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“La violación de la jerarquía se ve en una familia

especialmente cuando un niño quiere hacerse cargo de algo

que es de sus padres para así salvarlos.”

Bert Hellinger

De niños adoptamos un guión de vida a modo de contrato que


incluye cláusulas con compromisos necesarios para la
supervivencia en su insano contexto de crianza. De adultos,
podemos reeditar ese guión para adecuarlo a lo que hoy somos,
adaptándolo para que funcione en nuestras relaciones del
presente y nos ayude a lograr vivir la vida que nos merecemos.
Proponemos un ejercicio de visualización creativa para liberarnos
de la carga de lo que no nos pertenece.

 Busca un lugar tranquilo y cómodo donde poder relajarte en


un momento en el que no te interrumpan ni molesten. Cierra los
ojos y visualiza en la pantalla de tu imaginación una habitación
pintada y decorada a tu gusto con asientos cómodos situados en
círculo, o de la forma que consideres más funcional para
conversar. Acomódate en uno de ellos y siéntete (atiende a las
sensaciones que percibes en tu cuerpo) en ese lugar.
 Recibe a tu padre y a tu madre (estén vivos o no) e invítalos
a tomar asiento. Si consideras que hay otros miembros del árbol
familiar que deban acudir al encuentro, hazlos aparecer en la
escena.
 Agradéceles haber acudido al encuentro y diles que les
convocaste para devolverles lo que no es tuyo y les pertenece. (A
continuación, se exponen propuestas de devolución que pueden
ser ampliadas, reducidas o modificadas según el caso. Se puede
visualizar a los padres y otros ancestros con una gran cesta en la
que vas depositando cada devolución en forma de paquete de
diferentes tamaños y colores. Esos paquetes los cargas en el
regazo y se los vas entregando uno a uno. Utiliza el ejercicio tal
como resuene en tu interior).
 Os devuelvo la responsabilidad de vuestra felicidad. De
pequeñ@ me creí poderos@, pensando que siendo de alguna
forma o haciendo tal o cual cosa seríais más felices. Ahora sé que
no depende de mí. Que es responsabilidad vuestra.
 Os devuelvo el poder de sanar vuestras heridas. De asult@
entendí que nadie se sana si no es por un trabajo personal
profundo.
 Os devuelvo las creencias limitantes que pusieron freno a
vuestra evolución. Yo me quedo con el permiso a desarrollarme
plenamente en mis relaciones, mi profesión, mi prosperidad
económica y creativa.
 Os devuelvo las armaduras que pusísteis sobre mi corazón
para protegerlo de heridas, pero que también me han impedido
dar y recibir todo el amor que yo y los que me rodean hoy nos
merecemos.
 Os devuelvo vuestros miedos, vuestras fobias, , vuestros
proyectos frustrados, vuestros monstruos y fantasmas.
 Haced con todo esto lo que queráis, quizá lo devolváis a
nuestros ancestros, quizás los arrojéis al fuego… es vuestro.
 Termina el ejercicio volviendo a agradecerles su presencia a
todos los asistentes, y sobre todo, haber servido de canal para tu
llegada al mundo. Observa como se llevan todo lo que les
devolviste y se van marchando. Imprégnate de una agradable
sensación de ligereza y liberación. Abre los ojos y estíra tus
músculos antes levantarte y seguir con tu día.
Cuenta la leyenda que existe un lugar en el que las almas en
conflicto se reúnen para perdonarse y alcanzar la paz.
Un lugar que imagino cómo una playa en bajamar al amanecer.
Dicen que es un espacio virgen, inaccesible para los egos. Tan
solo llegan allí los espíritus que hacen una pausa en sus tránsitos
de vida o de muerte.
En esa parada, esperan la llegada de otra alma. Puede ser el alma
de alguien vivo que está o se siente lejano, o de alguien que ya
murió.
En el encuentro, puede que se crucen palabras, o no. Puede que
dure un instante o un gran rato. Lo que siempre sucede es un
abrazo final. Las almas sellan así el final de la deuda, del agravio,
del abuso. Es un abrazo de comprensión, compasión y amor. Es
el abrazo de la paz.
Para viajar a ese lugar, cuenta la leyenda, solamente se necesita
un gesto: cerrar los ojos.

Cierra los ojos y centra tu atención en la respiración. Crea un


espacio interior suficiente para que poco a poco aparezca la
imagen de un paisaje de la naturaleza. Invita a que suceda la
experiencia de paz. Deja que ese lugar lo ocupe la presencia de tu
alma abierta al perdón y permite que la energía psíquica de una
persona con la que tienes o tuviste un conflicto aparezca. Lo
demás, sucederá si te mantienes atento y curioso, si te dejas
llevar.
Protege la experiencia del ego intelectual o crítico. También del
juicio de los demás.
Deja que la leyenda sea en ti realidad. Buen viaje.
¿Has probado escribir una carta a… ti mismo?

Toma un papel en blanco y un bolígrafo. Conecta con una voz


proveniente de dentro de ti que necesites escuchar o una que
sientas que es ella la que reclama enviar un mensaje, entrégate a
la escritura libre.

Sitúate por ejemplo en tu parte más consciente, en tu sabio


interior, y deja que le hable quizás a tu yo más abrumado, o
preocupado; o que se comunique directamente con tu niño
interior que parece asustado o herido en este momento de tu
vida.

También el emisor de la carta puede ser un personaje interior que


te cuida, te mima, te da un amor infinito, como si unos padres
ideales te escribieran dándote con palabras, lo que hoy más
necesitas.

Otra modalidad de este ejercicio es escribirle a una parte de tu


cuerpo enferma o dolorida, enviándole mensajes de
acompañamiento y de apoyo para su curación. A veces, puede ser
un órgano concreto el que tome papel y bolígrafo, nos cuente
como se siente y lo que espera de nosotros.

Déjate fluir al escribir estas cartas, protégelas del juicio de la


mente, de interpretaciones y de críticas.
Escribirse cartas a uno mismo es un sano ejercicio de
instrospección y autoconocimiento, ayuda a tomar distancia de
las emociones, a no identificarse con ellas, sino reconocerlas,
sentirlas, nombrarlas y darles un sentido. Permite que se
desplieguen esos contenidos inconscientes que esperan ser
traídos a la consciencia a la luz de tu escritura. Te animamos a
que practiques este ejercicio durante unos días y observes los
resultados.

Excava y desentierra tus necesidades ocultas. Ejercicio con el


niño interior.
 Bienvenida al 2018, por Gabriela Rodríguez
 FIESTA DEL COMPARTIR. DÉCIMO ANIVERSARIO DE
PLANO SIN FIN

Posted in Creatividad sin fin


4 Comentarios
Imaginemos por un momento que la niña o el niño que eras, entra
por la puerta de la habitación en la que estás y se sienta a tu lado.
Se acomoda y te mira como si viera en ti a una madre o a un
padre. Quizás a ese padre o a esa madre que idealizamos en la
infancia, coincida o no con nuestros padres reales.

Yo siento a mi niña interior en el centro del pecho, muy cerca del


corazón. Es algo parecido al abrazo, pero como si la sensación se
concentrara en esa zona corporal.

Cierra los ojos y detecta dónde y cómo sientes tú a tu niño o a tu


niña interior. ¿Qué imagen tienes de ella o de él?
Date tiempo para visualizar y sentir.
Ahora que ves y sientes a tu niña o a tu niño interior, te invito a
tomar la iniciativa y hacerle una sola pregunta:

“¿Qué necesitas?”

No dejes que tu intelecto se haga cargo del ejercicio. Deja que su


respuesta te llegue de ella o de él, de la imagen creada, de la
sensacion sentida. Acepta la respuesta sin valorarla, no la
juzgues, no la cambies por otra.
¿Qué te parece si eso que necesita tu niña o tu niño interior
empiezas a dartelo a ti mismo desde hoy, cada vez que puedas,
en este comienzo de año?

Responder
El alcalde de aquella pequeña localidad se asombraba al
conversar con un niño que parecía tener sus mismas ideas. El
sacerdote veía en él a alguien con quien compartir sus ideales
trascendentes. El vecino de edad avanzada, agricultor, estaba
convencido de que el máximo interés de aquel infante estaba en
aprender todo lo posible sobre el cultivo de los campos. Incluso
en cualquier conversación informal sobre futbol, aquel niño
parecía ser seguidor del equipo de la persona que tenía delante.
En realidad el niño aprendió a defenderse comportándose como
un espejo que reflejaba las necesidades de todos aquellos
adultos con los que se cruzaba a diario. Preguntar sobre sus
propias necesidades era como preguntarle a un camaleón cual
era su color fuera del entorno que lo rodeaba.

Responder
Me despierta compasión todo niño que no puede conectar con
sus necesidades genuinas y tiene que disociarse de ellas para
sobrevivir en un contexto, en el que él, sólo es un conjunto de
proyecciones de los adultos que lo rodean. En esos entornos
crecimos muchos de nosotros y nosotras en el pasado.
En psicoterapia empleamos el término “reparentización” para
referirnos al proceso en el que nuestro Ser Esencial (nuestra
consciencia del presente, nuestro Self), establece un vínculo con
su niño interior, lo mira, escucha, atiende, sana, acompaña y
satisface. Este ejercicio del post puede ser un inicio para que ese
niño, traído al presente y sintiéndose por fin en una relación de
vínculo seguro con nuestra parte adulta, pueda recuperar la
consciencia de su propio color, sus propias necesidades.
El niño confesó que le habría gustado poder jugar sin tener que
ser productivo al mismo tiempo. Rodeado de adultos que
valoraban la vida en función de la productividad y que por tanto
difícilmente entendían el concepto de juego por el juego mismo.
Sin tener que lidiar con expresiones del tipo: ¿esto para qué es?
o ¿para qué sirve este juego?
Dijo: “He jugado y mucho. Siempre disimulando el juego debajo
de otra actividad que como tapadera fuera productiva, al gusto de
las necesidades de los otros. Y sí, sería formidable poder jugar
sin tener que disimular”
¿Cómo hacerse fuerte en las relaciones?

“Estamos hechos de dónde venimos

y de las épocas en las que hemos crecido.

Todo lo que hago tiene su origen en mi infancia”,

dijo John Banville

Un adulto se siente vulnerable, incluso puede derramar lágrimas


de dolor. Lleva en su interior un niño herido.

Lo que le daña desproporcionadamente en las relaciones de hoy,


puede tener formato de mensaje, de gesto, de acción o de no
acción que encierra un contenido emocional con el poder de
conectarlo con una herida escondida pero aún abierta.

Aquello que acaba de pasar es el reflejo presente de una escena


pasada en la que se sintió abandonado, humillado, ¿quizá alguien
le dio a entender que no valía lo suficiente como para merecer
amor?

Un adulto se hizo fuerte, no luchando contra quien le hace daño


ni contra sí mismo, sino eligiendo pareja y amistades que lo
aprecian y respetan. Antes que eso, miró hacia su interior con
amor y sanó con consciencia las heridas de su infancia.
EL grito del niño interior herido
Cuando un animal se siente atacado por otro tiene tres opciones
en post de su supervivencia: defenderse, huir o hacerse el
muerto. El niño que es abusado por sus cuidadores no puede
defenderse, no puede huir… sólo puede sobrevivir congelando su
parte herida, prefiriendo creer que él tiene “algo malo en sí
mismo”, antes que asumir “mi papá/mamá es malo/a”.

La buena noticia es que podemos descongelar ese niño herido al


calor del adulto que somos hoy y animarlo a gritar fuerte y claro:
¡No soy yo el inadecuado, sino el abuso que recibí!

Demos a nuestro niño interior lo que no le dieron y dejémoslo que


siga creciendo bajo nuestra atención y cuidados de adultos.

Nunca es tarde para recuperar una infancia feliz.

¿Cómo se lleva tu niñ@ interior con la parte adulta de tu pareja?


¿Y al contrario?

La Luna y el Sol simbolizan los arquetipos ideales. Contienen


todos los secretos de la existencia en perfecto equilibrio: lo
inexplicable frente a lo resuelto, lo oculto frente a lo evidente, etc.
En un análisis psicológico, la Luna representa a nuestro niño
interior, el personaje que tuvimos que crearnos para sobrevivir en
un entorno que era incapaz de comprender. El Sol es nuestro ser
esencial, el que marca la dirección del desarrollo hacia nuestra
propia adultez. La relación entre ellos nos da la medida del
desarrollo armónico de la persona en su totalidad. Por eso es
natural que, al hablar de uno de ellos, sea inevitable recurrir al
otro en más de una ocasión para que haya una coherencia.
Cuando en una pareja se establece una buena conexión entre el
niño de uno y el adulto del otro, este último favorecerá el
desarrollo y crecimiento del primero. Se trata de una conexión
profunda que puede vivirse como muy significativa”

Reinventando las reglas del juego en la pareja


En los clásicos juegos de mesa, las normas están escritas y se
consensúa cumplirlas por todos los jugadores. No por jugar
muchas veces las reglas del mismo se transforman y adaptan a
los cambios de los jugadores.

En las relaciones de pareja también se consensúan, más o menos


explícitamente, unas normas para reglar los “juegos de roles en
los que participan” sus miembros.

¿Las reglas de esos juegos van transformándose a medida que va


evolucionando la relación?

Podemos pensar en una pareja que comienza su andadura en un


momento en el que uno de los dos ejerce el papel de “padre” y
otro el de “niño”: el primero protege y nutre al segundo que se
siente necesitado y dependiente del primero. Este equilibrio de
roles se mantiene hasta que el que hace de niño sufre un revés en
su vida que le hace madurar o sana a su niño interior en una
terapia. Su nuevo rol de adulto busca en la pareja una
correspondencia de relación horizontal (adulto-adulto), la
reedición de las normas debe adaptarse a la nueva situación. El
que hacía de padre podrá también superar su codependencia, o
resistirse, enrocándose en las antiguas reglas del juego,
resistiéndose al nuevo equilibrio del sistema.

Esto es solo un ejemplo para tomar consciencia de como en el


desarrollo de una relación de pareja suceden pequeños y grandes
cambios. Se van añadiendo nuevos matices, y la relación se va
coloreando de tonos frescos y renovados que no se sostienen en
una rígida lista de normas, hábitos y roles inamovibles. Una
pareja sana sabe aprovechar cada crisis para seguir creciendo.
En una pareja sana hay apertura a la renovación y…¡muchas
ganas de seguir jugando!

Podemos imaginar gravados sensoriales de momentos


significativos de nuestra vida. Por ejemplo, ese instante que
muchos ya han sentido, otros sentirán y otros, quizás, morirán
sin sentirlo jamás. Me refiero a ese fotogama tomado en nuestra
línea de vida cuando entramos en casa de nuestros padres,
guiándonos desde un lugar interior iluminado por la luz de la
consciencia. Como el guerrero que recorre el mundo una vez y
vuelve al punto de partida transformado y dispuesto a entregarse
a nuevas misiones.

Ese lugar en el que nuestro personaje niño deja de pedir y


quejarse, allí donde los errores de papá y mamá dejan de
justificar decisiones, adicciones y omisiones. Liberados de
exigencias por demostrar que somos especiales, listos, artistas,
fuertes, buenos. Siendo lo que somos en esencia sin ninguna
expectativa de aceptación. Con nuestro “yo crítico” en silencio,
con nuestro “niño interior” satisfecho y libre. Entramos en la casa
familiar llenos de agradecimiento por la vida, miramos a nuestro
alrededor y a los ojos de nuestros padres con compasión.

Aunque nuestros padres estén fallecidos, podemos entrar en esa


morada que fue nuestro origen, porque también ella, con sus
tesoros y sus sombras está dentro de nuestro corazón. Ese
gravado emocional marca quizás el hito necesario para comenzar
a vivir con plenitud nuestra existencia.

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