Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
La abnegada.
La pseudofeminista.
La salvadora de hombres.
La princesita soñadora.
La autosuficiente decepcionada.
comunicación.
Matrimonios atorados.
V. Consejos para las solteras o las que van por la segunda vuelta y desean una
solas.
Muchos de estos libros son excelentes y no cabe duda de la gran ayuda y orientación
que han proporcionado al público interesado. Sin embargo, la gran mayoría son
traducciones de autores extranjeros que no están familiarizados con nuestra
idiosincrasia. Los seres humanos, aunque básicamente compartimos muchas
características, tenemos nuestras particularidades culturales y regionales, por lo que
consideré interesante y necesario hacer mi aportación, basada en un análisis y enfoque
apropiados a nuestra forma de pensar y de vivir, apegados a nuestra realidad.
Aunque aquí hablaré principalmente de las diversas maneras en que las mujeres (a
quienes dedico mis palabras con cariño, respeto y admiración) nos relacionamos con
nuestra pareja, invitó también a los caballeros (quienes representan un rol tan
importante en nuestras vidas) a leerlo. Creo sinceramente que los cambios que propongo
les serán igualmente beneficiosos, pues en su mayoría, ellos, como nosotras, desean una
relación de pareja que los complemente y enriquezca; desean compartir su proyecto de
vida con alguien a quien amen y con quien se lleven bien; desean traer al mundo hijos
que no necesariamente imiten su conducta negativa y repitan lo que vieron en sus casas,
sino que formen parte de una sociedad de individuos más sanos, equilibrados y felices.
Piensen, mis queridos lectores varones, en las mujeres de su vida (madre, hermanas,
hijas, amigas, novias, amantes, esposas); intenten comprenderlas mejor y darse cuenta
de que nosotras deseamos lo mismo: comprenderlos a ustedes. Sólo así evitaremos los
inmensos sufrimientos generados cuando una pareja tiene conflictos que repercuten no
sólo en ellos, sino también en sus hijos; sólo así podremos formar una sociedad de
individuos más sanos, equilibrados y felices.
No propongo una cura mágica a todos los males de la humanidad; deseo tan sólo hacer
una aportación personal, basada en mi experiencia con la gente que me ha honrado con
su confianza a través de las terapias y los programas de radio o televisión, y que tanto
me han enseñado sobre la conducta y los sentimientos humanos.
Es posible que no todos los lectores estén de acuerdo con mis conceptos (acepto y
respeto la divergencia de opiniones). Sin embargo, yo les pido que traten de interpretar
mis ideas con amplio criterio y mente abierta, sin hacer juicios basados en la
intolerancia y sin saltar a conclusiones prematuras antes de haber terminado el texto.
Gracias por su comprensión y paciencia.
En la primera parte de esta obra consideré necesario hablar de las formas inadecuadas
de relacionarse. En ella analizo conductas inapropiadas masculinas y femeninas, la
forma en que se generan, qué papel jugamos al formar parte de una relación conflictiva,
cómo nos enganchamos, a veces de manera inconsciente e involuntaria, en interacciones
destructivas. Sólo al reconocer en nosotros mismos que no somos víctimas indefensas,
sino protagonistas activos en dichas relaciones, tendremos acceso a las alternativas de
mejorarlas, de manejarlas de otra manera, de salir de ellas antes de que nos hagan más
daño, de crecer y aprender de la experiencia en lugar de amargarnos y deprimirnos, de
permitirnos buscar una relación más positiva y compatible. No se trata de mala suerte,
no es que nos toquen personas que no nos comprenden, no es que los otros sean los
“malos” y nosotros los “buenos”. Mediante una profunda autorreflexión, generalmente
dolorosa, podemos dejar el pasado una vez que lo entendemos y dedicar nuestro
esfuerzo y energía a cambiar nuestros propios patrones de conducta y no los del otro.
Con cariño
Lucy Serrano
Programaciones Socio-culturales
¿Qué mujer no desea ser feliz y sentirse realizada en todos los aspectos de su vida; tener
un trabajo o profesión bien remunerado y con satisfacción laboral; una pareja que la
amé, valore, comprenda y respete; ser madre; estar sana; tener una apariencia física
agradable; una situación económica estable; verse libre de frustraciones, resentimientos,
depresiones o miedos; sentirse útil, apreciada, valiosa y llena de entusiasmo para vivir
plenamente?
¡Cuántas jovencitas que alguna vez estuvieron llenas de entusiasmo e ilusiones ahora se
encuentran insatisfechas o profundamente amargadas y frustradas! ¿Qué pasó?, ¿acaso
se soportaron mal?, ¿no tuvieron la suficiente inteligencia para manejar las situaciones y
los conflictos?, ¿son ellas las culpables de su desdicha por algún defecto o error?, ¿será
cierto que vivimos en una sociedad donde no se permite a las mujeres superarse, opinar
y ser ellas mismas?
Todos estos cuestionamientos y muchos más han pasado por mi mente desde mi
adolescencia. Crecí en una familia con ideas estrictas y convencionales, con parámetros
religiosos inflexibles y con una poderosa influencia social respecto de cuáles eran los
papeles del hombre y de la mujer, como si cada uno estuviera obligado a interpretar un
rol en un libreto predeterminado de una obra de teatro. Sin embargo, dentro de mí se
anidaba una gran tristeza y un creciente coraje al ver que muchas mujeres (mi propia
madre, mi abuela, mis tías, primas y amigas), pese a seguir las normas de conducta
apropiadas, no eran felices ni realizaron nunca sus aspiraciones. Siempre estaban
presionadas por cumplir con lo que se suponía era su deber. Si se atrevían a protestar, de
inmediato se les calificaba de egoístas, se les hacía sentir culpables y se les obligaba a
Enseguida presentó un breve ejemplo de los roles tradicionales que tanto el hombre
como la mujer debía cumplir hasta hace no muchos años atrás:
La mujer
Ser virgen
No trabajar ya casada
Obedecer y atender al marido
Dedicarse por completo a los hijos
Ser dulce y abnegada
No intentar sobresalir o desarrollarse
Aguantar porque es “su cruz”
El hombre
Mandar en el hogar
Ser fuerte y rudo
Salir a trabajar
No encargarse de las tareas domésticas
Tener libertad sexual
Podríamos pensar: “todo esto es cosa del siglo pasado”, pero sabiendo cómo fueron
educadas nuestras abuelas y bisabuelas, nos será más fácil comprender que quizá nos
quede algo de ello, aunque confuso y mezclado con las ideas modernas sobre cuál es
nuestro papel en la vida. Y esta confusión nos descontrola.
Hemos progresado mucho: ahora hay tantas mujeres que estudian, trabajan, escriben,
actúan, se desarrollan en las artes. Pero en el terreno sentimental, definitivamente nos
queda mucho camino por recorrer. Con frecuencia nos topamos con mujeres valiosas
que se sienten destruidas, solas o incompletas por una decepción amorosa o un fracaso
con su pareja. Aún con los logros profesionales, parece existir un enorme vacío difícil
de llenar. Pocas logran encontrar la pareja adecuada (resulta utópico pensar en la ideal)
y combinar su vida de esposa y madre con la realización de sus metas personales.
Estoy convencida de que la razón es la enorme ignorancia con que nos educan respecto
a la realidad de la vida, de nuestro papel como mujeres y de la psicología masculina. Por
lo general, los varones, debido también en gran parte a una educación errónea, piensan,
actúan, reaccionan e interpretan las cosas y las palabras en forma totalmente diferente
de las mujeres.
Retomo el argumento de que nuestra manera de pensar está condicionada por el país y
por la época en que nos tocó vivir. Digamos que una chica nace en un país musulmán
donde las costumbres sociales y religiosas le indican que debe usar una vestimenta que
la cubra totalmente; si llegara a mostrar simplemente su cabello, sería considerada una
libertina, ya que está provocando sexualmente a los hombres. Por otra parte, en los
países de cultura diferente, las mujeres muestran su cabello sin la menor insinuación de
que estén haciendo algo incorrecto. Si a una joven le toca nacer en una remota y
primitiva tribu africana, donde se acostumbra llevar sólo un taparrabos y mostrar los
senos al aire (como lo han hecho las de su aldea por generaciones), su conducta
obviamente no será motivo de escándalo ni reprobación por parte de los varones o de
sus congéneres. Sin embargo, si en nuestros países se nos ocurre salir a la calle con el
torso desnudo, causaríamos tal alboroto que podríamos ser arrestadas por faltas a la
moral y provocaríamos múltiples críticas a nuestro pudor y a nuestras facultades
mentales.
¿Acaso es más decente la mujer musulmana por estar totalmente cubierta?, ¿es la
africana una promiscua degenerada por deambular semidesnuda? Siendo todo cuestión
de costumbres, es muy difícil asignar de antemano un valor moral a las normas de
conducta generalmente aceptadas y basar en ello nuestra decencia como mujeres.
Hago estos sencillos comentarios para empezar a cuestionar, con amplio criterio, todas
las ideas que nos metieron en la cabeza y que en este libro llamaré “vocecitas del
pasado”. Así lograremos tener en claro cuáles ideas realmente son nuestras y cuáles nos
programaron como computadoras.
Veamos algunos ejemplos. Sin ir muy lejos, a principios del siglo XX era poco usual
que las mujeres desearan (o más bien, que les permitieran) estudiar una carrera
¡Qué diferencia con la época actual en la que lo más natural es que las chicas estudien
una carrera sin que nadie las someta a tantos obstáculos y humillaciones! Pero, claro,
ello se logró gracias a las primeras valientes mujeres que se atrevieron a cuestionar las
reglas establecidas y que se negaron a claudicar ante las presiones y las dificultades,
demostrando que no hay nada malo, anormal, inmoral o inadecuado en que una mujer
desee ser una profesional.
Es sin duda positivo que las ideas estén evolucionando. Era triste ver a niñas
asustadísimas con su primera menstruación porque no sabían nada acerca del
funcionamiento de su cuerpo; a mujeres que, por creer que era mandato divino, tenían
diez o doce hijos, pese a su precaria situación económica que les impedía
proporcionarles los cuidados indispensables; a jóvenes que recurrían a abortos
clandestinos y ponían en peligro su vida para ocultar que ya no eran vírgenes y evitar
acarrear la vergüenza de ser madres solteras. ¡Cuántos prejuicios, cuántas falsedades,
cuánta incomprensión!
No propongo (nada más lejos de mi intención) una lucha entre una ideología rígida y
prejuiciada y un liberalismo inmoral y sin valores. Lo importante es reordenar nuestras
ideas para llegar a un justo equilibrio; empezar el lento y a veces doloroso proceso de
conocernos mejor a nosotras mismas; sacudirnos la ignorancia y los prejuicios y,
además, entender mejor a los hombres.
3. Escribe tus conceptos acerca de qué es una mujer y compáralos con los de otras
personas. Así podrás diferenciar las voces del pasado de tus propias ideas.
4. Reflexiona sobre cómo educar a tus hijas, ¿harías cambios en la forma en que te
educaron a ti?
Mujer, ¿qué es una mujer? Para mí es: un ser humano que merece respeto, con
las mismas necesidades, deseos, gustos, etc., que el hombre, con derechos a
iguales oportunidades y a un lugar muy especial, ya que la mujer es la
preservadora de la vida. De chica, en casa, se me inculcó que la mujer debe ser
abnegada, me repetían constantemente esa palabra, que una nació para servir
al hombre, que debe una “comprenderlo”, “apoyarlo” y aguantarle todo. Una
“buena esposa” soporta todo por los hijos, no tiene opiniones propias y debe
pedir autorización a su esposo para todo, aun para algo relacionado con su
propio cuerpo. Sin embargo, con el paso del tiempo, con las experiencias
positivas y negativas que he vivido y los conceptos modernos sobre cómo debe
de ser una mujer, mis ideas y actitudes han cambiado. Ahora lucho por que mi
pareja me respete y podamos llevar una relación sana y satisfactoria para
ambos; me sigue costando mucho trabajo, pero con constancia, determinación,
valentía y seguridad en mis convicciones, sé que voy a salir adelante en mi vida
y con mi pareja.
La mujer debe ser independiente, positiva, fuerte. Ella es capaz de eso y más.
Ella da la vida, da ternura y atención. Ella es sensible y generosa. El dolor de
ser madre le ha enseñado a ser comprensiva y a vencer cualquier obstáculo por
el ser que ha engendrado. Es triste ver que tanta valía y tanto poder se vean
pisoteados y humillados. La mujer debe quererse no más ni menos de lo que
quiere a los demás. Debe ser generosa consigo misma y perdonarse tanto como
perdona. Ella merece tanto amor y respeto como da.
Una mujer es un ser humano a quien se clasifica con el sexo femenino y no tiene
el más mínimo derecho de disfrutar la vida, pasa todas sus etapas reprimida
socialmente por el hombre clasificado con el sexo masculino (o macho). La
mujer no tiene derecho a la igualdad con el hombre; se le considera incapaz
para realizar muchos trabajos, excepto las labores domésticas y la máxima
atención y servicio al hombre. Cuando llega a la adolescencia se le “prepara”
para que piense en unir su vida con el hombre, inmediatamente haga funcionar
sus órganos reproductores, sea madre y se dedique en cuerpo y alma a los
niños, al hombre y, en general, a servir a su nueva familia. A olvidarse de que
su ser existe. A la mujer debería enseñársele sus valores y derechos, la igualdad
con el hombre; enseñarle a disfrutar y saber vivir sus etapas; a vivir a la par
con la persona elegida y formar una familia feliz. Porque la mujer es la base de
la familia. En mi vida hice lo contrario de lo que mi mamá hizo, su sistema no
funcionó y yo no quería sufrir como ella, así es que lo modifiqué y llevé a cabo
el mío propio; no sé si es bueno o malo, a veces me funciona y a veces no, pero
hago lo que siento. Mi sistema es la igualdad.
Martha I. Villalobos
Las mujeres somos la vida misma, ya que algunas tienen la capacidad de darla y
otras el poder de encaminarla, para poder dar a la sociedad mujeres y hombres
útiles a la misma. Somos seres profundamente sensibles, capaces de
estremecernos con un simple roce del ser querido; pero con el suficiente valor
de entregar cuerpo y alma por los hijos y el hombre que esté a nuestro lado.
Con la fuerza de una leona sabemos defender lo nuestro; estamos
acostumbradas a dar tanto a cambio de migajas, pero somos tontas sólo por
costumbre, no por condición. Durante siglos han querido apagar nuestra fuerza
y relegarnos como criadas y objetos sexuales, poniéndonos a la sombra de los
hombres, cuando poseemos la suficiente luz como para alumbrar nuestro
mundo, un mundo de creatividad, de trabajo constante por la superación de
nosotras y de nuestros hijos, de sensibilidad, amor y esperanzas. Tenemos lo
suficiente para romper las cadenas que durante siglos hemos cargado, para
luchar por nuestra dignificación y por ser tomadas en cuenta y ser respetadas
como mujeres y seres humanos útiles a este mundo, nuestro mundo, el cual no es
exclusivo de los hombres.
Desde niña estaba programada para casarme y no estudiar más allá de una
carrera comercial pues no tenía caso; además, no había recursos económicos
suficientes, éramos ocho hijos. Yo empecé a trabajar un año antes de concluir la
carrera de contador privado (a los 14 años y medio); era como si fuese un
borrego. Desperdicié mucho de mi tiempo maravilloso pensando en tonterías
como que ya era muy grande para estudiar la secundaria (a los 18 ó 19 años). A
los 23 me casé con un hombre tan inmaduro como yo y empezaron mis
problemas reales y quizás los de él también. Era la típica salvadora de
hombres; fue muy difícil; empecé a buscar en libros de autoestima y psicología
ayuda para sacar adelante mi matrimonio y a mis hijos. Es muy triste esa forma
antigua de educar a mujeres y hombres. Una mujer debe amarse y de ahí todo
va a llegar solo; porque una mujer que se ama nunca va a permitir que abusen
de ella o la humillen; una mujer que se ama es inteligente; una mujer inteligente
Además de las programaciones culturales que mencioné en páginas anteriores, los seres
humanos tenemos una serie de motivaciones inconscientes, en parte debidas a nuestra
formación psicológica y a los mecanismos de adaptación y defensa que tuvimos que
crear para sobrevivir ante las circunstancias adversas de la vida, principalmente de
nuestra infancia. Para entender esta dinámica, no es suficiente, ni adecuado, limitarnos a
culpar a nuestros padres (quienes también podrían culpar a nuestros abuelos y así
sucesivamente), a la mala suerte o a nuestra devaluada autoestima, diciendo que somos
poca cosa y no merecemos algo mejor.
Hacer este análisis es doloroso y suele resultar muy útil la ayuda de un terapeuta
calificado, sensible a nuestras necesidades y a nuestra muy particular forma de ser, con
quien sintamos empatía. Pero no podemos dejarle todo a él; su papel es servirnos de
guía y fuente de apoyo, pero la mayor parte del trabajo nos toca a nosotros. Mucha
gente ha decidido que es preferible hacer el esfuerzo del trabajo interior que continuar
con su vida tal como está. Mi deseo sincero es que este libro ayude a quienes deseen una
aportación adicional para lograr felizmente tal objetivo.
Aunque cada ser humano es único e irrepetible y no hay peor cosa que ponernos
etiquetas para tipificarnos, podemos obtener mucha luz si identificamos en nosotros
mismos ciertas pautas de conducta. A través de mis observaciones he llegado a algunas
clasificaciones muy generales de los distintos tipos de mujeres y cómo se relacionan con
su pareja:
La Abnegada
La Pseudofeminista
La Salvadora de Hombres
Desde luego no todas entran en estas categorías; es probable además que al leer sus
descripciones nos identifiquemos en diversos grados con varias de ellas. Lo que
analizaré de cada tipo es:
- Qué buscan
- Qué papel asumen
- A qué tipo de hombre atraen
- De qué tipo de familia provienen
Al identificarse con las diferentes categorías, las lectoras observarán que es muy
probable que el tipo de hombre que atraigan estará de acuerdo con el tipo de mujer que
son. Si nuestras actitudes y formas de relación son enfermizas, es lógico que (consciente
o inconscientemente) busquemos la contraparte de conducta enfermiza en un hombre.
Cuando logremos manifestar conductas más sanas, podremos atraer y relacionarnos con
parejas igualmente sanas.
Éste es el primero paso y el más difícil para convencernos de que nosotras somos
quienes generamos una relación dañina y formamos parte de ella. También nos servirá
para dejar atrás la idea de que somos víctimas de la maldad y la incomprensión ajena o
de que debemos dirigir nuestros esfuerzos a cambiar o a convencer a la pareja de que
modifique su conducta para que seamos felices. Si no siempre tenemos control sobre
nuestros propios pensamientos, emociones y conducta, mucho menos lo tendremos
sobre otras personas. Ahora la energía debe recanalizarse hacia adentro, hacia los
cambios que deseamos efectuar en nosotros. Y aunque esto se antoje una tarea muy
difícil y dolorosa, yo les aseguro que no es imposible y que al final nos dará grandes
satisfacciones.
La Abnegada
Busca:
Un papá, un protector que venga a salvarla, a darle el cariño y apoyo que no recibió de
niña. Está dispuesta a darlo todo, a obedecer, a someterse completamente y a renunciar
a sí misma por lograrlo.
El de la hijita buena, complaciente y sacrificada (uno de sus lemas preferidos es: “Por
llevar la fiesta en paz, mejor no hago o digo X” o “Para evitar problemas, mejor no lo
contradigo”). Es muy insegura y le tiene miedo a su pareja, a la vida y, sobre todo, a
salir adelante sin un hombre. Le afectan mucho las opiniones ajenas, no confía en lo que
ella cree, sino en lo que dice él. No piensa en sí misma, siempre está dando o atendiendo
a los demás sin exigir reciprocidad. Pero en el fondo se siente muy resentida porque no
la valoran. Está llena de culpas (que el hombre por supuesto trata de reforzar y
aumentar), creyendo que, por más que se esfuerce, no cumple adecuadamente con su
papel de esposa y madre. En algunas, los prejuicios religiosos son también factor
determinante para pensar que el matrimonio es una cruz que debe aguantarse.
Análisis
El resumen anterior nos da una clara idea del significado de la palabra abnegada. Si tú te
das a respetar con tu marido, si tus cualidades son apreciadas, si te valoras a ti misma y
te sientes segura, si no padeces depresiones constantes ni deseos de llorar y te sientes
básicamente satisfecha con tu matrimonio, tu esposo y tus hijos, por supuesto que no
entras en esta categoría. Ahora bien, si tu situación es todo lo contrario, es necesario
detectar cómo, cuándo y por qué te convertiste en abnegada y empezar a limpiar tu
mente de algunos de los conceptos que siempre has manejado como válidos. Recuerda:
“los demás te tratan como tú te tratas a ti misma”.
A una señora de ese tipo le planteé el caso de una mujer abnegada en exceso y le
pregunté: “¿Qué le aconsejarías a esta mujer?, ¿la defenderías?, ¿sientes rabia por su
situación?”. Como según ella hablábamos de otra persona, reaccionó de manera
positiva y asertiva. Sin embargo, cuando le dije: “Si así apoyarías a una extraña, ¿por
A las abnegadas las han condicionado a tal grado que creen que no valen nada, que se
mueren sin un hombre, que su pareja es poco menos que un dios omnipotente, que no
tienen derecho a opinar, pensar, tener iniciativa o a rebelarse ante las injusticias porque
él es el jefe supremo de la casa y de él deben soportar toda clase de abusos,
humillaciones y menosprecios. El sentimiento que más frecuentemente se apodera de
estas mujeres es la culpa, aunada a la frustración, la impotencia y la tristeza.
Para verificar lo que he dicho, invito a mis lectoras a observar los lugares donde hay
mujeres abnegadas; verán que en ellos predomina el conflicto y la desdicha, no sólo de
ella, sino de sus hijos y aun del propio marido.
Las mujeres latinas estamos muy familiarizadas con la palabra abnegación (la cual, por
cierto, no tiene traducción exacta a ningún otro idioma que yo sepa). En México, hasta
hace pocos años, al casarse era obligatorio oír al juez leer la Epístola de Melchor
Ocampo donde encontramos frases como ésta: “La mujer, cuyas principales dotes son
la abnegación…, debe dar y dará al marido obediencia…, con la delicadeza de quien
no quiere exasperar la parte brusca, irritable y dura de su propio carácter”. Las novias
jóvenes y enamoradas se apresuraban a firmar dicho contrato sin cuestionar siquiera lo
que les estaban diciendo.
Nuestras madres y abuelas se veían bombardeadas por películas donde se ponía como
modelo admirable de mujer a la heroína sufrida, callada y sumisa que todo lo soportaba.
No sólo las esposas tenían que adoptar esta actitud; también se glorificaba el papel de
las amantes tipo casa chica que vivían incondicionalmente a la sombra, esperando
pacientemente a su hombre sin exigir nada a cambio.
Otra influencia negativa la han ejercido hasta cierto punto algunas telenovelas, pues
precisamente sus temas tan trillados de sufrimiento, amores poco realistas y mal
encaminados hacen que muchas mujeres se vean reflejadas en ellas. A través de la
identificación con la heroína, intentan escapar de la rutina de su vida y evadir los
problemas profundos no resueltos. Asimismo, aunque la mayoría de las revistas
femeninas son excelentes, otras pueden tener un efecto similar al anterior y seguir
fomentando las ideas obsoletas. Hasta en la música vemos el gran éxito de las canciones
de amor-sufrimiento, amor-desprecio, amor-abandono, amor-aguante.
Además de cargar con el lastre de una educación tradicional, los refuerzos han ido
distorsionando gradualmente la imagen de lo que es una mujer y lo que debería hacer
para lograr una vida armoniosa y estable, sustituyéndola con un enfoque melodramático,
inapropiado y falto de realismo.
Para que haya un macho, necesariamente tiene que haber una abnegada que lo aguante,
igual que para que haya un verdugo tiene que haber una víctima. Estas mujeres
inconscientemente buscan un hombre que abuse de ellas; desafortunadamente el hogar
en el que crecieron sufría la misma problemática y ellas continúan la cadena. Tuvieron
una madre que sufría, que no defendía sus derechos, que todo lo soportaba, que se
sacrificaba. Aunque parezca absurdo, ellas tienen la tendencia a seguir el patrón que
presenciaron en su infancia, con los mismos y trágicos resultados. No tienen un modelo
sano y realista, sólo conocen el sufrimiento o la fantasía.
La Abnegada generalmente es una mujer sin preparación, alguien que creyó escapar de
un hogar conflictivo y se dejó llevar por la ilusión de una promesa de amor. Es cierto, el
amor es ciego y como de niña no recibió cariño, protección, mimos o halagos, sino
insultos, humillaciones, malos tratos y pobrezas que afectaron su autoestima, en el
momento en que siente que un hombre la trata bien (aunque sea en forma temporal y
fingida), le promete cosas y la hace sentir bonito, está dispuesta a irse con él a donde
sea, a entregarse por completo, tener relaciones sexuales para complacerlo y abandonar
su casa. Podríamos decir que se embriaga, se aturde, se ilusiona, ya no piensa y cree que
ese hombre es su salvación y su felicidad.
Sin embargo, al poco tiempo se da cuenta de que salió de una situación dramática,
disfuncional y deprimente para caer en otra peor y que, en lugar de tener ahora esa vida
que anhelaba, nuevamente se encuentra desdichada junto a un hombre que se siente con
el derecho de mandarla, gritarle, humillarla, engañarla, abandonarla en el momento que
él quiera o arrumbarla e ignorarla porque él desea seguir haciendo su vida como si fuera
soltero. Para una buena proporción de la gente esto es lo que hemos venido heredando
de generación en generación.
¡Qué injustos son todos estos prejuicios! ¿Acaso Dios hizo Diez Mandamientos para el
hombre y otros diferentes para la mujer?, ¿por qué vemos estas discriminaciones tan a
menudo?, ¿por qué únicamente a la mujer abandonada o engañada se le dice: “Tú no
sabes retener a un hombre, el buscó afuera lo que le faltó en casa, encuéntrale el modo;
trata por todos los medios de que el matrimonio funcione”? Toda la responsabilidad
Aun con esta ventaja, aparente superioridad y dominio sobre su pareja, el hombre
macho no es realmente feliz. En el fondo de su alma se siente realmente inseguro e
incomprendido; se queja mucho de su esposa; se disgusta por las continuas fricciones
con ella, quien también encuentra la forma de hacerle miserable aunque sea a través de
su agresión pasiva y encubierta. Algunos de estos hombres acaban aburridos de mujeres
con poco carácter y se buscan como amante a otra que no sea tan sumisa.
Desde luego yo no sugiero una separación inmediata sin un análisis de las alternativas y
las consecuencias. Hay que pensar, futurizar, analizar a conciencia, intentar hasta donde
sea razonable que las cosas mejoren. Sin embargo, si la situación está muy deteriorada y
no hay voluntad de uno o de ambos cónyuges, de nada sirve un matrimonio a la fuerza,
sostenido por culpas y por miedos, en el que la mujer permanece por hambre, por
inseguridad, por sentirse indeseada, infeliz. Esto no puede dar como resultado un hogar
donde los hijos encuentren un ambiente sano para su desarrollo emocional y buenos
ejemplos para su conducta futura. Los niños son como esponjas y captan más fácilmente
de lo que creemos los problemas existentes en el hogar. Quedan muy afectados por los
gritos, insultos, abusos y escenas violentas que se ven forzados a presenciar a edad muy
temprana. Por lo tanto, el pretexto: “Me aguanto por mis hijos” no es válido. La
realidad es que lo hacen por miedo y dependencia.
Igualdad con el hombre en todos los aspectos, pero a veces lo hace de manera agresiva e
hiriente. Algunas manejan resentimientos, coraje, frustraciones y miedos ocultos. Las
que toman actitudes muy radicales parecen querer invertir los papeles para ser ahora las
mujeres quienes maltraten y dominen a los varones.
Por lo general, también plagada de conflictos. Algunas acabaron tan hartas y frustradas
al ver a sus madres que todo lo aguantaban y a sus padres comportarse de manera
abusiva, que entonces se van al otro extremo, creyendo erróneamente que así se
salvarán de la abnegación.
Análisis
Al leer el resumen anterior es posible que por ignorancia algunas personas utilicen el
término feminista con un sentido peyorativo. Es conveniente informarse adecuadamente
antes de emitir una opinión.
El lado positivo del feminismo fue la obtención del voto, la mayor apertura para las
mujeres en los estudios, las mejorías en el campo laboral, la protección legal contra las
violaciones y otros crímenes o abusos que se cometen en contra de las mujeres.
Al tener acceso la mujer al campo laboral se hizo evidente que era un mito sostener que
antes había muchos menos divorcios porque los matrimonios formaban hogares felices
y estables. La realidad es que las mujeres los soportaban por no tener estudios ni
Nadie discute que una buena familia, con el padre y la madre unidos por el cariño,
proporcionando apoyo, seguridad y afecto a sus hijos es lo mejor. Pero ya en el caso de
la Abnegada vimos que una separación o divorcio inteligente y bien planeado es la
única alternativa viable para situaciones que no tienen remedio.
Un hombre bien equilibrado desea ver a su mujer como su pareja, como su compañera,
no como su esclava. Sin embargo, muchos machos se opusieron ferozmente a las ideas
de las feministas considerando que atentaban contra sus privilegios como varones y
sintiendo que no les convenía que la mujer despertara de su ignorancia y exigiera ser
tratada como una igual. En la actualidad vemos todavía a algunos hombres que no
toleran la crítica, aunque sea constructiva, y no muestran mayor interés en conocer y
respetar lo que las mujeres sienten, piensan y quieren. En cuanto ellas expresan sus
preocupaciones, deseos o inquietudes de inmediato reaccionan negativamente
tachándolas de feministas, alborotadoras, destructoras de hogares y otras cosas en vez
de buscar un acercamiento amistoso y mutuamente benéfico. Por suerte existen muchos
caballeros, sobre todo entre los muchachos jóvenes, que no piensan así y que están
genuinamente interesados en conocer mejor a las mujeres y llevar una relación
armoniosa con ellas.
A las feministas les faltó tratar de entender un poco más la psicología masculina y
adaptarse a ella en lugar de sólo criticarla (aclaro que es muy diferente adaptarse que
someterse).
Otro grupo de mujeres que no son feministas radicales también incurren en posturas de
enemigas de los hombres y nos dañan con sus consejos prejuiciados. Podemos escuchar
Es sumamente injusto invertir las cosas y achacarles toda la culpa a los hombres ya que,
aunque existen algunos con características muy negativas, por supuesto que no todos
son iguales. Generalmente somos las mujeres quienes no sabemos seleccionar y detectar
si es adecuado el hombre a quien entregamos el corazón, de ahí las decepciones y los
fracasos sentimentales. Una frase popular dice que las mujeres somos “hijas de la mala
vida”. Podemos tener un pretendiente excelente que nos quiere mucho y nos trata bien,
pero lo encontramos aburrido y poco excitante, volviéndonos locas por el que menos
nos conviene por encontrarlo muy seductor. De tal forma, basta ya de echar la culpa de
todo a los hombres, aceptemos nuestra propia responsabilidad.
La Salvadora de Hombres
Busca:
Mamá de hombres que parecen necesitarla y que la manipulan con muestras de cariño o
admiración. Ella maleduca y apoya demasiado a la pareja (mamá buena) o trata de
corregirlo o controlarlo (mamá regañona).
También conflictiva o con padre ausente. En algunos casos se trata de hijas mayores que
cuidaron a sus hermanos menores, que comenzaron a trabajar muy jóvenes, que
asumieron demasiada responsabilidad a temprana edad o que se hacen cargo de la
madre prácticamente asumiendo el papel de papá. Las acostumbraron a salvar gente y a
no dar importancia a sus propias necesidades. Muchas mujeres inteligentes y exitosas en
otras áreas de su vida entran en esta categoría, pues permiten que su pareja y muchas
otras personas abusen de ellas y las manipulen con facilidad.
Análisis
Suele provenir de un hogar con el padre ausente. Puede ser hija de madre soltera o de un
matrimonio con un padre inconstante, inmaduro e irresponsable respecto del sustento
familiar o que dejó el hogar. Su madre al quedar abandonada por separación, viudez o
divorcio, se ve débil, inútil y necesitada, por lo que delega en la hija (muchas veces la
primogénita) la responsabilidad de los hermanitos y del sustento familiar. De cierta
manera, la hija se convierte en el padre sustituto; en principio puede sentirse halagada
por ser importante y necesaria, consiguiendo enmascarar su vacío y soledad con el
orgullo de ser cumplida y responsable. Pero con el paso del tiempo la carga se vuelve
muy pesada y la predispone a que los demás la utilicen o exploten. Muchos exigen su
tiempo, su dinero, su atención y sus cuidados. Como la ven aparentemente fuerte y
segura, casi nadie le pregunta: ¿tú qué quieres, qué necesitas, cómo te sientes, qué
problemas tienes, cómo puedo ayudarte?
Por lo tanto será presa fácil de hombres conflictivos y traumados a quienes intentará
redimir; de irresponsables o explotadores de quienes creerá que lo único que les falta es
quien los apoye, los comprenda y los impulse a conseguir un buen trabajo; de
inmaduros con “mamitis” que no saben tomar decisiones por sí mismos (en estos casos,
la suegra siempre gana); o de chicos con diversas adicciones a quienes poder salvar.
Es muy difícil salir de esta trampa porque las personas que dependen de las Salvadoras
de Hombres se han mal acostumbrado y se enojan e indignan cuando ellas protestan y
buscan obtener un trato más igualitario y recíproco. Los demás las presionan para que
todo siga igual, haciéndolas sentir culpables, malvadas, desconsideradas y egoístas.
Cuando detecto a una mujer con estas características, primero intento hacerla tomar
conciencia de sus pautas de conducta y la refuerzo recordándole: “Tú no eres su mamá,
ni su profesora, ni su enfermera, ni su psicóloga. No tienes el poder ni la capacidad de
reformarlo, ni de salvarlo de sus conflictos y enderezar su vida. Si él tiene problemas
Una señora me relató, quejándose amargamente: “Mi marido hizo cargos a mi tarjeta
de crédito (de la cual ella le consiguió una extensión) por una suma cuantiosa y ahora
se rehúsa a pagarlos, ¿qué debo hacer?”. Antes de contestar exploré los antecedentes
de su forma de relacionarse, encontrando que ella, en varias ocasiones anteriores, le
había conseguido empleos que el marido dejaba porque no se sentía a gusto. Incluso le
había comprado un auto para que pudiera trasladarse más cómodamente al trabajo, el
cual él utilizaba para pasear con su amante. Cuando chocó el vehículo enseñando a la
chica a manejar y fue a dar a la delegación, la esposa (aunque al principio enfurecida) lo
perdonó y le dio otra oportunidad. Aquí vemos cómo también la mujer forma parte del
círculo vicioso de la Salvadora de Hombres.
La Princesita Soñadora
Busca:
Un hombre ideal, un príncipe azul que venga a darle lo que ella considera su plena
realización como esposa y como madre, con el resultado de una vida muy feliz, como se
muestra en los comerciales de la televisión o los cuentos de hadas.
Por ingenua e idealista puede caer con cualquiera de los mencionados anteriormente. Lo
grave es que no sabe distinguir la diferencia entre un hombre y otro, además de que se
ilusiona con lo que cree es una relación ideal. Tiende a evadirse en fantasías y negarse
rotundamente a ver las cosas tal cual son. Puede ser necia y obstinada cuando alguien
intenta hacerle ver los defectos de su amado, al que ella acostumbra justificar. Si los
defectos son demasiado evidentes, entonces la justificación se convierte en: “Sí, ya sé
que pasan todas estas cosas, pero no me importa, porque lo amo”.
Puede ser de una familia bien avenida, donde fue muy consentida y protegida. Los
padres erróneamente creyeron que la felicidad de su hijita consistía en no permitirle
enfrentar sola los problemas de la vida y tomar decisiones por sí misma. Es frecuente
encontrar a este tipo de mujer entre chicas educadas en colegios religiosos
exclusivamente femeninos donde tenían poco trato con chicos. También pueden caer en
esta categoría las jóvenes provenientes de una familia conflictiva que se ven precisadas
a construir su propio mundo interior, diferente y feliz, para evadirse de tanto
sufrimiento.
Análisis
Por supuesto, es maravilloso amar y ser amada, pero hay que estar segura de que el
amor es verdadero, maduro y recíproco, no simplemente un deseo sexual, un capricho,
una obsesión, una fantasía, una dependencia y tantas otras cosas que erróneamente
etiquetamos como amor. Tenemos corazón pero también tenemos razón, y un equilibrio
entre ambos nos permite escoger adecuadamente a quién entregamos nuestros
sentimientos. Si no discernimos y nos involucramos sentimentalmente con alguien que
no nos valora o con quien tiene un concepto diferente de lo que es el amor y la pareja, o
que no ha logrado el equilibrio interior resolviendo sus propios conflictos, tendremos
serios problemas y enormes sufrimientos.
La Princesita Soñadora se casa muy inmadura (no importa a qué edad) y cree que el
amor es suficiente para ser feliz. Cuando se presentan los problemas de la convivencia
diaria, ella se desmorona, sufre y se deprime porque no sabe cómo manejarlos.
Si el hombre llega a engañarla con otra o la abandona cae en una crisis profunda, llora,
hace escenas para llamar la atención. Algunas incluso intentan el suicidio porque creen
que su vida ya no tiene sentido y han quedado destrozadas por la ausencia o la traición
del ser amado. Estas mujeres han distorsionado a tal grado el verdadero significado de
la palabra amor que pueden llegar a empalagar o a fastidiar a su pareja.
Muchos hombres son también románticos, tiernos y sensibles, pero los excesos por
parte de las mujeres en la manifestación de estas emociones normalmente los molestan.
Frases como las siguientes, repetidas en forma constante y obsesiva, llegan a desquiciar
a un varón: “¿Por qué no me has llamado?”, “Ya nunca me dices que me quieres”,
“Por favor, no te vayas, quédate conmigo”, “Si me dejas, me mato”.
Esta mujer puede llegar a ser rogona y molesta. En lugar de inspirar amor, causa lástima
y fastidio. Recordemos a la protagonista de la película Atracción Fatal; además de los
rasgos de Princesita Soñadora, manifestaba profundos problemas psicológicos que la
orillaron a dedicarse desesperadamente a perseguir a un hombre casado que no tenía
interés en ella. Lo que para él fue simplemente un encuentro casual, para ella se
convirtió en una obsesión.
La vida familiar de esta chica se encuentra en los dos extremos: o fue profundamente
desdichada en el hogar y por ello se refugia en la fantasía cada vez que ve a un hombre
que le interesa, o fue demasiado cuidada en un hogar que parecía perfecto, con mucha
sobreprotección y un concepto poco realista de lo que es la vida y las relaciones de
pareja. Ella aspira a tener lo mismo y no concibe que puedan existir otros problemas.
Cuando tiene hijos, casi siempre antepone al marido, obsesionándose con él, mientras
que los hijos resultan lastimados y abandonados física o moralmente debido a las
fijaciones amorosas de su madre.
Ejemplos:
Una chica me relataba que su madre siempre estaba triste y llorosa porque el marido la
engañaba con varias amantes y eso le impedía funcionar de manera normal. Por lo tanto,
la señora nunca tenía tiempo ni humor para interesarse por los problemas de la hija.
Otro chico comenta que, después de divorciarse de su padre, su madre tuvo un amante,
que vivía con ellos y a quien ella buscaba complacer en todo, haciendo a un lado los
sentimientos del hijo.
El otro extremo, ser únicamente mamá, también es dañino. Lo adecuado es dedicar tanto
al esposo como a los hijos amor, tiempo y atención de manera equilibrada. Se trata de
dos aspectos totalmente diferentes de nuestras vidas, pero que pueden ser
complementarios y enriquecedores, en lugar de excluyentes y antagónicos.
Sumamente variable. Al principio es muy solicitada por su seguridad personal, pero con
el paso del tiempo y ante los problemas que se presentan durante la relación, ella cambia
para adaptarse a lo que cree que el hombre quiere, entonces pierde esa seguridad y
acaba confundida, aislada emocionalmente y con gran frustración porque, en un vano
intento de mejorar la relación, dejó de ser ella misma.
Un tanto más moderna, donde sí se apoya a la mujer para que estudie y se desenvuelva,
pero todavía con mensajes dobles y confusos sobre lo que debe ser un hogar. Llega un
momento en que no sabe si lo correcto es lo que ella pensaba o lo que le dicen los
demás y se deja presionar por las opiniones ajenas, renunciando a sus propios ideales.
Análisis
Existe un grupo de mujeres más jóvenes que no han caído en los errores de las
Abnegadas, Pseudofeministas, Salvadoras de Hombres o Princesitas Soñadoras.
Hablamos de las profesionistas o de aquellas que desempeñan una actividad bien
remunerada y con cierto grado de cultura (por ejemplo, ejecutivas de alto nivel), que son
independientes económicamente, tienen buena autoestima y creen que debe existir
igualdad en la pareja.
Entre las metas que quiere realizar este tipo de mujer no sólo está llegar al matrimonio y
tener hijos, sino que también contempla los estudios y el trabajo antes y posiblemente
después de casada. Es más desenvuelta y segura de sí misma, se atreve a expresar sus
ideas con toda claridad. Cuando tiene novio, lo quiere, lo respeta, lo trata como a un
igual con la idea de que el chico está de acuerdo con su manera de pensar respecto de la
vida y la tratará en forma recíproca; suele involucrarse con compañeros de estudio o de
trabajo. En su trato cotidiano tienen mucha comunicación y hacen grandes planes
conjuntos para determinar cómo va a ser su vida cuando se casen y tengan hijos, cómo
van a distribuir el dinero y las obligaciones, qué espera uno del otro, etc.
Hasta aquí todo parece muy bonito, adecuado y moderno, ¿verdad?, ¿cuál podría ser el
problema con esta pareja de jóvenes que aparentemente tienen todos los elementos para
formar un buen matrimonio?
Veamos lo que podría suceder cuando se casen y, en especial, cómo lo van a manejar.
Digamos que, como habían acordado, ambos trabajan, pero quizá ella progrese más
rápido y llegue a percibir un mejor salario que él o a tener una posición de mayor
prestigio. Aquí comienza la lucha de poder. El esposo, aunque no lo admita por
Lo anterior desconcierta a la esposa que no tiene la más mínima idea de lo que está
pasando. Se inician las agresiones verbales, sutiles o directas por parte de él, que
rápidamente encuentran en ella una reacción similar (más agresión). La esposa se cansa
de intentar que él hable y diga cómo se siente realmente, porque él finge que no pasa
nada; los malos entendidos aumentan y la distancia entre la pareja se hace cada vez
mayor.
Tal parece que se hubieran casado sin conocerse y, al ver que sus expectativas no se
cumplen, surge la desilusión, acompañada de la terrible sensación de que quizá
cometieron un error al unirse. Si las agresiones continúan (y aquí puede también
presentarse la infidelidad de una o ambas partes), es posible que se desencadene un
divorcio rápido e inadecuado, con una enorme sensación de fracaso, vacío y soledad.
El otro camino igualmente equivocado es que la mujer, al ver al marido molesto, cambie
de inmediato creyendo que debe adaptarse a su nuevo papel de casada, de acuerdo con
lo que la sociedad dicta o lo que él sutilmente insinúa. Bajo esta creencia, la joven
renuncia a sus inquietudes profesionales o personales y, aparentemente, le asigna
prioridad al hogar y al marido, pensando que ambos roles no son compatibles (aunque
cuando estaba soltera pensara lo contrario).
Si comete este grave error, analicemos los posibles problemas futuros. Cuando el joven
conoció a la chica y quedó impactado por ella, básicamente se sentía atraído por este
tipo de mujer, por su personalidad, su manera de pensar y su seguridad. Sin embargo,
pese a que él parecía un joven moderno y sin prejuicios, tarde o temprano pueden
ejercer una enorme influencia las ideas tradicionales de cómo debe comportarse una
mujer casada.
Esto le crea al hombre una gran confusión interna y llega el momento en que se conduce
en forma totalmente diferente de cómo lo hacía en su noviazgo. Empieza a presionar o a
manipular, directa o indirectamente, a su esposa para que cambie, recurriendo algunas
veces a frases como éstas: “Yo quiero llegar a mi hogar y encontrar una mujer que me
atienda; aquí parece que vivimos dos hombres”, “Realmente no tenemos tanta
necesidad económica, ¿por qué no dejas de trabajar y te dedicas a mí?”, “Si tu trabajo
te importa más que yo, voy a buscar a otra que sí me comprenda”, lo cual pone en
estado de alarma a la joven esposa.
Cuanto más inseguro sea el marido, más la manipulará con culpa acerca de su manera
de vestir, de maquillarse y peinarse, insistiendo en que lo moderno es provocativo.
Asimismo, criticará su manera abierta y desenvuelta de tratar a la gente argumentando
que no es correcto ni apropiado que una señora casada se comporte así.
Ella, que todavía ama a su marido y desea un hogar feliz, no duda en acceder a sus
peticiones o exigencias creyendo que con esto él quedará satisfecho y se conservará la
armonía familiar. ¿Dónde quedó la chica moderna y segura de la que hablamos al
principio?, ¿realmente dejando de ser ella misma va a tener un marido contento y un
hogar feliz?
Si a una mujer se le presiona para que piense que su única relación legítima es
consagrarse totalmente al hogar, sacrificando sus propias necesidades, nuestro producto
terminado será un ser humano muy resentido, inseguro y dependiente. No dudo que
muchas mujeres se sientan totalmente felices dedicadas al hogar y si tienen buenos
maridos que las apoyan y las valoran, las felicito. Pero lo que es adecuado para algunas,
no necesariamente lo es para todas y debemos respetar nuestra individualidad.
Si la mujer se sostiene firme en sus ideas y continúa trabajando, también se topará con
un cúmulo de dificultades, sobre todo cuando ya es madre. Algunas tratan de ser súper
mujeres, se sobrecargan de estrés corriendo de un lado a otro para cumplir en casa y en
el trabajo. La angustia puede llegar a tal grado que les impide funcionar adecuadamente
en la oficina, se afecta su salud y sus nervios. Al llegar al hogar cansadas y
preocupadas, en lugar de encontrar reposo y tranquilidad, se embarcan en una segunda
jornada, a veces sin el apoyo del marido o de los hijos, cuya falta de cooperación las
vuelve irritables.
Digamos que un día el hijo de una madre que trabaja fuera del hogar se enferma
(recordemos que los niños de madres que no trabajan también se enferman). No faltará
quien la haga sentir culpable de que el niño se enfermó porque ella no estaba en casa
para atenderlo. Si el chico tiene problemas en la escuela, automáticamente se insinuará
que es culpa de la madre por no ayudarlo en sus tareas (también hay niños con bajo
La mayoría de las mujeres somos muy sensibles en lo que respecta a nuestros hijos y no
dudamos en sacrificarlo todo creyendo que es por su bien. Desafortunadamente, muchas
veces el tiempo demuestra que nuestra decisión no fue la más adecuada. Por supuesto,
cada caso debe evaluarse individualmente. No propongo que todas las madres trabajen o
que, si deciden hacerlo, lo hagan de tiempo completo. Hay infinidad de variantes y
opciones según las circunstancias (dejar de trabajar una temporada mientras los hijos
van al jardín de niños, trabajar medio turno, trabajar en casa, vender diversos artículos
con horario flexible, estudiar unas horas cuando los hijos están pequeños para no
volverse obsoleta cuando desee o necesite regresar a trabajar, etc.).
Llegó a verme una señora, a quien llamaremos Paty, de 48 años de edad (se veía
mayor), con un enorme sufrimiento reflejado en el rostro, la voz angustiada, figura y
aspecto algo descuidados. Había descubierto la infidelidad del esposo con una mujer
más joven. Estaban a punto de divorciarse y se sentía totalmente destrozada porque no
sabía cuál había sido su error. Veía su matrimonio desmoronarse después de veinticinco
años, con cuatro hijos y todas sus ilusiones hechas añicos.
Al preguntarle su historia personal indicó que se casó a los 23 años. En el momento del
matrimonio tenía un magnífico empleo como contadora pública, vestía bien, iba a
fiestas, viajaba, tenía muchas amistades, estudiaba inglés, practicaba aerobics y se
consideraba una chica segura y desenvuelta.
Al hablar con el esposo (el mismo que años antes prácticamente la había obligado a
dejar de trabajar), le dijo: “Oye, yo no pienso darte la pensión alimenticia tan alta que
me pides. Estoy harto de mantenerte tantos años. Ya es tiempo de que tú trabajes. Todo
lo que hay en esta casa es mío porque yo soy el que me he tallado el lomo para
Por otro lado, y con la intención de ver si podía aún retenerlo, Paty le preguntó al
marido: “¿Qué tiene esa mujer que no tenga yo?”; él, con toda crueldad, le respondió:
“Ella es muy culta y desenvuelta, una mujer interesante, tiene muchos temas de
conversación, mientras que tú eres aburrida y quejumbrosa, no te has superado”.
Nuevamente Paty replicó: “¿Pero cómo es posible que me digas eso, si tú me dijiste que
no siguiera estudiando porque desatendía el hogar y a los niños?, ¿y ahora te quejas de
que no me he superado?”. El calló y luego agregó: “Ella es joven y atractiva, tú ya
estás acabada, no te arreglas bien, has subido de peso, ya no te encuentro atractiva”.
Con infinita tristeza Paty añadió: “Pero yo cumplí tus deseos de no arreglarme, me
adapté a lo que tú opinabas que debía ser el vestido y comportamiento de una mujer
decente, ¡y ahora me sales con que no te gusta!”. Ya con desesperación y llanto, le
reclamó: “Tú me alejaste de mis amistades, me convertiste en lo que ahora soy y ve lo
que he cosechado”.
Qué irónico es el destino. Él la dejaba por una mujer muy parecida a como era ella antes
de cambiar para darle gusto.
¿La lección? Indiscutiblemente el papel de la mujer en el hogar y como guía de los hijos
es sumamente importante y de ninguna manera sugiero que los abandone o los descuide.
Lo que propongo es que aprenda a equilibrar trabajo y familia, no cayendo en una
posición extrema de dependencia total, pues nada le garantiza que el marido se quedará
con ella para siempre y le responderá en todos los aspectos. Si la mujer es
suficientemente inteligente y se siente segura de sí misma, puede tener un hogar
armonioso y algún tipo de actividad remunerada y satisfactoria, combinándolos para
poder sentirse realizada como persona y, en consecuencia, como esposa y como madre.
La Autosuficiente Decepcionada
Busca:
A veces nada; por lo general ya está bastante decepcionada de los hombres. Cree que no
existen los varones que valgan la pena y sale por pasar el rato o por no sentirse sola,
pero sin compromiso alguno. Tiene pánico de volver a entregar sus sentimientos y sufrir
nuevamente.
Hay dos tipos: la amargada, distante, desconfiada, que prefiere alejarse de los hombres y
dedicarse al trabajo o a los hijos creyendo que todos los hombres son iguales y que está
mejor sola. El segundo tipo es la interesada en tener pareja y que se muestra seductora,
pero a la vez un tanto cínica y burlona, con la idea consciente o inconsciente de herir
emocionalmente o explotar económicamente a los hombres como una especie de
venganza por la manera en que se le lastimó en el pasado.
Varía mucho, pero el síntoma clave es haber tenido una o varias decepciones anteriores,
ya sean familiares o emocionales.
Análisis
La que tiene hijos trata de valerse por sí misma, haciendo grandes esfuerzos para
desempeñar el papel de padre y madre. Prefiere concentrar sus energías en progresar
económicamente y ser una buena madre para sus hijos.
Aunque parece muy autosuficiente y segura, en el fondo tiene una enorme soledad,
vacío y no se siente plenamente realizada. Está muy dolida por sus experiencias pasadas
y tiene la necesidad de protegerse para no volver a caer. Ni la que opta por aislarse de
los hombres ni aquella que los conquista desea involucrarse de manera honesta y
sincera; más bien, se cuida siempre de no volverse débil y vulnerable, como cree que
pasaría si realmente se enamorara. Quizá en otra etapa de su vida fue ingenua, idealista
y confiada y entregó su amor incondicionalmente; y como la decepción fue demasiado
fuerte, ya no se puede arriesgar a un nuevo fracaso por temor a quedar destruida.
Esto no quiere decir que porque una mujer se quede sin pareja, se vea forzada a salir a la
calle y acostarse con el primero que se le cruce enfrente. Esta actitud añadiría a todos
los problemas que ya tiene el riesgo de embarazos no deseados, enfermedades de
Aclaro que el estar casada no es garantía de plena satisfacción sexual. Muchas señoras
llegan a consulta quejándose de que el marido es impotente, las ignora, las ofende si
ellas toman la iniciativa, tiene eyaculación precoz, es brusco, grosero o exigente en la
intimidad, no tiene el tacto, la sensibilidad o el interés necesario para satisfacerlas; o que
en la vida cotidiana las trata tan mal que hacer el amor con él es una verdadera tortura.
Lo que sea con tal de no quedarse sola. Se siente muy mal al ver que otras chicas sí
consiguen pareja y se cree inferior o inadecuada por no lograr atraer a los hombres.
La del primer grupo los repele por insegura, negativa y acomplejada. La del segundo
grupo intenta tanto, enviando señales de querer atrapar pareja a como dé lugar, que
asusta a los hombres. Si logra finalmente que alguien se fije en ella, no le importa que
se trate de un hombre inadecuado y conflictivo, prefiere tolerarlo a quedarse
nuevamente sola.
Aquella que pone énfasis en que el principal valor de la mujer radica en casarse. Puede
tener hermanas o amigas con éxito con los galanes y ella sentirse inferior por no tener
un pretendiente. Es usual que su madre la presione para conseguir novio o marido y que
busque colocarla presentándole chicos o acomplejándola más con frases como: “Ay
hijita, ya vas a cumplir 28 años y todavía no tienes novio formal para casarte…”.
Análisis
Para muchas mujeres, casarse fue algo opcional, una decisión basada en buenas o malas
razones y pudieron escoger a un hombre que se interesó en proponerles matrimonio.
Otras parecen tener mala suerte. ¿Por qué? Puede ser porque su físico no es muy
atractivo o su personalidad no es suficientemente impactante como para atraer a un
caballero; o porque se fueron al otro extremo y se dedicaron por completo a otros
intereses, excluyendo el aspecto romántico; o porque exigen demasiada perfección en
una pareja y de pronto se dan cuenta de que los años se les vinieron encima y no hay
muchos candidatos disponibles. Además de la preocupación por encontrar marido,
El peor insulto que se le puede hacer a una chica en estas condiciones es preguntarle
“¿Por qué no te has casado?” o “¿Cuándo te casas? Aunque la pregunta sea bien
intencionada, es de muy mal gusto y la pone en una situación sumamente incómoda. Se
siente muy lastimada, tanto si no tiene novio como si lo tiene desde hace varios años y
él no ha tomado la relación muy en serio o no quiere comprometerse para la boda.
Algunas hasta intentan el viejo truco de salir embarazadas para ver si el hombre se
siente amarrado por la responsabilidad.
Esta actitud es autoderrotista ya que, cuanto más lo intentan, tanto más parecen enviar
señales de desesperación que repelen a los hombres que no desean sentirse cazados. Si
la madre de la chica se une a sus esfuerzos y ambas se desviven porque el hombre se
sienta a gusto saturándolo de atenciones, él huirá despavorido. Lo mismo ocurre si se
presiona a uno que no desea un compromiso formal. A pesar de que sus múltiples
esfuerzos le reditúen que alguien finalmente se case con ella, no tienen garantía de un
buen matrimonio, porque no estará sentado en buenas bases.
Busca:
a) Tener una corte de admiradores que halaguen su vanidad, a quienes pueda utilizar
y manipular a su antojo.
b) Conseguir un marido que satisfaga todas sus necesidades, incluso sus caprichos,
creyendo que todo se lo merece por ser una mujer muy apropiada.
a) A casi todos, en particular a los abnegados, que se sienten muy impactados por
ellas; también a los conquistadores, que se sienten estimulados ante el reto de
conquistar a una mujer difícil y enigmática.
b) A hombres buenos y convencionales que desean lucir una esposa adecuada, bien
arreglada y educada como complemento de su vida social.
a) Muy variable. Algunas sufrieron mucho cuando niñas, pero pronto aprendieron a
usar su atractivo físico o rasgos de su personalidad para conseguir lo que querían en
la vida.
b) De familias tradicionales que guardaban las apariencias; tal vez las educaron con
algo de sobreprotección e inconsciencia de la realidad.
Análisis
A esta mujer no le interesa mucho el estado civil de los hombres y menos aun las
intenciones o sentimientos que le manifiesten, ya que muy rara vez desea
enamorarse de sus pretendientes. Algunas tampoco se preocupan mucho por el
aspecto físico del hombre. No exigen que sea muy guapo, les basta con que tenga
una buena posición económica y profesional, que sea relativamente culto e
inteligente, que les proporcione una agradable compañía, sea atento y complazca
todos sus caprichos.
La gran mayoría de estas mujeres aparentan una actitud más o menos frívola y
superficial. Algunas son muy inteligentes y con grandes capacidades que utilizan
para elaborar complejos y sofisticados métodos de seducción buscando cómo sacar
el mejor partido de sus atributos físicos, vistiéndose bien y llamativamente,
empleando el maquillaje y los accesorios que resalten su belleza y su personalidad,
sin caer necesariamente en la vulgaridad.
Salvo los muy profundos o algunos que exigen un elevado nivel intelectual en sus
parejas, la mayoría de los hombres encuentran fascinante a este tipo de mujer. La
ven femenina, sensual, magnética, agradable, culta y brillante, con personalidad
muy impactante, aunada a un cierto halo de misterio y sofisticación. Los candidatos
más vulnerables son:
1) Los hombres mayores con una vida hecha y una excelente situación económica,
la cual les sirve para atraer y satisfacer a mujeres más jóvenes que ellos y que les
brindan la clase de emociones que no obtuvieron sus esposas.
2) Los hombres jóvenes o de mediana edad que buscan a una mujer bonita que
puedan presumir en su círculo de amistades y así gozar de una imagen de
conquistador irresistible por haber obtenido un premio tan codiciado. Si la mujer
se hace un poco la difícil, más enloquecen por ella porque la consideran un reto
a su masculinidad.
3) Por último, los equivalentes a las mujeres abnegadas, o sea los hombres sumisos,
aquellos que sinceramente entregan sus sentimientos, se enamoran y desean una
relación firme. Normalmente caen en el modelo del caballero: atentos,
Aunque parezca que la frivolidad, egolatría y vanidad hacen que este tipo de mujer
actúe así, en algunas ocasiones existen motivaciones internas más profundas que
pueden tener su origen en la infancia. Hay casos en los que la familia está
compuesta por una figura materna dominante y un padre sumiso, la niña repite este
patrón considerando que es lo normal en la relación de pareja. En otros casos actúa
así como consecuencia de una fuerte decepción amorosa que le hace pensar que no
vale la pena entregar plenamente los sentimientos porque puede salir muy lastimada.
Considera más conveniente y seguro actuar de manera fría y calculada para que sean
ellos los que se enamoren y ella la que obtenga las mayores ventajas y beneficios.
Finalmente encontramos una tercera motivación sumamente poderosa y, por
desgracia, más común de lo que imaginamos, la cual se presenta en aquellas chicas
que en algún momento de la vida sufrieron un abuso sexual por parte de un familiar
o amigo cercano. Esto generó un profundo rencor y resentimiento hacia los
hombres, a quienes ven como una especie de animales ávidos de sexo.
Aunque pudiera parecer afortunada por tener tanto éxito con los varones, la mujer
que utiliza la seducción no vive satisfecha. La devoción que inicialmente la halagó
llega a no parecerle suficiente y a hastiarla. Estas actitudes manipuladoras limitan
mucho sus posibilidades de tener una verdadera pareja que comprenda y satisfaga
sus necesidades afectivas y termina con un enorme sentimiento de soledad que
puede provocarle crisis depresivas e incluso tendencias suicidas. Dos ejemplos
representativos son los casos de Marilyn Monroe y Miroslava Stern.
b) Aquí encontramos a la señora a quien sólo le preocupa ser dama de sociedad. Tuvo
suerte o habilidad para encontrar un marido que cumple con los requisitos externos
de darle un cierto estatus (casa propia, viajes, membresías en clubs exclusivos, un
círculo social selecto, etc.). Esta categoría abarca desde la mujer frívola y superficial
hasta la señora sumamente responsable, incluso ingenua, que cumple al pie de la
letra los roles de la perfecta ama de casa: delega las tareas domésticas a la
servidumbre bajo su supervisión, pero ella personalmente lleva a los niños a la
natación, al karate, al club deportivo o a la ortodoncia. Se encarga de que la casa
esté impecable, es una excelente anfitriona, hace quedar muy bien a su marido
cuando la presenta en un acontecimiento social, participa en eventos de caridad,
toma café con sus amigas y tiene una vida cómoda o sin mayores sobresaltos.
Ejercicios
Como mencionamos al principio del capítulo, la mayoría de las mujeres no
correspondemos a una sola categoría. Nuestros patrones de conducta son
combinaciones, en distinta proporción, de varias de las actitudes descritas. También
sucede que en una etapa de nuestra vida estábamos en una categoría y ahora estamos en
otra.
Antes de intentar solucionar un problema, necesitamos saber por qué y cómo nos
metimos en él. Para ayudarnos a contestar lo anterior, las invito a hacer las siguientes
reflexiones, de preferencia por escrito:
3) Sin juzgar, buscando sólo obtener información objetiva, averigua: ¿Cómo se dio
la relación entre tus padres cuando se conocieron?, ¿cómo se llevan ahora? Si
están separados o divorciados, ¿por qué sucedió?, ¿qué pautas de conducta de tu
madre son similares a las tuyas?, ¿hasta qué punto los hombres que te atraen o
con quienes te relacionas se parecen a tu padre?
La realidad es que no es tan fácil. Parece lógico y aun hermoso, propio de los cuentos de
hadas, pensar que dos personas con diferente educación, temperamento, puntos de vista
y actitudes frente a la vida, con diferentes experiencias, influencias familiares y de
relaciones pasadas, con complejos y miedos ocultos o inconscientes, puedan en una
situación en la que se sienten ofendidas, heridas, minimizadas o afectadas en sus
intereses, hacer todo a un lado y sentarse a escuchar tranquila, objetiva y pacientemente
a la pareja, procurando entender el otro punto de vista con actitud flexible y
condescendiente. Seamos realistas, esto rara vez se da en la vida cotidiana.
¿Qué sucede cuando estás muy molesta con tu pareja por agravios recibidos (o
interpretados como tales), diferencias de opiniones sobre puntos delicados para
cualquiera de los dos y deciden charlar al respecto? Veamos algunas de las respuestas
de personas con quienes he trabajado en terapia:
“Mi esposo ni siquiera me escucha, no se interesa por lo que siento, pienso o quiero, es
totalmente indiferente y egoísta, y sólo le importan sus cosas”. “Mi pareja cree que
sólo él tiene razón, que yo estoy loca y que soy la culpable de todo”. “Discutimos por
horas, de manera desgastante, sin llegar a nada, y después pasamos varios días sin
hablarnos”. “Él me convence o me amenaza y yo termino cediendo, sintiéndome
manipulada y muy frustrada”. “Sé que él no tiene la razón y que es injusta la manera
en que me trata, pero estoy tan insegura que tengo miedo de enfrentármele y que me…
(castigue, deje, quite a los niños, no me dé dinero, etc.)”.
¿Qué sucede cuando las personas hablan sobre religión, política, economía o futbol? Si
tienen puntos de vista radicalmente opuestos y no saben ser respetuosos, simplemente
no convencerán al otro. Cada quien tiene derecho a sostener su propia opinión y es
absurdo sentir que siempre tenemos la razón o esperar que los demás nos entiendan,
vean la vida y sean como nosotros lo queremos o necesitamos.
Cuando una mujer me dice: “¿Cómo es posible que él me haga eso?”, yo le respondo
sin justificarlo: “Claro que es posible, él reacciona como hombre y de acuerdo con su
propia historia de vida”. Es curioso que no sólo las mujeres se quejan de no poder
entender a los hombres, también los caballeros insisten en que las mujeres somos raras y
complejas, que no hay forma de darnos gusto, que somos demasiado sentimentales y
poco racionales, etc. Por lo tanto, antes de intentar lo que puede ser una peligrosísima
arma de doble filo, la comunicación, es necesario analizar con mayor profundidad las
diferencias básicas entre hombres y mujeres, no tanto genéticas sino, más bien, de
influencia cultural.
“Estaba enamorado”, “Creí que las cosas iban a funcionar, pero no fue así”, “Me
sentí sexualmente atraído por ella”, “Salí embarazada y me tuve que casar”, “Pensé
que escaparía de los problemas en casa de mis padres”, “Ya tenía yo tal edad y creí
que era hora de sentar cabeza”, “Él era muy diferente cuando éramos novios y después
cambió”.
2) Educación sexual
A los varones se les da a entender que ellos sí pueden tener mayor libertad sexual desde
pequeños sin ser señalados por la sociedad. Es poco común que alguien espere que un
chico llegue virgen al matrimonio y es frecuente que el propio padre, tío, hermano
mayor o amigos lleven al joven con una prostituta para que se haga “hombre”. La novia
no se siente con derecho a cuestionar su decencia si él se acostó con alguien antes que
ella y puede pensar que es hasta mejor que él ya tenga experiencia en ese campo. Sin
embargo, qué diferente es la actitud hacia una mujer. Todavía encontramos en los países
latinos que a las jovencitas se les cuida la virginidad, haciéndoles creer que es su único
valor como mujer y que su esposo tendría todo el derecho de reclamarles si ellas no
llegan “puras” al matrimonio.
Por tradición se ha enseñado a la mujer que nació para servir al hombre y es él quien
manda en el hogar, muy rara vez se fomenta lo que verdaderamente es una pareja en la
que ambos tienen los mismos derechos y obligaciones. Los que se rigen por estos
conceptos anticuados e injustos inculcan en las niñas la idea de que deben atender al
papá y a los hermanos y, posteriormente, al marido. Por lo tanto, cuando se casen, si
están debidamente manipuladas por la culpa, no tendrán ningún inconveniente en
renunciar a ser ellas mismas y dejar a un lado todas sus ambiciones personales y deseos
de superación con tal de que el matrimonio funcione. ¿Cuándo se ha visto que a un
hombre se le pida que deje trabajo, estudio, amistades, aficiones personales y forma de
vestir porque se va a casar? Salvo traer dinero a la casa, él sigue siendo el mismo, pero a
la mujer se le imponen toda una serie de nuevas reglas de lo que es y no es propio
porque ya está casada. Y el condicionamiento hace que sea la misma mujer quien
propicie y perpetúe esta situación.
Está comprobado que los machos son hijos de mujeres abnegadas. La dinámica es la
siguiente: cuando una madre se siente frustrada como mujer y como pareja porque,
según ella, dio todo y sólo recibió humillaciones, sufrimiento y abusos, tiene la
tendencia a enfocar todo su cariño (a veces enfermizo) en los hijos pero, sobre todo, en
los varones. Se esfuerza por sentirse valiosa y querida a través de ellos, ya que no pudo
lograrlo a través del marido, los consiente y mal acostumbra para lograr su amor. El
resultado es que, al crecer, se convierten en hombres egoístas que difícilmente serán
buenos maridos. La cadena se repite y ellos, a su vez, harán desdichadas a sus esposas.
A los hombres se les enseña a ocultar, reprimir o suprimir sus sentimientos desde
temprana edad. “Los hombres no lloran”, “Usted es macho, aguántese” y frases como
estas los van condicionando a que es poco varonil mostrarse débil, tierno, vulnerable o
expresar lo que verdaderamente sienten. Esta programación masculina descontrola a las
mujeres que están acostumbradas a ser más expresivas y comunicativas. Si ellas
intentan acercarse y establecer comunicación con su pareja para indagar qué piensa o
siente en una situación de crisis, es poco probable que él se abra honesta y
completamente; lo más factible es que se presenten los problemas descritos al principio
del capítulo.
Un niño en crecimiento es sumamente sensible, casi como un disco en blanco donde van
quedando grabadas imágenes e impresiones que, de no ser las adecuadas, pueden afectar
su desarrollo personal, emocional y, por ende, su comportamiento futuro. Su verdadero
potencial (lo que piensa que es o lo que puede hacer) puede llegar a verse opacado por
las opiniones negativas, frases hirientes, malos tratos, rechazos, indiferencia, e
información equivocada recibida desde pequeño.
Por ejemplo, al pedir a una de mis alumnas que expresen sus cualidades frente al grupo,
empieza a llorar diciendo que no puede encontrar nada positivo acerca de su persona.
Aunque los demás veamos a una chica bonita y valiosa, ella se percibe fea, tonta, inútil
y muchas cosas más. No ayudará tratar en ese momento de levantarle la moral y decirle
halagos porque no los va a creer y concluirá que lo hacemos por cortesía o por lástima.
Por supuesto, si ella cree que no tiene cualidades y valores, su comportamiento reflejará
esta carencia, traducida en depresión e inseguridad.
El siguiente ejercicio es útil para evaluar nuestra autoestima. Al leer la lista de frases
ofensivas que aparece a continuación, traten de recordar quién se las decía o dice en la
actualidad. Observen cómo se sienten y si creen que son verdad. No traten de juzgar
cuáles se aplican a ustedes; únicamente déjense llevar por el recuerdo y el sentimiento.
- Ese peinado no te queda y además qué mal gusto tienes para vestir.
- Eres una ignorante, no te has preparado, hay muchas mujeres más inteligentes y
capaces que tú.
- Qué torpe eres, nada te sale bien, todo lo que haces son puras porquerías,
siempre te equivocas.
- Esos colores te hacen ver más morena, tienes un tipo muy corriente.
- Eres una egoísta, sólo piensas en ti (eres mala esposa, mala madre…). Deberías
ser más sacrificada.
- Con esa falda (o pantalón) te ves gordísima, pareces piñata.
- Qué genio, pareces león enjaulado, no hay quien te soporte, tú eres la que
siempre empieza los problemas.
- Nunca vas a llegar a hacer nada en la vida, siempre serás despreciada por todos,
eres una fracasada.
- Eres una burra, todo se te olvida, pareces “tarada”, no sé qué hago con una mujer
como tú.
- Te ves tan ridícula y vulgar, deberías aprender de fulanita, ella sí hace bien las
cosas.
- Eres una vergüenza para la familia, lo mejor sería que no hubieras nacido, nadie
te quiere.
- Eres una loca, una cualquiera, ninguna mujer decente no se comporta así.
- Sin mí te mueres de hambre, todo lo que hay en esta casa es mío, yo soy el que
trabaja.
- Qué desagradecida, después de todo lo que he hecho por ti, así me pagas.
- Pareces bruja, eres una malvada, sólo piensas en ti.
- Estoy harto de tu mal humor, yo trabajo todo el día y tú nunca haces nada, sólo
sirves para causar problemas.
- Cuando te conocí, ya no valías nada. Eras una basura porque ya no eras virgen.
Agradécele a Dios que me haya fijado en ti.
- Para eso eres mi mujer, para que haga contigo lo que quiera.
- ¿Cómo no le hice caso a mi madre cuando me dijo la clase de “fichita” que eras?
- No sé cómo me pude fijar en ti, eres tan fea, debí haber estado loco.
Aunque no nos guste evocar recuerdos dolorosos o nos moleste admitir ciertos
pensamientos, hacerlo es necesario para detectar de dónde provienen y cuánto nos
afectaron. Ya somos adultos y podemos reeducarnos, ya no somos los niños indefensos
a quienes los demás hacían como querían. Si alguien me ofende o desvaloriza, ¿por qué
he de dar más crédito a su opinión que a la mía?
Tengo una teoría, a la cual llamo efecto del espejo deformado que ilustra muy bien
este punto. Una persona no puede saber cómo es su cara a menos que la vea en un
espejo o en una superficie reflejante. Lo que el cerebro interprete ante la imagen
dependerá de dos cosas: de la calidad o nitidez del espejo y del estado de ánimo y
convicciones previas sobre su persona.
Si además la persona está deprimida o alterada por las dificultades y reveses de su vida
actual, por problemas económicos y morales para los cuales no encuentra solución, y
por las programaciones pasadas que regresan como fantasmas para atormentarle, no
habrá poder humano que la convenza de que el problema no es ella sino sus ideas
equivocadas.
Cuántas veces nos topamos con personas que son espejos deformes, llenas de traumas y
complejos que se hacen manifiestos cuando tratan con nosotros, que nos ofenden,
Una señora vino a consultarme por un problema y utilizó durante casi una hora este
vocabulario:
“Mi marido dice que…”, “Él se molesta cuando…”, “Mi esposo no está de acuerdo en
que yo…”, “Él opina que no es conveniente que…”.
La pobre mujer no se daba cuenta de que actuaba como marioneta repitiendo las frases
de su marido. Cuando le pregunté: “Bueno, pero tú, ¿qué piensas, qué opinas, qué te
gusta, qué te parece, qué deseas?”, me miró con expresión extraña y muy triste
contestó: “Él me dice que yo no valgo nada y que lo que yo piense o quiera no tiene
importancia”. Éste es un buen ejemplo de los dramáticos resultados de la falta de
autoestima en una relación.
Si una persona es segura, tendrá éxito en los estudios, en el trabajo, con los amigos y en
el amor. Por el contrario, una persona insegura sufrirá abusos y no encontrará la paz
interna. Pero, ¿cómo heredarles esa seguridad a los hijos si generalmente los propios
padres no la tienen?
Cuando realmente se desea ver un cambio en los hijos, los primeros que debemos
cambiar somos los padres. Cambiar no es fácil, pero sí es posible aunque de manera
paulatina. Los cambios no radican sólo en ya no agredir a los hijos con frases hirientes y
abusivas, sino en transmitirles un buen ejemplo. Si la madre es abnegada, está dando
pésimos ejemplos. Muchas mujeres se asignan el último lugar (o ninguno) en sus
pendientes diarios; todas sus actividades, sus esfuerzos y pensamientos van dirigidos a
los demás. ¿Cómo no acabar rendidas, frustradas y de mal humor, sintiendo que no se
les aprecia o valora? ¿Podrán ser buenas madres? Nadie puede dar lo que no tiene. Si no
nos ocupamos primero de nosotras mismas, no podremos ocuparnos adecuadamente de
los demás.
Una señora aportó una valiosa sugerencia basada en su experiencia. Ella acostumbraba
levantarse apresurada para tener listo el desayuno del marido y los hijos antes de salir al
trabajo y a la escuela. Después se quedaba sola y enfrentada a las labores domésticas
que le resultaban tediosas e interminables. Para elevar su autoestima, decidió hacer este
ritual: al quedar sola en casa, antes de iniciar su rutina de trabajo, se preparaba con
calma un delicioso desayuno: el jugo de naranja servido no en un vaso, sino en una copa
de cristal, un rico omelette en plato de vajilla fina, una flor en un florero bonito, café y
pan, todo dispuesto en una charola con mantelito bordado (del tipo que usaría para una
visita importante). Llevaba su desayuno a la cama donde comía sin prisas, disfrutando
de su música favorita y leyendo una interesante revista o libro. Posteriormente se daba
un largo baño y sólo después de estos actos de honor y consideración a sí misma,
procedía con sus labores.
Una persona que no se quiere a sí misma no logrará que la quieran los demás. Si no te
decides a empezar a valorarte lo más pronto posible, tu vida va a ir de mal en peor. Date
cuenta que tienes una enorme responsabilidad de ser feliz y que ese debería ser tu
proyecto principal. No malgastes tu energía en corajes y discusiones, pues con ello no
lograrás cambiar a las personas; utilízala para que puedas mejorar tu calidad de vida.
Esta profunda frase china es muy ilustrativa:
Además, es imposible darle gusto a todos. Aquí se aplica el dicho mexicano: “No soy
monedita de oro para caerle bien a todos”. Veamos un ejemplo. Imaginemos una
reunión de varios amigos y amigas, en la que dos jóvenes se encuentran sentadas
observando a los demás. De pronto llega una tercera a la casa. La llamaremos Mariana y
es una chica joven, alegre, simpática, amigable y acomedida. De inmediato saluda a
todos y se dirige a la señora de la casa ofreciendo su ayuda para servir las bebidas y los
Veamos qué sucede en la mente de las dos primeras observadoras. Una de ellas piensa:
“No soporto a Mariana, es presumida y siempre quiere ser el centro de atención. Es
una lambiscona con la dueña de la casa ofreciéndose a ayudar para hacernos quedar
mal a las otras. Se cree muy superior porque sabe tocar la guitarra, ni que tuviera tan
buena voz. Además qué forma tan descarada de acercarse a ese muchacho y
presentarlo, es una rogona coqueta”.
Siempre vamos a encontrar gente que nos critique, a la que no le parezca lo que
hacemos, cómo pensamos, cómo vestimos o cómo actuamos. Sería cuento de nunca
acabar ir por la vida complaciendo a todos, mucho menos modificando nuestra
verdadera forma de ser por tratar de ganarnos el amor o la buena voluntad de personas
que no nos quieren.
Sólo quienes han aprendido a tomar las riendas de su propia vida pueden aspirar a ser
felices. No se trata de ir en contra de todo ni de todos, sino de que nos dejen vivir a
nuestra manera, principalmente cuando está comprobado que la forma antigua de educar
a los hijos en la mayoría de los casos no ha dado buenos resultados en cuanto a la
relación de pareja.
Agresión
Justificación
Comunicación
Evasión
Ejercicios
Diferencias entre el hombre y la mujer
Autoestima
A los hombres les cuesta mucho intimar emocionalmente porque de niños no se les
enseñó cómo hacerlo. La química, la simpatía o atracción inicial no son suficiente para
lograr este estado, ni la compatibilidad y afinidad de gustos son garantía de esa clase de
comunicación, sobre todo de manera permanente. Quienes anhelan llegar a esos niveles,
primero han de hacer un esfuerzo por conocerse y aceptarse mejor a sí mismos.
Por supuesto, lo ideal sería tener buen juicio para detectar de antemano a personas
conflictivas y no involucrarnos demasiado con ellas (en el caso de parejas); o bien, si no
podemos evitarlas (en el caso de familiares o compañeros de trabajo), saber
sobrellevarlas sin permitir que nos dominen o nos hagan sentir mal.
Cuando las personas que se comunican son ambas maduras, centradas, flexibles,
tolerantes, inteligentes, intuitivas, prudentes, respetuosas, interesadas en la opinión
ajena, han superado ya la necesidad de luchas de poder, de dominio y prefieren conciliar
en lugar de imponer sus razones, no es necesario usar técnicas y se puede dar la
comunicación fluida y totalmente abierta.
Cambio de roles
Indiferencia amable
Frases “Para ti, pero para mí…”
Presuposición
Comunicación escrita (cartas a la pareja)
Cambio de roles
Cuando interactuamos con otra persona, especialmente si estamos involucrados
emocionalmente, muchas veces reaccionamos en forma automática, sin darnos cuenta
de cómo o por qué lo hicimos. Estos impulsos no siempre nos son favorables y, por el
contrario, pueden complicar una situación determinada.
Para podernos dar cuenta de cuáles son esas reacciones precipitadas y erróneas, en
terapia utilizo un ejercicio llamado “cambio de roles” que consiste en lo siguiente:
En una discusión entre Teresa y Raúl, en lugar de que sólo me platique qué sucedió, le
pido que represente su propio papel o el de su pareja y reconstruya lo más cercanamente
posible la escena del conflicto. Representado el otro papel, yo primero contesto de
manera similar y luego diferente de cómo ella lo hace para que tenga un punto de
comparación. El objetivo es mostrarle que si ella cambia de actitud, la reacción de su
pareja probablemente sea diferente.
Si no te es posible asistir a una terapia, realiza este ejercicio con una persona de tu
confianza que tenga cierto nivel de criterio y preparación.
Raúl, esposo de Teresa, llega a su casa después de trabajar de muy mal humor por las
múltiples presiones a que él también está sujeto. Con tono de voz áspero y agresivo le
reclama el incumplimiento de algunas labores del hogar:
Teresa, nerviosa mientras se apresura a complacer a Raúl, le responde con tono sumiso:
– Son sólo pretextos para justificar tu flojera. Además, ¿con qué permiso saliste?,
¿a dónde?, ¿con quién?
Teresa cree que lo mejor es tratar de explicar con calma a su marido lo que hizo para
que la entienda y ya no siga agrediéndola; así que con mucha paciencia dice:
– Cállate y no me mientas. Eres una mujer casada y tienes que atender el hogar,
cumplir con tus obligaciones conmigo y con los niños. Te prohíbo que vuelvas a
salir ¿Entendiste?
– Tú no tienes por qué prohibirme nada. Tengo derecho a hacer lo que me gusta;
si no lo entiendes, ése es tu problema. ¿Acaso yo te reclamo porque los fines de
semana te vas con tus amigos y regresas a las 3 o 4 de la mañana?
– Eso es diferente porque yo soy hombre. Yo no dejo de cumplir en mi trabajo y te
doy el dinero para el gasto de la casa, mientras que tú eres una floja,
desobligada, te vistes como una cualquiera, me dices mentiras, no atiendes a tus
hijos, despilfarras el dinero que te doy en puras estupideces. Ya te advertí que
no quiero que vuelvas a salir sin mi permiso, no te mandas sola y tu deber es
obedecerme, por las buenas o por las malas.
Teresa termina dolida, frustrada, enojada, impotente, sin saber por qué la comunicación
no le funciona. Por su parte, Raúl se siente ofendido e incomprendido y cree que su
mujer no es tan buena persona como hubiera querido.
Primero, cuando ella escucha las protestas y ve la hostilidad de él, se muestra diligente y
bien dispuesta a complacerlo; se disculpa por el retraso en forma sumisa y sólo consigue
que Raúl se muestre intolerante y con mayores derechos a exigir. Después trata de
justificarse mencionando todas las cosas que hizo y cómo se le acabó el tiempo, pero a
él sólo le parecen pretextos y sigue con su actitud intransigente. Luego Teresa intenta
comunicarse, dialogar razonablemente, explicando su gusto e interés por el curso para
que él entienda; pero obtiene dudas y desconfianza, se le acusa de mentirosa e infiel,
tratan de llenarla de culpas y nada de lo que explica sirve para evitarlo. Ya enojada y
queriendo hacer valer sus derechos, se enfrenta a Raúl, señalando que no le puede
prohibir nada, porque él también sale cada fin de semana y ella de todos modos hará lo
que quiere. Para Raúl tal actitud es un desafío a su autoridad y contesta con más
reproches y amenazas. Por último, ante lo inútil de sus esfuerzos y cansada de la
discusión, Teresa decide evadir el problema; no contesta y deja que su esposo siga
hablando solo; con esto él se siente ignorado y contraataca recurriendo al chantaje; le
dice que si ella no cambia, él buscará otra mujer.
Como podemos ver, ninguna de las cinco actitudes funciona; de hecho no solucionan
nada, provocan una escalada de agresión, reproches, amenazas y un mayor
distanciamiento, desilusión y rencor entre la pareja. En este ejemplo incluí en una sola
escena los cinco principales errores de relación, pero aunque se utilice sólo uno de ellos
o cualquier combinación, el resultado generalmente es el mismo.
Indiferencia amable
Esta técnica nos permite responder a los intentos de manipulación, las acusaciones o la
agresión de otra persona sin caer en los errores de justificar nuestros actos, someternos a
su voluntad, evadir o responder con otra agresión.
Para que este método funcione es fundamental conservar la calma, responder con
inteligencia y amabilidad sin engancharse en la discusión y, menos aun, tratar de
convencer a la persona exponiéndole nuestras razones. Al mismo tiempo nos
mantendremos firmes en nuestra posición, pero sin prepotencia, sin adoptar una actitud
de reto, irónica, cínica o francamente rebelde.
Lograrlo no es fácil, pero sí es posible. Requiere mucha práctica, bien sea con un
terapeuta que sepa manejar estas técnicas o con alguna persona de confianza que te
ayude a ensayar las diferentes respuestas para cada situación. Básicamente se trata de
aprender a controlar las respuestas emocionales automáticas y actuar con inteligencia.
Es indispensable que se conserve la serenidad y no te sientas afectada por lo que la otra
persona te diga. Si logras dominar esta técnica podrás evitar muchos conflictos con
otros y adquirir una gran seguridad en ti misma y sin dejar de ser auténtica, pero
evitando que tus emociones te controlen.
La técnica puede sernos de gran utilidad no sólo en una relación de pareja, sino también
en nuestra diaria interacción con gente difícil o agresiva pero que, por razones de
trabajo, familiares o de otro tipo, nos vemos obligados a tratar cotidianamente.
Es importante aclarar que la indiferencia amable sólo funciona cuando estás tratando
con una persona con características pertenecientes al que llamaremos “Tipo A”.
Tipo “A”
Tipo “B”
Por el contrario, si estás tratando con una persona con graves trastornos de conducta,
con traumas no resueltos, complejos e inseguridades, con un carácter esencialmente
violento y agresivo, acostumbrada a controlar y manipular por medio de generar culpas,
a minimizar u ofender verbalmente para ventilar sus frustraciones o conseguir lo que
desea, a quien no le interesa escuchar razones porque cree que sólo lo que dice es
correcto, no intentes aplicar esta técnica (ni ninguna otra) pues no te dará buenos
resultados. No se puede hacer nada con personas tan cerradas y negativas y no debemos
prestarnos a ser su basurero emocional.
Para poder determinar con quién es apropiado utilizar esta técnica, es necesario también
tomar en cuenta otras variables, como el factor de la convivencia diaria. Por lo general,
cuando conocemos a una persona que nos interesa mostramos nuestra mejor cara,
resaltamos nuestras virtudes y ocultamos nuestros defectos o lo que no queremos que el
otro vea. Con el paso del tiempo y conforme se estrecha la relación, bajamos la guardia
y nos sentimos en confianza para mostrarnos tal cual somos y sale a flote lo positivo y
lo negativo de nuestra personalidad.
Si después de tomar en cuenta todo lo anterior descubres que tu pareja es una persona
inflexible, negativa y que nada de lo que hagas servirá, te recomiendo que, apoyándote
en las técnicas presentadas en el capítulo 4, evalúes honestamente por qué estás
involucrada con alguien así; entonces podrás tomar la decisión más conveniente.
Recuerda, decir a manera de pretexto que “lo amo”, no es válido. Es más sano alejarte
definitivamente antes de que te acaben la vida y afecten severamente tu autoestima. No
tiene caso perder el tiempo peleando o discutiendo; es mejor invertirlo en resolver tus
propios problemas internos y, posteriormente, relacionarte con alguien que te
enriquezca y te valore, demostrándolo con actitudes totalmente diferentes.
Con esta distinción en mente, veamos algunos ejemplos de respuestas en los cuales
puedes usar la indiferencia amable. En cada caso, el ejemplo va progresando en
intensidad de impacto o daño; también aquí se toma en cuenta el tipo de relación que
tenemos con la persona, pues no es lo mismo que una amiga no muy cercana nos haga
un comentario ofensivo a que esas mismas palabras las diga nuestra pareja.
Ejemplo número 1
La respuesta con indiferencia amable sería decir, mostrándote tranquila y sin darte por
ofendida:
– Agradezco mucho tu interés por mi vida, María, pero, ¿no te parece que esa
pregunta es de índole muy personal?
En la primera parte de la frase, “Agradezco mucho tu interés por mi vida”, estás siendo
amable. En la segunda parte, te muestras indiferente al no caer en la trampa de contestar
defendiéndote o justificándote.
Al mismo tiempo, de manera sutil y sin agredir (el tono de voz debe ser cortés), evitas
que la persona continúe haciendo ese tipo de preguntas, te muestras asertiva y das a
entender que no estás dispuesta a permitir interferencias en tu vida personal. Si
contestas así, es poco probable que la persona vuelva a molestarte con ese comentario.
Ejemplo número 2
Si estuviera en una situación similar, la contestación con Indiferencia Amable podría ser
(con voz dulce pero muy segura):
– Ay, mi amor, me sorprende que un hombre tan seguro como tú me haga ese tipo
de comentarios. ¿No crees que, en lugar de intentar agredirme con
insinuaciones infundadas, sería mejor que me dijeras directamente lo que
necesitas, por ejemplo que te dedique más tiempo y atención? Te aseguro que
mi respuesta sería más positiva.
jemplo número 3
– Seguramente por eso querías entrar a trabajar a esa empresa, para hacer tu
voluntad como si fueras una mujer sola. No te importa dejar abandonados a tus
hijos.
La respuesta con Indiferencia Amable sería decir, mostrándote tranquila pero firme:
– Cariño, espero te des cuenta del tono tan agresivo en que me estás hablando. Te
quiero mucho y no voy a malinterpretar lo que me acabas de decir porque
supongo que estás pasando por un mal momento. Si me explicas cuál es tu
verdadera preocupación o lo que en el fondo te molesta de una manera más
respetuosa y sin tratar de adjudicarme culpas, con mucho gusto te explico por
qué quiero trabajar y cómo pienso organizarme con los niños.
Con esta respuesta intentas hacer consciente a tu pareja de su agresión, indicándole que
no te agrada su conducta y no tolerarás que continúe. Quizá de momento él se disguste
porque lo haces sentir como un tonto (lo cual desafortunadamente es necesario para que
reaccione), pero al utilizar el argumento de que está pasando por un mal momento le
ofreces una salida airosa para que pueda rectificar sin sentirse humillado.
Posteriormente ofreces la opción de que exponga sus inquietudes, le das su lugar y le
aseguras que su opinión sí te importa, pero al mismo tiempo haces valer firmemente tu
derecho a tomar tu propia decisión.
Ejemplo número 4
Ernesto, esposo se Julia, utiliza la agresión más directa y ofensiva, incluyendo insultos y
palabras altisonantes (Atención: debe valorarse si entra en la categoría de personas
negativas tipo “B”):
Tu respuesta con Indiferencia Amable sería decir, mostrándote molesta pero muy dueña
de ti, con voz firme, educada y sin necesidad de bajar a su nivel imitando su tono
agresivo:
Es muy probable que él se sienta agredido (aunque esa no debe ser tu intención),
especialmente si en su infancia fue tratado de manera agresiva y como defensa aprendió
a repetir esa pauta de conducta. Posiblemente en lugar de cambiar su actitud, te replique
con tono burlón:
De esta forma dejas claro que sus insultos no te afectan y no los seguirás escuchando, al
mismo tiempo le das la oportunidad de que modifique su conducta por el bien de la
relación.
El objetivo es decir pocas palabras pero muy potentes porque van acompañadas de una
actitud que pone límites; obligar al otro a reflexionar sin que necesariamente se sienta
agredido, evitando las desgastantes discusiones y las luchas de poder. Ello nos deja la
enorme satisfacción, no de haber ganado una pelea, sino de haber conservado intacta
nuestra dignidad y nuestra postura sin recurrir a la prepotencia o a los aires de
superioridad. Por el contrario, habremos manifestado autoestima y asertividad.
No se trata de que el otro automáticamente elimine su forma negativa de ser (lo cual no
depende de ti sino de él). Se trata de frenar la agresión e impedir que nos afecte
intensamente.
Con ello demostraremos a los demás que podemos tener puntos de vista distintos que no
tienen por qué ser antagónicos; con mucha inteligencia lograremos hacer de nuestras
diferencias una armonía basada obviamente en el respeto. Si crees que mereces que tus
ideas sean respetadas, con esta técnica aprenderás a hacerlas valer.
Ejemplo:
El marido dice:
- No estoy de acuerdo en que estudies inglés. Una mujer decente debe quedarse
en la casa y no andar de vaga descuidando sus obligaciones. Además ya estás
muy vieja y eres bastante tonta, no creo que aprendas nada.
La esposa, en lugar de enojarse por la agresión y salir con una defensa inmediata, puede
decir en tono tranquilo y amable:
Él podría replicar:
Presuposición
Si constantemente señalamos los defectos a nuestra pareja, su reacción y actitud hacia
nosotros será negativa y defensiva. En lugar de sentirse motivado a cambiar, quizá
continúe, de manera deliberada, con la conducta que nos molesta. Por otro lado, si
únicamente lo halagamos, exagerando o inventando virtudes que no tiene, percibirá
nuestra hipocresía y sentirá desconfianza pensando que queremos manipularlo. El punto
de equilibrio sería la presuposición, que consiste en reforzar la buena conducta que
esperamos de nuestra pareja, otorgándole un reconocimiento sincero y muestras de
aprecio y agradecimiento cada vez que hace algo positivo.
Ejemplo
Luisa está muy ocupada porque trabaja fuera de casa y tiene que atender a dos niños
pequeños. Su automóvil está fallando y le gustaría que su marido lo lleve a reparar el fin
de semana, pero él suele dedicarlo a descansar viendo la televisión. En vez de esperar a
que él se niegue y empezar la larga lista de reproches (“Eres un vago desconsiderado,
No insinuamos que ésta sea una frase milagrosa. Tal vez él tenga otra cosa que hacer,
no esté educado para cooperar en la casa o simplemente desee quedarse a descansar,
pero si la mujer insiste con este tipo de frases, tarde o temprano logrará una reacción
positiva. Si en el pasado lo trató de manera negativa, necesitará mucha paciencia para
que él se sienta motivado a cambiar. Un dicho muy sabio indica que: “En la manera de
pedir está el dar”.
Comunicación escrita
Ciertamente hay personas con las que es muy difícil, si no imposible, hablar. Algunas
de las mujeres con las que he trabajado se quejan de que sus maridos son herméticos,
evasivos o violentos y que cuando ellas intentan el diálogo, se frenan de inmediato ante
respuestas como: “¡Ay, ya vas a empezar!”, “Estás loca”, “¿No podemos discutirlo en
otro momento?”, “Ya lo hemos hablado y sigues con eso”, o sencillamente el silencio y
la indiferencia.
Al recibir nuestra carta, lo más probable es que la lea hasta el final aunque sea
por curiosidad. Hay que procurar no estar presente después de entregársela para
que la pueda leer tranquilo y en el momento que lo desee. Uno de los grandes
problemas del diálogo verbal es que no siempre sabemos si lo practicamos en el
momento oportuno.
Puedes abordar el asunto que te interesa sin desviaciones, es decir, sin cambiar
el tema y expresando todo lo que necesitas decir.
La mayoría de los hombres contestarían la carta, ya sea por escrito o con comentarios
verbales, en especial si todavía existe algo de voluntad para que la relación mejore. No
descartamos que algunas parejas muy difíciles o negativas ignorarán nuestra misiva,
pero por lo menos nos habremos cerciorado de que estén enterados de cómo nos
sentimos y qué pensamos hacer. Desahogarnos positivamente es de enorme valor
terapéutico.
Por tanto daremos como ejemplo dos tipos de cartas, que pueden servir como base para
que elabores la tuya propia, adaptándola a tus circunstancias.
Carta número 1
(Para situaciones en las que todavía puede haber una reacción favorable; se escribirá
después de haber leído con detenimiento los consejos que se dan en el capítulo 4 sobre
el Análisis de la Relación Total.)
Isidro:
Por supuesto que estoy abierta a escuchar cuál es el enfoque que tú le das y
tratar de llegar a una solución. Si definitivamente no es posible ponernos de
acuerdo, podemos acudir a una tercera persona experta en conflictos de pareja
que nos oriente al respecto.
Aún con todos los malos entendidos y resentimientos quiero que sepas que de mi
parte todavía existe amor y buena voluntad para resolver los problemas, pero
para que un matrimonio funcione tiene que haber un esfuerzo conjunto. Espero
que leas esta carta con todo detenimiento y que te des cuenta de que quiero que
nos demos una última oportunidad de ser una pareja bien avenida. Si estás de
acuerdo, te aseguro que contarás conmigo para que ambos cambiemos en lo que
sea necesario.
Las promesas y las buenas intenciones no bastan. Las cosas han llegado a un
punto crítico donde es indispensable tomar decisiones para definir cuál va a ser
nuestro futuro. Yo ya no puedo seguir como estoy porque no es sano y me siento
muy desdichada. Espero tu respuesta, de preferencia por escrito, y tomaré muy
en cuenta lo que tengas que decirme.
Te ama
Sofía
Javier:
Los pleitos, discusiones y problemas entre nosotros cada día están peor.
Vivimos en un verdadero infierno, nos hacemos mucho daño y estamos
perjudicando gravemente a nuestros hijos. Ninguno de los dos se comporta
como el otro esperaba y, pese a que yo he hecho varios intentos de llegar a un
acuerdo, no veo la salida porque tu actitud ha sido sumamente cerrada e
inflexible. Sin embargo, quiero ser honesta y decirte lo que realmente pienso y
lo que planeo hacer.
(Presentación del problema –el cual varía de acuerdo con cada caso)
Espero tu respuesta, de preferencia por escrito, para ver cuál de las dos
opciones prefieres. No quiero guerra; si es necesario separarnos, me gustaría
que fuera de mutuo acuerdo y en forma pacífica. Sin embargo, si tú me agredes,
ya me siento más fuerte y preparada para hacerte frente.
Existen muchos aspectos de nuestra vida que nos pueden causar gran satisfacción o
terribles problemas. La armonía y la paz interior dependen de que procuremos mantener
un sano equilibrio en estas diferentes áreas. No es posible tener una vida balanceada y
estable si nos dedicamos con exceso a una sola área y descuidamos las otras.
Por ejemplo, si un hombre dedica casi todo su tiempo, interés, esfuerzo y energía
exclusivamente a su trabajo, los aspectos de su vida que pueden verse afectados
negativamente serán su salud física y espiritual, sus relaciones afectiva, familiar y
sexual, sus amistades, diversiones y mucho más.
Si una mujer pone la misma dedicación exagerada sólo a su belleza, quizá se convierta
en una persona inculta e ignorante, espiritualmente hueca, emocionalmente frívola y
familiarmente negligente e irresponsable.
Si una persona vive sólo para amar, convirtiendo a otro ser humano en el centro de su
existencia, dejando todo a un lado para obtener o retener el amor de la pareja, se hará
obsesiva y dependiente, descuidando otras áreas muy importantes de la vida.
Cuántas mujeres por dedicarse sólo a su familia, se han olvidado de estudiar, trabajar,
atender su salud, desarrollar sus intereses y aficiones, no se diga sus necesidades
afectivas.
Podríamos comparar su caso con un cuerpo humano al que sólo se le ejercita una parte,
un brazo por ejemplo, el cual se vuelve musculoso y fuerte por hacer mucho ejercicio
con él. Pero cuán ridículo y desequilibrado se vería dicho cuerpo con todas sus demás
partes débiles y subdesarrolladas. No tendría balance ni armonía.
A continuación presento una gráfica de las áreas más importantes de la vida de un ser
humano que se deben atender para lograr este equilibrio. Como dijera Jesucristo: “Al
César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Para cambiar lo que está
Ejercicio
Marca con un punto en la gráfica, en una escala del 0 al 100, tu grado de satisfacción en
las diferentes áreas de tu vida. Une los puntos con rayas para ver cómo está tu vida en la
actualidad.
Gráfica de Equilibrio
Nombre: ______________________________ Fecha: __________________
(Repetir a los tres meses con otro color de tinta para comprobar progresos)
100
90
80
70
60
50
40
30
20
10
0
Familiar Física
Intelectual Sentimental
Social Económica Laboral excluyendo (salud y Espiritual
y cultural y sexual
a la pareja) presentación)
Social
Somos seres gregarios y, salvo los muy introvertidos y solitarios, la mayoría se siente
bien conviviendo en grupos. Pertenecemos a un país, estamos unidos de forma
patriótica por diferentes cosas, desde un sencillo partido de fútbol hasta la defensa
acalorada de nuestra nacionalidad ante extranjeros. Nos sentimos orgullosos y somos
leales a la escuela en la que estudiamos o a la ciudad en que vivimos.
Tener un grupo de amigos es algo importante y nutriente, tanto para divertirnos juntos
como para poder hablar de algún problema íntimo. Lo importante no es cuántos amigos
tenemos, sino la calidad y profundidad de la amistad. Algunas personas son muy
comunicativas y populares por su simpatía y su don de gentes, otras son calladas y
selectivas respecto de a quiénes otorgan su amistad.
Podemos tener algunos conocidos, o aun algunos llamados “amigos” con quienes no
desarrollamos una relación profunda por falta de tiempo o de intereses compartidos. Sin
embargo, ser buen amigo es tan importante como tener buenos amigos. Requiere
dedicación, paciencia, lealtad, ayuda, solidaridad, interés en la otra persona y
sinceridad.
La amistad implica compartir con otro lo que somos, lo que sentimos, nuestras
aspiraciones, gustos e intereses, pero también nuestras penas, decepciones y angustias.
Un verdadero amigo es alguien en quien se puede confiar plenamente sin temor a que
nos rechace por nuestros defectos o se aproveche de nuestras virtudes. Es aquel que está
con nosotros en las buenas, pero también, y principalmente, en las malas. Es amigo
quien nos ayuda a conocer y corregir nuestras debilidades o conductas negativas, no
quien las solapa, encubre o nos critica de manera destructiva y minimizante.
Quizá mis lectoras se lleven algunas dolorosas decepciones, pero aunque sólo
encuentren a un amigo, les aseguro que la recompensa será inmensamente satisfactoria.
El verdadero amor, auténtico, sólido y permanente se fundamenta primero en ese tipo de
amistad, que posteriormente se complementa con la atracción sexual y la decisión
mutua de compartir un proyecto de vida.
Economía (independencia)
Cuando somos jóvenes y nuestros padres nos mantienen, la única esperanza que
tenemos para obtener independencia económica es prepararnos para trabajar y tener
nuestros propios ingresos. Al casarse muchas mujeres pasan a depender totalmente del
marido. Si él es cumplido, generoso y responsable, la esposa se puede dedicar
tranquilamente a las labores del hogar, las cuales son sin duda muy valiosas y
necesarias. Desafortunadamente, nadie puede garantizar que nunca quedará viuda, se
tendrá que separar o divorciar, el marido enfermará, perderá el empleo o se presentará
una crisis económica tan fuerte que haga necesario que ella colabore con los ingresos de
la casa.
Si descuidó por completo el área económica independiente, no sabrá cómo hacer frente
a esas situaciones inesperadas. Incluso si se encuentra atrapada en un matrimonio
conflictivo o totalmente insatisfactorio, no podrá tener voz y voto en la toma de
decisiones y habrá de aguantarse por sentirse incapaz de mantenerse a sí misma y a sus
hijos. Por consiguiente, es recomendable que la mujer no dependa totalmente de su
esposo, que no abandone sus estudios y preparación, pues ello le impediría, si las
circunstancias la obligaran, reingresar fácilmente al trabajo.
Laboral (capacidades)
Este aspecto está totalmente ligado a lo económico porque, a menos que cuentes con un
sustancioso patrimonio de la familia de origen o hayas sido afortunada en la lotería,
obtendrás tus ingresos de tu trabajo o profesión, como a la mayoría de la gente le
sucede.
Si estás casada, haz a un lado las presiones de los demás y busca la manera de obtener
ingresos extra sin descuidar tu hogar. Puedes hacer un trabajo de medio tiempo o algún
tipo de labor dentro de la casa (ventas, costura, pastelería, elaboración de objetos
decorativos, dar masajes, etc.). Organiza tu tiempo y, sobre todo, ten confianza en ti
misma. No te desanimes pensando que ya estás grande o no tienes preparación. Nunca
es demasiado tarde. He visto a muchas mujeres que se sentían desesperadas y
deprimidas en el aspecto económico/laboral y sacaron fuerzas interiores para cambiar su
vida.
Si estás separada, viuda o divorciada, con mayor razón se aplican los consejos
anteriores. Si te sientes insegura en esta área, repasa tus habilidades básicas y busca
asesoría; existen muchos centros de capacitación gratuitos o de muy bajo costo.
Intelectual y cultural
Cuando ayudamos a nuestros hijos a hacer las tareas, nos damos cuenta de que ellos
están recibiendo una formación académica muy diferente a la que nosotros tuvimos.
Muchos esposos están interesados en política, avances tecnológicos, en asuntos
relacionados con su actividad laboral o espectáculos de índole cultural. En el trabajo o
con las amistades se comentan diferentes tópicos que nos obligan a mantenernos
actualizadas.
Revisa cómo están tus relaciones con tu familia en general: madre, padre, hermanos,
hijos. Aprende más sobre relaciones humanas a través de libros, cursos, conferencias,
programas de radio, terapias individuales o familiares. Comprende, escucha, haz valer
tus derechos de manera inteligente y conciliatoria.
Generalmente ésta es un área muy descuidada, sobre todo cuando damos prioridad al
trabajo o a los problemas sentimentales. No se trata de seguir los parámetros a veces
imposibles de las revistas de belleza, sino de cuidarnos a nosotras mismas como una
muestra de amor y autoestima.
Vigila tu alimentación, tus malos hábitos (cigarro, alcohol, café, pastillas para los
nervios, etc.), haz ejercicio, asiste al ginecólogo o al dentista, duerme tus horas, medita
para aliviar el estrés, oye música agradable. En cuanto a tu presentación, acepta tu edad
y tu tipo físico (rubia, morena, bajita, alta, delgada, robusta). Mejora lo que puedas, sin
volverte obsesiva o perfeccionista. Arréglate de acuerdo con tu estilo personal (tampoco
para este aspecto pongas como pretexto el tiempo o el dinero; muchas veces son la
actitud y el estado de ánimo los que determinan nuestro arreglo). Aun la mujer más
pobre, si desea verse agradable, lo logra. Si está limpia, bien peinada, con maquillaje sin
exagerar, con algún adorno sencillo como unos aretes o una pañoleta de buen gusto, se
verá bonita.
Sentimental y sexual
Para la gran mayoría de las mujeres éste es el punto que les genera más sufrimiento y
donde se sienten más impotentes para hacer cambios. Algunas erróneamente lo
atribuyen a la mala suerte o a que las personas que tienen (escogen) como parejas no las
comprenden, no las quieren o las tratan mal.
Espiritual
Únicamente una advertencia: ten el suficiente criterio para no unirte a grupos fanáticos
o manipuladores que te confundan o te exploten, especialmente si estás pasando por un
momento vulnerable de tu vida. No te dejes llevar por el espejismo de ser aceptada por
un grupo que te promete ser dueño de la “verdad absoluta” o que te provoque culpas. Sé
sincera en tus creencias y en la búsqueda del camino espiritual, pero conserva tu
autonomía y tu libre albedrío.
En resumen, basta de quejarse. Hay que poner manos a la obra porque los cambios no se
darán solos. Dios dijo: “Ayúdate, que yo te ayudaré”. En cuanto a tu pareja, no
empieces tratando de que cambie ÉL, primero cambia TÚ y verás cómo la relación se
modifica.
Aunque tu relación actual no sea muy armoniosa, por lo menos es familiar para tu
pareja. Aunque se quejen el uno del otro y tengan conflictos y diferencias, más o menos
saben ya cómo van a reaccionar. Cuando tú empiezas a cambiar, aunque sea para bien,
lo más probable es que, de momento, causes un enorme descontrol, desconfianza y hasta
enojo en tu pareja.
La siguiente comparación nos ayudará a entender mejor el proceso. Si una madre que
lleva a un niño pequeño a vacunar está informada de antemano que la vacuna es
benéfica y el médico le advierte que es de esperarse una reacción con ciertas molestias
como fiebre, inapetencia, llanto y molestias para el bebé, ella tomará de manera
tranquila estos inconvenientes pasajeros, porque está consciente que a la larga son para
el bien de su hijo. Sin embargo, si una mujer totalmente aislada de la civilización de
pronto se enfrenta con un señor en bata blanca que saca un instrumento puntiagudo con
el que inyecta a su niño, el cual llora por el dolor, el susto y luego se lo entrega sin
advertirle los efectos, cuando la vacuna haga reacción, la madre va a pensar que su hijo
enfermó gravemente por el daño que le causaron el médico y la medicina.
Muchas veces nuestros cambios sirven como una especia de vacuna ante la conducta de
nuestra pareja y tienen efectos negativos temporales.
Los siguientes son los pasos usuales en el proceso de cambio:
4. Enojo del hombre. Algunos varones, sobre todo aquellos que adoptan actitudes
machistas y controladoras, reaccionan como niños consentidos a los que de
pronto se busca disciplinar. No les parece la nueva conducta de su pareja porque
Conviene revisar con detenimiento el ejercicio del capítulo 5 respecto del tipo de pareja
que atraemos, para hacer profundas modificaciones en nuestras actitudes, conductas y
darnos cuenta de que no siempre quienes más nos gustan o nos atraen, son quienes más
nos convienen.
Una de las cosas más satisfactorias que me dijo una paciente en terapia fue: “Lucy,
acudí a ti con el afán de recuperar a mi pareja, pero a quien realmente recuperé fue a
mí misma. Fue casi como revivir a una muerta, porque así me sentía después de una
relación tan conflictiva y devaluatoria”.
He comentado reiteradamente a lo largo del libro que es imposible tener una buena
relación de pareja si no tenemos una buena relación con nosotras mismas. Si se tratara
de ayudar o salvar a otra persona, estaríamos prestas para defenderla y apoyarla, más
aun si la queremos o nos interesa. Sin embargo, qué difícil es querernos, cuidarnos,
protegernos y luchar por nuestra propia satisfacción. Debemos eliminar esas vocecitas
del pasado que nos gritan: “Egoísta, primero están los otros, tú no vales, no puedes…”.
Desde luego que tus necesidades físicas, emocionales e intelectuales son válidas.
¿Quién no desea obtener compañía, afecto, lealtad, interés, apoyo o sexo de su pareja?
Los que a veces son inadecuados, incluso enfermizos, son los métodos que utilizamos
para tratar de llenar esas necesidades. Si estamos solos, tristes, desesperados,
devaluados, emocionalmente hambrientos y sexualmente insatisfechos vamos a
proyectar actitudes que evidenciarán nuestra profunda vida carencial y con ello
generaremos resultados tales como el continuo rechazo hacia nuestra devaluada persona
o bien algo aún peor, vernos involucradas con personas igual o más enfermas que
nosotros.
La invitas a entrar. Ella tiene miedo, no confía en ti, no confía en nadie. Está demasiado
acostumbrada al dolor, tiene el aspecto de un animalito herido replegada en un rincón.
Afuera, la noche es oscura, fría y lluviosa; sin embargo, tu departamento es cálido y
acogedor.
Percibes que la niña tiene hambre, frío, pena. Te apresuras a prepararle algo de comer,
un baño reconfortante, ropa limpia y seca. Guardan silencio y ella, un tanto recelosa,
acepta tus atenciones. La acuestas en tu cama, la arropas y ves su carita dulce y
agradecida. No está acostumbrada a que la traten de manera cariñosa y protectora.
Siempre recibió regaños, reproches, críticas, quizá hasta maltratos y abusos.
Siempre dedicaste tu energía a complacer a los demás, a cumplir con lo que se esperaba
de ti, a buscar desesperadamente conseguir afecto de fuentes externas. Durante todo ese
tiempo ella ha estado sola y abandonada, no tiene quien la cuide, la defienda, la proteja,
la estimule, la llene de afecto.
La dejas hablar, decirte lo que realmente necesita, lo que espera de ti. Te nota sincera, te
va tomando confianza, corresponde a tu cariño y juntas hacen planes para el futuro. Los
problemas siguen allá afuera, pero unidas podrán vencerlos. Deciden no quedarse
atoradas recordando los malos tiempos; dejan de hacer reproches a todos y se
responsabilizan de sus decisiones futuras. Saben que les espera un largo camino, pero
que van a salir adelante.
Con esa agradable sensación, la nenita se quedará dormida en tus brazos, con plena
confianza en que tú estarás siempre a su lado y que ya no volverás a fallar.
Con este ejercicio aprenderás a detectar la enorme oportunidad que tienes ante ti. De
niña no pudiste hacer nada frente a los seres que te lastimaron y te hicieron sufrir, pero
hoy eres adulta, cuentas contigo y sabes que nadie te hará nada más que lo que tú
permitas.
Aunque este ejercicio es muy doloroso y generalmente provoca llanto, las lágrimas son
de recuperación. Puedes llevarlo a cabo sola o guiada por un terapeuta y resulta de gran
ayuda emocional. Por mucho que tratemos de llegar a conclusiones intelectuales dentro
de nuestro proceso de transformación, si no van acompañadas por el contacto de las
emociones, no es completo.
Este ejercicio es muy útil para conocerte mejor. Imagina que estás harta de todo, que
has llegado a tu punto límite, ya no sabes realmente quién eres, qué tienes, qué vas a
hacer a futuro. Los problemas y las presiones te agobian, parece que nadie te comprende
y no cuentas con apoyo externo verdadero y confiable.
De pronto te encuentras en el aeropuerto con dinero suficiente para irte de viaje tú sola
durante una semana. Escoges tu destino, compras el boleto y te subes al avión. No
El avión despega y cuando la aeromoza pasa con las bebidas, te vuelves a ver quién es
tu compañera de viaje. Se trata de una mujer de edad indefinida, con rostro sereno y
agradable, te sonríe desinteresadamente. Su presencia te inspira confianza y en su
mirada detectas una total aceptación.
Continúas en silencio, dudando si quieres iniciar una conversación con ella. Finalmente
te decides, te asaltan unos enormes deseos de hablar de ti, pero no para impresionarla
con la actitud que generalmente adoptas para quedar bien con otros o para ser aceptada.
De nada te serviría, ya que esta persona, aunque habla bien español, no conoce nada de
tu mundo. Tampoco deseas solamente quejarte o aburrirla con tus problemas. No estás
de humor para plática frívola y sin trascendencia.
Te parece increíble, pero súbitamente te ves charlando con esta persona como si la
conocieras desde hace años, con una enorme confianza y sinceridad. Le cuentas tus
sueños, tus anhelos, tus logros, tus miedos. Te muestras tal cual eres, sin miedo a ser
juzgada, criticada o rechazada. Al ver que ella te escucha con gran comprensión, te
invade la agradable sensación de no tener que fingir, esforzarte, complacer para recibir
afecto y atención.
Conforme hablas, te das cuenta de que eres una persona valiosa, con virtudes y defectos
como todos, pero con derecho a ser tú, a manifestarte, a aceptarte; te das cuenta de que
todo está bien. Te llenas de paz interior y decides que, de ahora en adelante, no tendrás
miedo de pensar y actuar de acuerdo con tu verdadera esencia.
Anota por escrito lo que le dirás a esta persona acerca de ti. Si tienes un buen terapeuta
o alguien de toda tu confianza, practica el ejercicio de manera verbal.
Busca en tus viejos álbumes fotos tuyas en diferentes etapas de tu vida: una de niña, una
de adolescente, una de joven, alguna donde te veas con cara triste, otra con cara feliz,
etc.). Toma un cuaderno y pega cada foto, dejando espacio suficiente para que después
describas, como si fueras una tercera persona, lo que hace, piensa y siente la persona de
la foto.
Continúa los relatos con un total de cuatro o cinco fotos hasta llegar a una fotografía
actual. Observa la diferencia de estados de ánimo y actitudes en cada una. “Habla” con
las personas de las fotos, tanto para ver qué te dicen como para interactuar con ellas,
contactando los sentimientos más profundos, brindándoles apoyo y tratando de llegar a
acuerdos sobre cómo será su vida futura.
Este ejercicio, aunque se puede hacer sola, es de mucho más provecho si se cuenta con
la ayuda de un terapeuta competente.
Ejercicio
Evaluación de la relación total
Ejemplo:
Ejemplo:
CON ÉL SIN ÉL
A un año: A un año:
A dos años: A dos años:
A diez años: A diez años:
En mis clases yo comparo esta decisión con la de someterse a una operación quirúrgica.
Imaginemos que llevamos varios años con un dolor intenso. Ya probamos diversas
Una persona sensata, aunque le desagrade la idea de operarse, está consciente de que a
la larga es por su bien y hace los arreglos necesarios. Tal vez pida prestado para
sufragar los gastos, encargue a los niños con su mamá o algún familiar y trate de
tranquilizarse con una actitud más positiva. Al despertar de la anestesia se va a sentir
muy mal, pero sabe que sólo pasará unas horas en la sala de recuperación. En cuanto
reaccione favorablemente, la trasladarán a un cuarto de hospital, donde continuarán las
molestias, mitigadas por medicamentos. Pero se trata sólo de unos días.
Posteriormente llegará a su casa, todavía incapacitada para hacer una vida normal y
tendrá que aguardar con paciencia el tiempo razonable de la convalecencia. Superado
todo esto, se sentirá totalmente restablecida y tranquila. Aunque la cicatriz quedó ahí,
los dolores y los riesgos para su vida desaparecieron.
El separarte o divorciarte es algo muy similar a la operación, los primeros días pueden
ser terribles y la recuperación posterior muy lenta pero, tarde o temprano, tu vida será
mejor.
Para analizar cuán preparada estás para la separación o el divorcio, antes de informarle a
tu marido o de acudir al abogado, contesta el siguiente cuestionario que te permitirá
identificar los tipos de dependencia que gravitan en tu vida.
Dependencia económica
Dependencia social
— ¿Tus únicas amistades son las de tu esposo o las vecinas que están igual o peor
que tú? ¿Te has olvidado de tus amigos y amigas de soltera?
— ¿Te has aislado del mundo para dedicarte por completo a tu marido y a tus hijos?
— ¿Tus salidas de fin de semana han sido casi siempre a casa de tus padres o los de
él?
— ¿Piensas que una mujer no vale a menos que vaya acompañada por un hombre?
¿Irías sola a una boda, a una cena o a otro compromiso al que usualmente se
lleva pareja?
— ¿Te has vuelto una inútil fuera de las labores exclusivamente domésticas?
Recomendaciones: Empieza lo más pronto posible a tratar de hacer algunas cosas por ti
misma. Cuando se trata de corregir algo de golpe nos sentimos abrumadas. De vez en
cuando resuelve algunos problemas sin pedir ayuda o consejo a tu marido para ir
fortaleciendo tu carácter. Te sentirás cada día mejor y más orgullosa de ti misma. Los
hombres son muy importantes, pero no indispensables.
— ¿Crees que todavía eres una mujer atractiva, sexy, interesante? ¿Te miran los
hombres cuando vas por la calle?
— ¿Te sientes vieja, fea, gorda (o cualquier cosa negativa) e incapaz de atraer a un
caballero?
Recuerda que antes de conocerlo te sentías bien y que existen otros hombres que valen
la pena. ¿Realmente es tu pareja tan guapo, maravilloso y lleno de cualidades como para
que sufras por él o estás aferrada por miedo y dependencia?
— ¿Siempre tratas de darle gusto a la gente con tal de que te quieran o de que
piensen que eres una buena persona?
— ¿Te afecta mucho que alguien te critique? ¿Llegas a dudar si los demás están
bien y tú estás mal?
— ¿Te manipulan con facilidad haciéndote sentir que no estás cumpliendo con tu
deber?
— ¿Sabes realmente cuál es el papel de una buena esposa y madre sin dejarte llevar
por prejuicios convencionales?
Recuerda utilizar las frases “Para ti…, pero para mí…” que aprendiste en el capítulo 3
sobre la comunicación. No intentes convencer a gente que no entiende tus ideas o tu
conducta. No dudes, mantente firme.
No dependas sólo de la pensión que tu marido quiera darte, busca tener tus propios
ingresos para que tu nivel de vida no baje repentinamente ni tengas que andar
pidiéndole limosna porque no te alcanza.
En esta etapa quizá te convenga estar sola mientras logras poner en orden tu vida, tus
pensamientos y sentimientos. Desarrolla tu autoestima y verás cómo te volverás
selectiva, ya no te conformarás con lo que sea con tal de no estar sola. Sé paciente,
trabaja mucho en ti y lo lograrás. Te aseguro que, aunque primero tengas que atravesar
un periodo difícil, estarás mucho mejor que antes de tu transformación.
El comentario anterior debe interpretarse con mucho cuidado, ya que las vocecitas del
pasado brincarían automáticamente para hacernos sentir culpables con frases como: “No
importa lo que tú sufras, aguántate por tus hijos”, “Si te equivocaste al escoger pareja,
tus hijos no tienen por qué sufrir por ello”, “No tienes el derecho de quitarles el padre
a tus hijos (las comodidades económicas, la compañía y el supuesto apoyo que tu
marido les da)”, “Si te separas o te divorcias, tus hijos se van a ir por el mal camino; se
van a volver drogadictos, vagos, traumados; van a bajar sus calificaciones; se pondrán
muy tristes”, “Tus hijos van a convertirse en unos rebeldes, tú no puedes con ellos
sola”; “Los niños te culparán de haber destruido el matrimonio”.
Insisto en que cuando no está en nuestras manos proporcionar a los hijos el hogar
modelo, porque no depende sólo de nosotras, y tenemos tranquila la conciencia por
haber hecho todo lo que está a nuestro alcance para que la situación mejore, es mejor
enfrentarlos a la realidad que continuar en un ambiente de conflictos, agresión e
indiferencia que a la larga los daña más.
Recuerda el dicho que dice: “Quien con lobos anda, a aullar se enseña”. ¿No te parece
totalmente contradictorio transmitirles valores morales si al mismo tiempo continúan al
lado de su padre cuya influencia puede ser tan fuerte que posteriormente presenten
rasgos de conducta similares a los de él? Una señora comentaba en terapia: “Mi hijo
mayor es un machito igualito a su papá”. Otra me comentó que su hijo de ocho años,
enfurecido porque ella lo reprendió, se le fue encima a golpes; cuando ella lo tomó de
los brazos para frenarlo, el chico le dijo: “Cuando llegue mi papá te vamos a pegar
entre los dos”. Esto demuestra que el pequeño consideraba muy natural que los
hombres maltraten a las mujeres. En un hogar mal avenido los niños se convierten en
huérfanos emocionales; ni el padre ni la madre, aunque vivan juntos, les pueden dar
buenos ejemplos y sustento emocional.
Una paciente mía tomó medidas muy adecuadas el día que su esposo se fue de la casa.
Por supuesto le dolía ver terminado su matrimonio, pero sacó el valor interno para salir
adelante empezando con lo siguiente: En vez de ponerse a llorar, actuar en forma
deprimida y desesperada, le dijo a sus hijos: “Sé que éste es un momento difícil para
todos, pero vamos a verle el lado bueno y a unirnos más. Ya no van a presenciar gritos
ni discusiones, la casa va a estar en paz. Hoy es el inicio de una nueva vida, les pido
que me ayuden a ser valiente”. Salió al mercado, compró flores, hizo una rica comida,
puso música alegre, después de comer organizó juegos de mesa con sus hijos, en la
noche los acompañó a la cama y les contó un cuento, arropándolos para que se sintieran
bien. Posteriormente se retiró a su recámara. Aunque tenía ganas de llorar, pensó que
finalmente podría dormir tranquila sin preocuparse por la hora en que llegaría el marido
o si estaba o no con la otra. La mañana siguiente pidió a sus hijos su cooperación en las
labores del hogar y su reacción fue positiva. Con algo de miedo, pero con mucha fe en
Dios y en sí misma, salió a la calle a buscar trabajo, viendo el futuro con optimismo.
Es de esperarse una crisis temporal de adaptación y debemos tener paciencia hasta que
pase. Sin embargo, si los hijos reaccionan de manera inadecuada, es preferible buscar
ayuda profesional que llenarse de culpas o agravar más los problemas por no saber
cómo actuar. Por otro lado, hay muy buenos libros de autoayuda dedicados
específicamente a estos temas y que contienen las investigaciones de profesionales
serios.
Muchos estudiosos sobre problemas de pareja coinciden en que lo dañino para los hijos
no es el divorcio en sí, sino el camino tortuoso que toda la familia ha tenido que recorrer
para llegar a ese momento.
Matrimonios atorados
Con el paso de los años, al ver que nuestras expectativas no se cumplieron, llegamos a
la conclusión de que no nos casamos con la persona apropiada ni por los motivos
apropiados. Quizá ninguno de los miembros de la pareja era lo suficientemente maduro
o consciente de lo que implicaba una relación de pareja y caímos en varios de los
errores descritos en este libro.
Sin embargo, nos vemos atoradas en una situación que ni es lo suficientemente mala
para pedir el divorcio, ni lo suficientemente buena para sentirnos plenas y realizadas. Es
posible que ya tengamos hijos e intereses económicos en común (una casa, por ejemplo)
y que el esposo tenga varias cualidades que vale la pena tomar en cuenta, como ser buen
padre, buen proveedor, de carácter tranquilo y no causar problemas mayores como
alcoholismo, golpes, mujeriego, etc. No hay suficientes motivos para pedir el divorcio;
además, los hijos están muy a gusto con su padre y no entenderían por qué la madre
quiere destrozar el hogar.
Muchas parejas han pasado ya por este proceso y algunas mejoran su relación, aunque
hay otras que tienen que admitir que son incompatibles en aspectos muy importantes.
Las voces del pasado entrarían en acción para decirnos: “Aguántate y dale gracias a
Dios de que no te tocó un hombre tan malo. Si buscas otro, tal vez te salga peor que el
que tienes y luego te vas a arrepentir”. La mujer se conforta por un tiempo y
generalmente se mantiene muy ocupada con sus deberes en la casa, en el trabajo o con
los hijos adormeciendo el clamor de sus necesidades interiores. Puede tratar de
convencerse, poner énfasis en el lado bueno de su marido y casi forzarse a creer que
todo está bien, que no debe de ser egoísta e incluso que es afortunada.
Las reacciones del marido varían desde sentirse francamente molesto por las
demandas de su mujer, porque lo hacen sentirse inadecuado (él interpreta los
esfuerzos de su esposa como una ofensa a su capacidad amatoria y la hace
sentirse promiscua o ninfomaníaca), hasta mostrarse francamente aburrido o
desinteresado en los libros y los ejercicios del terapeuta.
Sin embargo, le pesaba mucho el hecho de que él era un padre excelente y que
en todo lo demás se llevaban bien, tenían una bella casa y actividades sociales
muy satisfactorias. Realmente no quería divorciarse y perder todo eso. Entonces,
¿qué hacer con sus necesidades sexuales?
Ella no tiene una causa real para divorciarse, pero con tristeza siente que le
hubiera gustado elegir un marido que apoyara sus proyectos. Ama a su esposo y
a sus hijos, pero se siente muy triste al tener que renunciar a sus aspiraciones
para evitar problemas.
3. Elsa es una chica fina y culta. Le agrada la música clásica, el ballet, asistir a
conferencias, leer buenos libros y la comida gourmet. Cuando se casó con Pedro,
no tomó en cuenta las enormes diferencias culturales entre ambos porque estaba
muy enamorada. Pensó que era absurda la oposición de sus padres a la boda y
sentía injusto que hicieran menos a su novio por su condición social.
Éstos son casos de matrimonios atorados que deben evaluarse con cuidado. Comentar
los problemas con familiares o amigas no resuelve nada porque, aunque nos aconsejen
de buena fe, no siempre tienen los conocimientos o el criterio necesario para aclarar
nuestras dudas y ayudarnos a tomar una decisión apropiada.
Aunque aparentemente los problemas no son graves, sí pueden provocar mucha tristeza
y frustración. Definitivamente no se resuelven solos, por lo que es mejor buscar ayuda
para poder tomar una determinación.
Es muy posible que conforme avanzabas en la lectura de este libro, parte de la ira que
sentías contra tu pareja se haya volcado contra ti misma y pienses: “¿Cómo pude ser tan
tonta?” “¿Por qué no me fijé con quién me estaba relacionando?” “¿Cuántos errores
cometí?” “¿Por qué no me dijeron todo esto antes?” “¿No será demasiado tarde para
hacer cambios en mi vida?”.
Ahora bien, si estás casada y después de analizar detenidamente los capítulos “Círculo
de cambios” y “Evaluación de la relación total”, crees que todavía es posible hacer
modificaciones en tu matrimonio, adelante. Espero que tu pareja coopere contigo y
logren una vida más armoniosa.
Lo mismo sucede con el matrimonio. Cuando damos ese paso lo hacemos con el deseo
de poner lo mejor de nuestra parte para ser felices y hacer feliz a nuestra pareja, pero
nadie nos garantiza que todo va a ser como lo soñamos. Hay que actuar de buena fe,
pero también es importante estar prevenida.
Recomendaciones generales
En este punto se plantea una enorme diferencia con la educación tradicional, en la que
se exigía no sólo la virginidad, sino que la mujer cuidara su buena reputación sin poder
tener novios ni salir libremente con muchachos. Las chicas iban al matrimonio con los
ojos cerrados, inmaduras e ingenuas, con un gran idealismo, pero sin conocimiento
alguno de cómo son realmente los hombres.
Éste es el principal motivo por el que muchas mujeres totalmente sorprendidas, dicen:
“Es que él era tan diferente cuando éramos novios, pero después cambió”.
Indudablemente, durante el noviazgo ponemos nuestra mejor cara para impresionar a la
pareja, pero también es muy cierto que una muchacha inexperta fácilmente puede ser
impresionada por un hombre que no le conviene; ahí radica la importancia de tener
experiencia.
La joven que se casó con el primero que se le puso enfrente por salir de su casa o por
estar profundamente “enamorada”, no tiene los elementos necesarios para escoger
adecuadamente al que va a ser su compañero de vida y padre de sus hijos. No tiene idea
de cómo piensan, sienten y reaccionan los hombres. No hay príncipes azules, pero
tampoco debemos conformarnos con lo que sea con tal de no estar solas.
Querida lectora, no prohíbas a tu hija tener novio pensando que así la cuidas de muchos
peligros. Te aseguro que si la chica se empeña, no habrá prohibición alguna que le
impida ver al novio. Más bien hazte su amiga, háblale claro de la vida, sin evasiones y
sin transmitirle tus propias amarguras y frustraciones. Si tenemos a nuestras hijas
pegadas a nuestras faldas, no desarrollarán su criterio y buen juicio a la hora de
seleccionar pareja. Obviamente no estoy hablando de un libertinaje sin límites, sino de
También es cierto que el que una joven haya tenido muchos novios no es garantía de
que hará una buena elección, pero si estará mejor preparada para enfrentarse a los
posibles conflictos que se desarrollen dentro de la relación de pareja.
Muchas señoras casadas me han dicho: “Si yo hubiera sabido antes lo que ahora sé…”,
“Si me hubieran educado de otra manera, no tendría actualmente tantos problemas”.
Las lectoras casadas con hijas, ¿realmente quieren que sus chicas tengan una vida igual
a la de ustedes?
Lo que pudiera parecer curioso o absurdo es por qué chicas buenas e inteligentes llegan
a enredarse con individuos nefastos. Es muy sencillo, porque no tienen experiencia
previa para poder diferenciar, se ciegan por lo que creen que es el amor o por sus
propias necesidades no satisfechas (en ocasiones originadas en la infancia) y le ven cara
de príncipe a un hombre que no vale la pena.
Para los que vemos la relación desde afuera hay cosas que resultan obvias, pero la chica
sin experiencia no las puede detectar. Una cantidad impresionante de jovencitas me
llaman a los programas de radio o me escriben correos haciéndome preguntas como
ésta: “Mi novio toma, es muy agresivo y desatento, me ha engañado con otras varias
veces, pero yo le quiero mucho y él promete que va a cambiar, ¿qué debo hacer?”. Los
demás vemos el problema más claro que el agua, pero ella no lo percibe así por las
razones ya expuestas.
Desde luego que cuando te casas tu meta es tener un buen matrimonio, una pareja que te
ame, que se preocupe por ti, que te trate con cariño y con respeto, que sea digno de
confianza, que te valore, con quien tengas una buena comunicación. La realidad es que
muy pocas personas logran este ideal. Se casan muy ilusionadas y con buenas
intenciones, pero poco después el mismo hombre que nos juró amor eterno puede
estarnos agrediendo y haciéndonos sufrir. O simplemente se acaban el amor, el
entusiasmo y la voluntad de hacer vida en común.
6. No esperes que un hombre pueda o quiera satisfacer todo lo que requieres para
ser feliz (apoyo económico, buen sexo, fidelidad, comprensión, ternura, etc.).
Qué bueno que nuestra pareja sea capaz de satisfacernos en algunos de estos
aspectos, pero es nuestra responsabilidad buscar la forma de hacernos felices a
nosotras mismas. Debemos reeducarnos y cambiar actitudes y conductas.
Con el ejercicio siguiente y con los antecedentes generales que di en los puntos
anteriores, podrás detectar qué pasa contigo a nivel individual. Llena el cuestionario con
cuidado y honestidad, sin justificaciones ni actitudes de víctima; después analízalo. El
primer paso para cambiar nuestras pautas de conducta es ver cómo y por qué se originan
(no sólo saber que existen) y, posteriormente, poner todo lo que está a nuestro alcance
para cambiarlas.
Por cada nombre listado escoge la respuesta que más aplique y anótala en la casilla
correspondiente.
3) Nivel socioeconómico
— Superior al tuyo.
— Igual al tuyo.
— Inferior al tuyo.
4) Actitud
— Labioso, seductor, mentiroso.
— Inconstante, indeciso, voluble.
— Muy macho, castigador, mandón, celoso o posesivo.
— Con problemas personales o vicios (él me necesita).
— Un hombre cabal y centrado.
5) Apariencia
— Guapo.
— Más bien feo.
— No muy bien parecido, pero con mucha personalidad.
— Normal (del montón).
6) Estudios
— Primaria.
— Secundaria.
— Preparatoria.
— Oficio o preparación técnica (especifícalo).
7) Empleo
— Trabajo mediocre, no tiene estudios o ambición por superarse.
— Profesional exitoso.
— Negocio propio.
— Inconstante; a veces no trabaja.
— Tiene empleo, pero es muy conflictivo (problemas con jefes, compañeros o
subordinados).
8) Ingresos
— Esporádicos.
— Bajos.
— Medios.
— Altos.
— Tacaño y controlador del dinero.
— Generoso y responsable de los gastos.
9) Atenciones
— Ambos teníamos atenciones, pero sin descuidar otras áreas de nuestra vida.
— Él tenía más atenciones para mí.
— Yo tenía más atenciones con él.
— Los dos nos preocupábamos uno por el otro, con la misma intensidad.
10) Comportamiento
— Con frecuencia me trataba mal, pero yo creí que iba a cambiar (llegué a pensar
que era mi culpa por no entenderlo y provocarlo).
— A veces era encantador y otras grosero, distante o indiferente (estos cambios me
descontrolaban).
— Generalmente era atento, cariñoso, considerado y estable en sus estados de
ánimo y conducta.
11) Afinidades
— Muy similares en gustos y aficiones.
— Radicalmente diferentes.
— Algunas cosas en común.
12) Ideales
— Modos de ver la vida totalmente diferentes. Más o menos coincidíamos.
15) Aceptación
— No nos aceptábamos tal cual éramos.
— Yo deseaba que él modificara varios aspectos.
— Él no estaba de acuerdo con muchas cosas de mi modo de ser.
— Los dos nos quejábamos y presionábamos para que el otro cambiara.
19) ¿Cuánto tiempo soportaste la relación, aun presintiendo que no iba a funcionar?
— Me alejé en cuanto me percaté de los problemas.
— Finalmente terminamos, pero después de un periodo largo y desgastante.
— Sigo con él (sé que no me conviene, pero no puedo dejarlo).
— Luché hasta el final, pero él me dejó a mí).
— Lo dejé, pero sólo hasta que apareció otro hombre en mi vida.
1 Estado de ánimo
2 Problemas familiares
3 Nivel socioeconómico
4 Actitud
5 Apariencia
6 Estudios
7 Empleo
8 Ingresos
9 Atenciones
10 Comportamiento
11 Afinidades
12 Ideales
15 Aceptación
20 Fin de la relación
Si deseas una nueva pareja, teniendo en cuenta la experiencia pasada, puedes utilizar el
siguiente cuestionario como ayuda para evaluar previamente las posibilidades de que la
relación funcione. No se trata de un cálculo matemático exacto, pero te ayudará a tener
una visión más clara de lo que vas a hacer. Desde luego es completamente inútil escoger
con lupa a nuestra pareja si nosotras no estamos preparadas para ser una buena pareja.
Esto lo veremos más adelante en la descripción de la mujer madura y equilibrada.
Procura ser muy oportuna y delicada en la aplicación del cuestionario; elige bien el
momento y la manera de hacer las preguntas para que el involucrado no se sienta
interrogado o bajo juicio, algo desagradable para cualquiera. No te molestes en aplicarlo
a quienes de antemano percibas que no tienen posibilidades de ser compatibles contigo.
Tampoco esperes que alguien salga aprobado en un cien por ciento; no lo hay.
Toma en cuenta que al contestar el cuestionario él, para causar una buena impresión,
posiblemente te mienta o te diga las cosas que deseas escuchar. Sin embargo sus
Algunas mujeres se desesperan porque sienten que, aunque ellas se esfuercen por crecer
emocionalmente, no es nada fácil encontrar a un hombre del mismo nivel. Un buen
número de mujeres exitosas y superadas están sin pareja.
No dejemos que lo anterior nos deprima; recordemos que toda la sociedad está pasando
por una paulatina y difícil transformación y que quizá sean pocas las personas que
logren una armoniosa relación de pareja. Tengamos en mente que las mujeres somos
quienes educamos y condicionamos a los hombres desde la cuna y que, conforme
vayamos cambiando nosotras, las generaciones futuras serán más sanas.
Sin embargo, estos lineamientos generales nos pueden ser de gran utilidad para
comparar nuestros comportamientos previos, aprender de nuestros errores y empezar el
difícil, doloroso, pero muy gratificante camino de la superación personal y el
crecimiento interno para tratar de alcanzar, hasta donde sea humanamente posible, una
relación armoniosa y satisfactoria.
Antes que nada, una buena relación consigo misma y, posteriormente, una buena
relación con los demás. Su autoestima es muy sólida, tiene criterio para detectar y no
involucrarse emocionalmente con personas conflictivas. No se impresiona fácilmente
por lo que la cultura dicta como ideal (gran belleza física, personalidad fascinante,
excelente posición económica). Sabe reconocer y apreciar los verdaderos valores en los
Sin ser tan relevante la edad o el físico de esta mujer, puede atraer a casi cualquier
hombre. Si su pareja no se encuentra en el mismo nivel de evolución o se da cuenta de
que no son compatibles en lo esencial, ella no propicia que la relación continúe, la
termina de manera discreta pero firme, sin dañar al otro ni dañarse a sí misma.
Análisis
Los errores del pasado no son producto de alguna falla innata o de tener mala suerte al
caer en manos de personas destructivas que disfrutan haciéndonos sufrir, sino de un
condicionamiento cultural frecuentemente equivocado, aunado a cierta inconsciencia
provocada por la ignorancia y la inmadurez, así como a mecanismos de defensa
automáticos que en su momento utilizamos creyendo erróneamente que así
conseguiríamos llenar nuestras necesidades afectivas y evitaríamos salir lastimadas.
Estoy segura de que cualquier mujer, si trabaja en sí misma a conciencia, con humildad,
pero con la creencia básica de que no es mala, ni defectuosa, ni indeseable, puede llegar
a ser una persona maravillosa, auténtica, con una enorme capacidad de dar sin
sobreproteger o volver a los demás dependientes, y con todo el derecho de recibir sin
recurrir a trucos, jueguitos, a la excesiva complacencia y sumisión para ser aceptada o a
la manipulación de otros para sacar ventajas.
No idealiza demasiado a su pareja con falsas expectativas de cómo necesita que sea ni
trata en vano de cambiarla o controlarla, frustrándose porque no responde a lo que
espera. Tampoco se amarga quejándose de su mala suerte al no encontrar a alguien que
valga la pena, que la comprenda y la valore, sino que se responsabiliza de su propia
participación.
Puede ser exquisitamente femenina, dulce y apasionada, puede llegar a entregarse a una
relación sin por ello convertirse en un ser ingenuo, débil e indefenso a expensas de los
abusos de los demás. También sabe ser firme y decidida ante una situación
inconveniente que afecte su autoestima y dignidad, sin caer en pleitos y discusiones
interminables; simplemente no se presta a participar en conductas desgastantes y
dañinas.
Puedes ser romántica, tierna y sensible, aunque combina de manera adecuada los
impulsos del corazón con los dictados de la razón; esto le permite detectar si vale la
pena la persona a quien van dirigidas sus emociones más preciadas.
En el nivel intelectual y espiritual es profunda y trata de aprender cada día más sin
llegar al fanatismo, el dogma o los sentimientos de superioridad. Tiene una gran
tolerancia para las diferencias de opiniones; está abierta pero no es fácilmente
influenciable; utiliza su criterio para tomar lo mejor que le ofrecen los distintos
conceptos que existen en áreas de política, religión o filosofías de la vida, pero
conservando su independencia ideológica.
Es una persona digna de confianza, que está dispuesta a dar lo mejor de sí misma y a
compartir desde una bella amistad, hasta un proyecto de vida con quien haya despertado
en ella sentimientos afines.
No califica como amor ni es adicta a las relaciones cuya engañosa intensidad está
basada en dramas provenientes de constantes pleitos acalorados seguidos de
apasionadas reconciliaciones. Sabe que el verdadero amor es estable y nutriente, que
proporciona seguridad sin necesidad de luchas de poder, que puede tocar las fibras
interiores más profundas con un tipo de intensidad diferente, más sublime, que trae a la
superficie lo mejor de nosotros mismos.
No confunde con amor el estado de éxtasis provocado por las primeras etapas del
enamoramiento, el cual se desploma en cuanto nos percatamos de los defectos de
nuestra pareja, sino que busca la verdadera intimidad, el gozo infinito de asomarse al
alma del otro, de amar y ser amada a plenitud.
La intimidad es compartir con la pareja nuestra vida, no sólo las actividades placenteras;
es confiarle nuestras inquietudes, problemas, dudas, temores, alegrías, sufrimientos y
angustias, a sabiendas de que seremos escuchados con atención, interés y paciencia.
Recuerda que, por desgracia, no basta que un miembro de la pareja sea sano
emocionalmente, el otro debe al menos desear trabajar sobre sí mismo.
Es obvio que la mujer equilibrada desea una relación sólida y permanente, a la cual se
compromete de manera honesta y entusiasta; sin embargo, si por algún motivo las cosas
no funcionan, si dejan de quererla o prefieren a otra, aunque le duela, no se desmorona
ni se aferra de manera obsesiva perdiendo su dignidad. Encara la situación con
honestidad y le pone remedio.
1. La chica universitaria que tiene gran entusiasmo y dedicación por la carrera que
estudia, quizá tenga novio; pero si momentáneamente no hay un hombre en su
vida, no se desespera ni se angustia creyendo que la falta de un compañero la
condena a la desdicha permanente.
3. La mujer viuda, haya o no haya sido feliz en su matrimonio, al ver que el destino
le arrebata a su pareja, se ve obligada a readaptar su estilo de vida sin un hombre
a su lado.
Nadie niega que puede ser mucho más placentero tener a alguien con quien compartir
las cosas de la vida; las actividades, diversiones, buenos ratos y principalmente las
dificultades y las penas. Por muy fuertes que seamos, el contar con la comprensión, el
apoyo y el cariño de los demás nos da un mayor sentido de realización. Pero es absurdo,
y aun peligroso, fundamentar toda nuestra existencia y bienestar interior en los demás.
Cada uno de nosotros carga sus propios problemas, los cuales debe resolver primero
individualmente, para no llevarlos a la relación de pareja.
Quizá la persona en quien hemos puesto los ojos no quiere o no puede darnos lo que
tanto ansiamos; tal vez su mente y su espíritu estén también llenos de torbellinos, dudas
e inseguridades que le atormentan, por lo que es injusto demandarle que nos dé a manos
llenas todo lo que necesitamos para poder ser felices. ¿Quién nos asegura que cubrimos
las expectativas que él tiene de nosotras?
Es por eso menciono al principio del libro que la base de la sociedad debe ser primero
un individuo sano; posteriormente una pareja sana y, finalmente, una familia sana. Si
argumentamos que un individuo que proviene de una familia enferma no puede estar
sano e iniciamos la interminable discusión de quién fue primero, si el huevo o la gallina,
no nos percataremos del enorme valor del trabajo personal. Aunque provengamos de la
peor de las familias, si llega el momento en que deseamos crecer como adultos, hacer
cambios, desechar rencores y luchar por tener algo mejor de lo que vivimos cuando
niñas, estoy segura de que lo lograremos.
Por tanto no le tengamos miedo a esas etapas de soledad. A veces son indispensables y
pueden ser muy enriquecedoras para nuestra transformación. Por soledad no quiero
decir exclusivamente el vivir sola o el no tener pareja. Podemos vivir con la familia y
Las etapas de soledad sirven para hacernos amigas de nosotras mismas, para conocernos
mejor, reflexionar sobre nuestros errores, hacer proyectos para el futuro, descubrir
nuevas potencialidades y aprovechar todo esto para obtener la paz interior.
Tu cuerpo
Haz algún tipo de ejercicio, no sólo con el objeto de conservar la figura, sino para
mantener tu cuerpo en las mejores condiciones de salud, vitalidad y armonía. Hay
muchas opciones, desde simplemente caminar, hasta practicar el yoga, el ballet, los
deportes, los ejercicios aeróbicos, las artes marciales, tomar cursos de expresión
corporal, etc. Aquí también incluyo los masajes relajantes que son una verdadera
delicia. Te aseguro que tu cuerpo estará muy agradecido por los cuidados que le brindes.
Si tienes este tipo de problemas, hay excelentes cursos de salud, nutrición y grupos de
autoayuda (como Comedores Compulsivos) y la terapia para superarlos.
Por favor no aduzcas como pretexto que no tienes tiempo o dinero, lo que no tienes es
un verdadero interés en ti misma. Desperdicias toda tu energía en buscar inútilmente
obtener un poco de afecto o aceptación de los demás.
Lee libros de autoayuda. Aclaro que no basta con leerlos, hay que seguir los
consejos que nos proporcionan.
Hasta donde sea posible, aléjate, ignora o aprende a manejar con Indiferencia
Amable a las personas negativas que te ofenden, deprimen o confunden.
Recuerda que no puedes controlar lo que otros te hacen o te dicen, pero sí
puedes controlar cómo reaccionas a ello y qué tanto te afecta. Trata de hacer
nuevas amistades que tengan tus mismos ideales o de quienes puedas aprender
algo positivo.
Tu espíritu
Alimenta el espíritu a través del arte. Escucha bella música, disfruta de la danza,
aprecia la pintura y la poesía. Si tienes inclinación hacia alguno de estos campos,
no te conformes con ser espectadora, explora tus posibilidades de desarrollo en
éstas áreas.
Para eliminar malos hábitos y sustituirlos por otros más positivos, debes tenerte una
enorme paciencia. No es fácil cambiar conductas de muchos años. Aunque tengas
pequeñas recaídas, sigue adelante y lograrás transformaciones maravillosas que no sólo
Espero que reflexiones en los consejos y ejercicios contenidos en este libro; espero que
ellos te ayuden a comprender cuál es tu manera de amar, qué satisfacciones y qué
problemas te ha causado, qué está en tus manos cambiar y qué no.
Las ideas que expuse están basadas en el cúmulo de experiencias de muchas mujeres
que me honraron con su confianza al abrirme sus corazones y contarme sus penas. A
todas ellas, mi agradecimiento por lo que me enseñaron y mis felicitaciones por sus
enormes esfuerzos de superación.
A las lectoras que tuvieron la decisión de recurrir a este libro para transformar su
manera de amar, les doy mi voto de confianza y aceptación; estoy convencida de que
pueden salir adelante y llevar vidas mucho más felices y productivas, convirtiéndose en
mujeres seguras de sí, con una enorme capacidad de amar, dignas de recibir amor y
atenciones de la pareja que elijan.
El amor es maravilloso y la vida estaría muy vacía sin esa fuerza creadora, pero sólo
cuando el amor se manifiesta en una relación sana, armónica y mutuamente gratificante
es cuando podemos estar seguras de que llegaremos a construir una familia y una
sociedad en la que nuestros hijos crezcan libres de angustias, complejos y falsas
expectativas.
Lucy Serrano