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339 LA ORACIóN y LA BIBLIA


339 UN ÚNICO DIOS
339 ANTIGUO TESTAMENTO
340 NUEVO TESTAMENTO
340 NECESIDAD DE LA ORACIÓN

oración y el sacrificio son en el hombre las dos manifestaciones fundamen-


341
341
LA ORACIóN
LA ORACIÓN
EN LA IGLESIA
ENTRE LOS PRIMEROS CR1STIANOS
L A

tales de la religión. Huelga observar que ambas, lejos de estar separadas,


Olti\('I()N
y HI\('IIII,'I

342 LOS PADRES APOLOGISTAS


están íntimamente unidas. La oferta del sacrificio va acompañada de oraciones
342 EL MEDIOEVO Y LA EDAD MODERNA que expresan su significado y preparan a los asistentes para participar en dicho
sacrificio y recibir su fruto. La iglesia es al mismo tiempo lugar de ctato y casa
343 TEOLOGÍA DE LA ORACIÓN de oración. Basta entrar en una de las nuestras para comprobarlo. La celebra-
343 ORACIÓN Y PLEGARIA ción de la santa Misa es una continua oración del sacerdote, que ofrece oficial-
344 ORACIÓN DE PETICIÓN Y DE ALABANZA mente el santo sacrificio en nombre de Cristo y de la Iglesia, oración de los fieles
344 ORACIÓN PÚBLICA Y PRIVADA que pueden y deben unirse al celebrante. Pero si la oración se une de este modo
345 ORACIÓN MENTAL Y VOCAL al sacrificio, lo sobrepasa en extensión. Dondequiera que haya sacrificio habrá
347 NECESIDAD DE MEDIO Y DE PRECEPTO DE LA ORACIÓN también oración, pero no hay sacrificio siempre que haya oración. El sacrificio
347 LA ORACIÓN DE LOS PECADORES Y DE LOS INFIELES es un acto público, que no puede ser ofrecido sino por el sacerdote, instituido por
348 EL PENSAMIENTO DE ORÍGENES nuestro Señor Jesucristo, 'E;n las condiciones de tiempo y lugar y según leyes Ii-
349 LA INTERCESIÓN DE LOS SANTOS túrgicas que establezca la Iglesia. Por el contrario, la oración puede ser pública
349 TESTIMONIOS SOBRE LA INTERCESIÓN o privada, y en este último caso puede comportar una cierta libertad en la elec-
351 LA ATENCIÓN ción de las fórmulas y una cierta plasticidad en la forma. La oración, pues, puede
351 ATENCIÓN VERBAL, LITERAL, M'ST!CA extenderse hasta el infinito en el espacio y en el tiempo. La celebración de la
Misa está sometida a reglas y normas de tiempo y de lugar, mientras que es
posible orar en cualquier sitio y bajo formas infinitamente diversas.
Para el cristiano, abolido ya el ritual de la antigua ley, el único verdadero
sacrificio es .el de nuestro Señor Jesucristo: el sacrificio eucarístico, que es la re-
novación incruenta del sacrificio de la cruz 1. A los sacrificios y ritos de las reli-
giones no cristianas hay que considerarlos como invenciones humanas, y a veces
hasta diabólicas.
Con todo, no hay que olvidar que la oferta del sacrificio es U:J.3.obligación de
derecho natural; los pueblos paganos, que han ignorado, o ignoran aún, ínven-
¡'I'I\ Enrique-ALberto GiHon (en religión, Ludovico- ciblemente el evangelio, cuando ofrecen sus sacrificios, realizan un acto no sólo
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BeItrán), nacido en París en 1901, pertenece a legitimo sino también obligatorio. Muchas veces, por desgracia, la intrusión
¡eL Orden de Predicadores (provincia de Tolo- de la idolatría, del fetichismo y de tantas otras supersticiones, corrompió' indu-
S!!), Fue de teoLogía moraL especuLativa
profesor dablemente tal oferta. Y lo mismo debe decirse de la oración. La única oercuuiera
1'// eL Pontificio Ateneo
«AngeLicum» desde 1937 oración, la única meritoria, es la oración cristiana que procede de la gracia de
JI ('N Rector Magnífico dei mismo desde 1955. Es rísto ; y no obstante orar es un deber de derecho natural. Por consiguiente, no
l'II/I.~lIlio1· de La S. Congregación de Los Semina- es lícito reprochar a las gentes no cristianas el qUE;oren, sino sólo las supersticio-
/'IUN 11 de Las Universidades de Los Estudios, y nes y la idolatría que han podido mezclar con el cumplimiento de tal obligación.
!lu!'lo?' en teoLogía (Friburgo). Ha publicado: «La Más adelante volveremos a este asunto, para añadir una importante observación.
/I/('()1'ie des oppositions et La théoLogie du péché
1111 XIII'''" siecIe»; arto «S. Thomas d'Aquin», La descripción de las formas y de los ritos de la oración en las religiones ORi\('II'IN
1)'1'11 C; muchos artícuLos en «Revue Thomiste», no cristianas pertenece a la historia de las religiones 2. Los historiadores del siglo E 1111'4'1'0111
«!lnoelicum», «Vita cristiana», etc. pasado se entretuvieron preferentemente en las formas cultuales de los pueblos DI!: 1,1\1'4
RI\UOIONIOIiI
11amados «primitivos» para aprender de ellos, como irónicamente se dijo, «qué

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2 - Lo Sobrenatural
l •• e Illd.UN 1,/\ (¡IlACiÓN

o¡.¡ la religión». Partían del po¡.¡Lulu(/o <lo ~lLIO la religión se separó de la rnagut Se ha insistido en el ('lIl'údcl' Jurldlco de la religión romana. Los antiguo»
muy tarde y que el «teísmo», la idea de Dlos en todas sus formas, no apareció sino romanos habrían considerado la religión como un contrato entre la ciudad y los
CII las Iorrnas superiores de civilización. Por ahora nos interesa el primer punto. dioses. Oración y sacrificio serían prestaciones para obtener los favores de los
Allí donde predomina la magia, la reverencia confiada en un ser superior deja últimos. La impetración mira sobre todo a los bienes materiales y a la salva-
1 puesto a la intención de OOlJ'l,streñir,de imponer la propia voluntad a una forma guarda de los intereses del estado. El escéptico Cicerón 3 pondrá precisamente en
más o menos maléfica. En lugar de verdadera oración, tendremos un encanta- evidencia que nadie se dirige a los dioses para obtener la virtud o la práctica del
miento, acompañado de amenazas en caso de falta de ejecución. El encantamiento bien. Por esta causa, a partir de la república, las almas religiosas irán desertando
mágico sería por tanto el antepasado de la oración. Sabido es que estas teorías de la antigua religión romana para dirigirse a las «iniciaciones» introducidas por
de los historiadores de las religiones del 'siglo XIX fueron demolidas por los las religiones orientales.
studios de A. Lang (+ 1912) Y del P. W. Schmidt (+ 1954), quienes han demos-
trado la existencia entre los primitivos de una creencia y también de un culto
hacia ciertos «grandes dioses», creadores y guardianes de la moral. A estos dioses
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superiores se Les dirige una oración impregnada de convenientes sentimientos
de reverencia y sumisión. .LA ORACION y LA BIBLIA
i N o hay que confundir las religiones de los actuales primitivos con las de
los pueblos prehistóricos! La arqueología ha descubierto en las pinturas de las
cavernas, escenas de ritos religiosos de estos últimos, pero ignoramos por falta iV NTRE los griegos y los romanos, en la India y en casi todas las religiones pa- UN ()N(('()
(le documentos escritos, en qué consistía para ellos la oración. n, ganas, la oración se dirigía, o se dirige aún hoy en día, a numerosas diví-
nidades. En cambio, la oración de Israel va dirigida al único Dios, adorado por los
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Digamos dos palabras sobre las grandes religiones históricas. En la India, patriarcas, y que se ha revelado a sí mismo en el Sinaí. Además, la oración del
~ 1'11'1 en Egipto, en Mesopotamia, encontramos una abundante literatura religiosa de pueblo elegido no apunta a un «dios desconocido», o a una entidad metafísica abs-
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himnos de uso litúrgico, himnos que 'enumeran con todo detalle los atributos y tracta, sino al Dios viviente que ha sacado a su pueblo de Egipto' y que habló
altas gestas del dios a quien iban dirigidos. Pero se cae fácilmente en el r itualis- a Abraham, a aquel Dios, que por los innumerables beneficios y por el continuo
mo : cuenta más la exacta pronunciación de las palabras, de las sílabas, que la perdón a las transgresiones de la alianza, ha demostrado ser en verdad el Padre
intención interior. Esto explica por qué en la religión brahmánica, por ejemplo, de su pueblo' Después del exilio, no se considerará ya como un' privilegio del
los historiadores no encuentran dificultad en oponer la «brakti», devoción, al su- pueblo elegido invocar al verdadero Dios; todos los pueblos recibirán esta invita-
sodicho ritualismo de la religión del sacrificio. La meditación del budismo Hina- ción, en espera del cumplimiento de las promesas mesiánicas 5.
yana (meditación de las «cuatro verdades») no es en absoluto oración, aunque
es ciertamente una disciplina espiritual. En Egipto encontramos lo que nosotros El libro del Génesis nos dice que con el patriarca Enós, hijo de Seth, se co- AN'rtO (IU
llamamos piedad y oración, y ello en la literatura sapiencial, que no deja de menzó a «invocan> el nombre de Yahvé 6; pero está claro que para el escritor 'fERTi\MI')N'"
tener cierta semejanza con el libro de los Proverbios. Es una literatura que con- sagrado también Adán, Eva, Abel, han conocido y rezado al verdadero Dios.
tiene, efectivamente, junto con algunas huellas de monoteísmo (por otra parte Toda la historia de Abraham se nos presenta como una oración incesante dirigida
indiscutidas) frecuentes exhortaciones al amor de Dios y a la observancia de sus a dicho Dios. El capítulo 24 nos describe la admirable oración, llena de confiada
mandamientos. En las religiones semíticas (Asiria, Babilonia) s.e ha subrayado humildad, del siervo de Abr a'ham, enviado por el patriarca a Mesopotamia, para
el carácter utilitario, interesado, que la religión reviste a veces en las mismas. traer a la esposa de Isaac 7. En su oración, Moisés se nos muestra como el gran
Este carácter utilitarista (cdo ut des») es asimismo fácilmente reconocible en Gre- intercesor, el mediador de su pueblo ante la divina Majestad 8. Volvemos a en-
la, en la religión de los poemas homéricos. De ahí procede la misma forma de contrar esta función de mediador de oración 'en Samuel, en los profetas como
las oraciones: invocación del dios, exposición de los motivos por los que se quiere Jeremías 9, en la oración de Nehemias 10. El mismo Job intercede por sus amigos 11.
ser escuchado, recuerdo de los sacrificios ofrecidos, de los beneficios precedentes, Hay en el Antiguo Testamento un cierto número de grandes oraciones regias,
ex posición de la petición y a veces promesa de una oferta en caso de ser aten- como son la oración de David 12, la oración de Salomón 13, que sobrepasan infini-
rlldos (este será el votum, la oración votiva de la religión romana). En los filó- tamente en grandeza a las oraciones regias de Egipto o de Babilonia. Pero la
HOI'OS, asistimos a un refinamiento y a una elevación de la oración griega. Ejem- oración hebrea por excelencia es la de los salmos, que pasarán de la Sinagoga
plos de ello son la religión de Platón y la de los estoicos. En el famoso himno a la Iglesia. En ellos están representados todos los aspectos de la oración: sal-
<le Cleantes a Zeus, han querido reconocer algunos una verdadera y propia «mís- mos de alabanza, como el.7 y el 24 (Vg. 23); salmos de agradecimiJento como el 34
tica del consentimiento». No hay que olvidar, sin embargo, que tales oraciones (Vg. 33); salmos de impetración, no sólo de bienes materiales sino también de
He dirigen no a un dios personal sino al orden universal. Además, no se pide bienes espirituales, como el 16 (Vg. 15), salmos propiciatorios, de contrición, como
a Dios precisamente su gracia, sino sólo la liberación de la ignorancia. Dígase los siete salmos penitenciales, etc.
10 que se quiera, estamos aún muy lejos de la religión cristiana. La plegaria de Israel no se contenta con el mero ritualisrno de las palabras.

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L, GILLON 1," OIt"('I()N

Es la oración de los hombres de «corazón recto», que agrada a Dios, para el cual l!:1 mismo Muestre dlvlllo 1I0H señulalas condícloncs para la eficacia <lo In
es en cambio abominable el sacrificio de los malvados H, Condición esencial para oracíón : hay que orar con fe y confianza :Ia, Nuestro Señor atiende al centurlón
ser atendido es la magníficamente expuesta por Jeremías 15: «Vosotros me bus- y hace elogio de su fe 37; el mismo elogio encontramos en la curación de los dos
caréis y me encontraréis porque me buscaréis con todo vuestro corazón», Tam- ciegos 38, En la parábola del fariseo y del publicano se nos enseña a añadir la
poco ignora el Antiguo Testamento el deber de la oración en favor del prójimo. humildad El la fe y a la confianza 39, Dios resiste a los soberbios y concede su
Abraham ruega por Abimelec 16, y el Faraón pide a Moisés que interceda por gracia a los humildes 40,
él a fin de alejar la cólera divina 17; hay que rezar también por los reyes paga- En contraste con el pedante ritualismo de las grandes religiones de la an-
nos y hasta por los perseguidores 18, En cuanto a las maldiciones del salmista en tigüedad, Jesús nos enseña a evitar toda excesiva preocupación de no olvidar
el salmo 109 (Vg, 108), que parece invocar todas las calamidades divinas sobre nada: Dios conoce mejor que nosotros nuestras necesidades, antes de que for-
los enemigos, lo que está muy lejos del precepto cristiano del perdón de las mulemos nuestras peticiones 41, Es inútil multiplicar las palabras como hacen los
ofensas, está fuera de duda que se trata más bien de enemigos de Yahvé que de paganos; no seremos escuchados a fuerza de palabras 42, El cristiano debe saber
enemigos personales, que la oración no es un artificio humano sino la obra de la gracia, del Espíritu San-
to, que ora por nosotros con gemidos inenarrables 43,
IVe) En el Nuevo Testamento salta en seguida a la vista el puesto de preeminencia Por último, el cristiano no debe orar sólo por sí mismo, sino también por
I'I'() que ocupa la oración en la vida de nuestro Señor Jesucristo, Después del bau- los otros, San Pablo se recomienda a las oraciones de los fieles de Roma 44, De-
tismo, recibido de manos de Juan, Cristo está en oración, cuando se abre el bemos orar no sólo por los hermanos en la fe, sino también por los soberanos,
cielo y desciende sobre él el Espíritu Santo 19, Durante su vida pública nuestro por aquellos que están constituidos en dignidad 45; el cristiano no reza sólo por
Señor se retira frecuentemente a orar 20, A petición de los discípulos, el Señor los amigos sino también por los perseguidores 46, Cristo mismo oró en la cruz
les amaestra en la oración y les enseña la dominical 21, Cristo ha orado en Get- por los que le habían enviado a la muerte47, Y lo mismo vemos en san Esteban
semaní 22 y en la cruz 23, En su Epístola a los Hebreos, san Pablo subraya lo protomártir 48
que representó la oración 'en la vida del Salvador: «. .en los días de su carne,
ofreciendo plegarias y súplicas con grande clamor y lágrimas" .» 24, ¿ Cuál es la
razón de la oración de Cristo? Tras n.adur as reflexiones, los Padres y teólogos
han dado la siguiente respuesta: Cristo ha rezado para darnos ejemplo (san Am-
brosio, san Agustín). Y también para enseñarnos Que al apóstol le es necesario LA ORACION EN LA IGLESIA
reservar una parte de su tiempo al silencio, al recogimiento, al retiro, a los ejer-
cicios espirituales. Por otra parte, la oración de Cristo nos demuestra la realidad
de su naturaleza humana, de su humana sensibilidad : «Pater mi, si possibile est, 'SERíA tarea enorme la de describir la historia de la oración en la Iglesia, que
transeat a me calix íste» 25; Y al mismo tiempo nos muestra su perfecta confor- , tendría que comprender la historia de la oración litúrgica, la de la omción
midad con la voluntad divina: «Non mea voluntas, sed tua fiabl26, mental, la de las diversas devocior¡,es, que la Iglesia recomendó a los fieles en el
curso de los siglos, Sería preciso añadir, a partir del siglo rr, los escritos de los
1\ 1) Los escritos del Nuevo Testamento nos proporcionan toda una teología de teólogos, que han estudiado la naturaleza, las condiciones y los efectos de la
1,1\
la oración, Ante todo ponen de manifiesto su necesidad, Si el juez inicuo de la oración, Tendremos que limitarnos a algunas alusiones generales,
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parábola acaba por escuchar a la pobre viuda que le importuna con sus Quejas
i cuánto más se moverá Dios en socorro de quienes imploren su justicia! 27, De-
Las epístolas de san Pablo, los Hechos de los Apóstoles y los escritos de los LA ()III\C'II"II
Padres apostólicos 49 nos suministran importantes informaciones sobre la oración J~N'I:ltll) 1,0111
bemos rogar y vigilar para no caer en la tentación 28, La oración no debe, pues, J>ltlMII)IWI'I
ser algo excepcional y ocasional en la vida del cristiano: San Pablo ordena a de los primeros cristianos, En ~l centro de la liturgia encontramos la fractio pa.nis,
cui H'I'I ¡\ N CI
los tesalonicenses 29 rezar frecuentemente sin cansarse, y con perseverancia y nos la celebración de la eucaristía, Las reuniones Iitúrgícas de los primeros cristianos
dan ejemplo de ello los primeros cristianos 30, que perseveran en la oración, comprendían asimismo las lecturas (de la Biblia, de las Epístolas de san Pablo),
Es la oración constante de la que nuestro Señor prometió que sería escu- el canto de los salmos y de los himnos 50, Podemos encontrar numerosos fragmen-
chada: pedid y recibiréis 31, Todo lo que pidáis con fe en la oración lo obtendréis". tos de textos litúrgicosen san Pablo, en el Apocalipsis, Hoy en día la Iglesia
y en el discurso que siguió a la cena, declaró: Todo lo que pidáis a mi Padre emplea aún la fórmula de salutación (<<Dominus vobiscum») que se 'encuentra
en mi nombre, yo lo haré 33, No obstante, se da ~l caso de oraciones no escuchadas, en los escritos del apóstol 51, Y no cabe duda de que las oraciones de acción de
como la del endemoniado de Gerasa, quien, una vez liberado, pide al Señor que gracias que se encuentran en la Didaché 52, acompañaban a la celebración de
le permita seguirle, pero Cristo 10 envía a los suyos 34, Los caminos de Dios no la eucaristía, La larga, magnífica oración con la que se cierra' la primera carta
coinciden siempre con los nuestros: si él no nos atiende, es porque prevé un bien de san Clemente de Roma, se acerca en su solemnidad al estilo de los prefacios
mayor; pero si nuestra petición es conforme a su santa voluntad, será atendida de la Misa romana, Los entendidos están igualmente de acuerdo en asignar un
con toda certeza 35, -origen litúrgico a las Odxis de SlaLomón, escritas en griego, pero que han llegad

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1•. (i11,1.0N I,A OICi\('ION

ti nosotros en el texto sirio G1. A pesar del titulo, son poemas de inspiración crís- ('1 J){'¿ (jT(tn 'lnCZZ() tLetl(/ pTqj ILI("I"It, (le san Alfonso de Llgorto (Nápotcs, + 17fH».
ílunu y se empalman con la teología de san Juan 51. Por lo que a los teólogos se refiere, la obra más considerable del siglo XVl
en adelante es aún el monumental tratado de Francisco Suárez (+ 1617). Podemos
Con los Padres apologistas aparecen los primeros tratados teológicos sobre la: iitar todavía a los teólogos carmelitas del siglo XVII: Juan de Jesús María, An-
orucíón. El primero en orden de fecha es sin duda el De OratiQT),ede Tertuliano tonio de la Anunciación, José del Espíritu Santo, verdaderos especialistas de la
(hacia el 200 d.C.). Precede un comentario al Pater (cap. 1-9); sigue luego una: teología de la oración y de la contemplación. Por último, en nuestros días, la
oxposíción sobre las condiciones de la oración: caridad fraterna y pureza de renovación de los estudios de mística, de teología espiritual, la aparición de re-
ospiritu (cap. 11), además insiste en la postura del cuerpo en la oración: no. vistas especializadas, hacen que la bibliografía de la oración sea casi inagotable,
HC deben levantar demasiado las manos ni hacerlo con ostentación (cap. 16);
sobre el tiempo de rezar (cap. 24) y sobre la eficacia de la oración (cap. 29).
I~I De oratione dominica de san Cipriano es también un comentario al Pater
noster, Hay que 'admirar particularmente el comentario al «fiat voluntas tua» TEOLOGIA DE LA ORACION
(cap. 14-17) y las observaciones del santo obispo acerca de la necesidad de
la atención en la oración (cap. 31). Clemente de Alejandría insiste en el li-
bro VII de los Stromata (cap. 17) en la necesidad de orar siempre y en todas: 1. - DEFINICIONESDE LA ORACIÓN
partes. En su Tr:atado sobre La oración, Orígenes expone en toda su extensión
el problema teológico de la oración; pero volveremos a él más adelante. Queremos ¿ Qué es la oración, este «gran grito de la fe» hacia Dios, como la llama san Am- OltACIÓN
)( J'I,I':OI\III/\
señalar aún el Tratado sobre La oración de seudo-Nilo de Ancira, que en realidad brosio? 58. Veámoslo primepamente según el significado de.Ias, palabras. Las lenguas
es obra de .Evagrio el Póntico; las conferencias (IX-X) de Casíano, las cinco> de origen latino tienen dos palabras:. «plegaria» y «oración»." La primera deriva
homilías de san Gregorio Niseno sobre el Pater, y por último la célebre carta del verbo latino poseo que significa simplemente pedir una cosa a alguien. La se-
de san Agustín a Proba sobre la oración de petición. ¿ Qué es lo que debemos gunda deriva del verbo orare, cuyo primer significado es 'el de hablar en voz _alta,
pedir a Dios? «Ora beatam vitam», nos responde san Agustin (4,7). Por tanto, con énfasis y solemnidad, a guisa. de hombre político o de abogado que pronuncia
es licito pedir la salud y la suficiencia de los bienes terrenos, pero debemos ante un discurso. Pero en su sentido original es y se aplica, en latín, a la pronuncia-
todo pedir la salvación del alma, la vida eterna. En una palabra, se nos permite ción de una fórmula ritual. Comparando, pues, las dos palabras «oración» y «ple-
pedir en la oración todo lo que está permitido desear: «quae non índecenter- garia» parece que la primera reviste un significado más amplio y general, mien-
velint homines» (5, 11; cfr. 12, 23). ¿Y cómo orar? Mejor con lágrimas que con tras que la segunda designa estrictamente una petición. Pero en el uso moderno
largos discursos: «plus fletu quam affatu: (10, 20). de las palabras el término «plegaria» es de empleo más frecuente y general mientras
que el término «oración» se reserva para indicar una particular forma de oración,
Los primeros siglos del medioevo no nos han dejado importantes tratados so- la llamada «oración mental», que muchas veces se identifica con la meditación.
bre la oración. En el «renacimiento» del siglo XII, podemos encontrar obras de Estas observaciones permitirán comprender mejor las diversas definiciones de
capital importancia que ejercen influencia aún en nuestros días. Baste citar la oración. Según Evagrio el Póntíco, la oración es la elevación del aLma a Dios 59.
Scau: paradisi de Guigón II, general de los cartujos (+ 1188) 55, el sermón XXV Esta definición que encuentra cierto fundamento en la Sagrada Escritura 60 expresa
De diversis de san Bernardo, consagrado a la oración en su totalidad 56 y el cé- bien el acto esencial de la oración profunda; la definición de san Basilio : oración
lebre tratado De modo orandi de Hugo de san Víctor 57. Tampoco los grandes teó- es petición de un bien dirigida a Dios 61, definición recogida por san Juan Da-
logos del siglo XIII, san Alberto Magno, san Buenaventura y santo Tomás de masceno 62, conviene solamente a la oración de petición. Muchos definen la oración
Aquíno (cfr. infra) descuidaron el estudio teológico de la oración. La mística ale- como una «palabra» dirigida a Dios,un coloquio con la divinidad. Es una des-
mana del siglo XIV prefiere la oración contemplativa. Con todo, hay que se- cripción que encontramos ya en los filósofos neoplatónicos (Máximo de Tiro). La
Iialar los sermones XV, XXIX, LX de Juan Tauler (+ 1361) que tratan más ex- recogieron Clemente de Alejandría 63 y san Gregorio Niseno 64.
plícitamente de la oración en general (en la traducción francesa de los PP. Théry-
Iluguény los susodichos sermones responden a los números XV, XL, XVII). Des-
de el siglo xv hasta nuestros tiempos, son demasiadas las obras que tratan de II. - LAS FORMASDE LA ORACIÓN
In oración para que nos sea posible simplemente aludir a cada uno de los innume-
rables escritos teológícos, ascéticos y místicos. Entre ellos han ejercido particular Tertuliano hacía ya notar una doble finalidad en la oración: expresar a Dios
influencia: el Libro de la oración y consideración de fray Luis de Granada (+ 1588), el homenaje de nuestra adoración y exponerle nuestras necesidades espirituales y
la Oración y meditación, de san Pedro de Alcántara (+ 1562), el De oratione et con- materiales. De ahí la distinción, tan empleada en nuestros días, entre oración de
t,rmplatione, del Cardo Lorenzo Brancati (+ 1693). Y merecen mención especialí-
slrna, por su importancia e influencia en la vida cristiana, los 'Ejercicios de san • No/a del traductor, - En español es más común «oración» (orazione) que «plegaria» {pre-
Ignacio y los escritos de santa Teresa y de san Juande la Cruz. Y señalamos aún ¡.:/lierll). Este segundo término italiano se traduce casi siempre por el primero de los españoles,
1\1 presente párrafo no debe, pues, causar perplejidad.

342 343
1•• «111'¡,ClN 1./\ ClII/\('lt'lN

petición y oración de aLabanza. Sin embargo, nada írnplde que en la misma ora- rllvluo J}lJ('clc rcclturse LIl11Lo ('11 ('0I11ÚIl, CH decir 011 01 (,Oi'O, ('OIl1() en pl'ivl1clo, !lOI'

c16l1 se encuentren los dos aspectos. Es el caso de la más perfecta entre las ora- UIlIl solu pcrsonn. 't'amblén en este ltlrno caso se truta de oruclón «públ lcn» do in
ú

ciones, el Paier noster, que -~n la primera parte constituye precisamente una alaban- 1¡¡leHln.Y por el contrario, las aclamaciones grandiosas lanzadas en colccüvldud
sa (santificado sea tu nombre), y en la segunda nos presenta la más completa ora- !lO!' una muchedumbre que ora en congresos eucaristicos, procesiones, peregrlnn-
ción de petición. dones, no es oración pública, oficial, de la Iglesia; a pesar del gran número ti
pnrticipantes se trata de oraciones «privadas». Como ha afirmado explicltarncnt
C'I()N a) La oración de alabanza expresa nuestra adoración, el culto de latría que Pío XII en su encíclica Mediator Dei 67, la oración litúrgica posee mayor excelcnc!u
('I(lN
debemos a Dios como a creador y patrón supremo de todas las cosas, y constituye (potior excellentia) que la oración privada. Y no resulta difícil admitirlo si H
\ N\f,/\
una obligación de derecho ThaturaL La criatura racional tiene la obligación de re- piensa que la oración litúrgica, oración pública y oficial, es la oración de la mtsma
conocerse como tal criatura y dependiente de Dios. Así pues, la oración de alabanza Iglesia, por lo que sobrepuja infinitamente en grandeza, nobleza y eficacia al valor
no ofrece lugar a dudas en cuanto a su grandeza y perfección. Pero ¿y la ora- de la oración particular de cada uno de sus miembros. Si esta consideración val
ción de petición? A primera vista parece esencialmente caracterizada por el interés; pura el Oficio divino puede aplicarse con mayor razón a las oraciones de la
no s-e trataría ya de una religión pura y perfecta, como en el caso de la oración santa Misa, centro luminoso de toda la liturgia de la Iglesia.
de alabanza. ¿No habrá que asigrrarle en consecuencia un puesto inferior en la
jerarquía de los actos religiosos? «La oración de petición, escribía H. Bremond 65, no c) Tenemos además la oración vocaL y la oración mentaL San Buenaventura OH ()It¡\( 'I()I'I

es verdadera oración sino en la medida en que es adoración». En efecto, la ado- explica en términos precisos esta distinción: La plegaria, la oración, es purament Y MI~N'I'I
ración radica inmediatamente en la preferencia del amor de Dios sobre el amor mental cuando sin movimiento alguno de labios nuestro corazón conv-ersa con Dios.
de uno mismo y tiende al olvido de sí mismo; la oración de petición, en cambio, La oración puramente vocal sería la ejecutada únicamente con el movimiento de
se funda inmediatamente en el amor de sí mismo y en la búsqueda de los intereses los labios, sin que entre en juego la mente. y por fin oración mixta es la de quien
propios. Y por este camino 'los quietistas han ido aún más lejos: «Las palabras ora con los labios y el corazón al mismo tiempo. En el pensamiento de san Buenaven-
evangélicas petite et accipietis, pedid y recibiréis, no se pronunciaron para las almas tura se vislumbra claramente que mientras puede darse una oración puramente
verdaderamente interiores», escribía Molinos 66 en la afirmación condenada por mental, no es posible, en cambio, la estricta oración vocal sin una cierta participa-
Inocencia XI. Afirmación que trata de eliminar totalmente la oración de petición, ción de la oración mental. ¿Sería oración una oración puramente vocal que no
al menos para las almas deseosa~ de perfección. Y sin embargo no es difícil resta- .cmportase ningún elemento de la oración mental? Concluimos, pues, diciendo que
blecer el verdadero carácter de la oración de petición y sacar a luz su naturaleza la oración vocal es para la mental, como un socorro, una ayuda, un complemento
profundamente religiosa. Si, efectivamente, consistiese como la magia en una exi- que se le añade sin suprimirla nunca del todo. Es lo que enseña Benedicto XIV 00:
gencia, en una pretensión para con la divinidad, si se tratase de la reclamación ] .a oración vocal se expresa con palabras, pero de tal forma que a las palabras s
de una deuda, de la presentación de un derecho, claro está que ya no tendría nada una la intención del espíritu.
de religión. iPero este no es el caso de la verdadera oración de petición! De hecho, Es imposible por tanto una distinción rigurosa, tal como la desearían los espi-
antes de ser petición de un determinado objeto es sobre todo un acto de sumisión, ritus sistemáticos, entre oración mental y oración vocal. La recitación mental d
o mejor de oferta de nosotros mismos a Dios. No nos acercamos a él con la arro- \.ID Pater noster, pongamos por caso, -ejecutada sin mover los labios, sin movimientos

gancia del fariseo de la parábola evangélica, sino con ánimo humilde y confiado. exteriores ¿debe considerarse como oración mental o como vocal? Conviene más
Pedir implica, ya, de suyo, un acto de humildad; y por esta razón, el orgulloso pre- consíderarla como oración vocal. Por el contrario, quien lee en voz alta y lenta en
fiere morir de hambre antes que pedir limosna. La verdadera oración de petición una comunidad o en una reunión de A. C. diversos puntos que los presentes van
incluye, pues, en compendio: un acto de fe, por el que reconocemos la omnipoten- meditando ¿Heva a cabo un acto de oración mental o de oración vocal? Convendrá
cia de Dios y el poder que posee de hacer cualquier cosa por nosotros; un acto de aceptar la primera solución. Parece, pues, que oración voca'l es la que se sirve d
humildad, por el que reconocemos nuestra miseria. La cual basta para demostrar una fórmuLa determiThada, esto es de una forma práctica aprobada por la Iglesia.
que la oración de petición posee las características más esenciales de la autén- La oración mental sigue en cambio un procedimiento más libre; pero sería erróneo
tica religión. creer que la uertiatiera oración mental debe excluir el uso de palabras, del
razonamiento, de las imágenes exteriores o de la fantasía, para detenerse en una
'I(lN b) La oración se distingue también en pública y privada, como antes se ha inmovilidad estéril, en una suspensión de las facultades, 'lo que constituiría la
1,11 '/\ falsa «quiete», bien diversa de la verdadera; falsa «quiste» que la Iglesia ha con-
indicado. No hay que confundir la oración pública con oración en común ni oración
\11/\
privada con la que hace en particular una persona. Oración pública es, efectivamen- denado, con Inocencío XI, en la proposición de Molinos: «Servirse en la oración
te, la oración oficial de la Iglesia, ejecutada en su nombre por personas por ella mental de imág.enes, de figuras, de conceptos, de razonamientos, es absolutament
destinadas y según las formas prescritas por 'las leyes Iitúrgícas. Se trata, en sus- contrario al servicio de Dios en espíritu y en verdad» 70.
tancia, de la recitación del Oficio divino impuesta por la Iglesia, a los clérigos que En la práctica «oración mental» y «meditación» se usan con frecuencia Indl-
han recibido las órdenes sagradas (subdiaconado, diaconado, sacerdocio) y a los rerentemente. Las dos expresiones presentan, con todo, una cierta diferencia, por
monjes que han pronunciado los votos solemnes de religión. Ahora bien, el Oficio uanto no 'toda meditación pertenece a La Qración, como hizo notar Suárez 7J. Tum-

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, •. LlII.LON 1,/\ OIlI\CIÓN

\)1611 los sabios, los filósofos, los grandes artistas meditan antes de emprender sus onvertido en una obligación llueva e infinitamente más perfecta. Y esto que se
liúsquedas, antes de ponerse a ejecutar sus obras maestras. Pero esta meditación dice para la oración de latría, vale también para la de acción de gracias, para lo
del artista o del sabio no es meditación propiamente religiosa. Para que la medita- propieiatoria, para la impetratoria, etc.
clón se empareje con la virtud de la religión, es necesario que comporte el deseo"
In intención de orar a Dios y de hacer algo por su gloria. La meditación se con- Dicen los teólogos que la oración es a la vez de necesidad de precepto y de NI':('I'I,",Wi\U
vierte así en un acto de homenaje, en un atto de culto. De otra manera podrá ser necesidad de medio. Efectivamente, el rezar no es en todos los casos una obra de l)ll) ~HIUIO
-studío profundo de la verdad divina, pero no precisamente oración. consejo, como la de distribuir los bienes propios a los pobres o practicar los conse- y 1)1': 1'111'11'1
1)10: I,¡\ 0111\(
Para los autores espirituales de la edad media, como Ruga de san Victor 72, la jos evangélicos. Se trata frecuentemente de una obligación estricta, formulada por
meditación constituye algo intermedio entre 'la «lectura», de la Escritura y de los la ley natural, confirmada por el decálogo y la ley positiva; por la ley divina
Pudres, y la «oración» propiamente ,dicha. En la lectura, sobre todo de los libros tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Necesidad de «medio», porque la
sagrados, es Dios el que habla y nosotros escuchamos sus enseñanzas. En la ora- oración no es una obligación que derive de un mero acto de voluntad del legislador,
ción, en .cambio, s.omos nosotros los que hablamos a Dios. En la meditación, to- como la obligación de los cristianos de no comer carne los viernes; se trata, en
mamos las enseñanzas que Dios nos ha suministrado en la «lectio divina», para realidad de una obligación que emana de la misma naturaleza, de las cosas, antes
reflexionar sobre ellas, y para asímilarlas de algún modo. Y este ejercicio nos pre- de cualquier intervención de la ley positiva. La relación de criatura a Creador, la
para para entrar en 'las .vías de la, oración. Así explicaba Ruga los progresos en la de hijos de Dios por gracia al Padre de nuestro Señor Jesucristo, son, datos .que.
vida espiritual 73: están. en primer lugar los llamados «buenos pensamientos», que, comportan necesariamente para el hombre y para el cristiano la obligación de, oral,'
nacen de improviso en el campo de la ,conciencia para invitarnos más o menos im- a Dios. Además, puesto que somos incapaces de obtener nada por nosotros mismos,
perativamente a hacer .el bien. Estascogitationes, corresponden a lo que llaman es más que natural que recurramos a quienes son más poderosos que nosotros, a
los teólogos gracia excitante, que nos despierta de la somnolencia .espiri tual. Frente quienes pueden ayudarnos. Pero nosotros somos incapaces de llegar con nuestras so-
él esta «cogitatío» tan rápida, la meditación implica, un carácter de duración. En las fuerzas a la vida eterna. Luego no queda otro recurso que dirigírnos a Dios
-ierto modo se esfuerza por rumiar todos los sentidos, por considerar todos los, para obtener de él lo que no podemos hacer por nosotros mismos. Claro que no
aspectos de los pensamientos y los afectos que las sagradas lecturas y las buenas hay que pensar que a todos los innumerables beneficios que recibimos de Dios.
inspiraciones nos han suministrado. Por último la contemplación se nos muestra, 'les haya precedido necesariamente una oración, una petición por nuestra parte. A
con Hugo y Ricardo de San Víctor, como .un contacto, una simple mirada, una «in- menudo, el don divino se anticipa a nuestras intenciones. Esto tiene lugar, por
tuíciórn de la verdad percíbida, intuición (o más bien, haciendo uso de un término 'ejemplo, en 'el caso de la primera gracia; y sostener lo contrario sería caer .en el-
que desafía a toda tentativade traducción : contuitus) , penetrante y perspicaz, pero semípelagianismo, según el cual en la obra da la gracia la primera iniciativa (emí-
también libre, de la verdad divina. tíum fidei») viene de nosotros. Pero lo cierto es que el progreso «adecuado» de la
Los modernos autores espirituales están de acuerdo en distinguir entre la vida espiritual y la perseverancia en el camino de la salvación exigen la interven-
meditación, esencialmente discursiva, tanto s-i se trata de una cadena de razona- ción de la oración. Dios, decía san Agustín, «prepara» el gran don de la perseveran-
mientos, como de una serie de consideraciones más libres y no tan estrictamente da final, sólo a aquellos que se lo piden 75. Y el Concilio de Trento, remachando
organizadas, y la o1'Q;ción contemplativa 74. La oración contemplativa propiamente Ias palabras del gran doctor de Hípona, nos explica que Dios no. manda lo que
dicha, la que depende de la contemplación infusa, presenta muchos grados -<simple es imposible, sino que, al imponernos sus mandamientos, nos enseña a hacer lo que
recogimiento, distinto del recogimiento adquirido; oración de quietud, unión sim- podemos y a pedirle por medio de la oración lo que parece sobrepujar a nuestras
ple, unión plena, unión transformadora). En todos estos grados la contemplación fuerzas (jacere quod possis et petere quod non possis) 76.
s una tiniebla, pero una tiniebla luminosa.
No sólo los justos, sino también los pecadores pueden y deben orar. Cierto que J.A Oltl\('lc"IN
la oración del pecador no es meritoria ante Dios, por no poseer aquél la gracia DI> 1.0'"'
IJ l. - NECESIDAD DE LA ORACIÓN santificante que es el principio del mérito. Sin embargo, es una obra buena, de l'I~(:¡\ 11o II,Wo(
una bondad moral natural, porque es el cumplimiento de un precepto de la ley y 1)1'1 1.0M
lNlrll':I.I':M
La necesidad de que aquí se habla no es la necesidad de las leyes físicas del natural. Ver en ella algo que desagrada a Dios es una injuria que se hace a éste,
11n i verso, sino una necesidad moral, una necesidad que se expresa por los térmí- como pretendieron Wicleff en el siglo xv y Quesnel en el XVII; pernicioso error con-
IIOS ley y obligación. Es precepto de derecho natural como se ha visto, que la denado por la Iglesia en el Concilio de Constanza y en la bula Unigen,itus 77. Pero
«r+ntura intelectual, sacada de la nada por Dios a su imagen y semejanza, reco- hay más. La oración del pecador proviene a veces de una gracia actual, por la
1I()Y,cael soberano dominio de este Dios y le dirija el homenaje de su sumisión y que aquél suplica a Dios que se digne llevarle por el camino del arrepentimiento
(1(' su alabanza; y asimismo que le exponga con humildad sus miserias y sus y de la conversión. En tal caso, la oración 'constituye una preparación, ciertamente
1I('C'esidades. Y todo ello i con cuánta mayor razón si del «derecho natural» pasa- remota, pero muy verdadera, a esa conversión que implora.
IIlOSa la vida sobrenatural! Por la gracia, e1.hombre se ha hecho partícipe de la Puesto que la oración es un precepto de derecho natural, los mismos paganos,
nnturaleza divina y la obligación de dirigir a Dios su oración de alabanza se le ha los infieles, que no han oído nunca hablar del Evangelio, a quienes nuestra fe no

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r

J •• (111.1.0N 1,/\ Olt/\(;I()N

ha sido suficientemente anunciada, están obligados a cumplir este deber para con Dios, que, lejos de ser algo extrínseco al orden de las cosas establecido por In
Dios, en la medida en que lo conocen, más o menos imperfecta o confusamente. providencia, se encuentra contenida en él. En definitiva, nosotros no rezamos para
Conviene recordar, además, lo que enseña Pío IX en su encíclica Quanto confi- modificar las intenciones divinas, sino para darles cumpLimiento. Dios quiere que
ciamur moerore (la agosto 1863) y lo de la suprema Congregación del Santo Oficio, las gracias que está dispuesto a darnos se las pidamos con humildad, Y ha decretado
en su carta de 8 de agosto de 1949 al arzobispo de Bastan (U.S.A.) 78. Para que el que nuestras oraciones sean de algún modo un medio moral en la ejecución de
hombre pueda Ilegar a la salvación eterna, no siempre se requiere estar incorporado sus eternos designios. Lejos de modificar el orden de la divina providencia, la ora-
de hecho a la Iglesia, como miembro suyo; basta que se le adhiera con el voto y ción se inserta en él, con entera sumisión.
el deseo. Este mismo deseo no siempre es explícito, como en los catecúmenos. Para
quienes se encuentren en situación de ignorancia invencible de los caminos de sal-
vación, es suficiente un voto impLícito, contenido en esa disposición del alma por la V. - LA ORACIÓNY LA INVOCACIÓN
DE LOS SANTOS
que el hombre se declara pronto a conformar 'enteramente su voluntad con la di-
No sólo le rezamos a Dios, sino también a los santos, y muy especialmente a LA JN'I'I~1I1
vina. Cabe, pues, que existan entre los no bautizados, entre quienes ignoran inven-
DIIlWH M
ciblemente las verdades de nuestra fe, almas que bajo el impulso de la gracia han la Virgen María. También aquí encontramos los dos asp~ctos de la oración, la
llegado a la justificación. Y en tal caso su oración será del pleno agrado de Dios. petición y la alabanza. En efecto, rezamos a los santos para celebrar los méritos
Será una oración cristiana, que no tendrá nada en común con la oración a los falsos de sus vidas, las virtudes que en ellos brillaron, en grado particularmente eminen-
dioses. te; y asimismo para obtener su intercesiór¡, ante Dios. La utilidad y conveniencia
de la oración a los santos ha sido objeto de ataque en todos los tiempos de la
historia de la Iglesia. En el siglo IV es el sacerdote Vigilancia, el cual encuentra un
IV. -Los «ADVERSARIOS»
DELAORACIÓN terrible adversario en san Jerónimo. Algunos herejes del siglo XII, como Pedro de
Bruys, siguieron la misma senda. Pero han sido sobre todos los protestantes quie-
Es evidente que el ateo, el ateo verdadero y coherente consigo mismo, no puede nes, desde el siglo XVI hasta nuestros días, no han cesado de tachar de idolatría
orar y que considerará la oración como una superstición pueril. Por otra parte, y superstición al culto de los santos; aunque tampoco aquí faltaron los desacuerdos
quien admita la existencia de un Dios lejano y trascendente, negando su interven- entre los distintos reformadores. Calvino y Zwinglio fueron los más encarnizados
ción en el mundo, como lo hicieron los deístas del siglo XVIII, podrá sí admitir adversarios; Melanchton Y el mismo Lutero admitieron que es legítimo proponer
ciertas «elevaciones» laudatorias hacia la grandeza del Ser supremo, pero rechazará a los fieles la «memoria» de los santos, y que hay que exhortarles a imitar sus
de plano la oración de petición. i Dios es demasiado grande y está demasiado ale- virtudes y buenas obras. Lo que habría que desterrar es la idea de solicitar su
jada para ocuparse de nosotros! Esta negación de la providencia está en tan ma- ayuda y su intercesión. Porque tal pretensión de intercesión sería una injuria
nifiesta contradicción con la Escritura, que no puede ser tomada en consideración. para Cristo, que en ese caso ya no sería el único intercesor, el único pontífice 79.
Además, reduce a la nada la omnipotencia, la sabiduría y la bondad de Dios. Estas aseveraciones permiten comprender mejor la doctrina definida por el Con-
cilio de Trento 80. Los santos, ensefia el Concilio, reinan en el cielo con Cristo,
'1'0 En el extremo opuesto, sería igualmente erróneo creer que nuestras oraciones y ofrecen a Dios sus oraciones en favor de los hombres. Es, pues, cosa buena y
II-;H puedan modificar los decretos divinos, las disposiciones tomadas por Dios, del útil invocarlos instantemente, recurrir a su ayuda, y a sus sufragios, para obtener
mismo modo que un hábil abogado, un orador político experto de su oficio, llegan 10s beneficios de Dios, por nuestro Señor Jesucristo, que es nuestro solo redentor
a cambiar las disposiciones de un jurado o de un auditorio. Pero si Dios es inmuta- y salvador. Estas últimas palabras son la solución de las dificultades pregonadas
ble, si es imposible pensar que pueda modificar nunca los decretos que ha formula- por los protestantes. La oración a los santos ofendería a Cristo, en caso de poner a
do desde la eternidad ¿para qué sirve la oración, al menos la oración de petición? aquéllos y a éste en un plano de igualdad. Pero si los santos son nuestros interceso-
Puesto que todo está regulado, es mejor abandonarse sencillamente a la providen- res ante Cristo, no se trata ya de sustituirle por ellos.
cia. En su tratado De La or:ación, Orígenes fue el primero en afrontar esta grave El Concilio definió que la invocación Y la oración a los santos son cosa buena
dificultad. Para resolverla, el célebre alejandrino hace notar (cap. 6) que la ora- y útil (bonum atque utile esse); pero ¿habrá que dar un paso más y afirmar que
ción es por nuestra parte un acto libre. Cuando se trata de causas y de efectos no la oración y la invocación de los santos (especialmente de la Virgen) son cosa
libres, Dios no sólo los prevé desde la eternidad, sino que los dispone según el qtecesaria para entrar en los caminos de salvación? Esta conclusión, negada por
plan de su providencia, ejerciendo en ellos una verdadera causalidad. Cuando se ciertos teólogos de tendencia jansenista del siglo XVII, no ofrece hoy lugar a dudas.
trata de actos libres, Dios, dice Orígenes, sólo los prevé, sin disponerlos, o sea que ¿No es conforme al derecho natural, o la ley divina, o la práctica de cada día,
no causa nuestros actos libres. Previendo nuestras oraciones con su ciencia eterna, 'recurrir a intermediarios, a intercesores, cuando tratamos con algún personaje
Dios organiza los sucesos del mundo, según que tenga o no la intención de es- muy elevado en dignidad? Por su perfección de gracia y de gloria los santos son
cucharnos, según que convenga o no a su propia gloria. A decir verdad, el buen nuestros intercesores, obligatorios de algún modo, ante el Señor.
Orígenes olvida que nuestros actos libres dependen de la acción divina, que Dios
no es un mero expectador de dichos actos. En cuanto a la oración, es un don de La doctrina de la Iglesia acerca de la invocación y la oración de los santos
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348
L. CILLON 1,/\ ()II/\('IÓN

OH ncuentra su fundamento en la misma Escritura. Dios manda a Abimelec recurrir


1.1\
de rezar por la mañana y por la tarde, corno era el caso de los judíos. No costantc,
u la intercesión de Abraham 81. A raíz de la apostasía de Israel al pie del Sinaí, la omisión de estos rezos podrá provenir muchas veces de una negligencia o de
N
Moisés, que implora el perdón divino en favor de su pueblo, invoca los nombres de una pereza que constituirá un pecado venial.
los patriarcas de Israel 82. En el Libro de los Reyes 83 Isaías es enviado por Dios
para anunciar a Ezequías que el Señor protegerá a JerusaLén, en atención a David, Hay que orar con ,atención. En la práctica se confunden a veces «atención» e 1,1\ ¡\'I'lliNC'I
su siervo. Los tres jóvenes del horno 84 imploran la ayuda de Abraham, Isaac y «íntención». Y sin embargo son cosas muy diversas. La intención depende de la
.J acob. En la parábola de Lázaro y del rico epulón, este último, cruelmente castí- voluntad : yo quiero rezar; la atención depende del entendimiento y es la aplica-
rado, Ilarna en su ayuda a Abraham 85. Los veinticuatro ancianos del Apocalipsis 86 ción de nuestras facultades cogrioscitivas, de nuestros sentidos o de nuestro espí-
presentan a Dios la oración de 'los santos de la tierra. Por último, tenemos otra ritu, a un determinado objeto. Un automovilista aplica su atención a la carre-
prueba de esta doctrina, que ya san Jerónimo consideraba decisiva: si los após- tera por la que corre veloz; ha tenido y mantiene la intención de ir a una de-
ioles, los mártires, los santos rezaban por los otros durante su vida mortal i cuánto terminada ciudad. Pero sostener una intención continua y actual de nuestro espí-
más pueden hacerla ahora que han obtenido el triunfo y la corona de su fe! 87. .rltu durante todo el transcurso de la oración es algo muy difícil para nuestra
Pero queda una dificultad, que Vigilancia había ya promovido. Los bienaventurados debilídad, prescindiendo ahora de ciertas gracias místicas. Existen distracciones
no tienen la omnisciencia divina. ¿ Cómo pueden conocer que nosotros les rezamos voluntarias y distracciones naturaLes, que derivan de nuestra débil condición
y cómo pueden saber lo que les Pedimos? Como hizo notar santo Tomás, no sería .humana; el espíritu humano no es un espíritu angélico. Sólo el influjo virtual
ompatible con el estado de vida bienaventurada una ignorancia total de las cosas .de la primera intención que hemos formulado al comenzar nuestra oración per-
de aquí abajo. Una madre de familia que haya dejado aquí a sus hijos ¿sería manece mientras ésta dura, a menos que sea retractada. Luego, a pesar de las
verdaderamente feliz en la otra vida si ignorass en absoluto lb que a ellos se distracciones, toda la oración es meritoria y toda la oración tiene su valor ante
refiere? Hay que pensar, por consiguiente, que los santos del cielo saben de las cosas Dios.
ele aquí abajo «lo que en cierto modo les concierne» ss, bien lo conozcan en el acto En materia de distracciones y manera en que pueden dañar a la misma
mismo de la visión beatífica, bien fuera de este acto por especiales revelaciones de consistencia de la oración, distinguimos con Suárez entre oración vocal y oración
Dios. Por último ¿ se puede rezar a las almas del purgatorio? Los antiguos teólogos mental 89. La oración vocal puede proseguir en la materialidad de su acto externo
estaban más bien por la negativa; mejor es rezar por ellas que rezarles a ellas. .íncluso si nuestra inteligencia rehusa desterrar las distracciones, incluso si nos
Los teólogos modernos, después de Suárez, han optado en cambio por la afirmativa. .abandonarnos a las divagaciones del espíritu. En la oración mental en cambio,
De hecho, estas almas tienen el estado de gracia y pueden rezar por nosotros. En si la atención anterior llega a cesar enteramente no queda ya nada de la ora-
consecuencia, nada les impide hacerla. En cuanto al modo en que ellas pueden ción; no habrá en su lugar sino una «síntesis de distracciones», como irónicamente
conocer nuestras oraciones, hay que recurrir también aquí a la intervención divina. se ha dicho.
Las almas que sufren encerradas en el purgatorio, no pueden conocer, por vía de
conocimiento natural, los sucesos de aquí abajo y en consecuencia no conocen tam- Distinguimos en la oración una atención verhal que mira exclusivamente a A'1'lliN('HIN
poco las oraciones que les dirigimos. Pero nada prohibe pensar que Dios se las haga la correcta pronunciación de las palabras, sin atender al sentido; atención literal VI~ltll¡\l" l.
conocer, por ejemplo, por medio de su ángel de la guarda. -que se aplica a captar el significado de las palabras y de las frases que se pro- MfH'I'I('¡\
nuncian; y pOI fin atención mística, que no sigue (al menos de forma conti-
nua) el sentido de las palabras, sino que se transporta a la finalidad de la oración,
VI. - CUÁNDO y CÓMO ORAR
,en contemplación del mismo Dios o de los misterios de nuestra fe. Al recitar el
salmo Miserere, pongamos por caso, se fijará la atención en la idea de penitencia,
Los teólogos han observado que los preceptos negativos obligan siempre y en ·en la grandeza de Dios ofendida por el pecado, en lugar de seguir paso a paso
iodo tiempo: nunca se permite matar y nunca se permite robar. Los preceptos po- .el desarrollo del pensamiento del autor sagrado. Un caso de atención mística al
.~itivos, en cambio, como es el caso de la oración, no obligan sino en ciertas de- .alcance de todos es el de la meditación de los misterios del rosario. De suyo, la
ierminadas circunstancias de tiempo. Además, al hombre le sería imposible re- .segunda de estas tres atenciones es más perfecta que la primera y la tercera más
zar ininterrumpidamente. Oración perfecta y absolutamente continua no puede -que la segunda. La atención mística podrá también conducir a la supresión de la
darse sino en la vida celestial. Pero ¿cuándo estamos obligados a rezar en con- .atención verbal y de la atención literal, en el sentido de que la oración vocal ce-
creto? En caso de peligro de muerte, responden los teólogos, y asimismo en caso .derá por completo el puesto a la oración mentaL Esto supone la subordinación
de una grave tentación, de calamidades públicas, cuando el deber de caridad nos .esencí al de la oración vocal a la oración mental, subordinación que han profesado
obliga a asistir al prójimo al menos con la oración; en los comienzos de nuestra 'los grandes teólogos de la edad media. Si las palabras entorpecen el arranque del
vida moral, cuando hemos llegado a la edad del juicio. Más generalmente, debe- .amor, hay que dejar las palabras: tal es la enseñanza de san Buenaventura 90.
mos rezar con frecuencia. Es difícil precisar más (p. e. cada semana). Por otra 'Pero hay que poner una restricción: la atención mística no dispensa en absoluto
purte los cristianos cumplen suficientemente con el precepto de la oración con la -de la recitación del oficio divino a quienes están obligados a la misma y, en
nsistencía dominical a la Misa. Y no existe en el cristianismo un precepto positivo consecuencia, tampoco de la atención al menos verbal que se requiere para este :fin.
so 351
L. GILLON

Además de la atención interna, a la que se refieren las tres formas de la


atención verbal, literal y mística, los teólogos distinguen todavía la atención ex-
terna: ésta consiste en abstenerse durante la oración de ciertas ocupaciones exter-
nas incompatibles con la oración. Se puede caminar recitando el breviario. Pero
no se puede rezar el breviario y al mismo tiempo tomar parte en una conver-·
sación o cocinar. Son ocupaciones externas demasiado absorbentes para que
puedan conciliarse con la oración, al menos con la oración pública de 'la Iglesia.

CONCLUSIÓN

Terminamos con una cuestión de orden más bien filosófico: ¿ es la oracion


esencialmente acto de la inteligencia o bien pertenece a la voluntad? Es evidente
que intervienen ambas facultades; y además de la voluntad, jugarán también su
papel las partes sensibles de nuestro ser, como la imaginación y la afectividad;
cosa normal porque el hombre no es espíritu puro. ¿Pero consiste en un acto>
de inteligencia la «esencia» pura de la oración? Esta es al menos la opinión de
santo Tomás 91, quien empareja la oración con el mandato (imperium) y hace-
de la una y del otro actividades de la razón práctica. Esto supone que la ora-
ción se defina como petición, dando a esta palabra un sentido más amplio que
abarque también el de alabanza: se pide a Dio') el triunfo de su gloria. Pero evi-
dentemente este acto del entendimiento supone la intervención de la voluntad ;
hace falta querer orar, antes de empezar a orar. Además, la oración cristiana
supone que el acto de la inteligencia y el acto de la voluntad están bajo la acción.
de la gracia, al menos actnuü para el pecador desprovisto de gracia santificante
e inhabitación divina. Todo ello prueba que, en definitiva, incluso en un pen-
samiento intelectualista como el de santo Tomás, la oración no es una especula-
ción árida del espíritu, sino que está animada por el fuego del amor divino. Dios.
no mira tanto la perfección, la disposición de los conceptos, la habilidad en el
«arte» de orar, cuanto los sentimientos del corazón, especialmente la humildad
y confianza del que ora,

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