tener pareja y que se muestra seductora,
pero a la vez un tanto cínica y burlona, con la idea consciente o inconsciente de herir
emocionalmente o explotar económicamente a los hombres como una especie de
venganza por la manera en que se le lastimó en el pasado.

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Tipo de hombre que atrae:

La del primer tipo ahuyenta a los hombres porque se ve demasiado autosuficiente,


lejana, inaccesible y amargada. La del segundo tipo tiene mucho éxito pues llega a
volverse experta en el arte de atraer a un hombre y jugar con él, utilizando la técnica de
refuerzo intermitente: en un momento es verdaderamente encantadora, misteriosa,
enigmática pero con una mezcla de actitudes arrogantes, despóticas, minimizantes y
manipuladoras. Esto desconcierta por completo a los caballeros, quienes se enganchan
profundamente, quedando fascinados ante el reto de poderla conquistar.

Familia de la que proviene:

Varía mucho, pero el síntoma clave es haber tenido una o varias decepciones anteriores,
ya sean familiares o emocionales.

Análisis

En este grupo encontramos a la mujer que ha alcanzado alguna independencia, tanto en


lo económico como en lo social, y ha logrado sobrevivir sin el apoyo y protección de
una pareja en su condición de soltera, separada o divorciada (después de un fracaso y
decepción emocional muy fuertes).

La que tiene hijos trata de valerse por sí misma, haciendo grandes esfuerzos para
desempeñar el papel de padre y madre. Prefiere concentrar sus energías en progresar
económicamente y ser una buena madre para sus hijos.

Aunque parece muy autosuficiente y segura, en el fondo tiene una enorme soledad,
vacío y no se siente plenamente realizada. Está muy dolida por sus experiencias pasadas
y tiene la necesidad de protegerse para no volver a caer. Ni la que opta por aislarse de
los hombres ni aquella que los conquista desea involucrarse de manera honesta y
sincera; más bien, se cuida siempre de no volverse débil y vulnerable, como cree que
pasaría si realmente se enamorara. Quizá en otra etapa de su vida fue ingenua, idealista
y confiada y entregó su amor incondicionalmente; y como la decepción fue demasiado
fuerte, ya no se puede arriesgar a un nuevo fracaso por temor a quedar destruida.

La del primer grupo da la apariencia de estar perfectamente bien y no se muere sin un


hombre. Sin embargo, no podemos negar que tener una buena pareja con quien
compartir la vida y satisfacer nuestras necesidades afectivas y sexuales es una opción
mucho más agradable.

Esto no quiere decir que porque una mujer se quede sin pareja, se vea forzada a salir a la
calle y acostarse con el primero que se le cruce enfrente. Esta actitud añadiría a todos
los problemas que ya tiene el riesgo de embarazos no deseados, enfermedades de

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transmisión sexual y el desagradable vacío de sentirse utilizada por los hombres que
sólo desean una aventura. Para la mayoría de las mujeres, el sexo debería de estar
acompañado de amor y compromiso, pero no podemos negar que somos seres sexuales
y nos sentimos afectadas al pasar períodos prolongados sin cumplir con esta función
natural. Se llegan a dar casos de enfermedades psicosomáticas (migrañas, úlceras,
problemas ginecológicos, trastornos nerviosos, etc.) que pueden tener su origen en la
frustración sexual.

Así como la posición extrema de la promiscuidad no resuelve y sí complica la


satisfacción de nuestras necesidades, el otro polo, el rígido, de abstinencia total, me
parece inadecuado. Es injusto que, por prejuicios sociales, una mujer sana y con deseos
normales se vea reprimida de ejercer juiciosa y conscientemente su sexualidad por no
estar casada, o se crea obligada a casarse con alguien que no le conviene para tener una
forma legal y moralmente aceptada de satisfacer esa necesidad básica de los seres
humanos.

Aclaro que el estar casada no es garantía de plena satisfacción sexual. Muchas señoras
llegan a consulta quejándose de que el marido es impotente, las ignora, las ofende si
ellas toman la iniciativa, tiene eyaculación precoz, es brusco, grosero o exigente en la
intimidad, no tiene el tacto, la sensibilidad o el interés necesario para satisfacerlas; o que
en la vida cotidiana las trata tan mal que hacer el amor con él es una verdadera tortura.

Evidentemente no responsabilizo a los hombres de todos los problemas sexuales de las


mujeres. Soy la primera en reconocer que muchas de ellas tienen enormes prejuicios y
tabúes, sin la menor idea de cómo complacer a su pareja en la cama. Sé que ellos
también podrían quejarse de insatisfacción o rechazo por parte de sus mujeres. En lugar
de culpar, todos debemos tratar de superar esa ignorancia y esos prejuicios, adquiriendo
información apropiada, teniendo la mente abierta, mucha paciencia y cariño para
resolver los problemas en esta área que puede ser una fuente de enorme satisfacción.

La mujer perteneciente al segundo grupo aparentemente es muy exitosa y, al verla tan


asediada, sus amigas llegan a envidiar su buena suerte. Algunas se ven liberadas y son
verdaderas expertas en el arte de la seducción. Alternan perfectamente entre actitudes
encantadoras con cierta arrogancia y despotismo, una especie de “estire y afloje” que
hace que los hombres se sientan fascinados porque les cuesta mucho trabajo
conquistarlas y es bien sabido que lo difícil resulta sumamente atractivo. Si un hombre
se enamora con sinceridad de una mujer que está en esta etapa, ella le resultará muy
peligrosa y puede destruirlo sentimentalmente. Por su lado, ella tampoco se sentirá
satisfecha porque, aunque consiga que él se vuelva loco por ella, estas relaciones son
muy conflictivas para ambos y nunca pasan de un nivel superficial.

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La Tímida, Acomplejada, Solterona
Busca:

Lo que sea con tal de no quedarse sola. Se siente muy mal al ver que otras chicas sí
consiguen pareja y se cree inferior o inadecuada por no lograr atraer a los hombres.

Papel que asume:

Son dos: el de la súper complaciente, desesperada, urgida, o el de la triste, deprimida y


quejumbrosa de su mala suerte: “No sé por qué ningún hombre se ha fijado en mí”.

Tipo de hombre que atrae:

La del primer grupo los repele por insegura, negativa y acomplejada. La del segundo
grupo intenta tanto, enviando señales de querer atrapar pareja a como dé lugar, que
asusta a los hombres. Si logra finalmente que alguien se fije en ella, no le importa que
se trate de un hombre inadecuado y conflictivo, prefiere tolerarlo a quedarse
nuevamente sola.

Tipo de familia de la que proviene:

Aquella que pone énfasis en que el principal valor de la mujer radica en casarse. Puede
tener hermanas o amigas con éxito con los galanes y ella sentirse inferior por no tener
un pretendiente. Es usual que su madre la presione para conseguir novio o marido y que
busque colocarla presentándole chicos o acomplejándola más con frases como: “Ay
hijita, ya vas a cumplir 28 años y todavía no tienes novio formal para casarte…”.

Análisis

En esta época en la que se promueve tanto la superación integral de la mujer, todavía


encontramos chicas que consideran que el casamiento es, prácticamente, su única meta
y no dedican el tiempo y la atención debidos a su desarrollo como ser humano (estudio,
trabajo, amistades, espiritualidad, aficiones personales, etc.).

Para muchas mujeres, casarse fue algo opcional, una decisión basada en buenas o malas
razones y pudieron escoger a un hombre que se interesó en proponerles matrimonio.
Otras parecen tener mala suerte. ¿Por qué? Puede ser porque su físico no es muy
atractivo o su personalidad no es suficientemente impactante como para atraer a un
caballero; o porque se fueron al otro extremo y se dedicaron por completo a otros
intereses, excluyendo el aspecto romántico; o porque exigen demasiada perfección en
una pareja y de pronto se dan cuenta de que los años se les vinieron encima y no hay
muchos candidatos disponibles. Además de la preocupación por encontrar marido,

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sienten que la edad condiciona su reloj biológico y su fertilidad, lo cual aumenta su
frustración y desesperación.

Si sus hermanas, primas, amigas y conocidas ya se casaron, se preocupa aún más y


surge en ella un sentimiento de inferioridad. Su mente se atormenta con
cuestionamientos como éstos: “¿Qué tienen ellas que no tenga yo?”, “¿Me quedará
para vestir santos?”, “Si no me caso y quiero tener un hijo, ¿me atreveré a ser madre
soltera?”, “Me siento tan sola ¿por qué no puedo encontrar el amor?”, “¿Estaré tan
gorda, fea, vieja, poco atractiva, que no soy deseable para un hombre?”.

El peor insulto que se le puede hacer a una chica en estas condiciones es preguntarle
“¿Por qué no te has casado?” o “¿Cuándo te casas? Aunque la pregunta sea bien
intencionada, es de muy mal gusto y la pone en una situación sumamente incómoda. Se
siente muy lastimada, tanto si no tiene novio como si lo tiene desde hace varios años y
él no ha tomado la relación muy en serio o no quiere comprometerse para la boda.
Algunas hasta intentan el viejo truco de salir embarazadas para ver si el hombre se
siente amarrado por la responsabilidad.

Todas estas presiones disminuyen la autoestima y presionan a la mujer a buscar pareja a


toda costa, sin permitirle ejercer el criterio necesario para estar segura de con quién se
relaciona y qué problemas se pueden enfrentar a futuro. Toda la energía, cargada de
angustia, se concentra en una sola cosa: buscar marido.

Esta actitud es autoderrotista ya que, cuanto más lo intentan, tanto más parecen enviar
señales de desesperación que repelen a los hombres que no desean sentirse cazados. Si
la madre de la chica se une a sus esfuerzos y ambas se desviven porque el hombre se
sienta a gusto saturándolo de atenciones, él huirá despavorido. Lo mismo ocurre si se
presiona a uno que no desea un compromiso formal. A pesar de que sus múltiples
esfuerzos le reditúen que alguien finalmente se case con ella, no tienen garantía de un
buen matrimonio, porque no estará sentado en buenas bases.

Algunos casos llegan a convertirse en amores obsesivos, donde la mujer prácticamente


persigue a su blanco. Se vuelve posesiva, celosa, demandante, asfixiante, insegura.

En esta clasificación encontramos también a la mujer que ya ni siquiera intenta


conseguir pareja. Se retrae en sí misma aparentando que no le importa o quejándose
continuamente y causando lástima. Si otras personas tratan de darle buenos consejos,
reacciona con pesimismo y negatividad. Se cierra por completo y no reconoce que ella
está generando su mala suerte.

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La Vanidosa, Caprichosa, Manipuladora
En esta categoría existen dos subtipos muy diferentes que designaremos con las letras
“a” y “b”.

Busca:

a) Tener una corte de admiradores que halaguen su vanidad, a quienes pueda utilizar
y manipular a su antojo.
b) Conseguir un marido que satisfaga todas sus necesidades, incluso sus caprichos,
creyendo que todo se lo merece por ser una mujer muy apropiada.

Papel que asume:

a) Seductora, interesante, con personalidad irresistible y físico bien cuidado. Estudia


con detalle las debilidades de los varones y sabe sacarles el mejor provecho.
b) La esposa perfecta, bastante tradicional (sin caer en la abnegación), muy preocupada
por las apariencias y queriendo proyectar la imagen de una familia ideal.

Tipo de hombre que atrae:

a) A casi todos, en particular a los abnegados, que se sienten muy impactados por
ellas; también a los conquistadores, que se sienten estimulados ante el reto de
conquistar a una mujer difícil y enigmática.
b) A hombres buenos y convencionales que desean lucir una esposa adecuada, bien
arreglada y educada como complemento de su vida social.

Tipo de familia de la que proviene:

a) Muy variable. Algunas sufrieron mucho cuando niñas, pero pronto aprendieron a
usar su atractivo físico o rasgos de su personalidad para conseguir lo que querían en
la vida.
b) De familias tradicionales que guardaban las apariencias; tal vez las educaron con
algo de sobreprotección e inconsciencia de la realidad.

Análisis

a) Su característica principal es resultar atractiva e interesante para los hombres con el


propósito no sólo de ver halagada su vanidad, sino incluso de obtener ciertas
ventajas en el ámbito profesional, social o económico. A algunas les interesa tener
admiradores con quienes salir a cenar, al teatro, a un centro nocturno, etc., y
procuran no tener un compromiso serio y formal. Otras utilizan a los hombres con la
finalidad de escalar rápida y fácilmente los puestos de la empresa en que trabajan,

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aunque se vean un poco más comprometidas y obligadas con sus protectores, sobre
todo en el aspecto sexual. Otras buscan sólo a alguien que les proporcione ventajas
económicas, que les regale viajes, joyas y otros objetos valiosos, que las tenga como
reinas.

A esta mujer no le interesa mucho el estado civil de los hombres y menos aun las
intenciones o sentimientos que le manifiesten, ya que muy rara vez desea
enamorarse de sus pretendientes. Algunas tampoco se preocupan mucho por el
aspecto físico del hombre. No exigen que sea muy guapo, les basta con que tenga
una buena posición económica y profesional, que sea relativamente culto e
inteligente, que les proporcione una agradable compañía, sea atento y complazca
todos sus caprichos.

La gran mayoría de estas mujeres aparentan una actitud más o menos frívola y
superficial. Algunas son muy inteligentes y con grandes capacidades que utilizan
para elaborar complejos y sofisticados métodos de seducción buscando cómo sacar
el mejor partido de sus atributos físicos, vistiéndose bien y llamativamente,
empleando el maquillaje y los accesorios que resalten su belleza y su personalidad,
sin caer necesariamente en la vulgaridad.

Salvo los muy profundos o algunos que exigen un elevado nivel intelectual en sus
parejas, la mayoría de los hombres encuentran fascinante a este tipo de mujer. La
ven femenina, sensual, magnética, agradable, culta y brillante, con personalidad
muy impactante, aunada a un cierto halo de misterio y sofisticación. Los candidatos
más vulnerables son:

1) Los hombres mayores con una vida hecha y una excelente situación económica,
la cual les sirve para atraer y satisfacer a mujeres más jóvenes que ellos y que les
brindan la clase de emociones que no obtuvieron sus esposas.

2) Los hombres jóvenes o de mediana edad que buscan a una mujer bonita que
puedan presumir en su círculo de amistades y así gozar de una imagen de
conquistador irresistible por haber obtenido un premio tan codiciado. Si la mujer
se hace un poco la difícil, más enloquecen por ella porque la consideran un reto
a su masculinidad.

3) Por último, los equivalentes a las mujeres abnegadas, o sea los hombres sumisos,
aquellos que sinceramente entregan sus sentimientos, se enamoran y desean una
relación firme. Normalmente caen en el modelo del caballero: atentos,

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detallistas, corteses, pródigos en elogios y adulación, pacientes, comprensivos.
Ingenuamente creen que con esas cualidades van a conquistarla, sin darse cuenta
de que sólo son utilizados. Se conforman con las mínimas manifestaciones de
aprecio o simpatía y se sienten muy felices con la sola presencia de la mujer en
quien han puesto los ojos, esforzándose con verdadero esmero y devoción en
complacerla y auxiliarla en todo lo que necesita. Se convierten en sus
incondicionales a tal grado que la colocan en un pedestal como si fuera una
diosa y se sienten muy poca cosa para aspirar a su amor. Por lo mismo, toleran
los desplantes, rechazos, desprecios y amenazas de ella que, cansada de tanta
entrega y admiración, termina por fastidiarse, tenerles lástima y no saber cómo
deshacerse de ellos.

Aunque parezca que la frivolidad, egolatría y vanidad hacen que este tipo de mujer
actúe así, en algunas ocasiones existen motivaciones internas más profundas que
pueden tener su origen en la infancia. Hay casos en los que la familia está
compuesta por una figura materna dominante y un padre sumiso, la niña repite este
patrón considerando que es lo normal en la relación de pareja. En otros casos actúa
así como consecuencia de una fuerte decepción amorosa que le hace pensar que no
vale la pena entregar plenamente los sentimientos porque puede salir muy lastimada.
Considera más conveniente y seguro actuar de manera fría y calculada para que sean
ellos los que se enamoren y ella la que obtenga las mayores ventajas y beneficios.
Finalmente encontramos una tercera motivación sumamente poderosa y, por
desgracia, más común de lo que imaginamos, la cual se presenta en aquellas chicas
que en algún momento de la vida sufrieron un abuso sexual por parte de un familiar
o amigo cercano. Esto generó un profundo rencor y resentimiento hacia los
hombres, a quienes ven como una especie de animales ávidos de sexo.

Cuando no logran superar el trauma psicológico lo pueden canalizar adoptando


actitudes bien sea de feminismo exacerbado, de miedo e inseguridad o de
aprovechamiento de sus atributos para atraer y excitar sexualmente a los hombres.
Ya que los ven entusiasmados, los frenan y los dejan frustrados. Saboreando su
venganza por aquello que sufrieron. Esta motivación combina elementos conscientes
e inconscientes y sólo puede ser superada con ayuda terapéutica.

La chica Seductora adopta dos técnicas o métodos diferentes. Primero encontramos


a aquella cuyo coqueteo es obvio o vulgar y está basado únicamente en saber lucir el
cuerpo sin importar mayormente la personalidad o la inteligencia. Acostumbra
utilizar ropa exótica y llamativa, con prendas muy ceñidas al cuerpo, escotes o
minifaldas; tiene particular predilección por las medias de color negro y las
zapatillas de tacón alto y sabe cómo moverse para llamar la atención. Su manera de

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atraer al hombre suele ser muy directa y clara, llegando incluso a tomar una franca
iniciativa.

El segundo enfoque es el más difícil de identificar, ya que el coqueteo es muy sutil,


casi imperceptible, y se planea inteligentemente cómo llevar a cabo la seducción.
Esta mujer también utiliza sus atractivos físicos, pero en forma un poco más discreta
y elegante. Seduce por medio de la mirada, de una sonrisa, utilizando palabras
ambiguas que hacen que el hombre no esté totalmente seguro de si se le está
insinuando o si él está malinterpretando las señales.

Aunque pudiera parecer afortunada por tener tanto éxito con los varones, la mujer
que utiliza la seducción no vive satisfecha. La devoción que inicialmente la halagó
llega a no parecerle suficiente y a hastiarla. Estas actitudes manipuladoras limitan
mucho sus posibilidades de tener una verdadera pareja que comprenda y satisfaga
sus necesidades afectivas y termina con un enorme sentimiento de soledad que
puede provocarle crisis depresivas e incluso tendencias suicidas. Dos ejemplos
representativos son los casos de Marilyn Monroe y Miroslava Stern.

b) Aquí encontramos a la señora a quien sólo le preocupa ser dama de sociedad. Tuvo
suerte o habilidad para encontrar un marido que cumple con los requisitos externos
de darle un cierto estatus (casa propia, viajes, membresías en clubs exclusivos, un
círculo social selecto, etc.). Esta categoría abarca desde la mujer frívola y superficial
hasta la señora sumamente responsable, incluso ingenua, que cumple al pie de la
letra los roles de la perfecta ama de casa: delega las tareas domésticas a la
servidumbre bajo su supervisión, pero ella personalmente lleva a los niños a la
natación, al karate, al club deportivo o a la ortodoncia. Se encarga de que la casa
esté impecable, es una excelente anfitriona, hace quedar muy bien a su marido
cuando la presenta en un acontecimiento social, participa en eventos de caridad,
toma café con sus amigas y tiene una vida cómoda o sin mayores sobresaltos.

Si el marido cumple a satisfacción con estos requisitos y le da un buen trato, ella se


hace un poco “de la vista gorda” cuando empiezan las evidencias de un mayor
alejamiento de la pareja (el marido llega tarde pretextando juntas de trabajo, toma
mucho, sale frecuentemente con los amigos, hay poca intimidad o comunicación y
su vida sexual se convierte en mediocre). Por supuesto que también puede sufrir con
estos comportamientos y tener discusiones al respecto con el esposo, pero por
ningún motivo está dispuesta a renunciar a su posición privilegiada, por lo que
prefiere vivir una farsa aparentando tener la familia modelo ante sus parientes y
amistades.

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Algunos maridos quieren a estas mujeres a su modo, sin tener una relación muy
profunda o intensa con ellas; otros simplemente se prestan al juego de la familia
bien establecida por no lastimar a los hijos, por no dañar su posición de buenos
esposos ante la sociedad o por evitar los problemas económicos que un divorcio les
ocasionaría, pero llevan una vida paralela enfrascados en su trabajo o tienen una o
varias amantes con quienes tratan de encontrar satisfacción a sus necesidades
personales.

Ejercicios
Como mencionamos al principio del capítulo, la mayoría de las mujeres no
correspondemos a una sola categoría. Nuestros patrones de conducta son
combinaciones, en distinta proporción, de varias de las actitudes descritas. También
sucede que en una etapa de nuestra vida estábamos en una categoría y ahora estamos en
otra.

Antes de intentar solucionar un problema, necesitamos saber por qué y cómo nos
metimos en él. Para ayudarnos a contestar lo anterior, las invito a hacer las siguientes
reflexiones, de preferencia por escrito:

1) ¿Con cuáles de las conductas descritas te identificas?, ¿en qué proporción? Si


ésa ha sido tu conducta, ¿los hombres que le corresponden a esa categoría se
asemejan a tus parejas?, ¿empiezas a darte cuenta de que tú formas la otra mitad
del problema y que no eres sólo una víctima inocente de las circunstancias?

2) Observa la vida amorosa de las mujeres a tu alrededor y, de ser posible,


entrevístalas. ¿En qué coinciden sus actitudes con los diferentes tipos de mujeres
que hemos mencionado?, ¿qué resultado les ha dado?, ¿cuán inconscientes las
ves respecto de su manera de generar y participar en sus desdichas?

3) Sin juzgar, buscando sólo obtener información objetiva, averigua: ¿Cómo se dio
la relación entre tus padres cuando se conocieron?, ¿cómo se llevan ahora? Si
están separados o divorciados, ¿por qué sucedió?, ¿qué pautas de conducta de tu
madre son similares a las tuyas?, ¿hasta qué punto los hombres que te atraen o
con quienes te relacionas se parecen a tu padre?

4) Escribe una descripción de tu hombre ideal. Compáralo con el tipo de parejas


que has tenido. ¿Están tus expectativas totalmente alejadas de la realidad?, ¿te

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sientes inconscientemente atraída o te involucras con hombres que no te
convienen?, ¿crees que puedes cambiarlos?

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CAPÍTULO 3

¿Cómo no caer en la trampa?


Uno de los temas que más sorprende en los cursos que imparto es mi teoría, muy
personal, sobre la comunicación. En la actualidad se la ha ensalzado como el mejor
método para resolver cualquier conflicto y, en especial, los de pareja. Nos hacen creer
que si uno es franco, abierto y sincero, expresa con claridad y espontaneidad sus
necesidades, miedos, frustraciones, disgustos y desacuerdos respecto de la relación y del
trato que se recibe, se podrá llegar a través de un diálogo inteligente, maduro, amistoso
y tranquilo a un acuerdo que convenga a ambas partes y a la solución casi mágica de las
desavenencias. Tales ideas se antojan un tanto utópicas, ¿no es así?

La realidad es que no es tan fácil. Parece lógico y aun hermoso, propio de los cuentos de
hadas, pensar que dos personas con diferente educación, temperamento, puntos de vista
y actitudes frente a la vida, con diferentes experiencias, influencias familiares y de
relaciones pasadas, con complejos y miedos ocultos o inconscientes, puedan en una
situación en la que se sienten ofendidas, heridas, minimizadas o afectadas en sus
intereses, hacer todo a un lado y sentarse a escuchar tranquila, objetiva y pacientemente
a la pareja, procurando entender el otro punto de vista con actitud flexible y
condescendiente. Seamos realistas, esto rara vez se da en la vida cotidiana.

¿Qué sucede cuando estás muy molesta con tu pareja por agravios recibidos (o
interpretados como tales), diferencias de opiniones sobre puntos delicados para
cualquiera de los dos y deciden charlar al respecto? Veamos algunas de las respuestas
de personas con quienes he trabajado en terapia:

“Mi esposo ni siquiera me escucha, no se interesa por lo que siento, pienso o quiero, es
totalmente indiferente y egoísta, y sólo le importan sus cosas”. “Mi pareja cree que
sólo él tiene razón, que yo estoy loca y que soy la culpable de todo”. “Discutimos por
horas, de manera desgastante, sin llegar a nada, y después pasamos varios días sin
hablarnos”. “Él me convence o me amenaza y yo termino cediendo, sintiéndome
manipulada y muy frustrada”. “Sé que él no tiene la razón y que es injusta la manera
en que me trata, pero estoy tan insegura que tengo miedo de enfrentármele y que me…
(castigue, deje, quite a los niños, no me dé dinero, etc.)”.

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Ustedes dirán que el problema es que no saben comunicarse. Por supuesto, y es bastante
difícil que aprendan. Recordemos el ejemplo de un comercial de televisión de hace
algún tiempo donde se mostraba un vaso con agua hasta la mitad. Algunas personas lo
veían como medio lleno y otras como medio vacío. Ambas tenían razón desde su punto
de vista, era cuestión de enfoques.

¿Qué sucede cuando las personas hablan sobre religión, política, economía o futbol? Si
tienen puntos de vista radicalmente opuestos y no saben ser respetuosos, simplemente
no convencerán al otro. Cada quien tiene derecho a sostener su propia opinión y es
absurdo sentir que siempre tenemos la razón o esperar que los demás nos entiendan,
vean la vida y sean como nosotros lo queremos o necesitamos.

Cuando una mujer me dice: “¿Cómo es posible que él me haga eso?”, yo le respondo
sin justificarlo: “Claro que es posible, él reacciona como hombre y de acuerdo con su
propia historia de vida”. Es curioso que no sólo las mujeres se quejan de no poder
entender a los hombres, también los caballeros insisten en que las mujeres somos raras y
complejas, que no hay forma de darnos gusto, que somos demasiado sentimentales y
poco racionales, etc. Por lo tanto, antes de intentar lo que puede ser una peligrosísima
arma de doble filo, la comunicación, es necesario analizar con mayor profundidad las
diferencias básicas entre hombres y mujeres, no tanto genéticas sino, más bien, de
influencia cultural.

Diferencias básicas entre hombres y mujeres que dificultan la


comunicación.
1) Sentido de prioridades

Cuando un varón joven piensa en su futuro normalmente considera como sus


prioridades a su profesión o trabajo, a ser alguien en la vida, a obtener el
reconocimiento de los demás. La familia (esposa e hijos) por lo general se toma como
complemento y no se proyecta con tanto entusiasmo. Preguntemos a un chico estudiante
de 14 o 15 años qué quiere ser cuando sea grande; les aseguro que su primera respuesta
se referirá a su profesión. Contestará que desea ser médico, arquitecto, piloto, futbolista,
abogado, nunca nos dirá: “Casarme y tener hijos”. Sin embargo, si le hacemos esta
misma pregunta a una chica quizá también conteste con alguna profesión, pero es muy
posible que, en el fondo, ella no se sienta realizada si no se casa y tiene hijos y que vea
sus estudios y trabajo como algo previo al matrimonio, estando dispuesta a renunciar a
ello si en algún momento interfirieren con su vida de esposa y madre. Por lo general,
para la mujer lo prioritario es el hogar y lo secundario su profesión.

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Ni los hombres ni las mujeres se preparan debidamente para las relaciones de pareja y
de matrimonio, con excepción de algunos cursos obligatorios breves antes de casarse.
Cada persona se concentra en los conocimientos necesarios para su especialidad laboral
y, salvo los pocos que se interesan en la psicología y otras disciplinas que estudian la
conducta humana, creen que con el amor y la buena voluntad es suficiente. Al
entrevistar a varios hombres y mujeres sobre por qué se habían casado, encontré
respuestas como las siguientes:

“Estaba enamorado”, “Creí que las cosas iban a funcionar, pero no fue así”, “Me
sentí sexualmente atraído por ella”, “Salí embarazada y me tuve que casar”, “Pensé
que escaparía de los problemas en casa de mis padres”, “Ya tenía yo tal edad y creí
que era hora de sentar cabeza”, “Él era muy diferente cuando éramos novios y después
cambió”.

Aquí vemos la falta de interés en prepararse de manera adecuada antes de escoger o de


comprometerse con una pareja, y porque es imposible que funcionen uniones que tienen
malas bases, aunque algunos sectores de la sociedad traten de forzarnos a mantenerlas a
través de generar culpa o piensen de manera simplista que la buena voluntad o la
comunicación bastan para resolver problemáticas psicológicas profundas que ambos
miembros de la pareja han arrastrado desde la infancia y que se trasladan a la relación.

2) Educación sexual

A los varones se les da a entender que ellos sí pueden tener mayor libertad sexual desde
pequeños sin ser señalados por la sociedad. Es poco común que alguien espere que un
chico llegue virgen al matrimonio y es frecuente que el propio padre, tío, hermano
mayor o amigos lleven al joven con una prostituta para que se haga “hombre”. La novia
no se siente con derecho a cuestionar su decencia si él se acostó con alguien antes que
ella y puede pensar que es hasta mejor que él ya tenga experiencia en ese campo. Sin
embargo, qué diferente es la actitud hacia una mujer. Todavía encontramos en los países
latinos que a las jovencitas se les cuida la virginidad, haciéndoles creer que es su único
valor como mujer y que su esposo tendría todo el derecho de reclamarles si ellas no
llegan “puras” al matrimonio.

El doble estándar de valores también se maneja respecto de la infidelidad, dando por


sentado que si un hombre engaña a su mujer se trata sólo de una aventura sin
importancia, que probablemente la esposa sea la culpable por haber fallado en algo o no
saber retener a su marido. Si es la mujer la infiel es motivo de escándalo, se condena
severamente su calidad moral, se le juzga de prostituta y hasta le pueden quitar los hijos.
Todavía no entiendo en qué razones válidas se basan los hombres para decir que no es
lo mismo la infidelidad de una mujer.

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3) Educación familiar

Por tradición se ha enseñado a la mujer que nació para servir al hombre y es él quien
manda en el hogar, muy rara vez se fomenta lo que verdaderamente es una pareja en la
que ambos tienen los mismos derechos y obligaciones. Los que se rigen por estos
conceptos anticuados e injustos inculcan en las niñas la idea de que deben atender al
papá y a los hermanos y, posteriormente, al marido. Por lo tanto, cuando se casen, si
están debidamente manipuladas por la culpa, no tendrán ningún inconveniente en
renunciar a ser ellas mismas y dejar a un lado todas sus ambiciones personales y deseos
de superación con tal de que el matrimonio funcione. ¿Cuándo se ha visto que a un
hombre se le pida que deje trabajo, estudio, amistades, aficiones personales y forma de
vestir porque se va a casar? Salvo traer dinero a la casa, él sigue siendo el mismo, pero a
la mujer se le imponen toda una serie de nuevas reglas de lo que es y no es propio
porque ya está casada. Y el condicionamiento hace que sea la misma mujer quien
propicie y perpetúe esta situación.

Está comprobado que los machos son hijos de mujeres abnegadas. La dinámica es la
siguiente: cuando una madre se siente frustrada como mujer y como pareja porque,
según ella, dio todo y sólo recibió humillaciones, sufrimiento y abusos, tiene la
tendencia a enfocar todo su cariño (a veces enfermizo) en los hijos pero, sobre todo, en
los varones. Se esfuerza por sentirse valiosa y querida a través de ellos, ya que no pudo
lograrlo a través del marido, los consiente y mal acostumbra para lograr su amor. El
resultado es que, al crecer, se convierten en hombres egoístas que difícilmente serán
buenos maridos. La cadena se repite y ellos, a su vez, harán desdichadas a sus esposas.

4) Códigos de expresión de sentimientos

A los hombres se les enseña a ocultar, reprimir o suprimir sus sentimientos desde
temprana edad. “Los hombres no lloran”, “Usted es macho, aguántese” y frases como
estas los van condicionando a que es poco varonil mostrarse débil, tierno, vulnerable o
expresar lo que verdaderamente sienten. Esta programación masculina descontrola a las
mujeres que están acostumbradas a ser más expresivas y comunicativas. Si ellas
intentan acercarse y establecer comunicación con su pareja para indagar qué piensa o
siente en una situación de crisis, es poco probable que él se abra honesta y
completamente; lo más factible es que se presenten los problemas descritos al principio
del capítulo.

5) Métodos para resolver problemas

Cuando inician las desavenencias en la pareja, generalmente la primera en buscar ayuda


para mejorar la situación es la mujer. Ella acude al sacerdote, al psicólogo, a los
consejos de su mamá o de sus amigas, lee libros de autoayuda o revistas sobre

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relaciones humanas, toma cursos, trata de entablar un diálogo con su pareja para ver qué
pasa. Sin embargo, la mayoría de los hombres cuando enfrentan problemas con su
pareja se molestan o simplemente evaden refugiándose en la indiferencia, el silencio, la
agresión física o verbal, el alcohol, alguna amante que según ellos sí los comprende,
pasan mucho tiempo fuera de casa enfrascados en el trabajo, en los deportes, etc. Ellos
también sufren con las dificultades de pareja, pero realmente no saben cómo enfrentar la
situación y buscar soluciones. No se les permitió aprender a comunicarse y sería
absurdo que nosotras quisiéramos que entendieran las cosas de la misma manera.

Al tomar conciencia de todas estas diferencias, debemos reaprender la manera de darnos


a entender con los hombres, basada en una formación más realista de nuestras
respectivas naturalezas. Así no acabaremos desmoralizadas ni crearemos mayores
malentendidos recurriendo a una comunicación forzada que no logra objetivos.

El papel de la autoestima en la comunicación


Uno de los elementos clave en este reaprendizaje es fortalecer nuestra autoestima. Si
cuando intentamos comunicarnos nos sentimos inseguras, acomplejadas, temerosas,
demasiado necesitadas de afecto, incapaces de mostrarnos asertivas cuando nos ofenden
o con expectativas fantasiosas, proyectaremos nuestros sentimientos en el trato con
nuestras parejas y, en vez de lograr un mejor entendimiento, acabaremos en pleitos y
frustración.

Empecemos por evaluar de manera auténtica nuestra autoimagen que, en la mayoría de


los casos, se desarrolló distorsionada por todo lo que de nosotros mismos se nos inculcó
en la infancia.

Un niño en crecimiento es sumamente sensible, casi como un disco en blanco donde van
quedando grabadas imágenes e impresiones que, de no ser las adecuadas, pueden afectar
su desarrollo personal, emocional y, por ende, su comportamiento futuro. Su verdadero
potencial (lo que piensa que es o lo que puede hacer) puede llegar a verse opacado por
las opiniones negativas, frases hirientes, malos tratos, rechazos, indiferencia, e
información equivocada recibida desde pequeño.

Por ejemplo, al pedir a una de mis alumnas que expresen sus cualidades frente al grupo,
empieza a llorar diciendo que no puede encontrar nada positivo acerca de su persona.
Aunque los demás veamos a una chica bonita y valiosa, ella se percibe fea, tonta, inútil
y muchas cosas más. No ayudará tratar en ese momento de levantarle la moral y decirle
halagos porque no los va a creer y concluirá que lo hacemos por cortesía o por lástima.

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Incluso pensará que no la conocemos como realmente es y que, en caso de descubrirlo,
nos sentiríamos decepcionados.

Por supuesto, si ella cree que no tiene cualidades y valores, su comportamiento reflejará
esta carencia, traducida en depresión e inseguridad.

¿Cuál es el origen de tales creencias? Nuestros padres, creyendo corregirnos, nos


decían: “Eres tonta, cochina, gorda, fea, inútil, indecente, no sirves para nada”; sus
frases nos fueron colocando etiquetas y acabamos convencidas de que la apreciación de
otros era la verdad. Si a las palabras ofensivas e hirientes les agregamos malos tratos,
actitudes de rechazo, castigos severos e injustificados, falta de comprensión y amor, o
abandono y negligencia, no es de sorprendernos que, como adultos, tengamos la
convicción de que somos indeseables, horrorosos, llenos de defectos, incapaces de
inspirar amor. Creeremos que todas las personas valen más que nosotros y que estamos
obligados a hacer méritos, a suplicar y complacer para recibir un poco de amor y buen
trato. Con esta autoimagen tan devaluada (aunque no siempre la admitamos o pensemos
que no se nota), tenemos grandes probabilidades de ir de fracaso en fracaso en todos los
aspectos de la vida, especialmente en las relaciones de pareja.

El siguiente ejercicio es útil para evaluar nuestra autoestima. Al leer la lista de frases
ofensivas que aparece a continuación, traten de recordar quién se las decía o dice en la
actualidad. Observen cómo se sienten y si creen que son verdad. No traten de juzgar
cuáles se aplican a ustedes; únicamente déjense llevar por el recuerdo y el sentimiento.

Lista de frases negativas

- Realmente estás muy fea y qué gorda (o qué flaca) te ves.

- Ese peinado no te queda y además qué mal gusto tienes para vestir.

- Eres una tonta, no te sabes expresar, sólo dices estupideces.

- No tienes fuerza de voluntad, nunca puedes hacer algo por ti misma.

- Oye, ya estás muy vieja, ya no eres tan atractiva como antes.

- Eres una ignorante, no te has preparado, hay muchas mujeres más inteligentes y
capaces que tú.

- Qué feo cuerpo tienes (piernas flacas, poco busto, etc.).

- No sabes caminar, te sientas toda “chueca”, no tienes gracia.

El Precio del Amor, Lucy Serrano Página 55


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- No vales nada porque no estudiaste, nadie te daría trabajo porque seguramente
vas a fallar.

- Qué torpe eres, nada te sale bien, todo lo que haces son puras porquerías,
siempre te equivocas.

- Esos colores te hacen ver más morena, tienes un tipo muy corriente.
- Eres una egoísta, sólo piensas en ti (eres mala esposa, mala madre…). Deberías
ser más sacrificada.
- Con esa falda (o pantalón) te ves gordísima, pareces piñata.

- Qué genio, pareces león enjaulado, no hay quien te soporte, tú eres la que
siempre empieza los problemas.

- Eres tan tímida, pareces mosquita muerta, eres una insegura.

- Nunca vas a llegar a hacer nada en la vida, siempre serás despreciada por todos,
eres una fracasada.

- Eres indecisa y débil, todo te afecta demasiado, no seas chillona.

- Eres una burra, todo se te olvida, pareces “tarada”, no sé qué hago con una mujer
como tú.

- No seas infantil, todo lo haces al revés, eres una inmadura.

- Te ves tan ridícula y vulgar, deberías aprender de fulanita, ella sí hace bien las
cosas.

- Eres una vergüenza para la familia, lo mejor sería que no hubieras nacido, nadie
te quiere.

- Eres una hipócrita, si supieran realmente lo que eres se decepcionarían de ti. Me


chocan tus dramas.

- Eres una loca, una cualquiera, ninguna mujer decente no se comporta así.

- Estás histérica, no te sabes comportar, deberías ver a un psiquiatra.

- Sin mí te mueres de hambre, todo lo que hay en esta casa es mío, yo soy el que
trabaja.

- Al principio pensé que eras diferente, qué enorme equivocación, tú tienes la


culpa de todos nuestros problemas.

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- Eres una solterona fracasada, ¿quién se va a fijar en ti?

- Si te divorcias, ningún hombre se te acercaría. Estás acabada y vieja, me das


asco como mujer.

- Estás amargada, qué feo carácter tienes.

- Eres una mal educada, no te sabes comportar ante la gente.

- Qué desagradecida, después de todo lo que he hecho por ti, así me pagas.
- Pareces bruja, eres una malvada, sólo piensas en ti.

- Eres floja y descuidada, siempre estás cansada, todo el día te quejas.

- Estoy harto de tu mal humor, yo trabajo todo el día y tú nunca haces nada, sólo
sirves para causar problemas.

- Es aburridísimo platicar contigo, nunca dices algo interesante.

- Cuando te conocí, ya no valías nada. Eras una basura porque ya no eras virgen.
Agradécele a Dios que me haya fijado en ti.

- ¿Casarme contigo?, ni que estuviera loco.

- Para eso eres mi mujer, para que haga contigo lo que quiera.

- Si no te gusta, ya sabes que me puedo conseguir otra mejor que tú.

- ¿Cómo no le hice caso a mi madre cuando me dijo la clase de “fichita” que eras?

- Es que tú ni para darme hijos sirves.

- Con esa ropa pareces prostituta.

- Qué horrible te peinas, ni eso sabes hacer.

- Con esos colores que usas pareces payaso o prostituta.

- No sé cómo me pude fijar en ti, eres tan fea, debí haber estado loco.

- Todo lo quieres resolver llorando, me fastidian tus lagrimitas.

- Si te quieres ir, lárgate, no te necesito para nada.

- ¿Te has visto en el espejo?, ¿en qué monstruo te has convertido?

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- Eres tan poca cosa y aun así tengo que mantenerte.

- Cada día cocinas peor, de haberlo sabido no me caso contigo.

- Eres idéntica a tu madre, con razón tu padre tiene a otra.

- Mira cómo tienes la casa, siempre hecha un asco.

- ¿Qué tanto haces todo el día, qué no haces nada?

- Te la pasas quejándote todo el tiempo, con nada se te da gusto.

- Si nos casamos fue porque tú me forzaste, la verdad yo no quería.

Aunque no nos guste evocar recuerdos dolorosos o nos moleste admitir ciertos
pensamientos, hacerlo es necesario para detectar de dónde provienen y cuánto nos
afectaron. Ya somos adultos y podemos reeducarnos, ya no somos los niños indefensos
a quienes los demás hacían como querían. Si alguien me ofende o desvaloriza, ¿por qué
he de dar más crédito a su opinión que a la mía?

Tengo una teoría, a la cual llamo efecto del espejo deformado que ilustra muy bien
este punto. Una persona no puede saber cómo es su cara a menos que la vea en un
espejo o en una superficie reflejante. Lo que el cerebro interprete ante la imagen
dependerá de dos cosas: de la calidad o nitidez del espejo y del estado de ánimo y
convicciones previas sobre su persona.

Si la superficie del espejo es lisa, pareja y sin defectos, si la persona se encuentra


tranquila y equilibrada, si ya superó los traumas del pasado, lo más probable es que su
evaluación de la realidad sea correcta; pero si se mira en espejos como los de las ferias
(intencionalmente deformados para producir una imagen distorsionada), y cree que lo
que ve es correcto, su autoimagen no será verdadera, sino el producto de dichas
deformaciones.

Si además la persona está deprimida o alterada por las dificultades y reveses de su vida
actual, por problemas económicos y morales para los cuales no encuentra solución, y
por las programaciones pasadas que regresan como fantasmas para atormentarle, no
habrá poder humano que la convenza de que el problema no es ella sino sus ideas
equivocadas.

Cuántas veces nos topamos con personas que son espejos deformes, llenas de traumas y
complejos que se hacen manifiestos cuando tratan con nosotros, que nos ofenden,

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maltratan, insultan y manipulan no porque nosotros seamos malos e indignos, sino
porque quieren desquitar en alguien sus propias frustraciones o sentir compensada su
inseguridad para controlarnos. Si esto es lo que motiva dichas actitudes negativas, ¿por
qué hemos de darles un valor absoluto o perder nuestro tiempo tratando de hacerles
cambiar su conducta? Primero debemos recuperar nuestra autoimagen real; así será
difícil que los comentarios de otros nos afecten.

Una señora vino a consultarme por un problema y utilizó durante casi una hora este
vocabulario:

“Mi marido dice que…”, “Él se molesta cuando…”, “Mi esposo no está de acuerdo en
que yo…”, “Él opina que no es conveniente que…”.

La pobre mujer no se daba cuenta de que actuaba como marioneta repitiendo las frases
de su marido. Cuando le pregunté: “Bueno, pero tú, ¿qué piensas, qué opinas, qué te
gusta, qué te parece, qué deseas?”, me miró con expresión extraña y muy triste
contestó: “Él me dice que yo no valgo nada y que lo que yo piense o quiera no tiene
importancia”. Éste es un buen ejemplo de los dramáticos resultados de la falta de
autoestima en una relación.

Actitudes como la carencia de autoestima afectan no sólo nuestra relación de pareja,


sino también a nuestros hijos. Cuando en una reunión me preguntaron qué quería
heredarles a mis hijos (otras personas habían dicho que buena educación, buenos
modales, creencias religiosas, seguridad económica, etc.), yo contesté con plena
convicción: seguridad en sí mismos.

Si una persona es segura, tendrá éxito en los estudios, en el trabajo, con los amigos y en
el amor. Por el contrario, una persona insegura sufrirá abusos y no encontrará la paz
interna. Pero, ¿cómo heredarles esa seguridad a los hijos si generalmente los propios
padres no la tienen?

Cuando realmente se desea ver un cambio en los hijos, los primeros que debemos
cambiar somos los padres. Cambiar no es fácil, pero sí es posible aunque de manera
paulatina. Los cambios no radican sólo en ya no agredir a los hijos con frases hirientes y
abusivas, sino en transmitirles un buen ejemplo. Si la madre es abnegada, está dando
pésimos ejemplos. Muchas mujeres se asignan el último lugar (o ninguno) en sus
pendientes diarios; todas sus actividades, sus esfuerzos y pensamientos van dirigidos a
los demás. ¿Cómo no acabar rendidas, frustradas y de mal humor, sintiendo que no se
les aprecia o valora? ¿Podrán ser buenas madres? Nadie puede dar lo que no tiene. Si no
nos ocupamos primero de nosotras mismas, no podremos ocuparnos adecuadamente de
los demás.

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Cuántas mujeres van de actividad en actividad sin detenerse un minuto para entrar en
contacto consigo mismas y ver qué necesitan, cómo se sienten, cómo pueden
complacerse, sin estar siempre condicionadas a que ese cariño y consideración provenga
de fuentes externas.

Una señora aportó una valiosa sugerencia basada en su experiencia. Ella acostumbraba
levantarse apresurada para tener listo el desayuno del marido y los hijos antes de salir al
trabajo y a la escuela. Después se quedaba sola y enfrentada a las labores domésticas
que le resultaban tediosas e interminables. Para elevar su autoestima, decidió hacer este
ritual: al quedar sola en casa, antes de iniciar su rutina de trabajo, se preparaba con
calma un delicioso desayuno: el jugo de naranja servido no en un vaso, sino en una copa
de cristal, un rico omelette en plato de vajilla fina, una flor en un florero bonito, café y
pan, todo dispuesto en una charola con mantelito bordado (del tipo que usaría para una
visita importante). Llevaba su desayuno a la cama donde comía sin prisas, disfrutando
de su música favorita y leyendo una interesante revista o libro. Posteriormente se daba
un largo baño y sólo después de estos actos de honor y consideración a sí misma,
procedía con sus labores.

Una persona que no se quiere a sí misma no logrará que la quieran los demás. Si no te
decides a empezar a valorarte lo más pronto posible, tu vida va a ir de mal en peor. Date
cuenta que tienes una enorme responsabilidad de ser feliz y que ese debería ser tu
proyecto principal. No malgastes tu energía en corajes y discusiones, pues con ello no
lograrás cambiar a las personas; utilízala para que puedas mejorar tu calidad de vida.
Esta profunda frase china es muy ilustrativa:

“No te detengas a apedrear a los perros que te ladran en el camino, ignóralos


y guarda tu energía para seguir adelante y alcanzar tus metas”.

Cada minuto que pasas preocupada, llorando y llena de angustia, te deteriora, te


desgasta, te acaba. No sólo es el paso de la edad lo que te hace vieja, lo que realmente
envejece son las penas.

Además, es imposible darle gusto a todos. Aquí se aplica el dicho mexicano: “No soy
monedita de oro para caerle bien a todos”. Veamos un ejemplo. Imaginemos una
reunión de varios amigos y amigas, en la que dos jóvenes se encuentran sentadas
observando a los demás. De pronto llega una tercera a la casa. La llamaremos Mariana y
es una chica joven, alegre, simpática, amigable y acomedida. De inmediato saluda a
todos y se dirige a la señora de la casa ofreciendo su ayuda para servir las bebidas y los

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bocadillos. Posteriormente, toma una guitarra y canta una bella canción; al poco tiempo
llega un chico que no conoce a nadie y ella se acerca para darle la bienvenida,
presentándolo con el grupo. Su plática es amena, interesante y tiene a todos fascinados.

Veamos qué sucede en la mente de las dos primeras observadoras. Una de ellas piensa:
“No soporto a Mariana, es presumida y siempre quiere ser el centro de atención. Es
una lambiscona con la dueña de la casa ofreciéndose a ayudar para hacernos quedar
mal a las otras. Se cree muy superior porque sabe tocar la guitarra, ni que tuviera tan
buena voz. Además qué forma tan descarada de acercarse a ese muchacho y
presentarlo, es una rogona coqueta”.

La otra observadora piensa todo lo contrario: “Que simpática es Mariana, cómo me


gustaría parecerme a ella; qué amable por ayudar a la señora de la casa y qué bonita
voz tiene; voy a tratar de hacerme su amiga y pedirle que me enseñe a tocar la
guitarra; qué desenvuelta es, qué segura de sí misma, y qué considerada presentando a
ese chico al grupo para que no se sintiera solo e incómodo por no conocer a nadie”.

¿Observan la diferencia? El problema no era la conducta de Mariana, que estaba siendo


ella misma, sino la amargura, los celos, la envidia, la inseguridad y el resentimiento en
el corazón de la primera observadora que la juzgó mal. Las mismas acciones fueron
interpretadas de manera diferente por dos personas. ¿Cuál de las dos tenía la razón?
¿Debería cambiar Mariana para no ser criticada por la primera y no verse afectada por
sus comentarios basados en sus propios complejos y amarguras, o seguir siendo ella
misma y actuar como cree correcto?

Siempre vamos a encontrar gente que nos critique, a la que no le parezca lo que
hacemos, cómo pensamos, cómo vestimos o cómo actuamos. Sería cuento de nunca
acabar ir por la vida complaciendo a todos, mucho menos modificando nuestra
verdadera forma de ser por tratar de ganarnos el amor o la buena voluntad de personas
que no nos quieren.

Ya es hora de crecer y aprender a manejar nuestras vidas como mujeres maduras y


seguras de nosotras mismas. Debemos buscar nuestros propios valores, abrir los ojos y
no permanecer en la ignorancia creyendo que, porque determinadas personas piensan de
una manera, eso es lo correcto o la única forma de vivir.

Sólo quienes han aprendido a tomar las riendas de su propia vida pueden aspirar a ser
felices. No se trata de ir en contra de todo ni de todos, sino de que nos dejen vivir a
nuestra manera, principalmente cuando está comprobado que la forma antigua de educar
a los hijos en la mayoría de los casos no ha dado buenos resultados en cuanto a la
relación de pareja.

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El consejo básico es: Aléjate o ignora a las personas negativas que te mortifican y que te
hacen la vida pesada, no permitas que te afecte tanto su opinión (el famoso “¿Qué
dirán?”); aprende a ser fuerte, pero no agresiva; segura, pero con la debida información
y reflexión; firme cuando se trata de defender tus derechos o de frenar injusticias, pero
flexible y abierta al cambio”.

Métodos equivocados de reacción ante comentarios negativos


Hemos revisado las diferencias básicas entre hombres y mujeres en su manera de
comunicarse y el papel que desempeña la autoestima en la comunicación. Ahora
veamos cuáles son los cinco métodos típicos de reacción ante los comentarios
negativos.

Agresión

Tú me ofendes, yo te ofendo; tú me humillas, yo te humillo (o busco la forma de tomar


venganza más adelante); tú me haces, yo te hago. Se vuelve un círculo vicioso
interminable en el que nadie gana. Se desperdicia una enorme cantidad de energía y no
se resuelve el problema. El que yo aparentemente me esté defendiendo y no me deje, no
implica que la otra persona va a dejar de molestarme. Aunque pudiera parecer que estoy
desquitando mi coraje, por dentro me quedo furiosa y desequilibrada física y
emocionalmente. También corro el riesgo de decir en un momento de ira cosas que
realmente no siento y de ofender gravemente a la otra persona, dificultando la
posibilidad de una relación más armoniosa.

Justificación

Ante las acusaciones o comentarios hirientes que me hacen, yo intento explicar y


justificar (con una actitud casi de pedir perdón) mi conducta, ya que me considero muy
poca cosa y creo que los demás deben tener razón en lo que opinan. Por ejemplo, si me
dicen gorda con el afán de herirme o hacerme sentir menos, yo doy varias razones por
las cuales no puedo seguir una dieta, tratando de que la otra persona comprenda y
cambie su opinión sobre mí. Lo que no tomo en cuenta son los motivos que tuvo para
ofenderme, su propia inseguridad o complejos y que ninguna explicación que yo le dé
va a cambiar necesariamente su actitud hacia mí.

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Sumisión

Tan acostumbrada estoy al maltrato y a la dominación que siento pánico y ansiedad al


desobedecer o quedar mal. Por ejemplo, si deseo estudiar inglés y la otra persona me
hace sentir culpable o muestra su disgusto conmigo por hacerlo, aunque yo piense que
no tiene nada de malo, me someto dócilmente y al final desisto de mis deseos. Mi
autoestima está tan baja que cualquier ofensa me desmoraliza y me sume en la
depresión.

Comunicación

Me refiero al tipo de comunicación demasiado abierta e irreflexiva que no toma en


cuenta las explicaciones que hemos dado en este capítulo. Ingenuamente empiezo a
dialogar buscando convencer a la otra persona con razonamientos lógicos para mí, pero
no necesariamente para ella, de que quizá su punto de vista esté equivocado y el mío sea
el correcto. Olvido que hay personas necias y aferradas que no están acostumbradas a
escuchar, a ser flexibles y conciliadoras, que no respetan las opiniones ajenas y que,
diga yo lo que diga, nunca las haré cambiar de opinión.

Evasión

Sé de antemano que la otra persona no me va a entender pero, como no pienso


someterme y temo las represalias si expreso o hago lo que realmente quiero, opto por
callar, mentir, disimular, ocultar información, aparentar que no pasa nada o fingir estar
de acuerdo. Estas actitudes erosionan la relación, pues ninguna de las dos partes se
siente cómoda, y la separación se hace cada vez mayor.

Ejercicios
Diferencias entre el hombre y la mujer

1. Elabora una historia de vida de tu pareja. Pregúntale a él directamente y a personas


que lo conozcan cómo fue su infancia, la relación de sus padres, qué ideas le
inculcaron, qué dificultades afectivas y económicas enfrentó, cómo se sintió en las
escuela, cómo le fue en sus relaciones de pareja anteriores, cuán realizado o
frustrado se siente en sus metas profesionales. Observa además qué complejos tiene,
qué mecanismos de defensa utiliza, qué provoca su enojo y cualquier otra

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información que te sirva para evaluar con qué clase de persona estás involucrada.
Analiza estos datos objetivamente, sin juzgar, culpar ni quejarte. Compara sus
antecedentes de vida con los tuyos y revisa en qué puntos son compatibles y en
cuáles son diferentes.

Autoestima

2. Anota por lo menos quince adjetivos positivos acerca de ti misma en el aspecto


intelectual, espiritual o emocional. Por ejemplo, soy inteligente, honrada, sincera,
alegre, sensible, leal, buena amiga… Después escribe al menos cinco cosas
agradables sobre ti misma en el aspecto físico. Por ejemplo, me gustan mis ojos, mi
pelo, mi estatura, tengo bonitas piernas, etc.”. ¿Estás realmente convencida de que
tienes estas cualidades, aunque los otros no lo aprecien o lo valoren?

Métodos equivocados de reacción

(Agresión, Justificación, Sumisión, Comunicación, Evasión)

3. Analiza en cuántos de estos errores has incurrido en el pasado al tratar de


comunicarte con tu pareja. Durante la próxima semana observa cómo te enganchas
casi de manera automática cuando te dicen o hacen algo que te molesta y recurres a
estos métodos. No intentes cambiarlos aún; simplemente date cuenta de lo que
haces.

Después de estas reflexiones podremos estar más conscientes de que no tomábamos en


cuenta muchas cosas y que también nosotros formamos parte del juego. Lo primero es
detener los errores y no funcionar ya bajo premisas falsas; después podremos modificar
nuestra conducta con patrones más sanos y adecuados. Pero antes de trabajar en mejores
opciones, nos quedan varios temas por tratar.

Técnicas para romper los hábitos de comunicación ineficaces y


perjudiciales
Sólo con algunas personas y en algunas ocasiones se puede dar una comunicación
profunda y totalmente sincera. Cuando estas circunstancias existen, la sensación de
plenitud es maravillosa. Al conversar con alguien inteligente, culto, interesante y
agradable, el tiempo pasa sin sentirlo y quedamos ávidos de continuar platicando porque
la persona nos tiene fascinados y nos nutre interiormente. Si a ello añadimos los
sentimientos afectivos que nos despierta el ser pareja, en convertirnos en alguien
especial para el otro, nuestro bienestar interno se torna indescriptible.

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La verdadera intimidad implica poder mostrarnos como somos, con nuestras
vulnerabilidades y defectos, sin temor a ser criticados, juzgados, rechazados y a que
nuestras confidencias sean utilizadas en nuestra contra, para manipularnos o
chantajearnos; es la plena confianza de ser aceptados totalmente.

A los hombres les cuesta mucho intimar emocionalmente porque de niños no se les
enseñó cómo hacerlo. La química, la simpatía o atracción inicial no son suficiente para
lograr este estado, ni la compatibilidad y afinidad de gustos son garantía de esa clase de
comunicación, sobre todo de manera permanente. Quienes anhelan llegar a esos niveles,
primero han de hacer un esfuerzo por conocerse y aceptarse mejor a sí mismos.

La verdadera madurez no significa convertirse en una persona diferente, sino asumir de


forma consciente la responsabilidad por el tipo de persona que elegimos ser. Entonces
nuestras vulnerabilidades se convierten en parte de nuestra fuerza. Ya no necesitamos
desperdiciar la enorme cantidad de energía emocional que solemos ocupar en ocultar,
reprimir o disfrazar lo que no nos gusta que vean los demás, por ejemplo, nuestra
inseguridad (todos somos inseguros en algunos aspectos). Y tampoco tenemos que:

 defendernos de los ataques verbales externos.


 engancharnos a las palabras o actitudes que surgen de las inseguridades de otros.
 insistir con obstinación en que los demás cambien de acuerdo con nuestras
expectativas o necesidades.
 intentar convencerlos de que tenemos la razón.

Por supuesto, lo ideal sería tener buen juicio para detectar de antemano a personas
conflictivas y no involucrarnos demasiado con ellas (en el caso de parejas); o bien, si no
podemos evitarlas (en el caso de familiares o compañeros de trabajo), saber
sobrellevarlas sin permitir que nos dominen o nos hagan sentir mal.

Cuando las personas que se comunican son ambas maduras, centradas, flexibles,
tolerantes, inteligentes, intuitivas, prudentes, respetuosas, interesadas en la opinión
ajena, han superado ya la necesidad de luchas de poder, de dominio y prefieren conciliar
en lugar de imponer sus razones, no es necesario usar técnicas y se puede dar la
comunicación fluida y totalmente abierta.

Desafortunadamente muy pocos desarrollan espontáneamente esas habilidades. La


mayoría cometemos muchos errores a lo largo de la vida, pero no hay que culparnos,
siempre y cuando estemos dispuestos a aprender de dichos errores y a modificar ciertas
conductas y actitudes. No sólo los demás son difíciles; nosotros también lo somos y
formamos parte de un jueguito inconsciente que nos hace sufrir.

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Si mis lectoras han tomado en serio los ejercicios recomendados en los capítulos
anteriores y han hecho sus tareas con sus respectivas introspecciones y reflexiones,
estarán mejor preparadas para empezar a practicar las técnicas que a continuación
describiremos. Todas han sido ampliamente probadas y funcionan, siempre y cuando se
lleven a cabo como se indica:

 Cambio de roles
 Indiferencia amable
 Frases “Para ti, pero para mí…”
 Presuposición
 Comunicación escrita (cartas a la pareja)

Estas técnicas pueden utilizarse individualmente o en combinación. Cabe aclarar que


por técnicas no me refiero a manipulaciones, estrategias alevosas, caretas, falsedad,
hipocresía, etc., sino más bien a herramientas que ayudan a evitar conflictos con
personas que tal vez todavía no han superado sus propios errores en la comunicación.

Cambio de roles
Cuando interactuamos con otra persona, especialmente si estamos involucrados
emocionalmente, muchas veces reaccionamos en forma automática, sin darnos cuenta
de cómo o por qué lo hicimos. Estos impulsos no siempre nos son favorables y, por el
contrario, pueden complicar una situación determinada.

Para podernos dar cuenta de cuáles son esas reacciones precipitadas y erróneas, en
terapia utilizo un ejercicio llamado “cambio de roles” que consiste en lo siguiente:

En una discusión entre Teresa y Raúl, en lugar de que sólo me platique qué sucedió, le
pido que represente su propio papel o el de su pareja y reconstruya lo más cercanamente
posible la escena del conflicto. Representado el otro papel, yo primero contesto de
manera similar y luego diferente de cómo ella lo hace para que tenga un punto de
comparación. El objetivo es mostrarle que si ella cambia de actitud, la reacción de su
pareja probablemente sea diferente.

En ocasiones la persona no recuerda exactamente cómo fue la discusión, ni lo que ella


dijo ni lo que le contestaron. De ser así se le pide que durante la semana trate de escribir
los diálogos lo más fielmente posible para luego analizarlos en consulta.

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Este cambio de roles es muy útil, ya que la discusión se reconstruye con la mente más
tranquila y sin la carga emocional del momento. Otra ventaja es que nos ayuda a darnos
cuenta de dónde cometemos los errores y a corregirlos ante la pareja.

Si no te es posible asistir a una terapia, realiza este ejercicio con una persona de tu
confianza que tenga cierto nivel de criterio y preparación.

El siguiente es un ejemplo de un diálogo típico entre una mujer y su esposo; con él


buscaremos descubrir los errores de comunicación y, posteriormente, sustituirlos por
medio del cambio de roles con otras opciones que modificarían la interacción de la
pareja.

Raúl, esposo de Teresa, llega a su casa después de trabajar de muy mal humor por las
múltiples presiones a que él también está sujeto. Con tono de voz áspero y agresivo le
reclama el incumplimiento de algunas labores del hogar:

– Ve nada más la hora que es y no tienes lista la comida Yo vengo cansado y lo


único que quiero es estar tranquilo en casa, pero contigo sólo tengo disgustos.
No haces nada, eres una inútil y desconsiderada.

Teresa, nerviosa mientras se apresura a complacer a Raúl, le responde con tono sumiso:

– No te enojes, mi amor, en un momento tengo todo listo. Mientras te sientas a la


mesa con los niños, yo les voy sirviendo. Verás que no me tardo nada.
– No se trata de que te tardes o no. Cuando llego a la casa quiero que todo esté
preparado, la mesa bien puesta y servida, no que en ese momento lo hagas,
haciéndome esperar quién sabe cuánto.
– Perdóname. Mira, es que en la mañana salí un rato a ver lo de mi curso, tuve
que ir a comprar algo de despensa y recoger a los niños de la escuela y ya sabes
todo el tiempo que se pierde. Pero no te preocupes, ya casi termino. Tenme un
poquito de paciencia.

Raúl, más intransigente y enojado, replica:

– Son sólo pretextos para justificar tu flojera. Además, ¿con qué permiso saliste?,
¿a dónde?, ¿con quién?

Teresa cree que lo mejor es tratar de explicar con calma a su marido lo que hizo para
que la entienda y ya no siga agrediéndola; así que con mucha paciencia dice:

– Acuérdate que te había comentado que hoy iniciaba un curso de desarrollo


personal que me interesaba mucho. Fíjate que la instructora es muy buena y nos

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está enseñando cosas sumamente útiles para mejorar como personas. Ojalá un
día me puedas acompañar. Verás que es muy interesante.
– No me vengas con esos cuentos, ya parece que te voy a creer. Tengo la
impresión de que sales con alguien y que me engañas. Eres una mentirosa,
hipócrita. Dime a dónde fuiste.
– Es la verdad, mi amor; te estoy diciendo que vayas conmigo al curso y veas que
es cierto. ¿De dónde sacas esas ideas de que te engaño?
– Porque no te portas como una buena esposa. Sales sin permiso, no me atiendes
como se debe, no eres una buena madre, eres una irresponsable. Ah, pero eso sí,
bien que sabes perder el tiempo en payasadas, gastar el dinero que te doy en vez
de estar en tu casa como lo hace una buena esposa. Seguramente al lugar que
vas hay otras mujeres descocadas que sólo te mal aconsejan para irse de locas.
¿Quién me garantiza que no me eres infiel con otro hombre con el que te ves en
esos lugares?
– Tú sabes que yo soy una mujer decente. Esas son ideas tuyas sin ninguna base.

Raúl, que no está convencido, la interrumpe en forma autoritaria y prepotente:

– Cállate y no me mientas. Eres una mujer casada y tienes que atender el hogar,
cumplir con tus obligaciones conmigo y con los niños. Te prohíbo que vuelvas a
salir ¿Entendiste?

Cansada y enojada por la actitud intransigente de su marido, Teresa decide


enfrentársele:

– Tú no tienes por qué prohibirme nada. Tengo derecho a hacer lo que me gusta;
si no lo entiendes, ése es tu problema. ¿Acaso yo te reclamo porque los fines de
semana te vas con tus amigos y regresas a las 3 o 4 de la mañana?
– Eso es diferente porque yo soy hombre. Yo no dejo de cumplir en mi trabajo y te
doy el dinero para el gasto de la casa, mientras que tú eres una floja,
desobligada, te vistes como una cualquiera, me dices mentiras, no atiendes a tus
hijos, despilfarras el dinero que te doy en puras estupideces. Ya te advertí que
no quiero que vuelvas a salir sin mi permiso, no te mandas sola y tu deber es
obedecerme, por las buenas o por las malas.

Frustrada y dándose cuenta de que Raúl no la escucha y menos aún la comprende,


Teresa opta por evadir la discusión y lo deja hablando solo. Decide seguir haciendo lo
que quiere, pero a escondidas para que él no se dé cuenta. Desea rebelarse porque le
parece injusta la manera en que la trata, pero tiene miedo de hacerlo abiertamente para
evitar problemas.

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Raúl, viendo que Teresa ya no le hace caso, termina diciendo en tono de reproche:

– Creo que me equivoqué al casarme contigo; tú no eres la mujer que necesito, no


me entiendes. Si no cambias tu actitud, quizá deba buscar a otra que sí me
comprenda y reconozca los esfuerzos y sacrificios que hago, que sepa
atenderme y dedicarse a mí y a mis hijos; una que me haga feliz y que sea
decente.

Teresa termina dolida, frustrada, enojada, impotente, sin saber por qué la comunicación
no le funciona. Por su parte, Raúl se siente ofendido e incomprendido y cree que su
mujer no es tan buena persona como hubiera querido.

Si analizamos detenidamente esta escena veremos que en la comunicación con su


pareja, Teresa cae en los cinco errores: sumisión, justificación, comunicación, agresión
o enfrentamiento y evasión, sin que ninguno le sirva para obtener buenos resultados.

Releamos el diálogo, observando lo siguiente:

Primero, cuando ella escucha las protestas y ve la hostilidad de él, se muestra diligente y
bien dispuesta a complacerlo; se disculpa por el retraso en forma sumisa y sólo consigue
que Raúl se muestre intolerante y con mayores derechos a exigir. Después trata de
justificarse mencionando todas las cosas que hizo y cómo se le acabó el tiempo, pero a
él sólo le parecen pretextos y sigue con su actitud intransigente. Luego Teresa intenta
comunicarse, dialogar razonablemente, explicando su gusto e interés por el curso para
que él entienda; pero obtiene dudas y desconfianza, se le acusa de mentirosa e infiel,
tratan de llenarla de culpas y nada de lo que explica sirve para evitarlo. Ya enojada y
queriendo hacer valer sus derechos, se enfrenta a Raúl, señalando que no le puede
prohibir nada, porque él también sale cada fin de semana y ella de todos modos hará lo
que quiere. Para Raúl tal actitud es un desafío a su autoridad y contesta con más
reproches y amenazas. Por último, ante lo inútil de sus esfuerzos y cansada de la
discusión, Teresa decide evadir el problema; no contesta y deja que su esposo siga
hablando solo; con esto él se siente ignorado y contraataca recurriendo al chantaje; le
dice que si ella no cambia, él buscará otra mujer.

Como podemos ver, ninguna de las cinco actitudes funciona; de hecho no solucionan
nada, provocan una escalada de agresión, reproches, amenazas y un mayor
distanciamiento, desilusión y rencor entre la pareja. En este ejemplo incluí en una sola
escena los cinco principales errores de relación, pero aunque se utilice sólo uno de ellos
o cualquier combinación, el resultado generalmente es el mismo.

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Una vez que en la terapia se concientiza a la paciente de lo que sucede y de cómo ella
no es sólo la víctima de la injusticia o mala voluntad de su pareja, sino también
responsable en parte, se procede a ensayar con ella los cambios de roles.

Indiferencia amable
Esta técnica nos permite responder a los intentos de manipulación, las acusaciones o la
agresión de otra persona sin caer en los errores de justificar nuestros actos, someternos a
su voluntad, evadir o responder con otra agresión.

Para que este método funcione es fundamental conservar la calma, responder con
inteligencia y amabilidad sin engancharse en la discusión y, menos aun, tratar de
convencer a la persona exponiéndole nuestras razones. Al mismo tiempo nos
mantendremos firmes en nuestra posición, pero sin prepotencia, sin adoptar una actitud
de reto, irónica, cínica o francamente rebelde.

Lograrlo no es fácil, pero sí es posible. Requiere mucha práctica, bien sea con un
terapeuta que sepa manejar estas técnicas o con alguna persona de confianza que te
ayude a ensayar las diferentes respuestas para cada situación. Básicamente se trata de
aprender a controlar las respuestas emocionales automáticas y actuar con inteligencia.
Es indispensable que se conserve la serenidad y no te sientas afectada por lo que la otra
persona te diga. Si logras dominar esta técnica podrás evitar muchos conflictos con
otros y adquirir una gran seguridad en ti misma y sin dejar de ser auténtica, pero
evitando que tus emociones te controlen.

La técnica puede sernos de gran utilidad no sólo en una relación de pareja, sino también
en nuestra diaria interacción con gente difícil o agresiva pero que, por razones de
trabajo, familiares o de otro tipo, nos vemos obligados a tratar cotidianamente.

Es importante aclarar que la indiferencia amable sólo funciona cuando estás tratando
con una persona con características pertenecientes al que llamaremos “Tipo A”.

Tipo “A”

Una persona fundamentalmente estable, madura y centrada cuyos momentos de enojo,


de reproche o malos entendidos son originados básicamente por dos motivos:

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1) Factores externos: un mal día en la oficina, algo que se le dijo y que interpretó
de otra manera, coraje, tristeza o depresión leve debidos a algún contratiempo,
cansancio, celos normales (no patológicos), etc.
2) Factores internos: las naturales diferencias de carácter entre las personas. No
todos tenemos la misma sensibilidad ni la misma capacidad para comprender
acertadamente lo que se nos dice. El grado se susceptibilidad varía de un
individuo a otro, por lo tanto nuestro modo de reaccionar es distinto.

Nadie es perfecto y en un momento de enojo, imprudencia, falta de sensibilidad y tacto


ante los sentimientos ajenos, todos podemos decir o hacer cosas que después
lamentamos. Aunque eventualmente nuestras actitudes o palabras pueden resultar
hirientes, también son temporales y producto de circunstancias adversas o de nuestro
carácter básico.

Sin embargo, una persona equilibrada y razonable puede reconocer su error


posteriormente, está dispuesta a enmendar su conducta negativa y acepta el diálogo y la
negociación. Busca llenar sus necesidades, pero no a costa de aplastar la dignidad o de
herir profunda y constantemente los sentimientos de su pareja. Con alguien así, la
indiferencia amable, aplicada en el momento oportuno, puede sernos muy útil.

Tipo “B”

Por el contrario, si estás tratando con una persona con graves trastornos de conducta,
con traumas no resueltos, complejos e inseguridades, con un carácter esencialmente
violento y agresivo, acostumbrada a controlar y manipular por medio de generar culpas,
a minimizar u ofender verbalmente para ventilar sus frustraciones o conseguir lo que
desea, a quien no le interesa escuchar razones porque cree que sólo lo que dice es
correcto, no intentes aplicar esta técnica (ni ninguna otra) pues no te dará buenos
resultados. No se puede hacer nada con personas tan cerradas y negativas y no debemos
prestarnos a ser su basurero emocional.

Para poder determinar con quién es apropiado utilizar esta técnica, es necesario también
tomar en cuenta otras variables, como el factor de la convivencia diaria. Por lo general,
cuando conocemos a una persona que nos interesa mostramos nuestra mejor cara,
resaltamos nuestras virtudes y ocultamos nuestros defectos o lo que no queremos que el
otro vea. Con el paso del tiempo y conforme se estrecha la relación, bajamos la guardia
y nos sentimos en confianza para mostrarnos tal cual somos y sale a flote lo positivo y
lo negativo de nuestra personalidad.

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Otra variable serían las diferencias culturales o de educación que nos llevan a pensar y a
conducirnos de manera distinta, la influencia de nuestro país, nuestra religión, familia,
escuela, nuestros amigos y experiencias del pasado. Todo ellos nos lleva a tener una
visión de vida completamente distinta.

En algunos casos excepcionales, aunque la existencia de las variables descritas y las


diferencias circunstanciales o de carácter nos hagan pensar que somos básicamente
incompatibles con una persona, si ambos tenemos disposición y buena voluntad,
podremos negociar las discrepancias sin necesidad de llegar a una ruptura violenta.

Si ésta es tu situación, intenta por un tiempo razonable aplicar la indiferencia amable. Si


el otro no reacciona de manera positiva, identifícalo dentro del grupo de personas tipo
“B” y no te hagas ilusiones de que en el futuro se comportará en los términos que
deseas.

Si eres especialmente susceptible al qué dirán y las opiniones ajenas te afectan


demasiado, imagina la gran fuerza destructiva a la que te sometes al tratar con estas
personas, pueden llegar a enfermarte. Recordemos que la infelicidad emocional no
consiste tanto en lo que nos sucede, sino en lo que nos decimos a nosotros mismos que
sucedió, sobre todo si continuamos soportándolo.

Si después de tomar en cuenta todo lo anterior descubres que tu pareja es una persona
inflexible, negativa y que nada de lo que hagas servirá, te recomiendo que, apoyándote
en las técnicas presentadas en el capítulo 4, evalúes honestamente por qué estás
involucrada con alguien así; entonces podrás tomar la decisión más conveniente.

Recuerda, decir a manera de pretexto que “lo amo”, no es válido. Es más sano alejarte
definitivamente antes de que te acaben la vida y afecten severamente tu autoestima. No
tiene caso perder el tiempo peleando o discutiendo; es mejor invertirlo en resolver tus
propios problemas internos y, posteriormente, relacionarte con alguien que te
enriquezca y te valore, demostrándolo con actitudes totalmente diferentes.

Con esta distinción en mente, veamos algunos ejemplos de respuestas en los cuales
puedes usar la indiferencia amable. En cada caso, el ejemplo va progresando en
intensidad de impacto o daño; también aquí se toma en cuenta el tipo de relación que
tenemos con la persona, pues no es lo mismo que una amiga no muy cercana nos haga
un comentario ofensivo a que esas mismas palabras las diga nuestra pareja.

Ejemplo número 1

Con tono irónico, disfrazado de preocupación, una amiga dice:

– ¿Por qué no te has casado, Juanita?

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Esta frase dicha a una mujer soltera ya no tan joven, puede ser muy devaluatoria y
lastimar profundamente, puede inferir que eres fea, vieja, defectuosa, poco deseable,
etc., y que por esa razón no has encontrado pareja.

La respuesta con indiferencia amable sería decir, mostrándote tranquila y sin darte por
ofendida:

– Agradezco mucho tu interés por mi vida, María, pero, ¿no te parece que esa
pregunta es de índole muy personal?

En la primera parte de la frase, “Agradezco mucho tu interés por mi vida”, estás siendo
amable. En la segunda parte, te muestras indiferente al no caer en la trampa de contestar
defendiéndote o justificándote.

Al mismo tiempo, de manera sutil y sin agredir (el tono de voz debe ser cortés), evitas
que la persona continúe haciendo ese tipo de preguntas, te muestras asertiva y das a
entender que no estás dispuesta a permitir interferencias en tu vida personal. Si
contestas así, es poco probable que la persona vuelva a molestarte con ese comentario.

Ejemplo número 2

Con tono triste e hiriente a la vez, Julián, novio de Graciela, le dice:

– Últimamente te he notado muy fría. Ya no quieres nada conmigo, has de tener


otro que te da lo que yo no te doy.

Observemos el chantaje emocional. Él espera que Graciela le conteste asegurándole que


no existe otra persona y le confirme que lo quiere mucho. La estrategia de manipulación
que utiliza es poner palabras en su boca, acusándola y dando por hecho algo que él en el
fondo teme. La hace sentir mal por su supuesta mala conducta y por lastimarlo.

Si estuviera en una situación similar, la contestación con Indiferencia Amable podría ser
(con voz dulce pero muy segura):

– Ay, mi amor, me sorprende que un hombre tan seguro como tú me haga ese tipo
de comentarios. ¿No crees que, en lugar de intentar agredirme con
insinuaciones infundadas, sería mejor que me dijeras directamente lo que
necesitas, por ejemplo que te dedique más tiempo y atención? Te aseguro que
mi respuesta sería más positiva.

Obviamente, al cuestionarte así, él está manifestando su inseguridad. Sin embargo, en tu


respuesta no debes darte por enterada de este hecho, sino mostrarte incluso sorprendida
y afirmar lo contrario. Con ello evitas que continúe con la agresión ya que, de hacerlo,

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pondría al descubierto dicha inseguridad (aunque él intente aparentar que no la tiene).
Se trata de una especie de psicología inversa.

jemplo número 3

Con tono molesto y acusador, Jesús, esposo de Lorena, le dice:

– Seguramente por eso querías entrar a trabajar a esa empresa, para hacer tu
voluntad como si fueras una mujer sola. No te importa dejar abandonados a tus
hijos.

Observemos que él utiliza las acusaciones, la desaprobación, los reproches y manipula a


su esposa con culpas para hacerla sentir mal y que acabe por desistir de sus propósitos.

La respuesta con Indiferencia Amable sería decir, mostrándote tranquila pero firme:

– Cariño, espero te des cuenta del tono tan agresivo en que me estás hablando. Te
quiero mucho y no voy a malinterpretar lo que me acabas de decir porque
supongo que estás pasando por un mal momento. Si me explicas cuál es tu
verdadera preocupación o lo que en el fondo te molesta de una manera más
respetuosa y sin tratar de adjudicarme culpas, con mucho gusto te explico por
qué quiero trabajar y cómo pienso organizarme con los niños.

Con esta respuesta intentas hacer consciente a tu pareja de su agresión, indicándole que
no te agrada su conducta y no tolerarás que continúe. Quizá de momento él se disguste
porque lo haces sentir como un tonto (lo cual desafortunadamente es necesario para que
reaccione), pero al utilizar el argumento de que está pasando por un mal momento le
ofreces una salida airosa para que pueda rectificar sin sentirse humillado.
Posteriormente ofreces la opción de que exponga sus inquietudes, le das su lugar y le
aseguras que su opinión sí te importa, pero al mismo tiempo haces valer firmemente tu
derecho a tomar tu propia decisión.

Ejemplo número 4

Ernesto, esposo se Julia, utiliza la agresión más directa y ofensiva, incluyendo insultos y
palabras altisonantes (Atención: debe valorarse si entra en la categoría de personas
negativas tipo “B”):

– Eres una estúpida, estás loca, todo lo haces mal.

Tu respuesta con Indiferencia Amable sería decir, mostrándote molesta pero muy dueña
de ti, con voz firme, educada y sin necesidad de bajar a su nivel imitando su tono
agresivo:

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– No contesto tu agresión con malas palabras porque no es mi estilo. Además me
apena darme cuenta de que no tenemos la misma educación.

Es muy probable que él se sienta agredido (aunque esa no debe ser tu intención),
especialmente si en su infancia fue tratado de manera agresiva y como defensa aprendió
a repetir esa pauta de conducta. Posiblemente en lugar de cambiar su actitud, te replique
con tono burlón:

– Ay sí, muy educadita…

Tú responderías aún firme pero tranquila y un tanto conciliadora:

– Tus burlas tampoco me afectan. Sinceramente preferiría que cuando estuvieras


más calmado habláramos de esto tranquilamente, porque tanto tú como la
relación me importan mucho y no creo que valga la pena crear resentimientos
con comentarios como los que acabas de hacer.

De esta forma dejas claro que sus insultos no te afectan y no los seguirás escuchando, al
mismo tiempo le das la oportunidad de que modifique su conducta por el bien de la
relación.

Si él no tiene la disposición de hacerlo y continúa con las agresiones, llegando aun a


golpearte, no vale la pena continuar intentándolo y será mejor abrir los ojos sobre la
situación.

Para que la estrategia de Indiferencia Amable sea más eficaz es indispensable no


dialogar en ese momento, más bien habrá que contestar y retirarte, pues si te quedas
respondiendo frase por frase podrías llegar a perder el control.

El objetivo es decir pocas palabras pero muy potentes porque van acompañadas de una
actitud que pone límites; obligar al otro a reflexionar sin que necesariamente se sienta
agredido, evitando las desgastantes discusiones y las luchas de poder. Ello nos deja la
enorme satisfacción, no de haber ganado una pelea, sino de haber conservado intacta
nuestra dignidad y nuestra postura sin recurrir a la prepotencia o a los aires de
superioridad. Por el contrario, habremos manifestado autoestima y asertividad.

No se trata de que el otro automáticamente elimine su forma negativa de ser (lo cual no
depende de ti sino de él). Se trata de frenar la agresión e impedir que nos afecte
intensamente.

Por supuesto que esta manera de contestar y de actuar no se aprende de la noche a la


mañana. Requiere una gran dosis de paciencia y de práctica; pero una vez que entiendas
el concepto (la combinación precisa de palabras y actitudes) y que no se trata de ganar

El Precio del Amor, Lucy Serrano Página 75


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una pelea, verás cómo tus relaciones interpersonales, especialmente con personas
difíciles, mejoran muchísimo. Te sentirás cada vez más segura y difícilmente podrán
lastimarte.

Por consiguiente, no intentes aplicar la técnica en tanto no estés bien preparada


emocional y mentalmente, con gran fuerza interior basada en todo lo aprendido de este
libro.

Frases “Para ti…, pero para mí…”


La enorme ventaja de esta técnica es que puede detener la agresión sin necesidad de que
la otra persona se sienta ofendida o humillada. Es recomendable en especial cuando
tratamos con alguien necio e inflexible, con quien intentar razonar es totalmente inútil,
pues sólo conseguimos que se esfuerce más en imponer su punto de vista. Una persona
como ésta no soporta la idea de perder; para ella casi todo es una lucha de poder y
aceptar otras ideas la haría sentirse minimizada y derrotada.

Aquí es donde usamos nuestra inteligencia. En lugar de entrar en su juego de


competencia, reorientarás la situación por completo, portándote ecuánime y educada,
respetando su punto de vista (aunque no estés de acuerdo con él), pero siendo muy
asertiva y dando igual validez a tu propia opinión. Aunque la otra persona te replique, si
nuevamente insistes en la frase “Para ti…, pero para mí…” y agregas “Ojalá puedas
respetar mi opinión como yo respeto la tuya”, lograrás poner fin a la discusión de
manera airosa, sin salirte de control, pero sin generar mayor agresión.

Con ello demostraremos a los demás que podemos tener puntos de vista distintos que no
tienen por qué ser antagónicos; con mucha inteligencia lograremos hacer de nuestras
diferencias una armonía basada obviamente en el respeto. Si crees que mereces que tus
ideas sean respetadas, con esta técnica aprenderás a hacerlas valer.

Ejemplo:

El marido dice:

- No estoy de acuerdo en que estudies inglés. Una mujer decente debe quedarse
en la casa y no andar de vaga descuidando sus obligaciones. Además ya estás
muy vieja y eres bastante tonta, no creo que aprendas nada.

La esposa, en lugar de enojarse por la agresión y salir con una defensa inmediata, puede
decir en tono tranquilo y amable:

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- Mi amor, sé que a ti te educaron con esas ideas respecto de la mujer y siento
mucho que no compartas mi punto de vista. Para ti el hecho de que yo quiera
estudiar está mal, pero para mí es una forma de superación. Ya que
desafortunadamente no podemos ponernos de acuerdo, te pido que respetes mi
opinión, como yo respeto la tuya.

Él podría replicar:

- Pues si realmente me respetaras, me obedecerías.

A lo cual ella contestaría:

- Cariño, por lo visto tenemos conceptos diferentes de lo que es el respeto y la


obediencia. El día que quieras, si me dices las cosas de buena manera y sin
ofensas, escucharé con atención tus ideas, siempre y cuando tú también
prometas escuchar las mías, ¿qué te parece?

Por supuesto él no va a modificar su conducta de la noche a la mañana con este diálogo.


Hemos insistido en que no se trata de cambiarlo a él, sino de cambiar tu forma de
reaccionar. Si lo intentas y lo practicas muchas veces, te garantizo que cada vez te
sentirás más segura y los pleitos disminuirán considerablemente. Compara esta manera
de contestar con tus patrones habituales y notarás una enorme diferencia.

Presuposición
Si constantemente señalamos los defectos a nuestra pareja, su reacción y actitud hacia
nosotros será negativa y defensiva. En lugar de sentirse motivado a cambiar, quizá
continúe, de manera deliberada, con la conducta que nos molesta. Por otro lado, si
únicamente lo halagamos, exagerando o inventando virtudes que no tiene, percibirá
nuestra hipocresía y sentirá desconfianza pensando que queremos manipularlo. El punto
de equilibrio sería la presuposición, que consiste en reforzar la buena conducta que
esperamos de nuestra pareja, otorgándole un reconocimiento sincero y muestras de
aprecio y agradecimiento cada vez que hace algo positivo.

Ejemplo

Luisa está muy ocupada porque trabaja fuera de casa y tiene que atender a dos niños
pequeños. Su automóvil está fallando y le gustaría que su marido lo lleve a reparar el fin
de semana, pero él suele dedicarlo a descansar viendo la televisión. En vez de esperar a
que él se niegue y empezar la larga lista de reproches (“Eres un vago desconsiderado,

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yo tanto que trabajo y tú no me ayudas, ya no te soporto…”), ella puede presuponer,
aun sin haberlo consultado, que su marido la va a ayudar y decirle:

- Fernando, mi carro está fallando; ojalá el sábado lo puedas llevar al mecánico.


Cuando me apoyas, me haces sentir protegida. No tienes idea de cuánto
agradezco y valoro tu cooperación.

No insinuamos que ésta sea una frase milagrosa. Tal vez él tenga otra cosa que hacer,
no esté educado para cooperar en la casa o simplemente desee quedarse a descansar,
pero si la mujer insiste con este tipo de frases, tarde o temprano logrará una reacción
positiva. Si en el pasado lo trató de manera negativa, necesitará mucha paciencia para
que él se sienta motivado a cambiar. Un dicho muy sabio indica que: “En la manera de
pedir está el dar”.

Comunicación escrita
Ciertamente hay personas con las que es muy difícil, si no imposible, hablar. Algunas
de las mujeres con las que he trabajado se quejan de que sus maridos son herméticos,
evasivos o violentos y que cuando ellas intentan el diálogo, se frenan de inmediato ante
respuestas como: “¡Ay, ya vas a empezar!”, “Estás loca”, “¿No podemos discutirlo en
otro momento?”, “Ya lo hemos hablado y sigues con eso”, o sencillamente el silencio y
la indiferencia.

El miedo a reacciones como las mencionadas, además de ocasionar un enorme malestar


en quien las escucha, corta de inmediato la comunicación e impide pensar con claridad
porque justo en ese momento se olvida lo que se iba a decir o, aunque se recuerde, la
persona se da cuenta de que su pareja simplemente no está dispuesta a escuchar.

En tales casos es mejor echar mano de la comunicación escrita. Nuevamente no prometo


milagros ni garantizo que una persona negativa va a comprender por arte de magia lo
que le digamos en una carta, pero por lo menos tendremos varias ventajas:

 Al recibir nuestra carta, lo más probable es que la lea hasta el final aunque sea
por curiosidad. Hay que procurar no estar presente después de entregársela para
que la pueda leer tranquilo y en el momento que lo desee. Uno de los grandes
problemas del diálogo verbal es que no siempre sabemos si lo practicamos en el
momento oportuno.

 Al no sentirse observada, la otra persona no interrumpirá con una defensa


inmediata.

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 Los ánimos no estarán tan acalorados como cuando se tiene a la persona
enfrente, lo cual evita una confrontación.

 Puedes abordar el asunto que te interesa sin desviaciones, es decir, sin cambiar
el tema y expresando todo lo que necesitas decir.

 No se generan los malos entendidos que a veces se producen con la


comunicación verbal, como: “No, es que en aquella ocasión tú me dijiste…”, a
lo cual contestarías: “Pero eso no fue lo que dije, tú me entendiste mal o lo
interpretaste de otra manera”. Con la comunicación escrita hay pruebas de lo
que dijimos. Esto es especialmente útil cuando los hijos nos llegan a pedir
explicaciones de nuestra conducta.

 Si guardamos copia de la carta podemos analizarla en un futuro con un estado de


ánimo más tranquilo, lo cual nos servirá para monitorear nuestro crecimiento
personal.

La mayoría de los hombres contestarían la carta, ya sea por escrito o con comentarios
verbales, en especial si todavía existe algo de voluntad para que la relación mejore. No
descartamos que algunas parejas muy difíciles o negativas ignorarán nuestra misiva,
pero por lo menos nos habremos cerciorado de que estén enterados de cómo nos
sentimos y qué pensamos hacer. Desahogarnos positivamente es de enorme valor
terapéutico.

Por tanto daremos como ejemplo dos tipos de cartas, que pueden servir como base para
que elabores la tuya propia, adaptándola a tus circunstancias.

Carta número 1

(Para situaciones en las que todavía puede haber una reacción favorable; se escribirá
después de haber leído con detenimiento los consejos que se dan en el capítulo 4 sobre
el Análisis de la Relación Total.)

Isidro:

Te escribo esta carta porque considero que es la mejor, si no la única forma de


comunicarnos. Desafortunadamente siempre que lo hacemos en persona

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acabamos discutiendo y es muy importante para mí que escuches con
detenimiento lo que quiero decirte.

Partamos de una base: tú y yo somos muy diferentes en muchas cosas. No se


trata de buscar culpables o de determinar si uno es bueno y el otro malo,
simplemente tenemos diferentes puntos de vista sobre la vida, diferentes
necesidades. Por tal motivo no hemos sido compatibles en nuestra vida
matrimonial. Los dos hemos cometido errores y sé que, como están las cosas,
ninguno es plenamente feliz en la relación.

Nuestra vida en común no es lo que yo considero un verdadero hogar. Para mí


la relación de pareja debe ser diferente, debe tener respeto, cariño, autonomía e
individualidad. Cuando nos casamos, aunque existía amor, no estábamos
plenamente conscientes de cómo éramos o qué dificultades se nos presentarían.

Ahora el propósito es ver cómo vamos a solucionar nuestro presente y nuestro


futuro y no seguir actuando inmaduramente o acusándonos mutuamente. Desde
mi perspectiva, nuestros principales problemas son los siguientes: (hacer lista)

(Presentación del problema –el cual varía según el caso)

Por supuesto que estoy abierta a escuchar cuál es el enfoque que tú le das y
tratar de llegar a una solución. Si definitivamente no es posible ponernos de
acuerdo, podemos acudir a una tercera persona experta en conflictos de pareja
que nos oriente al respecto.

Aún con todos los malos entendidos y resentimientos quiero que sepas que de mi
parte todavía existe amor y buena voluntad para resolver los problemas, pero
para que un matrimonio funcione tiene que haber un esfuerzo conjunto. Espero
que leas esta carta con todo detenimiento y que te des cuenta de que quiero que
nos demos una última oportunidad de ser una pareja bien avenida. Si estás de
acuerdo, te aseguro que contarás conmigo para que ambos cambiemos en lo que
sea necesario.

Las promesas y las buenas intenciones no bastan. Las cosas han llegado a un
punto crítico donde es indispensable tomar decisiones para definir cuál va a ser
nuestro futuro. Yo ya no puedo seguir como estoy porque no es sano y me siento
muy desdichada. Espero tu respuesta, de preferencia por escrito, y tomaré muy
en cuenta lo que tengas que decirme.

Te ama
Sofía

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Carta número 2

(Para situaciones en las que, después de hacer una evaluación concienzuda de la


relación total y guiándonos por reacciones anteriores, sentimos haber agotado las
posibilidades de contar con la colaboración de la pareja y, siendo la situación
insoportable, urge poner un alto.)

Javier:

Los pleitos, discusiones y problemas entre nosotros cada día están peor.
Vivimos en un verdadero infierno, nos hacemos mucho daño y estamos
perjudicando gravemente a nuestros hijos. Ninguno de los dos se comporta
como el otro esperaba y, pese a que yo he hecho varios intentos de llegar a un
acuerdo, no veo la salida porque tu actitud ha sido sumamente cerrada e
inflexible. Sin embargo, quiero ser honesta y decirte lo que realmente pienso y
lo que planeo hacer.

(Presentación del problema –el cual varía de acuerdo con cada caso)

No te culpo totalmente de tu conducta ya que te inculcaron un concepto erróneo


de la hombría. Sé que en tu infancia sufriste mucho y no recibiste los ejemplos
más adecuados de lo que es una pareja y por eso te comportas así. Comprendo
que tú tampoco has sido plenamente feliz conmigo. Ya ves, lo que querías era
tenerme controlada, que te quisiera mucho y que no te dejara, pero únicamente
lograste que yo me llenara primero de miedo y desilusión, luego de
resentimientos y en ocasiones hasta de odio.
Mi vida era tan desdichada que he procurado informarme, leer libros sobre
relaciones de pareja, tomar cursos, escuchar programas de radio sobre
mejoramiento personal, buscar ayuda y superarme, no sólo como mujer sino
también por mi gran responsabilidad como madre; cualquier cosa con tal de
evitar tantos problemas. Ya no soy la chica ingenua e insegura a la que tú
puedes manipular a través de agresiones y culpas; ya no estoy dispuesta a
aceptarlas.

Por consiguiente, ha llegado el momento de tomar una decisión entre dos


opciones, de acuerdo con lo que pienses y quieras:

1) Infórmate tú también (yo puedo proporcionarte libros y datos de dónde


ir para que te orienten) y comprender que con tu conducta no sólo me

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has lastimado a mí, sino a ti mismo; así veremos si es posible que
cambies tu comportamiento e intentemos vivir en paz, con respeto y
armonía como una verdadera pareja, con plena igualdad de derechos y
obligaciones.

2) O seguir como estás: puedes ponerte agresivo, burlarte, invalidar mis


opiniones y deseos con comentarios negativos e hirientes y adoptar las
actitudes que normalmente utilizas. Si ésa es tu reacción, aunque me
pesa, te informo que estoy decidida a una separación temporal o
definitiva para que cada quien viva su vida como quiera y no sigamos
perjudicándonos.

Aunque quizá en el pasado me hayas visto débil, insegura y creas que no


cumpliré mis propósitos porque de momento no cuento con trabajo o recursos
económicos, no subestimes el valor y capacidad que puede tener una mujer
cuando está desesperada y dispuesta a todo con tal de salir adelante. He abierto
los ojos, reconozco muchos de mis errores y estoy dispuesta a corregirlos, pero
también es justo que tú reconozcas los tuyos. Si no es así, no tiene caso seguir
fingiendo que podemos vivir en pareja.

Espero tu respuesta, de preferencia por escrito, para ver cuál de las dos
opciones prefieres. No quiero guerra; si es necesario separarnos, me gustaría
que fuera de mutuo acuerdo y en forma pacífica. Sin embargo, si tú me agredes,
ya me siento más fuerte y preparada para hacerte frente.

Por el contrario, si veo en ti algo de buena voluntad, no como un truco para


convencerme, sino con hechos que demuestren algún cambio, tal vez estaría
dispuesta a considerar mi decisión.
Isabel

En el caso de esta segunda carta, es indispensable que estés totalmente convencida y


dispuesta a cumplir lo que dices, basándote en el análisis de dependencias del capítulo
4. No es fácil, es natural que sientas temor y confusión, pero muchas mujeres han
cambiado por completo su vida cuando toman esta nueva actitud más digna y asertiva.
Si tu pareja te ve débil e insegura respecto de lo que mencionas en la carta, los abusos y
agresiones se incrementarán. Si te muestras firme y decidida, las cosas forzosamente
mejorarán para ti, con o sin él.

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CAPÍTULO 4

Equilibrio en las diferentes áreas de la vida

Existen muchos aspectos de nuestra vida que nos pueden causar gran satisfacción o
terribles problemas. La armonía y la paz interior dependen de que procuremos mantener
un sano equilibrio en estas diferentes áreas. No es posible tener una vida balanceada y
estable si nos dedicamos con exceso a una sola área y descuidamos las otras.

Por ejemplo, si un hombre dedica casi todo su tiempo, interés, esfuerzo y energía
exclusivamente a su trabajo, los aspectos de su vida que pueden verse afectados
negativamente serán su salud física y espiritual, sus relaciones afectiva, familiar y
sexual, sus amistades, diversiones y mucho más.

Si una mujer pone la misma dedicación exagerada sólo a su belleza, quizá se convierta
en una persona inculta e ignorante, espiritualmente hueca, emocionalmente frívola y
familiarmente negligente e irresponsable.

Si una persona vive sólo para amar, convirtiendo a otro ser humano en el centro de su
existencia, dejando todo a un lado para obtener o retener el amor de la pareja, se hará
obsesiva y dependiente, descuidando otras áreas muy importantes de la vida.

Cuántas mujeres por dedicarse sólo a su familia, se han olvidado de estudiar, trabajar,
atender su salud, desarrollar sus intereses y aficiones, no se diga sus necesidades
afectivas.

Podríamos comparar su caso con un cuerpo humano al que sólo se le ejercita una parte,
un brazo por ejemplo, el cual se vuelve musculoso y fuerte por hacer mucho ejercicio
con él. Pero cuán ridículo y desequilibrado se vería dicho cuerpo con todas sus demás
partes débiles y subdesarrolladas. No tendría balance ni armonía.

A continuación presento una gráfica de las áreas más importantes de la vida de un ser
humano que se deben atender para lograr este equilibrio. Como dijera Jesucristo: “Al
César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Para cambiar lo que está

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desequilibrado en nuestras vidas, antes de proceder a actuar debemos detectar y evaluar
cómo estamos.

Ejercicio

Marca con un punto en la gráfica, en una escala del 0 al 100, tu grado de satisfacción en
las diferentes áreas de tu vida. Une los puntos con rayas para ver cómo está tu vida en la
actualidad.

Gráfica de Equilibrio
Nombre: ______________________________ Fecha: __________________
(Repetir a los tres meses con otro color de tinta para comprobar progresos)

Puntuación Áreas de tu vida

100
90
80
70
60
50
40
30
20
10
0

Familiar Física
Intelectual Sentimental
Social Económica Laboral excluyendo (salud y Espiritual
y cultural y sexual
a la pareja) presentación)

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Descripción de las diferentes áreas de la vida

Social

Somos seres gregarios y, salvo los muy introvertidos y solitarios, la mayoría se siente
bien conviviendo en grupos. Pertenecemos a un país, estamos unidos de forma
patriótica por diferentes cosas, desde un sencillo partido de fútbol hasta la defensa
acalorada de nuestra nacionalidad ante extranjeros. Nos sentimos orgullosos y somos
leales a la escuela en la que estudiamos o a la ciudad en que vivimos.

Tener un grupo de amigos es algo importante y nutriente, tanto para divertirnos juntos
como para poder hablar de algún problema íntimo. Lo importante no es cuántos amigos
tenemos, sino la calidad y profundidad de la amistad. Algunas personas son muy
comunicativas y populares por su simpatía y su don de gentes, otras son calladas y
selectivas respecto de a quiénes otorgan su amistad.

Podemos tener algunos conocidos, o aun algunos llamados “amigos” con quienes no
desarrollamos una relación profunda por falta de tiempo o de intereses compartidos. Sin
embargo, ser buen amigo es tan importante como tener buenos amigos. Requiere
dedicación, paciencia, lealtad, ayuda, solidaridad, interés en la otra persona y
sinceridad.

La amistad implica compartir con otro lo que somos, lo que sentimos, nuestras
aspiraciones, gustos e intereses, pero también nuestras penas, decepciones y angustias.
Un verdadero amigo es alguien en quien se puede confiar plenamente sin temor a que
nos rechace por nuestros defectos o se aproveche de nuestras virtudes. Es aquel que está
con nosotros en las buenas, pero también, y principalmente, en las malas. Es amigo
quien nos ayuda a conocer y corregir nuestras debilidades o conductas negativas, no
quien las solapa, encubre o nos critica de manera destructiva y minimizante.

Por consiguiente, un amigo no es necesariamente quien más se parece o identifica con


nosotros, sino aquel que, conociendo las diferencias que nos separan, las acepta y decide
convivir con ellas, es quien nos respeta y ve en esas incompatibilidades no un obstáculo,
sino una forma de enriquecimiento a través de lo nuevo o diferente, una forma de
aprender el uno del otro y ayudarse en su mutuo crecimiento como seres humanos.

No seamos ingenuos creyendo que vamos a encontrar un amigo así a la vuelta de la


esquina; eso toma tiempo y, más que nada, aprender a conocer a la gente que nos rodea.
Sin embargo, si estamos dispuestos a sentir la entrega y lealtad que una verdadera

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amistad requiere, usando nuestro criterio y experiencia, a lo largo de la vida
encontraremos personas con la disposición y capacidad para involucrarse en una
relación tan bella y profunda como una amistad.

Quizá mis lectoras se lleven algunas dolorosas decepciones, pero aunque sólo
encuentren a un amigo, les aseguro que la recompensa será inmensamente satisfactoria.
El verdadero amor, auténtico, sólido y permanente se fundamenta primero en ese tipo de
amistad, que posteriormente se complementa con la atracción sexual y la decisión
mutua de compartir un proyecto de vida.

Economía (independencia)

Cuando somos jóvenes y nuestros padres nos mantienen, la única esperanza que
tenemos para obtener independencia económica es prepararnos para trabajar y tener
nuestros propios ingresos. Al casarse muchas mujeres pasan a depender totalmente del
marido. Si él es cumplido, generoso y responsable, la esposa se puede dedicar
tranquilamente a las labores del hogar, las cuales son sin duda muy valiosas y
necesarias. Desafortunadamente, nadie puede garantizar que nunca quedará viuda, se
tendrá que separar o divorciar, el marido enfermará, perderá el empleo o se presentará
una crisis económica tan fuerte que haga necesario que ella colabore con los ingresos de
la casa.

Si descuidó por completo el área económica independiente, no sabrá cómo hacer frente
a esas situaciones inesperadas. Incluso si se encuentra atrapada en un matrimonio
conflictivo o totalmente insatisfactorio, no podrá tener voz y voto en la toma de
decisiones y habrá de aguantarse por sentirse incapaz de mantenerse a sí misma y a sus
hijos. Por consiguiente, es recomendable que la mujer no dependa totalmente de su
esposo, que no abandone sus estudios y preparación, pues ello le impediría, si las
circunstancias la obligaran, reingresar fácilmente al trabajo.

Laboral (capacidades)

Este aspecto está totalmente ligado a lo económico porque, a menos que cuentes con un
sustancioso patrimonio de la familia de origen o hayas sido afortunada en la lotería,
obtendrás tus ingresos de tu trabajo o profesión, como a la mayoría de la gente le
sucede.

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Si eres joven y soltera, prepárate y trabaja. La satisfacción laboral y económica no lo es
todo en la vida, pero no cabe duda de que “las penas con pan son menos” y el sentirnos
capaces y productivas da una gran satisfacción que promueve la autoestima.

Si estás casada, haz a un lado las presiones de los demás y busca la manera de obtener
ingresos extra sin descuidar tu hogar. Puedes hacer un trabajo de medio tiempo o algún
tipo de labor dentro de la casa (ventas, costura, pastelería, elaboración de objetos
decorativos, dar masajes, etc.). Organiza tu tiempo y, sobre todo, ten confianza en ti
misma. No te desanimes pensando que ya estás grande o no tienes preparación. Nunca
es demasiado tarde. He visto a muchas mujeres que se sentían desesperadas y
deprimidas en el aspecto económico/laboral y sacaron fuerzas interiores para cambiar su
vida.

Si estás separada, viuda o divorciada, con mayor razón se aplican los consejos
anteriores. Si te sientes insegura en esta área, repasa tus habilidades básicas y busca
asesoría; existen muchos centros de capacitación gratuitos o de muy bajo costo.

Intelectual y cultural

Estamos de acuerdo en que no todos tenemos la misma inteligencia o afición por lo


intelectual y lo cultural. Sin embargo, vivimos en un mundo cambiante que exige
mucho de nosotros.

Cuando ayudamos a nuestros hijos a hacer las tareas, nos damos cuenta de que ellos
están recibiendo una formación académica muy diferente a la que nosotros tuvimos.
Muchos esposos están interesados en política, avances tecnológicos, en asuntos
relacionados con su actividad laboral o espectáculos de índole cultural. En el trabajo o
con las amistades se comentan diferentes tópicos que nos obligan a mantenernos
actualizadas.

No importa tanto tu nivel socioeconómico o tu grado de estudios; si deseas mantenerte


al día, puedes hacerlo. Escucha las noticias por radio o televisión, lee algún periódico o
revista seria, haz preguntas a quienes saben más que tú. Toma cursos de superación
personal, lee buenos libros, asiste de vez en cuando a un concierto o espectáculo
cultural. No pongas como pretexto que no tienes tiempo o dinero, lo que realmente no
tienes es interés. Cambiar nuestra vida requiere esfuerzo, pero los resultados son muy
gratificantes.

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Familiar (excluyendo a la pareja)

Revisa cómo están tus relaciones con tu familia en general: madre, padre, hermanos,
hijos. Aprende más sobre relaciones humanas a través de libros, cursos, conferencias,
programas de radio, terapias individuales o familiares. Comprende, escucha, haz valer
tus derechos de manera inteligente y conciliatoria.

En lugar de dedicarte abnegadamente a complacer a los demás olvidándote de ti misma,


supérate tú. Detecta, admite y cambia lo que no te guste de ti misma (tu aspecto
controlador, celoso, agresivo, dominante, quejumbroso). Reconoce que con la familia
hay una interacción de la cual todos somos parte responsable.

Física (salud y presentación)

Generalmente ésta es un área muy descuidada, sobre todo cuando damos prioridad al
trabajo o a los problemas sentimentales. No se trata de seguir los parámetros a veces
imposibles de las revistas de belleza, sino de cuidarnos a nosotras mismas como una
muestra de amor y autoestima.

Vigila tu alimentación, tus malos hábitos (cigarro, alcohol, café, pastillas para los
nervios, etc.), haz ejercicio, asiste al ginecólogo o al dentista, duerme tus horas, medita
para aliviar el estrés, oye música agradable. En cuanto a tu presentación, acepta tu edad
y tu tipo físico (rubia, morena, bajita, alta, delgada, robusta). Mejora lo que puedas, sin
volverte obsesiva o perfeccionista. Arréglate de acuerdo con tu estilo personal (tampoco
para este aspecto pongas como pretexto el tiempo o el dinero; muchas veces son la
actitud y el estado de ánimo los que determinan nuestro arreglo). Aun la mujer más
pobre, si desea verse agradable, lo logra. Si está limpia, bien peinada, con maquillaje sin
exagerar, con algún adorno sencillo como unos aretes o una pañoleta de buen gusto, se
verá bonita.

Sentimental y sexual

Para la gran mayoría de las mujeres éste es el punto que les genera más sufrimiento y
donde se sienten más impotentes para hacer cambios. Algunas erróneamente lo
atribuyen a la mala suerte o a que las personas que tienen (escogen) como parejas no las
comprenden, no las quieren o las tratan mal.

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En este libro encontrarás consejos para mejorar tu vida sentimental; también pueden
ayudarte muchos libros escritos por autores expertos en estos temas, así como las
terapias. En el terreno sexual hemos avanzado mucho y puedes conseguir información y
orientación adecuadas para lograr tu satisfacción.

Espiritual

Algunas personas encuentran a Dios a través de las diversas religiones institucionales,


otras prefieren las filosofías orientales que enseñan los gurús o los maestros iluminados,
mientras que unas más se basan en determinadas ideas de los grandes filósofos. Hay
personas que son librepensadoras y con su propio código de ética o de moral.

No importa en qué grupo te encuentres, lo fundamental es entender que la vida es más


que materia. Si no nutrimos el espíritu, siempre nos sentiremos vacías. Si tienes alguna
religión o filosofía, practícala con dedicación y procura informarte cada vez más sobre
ella (grupos de oración, clases de biblia o meditación).

Únicamente una advertencia: ten el suficiente criterio para no unirte a grupos fanáticos
o manipuladores que te confundan o te exploten, especialmente si estás pasando por un
momento vulnerable de tu vida. No te dejes llevar por el espejismo de ser aceptada por
un grupo que te promete ser dueño de la “verdad absoluta” o que te provoque culpas. Sé
sincera en tus creencias y en la búsqueda del camino espiritual, pero conserva tu
autonomía y tu libre albedrío.

En resumen, basta de quejarse. Hay que poner manos a la obra porque los cambios no se
darán solos. Dios dijo: “Ayúdate, que yo te ayudaré”. En cuanto a tu pareja, no
empieces tratando de que cambie ÉL, primero cambia TÚ y verás cómo la relación se
modifica.

Cómo afecta al hombre el que la mujer decida cambiar

Aunque tu relación actual no sea muy armoniosa, por lo menos es familiar para tu
pareja. Aunque se quejen el uno del otro y tengan conflictos y diferencias, más o menos
saben ya cómo van a reaccionar. Cuando tú empiezas a cambiar, aunque sea para bien,
lo más probable es que, de momento, causes un enorme descontrol, desconfianza y hasta
enojo en tu pareja.

El Precio del Amor, Lucy Serrano Página 89


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He visto cumplirse este ciclo en varias de las mujeres que acuden a terapia. Lo explicaré
con detenimiento para que aprendas a manejarlo sin que te cause angustia y te veas
tentada a retroceder.

La siguiente comparación nos ayudará a entender mejor el proceso. Si una madre que
lleva a un niño pequeño a vacunar está informada de antemano que la vacuna es
benéfica y el médico le advierte que es de esperarse una reacción con ciertas molestias
como fiebre, inapetencia, llanto y molestias para el bebé, ella tomará de manera
tranquila estos inconvenientes pasajeros, porque está consciente que a la larga son para
el bien de su hijo. Sin embargo, si una mujer totalmente aislada de la civilización de
pronto se enfrenta con un señor en bata blanca que saca un instrumento puntiagudo con
el que inyecta a su niño, el cual llora por el dolor, el susto y luego se lo entrega sin
advertirle los efectos, cuando la vacuna haga reacción, la madre va a pensar que su hijo
enfermó gravemente por el daño que le causaron el médico y la medicina.

Muchas veces nuestros cambios sirven como una especia de vacuna ante la conducta de
nuestra pareja y tienen efectos negativos temporales.
Los siguientes son los pasos usuales en el proceso de cambio:

1. Problemas conyugales. La mujer se encuentra desesperada y trata de buscar


ayuda. Ya intentó por la buena, por la mala, aguantando, discutiendo,
enojándose y parece que nada funciona.

2. Cambio de la mujer. Ella se harta de sufrir y decide cambiar, sacudirse el miedo


y la ignorancia. Lee libros, toma cursos, mejora su autoestima, elimina
dependencias nocivas, se siente más confiada y ya no se deja manipular con
culpas y presiones. Se percata de que la educaron de manera equivocada y
paulatinamente cambia su manera de pensar y de actuar. Todavía se siente un
poco insegura, pero con gran motivación para romper con las pautas de conducta
del pasado.

3. Descontrol en el hombre. El novio o marido nota rara a su mujer porque ve en


ella actitudes y conductas diferentes. Quizá piense que alguien la está
aconsejando y se sienta molesto, confuso, inseguro y fuera de control ante lo que
ya no le es familiar.

4. Enojo del hombre. Algunos varones, sobre todo aquellos que adoptan actitudes
machistas y controladoras, reaccionan como niños consentidos a los que de
pronto se busca disciplinar. No les parece la nueva conducta de su pareja porque

El Precio del Amor, Lucy Serrano Página 90


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están acostumbrados a salirse con la suya y desean seguir imponiendo su
voluntad. No los culpemos por esa reacción, la cual es lógica pues a ellos
también los educaron así.

5. Castigos e intentos de manipulación del hombre a la mujer. Cuando él


erróneamente interpreta tus cambios como una lucha de poder, empieza una
campaña de castigos, culpas y manipulaciones: se pone grosero y agresivo; te
ignora con el silencio, hay falta de afecto o sexo; no te toma en cuenta para las
decisiones del hogar; te amenaza con ya no darte el gasto; llega cada vez más
tarde o dice que quizá se busque otra que sí lo comprenda; insinúa que tú estás
desequilibrada y eres la culpable de todos los conflictos; te acusa de ser mala
madre, mala esposa y te pone mal con tus hijos, familiares y amistades; te
humilla y minimiza tus esfuerzos por superarte; se pone en plan de víctima e
incomprendido argumentando que ya no lo quieres y que le gusta más como eras
antes; insinúa que quizá ya tienes otro y por eso te portas así; promete que va a
cambiar y a portarse bien (por ejemplo, dejar de tomar o conseguir trabajo) si tú
vuelves a ser la misma.

6. Descontrol de la mujer. Ante todas las agresiones anteriores, te parecerá que tu


nueva actitud hizo que las cosas empeoraran. De momento olvidas que, antes de
que empezaran los cambios, tu vida tampoco andaba bien. Llegas a dudar si
estás haciendo lo correcto al modificar lo que te dijeron que era tu papel en la
vida.

7. Momento de decisión para la mujer (dos opciones):

a. Ir hacia atrás y volver a lo mismo, lo cual tarde o temprano causaría


problemas mayores, aunados a la enorme frustración de haber
retrocedido en sus decisiones o la desilusión de ver que él no cambió
pese a sus promesas.

b. Mantenerse firme en el cambio, no acusar recibo de los castigos y


presiones; no permitir que otros la manipulen o la hagan sentir culpable;
usar la Indiferencia Amable; continuar superándose y eliminando
dependencias nocivas; educar a los hijos de otra manera. Por supuesto
que no somos robots y nos afectan los malos tratos pero, sabiendo de
antemano que se avecina una crisis temporal, buscaremos fuentes de
apoyo y satisfacción, dedicándonos a mejorar las áreas de equilibrio que
describíamos anteriormente.

El Precio del Amor, Lucy Serrano Página 91


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Al hacer esto, la energía cambia; en lugar de dirigirla a tratar de
componerlo a él, se dirige a satisfacer tus propias necesidades. Cierto,
debes tenerte mucha paciencia. Es imposible cambiar de inmediato y es
lógico y normal caer en pequeños retrocesos. Aunque des tres pasos
hacia adelante, seguidos de dos hacia atrás, ya llevas uno de ganancia.

8. Nuevo descontrol en el hombre. Pese a sus intentos de castigo y manipulación, él


se da cuenta de que sus antiguas tácticas ya no le funcionan porque tú ya no te
enganchas y reaccionas ante ellas de manera diferente. Se siente confundido y
desesperado, no sabe qué hacer.

9. Momento de decisión para él (resultado final)

a. Ante la firmeza de su mujer, el hombre cambia para bien. Paulatinamente


asimila que el cambio es benéfico para ambos y, aunque le cuesta trabajo
adaptarse, a la larga se siente más a gusto, ella está más contenta, la vida
en familia mejora y se convierten en una verdadera pareja más integrada.

b. El hombre decide no cambiar, pero a la mujer ya no le afecta. Ella ha


abierto los ojos y encuentra una mejor forma de vida, con o sin él. Ya no
se siente una víctima del destino o de circunstancias fuera de su control.
Aunque la pareja tenga que separarse, ella vive en paz sola, con sus hijos
o a futuro encuentra otra pareja que sí sea compatible, que la comprenda
y la valore. Ahora bien, la búsqueda de una nueva pareja no debe ser
inmediata. Es importantísimo pasar un buen tiempo sin un hombre al
lado para recuperarnos emocionalmente, hacernos menos dependientes,
crecer, superarnos y estar preparadas para una relación sana. No estoy de
acuerdo en que “un clavo saca a otro clavo” porque volveríamos a caer
en los mismos errores.

Conviene revisar con detenimiento el ejercicio del capítulo 5 respecto del tipo de pareja
que atraemos, para hacer profundas modificaciones en nuestras actitudes, conductas y
darnos cuenta de que no siempre quienes más nos gustan o nos atraen, son quienes más
nos convienen.

El Precio del Amor, Lucy Serrano Página 92


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Recuperarse a sí misma antes de intentar recuperar a la pareja

Una de las cosas más satisfactorias que me dijo una paciente en terapia fue: “Lucy,
acudí a ti con el afán de recuperar a mi pareja, pero a quien realmente recuperé fue a
mí misma. Fue casi como revivir a una muerta, porque así me sentía después de una
relación tan conflictiva y devaluatoria”.

He comentado reiteradamente a lo largo del libro que es imposible tener una buena
relación de pareja si no tenemos una buena relación con nosotras mismas. Si se tratara
de ayudar o salvar a otra persona, estaríamos prestas para defenderla y apoyarla, más
aun si la queremos o nos interesa. Sin embargo, qué difícil es querernos, cuidarnos,
protegernos y luchar por nuestra propia satisfacción. Debemos eliminar esas vocecitas
del pasado que nos gritan: “Egoísta, primero están los otros, tú no vales, no puedes…”.

Desde luego que tus necesidades físicas, emocionales e intelectuales son válidas.
¿Quién no desea obtener compañía, afecto, lealtad, interés, apoyo o sexo de su pareja?
Los que a veces son inadecuados, incluso enfermizos, son los métodos que utilizamos
para tratar de llenar esas necesidades. Si estamos solos, tristes, desesperados,
devaluados, emocionalmente hambrientos y sexualmente insatisfechos vamos a
proyectar actitudes que evidenciarán nuestra profunda vida carencial y con ello
generaremos resultados tales como el continuo rechazo hacia nuestra devaluada persona
o bien algo aún peor, vernos involucradas con personas igual o más enfermas que
nosotros.

Si estoy demasiado hambrienta de cariño, aceptación o reconocimiento no sabré


distinguir entre un buen caviar y un plato de frijoles rancios, o entre una pareja
adecuada y una disfuncional.

Yo comento en tono de broma a mis alumnas: “Cuando peor se sientan


emocionalmente, pónganse a dieta de hombre, no a dieta de hambre”.

Si honestamente deseamos un cambio radical en nuestras vidas y estamos dispuestas a


dedicarle la energía y el esfuerzo, pese al dolor tan grande que implica una crisis de
transformación, la recompensa futura valdrá la pena.

El Precio del Amor, Lucy Serrano Página 93


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Ejercicios de recuperación de ti misma

“La niña abandonada”

Cuando estés sola y dispongas de un poco de tiempo, segura de no tener ninguna


distracción, cierra los ojos y visualiza con todo detalle lo siguiente:
Vives sola en un bello y confortable departamento de tu propiedad. Te sientes segura,
tranquila y armoniosa; los muebles y objetos están limpios y ordenados; tienes todo lo
que necesitas, buena comida, música agradable. Disfrutas enormemente de esa paz
interior. En este momento te sientes plenamente contenta y satisfecha, aun sin la
compañía y aprobación de otras personas.
De pronto, tocan la puerta. Abres y ves a una niña pequeña (en quien reconoces tu
propia imagen cuando tenías esa edad) que te pide entrar. Ves su carita triste, su aspecto
descuidado, su profundo dolor interior, su soledad y confusión. Te invade una gran
ternura y deseos de protegerla, de cuidarla, de mimarla, de recompensarla por todo lo
que le ha pasado.

La invitas a entrar. Ella tiene miedo, no confía en ti, no confía en nadie. Está demasiado
acostumbrada al dolor, tiene el aspecto de un animalito herido replegada en un rincón.
Afuera, la noche es oscura, fría y lluviosa; sin embargo, tu departamento es cálido y
acogedor.

Percibes que la niña tiene hambre, frío, pena. Te apresuras a prepararle algo de comer,
un baño reconfortante, ropa limpia y seca. Guardan silencio y ella, un tanto recelosa,
acepta tus atenciones. La acuestas en tu cama, la arropas y ves su carita dulce y
agradecida. No está acostumbrada a que la traten de manera cariñosa y protectora.
Siempre recibió regaños, reproches, críticas, quizá hasta maltratos y abusos.

Sin pensarlo, la abrazas con instinto maternal, le acaricias el cabello y empiezan a


platicar. Tu cariño por ella es enorme. No se trata de lástima, sino de un afecto
profundo. Sin necesidad de palabras, como si pudieras leer su mente, te percatas de todo
lo que esta niñita ha sufrido, de todo lo que le ha faltado, de todo lo que necesita. Te
mira con cierto reproche, ella es parte de ti misma y con asombro te das cuenta de que,
pese a todos los sufrimientos externos recibidos, quien más la ha abandonado eres tú.

Siempre dedicaste tu energía a complacer a los demás, a cumplir con lo que se esperaba
de ti, a buscar desesperadamente conseguir afecto de fuentes externas. Durante todo ese
tiempo ella ha estado sola y abandonada, no tiene quien la cuide, la defienda, la proteja,
la estimule, la llene de afecto.

El Precio del Amor, Lucy Serrano Página 94


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Es una niña muy valiosa, aunque sus facciones quizá no sean muy convencionales; tú
observas sus bellos ojos, su gran calidad interna, sus enormes potenciales no
desarrollados, todas las maravillas que contiene ese pequeño ser. Comprendes que,
como adulta, tú puedes ayudarla; tienes experiencia, tienes recursos internos, estás
motivada y llena de entusiasmo. Le pides perdón por tu inconsciencia, te arrepientes de
haberla relegado, de no escucharla cuando te necesitaba. Le aseguras que la vida va a
cambiar para ustedes, que ya no está sola, te tiene a ti. Ya no la defraudarás.

La dejas hablar, decirte lo que realmente necesita, lo que espera de ti. Te nota sincera, te
va tomando confianza, corresponde a tu cariño y juntas hacen planes para el futuro. Los
problemas siguen allá afuera, pero unidas podrán vencerlos. Deciden no quedarse
atoradas recordando los malos tiempos; dejan de hacer reproches a todos y se
responsabilizan de sus decisiones futuras. Saben que les espera un largo camino, pero
que van a salir adelante.

Con esa agradable sensación, la nenita se quedará dormida en tus brazos, con plena
confianza en que tú estarás siempre a su lado y que ya no volverás a fallar.

Con este ejercicio aprenderás a detectar la enorme oportunidad que tienes ante ti. De
niña no pudiste hacer nada frente a los seres que te lastimaron y te hicieron sufrir, pero
hoy eres adulta, cuentas contigo y sabes que nadie te hará nada más que lo que tú
permitas.

Aunque este ejercicio es muy doloroso y generalmente provoca llanto, las lágrimas son
de recuperación. Puedes llevarlo a cabo sola o guiada por un terapeuta y resulta de gran
ayuda emocional. Por mucho que tratemos de llegar a conclusiones intelectuales dentro
de nuestro proceso de transformación, si no van acompañadas por el contacto de las
emociones, no es completo.

“La compañera de viaje”

Este ejercicio es muy útil para conocerte mejor. Imagina que estás harta de todo, que
has llegado a tu punto límite, ya no sabes realmente quién eres, qué tienes, qué vas a
hacer a futuro. Los problemas y las presiones te agobian, parece que nadie te comprende
y no cuentas con apoyo externo verdadero y confiable.

De pronto te encuentras en el aeropuerto con dinero suficiente para irte de viaje tú sola
durante una semana. Escoges tu destino, compras el boleto y te subes al avión. No

El Precio del Amor, Lucy Serrano Página 95


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tienes deseos de hablar, la gente no te agrada, tu estado de ánimo es de fastidio y
descontrol. Te sientes desubicada y con enormes deseos de alejarte de todo y de todos.

El avión despega y cuando la aeromoza pasa con las bebidas, te vuelves a ver quién es
tu compañera de viaje. Se trata de una mujer de edad indefinida, con rostro sereno y
agradable, te sonríe desinteresadamente. Su presencia te inspira confianza y en su
mirada detectas una total aceptación.

Continúas en silencio, dudando si quieres iniciar una conversación con ella. Finalmente
te decides, te asaltan unos enormes deseos de hablar de ti, pero no para impresionarla
con la actitud que generalmente adoptas para quedar bien con otros o para ser aceptada.
De nada te serviría, ya que esta persona, aunque habla bien español, no conoce nada de
tu mundo. Tampoco deseas solamente quejarte o aburrirla con tus problemas. No estás
de humor para plática frívola y sin trascendencia.

Te parece increíble, pero súbitamente te ves charlando con esta persona como si la
conocieras desde hace años, con una enorme confianza y sinceridad. Le cuentas tus
sueños, tus anhelos, tus logros, tus miedos. Te muestras tal cual eres, sin miedo a ser
juzgada, criticada o rechazada. Al ver que ella te escucha con gran comprensión, te
invade la agradable sensación de no tener que fingir, esforzarte, complacer para recibir
afecto y atención.

Conforme hablas, te das cuenta de que eres una persona valiosa, con virtudes y defectos
como todos, pero con derecho a ser tú, a manifestarte, a aceptarte; te das cuenta de que
todo está bien. Te llenas de paz interior y decides que, de ahora en adelante, no tendrás
miedo de pensar y actuar de acuerdo con tu verdadera esencia.

Anota por escrito lo que le dirás a esta persona acerca de ti. Si tienes un buen terapeuta
o alguien de toda tu confianza, practica el ejercicio de manera verbal.

“Fotos del pasado”

Busca en tus viejos álbumes fotos tuyas en diferentes etapas de tu vida: una de niña, una
de adolescente, una de joven, alguna donde te veas con cara triste, otra con cara feliz,
etc.). Toma un cuaderno y pega cada foto, dejando espacio suficiente para que después
describas, como si fueras una tercera persona, lo que hace, piensa y siente la persona de
la foto.

El Precio del Amor, Lucy Serrano Página 96


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Ejemplo

FOTO ESCOLAR DE MARÍA A LOS 12 AÑOS


Descripción: maría es una niña muy triste, se siente mal porque sus compañeritas se
burlan de ella. No tiene dinero para comprar sus libros, ni dulces, ni ropa bonita. Está
muy sola y siente que nadie la comprende. En su casa hay problemas, sus papás se están
divorciando…

FOTO DE MARÍA A LOS 21 AÑOS


María está muy contenta porque acaba de conseguir empleo en un banco. Tiene un poco
de miedo, pero se siente optimista y segura de que va a salir adelante. Es muy
responsable, eficiente y su jefe la felicita por su trabajo. Le encanta lo que hace. Toma
clases de danza regional y tiene un novio que la quiere mucho. Es una chica con grandes
aspiraciones en la vida…

FOTO DE MARÍA A LOS 35 AÑOS (CON SU ESPOSO EN UNA BODA)


María está muy triste. Su sonrisa es forzada, pero por dentro siente que se está
muriendo. Acaba de descubrir que su marido la engaña y está desesperada, no sabe qué
hacer. Tiene dos hijos pequeños, la situación económica es precaria. Se siente frustrada
e impotente…

Continúa los relatos con un total de cuatro o cinco fotos hasta llegar a una fotografía
actual. Observa la diferencia de estados de ánimo y actitudes en cada una. “Habla” con
las personas de las fotos, tanto para ver qué te dicen como para interactuar con ellas,
contactando los sentimientos más profundos, brindándoles apoyo y tratando de llegar a
acuerdos sobre cómo será su vida futura.

Este ejercicio, aunque se puede hacer sola, es de mucho más provecho si se cuenta con
la ayuda de un terapeuta competente.

Si me doy cuenta de que la relación, por más que se intente, no


funciona, ¿qué hago?
Si terminar con un novio nos hace sentir mal, separarse o divorciarse del esposo es
infinitamente más complicado y doloroso. Hay hijos de por medio, varios años
invertidos, mucha energía emocional desgastada, complicaciones económicas, miedo al
futuro, miedo a la soledad, sentimientos en frustración y de culpa…

El Precio del Amor, Lucy Serrano Página 97


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El matrimonio es cosa seria y tomar una decisión al respecto no debe hacerse a la ligera.
Nadie duda de que lo mejor es la familia, siempre y cuando esté bien integrada. Si te
sientes confundida respecto de si te conviene o no seguir adelante, el siguiente ejercicio
pondrá muchas cosas en claro, evitará que sigas atorada en las quejas y te alentará a
tomar acción.

Ejercicio
Evaluación de la relación total

Contesta, por escrito, los siguientes puntos.

1. Haz una evaluación sincera y justa de la relación total, no sólo en el nivel de


reproches, sino con realismo. En una hoja de papel, traza una línea para formar
dos columnas y anota lo que corresponda sobre la conducta y actitud de tu
marido. El siguiente ejemplo te dará una mejor idea:

APORTACIONES ELEMENTOS DESTRUCTIVOS O


CARENCIAS
Buen proveedor
Buen padre Misógino, Controlador
Me saca de paseo Egoísta, grosero
Buen sexo Alcohólico, agresivo
No me deja ser yo misma
Me siento sola
No me da afecto
Una vez terminada, analiza tu lista para que te des cuenta de cómo está la situación.
Nadie es perfecto y en la convivencia con otra persona debemos adaptarnos a algunas
cosas que no coinciden con nosotros, pero no estoy hablando de aceptar diferencias
graves.

Si la lista de elementos destructivos o carencias es mucho mayor que la de aportaciones,


debes hacerte el siguiente cuestionamiento: con tantos defectos que veo en mi pareja y
mi relación me hace tan infeliz, ¿por qué la soporto? Esta pregunta no es fácil de
contestar, pero hacerlo nos ayuda a continuar nuestra tarea y anotar en otra hoja:

2. ¿Cuáles son mis miedos y dependencias?

Ejemplo:

Tengo miedo a la soledad.

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¿Cómo me voy a mantener?
¿Cómo reaccionarán mis hijos?
¿Volveré a encontrar quien me quiera?
Me siento insegura, vieja, fea, tonta
¿Seré la culpable de mi matrimonio?

3. Con la información anterior ¿puedo enfrentarme a mi realidad?, ¿puedo


perdonarme y perdonar a los demás, entendiendo el perdón como dejar ir y no
aferrarme al rencor ni a la amargura para quedar liberada y empezar una nueva
vida? El perdón no se debe interpretar como permitir que me sigan lastimando.

4. Visualízate a un año, a cinco, a diez. Toma un espejo, contempla unos


momentos tu rostro con todas las emociones que sientes en este momento.
Intenta imaginar el futuro y anota: ¿Cómo estaré yo física y moralmente en cada
lapso?

Ejemplo:

CON ÉL SIN ÉL

A un año: A un año:
A dos años: A dos años:
A diez años: A diez años:

El panorama puede parecer aterrador. Algunas mujeres en situación grave se ven a sí


mismas muertas o enfermas mentales a diez años si permanecen con él. Otras hacen
predicciones bastante ajustadas a la realidad y cobran conciencia de que, aunque el
primer año sería muy difícil, existe la posibilidad de rehacer su vida en muchos
aspectos.

Manejo de la separación o el divorcio. ¿Podré rehacer mi vida?


Si la evaluación de la relación total es básicamente buena, con más información y unas
pequeñas modificaciones se puede resolver el problema. Si no hay más remedio que la
separación, aunque hayamos tomado la decisión en un nivel mental, debemos
prepararnos en los niveles emocional y práctico antes de empezar a actuar.

En mis clases yo comparo esta decisión con la de someterse a una operación quirúrgica.
Imaginemos que llevamos varios años con un dolor intenso. Ya probamos diversas

El Precio del Amor, Lucy Serrano Página 99


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medicinas y tratamientos y no vemos resultados positivos. Finalmente llegamos con un
médico de confianza que, después de exhaustivos análisis y considerando todas las
opciones, nos recomienda una intervención.

Obviamente sentiremos miedo, inseguridad, desagrado, pero si nuestra salud integral y


hasta nuestra vida están en juego, habremos de aceptar. Podemos optar por permitir que
nuestras dudas y objeciones nos dominen y decirle al médico: “Doctor, no tengo dinero
para operarme”, “No tengo tiempo”, “No tengo con quien dejar a mis hijos”, “¿Qué
tal si me muero en la plancha?”, “Tengo miedo al dolor”, etc. Nuestros razonamientos
pueden ser válidos, pero eso no implica que cancelando o posponiendo la operación nos
aliviaremos de manera automática. Lo más probable es que la enfermedad empeore,
desgaste nuestro organismo y que, tarde o temprano, de todos modos nos operen de
emergencia ya estando tan débiles y con las defensas tan bajas que el pronóstico no sea
favorable.

Una persona sensata, aunque le desagrade la idea de operarse, está consciente de que a
la larga es por su bien y hace los arreglos necesarios. Tal vez pida prestado para
sufragar los gastos, encargue a los niños con su mamá o algún familiar y trate de
tranquilizarse con una actitud más positiva. Al despertar de la anestesia se va a sentir
muy mal, pero sabe que sólo pasará unas horas en la sala de recuperación. En cuanto
reaccione favorablemente, la trasladarán a un cuarto de hospital, donde continuarán las
molestias, mitigadas por medicamentos. Pero se trata sólo de unos días.

Posteriormente llegará a su casa, todavía incapacitada para hacer una vida normal y
tendrá que aguardar con paciencia el tiempo razonable de la convalecencia. Superado
todo esto, se sentirá totalmente restablecida y tranquila. Aunque la cicatriz quedó ahí,
los dolores y los riesgos para su vida desaparecieron.

El separarte o divorciarte es algo muy similar a la operación, los primeros días pueden
ser terribles y la recuperación posterior muy lenta pero, tarde o temprano, tu vida será
mejor.

Para analizar cuán preparada estás para la separación o el divorcio, antes de informarle a
tu marido o de acudir al abogado, contesta el siguiente cuestionario que te permitirá
identificar los tipos de dependencia que gravitan en tu vida.

El Precio del Amor, Lucy Serrano Página 100


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Cuestionario sobre la preparación para la separación o el divorcio
¿Cuáles son tus dependencias?

Dependencia económica

— ¿Dependes totalmente de los ingresos de tu marido sin contar con entradas


propias? Si te quedaras sola, ¿tendrías con qué mantenerte?

— ¿Tienes alguna profesión, oficio o alguna habilidad? ¿Estarías dispuesta a volver


a estudiar?

— Si trabajaste antes de casarte, ¿sigues siendo competente en tu profesión?


¿Tienes al corriente tu currículum y tus documentos?

— ¿Puedes conseguir cartas de recomendación? ¿Sabes qué salarios se están


pagando en la actualidad?

— ¿Tienes confianza en ti misma en el aspecto laboral? ¿Has descuidado tu


presentación? ¿Tienes ropa apropiada para presentarte a trabajar?

Recomendaciones: Si tu dependencia es total, no esperes a que te suceda una


emergencia que te tome por sorpresa. Empieza poco a poco a prepararte para cualquier
eventualidad. Estudia algo, consigue un trabajo de medio tiempo. Si tienes una
profesión, practícala de alguna forma y contacta a tus compañeros de carrera. Olvídate
del miedo, de si él se va a enojar o no te da permiso.

Aunque actualmente no estés contemplando el divorcio, calcula los riesgos futuros de


no estar preparada.

Dependencia social

— ¿Tus únicas amistades son las de tu esposo o las vecinas que están igual o peor
que tú? ¿Te has olvidado de tus amigos y amigas de soltera?

— ¿Te has aislado del mundo para dedicarte por completo a tu marido y a tus hijos?
— ¿Tus salidas de fin de semana han sido casi siempre a casa de tus padres o los de
él?

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— ¿Tienes temas de conversación interesantes? ¿Te sientes segura al desenvolverte
ante extraños? ¿Te da miedo ir sola a algún lado?

— ¿Piensas que una mujer no vale a menos que vaya acompañada por un hombre?
¿Irías sola a una boda, a una cena o a otro compromiso al que usualmente se
lleva pareja?

Recomendaciones: Si estás en cualquiera de los casos anteriores, es urgente que


organices tu tiempo para fomentar nuevas o revivir viejas amistades. Olvídate de culpas
o del exceso de responsabilidad. Busca gente productiva, interesante, positiva, que te
aporte algo y que te haga crecer como ser humano, que te valore por ti misma y que no
te vea únicamente como la esposa de fulano de tal o la mamá de zutanito. ¿Quién eres tú
como persona? ¿Cómo te ven los demás? ¿Te has convertido en la sombra de tu
familia?

¿Puedes valerte por ti misma?

— ¿Te has vuelto una inútil fuera de las labores exclusivamente domésticas?

— ¿Puedes ir sola al banco, hacer trámites en algunas oficinas, cambiar un foco,


una llanta de coche?

— ¿Serías capaz de salir de viaje sola o con tus hijos?

— ¿Sientes que se te viene el mundo encima sin la presencia de un hombre?

— ¿Te crees capaz de educar a tus hijos sin la ayuda de tu marido?

— ¿Eres una mujer valiente ante la adversidad?

Recomendaciones: Empieza lo más pronto posible a tratar de hacer algunas cosas por ti
misma. Cuando se trata de corregir algo de golpe nos sentimos abrumadas. De vez en
cuando resuelve algunos problemas sin pedir ayuda o consejo a tu marido para ir
fortaleciendo tu carácter. Te sentirás cada día mejor y más orgullosa de ti misma. Los
hombres son muy importantes, pero no indispensables.

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Dependencia afectiva

— ¿Piensas que tu marido es el único hombre en el mundo? ¿Piensas que te hace un


favor al quererte? ¿Ni siquiera te importa que no te quiera con tal de que no te
deje?

— ¿Crees que todavía eres una mujer atractiva, sexy, interesante? ¿Te miran los
hombres cuando vas por la calle?

— ¿Te sientes vieja, fea, gorda (o cualquier cosa negativa) e incapaz de atraer a un
caballero?

— ¿Eres extremadamente celosa e insegura? ¿Piensas que el mundo exterior está


lleno de mujeres atractivas e inteligentes que te pueden quitar al marido?

— ¿Le suplicas o le exiges a tu pareja que te quiera porque sientes que es su


obligación?
— ¿Son satisfactorias tus relaciones sexuales? Si te divorciaras o quedaras viuda,
¿sientes que tendrías derecho a tener relaciones sexuales nuevamente o te
reprimirías por el resto de tu vida debido a tus prejuicios?

Recomendaciones: Es importantísimo que eleves tu autoestima, que sientas que vales


como mujer, tanto en lo físico como en lo moral e intelectual. Tienes que aprender a
quererte para que te quieran los demás. No puedes depender únicamente del afecto de tu
pareja para sentirte valiosa como persona.

Recuerda que antes de conocerlo te sentías bien y que existen otros hombres que valen
la pena. ¿Realmente es tu pareja tan guapo, maravilloso y lleno de cualidades como para
que sufras por él o estás aferrada por miedo y dependencia?

Temor al “qué dirán”

— ¿Siempre tratas de darle gusto a la gente con tal de que te quieran o de que
piensen que eres una buena persona?

— ¿Te afecta mucho que alguien te critique? ¿Llegas a dudar si los demás están
bien y tú estás mal?

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— ¿Te invaden sentimientos de culpa por las opiniones ajenas, aunque tú opines lo
contrario?
— ¿Serías capaz de hacer algo que tú realmente quieres sin importarte si lo
aprueban o no?

— ¿Te manipulan con facilidad haciéndote sentir que no estás cumpliendo con tu
deber?

— ¿Sabes realmente cuál es el papel de una buena esposa y madre sin dejarte llevar
por prejuicios convencionales?

— ¿Estás viviendo tu vida como tú quieres o como quieren los demás?

Recomendaciones: Si ése es tu caso, tu situación es todavía más grave. Recuerda que


sólo se vive una vez. No vayas a arrepentirte al final de tu vida de no haber tenido el
valor suficiente para ser feliz a tu manera. La gente siempre está lista para criticar, pero
pocas veces para comprender y ayudar. Eres humana y tienes defectos, pero tienes el
derecho de vivir tus propias experiencias.

Recuerda utilizar las frases “Para ti…, pero para mí…” que aprendiste en el capítulo 3
sobre la comunicación. No intentes convencer a gente que no entiende tus ideas o tu
conducta. No dudes, mantente firme.

La búsqueda de un buen abogado

— ¿Conoces las leyes con respecto al divorcio, la pensión alimenticia, separación


de bienes, patria potestad, daños físicos, abandono de hogar, etc.?

— ¿Tienes todos tus documentos en orden (acta de matrimonio, acta de nacimiento


tuya y de tus hijos?
— ¿Conoces a alguien de mucha confianza que pueda recomendarte a un buen
abogado cuyos honorarios estén dentro de tus posibilidades? (Evita a toda costa
contar tus problemas a toda la gente porque únicamente te confundirán y te
harán sentir peor.)

No dependas sólo de la pensión que tu marido quiera darte, busca tener tus propios
ingresos para que tu nivel de vida no baje repentinamente ni tengas que andar
pidiéndole limosna porque no te alcanza.

El Precio del Amor, Lucy Serrano Página 104


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Prepárate para los primeros días (posteriores al divorcio)
Es lógico que atravieses por una etapa de recuperación en la que te sentirás muy mal,
pero al menos, si has seguido los consejos anteriores, estarás un poco más protegida.
Ahora lo importante es no dejar que tu estado de ánimo se caiga. Haz una lista de todo
lo que te has quedado con ganas de hacer debido a tu matrimonio, y empieza a hacerlo.
Quiérete, consiéntete, busca personas que te hagan sentir mejor y evita a los
preguntones morbosos.

En esta etapa quizá te convenga estar sola mientras logras poner en orden tu vida, tus
pensamientos y sentimientos. Desarrolla tu autoestima y verás cómo te volverás
selectiva, ya no te conformarás con lo que sea con tal de no estar sola. Sé paciente,
trabaja mucho en ti y lo lograrás. Te aseguro que, aunque primero tengas que atravesar
un periodo difícil, estarás mucho mejor que antes de tu transformación.

¿Cómo afectará a mis hijos esta decisión?


Hemos hablado mucho de nosotras mismas y de la relación de pareja, pero es
indispensable pensar en los hijos, pues son parte esencial de nuestras vidas y lo que
hacemos les afecta directa o indirectamente.

El comentario anterior debe interpretarse con mucho cuidado, ya que las vocecitas del
pasado brincarían automáticamente para hacernos sentir culpables con frases como: “No
importa lo que tú sufras, aguántate por tus hijos”, “Si te equivocaste al escoger pareja,
tus hijos no tienen por qué sufrir por ello”, “No tienes el derecho de quitarles el padre
a tus hijos (las comodidades económicas, la compañía y el supuesto apoyo que tu
marido les da)”, “Si te separas o te divorcias, tus hijos se van a ir por el mal camino; se
van a volver drogadictos, vagos, traumados; van a bajar sus calificaciones; se pondrán
muy tristes”, “Tus hijos van a convertirse en unos rebeldes, tú no puedes con ellos
sola”; “Los niños te culparán de haber destruido el matrimonio”.

Insisto en que cuando no está en nuestras manos proporcionar a los hijos el hogar
modelo, porque no depende sólo de nosotras, y tenemos tranquila la conciencia por
haber hecho todo lo que está a nuestro alcance para que la situación mejore, es mejor
enfrentarlos a la realidad que continuar en un ambiente de conflictos, agresión e
indiferencia que a la larga los daña más.

Si has tratado de educarlos con reglas morales y de conducta como no ser


irresponsables, groseros ni agresivos y los reprendes cuando presentan estas actitudes
negativas, imagina su confusión al ver que su papá sí lo hace y tú, aunque te molestes,

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lo soportas. En caso de que tuvieran amigos de conducta nociva, ¿verdad que intentarías
alejarlos de esas malas amistades?

Recuerda el dicho que dice: “Quien con lobos anda, a aullar se enseña”. ¿No te parece
totalmente contradictorio transmitirles valores morales si al mismo tiempo continúan al
lado de su padre cuya influencia puede ser tan fuerte que posteriormente presenten
rasgos de conducta similares a los de él? Una señora comentaba en terapia: “Mi hijo
mayor es un machito igualito a su papá”. Otra me comentó que su hijo de ocho años,
enfurecido porque ella lo reprendió, se le fue encima a golpes; cuando ella lo tomó de
los brazos para frenarlo, el chico le dijo: “Cuando llegue mi papá te vamos a pegar
entre los dos”. Esto demuestra que el pequeño consideraba muy natural que los
hombres maltraten a las mujeres. En un hogar mal avenido los niños se convierten en
huérfanos emocionales; ni el padre ni la madre, aunque vivan juntos, les pueden dar
buenos ejemplos y sustento emocional.

El divorcio es difícil y desagradable para los niños, pero pueden sobrevivirlo si se


enfoca de manera sana e inteligente. No hay que hacer el papel de víctimas y obligar a
nuestros hijos a tomar partido. Debemos evitar los dramas que tal vez empeoren lo que
realmente está pasando. Es mejor decirles que sus papás se han dado cuenta de que la
relación no funciona, que ya pusieron todo de su parte, pero que continuar así les hace
daño a los dos, que tanto papá como mamá van a seguirlos queriendo y apoyando, cada
uno por su lado. Aunque de momento los chicos se vean tristes o renuentes a aceptar esa
decisión, tarde o temprano la asimilan.

Una paciente mía tomó medidas muy adecuadas el día que su esposo se fue de la casa.
Por supuesto le dolía ver terminado su matrimonio, pero sacó el valor interno para salir
adelante empezando con lo siguiente: En vez de ponerse a llorar, actuar en forma
deprimida y desesperada, le dijo a sus hijos: “Sé que éste es un momento difícil para
todos, pero vamos a verle el lado bueno y a unirnos más. Ya no van a presenciar gritos
ni discusiones, la casa va a estar en paz. Hoy es el inicio de una nueva vida, les pido
que me ayuden a ser valiente”. Salió al mercado, compró flores, hizo una rica comida,
puso música alegre, después de comer organizó juegos de mesa con sus hijos, en la
noche los acompañó a la cama y les contó un cuento, arropándolos para que se sintieran
bien. Posteriormente se retiró a su recámara. Aunque tenía ganas de llorar, pensó que
finalmente podría dormir tranquila sin preocuparse por la hora en que llegaría el marido
o si estaba o no con la otra. La mañana siguiente pidió a sus hijos su cooperación en las
labores del hogar y su reacción fue positiva. Con algo de miedo, pero con mucha fe en
Dios y en sí misma, salió a la calle a buscar trabajo, viendo el futuro con optimismo.

Si afortunadamente tu esposo es una persona madura, centrada y accesible, aunque


ustedes como pareja ya no funcionen y decidan separarse, pueden ponerse de acuerdo en

El Precio del Amor, Lucy Serrano Página 106


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las visitas y el trato a los hijos después del divorcio. No necesitan convertirse en
enemigos ni crear los serios conflictos emocionales que para los niños significa tomar
partido. Pueden definir entre ambos las estrategias acerca de las reglas de conducta
aceptables (permisos de salida, no comer alimentos chatarra, calificaciones, etc.) para
que los chicos no se descontrolen viendo actitudes diferentes cuando conviven con su
mamá y con papá.

Es de esperarse una crisis temporal de adaptación y debemos tener paciencia hasta que
pase. Sin embargo, si los hijos reaccionan de manera inadecuada, es preferible buscar
ayuda profesional que llenarse de culpas o agravar más los problemas por no saber
cómo actuar. Por otro lado, hay muy buenos libros de autoayuda dedicados
específicamente a estos temas y que contienen las investigaciones de profesionales
serios.

Muchos estudiosos sobre problemas de pareja coinciden en que lo dañino para los hijos
no es el divorcio en sí, sino el camino tortuoso que toda la familia ha tenido que recorrer
para llegar a ese momento.

Matrimonios atorados
Con el paso de los años, al ver que nuestras expectativas no se cumplieron, llegamos a
la conclusión de que no nos casamos con la persona apropiada ni por los motivos
apropiados. Quizá ninguno de los miembros de la pareja era lo suficientemente maduro
o consciente de lo que implicaba una relación de pareja y caímos en varios de los
errores descritos en este libro.

Sin embargo, nos vemos atoradas en una situación que ni es lo suficientemente mala
para pedir el divorcio, ni lo suficientemente buena para sentirnos plenas y realizadas. Es
posible que ya tengamos hijos e intereses económicos en común (una casa, por ejemplo)
y que el esposo tenga varias cualidades que vale la pena tomar en cuenta, como ser buen
padre, buen proveedor, de carácter tranquilo y no causar problemas mayores como
alcoholismo, golpes, mujeriego, etc. No hay suficientes motivos para pedir el divorcio;
además, los hijos están muy a gusto con su padre y no entenderían por qué la madre
quiere destrozar el hogar.

Sin embargo, la esposa se siente sola y vacía, incompleta e incomprendida en varias


áreas: diferencias intelectuales, de gustos y pasatiempos, en el terreno sexual, proyectos
de vida incompatibles, se acabó el amor o ya no existe la química y el entusiasmo que
debe tener una relación. No justifico que por motivos frívolos y superficiales como
decir: “Ya me aburrí con éste, mejor me busco otro” o por pleitos pasajeros o malos

El Precio del Amor, Lucy Serrano Página 107


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entendidos se destruya la pareja. Por supuesto que primero debemos hacer una
valoración muy completa de qué pasó en el matrimonio, qué errores cometió cada uno e
incluso buscar ayuda profesional.

Muchas parejas han pasado ya por este proceso y algunas mejoran su relación, aunque
hay otras que tienen que admitir que son incompatibles en aspectos muy importantes.
Las voces del pasado entrarían en acción para decirnos: “Aguántate y dale gracias a
Dios de que no te tocó un hombre tan malo. Si buscas otro, tal vez te salga peor que el
que tienes y luego te vas a arrepentir”. La mujer se conforta por un tiempo y
generalmente se mantiene muy ocupada con sus deberes en la casa, en el trabajo o con
los hijos adormeciendo el clamor de sus necesidades interiores. Puede tratar de
convencerse, poner énfasis en el lado bueno de su marido y casi forzarse a creer que
todo está bien, que no debe de ser egoísta e incluso que es afortunada.

Daremos algunos ejemplos de estas incompatibilidades:

1. Susana se casa virgen con un hombre muy bueno. El marido es trabajador,


atento, cumplido, responsable y se llevan bien en casi todo. El problema está en
el área sexual. Ella es muy apasionada y sensual, mientras que para él el sexo no
tiene la mayor importancia, es un acto rápido, rutinario y queda satisfecho con
un encuentro cada dos o tres semanas. Susana trata de averiguar si lo que les
sucede es normal o común en las demás parejas y busca ayuda, primero con
libros y cursos informativos sobre la sexualidad, luego con su ginecólogo,
finalmente con un terapeuta que le indica una serie de ejercicios para mejorar su
vida sexual. Ella le presenta los libros al esposo, insiste en que vean videos
juntos, se pone ropa sexy, le da masajes, se porta cariñosa y seductora, le insiste
en que vayan a la terapia y se esfuerza por comunicarse con él de manera directa
pero amable respecto de sus necesidades.

Las reacciones del marido varían desde sentirse francamente molesto por las
demandas de su mujer, porque lo hacen sentirse inadecuado (él interpreta los
esfuerzos de su esposa como una ofensa a su capacidad amatoria y la hace
sentirse promiscua o ninfomaníaca), hasta mostrarse francamente aburrido o
desinteresado en los libros y los ejercicios del terapeuta.

La esposa se sigue esforzando, le tiene paciencia o se desespera creyendo que ha


dejado de amarla. Llega a sentir que ya no es lo suficientemente atractiva y que
por eso la rechaza. Ya no encuentra la forma de hacerlo reaccionar.

El Precio del Amor, Lucy Serrano Página 108


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Susana relata que en una ocasión se bañó, se perfumó, se vistió con un negligé
negro, puso velas, sábanas de seda y esperó al marido con una bella música y su
bebida favorita. Él, con su carácter frío y retraído, obsesionado con su trabajo y
con la televisión, al llegar a casa, le dijo con aire distraído: “Oye Susana, hace
mucho frío, ¿no crees que te puede dar gripe con ese camisón tan destapado?”,
y se puso a ver su programa favorito. Es de imaginar la frustración de esta
señora al admitir definitivamente que su temperamento y el de su marido eran
totalmente incompatibles y que no había nada más que pudiera hacer para
cambiar la situación.

Sin embargo, le pesaba mucho el hecho de que él era un padre excelente y que
en todo lo demás se llevaban bien, tenían una bella casa y actividades sociales
muy satisfactorias. Realmente no quería divorciarse y perder todo eso. Entonces,
¿qué hacer con sus necesidades sexuales?

2. Lorena se casó muy joven con un compañero de la preparatoria porque estaba


embarazada. Los primeros años del matrimonio los problemas eran de índole
económica, en tanto él lograba estabilizarse y encontrar un buen empleo.
Aunque todavía se quieren y se llevan bien después de 15 años de matrimonio y
tres hijos adolescentes, se han ido alejando cada vez más como pareja. Él estuvo
demasiado ocupado tratando de poner un negocio y ella criando a hijos
pequeños.

Recientemente en Lorena ha surgido la inquietud de volver a estudiar una


carrera y posteriormente trabajar, a lo que su marido se opone. A pesar de haber
hablado con él, no ha podido convencerlo. El señor es un buen hombre en otros
aspectos, incluyendo su vida sexual que es muy satisfactoria, pero en este punto
es inflexible.

Ella no tiene una causa real para divorciarse, pero con tristeza siente que le
hubiera gustado elegir un marido que apoyara sus proyectos. Ama a su esposo y
a sus hijos, pero se siente muy triste al tener que renunciar a sus aspiraciones
para evitar problemas.

3. Elsa es una chica fina y culta. Le agrada la música clásica, el ballet, asistir a
conferencias, leer buenos libros y la comida gourmet. Cuando se casó con Pedro,
no tomó en cuenta las enormes diferencias culturales entre ambos porque estaba
muy enamorada. Pensó que era absurda la oposición de sus padres a la boda y
sentía injusto que hicieran menos a su novio por su condición social.

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Copia autorizada a: María Luz García, mlg.2007@yahoo.com.mx (México, D.F.)
Finalmente se casó y aunque había amor y convivencia pacífica con su marido,
ella se sentía vacía al ver que él prefería ver el fútbol, le desagradaba leer y
asistir a presentaciones de tipo cultural. Su idea de una buena comida eran
carnitas u una cerveza. Intentó “refinarlo”, pero él le dijo que así era y que no
iba a cambiar. Para Elsa es frustrante no poder compartir sus gustos y
actividades con su pareja.

Éstos son casos de matrimonios atorados que deben evaluarse con cuidado. Comentar
los problemas con familiares o amigas no resuelve nada porque, aunque nos aconsejen
de buena fe, no siempre tienen los conocimientos o el criterio necesario para aclarar
nuestras dudas y ayudarnos a tomar una decisión apropiada.

Aunque aparentemente los problemas no son graves, sí pueden provocar mucha tristeza
y frustración. Definitivamente no se resuelven solos, por lo que es mejor buscar ayuda
para poder tomar una determinación.

El Precio del Amor, Lucy Serrano Página 110


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CAPÍTULO 5

Errores que hay que evitar

Es muy posible que conforme avanzabas en la lectura de este libro, parte de la ira que
sentías contra tu pareja se haya volcado contra ti misma y pienses: “¿Cómo pude ser tan
tonta?” “¿Por qué no me fijé con quién me estaba relacionando?” “¿Cuántos errores
cometí?” “¿Por qué no me dijeron todo esto antes?” “¿No será demasiado tarde para
hacer cambios en mi vida?”.

Ya lo pasado, pasado, no lo puedes remediar, pero sí puedes aprender de tus


equivocaciones, no repetirlas y, más que nada, no transmitirlas a tus hijos. A
continuación mencionaré en términos generales las recomendaciones a seguir para
evitar los errores más frecuentes que las mujeres cometen en su relación de pareja. Si
eres soltera, viuda, divorciada o estás separada, revísalas con cuidado; la vida siempre
brinda otra oportunidad a quien sabe buscarla y debes estar preparada para ella.

Ahora bien, si estás casada y después de analizar detenidamente los capítulos “Círculo
de cambios” y “Evaluación de la relación total”, crees que todavía es posible hacer
modificaciones en tu matrimonio, adelante. Espero que tu pareja coopere contigo y
logren una vida más armoniosa.

Si estás en un matrimonio atorado, aquí he intentado proporcionarte los consejos más


sensatos ante una situación tan compleja; la decisión final es tuya. Si tu relación es
insoportable y, pese a tus esfuerzos, te das cuenta de que no tiene remedio, ten valor y
fuerza para salir de ella a tiempo y rehacer tu vida. Es mejor sufrir un poco ahora y no
mucho después.

El Precio del Amor, Lucy Serrano Página 111


Copia autorizada a: María Luz García, mlg.2007@yahoo.com.mx (México, D.F.)
Las recomendaciones en esta lista con como el seguro de un automóvil. Si compraras
uno nuevo, seguramente lo cuidarás con el mayor esmero y no desearías que te lo dañen
o roben, pero nunca está demás tenerlo asegurado por cualquier eventualidad.

Lo mismo sucede con el matrimonio. Cuando damos ese paso lo hacemos con el deseo
de poner lo mejor de nuestra parte para ser felices y hacer feliz a nuestra pareja, pero
nadie nos garantiza que todo va a ser como lo soñamos. Hay que actuar de buena fe,
pero también es importante estar prevenida.

Recomendaciones generales

1. La mujer debe tener suficiente experiencia previa (no necesariamente sexual)


para saber escoger a su pareja, detectar a los diferentes tipos de hombre y tomar
nota de los fracasos de las parejas a su alrededor para no caer en ellos.

En este punto se plantea una enorme diferencia con la educación tradicional, en la que
se exigía no sólo la virginidad, sino que la mujer cuidara su buena reputación sin poder
tener novios ni salir libremente con muchachos. Las chicas iban al matrimonio con los
ojos cerrados, inmaduras e ingenuas, con un gran idealismo, pero sin conocimiento
alguno de cómo son realmente los hombres.

Éste es el principal motivo por el que muchas mujeres totalmente sorprendidas, dicen:
“Es que él era tan diferente cuando éramos novios, pero después cambió”.
Indudablemente, durante el noviazgo ponemos nuestra mejor cara para impresionar a la
pareja, pero también es muy cierto que una muchacha inexperta fácilmente puede ser
impresionada por un hombre que no le conviene; ahí radica la importancia de tener
experiencia.

La joven que se casó con el primero que se le puso enfrente por salir de su casa o por
estar profundamente “enamorada”, no tiene los elementos necesarios para escoger
adecuadamente al que va a ser su compañero de vida y padre de sus hijos. No tiene idea
de cómo piensan, sienten y reaccionan los hombres. No hay príncipes azules, pero
tampoco debemos conformarnos con lo que sea con tal de no estar solas.

Querida lectora, no prohíbas a tu hija tener novio pensando que así la cuidas de muchos
peligros. Te aseguro que si la chica se empeña, no habrá prohibición alguna que le
impida ver al novio. Más bien hazte su amiga, háblale claro de la vida, sin evasiones y
sin transmitirle tus propias amarguras y frustraciones. Si tenemos a nuestras hijas
pegadas a nuestras faldas, no desarrollarán su criterio y buen juicio a la hora de
seleccionar pareja. Obviamente no estoy hablando de un libertinaje sin límites, sino de

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una actitud equilibrada, con cierta libertad supervisada, incluso permitiendo algunas
equivocaciones para que puedan aprender de sus propias experiencias.

También es cierto que el que una joven haya tenido muchos novios no es garantía de
que hará una buena elección, pero si estará mejor preparada para enfrentarse a los
posibles conflictos que se desarrollen dentro de la relación de pareja.

Muchas señoras casadas me han dicho: “Si yo hubiera sabido antes lo que ahora sé…”,
“Si me hubieran educado de otra manera, no tendría actualmente tantos problemas”.
Las lectoras casadas con hijas, ¿realmente quieren que sus chicas tengan una vida igual
a la de ustedes?

2. Aunque el amor es muy importante, no es suficiente. Para esposo debemos


buscar un hombre que no cause mayores problemas, mismos que muchas veces
pueden detectarse desde el noviazgo (alcohólicos, mujeriegos, mentirosos,
neuróticos, misóginos, agresivos, hijos de mami). Si presentan estas conductas
antes de casarse, lo más probable es que con el matrimonio empeoren. Olvídate
del viejo mito: “Con mi cariño y comprensión él va a cambiar”, te estás
engañando.

Es utópico pensar que encontraremos a un hombre perfecto. Todos (también nosotras)


tenemos virtudes, defectos y se requiere una gran dosis de paciencia, tolerancia y
adaptación para la convivencia con otra persona. Pero eso no significa pasarnos de
buenas o, mejor dicho, de tontas y permitir abusos o situaciones que atentan contra
nuestra dignidad.

Lo que pudiera parecer curioso o absurdo es por qué chicas buenas e inteligentes llegan
a enredarse con individuos nefastos. Es muy sencillo, porque no tienen experiencia
previa para poder diferenciar, se ciegan por lo que creen que es el amor o por sus
propias necesidades no satisfechas (en ocasiones originadas en la infancia) y le ven cara
de príncipe a un hombre que no vale la pena.

Para los que vemos la relación desde afuera hay cosas que resultan obvias, pero la chica
sin experiencia no las puede detectar. Una cantidad impresionante de jovencitas me
llaman a los programas de radio o me escriben correos haciéndome preguntas como
ésta: “Mi novio toma, es muy agresivo y desatento, me ha engañado con otras varias
veces, pero yo le quiero mucho y él promete que va a cambiar, ¿qué debo hacer?”. Los
demás vemos el problema más claro que el agua, pero ella no lo percibe así por las
razones ya expuestas.

3. No confundas el amor con el enamoramiento. Puede ser muy excitante e intenso


sentir emociones fuertes con alguien que nos tiene totalmente cautivadas y nos

El Precio del Amor, Lucy Serrano Página 113


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hace latir el corazón, es por eso que le damos el nombre de amor a sentimientos
muy diferentes que incluyen la fascinación, el capricho, la obsesión, la
dependencia emocional, etc.

En innumerables ocasiones la mujer tiene oportunidad de escoger entre dos


pretendientes. Uno es bueno, estable, sincero, cumplido, responsable y tiene un sinfín de
cualidades, pero no la convence porque no la hace sentir emociones fuertes, lo considera
aburrido y concluye que no lo ama. El otro está lleno de defectos e inconvenientes, la
trata mal y puede ser un verdadero malvado, pero la tiene embobada, no deja de pensar
en él y siente que a su lado se derrite. Llegamos a convertirnos en hijas de la mala vida;
sufrimos pero no nos podemos zafar.

Muchas lectoras se sentirán identificadas con lo que acabo de decir y se estarán


cuestionando: “Lucy, tienes razón pero, ¿cómo le hago?”. Es necesario que estudien
cuidadosamente la descripción de la mujer madura y equilibrada presentada en este
capítulo; así tendrán claro cómo debemos transformar nuestra manera de amar.

4. Asegúrate de obtener una adecuada educación sexual y una actitud positiva en


este aspecto. Muchos problemas matrimoniales se originan o magnifican si esta
área no está satisfecha. Hay muchos buenos libros, conferencias y terapias
relacionadas con una sexualidad sana. Infórmate.

5. Aunque estés casada, conserva tu independencia y tu individualidad. No


cambies por completo tu vida, sigue estudiando, trabajando, preparándote,
conserva tus amistades. No creas que al casarte vas a resolver todos tus
problemas. No anules tu personalidad para convertirte en la sombra de tu marido
y de tus hijos. Revisa cuidadosamente los peligros del capítulo donde describí a
la Chica Moderna Comunicativa y el cuestionario de Dependencias para no verte
en tales aprietos.

Desde luego que cuando te casas tu meta es tener un buen matrimonio, una pareja que te
ame, que se preocupe por ti, que te trate con cariño y con respeto, que sea digno de
confianza, que te valore, con quien tengas una buena comunicación. La realidad es que
muy pocas personas logran este ideal. Se casan muy ilusionadas y con buenas
intenciones, pero poco después el mismo hombre que nos juró amor eterno puede
estarnos agrediendo y haciéndonos sufrir. O simplemente se acaban el amor, el
entusiasmo y la voluntad de hacer vida en común.

Al observar a muchas personas esforzarse por sacar adelante un matrimonio sin


conseguirlo, me preguntaba: ¿De quién es la culpa? ¿Realmente es la mujer la única
responsable de retener al marido y mostrar la prudencia o espíritu de sacrificio necesario

El Precio del Amor, Lucy Serrano Página 114


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para que la relación funcione? ¿Por qué al hombre no se le pide lo mismo? ¿Por qué el
estar casada a veces es sinónimo de sufrir, aguantar y luchar en lugar de ser feliz y
encontrar cariño y apoyo en la pareja? Muchas de estas preguntas las contesté con la
siguiente conclusión:

6. No esperes que un hombre pueda o quiera satisfacer todo lo que requieres para
ser feliz (apoyo económico, buen sexo, fidelidad, comprensión, ternura, etc.).
Qué bueno que nuestra pareja sea capaz de satisfacernos en algunos de estos
aspectos, pero es nuestra responsabilidad buscar la forma de hacernos felices a
nosotras mismas. Debemos reeducarnos y cambiar actitudes y conductas.

¿Qué aprendí de mis parejas anteriores y de mi forma de escogerlas y


de relacionarme?
Todos cometemos errores, no nacemos sabiendo, menos aún en lo que se refiere a la
relación de pareja. No basta con ser buenas, fieles, cariñosas y honestas para esperar un
trato recíproco. Es inmaduro culpar a la mala suerte por el hecho de no tener pareja o de
estar en una relación conflictiva. De una significativa manera (aunque a veces
inconsciente) participamos en todo lo que nos acontece.

Con el ejercicio siguiente y con los antecedentes generales que di en los puntos
anteriores, podrás detectar qué pasa contigo a nivel individual. Llena el cuestionario con
cuidado y honestidad, sin justificaciones ni actitudes de víctima; después analízalo. El
primer paso para cambiar nuestras pautas de conducta es ver cómo y por qué se originan
(no sólo saber que existen) y, posteriormente, poner todo lo que está a nuestro alcance
para cambiarlas.

“Evaluación de mis relaciones pasadas”


Escribe en las hojas de respuestas el nombre de los cuatro últimos (o los cuatro más
importantes) hombres en quienes hayas estado interesada o enamorada, aunque no te
hayan correspondido.

Por cada nombre listado escoge la respuesta que más aplique y anótala en la casilla
correspondiente.

1) ¿Cuál era tu estado de ánimo cuando se conocieron?


— Ya no soportaba la situación en mi casa y quería huir a como diera lugar.

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— Estaba deprimida por algún problema, me sentía sola y necesitaba afecto.
— Acababa de terminar con una relación de la cual salí muy lastimada.
— Tenía poca suerte con los muchachos y él me prestó mucha atención,
haciéndome sentir querida y especial.
— En el momento de conocerlo yo estaba feliz y realizada en la mayoría de los
aspectos de mi vida.

2) ¿Qué problemas familiares tenía él?


— Papás divorciados o separados.
— Padres viviendo juntos, pero papá macho/madre abnegada.
— Mamá dominante o de mala reputación.
— Padre sumiso.
— Padre ausente o indiferente (abandono, separación, muerte, actitud).
— Madre ausente o indiferente (abandono, separación, muerte, actitud).
— Familia unida y bien integrada.

3) Nivel socioeconómico
— Superior al tuyo.
— Igual al tuyo.
— Inferior al tuyo.

4) Actitud
— Labioso, seductor, mentiroso.
— Inconstante, indeciso, voluble.
— Muy macho, castigador, mandón, celoso o posesivo.
— Con problemas personales o vicios (él me necesita).
— Un hombre cabal y centrado.

5) Apariencia
— Guapo.
— Más bien feo.
— No muy bien parecido, pero con mucha personalidad.
— Normal (del montón).

6) Estudios
— Primaria.
— Secundaria.
— Preparatoria.
— Oficio o preparación técnica (especifícalo).

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— Título o grado profesional (ingeniero, contador, médico, etc. Especifícalo.

7) Empleo
— Trabajo mediocre, no tiene estudios o ambición por superarse.
— Profesional exitoso.
— Negocio propio.
— Inconstante; a veces no trabaja.
— Tiene empleo, pero es muy conflictivo (problemas con jefes, compañeros o
subordinados).

8) Ingresos
— Esporádicos.
— Bajos.
— Medios.
— Altos.
— Tacaño y controlador del dinero.
— Generoso y responsable de los gastos.

9) Atenciones
— Ambos teníamos atenciones, pero sin descuidar otras áreas de nuestra vida.
— Él tenía más atenciones para mí.
— Yo tenía más atenciones con él.
— Los dos nos preocupábamos uno por el otro, con la misma intensidad.

10) Comportamiento
— Con frecuencia me trataba mal, pero yo creí que iba a cambiar (llegué a pensar
que era mi culpa por no entenderlo y provocarlo).
— A veces era encantador y otras grosero, distante o indiferente (estos cambios me
descontrolaban).
— Generalmente era atento, cariñoso, considerado y estable en sus estados de
ánimo y conducta.

11) Afinidades
— Muy similares en gustos y aficiones.
— Radicalmente diferentes.
— Algunas cosas en común.

12) Ideales
— Modos de ver la vida totalmente diferentes. Más o menos coincidíamos.

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— La mayoría de nuestros valores eran los mismos.

13) Necesidad del otro


— Aunque nos amábamos y teníamos interés, no era muy intensa nuestra necesidad
de estar juntos.
— Yo necesitaba mucho su cariño y atención.
— Él se mostraba desesperado sin mí.
— Los dos estábamos mutuamente obsesionados.
14) Intensidad del amor
— Me obsesioné con su amor y me volví dependiente sentimentalmente.
— Él estaba más enamorado que yo.
— Aunque al principio él me amó más, luego se invirtieron las cosas.
— Llegamos a un punto de equilibrio, amándonos y respetándonos profundamente,
pero sin caer en dependencias.

15) Aceptación
— No nos aceptábamos tal cual éramos.
— Yo deseaba que él modificara varios aspectos.
— Él no estaba de acuerdo con muchas cosas de mi modo de ser.
— Los dos nos quejábamos y presionábamos para que el otro cambiara.

16) Seriedad del compromiso


— Él insistía en formalizar.
— Yo presionaba para que él se comprometiera.
— Con el paso del tiempo se invirtieron los papeles.
— Los dos teníamos planes futuros muy similares.
— Nuestros enfoques y proyecto de vida eran bastante distintos.

17) ¿Cómo me siento cuando estoy con él?


— Ansiosa, angustiada, frustrada, infeliz, minimizada.
— Sola, vacía, sin apoyo ni comprensión, desilusionada.
— Tranquila, amada, respetada, comprendida, apoyada y valorada (lo admiro por
sus cualidades y su trato).

18) ¿Cuándo se detectaron los conflictos?


— Me di cuenta desde el principio que nuestra relación no iba a funcionar, pero
preferí ignorar los avisos.
— Durante algún tiempo las cosas iban bien, pero yo tenía que poner demasiado de
mi parte.

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— No tenía la menor conciencia de que esto era algo equivocado (estaba cegada
por el amor).

19) ¿Cuánto tiempo soportaste la relación, aun presintiendo que no iba a funcionar?
— Me alejé en cuanto me percaté de los problemas.
— Finalmente terminamos, pero después de un periodo largo y desgastante.
— Sigo con él (sé que no me conviene, pero no puedo dejarlo).
— Luché hasta el final, pero él me dejó a mí).
— Lo dejé, pero sólo hasta que apareció otro hombre en mi vida.

20) Fin de la relación


— Yo tomé la decisión de dejarlo, aunque me doliera.
— Él terminó conmigo y nunca supe realmente por qué.
— Nos separamos de mutuo acuerdo (la relación se fue diluyendo).
— Tengo pánico de terminar con él.
— Quiero terminar, pero él no quiere.

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Evaluación de relaciones pasadas
Hoja de respuestas
Nombre: ________________________________ Fecha: _______________

1 Estado de ánimo

2 Problemas familiares

3 Nivel socioeconómico

4 Actitud

5 Apariencia

6 Estudios

7 Empleo

8 Ingresos

9 Atenciones

10 Comportamiento

11 Afinidades

12 Ideales

13 Necesidad del otro

14 Profundidad del amor

15 Aceptación

16 Seriedad del compromiso

17 Cómo me siento a su lado

18 Los conflictos empezaron

19 Cuánto soportaste la relación

20 Fin de la relación

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¿Una nueva pareja?

Si deseas una nueva pareja, teniendo en cuenta la experiencia pasada, puedes utilizar el
siguiente cuestionario como ayuda para evaluar previamente las posibilidades de que la
relación funcione. No se trata de un cálculo matemático exacto, pero te ayudará a tener
una visión más clara de lo que vas a hacer. Desde luego es completamente inútil escoger
con lupa a nuestra pareja si nosotras no estamos preparadas para ser una buena pareja.
Esto lo veremos más adelante en la descripción de la mujer madura y equilibrada.

Procura ser muy oportuna y delicada en la aplicación del cuestionario; elige bien el
momento y la manera de hacer las preguntas para que el involucrado no se sienta
interrogado o bajo juicio, algo desagradable para cualquiera. No te molestes en aplicarlo
a quienes de antemano percibas que no tienen posibilidades de ser compatibles contigo.
Tampoco esperes que alguien salga aprobado en un cien por ciento; no lo hay.

Cuestionario para evaluar posibles parejas


1. ¿Qué deseas o ambicionas en la vida?
2. ¿Cuáles consideras que son tus cualidades?
3. ¿Cuáles consideras que son tus defectos?
4. ¿Qué admiras en la gente?
5. ¿Qué detestas en la gente?
6. ¿Qué te hace feliz?
7. ¿Qué te hace desdichado?
8. ¿Cuáles son tus peores equivocaciones?
9. ¿Qué crees que opinan los demás de ti? (cualidades positivas y negativas)
10. ¿Qué desearías corregir en ti mismo?
11. ¿Qué metas u objetivos tienes para el futuro?
12. Define realistamente cómo concibes una relación de pareja.
13. ¿Qué necesidades esperas que tu pareja satisfaga?
14. ¿Cómo deseas que sea la convivencia con tu pareja?
15. ¿Qué cualidades te gustaría que tuviera tu pareja?
16. ¿Qué rasgos de carácter o conducta no tolerarías en tu pareja?
17. ¿Qué derechos y obligaciones equitativas establecerías para tu relación de
pareja?

Toma en cuenta que al contestar el cuestionario él, para causar una buena impresión,
posiblemente te mienta o te diga las cosas que deseas escuchar. Sin embargo sus

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respuestas te darán una muy buena idea de cuál es su forma de pensar. Mantente muy
atenta para ver si sus palabras y actitudes concuerdan con lo que dice.

Algunas mujeres se desesperan porque sienten que, aunque ellas se esfuercen por crecer
emocionalmente, no es nada fácil encontrar a un hombre del mismo nivel. Un buen
número de mujeres exitosas y superadas están sin pareja.

No dejemos que lo anterior nos deprima; recordemos que toda la sociedad está pasando
por una paulatina y difícil transformación y que quizá sean pocas las personas que
logren una armoniosa relación de pareja. Tengamos en mente que las mujeres somos
quienes educamos y condicionamos a los hombres desde la cuna y que, conforme
vayamos cambiando nosotras, las generaciones futuras serán más sanas.

La mujer madura y equilibrada: cómo es, cómo se relaciona y


comunica, cómo concibe el amor
Siguiendo el formato que utilizamos para las descripciones de los diferentes tipos de
mujeres en el capítulo 2, ahora daremos una descripción de cómo ama una mujer
equilibrada y madura (sin importar su edad).

No es mi intención dar una receta específica o un rígido modelo a seguir. Estoy


penamente consciente de que cada persona es diferente, ha pasado por experiencias
distintas y sus necesidades o gustos varían.

Sin embargo, estos lineamientos generales nos pueden ser de gran utilidad para
comparar nuestros comportamientos previos, aprender de nuestros errores y empezar el
difícil, doloroso, pero muy gratificante camino de la superación personal y el
crecimiento interno para tratar de alcanzar, hasta donde sea humanamente posible, una
relación armoniosa y satisfactoria.

La mujer madura y equilibrada


Busca:

Antes que nada, una buena relación consigo misma y, posteriormente, una buena
relación con los demás. Su autoestima es muy sólida, tiene criterio para detectar y no
involucrarse emocionalmente con personas conflictivas. No se impresiona fácilmente
por lo que la cultura dicta como ideal (gran belleza física, personalidad fascinante,
excelente posición económica). Sabe reconocer y apreciar los verdaderos valores en los

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seres humanos. No idealiza con expectativas irreales, no está amargada creyendo que
nadie vale la pena o que tiene mala suerte.

Papel que asume:

Es sencilla, pero con conceptos sólidos, es íntegra, congruente en su forma de ser y de


pensar. Muestra una gran seguridad sin caer en la presunción o la prepotencia. Jamás
juega o abusa de los sentimientos ajenos. Se entrega plenamente a una relación dando lo
mejor de sí misma y está dispuesta a adaptarse de manera recíproca a otra persona, pero
sólo después de una cuidadosa y realista evaluación respecto de la compatibilidad con
su pareja y la disposición que él también tiene para que la relación funcione. Aprende de
los errores cometidos en las relaciones pasadas y trata de superarlos.

Tipo de hombre que atrae:

Sin ser tan relevante la edad o el físico de esta mujer, puede atraer a casi cualquier
hombre. Si su pareja no se encuentra en el mismo nivel de evolución o se da cuenta de
que no son compatibles en lo esencial, ella no propicia que la relación continúe, la
termina de manera discreta pero firme, sin dañar al otro ni dañarse a sí misma.

Si la vida la coloca en el camino de un hombre afín y además se produce esa química


mágica que atrae a las personas, pone todo lo que está de su parte para compartir con su
pareja lo mejor de sí misma, sin poses ni hipocresía.

Tipo de familia de la que proviene:

De cualquier tipo de familia, pero ha trabajado psicológicamente para entender cuáles


fueron sus raíces y los traumas de su infancia. No se dedica a guardar errores o a culpar
a sus padres de todas sus desgracias. Comprende el efecto en ella de las influencias
culturales y familiares pero, al mismo tiempo, toma conciencia de que ya es una persona
adulta con la capacidad de dejar a un lado el pasado y se responsabiliza de su futuro.

Tiene la capacidad de perdonar a otros y de perdonarse a sí misma. Aunque haya sufrido


mucho, es una persona con una gran riqueza interior, sin reproches ni amarguras y
conserva su capacidad de amar y de creer en las cosas buenas de la naturaleza humana.
Por lo general, tiene un excelente sentido del humor, acepta con gusto y alegría las
cosas agradables que la vida le proporciona y toma con filosofía los contratiempos
inevitables.

Análisis

La descripción anterior pudiera parecer un tanto utópica e inalcanzable; no obstante,


lograrla es posible si se trabaja con el empeño suficiente a través de la reflexión, la

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terapia, los libros y los cursos de superación, así como el cambio consciente de actitudes
y conductas. No se trata de cambiar nuestra naturaleza básica, más bien de transformar
(entendida esta palabra como ampliar, enriquecer, mejorar, eliminar lo que no nos ha
funcionado) nuestra manera de amar.

Los errores del pasado no son producto de alguna falla innata o de tener mala suerte al
caer en manos de personas destructivas que disfrutan haciéndonos sufrir, sino de un
condicionamiento cultural frecuentemente equivocado, aunado a cierta inconsciencia
provocada por la ignorancia y la inmadurez, así como a mecanismos de defensa
automáticos que en su momento utilizamos creyendo erróneamente que así
conseguiríamos llenar nuestras necesidades afectivas y evitaríamos salir lastimadas.

Estoy segura de que cualquier mujer, si trabaja en sí misma a conciencia, con humildad,
pero con la creencia básica de que no es mala, ni defectuosa, ni indeseable, puede llegar
a ser una persona maravillosa, auténtica, con una enorme capacidad de dar sin
sobreproteger o volver a los demás dependientes, y con todo el derecho de recibir sin
recurrir a trucos, jueguitos, a la excesiva complacencia y sumisión para ser aceptada o a
la manipulación de otros para sacar ventajas.

La mujer completa no es perfecta. Tiene defectos y vulnerabilidades, pero está


consciente de ellos y sabe cómo manejarlos sin necesidad de reprimirlos o disfrazarlos
para conservar su imagen ante los demás. Atraviesa por momentos de depresión y de
tristeza, pero no le abruman de manera permanente; los acepta, los procesa, se tiene
paciencia y sale adelante. Puede enojarse o accidentalmente salirse de control, pero
rápidamente reflexiona, se arrepiente, reconoce sus errores y escoge entre sus
alternativas.

No idealiza demasiado a su pareja con falsas expectativas de cómo necesita que sea ni
trata en vano de cambiarla o controlarla, frustrándose porque no responde a lo que
espera. Tampoco se amarga quejándose de su mala suerte al no encontrar a alguien que
valga la pena, que la comprenda y la valore, sino que se responsabiliza de su propia
participación.

Está consciente de sus cualidades y virtudes sin envanecerse en ellas. Continuamente


trabaja en sus defectos sin permitir que aniquilen su autoestima, etiquetándose de
manera negativa y derrotista. Es sencilla y amable, sin esforzarse por impresionar con
atributos externos; más bien impacta por su sinceridad, transparencia y paz interior. Las
personas a su alrededor se sienten bien no por una apantallante fascinación, sino por la
convivencia con una persona cálida, centrada, honesta, que se acepta a sí misma y sabe
aceptar a los demás.

El Precio del Amor, Lucy Serrano Página 124


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Suele ser independiente y segura de sí misma, valiente ante las circunstancias adversas,
pero no se muestra autosuficiente y prepotente. Si tiene necesidades, las expresa y
solicita su satisfacción de manera honesta, aun ante lo desagradable de un posible
rechazo, toma riesgos razonables para lograr sus metas, sin sentirse frustrada si las cosas
no salen como esperaba.

Sabe tener paciencia y darle tiempo al tiempo, sin caer en la indolencia y la


mediocridad. Lucha por conseguir sus metas, dando lo mejor de sí misma, pero siendo
flexible y plenamente consciente de las circunstancias exteriores.

Puede ser exquisitamente femenina, dulce y apasionada, puede llegar a entregarse a una
relación sin por ello convertirse en un ser ingenuo, débil e indefenso a expensas de los
abusos de los demás. También sabe ser firme y decidida ante una situación
inconveniente que afecte su autoestima y dignidad, sin caer en pleitos y discusiones
interminables; simplemente no se presta a participar en conductas desgastantes y
dañinas.

Puedes ser romántica, tierna y sensible, aunque combina de manera adecuada los
impulsos del corazón con los dictados de la razón; esto le permite detectar si vale la
pena la persona a quien van dirigidas sus emociones más preciadas.

En sus relaciones sexuales es intensa y apasionada, sin prejuicios ni inhibiciones, sin


incurrir tampoco en la frivolidad o promiscuidad vacía. Si fue favorecida por la
naturaleza con atributos de belleza, personalidad o inteligencia, no se jacta de ellos ni
los utiliza para jugar con los sentimientos ajenos.

En el nivel intelectual y espiritual es profunda y trata de aprender cada día más sin
llegar al fanatismo, el dogma o los sentimientos de superioridad. Tiene una gran
tolerancia para las diferencias de opiniones; está abierta pero no es fácilmente
influenciable; utiliza su criterio para tomar lo mejor que le ofrecen los distintos
conceptos que existen en áreas de política, religión o filosofías de la vida, pero
conservando su independencia ideológica.

Es una persona digna de confianza, que está dispuesta a dar lo mejor de sí misma y a
compartir desde una bella amistad, hasta un proyecto de vida con quien haya despertado
en ella sentimientos afines.

No busca dominar ni ser dominada, salvar ni ser salvada, convertirse egoístamente en el


centro del universo de su pareja o dejar de ser ella misma para ser aceptada. No provoca
inseguridad en el otro como método para llamar la atención o conseguir más afecto, ni
permite que la hagan sentir insegura minimizándola o provocándola con celos y

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comparaciones. Conserva su individualidad, pero se integra plenamente a su pareja.
Mantiene un sano equilibrio entre todas las áreas de su vida.

No califica como amor ni es adicta a las relaciones cuya engañosa intensidad está
basada en dramas provenientes de constantes pleitos acalorados seguidos de
apasionadas reconciliaciones. Sabe que el verdadero amor es estable y nutriente, que
proporciona seguridad sin necesidad de luchas de poder, que puede tocar las fibras
interiores más profundas con un tipo de intensidad diferente, más sublime, que trae a la
superficie lo mejor de nosotros mismos.

No confunde con amor el estado de éxtasis provocado por las primeras etapas del
enamoramiento, el cual se desploma en cuanto nos percatamos de los defectos de
nuestra pareja, sino que busca la verdadera intimidad, el gozo infinito de asomarse al
alma del otro, de amar y ser amada a plenitud.

La intimidad significa compartir nuestra verdadera esencia con la pareja, en plena


confianza y total apertura, libres de complejos, inhibiciones o suspicacias. Implica
mostrarnos tal cual somos, desnudar nuestra naturaleza, sin temor a sentirnos criticados
o rechazados, sabiendo que nuestra pareja nos conoce y acepta, con virtudes y defectos.

Aunque se acepten y se quieran, ambos miembros de la pareja tienen la confianza para


hacerse una crítica constructiva, con mucho tacto y respeto, señalando lo que les
molesta del otro, dejándolo en libertad de elegir modificar las conductas negativas, pero
sólo si se desea, sin agredir, forzar o chantajear.

Si la pareja es centrada, aceptará con madurez el comentario, poniendo lo que está de su


parte sin sentirse minimizada. Éste es un camino de dos vías, ya que ambos deben tener
la misma actitud en caso de que la situación sea a la inversa.

La intimidad es compartir con la pareja nuestra vida, no sólo las actividades placenteras;
es confiarle nuestras inquietudes, problemas, dudas, temores, alegrías, sufrimientos y
angustias, a sabiendas de que seremos escuchados con atención, interés y paciencia.

No necesitamos mostrarnos siempre fuertes, autosuficientes, capaces o poderosos; al


contrario, algunas veces, podemos ser débiles, inseguros, temerosos (si es que así nos
sentimos), confiando en que recibiremos de nuestra pareja todo el cariño y apoyo que
necesitemos.

Durante la intimidad sexual manifestamos plenamente todas nuestras más intensas


emociones y sentimientos: amor, ternura, deseo, pasión, ansia por fusionarnos con el
otro, por entregarnos ambos a disfrutar del enorme placer que nos produce la compañía
mutua.

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Sin embargo, la intimidad no necesariamente significa estar con la pareja todo el
tiempo, pegados el uno al otro, ni implica realizar las mismas actividades o pensar de la
misma forma para todo. La verdadera intimidad permite que cada uno conserve su
individualidad, su independencia, libertad de acción y pensamiento. Yo puedo estar
sentada en un sillón leyendo un libro y mi pareja puede estar viendo la televisión,
escuchando música, trabajando, etc.; podemos estar los dos en silencio, sin cruzar
palabra y, pese a este aparente distanciamiento, en realidad sentimos nuestra presencia,
nuestra compañía y una especie de simpatía o apoyo interno para lo que cada uno hace,
de respeto hacia nuestra libertad sin interpretarlo como indiferencia, desinterés o
alejamiento.

Por supuesto, no es fácil llegar a este nivel de entendimiento; se requiere mucho


esfuerzo, paciencia, tolerancia y respeto de parte de los dos; pero cuando se logra, no
hay mayor placer en la relación de pareja que la verdadera intimidad.

Recuerda que, por desgracia, no basta que un miembro de la pareja sea sano
emocionalmente, el otro debe al menos desear trabajar sobre sí mismo.

Es obvio que la mujer equilibrada desea una relación sólida y permanente, a la cual se
compromete de manera honesta y entusiasta; sin embargo, si por algún motivo las cosas
no funcionan, si dejan de quererla o prefieren a otra, aunque le duela, no se desmorona
ni se aferra de manera obsesiva perdiendo su dignidad. Encara la situación con
honestidad y le pone remedio.

Cómo crecer interiormente y aprovechar las épocas en que estamos


solas
Soledad es una palabra que asusta y deprime a muchas personas. Le tememos tanto que
llegamos a convencernos plenamente de que sólo en los momentos que tenemos a
nuestro lado a la familia, a los amigos, pero sobre todo a la pareja, podemos ser
plenamente felices.

Sin embargo, es un hecho innegable que determinados periodos de la vida los


pasaremos a solas, bien sea de manera voluntaria o involuntaria. Por ejemplo:

1. La chica universitaria que tiene gran entusiasmo y dedicación por la carrera que
estudia, quizá tenga novio; pero si momentáneamente no hay un hombre en su
vida, no se desespera ni se angustia creyendo que la falta de un compañero la
condena a la desdicha permanente.

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2. La señora joven, recién divorciada, con hijos pequeños que se ve forzada a
conseguir un trabajo con urgencia porque el divorcio afectó seriamente su
economía, dará prioridad a salir delante de este predicamento y no a la
posibilidad de involucrarse con otro hombre que, según percibe en ese momento,
la puede hacer sufrir.

3. La mujer viuda, haya o no haya sido feliz en su matrimonio, al ver que el destino
le arrebata a su pareja, se ve obligada a readaptar su estilo de vida sin un hombre
a su lado.

Nadie niega que puede ser mucho más placentero tener a alguien con quien compartir
las cosas de la vida; las actividades, diversiones, buenos ratos y principalmente las
dificultades y las penas. Por muy fuertes que seamos, el contar con la comprensión, el
apoyo y el cariño de los demás nos da un mayor sentido de realización. Pero es absurdo,
y aun peligroso, fundamentar toda nuestra existencia y bienestar interior en los demás.
Cada uno de nosotros carga sus propios problemas, los cuales debe resolver primero
individualmente, para no llevarlos a la relación de pareja.

Quizá la persona en quien hemos puesto los ojos no quiere o no puede darnos lo que
tanto ansiamos; tal vez su mente y su espíritu estén también llenos de torbellinos, dudas
e inseguridades que le atormentan, por lo que es injusto demandarle que nos dé a manos
llenas todo lo que necesitamos para poder ser felices. ¿Quién nos asegura que cubrimos
las expectativas que él tiene de nosotras?

Es por eso menciono al principio del libro que la base de la sociedad debe ser primero
un individuo sano; posteriormente una pareja sana y, finalmente, una familia sana. Si
argumentamos que un individuo que proviene de una familia enferma no puede estar
sano e iniciamos la interminable discusión de quién fue primero, si el huevo o la gallina,
no nos percataremos del enorme valor del trabajo personal. Aunque provengamos de la
peor de las familias, si llega el momento en que deseamos crecer como adultos, hacer
cambios, desechar rencores y luchar por tener algo mejor de lo que vivimos cuando
niñas, estoy segura de que lo lograremos.

Es totalmente improductivo buscar a quién echarle la culpa de nuestras desgracias.


Recordemos que no podemos cambiar a los demás. Apenas y con mucha dificultad
podremos cambiarnos a nosotras mismas.

Por tanto no le tengamos miedo a esas etapas de soledad. A veces son indispensables y
pueden ser muy enriquecedoras para nuestra transformación. Por soledad no quiero
decir exclusivamente el vivir sola o el no tener pareja. Podemos vivir con la familia y

El Precio del Amor, Lucy Serrano Página 128


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sentirnos solas, podemos tener a un marido en casa y sufrir la peor de las soledades,
especialmente cuando nos maltratan, ignoran o no nos comprenden.

Las etapas de soledad sirven para hacernos amigas de nosotras mismas, para conocernos
mejor, reflexionar sobre nuestros errores, hacer proyectos para el futuro, descubrir
nuevas potencialidades y aprovechar todo esto para obtener la paz interior.

En lugar de quejarnos, deprimirnos, desesperarnos, malgastar nuestra energía con llanto,


entregarnos a sentimientos y pensamientos negativos, deteriorarnos con penas, corajes y
estrés, vamos a hacernos el firme propósito de dedicarnos más a nosotras mismas.

A continuación daremos algunos consejos prácticos para sacar el mayor provecho


posible a las etapas en que estamos solas, aunque también pueden servirnos para cuando
estemos acompañadas.

Tu cuerpo

Haz algún tipo de ejercicio, no sólo con el objeto de conservar la figura, sino para
mantener tu cuerpo en las mejores condiciones de salud, vitalidad y armonía. Hay
muchas opciones, desde simplemente caminar, hasta practicar el yoga, el ballet, los
deportes, los ejercicios aeróbicos, las artes marciales, tomar cursos de expresión
corporal, etc. Aquí también incluyo los masajes relajantes que son una verdadera
delicia. Te aseguro que tu cuerpo estará muy agradecido por los cuidados que le brindes.

De esta actitud de amor y agradecimiento a nuestro cuerpo quedan totalmente excluidas


las dietas radicales no supervisadas por un médico o el sentimiento de odio y de
desprecio que algunas mujeres desarrollan por su figura porque no les da las medidas
ideales que la sociedad o la moda les impone y que toman el ejercicio como un castigo,
no como un placer.

Si tienes este tipo de problemas, hay excelentes cursos de salud, nutrición y grupos de
autoayuda (como Comedores Compulsivos) y la terapia para superarlos.

Además de una buena alimentación y ejercicio, debemos revisar nuestros hábitos de


vida en general. Está científicamente documentado que el alcohol, cigarros, café,
medicamentos, la falta de sueño y el manejo inadecuado del estrés, causan estragos en
nuestra salud y apariencia.

Por favor no aduzcas como pretexto que no tienes tiempo o dinero, lo que no tienes es
un verdadero interés en ti misma. Desperdicias toda tu energía en buscar inútilmente
obtener un poco de afecto o aceptación de los demás.

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Tu mente

 Lee libros de autoayuda. Aclaro que no basta con leerlos, hay que seguir los
consejos que nos proporcionan.

 Toma cursos de autoestima, pensamiento positivo, superación personal,


meditación. Usa técnicas de autohipnosis o cualquier cosa que te ayude a tener
una mayor introspección y amplíe tus conceptos de vida.

 El orgullo profesional y la estabilidad económica son también de gran ayuda


para nuestra autoestima. Estudia, capacítate, aprende algo nuevo cada día,
trabaja en algo que te guste. No asumas actitudes derrotistas como “No tengo
los conocimientos suficientes o la habilidad”, o “Ya estoy muy vieja para
conseguir empleo”. Prepárate, ten paciencia, entusiasmo y una actitud optimista
y podrás lograr tus metas. Ten fe en ti misma.

 Hasta donde sea posible, aléjate, ignora o aprende a manejar con Indiferencia
Amable a las personas negativas que te ofenden, deprimen o confunden.
Recuerda que no puedes controlar lo que otros te hacen o te dicen, pero sí
puedes controlar cómo reaccionas a ello y qué tanto te afecta. Trata de hacer
nuevas amistades que tengan tus mismos ideales o de quienes puedas aprender
algo positivo.

Tu espíritu

 Alimenta tu espíritu. Ten fe en un Ser Supremo dentro de la religión o filosofía


con la que te sientas más identificada. Ahora bien, la fe en dios es muy
importante, pero tú también has de poner todo lo que esté de tu parte. No te
dejes vencer por la depresión o la apatía.

 Alimenta el espíritu a través del arte. Escucha bella música, disfruta de la danza,
aprecia la pintura y la poesía. Si tienes inclinación hacia alguno de estos campos,
no te conformes con ser espectadora, explora tus posibilidades de desarrollo en
éstas áreas.

Para eliminar malos hábitos y sustituirlos por otros más positivos, debes tenerte una
enorme paciencia. No es fácil cambiar conductas de muchos años. Aunque tengas
pequeñas recaídas, sigue adelante y lograrás transformaciones maravillosas que no sólo

El Precio del Amor, Lucy Serrano Página 130


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te beneficiarán a ti sino a futuras generaciones, porque ya no estarás pasando tus
posibles traumas a tus hijos.

Espero que reflexiones en los consejos y ejercicios contenidos en este libro; espero que
ellos te ayuden a comprender cuál es tu manera de amar, qué satisfacciones y qué
problemas te ha causado, qué está en tus manos cambiar y qué no.

Las ideas que expuse están basadas en el cúmulo de experiencias de muchas mujeres
que me honraron con su confianza al abrirme sus corazones y contarme sus penas. A
todas ellas, mi agradecimiento por lo que me enseñaron y mis felicitaciones por sus
enormes esfuerzos de superación.

A las lectoras que tuvieron la decisión de recurrir a este libro para transformar su
manera de amar, les doy mi voto de confianza y aceptación; estoy convencida de que
pueden salir adelante y llevar vidas mucho más felices y productivas, convirtiéndose en
mujeres seguras de sí, con una enorme capacidad de amar, dignas de recibir amor y
atenciones de la pareja que elijan.

El amor es maravilloso y la vida estaría muy vacía sin esa fuerza creadora, pero sólo
cuando el amor se manifiesta en una relación sana, armónica y mutuamente gratificante
es cuando podemos estar seguras de que llegaremos a construir una familia y una
sociedad en la que nuestros hijos crezcan libres de angustias, complejos y falsas
expectativas.

Confío en que este libro en algo contribuirá a alcanzar tal propósito.

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EL PRECIO DEL AMOR
¿Es necesario sufrir para amar?

Lucy Serrano

Centro de Desarrollo Personal


Indiana No. 162, Col. Nápoles, México, D.F
Tels. 5523-1698 y 5536-6103
Sitio Web: www.lucyserrano.com.mx

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