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Un régimen totalitario es conocido como una ideología, un movimiento o una forma de
gobierno donde no existe libertad, o está seriamente restringida por el mismo gobierno, y el
Estado ejerce todo el poder sin tener restricción alguna. Estos regímenes se diferencian de
las demás formas de gobierno por ser dirigidos por un solo partido político, es decir, son
unipartidarios. Existen ejemplos fundamentales, llamados nazismo, fascismo y estalinismo.
Este intento por unificar la población de la nación y de movilizar todos los recursos del país
estaba orientado en una sola dirección, es decir, en la preparación para la guerra. En
consecuencia, el nazismo y fascismo fueron esencialmente gobiernos bélicos y de
economías bélicas, establecidos como sistemas políticos permanentes. Este propósito no
podía justificarse a través de beneficios tangibles, sino que tenía que justificarse a través de
valores místicos que llevara a aceptar la disciplina y el heroísmo como fines a los que no
era necesario atribuir ningún propósito racional, es decir, tenía que justificarse en sí misma
a la voluntad y a la acción.
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aspectos económicos y sociales, excluyendo toda posibilidad de vida privada o de decisión
voluntaria. Este control que ejercía el totalitarismo, se extendía naturalmente a la prensa, la
educación, la investigación y el arte, a todos los aspectos de la cultura nacional que el
partido tenía interés en controlar. En cuanto al aspecto laboral de los regímenes totalitarios
(que está sumamente ligado a la economía del país), el sistema italiano, era de
autogobierno, con asociaciones en las cuales patronos y obreros estaban igualmente
representados. Mientras que el sistema alemán, era una reglamentación abierta de la
industria por el gobierno. En ambos sistemas, ubicaban la economía bajo el control político.
La sociedad totalitaria estaba verdaderamente atomizada. El pueblo estaba construido por
las masas sin ninguna información salvo la que quisieran proporcionarle los órganos de
propaganda y sin ninguna facultad para encaminarla a sus propios fines.
Se puede considerar a Hitler como un líder, ya que en Alemania concentraba todo el poder
y era el responsable de todos los actos, los cuales no podían ser criticados. Existen tres
formas de dominación según el origen del mandato, en el caso de Hitler, su dominación fue
carismática. La influencia del líder actúa mediante el uso adecuado de la sugestión y toda
motivación subconsciente; la clave de su éxito era la hábil psicología y la capacidad para
captar los procesos mentales de las grandes masas de la población. A esto se lo relaciona
directamente con la propaganda que ejercía sobre las masas. Ni Hitler ni Mussolini dudaron
nunca de que su posición dependía de la devoción y el sacrificio personal fanático que
inspiraban. A pesar del uso del terror, fueron auténticos movimientos de masas y debieron
su poder a ese hecho. La cualidad característica de la propaganda nacionalsocialista fue el
empleo del recurso del insulto y el halago.
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instinto saludable es seguir a su líder. Además compartían el odio sincero por la democracia
y el cristianismo.
El estado autoritario que proponía Hitler en su libro “Mi lucha” (escrito mientras estaba en
prisión) contaba con una monarquía constitucional no liberal en lo político, pero capaz de
garantizar un alto grado de libertad civil y de procedimiento legal ordenado, es decir, un
gobierno de derecho y no de individuos. Dentro de lo que caracteriza un régimen totalitario,
se puede notar que el ciudadano deja de tener derechos, para comenzar a tener obligaciones
para con el Estado, que es un poco de lo que Hitler adelantaba en su libro para luego
llevarlo a cabo en su mandato pero de manera más violenta y exigente.
“El propósito del fascismo era restablecer el pensamiento italiano, dentro de la esfera de la
doctrina política, en sus propias tradiciones, que son tradiciones de Roma” (Bigongiari,
Dino, The political doctrine of Fascism, 1925). En el caso del propósito del nazismo, Hitler
creía en la necesidad de una reforma, una creencia renovada en el honor como virtud
suprema de la persona, la familia, la nación y la raza.
Los efectos prácticos de la teoría racial, característicos de la política del régimen totalitario
en Alemania, fueron tres. En primer lugar, condujo a una política general de estímulo al
incremento de la población, particularmente de los elementos supuestamente arios. En
segundo lugar, produjo la legislación de impedir la transmisión de enfermedades
hereditarias, pero en la práctica se llevaron a cabo la esterilización o exterminio de los
defectuosos físicos o mentales. Y en tercer lugar, produjo la legislación antijudía que tendía
a incrementar o mantener la pureza de raza. La teoría racial no fue más que un recurso
sociológico para unificar a la sociedad alemana, orientando todos sus antagonismos hacia
un solo enemigo que podía ser fácilmente exterminado.
Como conclusión de este ensayo, los regímenes totalitarios no solo eran simples ideologías,
eran corrientes persistentes del irracionalismo filosófico, y aunque el fascismo y el nazismo
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no eran filosóficamente valiosos, constantemente trataron de elevar su nivel jactándose de
una afinidad con ese pensamiento, ya que les permitía atraer a las masas. Esta fuerza
irracional contrastaba con la razón por un carácter más creador que crítico, más profundo
que superficial, más natural que convencional. Así, el totalitarismo fue capaz de controlar
naturalmente cada aspecto de la vida del ciudadano y de la cultura nacional, excluyendo
toda posibilidad de vida privada, atomizando completamente al individuo, a favor de las
medidas impuestas por los líderes del estado autoritario.