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ESCUELA NORMAL SUPERIOR “JME”

INSTITUTO SUPERIOR DE FORMACIÓN DOCENTE NRO. 163

PROFESORADO DE LENGUA Y LITERATURA

E.D.I.

PROFESOR: PATRICIA ALARCÓN

ALUMNO: GREGORINI IVÁN

AÑO: 2019

FECHA: 28/06

¿Dónde está la literatura?

Ensayo sobre la imposibilidad de una búsqueda infinita

Afirmar que la literatura es una forma de lenguaje sería pronunciar una de las más deliberadas
conclusiones a las que podríamos arribar en la introducción de un ensayo.

De repente nos damos cuenta que la vida es una combinación de veintisiete letras, de repente
la inmensidad de lo que no entendemos se reduce a la precaria originalidad de los idiomas.
Ahora un adjetivo intenta describir lo que sentimos, ahora esa palabra denomina lo que quizá
no es pero que estamos convencidos por norma que es así, y no lo sabemos. Pero dónde está
la literatura, donde se encuentra esa forma privilegiada de esas letras que nos esconde la
verdad del universo.

La literatura está, quizá, en la invención de una realidad que se propone rozar los límites de lo
definido. La literatura, como la filosofía, no hace más que utilizar a las palabras que ya existen,
pero a diferencia de esta otra disciplina, no solo hace del lenguaje una herramienta, sino que
lo explota, rompe las barreras entre las palabras y sus significados, es una herramienta que
explota el vacío y los lleva a producir sensaciones que quizá excedan incluso a las
significaciones.

Pero con qué propósito. Deliberadamente podemos decir que con ninguno, pero la sensación
que nos produce esa palabra, ese artificio humano, es equivalente a la forma de la desdicha.
Entonces buscamos ese motivo por el que existe la poesía, esa razón por la que una persona se
decide a escribir quinientas hojas sobre un hombre que vaga por las calles de una Francia
resquebrajada.

Pero ese motivo no está en ningún lado, y quizá porque nunca ha sido definido.

Acaso las razones de la literatura no están en ningún lado, pero ¿dónde está la literatura?

Los formalistas pensaron que lo literario estaba en la forma de decir las cosas, de nuevo el
lenguaje y sus usos. Góngora describe un amanecer y los formalistas entienden que esa forma
de describirlo está tan oculta en significantes perfectamente enlazados que de repente parece
que leemos la forma de un amanecer como nunca antes lo habíamos divisado.

Continuando con la pregunta que ahora nos preocupa, podemos decir que, tradicionalmente,
la literatura está en las bibliotecas, en esos lugares que para Borges eran el sinónimo de un
paraíso. Un paraíso porque allí está la eternidad, porque en las bibliotecas de nuevo está el
lenguaje llevado a sus límites, donde otra vez se explotan las capacidades combinatorias de las
palabras: entonces la mortalidad se vuelve una dicha reservada para los hombres.

Pero ahora la literatura está en la invisibilidad de una red que nos une a través de aparatos que
cada vez más se hacen uno con nosotros. Ahora la literatura está en nuestros bolsillos, en la
reproducción que escuchamos mientras nos duchamos o viajábamos apurados en el tren que
parece inundado por gente que lee menos.

Paradójico, como mínimo. La literatura cada vez más imbuida en la cotidianeidad; y sin
embargo, cada vez menos consumida.

¿Será quizá que el fenómeno de la literatura como parte de lo cotidiano no es, en definitiva,
una característica de nuestro tiempo?

Afirma Bajtín que las diversas esferas de la actividad humana están relacionadas con el uso de
la lengua. Y el uso de la lengua se lleva a cabo a través de enunciados concretos, que reflejan
las condiciones específicas de cada esfera por su contenido temático, su estilo verbal y sobre
todo por su composición y estructuración. El autor divide la diversidad en géneros en dos
grandes grupos: los géneros discursivos primarios y los géneros discursivos secundarios.

En el proceso de formación, los géneros secundarios absorben y reelaboran a los primarios,


que se transforman y pierden su relación con la realidad y los enunciados reales de otros. Es la
literatura un resultado de los géneros primarios, esos discursos que se dan en la cotidianeidad
son, en suma, las razones por la que existe esa forma excelsa del lenguaje: el literario.
Desde esta perspectiva, la literatura está incluso en los silencios que luego serán absorbidos
como silencios interpretados de una forma de ver la vida en un poema.

En conclusión, pensar dónde está la literatura es pensar en un objetivo inabarcable, porque las
palabras lo son. Pensar que el mundo es una forma del lenguaje es pensar que nosotros
hacemos al mundo.

Pensar que los discursos de lo cotidiano engendran lo sublime es pensar que somos los
responsables de que el mundo se mantenga vivo.

Quizá el día en que el silencio reine, el día que la literatura repose eternamente en el sosiego
de nuestra imposibilidad de consumirla, de crearla, de mirarla, será el día que entendamos que
la literatura está simplemente donde habitan las palabras, pero ahora solo nos toca buscarla.
BIBLIOGRAFÍA:

“Estética de la cración verbal” Michael Bajtín 1979; Siglo Veintiuno Editores octava edición
1998.

Eagleton, Terry (1998), Una introducción a la teoría literaria, Fondo de cultura económica 1998

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