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JACQUES DERRIDA

EpUogo de Fernando Rampére·z


Traducción de Jordi Massó y Fernando Rampérez
JACQUES DERRIDA
(1930 -2004) es reconocido
ya como un filósofo clave del
pensamiento contemporáneo.
.Junto con Foucault, Deleuze,
Lévinas, Blanchot o Nancy,
conforma lo que suele
Prejuzgados
denominarse filosofía de la Ante la ley
diferencia o de la alteridad. La
forma de hacer filosofía que
específicamente promueve es
la deconstrucción.

Fue profesor en la École


Normale Supériere de París,
director de estudios en la
École des Hautes Études en
Sciences Sociales y director
fundador del College
lnternational de Philosophie.
Fue profesor invitado de la
Universidad de Yale.

Entre sus numerosas obras,


destacan De la gramatología,
Escritura y diferencia,
Espectros de Marx, Passions o
Políticas de la amistad.
A
114
,... -
T..JLK
JACQUES DERRIDA

Prejuzgados
Ante la ley
r pílogo
de Fernando Rampérez
Traducción de Jordi Massó y Fernando Rampérez

L_
nvarígani
l lli TORES
CONTENIDOS

PREJUZGADOS. ANTE lA LEY ........................................... 7

EPfLOGO -... ··········· ........•....•.....•............. ....•...... ....... ....77

Primera edición en español: junio de 2011


Titulo original: Prejugés, devant la loi
Traducción: jordi Massó y Fernando Rampérez
Edición: /.orena Arigita

@ del texto: Jacques Derrida


@ de esta edición: Avarlgani Editores S. L
Imprime: Gráficas Varona, S.A.
ISBN: 978-84-939i30-0-7
Depósito legal: S. 827-2011

Re.servados todos los derechos en lengua ca.stellana. No está permitida la repr


ducci6n total ni parcial de esta obra. ni su tratam· ento o transmisión por ningú
medio o método sin la autorización expresa de la editorial.

Impreso en España

S
Prejuzgados. Ante la ley
JACQUES DERRIDA

"·.. : así !Jnce la cienda (y nuestro derecho mismo mantiene, se-


gtín se dice, ficciones legitimas sobre las cuales fimda la verdad de su
justicia); (.. )».
Monraigne (Emayos, 11, XII)

NOTA SOBRE ESTA EDICIÓN ¿Cómo juzgar - Jean-Fran<;ois Lyotard?


Dependiendo de cierro número de datos pragmáti-
cos, como suele decirse, dependiendo de la situación, el
El cexto Prejugés, devant ia Loi transcribe la intervención de
t ontexto, los destinatarios, el remitente; dependiendo so-
Jacques Derrida (las marcas de oralidad quedan presentes) en
hre todo de la escansión de la frase, d e su punruación si
el coloquio celebrado durante diez días en el castillo de Cerisy
sobre Jean-Fran<;ois Lyotard y, concretamente, sobre la facul- va por escrito, mi pregunta «¿Cómo-juzgar-Jean-Frans:ois
tad de juzgar, entre julio y agosto de 1982. Participaron, ade- l.yotard?» puede tener las significaciones y los efectos más
más de Jacques Derrida, el propio Lyotard, Jean-Luc Nancy, heterogéneos. Lo más probable, pero no vean en ello más
Ph. Lacoue-Labarrhe, V Descombes, G. Korian y otros. Los que una probabilidad, es que no se la dirija yo aquí mismo
direcrores del coloquio fueron Michel Enaudeau y Jean-Loup directamente a Jean-Fran<;ois Lyotard. A no ser que, de
Thébaud. acuerdo con el movimiento del apóstrofe, le pregunte, cre-
yéndolo aquí: «¿Cómo juzgar, Jean-Fran<;ois Lyotard?».
Las aportaciones de los autores mencionados fueron recopi- Ya he citado en varias ocasiones mi ataque, mi primera
ladas y editadas por Lyotard en Les Éditions de Minuit en frase («¿Cómo juzgar- Jean-Fran<;ois Lyotard?»). ¿Por qué
198 5 bajo el título La fowlté de juger. De este libro tomamos esta primera frase? D e entrada, lo sospecharán ustedes y en-
el original del texto de Derrida para esta edición. seguida diré unas palabras sobre ello, para romper, en la
amistad, con esa comodidad en la que correría el riesgo de
instalarse el nuevo género de estos encuentros de diez dias
que, por mil razones que suscribo y siguen siendo buenas,
precende desarrollarse "a partir de" o, mejor, "a partir del

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JACQUES DERRIDA PREJUZGADOS. ANTE LA LEY

trabajo de", más que hablar directamente de -o dirigirse di- Estando la pregunta planteada, y citada, y citando ya
rectamente a- alguien. Hay en ello algo de denegación y de 1 t·sc mismo al cual parece concernir, "¿Cómo juzgar a
evitación. Cualquiera que sea su legitimidad (cortesía, dis- )1'.1 n-Franc;ois Lyotard?", ¿tengo acaso derecho a transfor-
creción por una parte y por otra, preferir el trabajo a la ce- 11\.lr esta cuestión en esta otra: "¿Quién es Jean-Franc;ois
lebración, etc.), no hay que dejar de cuestionarla. Y, ade- 1 yntard?". ¿Acaso respondiendo a una de las preguntas res-
más, he citado mi primera frase para ponernos en deuda ya Jitlndo también a la otra? Bajo la forma que acabo de darle
inmediatamente con otra cita, de La condición postmoderna, (¿Quién es Jean-Franc;ois Lyotard?), ningún truco de pun-
concretamente de este pasaje: lnación o de entonación puede hacer que se dirija a él, sino
.1 un tercero que juzga. A no ser que, sabiéndolo aquí, su-
•No se puede negar toda fi.terz.a de persuasión a la idea de 1dice suficientemente el uso del nombre propio y de la ex-
que el control y la dom inación del cootexto valen en sí mismos llaña relación entre un nombre propio y su portador para
más que su ausencia. El criterio de la performarividad tiene pH:guntarle a él, no "¿quién es usted?", sino "¿quién es
"ventajas". Excluye en principio la adhesión a un discurso me- )c:.tn-Franc;ois Lyotard?"; con lo cual no me referiría sola-
tafísico, requiere d abandono de las fábulas, exige espíritus cla- uu.:nte al nombre mismo sino al portador del nombre.
ros y voluntades frías, pone el cdlett!o de fas interacciones en el lu- P:~rece que él está aqui, pero, si me propusiese mostrarlo
gar de la definició7l de las esmcias [subrayado mío, J.O.], hace diciéndolo o nombrándolo, me enredaría rápidamente en
que los "jugadores" asuman la responsabilidad no solamente de
las paradojas de lo deíctica. Debería pedirle socorro como
los enunciados que proponen, sino también de las reglas a las
t·xperto que es y dar un rodeo interminable por Discurso,
cuales se someten para hacerlos aceptables. Saca a la luz las fun-
ciones pragmáticas del saber en la medida en que parecen situar- ji¡;ura2. El pasaje sobre Dialéctica y deíctica -que es ram-
se bajo el criterio de eficiencia: pragmáticas de la argumenta- hién cierta interpretación de la certeza sensible en la
ción, de la administración de la prueba, de la transmisión de lo Fenomenología del esplritu- propone la palabra "dia-deícti-
conocido, del aprendizaje de la imaginación. Contribuye tam- w" para designar una "especie de discurso mudo" "por
bién a elevar todos los juegos de lenguaje, aunque no pertenez- ¡.;estos" que incluye varios "aq uf". Pero, precisa Lyotard, un
can al saber canónico, al conocimiento de sí mismos. Intenta poco más abajo y contra la mediación hegeliana, si lo he
hacer bascular el discurso cotidiano en una especie de metadis- t'Omprendido bien, la "diadeíctica bien puede ser una es-
curso: los enunciados ordinarios marcan una propensión a citar- ¡x:cie de dialéctica, no es un discurso ... " (pp. 37-39). Y la
se a sí mismos [subrayado mío, J. O.] y los diversos empleos prag- cosa se complica mucho cuando el gesto de mostrar acom-
máticos a relacionarse indirectamcnce con el mensaje sin paña a la enunciación de un nombre propio; enunciación
embargo actual que les concierne» (pp. 100-1 O1) 1•
l¡ue puede arriesgarse con los modos o las máscaras más di-
versos, entre ellos el que se llama llamada, o el apóstrofe.

[Nota de los Yr.] Existe traducción al castellano: La condición poJtnoderua, trad.


de Mariano AntoHn, Madrid, Cátedra, 1994. Traducimos ésta y las demás cicas de [Nota de los TT.] Existe craducción al castellano: Dimmo. figura, traducción de
Derrida directamcnre del origi nal. lnsep Elías y Culona Hesse, Barcelona, Gustavo Gili, 1977.

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JACQUES DERRIDA PREJUZGADOS. ANTE LA LEY

El título Prejuzgados lo habrán encendido bien quienes bla o trata la obra. El carácter al menos bífido de esta re-
ya están aquí prevenidos. Porque están prevenidos, y cual- fere ncia justificaría ya por sí solo una relecrura ávida de
quiera que se sirva de esra palabra, prevenidos, se desplaza Discurso, figura en su cenero más inquieto, activo, agitado.
ya dentro de esa zona de la lengua en la cual el código del Quienes están aquí prevenidos también lo habrán
derecho, del código, del código judicial, incluso penal, comprendido: en esta posición regladameme aislada, re-
cruza todos los demás códigos. Estar prevenido es, en cortada, insularizada que se le debe siempre asigna r a un
nuestra lengua, estar interpelado ante la acusación o el jui- título, mientras que se lo rodea de cierro blanco concex-
cio. El estar prevenido es, pues, una categoría categorial. lllal y mientras lo suspende una epoché, en una frase o una
Se define por su relación con kategorein, a saber, la acusa- no-frase que algunos dirían anormal (Prejuzgados, ¿es una
ción, la reprobación, el acto de denunciar canto como el f"rase?), la palabra "Prejuzgados"3 guarda en reserva el po-
de enunciar, de decir, de atribuir, de juzgar, de hacer saber. tencial gramatical del atributo y del nombre. La palabra
Cuando digo "¿Cómo juzgar a Jean-Franc;ois Lyotard?" o puede ser a la vez un adjetivo y un nombre; todavía no es
"¿Quién es Jean-Franc;ois Lyotard?", soy categórico, apelo ni lo uno ni lo otro. Lo cual es tanto como decir que sus-
a wn respuesta categórica, lo implico en una escena de pende en su epoché, antes incluso de dejarnos juzgar o de-
instrucción hacia la cual se precipitarían, si no lo hubieran cidir, las dos categorías del ser y del tener. En cuanto nom-
hecho ya, movimientos diversos de enunciación prestos a bre, hace referencia a los prejuicios, lo prejuzgado, que
decir para saber o traicionar, desvelar o desenmascarar, podríamos tener, unos u otros, y que eventualmente po-
acusar o abogar, defender o ilustrar, renunciar o denunciar orlamos conservar sobre el sujero4 del juicio y sobre la
hasta la propia instrucción en una declaración de no-lugar. cuestión de saber "cómo juzgar". En cuanto atributo, uso
Pero el no-lugar, el no ha lugar mismo, es un aconteci- más infrecuente y ligeramente forzado pero gramatical-
miento de derecho, es, a tirulo de derecho, una decisión menee posible para una frase incompleta (y así lo autoriza
jurídica, un juicio de no-juicio. d juego del título), el título designaría los seres prejuzga-
Bajo el tfrulo Prejuzgados, los que aquí están preveni- dos que somos. Señalaría hacia los que se encuentran, ante
dos, comem.ando por Lyotard, más que ningún otro cita-
do a comparecer, habrán comprendido rápido que, de (Nor.t de los TI.) Prrjugis signifiCl en frnncés más prrjuiriOJ que P"J"''~'ulos, aun-
acuerdo con una inclinación a la que raramente me resis- •tue, como d tcxro dice poco m:ls adelante, sea admisible. si bien fort.1do, el segundo
to, me preparo para hablar de entrada, y, mucho me temo, .cnrido. En c.lStellano ocurre jliSt:unenrc al revés: prrjuicios no remite a <]oicnl'S escln
juzgados de antemano (en todo C'..SO, podrla dccil'$e fon.1ndo la lengua e intentando re·
solamente, de ese título, a saber, Prejuzgados. La función <uger los dos sentidos, prtjuicitulos), ¡x:ro ,¡lo hace prquZ!•IdDs, que a ambio casi pier-
referencial de un título es muy paradójica. Veremos que ,lc d primer sentido. Una forma de enC:ljar ambos en una palabra s.:rla construir
'pre(en)ju id(ad)os". Optamos, en cualqu ier c;oso, por mantener la palabr:.o m:b •cncilla
esas paradojas son siempre jurídico-topológicas. Con mo-
)'que remite sin foru1r al scnrido que pre.:lominar:l en el tc~to. hnhida cucnt.l de que el
tivo de la posición que ocupa y del contexro que estructu- propio autor se enc:~rgará de matizar sus conexiones.
ra, un título es a la vez el nombre propio del discurso o de 1 [Nota de los TI.] Sujer suele traducirse por mjno o mnn, segtl n el contexto.
liemos optado por traducir s iempre t-ste término por mj•to, palahra que conservo, entre
la obra que intitula, y el nombre de aquello de lo que ha- •>tras mucha>, C:>:C. acepciones.

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JACQUES DERRIDA PREJUZGADOS. ANTE LA LEY

la ley, prejuzgados. No hacia los prejuicios que tenemos, lo t llulo, sepan también, en el momento en que acabo de ci-
que hemos prejuzgado, sino hacia los prejuzgados que so- 111 / ¡•f transfonnateurs Duchamp, que todo lo que me es-
mos o que nos hacemos unos a otros. O también hacia los 1 t1t.1ré por inventar durante estas cuatro o cinco horas no
prejuzgados que somos sin estarlo por cualquiera. Porque 1.1 m<Ís que la inrerpretación marginal, oblicua y sospe-
es posible ser juzgado, o haber sido juzgado o ser juzgado , l.m.l, paradeíctica, es decir, muda, de los puntos 7, 8, 9 y
de antemano, sin que nadie esté allí o sin que nadie haya 111 dd capítulo Le verre, a saber, Titre du Vérre, le nnrratif.
nunca estado aiJí {y de eso les hablaré) para juzgarnos o ltfl1' du Vérre, le logique, Titre du Vérre, le paradoxal y Titre
para haber tenido el derecho de juzgarnos. du \!erre, charniere. Los que no crean mi palabra podrán
Ese cítulo, por tanto, es intraducible. Pertenece a un ,.1lflcarlo. A partir de un momento determinado, ya no
juego de transformación de la lengua francesa, está some- 1111plcaré la palabra "prejuzgados", pero seguiré sometién-
tido a la ley de este idioma y extrae de él codos sus poderes; .lol.t a una serie de transformaciones casi inaudibles que
es más, los efectos de su anomalía los extrae de una nor- l1.11.ín de mi discurso su titulo o incluso una parte de su tí-
malidad o de w1a normacividad lingüística francesa. Con tillo. A propósito del Large Glass, habiendo citado a
Vorurteil o con prejudice habría que renunciar a roda la 1>uchamp, " ... siempre iba a conceder un papel importan-
economía de ese juego y, en la mejor hipótesis, inventar tt al título que afiadía y que trataba como un color invisi-
otras, otras completamente distintas. Volveremos sobre la hk·", Lyotard despliega admirablemente la lógica p;uadó-
ley de esa relación entre la ley y el idioma. p l .\ de ese tratamiento del título, esta "tautología, o
Pero en ese título, como en todo título, la función ad- p.1radoja de la clase de wdas las clases" que lleva a que "si
jetiva o atributiva de la palabra "prejuzgados" se inscribiría d drulo puede actuar como un color, es que el color actúa
no obstante en el interior de una función nominativa más ( omo un nombre (de color). En la medida en que está co-
amplia. Porque por derecho todo rírulo es el nombre pro- l~>reado, el cuadro es un enunciado, al menos una combi-
pio de un texto o de la obra que intitula, aunque también ll.tción de nombres desnudos de sign ificación; dicho bre-
sea una parte original de ella; y, desde un lugar prescrito vemente, un título. El título del Vaso, Le Titre du ~rre, es
por un derecho codificado, el nombre intitulanre debe un color, es la obra o una parte de la obra. Y los colores de
también mostrar, indicar, si puede, lo que nombra. Y de l.1 obra actúan como su título. El título es así dos veces pa-
eso les hablaré, de esta doble, al menos doble, función re- I.H.lójico... " (p. 111).
ferencial de un rírulo que pertenece estructuralmente a es- Persigo, pues, sin dejar por el momentO de pronun-
ta clase de dissoi logoi de la sofística. Lyotatd da ejemplos ( iarlo, la transformación, o las transformaciones, del títu-
significativos de ello en Les transformateurs Duchamp (p. lo "prejuzgados". La marca del plural en el tí culo, la s de
48), y se trata justo de ejemplos que pertenecen al domi- prejuzgados, designa el juego multiplicador de esas trans-
nio categórico de la acusación, del elogio y de la reproba- dcformaciones. Me guardaré mucho de intentar una ex-
ción . Pero, puesto que voy a dedicar mi tiempo, y el de us- plicitación del contexto que es aquí el nuestro. Su expli-
tedes, a poner en juego y transformar lo prejuzgado en mi citación total es por principio imposible, al menos porque

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JACQUES DERRIDA PREJUZGADOS. ANTE LA LEY

la expliciración misma debería incluirse dentro del conr El pre- de lo prejuzgado puede por tanto resultar ho-
ro. Pero, por poco que sepamos de ello, basta para co 1110génco al orden del juicio de dos maneras muy d iferen-
prender que aquí la palabra "prejuzgados" no solamen l r': la presuposición implícita o la denegación; y ésta pue-
hace de signo de lo que está juzgado de antemano, o ha si de a su vez ofrecerse como denegación categórica o como
do juzgado ya, decisión prerreflexiva u opinión recibida dvnegación de lo categórico. Pero el pre- de lo prejuzgado
Según la paranormalidad de la casi-frase inritulante, e puede también seguir siendo completamente heterogéneo
nombre "Prejuzgados" puede también nombrar lo que to .d orden de cualquier juicio posible, no solamente más an-
davla no es categórico o predicativo. Y el todavía no de l ltguo, siempre más antiguo, que el juicio como origen su-
ancepredicarivo o de lo precaregórico se divide también e vn, sino sin relación, si fuese posible, con la instancia ju-
dos. Es codo el pre de Ponge lo que habría que leer aquí diL.ttiva en general, con la acritud, la operación, la
El pre- de prejuzgam ienco puede ser homogéneo a lo qu , nunciación que consisten en juzgar.
precede, prepara, anticipa, una suene de juzgamiento an Pero ¿a qué llamamos juzgar?
res del juzgamiento, w1a especie de juicio antes del juicio La pregunta "¿Cómo juzgar?" parece en su m isma for-
el cual puede a su vez estar, o bien solamente escondido 111<1 al menos prejuzgar sobre lo que juzgar quiera decir. Es
e~v~elro, reservado, o bien, lo que serfa completament 1111a situación en la cual, sabiendo o presuponiendo lo que
dtso_n~o: de~egado: no la denegación como forma singula ¡u,gar quiera decir, nos preguntamos solamente: ¿cómo
del JUtcto, smo la denegación del juicio mismo. Y sabe ¡t11gar? Pero, en cuanto título suspendido, la pregunta ¿có-
ustedes que enrre otras lecturas posibles podríamos desci- mo j uzgar? puede tener un efecto paradójico, propiamente
frar el texto más corriente de Lyotard como una medita p.uadójico, si es que una paradoja desestabiliza siempre la
ción vigilante y despiadada de los efectos de denegación. g.11 anda de una doxa, de una opinión o de un juicio reci-
Esta meditación complica y amplía con regularidad, hast lmlo y, aquí, de un juicio sobre el juicio, de un prejuicio
en los trabajos más recientes (hasta en lo que podría lla- Jll t·juzgado sobre el juicio, no solamente sobre lo que es
marse una pa radoxología pragmática o una pragmatologí p11gar sino sobre la autoridad de la ousía, del quod o del
paradój ica), la instalación inicial de esa problemática, que tfttirl, del "lo que es" sobre el juzgar. En efecto, en cuanto
ya no era simple, con las proposiciones de Freud y de Ben- titulo, por la suspensión indeterminante del contexto,
venisre, de Hyppolite y de Lacan. Como saben, Lyotard ( iímo ju.zgar? puede tener un efecto crítico radical sobre
ha retraducido Die Verneimmg en Discurso, figura, y eso es 1,, lógica de la presuposición de acuerdo con la cual habría
significativo. Pero habiéndolo interpretado así, no ha pa- qm· saber lo que es juzgar antes de plantear la pregunta
rado de retraducir, transformándola o deformándola, la tCcSmo juzgar?". Empezar por la pregunta ¿cómo? y no
interrogación de Freud sobre el juicio y sobre el «escándalo pw la pregunta ¿qué? puede llevar a suspender la prerroga-
lógico implicado en la interpretación analírica. 'No es mi ltl'll clásica del juicio. Prerrogativa ontológica que exige
madre', dice el paciente. "Corregimos: entonces es su ma- q11 v se d iga o se piense primero el ser, que uno se pronuncie
dre", dice Freud)) (p. 11 7) . 111 imcro sobre la esencia, por ejemplo de una operación,

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JACQUES DERRJDA PREJ UZGADOS. ANTE LA LEY

antes de preguntarse cómo operar. Esta prerrogativa onto ptcgumas y criterios para sus juicios. La respuesta a la
lógica (que no es quizá toda la ontología) es pre-judicativ ptt.:gunta planteada aJ justo es: "Se juzga sin criterio.
en el sentido de que comporta en sí un pre-juicio según 1 \lamos en la posición del prudente aristotélico que juz-
cual, siendo la esencia del juicio decir la esencia (S es P) 1\·' sin criterio sobre lo justo y lo injusco... ". O también:
ella misma, la esencia del juicio, no puede ser accesible si " l )ccididamente, juzgo. Pero si me preguntan cuáles son
no a un juicio que diga S es P antes de cualquier modali los criterios de mi juicio, evidentemente no tendré res-
zación. Se trata también de w1a prerrogativa de lo teóric puesta que dar... " (Au juste, pp. 30, 32). No sé si el justo
y de lo constatativo sobre lo performativo o lo pragmático ¡·s suficientemente prudente cuando finge identificarse en
y esta prerrogativa prejuzga, predetermina o predestina 1 l".~ro con el prudente ariscotélico. No le vamos a pedir sus
esencia misma del juicio, y, podría decirse incluso, la esen l t iterios. Pero la ausencia de criterio, yo, aquí, la interpre-
cia de la esencia, sometiéndola a la cuestión del ¿qué es? to menos como ausencia de reglas determinadas o deter-
garantía de ese prejuzgar sobre el juicio y sobre todo pre minantes, incluso reflexionantes, que como efecto, aterra-
juicio es lo que podría desorganizar una pregunta que co dor o excitante, de esa escena del juicio que acabamos de
mience por "¿cómo juzgar?". Pues esta cuestión cuestion r ntrever: en la medida en que no es posible comenzar con
todo el dispositivo teórico-ontológico que prejuzga que s 1.1 cuestión "¿qué es juzgar?" sin estar ya en prejuicio, en
debe poder juzgar lo que es el juicio antes de juzgar de l.t medida en que hay que comenzar sin saber, sin garan-
manera en que hay que juzgar, etc. tías, sin prejuzgar, con la cuestión "¿cómo juzgar?", la a;.¡-
Y además y sobre todo, con la fuerza reservada des ~c ncia de criterio es la ley, si así puede decirse. Si los cri-
suspensión, abandonada como está por compleco a 1 terios simplemente estuviesen disponibles, si la ley
pragmática de las entonaciones, la pregunta "¿Cómo juz l"Stuviese presente, ahf, ante nosotros, no habría juicio.
gar?" da también a entender la impotencia, la angustia, e llabría, como mucho, saber, técnica, aplicación de un có-
espanto o el retroceso de quien rehúye ante lo indecidibl digo, apariencia de decisión, un falso proceso o, en todo
o el double bínd: ¿cómo juzgar si no se puede o no se deb (;aso, relato, simulacro narrativo sobre el tema del juicio.
o no se cuenta con los medios ni con el derecho de hacer No habría lugar a juzgar o a inquietarse por el juicio, ya
lo? ¿O si se cuenta con el deber pero no con el derecho d no habría que preguntarse "¿cómo juzgar?".
hacerlo? ¿Cómo juzgar cuando no se puede no juzgar Y tomando como sujeto esta situación les contaré mi
no se tiene ni el derecho, ni el poder, ni los medios par historia.
hacerlo? Ni los criterios. Es la petición dirigida, como sa ¿Cómo juzgar a Jean-Fran~ois Lyotard?
ben ustedes, al justo en Au juste. Y conocen ustedes la res Evidentemente, en esta situación, donde lo que pasa es
puesta del justo, no es en absoluto la del vicario Savoyar (fUe el juicio debe pasar sin criterios y la ley pasarse sin ley,
que al inicio de su profesión de fe se pregunta: "Per en ese fuera-de-la-ley de la ley, canto más tenemos que res-
¿quién soy?, ¿qué derecho tengo a juzgar las cosas?, ¿y qu ponder ante la ley. Porque la ausencia de crircriologfa, la
determina mis juicios?", y encuentra respuestas a esta estructura impresentable de la ley de leyes no nos dispensa

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JACQUES DERRIDA PREJUZGADOS. AI"'TE LA LEY

de juzgar en todos los semidos de la palabra, teórico y 1110 más bien para dar explicaciones, por supuesro con
pragmático, acabamos de ver por qué; al contrario, nos 1 yotard, sobre el sujero de mi relación con el juicio en gene-
prescribe presentarnos ante la ley y responder a priori de ~od . Preparándome para esta sesión desde hace más de un
nosotros ante ella, que no está allí. Y en ello también esta- 1110, he mmado conciencia de la sorda obstinación con la
mos nosotros prejuzgados, tengamos los prejuicios que ten- que Jesde siempre había mantenido a distancia el tema, digo
gamos. Tengamos los prejuicios que tengamos, primero lo lm·11, el rema del juicio. En el fondo, codo el discurso so~re
estamos, pre(en)juiciados o prejuzgados. No explotaré ese 1.1 diferencia6, sobre la indecidibilidad, ere., puede tambtén
tema, como podría o debería hacerlo, del lado de , onsiderarse como un dispositivo de reserva con respecto al
Nielzsche o del Schufdigsein originario del cual habla pticio en todas sus formas (predicativas, prescriptivas, siem-
H eidegger y de la Umheimlichkeit que lo habita, si puede ¡ul· decisivas). Serfa fácil mostrar que, bajo esta apar~nce re-
decirse así (Ser y tiempo, parágrafo 58 5) . M"tva, se instala un juicio allí o vuelve a aparecer dommando
Debo decirles, antes de empezar, algunas palabras so- l1 l·scena de la que pareáa ausente con una tiranía negadora
bre lo que no diré. Habiendo renunciado tras una delibe- wdavía más intratable. Sin embargo, en su apariencia misma
ración un tanto confusa a introducirme en una u otra vía, w puede encontrar todavía significante esta manifestación
he juzgado que no debería renunciar a ellas hasta el punto (l n la cual he tomado parte, de la cual he tenido parte) que
de ni siquiera hacer saber a qué renunciaba. He juzgado 1onsistía en tratar la cuestión del juicio como inadmisible,
que, de acuerdo con la figw·a de la ironía, de la hipocresía 1 on1o imprcsentahle en suma. Significante no respecto <t tal

o de la denegación que trabaja cualquier enunciado, de- " l llal proceso, si puede decirse así, del juicio mis~~· . po~­
bería dejar que se declare lo que decía yo no querer decir, ¡•,.unos al menos de la instrucción abierta contra el JUI CIO , SI-
haciéndolo. He descartado entonces tres hipótesis o, si lo tio con respecto a la época. Se trata de una época marcada
prefieren, dicho con apenas otra palabra, eres sujetos. pm: l) Una fenomenología (fue ese uno de mis primeros
Estos son los tres sujeros de los que sobre todo no hablaré llltl·rcses comunes con Lyotard, al cual leí primero como
en absoluto. l<'liOr de Husserl, y al cual oí por vez primera hacia 1963 en
La primera hipótesis, diría incluso el primer prejuicio si lltt;l conferencia del Coltege philosophique sobre el tiempo, la
no hubiera decidido no pronunciar ya más esta palabra, soy t onsritución genética, la hylé, etc.), es decir: epoché, como
yo. He tenido durante algunos segundos ganas de presentar- .w.pcnsión de esa tesis de la existencia que toma a menu-
me, de comparecer una vez más ante ustedes, que son aquí la do, si no siempre, la forma del juicio; la de-sedimentación
ley y los guardianes de la ley. Presentarme ante ustedes corno ,k la deriva predicativa de la experiencia, la genealogía del
lm hombre solo ante la ley, no para decirles o preguntarles [llit io desde el retorno al asidero antepredicativo de la per-
quién soy, para provocar un juicio contándoles una historia, 1 q>óón. 2) U na meditación heideggeriana cuyos caminos

5 [Nora de los ·n:¡ H~y mducciones al castellano, la clásica de Gnos en FCE o la ro 1Nora de los TI.] Traducimos díjftrtmce, término inexistente en francés acuñado
de Rivcrn en Trorm. l'"' 1lt-rrida p~ro que su~na igual que dif]trmcr (difcrcnci<l). por difirlncíd.

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JACQUES DERRIDA PREJUZGADOS. ANTE LA LEY

p~a~, todos ellos, por una verdad sustraída a su forma ju- !'"' 1 tuyo enunciado fimdamental podía ser el siguien-
dtcanva; la verdad como adaequatio está ligada esencial- 1 lunc.lado o no fundado , eso da lo mismo, el juicio es
mente al juicio, a la proposición, es decir, está fundada so- l lllldario, la instancia categórica es dependiente. Unos
bre un desvelamiento no judicativo, prejudicativo, una 1 1.111: el juicio está fundado, entiéndase, fundado en
verdad distinta. La aletheia no está ligada al juicio. Se 111 1 lOsa distinta de él {experiencia anrepredicativa, ale-
enuncia claramente desde Ser y tiempo ("El concepto de lo- ti• '''tomo desvelamiento preproposicional, etc.). Otros
gos", p. 32). 3) Un transtorno psicoanalítico, especialmen- 1 , l1n lo contrario, que vuelve a ser lo mismo: el juicio
te alrededor de la Vemeinung, que trataba de hacer menos , nfrÍ fundado, entiéndase, no fundado en sí mismo, y
inocente cualquier posible garantía para una interpretación 11111 t.mro resulta ilegítimo por sí mismo y sin criterios
no-paradójica del discurso que juzga. toopios. En los dos casos, fundado o no fundado, podí-
Podría creerse enronces, si esta época ha hecho época, 111111\ tlccir que el juicio es secundario o inesencial: no es

y ép~~a.del juicio, que se había acabado con este imperio 11 11 tema filosófico decisivo, debe haber en él un recurso

del JUlcto que fue en suma casi toda la filosofía. Ahora 1 otra instancia. Ahora bien, en esta escena de nuestra

bien, hoy la singularidad más manifiesta de Jean-Fran~ois 1 poca, esta escena de la modernidad que cree haber aca-

Lyotard, la paradoja de su firma, es haber habitado esa lt.ulo con la época clásica del juicio, ésa en la que la filo -
época en todos sus lugares y sin embargo haberla abando- 111f.1 del juicio ruvo auroridad, de Platón a Hegel, Jean-
nado; y, desde un lugar que fue solamente el suyo, haber lt ,uH;ois Lyorard vendría a decirnos: atención, les
lanzado contra la época no diré solamente una acusación lllH'rrumpo un momento, hay una paradoja, y ésa es la
formidable, sino un desafío categórico que escucho tam- f11111a posmoderna; en efecto, el juicio no es ni fundador
bién como su propia risa. Nos dice Lyotard: no han aca- 111 fundado, resulta quizá secundario, pero por eso mis-
bado ustedes con ello, no habremos acabado nunca con el ""' no es un problema del cual nos podamos desembara-
juicio. Su época, la de ustedes, que es también una crisis- .11: y, si creen ustedes que se deshacen de él, no les dejará

y su epoché (husserliana o heideggeriana)- conserva todavía • n paz tan pronto. Están pre-juzgados por él y en lo prc-
algo de un enorme prejuzgamienro bajo la forma de una I'"V,ado en su sujeto. Precisamenre porque no reposa so-
denegación paradójica en cuanto al juicio mismo. Hay lul' nada, porque no se presenta, desde luego no con tí-
que revisar codo eso, volver a partir por ejemplo de Olra tulos filosóficos, con sus criterios y su razón, es decir, con
puesta en obra del psicoanálisis {no lacaniano) de la dene- \1 1 carné de identidad, por eso el juicio es paradójica-

~ación, del relato, de lo paradójico, de una nueva pragmá- tlll'nte ineluctable. Eso es quizá lo que dice lyotard, con
tica, etc. \11 sermón de predicador pagano, de sofista que no cono-

En suma, Lyotard sería quizá alguien que viene a de- ll' ni la ley ni a los profetas porque los conoce demasia-
cirnos algo esencial (mejor dicho, algo decisivo, incluso do. Nos llama sin cesar a un juicio que, sin estar funda-
lo decisivo) de la época, en cuanto a la época, para lo que do, sin ser pues ni el primero ni el último, no deja por
viene a fundar el juicio. Simplificando, vivíamos en una ~ ·~o de estar en curso, hablando en nosotros ante nosotros,

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JACQUES DERRlDA PREJUZGADOS. ANTE LA LEY

permaneciendo como un tribunal que mantuviese un t'·l" v actores en él, jueces y parte, me he dicho que no era
sesión sin discontinuidad, y cuya causa abierta tendrí t t. ll d lugar ni el momento de meterme en algo tan grave
lugar incluso cuando no esruviese nadie allí. )' 1.111 peligroso. He ced ido por tanto al miedo y me he di-
Así pues, cuando he visro que se anunciaba este proce 1 ho, tercer sujeto, que el sujeto del juicio debía ser

so, he renunciado a hablar de mí, porque iba a verme acu 1 V<Hard. La cuestión "¿cómo juzgar?" es la suya; y, a la vez
sado junto a toda la época y a tener ganas de defenderme. ¡w:1 respetar y romper nuestro contrato común, no parri-
Me he dich o: más vale pasar rápido a otro tema y habl 11 dd trabajo de Lyotard tal como nos provoca y nos h~ce

(era mi segunda hipótesis) no de mí sino de "Lyocard p1 nsar, más que a condición de que este punto de part~da
yo", de todo lo que ha podido ocurrir durante aproxima- 11n ~ca una maniobra de evitación ante la pregunra ¿qUlén
damente veinte años en lo que ni siquiera me atrevería a • , l<:an-Franc;:ois Lyotard? ¿Cómo juzgarlo?
llamar hisroria común, pues las palabras me parecen aquí Con eso me he puesto en situación de no poder ya evi-
tan insuficientes; relación sin relación entre dos que nunca 1 11 mi sujero, el tercero, que fue también el primero, cada
es seguro que se estén hablando, se conozcan, se lean de 11110 guardando al o tro, y más insostenible y más inevitable

verdad, se escriban , se dirijan directa o indirectamente qw: el otro. C reo haberlo evitado finalmente, pero todavía
uno a otro, se destinen oblicuamente una atención virtual, 1111 estoy seguro. En todo caso, mi primera prueba, para-

intensa o infinitesimal, aguda y fatalmente distraída, des- dt'ljica pero clásica, consistió en pregunrarme si iba a tratar
conocedora, por su propia fuerza de afirmación, olvidan- 1111 sujeto de forma categórica, es decir, a la vez s.egún el

do, o no, que el otro está en el paisaje acechando rodo lo JllllÍO y según las generalidades, orra manera de evttarlo, o
que se mueve. De eso habría que hablar siempre, saben us- dl· rorma idiomática, intentando alcanzar una ley que no
tedes que es lo esencial y que solamente se lee entre líneas, , ,diese sino para él, Jean-Franc¡:ois Lyorard. ¿Existe algo así,
que hay ahí un texto de una complejidad loca, y digo loca 1111.1 ley o una categoría para sólo uno?

porque se trata de la locura, y de una locura categórica, ·A quién podría plantearle esta pregunca sino al mis-
porque cada minuto minúsculo de esta locura es infinita- nm Jean-Franc¡:ois Lyotard, en una especie de llamada de
mente divisible, ciertamente, pero ahí se encontrará siem- ,ocorro para que me haga accesible esta ley singular o,
pre algo de(!) juicio. No acabaremos nunca con el juicio, d1· t: ntrada, para que él mismo se haga accesible a mi pe-
o más bien con lo que hace preguntar "cómo juzgar". Y ' lli6n?
me escucho decir jusro eso con Jean-Frans;ois Lyotard. Por He creído recibir de su parte una respuesta murmura-
tamo, he renunciado de antemano a hablar de "Lyotard y d.l o cifrada en todos los lugares en los que habla de teorías
yo", pero sé que, si esto tomase en algún momento la for- <k la narración o pragmática narrativa, especialmente en
ma de un relato de riempos pasados, encontraríamos allí f11,1ructions pai'ennes, a las cuales les remito si todavía no se
un capítulo titulado "Husserl"; otro, "Lévinas"; y con se- l.l\ saben de memoria.
guridad, oLro "Cerisy". Este último nos llevaría al menos Y, en su nombre pues, en nombre de esa pragmática
hasta 1972. Como ustedes serían casi todos a la vez testi- II.I<Tativa, me he dejado decidir dejarme contar la historia

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JACQUES DERRIDA
PREJUZGADOS. ANTE lA LEY

titulada, como saben, por Kafka, '\0r dem Geset. t 1 .lt·ccsible siempre y a todos, piensa, pero cuando observa con
Dejándomela contar a mi manera (lo que estoy haciend 1r1.h dt:tenimiento al guard ián envuelto en su abrigo de pieles,
desde hace aproximadamente una hora ya, ustedes sola '1 111 su gran nariz punriaguda, su larga barba tártara, rala y ne-

mente lo podrán notar a roro pasado), quizá voy todavía 1\111, decide que es mejor esperar hasta conseguir el permiso de
aplazar el juicio al sujeto Jean-Franc;ois Lyotard, ¿quién sa t ll ttada. El guardián le acerca un taburete y le permite sentarse
be? En todo caso mi primera aproximación, que puede in d l.tdo de la puerca. Allf se queda sentado días y años. Hace mu-
rerpretarse como una evitación, consistirá en preguntar , l,o.\ imencos por ser admitido, y cansa al guardián con sus rue-
me: ¿Qué es este texto? ¿Cómo juzgarlo? ¿Es de verdad u ~\tK El guardián lo somete con frecuencia a pequeños interroga-
tunos, le pregunta sobre su país y muchas otras cosas, pero son
relato, sí o no? ¿Es de verdad literatura, sí o no? Y, sobr
¡ut•gumas hechas con indiferencia, como las q ue hacen los gran-
todo, antes de todo y después de todo, ¿qué lugar ocup
tk'\ señores, y al final le repire una y otra vez que aün no puede
en él Jean-Franc;ois Lyotard? ¿Será el de uno de los accant
dt•jarlo entrar. El hombre, que se había provisto de muchas co-
(el campesino, el guardián, codos los guardianes que supo ~.1 .\ para su viaje, lo utiliza todo, por valioso que sea, para sobor-
ne tras él)? ¿Será el de la ley, de la cual no sabemos si es ll.tr al guardián. Esre lo acepta todo, pero al hacerlo dice: "Lo
no un actante del relato? A menos que sea el lugar del tí •ltt:pto sólo para que no creas que no lo intentasre todo".
tulo mismo, que sigue siendo, como veremos, más grand 1h u·ante esos largos afios el hombre observa al guardián casi in-
que el texto y que la firma misma. lllltrrumpidamente. Se le olvidan los otros gt•ardianes y este
Leemos: 111 imcro le parece el único obstáculo para enrrar en la Ley.
1>urance los primeros años maldice el lamentable azar en voz al-
ANTE LA LEY t.l y sin miramientos; más carde, a medida que envejece, ya sólo
r:ufullando para sus adentros. Se comporra como un niño y co-
Ame la Ley hay un guardián. Hasta ese guardián llega un mo al estudiar al guardián durance tantos años ha llegado a co-
hombre del campo y le pide ser admitido en la Ley. Pero el gua r- uocer incluso las pulgas del cuello de su abrigo de piel, también
dián dice que por ahora no le puede permitir la enrrada. El pide a las pulgas que lo ayuden y hagan can1biar de opinión al
hombre se queda pensando y pregun ta si le permitirán entrar 1111ardián. Por último se le debilita la vista y ya no sabe si la os-
más tarde. "Es posible", dice el guardián, "pero ahora no". ~ uridad reina de verdad a su alrededor o sólo son sus ojos que lo
Viendo que la pu~::rta de acceso a la Ley está abierta como siem- ¡·ngañan. Pero entonces advierte en medio de la oscuridad un
pre y el guardián se hace a un lado, el hombre se inclina para 1csplandor que, inextinguible, sale por la puerta de la Ley. Le
mirar al interior a través de la puerta. Cuando el guardián lo ad- 1111eda poco tiempo de vida. Antes de su muen e se le acumulan
vierte, se echa a reír y dice: "Si tanto re atrae, intenta entrar pese t'll la cabeza todas las experiencias vividas aquel tiempo hasta

a mi prohibición. Pero ten preseme que yo soy poderoso. Y sólo co ncretarse en una pregunta que todavía no le había hecho al
soy el guardián de menor rango. Enrre sala y sala hay más guar- f.\llardián. Le ind ica por señas que se acerque, pues ya no puede
dianes, cada cual más poderoso que el anterior. Ya el aspecto del •ncorporar su rígido cuerpo. El guardián tiene que inclinarse
tercero no puedo soportarlo ni yo mismo". Con semejantes di- profundamente hacia él, porque la diferencia de tamaño enrre
ficultades no había contado el hombre del campo; la Ley ha de .tmbos ha variado muy en detrimento del hombre. "¿Qué más
quieres saber ahora?", pregunta el guardián, "eres insaciable".

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JACQUES DERRIDA
PREJUZGADOS. ANTE. LA LEY

"Todos aspiran a entrar en la Ley", dice el hombre, "¿cómo es c¡ 11 ~ existe en su versión originaJ, que forma cuerpo en su
que en tamos años nadie más que yo ha solicitado entrar?". El
111 gar de nacimiento con la lengua alemana. De. acuerdo
guardián advierre que el hombre se aproxima ya a su fin y, para
11111 la creencia más extendida en nuestros ámbn~s, ~~:a
llegar aún a su desfalleciente oído, le ruge: "Nadie más podía
vn~ i6n as(, llamada originaJ, constituye la referen~1a u~u-
conseguir aquí el permiso, pues esra entrada sólo esraba destina-
da a ci. Ahora me iré y la cerraré'? 111,1 en cuanto a lo que podría llamarse la personaltdad JU-

Franz Kafka ' fdica del texco, su identidad, su unicidad, sus derechos,
1 11 . Todo eso está garantizado hoy por la ley, por un co.n-

Subrayaré de manera un tanto rosca algunas triviaJida fllllto de leyes, q ue tienen toda una.hi.storia, aun~ue el dJs-

des axiomáticas o aJgunas presuposiciones. Sobre cada un 1 m,0 que las justifica pretenda casi siempre arrrugarlas en
de ellas, ha lugar a suponerJo, sería fácil un acuerdo inici lt·yl'S naturales. . ,. .
entre nosotros. incJuso aunque mi incenci6n siga siend Segundo elemento de consenso ax10m~nco, esencla-
hacer frági les en seguida las condiciones de semejante con llll'tlte inseparable del primero: ese te~t? tren~ un a~tor.
senso. Para apelar a este acuerdo entre nosotros, me refier 1 , ~xistencia de su signatario no es ficnc1a, a difere~c1a d.e
de manera quizá imprudente a nuestra comunidad de su 1.1 d ~ los personajes del relato. Y otra ve~ es la ley qUJen exL-
jeras que participan en conjw1to de la misma cultura 1e v garantiza la diferencia enue la realidad presupuesta del
suscriben, en un contexto dado, un mismo sistema d tlltor, portador del nombre de Franz Kafka, inscrito en el
convenciones. ¿Cuáles? 11 ·gimo civil bajo la autoridad d~l Es~ado, y por otra par~e

Primera opinión de cadencia axiomática: reconocemos 1 t licci6n de los personajes en el m tenor del relato: Esr:a ~I­

aJ texto que acabo de leer una identidad consigo, una sin- ¡, tt•ncia implica un sistema de leyes y de convenciones sm
gularidad y una unidad. De entrada las juzgamos intoca- 111 l UaJes el consenso aJ cual me refiero, en un contexto
bles, por enigmáticas que se mantengan en definitiva las tpw nos resulta hasta cierto punto común, no tendr(a
condiciones de esa identidad consigo, de esa singularidad y ''IIIIILWlidad alguna de aparecer, esté o no fundado. Ahora
de esa unidad. Hay un comienzo y un fin en ese relato cu- 1. 11·11. podemos conocer al menos la historia aparente de
• 1 , ¡ ~ tema de leyes, los aconcecimiencos jurfdicos qu~ ~an
yos bordes o cuyos lfmites nos parecen garantiz-ados por
cierto número de criterios establecidos; entiéndase, estable- { , u1dido su devenir bajo la forma de derecho posmvo.
cidos por leyes o por convenciones positivas. Ese texco, que 1 . t.t historia de las convenciones es muy recience y lo qu.e
tenemos por único e idéntico a sí mismo, presuponemos . ll.t ~arantiza sigue siendo esencialmente lábil, tan frágil
, , 1111 o un artificio. Como ustedes saben, hemos heredado
, tl 11.ts cuyas unidad, identidad y co m~letiru~ ~ iguen sien-
7 INocJ de los IT.J R,-producimosla u<~ducción del rel2co de Kalh Anu In/~ in- dn 1" oblemáticas porque nada permite dec1d1~ con rocaJ
cluida en ~U5 Obr.~s comp/n,u, wl HJ, erad. de Adan Kov:tcsl!, Joan Parra Comrera y lll'/a si el inacabamiento del corpus es un accidente real
Juan José dd Solar. Barcelona, C írculo de ~torcs, 2003, pp. 192-193. Aunque
1, lltt lingimiento, el simulacro deliberadamente calculado
Derrida cir.1 siempre l:t craducción francesn a cargo de Alcxandre Vialauc y Marche
Roberr, hemos optado por referirnos a la mencionada traducci6n al castdlano. 11. tillO o más autores, contempo ráneos o no. Hay y ha

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JACQUES DERRIDA PREJUZGADOS. ANTE LA LEY

habido obras en las cuales el autor o una multiplicidad 11 reserva). ¿Acaso codo esto es demasiado evidente y tri-
a_urores se po~en :n escena como personajes, sin darn vi.d para merecer ser subrayado? No lo creo. Algunos rela-
stgnos o cncenos ngurosos para decidir entre las dos fu l•h no pertenecen a la literatura, por ejemplo las crónicas
ciones o los dos valores. El cuenco del Grial, por ejempl lu,t6ricas o las relaciones de las que tenemos experiencia
pl~cea rodavía hoy problemas de este tipo (acabamien , nt1d iana: puedo contarles, por ejemplo, que he com pare-
o_ macabamienro, inacabamienro real o fingido, inscri ' uln ame la ley después de haber sido fotografiado al vo-
~tón ~e los aurores en el relato, pseudonimia y propieda l111tc de mi coche, por la noche, conduciendo cerca de mi
ltterana, erc.) 8• Pero, sin querer anular las diferencias y 1 , ''·' a excesiva velocidad, o que iba a comparecer por ha-
mutaciones históricas con respecto a esco, podemos ese hl 1 ~ido acusado en Praga de tráfico de drogas. No es,
seguros de que, de acuerdo con modalidades cada vez or' l'llt'\, en cuanto narración como Ante la /.ey se define para
ginales, esos problemas se plantean en todo tiempo y par nmotros como un fenómeno literario. Si juzgamos el texto
roda obra. ''11110 "literario", tampoco lo hacemos porque sea narra-
. Tercer axioma o presuposición: hay relato en ese text ' it'm ficticia, ni siquiera en cuanto narración alegórica, mí-
mula~o Ante la ley y ese relaco pertenece a lo que llama t ha, simbólica, parabólica, etc. Hay ficciones, alegorías,
mas ltteratura. Hay relato o forma narrativa en ese rexco 11111os, símbolos y parábolas que nada tienen de propia-
la narración arrastra tras ella, determina cada átomo d llll'nte literario. ¿Qué decide, pues, sobre la pertenencia de
texto, incluso aunque no todo aparezca inmediarament l111e la ley a lo que creemos entender bajo el nombre de li-
bajo ~1 modo de la narración. Sin inceresarme aquí por 1 lt 1atura? ¿Y quién lo decide? ¿Quién juzga? Para afinar es-
cuesnón de saber si esta narracividad es el género el mod 1"dos preguntas (qué y quién), preciso que no o cargo pri-
o e1 npo. de texro 9, su brayaré modestamente y de' maner vtlt:gio a ninguna de las dos y que ambas recaen sobre la
completamente preliminar que esta narrarividad, en ese IJil·ratura más que sobre la bellas letras, la poesía o el arte
caso concreto, pertenece s~gún nosotros a la literatura; pa d1,cursivo en general, aunque codas estas disrinciones res-
ra ello apelo otra vez al mtsmo consenso previo enrre nos 11'11 fuertemente problemáticas.
otros. Sin tocar todavía las presuposiciones contextuale La pregunta doble sería por tanto la siguiente: "¿Quién
de nuestro consenso, retengo que para nosotros parece tra- dn.ide, quién juzga, y según qué criterios, sobre la perre-
tarse de un relato literario (la palabra "reJaco" en francés lll'llcia de este relato a la literatura?".
récit, plantea también problemas de traducción que dej~ Para no manipular con la economía de tiempos de la
que debo hacerme cargo, diré pronto y sin rodeos que no
.q>o rto ni detento respuesta alguna a esa pregunta. Estoy
~ ~obre c~cl~s ~ras cuestiones -ina~b:un ienco real o llngido, pluralidad de auwres, "~ in criterio", como diría Jean-Frans:ois Lyotard. Quizá
proptedad lucr.ma [que) no se planteaba o casi, parece, en la Edld Media" (p. 52)-,
remtro entre los traba¡os más reacntes y ricos a La vi~ dr la /mr~ a11 M~n Ag~ (1, conu piensen ustedes que les voy a llevar hacia una conclusión
du Gma/), de Roger Dragonctti, Le Seuil, Parfs, !980. ¡111ramence aporética o en codo caso hacia una sobrepuja
9 Cf. Gérard Generrc, "Gen res, rypcs, modes", l'oltir¡ut 32 (nov. J 977), retomado
con algunas modificaciones en fmrodut"tion <1 l'arcbiuxt~. Parls, Seuil, 1979. p10blemácica: diríamos entonces que la pregunta estaba

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]ACQUES DERRIDA PREJUZGADOS. ANTE lA Lf.Y

mal formulada, que no se puede razonar en términos de doble pregunta (¿quién decide, quién juzga, con qué dcu-
pertenencia a un campo o a una clase cuando se trata de lo, sobre la pertenencia a la literatura?), y, sobre todo, hacer
literatura, que no hay esencia de la literatura, dominio 1om parecer ante la ley el enunciado mismo de esta doble
propiamente literario e identificable con rigor en cuanto pregun ta, incluso, como se dice frecuentemente en
tal, y que en definitiva ese nombre de liLeratura, escando 1:rancia en estos días, al sujeto de su enunciación. Un su-
quizá destinado a permanecer impropio, sin concepto y Jl'LO así pretendería leer y comprender el texto titulado
sin referencia garantizada, sin criterio, la "licerarura", ten- , lnte La ley, lo leería como un relaw y lo clasificada con-
dría algo que ver con ese drama del nombre, con la ley vt ncionalmente en el dominio de la literatura. Creería sa-
del nombre y el nombre de la ley. Sin duda, no se equi- ht·r lo que es la literatura y se preguntaría solamente, tan
vocarían. Pero la universalidad de esas leyes y de esas hicn armado: ¿Qué me autoriza a determinar este relaLo
concl usiones problemáticas me interesa menos que la 1 omo un fenómeno literario? ¿o a juzgarlo bajo la catego-

singu laridad de un proceso que, en el transcurso de un ' 1.1 "literatura"?


drama único, los hace comparecer anre un corpus irrem- Se tratará, pues, de hacer comparecer esta pregunta,
plazable, ante el presente texto, ante "Ante la ley". H ay ~·1 sujeto de la cuestión y su sistema de axiomas o de con-
una singularidad de la relación con la ley, una ley de sin- w nciones "ante la ley", ante "Ante la ley". ¿Qué quiere
gularidad que debe ponerse en relación, sin poder nunca dt·t:ir esto?
hacerlo, con la esencia general o universal de la ley. No podemos reducir aquí la singularidad del idioma.
Ahora bien, este texto de aquí, un texto singular, habrán ( 'omparecer ante la ley, en el idioma francés, alemán o in-
reparado en ello, nombra o relata a su manera ese con- ~l l-s, significa llegar o ser llevado ante los jueces, los repre-
flicto sin encuentro de la ley y de la singularidad, esa pa- ,¡·ntantes o los guardianes de la ley, en el curso de un pro-
radoja o este enigma del estar-ante-la-ley; y el ainigma es 11'\0, para testificar o para ser juzgado. El proceso, el juicio
a menudo en griego una relación, un relato, la palabra ( l lrtei~, también el lugar, el sitio, la situación, todo eso es
oscura de un apólogo: "Con semejantes dificultades no lo t¡ue hace falta para que tenga lugar un acontecimiento
había contado el hombre del campo; la Ley ha de ser ac- '' ¡. (( comparecer ante 1a 1ey)) .
cesible sie mpre y a todos ... ". Y la respuesta, si todavía Aquí, '~nte la Ley", expresió n que menciono entre co-
puede decirse, viene al final del relato, que marca tam- lnillas, es el titulo de un relato. Y ésta es la cuarta de nues-
bién el final del hombre: «El guardián advierte que el " ·" presuposiciones axiomáticas. Debo añadirla a la Jisca.
hombre se aproxima ya a su fin y, para llegar aún a su < lt·cmos saber lo que es un título, especialmente el drulo
desfallecicnce oído, le ruge: "Nadie más podía conseguir .!1· una obra. Está situado en un lugar muy determinado y
aquí el permiso, pues esta entrada sólo estaba destinada lll t'scrito por leyes convencionales: delante y más arriba, a
a ti. Ahora me iré y la cerraré")). 1111.1 distancia regulada del cuerpo del texto, ante él en to-
Por tanto, mi única ambición sería, sin aportar res- do caso. En general el título lo elige el autor, o bien sus re-
puesta alguna para ello, afinar, a riesgo de deformarla, la l'll'\cn tantes editoriales, que so n sus propietarios. Nombra

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JACQUES DERRIDA PREJUZGADOS. ANTE LA LEY

y garantiza la identidad, la unidad y los límites de la obr " 11111 del relaw. Uno, el título, se encuentra ante el texto y
original a la cual titula. Como es obvio, los poderes y el va- '' ,1.1 t·xterior, si no a la ficción, al menos al contenido de la
lor de un título tienen una relación esencial con algo como 11 111 .1Ción ficticia. El otro se encuentra también a la cabeza
la ley, ya se trace del título en general o del dtulo de una .¡, 1 1cxto, ante él, pero ya en él; es un primer elemento in-
obra, literaria o no. Una suene de intriga se anuncia ya en 11'1ior ni contenido ficticio de la narración. Y, sin embargo,
un titulo que nombra la ley (Ante la ley), quizá como si la 1'"' t·xrerior que resulte con respecto a la narración ficticia,
ley se ríndase a sí misma o como si la palabra "título" se 1 l.1 historia que el relato cuenca, el título (Ante la ley) con-

introdujese insidiosamente en el título. En esto, me quedo ll v.1 una ficción firmada también por el autor o su lugar-
al margen quizá de lo que se escribe en Les transformateurs lo IIÍl'nte. El tirulo perrenece a la literatura, diríamos, aun-
Duchamp (p. 129): "Decisiones alojadas en el título", títu- ptr ' ll pertenencia no tenga la estructura ni el estatuto de
lo él mismo, dice Lyotard, «acuñado en dos subtítulos: "si- 1,, '1111.: inrirula y a lo cual resra esencialmente heterogéneo.
tuación dada: el gas de alumbramiento" y "situación dada: 1 .1 lll-rrenencia del título a la literatura no le impide tener
caída del agua"». Dejemos esperar a esta intriga. 1111.1 autoridad legal. Por ejemplo, el título de un libro per-
~nsistamos en la topología. Otro aspecto intrigante: el lltÍi t· la clasificación en la biblioteca, la atribución de dere-
sentido del título muestra una indicación topológica, ante ''"'' de autor y de propiedad, los procesos y los juicios que
la ley. Y el mismo enunciado, el mismo nombre, porque el ¡u wdan seguirse de ello, ere. En cualquier caso, esta fun-
título es un nombre, el mismo grupo de palabras, en cual- ' 1011 no opera como el título de una obra no literaria, de

quier caso, no rcmiría valor de título si apareciese en otra 1111 11arado de física o de derecho, por ejemplo.
parte, en lugares no prescritos por la convención. No ten- 1 a lectura que ahora intentaré de Ante la ley estará
dría valor de átulo si apareciese en otro contexto o en otro ll l.lrl'ada por dos programas, si puede decirse así, y por
lugar dentro del mismo contexto. Por ejemplo, aquí mismo t 11110, pragmáricamente, por dos destinaciones. Primero
la expresión '%r dem Gesetz" se presenta por primera ve:z , '·' t¡ue aquí nos dirige unos a orros al justo, o en nombre
o, si ustedes lo prefieren, por segunda vez, como incipit del .¡,. )can-Frans:ois Lyotard, del cual no esramos seguros
relato. Esta es la primera frase: "Vor dem gesetz steht ein ]11 \lo de saber quién es, lo que q uiere y cómo juzgarlo, pe-
Türhüter': "Ante la ley hay [o se elevaJ un guardián", un ' '' 'luc parece haber firmado, por ejemplo (digo por ejem-
portero. Aunque pueda pre-suponerse el mismo sentido, plo para no entretenerlos horas con citas) lo que erara de
son más homónimas que sinónimas, porque las dos apari- lt "pragmática del judaísmo" en Au juste (p. 101-102),
ciones de la misma expresión no nombran lo mismo; no , 11111 0 yo también voy a hacer, más indirectamenre y más

tienen ni la misma referencia ni el mismo valor. A un lado lt •pméticamenre:


y al otro del trazo invisible que separa el título del texto,
uno nombra el conjunto del texto del cual resulta ser en su- "Dios ordena. No sabemos muy bien qut ordena. Ordena
ma el nombre propio y el título, el otro designa una situa- nl11tlecer. Es decir, ponerse en la posición de ese juego pragmá-
ción, el sitio de un personaje localh.ado en la geografía in- Ji w que es el de la o bligación [...].A ello llamamos Dios, pero,

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JACQUES DERRIDA PREJUZGADOS. ANTE LA LEY

en fin, no sabemo~ lo que decimos cuando decimos Dios. No sa- tllll.ma . Como ustedes saben, Kanc habla de una típica y
bemos nada de ello. Decimos simplemente: "Hay una ley". Y, 1111 tk un esquematismo de la razón práctica; de una pre-
cuando decimos una "ley", ello no q uiere decir que esa ley esté llt.teión simbólica del bien moral (lo bello como símbolo
definida ni sea suficiente conformarse a ella, porque justamente
1, l.t moralidad, en el parágrafo 59 de la Crítica de la fo-
hay una ley, pero no sabemos lo que dice esa ley. Hay una espe-
drrtt! de juzgar); y, en fin, de un respeto que, si bien nun-
cie de ley de leyes, hay una meraley que es: "Sed justos". E.~ra es
1 ~~·di rige a las cosas, no se dirige tampoco a los persona-
la única cuestió n del judaísmo: "Sed justos". Pero justamenre no
sabemos lo que es ser justo. Es decir, que tenemos que "ser jus- l tll;Ís que en la medida en que dan ejemplo de la ley
tos". No es "Sed conformes a esto", no es "Amaos los w1os a los .,,,,,11: no se debe respeto sino a la ley moral, que es su
otros", etc., codo eso es de broma. "Sed justos": golpe a golpe, 1111tt .1 causa aunque nunca se presente ella m isma. Se tra-

tend remos cada vc1. que decidir, pronunciarnos, juzgar, y des- ' dt,t también del "como si" (als ob) en la segunda fonnu-
pués medirar si era eso ser justo". 111 11111 del imperativo categórico: "Actúa como si la máxi-
1•• 1 tic ru acción tuviese que convenirse por cu volumad en
Eso es, de eso voy a hablar en esta lectura de Kafka. N 1. 1 universal de la naturaleza". Ese "como si" permite po-
sé si codos los judfos (incluso los expertos en judaísmo, in ttt 1 de acuerdo la razón práctica con una teleología histó-
cluso Lévinas, a quien se invoca unas líneas más abajo) s 111 1 y la posibilidad de un progreso hacia el infinito.
reconocerían en este análisis de la paradójica pragmári lttllnté mostrar cómo introducía virrualmenre narrativi-
judaica, pero eso no sirve de criterio. Si me reconociese e ·lld y ficción en el corazón mismo del pensamiento de la
ella yo, eso no tranquilizaría ni a los judíos ni a los demás l. 1, l"n el instante en que ésta se pone a hablar y a ínter-
y por orro lado tampoco tiene importancia. En todo cas ¡·· l.u ,ti sujeto moral. Aunque la instancia de la ley parece
estaría bastante tentado a reconocer en ella, yo, a Lyocard t , luir cualquier hjstoricidad y cualquier narratividad
o a "mi" Lyotard, y no excluyo que él haya dicho lo qu tttplrica, en el momento en que su racionalidad parece
había que decir de la ley y el estar-ante la ley. 11.111:1 a cualquier ficción y a coda imaginación, aunque
La otra destinación de esca lectura ha estado marcad • 1 u:mscendental' 0, parece enronces ofrecer a priori su
por un seminario en el transcurso del cual, el año pasado ltmpitalidad a esos parásitos. Otros dos motivos me recu-
creí hostigar ese relaco de K.afka. En verdad, fue él quie ' h ton entre los que señalan hacia el relato de Kafka: el
atormentó el discurso que yo incentaba sobre la ley mor 111111Ívo de la altura y de lo sublime, que desempeña allí
11
y el respeto a la ley en la doctrina kantiana de la razó 1111 p.tpcl esencial, y, en fin , el de la guarda y el guardián •
práctica, sobre los pensamienros de Heidegger y de Freu
en relación a la ley moral y al respetO (en sentido kancia
1[1 1 "l!'<c momcmo es cuando el seminario se prtgumó por la interpretación hcideg-
no). No puedo reconstruir aquf los modos y los trayecto
¡l '"' .Id "respe[o" en su relación roo la imagin:tción tr.lllSccndcmal. a. &111 y ti
de este hostigamiento. Por señalar sus títulos y sus topo 1 .,., J,.[a mnajlsira, cspeci~lmeme alrededor del parágrafo 30.
principales, digamos que se rracaba primero del extrañ 11 1 o me orros ejem plos: al fi nal de la Crltira dr /11 Raz4n prdcrica la filosofía se pre-
estatuto del ejemplo, del sfmbolo y del cipo en la doctrin ""'o
1111 , la g<t:J.rdiana (At~jbcwllbrnin) de la ciencia morol pura; es t:imb ién ella la
1''' '' 1 '"trecha'" (mgr Pforu) que conduce a la doc[rina de la sabidurh.

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No puedo extenderme sobre ello, dibujo solamente co t1.1 d relato de lo que escapa al relato y le resta finalmente
gruesos trazos el contexto en el cual leí Ante la. Ley. Se tra 111.11 l.'csible. Pero lo inaccesible provoca (desde) su atrinche-
de un espacio en el que resulra difícil decir si el relato 1tttticnto. No se pueden tener tratos con la ley, con la ley
Kafka propone una potente elipse filosófica o si la razó 1¡,. kycs, de cerca o de lejos, sin pregunrar(se) dónde tiene
pura práctica guarda en sí algo de lo fantástico o de la fi t 1.1 lugar propiamente o de dónde viene. Digo aquf inclu-

ción narrativa. Una de estas cuestiones podría ser: ¿y si 11 "b ley de leyes" porque, en el relaro de Kafka, no se sabe
ley, sin estar ella misma transida de literatura, compartie [, q11é tipo de ley se trata, la de la moral, del derecho o de
sus condiciones de posibilidad con la cosa literaria? l1 polfrica, incluso de la narurale-a, etc. Lo que resta invi-
Para darle aquí hoy la fo rmulación más económi ll!ll· y escondido en cada ley podemos, pues, suponer que
hablaré de una comparecencia del relato y de la ley, q l.t ley misma, lo que hace que sus leyes sean leyes, el ser-
comparecen, aparecen juntos y se ven convocados un ¡, y de las leyes. Ineluctables son la pregunta y la busca, di-
ante otro: el relato, a saber, cierto tipo de relación, se r lul de otro modo, el itinerario sobre el lugar y el origen de
laciona con la ley que él relata, comparece haciendo es l1 lt"y. Ésta se da rehusándose, sin decir su proveniencia ni
ante ella que comparece ante él. Y, sin embargo, vamos 11 'l·dc. Ese silencio y esta discontinuidad constituyen el
leerlo, nada se presenta de verdad en esta comparecenci 1 IHHllcno de la ley. Entrar en relación con la ley, con la que
y que eso se nos dé a leer no significa que no tengam .111 1' "Tú debes" y "Tú no debes", es a la vez hacer como si
prueba o experiencia de ello. l11 uo tuviera historia o en todo caso no dependiese ya de
Aparenremente, la ley no debería nunca dar lugar 11 prl'sencación histórica, y en el mismo lance dejarse fas-
cuanto tal a relato alguno. Para estar investida de su aut 1111.11, provocar, apostrofar por la historia de esta no-histo-
ridad categórica, la ley debe ser sin historia, sin génesis, s· 11 1 1 \dejarse tentar por lo imposible: una teoría del origen
derivación posible. Ésa sería la ley de la ley. La morali ,¡, l.t ley, y por tanto de su no-origen, por ejemplo de la ley
pura no tiene historia, eso es lo que parece recordarnos 111111.11. Freud (Kafka lo leía, como ustedes saben, pero poco
entrada Kant, no hay historia inrdnseca (o entonces, com liiiJHII'la aquí esta ley austrohúngara de principios de siglo)
dice Lyocard, la historia no puede ser más que el "por-h 111 Vt' IH6 el concepto, si no la palabra, de "represión" como
cer" del porvenir, lo cual está quizá tan cerca de H eidegg " pul'sta a la pregunta por el origen de la ley moral. Fue
como de Lévinas, al menos bajo esa forma). Y, cuando 11111'' de que Kafka escribiese \-0r dem Gesetz (1919), pero
cuentan historias sobre ese sujeto, no pueden concernir s 1 1 1dación no tiene interés para nosotros, y más de vein-
no a circunstancias, a acontecimientos exteriores a la le 11• lll l<> años antes de la Segunda Tópica y la teoría del
como mucho a los modos de su revelación. Como el ttpt'l yo. En las cartas a Fliess, hace el relaro de los presen-
pesino en el relato de Kafka, algunas relaciones narraciv tlttlll'lllOS y las premoniciones, con una suerte de fervor in-
intentarían aproximar la ley, hacerla presente, entrar en r l'"''tll, como si estuviese al borde de alguna revelación:
!ación con ella, incluso entrar en ella, hacerse intrlnsecas 1 l1m presentimiento me dice también, como ya sabía yo
ella, pero nada lo hace. El relato de esas maniobras sólos 1 lt l ~r.tyado mío, ]D.], aunque en realidad no sepa nada,

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que pronto voy a descubrir la fuente de la moralidad '' ¡',l'IÚtales. Ese alejamiento ennoblece la altura y deja hue-
(Carta 64,31 de mayo de 1897). Siguen relatos de algun 11.,, al diferir la acción. Retraso, diferencia, elevación enno-
sueños y, cuatro meses después, otra carca declara «la con l•lncdora, desvío del olfato lejos del rufo sexual, represión,
vicción de que no existe en el inconsciente ningún "indici .o es el origen de la moral: "Por decirlo crudamente, la
de realidad", de tal manera que es imposible distinguir l llltmoria apesta exactamente como apesta un objeto mate-
verdad y la ficción investida de afecto>• (Carta 69, 2 1 d ' 1.tl. Igual que desviamos con disgusto nuestro órgano sen-
septiembre de 1897). Algunas semanas después, otra cart '" i.d (cabeza y nariz) ante objetos apestosos, lo mismo el
de la que extraigo estas líneas: " ... Después de los espant jttnonscienre y nuestra consciencia se desvían de la memo-
sos dolores del alumbramiento de las últimas semanas, h 111 Ah í está lo que se llama represión. ¿Qué resulta de la re-
parido un nuevo cuerpo de conocimiento. En absolut 1'" ,¡<Ín normal? Una transformación de la angustia libera-
nuevo, a decir verdad; se había mostrado a sí mismo de fot' l, en rechazo psíquicamente "ligado", es decir, que
ma repetida y se había retirado de nuevo. Pero esta vez s dum:nta el fundamento afectivo de una multitud de pro-
ha quedado y ha mirado la luz del día. Es bastante extraño • • \O., intelectuales tales como la moralidad, el pudor~ ere.
tuve el presencimienco de unos aconcecimiemos así much Indo el conjunto de estas reacciones se efectúa a expensas
tiempo antes. Por ejemplo, re escribí durante el verano qu ,¡, l.t sexualidad (virtual) en vía de extinción".
iba a encontrar la fuente de la represión sexual norm \ca cual sea la pobreza inicial de esca noción de repre-
(moralidad, pudor, ere.) y durante mucho tiempo fracas ""'· el único ejemplo de "procesos intelectuales" que da
Antes de las vacaciones te dije que mi paciente más impot' 1 t~·ud es la ley moral o el pudor. El esquema de la eleva-
tan te era yo mismo; y después, con frecuencia, después d Hín, el movimiento hacia lo aleo, todo lo que marca la
la vuelta de vacaciones, mi auroanálisis -del que nin ' J'll'posición sobre (über), es aquí tan determinante como lo
signo tenía entonces- comenzó de nuevo. H ace algunas s .¡, l.1 purificación, el desvío lejos de lo im puro de las zonas
manas me vino el anhelo de que la represión fuese rempla ti· ltucrpo que huelen mal y que no hay que cocar. El des-
zada por la cosa esencial que se mantiene detrds [subrayad In 'e hace hacia lo alto. Lo alto (por tanto, lo grande) y
mío, }.D. ] y eso es lo que me ocupa en este momento" lo~ puro, eso es lo que produciría la represión como origen
Freud se mere entonces en consideraciones sobre el con 1. l.t moral, eso es completamente lo que vale mds, el ori-
cepto de represión, sobre la hipótesis de su origen orgánic 1" 11 dd valor y del juicio de valor. Esto se precisa en el
ligado a la postura erguida, dicho de otro modo, a ciert 1 i~tnpmdío de una psicologfa científica, y después en otras
elevación 12• El paso a la situación erguida endereza o ele 1 r, H·ncias al imperativo categórico y al cielo estrellado

al hombre que aleja así la nariz de las zonas sexuales, anal ll'tt l'\tá por encima de nuestras cabezas, ere.
1>csde el inicio, y al igual que otros, Freud quería por
1 111111 escribir una historia de la ley. Estaba sobre la huella
12 Habría que encadenar este argumento con el que dir:i más [arde sobre Kam, sob J, l.t ley, y le cuenta a Fliess su propia historia (su autoa-
el imperativo c.1 tegórico, sol>re la ley moral en nucqro con11.ón y el ciclo e.~llcll,,do po ltiiJ,is, como él dice), la historia de la pisca que sigue sobre
encima de nuestras cabezas.

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la huella de la ley. Olfatea el origen de la ley, y por eso h 1 l gu:t rdián de la puerta, el Türhüter; y si, acampando ante
tenido que olfatear el olfato. Encentaba, en suma, u ti 101110 el campesino, le observan, ¿qué ven? ¿Qué deta-
gran relato, también un autoanálisis interminable, pa ll. , ,¡ así puede decirse, les fascina hasta el punto de aislar
contar, para dar cuenta del origen de la ley, dicho de otl' .¡ kccionar ese rasgo? Pues bien, ese rasgo será la abun-

modo, del origen de lo que, cortándose con su origen, i l t~ll ia del ornamento piloso, sea natural o artificial, alre-
rerrun1pe el relato genealógico. La ley es inrolerante co ¡, cl or de esas formas puntiagudas, y en primer lugar en el
su propia historia, interviene como un orden que sur dlt'llte nasal. Todo muy negro, y, así, la nari1- llega a sim-
absolutamente, absoluto y desligado de toda provenie lutllt ar esa zona genital que se representa con colores os-
cia. Apa¡-ece como lo que no aparece en cuanto tal en 111 1, , aunque no siempre lo sea. Por su situación, el cam-
curso de una historia. En todo caso, no se deja consricu· l" \I II O no conoce la ley, que es siempre ley de la ciudad,
por historia alguna que diese lugar a relato. Si hubics 1. ~ dt' las villas y de los edificios, de las edificaciones pro-
historia, no sería presentable ni contable, historia de 1 ' ' gtdas, de rejas y límites, de espacios cerrados por puertas.
que no ha tenido lugar. , ,o rprende, por tanto, con el guardián de la ley, hombre
Freud se lo había olido, había tenido nariz para ell .¡, 1 iudad, y le mira fijamente: "Con semejantes dificulta-
incluso, dice, lo había "presentido". Y se lo dice a Flies d• , no había contado el hombre del campo; la Ley ha de
con el cual se desarrolla una inenarrable historia de nar' 1 .Kccsible siempre y a todos, piensa, pero cuando obser-
hasta el fin de esta amistad marcada por el envfo de un , 1 ou más detenimiento al guardián envuelto en su abri-

úlcima postal de dos líneas 1:3. Si hubiésemos seguido es 1 , 1 dl· pieles [in seinem Pelzmantel: el ornamento piloso ar-
dirección, habríamos tenido que hablar también de 1 llllu.tl , el de la ciudad y de la ley, que se añ.adirá a la
forma de la nariz, prominente y puntiaguda. Ha dad , llosidad natural], con su gran nariz puntiaguda [seine
mucho que hablar en los salones del psicoanálisis, per 111111' Spitznase, la "talla" se omite en la traducción france-
quizá nunca se ha estado suficientemente atento a la pr d. , u larga barba tártara, rala y negra (den Langen, dün-
sencia de esos pelos que no siempre se esconden púdica ''' 11. w·hwarzen tatari.schm Bart), decide que es mejor espe-
mente en el interior de las fosas nasales, hasta el punto d ' '' lt.tsra conseguir el permiso de entrada" [literalmente: se
que a veces hay que cortarlos. . h 1 11k a preferir esperar, entschliesst er sích, doch lieber zu,
Si ahora, sin tomar en cuenta relación alguna entr ll'tll'f l'll, bis er die Erlaubnis zum Eintritt bekommt].
Freud y Kafka, se sitúan ustedes ante 'i1nte la ley", y am 1 a escansiónde la secuencia es muy clara. Aunque ten-
1 l.t apariencia de una simple yuxtaposición narrativa y
tonológica, la contigüidad misma y la selección de las
tlml.tciones hacen pensar en una inferencia lógica. La es-
13 Riess habla publicado en 1897 una obra sobre las &IAcionrHnm la nttriz y los ó
gmros so:ualn fnnminos. Omrrínotaríngólogo, cendla ba.<eanre, oomo es sabido, a esp lll lttu ra gramatical de la frase hace pensar: pero en (o des-
culacíoncs sobre la nariz y la bise"ualidad, sobre b analogía entre las mucos.1s nasales lit•) d momento en que [alr, cuando, como, en el instante
genitales, canto en el hombre como en la mujer, sobre b inAamación de la~ mucosas n
, 11 que] el campesino se fija en el guardián con su gran nariz
sales y el ritmo de b mcnm uacíón.

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puntiaguda y la abundancia de pelo negro, enronces se d 1111, ni método, ni camino para acceder a la ley, a eso que
cicle a esperar, juzga que vale más esperar. Precisamente " dla cendrfa lugar, al topos de su acontecimiento. Una
la vista de ese especráculo puntiagudo y peludo, ante 1 ''"'' n:sibilidad semejante le excrafia al campesino en el
abundancia de un bosque negro alrededor de un cabo, d tllnnH:nro de la mirada, en el instante en que observa al
una punta o de un saliente nasal, como consecuencia e 1''·"dián que a su vez es observador, vigilante, centinela,
traña y a la vez muy simple, completamente natural (dirí lt ltgura misma de la vigilancia, podría decirse la cons-
amos aquí tmcamzy, unheimlich), el hombre resuelve s 11 li t ia. La pregunta del campesino es precisamente la

decide. Porque es un hombre resuelto. ¿Decide renun~i 1, l l.unino de acceso: ¿acaso no se define la ley j usto por
a entrar después de que parecía decidido a entrar? En a 11 .tn:csibilidad? ¿No es, no debe ser accesible "siempre y

soluto. Decide no decidir todavía, decide no decidirse, s 1' 11.1 todos"? Aquí podría desarrollarse el problema de la
decide a no decidir, aplaza, retrasa, esperando. Pero ¿esp l''"plaridad, especialmente el pensamiento kamiano
rando qué? ¿El "permiso de enrrar", como se dice? Pero, s ti• 1 "rcspero": éste no es sino el efecto de la ley, subraya
habrán fijado en ello, ese permiso no se le había negad 1 1111 , no se debe sino a la ley y no comparece en derecho
más que en el modo del aplazamiento: "Es posible per 1111 rtnte la ley; no se dirige a las personas sino en cuanto
ahora no , . ' ·jlll dan ejemplo de que una ley puede ser respetada. No
Tenga~~s paciencia nosotros también. No vayan · .1\ t cde por tanto directamente ni a la ley ni a las perso-

creer que lllSISto en este relato para confundirles o para ha 111•, nunca se está inmediatamente ante ninguna de esas
cedes esperar, en la antecámara de la literatura o de la fic lu t.tncias, y el rodeo puede ser infinito. La universalidad
ción, un cratamienro propiamente filosófico de la cuesció ''"''"'' de la ley desborda cualquier finitud y por tanto
de la ley, del respeto. ante la ley o del imperativo caregóri !. 11 t• correr ese riesgo.
co. Lo que nos deuene ame la ley, como al campesino Pl'ro dejemos esto, pues nos desviaría también de
¿acaso no es también lo que nos paraliza y nos retiene ant (1111'\l ro relato.

un r~lar~, ~~ posibilidad y su imposibilidad, su legibilida l ..t ley, piensa el campesino, debería ser accesible siem-
y su Ilegibtl1dad, su necesidad y su interdicción, siendo és 1'11' y .t todos. Debería ser universal. Recíprocamente, de-
ras también las de la relación, la repetición, la historia? 111111\ t:n francés que "a nadie le está permitido ignorar la

Esro parece atender, en un primer momento, al ca l. • ', l' n ese caso la ley positiva. A nadie le está permitido
rácrer esencialmente inaccesible de la ley, al hecho, en u 11 ncu .trla, siempre que esté alfabetizado, que pueda leer su
primer abordaje, de que un "primer abordaje" sea siem 1 lo o delegar la lectura o la competencia a un abogado,
pre rechazado por ella, como ya lo daría a encender 1 l1 H·presentación de un hombre de leyes. A menos que
desdoblamiento del título y el incipit. En cierra manera 1lwt leer no vuelva a la ley todavía más inaccesible. La lec-
t0r dem Gesetzt es el relaro de esa inaccesibilidad, de ese '""'· t·n efecto, puede revelar que un texco es inrocable,
i?accesibilidad al relaw, la hisroria de esta historia impo 1 "'l"·'mente intangible, por ser legible, y, por las mismas,
Sible, el mapa de ese trayecto prohibido: no hay itinera 11. l\1hle en la medida en que la presencia dentro de él de un

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sentido perceptible, asimilable, reste tan escondida '-Uluu•• ¡tor un acto que resultó para sus amores el origen del con-
su origen. Así pues, la ilegibilidad no se opone ya a la ll'l' tO de "crimen". Arrepintiéndose de ese acto [pero, ¿có-
gibilidad. Y quizá el hombre es un campesino porque 11111 y por qué, si ocurre antes de la moral, antes de la ley?,
sabe leer o, sabiendo leer, tiene que ocuparse de la ílegi fl >. ],habían decidido que nunca más debía ocunir y que
lidad que está denrro de eso mismo que parece darse a , 11 todo caso su ejecución ya no sería para nadie una fuen-
Quiere ver o tocar la ley, quiere aproximarse a ella, '' de ventajas o beneficios. Ese sentimiento de responsabi-
trar" en ella porque quizá no sabe que la ley no está ltd.ld, fecundo en creaciones de todo tipo, todavía no se ha
ser vista ni tocada, sino descifrada. Es quizá el primer tp.l~ado entre nosotros. Lo volvemos a enconrear en el
no de su inaccesibilidad o del retraso que le impone tll'urótico que lo expresa de una manera asocial, estable-
campesino. La puerta no está cerrada, está "abierta", " ' k ndo nuevas prescripciones morales, imaginando nuevas
mo siempre" (lo dice el texto), pero la ley resta inaccesi '' ' ' ricciones a titulo de expiación para los delitos cometí-
y, si ello prohíbe o atranca la puerta de la historia duo, y medidas preventivas contra futuros delitos posibles".
lógica, es también lo que tiene en vilo el deseo del ll .1hlando en seguida del banquete totémico y de la pri-
y la pulsión genealógica; lo que se queda sin alienro, lll r ra "fiesra de la humanidad" que conmemora el asesina-
ante el proceso de engendramiento de la ley, como ante ,., dd padre y el origen de la moral, Freud insisre sobre la
generación parental. La investigación histórica lleva la uuhivalencia de los hijos con respecto al padre; con un
!ación hacia la exhibición imposible de un sirio y de tllovimiento que llamaré justamente de arrepentimiento,
acontecimiento, de un tener-lugar en el cual surge la 1IL1de él mismo una nota. Me importa mucho esa nota.
como interdicto. 1 '< plica el desbordamiento del afecto por el exceso de ho-
La ley como interdicto: renuncio a esta fórmula, la 11111 que confería al crimen su rotal inutilidad: "Ninguno
jo en suspenso durante el tiempo de un rodeo. ,¡, los hijos podía realizar su deseo primitivo de tomar el
Cuando Freud va más allá de su esquema inicial so lug.•r del padre". El asesinato fracasa puesto que el padre,
el origen de la moral, cuando nombra el imperativo llltlt'rtO, detenta todavía más poder. ¿No es conservarlo vi-
górico en sentido kantiano, es en el interior de un ti (finito) la mejor manera de matarlo? ¿Y no es el asesi-

ma de apariencia histórica. Un relaro remite a la his IIUo la mejor manera de conservarlo vivo? Ahora bien, el
dad singular de un acontecimiento, a saber, el a;)c:;)u J.alu 11 1\ ,1so, como precisa Freud, favo rece la reacción moral.
del padre primitivo. La conclusión de Tótem y 1 t 111oral nace, pues, de un crimen inútil que en el fondo
(1912) 14 lo recuerda con claridad: "Deberíamos co 1111 mata a nadie, que llega demasiado pronto o demasiado
los primeros preceptos y las primeras restricciones éti 111dc. no pone fin a poder alguno y a decir verdad nada
de las sociedades primitivas como una reacción ''rr'""·""' murgura, puesto que era necesario que el arrepentimiento
) !.1 moral fuesen ya posibles ames del crimen. Freud pa-
, , 1 ,. alenerse a la realidad de un acontecimiento, pero este
14 [Noro de los Tf.] Para las traducciones de las obras de Frcud, remirimos a las
11 nrlt ccimiento es una suerte de no-acontecimiento, acon-
obras completas ed irodas por Amormrru.

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tecimiemo de nada, casi-acontecimiento que a la vez ,/¡' narración tamo como ficción como narración: narra-
y anula a la relación narrativa. La eficacia del "hecho" t it'>n ficticia en cuanto simulacro de narración y no sola-
del "hecho malo" requiere que de alguna forma esté lllcnte en cuanto narración de una historia imaginaria) .
mado de ficción. Todo ocurre como si ... La culpab· 1 :.~ el origen de la lüeratura al mismo tiempo que el origen
no por ello es menos efectiva; ni dolorosa: "El muerto dl· la ley, como el padre muerto, una historia que se cuen-
hacía más poderoso de lo que nunca habfa sido en vida; t.l, un rumor que corre, sin autor y sin fin, pero un relato
rodavfa hoy constatamos todo eso en los destinos h IIH:luctable e inolvidable. Sea o no fantástico, pertenezca
nos". En cuanto el padre muerto es más poderoso por t ' no a la imaginación, incluso a la imaginación transcen-
que había sido en vida, en cuanto vive todavía más por s dr ntal, diga o calle el origen del fantasma, nada de eso
muerte y, muy lógicamente, ha muerto de su vida, 1111pide la necesidad imperiosa de su decir, su ley. .Ésta es
muerto en vida que post mortem, el asesinato del padre todavía más espantosa, fantástica, unheimlich, uncanny,
es un acontecimiento en el sentido corriente de la palabra. q11c si emanase de la razón pura, a menos que ésta justa-
Y no lo es más el origen de la ley moral. Nadie lo ha 11\L'nte no haya formado parte del proyecto de lo famásti-
centrado en su lugar propio, nadie le habrá plantado 111 inconsciente. Desde 1897, cito de nuevo, Freud pro-
en su tener lugar. Acontecimiento sin aco --~·~..···-· ¡ l.i maba su «convicción de que no existe en el
acontecimiento puro en el cual nada ocurre, Inconsciente ningún "indicio de realidad", de manera que
acontecedero de un acontecimiento que requiere y ,., imposible distinguir entre sí la verdad de la .ficción in-
el relato de su ficción. Nada nuevo ocurre y, sin \lt'~>tida de afecto>>.
ese nada nuevo inaugura la ley, los dos intercüctos 4UJLU<I.--
Si la ley es fantástica, si su sirio original y su tener lugar
mentales del totemismo, asesinato e incesto. Ese aco lll'IICn valor de fábula, se comprende que "das Gesetz" se
miento puro y puramente presumido marca sin tn.uuenga esencialmente inaccesible mientras ella, la ley,
un desgarro invisible en la historia. Se parece a una ~~· presenta o se promete. De una búsqueda para acceder
ción, a un mito o a una fábula; su relato tiene una IJ.Ista ella, para mantenerse ante ella, cara a cara y respe-
tura tal que todas las preguntas planteadas sobre el rl"rn:11• tllosameme, o para introducirse en ella y dentro de ella, el
de la intención de Freud resultan a la vez inevitables y 11Üt o se hace relato imposible de lo imposible. El relato de
.
1a menor pernneneta . (" ¿se 1o cre1a
, e'1 o no.?" , " t' •,.........._. lo prohibido es un relato prohibido.
que se trataba de un asesinato histórico y real?", etc.). ¿Quería el campesino entrar en ella o solamente en el
estructura de ese acontecimiento es de un modo tal que h1g.1r en que ella se mantiene guardada? No está claro, la
ha lugar ni a creer en él ni a dejar de creerlo. Como la tlt nnativa es quizá falsa desde el momento en que la ley
la creencia, la cuestión de la realidad de su referente 1 \el la misma una especie de lugar, un topos y un tener lu-
rico se encuentra, si no aniquilada, al menos i ¡~.t r. En todo caso, el campesino, que también es un hom-
mente agrietada. Llamando a y recusando el relato, ese 111 r de (ante la) ley, como la naturaleza ante la ciudad, no
si-acontecimiento se marca con narratividad ficticia (no::101r111 •111il·re quedarse ante la ley, en la situación del guardián.

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JACQUES DERRIDA PREJUZGADOS. ANTE lA LEY

También éste se mantiene ante la ley. Lo cual puede quere por cieno pasaje de EL proceso que cuenta más o menos la
decir que la respeta: mantenerse ame la ley, comparece 1111~ma historia, lógicamente sin llevar consigo dtulo algu-
ante ella, es someterse a ella, respetarla, tanto más cuant 1111. Tanto en alemán como en francés, "Ame la ley" se en-
que el respeco mantiene a distancia, mantiene enfrence lwnde corrientememe como comparecencia sujeta y res-
prohibe el conracco o la penetración. Pero esto puede que pt·tuosa de un sujeto que se presenta ame los
rer decir que, erguido ame la ley, el guardián la hace res 11·presemantes o los guardianes de la ley. Se presenta ante
petar. Encargado de la vigilancia, moma guardia ante el. lm representantes: la ley en persona, si así puede decirse,
dándole la espalda, sin plantarle cara, sin estar "in front" o 1111nca está presente, aunque "ante la ley" parezca signifi-
it, centinela que vigila las entradas del edificio y mancien 1 .1r "en presencia de la ley". El hombre está entonces de

en respeto a los visitantes que se presentan ante el castillo. 1 .11a a la ley sin planearle cara nunca. Puede estar in front
La inscripción "ame la ley" se divide, pues, una vez más. r{it, pero no la afronta jamás. Las primeras palabras del
Ya era doble de acuerdo con el lugar textual, de algún mo llltipit, prendidas en una frase que no es seguro que esté
do: título o incipit. Se desdobla también en Jo que dice 1'11 d dculo simplemente a modo de interrupción, "1/ór
describe: un repano del territorio y una oposición absolu- dt'/11 Gesetz", "1/ór dem Gesetz steht eín Türhüter': se ponen
ta en la escena, con respecto a la ley. Los dos personajes del .1 ,ignificar algo compleramente distinto, quizá incluso lo
relato, el guardián y el campesino, están ciertamente ante 1 ontrario del título que, sin embargo, las reproduce, como

la ley, pero, como se dan la cara para hablarse, su posición .1 menudo algunos poemas reciben por tículo el principio
"ante la ley" es una oposición. Uno de ellos, el guardián, cll· un primer verso. La estructura y la función de las dos
da la espalda a la ley, ante la cual sin embargo se encuen- m urrencias, de los dos acontecimientos de la misma mar-
tra (1/ór dem Gesetz steht ein Türhüter). El campesino, en 1 .1. son ciertamente heterogéneas, lo repico, pero, como

cambio, se encuentra también ante la ley, pero en una po- e ,m dos acontecimientos diferentes e idénticos no se en-
sición contraria, puesto que puede suponerse que, prepa- e .1denan en una secuencia narrativa o una consecuencia ló-
rado para entrar en ella, le planta cara. Los dos protago- ~ll a, es imposible decir que uno preceda a OLro según un
nistas se ameponen igualmente ame la ley, pero se c11den cualquiera. Son los dos completamente primeros en
oponen uno a otro, a un lado y otro de una Hnea de in- .u orden y ninguno de los dos homónimos, o incluso si-
versión cuya marca en el texto no es sino la separación del 111Snimos, cita al otro. El acontecimiento inriculante da al
titulo y del cuerpo narrativo. Doble inscripción de "1/ó H '\lO su ley y su nombre. Ahora bien, es un golpe forz.ado.
dem Gesetz" alrededor de una línea invisible que divide, l'or ejemplo con respectO a EL proceso, al cual le arranca ese
separa y hace divisible a partir de sí misma una única ex- 1d.tro para hacer de él una institución distinta. Sin entrar
presión. Desdobla su trazo. 1mlavía en la secuencia narrativa, abre una escena, da lugar
Lo cual solamente es posible co n el surgimiento de la ol llll sistema wpográfico de la ley que prescribe las dos po-
instancia inrirulante, con su función tópica y jurídica. Y \lt'Íones inversas y adversas, el antagonismo de dos perso-
por eso me he interesado por el relato titulado así, más que ll.ljes igualmente interesados por ella. La frase inciculante

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JACQUES DEIUUDA PREJUZGADOS. ANTE LA LEY

describe al que le da la espalda a la ley (dar la espalda tam 1l ~t:laro. El permiso, así lo recordé, se rechazó en apariencia,
bién es ignorar, ser negligeme, incluso transgredir) no pa lk ' I U en verdad se recrasó, se aplazó, se difirió. Es codo una
que la ley se preseme o le sea presentada, sino, al contrario 1 lll'\tión de tiempo, y es el tiempo del relaro, pero el tiempo

para prohibir cualquier presemación. Y el que da la cara y nm mo no aparece sino desde ese aplazamiento de la presen-
no ve sino al que da la espalda. Ninguno de los dos está e t ll ión, desde la ley del retraso o el avance de la ley, confor-
presencia de la ley. Los dos únicos personajes del relato ese '"' a esa anacronía de la relación.
cegados; y separados, separados uno de otro y separados d l.a interdicción presente de la ley no es pues una inter-
la ley. Así es la modalidad de esa relación, de esa relaración 1 l1l ción, en el sentido de la constricción imperativa; es una

de ese relato: ceguera y separación, una especie de sin-rela- d1 k rencia. Porque, después de haberle dicho " más tarde",
ción. Porque, no lo olvidemos, también el guardián está se 1 ~uardián precisa: "si tanto te atrae, dice, intenta enton-
parado de la ley por otros guardianes, segün dice, "cada cu 1 ,., entrar pese a mi prohibición" . An ces le había dicho:

más poderoso que el anterior" (einer miichtiger als der and. ' l'l'ro ahora no". Después se echa a un lado y deja al hom-
re): "Yo soy poderoso. Y sólo soy el guardián de menor ran- lu l· inclinarse para ver el interior desde la puerta. La puer-
go [en la jerarquia, der unterste]. Entre sala y sala hay m '·'· se especifica, queda siempre abierta. Marca el límite sin
guardianes, cada cual más poderoso que el anterior. Ya e ~,. , dla misma un obstáculo o un cierre. lo marca, pero no
aspecto del tercero no puedo soportarlo (den Anblicl?... er 1, nada consistente, opaco, infranqueable. Deja ver el in-
tragen) ni yo mismo". El ühimo de los guardianes es el pri- ll'llor (in das Innere), no la ley misma, sin duda, pero sí el
mero al que ve el campesino. El primero en el orden del re- hilontro de los lugares aparentemencc vados y provisoria-
lato es el último en el orden de la ley y en la jerarquía d l tH'nte prohibidos. La puerra está físicamente abierta, el
sus representantes. Y este primer-último guardián nunca ve ~'ll.lrdián no se interpone por la fuerza. Es su discurso el
la ley, ni siquiera soporta la vista de los guardianes que es- 1111'' opera en el límite, no directamente para prohibir, sino
tán ante él (ames y por encima de él). Está inscrito en su Ú· ¡•n.1 interrumpir y diferir el paso, o el salvoconducro. El
culo de guardián de la puerca. Y él está, bien visible, siendo !lumbre dispone de la libertad natural o física de penetrar
observado incJuso por el hombre que, aL verlo, decide no 1 11 l"!IOS lugares, pero no en la ley. Debe, por canco, y bien

decidir nada o juzga que no va a sentenciar su juicio. Digo lllll' tiene que hacerlo, y bien hay que consratarlo, prohi-
"el hombre" para referirme al campesino, como ocurre a ltu w a sí mismo la entrada. Debe obligarse a sí mismo,
veces en el relato que también deja pensar q ue el guardián, .J 11\C la orden, no de obedecer a la ley, sino de no acceder
precisamente él, ya no es quizá solamente un hombre; y 1 l.1 ley, que en suma le hace decir o le deja saber: No ven-
que ese hombre, precisamente él, es el Hombre, un hom· 1 1\ .1 mí, re ordeno no venir codav{a hasta mí. Ahí, y en es-
bre cualquiera, el sujeto anónimo de la ley. Éste se resuelve, ttJ, es donde soy yo la ley, y donde tü accederás a mi de-
por tanto, a "preferir esperar" en el instante en que su aten- 11 1.111Ja. Sin acceder a mi.
ción es atraída por las vellosidades y la nariz pu mi aguda del Porque la ley es lo prohibido. Nombre y atributo. Tal
guardián. Su resolución de no-resolución hace ser y durar ,, 1(.1 el terrorífico double-bind de su rener-lugar propio.

so SI
JACQUES DERRJI)A PREJUZGADOS. ANTE LA LEY

EJla es lo prohibido: eso no significa que prohíba sino que , 11.1) sujeto de la ley, compareciendo ante eUa. Cierto.
está prohibida ella misma, un lugar prohibido. Ella se pro~ l't 10, ante ella, porque no puede entrar allí, está también
hfbe y se contradice poniendo al hombre en su propia /llt'm de la ley. No está bajo la ley o en la ley. Sujeto de la
contradicción 15 : no se puede Uegar hasta ella, y para tener lt-v: Íuera de la ley. El hombre se ha agachado para mirar
relación con ella conforme al respero, no se debe, se debe no 111 d interior, lo cual permite suponer que por un inscancc
tener relación con ella, se debe interrumpir la relación. Se 1 \ más grande que la puerca abierta, y esta cuestión de la
debe no entrar en relación sino con sus representantes, sus ¡,dl,t nos importa. Después de haber observado con más
ejemplos, sus guardianes. Y éstos son tanto interruptores lll'llCión al guardián, se decide entonces a esperar un per~
como mensajeros. Se debe no saber quién es ella, lo que es, llli\O a la vez dado y diferido pero sobre el cual el primer
dónde está, dónde y cómo se presenta, de dónde viene y 1~11.1rdián le permite anticipar que estará indefinidamente
desde dónde habla. Eso es lo que se debe, lo que le hacefol~ ddi:rido. Detrás del primer guardián hay otros, en número
ta al hace falta de la ley. Ci folt, como se escribía en francés Indeterminado; quizá son innumerables, cada vez más po ~
en la Edad Media para conclu ir un relato 16. tll'losos, y por canto cada vez más prohibitivos, con fuerza
Ahí está el proceso, el juicio, processus y Urteil, la divi~ p.11a poder diferir. Su poder es la diferencia, una diferencia
sión originaria de la ley. Se prohíbe la ley. Pero esta autoin~ lllll."rminable puesto que se prolonga durante días, "años"
terdicción contradictoria deja al hombre autodeterminarse ) final mente hasta el fin del hombre. Diferencia hasta la
"libremence", aunque esa libertad se anule como autoin~ 111ucrce, para la muerte, sin fin en cuanto fini(a.
terdicción de entrar en la ley. Ante la ley, el hombre es (o lkpresentado por el guardián, el discurso de la ley no dice
no'' sino "todavía no", indefinidamente. Y de ahí el alis~
15 Sin duda no es cs1:1 contradicción simplemente la de una ley que supone y por 1:10· J.tmiento en un relato a la vez perfectamente finito y bru-
to prohíbe en si mL~ma la rransgresión. la relación acriv:1 o ~ctu:ll con el pecado, con la t.tlmente interrumpido, podría decirse primitivamente in~
f.tlra. Am~ l.n ley quiz.i da a leer, en una suene de movimientO o de temblor encre el ll'l rumpido.
Antiguo y el Nuevo lcstamento, un texto que se encuentra también a la ve1. archiv:~do y
alterado, a saber, la Eplsroúta los Romanos, 7. 1-labrla que consagrar más tiempo a la re- Lo que se retrasa no es cal o cual experiencia, el acceso
lación entre esos dos texcos. Pablo les recuerda allí a sus hermanos. "gcnces que conocen 11 un goce, a algún bien, aunque fuese soberano, la pose~
la ley", <¡ue "la ley ejerce su poder sobre el hombre rnnro tiempo como éste vive". Y la
muene de Cristo serra la muerte de esa vieja ley por la curu se "conoce" d pecado: muer-
, ¡c')ll o la penetración de algo o de alguien. Lo que se difie~
ros con Cnsro, estamos desligados, abs11eltos de esa ley. estamos muertos para esa ley, pa- ll' para siempre, hasta la muerte, es la entrada en la ley
ra su "letra" verusta en codo caso, y la servimos con un "esplmu" nuevo. Y Pablo añade 111isma, que no es otra cosa sino lo que dicta el reuaso. La
q11c, en cuanto cst4 sin ley, vive; y cuando. con la ley, 11~ el mandamiento, mucre.
16 "Ci folr": esa tóptc condusiva con la que d eseriror mediev;¡J marca el fw de su ll')' hace el inrerdicro interfiriendo y difiriendo la "feren~
obra ames de darle rindo o de nombrarse, no figura, y es por algo, en d Cu~nto tk/ 1 1.1", la relación, la relatación, la referencia. El origen de la
Grial, novela inacabada de Chrétien de Troyes. "Deriv-.tda dd latín fo/Jt.,, que ha dado
"fa.illir" (caer y eng-Jf\ar) y "falloir" (carecer de), d verbo folt (o fom) ha tomado en la
diferencia, justo eso es lo que no se debe y no se puede
fórmula del francés antiguo ci foil el sentido de "aquí acab:l'" sin por ello perder la idea .1proximar, presentarse, representarse y sobre todo pene~
de c3J"encia, de frucaso. De ese modo, la obra acaba donde com ien¿a a carecer de algo". 11 .tr. Es la ley de la ley, el proceso de una ley de cuyo su~
Roger Dragoneni. O. C., p. 9. La cesis de ese libro es, y conviene I"CCOrdnrlo, que "el
Cuenro dd Grial estaba perfectamente acabadn" (ib!d~m). Jl'IO nunca podemos decir "ahí está", aquí o allí. Y no es ni

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JACQUES DERRlDA PREjUZGADOS. ANTE LA LEY

natural ni institucional. No se llega nunca a ella y, en el \Trdad sin verdad, se guarda, se guarda sin guardarse, guar-
fondo de su tener-lugar original y propio, ella nunca llega. tl.tda por un guardián que nada guarda estando la puerca
Es aún más "sofisticada", si puedo decirlo así, que la con- thicrta, y abierta sobre nada. Como la verdad, la ley ser~a
venci6n del convencionalismo que se atribuye convencio- l.t guarda misma (Warheit), solamente la guarda. Y esa mt-
nalmente a los sofistas. Siempre es críptica, a la vez un se- t .1da singular entre el guardián y el hombre.
creto cuya detentaci6n es simulada por una casta (la Pero más allá de una mirada, más allá del ente (la ley
nobleza de la que habla Kafka en La cuestión de las leyes, 110 es nada que esté presente), la ley llama en silencio.
por ejemplo) y una delegaci6n en el secreto. Éste no es na- \nres mismo de la conciencia moral en cuanto tal, la ley
da, y es el secreto que hay que guardar bien, nada presente nhliga a responder, destina a la responsabilidad y a la guar-
o presenrable, pero esa nada debe guardarse bien, bien de- d.t. Pone en movimiento al guardián y al hombre, esa pa-
be guardarse. A esta guarda se encomienda la noble'ta. La ll ja singular, atrayéndolos hacia ella y deteniéndolos ante
nobleza solamente es eso, y, como sugiere La cuestión de las 1 lb. Determina el ser-para-la-muerte ante ella. Sólo un
leyes, el pueblo se arriesgaría si se privase de ello. No com- tbplazarniento ínfimo y el guardián de la ley (Hüte~) se
prenderia nada de la esencia de la ley. Si se requiere noble- p.trecerfa al pastor del ser (Hirt). Yo ere~ en la neces!dad
za, es que esa esencia no tiene esencia, no puede ser ni es- dl· esa "aproximación", como suele dectrse, pero baJO la
tar ahí. Ella es a La vez obscena e impresentable, y hay que proximidad, bajo la metonimia quizá (la ley, otro nombre
dejar a los nobles que se encarguen de ella. Hay que ser p.tra el ser, el ser, otro nombre para la ley; en los dos casos,
noble para eso. A no ser que haga falta ser Dios. lo "transcendente", como dice Heidegger del ser), quizá
En el fondo, es ésa una situaci6n en que nunca se tra- todavía se esconde y se guarda el abismo de una diferencia.
ta de un proceso o de un juicio. Ni veredicto ni sentencia, EL relato (de lo que nunca llega) no nos dice qué es-
y eso es todavía más terrorífico. Hay ley, ley que no estd pl·cie de ley se manifiesta así en su no-manifestación:
ahí pero La hay. El juicio, por su parte, no Llega. En ese • ll.ttural, moral, jurídica, política? En cuanto a su género
otro sentido, el campesino no solamente es sujeto de la \l'XUal, es gramaticalmente neutro en alemán, das. Geserz,
ley fuera de la ley, sino también, hasta el infinico, pero fi- ni femenino ni masculino. En francés, el femenmo de-
nito, es el prejuzgado. No en cuanto juzgado de antema- tnmina un contagio semántico, y no podemos ya olvidar
no, sino en cuanto estar antes de un juicio que siempre se que no se puede ignorar la lengua como medio elemental
prepara y se hace esperar. Prejuzgado como antes de ser dl· la ley. En La locura de la luz, 17 de Maurice Blanchot,
juzgado, anticipando la ley que significa, le significa, so- puede hablarse de una apariciór1 de la ley, y es una "silue-
lamente "más tarde". l.t" femenina: ni hombre ni mujer, sino una silueta feme-
Y, si ello depende de la esencia de la ley, entonces es que tllna que viene a formar pareja con el casi-narrador de
ésta no tiene esencia. Se sustrae a esa esencia del ser que se-
ría la presencia. Su "verdad" es esta no-verdad de la cual
dice Heidegger que es la verdad de la verdad. En cuanto tal, 1 [Noca de los TT.] Hay traducción al castellano: 1::1 itlSf/1/ltr d~ mi mrurrt. Ln lomrn
,¡, ¡,,luz, erad. de Alberto Ruiz de Srunanicgo, Madrid, Tccnos, 1999.

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JACQUES DERRIDA PREJUZGADOS. ANTE LA LEY

una narración prohibida o imposible (es el relato de ese no- l.1 ''rodilla" de la Ley? A no ser que la ley esté acostada, o,
relaro). El "yo" del narrador espanta a la ley. Es la ley quien 1 IHUO suele decirse de la justicia o de su representación,

parece tener miedo y batirse en retirada. En cuanto al na- 'l'lltada". La ley no se sostiene en pie, y es ésa quizá otra
rrador, otra analogía sin relación con Ante la ley, cuenta có- d1ficultad para quien quiera colocarse ante ella. Toda la es-
mo h a debido comparecer ame representantes de la ~ ('nografía del relato es un drama de lo en pie/sentad o. Al
(policías, jueces o médicos), hombres que, ellos mismos, le 1 omienw , en el origen de la historia, el guardián y el cam-

exigían un relato. Ese relaw no podía darlo, pero resulta Jll'~ino se yerguen en pie uno frcnrc a otro. Al final del cex-
el mismo que propone para relatar lo imposible. 111, en el frnal interminable pero interrumpido de la histo-
Aquí, das Gesetz no se sabe lo que es, se ignora qttién es. ''·'· en el fin del hombre, en el fin de su vida, el guardián
Y entonces comienza quizá la literatura. Un texto f11 ,., mucho más grande que su incerlocmor. Debe inclinarse
co, científico, histórico, un texto de saber o de información .1 ~> 1 1 ve:z, desde una alttua desde la cual sobre-viene; y la his-

no abandonaría tm nombre a un no-saber, al menos no 1oria de la ley marca el surgimiento d el sobre o de la dife-
hada sino por accidente y no de forma esencial y H·ncia de talla ( Grosseunterschied) . Ésta se modifica progre-
tiva. Aquí, no se sabe la ley, no se tiene con ella una , lvamenre en detrimento del hombre. Parece m edir el
ción de saber' 8, no es ni un sujeto ni un objeco ante los t it·mpo de la historia. En el intervalo, a mitad del texto, a
les haya que manrenerse. Nada (se) mantiene ante la ley. mitad también de la vida del hombre desde que se ha de-
No es una mujer ni una figura femenina, incluso aunque ' 1dido a esperar, el guardián le da un taburete y le h ace sen-
hombre, homo y vir, quiera penetrar allí o penetrarla t.llsc. El hombre se queda ahí, "sentado durante días y
está su cebo, justamente). Pero la ley no es tampoco lltos", toda su vida. Acaba por volver a caer, como podría
1 h irse, en la infancia. La diferencia de talla puede significar
hombre, es neutra, más allá del género gramatical y sexual,
ella, la que resta indiferente, impasible, poco p ....v .... u,LJa.~,.. 1 1111bién la relación entre las generaciones. El niño muere

por responder sf o no. Le deja al hombre determinarse vtt·jo como un niño pequeño {con cuatro, dos y después tres
brcmenre, le deja esperar, lo abandona. Y además neutra, l'·ila!>, y teniendo en cuenca también el taburete), ante un
ni en femenino ni en masculino, indiferente porque no ww·dián que se hace grande, en pie y súper-visor.
sabe si es una persona (respetable) o una cosa, quién o qué. La ley calla, y de ella nada se nos dice. Nada, solamen-
La ley se produce (sin m ostrarse, luego sin producirse) en 11 \ U nombre, su nombre común y nada más. En alemán,

el espacio de ese no-saber. El guardián vigila ese teatro ,, t·~cribe con mayúscula, como un nombre propio. No se
lo invisible, y el hombre quiere verlo agachdndose. ¿Será ba- 1hc lo que es, quién es, d ónde se encuentra. ¿Es acaso una
ja la ley, más baja que él? ¿O bien se inclina muy respecuo· • m.t, una persona, un discurso, una voz, un escrito o sim-
samence ante lo que el narrador de La locura de la luz plt·• ncnte una nada que difiere incesantemente el acceso a
•.t, prohibiéndose así para hacerse algo o alguien?
IZI viejo niño acaba por volverse casi ciego, pero apenas
18 Cf. Au just(, "Una polfcica del juicio", p. 141: "No hay ~nbcr en maccrin de ética. In ,.tbe, "se le debilita la visea y ya no sabe si la oscuridad
Y pot t.Jnto no habrá s<tbe, tampoco en materia de polh ica".

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JACQUES DERRJDA PREJUZGADOS. ANTE LA LEY

reina de verdad a su alrededor o sólo son sus ojos que lo 10 de El proceso que parece contar aproximadamente la
engañan. Pero entonces adviene en medio de la oscuridad misma historia, elemento que comprende el todo de El
un resplandor que, inextinguible. sale por la puerta de la ¡•mceso en la escena de Ante la ley.
Ley". Es el momento más religioso de la escritura. Sería tentador, más allá de los límites de esta lectura,
Analogía con la ley judaica: Hegel cuenta e interpreta ~t·constituir ese relato sin relato en el envoltorio elíptico
a su manera la experiencia de Pompeyo. Sintiendo curio- de la Critica de la Razón práctica, por ejemplo, o en
sidad por lo que se encontraba tras las puertas del /iítem y tabú. Pero, por lejos que pudiésemos ir en ese
Tabernáculo que resguarda el Santo de los santos, el cón- '>t·ntido, no explicaríamos la parábola de un relato llama-
sul se aproxima al lugar más interior del Templo, al centro do "literario" con la ayuda de contenidos semánticos de
(Mittelpunkt) de la adoración. Buscaba allí, dice Hegel, migen filosófico o psicoanalítico, bebiendo de algún sa-
«Un ser, una esencia ofrecida a su meditación, algo que es- hlT. Hemos percibido la necesidad de ello. La fi cción de
tuviese lleno de sentido (sinnvolles) para estar enrregado al , ,,e último relato que nos hurta todo acontecimiento, ese
respeto; y, en cuanto creyó entrar en ese secreto tt·laro puro o relato sin relato se encuentra implicado tan~
(Geheimnis), ante el espectáculo último, se sintió mistifi- w por la ftlosofía, la ciencia o el psicoanálisis, como por
cado, decepcionado, engañado (getauscht). Encontró lo l.t mencionada literatura.
que buscaba en "un espacio vado", y dedujo de ello que Concluyo. Esas son las ültimas palabras del guardi.án:
el secreto propio era él mismo completamente extraño, y Ahora me iré y la cerraré", cierro la puerca, concluyo llch
estaba completamente fuera de ellos, de los judíos, fuera ~~·he jetzt und schliesse ihn).
de la vista y fuera del sentimiento (ungesehen u.nd unge- En cierto código médico, la expresión ante portas de-
fiihlt) ». "La transcendencia está vacía", dice Lyocard (Au /lt~na el lugar de la eyaculación precoz cuyo cuadro clíni-
juste, p. 133). ' u, cuya etiología y cuya simomarología ha intentado en-
Esta tópica diferencial aplaza, guardián tras guardián, dnczar Freud. En el texto o ante el texto intitulado \1Jr
en la polaridad de lo alto y lo bajo, de lo lejano y lo pró- dt'/11 Gesetzt (vor; preposición de entrada inscrita en el títu-
ximo lfortlda), del ahora y el más tarde. La misma tópica ln pre-puesto "ante la ley"), lo que pasa o no pasa, su lugar
sin lugar propio, la misma atópica, la misma locura difiere \ , u no-lugar ante portrzs, ¿no es justo el del himen con la
la ley como la nada que se interdice y como lo neutro que 1t y. la penetración (Eintritt) en la ley? El aplazamiento
anula las oposiciones. La atópica anula lo que tiene lugar, h,t.,ta la muerte d el viejo niño, del pequeño viejo, puede
el acontecimiento mismo. Esta anulación da nacimiento a t.tmbién interpretarse como no-pencn·ación por eyacula-
la ley, ante como delante y ame como detrás. Y por eso ha ' u) ll precoz o por no-eyaculación. El resultado es el mis-
y no ha lugar al relato. La atópica diferencial activa la re- lito, d juicio, la conclusión. El tabernáculo resta vado y la
petición del relato ante la ley. Le confiere lo que le retira, "' 'l'minación fatal. La relación con la ley queda interrum-
su título de relato. Vale igual de bien para el texto firmado ¡ud.t, sin-relación que no habrá que apres~rarse a co.m-
por Kafka que lleva el título Ante la ley y para ese momen- ¡ucndcr a partir del paradigma sexual o gemtal, del cottus

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)ACQUES DERRIDA PREJUZGADOS. ANTE LA LEY

interruptus o nulo, de la impotencia o de las neurosis q El texto sería la puerta, la entrada (Eingang), lo que el
Frcud descifra alli. ¿Acaso no ha lugar a interrogar lo gu.1rdián acaba de cerrar. Y, para concluir, partiré de esta
llamamos tranquilamente la relación sexual a partir del ,, ntcncia (veredicto o juicio), de esta conclusión del guar-
lato sin relato de la ley? Puede apostarse que los goces oh.ín. Cerrándola, ba cerrado el texto. El cual, sin embar-
mados normales no se sustraen a ello. no. no cierra (sobre) nada. El relato "Ante la ley" no con-
No ha lugar ahí a interrogar, decía yo en francés y de I.II .Í o no describirá sino a sí mismo en cuanto texto.
ma poco traducible. Lo cual sobre-enciende: "se debe"· \ olamente hará eso o hará también eso. No en una reAe-
rrogar. El idioma francés que hace aqui la ley, dice u'>n especular garantizada por alguna transparencia sui-
la ley: "ha lugar a" quiere decir "se debe", "es prescripti •di:rencial, e insisto sobre esre punto, sino en la ilegibili-
oportuno o necesario...". Está ordenado por una ley. d.ld del texto, si así se quiere entender como la
Y lo que dice en suma el guardián, ¿no es eso? ¿No 11nposibilidad en que estamos de acceder al sentido pro-
"hay lugar para ti, aqui, ... "?¿H ay lugar para ri? A qué, pio, al contenido quizá inconsistente que guarda celosa-
se sabe, pero ha lugar. El guardián no está ante portas si IIH.:nte en reserva. El texto se guarda, como la ley. No habla
ante portam. No prohibiendo nada, no guarda las p ~ino de sí mismo, y por eso también de su no-identidad
sino la puerta. E insiste en la unicidad de esta puerta 1 onsigo. Ni llega ni deja llegar a sí. Es la ley, hace la ley y

guiar. La ley no es ni la multiplicidad ni, como se cree, dl'ja al lector ante la ley.
generalidad universal. Es siempre un idioma, ésa es la so- Precisemos. Estamos ante un texto que no dice nada
fisticación del kanrismo. Sólo tú tienes que ver con ,1.1ro, que no presenta ningún contenido identificable más
puerta, es única y está destinada singularmenre, determi- .tllá del propio relato, a no ser una diferencia interminable
nada (nur for dich bestimmt) para ti. En el momento en h.tsta la muerte, y que resta sin embargo rigurosamente
q~e el hombre llega a su fin (va a morir pronco), el guar- Intangible. Intangible: entiendo por ello inaccesible al
~Ján ~e subraya que no llega a su destinación o que su des- \ ontacto, inaprehensible y finalmente inasequible, in-
tmacJón no le llega a él. El hombre llega a su fin sin alcan- t omprensible, pero también lo que no tenemos derecho a
zar su fin. La puerta de entrada sólo le estaba destinada a wcar. Es un texto "original", como se suele decir: está
él y sólo a él le esperaba, él llega a ella pero no llega a en- prohibido o es ilegítimo transformarlo o deformarlo, ro-
trar, no llega a llegar. Así es el relato de un acontecimiento <.1r su forma. A pesar de la no-identidad consigo de su
que llega a no llegar. El guardián de la puerta reconoce que ,cntido o de su destinación, a pesar de su ilegibilidad
el hombre llega ya a su fin y, para alcanzar su ofdo en vías c.,cncial, su "forma" se presenta y se performa como una
de de~aparici6n, ruge: "Nadie más podía conseguir aqu( el t·~pecie de identidad personal que tiene derecho a un res-
perm¡so, pues esta entrada sólo estaba desti nada a ti. peto absoluto. Si alguien cambiase en él alguna palabra, si
Ahora me iré y la cerraré". .dlerase en él una frase, un juez podría siempre decir que ha
Ahora bien, es la última palabra, la conclusión o la habido tiansgresión, violencia, infidelidad. Una mala tra-
clausura del relato. ducción será siempre llamada a comparecer ante la versión

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]ACQUES DERRIDA
PREJUZGADOS. ANTE LA LEY

con.siderada original que sirve de referencia, como se suele l~l texto porta su título y porta sobre su título. Su ob-
decu, aucorizada como está por el autor o los detentado- 1• ro propio, si tiene alguno, ¿no sería eJ efecto producido
res de sus derechos, designada en su identidad por su tf. por d juego del título? ¿Mostrar o envolver en una elipse
tulo, que es su nombre propio en el registro civil, y en- Ir potente operación del título dado?
cuadra~a entre su primera y su última palabras. No habrán ustedes olvidado mi pregunta: ¿cómo juz-
Cualqutera que ataque a la identidad original de ese texto 1-i·" a Jean-Frans;ois Lyotard? ¿Quién es Jean-Frans;ois
podrí~ tener q~e comparecer ame la ley. Eso le puede 1yotard? No sé si estas preguntas pueden emanciparse de
ocur~tr a cualquier lector en presencia del texto, al crítico, ¡oda topología: ¿en qué sitio tiene lugar Jean-Frans;ois
al edttor, al traductor, a los herederos, a los profesores. 1 votard? ¿En el del guardián? ¿En el del campesino? ¿De
Todos son, pues, a la vez guardianes y campesinos. A los ¡,, ley? A no ser que sea, aquí mismo, el del título y la fir-
dos lados del límite. ma, que es el título o que da título. ¿Todos los lugares a la
~1 título y las primeras palabras, como decía, son res- vt'l, todos los sirios uno a uno?
pe~nvamente "Ame la ley" y también "Ante la ley". Las Nos ponemos a soñar, querríamos empalmar lo idio-
úlc. }mas p ala bras: "v ·
lO Cierro " . El "yo " del guardián es ram- udtico y lo categórico. Y, enronces, ¿por qué no va a ha-
bren el del texto o de la ley, anuncia la identidad consigo hc.: r otro sitio, un sitio más, fuera de programa y de las si-
~e u~ cuerpo legado, de una herencia que dice la no- tu.tciones que acabo de nombrar? Está el sueño y está el
tdenndad consigo. Ni una ni otra son naturales más despertar. No es la realidad quien despierta, sino lo que
bien constituy~n el efecto de un performativo jurfdico. ¡m:fiero llamar Necesidad para oponerla al fantasma co-
Éste (y eso es sm duda lo que se llama escritura, el acto mo su posibilidad misma, la duración impasible de su ley.
y la firma del "escritor") fone ante nosotros, pre-pone 0 !'ara la Necesidad, no hay otro sitio. Pero, a la inversa, no
pr.opone un texto que leg1sla, de enrrada sobre sí mismo. rrme sentido -idiomático o categórico- sin el sueño, tam-
Otee y ~roduc_e en su acto mismo la ley que lo protege y ¡mco sin el fantasma. Y ésa es la tragedia, la destinerrancia
lo hace mta~gtble. Hace y dice, dice lo que hace hacien- dd destino.
do lo ~ue d~ee. Esta posibilidad está implicada en todo La puerta separa también el título de sí mismo. Se in-
texto, mcluso aunque no tenga la forma evidentemente tc.:rpone más bien entre la expresión "Ante la ley" como tf-
sui-referencial de éste. A la vez alegórico y tautológico, el t ulo o nombre propio, y la misma expresión como irzcipit.
relato d: Kafka opera a través de la trama ingenuamence 1)ivide el origen. Lo hemos dicho ya, el incipit forma parre
re~erenctal de su narración que pasa una puerca que ella dc.:l relato, no tiene el mismo valor ni el mismo referente
mtsma comporta, un límite interno que no abre sobre que el título; pero, en cuanto incipit, su pertenencia alcor-
nada, ante nada, sobre el ob-jeto de ninguna experiencia pus es singular. Marca el borde que garantiza la identidad
posible. del corpus. Entre los dos acontecimientos de "Ame la ley",
Ante la ley, ~ice el título. Vór dem Gesetz, the ti de says. l"ll el interior mismo de la repetición, pasa una línea que
Ante la ley dice el rltulo. Vór dem Gesetz says the title. ~c.: para dos límites. Desdobla el límite dividiendo el trazo.

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JACQUES DERRIDA !'REJUZGADOS. ANTE LA LEY

La homonimia, sin embargo, resta impasible, como si ·Cómo verificar la susrracción de la que hablaba yo ha-
tratase de nada. Es como si nada pasase. ' ' , ; 11 instante? Bien, esa contraprueba nos la ofrecerá EL
Concluyo. Interrumpo aquf ese tipo de análisis que p pmn·so mismo. Encontramos allí el mi~mo contenido en
dría extenderse en detalles y vuelvo a mi pregunta inicial. 111 111 encuadre, con otro sistema de lfm1tes y, sobre codo,
¿Qué autoriza a j uzgar que ese texto pertenece a la "li , 111 dtulo propio, sin más dculo que el de un volumen de
teratura"? Y, a partir de ahí, ¿qué es la literatura? Temo qu v, 11 íos cientos de páginas. El mismo contenido da lugar,
esta pregunta quede sin respuesta. ¿Acaso no traiciona ese .¡,.,de el punto de vista literario, a una obra comp!etamen-
pregunta la ingenuidad de un campesino? Pero eso no bas 1, distinta. Y lo que difiere de w1a obra a. ?era~ s1 .no es el
cará para descalificarla, y la razón del hombre retoma im- ,,111 tenido, tampoco es la fomza (la expres10n SJgnilicant~,
perturbablemente sus derechos, es infatigable a roda edad. lm fenómenos de lengua o de retórica). Son los movJ-
Si sustraemos de ese texto todos los elementos que IIIIl' IHOS de encuadre y de referencialidad.
podrían pertenecer a otro registro (informació n cotidia- &as dos obras, entonces, sobre la línea de su extraña fi-
na, historia, saber, filosofía, ficción, ere., dicho breve- h,1ción, se convienen en interpretaciones metonímicas, ca-
mente: todo lo que no está necesariamente afiliado a la dn una respecto a la otra, cada una haciéndose parte com-
literatura), sentimos oscuramente que lo que opera y hact pll·ramente independiente de la otra, parte cada vez más
obra en ese texto guarda una relación esencial con el jue- W.mde que el codo. El úculo de la otra. Esto todavía no bas~
go de encuadre y la lógica paradójica de los límites que 1, 1 Si el encuadre, el titulo, la estrucrura referencial son ne-
introduce una especie de perturbación en el sistema ' r\.trios en el surgimiento de la obra literaria como tal, esas
"normal" de la referencia, revelando a la vez una estruc- , 1111diciones de posibilidad restan todavía muy generales Y
tura esencial de la referencialidad. Revelación oscura de v.tlcn para otros textos a los que ni soñaríam~s reconocer al-
la referencialidad que ya no hace referencia, que sólo re- p/1n valor literario. Esas posibilidades garanuzan a un texto
fiere ya que la eventualidad del evento no es un evento, l'l poder de hacer la ~ comenzando por la suya. Pero eso a
no es un acomecimienco. 1 1111 dici6n de que el texro mismo pueda comparecer ante la
Que ello, sin embargo, haga obra es quizá un signo ha- /1•¡1 de otro cexw, de un texto más poderoso, guarda?o por
cia la literatura. Signo quizá insuficiente, pero signo nece- ~uardianes más poderosos. En efecto, el texto (por eJe.mplo
sario: no hay li teratura sin obra, sin performance absoluta- rl texto llamado "literario", particularmente derermmado
mente singular, y la irremplazabilidad de rigor suscita 1d,\Co de Kafka) ante el cual nosotros, lectores, comparece-
entonces las preguntas del campesino cuando el singular mos como ante la ley, ese texto guardado por sus guardianes
cruza al universal, cuando lo categórico engancha a lo (.tutor, editor, críticos, universitarios, archivistas, biblioteca-
idiomático, como siempre debe hacer una literatura. El 1,0s, juristas, etc.), sólo puede legislar si un s.~scema de leyes
campesino lo pasa mal para entender la singularidad de un nds poderoso C'un guardián más poderoso ). lo garan~1za.
acceso que debería ser universal, y que en verdad lo era. Lo 1)(; entrada, el conjunto de leyes o convenc10nes soc1ales
pasa mal con la literatura. que autorizan todas esas legitimidades.

64 65
)ACQUES DERRIDA PREJUZGADOS ANTE LA LEY

Si el texto de Kafka dice todo eso de la literatura, lapo· n menos identificables) . Pero, cualquiera que sea la es-
derosa elipsis que nos deja no pertenece tOtalmente a la li- tt uctura de la institución jurídica y por tanto política
teratura. El lugar desde el cual nos habla de las leyes de la li- tlll(; vaya a garantizar la obra, ésta surge y resta siempre
teratura, de la ley sin la cual ninguna especificidad literaria ,,nte la ley No tiene existencia ni consistencia sino bajo
tendría figura o consistencia, ese lugar no puede simple- l.t ~ condiciones de la ley, y sólo se convierte en "literaria"
mente ser interior a la literatura. r•n cierta época del derecho que regula los problemas de
Y es que ha lugar a pensar juntas, sin duda, cierta his- propiedad de las obras, de la identidad de los corpus, d~l
toricidad de la ley y cierta historicidad de la literatura. Si v.tlor de las firmas, de la diferencia entre crear, productr
digo "literacura" en vez de poesía o bellas letras es para su- y reproducir, etc. En líneas generales, ese derecho se es-
brayar la hipótesis según la cual la especificidad relativa- t.ibleció entre finales del siglo X.Vll y principios del XIX. en
mente moderna de la literatura como tal guarda una rela.. Europa. Queda que el concepto de literatura que sostie-
ción esencial y estrecha con un momento de la historia ne ese derecho de las obras reste oscuro. Las leyes positi-
del derecho. En otra cultura, o en Europa en oteo mo- v.ts a las cuales me refiero valen también para otras artes
mento de la historia del derecho positivo, de la legislación y no arrojan luz crítica alguna sobre sus propias presupo-
(explícita o implícita) sobre la propiedad de las obras, por ~iciones conceptuales. Lo que me importa aquf es que
ejemplo en la Edad Media o antes de la Edad Media, la t'\:tS presuposiciones oscuras son también el conjunto de
.identidad de ese texto, su juego con el título, con las fir- "!!,uardianes", críticos, universitarios, teóricos de la lite-
mas, con sus bordes o los de otros corpus, todo ese siste- r;u ura, escritores, filósofos. Todos ellos deben apelar a
ma de encuadre funcionaría de otro modo y con otras ga- 11na ley, comparecer ante ella, a la vez velar por ella y de-
rantías convencionales. Y no es que en la Edad Media no j.me vigilar por ella. Todos ellos la interrogan ingenua-
contase con una protección y una vigilancia institucio- lllcnte sobre lo singular y lo universal; ninguno de ellos
nal 19. Pero ésta regulaba de un modo completamente dis- tl'cibe respuesta que no relance la diferencia: más ley y
tinto la identidad de los corpus, dejándolos con más faci- m:ís literatura.
lidad a la iniciativa transformadora de los copistas o de En ese sentido, el texto de Kafka dice quizá también el
otros "guardianes", a los injertos practicados por herede- ,~cr-ante-la-ley de todo texto. Lo dice elípticamente, ade-
ros o por otros " autores, (an ómmos. o no, enmascarados l.mtándolo y retirándolo a la vez. No pertenece solamente
o no bajo pseudónimos, individuos o colectividades más . 1 la literatura de una época por cuanto está él mismo ante

la ley (que él dice), ante cierto tipo de ley. Designa tam-


hién oblicuamente la literatura, habla de sí mismo como
19 Cf. Roger D mgonerrí, op.át., p. 52sq. especialmente. Remiro también a rodos los
de un efecto literario. Por donde desborda la literatura de
trabajos de Ernsr Kantorowicz, más exactameme a uno de sus artículos rc<:icntemenre
publicados en Franc ia, "L1 souveraineré de l'artisre, Nore s ur les maximcs ju ridiques et la q ue habla.
les rhéorics esrhétiques de la Renaissance", t<".tducido del inglés por J.E Courrinc y S. ¿Pero no ha lugar en toda literatura a desbordar la lite-
Courrine-Dcnamy en Polsit 18, Parfs, !98 1. Este artfcu.lo habla sido retomado en el
Sekcrtd Studies de Kancorowic<, Nueva York, !965.
ratura? ¿Qué sería una literatura que sólo fuese lo que es,

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JACQUES DERRIDA PREJUZGADOS. ANTE LA LEY

literatura? Ya no sería ella misma si fuese ella misma. Eso MI vez dar lugar a una defmición o a un contrato del orden
también pertenece a la elipsis de Ante la ley. Sin duda no dt·l lenguaje. Tocamos aquí uno de los puntos más di~ícil~
podemos hablar de la "literariedad" como de una perte- .Ir situar, cuando hay que encontrarse con ellengua¡e sm
nencia a la literatura, como inclusión de un fenómeno o lt·nguaje, el lenguaje más allá del lenguaje, esas relaciones
de un objeto, o incluso de una obra, en un campo, un do- di' ruerzas mudas pero ya asediadas por la escritura, donde
minio, una región cuyas fronteras fuesen puras y sus títu- ,¡• establecen las condiciones de un performativo, las reglas
los indivisibles. La obra, el opus, no pertenece al campo, es .kt juego y los límites de la subversión.
transformador del carnpo2o. En el instante inasible en que pone en juego (a) la ley,
La literatura quizá ha venido a ocupar una plaza siem- un.t literatura sobrepasa a la literatura. Se encuentra a los
pre abierta en una especie de juridicidad subversiva, en dos lados de la línea que separa la ley de lo fuera de la ley;
condiciones históricas que no son solamente lingüísticas. tl1 vide el ser-ante-la-ley, está a la vez, como el campesino,
La habrá ocupado por cierto tiempo y sin ser ella misma ',11HC la ley" y "antes de la ley". Antes del ser-ante-la-ley,
de paree a parte subversiva, a veces incluso al contrario. 1111c es también el del guardián. Pero, en un sitio tan im-
Esta juridicidad subversiva supone que la identidad consi- 1" o bable, ¿habrá tenido lugar ella? Y ¿habrá habido lugar
go nunca esté asegurada ni sea tranquilizadora. Supone ,, nombrar la literatura?
también un poder de producir performativamente los Era una escena de lectura poco categórica. He arriesga-
enunciados de la ley, de la ley que puede ser la literatura y do glosas, he multiplicado las interpretaciones, he plantea-
no solamente de la ley a la cual se somete. Entonces ella do y retorcido preguntas, he abandonado desciframiemos
hace la ley, surge en ese lugar en el que la ley se hace. Pero, • n curso, he dejado enigmas intactos, empezando por Jean-
en condiciones determinadas, puede hacer uso del poder 1'1.m<,¡:ois Lyotard, he acusado, absuelto, defendido, alaba-
legislador de la performarividad lingüística para dar una do, citado a comparecer. Esta escena de lectura parecía afa-
vuelta a las leyes existentes, de las cuales, sin embargo, ob- narse alrededor de un relato insular. Pero, aparte de todos
tiene sus garantías y sus condiciones de surgimiento. Y eso lm cuerpo a cuerpo metonímicos que esa escena pueda
gracias al equívoco referencial de cierras estructuras lin- 111.1ntener con Zur Frage der Gesetze o con la Epístola de
güísticas. En esas condiciones, la literatura puede poner en H1Mo a los ,-omanos, 7, esca dramatización sólo es quizá y
juego la ley, repetirla dándole vueltas o esquivándola. Esas 1111e rodo una pieza o un momento, un trozo de El proceso.
condiciones, que son también las condiciones convencio- 1 ,te habrá, por tanto, abismado, y de antemano, todo lo
nales de cualquier performarivo, sin duda no son pura- que ustedes han oído, todo salvo Jean-Frans:ois Lyotard o
mente lingüísticas, aunque cualquier convención pueda a lotlue le toca aqu1 a ese nombre. Ésa es q uizá una respuesta
po~ible, aunque les parezca que utiliza predicación negati-
20 (Nota de los Tf.j Ell el original puede leerse "'trar\sformateur du champ", lireral- v.l o, como se dice, teología negativa: Jean-Fran<,¡:ois Lyo-
mente mmsformt~dor dtl rampo, expresióll que en la oralidad puede t'onfundir:se COl\ su l.ml es -o bien: Uamaremos hoy aquí Jean-Fran<,¡:ois Lyorard
homófona "uansformarcur Duchamp", título de la obra de Lyomr·d cirada por Derrida
al comicm.o dd texto.
" rodo lo que no puede ser mctonimizado en abismo por

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JACQUES DERRIDA PREJUZGADOS. ANTE LA LEY

la escena talmúdica en la que quizá me he sumergido co t 11la ni un detalle, y podríamos comprobarlo si lo desean
ustedes. Porque si El proceso abisma por adelamado tod t'll el transcurso de otra sesión de paciente lectura. No
lo que ustedes acaban de oír, es posible que Ante !a ley l quiero retenerlos aquí hasta el fin del día o de sus días,
haga también con una elipsis más poderosa en la que s 111 1nque estén ustedes sentados, y sentados no en la puerta,
sumergiría a su v~ El proceso, y nosotros con él. Poco im \1110 dentro del castillo mismo 22• Para acabar, me conten-
porta aqu1 la cronología, aunque, como es sabido, l .tt é con citar algunos lugares del capítulo, quizá como
solamente publicó en vida Ante !a ley, y bajo ese título. pil·drecitas blancas que se dejan sobre el camino o sobre la
posibilidad estructural de ese contra-abismo queda abie 111111 ba del rabino Loew, que he vuelto a ver en Praga hace
desafiando ese orden. 1 1~unos meses, en la vfspera de un arresto y de una ins-
En El proceso (capítulo IX, "En la catedral"), el rext ttucción sin proceso en el transcurso de la cual los repre-
que forma la totalidad de Ante !a ley, naluralmente con ex \l'lllantes de la ley me preguntaron, entre otras cosas, si el
cepción del rfrulo, lo relata entre comillas un cura. Ese e lil6sofo al cual iba a visitar era un "kafkólogo" (yo había
no solamente es un narrador, es algu ien que cita o qu dicho que había venido a Praga también para se~uir pist~
cuenta una narración. Cita un escrito que no pertenece al k.1fkianas); mi propio abogado, asignado de oficw, ~e d_t-
texto de la ley en las Escrituras, sino, según él mismo dice. ,.,: "Debe usted de tener la impresión de vivir una hts~ona
a los "escritos de introducción a la Ley": «"Te engañas co k.dkiana"; y al despedirnos: "No se tome esto demas1ado
respecto al tribunal", dijo el sacerdote. " En los escritos d por lo trágico, vívalo como una experiencia literaria". Y
introducción a la Ley se dice de ese engaño: ante la , 11,10do dije que antes del encuentro con los aduaneros
hay un guardián, etc."))2 1. Hay en todo el capírulo un nunca había visto la droga que pretendían haber descu-
prodigiosa escena de exégesis talmúdica, sobre el sujeto d hil'rto en mi maleta, el fiscal replicó: "Es lo que dicen to-
Ante !a ley, entre el cura y K. Habría que pasarse horas des· dos los traficantes de droga".
gran ándola, separando el trigo de la paja. La ley general de Estas son, pues, las piedrecitas blancas. Se trata de lo
esta escena es que el texto (el breve relato entrecomillado, prejuzgado y de la prevención.
':4nte !a ley': si ustedes quieren), que parece convertirse en
objeto del diálogo hermenéutico entre el cura y K., es "Sin embargo, no soy culpable", dijo K. "Es un error.
también el programa, hasta el detalle, del altercado exegé- ·Cómo puede ser siquiera culpable el ser humano? Todos somos
( "
tico al cual da lugar, siendo el cura y K. cada v~ guardián ,\quí seres humanos, tanto unos como otros .
y campesino, intercambiando ante la ley sus lugares, imi- "No tengo ningún prejuicio contra ti", dijo el sacerdote.
tándose uno a otro, pasando por delante uno de otro. No "Te lo agradezco", dijo K. "Sin embargo, wdos los demás
que intervienen en el proceso tienen algún prejuicio conrra mL

21 [Nota de los rr.] En lugar de traducir del francés los fmgrncnws de El proceso que '1 [Nota de los TT.) Cabe recordar que Derrida pron unció csra conferencia en unas
cica Derridn, hemos optado por reproducir la traducción al C:L~tella no incluida en la.~ )'"nadas celebradas en el casti llo de Ccrisy-la-Sall e, :11 que sin duda ~e refiere el texto,
Obras completas, wl. 1, erad. de Miguel Sáez, Barcelona, Circulo de LectOres, 1999. ¡, que no descarra una alusió n impllcita a la novela de K.~fk:t El CIIJtJllo.

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PREJUZGADOS. ANTE LA LEY
JACQUES DERRIDA

Viene entonces una segunda ola de exégesis talmúdica


Y se lo infunden también a los que no intervienen. Mi siruación
se hace cada ve~. más difícil".
por parte del cura, que es a la vez un abad y un rabino, en
"No wciendes los hechos", dijo el sacerdote. "La sencencia
~ tl·rto modo una especie de San Pablo, el Pablo de la
no se ~c~a de repente: el proceso se convierte poco a poco en 1 písrola a los romanos que habla según la ley, de la ley y
sentencia . tonrra la ley "cuya !erra ha envejecido"; el que también di-
' e que no ha "conocido el pecado sino por la ley": "Para
111Í, estando en otra ocasión sin ley, vivía; pero cuando lle-
Después de que el cura le contase a K la historia sin ti-
rulo (de "ante la ley" exuaída de los escritos que preceden a 1'/t d mandamiento, el pecado retomó la vida y yo morí".
la ley), K concluye que "el guardián engañó al hombre". y
"Se basa", respondió el sacerdote, "en la simpleza del guar-
er:~onces el cura, identificándose de algún modo con el guar-
dián. Se dice que él no conoce el interior de la Ley, sino sólo el
dian, em~rende la defensa del guardján en el curso de una ,·amino que tiene que recorrer ante la entrada, w1a y otra vez. Las
larga Jecc:tón de estilo talmúdico que comienza por "No cie- iJeas que tiene del interior se consideran inf.rntiles y se supone
~es s~fioente respeto por la Escritura y tergiversas la histo- que él mismo tiene miedo de aquello con lo que quiere meter
na. · .. En el transcurso de esta lección, entre ouas cosas es- miedo al hombre. Incluso tiene más miedo que el hombre... "
pe.cialmente d~cinad~ a l~er Ante la ley en su ilegibiüdad
mtsma, le prevt~~e: Los Intérpretes dicen al respecro: la Les dejo leer a ustedes el resto de una escena inenarra-
exacta comprenston de w1a cosa y su mala interpretación no hk, en la cual el cura-rabino no acaba de desgranar el re-
se excluyen totalmente". l.no cuyo desciframiento se busca hasta el detalle.
. S~gunda erapa: convence a K., que entonces se va a ( :omprendiendo allí, sin comprender, en abismo, Ante la
tdenttficar con el guardián y darle la razón. Y en seguida el lry. por ejemplo el resplandor casi rabernacular ("La lám-
~ura ~a la v~elra a la interpretación y cambia los lugares p.tra que tenía en la mano se había apagado hacía tiempo.
tdennficatonos: l lna vez centelleó delante de él la estatua de un santo, sólo
1 on el resplandor de la plata, y enseguida volvió a la oscu-

. "Tú conoces la historia mejor que yo y desde hace más ttdad [San Pablo, quizá). Para no depender por completo
nempo", dijo K. dd sacerdote, K le preguntó: '¿Estamos cerca de la enrra-
~e quedaron silenciosos un momento. Luego K. dijo: d.t principal?'. 'No', dijo el sacerdote. 'Estamos muy lejos.
"Enconces ¿crees que el hombre no fue engafiado?". ;<~uieres irte ya?'"), o también, en el mismo contra-abis-
No me comprendas mal", dijo el sacerdote, "sólo te mues- nto de Ante la ley, es precisamente K. quien le pide al abad
tro las o~iniones que hay al respectO. No debes prestar demasia- que espere y esta misma demanda llega hasta demandar
d~ atenctón a las opiniones. La Escrimra es inmutable y las o pi-
dd cura-intérprete que le demande él mismo. Es precisa-
ntones no son a menudo más que expresión de la desesperación
llll'nte K. quien le demanda demandar ("'Por favor, espe-
ante ese he~ho. En este caso hay incluso una opinión según la
cual es prec1samence el guardián el engañado".
t.l. ' 'Espero', dijo el sacerdote. '¿No quieres algo más de
"Es una opinión muy aventurada", dijo K. "¿En qué se basa?".
111i?', pregw1tó K. 'No', dijo el sacerdote"). No olvidemos

73
72
JACQUES DERRJDA PREJUZGADOS. ANTE LA LEY

que el abad, como el guardián de la historia, es un rep1resen··• ¿Por qué definitivo? Sin duda para decir también deci-
ranre de la ley, un guardián también, puesto que es el "vo, decisorio, entscheidend (la palabra tiene esos dos sen-
llán de las prisiones. Y le recuerda a K. no quién es, él, tulos, y sin duda es del juicio de lo que se trata, en lo que
guardián o el cw·a de las prisiones, sino que K. debe tll' llC siempre de crítico y último).
prender p1·imero y enunciar él mismo quién es él, el
Éstas son las últimas palabras del capículo:

"Comprende tú ames quién soy yo», dijo el sacerdote.


"Eres el capellán de la prisión", dijo K., acercándose al sacer-
dote; su regreso inmediaco al banco no era tan necesario como
se había imaginado, podía muy bien quedarse aún allí.
"Por consiguiente, formo parte del tribunal", dijo el sacer-
dote. "¿Por qué tendría que querer nada de tí? El tribunal no
quiere nada de ri. Das Gerich will nichts von dir. Es nimmt dich
auf, wenn du komrnst, tmd es entliisst dich, wenn du gehst.Te reci-
be cuando vienes y ce despide cuando re vas".

P.S. Algunos meses después de esta con


Denis Kambouchner, y se lo agradezco, atrajo mi
ción sobre este pasaje de Conversaciones con Kajka,
G ustav Janouch (LN/Maurice Nadeau, c.f. B.
holary). Kafka habla:

" ... No soy un critico. Soy solamente el que se juzga y el


que asiste al ju icio.
-¿Y el juez?, pregunté.
Kafka sJnrió apurado:
-A decir verdad, soy también el ujier del rribunal, pero no
conozco a los jueces. Sin duda soy un peque!Hsímo ujier au-
xiliar. No rengo nada definitivo.
Kafka se echó a reír. Yo le imité, aunque no le había com-
prendido.
-Nada hay definitivo sino el sufrimiento, dijo gravemen-
te. ¿Cuándo escribe usted?" (p. 14)

74 75
EPfLOGO
Sobre la cuádruple raíz
del principio de razón insuficienre
FERNANDO RAMPÉREZ

': .. debma dejar qut: st: tÚclart lo qut: dt:da yo no qut:rt:r decir,
hacibzdolo '2J

El mensajero nunca Uega a entregar el mensaje, ni si~


quiera logra salir de la ciudad, del palacio, casi de los apo~
scntos del rey. No se hace justicia, por tanto.
El campesino se queda justo delame de la puerta: p:ua
,icmpre ante la puerta de la ley. Ha conseguido llegar has~
ta allí, logra alzarse ame las puercas de la ley, pero se va en-
l·ogiendo con el tiempo hasta rwnbarse delante de ellas.
l)eJanre de una puerta que no era sino suya, w1a puerta
que a él solameme, solamente a él, le estaba esperando.
lusco allf. Justo a él.

***
Por tanto, es del juicio de lo que se trata, sin duda,
t·n lo que tiene siempre de crítico y último. Porque se
1rara, siempre, de hacer justicia. De ajustar el texto; o de

~ 1 Esre tuto pracndc sola.mnrc acompañar al de Jacqucs Derrida. Acompañarlo:


"'"'ca intcrprcl3rlo, explic:ulo, jutg.¡rlo o prejuzgarlo. In rema, por dio, dejar que se ck-
, l,,c lo que se debería no decir. haciéndolo. Con el fin de permanecer 5ieropre cerca dd
uclculo de Derrida, 5in neutralizar su filosofla, para cruMrse con él cita a menudo in-
oh• ccmcneme su rexco. introduciendo frases o breves fmgmcmos de él en el discurrir de
n1c otro relato.

77
FERNANDO RAMPÉREZ EPÍLOGO

hacer justicia a la obra de un amigo, de corresponderla y 1k la ley: importa lo ajustado del procedimiento y de la
tratarla con deferencia; o de ir haciendo la justicia que se deducción. Hay una escenografía, un teatro que garan-
reclama cada vez, en cada palabra o cada gesto. Cada pa- 1i1.a la exacritud del procedimiento y de la deducción (la
labra la pide. .1plicacíón, la implementación, si queremos usar ~a .P~­
Se trata justo de eso. Y se trata, por ramo, del juicio. Es I.tbra horrible que se extiende cada vez más). La JUStiCia
como sí se tratase siempre del juicio. Un juicio más siempre l''>tá, pues, en esa puesta en escena: tendremos un j~icio
será un juicio de más; un juicio menos, un juicio de menos. 1usto si justo se aplican según el proceder establectdo y
Como si nunca contásemos con los juicios justos, o anclá- \ 111 fisuras las leyes dadas, promulgadas, admitidas o

semos siempre justos de juicios o justos de juicio. ,implem enre creídas. Da igual qué ley: d~ la l~y de iden-
Escribimos, quizá, siempre una línea de más o de me- tidad se deducirá que "eq uis menos equts es tgual a ce-
nos. Tiene que ser asf. ~<>" o bien que "el ser es"; de la ley de no contradicción
Sean éstas unas líneas de más. Y mal ajustadas o mal ,¡; deducirá que uno no puede ser inocente y culpable a

justifi cadas. Sus bordes no equidistan unos de otros, sus li- la vez por lo mismo; de la ley de no identidad se dedu-
mites no son paralelos. c;. irá que "nadie se baña dos veces en el mismo río" o que
. .se trata,. entonces, de cómo juzgar con buen juicio y "lo verdadero es el todo". Lo justo es que haya ley, lo
sm JUSteza, sm resultar ajustado, sin resultado ajustado, sin justo es que haya jueces aurorizados y procedimientos
a~uste; cómo )uzgar justamente sin razón que avale el jui- .1decuados para hacer justicia. Es jusro hacer justicia;
CIO y lo convterta en legitimación o justificación a secas. justo eso es hacer justicia.
Cómo juzgar, pues, sin justificación. Cómo juzgar sin Justo eso, es decir, eso justamente, eso precisamente,
quedar ajustados, sin quedarnos justos de juicio, pero so- l'SO exactamente. Justo es lo sometido a la deducción pre-

bre todo sin incurrir en juicios injustificados. (.isa, exacta, ajustada; justo ésa, solamente ésa.
Dicho bruscamente: la otra cara de la modernidad
*** nos ha escupido a la cara, rornando justificación los argu-
mentos y borrando la responsabilidad del que decide y al
Hablemos claro: El juicio se ha encendido a menudo deci(di)r inventa. Bajo la ley (ante ella, con ella, gracias a
en la tradición filosófica (y no solam ente en ella) como d la, pero sacándola a la luz pura que deslumbra e impo-
resultado de un procedimiento en el cual se hace justicia niendo su brillo absoluto) se han refugiado las tiranías.
o, mejor, se imparte justicia. Un juez, rogado o no, so- Con buena conciencia, porque: Hecha la ley, basta dedu-
bre un estrado y con la ley en la mano, aplica ciegam en- cir. Pero ¿basta deducir?
te el contenido y las formas de las leyes deduciendo un ¿Y basta con la evidencia de la ley? ¿Qué ley es eviden-
~uicio justo: justo po~ lo aj ustado del procedimiento, le cuando, videntes, nos encontramos ante la puerta de la
JUSto por su coherencta con respecto a las leyes de las ley, ante nuestra puerta, ante la puerta de nuestra propia
cuales se deduce. Nótese que no importa el contenido ley, y nos ciega su resplandor evidente? ¿Cuál es la ley que

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FERNANDO RAMP~REZ EP!LOGO

transmitimos como fieles mensajeros escrita en un men- Sólo juzgarás bien si continúas la Unea, sin disconti-
saje del salón del uono al pasillo, del pasillo a la sala, de nuidades, saltos, transgresiones ni rupturas. Si conservas
la s~a al salón, del salón al siguiente pasi llo, del siguieme lo ocurrido, si avanzas en la dirección adecuada, si deduces
pas1llo a la puerca, de la puerca a las innumerables calles de lo que debes deducir y como debes deducir. Será, en-
y así siempre hacia delante sin rozar siquiera las puercas tonces, lo que debe ser. .
de la ciudad? El precio del ser es el chantaje del deber (ser). El precto
H ay una estructura teológico-jurídica que gobierna las de ser es el deber, en la metafísica tradicional.
teorías de la justicia, la decisión y la interpretación. Y una Para ese planteamiento reocéntrico, la ausencia de re-
escenografía: Dios-juez con las tablas de la ley en la mano ~la lleva a la irresponsabilidad. La responsabilidad se en-
(en la portada alfa y omega, el principio y el fin, juicio total tiende, por tanto (ya lo sabía Nierzsche), exclusivamente
y omnicomprensivo). Un juez mayúsculo que aplicará las wmo sometimienro a la ley y capacidad de responder an-
leyes definitivas implacablemem e y con su gracia infinita lt' La ley. La libertad radica solamente en seguir o no la

(?!). Santísima trinidad: juez, ley y procedimientos de de- norma dada por Dios o sus trasuntos, y de ahí una culpa-
ducción coinciden. Dos mil quinientos años después segui- bilidad apriori, una responsabilidad culpable de antema-
mos buscando leyes evidentes y protectoras, no sabemos no, porque el ser libre sólo es libre de saltarse o no la ley,
juzgar sin ley, sin la seguridad y el confort y el conformis- pero nunca de inventarla.
mo de la ley, reconforcados por la ley y su escena, con la (Sólo un dios así puede prescribir el amor, o hace~ del
conciencia tranquila de quien se limita a aplicar la ley y ha- .tmor algo prescrico: amarás a Dios sobre todas las cosas _Y
cer justicia. Es decir, con la ilusión de quien toma lo que .ti prój imo como a ti mismo. Pero ¿qué es un amor debt-
ocurre en la escena por la verdad, con la ilusión de quienes do? ¿Es amor un amor debido? ¿Resulta amable ser amable
olvidan la imitación, la mímesis, la representación, y to- por deber? Un amor por deber es un amor verdaderamen-
man lo que ocurre en la escena del teatro como verdad. te patológico) 24 •
. La metafísica nos exige una ley, nos exige deducir a par- La muerte de Dios, sin embargo, es decir, la apertura
tir de ella según un procedimiento regulado, nos exige que de un espacio sin absolutos ni normas evidentes ni reglas
1~ decisión (el juicio, la interpretación ...) se jusüfique a par- previamente dadas, abre también una forma distinta de
tir de esa ley y de ese procedimiemo reglado. Es el precio responsab ilidad . O la responsabilidad más cierta. ~ del
de la buena conciencia. Después, o en el mismo acto, nos que invenra sin ley, la del que apuesta cada vez que JUzga
vende sus leyes y procedimientos para tranquilizarnos. Así, y se compromete así con lo elegido sin j us~ifica~ión_ ni
cada enunciado se convierte en prescripción, cada afirma- LOarcada. Responsabilidad, por tanw, como Jmbncactón
ción se conviene en regla, cada descripción en norma. Así en la apuesta, implicación con lo prometido: con aquello
es, asl debe ser. La estructura de la linealidad, la continuidad l JUC no sabemos si seremos capaces de sostener. "La ley se

y la conservación está en esa fórmula misma, clave de la


metafísica tradicional, lineal, continua, conservadora. .'~ Cfr. Oerrid:t, Passions, l'arls. Galiléc, t991.

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FERNANDO RAMP11R.EZ EPÍLOGO

produce (sin mostrarse, luego sin producirse) en el espa- mterpretar, ni cuál es La interpretación justa. Y no lo dicen,
cio de ese no-saber". .ltmque dicen decirlo, precisamente para no acabar nunca
No hay, pues, responsabilidad sin incertidumbre, no um el chantaje: te prometen darte fundamentos ~ara .de:
hay decisión con certeza. Estamos "sin criterio", como di- l idir, interpretar y actuar; re prometen buena conc1enc1a Sl
ce Jacques Derrida que diría Jean-Francyois Lyotard. ,igues esos procedimientos; y luego te abandonan en el
Porque si un aparato de saber-poder prescribe la decisión, 1nsrante sin fondo de la decisión, pero cargan sobre cus
no hay decisión entonces. Ni responsabilidad. Solamente hombros la culpa de ese abandono. La culpa, precisamen-
buena conciencia y la única forma de certidumbre: la de lc, es el único resultado.
estar en lo correcto y no tener nada más que plantear ni La ley deslumbra y al deslumbrarnos nos deja cieg~s.
plantearse. La seguridad del que no piensa, la responsabi- Nunca se da, en realidad; o bien "se da rehusándose, sm
lidad del que no va más allá, porque no va a sitio alguno. decir su proveniencia ni su sede". Ese silencio y esta dis-
El espacio teológico-jurídico necesita de una tempo- l <>ntinuidad constituyen el fenómeno de la ley. "Entrar
ralidad determinada, un tiempo lineal y continuo sin t·n relación con la ley, con la que dice Tú debes y Tú no
vuelta atrás. Debe ser el tiempo de la deducción y la de- debes, es a la vez hacer como si ella no tuviera historia o
rivación: primero, evidencia; segundo, derivación; terce- en todo caso no dependiese ya de su presentación históri-
ro, conclusión. No debe haber discontinuidades entre es- ra, y en el mismo lance dejarse fascinar, provocar, apos-
tos tres momentos. Cada uno se engancha al anterior, y trofar por la historia de esta no-historia. Es dejarse temar
el primero se sostiene sobre sí mismo (fundamentum in- por lo imposible".
concussum, causa sut), es decir: en el aire o en círculo. La
línea debe quedar garantizada, la continuidad y la com- ***
pletitud también. Un tiempo en el que nada pasa, un
tiempo en el que nadie muere, una historia perfectamen- Se trata, por tanto, de argumentar una decisión in-
te coherente y lineal. El tiempo vivido, el experimentado cierta o una interpretación (si todo es texto) incierta:. la
en el instante de la decisión, está, sin embargo, lleno de ,·1nica que cabe argumentar, además. No son necesanos
huecos, retrasos, arritmias, dislocaciones. La decisión, la .1rgumentos cuando la conclusión se der~va de un progra-
interpretación, el juicio, quedan siempre fuera de tiem- ma: nadie necesita argumentar por que cuatro st dos y
po. O abren un tiempo nuevo. O releen el tiempo. dos, pero por qué esta elección vital y _no ot~a nunc_a _que-
dará completamente argumentado (m sufic1ente n1 msu-
* ** llcientemente argumentado, por demás) . El abismo de la
.1usencia de criterio suficiente es quizá la firma posmoder-
Pero es que, además, es mentira: ninguna ética, ningu- na: parece decir, por tanto, "el juicio no es ni f~ndador ni
na política, han dicho realmente qué hay que hacer. lundado, es quizá secundario pero por eso mtsmo no e~
Ninguna teoría de la interpretación ha dicho nunca cómo 1111 problema del cual nos podamos desembarazar; y, SI

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FERNANDO RAMP~REZ EPíLOGO

creen ustedes que se deshacen de él, no les dejará en paz f,ay, por supuesto, un recorrido y una apue~ta: el núm~ro
tan pronto". de interpretaciones es infinito y no hay InterpretaciÓn
La crítica habitual de cierta forma de posmodernidad a verdadera, pero por lo mismo no son todas equivalen-
lo Lyorard o a lo Derrida insiste en la irresponsabilidad de tes; las decisiones posibles deben llevarse hasta lo impo-
ciertas actitudes. La acusación típica es de relativismo mo- 'iible, pero por lo mismo solamente la decisión imposi-
ral, político, estético ... Hay, sin embargo, al menos dos for- ble vale la pena. Lo posible será siempre demasiado
mas de posmodernidad: la sociológica, qui7..á en buena me- poco.
dida relativista, la cual arrastra detrás de s( buena cantidad Las críticas confunden irresponsabilidad y relativis-
de planteamientos filosóficos; pero también está una pos- mo con anarquía: la anarquía consiste quizá en deslegiri-
modernidad fuerte, afumativa, en absoluto relativista, que mar cualquier jerarquización, cuestionar sistem~s de ~a­
apuesta doblemente justo porque no se conforma nunca hcr-poder que se quieran obvios, desfondar evlden.ctas
con un paradigma de justicia, valor o hermeneusis. Una prepotentes y tranquilizadoras, atacar de forma obltcua
posmodernidad, si es que hace falta inscribirla bajo ese tf. mncra lo que pretende no tener esquinas. Esta manera
tulo, doblemente inconforme e inconformista: con las se- de entender la anarquía no es solamente negativa: su re-
guridades vendidas por Ja modernidad y su fondo teológi- verso implica una promesa de apertura, criticismo y li-
co-jurfdico tanto como con seguridades o inseguridades bertad. Opta siempre por crear espacios allí donde los
alternativas (como las del relativismo u otras). Es decir, dis- marcos quieren ofrecerse como dados, y por aceptar. el
conforme con cualquier modo de buena conciencia, pero larácter disolvente del tiempo allí donde tanros paradig-
también con la obsesiva mala conciencia del que se siente mas canalizan la hisroria y esquivan la muerte. Hace sirio
culpable de decidir sin argumentos suficiemes ni cerrezas. y da tiempo.
Ninguna irresponsabilidad: pues, "en esta situación, Quizá una forma de anarquía así está en el mínimo co-
donde lo que pasa es que el juicio debe pasar sin criterios mún que, simplificando, caracteriza a filosofías como las
y la ley pasarse sin ley, en ese fuera-de-la-ley, tanto más te- de Foucault, Deleuze, Blanchot, D errida, Nancy o
nemos que responder ame la ley. Porque la ausencia de cri- l .yorard.
teriologfa, la estructura impresentable de la ley de leyes no
nos dispensa de juzgar en todos los sentidos, teórico y ***
pragmático, de la palabra; al contrario, nos prescribe pre-
sentarnos ante la ley y responder a priori de nosotros ante Y para los que no comprenden nada sin principios ni
ella, que no está alH". (udíces de medición, dibujemos con cierta ironía la cud-
(Juzgar en todos los sentidos. Juzgar con codos los sen- tlmple raíz del principio de razón insuficiente.
tidos, quizá). Dice Baraille que el movim iento infiniro es la carac-
~n esta forma de hacer fi losofía (la de siempre, en tcrfstica obvia del universo; ante un movimiento así, la
rcaltdad, la que no se conforma con saber alguno ...) ht'tsqueda de estabilidad y fundamento se convierte en

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FERNANDO RAMPÉREZ EPILOGO

aventura vana25 . Podemos sin duda introducir en ese mo- principio, aunque parezca que no, explica). Ulrich, con-
vimiento no solamente su aspecto espacial, sino también versando con un director de banco aficionado a la filosofía
el temporal: obtendremos así que la transformación, la que le pregunta qué significa "el verdadero amor a la pa-
inconstancia, la incompletitud y la muerte forman paree tria" y "el verdadero progreso", responde: "El hombre ha-
precisamente de aquello que se quiere evitar con el ansia t:c excepción de sí mismo; en nuestra vida real, es decir,
de quietud y pausa. Y podemos también extraer conse- personal, y en la público-histórica, sucede siempre algo
cuencias epistemológicas: la estabilidad de la verdad no lJUe en el fondo carece de razón suficiente. ¿Sabe usted lo
será sino el sueño (en ocasiones simplemente cobarde, en que es una enzima o un catalizador? AJgo que pone el pro-
ocasiones políticamente interesado) iluso que se corres- ~:eso en movimiento. La historia le habrá enseñado que la
ponde con la necesidad de absoluto. verdadera fe, la verdadera moral y la verdadera filosofía no
Hay, pues, al menos un triple aspecto (ontológico, an- han existido nunca en la perfección prometida; y, por otra
tropológico y epistemológico) en el ansia de completitud parte, han desencadenado guerras, obscenidades, odios,
y suficiencia. Triple dimensión, pues, de un intento vano han transformado fructuosamente el mundo. Le juro que
(y pollticamenre interesado) . Esa pulsión lleva a la cons- ni yo ni nadie sabe qué es el, la, lo verdadero: pero le pue-
trucción de edificios aparentemente sólidos: los construc- do asegurar que está en vías de realizarse". (A lo cual lógi-
tos del conocimiento humano, las construcciones de la camente responde el interlocutor: "Es usted un cín ico") ,
técnica, edificios aparentemente eternos como catedrales, Nada es sin razón: pero razón y ser no necesariar.1ente
puentes de hierro o casas de viviendas uniformizadas. Sin se coimplican. Nada es sin razón, pero las razones (o la
embargo, nada dura. Hasta la catedral más sólida se trans- Razón) no serán nunca suficientes para explicar, justificar
forma y desgasta con el paso del tiempo; demasiado sabe- o legitimar lo que es. No lo son y es preferible que no lo
mos que hasta el constructo teórico más coherente y com- 11can. Mejor catalizadores, enzimas, ponen el proceso en
pleto acaba desmembrándose (por fortuna, pues la verdad movimiemo: pregunremos, pues, dónde nos quieren lle-
definitiva sería, además de aburrida, enormemente para- var, qué mundo nos están contando.
lizante). También las enormes casas/almacenes contene- El principio de razón insuficiente no niega el principio
dores de seres humanos que nos ha regalado el siglo XX de razón suficiente. No afirma que la sinrazón sea sufi-
acaban hundiéndose: pero, hasta que se hunden, intentan ciente, en modo alguno. Y no anula las razones. Anula su
estandarizar la existencia de muchas personas en estante- suficiencia. Y devuelve de este modo el peso a cada una de
rías perfectamente cuadriculadas. las razones, a cada uno de los argumentos, nunca sustirui-
Roberc Musil, matemático, ingeniero y narrador, hace hles por la conclusión a que conducen, nunca subsumibles
aparecer el principio de razón insuficiente para explicar la en posición definitiva algLma.
visión del mundo de su hombre sin atributos. (Porque ese Si lo planteásemos solamente como cuestión episte-
mológica, este principio condenaría a una carencia en el
25 Bataille, F:/ 1/miu de lo tltil, Madrid, Losada, 2005, rrad. de M. Arcanz.
saber: deberíamos, entonces, echar algo de menos, vivir en

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FERNANDO RAMP~REZ EPíLOGO

falta, quizá en culpa y por canco merecer cierro castigo. La ~icmpre un exceso de realidad, un añadido que las razones
incomplecicud se tornaría carencia, la muerte se haría alia- 110 tienen en cuenta, precisamente porque lo que es escapa
da de la incomplerirud. Frente al ideal de un saber comple- •1 las cuentas. El mundo y la vida no son calculables, afor-
to y cieno quedarían pequeñas nuestras fuerzas y nuestra lunadamente. El ser es múltiple y se disemina en lugares:
finitud. Asf ha acontecido el chantaje del conocimiento en tiene Lugar, acaece, se representa como en ~ma escena (no
innumerables ocasiones. Pero no es as(; no tiene por qué hay otra representación que la representación teatral; los
ser así. Si la insuficiencia es ontológica, carecer de argu- barrocos o Schopenhauer bien lo vieron). .
mentos suficientes implica simplemente quedar a la altura Hay siempre un ser ausente, ~n ausentamtento en ?bra
del ser: adecuarse, de modo siempre inadecuado, a lo que v en tiempo del ser, que le imptde someterse' a la raza~ o
hay. Sin falca, carencia ni, sobre todo, culpa algunas. Basta dar razón de sí. Lo que ha sido y lo que sera no se deJan
con introducir la temporalidad en el ser, hacer del ser un 1t·ducir a lo que es: su ausencia estará siempre presente Y
ir siendo, sin dirección predeterminada siquiera (a nos- nunca será suficientemente tenida en cuenta, pues resulta
otros nos compete dársela, si es que a eso llamamos liber- 1ndererminable. Ahueca el ser. Introduce en él una d~st~­
tad), e introducirla también en el conocimiento: nunca sa- t ia, huecos que lo coman poroso: hay, quizá, que deJar. SI-
bemos, vamos sabiendo (¿no era eso la filosofía?). El límite tio dar distancia, tomar distancia con lo que es para deJar-
pasa a ser experimemado, de este modo, desde ambos la- 'c 'sorprender por su acontecer y su ?istan~iamien~o.
dos: deja de erigirse como barrera infranqueable para po- 1)istancia espacial y temporal: el ser es dtstancta Y. s: dts-
nerse en movimiento y dejarse desplazar con el pensa- 1,111cia. Da lugar, espacia, y así da tiem~o: hay ~wza una
miento mismo. La muerte pasa a ser experimentada, de topontologfa del ser, un hacerse, disran~tarse, a~rme, ~ue­
este modo, desde ambos lados: deja de erigirse como ba- hr:use de los lugares a lo largo de un nempo dJscontmuo
rrera infranqueable para introducirse en la vida misma, ((¡uizá no sea el tiempo otra cosa que ese hacerse y desha-
hace de la vida algo poroso y de cada instante un paso lle- \ crse de los lugares; en modo alguno un contenedor lin~~·
no de sentido más allá de la dirección aJa que apunte o en 1 omo en modo alguno será el espacio el contenedor cndi-
la que camine o del tiempo que desgaste. mcnsional soñado).
Poéticamente, por canco, podemos encontrar una cuá- La transcendencia está inscrita en el agrietamiento de
druple raíz para este principio. lo que es: no queda, pues, lejos, pero sí a distancia. La
mmscendencia estd en la porosidad de los cuerp~s: ~n ese
*** mismo ahuecamiento que permite a la sangre fluu e mclu-
,0 salir, 0 permite a la savia derran1arse o a la lluvia caer o
Una rafz ontológica. La realidad es porosa y quebradi- .1 los cuerpos caerse hacia dentro.
za. Está atravesada por un tiempo disolvente. La realidad Una explicación del mundo, por tanto, pu~de valorar-
es aporética: no da paso, no deja pasar fácilmente a las ra- ~l· también por la cantidad de distancia que mcroduce o
zones, resulta esquiva con los argumentos. Hay quizá 1 ontempla, por el volumen de apertura a lo ausente que per-

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FERNANDO RAMP~REZ EPfLOGO

mire o desplaza con su mismo gesto, por el lndice de poro- l ión en la propia ontología de lo posible, pues (y no harfa
sidad que asume o contiene. f.Llta ser demasiado atrevido, quizá, para hacer residir en
Con codo, rige quizá también un principio de realidad l'Sta indeterminación la apertura de lo que llamamos liber-
sz:ficiente. Lo cual no quiere decir en absoluro que la rea- I,Ld). En esta indeterminación puede verse lo que, desde
lidad ba~re cal como está, sino más bien que: 1) no hay otras fi losofías, varias, se ha llamado el lugar sin lugar de
orra realidad, la transcendencia está dentro de ésta, es esta un acontecimiento. En esta incertidumbre cabe contem-
misma realidad la que ha sido y la que está por inventar plar el sirio del que se atreve a saber en ese mundo.
o por ven~r, es ésta la que hay que cambiar, si es que hay Solamente podremos fiarnos de las explicaciones o las in-
que camb1arla, pero no es susriruible; y 2) hay que man- ll'rprecaciones que acepten habitar esa incertidumbre.
tener en los relatos o en las explicaciones o en las ceoriza-
ciones un mínimo de contacto con la realidad, una reali-
***
dad suficiente, de modo que: a) ni la realidad se vea
sustituida por el constructo teórico; b) ni el constructo Una raíz lógica y epistemológica: alguna lógica debe
teórico se empeñe en dar la espalda a lo que hay. Debe ha- haber, puesto que hay relato. Pero es solamente la lógica
ber, quizá, un contacto al menos mínimo con la realidad rlr tm relato. Nada menos. Una narración necesita consis-
dada y, a la vez, una distancia suficiente con respecto a és- lcncia, credibilidad, un aparente principio y un aparente
ta p_recisamenre_ para evitar que lo dado engulla cualquier lln (desmentidos a cada instante por la continuación en
ficc1ón, cualqUier promesa o cualquier alternativa. Por 1icmpo y espacio del texto: en direcciones y en momeo-
e~o cabría plantear también un índice de sublimidad: ca- lOS imprevistos). Necesita, al decir de Torrente Ballester,
pacidad de tocar el límite y afectar al límite; ese límite res- una realidad suficiente para ser leído. El mundo es legible:
baladizo que separa (y lo que separa rambién une) lo dado dt: muchas maneras, pero no de cualquier manera. Cada
d~ l? que puede veni~, o _ese otro que permite distinguir lectura dibuja un recorrido, propone un sendero, enfren-
frag•lmenre una explicación de una huida. Sublimidad, t.l una aporía (sin remediarla, sin anularla completamen-
pues: tocar ellímice, pedir la cranscendencia dentro mis- ll' si es que quiere ser una lectura respetuosa con lo leí-
mo de lo que se da. do). Ninguna lectura, por demás, suplanta al texto: lo
Para ~adir. principios hasta la inflación y el hartazgo, rl'speta demasiado, lo debe respetar en todo caso; aunque
podemos mclu1r el que en términos de física cuántica lla- 'l'a para reescribirlo. Hemos tomado la lógica por la ley
man princiJ:io de indeterminación o incertidumbre. No hay del ser, como si tuviésemos derecho a imponer nuestras
razón suficiente porque la realidad está indeterminada; no t.ttegorías a lo que ocurre o a tomar nuestra lectura por
hay razones suficientes porque quedará siempre una incer- la verdad. Pero la verdad será siempre la verdad contada
tidumbre (otra distancia) con respecto a lo que ocurre, lo o narrada o escrita o leida. Necesita, sí, consistencia (en-
que hubiera podido ocurri r e incluso sobre el ámbito de doconsistencia y exoconsistencia, diría Deleuze), pero se
posibilidades que se cree cerrado. Hay una indetermina- 1rata simplemente de la consistencia de lo narrado.

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FERNANDO RAMP.tREZ EPfLOGO

Hay, pues, una lógica literaria que intenta respetar la t u.tlquier planteamiento pretendidamentc racionaL
multiplicidad de lo que es y dejar la puerta abierra. Una Podría decirse incluso que la racionalidad ha ido configu-
lógica autoirónica (pues parece decir siempre: "¿es de ver- l.llldo su espacio precisamente excluyendo la ficción: la fe,
dad un relato, sí o no?, ¿es de verdad literatura, sí o no?, l.t invención, el arte o la literatura; la creación y la insegu-
¿cómo juzgarlo?") compuesta por principios ni categóricos ••dad, en defmitiva. Cada concepco debía ser descubierto,
ni hipotéticos, qu~ genera un discurso que lee el mundo y no creado. Pero "la ley es fantástica, su sitio original y su
resulta a su vez leg1ble: un índice de legibilidad medirla a la tl·ner lugar tienen virtud de fábula".
vez cómo se deja leer el relaco y cómo se sabe relaco, es de- La voluntad de verdad que analizara por ejemplo
cir, de qué modo se da como texco sin suplantar a lo real. h>Ucault siguiendo a Nietzsche responde a la continuidad
Tenemos, quizá, que decirlo de una vez, después de 1 ompulsiva de cada sistema de sabe~-~oder: es decir, la. ca-

miles de afi.os de búsqueda de la verdad iluminada: nada nali7-ación del pensamiento. La un1c1dad del pensam•en-
e~ evidente. El ideal de transparencia, iluminación y segu- 10, la univocidad del sentido, la exclusividad de la inter-

ndad, el modelo de claridad y distinción: ya otras veces vi pretación: pensamiento único y totalitario. (Univocidad
esto tan clara y distintamente... y fue suefio. La pulsión de que se traslada al tipo de reflexión preferida por la acade-
evidencia anula la multiplicidad y la complejidad de lo re- tllia actual: el comentario de texto, siempre según
al; las evita; incluso de un modo políticamente interesado. Poucault26 , es decir, la repetición de lo mismo que el texto
(También el ideal de la theoria y la contemplación desin- dice, el esclarecimiento del querer decir del pobre texto
teresada encierra el mayor interés: los intereses ocultos y <Jlle se muestra incapaz de decir lo que quiere decir: esto
no confesados) . Sólo una objetividad es posible en el cono- l''• absurdo sobre absurdo, esterilización completa de la
cimiento: mostrar la parcialidad de cada postura, de cada mterpretación, la creación y el relato).
perspectiva, enseñar las cartas, pues. Esa voluntad de verdad anula sus prepotencias si la
Entre aquello ausente que forma pane de lo que es unimos a la sinceridad de la ficción: al reconocimiento de
queda también lo ficticio: lo imaginado, supuesto, desea- lo inventado como inventado, al valor de la creación. La
do o pr?metido. Y la ficción opera tanto como la supuesta licción no sustiruye a la realidad: está en ella, en sus hue-
no ficc1ón, o más. (En la actualidad vivimos un sistema lOS , y actúa sobre ellos para exigir una realidad distinta.

que opera con la ficción de que el beneficio económico a Picción, pues, que configura o propone realidad, y a la que
coreo plazo y la acumulación del capital conforman lo úni- h.tbrá que preguntar simplemente qué cuento nos está
co valioso en sí. Y esa ficción opera hasta configurar nues- roncando.
tros gestos y nuescras ilusiones). En cada interpretación y Una verdad de este modo habitada por la ficción se sa-
e~ cada juicio queda siempre una cierta cantidad de fic- hc pro-puesta. Podría medirse cada verdad por lo que pro-
ctón, y es bueno que así sea. Unos lo reconocen y otros no:
hace falta sinceridad, por tanto. La ficción ha sido excluida
!{, Cfi·. Foucault, El ordm da discuno, Barcclonn, Tusquers, l999. rraducci6n de
a lo largo de los siglos, como también la imaginación, de r .nn?..ález Troyano.

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FERNANDO RAMPÉREZ EP!LOGO

pone, por el mundo que imagina; porque nunca se limita oficial o legitimado y justificador) y de un futuro distinto
a describir, constatar o representar: apuesta e inventa. La (nunca bastará el futuro ya previsto). (Foucaulr, de nuevo,
verdad sugiere, interpreta, pro-pone, supone y crea. hablaba de los principios de rrasmcamiento y de disconti-
Preguntémosle, pues, a cada verdad qué mundo quiere y nuidad para leer de otro modo). Por supuesto, ya que am-
qué mundo nos cuenta. bos, pasado y futuro, son múltiples e infinitos, la lectura
nunca será suficiente: decidiremos e interpretaremos siem-
*** pre sin rodas las premisas, sin considerar todos los contex-
tos, sin tener en cuenta su.ficiencemente la realidad sufi-
En tercer lugar (¿o debería ser el primero?), una cues- ciente; pero sin falca alguna. Es la condición del juicio y de
tión ético-politica. la interpretación; y de que siga habiendo juicios e interpre-
Reside en cada juicio y en cada interpretación una cier- taciones. En ello radica el indice de incompLetitud propio de
ta cantidad de promesa. Cada juicio y cada interpretación, ~·ada idea, y, por tanto, también su indice de apertura.
en vez de representar o concluir o deducir o enunciar o co· Dentro de cada concepto ético o político, dentro de ca-
mentar, constituyen un ofrecimiento: regalan, dan, propo· da ley, hay una historia. "Aparentemente, la ley no debería
nen w1a lectura, dibujan una ficción que puede hacerse real nunca dar lugar en cuanto tal a relato alguno. Para estar in-
o una realidad que puede tornarse ficticia. Una promesa di- vestida de su autoridad categórica, la ley debe ser sin histo-
fiere de una predicción en que, por un lado, se hace cargo ' ia, sin génesis, sin derivación posible. Ésa seria la ley de la
de la indeterminación y la incertidumbre, y, por otro, com- ky". La ley querría sustraerse a la narrarividad que la cons-
promete la acción por venir y la relecrura de un pasado: es lituye, a la tela y el hilo (la lógica del relato) con que se teje,
decir, compromete al ser humano, compete al ser humano. para que la soñemos eterna, inmutable e inmortal. Sin em- .
El presente sin sudo de una promesa se hace cargo de una hargo, el relato de la ley formará siempre un capítulo más
herencia no completamente conocida y apuesta por un fu- l' l1 otros relatos más amplios, escribirá una página nueva de

turo que puede ser distinto si la promesa se cumple. un libro infinito ya siempre antes comenzado y siempre
Rompe, de este modo, la linealidad del tiempo, como que- por terminar. Y, a la vez., en su textura o su texto quedarán
ría Benjamín: lee la historia de otro modo (cada argumento ,icmpre huecos, espacios en blanco en los que escribir glo-
se hace testigo), escapando de la justificación y la legitima- ,, .IS, márgenes en los que anotar o inscribir signos de admi-
ción proporcionadas por la línea causal temporal, y abre el "'ción o duda. Es posible, incluso, tachar líneas o arrancar
porvenir a una esperanza tan poco fundamentada como p;íginas. Cada línea escrita, en cualquier caso, cada concep-
hecha posible en el mismo gesto del prometer. 10 o cada ley inscriben un ofrecimiento, proponen una lec-

Cada juicio y cada interpretación contienen una canti· wra y se comprometen: habrá que medirlos, también, por
dad determinada de memoria y de porvenir. Hay que pesar- lo que ofrecen y lo que nos cuentan.
los para comprobar en qué medida se hacen cargo de un Leyendo el cuento que se esconde en cada ley, le perde-
pasado diferente (nunca bastará recibir un pasado dado, lllOS a ésta en cierta medida el respeto. Y es que ni la ley ni

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FERNANDO RAt\II.PÉREZ EPÍLOGO

el deber merecen respeto. Sólo merece respeto un ser mor- El arte y la literatura ofrecen la ficción como ficción, e
tal. Y sólo se puede dar la vida por un ser singular y mortal: 11\cluso a veces la realidad como ficción. Se saben texto, re-
nunca por una idea, un principio, una patria o una ley. 1.110 , historia o cuento; se saben representación, escenogra-
Hay cierta aberración en atribuir dignidad y respeta- 1'í.1, escena, y se encantan, nos dejan encantar_nos, co~ esa
bilidad a lo inmutable y eterno. Lo que nos hace dignos 'l·ducción sincera. Con esta actitud, se han s1ruado SJem-
es la discontinuidad del cuerpo, las grietas del pensam ien- llrC en los bordes de lo pensable (siempre en el_ borde an~e
to, las heridas sin solución de cualquier biografía: es de- Ll ley), han jugado siempre a desplazar sus lím1tes y a ubJ-
cir, las cicatrices. Sólo tiene cicatrices un ser carnal y l.trse en cada momenro a un lado distinto de éstos. Ha~
mortal, y por ellas merece respeto. Por su transcenden- .teeprado rodas las esperanzas y a todas las han reconduci-
cia: es decir, por su incompletitud, su agrietamiento, su do 0 frustrado: amablemente, sin crueldad. Incluso la es-
finitud y su incertidumbre. tl:tica, que tantas veces solemnemente se acribuía la capa~
No cualquier ofrecimiento, no cualquier promesa, por l idad de razonar sobre lo can poco razonable, ha acabado
tanto, valen. Cada juicio y cada interpretación ofrecen y •1 menudo abriendo los estrechos paradigmas de racionali~
prometen, ciertamente; las posibilidades son infinitas. d.H.I más allá de sus miopes exigencias. Por la reflexión es-
Todo es relato, cierramenre: los relatos son infinitos. Pero l~[ica han entrado en los más sólidos sistemas los concep-
no equivalentes. Una raíz ético-política pide que se hagan tos más evanescentes y las propuestas menos regladas. Por
cargo del carácter disolvente del tiempo y, de este modo, d arte y la literatura, también, hemos dejado la. ~uena
respeten lo respetable: las cicatrices. Hace falta cierta recti- .1hicna a lo incalculable y anárquico (aunque camb1en por
tud, quizá un porte o un temple apuntados en cada decisión d ios hemos inventado modos nuevos de neutralizar). Lo
y cada interpretación: un cierto respeto por lo mortal en cuan- t'\lético no ha negado toparse con la incertidumbre; no se
to mortal es decir, por Lo que es susceptible de sufrir y hacer h.1 negado a juzgar y ofrecer sin suelo. . .
sufrir, herir y herirse, provocar o portar cicatrices. Cierto res- Anarquía de raíz estética, pues, en sent1~0 f~erte (n t
peto también por los que ya murieron o sufrieron (todos) l·vasión ni espíritu lúdico... , ramas _caractenzac~o.nes es-
y los que están por venir. Quizá no son necesarios más t.1ndarizadas con las que se ha quendo despresng1ar a lo
principios éticos o políticos: basta con respetar el sufri- l''tético, como también a la anarquía: desconcr~l ,
miento y la muerte, y, por tanro, no ponerse de su parte. l.1os ...). Anarquía como 1) cuescionamiento de roda ~e­

Y, a partir de ahí, libertad (sea lo que sea). t,1rqufa27 y coda clasificación (y. por t~nto de cualqUier
poder, cfr. Chomsky), y 2) cuesnonam1ento ~e .Y renun-
*** l l.l a cualquier origen a partir del cual prescnbu una ~-

11 al idad o un sentido (tanto un significado como una dl-


Una raíz estética, por último. De esta raíz proviene el ll'Lción) predeterminados. Anarquía, por tamo, como
principio de anarqu!a. Deleuze, por ejemplo, lo llamaría
nomadismo, pero iremos u11 paso (no) más allá. También la ¡erarqufa de los relatos, es decir. la que Sl&
pone que hay metarrelatos.

96 97
FERNANDO RAMP~REZ El'fLOGO

manera de defender la libertad del artista (la libertad del Vulnerable, sin argumemos suficientes, incierta: una
creador, la libercad del pensador, la libertad del ser hu- a posición así implica una exposición sin coartacfal8.
mano): i~vencar ,si~ c~rridumbre, ofrece~ sin seguridad Interrumpe cualquier economía, sale como exceso con res-
de qué 111 por que n1 como. Ofrenda subl1me, descubier- pecco a cualquier cálculo de ganancias o pérdidas. Una
ta, sin coartada, desprotegida y gratuita. Procedimiento obra de arte se expone completamente, interrumpe la ló-
o~licuo, no se opone frontalmente para no reproducir el gica del tiempo o del negocio para darse y dejarse llevar,
m1smo esquema dado la vuelca; abre huecos allí donde no sin pedir un temple o una acriwd adecuada pero sin re-
todo parece ya cerrado e inmutable. gla. Como una obra de arce, cada acción y cada postura
.Si la literatura es (si lo es) el gesto a la vez de conden- nos expone, cada interpretación nos da sin contrapartida.
sación y extrañamiento del sencido, habrá en ella cierta Un ju icio parrirá quizá siempre de un exceso, se hará don
anarquia. Pondrá en primer plano, con sinceridad casi hi- ,i n contrapartida. (Un juicio no es una mercancía, no tie-
riente, la discontinuidad del reJaco y la insuficiencia de las ne valor de cambio ni equivalencias29 ) .
razones. Desplazará los limites de lo que se deja pensar 0 La universalidad de lo estético, por último, nos dice al-
na~rar, saltando ?e un lado a otro de las barreras para es- go sobre el tipo de universalidad de las decisiones y las in-
quivar la comod1dad del pensamiemo. H asta cuestionarse u:rpreraciones, los juicios, de que hablarnos. No tienen,
a sí misma: porque "¿no ha lugar en roda literacura a des- por supuesto, fundamento universal. O es como si no lo
bordar la lüer~n1ra? ¿Qué sería una literatura que sólo fue- tuviesen. Pero, en su ofrecimiento, ofrecen también una
se lo que es, lueratura? Ya no sería ella misma si fuese ella universalidad posible (una comunidad y una comunica-
n:isma". Y, ~umildemenre, aparentará no ser más que fic- l ión no presupuestas ni fundadas, sino prometidas). Se

CIÓn, no decir más que literatura. trata, pues, de una universalidad pedida (ni siquiera exigi-
De lo estético aprendemos también que vale al me- d.t). Y, de producirse en alguna ocasión (y siempre en oca-
nos t~nto 1~ sensibilidad como el conocimienro (si es que 'iones singulares no generalizables), constituirá cada vez
son dtscernJbles). Sensibilidad entendida como no indi- 1111a sorpresa: el reconocimiento de una coincidencia y una

ferencia y c~mo vulnerabilidad. No indiferencia para lomplicidad, la convergencia de unos criterios, la aproxi-
atend~r a las mnumerables diferencias sin que una doble mación casi mágica (nunca derivada, constatada ni postu-
negación lleve a través de dialéctica alguna a la subsun- I.H1a) de algunos juicios. Ese como si, por tanto, no dejará
ción en lo mismo. Sensibil idad y no indiferencia tam- dl' sobrevolar, por mucho que se constaren acuerdos. La
bién como .vuLner~bilidad: dejarse tocar, abrirse a lo que ~tniversalidad promet!da introduce, de este modo, una
ocu_rre, abru: los OJOS y la piel y las manos a lo que pueda tl'nsión en cada juicio, un vínculo con lo otro y los ocros,
vena. Habra, por tanto, que medir con cierto índice de
sens~bilid~d el esponjamiento y la capacidad de sentir y ')< Debo a mi maesrro y amigo. Julián Santo~. lo:. comcnurios mi~ apa<ionanrcs y
~enmse (st~mpre ocurren juncos) de cada juicio y cada 'l '"'onados sobre la deconstrucción como d filoso13r >in coartada.
"' Un merc,odo axiomdnco mundial excluye cada w1 md; al juicio, e intcnra MIS-
Interpretación.
Il 1\'I'C: al juicio.

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FERNANDO RAMPtREZ EP{LOGO

que no se reduce a una equiparación de singulares dentro .thsoluto y lo relativo: ese espacio intermedio que cada día
del consenso/concepto universal. Y es que la incerridwn- rt·rdmente vivimos. Ese espacio "se encuentra a los dos la-
bre, el respeto o la sensibilidad no dejan de apuntar mane· dos de la línea que separa la ley de lo fuera de la ley".
ras de abrirse al otro o a lo otro en cuanto cal. No les falta juicio, pero no hacen del juicio una cordu-
1.1 compulsiva que niegue la invención o la ficción o inclu-
*** 'n cierta locura. Se abisman: porque en ese espacio sin lu-
g.tr, en ese entre, en esa interrupción, "se esconde y se
Estos principios no justifican nada: no ajustan las lí- guarda quizá todavía el abismo de una diferencia". Se abis~
neas para que los márgenes sean paralelos, no prueban la man: se entregan del todo, siguiendo el diccionario, a la
inocencia de nadie, se inscriben más allá de una buena o 1 ontemplación y al dolor. Se con~mueven.

una mala conciencia, hacen de la responsabilidad algo in- "Pero dejemos esto, pues nos desviaría también de
terno, inmanente a los argumentos mismos. No hay un nuestro relato".
derecho externo, una ley ajena, con respecto a los cuales El mensajero, entonces, nunca llega a entregar el men~
medir la responsabilidad (la culpabilidad, entonces) de ,aje, ni siquiera logra salir de la ciudad, del palacio, casi de
cada decisión, cada interpretación o cada juicio: su res- los aposentos del rey. No se hace justicia, por tanto. Nunca
ponsabilidad está precisamente en la ley que inventan o ,~.. acaba de hacer justicia.
escriben, reside en la textura misma de la argumentación, Lo cuenta en un relato Kafka, muy breve. El empera-
en la consistencia del relato. En su temple, su calan te o su dor, a punto de morir, te envía un mensaje. Está escrito
porte: la tensión que hila el relaro y las direcciones que para una segunda persona: para ti. Un complicado sistema
apunta o prefiere. En su vulnerabilidad y su respeto a las de dilaciones, parecido al de la paradoja de Aquiles y la
heridas, o en su cantidad de anarquía. tortuga, provoca que el mensajero tenga que recorrer tan-
Estos principios nunca deberán usarse para legitimar lOS trayectos intermedios que no llegue a la meta nunca.
nada. No ce llega, pues, el mensaje. El relato es éste:
No ajustan ni liquidan cuenta alguna. No dicen cómo
decidir ni cómo interpretar, aunque proporcionan ideas UN MENSAJE IMPERiAL
para hacerlo y para decidir sobre lo que se ha decidido e
interpretar las interpretaciones. No ajustan los espacios El emperador -eso dicen- ce ha enviado a ti, un individuo,
para que esté codo más cómodo: sobre rodo, evitan la co- un lamentable súbdito, una sombra diminura refugiada ame c:l
sol imperial en la más lejana de las lejanías, precisamente a ti
modidad del pensamiento. No ajustan las cuentas con na-
te ha enviado el emperador un mensaje desde su lecho de
die. No conciertan ni se disuelven en acuerdo alguno; as-
muerre. Hizo arrodillar al mensajero jumo al lecho y le susu-
piran a algo más que a un consenso: a cierro exceso. No rró el mensaje al oído; tanto le importaba, que se lo hizo repe-
resLtltan adaptables ni quieren resultar condescendientes. tir al oldo. Con un gesto de la cabeza corroboró la exactitud
Se inscriben en ese espacio sin fondo que queda entre el de lo dicho. Y ante todos los espectadores de su muerte -se

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FEfu'\JANDO RAMP~REZ EPiLOGO

han derribado rodas las paredes que impedían la vis1a, y los El pumo de partida encierra un secrero: un secreto a
grande~ del reino se hallan reunidos en círculo en l a.~ anchas voces, pues todo el mundo sabe que el emperador envía
cscahnaras que serpencean hacia lo alto-, ame rodos ellos des-
un mensaje, pero con contenido ignorado. El encargado
pidió al mensajero. Este se puso en camino de inmediato; un
de la deducción y el transpone debe llevar fielmente ese
hombre fuene, infatigable; extendiendo ora un brazo, ora el
otro, se abre paso emre la mulrirud; si encuenrra resistencia se
contenido oculto hasta la conclusión, hasta el cierre del
sefiala el pecho, donde lleva el signo del sol; avanza con m ás trayecto. Pero el mensaje se pierde en el tiempo. Nadie co-
facilidad que ningún otro. Pero es ran grande la multi[lld; sus nocerá nunca el comenido: queda solamente el envío, la
aposentos no acaban nunca. Si an te él tuviese el campo abier- forma del mandaro, la exigencia o la promesa.
to, cómo volaría, y pronto oirías el espléndido golpeteo de sus Tú quedas a la espera, pero eso no re impide juzgar: lo
pufios contra tu puerta. Pero en vez de eso, ¡qué inútilmente imaginas, en suefi.os.
se esfuerza! Aún se está abriendo camino por las estancias del Quizá debe el contenido quedar siempre indetermina-
palacio más recónditas; nunca las dejará arrás; y aunque lo do, debe quizá importar solamente el gesto: el ofrecimien-
consigui era, no se habría ganado nada; tendría que segu ir lu-
Lo, el regalar, el envío, el don incierto. Esa ofrenda abre el
chando escaleras abajo; y aunque lo consiguiera, no se habría
~:spacio de un entretiempo indiscernible: el de la decisión
ganado nada; tendda que atravesar los patios; y d espués de los
patios, el segundo palacio circundante; y otra vez escaleras y
(quizá, la vida).
pat ios; y orra vez un palacio; y así a lo largo de milenios; y si El mensaje es un mensaje de muerte, mensaje del que
al final se precipitara fuera por el porrón exterior -aunque eso muere. Dice la muerte y, por tanto, la inrerrupciór•. Esa
jamás podrá ocurrir, jamás-, sólo tendría delante la c.1 piral, se- inrerrupción se traslada al recorrido del mensajero. No
de d e la corre, el cenero del mundo, replcra has ta los ropes de puede, pues, llegar: no debe llegar, es necesario que tú si-
sus propios deshechos. Nadie logra penetrar allí, y meno) aún r,as a la espera, imaginando y soñando.
con el mensaje de un muerto... Pero rú, sencado al pie d e cu En el otro relato, el campesino se queda justo delante
vcnrana, sueñas con él cuando cae la rarde. ·10 de la puena: para siempre ante la puerta de la ley. Ha con-
\eguido llegar hasta allí, logra alzarse ame las puertas de la
Quedan en este relato dos momenros disjunros, enla- ley, pero se va encogiendo con el tiempo hasta tumbarse
zados solamente por el rexro (por la lógica del relato) pero delante de ellas. Delante de una puerta que no era sino su-
no por el contenido, cabría decir no físicamente, porque va. una puerta que a él solamente, solamente a ri, estaba es-
el mensajero no llega a la meta: primero, el emperador perando. juSto allí. Jusro a nosotros. El mensajero del men-
muriendo y dictando el mensaje; después, rú, sentado tras ,,tje incierto e insuficiente parece quedarse justo delante de
la ventana al caer la noche, esperando. Nada podrá permi- 1u puerta, pero no entra nunca. Pero es tLI puerta.
tir que uno de ellos se derive del otro. H ay siempre una topología y un juego de espacios que
t o nforman el escenario de la ley y el mensaje: lugares que
.30 Traducción tornada de Kafka, ObrfiS rompltuu, 111. Mn·mriours J 111ros tsrritos. tk pronto se multiplican hasta hacerse infranqueables,
M.tdrid, Gal:txia Gutcnbet·g·C:It·culo de Leccore~. 2003, 1'· 202. Edicitln de Llovet y
tl'ad. de Kuvac~ic., PMra Comrcras y del Snbr. .tporías imprevistas, hombres que se arrodlllan y susurran

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FERNANDO RAMPÉREZ EPfLOGO

al ofdo, hombres sentados días, años, algunos soñando Otra versión, sin embargo, cuenca la hisroria de otro
junco a la ventana... Se uaca, quizá, de la escena de la re- modo: Según cierro erudito que había investigado sobre
presentación: la puesta en escena de un repertorio jurídi- d fracaso de la Torre de Babel, ésta no había sucumbido
co-teológico. por lo que cuenca la leyenda, sino por carecer de cimien-
Kafka publicó el cuenco del mensaje del emperador en IOS fuertes. Y deduce de ello que la muralla china no es en
un libro junco a otros relatos. Sin embargo, lo introdujo realidad una muralla, sino cimientos resistentes y nuevos
también dentro de orco relato más amplio: Durante la que soportarán algún día una nueva torre. El narrador,
construcciórl de la muralla china:'J'. Narra en éste la cons- con rodo, no acaba de comprender esta hipótesis, pues
trucción de eramos de una muralla concebida como defen- "¿cómo podía la muralla servir de cimiento a una torre, si
sa contra los bárbaros, nómadas, del Norte. Sin embargo, ni siquiera trazaba una circunferencia, sino un cuadrante
hecha a tramos la muralla resulta discontinua. El narrador o a lo sumo un semicírculo?". Se responde a sí mismo:
se pregunta entonces qué defensa puede proporcionar una "Sin duda, la hipótesis sólo podía encenderse en sentido
muralla discontinua, y aventura un par de explicaciones: espiritual. Pero, entonces, ¿para qué la muralla, que era
En realidad, la obra se programaba para siglos venideros, algo que existía en la realidad, fruto de los esfuerzos y el
solamente después, más tarde, debía cumplir su función ~acriflcio de centenares de miles de vidas?".
protectora; mientras tamo, importaba más aplicar a una Otra conjetura dice que la dirección había decidido ya
labor exigente a un pueblo si no desocupado, la disciplina desde siempre la construcción de la muralla, algo escasa-
del trabajo y la solidez. de la construcción importaban más mente práctico. De ese modo, promulga instrucciones pa-
que la función defensiva. De hecho,duranre el período ra que nos conozcamos a nosotros mismos (sic) y caigamos
formativo muchos no tenían nada que hacer con sus pre- l"l1 la cuenca de que necesitamos las directrices de la direc-
ciosos conocimientos: "Aquellos que habían llegado antes lÍÓn. Esas directrices dicen: "Intenta con todas tus fuerzas
que yo al escalón más aleo de la formación a la que podfan e.:ntender las instrucciones de la dirección, pero sólo hasta
acceder, pasaron años sin saber qué hacer con sus conoci- un determinado límite, y luego deja de pensar". Con co-
mientos, y mirladas de ellos echaron a perder su vida ron- do, aunque de este modo se canalizan nuestras fuerzas pa-
dando inútilmente con los proyectos arquitectónicos más t.l aportar riquezas como río en primavera, siendo la natu-
grandiosos en la cabeza". Se eligió el sistema de construc- ' aleza dispersa en ocofio ese mismo río se desborda y
ción por eramos porque los hombres necesitaban poner en pierde su forma y perfil, dañando los campos.
práctica sus conocimientos y aplicar su ilusión; pero, co- Por lo demás, apenas sabemos contra quién tendría
mo acababan cada tramo exhaustos, debían volver a em- que protegernos la muralla: dice el narrador que, viviendo
pezar en otro lugar con esperanzas quizá renovadas en llna l' ll el sur, los crueles pueblos nómadas del norte apenas sir-

ilusión común. ve.:n para asustar a los niños.


El último intento de explicación consiste en recurrir al
t·mperador, aunque solamente podríamos dirigirnos a él si
31 Op. ci l.. pag. 530 ss.

104 105
FERNANDO RAMPI!REZ EPfLOGO

conociéramos o supiéramos algo concreco de su persona. El mensaje, con todo, el mensaje que re ha enviado, el
Porque de él sólo sabemos historias: "o íamos contar mu- mensaje que el emperador me ha enviado, nos sitúa entre
chas cosas, pero no podíamos deducir nada de ellas; nues- la esperanza y la desesperanza: con conocimientos que ~o
tro país es tan grande que ninguna leyenda está a la altura cuadran nunca con la muralla definitiva, en ese espaciO
de su tamaño; apenas el cielo logra cubrirlo". si.n lugar propio, en ese entre de la (in)decisión, entre los
Es enronces cuando, para especificar las leyendas que cimientos discontinuos de una corre de babel que nos de-
eraran del emperador, introduce el narrador como w1a de ja entre palabras.
ellas el cuenco del mensaje ímperial. Lo introduce dicien- Se habían derribado los muros para que todos pudie-
do: "Además, en caso de que nos alcanzase alguna noticia, \Cn contemplar la muerte del emperador. Nadie podía, sin
llegaría demasiado tarde y sería antigua. (...) De esas lu- embargo, oír el mensaje que dictó al oído del mensajero,
chas y sufrimientos, el pueblo nunca sabrá nada. (...) Hay y que se hizo repetir al oído para verificar la exactitud de
una leyenda que describe muy bien esta situación. El em- lo dicho. El mensajero, con todo, podría mentir. Pero eso
perador, cuentan, re ha enviado un mensaje desde su lecho da igual, puesto que el mensaje no re ha llegado ~unca.
de muerte .. .". Inmediatamente después del relato, escribe: Puedes seguir imaginando, conjeturando el concemdo del
"Exactamente así, con esa mezcla de esperanza y desespe- mensaje; podría decir: "No hay Dios", o bien "actúa de
ranza, es como nuestro pueblo ve al emperador. No sabe manera universalizable", o bien "ven y véngame", o bien
qué emperador gobierna, y ni siquiera está seguro del "mi poder era una farsa" . Podría decir, también, " imagina
nombre de la dinastía". lo que ce podría haber dicho", o bien "yo también mue-
La muralla , por ramo, apenas nos defenderá de na- m". O "la ausencia de criterio es la ley". Lo único con que
da, y bien que buscamos motivos para explicarnos su Luenras es con el gesto, el envío, y la ímposilidad de la lle-
construcción. Apenas conocemos al enemigo, o sola- ~ada. Ni con el remitente, ni con el comenido, ni con la
mente por leyendas que asustan a los niños. La cons- finalidad. Si lo hubieses recibido, en cualquier caso, nunca
trucción de la muralla sirve para aunar esfuerzos, pero la habría IJegado a tiempo: el emperador estaría ya muerto;
naturaleza humana, esquiva, pronto se desboca como 11 lo estarías tú.
río en otoño. Un funcionario llegó en cierta ocasión al La ley es un mensaje imperial. Nace de la proximidad
pueblo para contarnos las instrucciones del emperador, de la muerte y nunca acaba de llegar. Alegrémonos. Es me-
pero rodo el mundo sinrió que estaba engañándonos y JOr que así sea. "Si alguien, a la vista de estos fenómenos,
hablando de un emperador ya muerto; pro nco, sin em- dedujese que en realidad no tenemos emperador, no anda-
bargo, el que de verdad ejercía de señor del pueblo apro- da muy lejos de la verdad".
vechó para hacerse con esas insrrucciones. El emperador
está desnudo, el emperador ya está muerto; pero mu-
chos señores, tantos, se quedan con sus vestiduras y con
su mensaje.

106 107
Otros títulos:

Giuliano Campioni
Nietzsche: Crítica de la moral heroica
Prólogo de Diego Sánchez Meca
Traducción de Sergio Sánchez

Varios autores
Apología qe lo inútil
Presentación de Diego Sánchez Meca
Edición de Santiago Eguidazu

Alexander Pfánder
Fenomenología de la voluntad
Prólogo de Ricardo PareUada
Traducción de Manuel García Morente
JACQUES DERRIDA

·.· PrejuzgaCios. Ante la ~ey


Un campesino se queda eternamente sentado ante las puertas de
la Ley, esperando siempre un acceso continuamente pospuesto, y,
deslumbrado por el resplandor que surge desde el interior, más allá
de esas puertas eternamente abiertas y sin embargo obstinadamente
cerradas para él, espera también la muerte. Unas puertas que sólo a
él le estaban reservadas.

A partir de este relato, que Kafka despliega en una breve página,


jacques Derrida reflexiona sobre el acceso, a la vez abierto y vedado,
a cualquier tipo de leyes, y especialmente sobre la ley de la verdad o
de la corrección ética y política, la misma que debería, si tuviésemos
acceso a ella, permitir la distinción entre lo que es literatura y lo que
no lo es. Con ocasión de un encuentro sobre el pensamiento de jean-
Fran~ois Lyotard, Derrida extrae en la ponencia que publica por vez
primera este libro en castellano, las consecuencias que se deducen
del estar sin ley o estar sin criterio, es decir, de esa extraña topología
del estar en el umbral de las puertas de la ley, ante ella, sin ella; y
caracteriza, así, la situación de un pensamiento posmoderno que en
, modo alguno puede confundirse con un relativismo desenfrenado
sino que, más bien, subraya la responsabilidad infinita de quienes no
se amparan en ley alguna.

Esta edición incluye un epilogo de Fernando Rampérez, que


pretende acompañar al texto de Derrida extrayendo principios
sin fundamento de la in completitud de la ley y, por tanto, de la
insuficiencia de la razón.

avarigani
ED ITORES

ISBN: 978-84-9391~-0-7

9 7884 9

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