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Facultad de Teología

Camino histórico para conocer a Jesús


Samuel Fernández E.

Presentación

Las presentes páginas pretenden poner a disposición de un público amplio los


resultados de las investigaciones históricas de algunos de los grandes
estudiosos del mundo antiguo y del Nuevo Testamento en particular. Se trata
de ofrecer una síntesis ordenada de algunos datos relevantes que podemos
conocer con seguridad histórica acerca de Jesús y de aquello que la Iglesia
primitiva creía sobre de Jesús. Se intenta mostrar que las convicciones de la
Iglesia primitiva están bien apoyadas históricamente y están en plena
continuidad con la persona de Jesús de Nazaret.
La ciencia histórica tiene su ámbito propio en el conocimiento, asimismo la fe,
que también es un modo particular de acceder a la realidad. Ambas se
complementan e iluminan mutuamente y nunca pueden contradecirse. La
historia no pretende ni puede reemplazar a la fe; pero en el cristianismo, que
proclama que Dios se ha revelado históricamente en Jesús de Nazaret, la fe
tampoco pretende suplantar a la historia. Ambas se necesitan y se iluminan
mutuamente.
La fe es un asentimiento libre y razonable. No es, por tanto, un 'asentimiento
ciego', ni tampoco un 'producto necesario' de los argumentos de razón. Para el
creyente, este acceso histórico a Jesús busca mostrar que su fe está
sólidamente basada en la historia y que, por tanto, es razonable creer. Al no
creyente, no pretende obligarlo a creer, forzándolo con argumentos históricos,
porque también es razonable no creer. Sólo quiere mostrarle que los datos que
nos aporta la ciencia histórica no están en contradicción con la fe de la Iglesia
y que, por lo tanto, la fe cristiana puede ser vista como una opción razonable;
no la única, pero sí, a nuestro juicio, la opción más razonable.

1. ¿Cuál es nuestro punto de partida para conocer la antigüedad? Los


'hechos' de la historia no son observables directamente. Sólo tenemos acceso
a las huellas que dejan estos hechos. La vida y la actividad de un hombre de la
antigüedad nos es accesible por las marcas que éste deja: sus escritos, textos
que lo nombran, inscripciones, monedas, edificios, etc. Como a cualquier otro
personaje de la antigüedad, a Jesús no lo podemos conocer de modo directo,

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muchos años nos separan de su vida terrena, sólo lo podemos conocer
históricamente por medio de las huellas que ha dejado su vida. La mayor
'huella' que la persona de Jesús ha dejado en la historia es la propia Iglesia:
una comunidad visible que remite sus orígenes a la persona de Jesús de
Nazaret.
2. ¿Qué nos entregan las fuentes históricas sobre Jesús y su Iglesia?
La vida de Jesús y de la Iglesia está testificada históricamente con múltiples e
indesmentibles testimonios: Las catacumbas, las inscripciones, los sepulcros,
las pinturas, las referencias de autores contemporáneos, paganos y cristianos,
los edificios de culto, etc., son algunos testimonios que nos permiten conocer
algo de cómo era la comunidad primitiva y sus ideas acerca de Jesús. De
hecho, tanto la persona de Jesús de Nazaret como el cristianismo primitivo han
dejado huellas en escritos de historiadores no cristianos:
Flavio Josefo, un historiador judío, en el año 96 escribió: «En este
tiempo existió un hombre de nombre Jesús. Su conducta era buena y
era considerado virtuoso. Muchos judíos y gente de otras naciones se
convirtieron en discípulos suyos. Los convertidos en sus discípulos no
lo abandonaron. Relataron que se les había aparecido tres días
después de su crucifixión y que estaba vivo. Según esto fue quizá el
mesías de quien los profetas habían contado maravillas» (Antiquitates
Iudaicae, XVII,3,3, según la versión árabe).
Plinio el Joven, gobernador de Bitinia (actual Turquía), en el año
112, informa al Emperador Trajano que los cristianos suelen «reunirse
en un día fijo antes del alba y cantar a coros alternados un himno a
Cristo como a Dios» (Cartas, X,96).
Tácito, historiador romano, el año 116 escribió en Anales XV,44, que
«los cristianos tomaban su nombre de Cristo, que había sido
ejecutado en el reinado de Tiberio por el procurador Poncio Pilato».
Suetonio, historiador romano, por el año 120, escribió: [Claudio]
«expulsó de Roma a los judíos, que provocaban alborotos
continuamente a instigación de Cresto» (Vit. Claudius, 25).
A primera vista, llama la atención que sean tan escasas las referencias a Jesús
por parte de sus contemporáneos no cristianos, pero ello es normal. Jesús no
fue un soberano, protagonista de la alta política o de la historia bélica, ni un
constructor de obras públicas. Para sus contemporáneos romanos, Jesús fue
un ejecutado más entre una larga lista en el marco de una política de represión
de grupos nacionalistas vistos como un peligro para el Imperio. Baste recordar
las afirmaciones de Flavio Josefo, durante el asedio de Jerusalén del año 70:
«Los soldados, llevados por su odio a los judíos, en son de burla, suspendían a
los cautivos de distintas maneras, siendo tan grande el número de víctimas
que faltaba espacio para las cruces, y cruces para los cuerpos» (Bellum
Iudaicum V,11,1). Algunos años después, cuando el cristianismo comenzará a
tener mayor peso social, las referencias a Jesús y a los cristianos se
multiplicarán entre los paganos. De todos modos, estos testimonios son
importantes. Pero, indudablemente, los documentos más útiles históricamente
para conocer la comunidad primitiva y sus convicciones son los escritos
reunidos en el Nuevo Testamento.

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2.a. ¿Podemos confiar en el texto del Nuevo Testamento? De
ninguna obra literaria de la antigüedad se conserva el manuscrito
original de su autor (lo que se llama el autógrafo), toda la literatura
antigua, clásica y cristiana, nos es accesible por medio de 'copias de
copias de copias' del original. El autógrafo más antiguo que se
conserva de una obra literaria es de Francisco Petrarca, poeta italiano
del siglo XIV, todas las obras anteriores nos llegan por medio de
copias. Los textos del Nuevo Testamento son los documentos mejor
conservados de la antigüedad. Muchos textos antiguos nos llegan por
pocos manuscritos e incluso por uno solo; el Nuevo Testamento
cuenta con miles de manuscritos antiguos, relativamente
independientes entre sí, varios del siglo II y algunos fragmentos
incluso del siglo I. Actualmente se conservan al menos dos grandes
códices del siglo IV que contienen el Nuevo Testamento completo
(British Library y Biblioteca Vaticana). Desconfiar del texto del Nuevo
Testamento significaría dudar de la confiabilidad de toda la literatura
antigua.
2.b. ¿Qué valor tienen otros escritos cristianos antiguos?
Además del Nuevo Testamento existen otros escritos cristianos muy
antiguos, como la Didaché (¿año 90?), la Primera Carta de Clemente
a los Corintios (¿año 96?), las Cartas de Ignacio de Antioquía (¿año
107?), etc., todos ellos en gran concordancia con el Nuevo
Testamento.
2.c. ¿Qué valor tienen los apócrifos? Existen también los llamados
evangelios apócrifos. Esta literatura apócrifa nace por dos motivos: 1)
Un grupo de textos, de carácter más folklórico, surge el deseo de
alimentar la piedad de los fieles y saciar su curiosidad, por medio de
la composición de leyendas piadosas sin ningún valor histórico y
plenas de datos pintorescos. 2) El otro grupo, nace de motivaciones
más teológicas que buscan propagar una determinada imagen de
Jesús, muchas veces proveniente de alguna secta particular. No se
puede negar como principio que los apócrifos más antiguos, como el
Evangelio de Tomás, contengan algún dato transmitido oralmente que
no quedó registrado en el Nuevo Testamento, pero en la práctica los
datos que contienen los apócrifos acerca de las palabras y los hechos
de Jesús que son atendibles, dependen del Nuevo Testamento. De
este modo, los apócrifos, en líneas generales, están conformados por
datos extraídos de los Evangelios mezclados a las especulaciones o
fantasías del autor del texto.
3.a. ¿Podemos confiar en el Nuevo Testamento? En realidad, hay una
pregunta anterior: ¿podemos confiar en los documentos antiguos?, o mejor:
¿podemos estudiar la antigüedad sin confiar en las fuentes antiguas?, o más
radicalmente: ¿es posible conocer sin confiar? Ciertamente, el que desconfía
de todo, no podrá conocer ni siquiera el presente, ni muchos menos informarse
de la antigüedad. En definitiva, no se puede vivir sin confiar. Paradójicamente,
los que desconfían de los evangelios y de la tradición cristiana, terminan por
confiar en cualquier reportaje o novela de dudosa procedencia. Naturalmente,

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no se trata de una confianza ingenua, sino crítica, pues las mismas fuentes
antiguas a veces son inconsistentes e incluso contradictorias. De todos modos,
la ciencia histórica permite controlar críticamente la confiabilidad de los
documentos de la antigüedad.
3.b. ¿Podemos, entonces, confiar en el Nuevo Testamento como fuente
histórica? El Nuevo Testamento no es un libro de historia, tampoco es un
escrito 'neutro', puesto que está totalmente 'comprometido' con la difusión del
cristianismo (en realidad, ningún escrito es 'neutro', y mucho menos en la
antigüedad). Pero, decir que los textos del Nuevo Testamento no son textos de
historia en el sentido moderno de la palabra es algo tan obvio, y casi sin
sentido, como decir que los documentos antiguos no son modernos.
Nuevamente, decir que los evangelios no son biografías en el sentido moderno
de la palabra, es tan obvio como decir que las biografías antiguas no son
biografías modernas. ¡Ninguna biografía de la antigüedad es una biografía en
el sentido moderno! ¡Ningún texto antiguo es un texto de historia en el sentido
moderno de la palabra! Más aún, hoy seguimos reconstruyendo la historia,
incluso la más reciente, en base a textos que no pretendían ser textos de
historia.
4. ¿Qué nos permite conocer con seguridad histórica el Nuevo
Testamento? Hasta el más escéptico historiador aceptará que el Nuevo
Testamento nos permite conocer el cristianismo del siglo primero. Cada
escrito, desde su propio contexto, nos describe las convicciones de su autor.
Alguien podría preguntarse si acaso los evangelios son fieles al describir a
Jesús, pero no podrá negar que cada evangelio describe las convicciones que
su propio autor tenía acerca de Jesús. Es decir, una lectura atenta del
Evangelio de Lucas o de Marcos nos permite acceder a las convicciones de
Lucas o de Marcos acerca de Jesús. En términos más teológicos, nadie puede
negar que los escritos del Nuevo Testamento nos permiten conocer, al menos
parcialmente, el contenido de la fe en Cristo de las primeras comunidades
cristianas.
5. ¿De qué época son los textos del Nuevo Testamento? El NT no fue
escrito de una sola vez; cada escrito tiene su propia historia. Los textos más
antiguos son las cartas de Pablo, la primera, 1Tesalonicenses, data del año 50
y las últimas, Filipenses, Colosenses y Filemón, fueron escritas entre el 55 y el
62; el evangelio de Marcos se puede datar en la década de los años 60, Mateo,
Lucas y los Hechos alrededor del año 75 y Juan entre los años 90 y 100. De
este modo, el texto más antiguo que nos informa acerca del cristianismo
primitivo son las primeras cartas de Pablo, escritas en torno al año 50. A partir
del Nuevo Testamento podemos, entonces, tener una 'fotografía' de las
convicciones de los cristianos a partir del año 50, es decir, unos veinte años
después de la muerte de Jesús.
6. ¿Es posible colmar esa laguna de veinte años? Hemos dicho que los
escritos más antiguos del Nuevo Testamento, en su redacción final, datan del
año 50, pero por medio de técnicas filológicas, usadas comúnmente en la
ciencia histórica, es posible reconocer que estos escritos contienen material
más antiguo que su redacción definitiva. Así, por ejemplo, Pablo en su primera
carta a los corintios cita un texto que él declara haber recibido:

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1Co 15,3 Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí:
que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; 4 y que
fue sepultado y que fue resucitado al tercer día, según las Escrituras;
5
y que se apareció a Cefas y luego a los Doce; 6 después se apareció
a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales todavía muchos
viven hasta ahora, y otros murieron, 7 después se apareció a
Santiago; luego, a todos los apóstoles.
Otro caso es el del llamado cántico de Filipenses. El texto, que está escrito en
verso y que su lenguaje es diferente al de Pablo, por muchos motivos
literarios, se puede afirmar que debe ser una cita de un himno tradicional que
Pablo integra en una de sus cartas:
Flp 2,6 El cual [Cristo], siendo de condición divina, no retuvo
ávidamente el ser igual a Dios. 7 Sino que se despojó de sí mismo
tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres,
apareciendo en su porte como hombre; 8 se humilló a sí mismo,
obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. 9 Por lo cual Dios le
exaltó y le otorgó el Nombre, sobre todo nombre. 10 Para que al
nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en
los abismos, 11 y toda lengua confiese que Cristo Jesús es Señor para
gloria de Dios Padre.
Otro ejemplo es el uso de palabras arameas en comunidades de lengua griega,
como las de Pablo y Juan, ¿cómo se explica que comunidades de lengua griega
recen utilizando algunas expresiones en arameo? Ciertamente, porque las
recibieron de la comunidad de Jerusalén:
1Co 16,20-24: El que no quiera al Señor, ¡sea anatema!
«Maranatha». ¡Que la gracia del Señor Jesús sea con vosotros!
Rom 8,15 Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el
temor; recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace
exclamar: ¡Abbá, Padre!
Gal 4,6 La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros
corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre!
Pablo no es el autor de estos textos, sino que los recibió. Pero, ¿cuándo lo
recibió? De acuerdo a la cronología de la vida de Pablo, lo más seguro es que
lo haya recibido en su viaje a Jerusalén, cuando pasó 15 días con Pedro, el año
36. De este modo, por medio de estas cartas de Pablo podemos conocer algo
de las convicciones y prácticas litúrgicas de la comunidad de Jerusalén sobre la
identidad de Jesús. Naturalmente, si Pablo recibió estos textos y estas
prácticas como tradicionales el año 36 es porque ya venían desde antes.
7. ¿Qué convicciones cristológicas se pueden deducir de estos textos?
A partir de estos textos, podemos saber que en los primeros años después de
la crucifixión, la comunidad cristiana de Jerusalén afirmaba el carácter salvífico
de la muerte de Jesús, su resurrección de acuerdo a las Escrituras, la
objetividad de las apariciones (1Co 15), la preexistencia de Cristo en cuanto a
su condición divina, la exaltación de Jesús por su muerte obediente, el carácter
universal de la relevancia de la obra de Cristo (Flp 2); además, la primera
comunidad le rezaba a Jesús como 'Señor', título propio de Yahvé en el Antiguo
Testamento en griego (Flp 2 y 1Co 16) y conservaba el modo como Jesús
rezaba a Dios como su Abba, Papá (Rm 8 y Gal 4).

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8. ¿Podemos saber más acerca de la primera comunidad cristiana? Los
Hechos de los Apóstoles nos transmiten muchas noticias. Algunas de ellas son
plenamente confiables históricamente y nos otorgan importantes datos sobre
las convicciones acerca de Jesús que tenían los primerísimos cristianos.
8.a. ¿Cómo podemos discernir qué es históricamente confiable
en el Nuevo Testamento? Una buena cantidad de criterios ha sido
elaborado por los estudiosos que nos permiten identificar aquellas
noticias, contenidas en el Nuevo Testamento, que son históricamente
confiables. Uno de ellos, muy útil para nuestro propósito, es el de los
'datos incómodos', o 'eclesiásticamente disfuncionales'. Sabemos que
los redactores de Nuevo Testamento estaban totalmente
comprometidos con la causa de Jesús, y, por tanto, no es razonable
que hayan 'inventado' datos incómodos que están en tensión con sus
propios propósitos propagandísticos. Dicho en otras palabras, lo que
ningún buen cristiano inventaría es, en principio, históricamente más
confiable (ej. que Jesús fue bautizado por Juan, que Jesús fue llamado
'bebedor y comilón'; que Pedro negó a Jesús, que el inicio de la
misión cristiana estuvo a cargo de los que escaparon de Jerusalén en
las primeras persecuciones, que los primeros testigos de la
resurrección sean mujeres, etc.).
Para saber más de la primera comunidad cristiana, la de Jerusalén, podemos
recurrir a Hechos 8,1-5, que narra los inicios de la misión a los no judíos: «1
Aquel día se desató una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén. Todos,
a excepción de los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y
Samaria [...] 4 Los que se habían dispersado iban por todas partes anunciando
la Buena Nueva de la Palabra. 5 Felipe bajó a una ciudad de Samaria y les
predicaba a Cristo». El relato de los inicios de la misión cristiana es
históricamente confiable, precisamente porque es una historia 'políticamente
incorrecta', o eclesiásticamente incómoda. Lo 'políticamente correcto' sería que
la primera misión cristiana hubiese sido una iniciativa de los doce apóstoles,
pero los Hechos nos hablan de un grupo de cristianos que escapando de la
persecución, por la muerte de Esteban, se largan a predicar a Cristo entre los
no judíos.
La muerte de Esteban nos entrega nuevos datos, pues testifica una diferencia
doctrinal tan fuerte entre Esteban y sus adversarios que llega a justificar matar
o dejarse matar (cf. Hechos 6-7). Según lo Hechos, el punto central de la
controversia está en que Esteban afirmaba la superioridad de Jesús por sobre
la Ley de Moisés, algo impensable y escandaloso para un judío piadoso del
siglo I.
9. ¿Qué nos aportan estos datos para nuestro conocimiento de Jesús?
Más que para nuestro conocimiento directo de Jesús, estos datos históricos nos
iluminan, por el momento, acerca de qué convicciones tenían los primeros
cristianos acerca de Jesús. Afirmar la superioridad de Jesús respecto del
Templo y de la Ley, al punto de exponerse a la muerte, supone una cristología
bastante desarrollada. Un puñado de 'ideas vagas acerca de Jesús' no son
capaces de sostener la transformación religiosa que implica la primera misión

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cristiana abierta a los paganos, la convicción de que la salvación viene por
Jesús y no por la Ley o el Templo, el culto a Jesús y el martirio.
La muerte de Esteban se ubica el año 34 y la visita de Pablo a Pedro, en
Jerusalén, está datada en el año 36. Esto que significa que pocos años después
de la muerte de Jesús, había en Palestina un grupo de judíos que le rendían
culto a Jesús, llamándolo Señor; que creían que Jesús había muerto 'por
nuestros pecados' y que había resucitado al tercer día según las Escrituras;
que lo consideraban el Hijo de Dios preexistente que había sido enviado al
mundo por Dios Padre; que estaban convencidos que Jesús era superior a la
Ley de Moisés y que por medio de él venía la salvación a toda la humanidad (y
no sólo al pueblo judío), y estas convicciones eran tan fuertes como para
sostener el martirio y la misión (lo que implica dejar las seguridades por una
vida itinerante y peligrosa, al punto de arriesgar la vida).
10. ¿Qué podemos saber de Jesús a partir de estos textos y prácticas?
Hemos investigado los elementos centrales de lo que podemos saber con
seguridad histórica de las convicciones de los primeros cristianos acerca de
Jesús. Hemos comprobado la existencia y la fisonomía de la primera
comunidad, pero, ¿de dónde nace esta primera comunidad?, ¿qué convicciones
la sostienen? Se trata de avanzar desde el fenómeno históricamente
observable hacia los fundamentos del fenómeno.
11. ¿Cómo se explican la existencia de la primera comunidad? Si
aceptamos, como todos los historiadores, que Jesús fue ejecutado y murió
violenta y vergonzosamente, nos podemos preguntar ¿cómo se explica el
surgimiento de una comunidad de tanto empuje, vitalidad y entusiasmo en
circunstancias tan adversas?, ¿no es más bien la dispersión de los seguidores y
la disolución de la comunidad la consecuencia esperable de un hecho tan
dramático como la crucifixión de Jesús? Entre la muerte de Jesús y el casi
inmediato florecimiento de la Iglesia aparentemente no hay continuidad: algo
debió pasar después de la crucifixión que explique la gran transformación
religiosa que da origen a la Iglesia.
12. ¿En qué consiste esta transformación que da origen de la Iglesia?
El nacimiento de la Iglesia supone una gran transformación religiosa difícil de
explicar. ¿Cómo comprender que un grupo de judíos piadosos, educados en la
observancia de la Ley, poco tiempo después de la crucifixión hayan rendido
culto a Jesús, hayan afirmado que la salvación viene por Jesús y no por el
Templo o la Ley, hayan iniciado una misión abierta a los paganos y hayan
estado dispuestos a perder la vida por esta causa? Esta transformación es
sumamente radical, y remueve las convicciones y prácticas centrales de la vida
religiosa de aquellos judíos que fueron los primeros cristianos.
13. ¿Cómo se explica esta transformación? Algo muy grande debió
suceder como para fundamentar este gran cambio que sostiene las
convicciones de la primera Iglesia. De acuerdo a la documentación cristiana,
aquello que sucedió fue, naturalmente, la resurrección. Pero la resurrección
por sí sola no basta si ésta no está apoyada por el recuerdo de una existencia
terrena de Jesús que sea congruente con las convicciones que alcanzó la
comunidad cristiana con la experiencia de la resurrección. De este modo, los

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factores que explican el nacimiento de la Iglesia son la vida terrena de Jesús y
la experiencia de la resurrección.
14. ¿Qué podemos saber históricamente de la resurrección? Que los
discípulos llegaron a creer en la resurrección de Jesús algunos días después de
la crucifixión constituye uno de los hechos indiscutibles de la historia, que debe
ser aceptado por creyentes y no creyentes. Los datos históricos permiten
afirmar que un grupo de seguidores de Jesús, pocos días después de la
crucifixión, estaban convencidos que Jesús había sido resucitado por Dios, y
estaban convencidos con tanta certeza como para transformar todo su sistema
religioso, su fe y sus prácticas, e incluso poner en riesgo su propia vida. La
ciencia histórica no puede demostrar la resurrección, pero sí puede afirmar que
los discípulos creyeron en la resurrección. Pero, ¿por qué creyeron en la
resurrección?, ¿porque Jesús resucitado se les apareció 'dando muestras que
estaba vivo', o porque tuvieron alucinaciones y se engañaron? El historiador
debe interpretar los datos disponibles, y debe optar entre «creer» que Jesús
resucitó o «creer» que los apóstoles se engañaron. Ninguna de las opciones es
'neutra' y ambas, en diverso sentido, son opciones de fe.
15. ¿Qué podemos saber acerca de la vida terrena Jesús? El segundo
factor que fundamenta el nacimiento de la Iglesia es la actividad terrena de
Jesús. Hasta ahora hemos hablado de las convicciones de los discípulos o de
los evangelistas. Podemos saber qué creían ellos acerca de Jesús. Pero,
¿podemos saber algo históricamente acerca de Jesús mismo? La tarea es más
difícil, porque los evangelios reflejan las convicciones de los evangelistas.
Tenemos, entonces, 'cuatro reflejos de Jesús'. Luego, ¿podemos, a partir de
estos 'reflejos', remontarnos hasta Jesús mismo, el fundamento de estos
reflejos? Si bien, como se ha señalado anteriormente, los evangelios no son
'cronologías neutras', la ciencia histórica ha elaborado ciertos criterios que nos
permiten identificar algunos datos históricamente seguros sobre Jesús mismo.
15.a. Respecto de su origen. Es históricamente seguro que Jesús
fue judío, que nació en Palestina y se crió en Nazaret. Su nacimiento
tuvo lugar en torno al año 4 antes de Cristo (!). Conocemos el
nombre de su madre, María, y de algunos de sus parientes. La
seguridad de los datos ofrecidos en estos párrafos está basada en el
criterio del 'testimonio múltiple', es decir, de la concordancia de
múltiples fuentes independientes entre sí y en el de los 'datos
incómodos', explicado anteriormente.
15.b. Respecto de su ministerio. Sabemos que el inicio de su vida
pública estuvo relacionada con Juan el Bautista, por quien se hizo
bautizar (dato incómodo). No hay dudas que fue considerado un
Maestro y que reunió un grupo de seguidores; su predicación estaba
centrada en el anuncio del Reino y ofrecía una particular
interpretación de la Ley de Moisés y del valor del Templo. También es
seguro que sus contemporáneos, tanto seguidores como adversarios,
estaban convencidos de que hacía curaciones milagrosas y expulsaba
los demonios: los fariseos lo acusan de expulsar demonios en nombre
del príncipe de los demonios, lo que supone que dan crédito a sus
prodigios (Mc 3,22; Mt 9,34; 12,24; Lc 11,15). Las fuentes

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extrabíblicas lo confirman: Flavio Josefo lo menciona y Celso, un
anticristiano del siglo II, asegura que Jesús aprendió magia en Egipto
(Contra Celso, I,28).
15.c. Respecto de su fin. Es históricamente seguro que su actividad
y predicación chocaron contra las autoridades judías y romanas (es
discutible en qué proporción), y que esta oposición lo llevó a morir
crucificado en Jerusalén en torno a la Pascua, posiblemente, el 7 de
abril del año 30. También se puede considerar como un dato seguro,
tal como ya se dijo, que sus discípulos, pocos días después de su
crucifixión, estaban convencidos que Jesús estaba vivo, y así lo
proclamaban.
16. ¿Cómo Jesús se concibió a sí mismo? El estudio de cómo Jesús se
comprendió a sí mismo se llama 'la cristología de Jesús'. Los evangelios
transmiten palabras y acciones de Jesús que la crítica literaria considera
históricamente sólidas. En base a estas palabras y acciones es posible
reconstruir, al menos parcialmente, qué creía Jesús acerca de sí mismo. Ésta
es, naturalmente, la cristología más antigua.
16.a. Jesús perdona los pecados. Jesús se presenta como quien
tiene autoridad para perdonar pecados, que es una prerrogativa
exclusiva de Dios. Tanto el perdón de los pecados como las comidas
con los pecadores manifiestan que Jesús se concibe a sí mismo con
autoridad divina, es decir, como el plenipotenciario definitivo de Dios.
16.b. Jesús corrige la Ley de Moisés. Jesús a veces cumple la Ley,
a veces no la observa, y a veces la vuelve más exigente. Así, Jesús se
concibe a sí mismo como alguien que tiene autoridad sobre la ley. En
el discurso de la montaña, habla en primera persona proponiendo su
propia palabra como superior a la ley: “…pero yo les digo…” (Mt 5).
Para los contemporáneos de Jesús, la Ley era la expresión máxima de
la revelación divina, así todo, Jesús se sitúa por sobre la Ley.
16.c. Jesús llama al seguimiento de sí absoluto e incondicional.
El modo como Jesús invita a dejarlo todo y seguirlo a él manifiesta su
propia identidad. La rudeza de su lenguaje muestra el carácter
confiable de estos relatos. En ellos Jesús afirma que la decisión de
seguirlo o rechazarlo a él mismo, tiene un significado definitivo. Jesús
no llama a seguir a Dios o a la ley, llama a seguirlo a él en persona. El
carácter absoluto de la llamada muestra que Jesús mismo tiene
conciencia de que la suerte final del hombre se juega de acuerdo a la
actitud frente a sí mismo. Ningún 'evangelista piadoso' inventaría un
texto como Lc 14,26: «Si alguno viene donde mí y no odia a su padre,
a su madre, a su mujer, a sus hijos, hermanos, hermanas, y hasta su
propia vida, no puede ser discípulo mío».
16.d. Jesús llama a Dios, Papá. Hay algo nuevo y único en la
relación de Jesús con Dios, al que trata familiarmente de 'Abba, Papá.
Los discípulos vieron que Jesús trataba a Dios de un modo insólito:
como un hijo trata a su papá, y eso es lo que se transmite en los
evangelios. Jesús nunca habla de «nuestro Padre», sino que distingue

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«mi Padre» y «vuestro Padre». Así se expresa el carácter único de la
relación de Jesús, 'el Hijo', con Dios, 'su Padre'.
16.e. Jesús enfrenta la muerte de un modo único. Jesús,
ciertamente, previó su muerte violenta (bastaba saber de la muerte
de Juan el Bautista para calcular el final de Jesús). Si Jesús previó su
muerte violenta, ¿qué sentido le dio? Jesús vivió para los demás, y,
por tanto, también murió para los demás, pues se muere como se
vive. La vida en favor de los pecadores conduce a una muerte en
favor de los pecadores. Toda una vida comprendida como servicio a
los demás (pro-existencia) implica una muerte como servicio a los
demás. Toda la vida de Jesús está orientada a la entrega a los demás,
en íntima obediencia al Padre.
17. ¿Hay continuidad entre la vida de Jesús y la predicación de la
Iglesia? Los elementos que hemos señalado que pertenecen a la vida terrena
de Jesús, confirmados e iluminados por la fe en la resurrección, son el
fundamento de la predicación de la Iglesia primitiva. Para los primeros
cristianos, la resurrección significaba que Dios le había dado la razón a Jesús.
La frase: «al que ustedes mataron, Dios lo resucitó», perteneció al núcleo de la
primera predicación. De este modo, toda la actuación de Jesús se ve
confirmada por Dios que lo resucita y lo sienta a su derecha en el trono del
cielo.
18. Entonces, ¿hay continuidad entre Jesús y la fe de la Iglesia
primitiva? Cada una de las afirmaciones de la primerísima predicación eclesial
encuentra su fundamento en la vida terrena de Jesús y recibe su confirmación
en la resurrección: el modo único como Jesús se relaciona con Dios, su Padre,
legitima que Jesús de Nazaret sea proclamado Hijo de Dios; el carácter
salvífico que Jesús otorgó a su propia vida y muerte fundamenta la predicación
eclesial que afirma que 'Cristo murió por nuestros pecados'; la superioridad
que Jesús manifiesta respecto al Templo y a la Ley, al corregirla, son el
fundamento de la convicción eclesial de que Jesús es superior a la Ley y al
Templo; el modo absoluto como Jesús llamó a sus discípulos es la base de la
convicción de que la salvación se juega ante Jesús y no ante la Ley o el
Templo, y, por ello, la salvación no está restringida al pueblo de Israel sino
abierta universalmente. Todos estos elementos de la predicación, que se
apoyan en la vida terrena de Jesús, se ven confirmadas y, por así decir,
llevadas al plano de lo absoluto por la resurrección.
19. Finalmente, ¿qué aporta la tradición viva de la Iglesia? Es un tema
muy amplio al que sólo podemos asomarnos. La continuidad de todo este
proceso, en el que la comunidad va profundizando en la identidad de Jesús,
está asegurado por las personas que lo protagonizan: los que convivieron con
Jesús, a orillas del Lago, son los mismos que posteriormente lo proclamaron en
la misión. Los 'testigos oculares' del ministerio público de Jesús gozaron de
una autoridad particular en la Iglesia antigua, garantizando así la continuidad
entre Jesús de Nazaret, su muerte y resurrección, y la fe eclesial que se
manifiesta en el culto a Jesús, la misión a los paganos y el martirio. La
continuidad, entonces, está garantizada por las personas.

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Para terminar, a modo de ejemplo, ofrecemos un texto muy hermoso que nos
muestra la solidez de la tradición oral. Es un párrafo de una carta de San
Ireneo, obispo de Lyón, escrita al final del siglo II, cuando el Nuevo
Testamento estaba bien consolidado y cuando el Credo estaba ya redactado:
«Yo me acuerdo tanto que puedo incluso decir el lugar donde Policarpo
se sentaba a conversar, así como su modo de vivir y su aspecto corporal,
los discursos que hacía al pueblo, cómo describía sus relaciones con Juan
y con los demás que habían visto al Señor y cómo recordaba sus
palabras, y qué era lo que había escuchado de ellos acerca del Señor, de
sus milagros y sus enseñanzas; y cómo Policarpo, después de haberlo
recibido de estos testigos oculares de la vida del Verbo, todo lo relataba
en consonancia con la Escritura» (HE V,20).
La continuidad entre Jesús y la predicación de la Iglesia está garantizada por la
tradición viva. En torno al año 200, cuando ya están puestas las bases de la
teología cristiana, Ireneo puede asegurar que lo que él cree acerca de Jesús
está en continuidad con la enseñanza de los que vivieron con Jesús: Ireneo fue
discípulo de Policarpo, Policarpo fue discípulo de Juan, y Juan fue discípulo de
Jesús. Ireneo recuerda cuando Policarpo relataba sus conversaciones con el
apóstol Juan que a su vez recordaba las obras y palabras de Jesús. Ni Pedro, ni
Pablo, ni los demás autores del Nuevo Testamento, ni las enseñanzas de la
Iglesia podían falsear la imagen de Jesús en una época tan próxima a los
acontecimientos fundacionales del cristianismo, en que el recuerdo vivo de
Jesús estaba tan presente.

P. Samuel Fernández E.
Facultad de Teología.

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A Jesús por la historia / Facultad de Teología
Pontificia Universidad Católica de Chile

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